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El conflicto de Ruanda

Ruanda es un país pequeño, de elevada densidad demográfica y relieve ondulado,


situado en la región de los Grandes Lagos, en el África oriental. Una violencia
intermitente y de apariencia étnica afecta el país desde finales de la época colonial
hasta la actualidad.

Aunque los agentes directos de las matanzas y enfrentamientos han sido y son
ruandeses, la influencia de potencias exteriores se ha hecho notar en muchas
ocasiones y especialmente en el episodio más grave, el genocidio de 1994, que
provocó entre 800.000 y un millón de muertos, civiles en su mayoría. Será ese
genocidio el tema central que aquí se tratará.

Por otra parte, el hecho de que las líneas fronterizas actuales, que respetan las
demarcaciones dibujadas en tiempos de las colonias, dividan grupos humanos que
también habitan en estados vecinos, favorece la expansión de los conflictos armados,
su contagio tanto desde el interior como desde el exterior del país.

Caracterización, actores, tiempo, espacio

En el transcurso de las últimas décadas, se han producido violentos enfrentamientos


internos en Ruanda. El aspecto más visible han sido los combates entre tutsis y hutus
que, a través de los años, han establecido organizaciones políticas y armadas propias.
Pero la línea divisoria étnica -tradicionalmente cruzada por medio de amistades y
bodas- no ha sido la única existente: de hecho, en el genocidio de 1994,
desencadenado por el Gobierno en manos de los hutus radicales, murieron tanto tutsi
como hutus moderados, simples opositores del poder por razones políticas.

En algunos países vecinos a Ruanda, como Burundi, RD Congo (ex-Zaire) o Uganda,


viven también hutus y/o tutsis, ya sea de forma estable o bien como refugiados. Ello
ha implicado en muchas ocasiones que esos países influyan en la situación de Ruanda
y, viceversa, que los ruandeses actúen en el exterior.

El papel de los países ocidentales en el conflicto ruandés ha sido y es muy marcado.


Bélgica, potencia colonial, optó desde el principio de su dominio por privilegiar a la
minoría tutsi y convertirla en élite. La Iglesia expandió la noción de su superioridad
respecto de los hutus y los colocó en los puestos clave de la administración colonial. En
1992, el parlamento belga tuvo conocimiento a través del embajador en Ruanda de
que se preparaba una "solución definitiva" del problema étnico, pero no hizo nada al
respecto.

Francia firmó un acuerdo de suministro armamentístico con Ruanda en 1975 y, en


nombre de la francofonía, apoyó al régimen dictatorial de los hutus radicales a pesar
de sus actuaciones inaceptables: sus oponentes tutsis, procedentes del exilio en
Uganda, se habían convertido en anglófonos. Gérard Prunier califica el papel de Francia
de "catalizador" del genocidio.
Estados Unidos, aliado del actual gobierno tutsi de Ruanda, patrocina la actuación de
ese país, junto con Burundi y Uganda, en la guerra de rapiña que tiene lugar en la RD
del Congo.

En cuanto a la ONU, que en 1993 envió una misión al país (MINUAR) con la finalidad
de contener la escalada de violencia, optó por la pasividad cuando se inició el genocidio
-visiblemente preparado y cuidadosamente organizado-. Las fuerzas de MINUAR no
recogieron las armas que se distribuían entre los milicianos, a pesar de tener el
mandato correspondiente y, en el momento inicial de las matanzas, evacúan el terreno
y dejan desprotegidas a las víctimas. A pesar de todas las evidencias, la ONU no
califica las matanzas de genocidio hasta el 25 de mayo, cuando buena parte de las
masacres ya se han consumado.

El primer estallido de violencia interétnica se dió en 1959-1963. Desde entonces ha


habido sucesivos brotes de intensidad desigual: 1973, 1990, 1994, sin que ello
signifique que los años no señalados han sido pacíficos. La evolución histórica del
conflicto puede verse en la cronología.

