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Dunia Gras**
Resumen
La obra de Mario Bellatin dialoga, generalmente, con el lenguaje visual. La llamada ‘post-
fotografía’, término empleado por el teórico de la imagen Joan Fontcuberta, subraya la im-
portancia de las técnicas de reapropiación de materiales preexistentes, como los álbumes
fotográficos familiares. En Shiki Nagaoka: una nariz de ficción (2001), Bellatin traza una
biografía imaginaria, en la que cuestiona el empleo de la fotografía como supuesta imagen
de verdad, al utilizarla como estrategia bioficcional para sustentar la impostura de su texto
espurio o fake. Con ello se pone en cuestión el estatuto de verdad que, aparentemente,
emana de las imágenes fotográficas utilizadas para construir la figura de un escritor: la
coherencia sintáctica de la gramática de la representación fotográfica se revela irrelevante
y subraya su esencia original de simulacro.
* Una primera versión de este texto fue presentada en 2004 en el congreso de la AEELH y luego revisada
en el coloquio del IILI de 2005 en Poitiers. Sin embargo, no pudo publicarse debido a la dificultad técnica
de reproducir las imágenes que, en un principio, la acompañaban. Agradezco a la Dra. Lorena Amaro
haberme ayudado a rescatarlo y reformularlo con sus comentarios, en el seminario “La bioficción y otros
horizontes literarios de la biografía”, moderado por la Dra. Anna Caballé en la Universitat de Barcelona el
18 de noviembre de 2016. Agradezco también a los motores de mi reflexión inicial, la profesora Kobayashi
Keiko y las estudiantes Okamoto Kayoko y Fukuda Yumeko por su inestimable ayuda con los textos
japoneses: sin ellas, estas páginas tampoco habrían sido posibles.
** Española. Doctora en Filología Hispánica por la Universitat de Barcelona. Académica de la Universitat
de Barcelona, España. dunia.gras@ub.edu
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Shiki Nagaoka: la postfotografía como estrategia bioficcional del fake / Dunia Gras
1 Ha publicado, sobre todo, en editoriales independientes. Solo como muestra, sus libros han
aparecido, en francés, en Christophe Lucquin Éditeur, Stock y Éditions Passage du Nord Ouest; en
alemán, en Frankfurter Verlagsanstalt y en Documenta; en italiano, en Bookever y La Nuova Frontiera;
y, finalmente, en inglés, en City Lights, Ravenna Press, 7Vientos Press y Phoneme Media.
2 Sin imaginar el conflicto que se desataría con la editorial, después de su adquisición por el Grupo
Planeta, por el vigésimo aniversario de su publicación, del que incluso The New Yorker se hizo eco
(Mochkofsky, 2015). De forma muy resumida, la voluntad del autor de reformular el texto original con
motivo de esta celebración –a la manera de la revisión de Jacobo el mutante en Jacobo reloaded, por
ejemplo– no fue respetada por los editores. Por este motivo, Bellatin instó en Facebook a no adquirir
ningún ejemplar y solicitó que se “despublicara” o se retirara del mercado.
3 Resulta interesante su recorrido por distintas editoriales, que aquí apenas hay espacio para esbozar;
hay que tener en cuenta que también ha publicado en otros lugares tanto en Perú (Sarita Cartonera) como
en México (Síntoma, Almadía y Sexto Piso), así como en Argentina (Sudamericana, Entropía, Mansalva
y Eterna Cadencia), en Chile (Cuneta) o en Uruguay (Criatura Editora).
