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CARMEN BÁEZ , ESCRITURA DE LIBERTAD

Roxana Elvridge-Thomas

Carmen Báez Carrillo fue una mujer consciente del tiempo que le tocó vivir y

sensible a los cambios que se sucedieron a su alrededor, siempre

comprometida con la defensa de los derechos humanos, con especial énfasis

en la libertad. La vida de Carmen se vio permeada en diversos momentos por

los violentos sucesos históricos de los que fue testigo y que fueron

fundamentales para su desarrollo como escritora y como ser humano. Hija de

Benjamín Báez y María Carrillo, nació en Morelia, Michoacán, el 31 de

diciembre de 1909. Unos meses después, estallaría la lucha armada de la

Revolución Mexicana.

Morelia ha sido cuna de grandes personajes de nuestra historia que

dedicaron su vida a la libertad. El más claro ejemplo es José María Morelos y

Pavón, quien nació en la entonces ciudad de Valladolid, llamada hoy Morelia en

su honor, el 30 de septiembre de 1765. También nació en Morelia una mujer

singular, Josefa Ortiz de Domínguez, heroína de la Independencia, en 1768.

Personajes e ideología notorios en la vida y la escritura de Carmen Báez.

Fue también Morelia escenario de la lucha revolucionaria. En 1910, se

celebró con demostrativas y muy variadas ceremonias el centenario del inicio

de la guerra de Independencia. Estos festejos estaban surcados por la tensión,

causada por diversos factores, como la escasez de granos, la perpetración en

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el poder de Porfirio Díaz como presidente y de Aristeo Mercado como

gobernador de Michoacán, quien llevaba en el poder desde 1891 y emulaba a

Porfirio Díaz en varios aspectos. Impulsó la inversión extranjera y la

explotación de los recursos minerales, hidráulicos y forestales, con la

consiguiente industrialización del Estado; apoyó la educación y la fundación de

“Institutos científicos”; promovió grandilocuentes ceremonias cívicas plenas de

simbolismos favorables al presidente y a su propia persona. Un ejemplo claro

fue la instauración del 15 de septiembre como extensión del Grito de

Independencia, para festejar el cumpleaños de Porfirio Díaz. Otra nueva fecha

fue la celebración del 2 de abril, día en que se dio la victoria militar de Díaz en

Puebla. Para terminar con los nuevos festejos, una naciente fiesta civil en

Michoacán se instauró a principios de septiembre, para conmemorar el

cumpleaños del propio Aristeo Mercado. Por supuesto que la máxima

emulación del presidente la llevó a cabo cuando se perpetró en el poder por

veinte años.

A pesar de los cuantiosos y costosos festejos, la crispación social iba en

aumento, por lo que la población de Morelia recibió con alegría el arribo del

ejército maderista, comandado por Salvador Escalante, que entró a la ciudad

en 1911 con la consiguiente destitución del gobernador Mercado. La ciudad fue

tomada consecutivamente por las fuerzas del general Sánchez el 31 de julio

de 1914 y por el ejército villista, al mando del general José I. Prieto el 3 de

marzo de 1915.

Vemos así cómo los primeros años de la vida de Carmen Báez

estuvieron inmersos en la agitada contienda política, pero también durante

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estos años de infancia de Carmen se dio un acontecimiento muy importante.

En 1917, el gobernador Pascual Ortiz Rubio creó la Universidad Michoacana

de San Nicolás de Hidalgo, que surgió del antiguo Colegio de San Nicolás de

Hidalgo. Fue ese lugar en donde Carmen estudiaría posteriormente la

preparatoria. En San Nicolás había estudiado José María Morelos en el tiempo

en el cual era rector y profesor Miguel Hidalgo. El lema de la Universidad es

Tolle Lege: Toma y lee, inspirado en la vida de San Agustín, quien al oír estas

palabras de boca de una voz misteriosa, leyó el libro que tenía su amigo Alipio,

donde leyó una epístola de San Pablo, la cual logró su conversión. Este lema

es de suma importancia para Carmen Báez, abocada desde siempre a la

lectura, la promoción de la lectura y la escritura.

