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John Molyneux
Desde la muerte de Marx hemos visto surgir innumerables
“marxismos” divergentes y contradictorios entre sí. La imagen de la
URSS y del estalinismo ha llevado a que mucha gente vea el
marxismo como lo opuesto a un proceso de liberación. Es por esto
que la pregunta de “Cuál es la auténtica tradición marxista” continúa
teniendo relevancia hoy. Si bien la URSS cayó hace dos décadas,
continúa influyendo en los debates. La identificación del socialismo
básicamente con planificación y propuedad estatal forma parte del
imaginario de gran parte de la izquierda.
Quince años antes de la caída del Muro de Berlín, Felipe González del
PSOE proclamaba su fe en el marxismo y en la lucha de clases, y
reformistas no marxistas como Mitterrand del Partido Socialista
francés hablaban de una ruptura revolucionaria con el capitalismo.
Pero, en realidad, los partidos de la socialdemocracia tratan
continuamente de ampliar su base electoral, apelando a todas las
clases e incluyendo a sectores de la burguesía. En los años 80 y 90
fueron abrazando el neoliberalismo. Esta tendencia se ha pronunciado
tras el estallido de la crisis económica en 2008. La gestión que han
hecho la mayoría de gobiernos socialdemócratas ha sido claramente
pragmática, de plegarse ante las exigencias de los mercados
financieros con recortes sociales y privatizaciones. Si en algún
momento plantearon una mejora del sistema capitalista a través de las
reformas, hoy sirven para aplicar con dureza las recetas que dan
marcha atrás a las conquistas sociales. El socialismo prometido por
los partidos reformistas durante gran parte de su existencia siempre
fue bien distinto al socialismo de Marx, condicionado a la destrucción
del Estado capitalista por parte de la clase trabajadora, que crea su
propio Estado y controla los medios de producción. Los partidos
socialdemócratas han abandonado incluso su propia visión del
socialismo. El cambio, acelerado durante las dos últimas décadas, ha
ocurrido no sólo a nivel de propuestas políticas, sino también en
muchos casos a nivel simbólico. Por ejemplo, el emblema del Partido
Laborista británico era una antorcha, una pala y una pluma, alusión a
“los trabajadores manuales y cerebrales” para quienes el partido
habría de conseguir, según su Constitución de 1918, “la totalidad de
los frutos de su trabajo (…) a través de la propiedad en común de los
medios de producción”. Hace unos años este emblema fue
reemplazado por una rosa, la flor nacional inglesa.
Este enfoque sobre los orígenes del marxismo es muy distinto del que
nos ofrece Kautsky (y también Lenin en el ¿Qué hacer? donde postula
que el socialismo deberá ser introducido en la clase obrera “desde
afuera”). Para Kautsky, “el socialismo y la lucha de clases surgen
paralelamente, y no se derive el uno de la otra… el portador de la
ciencia no es el proletariado, sino la intelectualidad burguesa”.16
Según Lenin, “la doctrina teórica de la socialdemocracia ha surgido en
Rusia independientemente en absoluto del ascenso espontáneo del
movimiento obrero, ha surgido como resultado natural e inevitable del
desarrollo de pensamiento entre los intelectuales revolucionarios
socialistas”.17 He tratado en otros escritos18 de refutar esta idea, de
mostrar cuán nociva ha sido, y de demostrar que caracterizó al
pensamiento de Lenin hasta 1905 únicamente; su perspectiva cambió
gracias a su experiencia con la clase obrera revolucionaria en 1905.
Baste con decir aquí que esta teoría de Kautsky y Lenin es un ejemplo
del materialismo contemplativo criticado por Marx en sus Tesis sobre
Feuerbach, y que en el Manifiesto comunista Marx nos ofrece su propia
explicación del papel de los intelectuales socialistas. Un sector de la
clase dominante, “particularmente ese sector de los ideólogos
burgueses que se han elevado hasta la comprensión teórica del
conjunto del movimiento histórico” se separa del resto y “se pasa al
proletariado”.19 Desde ya que uno no puede “pasarse a” una clase
que todavía no existe y que todavía no ha hecho sentir su presencia
en el campo de batalla. Tal era el caso, por ejemplo, de la clase obrera
rusa antes de 1905.
