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Diagnóstico de la sociedad moderna.
Introducción
En
la
presente
unidad
se
pondrá
de
relieve
el
papel
de
la
filosofía
de
Kant
y
Husserl
en
torno
a
la
clarificación
del
sentido
de
la
crisis
de
la
cultura
occidental
y
el
rol
que
cumplen
estas
filosofías
en
la
comprensión
de
las
ciencias,
la
técnica
y
la
experiencia
moral.
En
la
primera
parte
se
mostrará
la
manera
como
Kant
expone
el
problema
en
sus
obras
críticas,
en
particular,
en
la
Crítica
de
la
Razón
Pura
y
en
la
Fundamentación
de
la
Metafísica
de
las
Costumbres.
En
estas
obras
el
autor
se
propone
aclarar
la
función
de
la
razón
y
del
entendimiento
como
condiciones
de
posibilidad
para
elaborar
el
sentido
y
fundamento
de
la
ley
moral,
y
del
conocimiento
científico.
En
particular,
se
hará
una
reflexión
sobre
el
sujeto
que
conoce,
en
términos
de
una
epistemología
o
En
un
intento
de
dar
claridad
a
esta
crisis,
Husserl
comienza
por
reflexionar
sobre
el
papel
y
el
valor
asignado
a
las
ciencias
en
la
modernidad,
pues
las
ciencias
experimentales
que
parecen
haber
encontrado
la
senda
segura
del
conocimiento,
como
decía
Kant
en
su
segundo
prólogo
de
la
Crítica
de
la
Razón
Pura,
han
caído
en
la
tecnificación,
la
falta
de
reflexión
y
el
abandono
de
todos
los
ideales
para
construir
una
humanidad
justa,
libre,
auténtica
y
buena.
Las
ciencias
experimentales,
afirma
Husserl,
han
ganado
la
admiración
del
mundo
entero
y,
a
mediados
del
siglo
XIX,
la
visión
entera
de
la
realidad,
<<la
cosmovisión>>
del
mundo
para
esta
cultura
y
han
hecho
posible
la
prosperidad
con
su
agresiva
aplicación
técnica
al
mundo
de
la
vida,
pero
también
se
han
olvidado
en
sus
temáticas
y
planteamientos
de
las
cuestiones
realmente
decisivas
para
la
humanidad:
cuestiones
que
tienen
que
ver
con
el
valor
y
la
estimación
de
los
problemas
generados
por
las
desigualdades
sociales
y
económicas
que
hacen
superfluas
la
equidad,
la
justicia,
la
libertad
y
el
sentido
de
la
persona
en
esta
misma
cultura.
Objetivos
Objetivo general
Objetivos específicos
Cuando
se
piensa
la
modernidad
a
partir
de
los
planteamientos
de
Kant
en
sus
tres
críticas,
la
de
la
razón
teórica,
la
de
la
razón
práctica
y
la
de
la
razón
estética,
se
constata
que
mientras
la
ciencia
exacta
y
experimental
ha
obtenido
éxitos
indudables,
no
puede
afirmarse
lo
mismo
de
las
ciencias
sociales
en
relación
con
el
fortalecimiento
moral
de
la
sociedad,
en
contra
de
lo
previsto
por
la
ilustración.
Este
desequilibrio
entre
el
desarrollo
de
las
ciencias,
la
técnica
y
la
tecnología,
y
el
atraso
de
la
cultura
moral
es
una
de
las
principales
causas,
sino
la
principal,
de
la
crisis
de
la
modernidad.
(Hoyos,
1997,
p.
23).
Con
esta
pequeña
cita
del
profesor
Guillermo
Hoyos
Vásquez
continua
la
reflexión
sobre
la
importancia
de
conocer
cómo
se
puede
comprender,
desde
una
perspectiva
filosófica,
la
crisis
de
las
sociedades
modernas,
como
una
crisis
fundamentalmente
moral.
Es
común
escuchar
desde
el
punto
de
vista
de
los
pensadores
de
las
ciencias
físicas
y
naturales,
que
las
ciencias
sociales
son
pura
retórica
y
que
no
pueden
ser
ciencias,
por
carecer
de
métodos
coherentes,
exactos
y
consistentes
para
explicar
la
realidad
y
predecir
los
acontecimientos.
Si
las
ciencias
sociales
pueden
servir
para
algo,
se
dice,
sería
para
convocar
y
exhortar
movimientos
sociales.
