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Universidad Nacional de San

Agustín de Arequipa

FACULTAD DE
ECONOMIA
HISTORIA ECONOMICA Y SOCIAL DEL PERU
GRUPO “A”
TEMA: FISCALIDAD Y GASTO DE GOBIERNO EN
EL PERÚ BORBÓNICO
Integrantes:
 Choque Charca Yarixa Jackeline
 Choque Jacho Lizeth Mayerly
 Gamarra Perez Rodrigo Reyner
 Huamansaire Huaman Ruth Evelin

2019

TEMA 17: FISCALIDAD Y GASTO DE

GOBIERNO EN EL PERÚ BORBÓNICO

1. IMPUESTOS COLONIALES
1.1. ¿Cómo se organizó la nueva forma de tributación?
1.2. Tribunal de Consulado
1.3. La Encomienda
1.4. Sistema Tributario Colonial
2. ESTRUCTURA BUROCRÁTICA DE LA REAL HACIENDA
2.1. Real hacienda
2.2. Consejo de indias
2.3. Casa de contratacion
2.4. Cambios de la real hacienda peruana
3. LA REAL HACIENDA PRE REFORMISTA
4. HACIENDA COLONIAL TARDÍA
5. GASTOS DEL ESTADO
INTRODUCCION:
1. IMPUESTOS COLONIALES
El tema nos trae a la memoria lo que ocurrió en el siglo XVIII contra la política
tributaria del gobierno español y que dio origen a revueltas populares a mediados de
enero de 1780, y tuvieron la virtud de incentivar nuestras ansias de emancipación.
[ CITATION Jos17 \l 3082 ]
La conquista española rompió con la lógica redistributiva del Estado inca. Se
establecieron enormes brechas sobre los españoles y el pueblo indígena, donde la
mayor carga tributaria recayó sobre esta última población.[ CITATION cec13 \l 3082 ]
La política tributaria de entonces estaba inspirada en la necesidad de cubrir los
enormes gastos que demandaba la militarización del vasto virreinato del Perú, las
cargas de la administración pública y las cada vez más crecientes demandas del rey
de España.[ CITATION Jos17 \l 3082 ]

1.1. ¿Cómo se organizó la nueva forma de tributación?


Se organizó en base a ordenanzas y mandatos del rey, de acuerdo con tasas o
regímenes tributarios establecidos. Además, la recaudación de los tributos estuvo
encargada a particulares que debían obtener un beneficio adicional por este trabajo.
Es más, la mayoría de veces, la recaudación de tributos se subastaba al mejor
postor. A esto se suma que las normas legales estaban escritas en alfabeto occidental
y en idioma español, la autoridad no mostraba dicha información y la interpretaba
arbitrariamente para su beneficio particular.[ CITATION cec13 \l 3082 ]

1.2. Tribunal de Consulado


Fue un juzgado privativo constituido en Lima (por real Cédula del 29- XII-1593)
por el gremio de los comerciantes para atender a los litigios y juicios a los que
dieran origen las transacciones comerciales y mercantiles. Se instaló recién el 13
-II- 1613 a virtud de una provisión dictada por el Virrey Marqués de Montesclaros.
Según sus ordenanzas debía efectuar cada año una junta general y designar 30
electores, a quienes le correspondía elegir un prior, dos cónsules y seis diputados
que representarían al gremio. Controló el crédito público, al distribuir entre el
gremio los donativos o empréstitos exigidos por la corona y recabó los impuestos.
De igual manera, reguló las tasas y aranceles, fijó el precio de las mercancías, fletó
navíos y armó la escuadra que defendía los barcos que desde Panamá llegaban al
puerto del Callao con mercancías. Fue suprimido en 1822 y en su lugar se creó la
Cámara de Comercio de Lima. Sin embargo, fue restablecido en 1829 y disuelto
definitivamente en 1866.
[ CITATION EDU15 \l 3082 ]

1.3. La Encomienda
Si bien la encomienda consistió en la entrega de indígenas en calidad de
encomendados a un español, a cambio de que este los convirtiera al cristianismo, lo
que ocurría en realidad era que los encomenderos usaban a los encomendados
(indígenas) para que trabajaran sus tierras y sus minas.
El objetivo original por las que fueron creadas las encomiendas no fue cumplido. Lo
cierto es que como resultado de la encomienda se obtuvo una enorme renta que se
distribuía entre la Corona, la administración virreinal y el propio encomendero (su
ganancia). Esto fue una fuente de ingreso muy importante para la administración
española, especialmente las del Virreinato del Perú.
[ CITATION cec13 \l 3082 ]

1.4. Sistema Tributario Colonial


El sistema tributario y las diferentes formas de recaudación de tributos en la Colonia
estuvieron organizados alrededor de las reducciones, las encomiendas y la mita
colonial. Las primeras fueron obra del virrey Toledo; las segundas, de origen
español y la última, de origen andino.

- La mita colonial.
La mita colonial fue la única forma como los indígenas podían obtener dinero,
que destinaban para el pago del tributo que les correspondía, ellos trabajaban en:
. Construcción de viviendas particulares.
. Labores en haciendas y plantaciones de vid, caña, olivo, tabaco, coca, etc.
. Cuidado y pastoreo de ganado de españoles. Obrajes etc.

- El almojarifazgo.
Fue establecido en 1573 y aplicado desde 1591. Era el portazgo que cobraba el
rey para garantizar el libre tránsito por sus dominios. Su tasa era del 5% por toda
mercadería que llegaba al reino y del 2% por toda mercadería que salía del
mismo. Para cobrarlo se medían los bultos con la palma de la mano y se cobraba
según el volumen. A partir de 1720, cuando se creó la Real Aduana, el sistema
cambió al método de pesado.

- Derecho de avería.
Era un impuesto ad valoren o de valor de la mercadería que se importaba hacia
las Indias, nunca dejó de crecer, pero finalmente fue anulado porque se prestaba
a todo tipo de fraudes y contrabando. Se empleaba para financiar a la armada
española que cuidaba las flotas de barcos comerciales del ataque de los piratas y
corsarios.

- Derecho de alcabala.
Reemplazó al almojarifazgo y a la avería en 1776. Ascendía a 6% como derecho
de entrada y 2% por derecho de salida. Se aplicó sobre todo producto europeo o
peruano introducido por vía marítima o terrestre. En 1778 se volvió al
almojarifazgo, el que fue fijado en 7% para bienes extranjeros y 3% para bienes
nacionales. Otros tributos importantes.

