Вы находитесь на странице: 1из 3

Antonio Caballero, 155

Sin remedio (1984)

Libros
Tomado de hhttp://goo.gl/HsDijF
Sin remedio
Antonio Caballero
Punto de lectura
Bogotá, 2011

Sin remedio es una novela amarga pero vi- la marihuana y la pose de poeta maldito y
vaz. Su lectura es similar a la experiencia de frustrado). Este anquilosamiento del pro-
consumir mambe en un contexto urbano: tagonista astilla irremediablemente la na-
masticar interminablemente una sustancia rración para el lector ávido de un personaje
espesa, amarga y pegajosa que, en todo caso, central dotado de un trasfondo más huma-
despierta la sensación de lucidez, entusias- no: menos caricaturesco, menos inerte, más
mo pasmoso, entretenimiento y atenta vivo, más real.
conciencia, invitando siempre a mascar un Sin remedio, como he dicho, tiene
poco más y a reflexionar. La lectura, enton- pasajes brillantes e inolvidables, como el
ces, se disfruta y se padece. del almuerzo en la casona de la madre de
Se disfruta, porque Caballero logra Escobar (fresco magnífico de los perso-
tejer situaciones atractivas que retratan, con najes rechonchos y de rancios abolengos,
humor, ironía y dinamismo, estereotipos enfrascados como conserva apestosa en su
de algunos sectores sociales de clase alta comodidad áurea e insípida); o la tarde en
de la Bogotá de los años setenta, echando que Escobar se va para el centro de Bogotá
luz crítica sobre un pasado reciente que a a comprar y fumar bareta, y luego se despa-
Colombia le convendría tener presente. Se cha un par de changuas, una picada y unas
padece, porque en cierto momento (y hasta cervezas en un restaurante de lo más crio-
la cúspide final de la novela) esta deslum- llo, atendido por una magnífica mesonera;
brante habilidad para crear situaciones su- o las andanzas con Ángela y con Hena, es-
fre un desgaste ocasionado por la tontería cenas colmadas de un erotismo misógino y
insuperable de su protagonista, Ignacio Es- de una precisión bellamente lacónica; entre
cobar, un personaje central que no evolu- muchas otras que se disfrutan en la lectura.
ciona, que no logra dar un paso por fuera No obstante, Escobar insiste desgraciada y
del círculo de su egoísmo infantil y vacío de definitivamente en ser un pelmazo que, le-
principio a fin de la novela. Así, Ignacio Es- jos de requerir la comprensión y la amistad
cobar, de figura que se quiere trascendental, del lector, requiere más bien una bofetada o,
termina por convertirse en un personaje sin cuando menos, una sacudida, no solo como
volumen, soso y desorientado, que sigue a persona, sino como personaje.
tientas el ritmo de su proclividad hacia los Las incongruencias del protagonista
placeres fáciles (el sexo, el alcohol, la coca, lo convierten en un personaje fallido (sin
verdadero carácter, sin un drama interno de su amigo Federico y hacer una llamada
real, sin posesión de sí mismo), porque lo para dar infructuosamente con su dirección
que supuestamente debería importarle y terminar devolviéndose a su casa a escri-
bastante en su vida, pasa por esta sin de- bir el mencionado poema. Después de esto,
jar huella, como un fugaz delirio febril. Y no hace más que rodar como una bola por
no es que Escobar no reflexione sobre las una rápida sucesión de situaciones —en las
cosas que lo rodean, lo que le pasa y lo que que se evidencia que “ni por las curvas” Fina
les pasa a los demás que le importan, sino le preocupa realmente—, para venir a re-
que sus reflexiones no revisten utilidad o solverlo todo en un tonto “Ángela, la amo”
consecuencia alguna. Esta falta de acción o (¿?), pronunciado en medio de los efluvios
de comportamiento consecuente no están alcohólicos de un banquete en una finca en
justificados por un quietismo existencial la sabana.
(como el de Horacio Oliveira en Rayuela, Con respecto al statu quo o el estan-
por ejemplo), sino que se enraízan en el camiento que tanto critica de los demás
mero capricho de comportarse como “un (tanto de los oligarcas como de los mamer-
artista”, es decir, de llenar la pose. El per- tos de su círculo social), ese “están muertos”
sonaje central no toma en serio sus propios que tanto lo obsesiona y le corroe el alma
conflictos. He aquí un breve acercamiento a a Escobar, él no hace nada para intentar
estas incongruencias. quebrarlo, sino que, por el contrario, pa-
El esperpéntico poema “Cuaderno de rece participar gustoso de ello: flota como
hacer cuentas”, por ejemplo, que tanto es- plancton, cada vez que le conviene, en me-
fuerzo le ha costado a Ignacio Escobar, que dio del estancamiento que se supone que
ha sido su constante desvelo y su motivo repudia. Es cierto que lo señala con mor-
de vivir desde el inicio de la novela, y que dacidad y que procura alejarse al máximo,
se supone que con su escritura se debería pero la única ruptura que le sería posible, la
generar un cambio importante en su acti- de su propia vida, no la lleva a cabo: se limi-
tud o en su mente, no solo es arrojado por ta a rebotar por donde las circunstancias lo
Escobar a una alcantarilla en un momento van llevando, con la plata de su mamá y las
de temor (como si el esfuerzo monumental comodidades de su clase, con el consumo
de su escritura no valiera nada y como si el de sustancias y el placer insulso e inmediato
poema en sí careciera de valor o de senti- que se le pone por delante.
enero-junio 2016