La
crisis
de
la
modernidad
no
consiste
tanto
en
la
diferencia
de
la
razón,
es
decir,
en
su
pérdida
de
unidad,
sino
más
bien
en
el
reduccionismo,
que
ha
permitido
entenderla
unilateralmente
y
pensar
que
desde
una
de
sus
funciones,
la
de
la
ciencia
positiva,
se
logra
la
síntesis
y
reconciliación
de
lo
fragmentado:
este
ha
sido
el
intento
de
proyectos
como
el
de
la
unidad
de
la
ciencia,
el
totalitarismo
del
Estado
o
la
globalización
del
mercado.
La
sociedad
unidimensional,
la
de
la
productividad
y
el
consumo,
todavía
pretende
sin
renunciar
al
triunfalismo,
mostrar
resultados;
pero
estos
siempre
se
quedaran
cortos.
Sin
la
fuerza
de
la
crítica,
se
priva
a
la
vida
de
cultura.
Al
dejar
de
ser
crítica
la
modernidad
se
vuelve
discurso
positivo,
cultura
afirmativa.
(Hoyos
y
Vargas,
1997.
p.
25).
La
crisis
de
la
modernidad
se
considera
como
el
resultado
de
un
desequilibrio
entre
los
desarrollos
y
logros
de
las
ciencias
naturales,
los
avances
de
la
técnica
y
la
introducción
de
nuevas
tecnologías,
que
dieron
a
la
sociedad
moderna
su
capacidad
de
control
y
dominio
sobre
la
naturaleza
física
y
sobre
la
humanidad.
De
otro
lado,
los
ideales
de
la
ilustración
(libertad,
igualdad
y
solidaridad)
parecen
cada
día
más
negados
por
una
sociedad
que
sólo
piensa
en
derrochar
los
recursos
naturales
y
someter
todas
las
fuerzas
naturales
al
control
de
los
intereses
del
dominio,
la
riqueza
y
el
control.
Las
guerras,
los
genocidios,
los
asesinatos
por
las
mínimas
diferencias
o
por
lucro,
los
secuestros
y
todos
los
tipos
de
infamias,
que
a
diario
se
cometen,
parecen
confirmar
la
idea
de
que
una
sociedad
justa,
libre
y
solidaria
no
sólo
es
una
utopía,
sino
que
el
mismo
desarrollo
de
la
modernidad
se
encargó
de
negarla.
Ahora
bien,
a
Kant
se
le
atribuye
el
mérito
de
haber
desarrollado
una
teoría
crítica
de
la
razón
y
de
la
acción
práctica,
comparable
a
la
realizada
por
Copérnico
en
el
terreno
de
la
ciencia
natural.
A
esta
nueva
filosofía
se
le
conoce
como
filosofía
crítica
porque
descubre
por
sí
misma,
a
partir
de
su
propia
reflexión,
cómo
el
sujeto
constituye,
organiza
y
da
sentido
al
mundo,
a
partir
de
sus
potencialidades,
tanto
teóricas
como
prácticas.
En
esta
perspectiva,
Kant
le
atribuye
a
la
facultad
del
pensar,
no
sólo
la
capacidad
de
organizar
y
unificar
los
datos
de
la
experiencia,
los
datos
venidos
de
la
sensibilidad
para
elaborar
los
conceptos,
sino
que
además,
muestra
la
necesidad
y
posibilidad
de
formular
principios
y
valores
universales
a
priori
para
regular
la
acción
práctica
y
conducirla
a
un
estado
de
moralidad.
Con
respecto
a
la
facultad
de
conocer
propia
de
las
ciencias,
Kant
quiere
mostrar
los
límites
del
uso
de
la
razón
especulativa
o
la
razón
responsable
del
conocimiento
de
los
objetos
de
la
experiencia,
exigiendo
a
todo
conocimiento
tener
como
presupuesto
y
base
la
presencia
inmediata
de
la
experiencia.
Kant
se
propone
mostrar
cómo
desde
las
facultades
subjetivas
(trascendentales
o
a
priori)
que
hacen
posible
el
pensar
de
los
objetos
de
la
experiencia,
son
posibles
los
juicios
de
la
matemática
y
de
la
física.
De
esta
manera,
el
concepto
de
"experiencia"
que
maneja
Kant
no
es
tanto
el
de
una
experiencia
científica-‐objetiva
que
enseñan
las
ciencias
naturales,
sino
el
de
una
experiencia
trascendental
o
una
experiencia
que
examina
cómo
es
posible
el
conocimiento
para
todos
los
seres
racionales.
