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*Ponencia presentada en el Seminario sobre Educación y Valores, organizado por el Instituto de Fomento a la
Investigación Educativa, celebrado en la Ciudad de México, del 25 al 27 de mayo de 2004.
Sylvia Schmelkels
LA FORMACIÓN VALORAL
Y LA CALIDAD DE LA EDUCACIÓN.
Introducción
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verdad.
Tenemos que aceptar que es un hecho que toda escuela, todo maestro, todo
currículum, forma valoralmente (Reimer, 1983). En educación, la neutralidad valoral no
es posible. Sin embargo, las más de las veces, esto no se reconoce; se oculta. En
apariencia no se persigue explícita ni intencionalmente. Esta situación, en la que se
transmiten valores sin aceptarlo con claridad, sin reconocerlo abiertamente, sin
proponérselo sistemática y ref1exivamente, resulta peligrosa.
Conlleva el grave riesgo de desformar, y se presta, en el peor de los casos, a la
manipulación. Mucho se ha escrito sobre el currículum oculto, sus implicaciones y
efectos. No es, por tanto, necesario detenersee demasiado en este argumento. Pero
es evidente que, mientras la formación valoral se mantenga oculta, ni es evaluable ni
cabe pedir cuentas al respecto. Esto también atenta contra la calidad de la educación.
Parto del supuesto de que aceptamos que la escuela tiene una importante función
socializadora (Reimer, 1983). Sin embargo esta función en general se cumple en la
anomia y el desorden. Cabría preguntamos, en una sociedad democrática, ¿quién
forma para la democracia? ¿Cómo formamos para ello? La función socializadora de la
escuela implica reconocimiento y valoración del pluralismo. Implica formar para
participar y para ejercer el juicio crítico. Implica capacitar a los alumnos para que
tengan la iniciativa de formular propuestas y para que gradualmente asuman
compromisos con lo que creen.
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comunicación, del grupo de pares, de la propia comunidad de referencia. Ante esta
multiplicación de fuentes igualmente amorfas de socialización, la escuela pierde su
potencial, sobre todo cuando no es capaz de incorporar, como objeto de análisis,
reflexión, crítica y decisión, a esas otras fuentes de socialización. Tedesco (1992)
señala que el debate en torno a los mecanismos de control de los procesos de
Socialización, en la sociedad moderna, «se produce sobre nuevas bases, donde la
escuela (y el maestro) han perdido relevancia desde el punto de vista de su papel
socializador».
Este punto no exige una amplia argumentación. Difícilmente se negaría que el ser
humano es uno, integral (Reimer, 198:3), pero en cuya esencia, analíticamente,
pueden distinguirse los aspectos cognoscitivos, afectivo y psicomotor de su desarrollo.
Cualquier proceso educativo que desatienda alguno de estos aspectos, o que enfatice
uno por encima de los demás, desembocará en un desarrollo desequilibrado del ser
humano.
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una educación de calidad.
Hemos llegado al absurdo, al mantener el tema de los valores como una especie de
tabú, de considerar que éstos son aspectos íntimos, fruto del desarrollo de la
conciencia de cada individuo, en los que otros individuos no deben incursionar. Al
mismo tiempo, sin embargo, somos testigos, víctimas y, muchas veces, protagonistas
de decisiones y acciones que conducen el proceso de desarrollo por rumbos que, para
la gran mayoría de quienes se preocupan por juzgarlos, no son éticos: no es ético
destruir ni permitir la destrucción del medio ambiente; no lo es violar los derechos
humanos de nuestros semejantes ni perpetrar el fraude electoral; no es ético el
consumismo desenfrenado ni aprovechar' las posiciones de poder y de servicio para el
enriquecimiento personal ni procurar defender intereses individuales o de grupo
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cuando éstos afectan los derechos o el bienestar de otros; no es ético crecer como
país a costa de agravar la realidad de pobreza de las grandes mayorías ni lo es, en
una palabra, decidir y actuar con un criterio distinto que el de la justicia.