Aún faltaba un tiempo para que aquello sucediera. Apenas Carmen

contaba con siete u ocho años y la situación en su ciudad seguía siendo

convulsa. En 1920, tras la toma del Palacio de Gobierno por parte de

contingentes de campesinos y obreros de todo el Estado, el general Múgica

asumió el Poder Ejecutivo Local. En 1921, durante una manifestación de

católicos que protestaban por la profanación de la catedral, se dio un incidente

armado entre la policía y los manifestantes, que dio como resultado la muerte

de trece personas, entre ellas el líder obrero Isaac Arriaga.

El 21 de enero de 1924, la ciudad volvió a ser atacada. Esta vez por

tropas rebeldes seguidoras de de la Huerta y comandadas por el general

Enrique Estada. La defensa estuvo a cargo de los generales López, García y

Ávila Camacho. Sin embargo, Morelia fue tomada con un violento saqueo a

edificios públicos y casas particulares. Posteriormente, en el lapso que medió

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entre 1926 y 1929, la economía de Morelia en particular y de Michoacán en

general, se vio fuertemente afectada debido a la Rebelión Cristera.

Es de suponerse que todos estos conflictos impactaran fuertemente en

el alma de una entonces jovencita muy perceptible como Carmen Báez. Es

justo en 1928, cuando Carmen cuenta con diez y ocho años de edad, que

aparece su libro de poemas Cancionero de la tarde, donde nos muestra una

gran sensibilidad, aunada a la delicadeza de las imágenes y la intuición

literaria, que después se plasmaría en sus cuentos. Es en esta época cuando

estudia en la Escuela Normal Superior de Morelia, donde obtuvo el título de

Profesora de Educación Primaria.

Tiempo después, e impulsada por su deseo de adentrarse más en el

conocimiento literario, se matricula en la Facultad de Filosofía y Letras de la

Universidad Nacional Autónoma de México, en la cual sigue varios cursos. Al

mismo tiempo, prueba suerte como articulista, enviando sus escritos a diversos

medios impresos. Es así como inicia su labor en el periódico El Nacional,

donde fue articulista de planta por varios años.

Al mismo tiempo, sucede en ella una transformación en el ámbito

literario, probando suerte en la narrativa, donde comienza a sentirse muy

cómoda. Se da cuenta de que es éste el medio literario que le permite expresar

con nitidez sus ideas, fantasías y preocupaciones; donde puede experimentar

fórmulas narrativas, creando atmósferas delicadas y universos plenos donde

los sentidos y los sentimientos toman preponderancia. Así, con su cuento “Dos

o tres meses”, obtuvo el premio de cuento del medio en el cual colaboraba.

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A partir de ese momento, a la par de su labor como columnista, comenzó

a publicar sus cuentos de manera regular en El Nacional. Transcurrido un

tiempo, conoció a dos admiradores de su obra: Edmundo Valadés y Juan Rulfo

a partir de un equívoco gracioso. Esta anécdota la refirió el propio Edmundo

Valadés en un “EnCuento” organizado por José Luis Rodríguez Ávalos en

Morelia. Él y Juan Rulfo eran grandes amigos. En una ocasión, llegó Rulfo a

visitar a su amigo y entre la charla le espetó: “Cuando publiques cuentos en los

periódicos no te pongas seudónimos de vieja”. A Edmundo le extrañó el

comentario y su amigo le aseguró que en El Nacional había aparecido un

cuento con todas las características de los publicados en el reciente y muy

celebrado La muerte tiene permiso, pero firmado por Carmen Báez. Muy

extrañado, Valadés le aseguró que no había publicado nada en ningún

periódico en esos días. Se dieron a la tarea de desmentirse mutuamente y

Rulfo, para probar su punto de vista, le llevó la edición de El Nacional donde

aparecía el cuento "El hijo de la tiznada" que, en efecto, podría identificarse con

el estilo y las temáticas de Valadés y estaba firmado por Carmen Báez.

Ambos fueron al periódico y se sorprendieron al saber que, efectivamente,

existía una Carmen Báez, columnista del periódico y joven escritora. Pidieron

sus datos para buscarla y le contaron, entre risas, el equívoco que los llevó a

conocerla. Por supuesto que también la felicitaron por la alta calidad de su

trabajo narrativo y la animaron a continuar escribiendo.