4 Un premio recibido con anterioridad por autores como Juan Rulfo, Octavio Paz, Juan José Arreola,
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por su obra Flores (2002). Un proyecto que tiene como nexo común, por
un lado, la exploración de los límites del lenguaje y de la representación
y, por otro, un cierto distanciamiento, dado, en parte, por el aparente
desplazamiento espacial en que tienen lugar buena parte de sus narracio-
nes. Destacan, así, respecto a este último punto, sus textos situados en el
Lejano Oriente, como El jardín de la señora Murakami. Oto-no Murakami
monogatari (2000), La escuela del dolor humano de Sechuán (2001) o Shiki
Nagaoka: una nariz de ficción (2001) –el texto que aquí se abordará– y,
con posterioridad, el relato “Bola negra” –en Pájaro transparente (59-74)–,
El pasante de notario Murasaki Shikibu (2011), o también en el Oriente
Próximo, y su fascinación por el sufismo, de lo que no me voy a ocupar
en estas páginas.
Se observa, asimismo, otro tipo de distanciamiento, subrayado por
el protagonismo de personajes marginales, periféricos, víctimas de una
morbosa y sutil estética de la crueldad (enfermos terminales, mutilados,
deformes, tetrapléjicos) y, sobre todo, por la hibridez genérica de sus
propuestas teóricas implícitas, entre el ensayo crítico, la traducción y el
relato. Esta hibridez, habitualmente desarrollada en textos de difícil cla-
sificación, cada vez más fragmentarios (Cfr. Pitois-Pallares, 2011), breves,
aborda el cruce de fronteras discursivas intermediáticas, como las de la
narrativa escrita y la imagen visual, sobre todo a través de la fotografía5:
por ejemplo, ya en la edición de Damas chinas (1998), con imágenes de
Víctor Garrido; o sus colaboraciones con Ximena Berecochea, desde la
portada de El jardín de la señora Murakami (2000), en las imágenes que
acompañaban Flores (2001, 2004) y Jacobo el mutante (2002), además del
caso que aquí se detallará; en diálogo con fotografías de Graciela Iturbide,
la autora de Juchitán de las mujeres, 1979-1989 (2010), en el proyecto con-
junto Demerol without Expiration Date-El baño de Frida Kahlo (2008);
o con sus propias imágenes, cada vez más descentradas, fuera de foco,
difuminadas y fantasmáticas, en Perros héroes (2003), Los fantasmas del
masajista (2009) o Biografía ilustrada de Mishima (2009). Una hibridez
Salvador Elizondo, José Emilio Pacheco, Carlos Fuentes, Sergio Pitol o Carlos Monsiváis, entre muchos
otros, y otorgado por los propios pares, por los demás escritores –no lo olvidemos–, a través del Consejo
Nacional para la Cultura y las Artes (CONACULTA), y que en esta convocatoria contaba con un jurado
formado por Alí Chumacero, Margo Glantz –uno de sus mayores apoyos–, Juan Villoro y Bárbara Jacobs.
5 Aunque, últimamente, también a partir de la ilustración, en su colaboración con zsu szkurska, en
proyectos como Jacobo Reloaded (2014) o Retrato de Mussolini con familia (2015), o las portadas narrativas
de sus últimas ediciones en inglés en Phoneme Media, en traducción de Jacob Steinberg en el caso de
Jacob the Mutant (2015), y de David Shook, en The Large Glass (2016), The Uruguayan Book of the Dead
(2017), y también la reedición de Shiki Nagaoka: A Nose for Fiction (2017).
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6 Procedimiento presente también en otros artistas experimentales que juegan con el discurso escrito
y la traducción, como es el caso de Young-Hae Chang Heavy Industries, en Corea del Sur, por ejemplo,
en obras como Travelling to Utopia (Cfr. Walkowitz 203-234).
