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Derecho Administrativo

Leidy Grajales Ramírez

INTRODUCCION
El ordenamiento jurídico colombiano es un conjunto de normas jurídicas,
encaminadas a regular el efectivo cumplimiento de los fines del estado, para ello
cuenta con una estructura normativa encabezada por la Constitución Política
asumida como la norma suprema apoyada en los diferentes tratados y convenios
internacionales que hoy conforman el Bloque Constitucional, para ello, es
necesario analizar la forma como estos son integrados y aplicados al
ordenamiento interno y la interpretación que de estos se obtiene a través de la
figura de control de convencionalidad.
Basado en lo anterior, se toma como referencia uno de los muchos casos sonados
en Colombia, que interesan en la dinámica jurisprudencial, como es El llamado
“Caso Petro”, de allí analizaremos el rango constitucional que tiene la función
disciplinaria con la que cuenta un órgano administrativo como es la Procuraduría
General de la Nación en cabeza del Procurador, en su ejercicio de destitución e
inhabilidad a los servidores públicos de elección por voto popular y aplicación que
tiene para la misma el Articulo 23 de la Convención Americana de Derechos
Humanos.
Derecho Administrativo
Leidy Grajales Ramírez

“CASO PETRO Y EL DERECHO ADMINISTRATIVO”

LEIDY GRAJALES RAMIREZ


Las reflexiones hechas en el presente artículo sobre el caso “Petro”, bien lo dice
su editor no constituye realmente un análisis al caso en concreto a quien se titule,
sino referencia un estudio explícitamente de la incongruencia que existe entre la
aplicabilidad de las normas jurídicas nacionales con los parámetros de
ordenamiento de carácter internacional como los ofrecidos por la convención
americana de Derechos humanos los cuales es de entender han sido ratificados
por Colombia y que hacen parte del bloque constitucional, punto en cual realiza un
papel importante los operadores judiciales quienes según la misma norma,
deberán ejercer control de convencionalidad en la aplicación de dichas preceptos
con nuestro ordenamiento jurídico.
Ahora bien, ahondar en el tema es hablar en detalle de cada uno de los puntos
que se han puesto en debate, relacionándolo con el Derecho administrativo con el
fin de vislumbrar una posible respuesta ante un faltante que plantea el editor, el
cual es claro y trascendental en el ámbito jurídico.
Dentro de la organización del Estado, en los organismos de control se encuentra
el ministerio público, el cual por mandato constitucional estará encabezado por el
Procurador General de la República, quien para este caso analizaremos como
aspecto relevante, la facultad sancionatoria con la que cuenta frente a la
destitución, suspensión e inhabilidad a diversos funcionarios públicos en especial
los de elección popular, y sus lineamientos con el Derecho Internacional.
Al tenor del articulo 277 numeral 6 de la Constitución Política de Colombia, es
función del procurador general de la Nación en cabeza suya o por medio de sus
delegados “Ejercer vigilancia superior de la conducta oficial de quienes
desempeñen funciones públicas, inclusive las de elección popular; ejercer
preferentemente el poder disciplinario; adelantar las investigaciones
correspondientes, e imponer las respectivas sanciones conforme a la ley”. El
interrogante que surge es, ¿está lineada dicha función sancionatoria con lo que
estipula el artículo 23 de la convención Americana de Derechos humanos el cual
establece que será estrictamente mediante condena y siendo competencia de un
juez penal? ¿Se aplica a cabalidad el control de convencionalidad frente a los
supuestos normativos de rango internacional? La respuesta no sería positiva, ya
que pese a los argumentos que expone la misma procuraduría y que además
defiende la Corte suprema de justicia en diferentes fallos, se estaría aun así
contraponiendo a los lineamientos de la Convención Americana de Derechos
Humanos, el cual ratifica la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, sin
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embargo, es imperioso estudiar los fundamentos que puedan apoyar de manera