Causas del conflicto

El problema de fondo

La incompatibilidad más importante consiste en la decisión de las élites de hutus y


tutsis de no compartir el poder, de disponer en exclusiva de las riendas políticas del
país y de las prebendas que de ello derivan. La posesión de la tierra -un bien cada vez
más escaso en una época de crecimiento demográfico- también enfrenta a ambas
comunidades, agricultora una, pastoral la otra. En la base del conflicto actual -explicó
McCallum en 1995- se encuentra el miedo de los tutsis a ser exterminados y el miedo
de los hutus a ser explotados.

¿Qué base tienen ambos miedos? Una base amplia, si se mira hacia atrás, hacia las
décadas inmediatamente anteriores, por el hecho de que las matanzas han sido
recurrentes desde el fin de la era colonial y también porque la sociadad ruandesa había
quedado estructurada de forma muy jerárquica y en ese orden -instaurado por la
potencia colonial- los tutsis tenían reservados los puestos de dominio y poder. El hecho
de que los tutsis sean minoritarios implica que nunca podrán gobernar en exclusiva de
forma democrática.
"De hecho, la historia de Ruanda es una historia clásica de manipulación, de etnicismo
fomentado, de mistificación de la historia (aquí no entramos en el debate sobre los
orígenes de hutus y tutsis, pero cabe apuntar que hoy es uno de los argumentos más
utilizados para hablar de las "diferencias" raciales y del "odio ancestral"), una historia
clásica, pues, con una finalidad muy concreta: el poder" (Bru Rovira, 1999).

El contexto sociopolítico del genocidio

 La situación en la que tienen lugar los acontecimientos de 1994 es de angustia


económica: el campesinado se encuentra ahogado por la falta de tierras y por
una pobreza creciente. La densidad de población en las tierras útiles llega a 380
habitantes por km2.
 Una vez más, el papel de la Iglesia es determinante en una sociedad religiosa
como la ruandesa. Dividida, una parte de la jerarquía apoya sin fisuras al
gobierno de los hutus radicales mientras la otra intenta proteger a las víctimas
con fortuna desigual.

 La inducción al uso masivo de las armas se basa en los miedos ya mencionados,


atizados de forma intensiva por medios de comunicación en manos de los hutus
radicales, como la Radio Mille Collines. La facción hutu en el poder había
previsto una "solución definitiva" al problema étnico que consistiría en "terminar
el trabajo" -esto es, en no dejar vivos ni siquiera a los niños, a diferencia de
ocasiones anteriores-. Una de las consignas más repetidas era: "¿Ya has
matado a tut tutsi?"
El proyecto genocida se pone en marcha como alternativa a la implantación de
un plan internacional de paz promovido por varios países africanos (Acuerdos
de Arusha) y que preveía que hutus y tutsis compartieran el poder político.

 A la propaganda y al papel cómplice de una parte de la Iglesia se une el hecho


ya citado de la potente jerarquización de la sociedad ruandesa: la población,
disciplinada y obediente, no presentó demasiada oposición al papel que se le
pedía -verdugo o víctima-, aunque también es cierto que buena parte de las
víctimas fueron hutus que se negaron a asesinar a sus vecinos o parientes.

Formas de enfrentamiento armado

Los grupos armados oficiales como el Ejército ruandés o la guerrilla del FPR,
acostumbraban a combatir con tácticas de infantería tradicionales, aunque sus
acciones implicaban ataques a la población civil.

En 1994, los milicianos hutus radicales "interahamwe" usaron armas absolutamente


primarias: machetes, mazos, hachas, garrotes, aunque a menudo las víctimas se
remataban a tiros. Movilizaron masas enormes de civiles con los que consiguieron
aniquilar los objetivos que se habían planteado. La organización fué muy cuidadosa y
el resultado, eficaz. La elección de utilizar ese instrumental primario en lugar del
arsenal del ejército respondía, según Ryszard Kapuscinski, al objetivo de crear una
"comunidad criminal" que hiciera culpables a grandes masas de población y que las
obligaría, así, a ser fieles a sus dirigentes.

Los enfrentamientos armados posteriores al genocidio, es decir, los ataques de milicias


hutus contra las fuerzas tutsis ya instaladas en el poder, tienen forma de asaltos
guerrilleros, generalmente nocturnos y sorpresivos. La población civil sigue sufriendo
buena parte de las víctimas.