- El quinto real.
Este tributo consistió en la entrega al rey de España, de la quinta parte de los
tesoros de la conquista y más adelante, de metales preciosos extraídos del
territorio colonial.

- El diezmo.
Fue el tributo pagado en favor de la Iglesia, comprendía 10% de lo producido en
un ejercicio. El rey lo distribuía de la siguiente manera: 1/9 para él, 1/4 para el
obispo, 1/4 para la catedral y el resto para el clero secular.

- La alcabala.
Se aplicaba a toda clase de transacciones y era pagada por el vendedor. Se
obtenía dinero en efectivo.

- Importación de esclavos.
Se pagaba dos pesos por cada persona traída en calidad de esclavo. Además de
estos ingresos fiscales por concepto de impuestos, existieron ingresos por la
venta de azogue, sal y naipes a manera de estanco, y por la legalización de las
propiedades de tierras que habían sido repartidas entre los españoles
(composiciones).

- Sisa.
Impuesto indirecto al consumo de ciertos bienes que se aplicaba a productos de
bajo consumo; por ejemplo, el pago de dos pesos por cada cabeza de ganado
menor, un real por arroba de carne de vaca y cuatro pesos por cuerpo de cecina.

- Mojonazgo.
Pago de los comerciantes por el ingreso de productos a la ciudad. Por ejemplo,
en Tarma, el municipio cobraba cuatro pesos por cada botija de aguardiente que
ingresaba.

- Lanzas.
Era pagado por los nobles poseedores de títulos de Castilla, para compensar las
lanzas o los soldados que antes tenían que aportar a sus expensas, al ejército
real.

2. ESTRUCTURA BUROCRÁTICA DE LA REAL


HACIENDA
2.1 Real hacienda colonial
La hacienda es una forma de organización económica típica del sistema
colonial español que se mantuvo en Iberoamérica hasta las reformas agrarias
de la segunda mitad del siglo 20 el término se utiliza para describir un
latifundio de producción mixta agrícola ganadera como modelo de
organización y social procede de la Hacienda andaluza cuyo modelo se
empleó en América a partir de mediados del siglo XVII.

La Real Hacienda colonial era una propiedad agrícola operada por un


terrateniente que dirige a una fuerza de trabajo que le está supeditada,
organizada para provisionar un mercado de pequeña escala por medio de un
capital pequeño y dónde los factores de producción se emplean no sólo para la
acumulación de capital, sino también para sustentar las aspiraciones del
estatus del propietario. Sin perjuicio de esta definición clásica en ciertas
regiones y determinados periodos la producción hacendal bien podía estar
orientada principalmente a la exportación como Asimismo el aspecto del
estatus social podía estar notoriamente ausente, como amenaza en el caso de
las posesiones eclesiásticas.
ORIGEN:
La hacienda tuvo su origen en la sustitución del tributo de especies como
forma de aprovechamiento de los colonos por una producción específica
destinada a satisfacer las necesidades de los europeos así como la de la propia
fuerza laboral agrícola Ganadera y minera ciertas órdenes religiosas como los
mercedarios y los jesuitas desempeñaron un papel destacado en el
perfeccionamiento de este tipo de organización económica emplearon
diferentes formas de mano de obra caminando la fuerza de trabajo esclava los
restos de régimen de repartimiento mano de obra asalariada libre de la
Hacienda andaluza cuyo modelo se empleó en América a partir de mediados
del siglo XVII [ CITATION Kar17 \l 3082 ]

2.2 Consejo de indias


El Real y Supremo Consejo de Indias fue el órgano regulador de las
actividades políticas, administrativas y jurídicas de Indias más importante.
Entre sus funciones se encontraban la ejecutiva, legislativa y  judicial, además
de la de asesorar al Rey en la toma de decisiones que afectaban a los
territorios españoles de ultramar.
Desde el inicio de la conquista y colonización del Nuevo Mundo los asuntos
referidos a Indias eran tratados por el Consejo de Castilla hasta que debido al
aumento de la actividad llevó a ser creada en 1519 una sección especial dentro
de este mismo Consejo. Y en 1524 fue separado de éste por orden del rey
Carlos I fundando el Real y Supremo Consejo de Indias. Este organismo no
tenía un lugar fijo en sus inicios. Se solía encontrar en donde estuviesen las
Cortes en ese momento y no fue hasta que en 1561 se instaló en Madrid.
Sus miembros eran nombrados por el Rey y eran personas ilustradas y
competentes en las materias en que participaban, en su mayoría antiguos
funcionarios que ya habían servido en las Indias y que las conocían muy bien.
Su primer presidente fue el clérigo Juan García Loaysa y Mendoza. El
Consejo seleccionaba y presentaba ante el Rey a los posibles candidatos a
virreyes, gobernadores, oidores, jueces, etc., que serían enviados a las Indias.

El Consejo trabajaba durante la semana y preparaba un documento


denominado “Consulta” que era mostrado por el Presidente del Consejo al
Rey. El monarca lo revisaba y en el margen del documento escribía su
decisión final que era promulgada mediante Real Cédula y ordenada su
ejecución por el mismo Consejo. También el Consejo recibía las Reales
Órdenes, que eran disposiciones enviadas por el propio Rey y que tenían que
ser promulgadas inmediatamente. Ambos documentos se remitían al virrey y
las reales audiencias para su observancia.

Pero las funciones y estructura del Consejo de Indias no fueron uniformes a lo


largo de su existencia, sino que se produjeron diversos cambios para agilizar y
mejorar su funcionamiento. En el año 1600 se creó la Junta de Guerra de
Indias que trataría solo sobre temas bélicos y de defensa. Y también  la
Cámara de Indias en la que se gestionaba la distribución de mercedes y el
nombramiento en oficios seculares y eclesiásticos con la gestión del Real
Patronato por el cual se dirigía casi todos los aspectos de la iglesia indiana,
tanto en la recaudación de los diezmos como en la división de las diócesis. A
cambio de esta influencia la corona se obligaba a financiar los gastos del clero
en su misión evangelizadora.

