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Ciencias Humanas
GRADO 11
MAYO 15 DE 2020
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INSTITUCIÓN EDUCATIVA DE BAYUNCA
Plantel Oficial Creado por decreto Nº 0393 del 6 de mayo de 1968 como Escuela Rural Mixta de Bayunca Aprobado por Res. Distrital 0703 del 7 de octubre de 2009 para
educación medía Académica y Técnica.
Razón social: DANE: 213001002809 (Sede principal) -213001007541( Sede Zapatero) NIT:806.004.641-3
Código SNP ICFES (096420 Diur.) - (117218 Noctur.)
Afrontar la crisis bioambiental y humanitaria a nivel global desde las políticas económicas de
los Estados Neoliberales que desconocen los Derechos Fundamentales como la vida, las
libertades y la dignidad del ser humano
INTRODUCCIÓN
TEXTO INTRODUCTORIO DE LAS GUÍAS DE TRABAJO DE CIENCIAS HUMANAS
TEMA: EXISTENCIALISMO
¿QUÉ ES EL EXISTENCIALISMO?
El Existencialismo, en su sentido más amplio, es una filosofía del siglo XX centrada en el análisis de la
existencia y en la manera en que los humanos existen en el mundo. La idea es que los humanos
primero existen y luego cada individuo pasa toda su vida cambiando su esencia o naturaleza. Hace
énfasis en los principios de libertad y responsabilidad individual, los cuales han de ser analizados como
fenómenos independientes de categorías abstractas, ya sean racionales, morales o religiosas.
En términos más simples, el existencialismo es una corriente literaria y de filosofía orientada a la
búsqueda de sí mismo y el significado de la vida a través del libre albedrío, de elección, y de la
responsabilidad personal. La creencia es que la gente está tratando de encontrar quiénes y qué son a
lo largo de sus vidas, a medida que toman decisiones basadas en sus experiencias, creencias, y
perspectivas. Y las decisiones personales se tornan únicas sin la necesidad de una forma objetiva de la
verdad. Un existencialista cree que una persona debe estar obligada a tomar decisiones y a ser
responsable, sin la ayuda de leyes, reglas étnicas, ni tradiciones.
El existencialismo nace como consecuencia de los acontecimientos ocurridos en la Europa y en
general en el mundo entero, más claramente en el periodo entre guerras (Primera Guerra Mundial y
Segunda Guerra Mundial), pero también, del fascismo y la posterior consolidación de los bloques
capitalista y comunista durante la Guerra Fría que concluyeron en un proceso de despersonalización
según el cual el individuo pierde su identidad diluido en una masa social fácilmente manipulable. Como
consecuencia de lo anterior, ocurre que en las democracias capitalistas se deshumaniza el trabajo y se
transforma al ciudadano en consumidor y en el totalitarismo comunista soviético, se ahoga la
individualidad del hombre sin alcanzarse nunca la soñada sociedad sin clases.
Ahora bien, a causa de la crisis bioambiental que atraviesa el mundo entero por cuenta de la pandemia
ocasionada por el COVID-19, el existencialismo ha recobrado una importancia significativa, más bien
apremiante, desde lo filosófico, lo ético, lo económico, desde el lenguaje mismo, puesto que permitirá
entender e intentar explicar el sentir, el vivir, el existir del hombre desde las distintas esferas de su vida,
en las cuales este se ha visto afectado, como lo es desde su salud mental, física, estabilidad
económica, relaciones sociales o su juicio crítico frente a las decisiones gubernamentales.
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Pero no solo eso, en estos momentos de crisis son muchas las emociones que atraviesa la psique
humana, desde la ansiedad y tristeza generados por el encierro, hasta la incertidumbre, inseguridad y
miedo por el contagio al virus y el riesgo para la vida, seguidos de la angustia, frustración e
incertidumbre por la inestabilidad económica de las familias y de cada individuo que ve como su vida y
su economía son cada día más vulnerables a causa de un organismo microscópico que nos muestra
cuán endebles y frágiles somos.
Desde el existencialismo se asegura que la existencia tiene el sentido que nosotros queramos darle. El
sentido es una conquista, y no un don. Somos un proyecto, un cúmulo de posibilidades, que solo se
hacen efectivas y reales con la participación de nuestra decisión. En estos momentos de crisis, de
encierro y de situación límite es buen momento para que desde el existencialismo se haga una
reflexión sobre el sentido de la vida, el valor de la vida, la responsabilidad que hay sobre nuestras vidas
y sobre la vida de los demás, a sopesar sobre las cosas que se le han dado importancia y que ahora
realmente no sirven para nada. Por estas razones, desde el existencialismo se invita a reconocer que
es nuestra responsabilidad como sentimos y como actuamos.
BIBLIOGRAFÍA
https://www.culturagenial.com/es/existencialismo/
https://www.allaboutphilosophy.org/spanish/existencialismo.htm
http://www.filosofia.org/enc/ros/ex3.htm
https://www.filco.es/covid-19-y-filosofia-pensar-en-medio-catastrofe/
LECTURA N° 1
En cada época y en cada coyuntura de la historia, emergen a la luz pública ciertas figuras cuyo pensamiento y
acción representan la conciencia de la humanidad. En la antigüedad destaca la figura esencial de Sócrates como
ejemplo paradigmático de todos los tiempos. Más tarde, los utopistas Moro o Campanella, el mártir Giordano
Bruno, en la ilustración Rousseau o Voltaire; en el siglo XIX, Marx o Nietzsche; y en el siglo XX, Bertrand Russell,
Gandhi, Marcuse y Jean Paul Sartre. A fines del siglo XX y principios del XXI, el pensamiento de Noam Chomsky,
representa la crítica de la humanidad en contra de la violencia y la prepotencia del imperio norteamericano.
¿Qué es lo que permite que un pensador se convierta en conciencia de su tiempo? En primer lugar, la
hondura y profundidad de su reflexión sobre temas que desgarran a la humanidad; en segundo, una actitud ética
que lo lleva a poner en riesgo su libertad o su integridad física frente a los poderes establecidos (recordemos a
Russell arrastrado por la policía británica por su protesta en contra de la escalada nuclear o al propio Sartre,
víctima de atentados con bomba cerca de su departamento); y en tercer lugar, las contradicciones sistémicas que
permiten la difusión mundial de su pensamiento. 1
Sartre constituirá también un grupo literario-filosófico glamoroso formado por Simone de Beauvoir (quien lo
convierte y se convierte en personaje novelesco a través de sus autobiografías), Albert Camus y Maurice Merleau
Ponty, con quienes rompe después por razones filosóficas y políticas; y convocará en su contra también a
importantes pensadores como Pierre Naville, Roger Garaudy, Henry Lefebvre, Georgy Lukács, Adam Schaff o
Lucien Goldmann, para sólo citar a unos cuantos. Este último dirá que Sartre es "un talmudista extraviado en el
maoísmo". Si un pensador se midiera por sus adversarios podríamos decir que tuvo los mejores.
En el caso de Sartre, confluye también su extraordinaria poligrafía, que le permite expresar sus ideas a través del
teatro, el cuento, la novela, la crítica literaria y la filosofía (¿Quién no recuerda A puerta cerrada; El ser y la nada;
El muro; la Prostituta respetuosa; San Genet: comediante y mártir; la Crítica de la razón dialéctica...) En todos
estos géneros, adquirió no sólo originalidad, sino que ejerció en toda una generación una fascinación inigualable.
Sartre se convierte en parte fundamental de una corriente filosófica que adquiere una notable difusión en la
posguerra, como fue el existencialismo, que se inicia con Kierkegaard, Dostoievsky y Berdaiev y que va tratar de
responder a la pregunta por el individuo frente a la divinidad, frente a la totalidad o frente al mundo. Sartre
retomará la tradición y la renovará mediante un diálogo con Husserl y Heidegger.
1 E1 presente texto (inédito) tiene su origen en una mesa redonda que se efectuó en la Casa Lamm de la ciudad de México, con motivo del
centenario del nacimiento del filósofo francés, el 14 de marzo de 2005. 'Todo ello permitió a Sartre sobrevivir y persistir en su actitud
contestataria al envolverse en el escudo protector de la opinión pública internacional. Ese escudo mágico que sirvió a los zapatistas para
evitar la masacre en 1994 y que se muestra ahora en las respuestas multitudinarias contra la globalización neoliberal.)
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Podríamos decir que existen dos períodos del pensamiento del filósofo francés: uno que se inicia con la
Trascendencia del ego; Bosquejo de una teoría de los sentimientos; Lo imaginario; La imaginación; La náusea y
que culmina en El ser y la nada y que está dominado por el pesimismo.
No podía ser de otra manera: sus escritos reflejan la crisis de civilización que produjo el nazismo y la oscuridad
de un horizonte histórico, aunque también (y esto es lo perdurable) expresan la crisis del individuo frente a las
alternativas. El Ser y la Nada, coincide con la afirmación de Camus en El mito de Sísifo: el hombre trata de
trascender pero se encuentra con un fracaso permanente. Esto le lleva a decir que "el hombre es una pasión
inútil".
El existencialismo es un humanismo
Después del triunfo de los aliados, se abre la esperanza de construir un nuevo mundo y Sartre adopta una
posición más optimista en su famosa conferencia "El existencialismo es un humanismo", leída el 28 de octubre en
el Club
Maintenant de París. En ella se defiende así de las críticas:
Los comunistas "nos han reprochado el invitar a la gente a permanecer en un quietismo de desesperación"; los
católicos "que subrayamos la ignominia humana"; que partimos de la subjetividad pura; que negamos la
seriedad de la empresa humana. La respuesta es que "la existencia precede a la esencia" 2
El hombre no es otra cosa que lo que hace y esto es la subjetividad. El hombre será lo que ha proyectado ser. Su
reflexión parte del individuo frente a la angustia, el abandono y la ausencia de Dios. A la afirmación de
Dostoievsky "si Dios no existiera, todo estaría permitido", Sartre responde que efectivamente, puesto que no hay
Dios, el único responsable de sus acciones y de sus consecuencias, es el hombre mismo. Pero al ser
responsable de sus actos lo es también por todos los hombres. "Al elegirse, elige a todos los hombres"3. Esta es
la tesis central: "el hombre se compromete y se da cuenta de que es no sólo el que elige ser, sino también un
legislador, que elige al mismo tiempo que a sí mismo a la humanidad entera, no puede escapar al sentimiento de
su total y profunda responsabilidad". Más tarde, dirá que cuando un hombre es victimado en Viet Nam también lo
es toda la humanidad.
Esta responsabilidad total es lo que provoca la angustia en el que comprende cabalmente la situación en que se
encuentra.
Decir que la existencia precede a la esencia —continúa— significa que "no hay determinismo, el hombre es libre,
el hombre es libertad". Esta concepción es modificada posteriormente por la aceptación de que existen los
condicionamientos de la conducta; sin embargo, es el ser humano individual el que decide. Sartre acepta la tesis
de Marx y Engels en el sentido de que los hombres hacen la historia pero siempre en condiciones dadas.3
Lo que no acepta es la estructuración del objeto social. Su perspectiva es la subjetividad expresada en la acción,
en tanto modifica dicho objeto en forma plástica desde el punto de vista del individuo o del grupo en fusión, como
la suma de acciones de los individuos. En otras palabras,
Sartre acierta en considerar la incidencia de la acción en la materia, pero no considera que la materia (natural o
social) tenga una estructuración que permite o no la incidencia de la acción. Es por ello que si los individuos se
equivocaran en el examen de las posibilidades objetivas y subjetivas, no podrían llevar a cabo sus proyectos y en
el caso de la historia, sólo formarían el panteón de los mártires.
El tema de la responsabilidad lleva a Sartre a la problemática de la moral, sobre la que escribe una serie de notas
concentradas en Cahiers pour une morale y Carnets de la dróle de guerre, publicados en forma postuma por A.
Elkaím-Sartre en 19836. En la conferencia a que nos referimos, se pronuncia en contra de una moral abstracta.
Está con Kant al convertir a la humanidad en fin, pero, a su juicio, se requiere considerar la acción en situación,
que para John Garduce es "la contingencia de la libertad en el plenum del ser del mundo". Por ello el
existencialismo sartreano se opone a la pasividad; a lo abstracto; a la irresponsabilidad; a la mala fe de atribuir
las acciones a los determinismos. El hombre es compromiso, autenticidad y proyecto.
El existencialismo es un humanismo significa que "el hombre está continuamente fuera de sí mismo; es
proyectándose y perdiéndose fuera de sí mismo como hace existir al hombre y por otra parte es persiguiendo
fines trascendentales como puede existir; siendo el hombre este rebasamiento mismo, y no captando los objetos
sino en relación con ese rebasamiento, está en el corazón y en el centro de este rebasamiento. No hay otro
universo que este universo humano, el universo de la subjetividad humana"7. "El hombre está condenado a ser
2 .P. Sartre, El existencialismo es un humanismo. Losada. Buenos Aires. 1998, trad. Manuel Lamana, p. 7.
3 (^En el marxismo del siglo XX se polemizó en forma aguda en torno a dos formas de entender el análisis social e histórico: el que
acentuaba el papel de las estructuras objetivas (cuya expresión mayor fue el estructuralismo) y el que ponía de manifiesto la importancia de la
subjetividad (tesis que provino del gramscismo). El existencialismo vino a poner de manifiesto la importancia del individuo y su irreductibilidad
al proceso histórico."•Sobre este tema se han publicado una serie de trabajos, entre los cuales podemos destacar los de Robert V. Stone y
Elizabeth A. Bowman "Dialéctica! Ethics: a First Look al Sartre's Unpuhlished 1964 Rome Lecture Notes" y la colaboración de Celia Amorós
en Historia de la Etica, Ed. Crítica, vol. III, Barcelona, 1989.
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libre". El hombre es libre porque no puede dejar de optar y decidir ante las alternativas y por ello, también se
encuentra en un proceso de perpetua autocreación.
Estas tesis del existencialismo influyen de manera profunda en Latinoamérica, en donde el existencialismo se
convierte incluso en una moda intelectual. En México, con el afán de buscar "nuestro propio ser", nuestra
identidad, se constituye el "grupo Hiperión", integrado entre otros por Luis Villoro, Ricardo Guerra, Jorge Portilla,
Emilio Uranga, Fausto Vega, Salvador Reyes Nevárez y Joaquín Sánchez MacGregor, bajo el magisterio de
Leopoldo Zea. Ellos consideran a la filosofía como compromiso de configurar una filosofía del mexicano y de lo
mexicano. El tema también ocupa a Octavio Paz en El laberinto de la soledad. Más tarde, los filósofos mexicanos
abandonan esta reflexión. Hoy, cuando se impugna en estos lugares inhóspitos y des-ilustrados a la filosofía,
conviene recordar que Sartre decía que "ninguna sociedad puede prescindir del filósofo, porque la filosofía, en
cualquier sociedad, es la comprensión de lo que es el hombre en esa sociedad".
Existencialismo y marxismo
Sartre vive la experiencia del nazismo; forma parte de la lucha por la liberación y asiste al proceso de desarrollo
de la "guerra fría". En esta situación, rechaza al capitalismo pero también a la sociedad burocrática construida en
la URSS y otros países, a nombre del socialismo. Si bien colabora en un primer momento con los comunistas en
su lucha contra la agresión francesa en Argelia y por la paz, más tarde se distanciará de los soviéticos, tanto por
la invasión a Hungría como por la intervención de los tanques del "Pacto de Varsovia" para interrumpir la
"Primavera de Praga". De igual forma, defendió a escritores y filósofos que, como Syniavsky, Daniel o Karel
Kosik, eran perseguidos por las burocracias del Este y criticó a Alexander Solzhenitsin porque a la vez que
denunciaba el Gulag, su crítica veía al pasado. Simpatiza al principio con la Revolución Cubana y luego rompe
con ella por el famoso "caso Padilla".4 Es uno de los primeros en decir que la sociedad construida en la URSS no
era socialista. Estas posiciones le valieron que todo el aparato de poder soviético o pro-soviético se lanzara en su
contra, calificándolo de "pequeño-burgués", individualista, subjetivista y anti-marxista. Sartre respondió que había
algo en el marxismo que no era considerado: el problema del individuo vivo y la subjetividad. Y respondió que
"Flaubert era pequeño-burgués pero no todo pequeñoburgués era Flaubert".
Uno de sus críticos, el controvertido Roger Garaudy (que años después se convertiría al islamismo), señala a
Sartre objeciones como: independizar el aspecto científico-natural del social; su forma de entender la alienación
separándola de sus aspectos económicos y sociales; su concepción de la praxis; su forma de entender la
totalidad; su rechazo sin matiz de los "marxistas contemporáneos"; su pesimismo y otros. Es cierto que Garaudy
en aquellos momentos representaba el papel del filósofo defensor de las posiciones del PCF, pero ello no elimina
la pertinencia de algunas de sus críticas, sobre todo en su importante libro: Perspectivas del hombre, que incluye
reacciones muy interesantes de los filósofos estudiados. En breve, Sartre realiza una crítica válida al marxismo
desde posiciones externas a esta concepción, pero considerándolas como internas.
El compromiso político
Como hemos dicho, Sartre adoptó una postura incómoda: por un lado criticaba enérgicamente las estructuras
esclerosadas del llamado socialismo, pero por el otro, a diferencia de otros, condenaba en igual forma al
capitalismo y a sus expresiones colonialistas e imperialistas. Su punto de apoyo era frágil: su posición intelectual.
Es por ello que se opuso a la agresión colonialista de su propio país, Francia, en Argelia y Vietnam. Su
pensamiento anti-colonialista se expresa (entre otros textos) en el maravilloso prólogo, pleno de ironía, a la obra
del psiquiatra Franz Fanón, Los condenados de la tierra, publicada en 1961.
En otras palabras, una denuncia de lo que él mismo llamaba el "striptease del humanismo europeo".
Su pensamiento anti-imperialista se expresó en sus intervenciones en el "Tribunal Internacional contra los
crímenes de guerra en Vietnam" —el Tribunal Russell—, que llevó a cabo su primera reunión del 13 al 15 de
noviembre de 1966 en Londres. El presidente de honor era Bertrand Russell y el presidente del ejecutivo, Sartre.