7 Brevemente, y sin ánimo de exhaustividad, cabe recordar algunos de estos procesos. Salón de belleza,
por ejemplo, fue adaptado al teatro en 2002 por Alberto Chimal e Israel Cortés, en un espectáculo dirigido
por este último y puesto en escena por la Compañía Raus (Compañía Mexicana de Circo de Cámara) en
el Centro Nacional de las Artes (Cenart). Jacobo el mutante ha sido coreografiada por el grupo de danza
Íntegro, dirigido por Óscar Naters e interpretado por Ximena Ameri y Alonso Núñez el 10 de mayo de
2013 en el Teatro de la Alianza Francesa de Lima. Otras obras del autor han sido también escenificadas,
de algún modo, como es el caso de la presentación de Perros héroes (2003) en el claustro de Sor Juana, en
México, en la que se aludía a una supuesta puesta en escena de la obra, en diversos lugares de la ciudad,
que nunca se había producido, o la adaptación en 2012 del relato “Bola negra” en la película homónima,
subtitulada “El musical de Ciudad Juárez”, realizada por el propio Bellatin junto a Marcela Rodríguez,
quien, asimismo, llevó a cabo la musicalización de fragmentos de ese mismo cuento.
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8 Algo más evidente, si cabe, en el subtítulo de su traducción al inglés, realizada por David Shook y
publicada en Phoneme Books: “a Nose for Fiction”, en cuya portada, además, se muestra lo que, en la
primera edición en español, en Sudamericana, se eliminaba: la nariz. La ausencia se hace presencia.
9 Nombre que ha sufrido una ligera variación respecto al original en su transcripción en caracteres
“roma-ji” (Ryunosuke) –aunque es cierto que, a veces, las vocales dobles japonesas se simplifican, como
en este caso– para crear, acaso, confusión en el lector, jugando con su probable conocimiento previo de
que “rino-” corresponde al prefijo de origen griego que significa “nariz”, hecho que puede desorientar a
algunos lectores y hacerlos dudar sobre la existencia de autor de tan oportuno nombre.
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10 Resulta mítica ya, la acción “Dobles de escritores” que llevó a cabo Bellatin (“¿Le gusta este jardín
que es suyo?” 60-61), cuando organizó en 2003 un coloquio con los autores Margo Glantz, Salvador
Elizondo, Sergio Pitol y José Agustín, al que, en verdad, acudieron actores que los interpretaron,
planteando la pregunta, una vez más, respecto a la importancia o a la necesidad de la presencia física de
un escritor más allá de sus palabras. Acción que recuerda, de algún modo, a la del cineasta experimental
alemán Alexander Kluge, y a su proyecto de reinterpretación de la historia, a partir de la grabación de
actores encarnando a grandes figuras del pasado.
11 Este proceso de ampliación o amplificación, si se emplea el calco del término latino de amplificatio,
utilizado para denominar una de las prácticas frecuentes en las traducciones medievales, es ya frecuente
en la obra de Bellatin, aunque quizás el caso más evidente sea el de Jacobo reloaded (2014), versión
extendida de Jacobo el mutante (2002), también a la manera musical, y que hace pensar en la fecunda
idea del homo sampler. Por otro lado, la técnica del ensamblaje de textos –tanto ajenos como propios–
que adquieren un nuevo sentido con su nueva publicación, reconfiguración y recontextualización ya
era practicada por las vanguardias históricas, con las que Bellatin dialoga, como es sabido, a través del
tiempo.
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12 Se mencionan también otros proyectos inconclusos como esa larga novela que se proponía como
la versión masculina del Genji monogatari (1008), cercana a La búsqueda del tiempo perdido (1913) de
Marcel Proust, y que acabará destruida por el fuego (Shiki Nagaoka: una nariz de ficción 18). Como
se recordará, el Genji monogatari fue escrito por Murasaki Shikibu, nombre que Bellatin toma como
punto de partida para El pasante de notario Murasaki Shikibu (2010b), el divertimento en homenaje a
su amiga y mentora Margo Glantz.