Una
experiencia
en
la
que
se
muestran
las
condiciones
de
posibilidad
de
todo
conocimiento
de
objetos.
El
objetivo
de
la
Crítica
de
la
Razón
Pura,
su
obra
de
mayor
importancia,
es
señalar
cuáles
han
de
ser
las
condiciones
y
potencialidades
subjetivas
del
conocer
para
hacer
posible
la
ciencia
moderna
y
para
mostrar
las
condiciones
de
posibilidad
de
toda
experiencia
de
objetos,
pero
lo
más
importante
es
señalar
que
el
conocimiento
obtenido
de
esta
manera
por
nuestras
capacidades
racionales
aplicadas
a
la
experiencia,
son
irrelevantes
y
hasta
contradictorios
para
la
elaboración
y
fundamentación
de
una
práctica
moral.
La
reflexión
de
Kant
en
el
terreno
teórico
o
del
conocimiento
de
objetos,
lo
lleva
a
postular
que
el
sentido
de
toda
experiencia
teórica
es
posible
porque
la
razón
genera
constantemente
un
tipo
de
síntesis
a
partir
de
ciertas
estructuras
que
contiene
el
En
lo
que
se
refiere
a
la
posibilidad
de
una
filosofía
moral
este
autor
dice:
"toda
la
cuestión
se
reduce
aquí
a
saber
hasta
dónde
puedo
llegar
con
la
razón,
desde
el
instante
en
que
me
fueron
sustraídas
toda
la
materia
de
la
experiencia
y
su
concurso".
(Kant,
1984,
p.
123).
Lo
que
Kant
se
propone
en
este
nuevo
escenario
es
mostrar
hasta
dónde
se
extiende
la
capacidad
de
conocer
del
entendimiento
sin
el
concurso
de
la
experiencia.
La
posibilidad
de
una
ética
en
el
marco
de
la
reflexión
kantiana
se
orienta
así
hacia
el
uso
de
la
razón
no
ya
en
un
sentido
teórico,
sobre
la
ciencia
y
la
naturaleza,
sino
práctico
sobre
la
acción.
La
posibilidad
de
una
ética
en
el
sentido
de
una
acción
sometida
a
unos
principios
o
leyes,
que
en
su
conformidad
con
la
razón
permitan
una
acción
moral,
libre
y
autónoma.
Las
ideas
que
la
razón
produce
en
su
propia
interioridad
sin
la
presencia
de
la
experiencia
(científica
y
natural),
sirven
como
guías
o
ideas
regulativas
para
generar
principios
de
la
acción
en
busca
de
una
auto-‐
determinación
libre
y
moral.
Para
poder
entender
esta
posibilidad,
Kant
distingue
entre
un
obrar
natural
según
leyes
naturales
y
un
obrar
por
la
representación
de
leyes
racionales.
El
primero
es
entendido
como
una
especie
de
causalidad
natural
que
actúa
sobre
los
animales,
los
Según
Kant,
las
acciones
que
tienen
su
fin
en
las
cosas,
en
los
objetos
empíricos,
no
son
acciones
por
respeto;
el
respeto
nace
del
reconocimiento
a
la
finitud,
a
la
contingencia
y
por
este
motivo
el
respeto
sólo
puede
ser
aquello
que
se
relacione
con
la
voluntad,
pero
no
una
voluntad
sometida
a
las
inclinaciones,
sino
una
voluntad
que
descarte
los
beneficios
de
su
acción,
esto
es,
una
voluntad
conforme
a
la
simple
ley
en
sí
misma.
(Kant,
1972,
p.
26).
El
uso
del
entendimiento
en
el
sentido
de
una
mayoría
de
edad
no
puede
empezar
diciendo
que
se
obra
por
respeto
a
la
ley
exterior,
esto
sería
heteronomía
y
la
modernidad
en
sus
fundamentos
reclama
autonomía.
La
moralidad
moderna
tiene
como
base
de
sus
principios
la
subjetividad
racional
del
individuo
y
una
imagen
moral
del
mundo,
de
esta
manera,
la
razón
vulgar
se
ve
empujada
cuando
se
cultiva
a
solicitar
la
ayuda
de
la
filosofía.
(Kant,
1972,
p.
29).
