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APROXIMACIÓN AL ANÁLISIS DE LA RUPTURA DEL LENGUAJE

DESDE UNA PERSPECTIVA PRAGMA- DIALÉCTICA EN ALICIA A TRAVÉS


DEL ESPEJO DE LEWIS CARROLL

NATALIA FLÓREZ PACHECO

PROYECTO DIRIGIDO POR


JORGE SIERRA MERCHÁN

PROYECTO DE GRADO PARA OPTAR AL TÍTULO


DE PROFESIONAL EN ESTUDIOS LITERARIOS

FUNDACIÓN UNIVERSIDAD AUTÓNOMA DE COLOMBIA


FACULTAD DE CIENCIAS HUMANAS
NOVENO SEMESTRE
BOGOTA 2019
Dedicatoria
ÍNDICE

Introducción

1. La teoría pragma- dialéctica de Frans Van Eemeren y al principio cooperativo de Grice

1.1. Pragmática en la ficción literaria

1.2. Argumentación y comunicación

1.3. Implicaturas conversacionales

2. Las falacias y el principio cooperativo en Alicia a través del espejo

2.1. Diálogo con el Mosquito

2.2. Diálogo con Tararí y Tarará

2.3. Diálogo con la Reina Roja

2.4. Diálogo con Tentetieso

2.4.1. Significación de los nombres

2.4.2. La edad de Alicia

2.4.3. Significado de las palabras

2.4.4. Conclusión del diálogo

2.5. Diálogo con el Rey

2.6. Diálogo con el Caballero

2.6.1. La mente y el pastel

2.6.2. El título de la canción

2.7. Diálogo con las dos reinas

2.8. Incomprensión del gato por parte de Alicia

Conclusiones

Bibliografía
Introducción

La presente investigación analiza la obra Alicia a través del espejo de Lewis Carroll desde

la teoría pragmadialéctica de Frans van Eemeren y Rob Grootendorst. Sin embargo, dicha

teoría es aplicada solo en contextos reales, por lo que, para usarla en una obra de ficción, es

necesario explicar cómo funciona la pragmática en las distintas ficciones literarias. A partir

de esto, se comprende porque la teoría pragmadialéctica sirve para analizar la ruptura del

lenguaje que sucede en la obra. Los diálogos entre Alicia y los personajes al otro lado del

espejo rompen las reglas de la discusión crítica que plantean van Eemeren y Grootendorst,

generando las falacias. Las reglas son los pasos para que una disputa entre dos sujetos sea

concluida de manera exitosa, sin ellas la discusión no llega a ningún lado. Las falacias que

se presentan en los distintos diálogos y qué reglas se rompen es el enfoque de este análisis.

Por otro lado, surge una problemática, las obras de Carroll, en especial Alicia en el país

de las maravillas, ya se han analizado desde las rupturas del lenguaje. Algunas

investigaciones analizan esta ruptura, partiendo de la teoría de actos de habla que plantean

tanto Austin, en su libro Como hacer cosas con palabras, como Searle, en su libro Actos de

habla. Ensayo de filosofía del lenguaje. Otras parten de la teoría del lenguaje privado de

Wittgenstein, enfocándose en los diálogos entre Alicia y Humpty Dumpty Dichas teorías

son útiles porque dan cuenta que hay una posibilidad existente para analizar los usos del

lenguaje o los sinsentido que se presentan en la obra. Así mismo, Estas teorías abren las

puertas para otros tipos de análisis, que usan como enfoque las problemáticas del lenguaje,

pues demuestran que desde teorías filosóficas o lingüísticas se pueden analizar obras

literarias. Por lo tanto, hay un antecedente claro a la hora de analizar las obras de Carroll.

Las distintas investigaciones que se han realizado referente a la novela de Alicia a través

del espejo sirven para observar los objetos de estudio de donde estas parten. Estas dan la
base para determinar los límites, y los vacíos que cada estudio posee. Sin embargo, para la

perspectiva que se quiere ahondar en Alicia es importante tanto comprender la lógica como

la retórica, pues los silogismos y la argumentación se aplican en ambas vertientes.

Teniendo en cuenta lo anterior, nace esta investigación, la cual tiene como objetivo

elaborar un ensayo crítico-literario, en el cual se analice la obra Alicia A Través del Espejo

desde la perspectiva pragma-dialéctica de Van Eemeren y desde la intencionalidad del

hablante de Grice. De la cual se toman tres conceptos. Primero, el descarrilamiento de las

maniobras estratégicas, dicho descarrilamiento tiene como consecuencia las falacias, el cual

se genera al romperse alguna de las reglas de la discusión crítica, por lo tanto, la disputa no

termina de manera exitosa. Segundo, las intenciones del hablante. Cuando se tiene una

disputa, la proposición que emite el sujeto va con una intención específica. Es decir que, el

sujeto realiza una serie de actos ilucocionarios. Tercero, para que una disputa sea exitosa es

necesario partir de los puntos de vista sostenibles, de esta manera es posible determinar

cuáles son los puntos de vista en los que está fundamentada la disputa.

En esta medida, también es necesario comprender el principio cooperativo que menciona

Grice. El cual hace alusión a que una disputa solo puede solucionarse si las dos partes se

ayudan mutuamente, sus proposiciones son claras, dan la información necesaria y son

verdaderas. Esto debe ser aplicado tanto por el protagonista como por el antagonista en la

discusión. Sin este principio de cooperación la disputa nunca llegaría a ser resuelta, dado

que ambos sujetos deben tener puntos de vista comunes, acordados al principio de la

discusión.

A través de esta teoría se tiene otra perspectiva y otro enfoque para estudiar la obra,

puesto que los juegos de lenguaje que en ella se plantean han sido analizados desde los

actos de habla, los silogismos, los absurdos, la parodia, entre otros; sin embargo, los
diálogos de Alicia no se han analizado como falacias, rupturas de las maniobras

estratégicas, las cuales son necesarias en una discusión crítica. De esta manera, el estudio

que planteo pretende estudiar los diálogos en la obra desde la argumentación escrita, y

como en el contexto de la ficción también se pueden observar fallas que se comenten en las

conversaciones que tenemos en el contexto real.

El capítulo 1 tiene tres apartados. El primero explica cómo funciona la pragmática

dentro de las ficciones literarias, de esta manera comprendemos por qué la teoría

pragmadialéctica puede ser utilizada para analizar literatura, aunque dicha teoría fue

pensada para ser aplicada en contextos reales. El segundo da cuenta de la primera parte de

la teoría pragmadialéctica, así mismo, introduce las formas correctas de argumentar, cuáles

son las reglas de la discusión crítica y cómo terminar las disputas de manera exitosa. El

tercer apartado es una ampliación del principio cooperativo, explicado en el segundo

apartado, planteado desde Paul Grice. En el capítulo 2 se analiza la obra Alicia a través del

espejo desde las falacias, rupturas de las reglas de la discusión crítica explicadas en el

primer capítulo. Para ello se utiliza la segunda parte de la teoría pragmadialéctica.


Capítulo 1

La teoría pragma-dialéctica de Frans Van Eemeren y Rob Grotendorst y las

implicaturas conversacionales de Grice

En este primer capítulo, introduzco tanto la teoría pragma-diálectica de Frans Van Eemeren

y Rob Grootendorst como las implicaturas conversacionales de Paul Grice, las cuales serán

aplicadas en el momento de analizar la obra Alicia a través del espejo de Lewis Carroll. No

obstante, para comprender por qué analizo una obra literaria, partiendo de una teoría que

solo ha sido aplicada a contextos reales es necesario conocer cómo funciona la pragmática,

la argumentación y los actos de habla dentro de la ficción literaria. En la segunda sección,

introduzco cómo funciona la argumentación en la teoría ya mencionada. El capítulo finaliza

con la explicación de las implicaturas conversacionales.

1.1 Pragmática en la ficción literaria

En primera medida, es necesario comprender cómo funciona la pragmática dentro de las

ficciones para así entender por qué una teoría solo aplicable a contextos reales, como lo es

la teoría pragma- dialéctica de Frans van Eemeren y Rob Grootendorst, se puede aplicar en

la obra Alicia a través del espejo. Para explicar esto, tomo como base dos textos:

Introducción a la pragmática de la ficción literaria de Álvaro Bautista Cabrera y Relatar

lo ocurrido como invención de García- Carpintero.

Ambos autores se enfocan en dos teorías para explicar la pragmática dentro de las

ficciones. Por un lado, dan cuenta de la teoría de los actos de habla, planteada por Austin;
por el otro, la teoría de los mundos posibles. En su ensayo “Fingir” 1 Austin explica las

ficciones desde los fingimientos. Sin embargo, la palabra fingir o simular tiene distintas

definiciones, dadas por diferentes autores. Algunos de ellos son, Moliner 2, Searle3 y

Ballester4, quienes a su vez plantean otras maneras de entender la ficción.

Moliner para definir “ficción” explica que está proviene del latín “fingo”, “fingiré”.

