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MÉXICO
LICENCIATURA EN DERECHO
GRUPO: 2203
Ya en el terreno del derecho constitucional, garantías son los medios de tutela para
asegurar el cumplimiento de los derechos fundamentales y para protegerlos ante el riego
de su violación por parte de los poderes públicos.
Como apuntan Jorge Carpizo y Miguel Carbonell resulta muy pertinente no confundir las
nociones derechos fundamentales y garantías.
Gracias a esta distinción es posible evitar “el extremo de suponer que un derecho que no
esté garantizado no es en realidad un derecho” o “creer que basta la consagración de un
derecho en una carta constitucional para tenerlo por garantizado y protegido”; asimismo,
dicha diferenciación “permite denunciar la inexistencia de los sistemas de tutela y
protección necesarios para poder exigir una norma constitucional”.
6. Para el garantismo resulta relevante la distinción entre “ser” y “deber ser” en el derecho:
la validez y la eficacia de las normas son categorías diferentes entre sí, al igual que son
diversas de la vigencia o existencia. Lo anterior influye en el modelo de juez y jurista:
el garantismo les exige una posición crítica frente a la ley con el objeto de evitar su
eficacia precaria en el ordenamiento.
Referencias
Diccionario de la Lengua Española, T. II, Madrid, Real Academia Española, 22ª edición,
2001, p. 1117.
Para mayor abundamiento, véase el trabajo de Marina Gascón Abellán intitulado “La teoría
general del garantismo: rasgos principales” en Garantismo. Estudios sobre el
pensamiento jurídico de Luigi Ferrajoli, Madrid, Trotta/IIJ de la UNAM, 2005, pp. 21-39.
Derechos y garantías. La ley del más débil, Madrid, Trotta, 1999, p. 54. También puede
verse “Garantismo y poderes salvajes” en El garantismo y la filosofía del derecho, Bogotá,
Universidad Externado de Colombia, Serie de Teoría Jurídica y Filosofía del Derecho,
número 15, 1ª edición, 1ª reimpresión, 2001, pp. 120-190
El Derecho como un sistema de garantías
Ya en anteriores escritos había señalado con claridad que "El poder —todos los poderes,
sean estos públicos o privados— tiende en efecto, ineludiblemente, a acumularse en
forma absoluta y a liberarse del derecho". Su inquietud, desde luego, es una de las
intranquilidades que siempre han impacientado a los pensadores de corte liberal.6 Ante
ello, el jurista italiano no duda en asumir una postura respecto al derecho: el derecho es la
garantía de los más débiles frente a los más poderosos.
Una refundación del Estado social sobre la base de los principios de sujeción a la ley,
igualdad de los ciudadanos e inmunidad de éstos frente a la arbitrariedad, requeriría la
distribución de sus prestaciones según la lógica universalista de las garantías de los
derechos sociales en vez de intervenciones discrecionales y selectivas de tipo burocrático.
El ejemplo paradigmático, en esta dirección, es la de la satisfacción ex lego, en forma
universal y generalizada, de los derechos a la subsistencia y a la asistencia mediante la
atribución de una renta mínima garantizada a todos a partir de la mayoría de edad.9
En todos los casos se puede decir que la mera legalidad, al limitarse a subordinar todos
los actos a la ley cualquiera que sea, coincide con su legitimación formal, mientras la
estricta legalidad, al subordinar todos los actos, incluidas las leyes, a los contenidos de los
derechos fundamentales, coincide con su legitimación sustancial (DR, 857).
Como ya se dijo en otro momento, es importante destacar que Ferrajoli cuida de distinguir
con precisión las confusiones que se pueden originar por motivo de los derechos
fundamentales. Expresa que a la pregunta ¿qué son derechos fundamentales? Hay varias
posibilidades de respuesta según se quiera concretizar la primera pregunta en preguntas
secundarias: ¿cuáles son? ¿cuáles deben ser? ¿qué son? Si se responde a cuáles son
con referencia a un determinado ordenamiento jurídico, lo que se está haciendo es dar
una respuesta positivista. Por otra parte, si se contesta a cuáles deben ser, lo que se
estaría haciendo es asumir una postura axiológica. Y, por último, a la pregunta ¿qué son?
Se responderá con una elaboración convencional y no referida ni a un ordenamiento
determinado ni a un valor en específico.