El antecedente inmediato era el Tribunal de Nüremberg. Sartre, en una de sus intervenciones, expone en qué
sentido la agresión del gobierno norteamericano a Vietnam puede ser considerada como genocidio. Se refiere a
Inglaterra y Francia como imperios que impusieron el terror mediante matanzas. "Estas matanzas tienen un
4 ("Queda como testimonio el libro Huracán sobre el azúcar, que incluye un diálogo con escritores cubanos”).
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carácter de genocidio: se trata de destruir una parte del grupo (étnico, nacional, religioso) para aterrorizar al resto
y estructurar la sociedad endógena".5
Su tesis era que, a diferencia de los franceses, los norteamericanos no tenían intereses económicos significativos
ahí. Sus objetivos primarios eran militares: cercar a China. Desmonta los discursos de Dean Rusk, quien decía
que los Estados Unidos estaban en peligro ("¿en Saigón?", se pregunta Sartre) y los del general Westmoreland,
quien consideraba que la guerra era un ejemplo para todos aquellos que se atrevieran a rebelar en Europa, en
África, en Asia o en América Latina. Sartre se opone identificándose con la víctima: "Cuando un campesino cae
en su arrozal, cegado por una ametralladora, todos somos heridos en su persona. De esta suerte los vietnamitas
se baten por todos los hombres y las fuerzas americanas contra todos"". (Lo mismo podemos decir hoy de los
iraquíes, pero no sólo por el crimen que se está cometiendo en contra de un pueblo, sino en protesta por el
chantaje en contra de todo el género humano, al que los norteamericanos desean dominar).
Cuando surgió el movimiento de 68, Sartre no dudó en apoyarlo, aunque su desenlace fuera la frustración. El
movimiento fue lo que él esperaba: la imaginación al poder; formar comités de sueños; crear grupos en fusión;
permitir la eclosión de la esperanza; cambiar el mundo. Pero también confirmó una vez más su convicción de que
las estructuras de la izquierda no responderían al llamado. "Les pusimos el poder en bandeja de plata y no lo
tomaron", diría Dany el Rojo.
Todo ello llevó al filósofo a radicalizar su actitud política, a desprenderse del vedetismo intelectual, a buscar la
experiencia directa del movimiento obrero y seguir expresando una actitud libertaria al asumir la dirección del
periódico maoísta La Cause du Peuple, a pesar de que no estuviera de acuerdo con sus tesis, y más tarde, del
periódico Liberation que, por cierto, terminó en la quiebra.
En el libro On a raison de se revolter,6 que fue conformado mediante conversaciones entre Sartre, Philippe Gavi
(periodista) y Pierre Víctor (dirigente maoísta) de noviembre de 1972 a marzo de 1974, a propósito del nacimiento
del diario Liberation, Sartre expone algunas de sus concepciones filosóficas desarrolladas en la Crítica de la
razón dialéctica, como: serialidad (grupos que existen en forma mecánica sin una praxis en común), el grupo en
fusión, fraternidad-terror, lo práctico-inerte.
En la conversación dan un repaso a temas como el de las relaciones de Sartre con el PCF, el PCUS, así como su
rechazo a la invasión de Hungría primero y Checoslovaquia después; sobre su intervención como intelectual de
nuevo tipo; el golpe de Estado en contra de Salvador Allende y sus consecuencias para Europa; la experiencia de
autogestión de la fábrica de relojes Lip; su acción a favor de escritores rusos disidentes; su preferencia por la
democracia directa y su oposición a la democracia representativa. En relación con este último aspecto, hoy que la
democracia es, al parecer, el único fin de los movimientos de izquierda, Sartre afirma en forma contundente que
"el sufragio universal es una treta del poder burgués para sustituir la legitimidad de los movimientos populares y
de la democracia directa por una legalidad"'3. Por mi parte, la frase "es una treta" la podría suscribir diciendo "ha
sido una treta" o "podría ser una treta, a menos que...". Aquí no hay espacio para desarrollar este tema, pero creo
que Sartre no toma en cuenta la necesidad de una democracia profunda y se queda en los efectos negativos de
la democracia liberal existente.
Actualmente no existe una figura equivalente a la de Sartre. Un filósofo, un creador fascinante y un intelectual
comprometido con las mejores causas de la humanidad. Los grandes filósofos de nuestro tiempo se han
convertido al "pensiero debole" de Gianni Vattimo, como reacción posmodema y tímida al cambio epocal en que
nos encontramos, a los micropoderes de Foucault que profundiza sobre una realidad pero pierde de vista el
enorme poder estructurador de lo económico, o al diálogo libre de dominio de Habermas y Apel, que constituye
una buena intención: que los individuos guíen su conducta por un ideal democrático contra-fáctico, pero no toman
en consideración las monstruosas fuerzas que condicionan, limitan, distorsionan y frustran dicho diálogo. Sus
reflexiones son interesantes y aportan, sin duda, pero han perdido el filo crítico. Y todo esto se presenta en medio
de lo que llamaba Heidegger "el desarraigo". La filosofía ha sido sustituida por la imagen ligera y la diversión
huidiza. Todo está dominado por el pragmatismo del mercado y por el Big Brother y no hay lugar ya para la
interrogación sobre el sentido de la existencia, para la profundización de sí mismo y la acción trascendente.
Hoy, cuando estamos en medio de un nuevo cambio: el que sigue al derrumbe del Muro de Berlín y la
reordenación global a cargo del G7, se hace necesario un re-pensamiento de las alternativas. ¿Qué figura
representará la conciencia desgarrada de nuestro tiempo? Tendría que surgir un nuevo Sartre. E
Gabriel Vargas Lozano (Guadalajara, 1947). Filósofo mexicano, profesor-investigador del Departamento de Filosofía
de la UAM-Iztapalapa. Director de la revista Dialéctica. Fue Presidente de la Asociación Filosófica de México. Sus
trabajos han sido publicados en numerosas revistas culturales y especializadas y traducidos a varios idiomas. Entre
5(J. P. Sartre, "Motivaciones del juicio sobre genocidio" en Varios, Tribunal Russell. Sesiones de Estocolmo y Roskilde, Siglo XXI Editores,
México, 1969, p. 387.)
6 (Sartre, Victor, Gavi, El hombre tiene razón para rebelarse. Monte Avila Editores, Caracas, 1975.)
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sus libros, podemos mencionar: Más allá del derrumbe. Intervenciones filosóficas: ¿qué hacer con la filosofía en
América Latina? y Esbozo de la filosofía en México y otros ensayos.
LECTURA N° 2
“El muro”
Nos arrojaron en una gran sala blanca y mis ojos parpadearon porque la luz les hacía mal. Luego vi una mesa y
cuatro tipos detrás de ella, algunos civiles, que miraban papeles. Habían amontonado a los otros prisioneros en el
fondo y nos fue necesario atravesar toda la habitación para reunirnos con ellos. Había muchos a quienes yo
conocía y otros que debían de ser extranjeros. Los dos que estaban delante de mí eran rubios con cabezas
redondas; se parecían; franceses, pensé. El más bajo se subía todo el tiempo el pantalón: estaba nervioso.
Esto duró cerca de tres horas; yo estaba embrutecido y tenía la cabeza vacía; pero la pieza estaba bien
caldeada, lo que me parecía muy agradable, hacía veinticuatro horas que no dejábamos de tiritar. Los guardianes
llevaban los prisioneros uno después de otro delante de la mesa. Los cuatro tipos les preguntaban entonces su
nombre y su profesión. La mayoría de las veces no iban más jejos — o bien a veces les hacían una pregunta
suelta: “¿Tomaste parte en el sabotaje de las municiones?”, o bien: “¿Dónde estabas y qué hacías el 9 por la
mañana?” No escuchaban la respuesta o por lo menos parecían no escucharla: se callaban un momento mirando
fijamente hacia adelante y luego se ponían a escribir. Preguntaron a Tom si era verdad que servía en la Brigada
Internacional: Tom no podía decir lo contrario debido a los papeles que le habían encontrado en su ropa. A Juan
no le preguntaron nada, pero, en cuanto dijo su nombre, escribieron largo tiempo.
—Es mi hermano José el que es anarquista —dijo Juan—. Ustedes saben que no está aquí. Yo no soy de ningún
partido, no he hecho nunca política.
No contestaron nada. Juan dijo todavía:
—No he hecho nada. No quiero pagar por los otros. Sus labios temblaban. Un guardián le hizo callar y se lo llevó.
Era mi turno:
—¿Usted se llama Pablo Ibbieta?
Dije que sí.
El tipo miró sus papeles y me dijo:
—¿Dónde está Ramón Gris?
—No lo sé.
—Usted lo ocultó en su casa desde el 6 al 19.
—No.
Escribieron un momento y los guardianes me hicieron salir. En el corredor Tom y Juan esperaban entre dos
guardianes. Nos pusimos en marcha. Tom preguntó a uno de los guardianes:
— ¿Y ahora?
— ¿Qué? —dijo el guardián.
— ¿Esto es un interrogatorio o un juicio?
—Era el juicio, dijo el guardián.
—Bueno. ¿Qué van a hacer con nosotros?
El guardián respondió secamente:
—Se les comunicará la sentencia en la celda.
En realidad lo que nos servía de celda era uno de los sótanos del hospital. Se sentía terriblemente el frío, debido
a las corrientes de aire. Toda la noche habíamos tiritado y durante el día no lo habíamos pasado mejor. Los cinco
días precedentes había estado en un calabozo del arzobispado, una especie de subterráneo que debía datar de
la Edad Media: como había muchos prisioneros y poco lugar se les metía en cualquier parte. No eché de menos
mi calabozo: allí no había sufrido frío, pero estaba solo; lo que a la larga es irritante. En el sótano tenía compañía
Juan casi no hablaba: tenía miedo y luego era demasiado joven para tener algo que decir. Pero Tom era buen
conversador y sabía muy bien el español. En el subterráneo había un banco y cuatro jergones. Cuando nos
devolvieron, nos reunimos y esperamos en silencio. Tom dijo al cabo de un momento:
—Estamos reventados.
—Yo también lo pienso —le dije—, pero creo que no harán nada al pequeño.
—No tienen nada que reprocharle —dijo Tom—, es el hermano de un militante, eso es todo.
Yo miraba a Juan: no tenía aire de entender, Tom continuó:
— ¿Sabes lo que hacen en Zaragoza? Acuestan a los tipos en el camino y les pasan encima los camiones. Nos
lo dijo un marroquí desertor. Dicen que es para economizar municiones.
—Eso no economiza nafta —dije.
Estaba irritado contra Tom: no debió decir eso.
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—Hay algunos oficiales que se pasean por el camino —prosiguió—, y que vigilan eso con las manos en los
bolsillos, fumando cigarrillos. ¿Crees que terminan con los tipos? Te engañas. Los dejan gritar. A veces durante
una hora. El marroquí decía que la primera vez casi vomitó.
—No creo que hagan eso —dije—, a menos que verdaderamente les falten municiones.
La luz entraba por cuatro respiraderos y por una abertura redonda, que habían practicado en el techo, a la
izquierda y que daba sobre el cielo. Era por este agujero redondo, generalmente cerrado con una trampa, por
donde se descargaba el carbón en el sótano. Justamente debajo del agujero había un gran montón de cisco;
destinado a caldear el hospital, pero desde el comienzo de la guerra se evacuaron los enfermos y el carbón
quedó allí, inutilizado; le llovía encima en ocasiones, porque se habían olvidado de cerrar la trampa.
Tom se puso a tiritar.
—Maldita sea, tirito —dijo—, vuelta a empezar.
Se levantó y se puso a hacer gimnasia. A cada movimiento la camisa se le abría sobre el pecho blanco y velludo.
Se tendió de espaldas, levantó las piernas e hizo tijeras en el aire; yo veía temblar sus gruesas nalgas. Tom era
ancho, pero tenía demasiada grasa. Pensé que balas de fusil o puntas de bayonetas iban a hundirse bien pronto
en esa masa de carne tierna como en un pedazo de manteca. Esto no me causaba la misma impresión que si
hubiera sido flaco.
No tenía exactamente frío, pero no sentía la espalda ni los brazos. De cuando en cuando tenía la impresión de
que me faltaba algo y comenzaba a buscar mi chaqueta alrededor, luego me acordaba bruscamente que no me
habían dado la chaqueta. Era muy molesto. Habían tomado nuestros trajes para darlos a sus soldados y no nos
habían dejado más que nuestras camisas — y esos pantalones de tela que los enfermos hospitalizados llevan en
la mitad del verano. Al cabo de un momento Tom se levantó y se sentó cerca de mí, resoplando.
— ¿Entraste en calor?
—No, maldita sea. Pero estoy sofocado.
A eso de las ocho de la noche entró un comandante con dos falangistas. Tenía una hoja de papel en la mano.
Preguntó al guardián:
— ¿Cómo se llaman estos tres?
—Steinbock, Ibbieta y Mirbal, dijo el guardián.
El comandante se puso los anteojos y miró en la lista:
—Steinbock… Steinbock… Aquí está. Usted está condenado a muerte. Será fusilado mañana a la mañana.
Miró de nuevo:
—Los otros dos también —dijo.
—No es posible —dijo Juan—. Yo no.
El comandante le miró con aire asombrado.
—¿Cómo se llama usted?
—Juan Mirbal.
—Pues bueno, su nombre está aquí —dijo el comandante—, usted está condenado.
—Yo no he hecho nada —dijo Juan.
El comandante se encogió de hombros y se volvió hacia Tom y hacia mí.
—¿Ustedes son vascos?
—Ninguno es vasco.
Tomó un aire irritado.
—Me dijeron que había tres vascos. No voy a perder el tiempo corriendo tras ellos. Entonces, naturalmente,
¿ustedes no quieren sacerdote?
No respondimos nada. Dijo:
—En seguida vendrá un médico belga. Tiene autorización para pasar la noche con ustedes.
Hizo el saludo militar y salió.
—Que te dije —exclamó Tom—, estamos listos.
—Sí —dije—, es estúpido por el chico.
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Decía esto por ser justo, pero no me gustaba el chico. Tenía un rostro demasiado fino y el miedo y el sufrimiento
lo habían desfigurado, habían torcido todos sus rasgos. Tres días antes era un chicuelo de tipo delicado, eso
puede agradar; pero ahora tenía el aire de una vieja alcahueta y pensé que nunca más volvería a ser joven, aun
cuando lo pusieran en libertad. No hubiera estado mal tener un poco de piedad para ofrecerle, pero la piedad me
disgusta; más bien me daba horror. No había dicho nada más pero se había vuelto gris: su rostro y sus manos
eran grises. Se volvió a sentar y miró el suelo con ojos muy abiertos. Tom era un alma buena, quiso tomarlo del
brazo, pero el pequeño se soltó violentamente haciendo una mueca.
—Déjalo —dije en voz baja—, bien vez que va a ponerse a chillar.
Tom obedeció a disgusto; hubiera querido consolar al chico; eso le hubiera ocupado y no habría estado tentado
de pensar en sí mismo. Pero eso me irritaba. Yo no había pensado nunca en la muerte porque no se me había
presentado la ocasión, pero ahora la ocasión estaba aquí y no había más remedio que pensar en ella.
Tom se puso a hablar;
—¿Has reventado algunos tipos? —me preguntó.
No contesté. Comenzó a explicarme que él había reventado seis desde el comienzo del mes de agosto; no se
daba cuenta de la situación, y vi claramente que no quería darse cuenta. Yo mismo no lo lograba completamente
todavía; me preguntaba si se sufriría mucho, pensaba en las balas, imaginaba su ardiente granizo a través de mi
cuerpo. Todo esto estaba fuera de la verdadera cuestión; estaba tranquilo, teníamos toda la noche para
comprender. Al cabo de un momento Tom dejó de hablar y le miré de reojo; vi que él también se había vuelto gris
y que tenía un aire miserable, me dije: “empezamos”. Era casi de noche, una luz suave se filtraba a través de los
respiraderos y el montón de carbón formaba una gran mancha bajo el cielo; por el agujero del techo veía ya una
estrella, la noche sería pura y helada.
Se abrió la puerta y entraron dos guardianes. Iban seguidos por un hombre rubio que llevaba un uniforme castaño
claro. Nos saludó:
—Soy médico —dijo—. Tengo autorización para asistirlos en estas penosas circunstancias.
Tenía una voz agradable y distinguida. Le dije:
—¿Qué viene a hacer aquí?
—Me pongo a disposición de ustedes. Haré todo lo posible para que estas horas les sean menos pesadas.
—¿Por qué ha venido con nosotros? Hay otros tipos, el hospital está lleno.
—Me han mandado aquí —respondió con aire vago.
—¡Ah! ¿Les agradaría fumar, eh? —agregó precipitadamente—. Tengo cigarrillos y hasta cigarros.
Nos ofreció cigarrillos ingleses y algunos puros, pero rehusamos. Yo le miraba en los ojos y pareció molesto. Le
dije:
—Usted no viene aquí por compasión. Por lo demás lo conozco, le vi con algunos fascistas en el patio del cuartel,
el día en que me arrestaron.
Iba a continuar, pero de pronto me ocurrió algo que me sorprendió: la presencia de ese médico cesó
bruscamente de interesarme. Generalmente cuando me encaro con un hombre no lo dejo más. Y sin embargo,
me abandonó el deseo de hablar; me encogí de hombros y desvié los ojos. Algo más tarde levanté la cabeza: me
observaba con aire de curiosidad. Los guardianes se habían sentado sobre un jergón. Pedro, alto y delgado,
volvía los pulgares, el otro agitaba de vez en cuando la cabeza para evitar dormirse.
¿Quiere luz? —dijo de pronto Pedro al médico. El otro hizo que “sí” con la cabeza: pensé que no tenía más
inteligencia que un leño, pero que sin duda no era ruin. Al mirar sus grandes ojos azules y fríos, me pareció que
pecaba sobre todo por falta de imaginación. Pedro salió y volvió con una lámpara de petróleo que colocó sobre
un rincón del banco. Iluminaba mal, pero era mejor que nada: la víspera nos habían dejado a oscuras. Miré
durante un buen rato el redondel de luz que la lámpara hacía en el techo. Estaba fascinado. Luego, bruscamente,
me desperté, se borró el redondel de luz y me sentí aplastado bajo un puño enorme. No era el pensamiento de la
muerte ni el temor: era lo anónimo. Los pómulos me ardían y me dolía el cráneo.