Según ella, la palabra ficción tiene tres significados: primero, la acción de fingir o simular;

segundo, la invención, algo que es inventando (ficción literaria), y tercero, algo imaginado

(fantástico). En cuanto a la acción de fingir, el estudio de Austin plantea que cuando nos

referimos a esa acción, en primera medida se debe comprender que fingir no es lo mismo

que imitar, aunque hay imitaciones también hay disfraces, también se disimula. En segunda

instancia, fingir enmascara la realidad y la intención de un sujeto. Por otro lado, el fingir es

diferente al engaño, “el engaño es tan rico que encuentra muchos más mecanismos de

desorientar, camuflar, disfrazar, ocultar, que los de las ficciones” (Cabrera, 2017, pág. 35).

Además de esto, el fingir puede ser un pretexto, pues este alude a una razón no real.

No obstante, en el lenguaje ordinario se cree que mentir y fingir es lo mismo. Cuando se

emite algo pragmáticamente la persona que lo emite cree que aquello que expresa es

verdad, pero cuando se miente se hace creer que lo que se dice es verdad, aunque no lo sea;

esto se relaciona con la teoría de los actos de habla de Austin, dado que él refiere a este tipo

de actos como “actos insinceros”. En la literatura de ficción, la intención de engañar no se

aplica, dado que entramos en un juego con el autor. Es el deseo de ilusión y fantasía del

1
El titulo original es Pretending que significa “pretender”. Sin embargo, Alfonso García Suarez, el
traductor de este ensayo, opto traducir prentending como fingir para que se adecuara a los distintos
contextos.
2
Refiero a la obra Diccionario de uso del español (1966.67).
3
Refiero al ensayo “El estatuto lógico del discurso de ficción” (1979).
4
Refiero a la obra El Quijote como juego (1975)
lector el que simula que se le está engañando, como si el autor de ficción le propusiese al

lector un dispositivo para que se autoengañe. (Cabrera, 2017, p. 49)

Torrente Ballester en su libro El Quijote como juego (1975) dice que tanto el autor como

el lector son participes de un juego, en el cual se finge creer que aquello que se enuncia es

verdad. Mientras que Pavel en su libro Mundos de ficción (1995) menciona que la ficción

no debe ser disminuida al considerarla un engaño o un fingimiento, pues esta alude a

mentiras simuladas, que en ocasiones sirven para inspirar al mismo lector.

Sin embargo, uno de los representantes de la teoría de actos de habla en la ficción es

John Searle. García carpintero menciona que “la teoría de Searle pretende acomodar estos

dos hechos, (1) que las palabras y otros elementos de una historia ficticia tienen sus

significados usuales, mientras que, (2) las normas vinculadas a esas palabras y elementos

que determinan sus significados no son satisfechas” (García-Carpintero, 2016, p. 47). Así

mismo, Searle también menciona que la ficción finge actos de habla, pero a diferencia de

Austin o de Moliner, él considera que en la ficción lo que se utiliza son otro tipo de actos de

habla.

Por lo que se puede decir que la ficción tiene sus propios actos de habla, permeados por

las aseveraciones. Searle menciona que el acto de aseverar es definido por el compromiso

con la verdad; el hablante debe proporcionar datos y razones que logren defender la

proposición emitida; dentro del contexto en el que se maneje la proposición, tanto para el

autor como para el público, se debe tener la misma noción de verdad o falsedad, y el emisor

tiene el compromiso de creer la verdad que la proposición expresa.

En un contexto real cuando un hablante enuncia algo se compromete con que lo que dice

sea verdad. Por esta razón, existe la regla de sinceridad. Pero en la ficción no funciona de

esa manera. Searle en el ensayo “Estatuto lógico del discurso ficcional” (1979) dice que “el
autor del trabajo de ficción simula realizar una serie de actos ilocucionarios generalmente

de tipo asertivo” (Searle, citado en Cabrera, 2017, p. 40).

En la ficción se simula la ilocución, pero no está el compromiso que en un contexto real

se adquiere al usarla. Sin embargo, para simular una acción que estoy realizando, debe

comprenderse que esta acción se compone de subacciones, es decir, si lo que se quiere es

golpear a alguien, esta acción se compone de movimientos que al final logran el objetivo de

golpear a la persona; si simulo golpearlo aun así debo realizar estos movimientos. Es decir,

no porque se esté escribiendo una obra que simula la realidad, significa que no tenga que

ser verosímil, pues si el autor, como propone Cabrera, quiere que el lector entre en el juego

de autoengañarse, la obra debe ser verídica con la realidad que propone.

Por otro lado, está la teoría de los mundos posibles. Walton en su libro Mimesis and

Make-Believe (1990) relaciona la ficción con la imaginación. Al imaginar, soñamos o

fantaseamos, pero lo que imaginamos también tendría contenido proposicional, dado que la

obra puede transmitirnos sentimientos, olores o sonidos, sin embargo, lo que creemos

experimentar es una ilusión. Esto determina que el contenido de una aseveración debe ser

capaz de reproducir un mundo posible con las distintas posibilidades de ese mundo. En este

sentido, la ficción estaría relacionada con la imaginación, pues el autor de determinada obra

no solo debe comprometerse con la verdad en ese mundo posible, sino que también produce

estados psíquicos, en los cuales se generan sentimientos que nos ocasionan los mismos

personajes. Teniendo en cuenta, que las distintas ficciones corresponden a diferentes

mundos posibles, las verdades fictivas deben estar en relación con todas las verdades

fictivas de la obra.
Lewis menciona que “cualquier oración de la forma F(P)5 es verdadera si P es verdadera

en todos los mundos posibles en que se realiza la trama de la ficción” (García-Carpintero,

2016, p. 76). Esto nos da a entender que lo que diferencia a la ficción no es la falsedad de

las proposiciones, puesto que estas podrían ser verdaderas, sino que al fingirse actos de

habla que pretenden ser algo que no son, y si en esos actos hay descripciones de la

naturaleza, estas proposiciones serían verdaderas en el mundo posible de la ficción a la que

pertenecen. Por lo tanto, pesa más la fuerza ilocutiva con la que son emitidas que si son

verdaderas o falsas. Además, Lewis piensa que dentro de una historia debe haber

proposiciones reales, y que contar historias es un acto real en sí mismo.

Iser en su libro El acto de leer menciona que la ficción imita los actos ilocucionarios. Es

en la obra donde se determina, por medio de su contexto particular, el alcance de los actos

de habla. La intención del autor es generar determinados efectos en el lector, por lo que

construyen el texto de tal manera para que estos sucedan. No obstante, se debe comprender

que las ficciones y lo que se emite en ellas puede ser considerado no serio, pero en el

mundo del personaje las palabras que se emiten, las promesas que se realizan son reales

para el personaje. Referente al discurso de ficción Iser dice lo siguiente:

El discurso de ficción (…) es un acto de habla comunicativo que se realiza en cada obra

mediante una selección de convenciones, cuyo procedimiento aceptado está constituido

según esté constituida la obra de ficción como una estrategia que hace temblar las

convenciones, las altera o las transforma. (Cabrera, 2017, p. 81)

Por lo que, Iser refiere que el discurso de ficción le da al lector todas las posibilidades

para que el complete el contexto. Entendemos a su vez, que en la ficción se producen

objetos imaginarios que solo se vuelven reales de manera simbólica, pues estos se generan
5
Está expresión hace alusión a las proposiciones fictivas que están presentes dentro de una obra
de ficción.
en la imaginación del lector, en ningún momento tienen una representación real. No

obstante, todo lo que sucede en la ficción es real para los personajes dentro de esta. A pesar

de que en ellas no todo es seriedad, en las ficciones se producen cosas muy serias, al menos

para los personajes.

Por otro lado, Vargas Llosa en su ensayo “La verdad de las mentiras” (1990) dice que

las ficciones se crearon por la ilusión que todos los hombres deseamos, una vida distinta a

la que actualmente vivimos. Puede ser que las ficciones no nos muestren una realidad, y no

se pueden estudiar como obras históricas, sin embargo, si nos dan de manifiesto lo que

deseaban o soñaban las personas de la época en la que la obra fue escrita. En este sentido,

las ficciones estarían relacionadas con nuestra realidad.

Según Vargas Llosa, las ficciones tienen cuatro aspectos. Primero, las ficciones están

hechas con palabras, al estar hechas con palabras no podemos pretender que reflejen el

mundo real, más bien lo modifican. Segundo, las ficciones son simulacros que reinventan el

mundo, dando cuenta de otras realidades. Tercero, las ficciones deben ser persuasivas, es

decir, ser creíbles, verosímiles. Cuarto, ser original, las ficciones deben darnos algo que

antes de que estas fueran escritas no existía. Por esta razón, las ficciones siempre están en

contacto con nuestra realidad, no porque nos representen el mundo que conocemos, sino

porque lo transforma. Una ficción funciona siempre y cuando sea verosímil con el mundo

posible que plantea, por eso se debe analizar la forma en cómo están escritas.

Al final, las obras de ficción no solamente fingen actos de habla, sino que estos

fingimientos están en constante relación con los distintos mundos posibles que la ficción

plantea. Pues la única forma de lograr el efecto de un mundo posible verosímil, es a través

de los distintos actos de habla, principalmente la ilocución, y cómo esta permea esa realidad

simulada para que el lector la crea, que decida entrar en ese juego del autoengañarse. Por lo
que, no se puede tomar de manera aislada las dos teorías en el momento de analizar la

pragmática en una obra de ficción. Los distintos autores que han analizado la ficción

literaria y el funcionamiento de la pragmática en ella no las separan, porque necesitan los

conocimientos de la lingüística para determinar qué tipo de verdades la obra plantea y cómo

se relacionan dichas verdades.

