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DERECHO

ADMINISTRATIVO
Trabajo Parcial

UCA PARANÁ
Alumna: MORONI, Gina Camila
La Actividad Administrativa y los Derechos Humanos
Gina Camila MORONI, 2020

A mediados del siglo XX, en un clima de posguerra, la humanidad advirtió la necesidad


de crear instituciones supraestatales a las que puedan recurrir cuando vieran
violentados sus derechos básicos humanos. Surgieron entonces, varios Tratados
Internacionales de Derechos Humanos, y también organismos internacionales
encargados de velar por estos derechos.

Los Estados que suscribieron estos Tratados, se vieron comprometidos en cambiar


ciertos aspectos de sus ordenamientos internos y no solamente esto, sino que también
fue necesario un cambio de paradigma en la actividad estatal.

Esto es así, ya que los Tratados de DDHH no son meros documentos que contienen
una serie de enunciados. Son verdaderos pactos, alcanzados por el principio pacta
sunt servanda. Sobre esto, nuestra Corte Suprema de Justicia de la Nación, ha
afirmado que “... la Corte Interamericana precisó el alcance del artículo 1 de la
Convención, en cuanto los Estados parte deben no solamente “respetar los derechos y
libertades reconocidos en ella”, sino además “garantizar su libre y pleno ejercicio a toda
persona sujeta a su jurisdicción”. Según dicha Corte, “garantizar” implica el deber del
Estado de tomar todas las medidas necesarias para remover los obstáculos que
puedan existir para que los individuos puedan disfrutar de los derechos que la
Convención reconoce. Por consiguiente, la tolerancia del Estado a circunstancias o
condiciones que impidan a los individuos acceder a los recursos internos adecuados
para proteger sus derechos, constituye una violación del artículo 1.1 de la Convención
(opinión consultiva n.º 11/90 del 10 de agosto de 1990 –“Excepciones al agotamiento
de los recursos internos”– párrafo 34). Garantizar entraña, asimismo, “el deber de los
estados parte de organizar todo el aparato gubernamental y, en general, todas las
estructuras a través de las cuales se manifiesta el ejercicio del poder público, de
manera tal que sean capaces de asegurar jurídicamente el libre y pleno ejercicio de los
derechos humanos” (íd., parágrafo 23) ...”. (causa Giroldi, Horacio David y otro s/
Recurso de Casación, 1995)
Nuestro país, les dio rango constitucional a estos Tratados en la Reforma de 1994,
estableciendo que estos eran superiores a las leyes. Incorporaron algunos
directamente en el texto constitucional, y también establecieron un mecanismo para el
caso de suscribir nuevos Tratados en el futuro. El art. 75, inc. 22 y 23, establece, pues,
la inserción del Derecho Internacional de los Derechos Humanos en el ordenamiento
constitucional en sus dos sistemas: tanto en la esfera de los derechos y garantías,
individuales y colectivas, como en la del poder, en lo que hace a las potestades y
deberes del Estado nacional.[ CITATION Mor04 \l 11274 ]

Habiendo establecido todo esto, vemos entonces que efectivamente los Tratados de
Derechos Humanos inciden en las actividades del Estado. Yendo más a la materia que
nos interesa, cabe interrogarnos cómo afectó todo esto a la Actividad Administrativa.

Para responder a esta pregunta, debemos definir qué es la Actividad Administrativa, y


me gustaría utilizar las palabras de Allan Brewer-Carias, que la define de la siguiente
manera: “… la actividad administrativa es toda actividad desarrollada por los órganos
competentes de la Administración Pública o con autorización de la misma, de carácter
sublegal, realizada en ejecución de las funciones del Estado para el cumplimiento de
sus cometidos, y de cuyas consecuencias o efectos responden tanto los funcionarios
como las personas jurídicas estatales a las cuales representan.” [ CITATION Fra16 \l 11274 ]

Lo que no aclara esta definición, pero que sostienen varios autores, y comparto el
criterio, es que esos “cometidos” a los que se refiere Brewer-Carias siempre deben ser
llevados a cabo con el objetivo de alcanzar el interés general, respetando los derechos
humanos básicos de las personas.

El Derecho Administrativo ha tenido que adaptarse a este cambio de paradigma. El


Estado ya no es el centro del Derecho Administrativo; la persona lo es. Todo acto que
lleve a cabo la administración pública debe ser realizado con miras a la realización del
individuo, a la protección especial de la dignidad humana, a la paz social. Todos esos
principios inciden de manera directa ahora, en el actuar de la administración.