Su calidad fue también reconocida por Jesús Romero Flores quien

incluyó uno de sus cuentos en la antología Leyendas y cuentos michoacanos,

publicada en Morelia en 1938. En septiembre de ese mismo año, participó

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como Delegada de México en la X Conferencia Sanitaria Panamericana,

llevada a cabo en Bogotá, Colombia.

En el año de 1939, inicia un nuevo periodo en la vida de Carmen Báez,

cuando ingresa, el primero de febrero, a la Secretaría de Relaciones Exteriores,

para dedicarse por un tiempo al ejercicio diplomático. Para esa fecha, contaba

con veintinueve años de edad, medía un metro con cincuenta y seis

centímetros y era una guapa mujer de tez morena, ojos cafés y cabello negro.

Carmen hablaba, leía, escribía y traducía francés y leía y traducía inglés. Para

esas fechas, su padre ya había muerto y su madre, doña María Carrillo, de

cincuenta y siete años de edad, dependía económicamente de ella.

Ingresó al Servicio Exterior como Tercer Secretario y se le comisionó en

la Legación mexicana en París. Ya el 19 de enero, el Licenciado Mario Ramón

Beteta, Subsecretario de Relaciones Exteriores, solicita pasajes y viáticos para

que Carmen Báez Carrillo viaje a París acompañada de su madre. El 23 de

febrero, el Licenciado Anselmo Mena escribe una carta al C. Cónsul General de

México en París, para que Carmen Báez ocupe la vacante de Tercer Secretario

que dejó el C. Eduardo Luquín. Así pues, la Legación en París queda

conformada por el Embajador, Licenciado Narciso Bassols; el Consejero

Ministro, Licenciado Rafael Fuentes; el Encargado de Negocios, Doctor

Salvador Guzmán; el Primer Secretario, Lic. Manuel González y González; el

Segundo Secretario, Señor Eduardo Luquín y Tercer Secretario, Señorita

Carmen Báez.

Sin embargo, debido a una comisión que le fue asignada, su

incorporación tardará un tiempo más. Así lo vemos en un reporte del 9 de

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marzo, donde se indica que antes de incorporarse a la Legación en París, “ha

tenido que desempeñar, en esta capital, primero una comisión oficial que le fue

encomendada y después, en los Estados Unidos, en donde estuvo en tránsito a

Europa.

Estando ya en París, se incorpora a sus nuevas labores con entusiasmo

y compromiso. En julio de 1939, se trasladó a Burdeos por dos días, para

realizar una delicada comisión y en general, cumple con sus labores con

profesionalismo y entrega. Sin embargo, el 27 de septiembre llega una orden

que solicita su traslado por seguridad, debido a la inminente invasión de

Francia por Italia y Alemania, como efectivamente sucedió unos meses

después, en junio de 1940. Ya desde el 19 de abril y previendo este

acontecimiento, el Embajador Narciso Bassols solicita en una carta que no se

le traslade, ya que la señorita Báez había trabajado de manera sumamente

eficaz.

Su petición fue desoída y Carmen Báez se traslada, el 28 de septiembre,

a la ciudad de México. Nuevamente un conflicto armado es significativo en su

vida. Esta vez, truncando una labor entusiasta y competente que seguramente

era muy satisfactoria tanto personal como profesionalmente para ella.

Ya en la ciudad de México, se dedica a realizar comisiones varias para

la Secretaría de Relaciones Exteriores y posteriormente es comisionada a

Washington, a partir del 1 de enero de 1940, pero diversas comisiones la

retienen en nuestro país hasta que parte a su nuevo destino diplomático,

acompañada nuevamente por su madre, y es recibida por el Embajador de

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México en Washington, Francisco Castillo Nájera, el martes 30 de enero de

1940, a las 18:30 horas.

Nuevamente, su desempeño es a tal grado eficaz que provoca las

alabanzas y apoyo de sus superiores. Así, en una carta al Secretario de

relaciones Exteriores del 21 de marzo de 1940, el Embajador Castillo Nájera

habla de su “talento, actividad y modestia” y agrega. “su colaboración en esta

Oficina es tan apreciable que, por sugestión del suscrito, la interesada se ha

decidido a presentar solicitud de examen, normalizando así su situación como

miembro del personal de carrera del Servicio Exterior” y solicita que pueda

presentar el examen reglamentario. A tal grado está interesado en que esto

suceda que incluso propone al jurado calificador del mismo.