Cierto, las leyes sancionan a quienes atentan contra estos principios, pero ninguna ley
castiga los grandes rumbos de los procesos de desarrollo. Eso sólo los pueblos, la
sociedad, los individuos organizados, pueden lograrlo. Y sin embargo, si este pueblo,
esta sociedad, estos individuos capaces de organizarse, no han sido formados en
procesos que les hayan permitido asumir valores conscientemente, de modo que
pudieran convertirlos en guía de sus actos y decisiones, así como compartirlos con
otros que han pasado por estos procesos, la fuerza que pudieran tener como agentes
sociales se verá debilitada por carecer de criterios de referencia colectivamente
asumidos.
Sin duda hay otras múltiples razones más por las cuajes no se puede educar con
calidad si no se forma valoralmente. Basten las mencionadas, sin embargo, para
fundamentar esta parte de la tesis.
1. El escaso avance teórico que permite sustentar los procesos de formación valoral
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establece una relación, para mí, contundente, entre desarrollo cognoscitivo y
desarrollo afectivo.
Comencemos por las definiciones que permitan centrar lo que estamos diciendo
respecto de la formación valoral:
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concretas que presentan más de una alternativa. Aquí lo relevante son los
criterios que intervienen para tomar una decisión (Zvokey, 1990).
• La moral no consiste en hacer lo correcto. Implica asumir estándares sobre los
que hemos reflexionado antes de hacer los propios (Peters, 1970).
• El desarrollo moral es un movimiento hacia la creciente universalidad de la
valoración de la vida humana (Kohlherg, I971).
Algunos de los objetivos que persigue la educación para el desarrollo del juicio moral
son los siguientes:
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Existen, respecto del desarrollo del juicio moral, varios enfoques (Rich, 1985). Así,
Freud considera que la moral es inconsciente, y que se es moral reprimiendo !os
impulsos. Jung, por su parte, considera que el crecimicl1lo moral implica una síntesis
entre la estabilidad y la autonomía, un proceso hacia la unificación y la
autorregulación. Por otra parte Erikson considera que el desarrollo moral forma parte
del desarrollo emocional, y que éste procede por etapas; cada una de las etapas es
crítica e implica la solución de un conflicto. Cuando Erikson se refiere a las tareas que
propician el desarrollo emocional de los adolescentes, que se enfrentan al conflicto de
identidad-difusión de roles, dos de ellas tienen que ver con el desarrollo moral:
Pero la teoría más sólida, a mi juicio, en relación con el desarrollo del juicio moral,
tiene su base en Piaget (epistemología genética). Piaget, como sabemos, estudió el
desarrollo del niño y desarrolló fundamentalmente el aspecto cognoscitivo de dicho
proceso. Solamente apuntó el desarrollo moral. No obstante, es claro que el proceso
de desarrollo es uno y que sólo se divide en cognoscitivo y moral por razones
analíticas.
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hacemos de categorías generales de significados en que las experiencias se asimilan
y se forman expectativas de las posibles consecuencias.
En relación con el desarrollo del juicio moral, Piaget (en Smith, 1970) lo estudió
observando el juego de los niños de hasta doce años. Descubrió que en el estadio
preoperacional, la moral es fundamentalmente egocéntrica y basada en el temor al
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regaño o a la represalia. A partir de los siete años, la moral se basa en el respeto y la
reciprocidad. Se siguen las reglas del juego y se espera que todos hagan lo mismo.
Pero las reglas son ley absoluta, inmodificables. A partir de los once años los niños
siguen las reglas cuando juegan, pero reconocen que en ocasiones éstas deben
cambiarse: la moral se basa en principios superiores a la ley.
En síntesis, Piaget señala que hay dos etapas en el desarrollo moral de los niños: la
de la moral heterónoma Y la de la moral autónoma. En la primera, el niño basa su
juicio moral en el respeto unilateral a la autoridad y se muestra incapaz de ponerse en
el lugar de otra persona. En la etapa autónoma, o de equidad cooperación, el niño
basa su juicio moral en la reciprocidad. El salto cualitativo se da cuando el niño logra
ponerse en el lugar del otro. Por eso, para lograr la autonomía, es indispensable que
el niño se relacione con sus pares; ésta no se desarrolla si sólo se relaciona con
quienes representan, para él, la autoridad. Piaget dejó la teoría del desarrollo moral
del niño en este nivel. Kohlberg fue quien retornó el trabajo. Con base en los estudios
de Piaget, supuso que el desarrollo moral es un proceso paralelo al desarrollo
cognitivo.