La
imagen
moral
del
mundo
que
se
le
da
al
ser
humano
en
la
experiencia
exige
rebasar
el
marco
de
los
meros
hechos
o
fenómenos
empíricos
hacia
una
experiencia
interna
de
la
subjetividad;
una
experiencia
en
la
cual
Dios,
la
ley
natural
y
la
ley
moral,
se
dan
en
representaciones.
La
comprensión
de
este
nuevo
marco
para
la
mayoría
de
edad
revela,
que
"todos
los
conceptos
morales
tienen
su
asiento
y
origen
completamente
a
priori,
en
la
razón".
(Kant,
1972,
p.
33).
Por
este
motivo,
los
conceptos
morales
no
pueden
ser
extraídos
de
ninguna
experiencia
empírica.
Como
la
voluntad
se
da
como
facultad
de
obrar
por
representaciones,
ella
debe
estar
sujeta
a
no
elegir
nada
más
que
lo
que
la
razón,
independientemente
de
la
inclinación,
conoce
como
prácticamente
necesario,
es
decir,
bueno.
(Kant,
1972,
p.
34).
Pero
cuando
la
voluntad
se
halla
sometida
a
ciertas
condiciones
subjetivas,
a
ciertos
resortes
contingentes,
se
dice
que
la
voluntad
se
somete
a
una
actividad
de
astucia
instrumental.
Kant
denomina
este
uso
práctico
de
la
razón
con
el
nombre
de
imperativos
hipotéticos.
El
imperativo
hipotético
dice
cómo
debe
ser
el
accionar
si
se
quiere
obtener
algo;
él
da
consejos
de
habilidad
para
actuar
en
conformidad
con
el
fin
pretendido.
De
esta
manera,
el
paso
hacia
la
formación
de
la
libertad
como
autonomía
lo
da
la
formulación
del
imperativo
categórico.
El
imperativo
categórico
es
aquel
que
se
da
como
representación
de
la
acción,
por
la
acción
misma.
Su
formulación
se
lleva
a
cabo
a
través
de
tres
máximas
de
la
acción.
La
primera
dice:
"Obra
sólo
según
aquella
máxima
que
al
mismo
tiempo
puedas
querer
que
se
convierta
en
ley
universal"
(Kant,
1972,
p.
38).
La
máxima
es
entendida
por
Kant
como
un
principio
subjetivo
de
la
acción,
como
un
poder
querer
con
miras
a
la
Ya
que
no
nos
basta
la
alegría
de
crear
una
técnica
teórica,
de
descubrir
teorías
con
las
que
pueden
hacerse
tantas
cosas
útiles
y
ganar
la
admiración
del
mundo
-‐
puesto
que
no
podemos
separar
la
auténtica
condición
humana
de
la
vida
vivida
con
radical
responsabilidad
propia
y,
por
ende,
tampoco
podemos
separar
la
propia
responsabilidad
científica
de
la
totalidad
de
responsabilidades
de
la
vida
humana
en
general-‐,
debemos
colocarnos
por
encima
de
toda
esa
vida
y
de
toda
esa
tradición
cultural
y
buscar
nosotros
mismos,
individualmente
y
en
comunidad,
por
medio
de
reflexiones
radicales,
las
posibilidades
y
necesidades
últimas
a
partir
de
las
cuales
podamos
tomar
posición
acerca
de
lo
que
existe
efectivamente,
juzgándolo,
valorándolo,
actuando
sobre
ello.
Edmund
Husserl
En
la
última
etapa
de
su
obra,
Edmund
Husserl,
señala
la
necesidad
de
pensar
la
situación
de
crisis
que
vivía
Europa
en
el
primer
cuarto
de
comienzos
del
siglo
XX.
Vista
desde
su
fenomenología,
la
situación
de
miseria
espiritual
se
le
muestra
a
Husserl
como
la
negación
de
toda
filosofía
y
como
el
agotamiento
del
sentido
del
hombre
y
la
cultura.
Husserl
piensa
que
si
la
cultura
occidental
tiene
su
propia
forma
de
ser
que
la
hace
diferente
de
otras
culturas,
como
la
india
o
la
japonesa,
se
debe
a
que
Europa
y,
en
general,
la
cultura
occidental,
es
el
producto
del
desarrollo
de
una
forma
de
vida
espiritual
que
tuvo
su
origen
entre
los
griegos.
