Вы находитесь на странице: 1из 7

Lo que pasa en Theatrón, se queda

en Theatrón
Una noche de un viernes visitamos el bar gay más reconocido de Latinoamérica. Por
primera vez viví la experiencia de la rumba gay, entendiendo el por qué las revistas y los
periódicos titulan a ´Theatron: De película´, como la mejor rumba de la capital. En sus diez
años de existencia, el bar que ahora es nombrado como club ha revolucionado el
concepto del típico lugar para bailar a un lado y lo ha convertido en una multidiscoteca
dispuesta a complacer todo tipo de gustos.

Por: Sandra Marcela Pupo Lafaurie.

Los hombres salían de los moteles que quedaban justo al lado del lugar tomados
de la mano a hacer la fila de ingreso, algunos otros en carros de lujo fumando un
cigarrillo con las ventanas abajo, en su mayoría al bajarse del auto, corren a
saludar a las señoras que venden cualquier cosa en un carrito. Las mujeres se
tomaban algo y discutían sobre las nuevas personas antes de entrar. Y las parejas
heterosexuales llegaban tomados de la mano halagándose que solo estaban ahí
por la rumba.

La fila es la misma, hombres y mujeres uno detrás del otro esperan pagar los 25
mil pesos que cuesta la entrada todos los viernes, y algunos aspiran acceder
al descuento que con el carné de la universidad pueden tener. Entonces la
entrada, el acceso a todos los ambientes y el alcohol ilimitado quedaría a 18 mil
pesos.
Esa noche el bar gay más grande de Latinoamérica abre 4 de sus 10 ambientes,
recibe a las lesbianas, gays, transexuales, bisexuales, intersexuales,
heterosexuales y heteroconfundidos con los brazos abiertos, dispuestos a que esa
noche la desinhibición sea valida. Todos, con excepción de los que no entraron
por derecho de admisión, están invitados a pasar una noche de copas, una noche
loca.

Theatron no necesita de avisos. El bar que está ubicado en la 58 con 10 en


Bogotá, cuenta con 6.000 metros cuadrados, y su entrada parece un parqueadero.
Los viernes se abre una pequeña puerta sobre la inmensa pared gris para dar
paso a Theatrino. Los sábados en cambio, abren las puertas del tamaño de dos
garajes unidos para lograr cuatro filas de ingreso. Al lado, un pequeño bar que no
parece el mismo por fuera: Eva, es el ambiente de solo mujeres de Theatrón, y
aunque por fuera el color rosa de su aviso contraste con la palidez gris de la
entrada principal, por dentro se conecta con el bar que en los noventa fue una de
las sedes más grandes del mercado religioso Oración Fuerte al Espíritu Santo.

Era viernes cuando por primera vez entré al bar, una amiga, un amigo y yo
sabíamos que la homofobia no era valida en aquel lugar. Si no eres gay, por lo
menos hay que estar dispuesto a que Lady Gaga, Shakira, Niki Minaj, Madonna,
Will i am, Rihana y otros artistas electro pop te seduzcan en la pantalla gigante
que está al entrar al primer entorno del lugar: Theatrino.

Junto con la pantalla, estaba una pista en donde por lo menos 300 personas
levantaban sus manos con los vasos negros que a la entrada te daban para el
alcohol, el piso con textura de leopardo y la pared que por las luces da la
apariencia de ser roja, me hacen saber que no estoy en un lugar común. Las
lámparas también rojas, colgaban por todas partes, y en las paredes que eran
como de 4 metros de alto, aparecían los cuadros seductores que caracterizaban
este lugar, parecía que el pintor renacentista Miguel Ángel hubiese retratado a los
hombres sensualmente desnudos para despertar pasión, nunca antes había visto
como lucían de bien las esculturas y las pinturas de desnudos en un sitio.

Al pasar la pista estaba la primera barra, sin pensarlo me acerqué con mi vaso
negro y pedí ron con Cocacola, no podía tomarlo puro porque no quería perderme
ningún detalle de esa noche. Antes de servirme mi pedido, el hombre saca hielo
de una nevera que también sostiene una escultura parecida a la de David
(también del artista italiano) pero esta no tenía su brazo derecho en la boca, sino
en su pene.