Así las cosas, Carmen Báez presenta su examen como Funcionaria de

Carrera, aprobándolo el 19 de noviembre de 1940. El jurado calificador estuvo

compuesto por el Doctor Luis Quintanilla, Ministro Plenipotenciario, Consejero;

Raimundo Cuervo Sánchez, Segundo Secretario y Justo Sierra, Segundo

Secretario. El dictamen fue firmado, además, por el Embajador Castillo Nájera.

En él, es tan alta su calificación que es nombrada Canciller de Primera.

Es significativo hablar de una sección en particular de su examen, la

“prueba escrita en español”, de la cual realizó dos. La prueba A, escrita a

mano, versa sobre la Edad de Oro, ese periodo utópico de la historia de la

humanidad en el cual la riqueza enorme de la naturaleza era brindada a los

hombres, quienes equitativamente la repartían entre todos los miembros de la

comunidad. Se trata de una hermosa descripción de la naturaleza y la vida. En

el escrito se puede observar un excelente manejo retórico, con un discurso

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efectivo, de profundo contenido, con silogismos perfectamente fundamentados

que toman en cuenta los antecedentes intelectuales y filosóficos de la línea de

pensamiento a la que se adscribe. Utiliza hábilmente los metadiscursos de

definición, aclarando de manera certera tanto significados como sentidos de los

conceptos que expone; paráfrasis, con profundos desarrollos explicativos; y

descripción, que ofrece al lector un acercamiento más emocional al grupo de

ideas manejado. Sitúa con lo anterior al lector en un ámbito donde la escritura,

además de exponer sus puntos de vista, presenta un sistema de valores a

través de una disertación plena de metáforas que además comprometen los

sentidos y los sentimientos, creando atmósferas interesantes, pertenecientes al

ámbito de la poesía y la narrativa, que enriquecen el ensayo.

Vemos que en esta primera prueba Carmen Báez no solamente

demuestra su buen oficio de escritora sino que además nos deja ver sus ideas

de igualdad social, equidad de todos los agentes sociales y profundo respeto

hacia la integridad humana, y la naturaleza. Deja implícito en este escrito su

compromiso por preservar el mundo, la vida y los derechos humanos. Y en este

empeño es claro que han influido tanto sus experiencias de infancia en plena

Revolución como el grado en que la afectan los conflictos bélicos que se están

sucediendo en el momento de la redacción de este texto, muy importante para

conocer sus motivaciones profundas y sus convicciones personales.

Igualmente reveladora es la Prueba B, escrita a máquina, que versa

sobre el papel de la mujer mexicana en la historia y reivindica sus derechos e

igualdad, al tiempo que censura el hecho de que se la relegue al hogar. El

ensayo se centra en algunos ejemplos de mujeres mexicanas que han tenido

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una participación trascendental en la historia de nuestro país. Inicia con Josefa

Ortiz, Moreliana, como ella, quien había leído a los autores franceses,

inflamándose de ideas de libertad, igualdad y derechos del hombre. Por este

motivo, se afilió al grupo de criollos independentistas y convenció a su esposo,

el Corregidor de Querétaro, para prestar su casa y llevar a cabo en ella las

reuniones de los conspiradores, aparentando ser éstas veladas literarias. Nadie

sospecharía de ellas, ya que la anfitriona era conocida por su cultura y afinidad

hacia las artes. Al ser descubiertos, valientemente se arriesgó para dar la

noticia a Ignacio Allende y ya desatada la lucha, se avocó a difundir la causa

insurgente. Carmen Báez destaca el carácter de Josefa Ortiz: decidido,

apasionado por su causa, generoso hacia los más necesitados, comprometido

y valeroso. Habla después de Guadalupe “la Chinaca”, inmortalizada en los

versos de Amado Nervo, de quien nos dice Carmen que es una mujer valiente,

fiera incluso, con mando militar, al frente de su propio ejército, para defender al