Me sacudí y miré a mis dos compañeros. Tom tenía hundida la cabeza entre las manos; yo veía solamente su
nuca gruesa y blanca. El pequeño Juan era por cierto el que estaba peor, tenía la boca abierta y su nariz
temblaba. El médico se aproximó a él y le puso la mano sobre el hombro como para reconfortarlo; pero sus ojos
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permanecían fríos. Luego vi la mano del belga descender solapadamente a lo largo del brazo de Juan hasta la
muñeca. Juan se dejaba hacer con indiferencia. El belga le tomó la muñeca con tres dedos, con aire distraído; al
mismo tiempo retrocedió algo y se las arregló para darme la espalda. Pero yo me incliné hacia atrás y le vi sacar
su reloj y contemplarlo un momento sin dejar la muñeca del chico. Al cabo de un momento dejó caer la mano
inerte y fue a apoyarse en el muro, luego, como si se acordara de pronto de algo muy importante que era
necesario anotar de inmediato tomó una libreta de su bolsillo y escribió en ella algunas líneas: “El puerco —pensé
con cólera—, que no venga a tomarme el pulso, le hundiré el puño en su sucia boca.”
No vino pero sentí que me miraba. Me dijo con voz impersonal:
—¿No le parece que aquí se tirita?
Parecía tener frío; estaba violeta.
—No tengo frío —le contesté
No dejaba de mirarme, con mirada dura. Comprendí bruscamente y me llevé las manos a la cara; estaba
empapado en sudor. En ese sótano, en pleno invierno, en plena corriente de aire, sudaba. Me pasé las manos
por los cabellos que estaban cubiertos de transpiración; me apercibí al mismo tiempo de que mi camisa estaba
húmeda y pegada a mi piel: yo chorreaba sudor desde hacía por lo menos una hora y no había sentido nada.
Pero eso no había escapado al cochino del belga; había visto rodar las gotas por mis mejillas y había pensado:
es la manifestación de un estado de terror casi patológico; y se había sentido normal y orgulloso de serlo porque
tenía frío. Quise levantarme para ir a romperle la cara, pero apenas había esbozado un gesto, cuando mi
vergüenza y mi cólera desaparecieron; volví a caer sobre el banco con indiferencia.
Me contenté con frotarme el cuello con mi pañuelo, porque ahora sentía el sudor que me goteaba de los cabellos
sobre la nuca y era desagradable. Por lo demás, bien pronto renuncié a frotarme, era inútil: mi pañuelo estaba ya
como para retorcerlo y yo seguía sudando. Sudaba también en las nalgas y mi pantalón húmedo se adhería al
banco.
De pronto, habló el pequeño Juan.
—¿Usted es médico?
—Sí —dijo el belga.
—¿Es que se sufre… mucho tiempo?
—¡Oh! ¿Cuando…? Nada de eso —dijo el belga con voz paternal—, termina rápidamente.
Tenía aire de tranquilizar a un enfermo de consultorio.
—Pero yo… me habían dicho… que a veces se necesitan dos descargas.
Algunas veces —dijo el belga agachando la cabeza—. Puede ocurrir que la primera descarga no interese ninguno
de los órganos vitales.
—¿Entonces es necesario que vuelvan a cargar los fusiles y que apunten de nuevo?
Reflexionó y agregó con voz enronquecida:
—¡Eso lleva tiempo!
Tenía un miedo espantoso de sufrir, no pensaba sino en eso; propio de su edad. Yo no pensaba mucho en eso y
no era el miedo de sufrir lo que me hacía transpirar.
Me levanté y caminé hasta el montón de carbón.
Tom se sobresaltó y me lanzó una mirada rencorosa: se irritaba porque mis zapatos crujían. Me pregunté si
tendría el rostro tan terroso como él: vi que también sudaba. El cielo estaba soberbio, ninguna luz se deslizaba en
ese sombrío rincón y no tenía más que levantar la cabeza para ver la Osa Mayor. Pero ya no era como antes; la
víspera, en mi calabozo del arzobispado, podía ver un gran pedazo de cielo y cada hora del día me traía un
recuerdo distinto. A la mañana, cuando el cielo era de un azul duro y ligero pensaba en algunas playas del borde
del Atlántico; a mediodía veía el sol y me acordaba de un bar de Sevilla donde bebía manzanilla comiendo
anchoas y aceitunas; a mediodía quedaba en la sombra y pensaba en la sombra profunda que se extiende en la
mitad de las arenas mientras la otra mitad centellea al sol; era verdaderamente penoso ver reflejarse así toda la
tierra en el cielo. Pero al presente podía mirar para arriba tanto como quisiera, el cielo no me evocaba nada.
Preferí esto. Volví a sentarme cerca de Tom. Pasó largo rato.
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Tom se puso a hablar en voz baja. Necesitaba siempre hablar, sin ello no reconocía sus pensamientos. Pienso
que se dirigía a mí, pero no me miraba. Sin duda tenía miedo de verme como estaba, gris y sudoroso: éramos
semejantes y peores que espejos el uno para el otro. Miraba al belga, el viviente.
—¿Comprendes tú? —decía—. En cuanto a mí, no comprendo.
Me puse también a hablar en voz baja. Miraba al belga.
—¿Cómo? ¿Qué es lo que hay?
—Nos va a ocurrir algo que yo no puedo comprender.
Había alrededor de Tom un olor terrible. Me pareció que era más sensible que antes a los olores. Dije
irónicamente:
—Comprenderás dentro de un momento.
—Esto no está claro —dijo con aire obstinado—. Quiero tener, valor, pero es necesario al menos que sepa…
Escucha, nos van a llevar al patio. Bueno. Los tipos van a alinearse delante de nosotros. ¿Cuántos serán?
—No sé. Cinco u ocho. No más.
—Vamos. Serán ocho. Les gritarán: ¡Apunten! Y veré los ocho fusiles asestados contra mí. Pienso que querré
meterme en el muro. Empujaré el muro con la espalda, con todas mis fuerzas, y el muro resistirá como en las
pesadillas. Todo esto puedo imaginármelo. ¡Ah! ¡Si supieras cómo puedo imaginármelo!
—¡Vaya! —Le dije—, yo también me lo imagino.
—Eso debe producir un dolor de perros. Sabes que tiran a los ojos y a la boca para desfigurar —agregó
malignamente—. Ya siento las heridas, desde hace una hora siento dolores en la cabeza y en el cuello. No
verdaderos dolores; es peor: son los dolores que sentiré mañana a la mañana. Pero, ¿después?
Yo comprendía muy bien lo que quería decir, pero no quería demostrarlo. En cuanto a los dolores yo también los
llevaba en mi cuerpo como una multitud de pequeñas cuchilladas. No podía hacer nada, pero estando como él,
no le daba importancia.
—Después —dije rudamente—, te tragarás la lengua.
Se puso a hablar consigo mismo: no sacaba los ojos del belga. Éste no parecía escuchar. Yo sabía lo que había
venido a hacer; lo que pensábamos no le interesaba; había venido a mirar nuestros cuerpos, cuerpos que
agonizaban en plena salud.
—Es como en las pesadillas —decía Tom— Se puede pensar en cualquier cosa, se tiene todo el tiempo la
impresión de que es así, de que se va a comprender y luego se desliza, se escapa y vuelve a caer. Me digo:
después no hay nada más. Pero no comprendo lo que quiero decir. Hay momentos en que casi llego… y luego
vuelvo a caer, recomienzo a pensar en los dolores, en las balas, en las detonaciones. Soy materialista, te lo juro,
no estoy loco, pero hay algo que no marcha. Veo mi cadáver: eso no es difícil, pero no soy yo quien lo ve con mis
ojos. Es necesario que llegue a pensar… que no veré nada más, que no escucharé nada más y que el mundo
continuará para los otros. No estamos hechos para pensar en eso, Pablo. Puedes creerme: me ha ocurrido ya
velar toda una noche esperando algo. Pero esto, esto no se parece a nada; esto nos cogerá por la espalda,
Pablo, y no habremos podido prepararnos para ello.
—Valor —dije—. ¿Quieres que llame un confesor?
No respondió. Ya había notado que tenía tendencia a hacer el profeta, y a llamarme Pablo hablando con una voz
blanca. Eso no me gustaba mucho; pero parece que todos los irlandeses son así. Tuve la vaga impresión de que
olía a orina. En el fondo no tenía mucha simpatía por Tom, y no veía por qué, por el hecho de que íbamos a morir
juntos, debía sentirla en adelante. Había algunos tipos con los que la cosa hubiera sido diferente. Con Ramón
Gris, por ejemplo. Pero entre Tom y Juan me sentía solo. Por lo demás prefería esto, con Ramón tal vez me
hubiera enternecido. Pero me sentía terriblemente duro en ese momento, y quería conservarme duro.
Continuó masticando las palabras con una especie de distracción. Hablaba seguramente para impedirse pensar.
Olía de lleno a orina como los viejos prostáticos. Naturalmente, era de su parecer; todo lo que decía, yo hubiera
podido decirlo: no es natural morir. Y luego desde que iba a morir nada me parecía natural, ni ese montón de
carbón, ni el banco, ni la sucia boca de Pedro. Sólo que me disgustaba pensar las mismas cosas que Tom. Y
sabía bien que a lo largo de toda la noche, dentro de cinco minutos continuaríamos pensando las mismas cosas
al mismo tiempo, sudando y estremeciéndonos al mismo tiempo. Le miraba de reojo, y, por primera vez me
pareció desconocido; llevaba la muerte en el rostro. Estaba herido en mi orgullo: durante veinticuatro horas había
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vivido al lado de Tom, le había escuchado le había hablado y sabía que no teníamos nada en común. Y ahora
nos parecíamos como dos hermanos gemelos, simplemente porque íbamos a reventar juntos.
Tom me tomó la mano sin mirarme:
—Pablo, me pregunto… me pregunto si es verdad que uno queda aniquilado.
Desprendí mi mano, y le dije:
—Mira entre tus pies, cochino.
Había un charco entre sus pies y algunas gotas caían de su pantalón.
—¿Qué es eso? —dijo con turbación.
—Te orinas en el calzoncillo.
—No es verdad —dijo furioso—, no me orino. No siento nada.
El belga se aproximó y preguntó con falsa solicitud:
—¿Se siente usted mal?
Tom no respondió. El belga miró el charco sin decir nada.
—No sé que será —dijo Tom con tono huraño—. Pero no tengo miedo. Les juro que no tengo miedo.
El belga no contestó. Tom se levantó y fue a orinar en un rincón Volvió abotonándose la bragueta, se sentó y no
dijo una palabra. El belga tomaba algunas notas.
Los tres le miramos porque estaba vivo Tenía los gestos de un vivo, las preocupaciones de un vivo; tiritaba en
ese sótano como debían tiritar los vivientes; tenía un cuerpo bien nutrido que le obedecía. Nosotros casi no
sentíamos nuestros cuerpos —en todo caso no de la misma manera. Yo tenía ganas de tantear mi pantalón entre
las piernas, pero no me atrevía; miraba al belga arqueado sobre sus piernas, dueño de sus músculos— y que
podía pensar en el mañana. Nosotros estábamos allí, tres sombras privadas de sangre; lo mirábamos y
chupábamos su vida como vampiros.
Terminó por aproximarse al pequeño Juan. ¿Quiso tantearle la nuca por algún motivo profesional o bien obedeció
a un impulso caritativo? Si obró por caridad fue la sola y única vez que lo hizo en toda la noche. Acarició el
cráneo y el cuello del pequeño Juan. El chico se dejaba hacer, sin sacarle los ojos de encima; luego, de pronto, le
tomó la mano y la miró de modo extraño. Mantenía la mano del belga entre las dos suyas, y no tenían nada de
agradable esas dos pinzas grises que estrechaban aquella mano gruesa y rojiza. Yo sospechaba lo que iba a
ocurrir y Tom debía sospecharlo también; pero el belga no sospechaba nada y sonreía paternalmente. Al cabo de
un rato el chico llevó la gruesa pata gorda a su boca y quiso morderla. El belga se desasió vivamente y retrocedió
hasta el muro titubeando. Nos miró con horror durante un segundo, de pronto debió comprender que no éramos
hombres como él. Me eché a reír, y uno de los guardianes se sobresaltó. El otro se había dormido, sus ojos, muy
abiertos, estaban blancos.
Me sentía a la vez cansado y sobrexcitado. No quería pensar más en lo que ocurriría al alba, en la muerte.
Aquello no venía bien con nada, sólo encontraba algunas palabras y el vacío. Pero en cuanto trataba de pensar
en otra cosa, veía asestados contra mí caños de fusiles. Quizás veinte veces seguidas viví mi ejecución; hasta
una vez creí que era real: debí de adormecerme durante un minuto. Me llevaban hasta el muro y yo me debatía,
les pedía perdón. Me desperté con sobresalto y miré al belga; temí haber gritado durante mi sueño. Pero se
alisaba el bigote, nada había notado. Si hubiera querido creo que hubiera podido dormir un momento: hacía
cuarenta y ocho horas que velaba; estaba agotado. Pero no deseaba perder dos horas de vida: vendrían a
despertarme al alba, les seguiría atontado de sueño y reventaría sin hacer ni “uf”; no quería eso, no quería morir
como una bestia, quería comprender. Temía además sufrir pesadillas. Me levanté, me puse a pasear de arriba
abajo y para cambiar de idea me puse a pensar en mi vida pasada. Acudieron a mí, mezclados, una multitud de
recuerdos. Había entre ellos buenos y malos —o al menos así los llamaba yo antes—. Había rostros e historias.
Volví a ver la cara de un pequeño novillero que se había dejado cornear en Valencia, la de uno de mis tíos, la de
Ramón Gris. Recordaba algunas historias: cómo había estado desocupado durante tres meses en 1926, cómo
casi había reventado de hambre. Me acordé de una noche que pasé en un banco de Granada: no había comido
hacía tres días, estaba rabioso, no quería reventar. Eso me hizo sonreír. Con qué violencia corría tras de la
felicidad, tras de las mujeres, tras de la libertad. ¿Para qué? Quise libertar a España, admiraba a Pi y Margall, me
adherí al movimiento anarquista, hablé en reuniones públicas: tomaba todo en serio como si fuera inmortal.
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Tuve en ese momento la impresión de que tenía toda mi vida ante mí y pensé: “Es una maldita mentira”. Nada
valía puesto que terminaba. Me pregunté cómo había podido pascar, divertirme con las muchachas: no hubiera
movido ni el dedo meñique si hubiera podido imaginar que moriría así. Mi vida estaba ante mí terminada, cerrada
como un saco y, sin embargo, todo lo que había en ella estaba inconcluso. Intenté durante un momento juzgarla.
Hubiera querido decirme: es una bella vida. Pero no se podía emitir juicio sobre ella, era un esbozo; había
gastado mi tiempo en trazar algunos rasgos para la eternidad, no había comprendido nada. Casi no lo lamentaba:
había un montón de cosas que hubiera podido añorar, el gusto de la manzanilla o bien los baños que tomaba en
verano en una pequeña caleta cerca de Cádiz; pero la muerte privaba a todo de su encanto.
El belga tuvo de pronto una gran idea.
—Amigos míos —dijo—, puedo encargarme, si la administración militar consiente en ello, de llevar una palabra,
un recuerdo a las personas que ustedes quieran.
Tom gruñó:
—No tengo a nadie.
Yo no respondí nada. Tom esperó un momento, luego me preguntó con curiosidad.
—¿No tienes nada que decir a Concha?
—No.
Detestaba esa tierna complicidad: era culpa mía, la noche precedente había hablado de Concha, hubiera debido
contenerme. Estaba con ella desde hacía un año. La víspera me hubiera todavía cortado un brazo a hachazos
para volver a verla cinco minutos. Por eso hablé de ella, era más fuerte que yo. Ahora no deseaba volver a verla,
no tenía nada más que decirle. Ni siquiera hubiera querido abrazarla: mi cuerpo me horrorizaba porque se había
vuelto gris y sudaba, y no estaba seguro de no tener también horror del suyo. Cuando sepa mi muerte Concha
llorará; durante algunos meses no sentirá ya gusto por la vida. Pero en cualquier forma era yo quien iba a morir.
Pensé en sus ojos bellos y tiernos. Cuando me miraba, algo pasaba de ella a mí. Pensé que eso había
terminado: si me miraba ahora su mirada permanecería en sus ojos, no llegaría hasta mí. Estaba solo.
Tom también estaba solo, pero no de la misma manera. Se había sentado a horcajadas y se había puesto a mirar
el banco con una especie de sonrisa, parecía asombrado. Avanzó la mano y tocó la madera con precaución,
como si hubiera temido romper algo, retiró en seguida vivamente la mano y se estremeció. Si hubiera sido Tom
no me hubiera divertido en tocar el banco; era todavía comedia irlandesa, pero encontraba también que los
objetos tenían un aire raro; eran más borrosos, menos densos que de costumbre. Bastaba que mirara el banco, la
lámpara, el montón de carbón, para sentir que iba a morir. Naturalmente no podía pensar con claridad en mi
muerte, pero la veía en todas partes, en las cosas, en la manera en que las cosas habían retrocedido y se
mantenían a distancia, discretamente, como gente que habla bajo a la cabecera de un moribundo. Era su muerte
lo que Tom acababa de tocar sobre el banco.
En el estado en que me hallaba, si hubieran venido a anunciarme que podía volver tranquilamente a mi casa, que
se me dejaba salvar la vida, eso me hubiera dejado frío. No tenía más a nadie, en cierto sentido estaba tranquilo.
Pero era una calma horrible, a causa de mi cuerpo: mi cuerpo, yo veía con sus ojos, escuchaba con sus oídos,
pero no era mío; sudaba y temblaba solo y yo no lo reconocía. Estaba obligado a tocarlo y a mirarlo para saber lo
que hacía como si hubiera sido el cuerpo de otro. Por momentos todavía lo sentía, sentía algunos deslizamientos,
especies de vuelcos, como cuando un avión entra en picada, o bien sentía latir mi corazón. Pero esto no me
tranquilizaba: todo lo que venía de mi cuerpo tenía un aire suciamente sospechoso. La mayoría del tiempo se
callaba, se mantenía quieto y no sentía nada más que una especie de pesadez, una presencia inmunda pegada a
mí. Tenía la impresión de estar ligado a un gusano enorme. En un momento dado tanteé mi pantalón y sentí que
estaba húmedo, no sabía si estaba mojado con sudor o con orina, pero por precaución fui a orinar sobre el
montón de carbón.