La curiosidad me estaba matando, así que subí las escaleras al lado izquierdo del
salón y por el cual bajaban muchos hombres tomados de la mano con una sonrisa
deslumbrante. ¡Claro! Acababan de salir de Xúe.

En el segundo piso está el siguiente ambiente que ese viernes estaba disponible,
Xúe es una de las salas que comenzó con club cuando éste abrió en el 2002,
significa Sol en la lengua muisca, y es un homenaje a los ancestros musicales. El
ambiente ya no importa, eso es fácil de decir: el salón es casi circular, el techo
formaba un sol, con paredes café hechas en guadua iluminadas con amarillo, a
excepción de una, adornada con un tubo de baile, tenia un vidrio panorámico y
dejaba ver hacia theatrino.
El Dj estaba en la mitad, habían sillas en casi todas las esquinas llenas de parejas,
no se podía ver casi pues estaba repleto de gente, y al fondo, terminando el
circulo alrededor de la cabina de música, estaba la barra, con sillas individuales,
donde al igual que en el primer piso, solo atendían hombres.

Lo difícil es decir que aquí me sentí cómoda toda la noche, la música del
reggaetón (especialista de este espacio) había tocado mis más íntimos sentidos.
Los hombres bisexuales me invitaban a bailar, y yo sin ningún problema movía mis
caderas lentamente al ritmo de sus manos puestas en mi pelvis. Nada me atrae
más que el agradable olor de los hombres, tan bien cuidados, de esos que saben
moverse, seducir y encantar. Así son los homosexuales y bisexuales, unos
incitadores agradables a la vista.

-Todos nos hemos quedado viendo como se esfuerzan para ser unos imanes, lo
mejor es que lo logran.-

En Xúe todo cambiaba, el erotismo ya no estaba en la decoración si no en la


actitud de todos, las mujeres me miraban, a nosotras y a mi amigo. Una de ellas le
salvó la noche y estuvo con el todo el tiempo, ninguno de los dos eran gays. Sin
embargo conmigo no pasó lo mismo.

A mi amiga y a mi nos invitan a bailar. Pero aquí no pasa como en los otros sitios
cuando te piden una pieza. Aquí, solo basta con mirarte, acercarte y seguirte el
paso, hacer una pequeña sonrisa y conectarse con otra persona para disfrutar de
la noche. Tragos van, tragos vienen. A mi amiga la saca un hombre, a mí una
mujer, ellos dos venían juntos, como nosotras.

La niña tenía 22 años, era totalmente gay, yo le había respondido a su curiosidad


diciendo que soy bisexual. En Theatrón me decían, toca preguntar si eres o no
gay, ya no es exclusivo de la comunidad LGBTI, la calidad de la rumba ha atraído
las miradas los que quieren una noche loca.

Parece que nadie nos mira, bailar con ella no es algo raro en este lugar, incluso
para mi se hace agradable, nadie repara tu ropa, nadie mira si estás o no
actuando bien. Quizá porque los que no son heterosexuales han tenido que
soportar juicios y prejuicios en la sociedad colombiana. Apuesto a decir que por
eso, en este lugar eres quien eres, como quieres ser y como puedes ser. Lo que
quieras sin miradas puestas encimas señalándote de pecador o incorrecto. Tanto
así que me atreví a bailar en un tubo que estaba en frente del vidrio panorámico,
baile una canción suave, sentía que era deseada, sensual y las personas me
aplaudieron, me halagaron, me sonrieron e hice amigos.

Los olvidé al segundo, nadie es constante.

Es normal cambiar de pareja, los hombres se besaban entre hombres, mujeres y


amigos de sus amigos. Las mujeres después de un beso y buen coqueteo se
separaban, a menos que decidieran acabar la rumba e irse a los moteles de
alrededor.

Cuando le pregunté a un amigo que antes de comprometerse visitaba seguido


Theatrón sobre cosas que había visto y aún no había entendido me contó que en
los bares alternativos, los gays solo buscan sexo, allí no se consigue pareja, solo
se busca un beso y si te gusta pues te vas a la cama. Pero si quieres algo más,
como por ejemplo seguir viendo a esa persona, no la llevas a los moteles esos
que cuestan 15 mil por noche, la invitas a tu apartamento y amanecen juntos. Así
se hacen amigos en la cama.