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13 Así, por ejemplo, Jaime Moreno Villarreal se encargaba de “Escritura y visualidad”; Gabriel Figueroa
impartió el curso de “El discurso fotográfico”, donde se proponía el trabajo con “fotografías dadas”, es
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decir, con “fotos viejas, colección de postales, fotos familiares o fotos tomadas de un viaje” (El arte de
enseñar a escribir 131); Milagros de la Torre proponía como ejercicio elaborar un “relato visual” (129)
en “Reestructurando la fotografía”; César Guerra también se ocupaba de esta cuestión en “Relato y
fotografía”; por su parte, Ximena Berecochea participó con el curso “Signo lingüístico y signo visual” y con
“Fotografía, simulación y narrativa”, esta última junto a Gerardo Montiel Klint –quien se ocupó asimismo
de “Intertextualidad en la nueva narrativa visual” –, en cuyo programa aparece, precisamente, el ensayo
de Joan Fontcuberta El beso de Judas. Fotografía y verdad (2015) como bibliografía de referencia (169).
14 No en vano, uno de los dos epígrafes que sirve de pórtico a Carta sobre los ciegos para uso de los
que puedan ver (2017) es una cita de Diderot que reza: “Recuerdo que alguna vez me he ocupado de esta
especie de anatomía metafísica y encontré que, de todos los sentidos, la vista es el más superficial (…)”
(7). Se trata de una nueva entrega de Bellatin donde vuelve a cuestionarse, una vez más, el supuesto
principio de autoría.
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15 Además, Bellatin (2001) especifica: “Procedencia de las ilustraciones: Archivos fotográficos de las
familias Nagaoka y Kasuga” (6). A continuación, como en algunas ocasiones hay varias fotografías en
cada página, se indicará, en cada caso, la posición en la que se encuentra la imagen concreta, bien sea
en la parte de arriba o en la de abajo.
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16 Alusión al también escritor mexicano de culto Pablo Soler Frost (México, 1965), que, en el momento
de la publicación de Shiki Nagaoka, había publicado De batallas (1984), aforismos sobre la guerra, y las
novelas Legión (1991), La mano derecha (1999) y Malebolge (2001), las dos últimas sobre el destino de la
familia Jensen, a la manera de una saga. Este narrador mexicano, además de ser también profesor de la
Escuela Dinámica de Escritores, comparte con Bellatin no solo amistad y complicidad sino la voluntad
experimental y la situación de sus relatos en lugares lejanos a México, normalmente en Centroeuropa.
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17 Esta información, como señalé al principio, fue aportada por mis informantes, las filólogas japonesas
Kobayashi Keiko y Okamoto Kayoko, en un primer momento, a las que se sumó, posteriormente, Fukuda
Yumeko. Véase también Dávila, 2012.
18 En este sentido, en su libro Seis paseos por los bosques narrativos (Lumen, Barcelona, 1996), Eco
cuenta la anécdota referente a El péndulo de Foucault y al lector que le escribió una carta preguntando
por qué no se había dado cuenta del incendio acaecido en el mismo lugar, el mismo día y a la misma
hora en que aparece relatado –por otro lado, con gran detalle– en un fragmento de la obra.