Papel de los medios de comunicación occidentales en el genocidio ruandés

El papel de los "media" occidentales en el genocidio ruandés ha merecido largas


reflexiones. La razón fundamental es el hecho de que el genocidio propiamente dicho
no fue filmado ni fotografiado ni contó con demasiados redactores. Los reporteros
fueron llamados a sus sedes simplemente porque lo que ocurría "en el fin del mundo"
no interesaba.
Tampoco la guerra civil entre el Ejército ruandés y las fuerzas del FPR mereció
demasiada atención de nuestros medios.
La cobertura periodística llegó con la Operación Turquoise y el éxodo de hutus del mes
de julio. Lo que se filmó y fotografió de forma masiva fueron los hutus ya situados en
el Zaire (RD Congo actual) y sus benefactores humanitarios occidentales. El
inconveniente consistía en que las víctimas que aparecían ante las cámaras lo eran del
cólera y en que entre ellas se ocultaban los instigadores y organizadores del genocidio.
La "Comunidad internacional" los alimentaba y atendía a la vista de todo el mundo.
Pero las víctimas del genocidio nunca se vieron.

Consecuencias

Probablemente, nunca se sabrá cuántos muertos provocó el genocidio de 1994. Se


calculan entre 800.000 y 1.000.000. Si fueron 800.000 equivaldrían al 11 por ciento
del total de la población ruandesa y 4/5 de los tutsis que vivían en el país -hay que
contar con los tutsis de Burundi y de los países vecinos en que se habían exiliado-.

Tampoco sabemos cuántas víctimas ha provocado la venganza tutsi. Aunque hay quien
habla del "otro genocidio", parece que no es en absoluto comparable.

Perspectivas de futuro

En general, y si las cosas siguen como hasta ahora, las perspectivas parecen poco
esperanzadoras:

 El poder está en manos de un círculo de tutsis cada vez más reducido en torno
al "hombre fuerte", Paul Kagame.
 Los grupos hutus mantienen sus iniciativas armadas
 El Gobierno ruandés participa activamente en la guerra de la RD Congo.
 La represión gubernamental se mantiene intensa: a partir de 1997 se instaló
población desplazada en campos vigilados y posteriormente se reinstaló en
pueblos -algo que va en contra de la tradición del país: las familias viven
dispersas en las colinas ruandesas-. El US Committee for Refugees calculaba
unas 600.000 personas desplazadas en 2000.
 La situación económica es grave: el 70% de la población viva bajo el nivel de la
pobreza.
 La aplicación de la justicia es lenta, desigual e ineficaz. Para depurar las
responsabilidades del genocidio coexisten los tribunales propios del país, los
"gacaca" o tribunales populares (ninguno de los cuales parecen demasiado
eficaces) y el TPIR (Tribunal Penal Internacional para Ruanda), con sede en
Arusha y qua hasta ahora ha dado muestras de una lentitud extrema. Hay unos
120.000 presos, a la mayoría de los cuales no se les ha abierto proceso.
Muchos mueren como resultado de las condiciones en que se encuentran. Las
víctimas del genocidio se muestran desanimadas. A veces, un detenido liberado
es asesinado...
 No existe ninguna iniciativa oficial en favor de la reconciliación.
 El hecho de que el genocidio diezmara las élites intelectuales añade dificultades
a la recuperación del país.

Pero hay también algunos aspectos positivos:

 Se ha trabajado mucho en la reconstrucción de casas.


 Proliferan las asociaciones de ciudadanos comunes y corrientes: de mujeres (a
menudo solas y con experiencias horrendas a cuestas), de defensa del
medioambiente, las cooperativas de crédito, etc. Pero la més influyente es la de
las víctimas, "Ibuka" ("Recuérdalo"), que trabaja contra el olvido y el
negacionismo y mantiene algunos lugares como recordatorio, como la iglesia de
Nyamata y Murambi

