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script=sci_arttext&pid=S0034-
85972017000400005&lang=pt
Desde hace varios años se viene advirtiendo sobre un supuesto incremento
de los trastornos mentales, particularmente de los trastornos depresivos y
ansiosos. En este sentido, el último estudio de Carga Global de
Enfermedades (GBD 2015) describió un aumento del 
18% en el número total de personas con depresión a nivel mundial, entre
los años 2005 y 2015 (1), lo cual coincide con otras investigaciones
publicadas en las últimas décadas (2-4). Tales hallazgos, sumados a
comunicados de organizaciones relacionadas con la salud y opiniones de
expertos, han encontrado eco en los medios de prensa, difundiéndose la
idea de una “epidemia de depresión” (5-8).

 El crecimiento de la prevalencia de depresión y ansiedad podría deberse a un


aumento de la población mundial y de la expectativa de vida, que lleva a su vez a
una mayor cantidad de personas de la tercera edad, más proclives a dichos
padecimientos. Esto fue planteado por Häfner hace tres décadas (16), y
recientemente la Organización Mundial de la Salud ha opinado de igual forma 
al comentar los hallazgos del GBD 2015 (17). No obstante, esto no explica la
elevación de las cifras de trastornos emocionales en la población infantil y juvenil
(4).

 La difusión del tema de la salud mental a través de los medios de comunicación, la
organización de cursos de capacitación para el personal de salud, y la mayor
disponibilidad de servicios de psiquiatría y psicología, podrían haber permitido: a)
que más personas con problemas de depresión o ansiedad, que anteriormente no
reconocían claramente la naturaleza de sus dolencias o no se atrevían a pedir
ayuda, accedan ahora a una consulta, y b) que más médicos no psiquiatras
identifiquen y reporten más diagnósticos psiquiátricos. Esto equivale a hablar de
una “demanda oculta”que estaría saliendo a la luz progresivamente, dando la
apariencia de un incremento en los datos estadísticos de trastornos depresivos y
ansiosos.

http://www.scielo.org.pe/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S1729-
48272017000100005&lang=pt

La depresión en adolescentes es una problemática multicausal y


predictora de problemas sociales y otros trastornos. Por ello, es
considerada un problema de salud pública. El objetivo de la
presente investigación es realizar una revisión sistemática de las
características de los artículos científicos publicados en revistas
peruanas y no peruanas sobre depresión en adolescentes peruanos.
La búsqueda se realizó en las bases de datos Scielo, Latindex,
Redalyc, Scopus, PubMed y a través de Google, utilizando
combinación de palabras clave relacionadas al constructo, la
muestra y su procedencia. La unidad de análisis estuvo conformada
por 21 artículos. En los estudios destaca la inconsistencia en el
reporte y sustento bibliográfico del diseño de investigación, del
procedimiento de muestreo y de las propiedades psicométricas de
los instrumentos; también, de la utilización de instrumentos que no
han sido evaluados en nuestro contexto y de puntos de corte
obtenidos en muestras de otros países. Debido a ello, se puede
afirmar que los estudios no cumplen en su totalidad con los
estándares de publicación propuestos por la American Psychological
Association.

La depresión es uno de los trastornos mentales con mayor prevalencia en diversos


contextos del mundo (Murray et al., 2012). La Organización Mundial de la Salud
(OMS, 2006) indica que, para el año 2020, la depresión se convertirá en la segunda
causa principal de discapacidad a nivel mundial; de manera específica, en países
desarrollados, ocupará el tercer lugar y, en países en vías de desarrollo como el
Perú, dicha enfermedad ocupará el primer lugar. Asimismo, la OMS señala que más
de 350 millones de individuos sufren este trastorno y que, a pesar de que la
depresión es un trastorno mental tratable, la mayoría de personas que la
experimentan no solicitan ni reciben el tratamiento requerido.

Desde hace años, existe un consenso para considerar la depresión como un


problema de salud pública en diversos países en el mundo (Ayuso, 2004; Cassano
& Fava, 2002; Moussavi et al., 2007; Wagner, Gonzáles-Forteza, Sánchez-García,
García- Peña, & Gallo, 2012), incluyendo el Perú (Rondón, 2006). En respuesta a
ello, el Ministerio de Salud (MINSA) ha tomado medidas respecto a la depresión y
su tratamiento, incorporándola en los lineamientos para la acción en salud mental
(MINSA, 2004), en el plan nacional de salud mental (MINSA, 2008a) y en las guías
de práctica clínica en salud mental y psiquiatría (MINSA, 2008b).