Los cargos que componían el Consejo de Indias eran: el presidente, un fiscal


que velaba por los intereses de la corona, un Secretario del Perú y otro de
Nueva España, un escribano, un gran canciller que custodiaba el Sello Real,
relatores y contadores, el cosmógrafo Mayor de Indias, el cronista Mayor de
Indias y el abogado de los pobres.[ CITATION his \l 3082 ]

FUNCIONES DEL CONSEJO DE INDIAS GUBERNAMENTALES

 Desarrollar y proponer al Rey políticas relativas a Indias


(demográficas, indígenas, comercio, etc)
 Organización administrativa del territorio.
 Proponer personas para los cargos virreinales y de todo tipo.
 Gestionar el funcionamiento de las administraciones y nombrar un
Juez de Residencia.
 Revisar la correspondencia enviada desde América.
 Censura de libros.
 Regular el flujo de pasajeros a Indias.
 Vigilar la aplicación de la ley.
 Examinar y, en su caso, autorizar las propuestas legislativas recibidas
de las Indias.
 Elaborar las Reales Cédulas sobre las Indias.
 Examinar todos los aspectos religiosos.
 Examinar y decidir sobre temas militares y de defensa en la Junta de
Guerra de Indias, creada en 1600.
 Examinar las cuentas de los oficiales reales.

FUNCIONES DEL CONSEJO DE INDIAS JUDICIALES

 Ciertos asuntos criminales cometidos en la carrera de Indias, evasión


tributaria o contrabando.
 Apelaciones en lo civil que superasen los 40.000 maravedíes.
 Apelaciones de los Juicios de Residencia.
 Recurso de segunda suplicación.
2.3 Casa de contratacion
Creada mediante Real Cédula en 1503, en Sevilla, la Casa de Contratación
de Indias se encargaba de regular el comercio con las colonias americanas.
Además de realizar funciones comerciales, la Casa de Contratación
desempeñó un papel fundamental en el ámbito de la cartografía y
la navegación, puesto que estableció numerosas escuelas para navegantes que
sirvieron como precedente al resto de Europa. Gracias a sus funciones
hacendísticas, la Casa de Contratación de Indias ocupó un lugar fundamental
tanto en la administración del comercio colonial, como en las finanzas de la
metrópoli, e hizo de Sevilla, su sede, uno de los principales centros
neurálgicos del imperio.

LA EXCLUSIVIDAD DEL COMERCIO


Con el objetivo de evitar que la preciosa carga comercial fuera afectada por el
contrabando o los ataques de piratas, entre otras razones fiscales y militares, el
intercambio atlántico debía efectuarse exclusivamente entre Sevilla y los
puertos americanos de La Habana, Veracruz, Cartagena, Portobelo, Panamá y
Callao. Además, todos los navíos comerciales debían viajar juntos, en el
llamado sistema de flotas y galeones.
Este sistema beneficiaba el monopolio comercial andaluz, pues Sevilla debía
abastecer a las colonias de una larga lista de productos -desde hierro hasta
aceitunas- que, solo en teoría, el Perú no debía producir. De este modo, las
colonias serían mercados ideales para los productos españoles y para las
mercancías europeas comercializadas por España.

RUTAS COMERCIALES EN LA COLONIA


Se conocía como La Carrera de Indias a la actividad de los galeones que
debían transportar metales preciosos desde las colonias hacia España y, de
regreso, llevar a las indias productos desde la Península.
En la carrera intervenían dos flotas anuales, que eran escoltadas por barcos de
guerra, y que se dirigían a los dos virreinatos americanos.
La Flota de Nueva España llevaba mercancías a México, mientras que
los Galeones de Tierra Firme tenían como destino el virreinato del Perú.
La corona española controlaba todo el tráfico marítimo y comercial con las
indias a través de dos instituciones: el consejo de indias y la casa de
contratación. Esta última se encargaba de conceder licencias y registrar los
navíos, controlar y supervisar los cargamentos y llegó a funcionar como
tribunal de justicia en cuestiones de índole comercial.
LA COMPETENCIA PERUANA
El monopolio andaluz no pudo abastecer la gran demanda de bienes de las
colonias americanas. En el caso del virreinato peruano, el intenso desarrollo
de la economía interna gracias a la explotación minera, había impulsado el
florecimiento de una serie de actividades comerciales, como la textil y la
agrícola, que abastecían ya no solo a los mercados cercanos -asentamientos
mineros y ciudades- sino que empezaron a exportar bienes a otros territorios
coloniales.
Lima, gracias al puerto del Callao, articuló una extensa red mercantil
marítima, con circuitos desde Acapulco hasta Valparaíso, y que también se
vinculaba con los centros productivos dentro del territorio peruano. El
intercambio intercolonial de productos fue tan intenso que se convirtió en un
obstáculo para el sistema monopólico español. El caso de los vinos peruanos
resulta emblemático para entender el malestar de la Corona.
Durante el siglo XVI, los valles de Arequipa e Ica se volcaron a la producción
de vinos y aguardientes, productos que no solo fueron consumidos en el
virreinato sino que tuvieron una gran demanda en Centroamérica. En las
primeras décadas del siglo XVII el vino peruano había desplazado al español,
lo que motivó que la Corona prohibiera, bajo severas penas, su
comercialización en Panamá, Guatemala y Nicaragua.
Sin embargo, los productos europeos siguieron teniendo demanda en el Perú,
pues muchos de los productos peruanos no alcanzaban la calidad de los
importados.
PERU, MEXICO Y EL GALEON DE MANILAC
El intercambio de plata peruana por manufacturas mexicanas motivó una
temprana actividad comercial entre el virreinato del Perú y el de Nueva
España.
Desde 1570 empezaron a incorporarse a este intercambio comercial géneros
procedentes del lejano Oriente. Los productos asiáticos llegaban a Filipinas y
de allí eran trasladados a Acapulco en el llamado Galeón de Manila. El usual
desabastecimiento de los mercados americanos ocasionado por las prácticas
monopólicas sevillanas hizo muy atractivos productos como la seda, perfumes
y joyas fabricados en China, Indonesia y Japón, que usualmente eran mucho
más baratos que sus similares europeos. Así que México pasó a ser un
almacén para la reexportación de los productos asiáticos al Perú.
La casa de Contratación y el Consulado de Sevilla, encargados de controlar el
comercio marino con las colonias, señalaron en el siglo XVII que el tráfico
con las Filipinas había sido una de las principales causas del deterioro del
comercio atlántico.
Con la finalidad de salvaguardar los intereses de Sevilla, aquel tráfico fue
restringiéndose, y en 1631 se prohibió toda actividad comercial entre el Perú y
México, para evitar la fuga de plata peruana a Oriente. Sin embargo, el
comercio entre Perú y Filipinas continuó muy activo, aunque de manera
clandestina.
COMERCIO DIRECTO
El exitoso comercio americano atrajo el interés de las potencias europeas que,
agresiva o amistosamente, aparecieron en el mismo circuito de las flotas
españolas. Mercaderes franceses, italianos, flamencos e ingleses supieron
aprovechar la incapacidad de España para satisfacer la demanda americana de
productos. Hacia 1680, y teniendo como centro el puerto de Cádiz, los agentes
mercantiles no peninsulares acapararon el ochenta por ciento del tráfico
comercial. Los comerciantes del Perú, llamados peruleros, también supieron
sacar provecho de la situación. Esquivaron las ferias de Portobelo por sus
altos precios, burlaron los circuitos mercantiles sevillanos y la imposición
fiscal, y se embarcaron directamente a España para comprar a los proveedores
extranjeros.
Mientras tanto, Francia, Holanda e inglaterra establecieron puntos de apoyo en
el caribe para el comercio con las colonias americanas y, hacia fines del siglo
XVII, ya se habían establecido circuitos mercantiles directos con las colonias
españolas. A mediados del siglo XVII colapsó la fiscalización de las flotas,
cuyas excesivas cargas fiscales abrieron las puertas al contrabando. En el
caótico contexto de la guerra de sucesión española, el régimen de flotas y
galeones fue abolido oficialmente en 1739.