Prevención del genocidio


«Hemos aprendido lecciones muy importantes. Sabemos
mejor que nunca que el genocidio no es un hecho aislado. La
prevención del genocidio es una obligación colectiva.
Sigamos trabajando juntos para asegurarnos de que en el
futuro esté libre para siempre del genocidio. Esta sería la
manera más adecuada de recordar a los que perecieron en
Rwanda hace 18 años y de honrar la resiliencia de los
sobrevivientes.»
– Secretario General Ban Ki-moon durante el lanzamiento en Nueva York de
Kwibuka20, en el 20º aniversario del genocidio en Rwanda

Entender el genocidio

La necesidad de prevenir el genocidio y castigar a los responsables ha sido una

preocupación de la comunidad internacional desde finales de la segunda guerra

mundial, durante la cual más de 6 millones de personas fueron asesinadas

sistemáticamente por el régimen nazi debido a su origen étnico, su sexualidad u otras

características.

¿Qué es genocidio?

La Convención para la Prevención y la Sanción del Delito de Genocidio de

1948(conocida como «Convención sobre el genocidio») establece que por genocidio se

entenderá cualquiera de los actos que se enumeran a continuación, perpetrados con la

intención de destruir, total o parcialmente, a un grupo nacional, étnico, racial o

religioso como tal:

 matanza de miembros del grupo;

 lesiones graves a la integridad física o mental de los miembros del grupo;


 sometimiento intencional del grupo a condiciones de vida que hayan de

acarrear su destrucción física total o parcial;

 imposición de medidas destinadas a impedir los nacimientos dentro del

grupo;

 traslado por la fuerza de niños del grupo a otro grupo.

La Convención confirma que el genocidio, ya sea cometido en tiempo de paz o en

tiempo de guerra, es un delito de derecho internacional que las Partes se

comprometen «a prevenir y a sancionar». La responsabilidad primordial de prevenir y

detener el genocidio corresponde al Estado en el que ese delito se esté cometiendo.

El caso de Rwanda

En 1994, en presencia de toda la comunidad internacional, más de 800.000

rwandeses, fundamentalmente de la etnia tutsi, murieron masacrados por las milicias y

las fuerzas gubernamentales hutu durante un período de apenas 100 días. Las

matanzas comenzaron el día después de que un avión que transportaba a los

presidentes de Rwanda y Burundi fue derribado mientras se disponía a aterrizar en

Kigali, la capital de Rwanda. Los presidentes regresaban de las conversaciones de paz

destinadas a apuntalar un precario acuerdo de paz y a poner fin al conflicto entre el

gobierno predominantemente de la etnia hutu y el ejército rebelde mayormente tutsi.

El accidente avivó nuevamente la guerra. Las fuerzas gubernamentales en retirada se

sumaron a las milicias étnicas hutu para incitar a los civiles a que mataran a los

miembros de la etnia tutsi. Alegaban que los civiles estaban ayudando a los rebeldes

tutsi y utilizaban este pretexto para justificar la matanza de personas inocentes. No se

autorizó la intervención de una pequeña fuerza de mantenimiento de la paz que había

sido enviada por las Naciones Unidas. Se alertó de que el genocidio estaba a las

puertas pero no se adoptó medida alguna.

Hoy día, los efectos del genocidio en Rwanda se hacen sentir aún de muchas maneras

diferentes tanto dentro del país como en los Estados vecinos, incluidas las regiones

orientales de la República Democrática del Congo, donde vastas zonas de la provincia

de Kivu meridional siguen bajo el control de las milicias hutu de Rwanda y sus aliados
locales. Junto con otros combatientes de la guerra del Congo, siguen cometiendo

graves violaciones de los derechos humanos, que incluyen secuestros, matanzas y

violación. La violencia sexual, en particular contra las mujeres y los niños, se ha

generalizado.

Prevención del genocidio

El genocidio no es algo que ocurre de la noche a la mañana o sin previo aviso. El

genocidio requiere organización y constituye de hecho una estrategia deliberada que

ha sido llevada a cabo fundamentalmente por gobiernos o grupos que controlan el

aparato estatal. Conocer la manera en que el genocidio se produce y aprender a

reconocer los indicios que podrían conducir al genocidio tiene importancia para

asegurarse de que esos horrores no vuelvan a ocurrir.