1.2 Argumentación y comunicación

El texto teórico que va a ser el centro de este trabajo es Argumentación, Comunicación y

Falacias. Una perspectiva pragma- dialéctica de Frans H. van Eemeren y Rob

Grootendorst. En la primera parte de este libro titulada “Argumentación y Comunicación”

se encuentra todo lo que compondría una buena argumentación, desde los puntos de vista

hasta las premisas que la componen, comenzando con la explicación de que sería la

pragma-dialéctica.

En el prólogo de los traductores se encuentra una definición de este enfoque:

Uno de los aspectos más importantes del enfoque pragma-dialéctico es su capacidad

para integrar tanto los enfoques descriptivos del discurso como los normativos. Una

mirada puramente descriptiva, que es la que predomina en nuestro ámbito intelectual,

resulta insuficiente para lograr el objetivo de convencer razonablemente… Los

criterios normativos hacen posible que se pueda resolver una controversia o, al

menos, establecer los elementos que provocan el desacuerdo. (Eemeren &

Grootendorst, 2006, p. 10)

Tanto Eemeren como Grootendorst encontraron una falencia, la cual fue que las

contribuciones modernas realizadas a la teoría de la argumentación parten de la retórica y la


dialéctica clásica, y algunas de la posclásica. Se tiene en cuenta que la dialéctica clásica

trata a la argumentación como un medio para resolver una disputa. Sin embargo, la

argumentación no solo se centra en esto, sino que también debe seguir unas maniobras

estratégicas, los pasos de determinada discusión, pensando en los deseos de determinada

audiencia.

Van Eemeren menciona que el discurso argumentativo debe ser estudiado desde la

interacción verbal y desde la racionalidad. Si se comprende que la pragmática, en relación

con lo anterior, es un estudio de la forma de usar el lenguaje, se genera una unión entre lo

empírico y lo normativo. Por esta razón, no se puede basar los estudios de la argumentación

solo desde la experiencia, o solo desde la racionalidad. Esta integración se compone por:

“un componente filosófico, uno teórico, uno analítico, uno empírico y uno práctico”

(Eemeren & Grootendorst, 2006, p. 24).

En el componente filosófico hay una relación entre la argumentación y la razón, a partir

de esto, se generan preguntas, en cuanto a que sería ser razonable, y desde ahí generar un

argumento viable. Los retóricos entienden la racionalidad como aquello que permanece en

una comunidad, por lo tanto, el argumento es aceptable cuando una audiencia lo reconoce.

Los dialécticos parten de la crítica, por esta razón, los argumentos hacen parte de una

discusión crítica, en la que al final se debe resolver una diferencia de opinión.

En lo teórico los estudiosos del discurso argumentativo presentan un modelo, cuyo

objetivo es mostrar que argumentos son aceptables para determinado juez. En lo retórico se

generan técnicas para argumentar, estas técnicas deben ser efectivas en una audiencia. Van

Eemeren respecto a esto menciona que “los dialécticos consideran que cada argumento es

parte de una discusión crítica, sea ésta explícita o implícita, su modelo proporciona reglas
que especifican qué pasos (moves), en las diversas etapas de esta discusión, pueden

contribuir a resolver una diferencia de opinión” (Eemeren & Grootendorst, 2006, p. 27).

En lo analítico el centro es rehacer el discurso argumentativo en pro de destacar aspectos

que tengan relación con el foco de atención. Lo retórico, a partir de esta reconstrucción

entiende que estos aspectos corresponden un efecto persuasivo en una audiencia específica.

En lo dialéctico estos aspectos son importantes si se resuelve el desacuerdo.

En lo empírico se observa el discurso argumentativo desde una medición cuantitativa o

cualitativa, es decir, se observa la producción, identificación y evaluación de partes del

discurso, todo esto sirve para determinar que influencio los resultados de este. Lo retórico

se centra en la efectividad del discurso, y cómo los factores pueden perjudicar la persuasión

que tienen determinados argumentos en una audiencia específica. Lo dialéctico manifiesta

como determinados pasos del discurso ayudan a resolver la disputa.

En lo práctico los estudiosos emplean los niveles mencionados anteriormente, junto con

los contextos en los que se producen determinadas conversaciones. De esta manera, se

observa de qué forma se pueden aumentar las destrezas o habilidades para producir

argumentos, así mismo, cómo analizarlos y evaluarlos. Lo retórico se enfoca en darle a la

gente los elementos para que el argumento tenga éxito. Lo dialéctico se enfoca en lograr

que se comprendan los obstáculos, y cuáles serían los pasos para la resolución de un

conflicto.

Por esta razón, el enfoque de la argumentación que tanto Van Eemeren como

Grootendorst proponen es uno “que combina sistemáticamente los aspectos descriptivos y

los normativos” (Eemeren & Grootendorst, 2006, p. 28). La pragma- lingüística puede

aplicarse a los aspectos descriptivos. Sin embargo, en el aspecto normativo se desarrollan

intuiciones necesarias, las cuales son la base de la teoría de los actos de habla, tanto de
Austin como de Serle, aunque se le debe incluir la lógica y la “nueva dialéctica” 6 para la

racionalidad del discurso.

Articulando lo anterior, ellos definen la pragma- dialéctica así:

En la teoría pragma-dialéctica la argumentación es descrita como un acto de habla

complejo cuyo propósito es contribuir a la resolución de una diferencia de opinión o

una disputa. Una característica de este enfoque es que aspiramos a externalizar,

funcionalizar, socializar y dialectificar el objeto de estudio de la argumentación

(Eemeren & Grootendorst, 2006, p. 28).

La externalización se refiere a lo que la gente ha expresado, no en determinar sus

procesos mentales. La funcionalización se refiere a las partes del discurso que pueden

replicarse en la vida real, en vez de ser inferencias aisladas. La socialización se entiende

como la interacción entre dos o más sujetos. La dialectificación muestra a los argumentos

como una construcción racional que al final logra persuadir a un sujeto crítico.

Adicionalmente, como ya se mencionó uno de los enfoques de la pragma-dialéctica son

las diferencias de opinión, las cuales se expresan en un discurso argumentativo. Estas

diferencias de opinión se componen por diversos puntos de vista, los cuales son defendidos

cuando no todos los sujetos están de acuerdo. Los puntos de vista determinan la postura del

sujeto, de esta manera los argumentos terminan siendo la forma de defender esa postura. Si

es necesario defender un punto de vista es porque la aceptabilidad está en duda, por lo

tanto, el objetivo es persuadir de que ese punto de vista es verdadero.

Solo hay tres posturas que se pueden tomar referente a un punto de vista, una negativa,

una positiva y la cero, en la primera no estoy de acuerdo con la postura, en la segunda si lo

6
La nueva dialéctica entiende “la argumentación como parte de un procedimiento para resolver
una diferencia de opinión por medio de una discusión reglamentada” (Eemeren & Grootendorst,
2006, pág. 14)
estoy, y en la tercera el sujeto no se compromete con ninguno de los otros puntos de vista.

Los dos primeros tienen la obligación de defender su posición, el último no necesita

defender nada, porque no tiene un punto de vista que lo comprometa.

Así mismo, hay disputas simples y complejas. Las primeras, se dan cuando una persona

pone en duda un punto de vista, pero esa duda termina siendo baladí. Para analizar las

segundas se deben dividir en disputas menos complejas; de esta manera se reconocer varios

tipos de disputas. En las disputas únicas la duda del punto de vista está relacionada con una

proposición; en las disputas múltiples la duda del punto de vista está relacionada con dos o

más proposiciones; las disputas no mixtas se refieren a cuando se pone en cuestión un solo

punto de vista, ya sea positivo o negativo; las disputas mixtas aluden a cuando se pone en

cuestión tanto un punto de vista positivo como uno negativo.

Hay cuatro posibilidades referentes a la complejidad de las disputas, según Van Eemeren

y Grootendorst:

“l. disputas únicas no mixtas (forma elemental)

2. disputas únicas mixtas.

3. disputas múltiples no mixtas.

4. disputas múltiples mixtas”.

Sin embargo, las dudas, a veces, terminan siendo más difíciles de reconocer. Algunas

expresiones que dan la indicación de que es una duda son las siguientes: “no estoy

completamente seguro; ¿no podría ser …?; ¿realmente lo crees?; no sé; en realidad, todavía

no puedo entender bien; si, es un poco difícil, pero a lo mejor …; voy a tener que pensar si

creo o no” (Eemeren & Grootendorst, 2006, p. 44). No obstante, muchas dudas son

implícitas, lo que genera que sea difícil distinguirlas, pues no se sabría si el sujeto tiene una

postura negativa o expresa una duda.


Por otro lado, hay dos perspectivas en cuanto a las palabras o las expresiones que las

personas utilizan para comunicarse. La primera es lo comunicacional, los enunciados

funcionan como promesas, preguntas, afirmaciones. La segunda es interactiva, en la cual se

encuentra la intención del hablante, de este modo el hablante realiza actos de habla. Los

actos de habla comprometen al sujeto que los emite, por ejemplo, si se enuncia una

promesa se espera que se cumpla. La función comunicacional de los actos de habla está

dada por la “fuerza ilocucionaria”, es decir, la intencionalidad del hablante. Hay dos casos

para los actos de habla, el primero es un acto comunicacional o de comprensión; el segundo

es un acto interactivo o de aceptación.