país invadido por los franceses. Pasa después a poner el ejemplo de Lucrecia

Toriz, Oriunda de Orizaba, Veracruz y su participación en la Huelga de Río

Blanco, de 1907, uno de los movimientos obreros más trascendentales de

nuestro país, fue significativa en la defensa de los derechos de los obreros. Fue

parte de la columna de trabajadoras y trabajadores que impedía la entrada a la

fábrica de hilados donde trabajaba. Cuando las fuerzas armadas enviadas para

reprimirlos estaban a punto de disparar, Lucrecia tomó la palabra y narró las

condiciones infrahumanas en que vivían ella y sus compañeros, a tal punto que

hizo desistir a los sicarios de dispararles. Sin embargo, poco tiempo después la

huelga fue brutalmente reprimida, enfrentándose las y los obreros a la muerte y

la cárcel. Carmen Báez nos recuerda en su ensayo el valor de Lucrecia Toriz

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como defensora de los derechos sindicales, del trabajo en condiciones dignas y

de la igualdad de derechos de hombres y mujeres.

Un último ejemplo que nos da Carmen Báez en esta segunda prueba es

la figura de la soldadera revolucionaria. Resalta en ella su capacidad de lucha,

tomando el fusil, pero también el carácter noble que la lleva, además, a ser

cocinera, enfermera, esposa, madre. Tiene la capacidad por igual de blandir el

arma y llenar el jarro de agua. Resalta el hecho de que hubo valientes

coronelas y generalas que no dudaban en dar la vida por su causa y que no

escatimaban en recursos físicos para soportar largas cabalgatas y caminatas y

fuertes batallas. Son mujeres que deciden su destino y luchan por incidir en el

de su patria, y así lograr una vida mejor para sus hijos. Destaca su energía

tanto para defender sus derechos como para llevar a cabo hechos patentes

para lograrlo.

Destaca de esta manera, a través de su ensayo, la manera como la

mujer mexicana ha tenido un destacado papel en la historia patria y al mismo

tiempo denuncia los escasos derechos que detentan las mujeres en su tiempo

(recordemos, por ejemplo, que es hasta 1953 cuando las mujeres mexicanas

ejercen por primera vez su derecho al voto). Es tal vez esta denuncia la que le

valió severos problemas en su labor dentro de la Secretaría de Relaciones

Exteriores, como veremos más adelante.

Se trata de una ensayo altamente persuasivo, con una estructura que

permite el suave tránsito de un memento a otro del mismo y que lo ordena

esquemáticamente en una breve introducción, el desarrollo del tema abarcando

varios ejemplos y la conclusión final, presentando claramente su problema a

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tratar y los antecedentes del mismo, dejando clara su metodología y el

esquema ideológico al cual se afilia y mostrando con claridad y argumentos

demoledores sus conclusiones. Todo lo anterior se corresponde perfectamente

con el esquema retórico clásico, de ahí su efectividad discursiva.

Estas dos pruebas escritas, así como el resto de los exámenes,

impresionaron gratamente tanto a sus examinadores como al propio

Embajador, al grado de adjudicarle, como ya se dijo, el grado de Canciller de

Primera.

A partir de ese momento, a pesar de los resultados satisfactorios de los

exámenes y de las excelentes referencias que los embajadores con los cuales

ha colaborado son excelentes, comienza para Carmen Báez un periodo de

desencuentros y turbulencias laborales. El 4 de enero de 1941, dos meses

después de presentado el examen, existe una carta firmada por el Secretario

de Relaciones Exteriores, el Licenciado Ezequiel Padilla, en la cual asienta que

a pesar del examen, Carmen Báez no está capacitada parta poder normalizar

su situación en el Servicio Diplomático y que debe mejorar su inglés y su

cultura general. Existen también telegramas enviados al Licenciado Padilla

desde Palacio Nacional y firmados por el Secretario Particular, Licenciado J.

Jesús González Gallo donde se pide, con fecha 22 de enero de 1941, que

renuncie la señorita Báez, que se la envíe a Sudamérica y se anuncia que se

asignará a otra persona más conveniente.