El 7 de abril de 2004, décimo aniversario del genocidio en Rwanda, el Secretario

General de las Naciones Unidas, Kofi Annan, expuso un plan de acción de cinco puntos

para prevenir el genocidio:

1. Evitar el conflicto armado, que suele ser el contexto del genocidio;

2. Proteger a los civiles en un conflicto armado, incluso por medio del personal

de mantenimiento de la paz de las Naciones Unidas;

3. Poner fin a la impunidad mediante la acción judicial en los tribunales

nacionales e internacionales;

4. Reunir información y establecer un sistema de alerta anticipada; y

5. Adoptar medidas rápidas y decisivas, que incluyan la acción militar.

1. Prevenir el conflicto armado

Debido a que el genocidio tiene más probabilidades de ocurrir durante una guerra, una

de las mejores manera de reducir las posibilidades de genocidio es abordar las causas

fundamentales de la violencia y el conflicto: odio, intolerancia, racismo, discriminación,

tiranía y el discurso político deshumanizante que niega a grupos enteros de la

población su dignidad y sus derechos. Buscar solución a la desigualdad de acceso a los


recursos constituye una estrategia de prevención decisiva. La primera responsabilidad

por la prevención de los conflictos corresponde a los gobiernos nacionales. Las

Naciones Unidas apoyan los esfuerzos nacionales, que incluyen las actividades

políticas, diplomáticas, humanitarias, de derechos humanos e institucionales. El

desarrollo económico y social y la mitigación de la pobreza aportan también una

contribución sustancial a la prevención del conflicto.

2. Proteger a los civiles, incluso por medio del personal de mantenimiento de la paz

Cuando los esfuerzos para prevenir el conflicto fracasan, una de las prioridades

máximas debe ser proteger a los civiles. Siempre que los civiles constituyen un

objetivo deliberado porque pertenecen a una comunidad determinada, existe el riesgo

de genocidio. Durante el último decenio, el Consejo de Seguridad de las Naciones

Unidas ha ampliado con frecuencia el mandato del personal de mantenimiento de la

paz de las Naciones Unidas para que puedan proteger físicamente a los civiles que

están amenazados de violencia. En la actualidad, las misiones de mantenimiento de la

paz de las Naciones Unidas ayudan de ordinario a las autoridades nacionales a

establecer acuerdos eficaces para investigar y perseguir violaciones graves del

derecho; desarmar y desmovilizar a los combatientes y ayudar a reintegrarlos en la

comunidad; hacer cumplir las medidas especiales para proteger a las mujeres y las

niñas de la violencia sexual; e informar sobre cualquier medio de difusión esté

incitando a la población al genocidio, a cometer crímenes de lesa humanidad u otras

violaciones del derecho internacional humanitario.

3. Poner fin a la impunidad mediante la acción judicial

Para disuadir a las personas de cometer crímenes de genocidio, los responsables de

esos crímenes tienes que ser llevados ante la justicia. La lucha contra la impunidad y el

establecimiento de expectativas verosímiles de que los perpetradores del genocidio y

otros delitos de esa índole responderán ante la justicia puede contribuir con eficacia a

la cultura de la prevención.

En la actualidad, si un Estado no está dispuesto o es incapaz de ejercer su jurisdicción

sobre los presuntos perpetradores del genocidio, el Tribunal Penal Internacional   


tiene facultades, dentro del marco de su estatuto, para investigar y enjuiciar a los más

responsables. El Tribunal Penal Internacional es un tribunal permanente, separado de

las Naciones Unidas, con sede en La Haya (Países Bajos), para juzgar a personas por

genocidio, crímenes de lesa humanidad y crímenes de guerra. Fue establecido el 1 de

julio de 2002, fecha en que el Estatuto de Roma, el tratado por el que se fundó entró

en vigor. Hasta la fecha, el Tribunal Penal Internacional ha conocido de 21 casos

relacionados con 8 países. En marzo de 2012, el Tribunal pronunció el primer veredicto

de su historia al dictar sentencia sobre crímenes de guerra contra Thomas Lubanga

Dyilo, jefe de milicia acusado de participar en el reclutamiento de niños soldados en la

República Democrática del Congo.