Así mismo, Van Eemeren y Grootendorst proponen dos tipos de actos de habla, unos

elementales y otros complejos. Los elementales son los actos en los que se promete, se

solicita, se bautiza, entre otros, explicados en la teoría original de los actos de habla. Los

complejos son los actos de habla de argumentar. Una de las diferencias entre estos dos se

refiere a que los elementales constan de una oración, mientras que los argumentos pueden

tener varias.

Además de lo anterior, los actos de habla pueden tener funciones comunicacionales, al

defender un punto de vista, o al explicar, amplificar o aclarar, este está conformado por

oraciones que a nivel individual afirman o declaran, pero juntas generan la explicación, la

amplificación o la aclaración. Adicionalmente, es necesario comprender la diferencia entre

los actos de habla que explican, aclaran o amplifican con los argumentos. Los primeros ya

han sido aceptados; los segundos buscan la aceptación.

Por otro lado, las argumentaciones encadenan dos o más actos de habla, mientras que los

actos de habla que, prometen, solicitan o bautizan no necesitan estar encadenados con otro

acto de habla. Esto se entiende si “se observa que la argumentación no tiene una función
comunicacional en el nivel de la oración, sino en un nivel textual superior” (Eemeren &

Grootendorst, 2006, p. 49).

Hay dos condiciones para que un argumento tenga éxito, estas son: las de identificación

y las de corrección. Las primeras identifican qué tipo de acto de habla se está enunciando.

Las segundas determinan si el acto de habla fue realizado de manera adecuada. Las

ocasiones en que un oyente no está seguro si se han cumplido las condiciones de corrección

son cuando una persona pregunta, pero no se tiene la intención de escuchar la respuesta;

promete, pero no está la intención de cumplir. En estas ocasiones lo único que el oyente

puede determinar es el compromiso que el hablante adquiere al enunciar estos actos de

habla.

Retomemos las disputas, para que estas se generen debe haber una diferencia de opinión,

al resolverlas esa diferencia ya no existe. Según van Eemeren y Grootendorst la manera de

darle fin a una disputa, desde una perspectiva pragma- dialéctica, se debe diferenciar entre

zanjar o resolver la disputa. La primera se refiere a cuando se abandona la diferencia de

opinión; la segunda es posible si las diferencias de opinión hacen parte de una discusión

crítica, “cuyo propósito es lograr acuerdos acerca de la aceptabilidad o inaceptabilidad de

los puntos de vista en discusión” (Eemeren & Grootendorst, 2006, p. 54).

Para resolver una disputa es necesario pasar por cuatro etapas:

1. Etapa de confrontación: externaliza las diferencias de opinión.

2. Etapa de apertura: es la zona de acuerdo.

3. Etapa argumentativa: es el punto de vista sostenible

4. Etapa de clausura: resultado de la discusión crítica.

No todos los actos de habla contribuyen a resolver una disputa. Searle los clasifica así:

asertivos, directivos, compromisorios, expresivos y declarativos. En los actos de habla


asertivos el hablante tiene un compromiso con lo que expresa, pues confirma que la

proposición es verdadera. En los actos de habla directivos el hablante quiere que el oyente

realice lo que se expresa en la proposición, o se inhiba de realizarlo. En los actos de habla

compromisorios el hablante se compromete a realizar aquello que expresa. En los actos de

habla expresivos se manifiestan los sentimientos del hablante, no tienen una función en la

discusión crítica. En los actos de habla declarativos el hablante crea lo que expresa en la

oración, por lo tanto, casi siempre son realizados en instituciones. Tampoco tienen una

función en la discusión crítica, aunque podrían zanjarla, no la resuelven.

Así mismo, Van Eemeren y Grotendorst mencionan un principio de comunicación, pues

este, tiene unas reglas que terminan gobernando las comunicaciones verbales. Grice se

refiere a este como principio de cooperación. El cual se compone de: la cantidad, cualidad,

relación y modo. La primera de estas, la cantidad, me proporciona toda la información, a

esta pertenecen diversas máxima “haga usted que su contribución sea tan informativa como

sea necesario; no haga usted que su contribución sea más informativa de lo

necesario”(Grice, 2005, p. 525); la segunda, la cualidad, se compone de una supermáxima

“trate usted de que su contribución sea verdadera”[ CITATION Gri05 \l 9226 ], y dos

máximas más específicas “no diga usted lo que cree que es falso, y no diga usted aquello de

lo cual carezca de pruebas adecuadas”[ CITATION Gri05 \l 9226 ]; la tercera, la relación,

tiene una sola máxima “vaya usted al grano”[ CITATION Gri05 \l 9226 ], por último, el

modo, este se refiere al cómo se dice. Tiene una supermáxima “sea claro”, y cuatro

máximas “evite ser oscuro al expresarse, evite ser ambiguo al expresarse, sea usted escueto,

y proceda usted con orden” (Grice, 2005, p. 537).


Por otro lado, al analizar el discurso argumentativo visto como una discusión crítica, se

necesita un análisis que sea tanto a nivel lógico como a nivel pragmático.

En el nivel pragmático, el análisis se dirige a la reconstrucción del acto de habla

complejo realizado al presentar la argumentación; en el nivel lógico, a la

reconstrucción del razonamiento que subyace a la argumentación. En la práctica, el

análisis lógico se pone al servicio del análisis pragmático (Eemeren & Grootendorst,

2006, p. 80).

Por ejemplo, si en un argumento hay premisas o conclusiones implícitas se necesita un

análisis lógico que parta de las proposiciones explicitas para determinar cuál, a nivel

racional, se omite. Para analizar los discursos argumentativos se debe partir de que todas las

reglas se cumplen, es decir, las del principio de comunicación. Si hay premisas o

conclusiones implícitas que haría que el argumento no sea válido, el que analiza debe lograr

que sea válido, mostrando qué se omitió en el argumento. Estas premisas o conclusiones

implícitas son las que terminan volviendo válido un argumento, Van Eemeren y

Grootendorst las denominan el óptimo pragmático. Sin embargo, en algunas ocasiones para

completar el argumento es necesario saber los antecedentes del argumento. El ejemplo que

proponen Van Eemeren y Grootendorst para explicar esto, es el siguiente:

"Ya son más de las diez y Se suponía que mi tren partía a cinco para las diez",

conduce a la conclusión (implícita):

"Perdí mi tren"

o a la conclusión (implícita):

"Mi tren está atrasado"(Eemeren & Grootendorst, 2006, p. 91).


Es necesaria más información para determinar cuál es la conclusión implícita correcta, o

el sujeto lleva tiempo esperando o llego tarde.

Adicionalmente, como hay disputas complejas hay argumentaciones complejas. Para

analizar una argumentación compleja es necesario dividirla en argumentaciones únicas. En

primera medida, estas argumentaciones únicas son disyuntivas para defender un mismo

punto de vista. Este sería el caso de una argumentación múltiple.

Otro tipo de argumentaciones complejas son las argumentaciones compuestas

coordinadas, las cuales, al igual que las anteriores, se conforman por argumentaciones

únicas, pero estas son concluyentes del punto de vista. Así mismo, no pueden ser tomadas

por separado, pues la conclusión del punto de vista llega cuando son tomadas en conjunto.

De la misma manera, todos los argumentos están relacionados con el punto de vista. En las

argumentaciones compuestas subordinadas el primer argumento se relaciona con el punto

de vista, los otros se relacionan con el primer argumento. Estos argumentos tienen la misma

estructura que las oraciones complejas.

Según Van Eemeren y Grootendorst hay dos tipos de argumentaciones complejas,

compuesta coordinada y compuesta subordinada. En una argumentación compleja

coordinada, todos los argumentos apoyan el punto de vista, y solo con la totalidad de los

argumentos se genera una defensa válida. Por esta razón, este tipo de argumentos están

ligados horizontalmente. Aunque a primera vista se podría decir que todos los argumentos

valen lo mismo, no necesariamente es así, puesto que uno u otro podrían ser más

importantes para la conclusión. Por ejemplo:


Figura # 1. Argumentación, Comunicación y Falacias. Esquema de Frans H. van Eemeren y Rob
Grootendorst (2006).

En una argumentación compleja subordinada los argumentos tienen argumentos que los

soporten. Este tipo de argumentación sucede cuando uno de los argumentos que respaldan

el punto de vista necesita, así mismo, ser respaldado para que, de esta manera, se genere

una defensa concluyente. Por esta razón, estos argumentos están ligados verticalmente. Por
ejemplo:

Figura # 2. Argumentación, Comunicación y Falacias. Esquema de Frans H. van Eemeren y Rob


Grootendorst (2006).
1.3 Implicaturas conversacionales (Paul Grice)

En una conversación pueden haber implicaturas, estás refieren a oraciones que dichas en

determinado contexto se comprende su significado. Por un lado, las palabras que


conforman la oración se relacionan con el significado de esas palabras, y por el otro, el

significado de las palabras determina que es lo implicado en la oración.

Sin embargo, dentro de estas hay una subclase que se denomina implicaturas no

convencionales o conversacionales, estas son aquellas implicaturas que se desarrollan

dentro del discurso. Las conversaciones necesitan de la cooperación de las dos partes, pues

debe haber propósitos comunes. Grice a lo anterior lo denomina principio cooperativo.