El belga sacó su reloj y lo miró. Dijo:
—Son las tres y media.
¡Puerco! Debió de hacerlo expresamente Tom saltó en el aire, todavía no nos habíamos dado cuenta de que
corría el tiempo; la noche nos rodeaba como una masa informe y sombría, ya no me acordaba cuándo había
comenzado.
El pequeño Juan se puso a gritar. Se retorcía las manos, suplicaba:
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—¡No quiero morir, no quiero morir!
Corrió por todo el sótano levantando los brazos en el aire, después se abatió sobre uno de los jergones y sollozó.
Tom le miraba con ojos pesados y ni aun tenía deseos de consolarlo. En realidad no valía la pena; el chico hacía
más ruido que nosotros, pero estaba menos grave: era como un enfermo que se defiende de su mal por medio de
la fiebre. Cuando ni siquiera hay fiebre, es más grave.
Lloraba. Vi perfectamente que tenía lástima de sí mismo; no pensaba en la muerte. Un segundo, un solo
segundo, tuve también deseos de llorar, de llorar de piedad sobre mí mismo. Pero lo que ocurrió fue lo contrario:
arrojé una mirada sobre el pequeño, vi su delgada espalda sollozante y me sentí inhumano: no pude tener piedad
ni de los otros ni de mí mismo. Me dije: “Quiero morir valientemente”.
Tom se levantó, se puso justo debajo de la abertura redonda y se puso a esperar el día. Pero, por encima de
todo, desde que el médico nos había dicho la hora, yo sentía el tiempo que huía, que corría gota a gota.
Era todavía oscuro cuando escuché la voz de Tom:
—¿Los oyes?
—Sí.
Algunos tipos marchaban por el patio.
—¿Qué vienen a jorobar? Sin embargo no pueden tirar de noche.
Al cabo de un momento no escuchamos nada más. Dije a Tom:
—Ahí está el día.
Pedro se levantó bostezando y fue a apagar la lámpara. Dijo a su compañero:
-—Un frío de perros.
El sótano estaba totalmente gris. Escuchamos detonaciones lejanas.
—Ya empiezan —dije a Tom—, deben hacer eso en el patio de atrás.
Tom pidió al médico que le diera un cigarrillo. Pero yo no quise; no quería cigarrillos ni alcohol. A partir de ese
momento no cesaron los disparos.
—¿Te das cuenta? —dijo Tom.
Quería agregar algo pero se calló; miraba la puerta. La puerta se abrió y entró un subteniente con cuatro
soldados. Tom dejó caer su cigarrillo.
—¿Steinbock?
Tom no respondió. Fue Pedro quien lo designó.
—¿Juan Mirbal?
—Es ese que está sobre el jergón.
—Levántese —dijo el subteniente.
Juan no se movió. Dos soldados lo tomaron por las axilas y lo pararon. Pero en cuanto lo dejaron volvió a caer.
Los soldados dudaban.
—No es el primero que se siente mal —dijo el subteniente—; no tienen más que llevarlo entre los dos, ya se
arreglarán allá.
Se volvió hacia Tom:
—Vamos, venga.
Tom salió entre dos soldados. Otros dos le seguían, llevaban al chico por las axilas y por las corvas. Cuando
quise salir el subteniente me detuvo:
—¿Usted es Ibbieta?
—Sí.
—Espere aquí, vendrán a buscarlo en seguida.
Salieron. El belga y los dos carceleros salieron también; quedé solo. No comprendía lo que ocurría, pero hubiera
preferido que terminaran en seguida. Escuchaba las salvas a intervalos casi regulares; me estremecía a cada una
de ellas. Tenía ganas de aullar y de arrancarme los cabellos. Pero apretaba los dientes y hundía las manos en los
bolsillos porque quería permanecer tranquilo.
Al cabo de una hora vinieron a buscarme y me condujeron al primer piso a una pequeña pieza que olía a cigarro y
cuyo olor me pareció sofocante. Había allí dos oficiales que fumaban sentados en unos sillones, con algunos
papeles sobre las rodillas.
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—¿Te llamas Ibbieta?
—Sí.
—¿Dónde está Ramón Gris?
—No lo sé.
El que me interrogaba era bajo y grueso. Tenía ojos duros detrás de los anteojos. Me dijo:
—Aproxímate.
Me aproximé. Se levantó y me tomó por los brazos mirándome con un aire como para hundirme bajo tierra. Al
mismo tiempo me apretaba los bíceps con todas sus fuerzas. No lo hacía para hacerme mal, era su gran recurso:
quería dominarme. Juzgaba necesario también enviarme su aliento podrido en plena cara. Quedamos un
momento así; me daban más bien deseos de reír. Era necesario mucho más para intimidar a un hombre que iba a
morir: eso no tenía importancia. Me rechazó violentamente y se sentó. Dijo:
—Es tu vida contra la suya. Se te perdona la vida si nos dices dónde está.
Estos dos tipos adornados con sus látigos y sus botas, eran también hombres que iban a morir. Un poco más
tarde que yo, pero no mucho más. Se ocupaban de buscar nombres en sus papeluchos, corrían detrás de otros
hombres para aprisionarlos o suprimirlos; tenían opiniones sobre el porvenir de España y sobre otros temas. Sus
pequeñas actividades me parecieron chocantes y burlescas; no conseguía ponerme en su lugar, me parecía que
estaban locos.
El gordo bajito me miraba siempre azotando sus botas con su látigo. Todos sus gestos estaban calculados para
darle el aspecto de una bestia viva y feroz.
—¿Entonces? ¿Comprendido?
—No sé dónde está Gris —contesté—, creía que estaba en Madrid.
El otro oficial levantó con indolencia su mano pálida. Esta indolencia también era calculada. Veía todos sus
pequeños manejos y estaba asombrado de que se encontraran hombres que se divirtieran con eso.
—Tienes un cuarto de hora para reflexionar —dijo lentamente—. Llévenlo a la ropería, lo traen dentro de un
cuarto de hora. Si persiste en negar se le ejecutará de inmediato.
Sabían lo que hacían: había pasado la noche esperando; después me hicieron esperar todavía una hora en el
sótano, mientras fusilaban a Tom y a Juan y ahora me encerraban en la ropería; habían debido preparar el golpe
desde la víspera. Se dirían que a la larga se gastan los nervios y esperaban llevarme a eso.
Se engañaban. En la ropería me senté sobre un escabel porque me sentía muy débil y me puse a reflexionar.
Pero no en su proposición. Naturalmente que sabía dónde estaba Gris; se ocultaba en casa de unos primos a
cuatro kilómetros de la ciudad. Sabía también que no revelaría su escondrijo, salvo si me torturaban (pero no
parecían ni soñar en ello). Todo esto estaba perfectamente en regla, definitivo y de ningún modo me interesaba.
Sólo hubiera querido comprender las razones de mi conducta. Prefería reventar antes que entregar a Gris. ¿Por
qué? No quería ya a Ramón Gris. Mi amistad por él había muerto un poco antes del alba al mismo tiempo que mi
amor por Concha, al mismo tiempo que mi deseo de vivir. Sin duda le seguía estimando: era fuerte. Pero ésa no
era una razón para que aceptara morir en su lugar; su vida no tenía más valor que la mía; ninguna vida tenía
valor. Se iba a colocar a un hombre contra un muro y a tirar sobre él hasta que reventara: que fuera yo o Gris u
otro era igual. Sabía bien que era más útil que yo a la causa de España, pero yo me cagaba en España y en la
anarquía: nada tenía ya importancia. Y sin embargo yo estaba allí, podía salvar mi pellejo entregando a Gris y me
negaba a hacerlo. Encontraba eso bastante cómico: era obstinación. Pensaba: “Hay que ser testarudo”. Y una
extraña alegría me invadía.
Vinieron a buscarme y me llevaron ante los dos oficiales. Una rata huyó bajo nuestros pies y eso me divirtió. Me
volví hacia uno de los falangistas y le dije:
—¿Vio la rata?
No me respondió. Estaba sombrío, se tomaba en serio. Tenía ganas de reír, pero me contenía temiendo no poder
detenerme si comenzaba. El falangista llevaba bigote. Todavía le dije:
—Tendrían que cortarte los bigotes, perro.
Encontré extraño que dejara durante su vida que el pelo le invadiera la cara. Me dio un puntapié, sin gran
convicción, y me callé.
—Bueno —dijo el oficial gordo— ¿reflexionaste?
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Los miraba con curiosidad como a insectos de una especie muy rara. Les dije:
—Sé donde está. Está escondido en el cementerio. En una cripta o en la cabaña del sepulturero.
Era para hacerles una jugarreta. Quería verles levantarse, apretarse los cinturones y dar órdenes con aire
agitado.
Pegaron un salto:
—Vamos allá. Moles, vaya a pedir quince hombres al subteniente López. En cuanto a ti —me dijo el gordo
bajito—, si has dicho la verdad, no tengo más que una palabra. Pero lo pagarás muy caro si te has burlado de
nosotros.
Partieron con mucho ruido y esperé apaciblemente bajo la guardia de los falangistas. Sonreía de tiempo en
tiempo pensando en la cara que iban a poner. Me sentía embrutecido y malicioso. Los imaginaba levantando las
piedras de las tumbas, abriendo una a una las puertas de las criptas. Me representaba la situación como si
hubiera sido otro, ese prisionero obstinado en hacer el héroe, esos graves falangistas con sus bigotes y sus
hombres uniformados que corrían entre las tumbas: era de un efecto cómico irresistible.
Al cabo de una media hora el gordo bajito volvió solo. Pensé que venía a dar la orden de ejecutarme. Los otros
debían de haberse quedado en el cementerio:
El oficial me miró. No parecía molesto en absoluto.
—Llévenlo al patio grande con los otros —dijo—. Cuando terminen las operaciones militares un tribunal ordinario
decidirá de su suerte.
Creí no haber comprendido. Le pregunté:
—Entonces, ¿no me… no me fusilarán?
—Por ahora no. Después, no me concierne.
Yo seguía sin comprender. Le dije:
—Pero, ¿por qué?
Se encogió de hombros sin contestar y los soldados me llevaron. En el patio grande había un centenar de
prisioneros, mujeres, niños y algunos viejos. Me puse a dar vueltas alrededor del césped central, estaba
atontado. Al mediodía nos dieron de comer en el refectorio. Dos o tres tipos me interpelaron. Debía de conocerlos
pero no les contesté: no sabía ni dónde estaba.
Al anochecer echaron al patio una docena de nuevos prisioneros. Reconocí al panadero García. Me dijo:
—¡Maldito suertudo! No creí volver a verte vivo.
—Me condenaron a muerte —dije—, y luego cambiaron de idea. No sé por qué.
—Me arrestaron hace dos horas, dijo García.
—¿Por qué?
García no se ocupaba de política.
—No sé —dijo—, arrestan a todos los que no piensan como ellos.
Bajó la voz:
—Lo agarraron a Gris.
Yo me eché a temblar:
—¿Cuándo?
—Esta mañana. Había hecho una idiotez. Dejó a su primo el martes porque tuvieron algunas palabras. No
faltaban tipos que lo querían ocultar, pero no quería deber nada a nadie. Dijo: “Me hubiera escondido en casa de
Ibbieta pero, puesto que lo han tomado, iré a esconderme en el cementerio”.
—¿En el cementerio?
—Sí. Era idiota. Naturalmente ellos pasaron por allí esta mañana. Tenía que suceder. Lo encontraron en la
cabaña del sepulturero. Les tiró y le liquidaron.
—¡En el cementerio!
Todo se puso a dar vueltas y me encontré sentado en el suelo: me reía tan fuertemente que los ojos se me
llenaron de lágrimas.
Autor Jean Paul Sartre
LECTURA N° 3
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“LA CÁRCEL”
¿De cómo llegó allí? Dios lo sabe. ¿Por qué estaba allí? Otro misterio. Lo cierto es que aquel infeliz no había
conocido otra cosa en su vida. Aquel oscuro agujero, ciertamente, lo era todo para él. Mas ¿Qué era aquella
brillante luz, pequeña y débil, que alumbraba tenuemente aquel lugar, y que entraba por un pequeño orificio de
una de las paredes? –Para ser más precisos, la que daba hacia el este -Era una incógnita, a la cual, en toda su
miserable vida no había podido encontrarle explicación alguna. Habían, sin embargo también en aquel sitio, un
cincel bastante derruido y un martillo al cual le faltaba el mango .Que uso habría de darle a aquellas
herramientas, quien las había puesto allí? Trató de comérselas, fue lo primero que hizo, más las encontró
bastante duras y sin sabor. Luego, intentó usarlas de calzado, pero resultaban bastante incomodas, a decir
verdad. Las abandonó durante mucho tiempo, encontrándolas absolutamente imprácticas y sin valor. ¿Y esa luz,
eso sería todo? ¿Estaba convencido de que no ¿De dónde surgía tal convencimiento? Otro misterio incontestable
.Un día, molesto, sin explicación aparente para él, empezó a golpearse a sí mismo con aquel martillo. Luego, algo
herido y magullado, también golpeo aquellos muros. Al final, leso y sorprendido, vio que el material del sitio en
donde había percutido con tanta insistencia y aparente sin sentido, quedó importantemente dañado. Tomo el
cincel, y más estupefacto aun, vio que los efectos de ambas herramientas se combinaban a la perfección, y
además se complementaban mutuamente. Engolosinado como un niño por tal situación se dedicó a martillar día y
noche aquel muro. Al cabo de unos años, y recordando el tiempo que llevaba haciéndolo, y encontrando solo mas
muro al cincelar, se rindió y abandono aquella inútil tarea. Las herramientas, bastante deterioradas ya, pasaron
nuevamente al olvido, y el volvió a su habitual tristeza. Ya no era joven, aunque tampoco viejo. Gruñía y
maldecía, se enojaba. ¿Por qué, si allí lo tenía todo? Las provisiones aparecían misteriosamente cuando el
dormía. Decidió que esa tarde el iba a morir. ¡De donde venía esa convicción? Se acurrucó, dejo de comer, y se
puso a esperar la muerte. Pero ésta no llegaba, se demoraba. La esperó por mucho tiempo. Un día, ya viejo, se
le ocurrió la idea de que así como el no podía salir de allí, quizás, tampoco la muerte podía entrar. Decidido a
abrirle paso tomó nuevamente aquellas viejas y desgastadas herramientas, y se puso a agrandar el agujero por
donde ingresaba la luz. ¡Cuánto le costó al principio! Ante cada golpe, aquella insignificante abertura inicial
aumentaba de tamaño, y torturaba las desacostumbradas retinas de sus ojos. Además, a su edad, las fuerzas le
flaqueaban. ¡Pero qué luz, que inaudita y misteriosa luz! Bueno, se dijo, misión cumplida, -creo que ya la abertura
es bastante grande- Ahora sí que podrá pasar. Y volvió a sentarse nuevamente a aguardar el inevitable
desenlace final. Como la otra vez, esto no ocurrió. Está bien, pensó, con el poco juicio que le quedaba, si ella no
viene, quizás, tenga yo que llamarla, porque: ¿Cómo sabrá ella donde estoy, y quien soy, y que quiero? ¿Acaso
yo lo sé? ¿Cómo se llamaría ella, como debía invocarla? Probó golpeándose con el viejo martillo, y el grito
surgido no la hizo llegar. Luego hincándose el pie con el cincel, surgió otro sonido, que tampoco tuvo ningún
efecto. Entremezclando los sonidos provocados por sendas martirizaciones, surgieron algunas elementales
palabras. Luego, se preguntó si podría realizar tales sonidos sin sufrir aquella tortura, extasiado comprobó que si,
y ensayo todo tipo de posiciones con la lengua, la respiración, la nariz los pulmones, etc. Con el tiempo desarrolló
tal destreza en estas habilidades que hasta incluso empezó a cantar, marcando los compases con su martillo.
Seguía la parca sin embargo, sin hacer acto de presencia en la pocilga de aquel desdichado. Y bueno, se dijo el
que era ya un anciano: Si ella no viene, entonces yo saldré a buscarla. Dicho y hecho, pasó a duras penas su
deteriorado cuerpo por la abertura de aquel muro y miró hacia el frente y los costados a aquel mundo nuevo,
colorido, lleno de vida y de luz. Se horrorizó, se lamentó al comprender que pronto, efectivamente, moriría, y que
aquel fantástico mundo había estado todo el tiempo al alcance de su mano. Lloró, desconsoladamente, también
como un niño. Decidió llamar pena a aquel llanto, tristeza a ese sentimiento, decisión a arrojarse de aquella torre,
y final a la exterminación de su precaria conciencia.
LECTURA N° 4
El objetivo de este artículo es reflexionar, justamente, sobre el proceso de configuración de una actitud
existencialista en la literatura latinoamericana de la década de los sesenta, los rasgos que la caracterizaron y su
relación con el contexto social; de esta manera se pueden conocer las diferentes poéticas que se han
desarrollado en la región y observar la relación que se establece entre el lenguaje literario y el devenir social. Se
parte aquí de la hipótesis de que en varias novelas latinoamericanas de la década del sesenta (como Sobre
héroes y tumbas de Sábato) se evidencia una actitud existencialista que da cuenta de la preocupación de los
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escritores latinoamericanos frente a la realidad y la condición del individuo de la región; dicha actitud puede ser
entendida teniendo en cuenta el contexto social, político, filosófico y cultural que experimentó el continente desde
la década del cuarenta, contexto atravesado por la necesidad de indagar sobre la identidad de América Latina.
El existencialismo fue una de las corrientes filosóficas más sobresalientes del siglo XX que empezó a
desarrollarse en Europa durante el periodo siguiente a la Primera Guerra Mundial. Esta corriente se caracterizó
por un profundo cuestionamiento del sentido de la existencia y surgió en medio de un clima de devastación
espiritual, de tensión política y de profunda decepción respecto a la modernidad. Los constantes enfrentamientos
entre naciones y la voluntad de poder que llevaba a seres humanos dominantes a poner a otros en situaciones
límite de vida, y la creciente sensación de fracaso político, moral y social fue el contexto que suscitó el
estremecimiento de los pensadores occidentales y que los llevó a preguntarse urgentemente por el sentido de la
vida.