favorable a los interrogantes anteriormente expuestos.
La importancia radica en el tipo de Derecho que se está avocando, lo menciona el
editor en su artículo y lo traemos nuevamente a colación en este texto, y es
precisamente el Derecho Político con el que cuentan los ciudadanos, en especial
en un estado como el nuestro, en el que se le da protagonismo a el ejercicio de la
democracia, posibilitando a los ciudadanos a elegir y ser elegidos, es decir los de
elección por Voto.
Al respecto sostiene la Corte Interamericana de Derechos Humanos (Corte IDH):
Los derechos políticos, consagrados en diversos instrumentos internacionales,
“propician el fortalecimiento de la democracia y el pluralismo político”, estos
derechos reconocen y protegen el derecho y el deber de todos los ciudadanos de
participar en la vida política de su país.
Indica la Comisión “El ejercicio de los derechos políticos es ‘inseparable’ de los
otros derechos humanos fundamentales” (Informe Haití, CIDH 1990), por eso, el
adecuado ejercicio de los derechos políticos consagrados en el artículo 23 de la
CADH se vincula con la vigencia de sus derechos y libertades entre los cuales se
encuentran asociados el derecho a la libertad de expresión (artículo 13); a las
garantías judiciales (artículo 8); el derecho de reunión (artículo 15), a la libertad de
asociación (artículo 16), el derecho a la protección judicial (artículo 25); el derecho
de libertad de investigación, opinión, expresión y difusión (IV); el derecho de
asociación (XXII) y reunión (XXI); y el derecho de justicia (XVIII) de la DADH.
En el entendido de estos supuestos, evidenciamos la importancia que tiene dicho
derecho, la trascendencia que este alcanza; ahora bien, revisemos la relación que
tienen con nuestro ordenamiento interno, de qué forma se estaría protegiendo este
derecho, para ello trae el editor argumentos que tuvo la corte al defender la
función sancionatoria que ejerce un órgano administrativo frente a funcionarios
públicos de elección popular, y cada uno de ellos está encaminada la defensa de
la legitimidad que tiene en principio un estado de promover normas que fijen
limites a los derechos para el ejemplo los consagrados en la Convención
Americana, defiende la facultad de rango constitucional otorgada al Procurador
General de la Republica, la cual estaría legitima para el ordenamiento y sería
convencional a los estándares que antepone el artículo 23 de la Convención en
mención.
En ese entendido, estaríamos entonces frente a un debate sobre que norma
debería prevalecer o la jerarquización que se debe atribuir si de incompatibilidad
se tratara, pero ese no sería el camino a resolver, por el contrario, quedaría una
brecha bastante amplia, para lo que entonces nos remitimos a la debida
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interpretación que de cada una debe hacerse. En efecto al interpretar el artículo 23


de la Convención Americana, se evidencia el grado de autonomía que debe
otorgarse a los Estados para organizar sus instituciones políticas a fin de dar
efecto a esos derechos, como el derecho a la participación política, deja margen a
una amplia variedad de formas de gobierno y ha resaltado que su función y
objetivo no es crear un modelo uniforme de democracia representativa para todos
los Estados, sino determinar si la legislación de un Estado infringe derechos
humanos fundamentales (Informe 137/99 (CIDH 1999), pues es claro que tanto el
Derecho Político como cualquier otro derecho no es absoluto, razón por la cual
cada estado es autónomo de fijar medidas que los limite.
Así pues, salva la Corte en su fallo que la función disciplinaria en Colombia
atiende fines específicos, con criterios razonables que atiende a un propósito útil y
oportuno, como es el de luchar contra la corrupción protegiendo los bienes y el
patrimonio económico del Estado, sin olvidar argumento anteriormente
mencionado que se trata de una facultad de carácter constitucional.
Por último, menciona la CIDH, que la Convención se limita a establecer
determinados estándares dentro de los cuales los Estados legítimamente pueden
y deben regular los derechos políticos, siempre y cuando dicha reglamentación
cumpla con los requisitos de legalidad, esté dirigida a cumplir con una finalidad
legítima, sea necesaria y proporcional; esto es, sea razonable de acuerdo con los
principios de la democracia representativa sin embargo el hecho que el órgano
que juzgue y formule los cargos sea la misma quien decida, es ahí donde sí se
estaría vulnerando el Derecho y afectaría ampliamente la imparcialidad con la que
además se deben llevar a cabo los procesos, es claro que el Estado es autónomo
de llevar a cabo lineamientos, que introduzca y delegue las funciones
correspondientes en este caso de carácter disciplinario, sin embargo lo
incompatible es que se no se tenga en cuenta lo estipulado por la convención en
donde establece que es en proceso penal y a cargo de juez penal.

CONTROL DE COVENCIONALIDAD
CORTE INTERAMERICANA DE DERECHOS HUMANOS- CUADERNILLO DE
JURISPRUDENCIA N° 7
Es posible definirla como una figura jurídica y a la vez como aquella obligación que
tienen los jueces de cada uno de los Estados Partes del Pacto de San José, los
cuales deben efectuar control de legalidad y de constitucionalidad en los asuntos
de su competencia, aplicabilidad de las normas jurídicas internas interpretándolas
de conformidad con la Convención Americana y, en general, con el corpus iuris
interamericano, el cual está integrado por la Convención Americana sobre
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Derechos Humanos, la jurisprudencia de la Corte y otros instrumentos vinculantes


