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Acepta, querida Madre y Reina mía, toda mi persona y cuanto con la gracia de tu querido Hijo he
podido hacer de bueno.
Veo todos los días caer por tierra los cedros del Líbano, y convertirse en aves nocturnas las águilas
que volaban en torno al sol.
Mil justos caen a mi izquierda; diez mil a mi derecha… Más yo confío en ti mi poderosa y más que
poderosa Madre:
Tenme que no caiga; conserva mis bienes, que no me saqueen; protege en mí la vida divina.
¡Defiende a quien a ti se ha consagrado! Yo te conozco bien y en ti confío: eres la Virgen fiel a Dios
y a los hombres, que no dejas perder nada de cuanto a ti se confía; eres la Virgen Poderosa: nadie
podrá hacerte daño ni perjudicar tampoco a los que tú amas. Amén.
CONSAGRACIÓN DE SÍ MISMO A JESUCRISTO LA SABIDURÍA ENCARNADA POR MEDIO DE MARÍA
¡Oh Jesús! Sabiduría eterna y encarnada, te adoro en la gloria del Padre, durante la eternidad, y
en el seno virginal de María, en el tiempo de tu Encarnación.
Te agradezco que hayas venido al mundo -hombre entre los hombres y servidor del Padre- para
librarme de la esclavitud del pecado.
Te alabo y glorifico porque has vivido en obediencia amorosa a María, para hacerme fiel discípulo
tuyo.
Consciente de mi vocación cristiana, renuevo hoy, en tus manos, mis compromisos bautismales.
Renuncio a Satanás, a sus seducciones y a sus obras y me consagro a Jesucristo para llevar mi cruz
con Él, en la fidelidad de cada día a la voluntad del Padre.
Oh Virgen fiel, haz de mí un auténtico discípulo de tu Hijo, la Sabiduría encarnada. Contigo, Madre
y modelo de mi vida, llegaré a la perfecta madurez de Jesucristo, en la tierra, y a la gloria del cielo.
Amén.