CREDITO Y COMERCIO
Fue posible acceder al crédito a través de la iglesia y los comerciantes. En el
caso de las instituciones eclesiásticas, las órdenes femeninas tuvieron un
importante papel, pues desembolsaron grandes sumas a favor del Estado y la
élite terrateniente. Por otro lado, se establecieron redes de crédito relacionadas
con el comercio, con prestamistas profesionales que empleaban sofisticados
instrumentos de créditos en sus transacciones.

LOS BANCOS PUBLICOS


Las operaciones bancarias realizadas por algunos mercaderes de Lima
obligaron al cabildo a legislar el funcionamiento de lo que se
denominó bancos públicos desde fines del siglo XVI. A partir de entonces
hasta 1604, existieron en Lima siete bancos, caso único en Hispanoamérica.
Los bancos públicos recibían depósitos y efectuaban operaciones crediticias
teóricamente vigiladas por la autoridades.
Pero como no había ningún control real sobre las inversiones de los
banqueros, los bancos fueron quebrando.
En la foto, un vale del Banco de Juan de la cueva (1615).

LOS PIRATAS Y EL CALLAO


El Callao fue hasta bien entrada la época colonial el puerto más importante de
la América española. Por eso no debería sorprender que fuera, en ese tiempo,
víctima de ataques de piratas, corsarios y filibusteros.
En 1579, el legendario corsario inglés Francis Drake llegó hasta sus muelles,
pero no se atrevió a desembarcar por temor al poderío del ejército real del
virrey Toledo. Ocho años después, en 1587, el corsario inglés Thomas
Cavendish se apresta a invadir el callao, pero las fuerzas españolas salen a su
encuentro y repelen ferozmente la invasión. Años después, en 1594, el pirata
inglés Richard Hawkins, al mando de su barco Linda, se enfrentó a la armada
española y resultó vencido.
En 1615, el terrible George Spilbergen, a mando de una flota holandesa, asoló
el puerto causando daños y gran zozobra. En 1624, el corsario holandés
Jacobo Clerck, mejor conocido como L´Hermite, ocupó durante tres meses la
isla San Lorenzo, desde donde realizó repetidas incursiones tanto al callao
como a otros puertos de la costa peruana. Tal fue el efecto del prolongado
asedio que las autoridades coloniales decidieron poco después edificar
grandes murallas defensivas contra este tipo de ataques. El último pirata inglés
que intentó llegar al Callao fue Thomas Davis, de la que se tiene noticia fue la
del filibustero francés Roggier Wodes, que no causó mayores perjuicios.
[ CITATION HIS \l 3082 ]

2.4 Cambios de la real hacienda peruana

REFORMAS BORBONICAS DEL SIGLO XVIII:

Las Reformas Borbónicas pueden comprenderse como un sistema


metropolitano del rey Carlos III para reorganizar las colonias americanas, y
significó un proyecto integral que abarcó las esferas económicas, sociales,
fiscales, urbanas, entre otras. En este sentido no es exagerado hablar de un
proyecto integral donde se articularon unos niveles con otros para llevar a cabo
los objetivos trazados. Vale decir, facilitar el tránsito a la modernidad.
Este ciclo evaluará el impacto de las Reformas Borbónicas en términos
urbanísticos, específicamente su aplicación en dos temas/lugares: los usos de la
plaza principal y la localización de los cadáveres. En segundo lugar, se
analizará cómo la producción minera peruana se recuperó en el siglo XVIII de
forma muy dinámica y vigorosa, así como por qué este ciclo venturoso llegó a
su fin, y las relaciones con la minería y la política económica de hoy. En tercer
lugar, se observará la nueva y la antigua representación de la femineidad en el
proyecto ilustrado de modernidad que considera que era la Naturaleza (la
biología), ya no la Providencia, la que dictaba roles distintos para hombre y
mujer en el espacio público y privado; los tipos de familia y los cambios y
permanencias en la sociabilidad de las mujeres, en Lima a fines del período
colonial. Por último se reflexionará sobre el siglo XVIII y las rebeliones, que no
solo fueron la culminación de una serie de revueltas menores que salpicaron el
Virreinato del Perú a lo largo y ancho de su territorio. Por ello, se analizará el
rol de las reformas fiscales que se llevaron a cabo para conseguir mayores
ingresos para la Corona española y poder afrontar la guerra con Inglaterra y
Francia. [ CITATION Gab \l 3082 ][ CITATION Abe18 \l 3082 ]
a) LA REFORMA ECLESIASTICA
 Esta reforma impuso el poder del estado sobre la iglesia.
 Expulsion de los jesuitas en 1767durante el gobierno del Virrey
Manuel de Amat. Sus bienes fueron expropiados y se les prohibe
imparter algun tipo de educacion creando un vacio cultural en el
imperio español.
b) LA REFORMA TERRITORIAL
 En 1717 se crea el virreinato de Nueva Granada.
 En 1776 se crea el virreinato del Rio de la Plata
 En 1796 se crea la Capitanía General en Chile
c) LA REFORMA ECONOMICA COMERCIAL
 E n 1778 se da el decreto de libre comercio
 Permitió la ampliación de la actividad mercantil, puso fin al Sistema
de flotas y galeones.
 Se Cierra la casa de contratación de Sevilla.
d) LA REFORMA ADMINISTRATIVA
 En 1784 se crean las intendencias: Huamanga, Huancavelica, Puno,
entre otras.
 En 1787 se crea la audiencia en Cusco
 Pone fin a los corruptos corregidores pero no mejora la situación de
los indígenas en el Perú