Según Grice este se compone de: la cantidad, cualidad, relación y modo.

La primera de estas, la cantidad, me proporciona toda la información, a esta pertenecen

diversas máximas “haga usted que su contribución sea tan informativa como sea necesario;

no haga usted que su contribución sea más informativa de lo necesario” (Grice, 2005, p.

525). La segunda máxima, según Grice, no necesariamente viola el principio cooperativo,

dado que a la persona dar más información solo genera una perdedera de tiempo. Sin

embargo, esto podría generar un efecto en los sujetos, y es creer que hay una razón por la

que se deba tener en cuenta la información adicional. Lo importante, en sí, no es si la

información adicional es necesaria o no, sino que tan relevante es la contribución del sujeto

a la conversación.

La segunda, la cualidad, se compone de una supermáxima “trate usted de que su

contribución sea verdadera” (Grice, 2005), y dos máximas más específicas “no diga usted

lo que cree que es falso, y no diga usted aquello de lo cual carezca de pruebas

adecuadas”[ CITATION Gri05 \l 9226 ]. La tercera, la relación, tiene una sola máxima

“vaya usted al grano”[ CITATION Gri05 \l 9226 ]. Por último, el modo, este se refiere al

cómo se dice. Tiene una supermáxima “sea claro”, y cuatro máximas “evite ser oscuro al

expresarse; evite ser ambiguo al expresarse; sea usted escueto, y proceda usted con orden”

(Grice, 2005, pp. 525-526).


Sin embargo, Grice dice que el ser humano ha sido creado de una determinada manera

para que actúe de una u otra forma ante ciertas situaciones. Grice da el siguiente ejemplo, si

a una persona el carro lo deja botado y pasa un sujeto, la persona tiene la esperanza de que

el sujeto se detenga y le ayude, si esto sucede, la persona cree más fielmente que el sujeto si

le va a ayudar, no obstante, lo que no espera es que el sujeto se haya detenido solo para

curiosear. La persona espera que el sujeto actúe de determinada manera. Pero Grice dice

que esto también se puede traspasar a las conversaciones, pues estas también producen

transacciones cooperativas: los sujetos deben tener un objetivo en común; las

contribuciones de los sujetos deben encajar, en cierto modo, ser dependientes unas de otras;

si se dan las condiciones restantes la transacción debe seguir su curso, solo puede ser

finalizada cuando las partes así lo decidan.

Al igual que sucede con las reglas de la discusión crítica, las máximas también pueden

ser violadas. Hay varios casos entre esos están: generar equívocos; dejar en suspenso, es

decir, que el sujeto no colabore como la máxima se lo exige; generar una situación

conflictiva, esto se da si el sujeto viola, por ejemplo, la máxima de cantidad, pero no viola a

su vez la máxima de cualidad, por último, saltarse una máxima

Así mismo, las conversaciones están compuestas de rasgos que determinan la

cooperación. El objetivo común de las partes, las contribuciones de los sujetos deben ser

dependientes una de la otra, al final el propósito se cumple cuando los rasgos anteriores han

tenido éxito. Sin embargo, ¿cuál es la relación de las implicaturas con el principio

cooperativo? Las máximas se generan cuando se desarrolla una implicatura.

Según Grice, las implicaturas conversacionales se apoyan en lo siguiente: 1) el

significado de las palabras y la identificación de las referencias; 2) El principio cooperativo

y las máximas que lo componen; 3) el contexto, el cual puede ser lingüístico o


extralingüístico; 4) “otra información de fondo”; 5) los interlocutores tienen conocimiento

de todos los pasos anteriores, además de que deben estar al alcance de cumplirse.

Capítulo 2

Comunicación y falacias
En el discurso argumentativo hay algunos elementos que resultan importantes si lo que

se quiere es resolver una disputa. Frans van Eemeren determina cuatro operaciones

analíticas. Primera, se debe precisar cuáles son los puntos de vista; segunda, distinguir las

posiciones tanto del protagonista como del antagonista; tercera, identificar qué tipo de

argumentos se están aplicando, pueden ser explícitos o implícitos; cuarta, analizar la

estructura de la argumentación. Cuando se aplica la visión analítica, tenemos claro el

panorama de la argumentación.

Así mismo, al tener claro las cuatro operaciones mencionadas podemos determinar la

coherencia de los argumentos y si estos son concluyentes. “El proceso de evaluación

implica establecer si efectivamente la discusión ha progresado por una ruta que pueda

conducirla a la resolución de la diferencia de opinión” (Eemeren & Grootendorst, 2006, p.

114).

Por otro lado, cada sujeto que haga parte de una discusión se apoya en un esquema

argumentativo. Van Eemeren que hay tres categorías que determinan tres tipos de

argumentación. En el primero, se manifiesta que la aceptabilidad de las premisas lleva a la

conclusión, “haciendo comprender que existe una relación de concomitancia entre lo que se

afirma en el argumento y lo que se afirma en el punto de vista” (Eemeren & Grootendorst,

2006, p. 115).

En el segundo, se muestra que la aceptación de las premisas lleva a la conclusión, sin

embargo, la relación que se comprende en este tipo de argumentación, es una relación de

analogía entre lo que se afirma en el argumento y lo que se afirma en el punto de vista. En

el tercero, se manifiesta que la aceptación de las premisas lleva a la conclusión, no obstante,

la relación que existe entre el argumento y el punto de vista es una relación de causalidad.
Ahora bien, comprendiendo que la argumentación sigue unas reglas, y que estas reglas

tienen unos pasos que hacen parte de la discusión, se puede explicar cómo se generarían las

falacias. En primera medida, estas serían los obstáculos presentes en los pasos de la

discusión. Una de las definiciones de falacia refiere a argumentos que “parecen ser válidos,

pero no lo son” (Eemeren & Grootendorst, 2006, p. 121).

La perspectiva pragma- dialéctica plantea tres pasos para analizar las falacias:

El enunciado debe ser interpretado como un acto de habla específico, este acto de

habla debe ser reconocido como una violación de una norma general y, finalmente, se

debe establecer si realmente la situación en que ocurre el enunciado está dentro del

alcance de esta norma. (Eemeren & Grootendorst, 2006, p. 123)

Esta perspectiva conecta las falacias con las reglas de la discusión crítica, pues de esta

manera termina siendo un análisis más específico, dado que no solo se estudian las falacias

que son consideradas como errores lógicos, sino también todas las violaciones de la

discusión crítica.

1 Falacias en la etapa de confrontación.

Las falacias que ocurren en esta etapa de la discusión son las que violan la primera regla

de la discusión crítica, la cual refiere a la presentación de los puntos de vista. Si un hablante

no permite que otro presente su punto de vista o impone restricciones está cometiendo este

tipo de falacia, pues elimina la libertad del oponente.

Así mismo, impedir al oponente o presionarlo de alguna manera a presentar un punto de

vista, obstaculiza el desarrollo de la disputa, dando como resultado que la discusión se

quede en la etapa de confrontación o que ni siquiera llegue a ella. La manera más sencilla
para lograr esto es evitar que el oponente hable, la otra manera, más radical, es eliminar al

oponente por medio de amenazas o violentarlo físicamente. La primera se denomina

argumentum ad baculum, la palabra latina baculum refiere a garrote.

Sin embargo, el oponente también puede ser violentado a partir de la moral, pues en este

caso se juega con los sentimientos. El oponente termina no presentando la duda del punto

de vista por evitar herir a la persona, esto se consideraría un “chantaje moral”. Este tipo de

violación a la regla recibe el nombre de argumentum ad misericordiam.

Así mismo, las distintas maneras que tienen los ataques personales se denominan

argumentum ad hominem. Hay tres formas en que este se manifiesta. La primera, es poner

en duda la experiencia, la inteligencia y el carácter de la otra persona. La segunda, muestra

que el oponente esta sesgado por un interés particular, lo cual terminaría siendo un ataque

personal indirecto. La tercera, “se intenta encontrar una contradicción en las palabras del

oponente, o entre sus palabras y sus acciones, y debilitar así su credibilidad. A este tipo de

discrepancia (…), se le designa por su nombre latino tu quoque” (Eemeren & Grootendorst,

2006, p. 130).

Teniendo en cuenta lo anterior, la regla 1 manifiesta el derecho de que cualquier persona

puede presentar o poner en duda un punto de vista. Sin embargo, en la práctica se producen

ciertas restricciones, las cuales podrían ser aceptadas por el público. Por ejemplo, esto

sucede en las apelaciones legales, donde el juzgado no está abierto a opiniones. Por lo

tanto, el incumplimiento de esta regla no siempre esta explícito.

2 Falacias en la distribución de los roles de discusión.

En una discusión deben existir tanto el rol de protagonista como el de antagonista. El

primero refiere a la persona que presenta el punto de vista, durante toda la disputa este tiene
la obligación de defenderlo. El segundo refiere a la persona que pone en duda un punto de

vista. La asignación de estos roles se da en la etapa de apertura, en la cual los sujetos

determinan si tienen puntos de vista comunes, sin estos la disputa no puede ser resuelta.

En esta etapa pueden surgir diversos problemas, pero estos no afectan al antagonista,

dado que por este se da la discusión, pues es el que pone en duda el punto de vista

presentado. El protagonista debe determinar si el punto de vista que presentó es necesario

defenderlo o es mejor retractarse.