Las preguntas que interesan para esta exposición sólo son la segunda y la tercera, pues la
primera corresponderá a cada ordenamiento jurídico en especial. El punto de atención
para contestar a ¿qué derechos deben ser fundamentales? Está dado, conforme al
profesor italiano, por el valor de la persona humana en el sentido kantiano: ser siempre un
fin y nunca un medio. Vistas así las cosas, Ferrajoli manifiesta que hay cuatro valores que
son precisos para las personas: vida, dignidad, libertad y supervivencia. Estos valores
tienen que servirse de cuatro fines o criterios axiológicos: 1) La igualdad jurídica; 2) El
nexo entre derechos fundamentales y democracia; 3) El nexo entre derechos
fundamentales y paz, y 4) Finalmente, el papel de los derechos fundamentales como la ley
del más débil.
Ahora bien y por lo que se refiera a la segunda pregunta (y aquí está el núcleo de su
propuesta sobre el tema de los derechos fundamentales) explicará la necesidad de una
respuesta convencional que no apele a criterios valorativos o positivados en un
ordenamiento específico. Y con esto en mente elaborará el siguiente concepto.
El cuantificador lógico permite distinguir entre los que son y los que no son derechos
fundamentales. Es decir, los derechos al ser universales y al establecer que son de
"todos", constituyen elementos de distinción entre los derechos fundamentales y los que
no son derechos fundamentales. Pero ¿quién son todos? Ferrajoli responde que aquellos
a "quienes su titularidad esté normativamente reconocida". Y normativamente reconocidos
están aún vigentes dos tipos de status: la ciudadanía y la capacidad.
Estas distinciones (la ciudadanía y la capacidad) abren dos divisiones para identificar a los
derechos fundamentales. Primera división: ciudadanos y no ciudadanos (por eso el habla
de todos o sólo los ciudadanos). Ese "todos" tiene los derechos de la personalidad, y el
"sólo" es el conjunto —de ciudadanos— que tienen los derechos de ciudadanía. Si no eres
ciudadano formas parte del "todos" y consecuentemente tienes un derecho de la
personalidad. En cambio, si eres ciudadano, posees derechos de la personalidad y
además dispones de los derechos de la ciudadanía. Segunda división: no eres capaz de
obrar o eres capaz de hacerlo. Si no eres capaz entonces acogerás los derechos
primarios. Pero si cuentas con capacidad de obrar entonces te corresponden los derechos
secundarios. Los derechos primarios sólo están integrados por expectativas, y los
derechos secundarios están formados por expectativas y poderes; es decir, los primarios
te permiten disfrutar de la libertad y los derechos del ciudadano (expectativas negativas y
expectativas positivas). Por el contrario, los derechos secundarios, además de las
expectativas, te permiten ejercer por ti mismo tus derechos (poderes privados y poderes
políticos). Por otro lado, la reunión de todos ellos arroja como resultado cuatro tipos de
derechos: los derechos humanos, los derechos públicos, los derechos civiles y, finalmente,
los derechos políticos. Se plantea qué hay 3 crisis para él utiliza el viento del derecho
como un sistema de garantías hablando de este texto los explica comenzaré por el
primero.
Al primero de ellos es la crisis de la legalidad, es decir, del valor vinculante asociado a las
reglas por los titulares de los poderes públicos. Se expresa en la ausencia o en la
ineficacia de los controles, y, por tanto, en la variada y llamativa fenomenología de la
ilegalidad del poder. En Italia -pero me parece que, aunque en menor medida, también en
Francia y en España- numerosas investigaciones judiciales han sacado a la luz, en estos
meses, un gigantesco sistema de corrupción, que envuelve a la política, la administración
pública, las finanzas y la economía, y que se ha desarrollado como una especie de estado
paralelo, desplazado a sedes extralegales y extrainstitucionales, gestionado por las
burocracias de los partidos y por los lobbies de los negocios, que tiene sus propios
códigos de comportamiento. En Italia, además, la ilegalidad pública se manifiesta también
en forma de crisis constitucional, es decir, en la progresiva degradación del valor de las
reglas del juego institucional y del conjunto de los límites y los vínculos que las mismas
imponen al ejercicio de los poderes públicos: basta pensar en los abusos de poder que
llevaron a pedir la acusación del ex presidente de la República italiana por atentado contra
la Constitución, la pérdida de contenido de la función parlamentaria, los conflictos entre el
poder ejecutivo y el judicial, debidos a que el primero no soporta la independencia del
segundo, por no hablar del entramado que existe entre política y mafia y del papel
subversivo, todavía en gran parte oscuro, desempeñado desde hace ya decenios por los
servicios secretos.