en materia de derechos humanos.
La figura es de reciente desarrollo en la dogmática de los derechos humanos y su
aparición en el escenario jurídico está estrechamente relacionada con las
obligaciones que impone la CADH a los Estados para cumplir con las obligaciones
que surgen a su respecto en materia de derechos humanos. La Corte
Interamericana ha logrado percibir claramente que muchos de los casos que se
someten a su conocimiento, llegan a la sede internacional, precisamente, porque
ha fallado la justicia interna. Por tanto, estamos ante un concepto que es la
concreción de la garantía hermenéutica de los derechos humanos consagrados
internacionalmente, en el ámbito normativo interno. Un ejemplo es el que trae la
Corte en el que, en el ejercicio de la ya extensa tarea de unificar y actualizar la
interpretación y aplicación de la Convención Americana, al referirse a dicho
control, construye una consolidada interpretación del artículo 2 de la Convención
sobre el deber de adoptar disposiciones de derecho interno, desde cuya
comprensión se ha concebido el concepto y la actividad del “control de
convencionalidad” anteriormente mencionado.
El Tribunal al referirse a dicho control, para el año 2006, señalaba que: “Cuando
un Estado ha ratificado un tratado internacional como la Convención Americana,
sus jueces también están sometidos a ella, lo que les obliga a velar porque el
efecto útil de la Convención no se vea mermado o anulado por la aplicación de
leyes contrarias a sus disposiciones, objeto y fin. En otras palabras, los órganos
del Poder Judicial deben ejercer no sólo un control de constitucionalidad, sino
también “de convencionalidad ex officio entre las normas internas y la Convención
Americana, evidentemente en el marco de sus respectivas competencias y de las
regulaciones procesales correspondientes. Esta función no debe quedar limitada
exclusivamente por las manifestaciones o actos de los accionantes en cada caso
concreto, aunque tampoco implica que ese control deba ejercerse siempre, sin
considerar otros presupuestos formales y materiales de admisibilidad y
procedencia de ese tipo de acciones”.
CONTROL DE CONVENCIONALIDAD PARA LA CORTE INTERAMERICANA DE
DERECHOS HUMANOS
En la jurisprudencia de la Corte Interamericana (Corte IDH), definen el control de
convencionalidad como la herramienta que permite a los Estados concretar la
obligación de garantía de los derechos humanos en el ámbito interno, a través de
la verificación de la conformidad de las normas y prácticas nacionales, con la
Convención Americana de Derechos Humanos (CADH) y su jurisprudencia.
APLICACIÓN DEL CONTROL DE CONVENCIONALIDAD
El control de convencionalidad, tiene aplicación en el ámbito nacional e
internacional.
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AMBITO INTERNACIONAL
En el ámbito internacional la función la realiza la Corte IDH y consiste en la
expulsión de normas contrarias a la CADH a partir de los casos concretos que se
someten al conocimiento de la Corte. Esto ha ocurrido, por ejemplo, con la
declaración de incompatibilidad de las leyes de amnistía con las obligaciones que
impone la CADH (ver, entre otros, Caso Almonacid Arellano vs. Chile). Dicha
función, ha sido la principal de la Corte IDH desde su entrada en funcionamiento,
ya que el tribunal interamericano es el encargado de interpretar la Convención y
revisar que los actos y hechos de los Estados, que han reconocido su
competencia, se ajusten a las disposiciones de la CADH.
AMBITO INTERNO
En el ámbito interno, el control de convencionalidad es el que deben realizar los
agentes del Estado y, principalmente, pero no exclusivamente, los operadores de
justicia (jueces, fiscales y defensores) para analizar la compatibilidad de las
normas internas con la CADH. En dicho análisis de compatibilidad, los
funcionarios públicos deben actuar en el ámbito de sus competencias y
atribuciones. En este sentido, el objetivo del control es verificar la conformidad de
las normas internas y su interpretación y aplicación, con la CADH y otros
instrumentos de derechos humanos que vinculen al Estado y que exista una
correcta aplicación de dichos estándares. Este ejercicio de control puede tener
una serie de consecuencias, tales como, la expulsión del sistema interno de
normas contrarias a la Convención (sea vía legislativa o jurisdiccional cuando
corresponda); la interpretación de las normas internas de manera que sean
armónicas con las obligaciones del Estado; el ajuste de las actuaciones de los
órganos ejecutivos y legislativos a las obligaciones internacionales; la modificación
de prácticas de los órganos del Estado que puedan ser contrarias a los estándares
internacionales a los que se ha comprometido el Estado; entre otras formas de
concreción de las obligaciones del Estado en materia de derechos humanos.
FUNDAMENTO NORMATIVO
 ARTÍCULO 29 DE LA CADH: tiene fundamento en este artículo, en la
medida en que todos los poderes u órganos del Estado que han ratificado la
CADH se encuentran obligados, a través de sus interpretaciones, a permitir
de la manera más amplia el goce y ejercicio de los derechos reconocidos
en la CADH, lo que implica, a su vez, interpretaciones restrictivas cuando
se trate de limitaciones a los mismos, y siempre a la luz de la jurisprudencia
de la Corte IDH.
 PRINCIPIOS DEL DERECHO INTERNACIONAL PÚBLICO: La necesidad
de realizar un control de convencionalidad emana de los principios del
derecho internacional público, en particular, el principio del pacta sunt
servanda, consagrado en la Convención de Viena sobre Derecho de los
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Tratados (artículo 26), así como la obligación que tienen los Estados de dar
cumplimiento a los tratados de los que son parte, dan cuenta del
compromiso que tienen los Estados que han suscrito la CADH, de realizar
un control de convencionalidad con el propósito de cumplir con el mandato
de protección de los derechos fundamentales. Este imperativo de derecho
internacional público, debe ser cumplido de buena fe por parte de los
Estados. También es un principio internacional recogido también por el
Convenio de Viena de Derecho de los Tratados (artículo 27), que los
Estados no pueden invocar disposiciones de derecho interno como
fundamento para dejar de cumplir compromisos internacionales.
CARACTERISTICAS
La Corte IDH ha transitado un largo camino, como veremos en este cuadernillo,
para precisar el contenido y alcance de esta obligación. La evolución de la
jurisprudencia de la Corte IDH nos muestra que la figura del control de
convencionalidad, como herramienta eficaz para el cumplimiento de las
obligaciones del Estado, tiene como principales características:
 Consiste en verificar la compatibilidad de las normas y demás prácticas
internas con la CADH, la jurisprudencia de la Corte IDH y los demás
tratados interamericanos de los cuales el Estado sea parte.
 Debe ser realizado de oficio por toda autoridad pública.
 Su ejercicio se realiza en el ámbito de competencias de cada autoridad. Por
tanto, su ejecución puede implicar la supresión de normas contrarias a la
CADH o bien su interpretación conforme a la CADH.
 La obligación que está siempre presente tras el control de convencionalidad
es la de realizar un ejercicio hermenéutico que haga compatibles las
obligaciones del Estado con sus normas internas.
 Es baremo de convencionalidad la normativa internacional y la
jurisprudencia de la Corte IDH, tanto contenciosa como consultiva.
 La obligatoriedad de realizar el control deriva de los principios del derecho
internacional público y de las propias obligaciones internacionales del
Estado asumidas al momento de hacerse parte de la Convención
Americana sobre Derechos Humanos.
PROBLEMA JURIDICO SENTENCIA C-028 DE 2006
Del análisis hecho a la sentencia en mención se extraen los siguientes problemas
jurídicos:
1. ¿Se opone el artículo 23 de la Convención Americana de Derechos
Humanos a la función administrativa otorgada al procurador General de la
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Nación de imponer sanciones de inhabilidad y destitución a los servidores