Me sorprendí al saber que entonces me estaban viendo como una lesbiana ****
buscando sexo, pero creo que nos salvamos porque entre ellos ya se conocen.

Esa noche me sentí una diva, mi amiga y yo al cabo de un rato ya ignorábamos a


los hombres que en cualquier lugar se manoseaban, se besaban y se tomaban
fotos con poses llamativas, casi siempre de perfil, con los labios como si mandaras
un beso, y la mirada entreabierta porque así parece mas sensual.

Ella y yo decidimos dar una vuelta a ver que otras sorpresas nos traía Theatrón.
De mi amigo ya no sabíamos nada, pero el aparecería después, estaba segura.
Así que subimos otro piso y sin darnos cuenta estábamos en un lugar totalmente
diferente, éste si me queda complicado describirlo, de ensueño, todo en un uno,
sutilmente preparado para ser atractivo.

La plaza rosa, bien descrita por su nombre al mostrar la iluminación rosada que
hace brillar los diferentes colores de las fachadas y que me hacen recordar el
colorido nocturno que tiene Caminito en Buenos Aires, Argentina.

Como toda rumba causa hambre, al entrar a la plaza hay un puesto de comidas
rápidas, al lado de él local, una casita blanca con puertas y ventanas como las del
pesebre, luego una café que no se veía mucho porque en frente de ella estaba
una tarima, en seguida la entrada a Época (otro de los ambientes), y al lado una
fuente y un arco de estilo árabe marcaba el inicio del bar La Cantina, este
normalmente es donde todos se ríen y cantan un rato porque premian el karaoke,
sin embargo para mi viernes, era salsa, merengue y folkclor.

Como de costumbre quería lucirme en la pista, así que invite a mi amiga a bailar
conmigo. No me molesté cuando me dí cuenta que los gays no soportan la
competencia, dividieron la pista que estaba rodeada por un tubo de pole dance en
la mitad del salón, para ser nuestros rivales. Me cansé de enfrentar a dos hombres
así que preferí llenar mi vaso negro, casi vacío de más ron con Cocacola.

En la barra se me acerca un hombre, de esos que a las mujeres les causan llanto
al saber que son gays. Pero éste parecía bisexual. Alto, blanco, cabello negro,
cejas pobladas, ojos negros, labios delineado y rosa, con una camisa blanca y un
jean, con olor a la fragancia 212 Sexy de Carolina Herrera, al que le lucía
perfectamente. Si no hubiese sido gay, aun sería mi traga.

Bailamos algo de bachata, su pareja no dejaba de mirarnos y de mirar su reloj, y


yo no resistía las ganas de bailar y oler su camisa, mientras que el no paraba de
mirarme y de jugar con sus manos a provocar a una mujer.

Al otro lado de la Plaza Rosa, unas sillas y mesas de restaurante bajo carpas,
parecen pubs repetidos, por dentro una barra en el centro, mesas para cuatro,
rocolas y una pequeña pista de baile, muestra que estás en Berlín. El otro, no lo
pude conocer, pero dicen que es el más tropical posible, Barú reúne los ritmos
latinos con calidez.

Volví a salir a la plaza, a fumar un cigarrillo que necesitaba para mezclar con el
alcohol. Me senté en la tarima y comencé a darme cuenta que ya no tenía tanta
claridad en lo que veía porque me estaba gustando cómo me sentía, eso hace
Theatrón, enamora de la rumba, puesto que es el único lugar en Bogotá que reúne
diferentes ambientes, buen trago, buena música y a tan poco precio.

Theatrón le pertenece a Edison Ramírez y el local no es propio. Todo el sitio es


arrendado, y paga 35 millones de pesos mensuales por utilizarlo, pero eso es poco
para este bar. La entrada los sábado sube a 35 mil pesos, y reciben a 5 mil
personas cuando no hay evento, pero cuando es día especial, el cupo sobre pasa
los 6 mil. Hagan cuentas, en un día se paga el arriendo.
EL club nocturno cierra a las 2 am las barras, pero Theatrino y Plaza Rosa están
hasta que la gente se quiera ir, pues yo por menos esa noche no me quería
marchar.

