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JOSEPH BRODSKY (EEUU, 1940-1996)

Poeta estadounidense de origen ruso. Nació en San Petersburgo. De formación autodidacta


desde que abandonó sus estudios de bachillerato, pasó 18 meses en un campo de trabajo
soviético, acusado de -parasitismo social-, cuando tenía 24 años. En 1972, siete años después
de ser liberado, emprendió el camino del exilio y en 1977 obtuvo la nacionalidad
estadounidense. Sus Poemas selectos, que reúnen una importante colección de su poesía, se
publicaron en versión inglesa en 1973, seguidos de Partes de la oración, en 1980. El volumen
de ensayos titulado Menos que uno recibió el Premio de la Crítica en 1986; ese mismo año
publicó un libro de poemas que llevaba por título Historia del siglo XX, mientras que en 1992
vio la luz un largo ensayo llamado A Urania. Brodsky vivió en Nueva York y durante parte
del año daba clases de literatura en el Mount Holyoke College. En 1981 obtuvo una beca de la
Fundación MacArthur. En 1987 fue galardonado con el Premio Nobel de Literatura,
convirtiéndose en la cuarta persona más joven merecedora de este honor, después de Rudyard
Kipling (42 años), Albert Camus (43 años) y Sinclair Lewis (45 años). Entre sus principales
influencias destacan los clásicos rusos, los metafísicos ingleses y los poetas polacos modernos,
además de escritores como Marcel Proust, W. H. Auden y Herman Melville.

CANCIÓN DE AMOR

" Si te estuvieras ahogando, acudiría al rescate,


te envolvería en mi manta y serviría té caliente.
Si fuera un comisario, te arrestaría
y te mantendría en una celda bajo siete llaves.

Si tú fueras un ave, batiría un récord


y escucharía toda la noche tu trinar de tono agudo.
Si fuera un sargento, serías mi recluta,
y, muchacho, te aseguro que amarías el ejercicio.

Si tú fueras china, aprendería la lengua,


quemaría mucho incienso, usaría vestiduras raras.
Si tú fueras espejo, me abalanzaría al baño de damas,
te daría mi lápiz labial rojo y te empolvaría la nariz.

Si tú amaras los volcanes, yo sería lava,


incansablemente eructando de mi oculta fuente.
Y si tú fueras mi esposa, sería tu amante,
porque la Iglesia se opone tenazmente al divorcio.Si te estuvieras ahogando, acudiría al
rescate,
te envolvería en mi manta y serviría té caliente.
Si fuera un comisario, te arrestaría
y te mantendría en una celda bajo siete llaves.

Si tú fueras un ave, batiría un récord


y escucharía toda la noche tu trinar de tono agudo.
Si fuera un sargento, serías mi recluta,
y, muchacho, te aseguro que amarías el ejercicio.
Si tú fueras china, aprendería la lengua,
quemaría mucho incienso, usaría vestiduras raras.
Si tú fueras espejo, me abalanzaría al baño de damas,
te daría mi lápiz labial rojo y te empolvaría la nariz.

Si tú amaras los volcanes, yo sería lava,


incansablemente eructando de mi oculta fuente.
Y si tú fueras mi esposa, sería tu amante,
porque la Iglesia se opone tenazmente al divorcio. "

CUÁNTO TIEMPO HE ANDADO

" Cuanto tiempo he andado taconeando por ahí se puede ver en mis talones.
Tampoco se puede sacar la telaraña de mi frente con un dedo.
Mas, lo que es grato en el ruidoso kikirikí
es que suena igual que ayer.
Pero un pensamiento negro tampoco puede ser mantenido en su lugar,
como el mechón de cabellos que cae oblicuamente de mi frente.
Y ahora no puedo soñar con nada, para existir menos,
para venir y pasar menos a menudo, para no obstruir
el tiempo. La parte pobre de la ciudad a través de la ventana
ofende mi vista, para que a su vez,
memorice al inquilino por su cara y no
por la manera que piensa, el lado opuesto.
Y dando vueltas en el cuarto como un shamán
enrollo como una madeja de lana
en mí mismo su vacío, para que mi corazón
pueda saber algo de lo que Dios sabe. "