3. LA REAL HACIENDA PRE REFORMISTA


Con la llegada al poder del rey Fernando VI (1746-1759), los asuntos americanos
cobraron una importancia cada vez mayor en la agenda política interna de la Corona
española. Un reflejo claro de este renovado interés fue el desdoblamiento de la
Secretaría de Marina e Indias para dar origen a una secretaría privativa encargada de
las colonias ultramarinas: la Secretaría de Estado y de Despacho Universal de Indias
(1754). Y aun cuando el cambio no tuvo efecto de inmediato, debido a que ambas
secretarías quedaron perentoriamente en manos del ministro Julián de Arriaga
(quien las conservó hasta su muerte en 1776), el hecho de ser una instancia
independiente brindó a sus funcionarios la suficiente confianza e iniciativa para
emprender reformas más profundas en todos los ámbitos de la vida colonial y, en
forma especial, en el campo fiscal. En la Península, por entonces, el secretario de
Estado marqués de Ensenada llevó a la práctica uno de los programas de reforma
fiscal más ambiciosos del Antiguo Régimen: el catastro. El proyecto consistía en
suprimir todas las contribuciones tradicionales y suplantarlas por un solo impuesto
directo a la propiedad territorial y a la renta de las personas. Era, sin lugar a dudas,
uno de los planes más modernos y ambiciosos de la Europa de su tiempo, pues
rompía con los viejos privilegios de la nobleza y el clero que, por tradición, estaban
exentos de pagar contribuciones directas. Este plan requería el respaldo político de
un gran ministro como Ensenada, por lo que su salida intempestiva del poder en
1754 implicó el fin del proyecto y su archivo definitivo. Con ello, desapareció de la
agenda reformista la idea de implantar impuestos directos y se dio prioridad a la
búsqueda de contribuciones indirectas de fácil percepción y gran liquidez,
característica típica de un sistema tributario regresivo y anacrónico. A escala local,
la administración fiscal durante el tercer cuarto del siglo XVIII se caracterizó
básicamente por mantener las líneas maestras del reformismo borbónico inicial:
retorno al control estatal de algunas rentas fiscales y el “empoderamiento” del virrey
como cabeza del erario. Una consecuencia natural de la estatalización de la
recaudación fue el surgimiento de nuevas dependencias públicas encargadas de la
percepción de impuestos específicos, proceso que fue promovido por el virrey
Manuel Amat y Juniet (1761-1776). Las nuevas oficinas se distinguieron no solo
por su especialización, sino por tener una gestión separada y autónoma de los
oficiales de las cajas reales, aunque adscrita a la administración central de la Real
Hacienda. Tal fue el caso de la casa de moneda (que cobraba el impuesto del
señoreaje), la cual regresó bajo el control estatal en 1753; o la real renta de correos,
cuya administración fue asumida por el Gobierno en 1769, debido a la cancelación
de todos los contratos de arrendamiento con particulares para la expedición de
correspondencia. Más importante aún fue la creación, por real cédula de 1747, de un
monopolio estatal sobre la venta de tabaco (estanco del tabaco), el cual empezó a
funcionar a partir de 1753 y fue reglamentado por real cédula de 1759. La novedad
de este sistema radicó en que la recaudación de la renta no recayó en manos de los
oficiales reales, sino en una oficina independiente (la Dirección General del Real
Estanco de Tabaco de Lima), con sus propios trabajadores y su red de centros de
expendio al por menor (estanquillos). El relativo éxito de esta institución llevó a
construir una fábrica para la elaboración de cigarros en 1780, la cual no generó las
ganancias previstas, por lo que el proyecto fue abandonado en 1791. La Renta de
Tabacos tenía a su cargo ocho administraciones provinciales en Trujillo,
Huancavelica, Cuzco, Arequipa, Santiago, Concepción, Potosí y Cochabamba, así
como dos factorías para la recolección de la materia prima en Chiclayo y
Chachapoyas.38 La expansión de las oficinas del estanco llevó a las autoridades a
incorporar a su administración los otros productos menores también estancados:
naipes (1780), papel sellado y breas de Santa Elena y Amotape (1782) y pólvora
(1783). La Real Aduana fue otra dependencia establecida durante esos años a
instancias del virrey Amat, quien se quejaba regularmente de la excesiva carga que
suponía para los oficiales reales el cobro directo de los reales derechos (alcabala,
almojarifazgo, avería). Por ello, solicitó la creación de una administración separada
de las cajas reales, dedicada al recaudo de tales contribuciones. Sus reclamos fueron
escuchados por la Corona, que autorizó el establecimiento de Reales Aduanas en el
virreinato peruano por real cédula del 15 de noviembre de 1770. La primera aduana
fue erigida en Lima en 1773 y sus funciones fueron definidas por el Reglamento de
Comercio y Organización de Aduanas del Perú del 2 de octubre de aquel año. La
aduana de Lima contaba con una red de receptorías subalternas, cuya comisión
consistía en velar por el pago de impuestos en las provincias de Cañete, Pisco, Ica,
Palpa, Chancay, Callao, Santa, Huarochirí y Yauyos. Para cumplir eficientemente
su labor, fue necesario dotar a esta administración central de un personal numeroso
que incluía los cargos de administrador general, contador principal, tesorero,
contador de viento, oficiales mayores y menores, amanuenses, asesor, escribano,
vistas, alcaide, porteros, guardas mayores y de garitas, comisarios de guías, etc. La
expulsión de los jesuitas en 1767 y el ulterior secuestro de todos sus bienes
obligaron al Gobierno a crear otra institución privativa, encargada de la
administración de este gran patrimonio. Fue así como nació la Dirección General de
Temporalidades, cuya función era gestionar las propiedades bienes o inmuebles de
los jesuitas expatriados y cobrar los montos adeudados por su venta; mientras que el
uso o destino de las propiedades jesuitas fue encomendado a un comité especial
llamado Junta de Aplicación, formada por el virrey, el arzobispo y el regente de la
Real Audiencia. Temporalidades estaba conformada por un director, un tesorero, un
contador y otros trabajadores menores. La decisión de concentrar todas las
responsabilidades hacendísticas en manos del virrey (como resultado de su
nombramiento como superintendente general) no conllevó necesariamente a una
mejora sustancial en el manejo de las finanzas públicas. Por el contrario, los
sucesivos gobernantes —y de forma especial el virrey Amat y Juniet— se quejaron
de la sobrecarga de trabajo encomendado a su oficina, pues, según sus propias
palabras, El virrey ha de ser la cabeza que dirija la economía de los Tribunales de
Real Hacienda, como también las manos mismas para su cobranza, y aun para el
ajustamiento y liquidación de todas sus cuentas […] en fin, haga V.E. el ánimo que
en este Reino ha de ser oficial, procurador, pagador y aun otros ministerios
inferiores. Esta excesiva carga burocrática a la que se vio sometido el despacho
virreinal como resultado de la ampliación de sus atribuciones en materia de
Hacienda, sumado a las tremendas demandas en tiempo y recursos generadas por la
ampliación del ejército, a raíz de la movilización general decretada por el virrey
Amat en el contexto de la guerra contra Inglaterra (1761-1763), se convirtió en un
cuello de botella que retrasaba la gestión económica estatal. En ese contexto, fue
necesario reformular la organización de la Hacienda pública para aligerar el
despacho de los asuntos financieros, lo que conduciría indefectiblemente al recorte
de las atribuciones administrativas del virrey. [ CITATION BCR10 \l 10250 ] [ CITATION
Pat10 \l 10250 ]