Sin embargo, el 1 de febrero de 1941, es comisionada en el Consulado

General en Montreal Canadá, como Canciller de Primera y se l e otorgan dos

meses de vacaciones antes de tomar posesión de su nuevo cargo. Pero el 14

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de febrero, le escribe el Licenciado Anselmo Mena, diciéndole que “no

conviene a usted el nombramiento de Canciller de Primera que se le había

expedido” y agrega que es necesario que “cesen sus funciones de Tercer

Secretario del Servicio Diplomático Mexicano”. Asimismo, le comunica la orden

del Secretario de Relaciones Exteriores, Licenciado Ezequiel Padilla, emitida el

11 de febrero, de cesarla de todos sus cargos en el Servicio Exterior de manera

retroactiva al 1 de febrero.

Carmen Báez regresa a México, en ferrocarril, el domingo 16 de febrero

de 1941, según informa en un oficio el Embajador Francisco Castillo Nájera,

pero es hasta el día siguiente, lunes 17, que se emite el documento oficial en el

cual se hace insubsistente su nombramiento como Canciller de Primera en

Montreal.

Como consecuencia de estas órdenes encontradas, ante y posfechadas,

las emisiones de los diversos pagos a Carmen se trastocaron y fue un

elemento usado en su contra para justificar su cese en el Servicio Diplomático.

La acusaron de no regresar los sueldos, sobresueldos y gastos de

representación que le fueron pagados primero como Tercer Secretario y

después como Canciller de Primera y se le impugnó, igualmente, no haber

firmado las nóminas ni recibos como Tercer Secretario en febrero y le solicitan

regrese 183.83 dólares.

Pero las órdenes contrastantes continúan y el 28 de febrero de 1941,

Anselmo Mena escribe una carta a Carmen Báez en la cual le indica que se le

ha restituido su cargo de Canciller de Primera y tiene derecho a dos meses de

vacaciones. Aunque aún no se le fija nueva adscripción. El 7 de marzo es

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nuevamente cesada y el 20 de marzo recibe en su domicilio, de Atlixco 87, en

la ciudad de México, treinta bultos que le son devueltos desde Washington y

que contienen libros pertenecientes a su biblioteca personal. Este dato es

valioso en cuanto a que nos habla del enorme gusto por la lectura de nuestra

autora y su preocupación por no perder su preciada biblioteca que ya para

estas fechas era, por los datos que se nos dan, muy extensa.

La pesadilla continúa para Carmen y el 3 de abril de 1941, el Director

General de Cuenta y Administración de la Oficina de Contabilidad de la

Secretaría de Relaciones Exteriores, Ponciano Aguirre, escribe una carta

solicitando le aclaren ciertos datos, ya que se ha dado cuenta de que ya hay

alguien en el puesto que se le ha asignado a Carmen Báez y que había dejado

vacante el C. Eugenio Anzorena. El mismo Ponciano Aguirre, el 13 de octubre,

solicita también se le aclare el asunto concerniente a la devolución de los

sueldos, sobresueldos y gastos de representación de Carmen Báez

correspondientes a febrero de ese año. Continúa con el tema en un oficio del

13 de octubre, asegurando que esta situación se debe a “los contradictorios

acuerdos que esa dependencia comunicó a la Delegación Fiscal de Hacienda

de Nueva York y que, repito, dio lugar a que aquella Dependencia cubriera a la

citada ex empleada la cantidad de DLS. 398.45”.

No existe registro de las respuestas a Ponciano Aguirre, pero el 16 de

octubre de 1941, se da un nuevo nombramiento a Carmen Báez como Tercer

Secretario del Servicio Exterior Mexicano en la Embajada de Washington, D.C.,

firmado por el Secretario Ezequiel Padilla. Este nombramiento es ratificado, por

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el mismo Secretario, en un Acuerdo del 6 de noviembre de 1941, como

sustitución del Señor Juan B. Dávila.

Sin embargo, el 14 de noviembre del mismo año, el mismo Secretario

Padilla emite un telegrama, a partir de un acuerdo del 6 de noviembre, para

que Carmen Báez sea cesada de su cargo el 16 de noviembre. Y es el mismo

16 de noviembre que se informa a Carmen de su baja como Tercer Secretario.