HE ENTRADO EN UNA JAULA

" He entrado en una jaula en vez de una bestia salvaje,


quemado mi oración y apodo con una uña en una choza prisión,
vivido junto al mar, jugado a la ruleta,
cenado con el diablo sabe quién vestido de frac.
Desde lo alto de un glaciar he inspeccionado medio mundo,
me he ahogado tres veces, dos veces descuartizado.
Abandonado el país que me nutrió.
Con aquellos que me han olvidado es posible hacer una ciudad.
Me he descolgado por estepas que recuerdan el grito del huno,
vestido con aquello que vuelve a estar de moda,
plantado cebada, cubierto con papel alquitranado el suelo trillado
y no he bebido sólo agua.
He admitido en mis sueños la pupila azul del carcelero,
mordisqueado el pan del exilio sin dejar una miga.
He hecho que mis cuerdas vocales profieran todo tipo de sonidos aparte de un aullido ;
he descendido al susurro. Ahora tengo cuarenta.
¿Qué debo decir de mi vida? Que ha sido larga.
Sólo con el dolor siento solidaridad.
Pero hasta que rellenen con arcilla mi boca, de ella sólo resonará gratitud. "
MELODÍA DE BELFAST

" He aquí una muchacha de una ciudad peligrosa.


Se corta corto su pelo oscuro
para tener que fruncir menos el ceño
cuando alguien resulta herido.
Pliega sus recuerdos como un paracaídas.
Junta la turba desechada
y cocina verduras en casa : disparan
aquí donde comen.
Ah, hay más cielo en estos lugares que, digamos,
tierra. De aquí que el tono de su voz
y su mirada manchen tu retina como una bombilla gris
cuando enciendes
hemisferios, y su falda acolchada que le llega a la rodilla
cortada para coger las ráfagas de viento,
sueño con ella amada o asesinada
porque la ciudad es muy pequeña. "

MENOS QUE UNO (FRAGMENTO)

" Un poema es el resultado de una cierta necesidad: es inevitable, al igual que lo es su forma.
Según dice la viuda del poeta, Nadeyda Mandelstam, en su Mozart y Salieri (obra obligada
para todo aquél que se interese por la psicología de la creatividad), «la necesidad no es una
coacción ni es la maldición del determinismo, sino que es un vínculo entre épocas, siempre que
la antorcha heredada de los antepasados no sea pisoteada». Las necesidades, por supuesto, no
pueden ser reproducidas como un eco, pero la indiferencia de un traductor ante formas que
están iluminadas y consagradas por el tiempo no es otra cosa que pisotear aquella antorcha.
La única cosa de bueno que tienen las teorías presentadas para justificar esta práctica es que
sus autores quedan compensados manifestando sus opiniones en letra impresa.
Como si fuera consciente de la fragilidad y perfidia de las facultades y sentidos del hombre, el
poema apunta a la memoria humana. A este fin, utiliza una forma que es esencialmente un
procedimiento mnemotécnico, permitiendo que el cerebro de un individuo retenga una
palabra —y simplificando la labor de retenerla— cuando se ha renunciado a todo el resto. La
memoria suele ser lo que resiste hasta el final, como si tratara de batir una marca de
permanencia. Puede ocurrir, pues, que un poema sea lo último en abandonar los babeantes
labios de un moribundo. Nadie esperaría de un inglés nativo que, en un momento así,
musitara los versos de un poeta ruso, pero si lo que murmurara fuera algo escrito por Auden
o Yeats o Frost, se encontraría más próximo a los originales de Mandelstam que los
traductores actuales.
Dicho en otras palabras, el mundo de habla inglesa todavía no ha oído esa voz nerviosa, pura,
aguda, empapada de amor, de terror, de memoria, de cultura, de fe... una voz que acaso
tiemble como la llama de una cerilla azotada por el viento, pero que es decididamente
inextinguible. La voz que permanece cuando se ha ido quien la tuvo. Uno siente la tentación
de decir que fue un Orfeo moderno: enviado al infierno, jamás volvió, mientras su viuda huyó
a través de la sexta parte de la superficie de la tierra, aferrada a su cacerola con las canciones
de él en su interior memorizándolas por la noche por si las Furias las encontraban tras una
orden de registro. Éstas son nuestras metamorfosis, nuestros mitos. "

ODA AL CONCRETO
" Me sobrevivirás, viejo y buen concreto,
como yo he sobrevivido, parece, a algunos hombres
que me habían tomado, también, por una especie de calle,
citando el color de los ojos o semblante.