Correctamente
entendido,
esto
significa
que
la
cultura
occidental
tuvo
su
origen
con
la
aparición
de
la
filosofía.
Pero
si
la
forma
de
ser
o
el
estilo
particular
que
da
forma
a
todas
las
manifestaciones
y
creaciones
con
las
que
se
expresa
la
cultura
occidental
se
debe
a
la
filosofía,
¿cómo
se
explica
que
esta
misma
cultura,
una
vez
que
ha
desarrollado
con
la
ciencia
moderna
y
la
técnica
aplicada
una
forma
de
ver
y
de
entender
el
mundo,
y
una
vez
que
ha
hecho
posible
la
prosperidad
con
su
aplicación
técnica
a
todas
las
esferas
de
la
vida,
se
ha
vuelto
contra
la
humanidad
y
ha
agotado
el
sentido
de
la
vida
hasta
llevar
al
hombre
a
la
guerra
como
la
expresión
más
alta
del
sin-‐sentido
y
la
irracionalidad?
La
respuesta
de
Husserl
frente
a
este
agotamiento
y
pérdida
del
sentido
de
lo
que
significa
ser
hombre
y
de
lo
que
significa
la
cultura
misma
para
el
hombre
moderno,
lo
lleva
a
desarrollar
su
fenomenología
en
una
perspectiva
ética.
Husserl
examina
la
posibilidad
de
desarrollar
una
ética
del
hombre
y
de
la
cultura
con
todo
el
rigor
que
exige
una
ciencia,
y
en
esta
suerte
de
fundamentación
de
lo
espiritual
mismo
como
una
esfera
que
da
razón
hasta
los
últimos
fundamentos
de
lo
que
significa
ser
hombre
y
de
Para
comprender
la
idea
de
renovación
como
propuesta
de
cambio
cultural
hay
que
volver
al
origen
de
la
filosofía
y
de
la
ciencia.
En
primer
lugar,
hay
que
intentar,
de
manera
reflexiva,
detenerse
en
lo
que
se
presenta
como
conocimiento.
Inmediatamente
se
comprenderá
que
en
un
sentido
muy
amplio
se
puede
afirmar
que
todo
lo
que
se
puede
expresar,
decir,
negar,
dudar
o
sentir
tiene
que
ver
con
tipos
de
conocimiento
o
se
confronta
con
tipos
de
conocimientos.
Y
así
como
el
conocimiento
natural
de
toda
tradición
y
cultura
comienza
con
la
experiencia
cotidiana
y
permanece
dentro
de
ella,
y
a
la
actitud
que
domina
el
campo
de
estas
experiencias
se
le
llama
sentido
común,
el
saber
de
los
primeros
filósofos
nace
de
la
tematización
del
mundo
en
una
actitud
totalmente
radical
y
opuesta
a
esta
natural
forma
de
ser.
Para
entender
mejor
esto
hay
que
imaginar
el
contexto
de
los
primeros
filósofos,
los
así
llamados
presocráticos.
Para
ellos
era
claro
que
había
un
conocimiento
natural
del
mundo
griego
en
donde
la
gente
–común
y
corriente-‐
explicaba
de
manera
más
o
menos
racional
el
sentido
del
mundo,
del
hombre
y
de
la
historia.
Los
valores,
las
normas,
las
cosas
y
los
estados
de
cosas
o
hechos,
venían
-‐por
así
decirlo-‐,
determinados
por
estas
formas
de
ver,
comprender
y
ser
el
mundo.
Un
mundo
donde
la
tradición
señala
los
límites
de
toda
acción
y
de
toda
comprensión
de
lo
cotidiano.
Un
mundo
con
todos
los
dioses
y
demonios
posibles,
con
todo
tipo
de
explicaciones
míticas,
cosmogónicas,
históricas,
morales
y
sociales,
con
unos
medios
de
producción
y
de
distribución
establecidos
y
jerarquizados,
y
en
donde
los
individuos
encontraban
su
lugar
y
su
sentido
en
la
sociedad,
un
mundo
que
los
poetas
(como
Homero
y
Hésido)
y
las
religiones
habían
ayudado
a
configurar.
Ahora
bien,
¿qué
fue
lo
nuevo
dentro
de
este
universo
cultural
que
determinó
la
aparición
de
la
filosofía
y
con
ella
la
idea
de
un
conocimiento
verdadero
del
mundo?
