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en Theatrón
Una noche de un viernes visitamos el bar gay más reconocido de Latinoamérica. Por
primera vez viví la experiencia de la rumba gay, entendiendo el por qué las revistas y los
periódicos titulan a ´Theatron: De película´, como la mejor rumba de la capital. En sus diez
años de existencia, el bar que ahora es nombrado como club ha revolucionado el
concepto del típico lugar para bailar a un lado y lo ha convertido en una multidiscoteca
dispuesta a complacer todo tipo de gustos.
Los hombres salían de los moteles que quedaban justo al lado del lugar tomados
de la mano a hacer la fila de ingreso, algunos otros en carros de lujo fumando un
cigarrillo con las ventanas abajo, en su mayoría al bajarse del auto, corren a
saludar a las señoras que venden cualquier cosa en un carrito. Las mujeres se
tomaban algo y discutían sobre las nuevas personas antes de entrar. Y las parejas
heterosexuales llegaban tomados de la mano halagándose que solo estaban ahí
por la rumba.
La fila es la misma, hombres y mujeres uno detrás del otro esperan pagar los 25
mil pesos que cuesta la entrada todos los viernes, y algunos aspiran acceder
al descuento que con el carné de la universidad pueden tener. Entonces la
entrada, el acceso a todos los ambientes y el alcohol ilimitado quedaría a 18 mil
pesos.
Esa noche el bar gay más grande de Latinoamérica abre 4 de sus 10 ambientes,
recibe a las lesbianas, gays, transexuales, bisexuales, intersexuales,
heterosexuales y heteroconfundidos con los brazos abiertos, dispuestos a que esa
noche la desinhibición sea valida. Todos, con excepción de los que no entraron
por derecho de admisión, están invitados a pasar una noche de copas, una noche
loca.
Era viernes cuando por primera vez entré al bar, una amiga, un amigo y yo
sabíamos que la homofobia no era valida en aquel lugar. Si no eres gay, por lo
menos hay que estar dispuesto a que Lady Gaga, Shakira, Niki Minaj, Madonna,
Will i am, Rihana y otros artistas electro pop te seduzcan en la pantalla gigante
que está al entrar al primer entorno del lugar: Theatrino.
Junto con la pantalla, estaba una pista en donde por lo menos 300 personas
levantaban sus manos con los vasos negros que a la entrada te daban para el
alcohol, el piso con textura de leopardo y la pared que por las luces da la
apariencia de ser roja, me hacen saber que no estoy en un lugar común. Las
lámparas también rojas, colgaban por todas partes, y en las paredes que eran
como de 4 metros de alto, aparecían los cuadros seductores que caracterizaban
este lugar, parecía que el pintor renacentista Miguel Ángel hubiese retratado a los
hombres sensualmente desnudos para despertar pasión, nunca antes había visto
como lucían de bien las esculturas y las pinturas de desnudos en un sitio.
Al pasar la pista estaba la primera barra, sin pensarlo me acerqué con mi vaso
negro y pedí ron con Cocacola, no podía tomarlo puro porque no quería perderme
ningún detalle de esa noche. Antes de servirme mi pedido, el hombre saca hielo
de una nevera que también sostiene una escultura parecida a la de David
(también del artista italiano) pero esta no tenía su brazo derecho en la boca, sino
en su pene.
La curiosidad me estaba matando, así que subí las escaleras al lado izquierdo del
salón y por el cual bajaban muchos hombres tomados de la mano con una sonrisa
deslumbrante. ¡Claro! Acababan de salir de Xúe.
En el segundo piso está el siguiente ambiente que ese viernes estaba disponible,
Xúe es una de las salas que comenzó con club cuando éste abrió en el 2002,
significa Sol en la lengua muisca, y es un homenaje a los ancestros musicales. El
ambiente ya no importa, eso es fácil de decir: el salón es casi circular, el techo
formaba un sol, con paredes café hechas en guadua iluminadas con amarillo, a
excepción de una, adornada con un tubo de baile, tenia un vidrio panorámico y
dejaba ver hacia theatrino.
El Dj estaba en la mitad, habían sillas en casi todas las esquinas llenas de parejas,
no se podía ver casi pues estaba repleto de gente, y al fondo, terminando el
circulo alrededor de la cabina de música, estaba la barra, con sillas individuales,
donde al igual que en el primer piso, solo atendían hombres.
Lo difícil es decir que aquí me sentí cómoda toda la noche, la música del
reggaetón (especialista de este espacio) había tocado mis más íntimos sentidos.
Los hombres bisexuales me invitaban a bailar, y yo sin ningún problema movía mis
caderas lentamente al ritmo de sus manos puestas en mi pelvis. Nada me atrae
más que el agradable olor de los hombres, tan bien cuidados, de esos que saben
moverse, seducir y encantar. Así son los homosexuales y bisexuales, unos
incitadores agradables a la vista.
-Todos nos hemos quedado viendo como se esfuerzan para ser unos imanes, lo
mejor es que lo logran.-
A mi amiga y a mi nos invitan a bailar. Pero aquí no pasa como en los otros sitios
cuando te piden una pieza. Aquí, solo basta con mirarte, acercarte y seguirte el
paso, hacer una pequeña sonrisa y conectarse con otra persona para disfrutar de
la noche. Tragos van, tragos vienen. A mi amiga la saca un hombre, a mí una
mujer, ellos dos venían juntos, como nosotras.