Así es que alabo tu apariencia inanimada, porosa


no por envidia, sino como tu pariente más
próximo -menos durable, plagado de junturas
sueltas, aunque todavía agradecido a los arquitectos.

Aplaudo tus humildes orígenes -para ser exacto,


sin sentido-, rugido y chillido de frenos,
completamente emparejado, sin embargo, por la meta
abstracta, más allá de mi alcance.

No es que nada engendre su clase,


sino que el futuro prefiere cortejar
una conquista que es resueltamente ciega
y envuelta en una larga y petrificada falda. "

TORNFALLET

" Hay una pradera en Suecia


donde yazgo golpeado,
con los ojos manchados de las
entradas y salidas blancas de las nubes.

Y cerca de esa pradera


vaga mi viuda
trenzando una corona
de tréboles para su amado.

La tomé en matrimonio
en una parroquia de granito.
La nieve prestó su blancura,
un pino fue testigo.

Ella nadaba en el lago


ovalado cuyo espejo
de ópalo, enmarcado de helechos,
se sentía felizmente roto.

Y en la noche el testarudo
sol de sus castaños
cabellos brillaba en mi almohada
de un lado a otro.

Ahora en la distancia
escucho su canción.
Canta "Golondrina Azul",
pero yo no la puedo acompañar.

Las sombras de la tarde


hurtan a la pradera
su amplitud y color.
Se pone frío.

Mientras yazgo muriendo


aquí, veo
las estrellas. Aquí está Venus ;
nadie entre nosotros. "

AMOR

Me desperté dos veces esta noche,


y caminé lentamente hacia la ventana,
los faroles en la ventana,
el retazo de la frase dicha en el sueño,
reduciéndose a la nada, semejante
a los puntos suspensivos que no me calman.
Soñé con vos, estabas embarazada,
y después de haber vivido
tantos años separados,
sentía mi culpa, y a mi mano
tocando con alegría tu vientre,
pero en la realidad, me encontraba
buscando los pantalones y el interruptor.
Dirigiéndome hacia la ventana,
sabía que te dejaba sola,
allá, en la oscuridad, en el sueño,
donde me esperabas paciente,
y no culpabas, cuando volvía, por la interrupción
premeditada. Pues en la oscuridad —
se prolonga lo que se desprendió durante el día.
Allá, estamos casados, comprometidos,
somos esos monstruos de doble espalda, y niños
para justificar nuestra desnudez.
En cualquier próxima noche,
de nuevo llegarás cansada, delgada,
y yo veré al hijo o la hija,
todavía sin nombre — y entonces
no me arrojaré sobre el interruptor y ya
no extenderé la mano, no puedo
dejarlas en el reino de las sombras
y en silencio, ante la barrera de los días
que desembocan en la dependencia de la realidad,
con mi inaccesibilidad a ella.

*
Los peces en invierno viven.
Los peces mastican oxígeno.
Los peces en invierno nadan,
tocando con los ojos
el hielo.
Allá.
Donde es más profundo.
Donde el mar.
Peces.
Peces.
Peces.
Los peces nadan en invierno.
Los peces quieren salir.
Los peces nadan sin luz.
Bajo el sol
invernal y vacilante.
Los peces nadan de la muerte
por el camino eterno
de los peces.
Los peces no derraman lágrimas:
apoyando la cabeza
en los bloques,
en el agua fría
se hielan
los ojos fríos
los peces.
Los peces
siempre callados,
pues ellos -
son silenciosos.
Los poemas sobre los peces,
como los peces,
se levantan a través
de la garganta.

VALSECITO

Me desperté, y me falta una mano,


antes había cinco dedos.
Mis ojos se llenaron de círculos,
y me dormí de nuevo.

Me desperté, la segunda mano ya no estaba.


Es peligroso dormir mucho tiempo.
Pero Dios susurró: cerrá los ojos,
y me dormí de nuevo.

Me desperté, y ya no tengo pies,


una lágrima corre hacia el pecho.
Me desperté: llevan una corona,
y yo cerré los ojos.
Me desperté, y desaparecí,
desaparecí completamente —
y miro mi cama desde el cielo:
sobre ella, tan solo un vientre.