Fue este un periodo breve en tiempo, pero complejo para Carmen Báez,

del cual seguramente rescató duras lecciones que le serían substanciales para

su creación literaria posterior.

Ya instalada en la ciudad de México, continuó con la escritura de sus

cuentos y con el reconocimiento hacia la calidad de los mismos por parte de

personalidades literarias de la época. Es así como fue la única mujer incluida

en la antología Cuentos mexicanos de autores contemporáneos, publicada en

1946 por José Mancisidor. Asimismo, colaboró en numerosas revistas y

suplementos culturales del país. En 1957, el Fondo de Cultura Económica, en

su Colección Popular, publica una selección de sus cuentos bajo el título de La

roba-pájaros.

En 1962, es nombrada Directora de Cinematografía por el entonces

Presidente Adolfo López Mateos. Este es otro periodo delicado de su vida, ya

que durante su gestión entra en vigor la Ley Federal de Radio Televisión y

Cinematografía promulgada en 1960 por el Presidente de la República, la cual

regulaba los diversos permisos de transmisión y recrudecía la censura,

llegando a ordenar recortes de escenas en varias películas e incluso a

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“enlatar” producciones enteras, por afectar intereses gubernamentales. Tal fue

el caso de cintas como El Impostor, basada en la obra teatral de Rodolfo Usigli,

El Gesticulador y dirigida por Emilio El Indio Fernández y Cada quien su vida,

de Julio Bracho que sufrieron cortes o El brazo fuerte, de Giovanni Korporaal y

La sombra del caudillo, de Julio Bracho que fueron retiradas. Lo anterior

acarreó animadversión hacia la figura de Carmen Báez.

El 30 de noviembre de 1964, al finalizar el sexenio del Presidente López

Mateos, dejó su cargo al frente de la Dirección de Cinematografía.

Falleció en la ciudad de México, en el año 2005, después de una vida

sacudida por varios de los episodios más importantes del siglo veinte. Tal vez

el legado más importante que nos dejó fue su pensamiento y su creación

literaria, en la cual deja patentes sus convicciones.

En sus cuentos encontramos un gran manejo de su oficio, con una prosa

limpia, eficaz, certera. Al leer los cuentos de Carmen Báez, en especial los

contenidos en el libro La robapájaros, nos podemos percatar de que Carmen

supo asimilar muy bien sus lecturas, las cuales subyacen en sus textos sin ser

copias o ensayos de estilo, sino como alma y sustento. Es clara la huella que

dejaron en ella los escritores realistas y naturalistas franceses, en especial se

nota su cercanía a Zola y Mauppassant, mostrándonos en sus cuentos lo más

profundo del alma humana a través de las acciones y palabras de sus

personajes. Es patente su cercanía a la forma de creación naturalista, en

especial a ciertas ideas vertidas por Zola en su ensayo La novela

experimental, como el determinismo tanto biológico como social, con lo cual

sus personajes son fruto del entorno tanto familiar como social que les tocó

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vivir y es en el desarrollo de los cuentos cuando podemos apreciar de qué

manera responden a las contingencias que, en el más puro estilo naturalista,

les presenta la autora como pruebas a librar.

De Mauppassant toma el gusto por la mirada de los seres oprimidos en

el entorno social y eso nos lleva a encontrar el punto de vista femenino a través

de personajes creados muy conscientemente y a manera de crítica social.

Podemos observar también la huella del realismo inglés, el cual gusta

de los personajes infantiles o hace especial énfasis en esa etapa de la vida de

sus personajes. En Carmen Báez es fundamental la mirada infantil pero no es,

como algunos han asegurado, un rasgo de ingenuidad. Por el contrario, la

elección por parte de la narradora de este tipo de personajes, quienes muchas

veces son los narradores de los cuentos, obedece a la imparcialidad de que

están dotados. Los personajes infantiles dicen lo que ven y que muchas veces

no comprenden con una fidelidad desnuda y sin prejuicios. Este recurso le

permite a la autora presentarnos realidades brutales de una manera

aparentemente sencilla, dejando siempre al lector formular sus propias

conclusiones.