Por último, al estudiar la base de clase del marxismo, debemos
subrayar que el marxismo no es solamente la teoría de la resistencia
del proletariado al capitalismo, y de su lucha contra éste. Es también,
primordialmente, la teoría de la victoria del proletariado. Como explicó
Marx, al negar haber descubierto las clases o la lucha de clases,
Pero lo que aquí nos concierne son los conflictos dentro del marxismo,
o mejor dicho entre tendencias teóricas y políticas que dicen ser
marxistas. Debemos preguntarnos si los más importantes de estos
conflictos son también luchas entre el punto de vista del proletariado y
el de la pequeña burguesía u otras clases. Si establecemos la
existencia de este fenómeno también debemos explicarlo. Lenin
sugirió que “La dialéctica de la historia es tal, que el triunfo teórico del
marxismo obliga a sus enemigos a disfrazarse de marxistas”.66 Pero,
aunque esta explicación contiene una importante verdad, sugiere
demasiados complots premeditados. Es más acertado históricamente
postular que el proceso ocurre usualmente así: dirigentes o
movimientos llegan a una perspectiva proletaria revolucionaria y
adoptan al marxismo; luego por diversas razones (en última instancia
debido a presiones ejercidas por el capitalismo) se alejan de esta
perspectiva pero retienen la etiqueta y el lenguaje del marxismo (a
través del auto-engaño y/o por querer seguir siendo considerados
revolucionarios) pero transforman su verdadero contenido. Una vez
ocurrido este proceso, este marxismo “transformado” puede ser
adoptado por otros movimientos o líderes que nunca han tenido una
perspectiva de revolución proletaria.67 Pero esto es anticipar
consecuencias que primero deben comprobarse a través del análisis
histórico.
El kautskismo
El partido más importante de la Segunda Internacional era el Partido
Social Demócrata Alemán, el SPD. Este partido fue fundado en 1875
en el Congreso de Gotha, donde se unieron los partidarios de Marx en
Alemania con los partidarios de Lassalle.68 El partido pasó por una
época de semi-legalidad (leyes antisocialistas de Bismarck), pero
creció y se desarrolló, adquiriendo una posición importante dentro del
Estado alemán alrededor del 1900. Durante este período el
capitalismo alemán avanzaba continuamente, y al joven movimiento
obrero le era fácil lograr concesiones y mejoras en sus condiciones de
trabajo y de vida. Por supuesto que hubo que luchar para obtenerlas,
ya que el capitalismo nunca entrega nada sin una lucha. Pero no hizo
falta un enfrentamiento total, ni enfrentamientos de clase mortales. (De
hecho, el nivel de huelgas en Alemania era muy bajo.)69 En general
fue una época de relativa paz social, y la clase obrera alemana la
aprovechó para construir el partido socialista más grande y mejor
organizado del mundo un partido con centenas de miles de miembros,
miles de agrupaciones locales, más de ochenta diarios, y numerosas
organizaciones sociales y culturales.
El estalinismo
La cuna del estalinismo fue muy distinta de la del kautskismo. El
estalinismo surgió como una tendencia dentro del Partido bolchevique
después de la guerra civil en la Unión Soviética, y logró la hegemonía
dentro del partido a través de una serie de amargas luchas internas.
Consigue la victoria, y el control absoluto, en 1928-29. Teóricamente,
entonces, parece una evolución del leninismo. El leninismo es el
marxismo que expresó, y condujo a la victoria, a la revolución rusa de
octubre de 1917. Sus características principales son: intransigencia
revolucionaria; internacionalismo a toda prueba; su análisis del, y
oposición al, imperialismo; su convicción de que el Estado burgués
tendría que ser destruido y reemplazado por el poder obrero basado
en soviets; y su concepción del partido como organización de
vanguardia que interviene en la lucha de clases.
El medio ideológico a través del cual se logró este viraje fue una vez
más la doctrina del socialismo en un solo país. Si la tarea principal la
creación del socialismo puede lograrse en un país,
independientemente del resto del mundo, entonces la revolución
internacional deja de ser una necesidad inmediata que guía la práctica
política, para tornarse una especie de suplemento extra, enteramente
optativo, una meta lejana a la que de tanto en tanto se le rinde
homenaje. Una consecuencia de esto fue la tendencia a reducir el
papel de los partidos comunistas en el resto del mundo al de “patrullas
fronterizas” para el Estado soviético. Su deber primordial era evitar
cualquier posibilidad de intervención militar contra Rusia. Con ese fin
se los indujo a limitar su rol al de reformistas que actuaban como
grupo de presión, cabildeando a sus respectivas burguesías,
minimizando su actividad revolucionaria para no alienar a posibles
amigos y aliados.
Pero para someter a los partidos del Comintern a tales manejos hubo
que transformarlos no solo ideológicamente sino también
orgánicamente. La inmensa mayoría de sus militantes eran sin duda
trabajadores sinceros que entraron a militar en los partidos comunistas
para derrocar al capitalismo. Aceptaron la teoría del socialismo en un
solo país justamente porque no comprendieron lo que ella implicaba.
Por otra parte, su posición de clase los empujaba continuamente a
actuar contra su propia burguesía, abandonando su papel de
“guardias fronterizos” de la Unión Soviética. Para imponerles este rol,
hubo que cambiar la naturaleza de los partidos, para que ya no
existiese la democracia interna, ni el control por parte de la mayoría de
los militantes. Hubo que burocratizarlos, dotándolos de una jerarquía
de funcionarios cuya lealtad primordial era a la clase dirigente de la
Unión Soviética, y no a sus propios militantes, ni a la clase obrera.
Esto no fue difícil para el estalinismo, dado su poder, su prestigio, y
sus fondos. A fines de la década de 1920, el Comintern y sus partidos
ya estaban completamente controlados por funcionarios leales a
Stalin.