Por otra parte, su punto de partida tiene un sustento muy fuerte en Sócrates
(Kohlberg, 1971):
Con base en estos principios, Kohlberg (1971) identifica seis estadios en el desarrollo
del juicio moral:
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• Hasta los 10 años. Los niños piensan que los actos malos deben ser castigados,
pero la justicia no es recíproca, sino debida a diferencias de poder. Los principios
fundamentales son: la obediencia a los fuertes por los débiles y la sanción por los
fuertes a los que se desvían.
• Desde los 10 hasta los 12 años. La justicia se entiende como equidad cuantitativa
de intercambio Y distribución: se devuelven tanto los favores como los golpes.
Impera la ley del Talión. La cooperación se da para conseguir una parte
equitativa.
• Desde los 12 hasta los 18 años. Estadio de reciprocidad ideal: lo que uno quisiera
si estuviera en el lugar del otro.
Es justo dar más a los más débiles. Se ayuda aceptando la gratitud como
recompensa. El perdón está por encima de la venganza, porque la venganza no tiene
fin. Lo social se entiende como díada, mutualidad. Hay un requisito cognitivo para
arribar a este estadio: la orientación recíproca: ponerse simultáneamente en el lugar
propio y en el del otro. Es lo que permite asumir roles, cuyo ejercicio se vuelve
fundamental para el desarrollo posterior. La mayoría de los adolescentes se
encuentran entre los estadios dos y tres.
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• Se pretende crear una legislación más que mantenerla. En este estadio el
individuo establece criterios para desarrollar un esquema de sociedad, para
juzgar una sociedad sobre otra. Se centra en los que orientarían la legislación
necesaria para asegurar el máximo bienestar para todos.
El procedimiento es más sagrado que la ley. Impera la noción de contrato social
por la vía de la democracia.
Se trascienden las sociedades concretas. Se persiguen principios válidos para
todo ser humano, principios universales. Se privilegia el respeto a la
personalidad y a la justicia. En este estadio opera la máxima kantiana de tratar a los
hombres como fines, nunca como medios. La humanidad es uno mismo y todos los
demás. El criterio acerca de las decisiones morales es el de actuar como quisiéramos
que toda la humanidad actuara. En el centro se hallan los derechos de la humanidad:
todos y no sólo los legislables. El derecho implica el deber de reconocer que éste
se aplica para uno y para todos los demás. De ahí que también impere el
principio de la reversibilidad. Las investigaciones empíricas han descubierto a muy
pocas personas que se ubiquen en este estadio, todas con formación filosófica.
Kohlberg supone que la madurez del pensamiento moral predice la madurez del
comportamiento moral. También en esto se basa Sócrates, quien sostiene que
la conducta inmoral es el resultado del pensamiento equivocado.
El desarrollo del juicio moral supone un apoyo educativo explícito. Sin éste, el
ser humano se estaciona en el segundo estadio o, como máximo, en el tercer
nivel.
Estos seis estadios son secuenciales e inclusivos. Una persona es capaz de
entender los niveles inferiores pero no los superiores, salvo el inmediato
superior.
La experiencia de Kohlberg al parecer demuestra que, si no se alcanza el
cuarto estadio antes de los 18 años la moral de principios (los niveles cinco y
seis) difícilmente se desarrollará (Kohlberg, 1980).
Se aprecia, por la relación que existe entre los estadios del desarrollo cognoscitivo
(Piaget) y los del desarrollo moral (Kohlberg), que este Último no se produce en su
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tercer nivel si el primero no ha alcanzado el estadio siguiente. En general, puede
decirse que el desarrollo moral no puede hallarse en un nivel más avanzado que el
desarrollo cognoscitivo correspondiente (James, 1991). De ahí que, si no hay
excelencia académica, entendida como el logro del nivel cuatro a partir de los n años,
tampoco habrá posibilidades de una formación valora! avanzada. Por eso se sostiene
que no puede haber formación valora} si no hay una educación de calidad (desde el
punto de vista académico).
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Mi conocimiento de Lonergan es reciente; su lectura difícil les ofrece ardua. Sé
que corro el riesgo de malinterpretarlo al formular una síntesis apretada de algunos de
sus planteamientos.