públicos de elección popular?
2. ¿Se aplica un verdadero control de convencionalidad frente a los tratados y
convenios internacionales que protege los derechos políticos en los
procesos de destitución e inhabilidad sobe servidores públicos de elección
popular?
CONCEPTO DEL FALLO
Respecto al fallo de la corte, me encuentro en posición oponible ya que para
este caso, la corte solo tomo en cuenta algunos aspectos de los muchos
señalados por resolver planteados en la demanda, sin embargo pese a que
hizo un análisis completo dejo al vacío el interrogante para mi más importante
de si es o no violatorio el ejercicio sancionatorio que ejerce un órgano
administrativo en cabeza del Procurador General de la Nación, el cual tiene la
facultad disciplinaria de destituir e inhabilitar a los servidores públicos de
elección popular, lo que mi modo de ver contrapone lo establecido por el
artículo 23 de la Convención Americana de Derechos Humanos que establece
que dicha función sancionatoria es competencia de un juez penal mediante
condena, lo cual estaría vulnerando el derecho político adquirido protegido por
esta norma.
Así mismo basado en el concepto de control de convencionalidad, la corte
afirma que, sí es tarea del poder judicial aduciendo también la necesidad de
hacer dicha interpretación con los conceptos de la Corte Interamericana de
Derechos Humanos, sin embargo, lo propuesto al respecto por la CIDH y lo
resuelto por la Corte Constitucional a mi modo de ver estaría frente a una clara
contradicción.
Para la Corte es importante la autonomía con la que cuenta el estado frente a
las facultades disciplinarias, siempre y cuando exista una razón legitima de
interés general que aporte atienda el cuidado de los bienes y el patrimonio
económico, como es el caso la lucha contra la corrupción, quedando así el
interrogante de cuál es el alcance de dicha autonomía frente a lo estipulado por
el convenio en el artículo 23.
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