Los filósofos de la primera mitad del siglo XX presenciaron el derrumbamiento de la confianza hacia la
concepción racionalista del universo, y fueron testigos de las cruentas guerras estructuradas a partir de la razón y
de la técnica, lo que condujo a muchos de ellos a adoptar una moral existencialista. Con el existencialismo, la
realidad humana pasó a ser, entonces, el centro de la reflexión filosófica y el primer problema que se planteó fue
el de entender el sentido del ser.
Temas como la angustia, la muerte, la libertad, el encuentro con el otro, la historicidad y la trascendencia
empezaron a ser abordados con mayor interés por aquellos filósofos que se atrevieron a cuestionar el excesivo
academicismo que había apartado a la filosofía de la realidad social concreta. Los existencialistas se distanciaron
de la filosofía idealista tradicional basada en la premisa hegeliana de la universalidad y objetividad de la razón, y
colocaron al hombre concreto en el centro del debate. La reacción de estos pensadores frente al mundo espiritual
de la época, tuvo sus raíces, además, en la preocupación por entender los misterios que envuelven a la
existencia, tales como la finitud o la suerte del espíritu humano después de la muerte.
Desde sus inicios en la década del treinta, el existencialismo tuvo grandes repercusiones, no sólo al interior de la
disciplina filosófica y del campo intelectual de su tiempo (donde propició una profunda revisión del objeto y del fin
de la filosofía), sino también en múltiples ámbitos de la vida social contemporánea. Tuvo una marcada influencia
en la vida práctica y producción artística de Europa y del mundo, en la medida en que un gran número de sujetos
lo asumieron como una actitud frente a la vida, como una perspectiva particular que ponía en cuestión a la
sociedad y los actos del ser humano. Así, en las décadas siguientes no sólo era existencialista el filósofo que
abordaba teóricamente la cuestión del ser, sino también los artistas o escritores que se interrogaran
profundamente sobre la existencia o que tuviesen una conciencia crítica frente a la historia y una marcada
desconfianza hacia la razón como dadora de lucidez y bienestar.
Ahora bien, aunque es posible encontrar un planteamiento teórico común a los filósofos del existencialismo, son
varias las posturas de pensamiento que podrían inscribirse dentro de esta corriente, siendo la distinción entre
existencialismo cristiano y existencialismo ateo, la clasificación de uso más generalizado.
Fueron varios los pensadores existencialistas (Karl Jaspers, Nicola Abbagnano, Louis Lavelle, Nicolás Berdiaeff,
León Chestov, Xavier Zubiri y Miguel de Unamuno) que, al reflexionar sobre los problemas del mundo, la
condición humana y papel de la razón, derivaron en una especie de cristianismo que problematizaba acerca de la
fe, Dios y lo trascendente. Estos pensadores, en su mayoría, estaban al margen o eran fuertes críticos de la
religiosidad oficial, puesto que la consideraban una institución viciada que nada aportaba al mejoramiento de la
sociedad contemporánea. Dentro del existencialismo cristiano se destacó Gabriel Marcel quien logró consolidar, a
partir de sus ensayos y de su obra dramática, un pensamiento alrededor del tema de la inquietud metafísica y la
existencia. Una de sus principales concepciones es la del “mundo roto” o la condición destructiva de la existencia,
según la cual el mundo contemporáneo va camino a su autodestrucción a causa de la incesante voluntad de
poder y del advenimiento de un mundo mecanizado y desapasionado.
Para Marcel (1956), la fraternidad implica la idea de un padre y va unida a la referencia a un Ser Trascendente
que ha creado todo, pero la creciente tendencia a la atomización en las llamadas sociedades civilizadas rompe
los lazos y las causas fraternales. Sumado a esto, en la sociedad contemporánea se ha generalizado una
disociación entre lo espiritual y lo biológico; de allí que el hijo desautorice y reniegue del padre y que el padre deje
de reconocerse en aquel que lo niega.
En otra orilla, los existencialistas ateos consideraban que creer en la existencia de una divinidad trascendente
priva al hombre de su verdadera responsabilidad, y por ello debía ser excluida del pensamiento filosófico y del
imaginario social. En ese sentido, abrieron paso a una filosofía que no admite instancia distinta del hombre mismo
para definir una moral y cuyo núcleo lo compone el sujeto en su desenvolvimiento histórico. El existencialismo
ateo proclamó la absoluta soledad del ser humano y tomó como referencia la angustia ante la radical libertad que
posee este ser para elegir y forjar su propio mundo.
Aunque Martín Heidegger nunca se autodenominó como existencialista, su teoría sobre el ser, expuesta en su
texto Ser y Tiempo (1951), se convirtió en base primordial dentro de dicho movimiento. De ella se desprende que
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no es posible comprender al ser humano si se le extrae del contexto o de las circunstancias particulares en el que
se ha formado. Cada quien experimenta un mundo concreto, cada quien establece una relación particular con los
entes que le rodean y, justamente, eso es lo que conforma su existencia.
De allí que haya definido el “ser-en-el-mundo” como una característica propia del dasein. Heidegger (1927)
sostuvo, además, que el hombre es un ser arrojado en el mundo, es decir, que no hay nada superior a él que
haya previsto o fraguado su existencia. Ninguna de las dimensiones de la existencia que influyen por completo en
el modo de ser (familia, país o lugar de nacimiento) no las ha elegido el ser humano ni fueron determinadas por
un dios, sino que son producto del azar. El hombre se encuentra, entonces, solo en el mundo con todas sus
posibilidades; y esta especie de existencia gratuita o involuntaria implica una carga, que no es otra que la
angustia que surge ante el temor de encontrarse con la nada y el sinsentido.
Ahora bien, si Martín Heidegger aportó una buena base teórica para el existencialismo ateo, fue el filósofo francés
Jean Paul Sartre, quien le dio su máximo renombre, al sacar la reflexión del terreno puramente filosófico y llevarlo
a las calles. Sartre, quien encabezó distintas manifestaciones en contra de la sociedad burguesa, ejerció una
gran influencia entre los intelectuales y jóvenes de su época, que atentos a sus planteamientos, asumieron el
existencialismo como una forma rebelde de pensamiento, como un llamado radical a la responsabilidad individual
y al compromiso histórico.
Al retomar la idea de arrojamiento, expuesta antes por Heidegger, Sartre sostuvo que sobre el ser humano es un
ser sobre el cual recae la responsabilidad de su propia miseria. Dicho estado de arrojamiento llevó luego al
filósofo francés a plantear durante su famosa conferencia El existencialismo es un humanismo, la premisa de que
la existencia precede a la esencia: el hombre empieza por existir, y sólo en el camino de su existencia, ejerciendo
su libertad, se va definiendo a sí mismo. Esto quiere decir que no hay una naturaleza propia o una esencia a
priori de lo humano, porque no hay un dios que la conciba. El ser humano es lo que él hace de sí mismo. En
contraste con los pensadores que hablaban de la salvación, Sartre pretendía llamar la atención sobre la
responsabilidad total que el hombre tiene sobre su existencia, en tanto que cada uno, a través de sus elecciones
y acciones, determina su ser y nada puede salvarlo de sí mismo.
La responsabilidad frente a sí mismo y a la humanidad provoca angustia en el individuo; una angustia que no
conduce necesariamente al quietismo y la inacción, sino que lo pone de cara a la pluralidad de sus posibilidades.
La angustia se convierte así en la condición misma de la acción; pero a diferencia de Kierkegaard, de quien
retomó el concepto, Sartre sostuvo que el valor de cada elección que haga el ser humano, no depende de la
moral dictada por un Dios.
Llegados a este punto, cabe hacer hincapié en el llamado hecho por los existencialistas con respecto al carácter
negativo de la cosificación de la vida. Vista como “pecado”, “automatización”, “existencia inauténtica” o “mala fe”,
todos (cristianos y ateos) expresaban un profundo rechazo hacia la evasión y el olvido de la reflexión sobre la
existencia, a causa de los avatares de la cotidianidad. En suma, el distanciamiento de las filosofías racionalistas e
idealistas; la preocupación por la existencia concreta; la coexistencia con otros; el ser en el mundo; libertad y
elección; angustia; temporalidad y muerte, son los temas comunes a todo el existencialismo que fueron de gran
contribución al pensamiento occidental y que dejaron su huella también en Latinoamérica.
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sólo a través de la soledad, el ser humano puede lograr la capacidad ineludible de decisión o elección que lo
caracteriza. Pero la soledad a la que se refiere no es aquella que conlleva a un aislamiento negativo en el que un
yo niega a los otros “yo” que conviven en su mismo entorno, sino que se refiere al distanciamiento necesario (o la
trascendencia de la que habla Piñera) para que el hombre alcance una mayor profundidad en su reflexión, para que
se manifieste como espíritu y no coma cosa. La soledad no destruye las relaciones humanas ni significa un
aniquilamiento del hombre, sino que permite sustituir un entorno humano opresivo por un nuevo horizonte de
relaciones personales en el que pueda ejercer su capacidad de elección.
Ernesto Mayz Vallenilla (1959), fue otro pensador de la existencia que partió de la filosofía heideggereana para
explicar el hombre de América. Este venezolano utilizó el concepto de “expectativa” para referirse a uno de los rasgos
constitutivos del ser latinoamericano. En su texto El problema de América explica que la expectativa consiste en no saber
aun lo que se es y por ello se experimenta la necesidad de crear una cultura americana que acuse rasgos de
originalidad. Mayz (1959) considera que, cuando el latinoamericano parte del supuesto de que le falta originalidad
en su modo de ser y de que carece de “originariedad histórica”, revela un grave complejo de inferioridad histórica que
no le permite actuar soberana y espontáneamente en la búsqueda de su propio ser. La originalidad de los
americanos solo se alcanza, según él, siendo fieles a la altura de nuestro propio tiempo histórico.
Por otra parte, en las décadas de los treinta y cuarenta aún había una fuerte presencia en América Latina del
pensamiento cristiano, influenciado, según Beorlegui (2006), por autores franceses, italianos y alemanes; por ello no
es extraño encontrar autores como el peruano Alberto Wagner de Reyna (1949), quien, a pesar de su formación
heideggereana, profesó un existencialismo de corte cristiano. Dicho autor se interesó por el tema de la crisis de la fe y la
conversión. Según él, solo al aceptar la contingencia de la vida y la posibilidad de la muerte puede tener lugar el acto
religioso de la conversión, el cual devuelve sentido a la vida al mostrar la muerte no como finalización, sino como
redención.
En Colombia, se consideró como simpatizante de las ideas existencialistas al filósofo, ensayista y literato
Fernando González, cuya obra fue prohibida en Colombia bajo la acusación de ser irreverente. Este autor
simpatizaba con el irracionalismo, por lo cual defendía constantemente la experiencia vital por encima del
intelectualismo. Además, compartía la preocupación de otros pensadores del continente por describir las condiciones
sociales de América Latina; así, en su ensayo Los negroides expresó una necesidad similar a las de Uranga, el grupo
Hiperión o Mayz Vallenilla, de definir en términos ontológicos qué es (y qué debería ser) el hombre americano. En
dicho ensayo planteó que el mal de Suramérica es el “complejo de ilegitimidad” que cargan sus hombres y mujeres y que
los hace sentirse constantemente unos “hijos de puta”.
Según explica Gualdrón (2012), el mismo Jean Paul Sartre, al leer una traducción francesa del libro Viaje a pie
(1929), consideró que el escritor colombiano era un existencialista que merecía el Nobel de literatura; de hecho,
el escritor norteamericano Thornton Wilder lo nominó al premio en 1956, pero la Academia Colombiana de la lengua
ignoró la solicitud. La repercusión del existencialismo en América Latina, como puede verse, no fue poca ni
fragmentaria. Los filósofos de este continente, al estar preocupados por entender su realidad histórica, habían
comenzado a reflexionar en torno a la formación de una filosofía latinoamericana, retomando algunos presupuestos
de corrientes sumamente críticas como el existencialismo. Antes de desembocar en una filosofía original como lo
fue la Filosofía de la Liberación en la década de los setenta, los pensadores latinoamericanos se nutrieron y
dialogaron con las teorías provenientes de Europa, dentro de las cuales se halla el existencialismo, la cual ayudó a
generar un clima de cuestionamiento y de revisión histórica. Los existencialistas en nuestro continente se
preocuparon por pensar América Latina en términos ontológicos, en determinar los posibles rasgos del “ser
latinoamericano”.
La apropiación de este sistema de pensamiento se produjo por la afluencia a América de varios pensadores europeos
exiliados a causa de los conflictos políticos que azotaban a Europa; pero, sobre todo, por un creciente interés de
renovar la actividad filosófica del continente, y por el surgimiento de un clima intelectual preocupado por entender
la crisis de la cultura occidental y los problemas propios del hombre y la mujer latinoamericanos (Piñera Llera,
1960).
El existencialismo en la literatura
Aunque el existencialismo no surgió como un movimiento literario en sentido estricto, dio origen a una fuerte
tendencia literaria iniciada por sus propios pensadores. Gracias a las obras de teatro, cuentos y novelas de Gabriel
Marcel, Jean Paul Sartre y Simone de Beauvoir se fue configurando un estilo particular de obras que abordaban los
temas concernientes a la existencia y el sentido del ser en un mundo contemporáneo desgarrado.
La crisis de la razón moderna y las cruentas demostraciones de poder bélico que desangraban a Europa condujeron
a los escritores a volcar en sus obras todos los interrogantes que se desprendían de ese drama. En dichas obras ya
no habría lugar para la acción heroica y los personajes aparecerían envueltos en sus propios conflictos y
experimentando el sentido trágico de la vida. Las concepciones de “mundo roto” de Marcel y “la náusea” de Sartre
se instalaron en la mente de los individuos gracias a la ficción literaria, lo que, entre otras cosas, produjo la
consolidación del existencialismo entre amplios sectores de la sociedad.
En efecto, la “náusea” es un concepto clave del existencialismo sartreano que puede ser comprendido claramente
si se contempla desde la literatura. La náusea, idea que atraviesa toda la novela que lleva el mismo nombre, no es
más que esa sensación de vacío e incomodidad que el individuo experimenta ante su propia contingencia y la de todo lo
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que lo rodea. Antoine Roquentin, el personaje principal, se percata de la gratuidad y del azar del mundo al contemplar
la naturaleza viva durante un paseo por el Jardín Público. Todos los seres que allí observa ocupan un lugar de
manera azarosa, nadie los puso allí y ninguno ha elegido vivir; es entonces cuando empieza a sentir la angustia ante
el miedo de encontrarse de frente con el sinsentido, con la nada.
Por otra parte, en las novelas existencialistas hay libertad de expresión artística, en tanto que no se pretende
seguir un modelo narrativo clásico, sino explorar múltiples modos de contar que se adecúen al fluir de la
conciencia. Suele haber en ellas más introspección que narración de sucesos; en ese sentido, desaparece con
frecuencia la figura de narrador que conduce a los lectores a una conclusión transparente y cerrada del mundo. En
contraste, se privilegia la voz fragmentada y oscilante de los personajes que evidencian sus realidades sin
soslayar sus propios estados de ánimo. La meta propuesta de cada una de las obras adscritas genéricamente al
existencialismo “viene a ser la proyección de un estado de conciencia, de un problema filosófico o moral” (De Torre,
1968, p. 153). De igual modo, en la literatura existencialista los personajes no mantendrán ya una relación
afirmativa con el mundo, sino que “se enfrentarán a ese mundo, lo denunciarán despiadadamente” (Lamana, 1967, p.
15).
En suma, los filósofos existencialistas reconocieron en la literatura un espacio propicio para la expresión radical
de su pensamiento. Compartían la visión de que la literatura lograba hacer más inteligible sus posturas y captar la
urgencia vital de narrar el mundo contemporáneo para poder asumirlo y entenderlo. No en vano Gabriel Marcel
expresó que en las creaciones novelescas es donde mejor se puede vislumbrar la singular relación que “precede
y fundamenta el poder reverberador de los hechos” (Marcel, 1956, p. 72).
Los autores existencialistas que irrumpieron en la década de los treinta y cuarenta, compartían además la noción de
literatura comprometida con el ser humano y su autocomprensión. El trabajo literario implica, según ellos, que el
escritor se sitúe en su tiempo, en su época y asuma una actitud determinada ante éstos. Las obras literarias tienen gran
resonancia y a través de ellas se deja testimonio acerca de la historia y de la propia condición humana. En
consecuencia, puede hallarse un conjunto de obras que manejan las preocupaciones y las temáticas que el
existencialismo introdujo en el pensamiento occidental, tales como la muerte, la historicidad del hombre, la
libertad, la angustia, la relación con el mundo y la existencia o no de un ente sobrenatural.
Jean Paul Sartre (1957), por ejemplo, explicó en su libro ¿Qué es la literatura?, muy leído por los escritores en la
década de los sesenta en América Latina, que la obra escrita es un hecho social y el escritor “comprometido” debe
saber que la palabra es acción, que “revelar es cambiar y que no es posible revelar sin proponerse el cambio” (p.
54). Afirma, además, que la colectividad adquiere a través de la literatura una conciencia turbada y una imagen
desequilibrada de sí misma que trata desesperadamente de modificar.
Ahora bien, tal renovación de las letras latinoamericanas permitió el acogimiento de técnicas artísticas foráneas,
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pero revestidas de nuevas significaciones asociadas a la estructura cultural propia. En ese sentido, la adopción de
valores foráneos en el seno de nuestra literatura, no fue un proceso que se pudiese reducir sólo en términos de
“influencias”, sino que propició el enriquecimiento de las manifestaciones narrativas desde la región misma. Los
escritores de América Latina acogieron las técnicas vanguardistas de manera heterogénea con lo cual pudieron
construir expresiones literarias propias que van más allá de la imitación. Para explicar este fenómeno Rama (2008)
acuñó el término de “transculturación narrativa”, inspirado en el concepto de transculturación desarrollado por
Fernando Ortiz en 1940. Bajo esta perspectiva debe reconocerse la tradición inventiva y la riqueza cultural de
América Latina, puesto que en su territorio se produjeron manifestaciones artísticas originales a partir de
procedimientos de actualización y adaptación de valores culturales externos.
