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IED
AREA DE FILOSOFIA
COMPETENCIAS:
El estudiante estará en capacidad de ser consciente de su propia
existencia y que es el único dueño de la misma entendiendo que sus
decisiones le permiten vivir su vida o no a plenitud.
La fuerza de voluntad es la única que le permite al ser humano hacer o
no las cosas, sin embargo, el estudiante comprende que nuestra fuerza
de voluntad puede flaquear en cuyo caso debemos recuperarla a través
de otras personas que en conjunto nos permite marchar en la
consecución de un mismo objetivo.
La voluntad de vivir
La experiencia más fundamental del hombre es la evidencia de su propia vida.
Que está vivo es lo único que. se puede aceptar de sí mismo sin duda ni
titubeo alguno.
Sin embargo, al mismo tiempo que la vida es lo más evidente a nosotros, es lo
más oscuro e incomprensible a nuestra conciencia. Experimentamos cientos de
cosas en nuestro interior, pero no las comprendemos. La vida se nos escurre
como un gas entre las manos sin que logremos obtener una idea de lo que
significan todas esas experiencias.
El sentimiento pasajero de vivir, lleva al hombre a la angustia por su propia
alma. El hombre no logra acumular su vida, no ve en él algo que vaya
creciendo. La vida entonces, se nos aparece como un árbol que está en
permanente crecimiento a la vez que se desmorona, todo esto en una
vertiginosa carrera en la que el menor retardo puede causar la desaparición
propia.
De otro lado, el hombre se encuentra totalmente descontento en esa situación.
El anhelo de vida, de vida plena y segura, no le permite aceptar la fugacidad
de su existencia. Busca afanosamente la felicidad, y ésta no está sino al lado
de la vida plena, sin inseguridades. Pero la vida tal como la siente está
adherida a la muerte, ésta nos espera cada día, y con ella el fin de toda
esperanza, de cualquier ilusión humana.
Pero, ¿dónde está ese refugio de lo inmutable, de lo imperecedero? En Dios.
Solo Él puede dar alivio a la angustia por la muerte. Y como es bien sabido que
esta vida es de cualquier modo finita, se aspira entonces a una eterna, donde
reinen la inmortalidad y la plenitud de la felicidad.
La voluntad obstaculizada
El querer la inmortalidad surge de un afán infinito de vida. Tal deseo no es algo
optativo, que podamos o no tener. Es un impulso que sale de la misma
naturaleza humana.
A la par con el infinito deseo de vida eterna, experimentamos la imposibilidad
de nuestra propia voluntad de permanecer firmes en el intento por alcanzarla.
Algo impide concentrar todas las fuerzas de nuestra voluntad en ese fin
supremo. La voluntad se dispersa. ¿Por qué? ¿Qué es lo que la dispersa? ¿EI
mundo natural, la naturaleza externa? No puede ser tal cosa porque entonces
ella sería mala y Dios no ha creado objeto alguno que lo sea.
Entonces, San Agustín enfoca el problema sobre el motor del actuar mismo: la
voluntad. En el hombre nada hay que venga ya determinado. Todo en él
proviene de su propia voluntad de ser así. Entonces lo que se opone a la
voluntad, lo hace a su vez por un acto de voluntad. Es la voluntad misma.
El hombre enfermo
El hombre es entonces, en su más profunda esencia, la voluntad, una
contradicción. Quiere pero no quiere. La miseria de la vida humana viene
prontamente de la situación del pecado.
Pero, ¿Qué es pecado?: todo aquello que atenta contra la vida, contra la
plenitud de esa vida, o contra la concentración de fuerza tras el fin de la vida
eterna. El pecado es un error de voluntad, un momento de debilidad de esta
voluntad. Cada vez que la voluntad peca, cada vez que atenta contra su
integridad y su concentración de fuerza, se disemina. se distrae de su fin más
importante.
En ese momento la vida pierde, cae, se dirige hacia la muerte. Debe entonces
hacerse un esfuerzo superior por volverla sobre sus cauces anteriores hacia su
integridad y concentración de fuerzas.
Pero al pecar, son justamente esas fuerzas las que se ven debilitadas. y son
también las mismas fuerzas de la voluntad las que deben forzar a ésta a volver
sobre sus cauces de vida. Si bien resulta muy fácil salirse del cauce, del camino
hacia la vida plena, es tanto o más difícil volver. Entonces la voluntad
necesitaría de un gran despliegue de fuerzas, pero esas fuerzas son ahora
débiles. El resultado es pues, que la voluntad no se encuentra en condiciones
de retornar, por su mal estado de salud.
Así encontramos al hombre como un enfermo, que además en el proceso de su
mal, aumenta su debilidad. Una vez bajo de fuerzas, es frecuente que para él
sea más fácil continuar saliéndose del camino que volver a él. La gravedad del
mal está en que la voluntad misma, es decir, el hombre, no desea curarse. Si lo
deseara, ya estaría curado, pues desear es tener voluntad. EI mal es
justamente la falta de suficiente fuerza de voluntad.
La enfermedad del hombre, es originada en el mismo hombre. Como ya fue
expuesto, nada en la
naturaleza pudo enfermar al hombre, puesto que tal cosa sería mala y es
inconcebible que Dios crease algo así. Entonces,
la falta inicial contra la vida, debió provenir de la
misma voluntad del hombre, el motor único de
todas sus acciones.
Pero si bien, el hombre sólo pudo caer, él sólo no
se puede levantar, no tiene la voluntad
suficiente. La única salida es la Gracia. Esta es la
acción de Dios sobre la voluntad del hombre, en
la cual le imprime más fuerzas. En ese momento
Dios quiere que el hombre quiera, Dios tiende la
mano a la voluntad débil y enferma para
ayudarle a incorporarse. Sin embargo, para tal
cosa hay que esperar. En esta vida, el cuerpo es
un lastre para el alma. Es primero necesario
abandonar esta forma material, para que la
voluntad sea sanada.
La acción de Dios, es permanente. Nunca es una
ayuda definitiva y suficiente. El hombre tiene que
demostrar que está haciendo buen provecho de la ayuda que se le preste. para
que ésta siga llegando. El hombre debe dar muestras suficientes de sus
esfuerzos, su lucha, para que su voluntad venza la enfermedad.
ACTIVIDAD:
#YOMEQUEDOENCASA…..