Me desperté, y estoy en el paraíso,


y a mí lado — un alma.
Y desde la nube miro hacia abajo,
donde hace mucho, es la guerra.

MÚSICA SUECA

K.J.

Cuando la nieve cubre el mar y el crujir del pino


deja en el aire más honda huella que el trineo,
¿a qué azul pueden llegar los ojos?, ¿a qué silencio
puede caer la voz desamparada?
Perdido de vista, ignorado, el mundo exterior
ajusta cuentas con la cara, como con un rehén de Mameluco.
…así en el fondo del océano fosforescea el calamar,
así el silencio se embebe de la entera rapidez del sonido,
así ya basta una cerilla para poner el fogón al rojo,
así, tras el latir del corazón, el reloj de pared,
al detenerse en éste, seguirá andando en el otro
extremo de la mar.

SEIS AÑOS DESPUÉS

Hacía tanto de la vida juntos que ya


el dos de enero caía de vuelta un martes
haciendo que la ceja de ella, asombrada, se alzara
como un limpiaparabrisas en la lluvia,
para que su tristeza empañada se fuera, y mostrase
el camino despejado que esperaba delante.

Hacía tanto de la vida juntos que una vez


empezó a nevar, parecía interminable;
por temor a que los copos la obligaran a cerrar
los párpados, los atajé con la mano, ellos
simulando no creer en aquella devoción de ojos,
me golpetearon la palma como mariposas.

Se había vuelto tan ajena toda novedad


que los enredos del sueño avergonzarían
cualquier hondura que el analista extrajese;
cuando mis labios soplaron la vela,
los suyos, aleteando desde mi hombro, buscaron
unirse a los míos, sin pensarlo siquiera.
Hacía tanto de la vida juntos que aquellas
rosas de papel hechas jirones ya no estaban,
y un bosque entero de abedules había crecido
junto a la pared, y de pura casualidad teníamos dinero,
y como lenguas sobre el mar, por treinta días,
el atardecer amenazó a Turquía con su furia.

Hacía tanto de la vida juntos, sin libros,


sillas ni enseres –sólo aquella vieja cama-
que el triángulo, antes de surgir,
había sido una perpendicular, la cabeza
de algún conocido cerniéndose sobre
dos puntos que se habían fusionado por amor.

Hacía tanto de la vida juntos que ella


y yo, con nuestras sombras unidas, habíamos compuesto
una puerta doble, una puerta que, aun si nos perdíamos
en el trabajo o el descanso, siempre estaba cerrada:
de algún modo sus hojas se abrieron y cruzamos
hacia al futuro, hacia la noche.

A MI HIJA

Dame otra vida y seguiré cantando


en el café Raffaela. Y me quedaré ahí sentado
o parado como un mueble en un rincón
si esta vida nueva es menos generosa que aquella.

Así y todo, en parte porque desde ahora ningún siglo podrá


arreglárselas sin jazz ni cafeína, soportaré este sufrimiento
y a través de mis huecos y mis grietas, de todo el polvo
y los barnices, te observaré, en veinte años, en tu florecida flor.

Recuerda que, en general, seguiré existiendo. O más bien


que un objeto inanimado podría ser tu padre,
en especial si los objetos son más viejos o grandes que vos,
así que miralos atentamente, porque sin duda te juzgarán.

Ama esas cosas, te tropieces o no con ellas.


Además, quizá todavía recuerdes una silueta, un contorno,
cuando yo haya perdido hasta eso, junto con el resto del equipaje.
Así, estos versos, algo acartonados, en nuestra lengua en común.

EN UNA CONFERENCIA

Como los errores son inevitables, alguien podría creer


que soy un hombre parado en esta aula
frente a todos ustedes. Pero en una hora, digamos,
eso se habrá corregido, por mi gracia y por la suya,
y el lugar quedará de nuevo en poder de las partículas elementales,
libres de la rigidez de una forma humana concreta o de cierto tipo
de asamblea. Algunas partículas todavía son libres. No todo es polvo.

Así las cosas, mi falta de predisposición para reconocer


que soy yo quien está ahora aquí ante ustedes, o exactamente
lo contrario, tiene menos que ver con mi modestia o solipsismo
que con mi respeto por el futuro inmediato de la habitación,
por esas partículas que flotan libres como antes mencionara,
posándose sobre la superficie lustrosa de mi cerebro.
Inaccesibles para el trapo húmedo ansioso por eliminarlas.