Parece que nadie nos mira, bailar con ella no es algo raro en este lugar, incluso
para mi se hace agradable, nadie repara tu ropa, nadie mira si estás o no
actuando bien. Quizá porque los que no son heterosexuales han tenido que
soportar juicios y prejuicios en la sociedad colombiana. Apuesto a decir que por
eso, en este lugar eres quien eres, como quieres ser y como puedes ser. Lo que
quieras sin miradas puestas encimas señalándote de pecador o incorrecto. Tanto
así que me atreví a bailar en un tubo que estaba en frente del vidrio panorámico,
baile una canción suave, sentía que era deseada, sensual y las personas me
aplaudieron, me halagaron, me sonrieron e hice amigos.
Me sorprendí al saber que entonces me estaban viendo como una lesbiana ****
buscando sexo, pero creo que nos salvamos porque entre ellos ya se conocen.
Ella y yo decidimos dar una vuelta a ver que otras sorpresas nos traía Theatrón.
De mi amigo ya no sabíamos nada, pero el aparecería después, estaba segura.
Así que subimos otro piso y sin darnos cuenta estábamos en un lugar totalmente
diferente, éste si me queda complicado describirlo, de ensueño, todo en un uno,
sutilmente preparado para ser atractivo.
La plaza rosa, bien descrita por su nombre al mostrar la iluminación rosada que
hace brillar los diferentes colores de las fachadas y que me hacen recordar el
colorido nocturno que tiene Caminito en Buenos Aires, Argentina.
Como toda rumba causa hambre, al entrar a la plaza hay un puesto de comidas
rápidas, al lado de él local, una casita blanca con puertas y ventanas como las del
pesebre, luego una café que no se veía mucho porque en frente de ella estaba
una tarima, en seguida la entrada a Época (otro de los ambientes), y al lado una
fuente y un arco de estilo árabe marcaba el inicio del bar La Cantina, este
normalmente es donde todos se ríen y cantan un rato porque premian el karaoke,
sin embargo para mi viernes, era salsa, merengue y folkclor.
Como de costumbre quería lucirme en la pista, así que invite a mi amiga a bailar
conmigo. No me molesté cuando me dí cuenta que los gays no soportan la
competencia, dividieron la pista que estaba rodeada por un tubo de pole dance en
la mitad del salón, para ser nuestros rivales. Me cansé de enfrentar a dos hombres
así que preferí llenar mi vaso negro, casi vacío de más ron con Cocacola.
En la barra se me acerca un hombre, de esos que a las mujeres les causan llanto
al saber que son gays. Pero éste parecía bisexual. Alto, blanco, cabello negro,
cejas pobladas, ojos negros, labios delineado y rosa, con una camisa blanca y un
jean, con olor a la fragancia 212 Sexy de Carolina Herrera, al que le lucía
perfectamente. Si no hubiese sido gay, aun sería mi traga.
Al otro lado de la Plaza Rosa, unas sillas y mesas de restaurante bajo carpas,
parecen pubs repetidos, por dentro una barra en el centro, mesas para cuatro,
rocolas y una pequeña pista de baile, muestra que estás en Berlín. El otro, no lo
pude conocer, pero dicen que es el más tropical posible, Barú reúne los ritmos
latinos con calidez.
Volví a salir a la plaza, a fumar un cigarrillo que necesitaba para mezclar con el
alcohol. Me senté en la tarima y comencé a darme cuenta que ya no tenía tanta
claridad en lo que veía porque me estaba gustando cómo me sentía, eso hace
Theatrón, enamora de la rumba, puesto que es el único lugar en Bogotá que reúne
diferentes ambientes, buen trago, buena música y a tan poco precio.
Danna es la imitación paisa de Carolina Cruz, una travesti que desde hace años
baila y da shows en un bar reconocido en el norte de Bogotá, pero que se lanzó a
la fama cuando participó en uno de los realities de talento de los canales privados,
luego defendió su belleza al publicarse en la revista Soho, y fue una de las
ediciones más vendidas del año. Que sensualidad de mujer, no puedo decir
mucho de la sexualidad de hombre, pero ella roba las miradas, mide 1, 82 y reúne
todo para ser impactante, yo no lo podía creer, Danna Sultana era amiga del
hombre que me encantó. ¿o novia?, no lo sé.
Entre esas parecía que yo también. Cuando estaba sentada un momento mientras
mis amigos bailaban, se me acercó una mujer con la gran pregunta de la noche: -
¿Eres gay?- lo dijo un poco enredado pero entendí lo suficiente para decir –Sí.-
Gran error.
Algo habrá pasado para esa hora, las niñas lesbianas ya tenía pareja, y yo que
quería un hombre, jugué a experimentar que ocurría entre las copas y una
mentira. Lo que siguió después de mi falsa verdad, me hizo arrepentirme de decir
esa palabra afirmativa: baje a Theatrino, ella me seguía. Subí a Plaza, ella me
seguía. Fui al baño, ella me seguía. Me fui del lugar y ella me seguía. Me escondí
hasta que por fin ya no me seguía.
Cuando cerraron las puertas de los ambientes porque ya eran casi las 3: 00 am, la
Plaza Rosa se llenó; todos éramos amigos de todos, nadie pide el celular, el pin, la
dirección, el teléfono fijo, el correo, nada. Simplemente se habla, se disfruta, se
halaga, se baila, se besan, se tocan, se miran, se toman fotos, se seducen, se
enamoran, y se olvidan. Porque lo que pasa en Theatrón, se queda en Theatrón.