La regla 2 de una discusión crítica refiere al “derecho igualmente fundamental a desafiar

a alguien que ha presentado un punto de vista a que lo defienda” (Eemeren & Grootendorst,

2006, p. 134). No obstante, hay dos casos donde esta regla no se aplica. El primero se da

cuando el punto de vista que se defiende contra el oponente ya ha sido defendido. El

segundo se da cuando el oponente no se somete a las reglas, por lo que no hay un

entendimiento común.

Así mismo, el defender un punto de vista que ha sido puesto en duda se le conoce como

el peso de la prueba. Sin embargo, este se puede evadir, una forma de hacerlo es mostrar

que el punto de vista que se ha presentado no necesita ser defendido, por lo cual, el

antagonista comete un error al ponerlo en duda. Otra, “es formular el punto de vista de tal

manera que se lo proteja de una evaluación adecuada” (Eemeren & Grootendorst, 2006, p.

136); es decir, cuando se usan calificativos, los cuales no determinan como el punto de

vista podría ser refutado, por ejemplo, “realmente”, “por naturaleza”, entre otros.

Por otro lado, el peso de la prueba se puede desplazar, pasárselo al antagonista, que sea

este el que pruebe que la duda del punto de vista es incorrecta. En este caso se comente una

falacia, la cual se denomina argumentum ad ignorantiam. Recientemente, esta expresión


“ha sido usada para designar la falacia de “ignorancia” o “estupidez”, que consiste en

concluir, a partir del hecho de que algo no ha sido probado como verdadero, que no

es verdadero; o concluir, a partir del hecho de que algo no ha sido probado como no

siendo verdadero, que es verdadero”. (Eemeren & Grootendorst, 2006, pp. 140- 141)

En las disputas mixtas determinar en donde cae el peso de la prueba es más complejo,

pues en estas hay dos puntos de vista opuestos. “El peso de la prueba recae sobre la parte

que desea cambiar el statu quo. Esta parte debe probar que la alternativa que propone es

mejor. Esto significa que el statu quo tiene la categoría de una presunción” (Eemeren &

Grootendorst, 2006, p. 138). Otra forma para determinar el orden en que los puntos de vista

deben ser defendidos es teniendo claro cuál es el punto de vista que es más fácil de

defender.

Sin embargo, en la cotidianidad no siempre es sencillo determinar el statuo quo o el

punto de vista que es más fácil de defender, en estos casos lo mejor es que una de las dos

partes comience a defender su punto de vista, de no ser así la disputa no pasará de la etapa

de apertura.

3 Falacias en la representación de los puntos de vista.

Las diferencias de opinión sobre un punto de vista pueden resolverse de dos maneras,

que una de las dos partes acepte el punto de vista, o que el protagonista se retracte. Una

forma para que un sujeto abandone el punto de vista es por medio de las disputas mixtas, la

persona trata de probar el punto de vista contrario.

Una forma de violar la regla 3, “el ataque de una parte en contra de un punto de vista

debe referirse al punto de vista que realmente ha sido presentado por la otra parte”
(Eemeren & Grootendorst, 2006, p. 143), se da cuando los sujetos defienden o atacan con

éxito o sin éxito un punto de vista que es diferente al que inicio la discusión. Sin embargo,

esta regla puede ser violada a lo largo de la disputa, pues a lo largo de esta los argumentos

que atacan o defienden un punto de vista no están defendiendo o atacando el punto de vista

que se presentó en la etapa de confrontación.

Hay dos maneras de atacar puntos de vista que no son los que el antagonista presento.

Una de ellas, es responsabilizar al oponente de un punto de vista ficticio. Si el sujeto se

enfoca en la defensa de algo, el público va a terminar pensando que otros están en contra de

esto. Cuando se presenta un punto de vista se asume que el otro no está de acuerdo, si la

otra persona no se apresura a negarlo, la audiencia puede terminar acusándolo de consentir

el punto de vista opuesto. Otra manera, es distorsionar el punto de vista para posteriormente

atacarlo. Si se distorsionan las palabras del oponente el que las distorsiona las puede

controlar.

Así mismo, se pueden generalizar los puntos de vista. Si no quedan claros los

cuantificadores utilizados en el punto de vista el oponente puede reemplazarlos. Van

Eemeren menciona que esto sería considerado una falacia del hombre de paja, la cual

“consiste representar a la parte contraria como siendo más débil de lo que en realidad es”

(Eemeren & Grootendorst, 2006, p. 149)

4 Falacias en la elección de los medios de defensa.

En la etapa de argumentación la argumentación que se presenta debería disipar las dudas

sobre la aceptabilidad de un punto de vista. La regla 4 manifiesta que “una parte solo

puede defender su punto de vista presentando una argumentación que esté relacionada con

ese punto de vista” (Eemeren & Grootendorst, 2006, p. 150).


Hay dos formas de violar esta regla. La primera, se da cuando el punto de vista es

defendido utilizando otros medios que difieren de la argumentación. La segunda, se da

cuando el punto de vista es defendido por medio de la argumentación, sin embargo, no es el

punto de vista presentado en la primera etapa de la disputa. El primero refiere a medios de

persuasión no argumentativos, mientras que el segundo refiere a un argumento irrelevante.

Las violaciones de la regla 4 se conocen como argumentum ad populum. Al usar los

medios de persuasión no necesariamente el sujeto piensa en convencer, sino más bien en

conseguir el apoyo de una audiencia, esto se logra a través de la manipulación de las

emociones o prejuicios del público. El punto de vista es aceptado más fácil cuando se ha

manipulado a la audiencia.

Cuando el protagonista enumera sus cualidades, también se viola esta regla. Por medio

de esto persuade a la audiencia, por lo tanto, estas falacias son conocidas como falacias

éticas. Así mismo, este tipo de falacias puede considerarse un argumentum ad

verecundiam, el cual refiere a que mientras más confianza genere un sujeto más fácil será

que el público acepte un punto de vista. En este caso el antagonista podría poseer

problemas al tratar de presentar su punto de vista, pues el protagonista puede impedir la

resolución de una disputa basándose en su conocimiento especializado.

Sin embargo, un argumentum ad verecundiam puede convertirse en un argumentum ad

misericordiam cuando el protagonista no solo enumera sus cualidades, sino que trata de

producir en la audiencia un sentimiento de simpatía, ganándosela, logrando que el público

crea lo que él dice. Por otro lado, las argumentaciones irrelevantes, al contrario, de las del

hombre de paja son más fáciles de defender. Este tipo de falacias se conocen como

ignoratio elenchi.
5 Falacias en el tratamiento de las premisas implícitas.

El protagonista debe argumentar su punto de vista para lograr la resolución de la

diferencia de opinión. Sin embargo, cuando se realizan los análisis del discurso, es

necesario tener en cuenta tanto lo que está explícito como lo que está implícito. Las

premisas implícitas unen y dan sentido a las premisas explícitas con el punto de vista. El

uso de estas premisas no es un engaño, el usarlas refiere a que su significado es literal, por

lo tanto, no necesitan decirse.

Para saber si se están violando una de las reglas de la discusión crítica no vale solo decir

que la argumentación está incompleta, pues puede haber una o más premisas que estén

implícitas. La forma de volver válidos estos argumentos que parecen inválidos es por medio

del mínimo lógico, la premisa que se añade debe tener la forma “si… entonces”. No

obstante, el mínimo lógico no es tan informativo, dado que solo repite el punto de vista, por

lo cual la premisa que se adicione debe dar más información. Cuando esto se cumple se

genera el óptimo pragmático.

La regla 5 dicta que “una parte no puede presentar algo falsamente como si fuera una

premisa dejada implícita por la otra parte, ni puede negar una premisa que el mismo ha

dejado implícita” (Eemeren & Grootendorst, 2006, p. 159). Esta regla puede ser violada si

el antagonista compromete al protagonista más de lo que está comprometido, es decir, que

el antagonista está yendo más allá del óptimo pragmático. Para lograr eso la parte atacante

maximiza o exagera aquello que ya se ha dejado implícito. Realizar lo anterior podría

considerarse una variante de la falacia del hombre de paja, pues esta le atribuye un punto de

vista al protagonista, aquí lo que se le está atribuyendo es una premisa. Sin embargo, no

solo el antagonista puede violar está regla, el protagonista también puede violarla cuando

niega una premisa implícita a la que él ya estaba comprometido. En algunos casos el


protagonista niega una premisa porque esta lo ha traicionado, y no quiere que se le ponga a

descubierto.

No obstante, la única forma de saber si tanto el protagonista como el antagonista han

violado esta regla es a través de revelar lo que se ha dejado implícito y reconstruirlo de la

mejor manera. La reconstrucción puede realizarse dando a conocer el mínimo lógico, y por

medio, del contexto determinar el óptimo pragmático. Sin embargo, el contexto también

tiene limitaciones, lo cual complica desenmascarar las premisas implícitas. Otro de los

problemas refiere a que en el discurso argumentativo también hay presuposiciones dejadas

implícitas, lo que complica más develar las premisas.