Y
en
segundo
lugar,
¿qué
motivó
la
reflexión
filosófica
del
ámbito
de
la
naturaleza
o
de
las
cosas,
al
ámbito
de
la
educación
y
la
moral?
Una
mirada
a
estos
primeros
filósofos
da
luces
para
ir
construyendo
una
respuesta.
A
los
presocráticos,
nombre
con
el
que
se
les
conoce
a
los
primeros
filósofos
de
la
Grecia
antigua,
se
les
suele
llamar
también
filósofos
de
la
naturaleza,
porque
ante
todo
se
preocuparon
por
los
principios
de
ésta
y
sus
procesos.
Lo
común
a
todos
ellos
era
la
necesidad
de
encontrar
unos
principios
supremos
de
los
que
se
pudieran
explicar
o
derivar
la
totalidad
de
los
fenómenos
que
comprendían
el
mundo
como
una
unidad
inteligible
y
ordenada
(cosmos).
Tal
vez
por
esto,
los
primeros
filósofos
compartían
la
creencia
de
que
existía
una
materia
primaria
En
contraste
con
Kant,
en
donde
se
revela
el
espíritu
de
la
ilustración,
de
la
confianza
en
la
razón,
de
la
autonomía
y
de
la
crítica
como
fundamento
del
mundo
moderno,
Husserl
presenta
100
años
más
adelante
en
la
historia
europea
un
panorama
menos
prometedor.
Una
mirada
a
su
obra
revela
su
escepticismo
con
respecto
al
impacto
de
las
ciencias
positivas
o
naturales
y
al
papel
de
la
filosofía
de
cara
a
este
desarrollo.
Su
filosofía
se
orienta
a
evaluar
los
presupuestos
ocultos
de
la
concepción
científica
moderna
y
las
consecuencias
evidentes
de
su
situación
crítica
en
tanto
rendimiento
y
producción
espiritual
de
la
cultura
moderna.
La
idea
de
filosofía
que
desarrolla
Husserl
parte
del
reconocimiento
de
que
la
modernidad
llegó
a
una
crisis
que
afecta
la
totalidad
del
mundo
europeo
y
en
la
que
no
se
ve
cuál
es
la
función
y
el
papel
de
las
ciencias,
tanto
de
la
naturaleza
físico
exactas
como
las
del
espíritu,
ya
que
estas
ciencias,
en
su
gran
aventura
por
abarcar
de
una
manera
sistemática,
formal
y
apodíctica
la
verdad
del
mundo
y
la
experiencia
objetiva
constatable
en
él,
han
descuidado
el
origen
de
sus
planteamientos,
dejando
que
discurran
oscuridades
y
presupuestos
en
sus
fundamentos
y
en
sus
fines.
Por
este
motivo,
el
camino
que
señala
la
fenomenología
es
el
de
ir
clarificando
gradualmente
las
estructuras
subjetivas
fundamentales
sobre
las
que
se
constituye
el
sentido
del
mundo,
tanto
científico
como
extra-‐científico.
La
reflexión
con
respecto
al
papel
de
la
filosofía
y
de
las
ciencias
modernas
frente
al
mundo
cotidiano,
en
donde
este
último
contexto
se
manifiesta
dominado
por
una
actitud
objetiva,
tiene
su
raíz
en
lo
que
Husserl
denomina
actitud
natural.
Una
actitud
fundamental
e
inherente
a
toda
formación
y
estilo
de
vida
cultural
que
se
funda
en
una
La
idea
de
renovación
en
Husserl
como
ideal
ético
se
eleva
desde
este
saber
y
hacer
mundanos,
hasta
la
claridad
de
idea,
de
esencia,
en
la
libre
variación
de
las
posibilidades
de
representación
de
lo
mismo,
para
hacer
posible
una
forma
de
ser
nueva
a
la
persona.
Esto
porque
tan
pronto
como
ésta
se
comprende
libre
en
dicha
posibilidad
de
pensar
y
determinar
su
acción,
su
ser
espiritual
se
transforma
en
algo
totalmente
nuevo,
en
una
persona
responsable
de
su
propia
actividad
vital
y
la
de
los
demás.
Las
ideas
que
produce
la
reflexión
en
la
actitud
reflexiva
deben
poder
configurar
nuevas
actitudes
y
acciones
vitales
a
quienes
las
comprenden,
de
manera
que
éstos
se
pueden
orientar
de
manera
más
clara
y
responsable,
tanto
en
su
hacer
teórico
como
práctico.