Antes de que se estableciera el Tribunal Penal Internacional, se crearon tribunales

especiales encargados de enjuiciar a los responsables de genocidio, crímenes de

guerra y crímenes de lesa humanidad en la ex Yugoslavia y Rwanda:

 El Tribunal Penal Internacional para la ex Yugoslavia (ICTY)  , que tiene su

sede en La Haya (Países Bajos) fue establecido por el Consejo de Seguridad de

las Naciones Unidas en 1993. Ha procesado a 161 personas por graves

violaciones del derecho internacional humanitario cometidos en el territorio de

la ex Yugoslavia. De ese total se ha concluido el juicio contra 141, y se están

tramitando 20. Hasta la fecha los juicios más prominentes han sido los del ex

dirigente serbio de Bosnia Radovan Karadzic, que comenzó en octubre de 2009,

y el ex comandante militar serbio de Bosnia, Ratko Mladic, que empezaron en

mayo de 2012. Ambos están acusados de llevar a cabo el genocidio y de otros

crímenes contra los musulmanes bosnios, los croatas bosnios y otros civiles no

serbios entre 1992 y 1995.

 El Tribunal Penal Internacional para Rwanda (ICTR)  , que tiene su sede en

Arusha (Tanzania), comenzó sus actividades en 1995, a raíz de la aprobación

de una resolución del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas de

noviembre de 1994. El ICTR ha formulado cargos contra 92 personas, 2 de los


cuales han sido retirados y 10 derivados a jurisdicciones nacionales —2 a

Francia y 8 a Rwanda—. Dos acusados fallecieron antes de la finalización de sus

juicios. En marzo de 2014, de los 63 casos finalizados, 14 fueron absueltos y 49

condenados y sentenciados. De los casos transferidos a Rwanda, 6 de los

acusados permanecen huidos. Existen 3 casos más de fugitivos, que serán

tratados por el Mecanismo de la ONU para las Tribunales Penales

Internacionales en el caso de ser aprehendidos. Entre los casos completados

están los de dueños de organizaciones de medios de comunicación que

participaron en la incitación al odio, así como ex jefes militares y dirigentes de

gobierno, entre ellos el ex primer ministro Jean Kambanda, condenado a

cadena perpetua por el delito de genocidio, y el ex alcalde Jean Paul Akayesu,

cuyo juicio en 1998 fue el primero en el que por primera vez se especificó que

la violación sexual constituía un genocidio si se cometía con la intención de

destruir a un grupo en particular.

Tanto el ICTY como el ICTR esperan terminar sus trabajos a finales de 2014. A

continuación, el Mecanismo de la ONU para de los Tribunales Penales Internacionales

(MITPI), establecido por el Consejo de Seguridad en diciembre de 2010, tomará el

relevo y finalizará la tarea del ICTR.

Además, en 2003 se estableció un tribunal especial para enjuiciar a los acusados de

genocidio, crímenes de guerra y crímenes de lesa humanidad durante el régimen

Khmer Rojo en Camboya entre 1975 y 1979. LasSalas extraordinarias de los tribunales

de Camboya — establecidas como resultado de un acuerdo entre las Naciones Unidas y

el Gobierno de Camboya, en febrero de 2012 condenaron a Kaing Guek Eav, de

sobrenombre Duch, antiguo jefe de un campamento de detención de mala reputación,

a cadena perpetua, la condena máxima prevista en las leyes camboyanas por crímenes

de lesa humanidad y graves violaciones de los convenios de Ginebra de 1949. Las

salas extraordinarias de los tribunales de Camboya hasta la fecha han detenido y

encausado a otros cuatro ex funcionarios públicos.


El Tribunal Especial para Sierra Leona y el Tribunal Especial para el Líbano –

mecanismos judiciales basados en acuerdos entre la ONU y los gobiernos de Sierra

Leona y el Líbano- no tienen jurisdicción en los casos de genocidio.

4. Establecer sistemas de alerta anticipada

Las tragedias de Rwanda y los Balcanes en los años noventa demostraron, de la peor

manera posible, que la comunidad internacional tenían que hacer más para impedir el

genocidio. Con esto en mente, el Secretario General nombré en 2004 a Juan

Méndez, Asesor Especial sobre la Prevención del Genocidio, al que sucedieron Francis

Deng en 2007 y Adama Dieng en 2012.