Con el creciente proceso de transculturación en la literatura se fueron adoptando entonces (en detrimento de la
anterior perspectiva regionalista) otras estructuras narrativas que abordaban las preocupaciones del ser
latinoamericano para mostrar cómo éste participa de la condición universal del ser humano. Así, son muestras de
la transculturación narrativa la experimentación con el lenguaje, la problematización de la forma, la incorporación
de la mirada subjetiva, el surrealismo y el rompimiento de la unidad narrativa; aspectos puestos al servicio de la
preocupación por entender qué ha pasado con el sujeto latinoamericano en los distintos momentos de su historia.
El problema de las dictaduras; la violencia política, la migración forzada hacia las ciudades, la pérdida de referentes
culturales tradicionales y la decepción ante los procesos sociales malogrados son algunas de las preocupaciones
sobre las cuales trabajarán los escritores de América Latina y que conformarán el contenido que les otorga sentido a
las técnicas narrativas adoptadas. Son estos temas los que revisten a las técnicas foráneas de una pertinencia
particular y de un carácter fuertemente social y emocional, más allá de la reflexión pura y fría que solían hacer los
personajes de las novelas existencialistas europeas. Pues bien, la aparición de El pozo (la primera novela del
uruguayo Juan Carlos Onetti) en 1939, ha sido considerada como el punto de quiebre que dio origen a la narrativa
moderna en América Latina: “Es la primera novela personal en cuyo mundo narrado confluyen definidamente los
nuevos valores del existencialismo y el superrealismo” (Gertel, 1970, p. 83).
Argentina también experimentó un gran momento de ruptura en el que se introdujo una fuerte conciencia crítica y
la preocupación por entender la vida de los sujetos en el contexto urbano moderno. Entre 1945 y 1950 emergió una
nueva generación de escritores provenientes de distintos lugares de la nación argentina que asumieron una conciencia
crítica respecto al contexto político, social, cultural y, por supuesto, literario. Julio Ardiles Gray, Antonio Di
Benedetto, Beatriz Guido, Héctor Murena, Andrés Rivera, Martha Lynch, Juan José Manauta, David Viñas, entre
otros, conformarían esta nueva pléyade de jóvenes escritores que al reflexionar acerca de la relación entre
literatura y sociedad, y al revisar los valores la literatura de la generación anterior, ejercieron con ahínco el rol de
intelectuales y críticos literarios. La mayoría de ellos contribuyó a la renovación de las letras argentinas y al
acogimiento de la literatura existencialista en América Latina.
La marcada actitud revisionista era la pauta de esta generación. Si bien en su interior hubo divergencias, todos
compartían la preocupación por cuestionar el estilo literario de los que eran considerados los “padres” de la
literatura argentina, por esta razón fue denominada como la generación de “los parricidas” (Rodríguez Monegal,
1956), y años más tarde como “los enojados” (Dellepiane, 1968). La necesidad de asumir una posición
determinada frente al cosmopolitismo y la falta de nacionalismo implicados en la literatura fantástica y psicológica de
Jorge Luis Borges y Eduardo Mallea era una de las preocupaciones centrales para dicho grupo.
El impulso que tenían estos jóvenes por la búsqueda del ser argentino o del ser nacional, los llevó a cuestionar
duramente su realidad social construida a partir de valores europeos; sin embargo, conscientes de que esos
valores habían entrado en decadencia en la misma Europa, se sintieron atraídos por el existencialismo de Sartre
y su concepción de literatura comprometida, y se permitieron denunciar con disgusto y angustia el estilo literario
de Mallea y Borges al considerar que poco aportaban a entender al hombre argentino y latinoamericano.
Ernesto Sábato también logró consolidar un universo literario que da cuenta de una contundente actitud evaluadora
de las condiciones sociales y políticas que atraviesa el ser humano contemporáneo, sin privar al lector del placer
estético frente a la narración. Sábato logró influenciar con su ficción y su ensayística a varios narradores de su
nación y logró cautivar a nuevos escritores en toda América Latina que percibieron en su literatura un ideario que
poco tiene que ver con una actitud intelectualista, sino con una actitud de inquietud y de dolor frente a las
realidades que como hijos de la tierra latinoamericana han experimentado.
En Colombia la modernidad literaria y la influencia del existencialismo en la literatura tardarían un poco más en
aparecer debido a las condiciones particulares del contexto social colombiano durante las décadas de los
cuarenta y cincuenta. Este país, en comparación con otras naciones latinoamericanas, no ofrecía durante estos
años el ambiente propicio para el surgimiento de la novela moderna por dos razones fundamentales: por un lado,
la persistencia de la narrativa telúrica o regionalista durante la década del cuarenta por la incomunicación entre las
distintas regiones geográficas del país y la tendencia de la crítica nacional a visibilizar el trabajo estético de los autores
del interior, obviando los procesos gestados en otras regiones. Por el otro, la marcada atención de los escritores en
la década del cincuenta en narrar los acontecimientos asociados a al enfrentamiento bipartidista (entre liberales
y conservadores) que tiñó de rojo el suelo colombiano a partir de 1948.
Así las cosas, Colombia tendría que esperar hasta 1955 para poder alcanzar la modernidad literaria y la irrupción
de la actitud existencialista. Son varios los estudiosos que comparten la idea del norteamericano Raymond Williams
(1991), de que la narrativa moderna apareció en este país con la publicación de tres novelas escritas en la región
Caribe: La hojarasca (1955) de García Márquez, La casa grande (1962) de Álvaro Cepeda Samudio y Respirando
el verano (1962) de Héctor Rojas Herazo; tres novelas que a partir del cuestionamiento del sistema social en que
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se desenvuelve el ser caribeño y colombiano, hacen una evaluación de la orfandad en la que se encuentra el
sujeto moderno.
Ahora, si bien Rojas Herazo (y otros escritores de la región que dieron la bienvenida a la década del sesenta) no se
declararon existencialistas en sentido estricto, lograron plasmar en sus poéticas una visión coherente con dicha
corriente de pensamiento, ya que se alimentaron de las lecturas de autores clave del movimiento y estaban
enterados de la urgencia de los nuevos tiempos, tal como lo deja ver el propio Rojas Herazo en su artículo Hacia dónde
va el existencialismo publicado en los años cincuenta. Por otra parte, el escritor Roberto Burgos Cantor explicó que los
nuevos escritores del Caribe colombiano y de todo el país que empezaron su tránsito por la literatura en los años
sesenta, no fueron ajenos a las ideas provenientes del existencialismo y que los libros de Sábato fueron una
especie de faro para él y otros jóvenes escritores de la década: Los escritores hicimos un esfuerzo leal por reunir
elementos intelectuales de interpretación del momento. La carga era enorme. Además de los clásicos del
marxismo, se leía una literatura que nos resultaba afín. Camus, Simone de Beauvoir, Sartre. Lo que producían en
los países colonizados, en especial Fannon y Aimé Cesaire. Los trabajos de los intérpretes marxistas, con las
diferencias notables de los italianos y los franceses. Los ensayos de José Carlos Mariátegui. Sartre parecía estar en
todas partes (sic). Ese hombre de poca estatura y un ojo desobediente estaba, como él solo, amarrado a la cresta
erizada de la época. (Burgos, 2011, p. 42).
Aunque el mayor auge de la novelística en Colombia pareciera ocurrir en 1967, con el protagonismo alcanzado por
Cien años de soledad en la escena literaria, no se puede desconocer que desde antes se venían incubando varias
propuestas que abrieron paso a la modernidad literaria, gracias a la reapropiación que hicieron los escritores
colombianos de las características de la literatura norteamericana y europea y que los llevó a poblar sus novelas de
personajes que se ocupan de reflexionar acerca de la existencia y de la muerte “como cualquier personaje de Albert
Camus o Kierkegaard” (Bolaño, 2005, p. 85).
La novela moderna colombiana, comparte las características mencionadas para la nueva novela en América
Latina, tales como la introducción de nuevas técnicas narrativas y la toma de posición frente a los hechos históricos;
además de ello, también asumió en ciertos momentos rasgos existencialistas, lo que da cuenta de la heterogeneidad
de las manifestaciones literarias en este país, y especialmente en la costa Caribe donde se evidencia varias estéticas.
Finalmente, desde mediado de los años cincuenta se había instalado en casi toda América Latina el debate
acerca del rumbo político y cultural que debían tomar sus naciones. En el ámbito político se empezó a discutir
insistentemente sobre la noción de “desarrollo” implementada por las oligarquías nacionales por considerarla
responsable del endeudamiento y de la excesiva dependencia de la región de los capitales foráneos. Como parte de
dicho debate político y cultural, se analizó del papel de la literatura y del arte en la formación del espíritu de una
sociedad nueva; y allí las posturas existencialistas resultaron convenientes para aquellos autores que querían llamar
la atención acerca de la situación del hombre moderno. Se tomaron como referentes autores heterodoxos como
Jean Paul Sartre, quien además de ejercer una fuerte influencia con sus obras existencialistas, también generó
grandes adhesiones en el continente con sus planteamientos acerca de la literatura, del lenguaje y del oficio de
escritor.
La gran acogida de Sartre se produjo porque varios escritores latinoamericanos no sólo asumieron una posición
determinada desde el universo simbólico de lo literario, sino que también participaron activamente en el debate
social y cultural del momento ejerciendo el papel de intelectuales con una visión humanista: “Para mí como para
otros escritores de hoy, la literatura no es un pasatiempo ni una evasión, sino una forma –quizá la más completa y
profunda- de examinar la condición humana” (Sábato, 2006, p. 7). Sartre permitió, como afirma Vargas Llosa
(1981), que los jóvenes en Latinoamérica se enteraran de que la narrativa había sufrido una revolución, que su
repertorio de asuntos se había diversificado y que los modos de contar eran más complicados y libres.
Conclusión
El existencialismo en América Latina ofreció a sus filósofos la oportunidad de pensar la condición particular del
hombre de este continente cuya plenitud fue negada desde el mismo momento en que fue adherido a la historia
mundial por las naciones europeas colonizadoras. Esta filosofía permitió abrir la mirada de los pensadores
latinoamericanos y fue una de las corrientes teóricas que allanaría el camino para futuras filosofías más liberadoras.
Como lo afirma Velarde (2008), el existencialismo puso al descubierto ciertas “ingenuidades eurocéntricas” y
propició la apertura humanista a la alteridad y diversidad cultural, ofreciendo herramientas a los intelectuales de la
región (y en general a los no europeos), para que desde sus “alteridades existenciales” pudieran mostrar a los
propios europeos otras expresiones del ser humano.
Desde la irrupción de las vanguardias, en América Latina se produjo la diversificación de los estilos de escritura de
acuerdo con la manera como cada narrador asumió las técnicas extranjeras. Varios escritores discurrieron por el
sendero de lo fantástico, otros optaron por aunar lo real con lo maravilloso, también estuvieron los indigenistas que
siguieron interesados en el mundo rural o nativo para hacer visibles las identidades de los pueblos oprimidos, y
finalmente, estuvieron aquellos que se ocuparon de narrar el mundo urbano con una perspectiva crítica y
existencial. En la literatura del Cono Sur de mediados del siglo XX domina un tono existencialista que coincide con
una estética sin fe, escéptica o nihilista (Majfud, 2011).
Todas estas corrientes conformaron una gran diversidad literaria en el continente que se consolidaría aún más en
la década del sesenta. Así que, aunque gran parte del interés de la crítica de dicha época se haya concentrado en el
realismo mágico, lo cierto es que son varias las poéticas que coexistieron a partir de la década de los cuarenta;
poéticas diversas que retratan el carácter no monolítico de las identidades latinoamericanas, o “la condición
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múltiple, plural, híbrida, heterogénea o transcultural de los distintos discursos y de los varios sistemas literarios que
se producen en nuestra América” (Cornejo Polar, 1999, p. 10).
La literatura existencialista, entendida como un modo de poner en cuestión el mundo y la existencia, ganó nuevos
matices en la región al ir ligada a las preocupaciones particulares del ser latinoamericano (su identidad, su destino
y su accidentada historia), lo cual explica que esta narrativa, luego de irrumpir en los años cuarenta, haya logrado
prevalecer en estas tierras por varias décadas después.
LECTURA N° 5
¿A quién se le ocurrió que la contención salarial y el menor gasto público podían contribuir a mejorar los niveles
de vida?
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crisis financiera de 2008 para darnos cuenta de que la desregulación de los mercados no funciona, debería
bastarnos la crisis climática: el neoliberalismo provocará literalmente el fin de la civilización. Pero también está
claro que los demagogos que quieren que demos la espalda a la ciencia y a la tolerancia sólo empeorarán las
cosas. La única salida, el único modo de salvar el planeta y la civilización, es un renacimiento de la historia.
Debemos revivir la Ilustración y volver a comprometernos con honrar sus valores de libertad, respeto al
conocimiento y democracia.
JOSEPH E. STIGLITZ,
Premio Nobel de Economía en el año 2001, profesor distinguido de la Universidad
de Columbia y economista principal en el Roosevelt Institute.
LECTURA N° 6
Simpatizo mucho con la obra y la persona de Slavoj Zizek pero esto no me alcanza para otorgarle la razón
cuando sentencia que la pandemia le propinó “un golpe a lo Kill Bill al sistema capitalista” luego de lo cual,
siguiendo la metáfora cinematográfica, éste debería caer muerto a los cinco segundos. No ha ocurrido y no
ocurrirá porque, como lo recordara Lenin en más de una ocasión, “el capitalismo no caerá si no existen las
fuerzas sociales y políticas que lo hagan caer.” El capitalismo sobrevivió a la mal llamada “gripe española”, que
ahora sabemos vio la luz en Kansas, en marzo de 1918, en la base militar Fort Riley, y que luego las tropas
estadounidenses que marcharon a combatir en la Primera Guerra Mundial diseminaron el virus de forma
incontrolada. Los muy imprecisos cálculos de su letalidad oscilan entre 20, 50 y 100 millones de personas, por lo
cual no es necesario ser un obsesivo de las estadísticas para desconfiar del rigor de esas estimaciones
difundidas ampliamente por muchas organizaciones, entre ellas la National Geographical Magazine . El
capitalismo sobrevivió también al tremendo derrumbe global producido por la Gran Depresión, demostrando una
inusual resiliencia –ya advertida por los clásicos del marxismo- para procesar las crisis e inclusive y salir
fortalecido de ellas. Pensar que en ausencia de aquellas fuerzas sociales y políticas señaladas por el
revolucionario ruso (que de momento no se perciben ni en Estados Unidos ni en los países europeos) ahora se
producirá el tan anhelado deceso de un sistema inmoral, injusto y predatorio, enemigo mortal de la humanidad y
la naturaleza, es más una expresión de deseos que producto de un análisis concreto. Zizek confía en que a
consecuencia de esta crisis para salvarse la humanidad tendrá la posibilidad de recurrir a “alguna forma de
comunismo reinventado”. Es posible y deseable, sin dudas. Pero, como casi todo en la vida social, dependerá del
resultado de la lucha de clases; más concretamente de si, volviendo a Lenin, “los de abajo no quieren y los de
arriba no pueden seguir viviendo como antes”, cosa que hasta el momento no sabemos. Pero la bifurcación de la
salida de esta coyuntura presenta otro posible desenlace, que Zizek identifica muy claramente: “la barbarie”. O
sea, la reafirmación de la dominación del capital recurriendo a las formas más brutales de explotación económica,
coerción político-estatal y manipulación de conciencias y corazones a través de su hasta ahora intacta dictadura
mediática. “Barbarie”, István Mészarós solía decir con una dosis de amarga ironía, “si tenemos suerte.”
Pero, ¿por qué no pensar en alguna salida intermedia, ni la tan temida “barbarie” (de la cual hace tiempo se nos
vienen administrando crecientes dosis en los capitalismos realmente existentes”) ni la igualmente tan anhelada
opción de un “comunismo reinventado”? ¿Por qué no pensar que una transición hacia el postcapitalismo será
inevitablemente “desigual y combinada”, con avances profundos en algunos terrenos: la desfinanciarización de la
economía, la desmercantilización de la sanidad y la seguridad social, por ejemplo y otros más vacilantes,
tropezando con mayores resistencias de la burguesía, en áreas tales como el riguroso control del casino
financiero mundial, la estatización de la industria farmacéutica (para que los medicamentos dejen de ser una
mercancía producida en función de su rentabilidad), las industrias estratégicas y los medios de comunicación,
amén de la recuperación pública de los llamados “recursos naturales” (bienes comunes, en realidad)? ¿Por qué
no pensar en “esos muchos socialismos” de los que premonitoriamente hablaba el gran marxista inglés Raymond
Williams a mediados de los años ochenta del siglo pasado?