6 Falacias en la utilización de los puntos de partida.

Para lograr la resolución de una disputa es necesario que tanto el protagonista como el

antagonista tengan puntos de partida comunes, de no ser así al protagonista le resultaría

imposible convencer a la otra parte. Los puntos de partida comunes pueden ser hechos,

valores, normas, suposiciones, verdades, jerarquías de valor, entre otros. El protagonista

como el antagonista llegan a un acuerdo sobre sus puntos de partida comunes en la etapa de

apertura.

Las proposiciones consideradas puntos de partida comunes pueden ser cuestionadas, sin

embargo, al hacer esto dejarían de ser un punto de partida común, por lo cual esto no

debería considerarse. “Al otorgarle a una proposición la categoría de punto de partida no se

le asigna el requisito de sinceridad” (Eemeren & Grootendorst, 2006, p. 167), es decir, que

no necesariamente la proposición es verdad para otros, pero al ser un punto de partida

común las dos partes creen en ella.


La regla 6 dicta que “una parte no puede presentar falsamente una premisa como si fuera

un punto de partida aceptado, ni puede negar una premisa que represente un punto de

partida aceptado” (Eemeren & Grootendorst, 2006, p. 168). Esta regla puede ser violada de

dos maneras, si el antagonista ha cuestionado una proposición que es un punto de partida

común durante la etapa de la argumentación, y a pesar de que el protagonista se lo hace

notar sigue cuestionándolo ha violado esta regla; de la misma forma, si el protagonista toma

una proposición como si fuera un punto de partida común cuando no lo es, también ha

violado la regla 6. En el primer caso, el antagonista piensa que si siguen siendo válidos los

puntos de partida comunes no habrá forma de que él gane la discusión.

En el segundo caso, el protagonista evade el peso de la prueba, dando a entender que su

proposición no puede ser cuestionada porque es considerada un punto de partida común,

por lo tanto, tampoco necesitaría ser defendida. Hay algunas expresiones que determinan si

una proposición está siendo tenida en cuenta como un punto de partida. Van Eeemeren

propone las siguientes frases: “no es necesario ni siquiera mencionar que…”, “será evidente

para cualquiera que…”, “es claro que…”, entre otras.

Sin embargo, se puede también engañar a la otra persona usando lo que se conoce como

falacia de preguntas múltiples, la idea es lograr que el oponente concuerde con el

protagonista. Así mismo, este tipo de falacia hace parecer que lo que no ha sido formulado

es un punto de partida común.

No obstante, no siempre es fácil identificar si se ha violado esta regla. Por ejemplo, si el

protagonista expresa una proposición que difiere muy poco de un punto de partida común

se genera un razonamiento circular, el problema se da en que estos no siempre son directos,

y en un discurso argumentativo puede haber varios pasos intermedios que distancian el


punto de partida con la proposición expresada, haciendo que sea más difícil determinar si

esta es igual o difiere del punto de partida original.

1.3.7 Falacias en la utilización de los esquemas argumentativos.

Las relaciones entre los puntos de partida y las premisas se llama procedimiento de

identificación, el cual verifica las proposiciones usadas, y si estas son parte de los puntos de

partida o no lo son. Así mismo, debe saberse si las proposiciones de un punto de partida

apoyan o no al punto de vista. La forma correcta de apoyar un punto de vista es por medio

del uso adecuado de los esquemas argumentativos. Por esta razón, también es necesario que

exista un procedimiento de verificación, el cual determina si el esquema argumentativo es

el adecuado y si está siendo usado correctamente. Estos dos procedimientos determinan si

el punto de vista de la disputa ha sido defendido de manera concluyente.

La regla 7 dicta que “una parte no puede considerar que un punto de vista ha sido

defendido concluyentemente, si la defensa no se ha llevado a cabo por medio de un

esquema argumentativo apropiado que se haya aplicado correctamente” (Eemeren &

Grootendorst, 2006, p. 177).

Para saber si el esquema argumentativo es apropiado y se ha aplicado correctamente toca

definir cuáles son los alcances de las proposiciones usadas. Hay tres tipos de proposiciones,

descriptivas, evaluativa e incitativas. Las primeras describen un hecho o un evento; las

segundas son una apreciación de estos hechos o eventos, y las terceras eluden un evento.

De igual manera, hay categorías para los esquemas argumentativos. Argumentos de

autoridad, argumentos por analogía y argumentos por consecuencia. Los dos primeros son

aplicables en cualquier tipo de proposiciones, mientras que el tercero depende del alcance

de las proposiciones.
Los argumentos de autoridad refieren al conocimiento y la posición de la persona que

los expresa, pero para ser usados el antagonista debe validarlos, si este no lo hace e igual el

protagonista lo usa se ha violado la regla 7, es decir, un argumentum ad verecundiam, así

mismo, si una persona es presentada como alguien de autoridad cuando no lo es se ha

cometido una falacia. Sin embargo, hay una variante de este que es el argumentum ad

populum, el cual refiere a que algo es verdad porque la mayoría de la gente lo cree, lo que

se consideraría como una verdad popular, cometiéndose una falacia populista como lo

nombra van Eemeren.

Los argumentos de analogía refieren a la similaridad, al igual que en el caso anterior,

para ser usados es necesario que tanto el protagonista como el antagonista se pongan de

acuerdo, si de igual manera se usas se ha violado la regla 7. Así mismo, si no hay

comparación posible se estaría cometiendo una falacia de falsa analogía.

Sin embargo, en los argumentos por consecuencia la distinción entre las proposiciones

descriptivas e iniciativas importa, dado que estas proposiciones refieren a una causa. Van

Eemeren menciona que, por ejemplo, las proposiciones descriptivas no pueden ser puestas a

prueba por medio de una proposición evaluativa, pues los hechos y los valores difieren

entre sí. La falacia que se comete en este caso se conoce como argumentum ad

consequentiam. Además, toca determinar si lo que se está presentando como consecuencia

es plausible que ocurra, si no es posible, el esquema argumentativo está siendo mal

utilizado, pues se especula sin fundamento. La falacia que se comete en este caso se llama

pendiente resbaladiza.

Los argumentos de causa- efecto y las generalizaciones no siempre son usados

correctamente. Los primeros utilizan proposiciones descriptivas en relación con las causas,

esto refiere a que se mira si un hecho es consecuencia de otro. Los segundos utilizan
proposiciones descriptivas universales, lo cual da cuenta de observaciones relevantes, si no

es así se genera la falacia conocida como secundum quid, que quiere decir una

“generalización apresurada”. “El problema es que no siempre está tan claro que una

generalización esté basada en observaciones que son insuficientemente representativas o

que no son suficientemente numerosas” (Eemeren & Grootendorst, 2006, p. 184).

1.3.8 Falacias en la utilización de las formas lógicas de argumentación.

Para que se logre la defensa de un punto de vista los argumentos usados deben ser

válidos. Por esta razón, se utiliza el procedimiento de razonamiento, el cual determina que

la conclusión se siga de las premisas, es decir, si las premisas son verdaderas por ende la

conclusión es verdadera. Sin embargo, la manera de determinar que un argumento es válido

es por medio de su estructura, las premisas que lo componen y la conclusión, si hay

premisas implícitas toca hacerlas explícitas en el momento de validar los argumentos.

La regla 8 dicta que “en su argumentación, las partes solo pueden usar argumentos que

sean lógicamente válidos o que sean susceptibles de ser validados explicitando una o más

premisas implícitas” (Eemeren & Grootendorst, 2006, p. 186). En el momento en que se

evalúan lógicamente los argumentos es necesario identificar si la conclusión se sigue de las

premisas, si en las premisas se encuentran inconsistencias, la validez del argumento se

pierde.

Una forma para saber si una premisa es inconsistente con otra es cuando se presenta una

contradicción, la cual se da si en un mismo argumento dos o más premisas no pueden ser

todas verdaderas o todas falsas. Otra manera de saber si las premisas son inconsistentes es

cuando las premisas son contrarias, en este caso ambas no pueden ser verdaderas al mismo
tiempo, pero si pueden ser falsas. En la mayoría de estos casos el argumento resulta siendo

inválido.

El protagonista ha violado esta regla si el procedimiento de razonamiento ha

determinado que hay argumentos inválidos. El antagonista ha violado esta regla, si a pesar

de que el procedimiento de razonamiento determina que la argumentación es válida él no la

acepta como tal.

Sin embargo, hay falacias que están relacionadas con argumentos que se componen de

premisas bajo la forma de “si… entonces”. Así mismo, hay argumentos inválidos que

invierten los argumentos válidos, los cuales son conocidos como modus ponens y modus

tollens. “En el modus ponens la confirmación del antecedente es inferida a partir de la

afirmación del consecuente (…), y en el modus tollens la negación del consecuente es

inferida a partir de la negación del antecedente” (Eemeren & Grootendorst, 2006, p. 190).

Las falacias con las que se conoce estos tipos de argumentos inválidos son, la falacia de

afirmar al consecuente y la falacia de negar el antecedente.

Otra forma de violar esta regla es por medio de la transferencia de un todo a sus partes o

viceversa, es decir, no siempre las partes de algo determinan el todo de ese algo, aunque a

veces que esta transferencia da argumentos lógicamente correctos. No obstante, hay dos

factores que determinan esta transferencia, “(a) la naturaleza de la propiedad a ser

transferida y (b) la naturaleza de la relación entre las partes y el todo” (Eemeren &

Grootendorst, 2006, p. 191).