Los asesores especiales, reúnen información sobre situaciones en las que puede existir

riesgo de genocidio, crímenes de guerra, depuración étnica y crímenes de lesa

humanidad. Debido al carácter delicado de este mandato, gran parte de su labor queda

fuera de la vista pública. Sin embargo, cuando los asesores especiales determinan que

dar a conocer sus preocupaciones a la opinión pública reducirá el riesgo de genocidio y

de delitos de esa índole en una situación específica o promoverá la causa de la paz y la

estabilidad, hacen públicas sus declaraciones como en el caso de Siria y Myanmar. Los

asesores especiales tienen también la responsabilidad de señalar a la atención del

Secretario General y, por su conducto, al Consejo de Seguridad determinadas

situaciones y de formular recomendaciones sobre medidas para prevenir o poner fin al

genocidio.

5. Adoptar medidas rápidas, incluido el uso de la fuerza militar

De conformidad con la Carta de las Naciones Unidas, corresponde al Consejo de

Seguridad decidir cuándo, dónde y cómo intervenir militarmente en situaciones

internas para prevenir o responder al genocidio u otras atrocidades masivas.

En septiembre de 2005, en la Cumbre Mundial de las Naciones Unidas, todos los países

acordaron oficialmente que, cuando los métodos pacíficos fuesen insuficientes y

cuando «fuese evidente» que las autoridades nacionales no protegían a su población

de los cuatro crímenes que constituían atrocidades masivas, los Estados deberían
adoptar medidas colectivas «de manera oportuna y decisiva» por medio del Consejo de

Seguridad y de conformidad con la Carta de las Naciones Unidas.

 En el caso de Libia, la comunidad internacional se movilizó rápidamente para

impedir que el Gobierno matase a sus propios ciudadanos. En la resolución

1973 del Consejo de Seguridad   de marzo de 2011 se viabilizó una coalición

internacional que intervino para detener la matanza los que protestaban contra

el régimen de Qadhafi. Esta resolución complementaba una resolución anterior,

la 1970, en la que se consideraban y aplicaban medidas que no contemplaban

el uso de la fuerza militar.

 En el caso de Siria, el Consejo de Seguridad no pudo llegar a acuerdo sobre

una resolución en la que se pedía al Gobierno de Siria que pusiese fin a la

violencia contra los civiles y retirara sus fuerzas armadas de ciudades y pueblos

en febrero de 2012.

 En el caso de Côte d’Ivoire, el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas

aprobó por unanimidad el 30 de marzo de 2011 la resolución 1975  , en la que

condenó las burdas violaciones de los derechos humanos cometidas por los

partidarios del ex Presidente Laurent Gbagbo y del Presidente Ouattara a raíz

de las elecciones presidenciales de noviembre de 2011 y autorizaba una

operación militar de las Naciones Unidas para prevenir el uso de armas pesadas

contra los civiles.

 En el caso del Sudán del Sur, el Consejo de Seguridad, en la resolución

1996  , de julio de 2011, estableció una misión de mantenimiento de la paz de

las Naciones Unidas (UNMISS) que, entre otras cosas, asesora y presta

asistencia al Gobierno en el cumplimiento de su responsabilidad de proteger a

los civiles. En febrero de 2014, el Consejo de Seguridad reiteró su firme apoyo

a UNMISS y a su misión vital de proteger a la población civil de Sudán del Sur

en nombre de la comunidad internacional.


 En el caso de la República Centroafricana, el Secretario General de la ONU

presentó en marzo de 2014 su propuesta de establecimiento de una misión de

mantenimiento de la paz de la ONU, compuesta por unas 12.000 tropas, cuyo

objetivo primordial es la protección de los civiles en este país asolado por el

conflicto.

 En el caso de Siria, pese al creciente número de muertos y desplazados, y

serias advertencias de los máximos responsables de la ONU, incluido el propio

Secretario General, el Consejo de Seguridad de Naciones no ha podido

encontrar una vía común de actuación.

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