Ante la propuesta de un “comunismo reinventado” el filósofo sur-coreano de Byung-Chul Han salta al ruedo para
refutar la tesis del esloveno y se arriesga a decir que "tras la pandemia, el capitalismo continuará con más
pujanza.” Es una afirmación temeraria porque si algo se dibuja en el horizonte es el generalizado reclamo de toda
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la sociedad a favor de una mucho más activa intervención del estado para controlar los efectos desquiciantes de
los mercados en la provisión de servicios básicos de salud, vivienda, seguridad social, transporte, etcétera y para
poner fin al escándalo de la híperconcentración de la mitad de toda la riqueza del planeta en manos del 1 por
ciento más rico de la población mundial. Ese mundo post-pandémico tendrá mucho más estado y mucho menos
mercado, con poblaciones “concientizadas” y politizadas por el flagelo a que han sido sometidas y propensas a
buscar soluciones solidarias, colectivas, inclusive “socialistas” en países como Estados Unidos, nos recuerda
Judith Butler, repudiando el desenfreno individualista y privatista exaltado durante cuarenta años por el
neoliberalismo y que nos llevó a la trágica situación que estamos viviendo. Y además un mundo en donde el
sistema internacional ya ha adoptado, definitivamente, un formato diferente ante la presencia de una nueva tríada
dominante, si bien el peso específico de cada uno de sus actores no es igual. Si Samir Amin tenía razón hacia
finales del siglo pasado cuando hablaba de la tríada formada por Estados Unidos, Europa y Japón hoy aquella la
constituyen Estados Unidos, China y Rusia. Y a diferencia del orden tripolar precedente, en donde Europa y
Japón eran junior partners (por no decir peones o lacayos, lo que suena un tanto despectivo pero es la
caracterización que se merecen) de Washington, hoy éste tiene que vérselas con la formidable potencia
económica china, sin duda la actual locomotora de la economía mundial relegando a Estados Unidos a un
segundo lugar y que, además, ha tomado la delantera en la tecnología 5G y en Inteligencia Artificial. A lo anterior
se suma la no menos amenazante presencia de una Rusia que ha vuelto a los primeros planos de la política
mundial: rica en petróleo, energía y agua; dueña de un inmenso territorio (casi dos veces más extenso que el
estadounidense) y un poderoso complejo industrial que ha producido una tecnología militar de punta que en
algunos rubros decisivos aventaja a la norteamericana, Rusia complementa con su fortaleza en el plano militar la
que China ostenta en el terreno de la economía. Difícil que, como dice Han, el capitalismo adquiera renovada
pujanza en este tan poco promisorio escenario internacional. Si aquél tuvo la gravitación y penetración global que
supo tener fue porque, como decía Samuel P. Huntington, había un “sheriff solitario” que sostenía el orden
capitalista mundial con su inapelable primacía económica, militar, política e ideológica. Hoy la primera está en
manos de China y el enorme gasto militar de EEUU no puede con un pequeño país como Corea del Norte ni para
ganar una guerra contra una de las naciones más pobres del planeta como Afganistán. La ascendencia política
de Washington se mantiene prendida con alfileres apenas en su “patio interior”: Latinoamérica y el Caribe, pero
en medio de grandes convulsiones. Y su prestigio internacional se ha visto muy debilitado: China pudo controlar
la pandemia y Estados Unidos no; China, Rusia y Cuba ayudan a combatirla en Europa, y Cuba, ejemplo mundial
de solidaridad, envía médicos y medicamentos a los cinco continentes mientras que lo único que se les ocurre a
quienes transitan por la Casa Blanca es enviar 30.000 soldados para un ejercicio militar con la OTAN e
intensificar las sanciones contra Cuba, Venezuela e Irán, en lo que constituye un evidente crimen de guerra. Su
antigua hegemonía ya es cosa del pasado. Lo que hoy se discute en los pasillos de las agencias del gobierno
estadounidense no es si el país está en declinación o no, sino la pendiente y el ritmo del declive. Y la pandemia
está acelerando este proceso por horas.
El surcoreano Han tiene razón, en cambio, cuando afirma que “ningún virus es capaz de hacer la revolución” pero
cae en la redundancia cuando escribe que “no podemos dejar la revolución en manos del virus.” ¡Claro que no!
Miremos el registro histórico: la Revolución Rusa estalló antes que la pandemia de la “gripe española”, y la
victoria de los procesos revolucionarios en China, Vietnam y Cuba no fueron precedidos por ninguna pandemia.
La revolución la hacen las clases subalternas cuando toman conciencia de la explotación y opresión a las que
son sometidas; cuando vislumbran que lejos de ser una ilusión inalcanzable un mundo post-capitalista es posible
y, finalmente, cuando logran darse una organización a escala nacional e internacional eficaz para luchar contra
una “burguesía imperial” que antaño entrelazaba con fuerza los intereses de los capitalistas en los países
desarrollados. Hoy, gracias a Donald Trump, esa férrea unidad en la cúspide del sistema imperialista se ha
resquebrajado irreparablemente y la lucha allá arriba es de todos contra todos, mientras China y Rusia continúan
pacientemente y sin altisonancias construyendo las alianzas que sostendrán un nuevo orden mundial.
Una última reflexión. Creo que hay que calibrar la extraordinaria gravedad de los efectos económicos de esta
pandemia que hará de una vuelta al pasado una misión imposible. Los distintos gobiernos del mundo se han visto
obligados a enfrentar un cruel dilema: la salud de la población o el vigor de la economía. Las recientes
declaraciones de Donald Trump (y otros mandatarios como Angela Merkel y Boris Johnson) en el sentido de que
él no va a adoptar una estrategia de contención del contagio mediante la puesta en cuarentena de grandes
sectores de la población porque tal cosa paralizaría la economía pone de relieve la contradicción basal del
capitalismo. Porque, conviene recordarlo, si la población no va a trabajar se detiene el proceso de creación de
valor y entonces no hay ni extracción ni realización de la plusvalía. El virus salta de las personas a la economía, y
esto provoca el pavor de los gobiernos capitalistas que están renuentes a imponer o mantener la cuarentena
porque el empresariado necesita que la gente salga a la calle y vaya a trabajar aún a sabiendas de que pone en
riesgo su salud. Según Mike Davis en Estados Unidos un 45 por ciento de la fuerza de trabajo “no tiene acceso a
licencia paga por causa de una enfermedad y está prácticamente obligada a ir a su trabajo y transmitir la
infección o quedarse con un plato vacío.” La situación es insostenible por el lado del capital, que necesita
explotar a su fuerza de trabajo y que le resulta intolerable se quede en su casa; y por el lado de los trabajadores,
que si acuden a su trabajo o se infectan o hacen lo propio con otros, y si se quedan en casa no tienen dinero para
subvenir sus más elementales necesidades. Esta crítica encrucijada explica la creciente beligerancia de Trump
contra Cuba, Venezuela e Irán, y su insistencia en atribuir el origen de la pandemia a los chinos. Tiene que crear
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una cortina de humo para ocultar las nefastas consecuencias de largas décadas de desfinanciamiento del
sistema público de salud y de complicidad con las estafas estructurales de la medicina privada y la industria
farmacéutica de su país. O para achacar la causa de la recesión económica a quienes aconsejan a la gente
quedarse en sus casas. En todo caso, y más allá de si la salida a esta crisis será un “comunismo renovado”
como quiere Zizek o un experimento híbrido pero claramente apuntando en la dirección del poscapitalismo, esta
pandemia (como lo explican claramente Mike Davis, David Harvey, Iñaki Gil de San Vicente, Juanlu González,
Vicenç Navarro, Alain Badiou, Fernando Buen Abad, Pablo Guadarrama, Rocco Carbone, Ernesto López, Wim
Dierckxsens y Walter Formento en diversos artículos que circulan profusamente en la web) ha movido las placas
tectónicas del capitalismo global y ya nada podrá volver a ser como antes. Además nadie quiere, salvo el puñado
de magnates que se enriquecieron con la salvaje rapiña perpetrada durante la era neoliberal, que el mundo
vuelva a ser como antes. Tremendo desafío para quienes queremos construir un mundo post-capitalista porque,
sin duda, la pandemia y sus devastadores efectos ofrecen una oportunidad única, inesperada, que sería
imperdonable desaprovechar. Por lo tanto, la consigna de la hora para todas las fuerzas anticapitalistas del
planeta es: concientizar, organizar y luchar; luchar hasta el fin, como quería Fidel cuando en un memorable
encuentro con intelectuales sostenido en el marco de la Feria Internacional del Libro de La Habana, en febrero
del 2012, se despidió de nosotros diciendo: “si a ustedes les afirman: tengan la seguridad de que se acaba el
planeta y se acaba esta especie pensante, ¿qué van a hacer, ponerse a llorar? Creo que hay que luchar, es lo
que hemos hecho siempre.” ¡Manos a la obra!
Guía de Aprendizaje Nº 1
Grado 11° Áreas: Ingles
Objetivo de aprendizaje de la línea estratégica: Leer y comprender texto de forma escrita
en inglés, relacionado con el contexto real del impacto del coronavirus frente al
Neoliberalismo.
Introducción
Whatever you might be thinking about the long-term impacts of the coronavirus epidemic,
you’re probably not thinking big enough.
Our lives have already been reshaped so dramatically in the past few weeks that it’s difficult to
see beyond the next news cycle. We’re bracing for the recession we all know is here,
wondering how long the lockdown will last, and praying that our loved ones will all make it
through alive.
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Our globalized economy relies on just-in-time inventory for hyper-efficient production. As
supply chains are disrupted through factory closures and border closings, shortages in
household items, medications, and food will begin surfacing, leading to rounds of panic buying
that will only exacerbate the situation. The world economy is entering a downturn so steep
it could exceed the severity of the Great Depression. The international political system—
already on the ropes with Trump’s “America First” xenophobia and the Brexit fiasco—is likely
to unravel further, as the global influence of the United States tanks while Chinese power
strengthens. Meanwhile, the Global South, where Covid-19 is just beginning to make itself felt,
may face disruption on a scale far greater than the more affluent Global North.
During normal times, out of all the possible ways to organize society, there is only a limited
range of ideas considered acceptable for mainstream political discussion—known as
the Overton window. Covid-19 has blown the Overton window wide open. In just a few weeks,
we’ve seen political and economic ideas seriously discussed that had previously been
dismissed as fanciful or utterly unacceptable: universal basic income, government intervention
to house the homeless, and state surveillance on individual activity, to name just a few. But
remember—this is just the beginning of a process that will expand exponentially in the ensuing
months.
What am I learning?
Example:
Epidemic: Epedemia Surfacing:
Enough: Xenophobia:
Globalized: Household:
Coronavirus: Meanwhile:
Praying: Strengthens:
Wondering: Medications:
Alive: Organize society:
Lockdown: Dismissed:
Global North: Exponentially:
Ideas: Homeless:
Quarantine:
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3) Write the definition of the fallowing words in English.
Example:
Economic: Relating to trade, industry and money.
Epidemic:
Globalized:
Neo Liberalism:
Coronavirus:
Organize society:
Medications:
Ideas:
Political:
Homeless:
Government:
Wondering:
Global:
Discussion:
International:
Quarantine:
What does the pandemic mean to and for each of us and for society?
What is Pandemic?
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What did I learn?
And finally, to do a description about your daily routine in your Quarantine life.
(Realizar una pequeña historieta utilizando los Comics)
Using the comics.
Example:
Guía de Aprendizaje Nº 1
Grado: 11°
Analizar la situación y las acciones que han asumido los gobiernos de los países que están bajo
la tesis del neoliberalismo, para frenar y contener el virus y proteger la vida de las personas.
INTRODUCCIÓN
La situación a la que nos enfrentamos, se nos vino encima sin estar preparados, es una realidad
que el gobierno nacional y local no pueden ocultar, también vemos que a nivel mundial muchos
países que suponíamos nos llevan mucha ventaja hoy son los más afectados por la crisis, desde
un análisis político y económico muchos hoy están de acuerdo que todo eso depende de la tesis
del neoliberalismo, con las actividades planteadas, trataremos de llegar a unas reflexiones que
nos permitan discernir sobre esas realidades.
Te invito a que con mucha calma y dedicación leas los documentos que plantea la guía, eso te
permitirá una visión más completa del tema, pero para resolver las preguntas que te plantearé en
la asignatura de economía y política debes remitirte a la lectura N° 1 SARTRE Y LA
CONCIENCIA DESGARRADA de Gabriel Vargas Lozano. La lectura N° 4 LA LITERATURA
EXISTENCIALISTA EN AMÉRICA LATINA: EL CUESTIONAMIENTO DEL SER Y DE LA
SOCIEDAD de Sindy Patricia Cardona Puello. Lectura N° 5 EL FIN DEL NEOLIBERALISMO
Y EL RENACIMIENTO DE LA HISTORIA de Joseph E. Stiglitz. Lectura N° 6 LA PANDEMIA Y
EL FIN DE LA ERA NEOLIBERAL de Atilio Alberto Borón.
Tendrás dos actividades de ciencias económicas y políticas donde pondrás en práctica tu
análisis argumentación y reflexión a demás de la lectura literal para responder preguntas con
base a la lectura.
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A cuestionarme sobre las tesis y teorias cientificas del sistema capitalista en la actualidad y su
relacion con lo que esta sucediendo con el medio ambiente y la trascendencia de la vida
humana, desde su dignidad y libertad para poder ser.
Te enfrentaras a unas preguntas contextualizadas que debes responder basándote en los textos
recomendados por el docente,
✓ SARTRE Y LA CONCIENCIA DESGARRADA,
✓ LA LITERATURA EXISTENCIALISTA EN AMÉRICA LATINA: EL
CUESTIONAMIENTO DEL SER Y DE LA SOCIEDAD.
✓ EL FIN DEL NEOLIBERALISMO Y EL RENACIMIENTO DE LA HISTORIA,
✓ LA PANDEMIA Y EL FIN DE LA ERA NEOLIBERAL.
Analizar las tesis e ideologías económicas y políticas que más le convienen a los seres
humanos desde la mirada del Existencialismo, para consolidarse como una sociedad equitativa y
justa cuyo principal objetivo es la preservación de la especie humana.
2. Según el autor Gabriel Vargas Lozano, en cada época de la historia emergen figuras que
representan la conciencia humana de las personas, aque personajes se refiere y en qué
tiempo vivieron.
5. Según el texto de Sindy Patricia Cardona Puello, como fue la relación del pensamiento de
SARTRE, con el Marxismo o el estado Socialista.
10. Según la lectura N°6 LA PANDEMIA Y EL FIN DE LA ERA NEOLIBERAL de Atilio Alberto
Borón, ¿Qué cambio en el panorama político mundial? teniendo en cuenta los países que
le han hecho frente a la crisis originada por el coronavirus y han tenido resultados
favorables, ejemplo de esto Rusia.
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Práctico lo que aprendí
A través de una lectura profunda de los documentos sugeridos y otros a su alcance (quédate en
casa) y de libre elección, responda las preguntas que se plantean en la guía, ésta le permitirá
aprender la temática que de forma interdisciplinar presenta la línea de las ciencias humanas, a
través de las preguntas pretendemos tengan una visión general que permita debatir acerca de
cuál es el rumbo que debe tomar la especie humana a partir de la crisis humanitaria que
estamos viviendo.
El debate pretende compartir saberes aprendidos con la guía, para reafirmar los conocimientos,
se pretende hacer un conversatorio bajo las orientaciones del docente de la asignatura, con el
que pondrán en práctica los conocimientos y habilidades que fueron objeto de aprendizaje.
Vete leyendo estas preguntas y da la respuesta correcta, luego argumenta esa respuesta
redactando un una explicación.
2. La política, es la fuerza que mueve a las naciones. Ya que todas las circunstancias o decisiones
importantes, pasan por una movida política. Y es que todo gobierno democrático, depende de la
política, para poder ejercer autoridad y tomar decisiones en pro de los ciudadanos. Una buena
práctica de la política es
a. la burocracia, que mueve intereses particulares en el Estado
b. hacer o dirigir actividades que conlleven al bien común de las personas
c. poder elegir y ser elegido
d. participar de los procesos electorales.
3. La ciencia política es una ciencia social que estudia la teoría y práctica de la política, los
sistemas y los comportamientos políticos. Según esto, el objetivo de la ciencia política es
a. establecer, a partir de la observación de eventos y situaciones políticas, principios generales
acerca del funcionamiento de la política
b. estudiar el comportamiento humano en forma colectiva
c. entender que los hombres por naturaleza se asocian para buscar el bien común
d. demostrar que la sociedad funciona mejor cuando está organizada.
4. Las crisis económicas en los grandes países latinoamericanos han puesto en entredicho la
eficacia y eficiencia del modelo económico Neoliberal, dando como resultado una concentración
cada vez más alta del capital en pocas manos y una gran cantidad de población marginada.
Esto ha originado que hoy no podamos enfrentar de forma clara y precisa la pandemia que se
extiende rápidamente en el mundo. De continuar la situación económica actual en estos países,
se espera que
a. en poco tiempo todos los países tengan mejor calidad de vida por la difusión de avances
técnicos y científicos en salud y educación
b. se acentúen las diferencias entre países pobres y ricos, polarizando económica y políticamente
el mundo
c. haya un aumento en la desigualdad social producto del estancamiento en los índices de
crecimiento y desarrollo económico
d. los países con bajo índice de desarrollo humano mejoren rápidamente sus condiciones
socioeconómicas aprovechando sus ventajas competitiva
.
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5. El estado de bienestar es un modelo según el cual el Estado debe ejecutar determinadas
políticas sociales que garanticen y aseguren el bienestar de los ciudadanos en aspectos como
salud, educación y la seguridad social, en general. Los programas de salud, educación y
seguridad deben tener un carácter gratuito, por qué.
a. No existen empresas privadas que ejerzan actividades económicas en los campos relacionados
con la seguridad social.
b. El estado de bienestar es un tipo de estado típicamente socialista y en este el capital privado no
existe.
c. La seguridad social no es una fuente lucrativa de negocios y por ello, atractiva para el capital
privado.
d. Sus fuentes de financiación son los dineros que recauda el Estado por impuestos que pagan los
ciudadanos.
7. En algunos estudios sobre la pobreza está implícito el supuesto de que la sociedad puede
aceptar la exclusión de parte de su población, lo cual permite que se establezcan niveles de
tolerancia a la desigualdad y que se acepte la alternativa de aliviar la pobreza en desmedro de
su erradicación, lo podemos observar hoy en medio de la crisis que ha generado el COVID19,
pues las medidas tomadas por el gobierno de Iván Duque, favorecen en mayor forma a los más
ricos y dejan en el aire a las personas más vulnerables de la población, un ejemplo es mandar a
al confinamiento de la cuarentena a las personas, sin tener en cuenta, que la gran mayoría, el
75% de la población vive del día a día, es decir de la informalidad laboral. El texto anterior critica
estos estudios porque
a. favorecen políticas discriminatorias que marginan parte de la población
b. expresan la realidad del mundo económico
c. desconocen los derechos de los pueblos
d. niegan la posibilidad del crecimiento económico.
• ¿Qué aprendí?
A elaborar lectura crítica intertextual de textos, que de forma independiente tratan un tema
específico, el tema en cuestión sobre el qué aprendí es el Existencialismo y las lecturas que
utilicé para elaborar mi trabajo de ciencias económicas y políticas fueron;
✓ EL FIN DEL NEOLIBERALISMO Y EL RENACIMIENTO DE LA HISTORIA de Joseph E
Stiglitz.
✓ LA PANDEMIA Y EL FIN DE LA ERA NEOLIBERAL Atilio A. Boron
✓ SARTRE Y LA CONCIENCIA DESGARRADA de Gabriel Vargas Lozano
✓ LA LITERATURA EXISTENCIALISTA EN AMÉRICA LATINA: EL
CUESTIONAMIENTO DEL SER Y DE LA SOCIEDAD de Sindy Patricia Cardona Puello.
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¿Cómo voy a demostrar lo que aprendí?