El cambio no fue radical, no se dio de un día para otro. El texto que nos han enviado,
cita al profesor Víctor Abramovich, que opina que este proceso no ha sido “lineal” y que
enfrenta obstáculos y problemas que en ocasiones implican retrocesos y que en
ocasiones depende de un escenario político en el país. No obstante ello, el sistema
contribuyó a algunos debates institucionales sobre “…las garantías procesales…el
derecho de ciertas víctimas que no logran el acceso igualitario a la justicia y sufren
patrones estructurales de impunidad..., como la violencia de agencias policiales y
penitenciarias”,[CITATION Víc \l 11274 ] etc, ha producido y está produciendo un cambio
dentro de la Administración, de gran relevancia para las instituciones.

Si bien los Derechos Humanos han tenido incidencia en varios ámbitos del Derecho
Administrativo, me gustaría profundizar en dos puntos en especial: el principio de
igualdad de armas, por un lado, y el poder de policía, por otro.

Principio de igualdad de armas

Este principio implica que, durante un proceso, haya equilibrio entre las partes,
equivalencia de oportunidades, homogeneidad razonable entre los medios. Está
establecido en la Convención Americana de Derechos Humanos, en sus arts. 8 y 24.

Lo expuesto, podríamos decir que choca de cierta manera con la denominada


“ejecutoriedad del acto administrativo”, contenida en el art. 12 de la Ley Nacional de
Procedimiento Administrativo N°19.549, que dice “ARTICULO 12.- El acto
administrativo goza de presunción de legitimidad; su fuerza ejecutoria faculta a la
Administración a ponerlo en práctica por sus propios medios -a menos que la ley o la
naturaleza del acto exigieren la intervención judicial- e impide que los recursos que
interpongan los administrados suspendan su ejecución y efectos, salvo que una norma
expresa establezca lo contrario. Sin embargo, la Administración podrá, de oficio o a
pedido de parte y mediante resolución fundada, suspender la ejecución por razones de
interés público, o para evitar perjuicios graves al interesado, o cuando se alegare
fundadamente una nulidad absoluta.”

Al respecto, el profesor González Mora cita al profesor Salomoni, que considera que es
necesario que “... el proceso se construya en todas sus fases, instancias y trámites de
forma equilibrada para las partes de modo que éstas no gocen de ninguna ventaja en
la exposición de sus alegaciones, que no sufran ningún trato discriminatorio o
injustificado de la Administración y valoración de las pruebas que menoscabe su
posición procesal, y que el fallo judicial se elabore de modo equitativo sobre el mismo
proceso...”, en virtud de lo cual “... la aplicación de estas normas y principios
emergentes de las mismas, amplía de tal forma las excepciones establecidas en el
Artículo 12 de la Ley N.º 19.549, que transforma tal excepción en principio: Por lo tanto,
el recurso interpuesto por el particular suspende, reitero, como principio, la fuerza
ejecutoria del acto (...) Y ello así porque, si la norma legal argentina establece esa
prerrogativa estatal; la norma constitucional supranacional establece la posibilidad de
la suspensión de la prerrogativa y la vigencia del derecho ante la interposición del
recurso por el particular. Éste es el verdadero sistema de equilibrio. Y ese sistema de
equilibrio está establecido en nuestro Sistema Constitucional...”. [ CITATION Mor04 \l 11274 ]

El Poder de policía del Estado

Dar una definición de poder de policía del Estado, no es una tarea sencilla, ya que hay
varias posturas al respecto. Sin ánimos de entrar en esa discusión y parafraseando a
Sagües, podría decirse que es una genérica potestad reglamentaria de los derechos
personales con que cuenta el Estado, al que alguna vez la Corte Suprema calificó
como facultad propia “de soberanía y gobierno”. Esto quiere decir que no hay derechos
absolutos y que, además, todos los derechos son reglamentables.

En esta materia, los Tratados Internacionales de Derechos Humanos han dado varias
directrices sobre la “forma” y el “contenido” de esta potestad.

En cuanto a la “forma”, González Mora sostiene que, “el principal punto en discusión
surge cuando el Poder Ejecutivo utiliza sus potestades de tipo legislativo y, por sí solo,
regula o reglamenta derechos de los ciudadanos, violando o excepcionando las
normas y principios que prohíben la legislación «material», como los arts. 14 y 28, 29,
30 y 42 de la Convención Americana de Derechos Humanos y el art. 4 del Pacto
Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales”. [ CITATION Mor04 \l 11274 ]
En este caso, por la supremacía constitucional que la misma Constitución les otorga,
los Tratados Internacionales están por sobre cualquier reglamento emanado del Poder
Ejecutivo, el cual no podrá bajo ningún punto de vista, contrariar a los mismos ni violar
los derechos que estos garantizan. Los Tratados son, entonces, una limitación a los
actos administrativos.

En lo que hace al “contenido” de las normas de policía, las mismas siempre deben
emitirse cuidando y velando por el cumplimiento de los pactos internacionales, sobre
todo los que se refieran a los derechos sociales.

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