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recen citados una y otra vez autores reales y conocidos por todos o por
algunos (en el primer caso, el escritor mexicano Juan Rulfo y el peruano
José María Arguedas –ambos atraídos por las posibilidades narrativas de
la fotografía en su propia trayectoria literaria– y, en el segundo, Junichiro
Tanizaki y Rynosuke [sic] Akutagawa o Pablo Soler Frost y el especialista
en cultura japonesa Donald Keene), hecho que induce a la credibilidad de
lo narrado como anclaje en la realidad, el archivo fotográfico documental
adjunto es completamente ficticio, aprovechando la dificultad para com-
probar tanto las distintas grafías japonesas como el desconocimiento de
los sujetos retratados19, tal y como era de esperar y que revelaba el propio
Bellatin en otra entrevista, sin ambages:
Hay muchas fotos que son reales y otras están tomadas de otras
fotos. Todo se hizo de manera muy sencilla, en una mañana ya
estaba listo. Hay una mujer que aparece en aquellas fotografías,
¿recuerdas? Bueno, pues ella es una amiga suya. Berecoechea
le explicó la idea y ella le propuso ir a casa de su abuela. La
abuela sacó todo el baúl. Entonces hay fotos que son tomadas
por Ximena, luego fotos de los archivos de la abuela de su ami-
ga y también fotografías de objetos inventados por Ximena. Lo
más increíble de esto es que todo tiene el mismo tratamiento,
todo se presenta con la misma pátina. (Calera-Grobet 20)
Por este motivo, en este caso, es necesario que se establezca un equi-
librio entre el escepticismo y la credulidad, a un cincuenta por ciento20,
para poder entrar en el mundo de ficción o universo narrativo del autor,
dejándose llevar por la coherencia y verosimilitud del relato, sin com-
probar cada uno de los datos, sin pensar en la relevancia de los mismos,
a pesar de la sospecha razonable de la existencia de un posible juego
narrativo. Sólo cabe disfrutarlo, como sigue apuntando Bellatin en la
misma entrevista:
[...] Así se estructura el juego verdad-mentira-verdad-mentira,
y a medida que se avanza en el libro estas mancuernas –todas
inventadas, obviamente– resultan cada vez más absurdas. Esto,
19 De alguna manera, parodia, por supuesto, el prurito de críticos y biógrafos, que recogen hasta el
último, digámoslo, “fetiche” de un autor en un obsesivo afán coleccionista que, a menudo, se pone en
evidencia a sí mismo.
20 Apunta Fontcuberta (2015): “no debemos aceptarlo todo pero tampoco podemos rechazarlo todo.
La duda es simplemente una herramienta de la inteligencia” (120). A través de este juego, Bellatin
pone en evidencia las rutinas de las convenciones literarias de la biografía en que puede caer el lector,
proponiendo una contravisión que las desautomatice y desarticule.
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21 A quien Bellatin, claramente, homenajea en El gran vidrio (2007), que toma el título de la obra
homónima, también conocida como “The Bride Shipped Bare by Her Bachelors, Even” (1915-1923), creada
por ese alter ego duchampiano trans, Rrose Sélavy.
22 Objetos como los que el propio Bellatin escoge cuidadosamente y recoge de las ruinas urbanas de
los fraccionamientos abandonados de Ciudad Juárez para alinearlos, sacarlos de contexto y dotarlos de
un nuevo significado, en el musical Bola negra (2012), que realizara junto a Marcela Rodríguez.
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23 De forma acaso aún más contundente, Fontcuberta (2015) se pregunta: “¿Dónde pasa a residir,
entonces, el mérito de la creación? La respuesta parece simple: en la capacidad de dotar a la imagen de
intención y de sentido, en hacer que la imagen sea significativa” (53).
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24 El llamado crack puede leerse en paralelo, de algún modo, con el conocido McOndo, cuyas
propuestas coinciden temporalmente, justo hacia el final del pasado siglo y principio de milenio. De
forma muy sintética y esquemática, ambos grupos estaban constituidos por escritores que reivindicaban
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el cosmopolitismo, aunque, en el primer caso, estaba formado solo por autores mexicanos, mientras que
en la antología de Alberto Fuguet y Sergio Gómez participaron narradores transatlánticos, de distintos
países de América Latina y también de España (cfr. Fuguet y Gómez 1996 y Chávez Castañeda, et al. 2004).
25 Del mismo modo que se convierte a sí mismo en personaje comparsa en Biografía ilustrada de
Mishima (Bellatin 104), en la imagen 48, en un retrato con la leyenda o pie de foto donde se apunta “pareja
de analistas que trabajó el caso Mishima”, como bien ha sabido destacar G. Camenen (6).
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Bibliografía
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___. Los fantasmas del masajista. Buenos Aires, Eterna Cadencia, 2009.
___. Biografía ilustrada de Mishima. Buenos Aires, Entropía, 2009.
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