El nacionalismo tercermundista
El primer marxista que reconoció la trascendencia de los movimientos
de liberación nacional en el tercer mundo fue Lenin. Su análisis del
imperialismo demostró la “esclavitud colonial y financiera a la que está
sometida la inmensa mayoría de la humanidad, cuyos amos son una
insignificante minoría de los países capitalistas más ricos y
avanzados,”111 y mostró que esta esclavitud provocaría
inevitablemente una oleada de revueltas y guerras de liberación. Lenin
imaginaba una futura alianza mundial entre la revolución proletaria,
principalmente en Occidente, y los movimientos de liberación nacional,
principalmente en Oriente, que derrotaría al imperialismo, aplastándolo
en un movimiento de pinzas. Por eso Lenin insistía que era
sumamente importante para los comunistas apoyar a estos
movimientos nacionalistas, sobre todo cuando éstos se hallasen
luchando contra su “propio” imperialismo.
Es importante subrayar que el culto a Stalin sólo surgió una vez que
éste llegó al poder, mientras que el culto a Mao comenzó antes de su
conquista del poder. Esto es porque la clase obrera revolucionaria no
tolera cultos a líderes místicos; por eso Stalin tuvo que aplastarla para
poder gobernarla. En cambio, es típico de revueltas campesinas
considerar a sus jefes como semidioses. Si pensamos en los cultos a
Kim Il Sung, Ho Chi Minh, Fidel Castro, Che Guevara, etcétera,
notamos que este burdo idealismo es una característica compartida no
sólo por los varios “marxismos” de liberación nacional, sino también
por movimientos nacionalistas abiertamente no-marxistas (por ejemplo
Mahatma Gandhi, y el culto a Sun Yat-sen en el Kuomintang).
Nos falta aún considerar otro aspecto del problema. Una vez lograda
la liberación nacional (si ésta no se transforma en revolución
internacional), se hace necesario consolidarla y conservarla, en un
mundo capitalista ferozmente competitivo. La élite guerrillera
pequeñoburguesa que llega al poder impulsada por la guerra
campesina, se halla entonces en una situación similar a la de los
dirigentes bolcheviques después de la destrucción de la clase obrera
durante la guerra civil. La diferencia principal es que, al no tener
vínculos orgánicos con la clase obrera mundial a través de un partido
revolucionario internacional,134 su única opción posible es la vía
estalinista tratar de lograr el crecimiento económico a través de la
acumulación de capital, basada en la explotación de los obreros y
campesinos. Esto a su vez significa que esta élite necesita
consolidarse como la nueva clase dominante.135
En esta situación ocurren dos cosas. En primer lugar el culto del noble
guerrillero que se sacrifica por su pueblo se transforma en una
ideología de obreros (y campesinos) que deben sacrificarse por la
nación. El socialismo pasa a ser una doctrina de ascetismo (ensalzado
en el mundo desarrollado por Bettelheim y otros, como crítica al
“economismo”). En segundo lugar, las estructuras aparentemente
fluidas y radicalmente nuevas de la revolución nacionalista acaban por
solidificarse en un Estado burocrático unipartidario, de corte
estalinista. Vemos así que los paralelos que existen entre el
nacionalismo tercermundista y el estalinismo soviético no se deben
simplemente a un común origen ideológico y orgánico (que se da en
China pero no en Cuba), ni a la dependencia de ayuda material rusa
(que se da en Cuba pero no en China desde principios de la década
de 1960), sino que provienen fundamentalmente de una situación de
clase parecida, y tareas económicas parecidas.
Notas
MEOE: Marx y Engels, Obras escogidas (Editorial Progreso, Moscú,
sin fecha)
1a MEOE, p117.
7 KMSW, p63.
8 Ibid, p63.
13 MEOE, pp43-4.
14 Ibid, p43.
19 MEOE, p41.
21 LEO, p297.
31 Ibid, p90.
32 MEOE, p371.
33 Marx hace referencia a este mismo punto metodológico cuando
escribe que “La anatomía humana contiene la clave a la anatomía del
mono”. Marx, Grundrisse (Harmondsworth, 1973), p105.
35 MEOE, p381.
39 KMSW, pp167-8.
45 Ibid, p203.
46 Engels, Discurso frente a la sepultura de Marx, MEOE, p451.
48 KMSW, p214.
50 Ibid, p120.
51 Ibid, p59.
55 Ibid, p132.
56 Ibid, p122.
71 Ibid, p7.
72 Ibid, p8.
73 Ibid, p88.
74 Ibid, p7.
75 Ibid, p159.
77 Kautsky, The Class Struggle, op. cit. Los subrayados son míos. .
78 Citado en M. Salvadori, Karl Kautsky and the Socialist Revolution
(Londres 1979) p22.
86 Ibid, p110.
98 Ibid, pp28-9.
105 Engels, citado por Lenin en El Estado y la revolución, LOE, p321.
106 Deutscher, op. cit., pp472-9.