En el primer caso se debe diferenciar entre propiedades relativas y absolutas. Las

propiedades relativas necesitan ser comparadas con otra persona, animal o cosa. Las

propiedades absolutas refieren al material, los adjetivos puestos en relación con la forma, el

color. Algunas propiedades del todo pueden ser independientes en su estructura, pero
cuando dependen de la estructura la transferencia de las partes al todo o viceversa no es

posible. Van Eemeren pone el siguiente ejemplo, un rompecabezas es rectangular, sin

embargo, las piezas que lo componen no son rectangulares.

Así mismo, hay dos falacias que se generan a partir de esto, las de composición y

división, no obstante, identificarlas no es tan simple. En primera medida, la transferencia

del todo a sus partes o viceversa pareciera que son válidas, que se pueden aplicar, pero no

necesariamente es correcto. Así mismo, no siempre se puede determinar si se están usando

propiedades relativas o absolutas, si estas dependen de la estructura o no, lo cual complica

la identificación de las falacias.

1.3.9 Falacias en la etapa de clausura de la discusión.

En la última etapa, la etapa de clausura se determina a favor de quién se ha resuelto la

discusión, si es a favor del protagonista, este ha logrado defender su punto de vista de

manera concluyente; si es a favor del antagonista, el protagonista no ha logrado defender su

punto de vista. El protagonista ha defendido su punto de vista de manera concluyente si

todos los procedimientos, anteriormente mencionados, han dado resultados positivos.

Sin embargo, para que la diferencia de opinión se resuelva es necesario que tanto el

protagonista como el antagonista estén de acuerdo. Por ejemplo, si el protagonista ha

logrado defender su punto de vista de manera concluyente, pero el antagonista cree que no

es así, la diferencia de opinión no puede ser resuelta. Cuando tanto el protagonista como el

antagonista están de acuerdo, la disputa se resuelve. Si esto es así, el protagonista o ha

logrado defender su punto de vista o no lo ha logrado. En caso que sea el primero, el

antagonista deberá retractarse de sus dudas; si el segundo, el protagonista deberá retractarse

de su punto de vista.
La regla 9 dicta que “una defensa fallida de un punto de vista debe tener como resultado

el que la parte que lo presentó se retracte de él y una defensa concluyente debe tener como

resultado el que la otra parte se retracte de sus dudas acerca del punto de vista” (Eemeren &

Grootendorst, 2006, p. 201). Si el protagonista ha logrado defender su punto de vista y el

antagonista no se retracta de sus dudas, el antagonista viola la regla 9; si, por el contrario, el

protagonista no ha logrado defender su punto de vista y no se retracta de él, este viola la

regla 9.

El protagonista en su defensa puede hacer uso de los puntos de partida, sin embargo,

estos puntos de partida son concesiones que el antagonista ha permitido. El antagonista

hace estas concesiones porque no cree que esas proposiciones deban ser defendidas en la

discusión para que sean aceptadas. A pesar de esto, el protagonista puede tratar de

demostrar en su defensa que su punto de vista es verdadero por medio de estas concesiones,

en este caso se estaría violando la regla 9. Esta falacia se llama absolutizar el éxito de la

defensa, la cual también podría considerarse una variación del argumentum ad hominem

Por otro lado, “si el antagonista viola la regla 9, atribuyéndole automáticamente al

fracaso de la defensa del punto de vista por parte del protagonista la consecuencia de que ha

quedado demostrado que el punto de vista opuesto es verdadero, comete dos errores”

(Eemeren & Grootendorst, 2006, p. 203). En primera medida, confunde su rol en la

discusión con el del protagonista. En segunda medida, asume de manera errónea que la

disputa termina con la victoria de uno de los puntos de vista, por lo cual si se niega el punto

de vista positivo ha ganado el punto de vista negativo, y viceversa; en este caso el

antagonista solo toma dos posibilidades, evadiendo que pueda existir un punto de vista

cero. Esta falacia se denomina absolutizar el fracaso de la defensa o argumentum ad

ignorantiam.
Este tipo de falacia puede combinarse con un falso dilema. Se sugiere que solo hay dos

posibilidades posibles, blanco o negro, ignorando totalmente las otras posibilidades. En este

caso se presenta una disyuntiva, la cual es posible si hay tres o más posibilidades y solo se

están poniendo en discusión dos de ellas.

1.3.10 Falacias en el uso del lenguaje.

En el momento en que se produce una discusión es importante que el lenguaje que use el

protagonista sea claro, de no ser así, el antagonista no pondría en duda ni cuestionaría un

punto de vista cuando se supone que debe hacerlo. Así mismo, el protagonista podría

pensar que hay una discusión, y el antagonista podría pensar que no hay ninguna, lo cual

generaría malentendidos. Por esta razón, tanto el antagonista como el protagonista deben

expresarse claramente, dejar ver cuál es su intención, para que de esta manera la discusión

llegué a una conclusión y se resuelva.

La regla 10 dicta que “las partes no deben usar formulaciones que resulten

insuficientemente claras o confusamente ambiguas y deben interpretar las formulaciones de

la parte contraria tan cuidadosa y tan exactamente como les sea posibles” (Eemeren &

Grootendorst, 2006, p. 210). Para cumplir con la claridad es necesario que ambas partes

sigan el Principio de Comunicación, de esta manera pueden lograr el entendimiento mutuo.

Sin embargo, no por esto significa que todo deba ser expresado de manera explícita, aquí

también se incluyen actos de habla indirectos e implícitos. Si en la disputa se logra una total

comprensión se habla de una formulación óptima y de una interpretación óptima.

Sin embargo, la comprensión total de un mensaje no solo depende de que los sujetos se

hagan entender y cumplan el Principio de Comunicación, a veces se piensa que la

comprensión debe ser absoluta cuando esta es relativa. El mensaje en ocasiones es


comprensible solo para un público específico, en estos casos, no es culpa ni del

protagonista ni del antagonista que el mensaje no se entienda. Por lo tanto, solo basándose

en que un público o un lector comprenda un mensaje no se puede determinar el éxito de la

comunicación.

No obstante, el hablante debe hacer su mensaje lo más claro posible, en ocasiones será

necesario aclarar algunos términos o palabras que él emplee, si se niega a hacerlo, el

hablante ha violado la regla 10. El hablante debe prestar atención al público que se dirige,

pues la necesidad de estas ampliaciones no siempre es directa, él es quién debe juzgar si

son necesarias o no.

Cuando un hablante trata de beneficiarse de la falta de claridad para defender un punto

de vista, el hablante violaría la regla 10 cometiendo la falacia de falta de claridad. Existen

distintos tipos de esta falacia. Uno de ellos está relacionado con la falta de claridad en la

estructura de un texto, es decir, que el texto no tenga un correcto orden o no tenga

coherencia.

Otro tiene que ver con el sentido de las oraciones, “no queda claro cuál es la función

comunicacional de un acto de habla. Por regla general, esta función no se indica de manera

explícita” (Eemeren & Grootendorst, 2006, p. 212). El problema en este caso no es la

interpretación del acto de habla, es el contexto, pues este ayuda al público o al lector a

discernir cuál es la proposición que se ha dejado implícita. En algunas ocasiones el

contexto termina no siendo claro, por lo que el lector o el público tiene más de una

posibilidad para la interpretación.

Van Eemeren menciona que hay cuatro tipos de la falacia de falta de claridad, los cuales

son: a) lo implícito, b) la falta de familiaridad, c) la indefinición y d) la vaguedad. En el

primer caso, la solución es hacer más explícito el acto de habla implícito, así mimo, utilizar
una proposición particular facilita la defensa del punto de vista. En el segundo caso, la falta

de familiaridad depende de lo familiares que son las palabras y los conceptos que el

hablante está utilizando, cuando hay un término que no es de comprensión común se genera

el segundo tipo de la falacia de falta de claridad; la forma de solucionarlo es ampliando o

dando una definición de los términos.

En el tercer caso, la indefinición refiere a la referencia, el interlocutor no deja claro a

quién o a qué se está refiriendo, por esta razón se generan los malentendidos de la

comunicación. En el cuarto caso, hay distintas formas de vaguedad, una de ellas llamada

vaguedad lineal refiere a las palabras que son utilizadas para describir a alguien o a algo,

sin embargo, la palabra utilizada no es la adecuada, pues se necesitaría que primero se

cumplan los criterios para que la descripción dada se adecue a la persona, animal o cosa.

Otro tipo de vaguedad refiere a los parecidos familiares, es decir, palabras que las personas

usan para describir a algo, pero los criterios de cada persona para describir según está

palabra difieren entre sí. Por ejemplo, la palabra “inteligente”, cada sujeto puede tener

distintos criterios para describir a alguien como una persona inteligente.

La falacia de manipulación de la ambigüedad se manifiesta en distintas formas. La

ambigüedad semántica refiere a las palabras que tienen más de un significado. La

ambigüedad sintáctica, en cambio, tiene que ver con la estructura de la oración. En el caso

de la ambigüedad referencial no siempre queda claro la palabra usada a qué se está

refiriendo, por ejemplo, cuando se usan los pronombres y hay más de una persona a los que

estos se podrían referir. Esta falacia con la de la falta de claridad pueden suceder

simultáneamente. Así mismo, las falacias en el uso del lenguaje pueden permear e impedir

la resolución de una disputa en cualquiera de las etapas mencionadas anteriormente.

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