Pero lo hago conscientemente, porque creo que vale la pena. Para Lonergan, son
cuatro estas operaciones básicas, aplicables, como en el caso de Kegan, a todos los
dominios de la vida: experimentar, entender, juzgar y decidir. En el acto de entender
está la inteligencia; en el acto de decidir (y actuar) están los valores. No se puede
conocer ni ser humanamente en el mundo sin el desarrollo de la inteligencia, de los
valores que orientan la decisión, y del desarrollo de la autoexigencia para ser
congruente. Estas operaciones forman parte de la educación. Es función del sistema
educativo enseñado.
Ahora bien, y en términos análogos a los de Piaget, pero con su propio decalage -
aplicándolo a los diferentes dominios- Lonergan nos habla de los horizontes. Existe el
horizonte de lo conocido conocido; el de lo desconocido conocido (lo que se sabe que
se desconoce), y el de lo desconocido desconocido (lo que no se sabe que se
desconoce). La preocupación del ser humano se centra en el primero. Su desarrollo
está en función de la capacidad de establecer continuamente un contacto con lo des-
conocido conocido. Pero la frontera del desarrollo del ser humano se encuentra entre
el segundo y el tercer horizonte. Por eso, el quehacer educativo consiste en ampliar el
horizonte: lo que representa el mundo del sujeto, y en lo que se centran sus
preocupaciones. En el terreno de lo moral, estos horizontes pueden identificarse como
sigue: en un primer círculo está el bien particular, que se relaciona con la satisfacción
de un deseo (apetito) particular. En el segundo, se encuentra el bien de orden, que se
refiere a las organizaciones, a los sistemas, a las instituciones, a las que los bienes
particulares recurren a través de operaciones humanas coordinadas e
interdependientes. Saltar del primero al segundo horizonte implica preocuparse no por
el bien particular, sino por el que implica el funcionamiento de las instituciones. E] bien
de orden se aprehende aprehendiendo las relaciones entre las personas. En el tercer
círculo están los valores.
Supone la emergencia del sujeto como alguien autónomo, libre, responsable.
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Supone que el sujeto, en su proceso de desarrollo, se vuelve consciente de su
naturaleza: inteligente, racional, responsable, con una postura ante el mundo. Esta
estructura (que él llamaba estructura invariable del bien humano) es isomorfa con
respecto a otras estructuras, entre ellas con las de la actividad cognoscitiva. El bien
particular se experimenta. Pero para aprehender el bien de orden, hay que entender. Y
es al reflexionar sobre diferentes órdenes cuando se llega a la noción de valor, y en tal
ref1exión se ubica la decisión.
2. No puede haber formación valoral si el sistema educativo (el micro -la escuela- y el
macro) no es justo ni equitativo.
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No podemos formar valoralmente si en el operar cotidiano de nuestro microsistema,
o del macrosistema, somos injustos.
La justicia es, para Kohlberg y para muchos otros, el valor universal de la moral de
principios; el llegar a la justicia como criterio máximo del decidir y del actuar es la meta
de los procesos de desarrollo del juicio moral. Se trata de juzgar, decidir y actuar en
función de lo que es bueno para todos los seres humanos. Imposible pretender
caminar hacia allí si en nuestro proceder educamos, vía currículum oculto, con
injusticia y con inequidad.
Primero me referiré a dos elementos que son condiciones para formar en valores.
Ambos igualmente importantes.
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La segunda condición es que la estructura escolar y la vida cotidiana de la escuela
tienen que volverse fuentes de formación valoral (Kohlbcrg en Reimer, 1983). Ya
dijimos que la escuela forma valoralmente, se lo proponga o no, sobre todo a través
del currículum oculto, Los valores que se viven diariamente en la escuela, en todos los
aspectos, pero sobre todo en los relativos a las relaciones interpersonales, deben ser
congruentes con los propósitos de formación valoral de los alumnos. Así, debe
establecerse lo que Kohlberg llamó una «comunidad escolar justa» que permita vivir
situaciones de decisión moral.
Esta segunda condición se convierte en una de las tres estrategias centrales para la
formación del desarrollo del juicio mora], porque a la vez que es condición, como
dijimos, es fuente de aprendizaje.