4. HACIENDA COLONIAL TARDÍA (1787-1820)


La repentina desaparición de José de Gálvez en 1787 marcó el punto final de la
gran ola reformista borbónica en América. Casi inmediatamente después, la
Secretaría de Indias fue subdividida en dos: una para cuestiones de Gracia y
Justicia; y otra para Guerra, Comercio y Navegación. Eventualmente, ambas
secretarías serían suprimidas en 1790, por lo que todos sus asuntos pasaron a las
secretarías restantes. Nunca más las Indias tendrían un peso similar en los asuntos
de Estado como para merecer la creación de una secretaría privativa. Sin el
patronazgo de Gálvez, el visitador Escobedo debió abandonar el Perú en 1787,
concluyendo abruptamente su misión. Casi inmediatamente, le fue repuesta al
virrey su autoridad como superintendente general de Real Hacienda; en
consecuencia, reasumió el mando supremo sobre todos los asuntos concernientes
al erario y, de forma especial, la presidencia de la Junta Superior de Hacienda.
Este cambio terminó por sepultar la independencia de los intendentes con respecto
a la autoridad virreinal.

Otras iniciativas importantes también fueron abandonadas poco después del


deceso de Gálvez, como el sistema de contabilidad de doble entrada, que fue
suprimido por real cédula del 20 de octubre de 1787. La razón aducida fue que se
trataba de un método muy trabajoso para los oficiales reales, lo que aumentaba el
riesgo de que incurrieran en errores que podrían perjudicar toda la contabilidad.
Aun así, la Corona ordenó mantener algunas innovaciones introducidas por la
doble entrada, como la separación del líquido cobrado de las existencias del año
anterior.En 1788, se eliminó igualmente el Juzgado de Media Anata, cuyas
responsabilidades pasaron a estar a cargo de los oficiales de las cajas reales Desde
entonces, las autoridades introdujeron solo pequeñas modificaciones
(especialmente, en lo concerniente a la definición de las tasas impositivas) que no
variaron, en esencia, la estructura de la Hacienda Real establecida sólidamente
durante el mandato de los visitadores Areche y Escobedo. La feliz coincidencia de
un período de paz y una sana gestión financiera estatal, aunada a un aumento
constante de la producción minera, condujeron a un crecimiento acelerado de los
ingresos fiscales, lo que legitimó a ojos de los funcionarios españoles todo el
proceso de reforma; sin embargo, a partir de 1796, el erario se vio sometido a una
dura prueba de resistencia como consecuencia de la creciente demanda de fondos
por parte del Estado metropolitano y colonial para hacer frente a una serie casi
ininterrumpida de guerras externas (1796-1804 y 1808- 1814) y revoluciones
interiores (1809-1824). En este contexto, las autoridades introdujeron cambios
sustanciales en la legislación que no solo revirtieron muchas de las reformas
instauradas por los ilustrados ministros borbónicos, sino que transformaron las
mismas bases del sistema fiscal. Por ello, esta fase debe ser vista, más que como el
final del ciclo de reformas del setecientos, como un período de transición hacia el
nuevo sistema impositivo de la naciente República peruana. Las transformaciones
operadas en el fisco a partir de 1800 no fueron el resultado de un meditado plan
concebido desde la metrópoli, sino de las urgencias de un gobierno colonial
acicateado por las crecientes demandas de dinero para financiar al ejército realista
que luchaba contra los revolucionarios americanos. Por lo mismo, los cambios no
estaban inscritos dentro de un programa ordenado de reformas, sino que
constituían un conjunto bastante heterogéneo de normas dictadas por los virreyes
militares que gobernaron durante ese período: Fernando de Abascal (1806-1816) y
Joaquín de la Pezuela (1816-1820).