do), sino que pasa como un estornudo en la Esta falta de fondo de Escobar le
existencia mental de Escobar. Tras arrojar- resta mucho a la realización estética de la
74
hojas universitarias | Número

lo, él sigue como si nada en su caminar fácil novela, pues lo relega, como personaje, a
de coca, alcohol y sexo, como un perdido, ser apenas una excusa vacía para retratar y
como cualquier consumidor vulgar de estu- criticar idiosincracias y problemas sociales
pefacientes al que nada le interesa. bogotanos de la época. Los falsos conflictos
El repentino arrebato de volver con del protagonista (la creación de un poema
Fina (su novia más estable, la persona es- o una obra poética que lo redima, la necesi-
pecial en su vida, con quien ha logrado dad de luchar por su novia o por una pareja
construir una relación de reciprocidades), estable —de encontrar una forma madu-
que es una decisión impulsiva pero aparen- ra del amor para asirse a ella—, la ruptura
temente fuerte, tomada por Escobar en el con el statu quo propio y el de la sociedad
capítulo 10, no lo mueve a grandes acciones capitalina que lo rodea), los conflictos cen-
156 para lograrlo. Apenas si logra llegar a casa trales de la novela, no se resuelven, porque
Escobar no es consecuente con estos: sus de un artista mediocre y falso, subyugado a 157
“grandes preocupaciones” terminan por im- su vez por una sociedad mediocre y facilista.

Libros
portarle un bledo, incluso en los momentos La petulancia de Escobar, su tontería,
más críticos, en los que se deja arrastrar por su infantilismo, su terrible egoísmo y su
el afán, por la urgencia sexual, económica o misoginia lo conducen inevitablemente al
de mera vanidad del momento. magnífico final de la novela. Tal es el golpe
Podría decirse, entonces, que la incon- maestro con el que Caballero logra redimir
secuencia (la gran evasión en la que se con- al lector después de que este ha resistido
vierten los placeres fáciles para Escobar) angustiosa y entretenidamente al personaje
es la verdadera protagonista de la novela, central durante las más de seiscientas pági-
mientras que él es solo una gran metáfora nas que conforman la novela. El maravilloso
de la inconsecuencia de la sociedad colom- absurdo de las circunstancias bajo las cuales
biana consigo misma, lo cual justificaría se da el final redondea la sensación de es-
plenamente la magnánima estupidez de tupidez que proyecta la sociedad pintada en
este personaje. Pero Sin remedio, entonces, Sin remedio. Esto último es un rotundo éxi-
como obra autónoma, pierde brillo, por es- to de la novela: logra mostrar cómo la falta
tar restringida a un propósito demasiado de carácter y de seriedad con un proyecto
utilitario, demasiado local. Es una novela artístico conduce a un estridente fracaso, al
con las alas cortadas, en la medida en que tiempo que señala las perversidades de una
no obedece a las tensiones internas de su sociedad que no logra reconocerse ni actuar
protagonista, sino al propósito que le en- de modo consecuente con su realidad.
dilgó Caballero: el de pintar la torpeza de Sin remedio, finalmente, es una voz
una época y de ciertos estereotipos sociales, local de la novela colombiana que ilumi-
el de satirizar y criticar algunos modos del na con audacia, agudeza y humor negro
cáncer que corroe la sociedad colombia- el horror de una sociedad subsumida en la
na (la deficiente educación, la corrupción, ignorancia, la ambición cerril, la hipocre-
la falta de identidad, la entronización del sía, la corrupción y la alegría fácil, y que se
placer y de la riqueza fáciles, la viveza que hunde regodeándose en semejante fango.
suplanta al respeto, el patrioterismo raso, Pienso que es difícil tolerar o querer a Es-
la ceguera brutal de los poderosos, los tra- cobar, como es difícil querer en grado algu-
tos oscuros entre estos últimos, la Iglesia y no nuestro propio anquilosamiento social
las Fuerzas Armadas). Pero una novela de y cultural. Pienso también que Sin remedio
mayor envergadura solo debe, a mi parecer, habría podido ser otra cosa, salir del loca-
servir a sí misma, y no a los intereses perso- lismo con un personaje central menos ce-
nales o comprometidos del autor, por más rrado sobre sí mismo y menos obediente a
loables que estos sean. los propósitos de Caballero, y que, de todas
Sin remedio no es, en consecuencia, formas, el cómico dulzor que destilan sus
una novela sobre la búsqueda artística, páginas está impregnado, no sin razón, de
como a veces es percibida y vendida, sino una profunda amargura.
una tragicomedia sobre el estancamiento
social y cultural de una nación, una tragi- JORGE ENRIQUE BELTRÁN
comedia montada a partir del hundimiento

Вам также может понравиться