Todo lo anterior lo consigue con un estilo pulcro, que denota el trabajo

de creación de cada cuento y la hábil elección de cada palabra, cada frase,

cada párrafo. Es notoria también la construcción de los distintos cuentos,

denotando la exploración que en su oficio hacía Carmen Báez. Cada historia es

contada de la manera más conveniente a los propósitos de la narradora. Así,

encontramos al narrador intradiegético, que nos cuenta en primera persona los

sucesos que lo han conmocionado, como sucede en el cuento “La roba-

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pájaros”, que da título al libro o “Justicia”, un cuento estremecedor y de

impecable factura.

Otras veces el cuento todo es un enorme diálogo perfectamente

construido para llevar al lector a través de los cánones aristotélicos hasta el

desenlace, como en el caso de “El contador de cuentos” y “La niña que quería

ser caballo”. En otras ocasiones encontramos un narrador extradiegético que

desde su postura nos muestra las historias sin aportar sus conclusiones

personales. Es un narrador imparcial-creador del mundo, como lo pedía

Flaubert, que nos permite asomarnos a un momento trascendente en la vida de

los personajes.

En otros cuentos la autora mezcla sabiamente a este narrador con los

diálogos y monólogos de sus personajes, permitiéndole al lector calibrar los

hechos a partir de la propia voz de los personajes, matizada por el

conocimiento general de la situación del narrador.

Un punto importante a resaltar es el lenguaje que la autora utiliza en

estos cuentos, resaltando el uso de metáforas y otros recursos retóricos como

las aliteraciones, paronomasias, paradojas, intertextualidades y elipsis sobre

todo. Su estilo se complementa con el uso del lenguaje coloquial; así,

combinando lo culto y lo popular crea atmósferas donde la ficción cobra una

especial existencia, logrando aquello que pedía T.S. Eliot en su ensayo La

música de la poesía: “Que la gente diga, cuando lea tu poema: así hablaría yo

si hablara en poesía”.

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Otro punto de unión con las ideas de Eliot es la crítica que lleva a cabo

en sus cuentos hacia la sociedad de su época y la fina ironía que atraviesa por

toda su producción narrativa y que se traduce en personajes ligeramente

caricaturizados, como don Dimas de “El alcahuete” o la señora Chucha de “La

roba-pájaros”. Otro aspecto en que se muestra su ironía y el elegante manejo

del humor es en el tratamiento de los temas que aborda en su cuentística,

donde de una manera aparentemente ligera nos da cuenta de hechos terribles

que denuncian la insensibilidad en que había caído la sociedad de su tiempo,

como en “El hijo de la tiznada”.

Otro tópico común que se utiliza al hablar de la producción literaria de

Carmen Báez es que siempre sitúa sus cuentos en el ámbito provinciano y sus

personajes siempre son niños. Es importante destacar que algunos de sus

cuentos suceden, sí, en provincia: en el entorno rural o en pequeñas o grandes

ciudades. Pero otros más y en especial el que da título a su libro, sucede en la

ciudad de México, donde vivió por tantos años.

Debemos mencionar también que sus personajes protagónicos

pertenecen a todas las edades: adultos mayores, gente madura, jóvenes y

niños, pertenecientes todos a diversos estratos sociales.

Así como hay gran variedad de personajes y de lugares donde se

desarrollan sus historias, también la hay en las temáticas que trata la autora, la

estructura que da a cada cuento y el enfoque con el cual cada uno de ellos es

tratado.

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Pero existe en el fondo una inquietud común, y ésta es la búsqueda de

la justicia y la libertad. Estas no siempre se obtienen plenamente en sus

cuentos, es más, en muchos de ellos es la denuncia por la falta de una o de

ambas la que mueve los principales hilos narrativos.

Vemos entonces que, como en los grandes creadores, aquello que

mueve a Carmen Báez es el interrogar al alma humana, el tratar de explicarse

los movimientos de ésta y las repercusiones que estos vaivenes tienen en las

personas. Su búsqueda es, tal vez, la del propio reflejo en la mirada de los

otros: sus personajes, la sociedad, el lector.

A través de sus cuentos nos ofrece duras lecciones de la existencia. Tal

como observó, tal como denunció, tal como a ella le tocó experimentar en su

fructífera vida.

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