Las medidas aplicadas por ambos gobernantes fueron novedosas en varios


aspectos: entregaron cada vez mayores responsabilidades a comités consultivos no
gubernamentales, establecieron alianzas con la aristocracia criolla y cedieron el
control de varias contribuciones a corporaciones privadas. Esta política iba
claramente a contracorriente del centralismo borbónico, pues hizo retroceder el
Estado colonial a una etapa previa al reformismo decimonónico, cuando la
maquinaria hacendística todavía se encontraba parcialmente “privatizada” y en
manos de la élite local. Ahora bien, la decisión de Abascal y de sus sucesores no
estuvo dictada por la confianza o cercanía hacia los habitantes del país, sino
simplemente por las urgencias de la guerra revolucionaria que estalló en 1809.
Frente a este problema, el Virrey se decantó por una fórmula de consenso que
demostró ser la única alternativa viable en tales circunstancias: establecer un pacto
con la aristocracia local que le permitiera contar con el apoyo y la colaboración de
los criollos en la larga y cruenta guerra contra los numerosos focos de resistencia
anticolonial. En el ámbito de las finanzas públicas, esa política se tradujo en la
creación de nuevas contribuciones (cuyo cobro fue cedido al Tribunal del
Consulado) y el establecimiento de nuevos consejos consultivos para aumentar la
recaudación, los que desplazaron a la anticuada Junta Superior de Hacienda. Los
primeros cambios en esta dirección se produjeron incluso antes de la llegada de
Abascal al poder. En 1805, la Corona estableció un impuesto llamado subvención
de guerra, por el cual todos los barcos extranjeros debían pagar una sobretasa de
1,5% sobre los productos importados y le otorgó la potestad al Consulado para
realizar su cobro. Ese mismo año, el virrey marqués de Avilés designó al
Consulado como ente recaudador de una nueva tasa llamada Corsarios, cuyos
ingresos serían aplicados al acondicionamiento de barcos para realizar el corso en
las costas del Pacífico. En 1810, el virrey Abascal autorizó a la misma corporación
para cobrar una “contribución patriótica”, con la cual repagar el préstamo de un
millón de pesos que solicitó en 1809 para afrontar las urgencias militares
inmediatas. La invasión napoleónica a España abrió la caja de Pandora del
descontento incubado por largo tiempo a ambas orillas del Atlántico en contra del
absolutismo borbónico. El vacío de poder en Madrid llevó a los liberales españoles
a instaurar un gobierno representativo y constitucional en la cosmopolita ciudad de
Cádiz, el cual buscó reorganizar todo el imperio hispánico. Bajo este mandato, el
nuevo Gobierno parlamentario (conocido como las Cortes de Cádiz) abolió la mita
y el tributo indígena por ser incompatibles con los ideales liberales de igualdad (13
de marzo de 1811). La repercusión de esta medida para las arcas del Estado fue
brutal, porque suprimió de un plumazo uno de los puntales más importantes de la
recaudación, que representaba un tercio de los ingresos fiscales en 1811,en un
momento en que el resto de entradas fiscales estaba experimentando, sino una
contracción, sí un evidente estancamiento. Para empeorar el panorama, varias
colonias americanas aprovecharon la ausencia del rey para proclamar su derecho al
autogobierno bajo la fórmula de las Juntas de Gobierno. El esfuerzo de sofocar
varios de estos brotes insurreccionales fue dejado en manos del Gobierno virreinal
peruano, lo que aumentó considerablemente los gastos de defensa del régimen.
Frente al recorte de ingresos y a la continua expansión de los gastos, eran
necesarias medidas draconianas para aminorar el cuantioso déficit públicos,
medidas que difícilmente podían dictarse sin la anuencia expresa de los
contribuyentes. Bajo este contexto, se entiende la decisión de los virreyes de
convocar a comités asesores independientes de la Junta General de Hacienda,
conformados no solo por burócratas, sino también por connotados miembros de la
élite criolla peruana. El primero en crearse fue la Junta de Tribunales, establecida
por el virrey Abascal en 1811, con la misión de aprobar los nuevos impuestos para
el sostenimiento del Estado. Abascal planteó a la junta una serie de propuestas,
tales como incrementar el precio del tabaco, expandir la lotería pública a varias
intendencias, transferir ingresos de la Caja de Censos de Indios e igualar los
impuestos de aduana de Guayaquil a los del Callao. Aún más importante era
buscar algún mecanismo para gravar de alguna forma a la gran masa indígena.
Inicialmente, se propuso la creación de una “contribución provisional voluntaria”,
que no era otra cosa que el tributo enmascarado con un barniz liberal, el cual no
fue aprobado por las Cortes. Una iniciativa ulterior esbozada por el Gobierno
virreinal consistía en cobrar un impuesto a las tierras indígenas, siguiendo el plan
esbozado por los diputados de las Cortes de Cádiz de entregar a los indios, en
propiedad individual, las tierras comunales que usufructuaban desde tiempos
inmemoriales. Se trataba de un proyecto tan abiertamente revolucionario que
hubiera transformado para siempre la estructura de la tenencia de la tierra y las
relaciones sociales tradicionales de las comunidades andinas, basadas en la
propiedad comunal y la reciprocidad. Pero la tremenda tarea que representaba la
medición y reparto de las tierras, especialmente difícil en una época tan
convulsionada, hizo inviable su aplicación y mantuvo a las comunidades indígenas
relativamente libres del sistema impositivo hispánico.

El estallido de la revolución de Pumacahua y los hermanos Angulo en 1814, en


comunicación con otros movimientos insurreccionales en el sur del continente,
representó un nuevo desafío económico a la estabilidad del régimen colonial. Y
frente a la absoluta carencia de fondos se apeló, como de costumbre, a las
corporaciones de la capital. Así, en 1814, el Gobierno solicitó un crédito al
Consulado para enviar 1.500 soldados a Arequipa, con el objetivo preciso de
sofocar la rebelión de Pumacahua en aquella ciudad. Nuevamente, en 1815, fueron
tocadas las puertas del Consulado para solicitar cuatro préstamos que montaron en
conjunto un poco menos de 700.000 pesos.61 El Gobierno también buscó el apoyo
de otras corporaciones solventes como la Real Compañía de Filipinas y el Cabildo
de Lima, a las que obligó a contribuir con crecidos donativos y préstamos forzosos
que deterioraron su situación financiera.62 Una vez agotadas todas las fuentes
posibles de ingresos, el virrey se vio obligado a solicitar el consejo de una nueva
comisión independiente conocida como Junta de Arbitrios, constituida por el
arzobispo de Lima, el intendente de la capital, el prior del Consulado, dos
comerciantes, el alcalde, el síndico, el director del Tribunal de Minería, los
factores de la Compañía de Filipinas Pedro de Abadía y Juan Bautista de
Oyarzabal, el deán de la catedral, los directores de la aduana de Lima y del estanco
de tabaco, para formular una propuesta de arbitrio destinado a solucionar la
pavorosa caída de ingresos del Estado. En ella, planteó un vasto conjunto de
medidas, dentro de las cuales destaca un nuevo impuesto que sorprende por su
grado de modernidad. El plan de 1815 incluía los siguientes puntos:

 Aumento de la alcabala del 6 al 7%.


 Incremento del almojarifazgo del 3 al 4% y aplicación de una tasa de 6% a
los artículos importados y 2% a los exportados, que hasta entonces estaban
libres de derechos, y la subida de la tasa para los productos importados desde
Panamá a un nivel de 20% para los permitidos y 16% para los prohibidos.
 Aplicación de una tasa adicional sobre los productos importados de Chile: 1
peso por fanega de trigo y 1 peso por quintal de sebo.
 Instauración de un impuesto de 7% al tráfico de cabotaje de productos que
habían estado previamente exentos de derechos, como jabones, pitas, lanas,
cordobanes y textiles producidos básicamente por las comunidades
indígenas. Los vinos pagarían 6% de alcabala y 3% de almojarifazgo,
mientras que las piedras de sal de Huacho pagarían 2 reales por cada una.
 Incremento del diezmo minero en un real por marco adicional.
 Establecimiento de un impuesto sobre la propiedad predial urbana a una tasa
de 5%.
 Imposición de una tasa del 5% sobre los réditos de capitales impuestos.
 Incremento del derecho de sisa.
 Instauración de una contribución a todos los locales públicos que brindaran
algún tipo de servicio como fondas, cafés, tambos y casas de hospedaje.
 Imposición de un gravamen a todos los coches que circulaban por la capital.
 Establecimiento de un empréstito patriótico para solventar los gastos de la
guerra.
 Restablecimiento del tributo indígena, aunque en condiciones más flexibles.