Un tercer aspecto de la crisis del derecho está ligado a la crisis del estado nacional y se
manifiesta en el cambio de los lugares de la soberanía, en la alteración del sistema de
fuentes y, por consiguiente, en un debilitamiento del constitucionalismo. El proceso de
integración mundial, y específicamente europea, ha desplazado los centros de decisión
tradicionalmente reservados a su soberanía, en materia militar, de política monetaria y
políticas sociales, fuera de los confines de los estados nacionales. Y aunque este proceso
se mueva en una línea de superación de los viejos y cada vez menos legitimados y
legitimables estados nacionales y de las tradicionales fronteras estatalistas de los
derechos de ciudadanía, pone en crisis, a falta de un constitucionalismo de derecho
internacional, la tradicional jerarquía de las fuentes.
Piénsese en la creación de nuevas fuentes de producción, como las del derecho europeo
comunitario -directivas, reglamentos y, después del Tratado de Maastricht, decisiones
económicas e incluso militares-, sustraídas a controles parlamentarios y, al mismo tiempo,
a vínculos constitucionales, tanto nacionales como supra nacionales.
Aquí lo más importante Esta función de garantía del derecho resulta actualmente posible
por la específica complejidad de su estructura formal, que, en los ordenamientos de
constitución rígida, se caracteriza por una doble artificialidad; es decir, ya no sólo por el
carácter positivo de las normas producidas, que es el rasgo específico del positivismo
jurídico, sino también por su sujeción al derecho, que es el rasgo específico del estado
constitucional de derecho, en el que la misma producción jurídica se encuentra
disciplinada por normas, tanto formales como sustanciales, de derecho positivo. Si en
virtud de la primera característica, el «ser» o la «existencia» del derecho no puede
derivarse de la moral ni encontrarse en la naturaleza, sino que es, precisamente, «puesto»
o «hecho» por los hombres y es como los hombres lo quieren y, antes aún, lo piensan; en
virtud de la segunda característica también el «deber ser» del derecho positivo, o sea sus
condiciones de «validez», resulta positivizado por un sistema de reglas que disciplinan las
propias opciones desde las que el derecho viene pensado y proyectado, mediante el
establecimiento de los valores ético-políticos -igualdad, dignidad de la persona, derechos
fundamentales- por los que se acuerda que aquéllas deben ser informadas. En suma, son
los mismos modelos axiológicos del derecho positivo, y ya no sólo sus contenidos
contingentes -su «deber ser», y no sólo su «ser»- los que se encuentran incorporados al
ordenamiento del estado constitucional de derecho, como derecho sobre el derecho, en
forma de vínculos y límites jurídicos a la producción jurídica. De aquí se desprende una
innovación en la propia estructura de la legalidad, que es quizá la conquista más
importante del derecho contemporáneo: la regulación jurídica del derecho positivo mismo,
no sólo en cuanto a formas de producción, sino también por lo que se refiere a los
contenidos producidos.
Gracias a esta doble artificialidad -de su «ser» y de su «deber ser>> la legalidad positiva o
formal en el estado constitucional de derecho ha cambiado de naturaleza: no es sólo
condicionante, sino que también ella está a su vez condicionada por vínculos jurídicos, no
sólo formales, sino también sustanciales. Podemos llamar «modelo» o «sistema
garantista», por oposición al paleopositivista, a este sistema de legalidad, al que esa doble
artificialidad le confiere un papel de garantía en relación con el derecho ilegítimo. Gracias
a él, el derecho contemporáneo no programa solamente sus formas de producción a
través de normas de procedimiento sobre la formación de las leyes y demás disposiciones.
Programa además sus contenidos sustanciales, vinculándolos normativamente a los
principios y a los valores inscritos en sus constituciones, mediante técnicas de garantía
cuya elaboración es tarea y responsabilidad de la cultura jurídica. Esto conlleva una
alteración en diversos planos del modelo positivista clásico: a) en el plano de la teoría del
derecho, donde esta doble artificialidad supone una revisión de la teoría de la validez,
basada en la disociación entre validez y vigencia, y en una nueva relación entre forma y
sustancia de las decisiones; b) en el plano de la teoría política, donde comporta una
revisión de la concepción puramente procedimental de la democracia y el reconocimiento
también de una dimensión sustancial; c) en el plano de la teoría de la interpretación y de la
aplicación de la ley, al que incorpora una re definición del papel del juez y una revisión de
las formas y las condiciones de su sujeción a la ley; d) por último, en el plano de la meta-
teoría del derecho, y por tanto del papel de la ciencia jurídica que resulta investida de una
función no solamente descriptiva, sino crítica y proyectiva en relación con su objeto.
Referencias
Ferrajoli, Luigi, Derechos y garantías. La ley del más débil, trad. De Perfecto Andrés y Andrea
Greppi, Madrid, Trotta, 1999.