Autoevaluación:
La idea de la autoevaluación es que puedas de manera interna verificar lo aprendido y ser capaz
de construir un pensamiento holístico acerca de la influencia del existencialismo en el
pensamiento postmoderno y te sirva de reflexión frente a la realidad que vivimos.
• Referencias
https://www.clacso.org/la-pandemia-y-el-fin-de-la-era-neoliberal/
http://www.revistas.unam.mx/index.php/archipielago/article/view/19900
http://www.unicolombo.edu.co/ojs/index.php/adelante-ahead/article/view/117
Guía de Aprendizaje Nº 2
Grado: 11º
Áreas: Ciencias Sociales (Asignatura: Economía y política).
Tema:
INTRODUCCIÓN
El existencialismo es una forma de pensamiento que está por encima de las reflexiones
académicas, y se convierte en un problema que toca todas las esferas de la vida humana en
cualquier momento de la historia. Pensar el sentido de existir como humanidad, en medio de
guerras, crisis económica, política, social y la pandemia que estamos experimentando
actualmente (Covid-19), nos debe permitir entendernos como seres limitados y con la
responsabilidad de revisar y replantear lo que estamos haciendo. Cambiar el horizonte de sentido
de la existencia, en medio del nuevo Covid-19, es una tarea que permitirá organizarnos y
administrar políticamente mejor todo lo que tenemos. La vida política, en medio de la pandemia y
la crisis existencial por la que estamos pasando, nos debe llevar a un mayor compromiso de
pensar al hombre de una forma distinta. Llegar a este momento de la historia que nos ha tocado
experimentar, exigirá una respuesta política al nuevo o nuevos sentidos de la existencia. En ello,
tiene sentido el surgimiento de personas que representen a la humanidad como conciencia de su
tiempo.
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• Esta lectura es una reflexión que intenta identificar la presencia del existencialismo
en los entornos de la vida social latinoamericana. Sin embargo, en medio de la
pandemia del Covid-19, la pregunta por el sentido de la existencia ha tomado un
nuevo aire y nos ha permitido pensar la vida y su sentido de una manera diferente.
Ver muertos por la pandemia en todas las formas y recibir datos estadísticos que
solo arrojan números, nos debe llevar a preguntar: ¿De qué lado de las encuestas
podremos estar? ¿Lista de muertos? ¿Contagiados leves? o ¿Los pobres que
peligran por la falta de alimentos? Todas las esferas de la vida humana tendrán
que asumir un nuevo sentido existencial, ante la preocupación y amenaza de
acabar con la existencia humana. Qué sentido tiene cuidarse, cómo enfrentar la
pandemia y qué nos viene a futuro; son preguntas que exigirán respuestas
contundentes para lograr proteger la vida y su sentido. En medio de la pandemia
no hay ricos, ni pobres. Con el Covid-19, solo hay potenciales muertos y leves
contagiados. No hay riqueza económica que garantice buena salud, ni sistema
político que logre la cura. Pero los necios que no ven riesgo ni peligro, juegan con
la vida de los que más se cuidan. En esto también hay un problema existencial.
• Recuerda la técnica de lectura que hemos realizado en clase con las anteriores guías.
Debes leer pausado y con sentido. Es importante que definas 2 horas para leer este
material. Analizar las ideas más relevantes y significativas. Averiguar el significado de
palabras o ideas poco claras o no entendidas. Debes leer de forma pausada, comprendido
cada parte del texto.
• Vas a dar inicio a tú aprendizaje. Debes tener en cuenta un espacio tranquilo para lograr la
concentración. Evita escribir o distraerte del tema. Primero, vas a realizar una lectura
general y rápida del texto. Recuerda que son pocas páginas no será difícil. Luego,
haremos nuevamente la lectura de una forma más lenta, pero debemos, en esta ocasión,
resaltar o señalar los conceptos y definiciones del existencialismo, ¿Las condiciones que
llevaron al hombre a centrarse en la pregunta por sí mismo? ¿Por qué es importante
preguntarnos por el sentido de la vida o existencia? También puedes resaltar ideas que
más te gusten o llamen tú atención.
• Es indispensable que la lectura pueda ser comprendida de forma clara. En clase, hemos
abordado conceptos que han sido analizados para poder avanzar. Seguir la lectura sin
comprender, no tiene sentido.
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3. ¿Cuáles son las tesis que defiende el existencialismo ateo y cristiano?
4. En la expresión: “…el mundo contemporáneo va camino a su autodestrucción a causa de
la incesante voluntad de poder” ¿Qué le corresponde al poder político para evitar la
autodestrucción?
• Todos estos ejercicios se resuelven en el texto. Solo hay que volver a revisar, después de
contestar, si es coherente lo que hemos resuelto en cada pregunta. Los textos disponen de
todos los insumos para resolver cualquier problema que se proponga en ellos.
¿Qué aprendí?
En este momento vamos a revisar cómo estuvo el desarrollo de la actividad, cómo te sentiste y
qué aprendiste.
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No es necesario que estas respuestas las envíes al profesor. Esto solo queda consignado en el
cuaderno.
Autoevaluación:
Es importante aprender a poder asignar valor al ejercicio que se ha hecho en esta guía. Después
de hacer lo que corresponde en la guía, arriésgate a asignarte una calificación que pueda reflejar
la dedicación que tuviste en el desarrollo de esta actividad. Los valores son insuficientes,
buenos y excelentes. Recuerda que es un ejercicio de conciencia.
Referencias
• Cardona, S. (2016). LA LITERATURA EXISTENCIALISTA EN AMÉRICA LATINA:
EL CUESTIONAMIENTO DEL SER Y DE LA SOCIEDAD. ADELANTE HEAD
Revista institucional. 7, pp. 47-53
INTRODUCCIÓN
Un texto narrativo es aquel texto que cuenta una historia que se desarrolla en un período de
tiempo y un lugar determinado. La narración hace referencia a la manera de contar la historia,
en forma de secuencia o como una serie de acciones que realizan los personajes, y que
permite al lector imaginarse la situación. Las historias, los personajes y los lugares pueden ser
reales, imaginarios o basados en hechos verídicos. El narrador de la historia puede o no ser el
propio autor y es quien cuenta el relato al lector empleando cualquiera de las tres personas
gramaticales (la primera persona, la segunda o la tercera).
La narración se utiliza tanto en la comunicación cotidiana para transmitir información, como en
la literatura para la creación de historias de ficción. Cada autor tiene su propio estilo para
narrar, además de que mantienen una estructura general que identifica a los textos narrativos
con una introducción, un desarrollo y un desenlace.
A reconstruir la historia de la obra “El Muro” del autor Sartre, Jean Paul. El libro está compuesto
por cinco novelas cortas de 25 a 90 páginas que Sartre definió como “cinco pequeños
desastres trágicos y cómicos”. Las novelas que lo conforman son: El Muro, La
Cámara, Eròstrato, Intimidad y La Infancia de un jefe. El Muro es la narración en primera
persona de un prisionero republicano español condenado a ser fusilado por las tropas
franquistas y sus reflexiones respecto a la vida y la muerte de la noche previa al día de su
ejecución.
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A producir textos que cumplan con la estructura de un texto narrativo con son:
La introducción: es la presentación de la historia que permite situar al lector en un contexto
determinado (en tiempo y lugar), y en la que se introduce a los protagonistas de la historia.
El desarrollo o nudo: es la parte más extensa del relato donde se conocen los detalles de la
historia, de los personajes y de los acontecimientos que los conectan.
El desenlace: es el cierre de la historia en la que se revelan los interrogantes que surgieron
durante el desarrollo del relato. Puede ser un final trágico, feliz o abierto a la duda con
posibilidad de continuar la historia en obras posteriores.
La reconstrucción de un cuento o de una historia constituye un nuevo texto que se construye a
partir de la trama del cuento leído.
Práctico lo que aprendí
A escribir y reconstruir la historia de la lectura del texto “El Muro” del autor Sartre, lectura que
aparece en la guía de aprendizaje.
¿Qué aprendí?
A escribir cortas historias teniendo en cuenta la estructura, el género, el tema, el estilo y el
lenguaje de un texto narrativo.
Referencias
https://www.caracteristicas.co/texto-narrativo/#ixzz6M0KRJO1Z
https://www.caracteristicas.co/texto-narrativo/
GUÍA DE APRENDIZAJE Nº 2
INTRODUCCIÓN
El texto expositivo es aquel que aborda de manera objetiva un asunto o tema determinado, con
la finalidad de dar a conocer e informar una serie de hechos, datos o conceptos específicos. En
este sentido, el propósito fundamental de los textos expositivos es transmitir información, es
decir, aportar un conjunto de conocimientos claros y directos sobre a una amplia lista de
contenidos generales o específicos.
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A la par de esto, el texto expositivo también es explicativo, pues busca aclarar y detallar toda la
información relacionada con los datos que proporciona. De allí que podamos encontrar textos
expositivos en discursos de carácter informativo, educativo, científico, jurídico o humanístico.
¿Qué aprendí?
A elabora un texto expositivo teniendo en cuenta su estructura y características Las principales
características son:
La redacción del texto es objetiva.
Se escribe en tercera persona.
Hace uso de un lenguaje claro y preciso.
Se apoya en el uso de recursos como los conectores, la comparación o la enumeración, para
facilitar la fluidez discursiva.
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A elaborar un texto expositivo utilizando su estructura: Introducción, Desarrollo y Conclusión,
tomando como referencia el artículo reflexivo de la lectura “La Literatura Existencialista en
América Latina: El cuestionamiento del ser y la sociedad” de la autora Sindy Cardona Puello.
Referencias
https://www.significados.com/texto-expositivo/
GUÍA DE APRENDIZAJE Nº 3
Áreas: Lengua Castellana y Comprensión Lectora.
Tema: La Columna de Opinión
Objetivo específico de aprendizaje: exponer a través de argumentos el punto de vista del
autor con respecto algún tema de interés o de actualidad.
INTRODUCCIÓN
La columna de opinión es un género periodístico que tiene como objetivo exponer a través de
argumentos el punto de vista del autor con respecto algún tema, personaje o entidad
específica. Este es un género en el cual el periodista dispone de libertad para dar a conocer su
visión personal sobre un hecho que despierta interés, curiosidad o sencillamente corresponde a
la actualidad.
Así mismo, la columna de opinión debe ser entretenida, perspicaz, en lo posible abordar el
tema con profundidad a partir de una buena investigación que confiera peso a las ideas,
transmita veracidad, credibilidad y lo más importante que aporte algo nuevo al lector desde una
reflexión hasta un poco de humor.
De igual manera, cuando un periodista o escritor elige este género periodístico puede
expresarse y opinar entre una gran variedad de temas interesantes como lo son la política, la
economía, la cultura, la educación, la sociedad, el deporte, el arte, la publicidad, la salud, entre
muchos otros más.
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Práctico lo que aprendí
–Selección de un tema interesante: es importante que el escritor (ESTUDIANTE) seleccione en
lo posible un tema de actualidad o que por lo menos los lectores identifiquen fácilmente y que al
abordarlo revele una nueva mirada o postura. No obstante el estudiante que hace el papel de
periodista (COLUMNISTA) tiene la posibilidad de exponer un tema desconocido o novedoso
que despierte el interés de los lectores, en este caso puedes contextualizar el tema de la
problemática actual el coronavirus (COVID-19) que está afectando a toda la población, local,
regional, nacional y mundial.
– Claridad y sencillez en el lenguaje: otro aspecto a considerar es el uso del lenguaje, el cual
debe caracterizarse por ser simple, claro y pertinente, llamando a cada cosa por su nombre y
utilizando palabras que transmitan belleza y sonoridad para que el lector disfrute de la lectura
mientras se informa sobre el tema.
– Tono o estilo comunicativo: en la columna de opinión se debe evidenciar el tono cercano,
íntimo y personal del autor para generar empatía, confianza y credibilidad en los lectores. La
exposición de las ideas debe hacerse como si se hablara a un grupo de amigos.
Por otra parte, el estilo comunicativo corresponde a la libre elección de cada columnista, el cual
puede usar un tono formal, informal, sutil, polémico, irónico o humorístico, entre otros. Todo
dependerá de la intención del autor y cómo éste desee dar a conocer el tema al público.
Generalmente el artículo de opinión va acompañado de una fotografía o ilustración que
identifica al autor.
¿Qué aprendí?
A elabora una columna de opinión con temática del actualidad, el coronavirus (Covid19),
teniendo en cuenta los argumentos de la lectura “El Fin del Neoliberalismo”, lectura presente en
la guía de aprendizaje.
Referencia
http://www.entreperiodistas.com/columna-de-opinion-como-escribir-genero/
https://sites.google.com/site/redacespecializada/cmo-redactar-un-texto-de-opinin
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GUÍA DE APRENDIZAJE Nº 4
Áreas: Lengua Castellana y Comprensión Lectora.
Tema: El resumen de un texto literario como técnicas de estudio.
Objetivo específico de aprendizaje: transmitir de forma global y resumida el contenido de un
texto literario.
INTRODUCCIÓN
Resumir un texto consiste en expresar las ideas fundamentales con la menor cantidad de
palabras posibles. No es posible que hagamos un buen resumen si previamente no hemos
subrayado el texto.
¿Qué aprendí?
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Hacer un resumen de un texto literario y a utilizarlo como una TÉCNICA DE
ESTUDIO cuyo objetivo es facilitarte el aprendizaje y el repaso.
Referencias
https://www.tusclases.co/blog/tecnicas-hacer-resumen
https://es.slideshare.net/Ancatrio/textos-literarios-resumen
GUÍA DE APRENDIZAJE Nº 1
Áreas: Ética y Valores.
Tema: El valor de la existencia del ser humano, y su papel humanizante.
Objetivo 1.
Expresar rechazo ante toda forma de discriminación o exclusión social, en tiempos de
cuarentena y hago uso de mecanismos democráticos para que haya respeto por la diversidad y
se superen estas situaciones.
INTRODUCCIÓN
El Existencialismo fue una corriente Filosófica mas sobre saliente en el siglo XX, que empezó a
desarrollarse en Europa durante el periodo siguiente a la primera guerra mundial. Esta corriente
se caracterizo por unos profundos anti valores morales por los constantes enfrentamientos
entre naciones y la voluntad del poder. Es por eso que desde la Ética y la Moral, en Colombia
de existir la modernidad literera debido a las condiciones particulares del contexto social de
nuestras comunidades, para que pongamos en práctica los valores mínimos como: el respeto,
la solidaridad, la amistad, el optimismo, la obediencia, la cooperación, en tiempos de
cuarentena.
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. ¿Que sucedió?
. ¿Cuando y en qué lugar?
. ¿Cuáles fueron las causas?
. ¿Que consecuencias trajo?
. ¿Que personas resultaron más afectadas?
. ¿Había sucedidos hechos similares con anterioridad?
. ¿Como habría podido evitarse lo sucedido?
. ¿Qué lecciones o Enseñanzas nos deja esta pandemia?
. ¿Que se puede hacer para impedir que algo Así se repita?
¿Qué aprendí?
Que en medio de las dificultades, como la pandemia o el COVID19,es importante poner en
práctica los valores, porque son ellos que nos ayudan a vivir mejor con las demás personas, la
familia por medio de la comprensión, la solidaridad, la ayuda, el respeto, el optimismo, el amor
y la reciprocidad.
Asignatura: filosofía
Actividad: responda las siguientes preguntas y desarrolle los siguientes ítems teniendo en
cuenta la lectura de “El muro”, cuento escrito por el filósofo existencialista francés Jean
Paul Sartre.
1. Al pensar en el “fusilamiento” los tres prisioneros hablan de sentir un “dolor”, “los dolores que
sentiré mañana en la mañana”, en este fragmento la palabra dolor se refiere a
a. La frustración de no poder hacer nada.
b. La esperanza de que la situación en la que se encuentran cambie.
c. Ansiedad porque sienten miedo y preocupación.
d. La desesperación porque todo cambie pronto.
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2. El personaje que narra lo acontecido es
a. Pablo Ibbieta.
b. Juan Mirbal.
c. Tom Steinbock.
d. Los tres personajes narran la historia.
3. Los constantes sueños que afirma experimentar el narrador del cuento que es uno de los protagonistas
de la historia puede ser síntoma de
a. Miedo ante lo que ocurrirá.
b. Resignación y aceptación por lo que le espera.
c. Convicción por su sentencia.
d. Todas las anteriores.
4. El cuento existencialista “El muro”, escrito por Jean Paul Sartre, se desarrolla en el contexto de qué país
a. Bélgica.
b. Francia.
c. España.
d. Inglaterra.
5. En una parte de la historia se afirma: “Tuve en ese momento la impresión de que tenía toda mi vida ante
mí y pensé: “Es una maldita mentira”. Nada valía puesto que terminaba. Me pregunte cómo había podido
pasar, divertirme con las muchachas: no hubiera movido ni el dedo meñique si hubiera podido imaginar
que moriría así. Mi vida estaba ante mí terminada , cerrada como un saco y, sin embargo, todo lo que
había en ella estaba inconcluso”, de este fragmento se puede inferir que
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su punto de vista al respecto incluso si no está de acuerdo con lo aquí expuesto, pero debe
argumentar.
IV. SOPA DE LETRAS: complete la siguiente sopa de letras que incluye términos relacionados
con la temática existencialista, hay conceptos positivos y negativos. Son 16 palabras.
16.
VI. 18. INTERPRETACIÓN DE IMÁGENES: hay una afirmación que dice: “una imagen vale más
que mil palabras”, intentemos probar su validez en este caso. Observe detenidamente las
siguientes imágenes e identifique y argumente cual representa: ESPERANZA,
INCERTIDUMBRE, ANGUSTIA, CATARSIS (PAZ, TRANQUILIDAD), FRUSTRACIÓN,
TRISTEZA, LIBERTAD, OPTIMISMO, RESIGNACIÓN, etc.
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VII. 19. INTERPRETACIÓN Y CONTEXTUALIZACIÓN DE IMÁGENES: analice la
siguiente imagen en su totalidad, interprete de acuerdo con la temática central de esta
guía (existencialismo) y haga una relación con dicha temática, además encuentre el tema
de esta imagen. Argumente su postura.
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VIII. 20. CÓMICS: a partir de la historieta que se da a continuación, elabórele los
diálogos teniendo en cuenta lo expuesto en las imágenes, teniendo en cuenta la
temática central de esta actividad, al igual que la situación que atraviesa el
mundo entero por cuenta del Covid.
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