Esta serie inopinada de medidas tributarias, que combinaba impuestos de aduana,


contribuciones directas, indirectas y de capitación (el regreso del tributo), muestra
claramente a un Gobierno desesperado, que trataba de extraer hasta el último resto
de una olla casi vacía para obtener recursos de cualquier índole. De todas estas
iniciativas, la más redituable fue la imposición de sobretasas a los productos
chilenos que, en conjunto, podía aportar un poco menos de un cuarto de millón de
pesos. De esta forma, los ingresos de aduana producto del intercambio recíproco
entre el Perú y la capitanía del sur se convirtieron en un recurso vital que sostuvo
financieramente al régimen. Más importante por su significado era, sin lugar a
dudas, el impuesto que gravaba con una tasa fija la posesión de predios rústicos y
urbanos. La novedad de esta contribución fue su naturaleza directa y progresiva,
pues recaía básicamente en las clases propietarias cuyas riquezas estaban
conformadas por bienes inmuebles. Y, a diferencia del fracasado proyecto de
catastro del marqués de Ensenada que no pudo ser llevado a la práctica por la
reticencia de la aristocracia española demasiado encadenada a los valores y
privilegios estamentales del Antiguo Régimen, la aplicación de esta contribución
territorial sí fue efectiva en el Perú, pues los grupos acomodados no tuvieron más
remedio que participar activamente en el sostenimiento del Estado para evitar el
derrumbamiento del orden colonial. Las urgencias financieras del régimen fueron
in crescendo a medida que pasaban los años, lo que llevó al nuevo virrey, Joaquín
de la Pezuela, a conformar una nueva junta conocida como Comisión Permanente
de Arbitrios.

instalada en 1816. Este comité estaba integrado por el intendente de Lima, el


regente del Cuzco Manuel Pardo, el ex intendente de Arequipa Bartolomé María
Salamanca, el oidor de Charcas Yrigoyen, el rector de San Marcos José Cavero, el
factor de la Compañía de Filipinas Pedro de Abadía y los riquísimos comerciantes
José de Arizmendi y Francisco Javier de Yzcue.65 El primer problema que
debieron enfrentar los miembros de esta comisión fue la crisis financiera
provocada por la pérdida de Chile a manos de las fuerzas revolucionarias
comandadas por el general José de San Martín en 1817. La conquista de Chile no
solo privó al Gobierno de la fuente más importante de ingresos de aduana por la
importación de trigo y sebo (calculados en un millón de pesos), sino que implicó la
virtual interrupción del tráfico legal con España a través de la ruta del Cabo de
Hornos, pues las fuerzas navales chilenas declararon el bloqueo de las naves
españolas que hacían el tráfico con el Perú. Frente a esta crítica situación, en 1818,
el Gobierno de Pezuela propuso una reforma radical que rompía con el antiguo
sistema monopolístico español: el comercio libre con Inglaterra. El motivo
principal para formular esa medida fue aumentar los impuestos al comercio,
mediante la apertura de los puertos peruanos a los barcos de bandera británica.
Esta iniciativa demuestra el pragmatismo de Pezuela, quien se daba perfecta
cuenta de que el monopolio era una auténtica quimera en las circunstancias
actuales de guerra revolucionaria e inseguridad marítima (debido a la existencia de
una flota corsaria en aguas del Río de la Plata y Chile), por lo que resultaba lógico
legalizar el tráfico extranjero que, ya para entonces, había logrado sentar sus reales
en distintos puntos de la América hispánica. En todo caso, la entrega del comercio
nacional a manos británicas era un sacrificio que redituaría suficiente dinero para
mantener a flote al régimen colonial, aunque a costa de la conquista del mercado
interno por parte de una gran potencia comercial. Si bien esta iniciativa no
prosperó debido a la intransigencia del Consulado, cuyos miembros más
prominentes eran españoles que temían perder la exclusividad para internar bienes
en el virreinato, el virrey otorgó varias licencias de comercio a mercaderes
peruanos y naves extranjeras que acoderaban en el Callao para mantener
relativamente abastecido el mercado nacional. Durante los postreros años del
régimen colonial, el Gobierno sobrevivió merced a una combinación de ingresos
fiscales de fácil percepción (especialmente, las rentas de aduana y el resucitado
tributo indígena) y la exacción de los grupos acomodados dentro de una lógica de
economía de guerra. El empeoramiento del conflicto bélico fue, así, en detrimento
permanente de las élites peruanas que debieron elegir entre quedarse para sufrir la
desposesión de gran parte de su patrimonio o emigrar a España para rehacer sus
vidas con la poca fortuna que les quedaba. De esta forma, la crisis del Estado
colonial arrastró a la clase empresarial que sufrió una terrible descapitalización
que condujo a la postración del conjunto del aparato productivo nacional. Esa fue
la triste herencia de la guerra de independencia a la naciente República peruana.
[ CITATION BCR10 \l 3082 ][ CITATION Pat10 \l 3082 ]

5. GASTOS DEL ESTADO

Bibliografía
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cecilia12. (5 de 10 de 2013). blogspot. Obtenido de
http://latribucionperuana.blogspot.com/2013/10/la-tributacion-en-la-colonia.html
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http://educared.fundaciontelefonica.com.pe/sites/virreinato-peru/insteconomicas.htm
Joffré, G. R. (s.f.). Ilustración y reformas borbónicas en el Perú del siglo XVIII.
Luna, P. A. (2010). La economía del periodo colonial tardío. La herencia económica del virreinato
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Minaya, A. C. (2018). Historia Mundial y del Peru . Arequipa: Polimatiz.
mundo, h. d. (s.f.). Historia del nuevo mundo . Obtenido de Historia del nuevo mundo .
PERU, H. D. (s.f.). Comercio en el Virreinato .
Topusco, K. T. (2017). La hacienda Colonial .
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