Baje de nuevo a Xúe buscando a mi amigo, lo vi pasar tomado de la mano de la


misma mujer con la que había estado toda la rumba, ya casi sin poder sostenerse.
Mi amiga y yo seguimos dando vuelta a ver si volvíamos a ver al hombre con el
que bailé bachata, y para mi gran sorpresa, si lo encontré, al lado del nuevo icono
LGBTI Danna Sultana.

Danna es la imitación paisa de Carolina Cruz, una travesti que desde hace años
baila y da shows en un bar reconocido en el norte de Bogotá, pero que se lanzó a
la fama cuando participó en uno de los realities de talento de los canales privados,
luego defendió su belleza al publicarse en la revista Soho, y fue una de las
ediciones más vendidas del año. Que sensualidad de mujer, no puedo decir
mucho de la sexualidad de hombre, pero ella roba las miradas, mide 1, 82 y reúne
todo para ser impactante, yo no lo podía creer, Danna Sultana era amiga del
hombre que me encantó. ¿o novia?, no lo sé.

Me le acerqué de la única forma en la que sabía me iba a responder: gritando


-Danna, Soy periodista-. No le importó de a mucho, el alcohol le ganaba a ella y
quizá a mi por haber gritado de esa forma.

Pero en ese momento un niño si se fijó en lo que yo había dicho y curioso me


comenzó a preguntar de mi vida, y yo un poco más de la de él. Julio Castañeda
tiene 22 años y es gay, pero eso no lo saben sus padres, tiene una sonrisa
hermosa, un carisma de niño chiquito que arrulla, y una historia de homosexual
escondido que con desespero quiere aceptar.

Él, mi amiga y yo disfrutamos un rato de uno de los pocos cigarrillos que


quedaban, y alrededor de nosotros ya todos estaban descualquierados. Besos en
todas partes, dedos que atravesaban la ropa interior con disimulo, mujeres entre
ellas en un rincón con braguetas del pantalón abiertas, algunos aseadores
limpiando el piso mojado de trago, otros de a tres bailando en el tubo en que yo
me había lucido, y unos mas todavía intentando levantar el de la noche.

Entre esas parecía que yo también. Cuando estaba sentada un momento mientras
mis amigos bailaban, se me acercó una mujer con la gran pregunta de la noche: -
¿Eres gay?- lo dijo un poco enredado pero entendí lo suficiente para decir –Sí.-
Gran error.

Francine es una brasilera que llevaba cuatro días en Colombia, le habían


profesado que Theatrón tenía la mejor rumba gay, ella se quejaba porque en toda
la noche nadie le había respondido sí, hasta que llego a mi, y tampoco lo soy.

Algo habrá pasado para esa hora, las niñas lesbianas ya tenía pareja, y yo que
quería un hombre, jugué a experimentar que ocurría entre las copas y una
mentira. Lo que siguió después de mi falsa verdad, me hizo arrepentirme de decir
esa palabra afirmativa: baje a Theatrino, ella me seguía. Subí a Plaza, ella me
seguía. Fui al baño, ella me seguía. Me fui del lugar y ella me seguía. Me escondí
hasta que por fin ya no me seguía.

Mis amigos y yo ya no parábamos de sonreír, mirábamos a todo lado, la noche


nos había raptado en un lugar sin prejuicios, seducidos por lo diferente nos
volvimos a encontrar. Contamos todas las locuras que habíamos visto: Mi amiga
en el baño se dio cuenta cómo un travesti amigo de Danna, sacaba droga de un
frasco de esmalte y le vendía a las otras mujeres por 20 mil pesos. Mi amigo por
su parte había observado a tres hombres besarse al tiempo, pasándose la lengua
y tocándose dispuestos a visitar un motel, mientras el en la barra tocaba con sus
dedos la vagina de la chica de la noche. Yo sin embargo no estaba sorprendida de
nada, lo más trascendental ocurrió en el baño de La Cantina, cuando una mujer
me pidió encerrarnos, un beso nada más.

Cuando cerraron las puertas de los ambientes porque ya eran casi las 3: 00 am, la
Plaza Rosa se llenó; todos éramos amigos de todos, nadie pide el celular, el pin, la
dirección, el teléfono fijo, el correo, nada. Simplemente se habla, se disfruta, se
halaga, se baila, se besan, se tocan, se miran, se toman fotos, se seducen, se
enamoran, y se olvidan. Porque lo que pasa en Theatrón, se queda en Theatrón.

Вам также может понравиться