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• La asunción consciente de responsabilidades en actividades de solución de
problemas, y la interacción que desafía formas primitivas de solución de
problemas.
• La edad clave para el desarrollo del juicio moral es la adolescencia temprana (a
partir de los II años), una vez que se ha consolidado el estadio de las
operaciones concretas y se transita al estadio de las operaciones lógicas forma-
les. Esto último, recordemos, es condición para arribar a los estadios tres y
cuatro de desarrollo del juicio moral.
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enfrenta grandes dificultades para lograr incluso el desarrollo cognoscitivo. Una
primera mirada nos llevaría a identificar los siguientes elementos favorables presentes
en el sistema:
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El manejo de dilemas morales, como estrategia metodológica, supone:
2. Los métodos Activos. En los métodos activos se supone que la educación ayuda a
los alumnos a construir su propio mundo. Aquello que el alumno no logre asimilar para
ser Utilizado en el desarrollo de su propio mundo le resultará ajeno. Podemos forzarlo
a que concentre su atención, podemos lograr que pase los exámenes, pero desechará
una y otra cosa tan pronto terminen las exigencias. Es necesario construir sobre las
bases ya existentes en la mente de los alumnos. POI' suerte, los sujetos, sobre todo
los jóvenes, se interesan de manera excepcional en la construcción de su mundo.
En la base de los métodos activos está el sujeto que construye su mundo. Ahora
bien, el verdadero desarrollo no se logrará si la enseñanza se limita a la organización
preexistente en el sujeto. Si es así, la educación le ayudará a organizar lo nuevo en
esta estructura. Pero una verdadera ampliación del horizonte, tiene que ubicarse en la
frontera de ese horizonte, al aprovechar la capacidad de asombro de los jóvenes y su
profundo deseo por entender, tanto en el dominio de lo cognoscitivo como en el de lo
afectivo y social.
Los maestros deben estar atentos a los momentos en que los alumnos descubren
que las cosas ya no se comprenden dentro de la estructura vigente. Éste es el
momento para trascenderla. Pero es necesario forzar este proceso, porque existe una
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resistencia natural en el sujeto a conservar su esquema previo de organización, ya
que toda reorganización es riesgosa y dolorosa (Rest, 1986).
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Reflexiones fínales
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3. He señalado, con insistencia, que toda neutralidad valoral es falsa, especialmente
en situaciones educativas. La mejor manera de formar en valores es explicitar los
propios y vividos en forma cotidiana. La fuente principal de formación valoral es la
oportunidad de vivir espacios de interrelación humana que concreten los valores que
han asimilado profundamente quienes conducen el proceso educativo. Pero desde
esta perspectiva quizá lo más importante se encuentre en la oportunidad de encontrar
en esta vivencia el ambiente necesario de respeto y estimulación que favorezca el
permanente proceso individual de experiencia-reflexión-decisión-acción para asegurar
que los alumnos construyan los criterios (abiertos) que comenzarán a orientar su vida.
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les pregunto ¿cuál de los dos es más peligroso?
Referencias
Hope (1992), «Democratic Education and the Challenge 01' Pluralism», en Journal and
Moral Education, vol. 2 núm. 3.
Jarret, James L. (1991), the Teaching of Values: Caring and Appreciation, Londres,
Rutledge.
Kegan, Robert (1993), «Minding the Curriculum: Of Student Epistemology and Faculty
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Teachers College Press. (1983).
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24
_______________ (1971), «From is to Ought: How to Commit the Naturalistic Fallacy
and Get Away With it in the Study of Moral Development», en Theodore Mischel (Ed.).
Cognitive Development and Epistemology. New York. Academic Press.
Penn, William Y. [.Ir.] (1990) «Teaching Ethics: A Direct Approach», Journal of Mora!
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Peters, Richard (1970), «Causes and Morality». En Phillip G. Smith, Theories of Value
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Reimer, J., D. P. Paolitto y R.H. Hersch (1983), Promoting Moral Growth. From Piaget
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Rest, J., .J.M. Bebeau y J. Volver (1986), «An Overview of the Psychology 0f
Morality», en James Rest (ed.), Mora! Development: Advances in Research and
Theory. Nueva York, Praeger.
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Research and Development., Nueva York, Praeger.
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