Tomando en consideración la etapa evolutiva de las personas, se ha


identificado que es mayormente en el transcurso de la adolescencia cuando
se inicia el desarrollo de la sintomatología depresiva (Huberty, 2012).
Debido a ello, las personas que se encuentran en este periodo se convierten
en uno de los sectores poblacionales con mayor propensión y vulnerabilidad
a experimentar esta enfermedad mental (OMS, 2014; Spear, 2000) con una
prevalencia del 5% a nivel mundial (Stirling, Tombourou, & Rownlan, 2015).
Las posibles causas de la prevalencia en esta población joven están
vinculadas a condiciones de riesgo genético, factores psicosociales (e.g.,
bullying), interacción genético-ambiental y condiciones biológicas (Thapar,
Collishaw, Pine, & Thapar, 2012). Así, también se considera que la
depresión en la adolescencia es predictora de problemas sociales (Zisook et
al., 2007), de escolaridad, de rendimiento académico (Weisz, McCarty, &
Valeri, 2006), de suicidio (Bridge, Goldstein, & Brent, 2006; Devenish, Berk,
& Lewis, 2016; Marshal et al., 2011) y, desde una perspectiva clínica,
existen evidencias que indican que la depresión en la adolescencia comparte
un elevado nivel de comorbilidad con otros trastornos psicopatológicos,
como por ejemplo la ansiedad (Cohen, Young, Gibb, Hankin, & Abela,
2014). No obstante, es necesario señalar que estos resultados deben ser
contemplados considerando el contexto sociocultural (Karasz, 2005).
http://www.scielo.org.pe/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0034-85972016000100004&lang

Los trastornos depresivos son un problema de salud pública


frecuente en todas las regiones del mundo (1,2). Ocupan el cuarto
lugar en la lista de enfermedades con mayor carga de enfermedad, y
se estima que en el 2030 se posicionarán en el primer lugar en
países de altos ingresos (2). La discapacidad y el alto impacto
socioeconómico producidos por la depresión mayor, significó una
pérdida aproximada a 36 billones de dólares en los Estados Unidos
durante el 2003 (3).

La Encuesta Mundial de Salud Mental (EMSM), aplicada en 17 países hasta el año


2007, reveló una prevalencia anual de entre 3 a 6% y una prevalencia de vida de
entre 4 y 10% para el trastorno depresivo mayor (3). En Latinoamérica, dichas
prevalencias son 5,4% y 9,7% respectivamente, según estudios hasta el 2009 (4).
Según los resultados de la EMSM aplicada en el Perú entre los años 2004-2005, el
trastorno depresivo mayor fue el trastorno del ánimo más frecuente con una
prevalencia anual de 2,7% y una prevalencia de vida de 6,4% (5,6).

Los estudios epidemiológicos del Instituto Nacional de Salud Mental "Honorio


Delgado-Hideyo Noguchi" (INSM) muestran como principal problema de salud
mental a la depresión en zonas rurales de la Sierra, Selva, y Lima Metropolitana
con prevalencias anuales de 3,3%, 4,1% y 6,2% respectivamente (7-9). Además,
en el Perú la depresión encabeza la lista de enfermedades neuro-psiquiátricas con
mayor cantidad de años de vida saludable perdidos (AVISA) por discapacidad (10).

Para la Organización Mundial de la Salud (OMS) y la Organización Mundial de


Médicos de Familia es necesaria la atención de salud mental en el nivel primario
para cubrir las brechas de atención (11,12). Según el Atlas de Salud Mental – 2014,
en el Perú hay 0,76 psiquiatras por cada 100 000 habitantes (13), lo cual
demuestra la inviabilidad de la atención especializada de los trastornos depresivos.

http://www.scielo.org.pe/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0034-
85972014000300004&lang=pt

 Evaluar la relación entre la percepción de algunos estilos de crianza y el


episodio depresivo en el adulto.

Las enfermedades neuropsiquiátricas en nuestro país ocupan el primer lugar en


cuanto a carga de enfermedad (1). Según estudios de la OMS (2), el 25% de los
pacientes que acuden a servicios de atención médica general tiene algún trastorno
psiquiátrico diagnosticable, siendo la depresión la que ocupa el primer lugar, con
una prevalencia de vida entre 17 – 40% (3). En el Perú los reportes
epidemiológicos indican la prevalencia de vida entre el 13,4– 22,9 % (4–10).

 
http://www.scielo.org.pe/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S1018-
130X2013000100013&lang=pt

La Organización Mundial de la Salud afirma que actualmente cinco de las


10 causas más importantes de discapacidad son de origen psiquiátrico y se
piensa que para el 2020 la depresión será la segunda causa de
discapacidad a nivel mundial (3).

La Organización Mundial de la Salud afirma que actualmente cinco de las 10 causas


más importantes de discapacidad son de origen psiquiátrico y se piensa que para el
2020 la depresión será la segunda causa de discapacidad a nivel mundial (3).

La depresión no es tristeza únicamente, es una enfermedad que debe ser tratada.


Contrario a la creencia popular, la depresión no es una parte natural del
envejecimiento. La depresión a menudo puede revertirse con tratamiento inmediato
y adecuado. Sin embargo, si no se trata, la depresión puede acelerar el deterioro
físico, cognitivo y social, dilatar la recuperación de enfermedades y cirugías,
provocar un aumento del uso de la atención médica, y el suicidio (4).

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