Ferrajoli, Luigi, Derecho y razón. Teoría del garantismo penal, trad. De Perfecto Andrés y otros,
4a edición, Trotta, Madrid, 2000
Igualdad y diferencias
Esa valoración de los derechos humanos y del principio pro hominem tuvo recepción
jurisprudencial, con la consagración de la tesis monista en el importante caso Ekmekdjian
vs. Sofovich s/amparo, que fuera promovido por el recordado constitucionalista argentino
para hacer valer el derecho de réplica contemplado por el artículo 14 de la Convención
Americana de Derechos Humanos o Pacto de San José de Costa Rica y, más tarde se
concretó en el nuevo artículo 75 inciso 22 de la Constitución nacional, que otorga jerarquía
constitucional a un grupo de tratados internacionales en la materia. De la incorporación de
esos tratados a la Constitución surge la obligatoriedad de una cantidad de garantías
precisas, muchas de ellas en materia penal que han profundizado la tendencia doctrinaria
de ciertos sectores ideológicos en cuanto a considerar ‘‘garantistas’’ estas disposiciones
que emanan, en su mayoría, de la Convención Americana de Derechos Humanos. Entre
las garantías específicas en materia penal se encuentran aquellas referidas al tiempo
máximo de la detención, al cómputo de la prisión preventiva, al derecho de ser asistido por
un defensor, una instancia de revisión, etcétera. Tales disposiciones tuvieron efectos
prácticos, como ocurrió con la recomendación de la Comisión Internacional de los
Derechos Humanos en el caso Maqueda.
Es notable, sin embargo, que los tratados de derechos humanos van en el sentido
afirmativo de los principios de autonomía, dignidad e inviolabilidad de la persona humana,
contenidos en el artículo 19 de la Constitución nacional, de manera que el incremento del
orden público, que implica la incorporación de un conjunto de tratados de derechos
humanos en la Constitución no los controvierte sino que, por el contrario, los afirma en
favor de un mayor ámbito de libertad, igualdad y posibilidades de desarrollo. Existe
también un garantismo civil, que presenta perfiles propios y ciertas particularidades en
torno a los llamados ‘‘derechos personalísimos’’ sobre los que tanto se ha ocupado la
doctrina, encabezada por autores como Jorge Bustamante Alsina, Santos Cifuentes, Aída
Kemmelmajer de Carlucci, Atilio al Terini y Augusto Mario Morello.
Referencias
Derechos fundamentales
La Constitución recoge una serie de derechos llamados “Derechos Fundamentales”, son
todos aquellos atribuibles a todas las personas sin excepción, y que se consideran como
un listado de reglas básicas y preeminentes en el ordenamiento jurídico. Estos son
notoriamente diferentes al resto de derechos porque son inalienables (se adquieren desde
el nacimiento) y no pueden ser objeto de transacción o intercambio en el contrato de
trabajo, aunque pueden sufrir alguna modulación por lo que el trabajador está subordinado
y tiene dependencia del empresario. Algunos de estos derechos se rigen no solamente
desde el inicio de la relación laboral, sino también en los procesos de selección y claro
está, en el despido también.
El cuantificador lógico permite distinguir entre los que son y los que no son derechos
fundamentales. Es decir, los derechos al ser universales y al establecer que son de
"todos", constituyen elementos de distinción entre los derechos fundamentales y los que
no son derechos fundamentales. Pero ¿quién son todos? Ferrajoli responde que aquellos
a "quienes su titularidad esté normativamente reconocida". Y normativamente reconocidos
están aún vigentes dos tipos de status: la ciudadanía y la capacidad. concepto de derecho
subjetivo que elabora Ferrajoli. Dice el profesor italiano que entiende por derecho subjetivo
"cualquier expectativa positiva (de prestaciones) o negativa (de no sufrir lesiones) adscrita
a un sujeto por una norma jurídica derechos subjetivos que corresponden universalmente
a todos los seres humanos en cuanto dotados del status de personas o ciudadanos, con
capacidad de obrar; entendiendo por derecho subjetivo cualquier expectativa positiva (de
prestación) o negativa (de no sufrir lesiones) adscrita a un sujeto por una norma jurídica; y
por status la condición de un sujeto, prevista así mismo por una norma jurídica positiva
como presupuesto de su idoneidad para ser titular de situaciones y/o autor de los actos
que son ejercicio de éstas.
3) Neutralidad, debido a que la anterior definición puede ser válida para cualquier sistema
o filosofía política, ya sea iusnaturalista o iuspositivista, liberal o socialista, antiliberal o
antidemocrática.
Referencias