Lo más interesante del vacío


es que se encuentra precedido por lo lleno.
Los primeros que así lo entendieron fueron, creo,
los dioses griegos, cuyo fuerte era justamente su ausencia.
Piensen, entonces, que ensayan para el bis divino
y que mi actuación se ofrece, claro está, para la galería.
Todos nuestros actos son por vanidad. Pero estoy apurado.

Una vez conocido el futuro, es posible adelantarlo.


Así lo hacen las esculturas y los muebles de mi casa.
La humildad no es una virtud sino una necesidad
que se reconoce sobre todo cuando cae la noche.
Si bien es cierto que, desde el punto de vista numérico,
es más fácil no ser yo que no ser ustedes. Como le confesó
el cisne al lago: no me gusto. Pero sos bienvenido a mi reflejo.

JOSEPH BRODSKY O LA QUIMERA DE VENECIA


A la memoria de José Flórez, mi padre.

Vivía en Leningrado, era poeta, tenía veintitrés años y sería arrestado. Las autoridades
soviéticas lo acusaron de ser holgazán y de propagar estados de ánimo decadentes.
Joseph Brodsky había nacido en 1940 un año después de que los alemanes sometieran su
ciudad natal a un pavoroso bloqueo.A la orilla del río Neva junto al mar Báltico queda esta
ciudad de clásicas proporciones. No es posible imaginar otra ciudad tan entregada a las
palabras y a la literatura. Sus seres fantásticos y extravagantes del siglo 19 produjeron las
narraciones de Gogol. El desmesurado poder de los zares dio origen a una literatura crítica
en la que el hombre es aplastado por un poder estatal inhumano. La casi irrealidad de las
enormes avenidas y de sus simétricos palacios clasicistas con el horizonte del mar que arroja
neblinas sobre la urbe fue el lugar de los símbolos y del amor disolvente del poeta Alexander
Blok.Allí nació y vivió hasta los 32 años el poeta Joseph Brodsky. Fue en uno de sus tribunales
donde escuchó el veredicto de condena a cinco años de trabajos forzados, que gracias a la
presión de sus amigos, entre ellos estaba la poeta Anna Ajmatova, se redujeron a dos. El juicio
se realizó el 29 de noviembre de 1963, en el mismo año en que escribió su magnífica oda al
predicador y poeta inglés John Donne.

No sospechaba Brodsky que la condena le crearía su exiliado destino posterior de penetrante


ensayista y poeta ruso norteamericano, con su obra en idioma ruso censurada en la URSS y
escribiendo ensayos sarcásticos que rezumaban una indómita nostalgia. El idioma sería el
inglés y los personajes vendrían de los confines del Occidente cultural y geográfico inventado
modernamente: Bizancio, Piter (el cariñoso diminutivo de Sanct Petersburgo, con el que sus
habitantes cultivados llamaban a Leningrado), Alejandría, el Caribe del poeta de Santa
Lucía, Derek Walcot.Nunca dejó de ser un ruso viviendo en el territorio entrañable de su
idioma y exiliado de su ciudad. Jamás escribiría un ensayo sobre Nueva York, aunque allí
transcurrieran los últimos años de su vida. Puedo imaginarlo como a un aristócrata de la
cultura, detestando la vulgaridad, los significados deglutidos por los medios de comunicación
y rememorando los orígenes bizantinos de la cultura rusa. Cuando ya no podría regresar a
Piter, viajaba al pasado donde Bizancio y Occidente se encontraron para crear la más bella
ciudad italiana. Allí estaban también sus propias raíces culturales y espirituales. En Venecia
podía recordar en enero, las heladas de su inalcanzable ciudad natal. Podría dar forma en
ensayos, en poemas y en actitud vital, a la nostalgia de los poetas rusos por Italia. Pero en
Venecia podría palpar la decadencia en imágenes perfectas de la belleza y encontrar el tono
preciso de desprendimiento y de realismo frente a su poesía y a su vida de poeta. La elegía a
John Donne, que fue mi primer encuentro con la obra de Brodsky es a mi juicio la obra
maestra de la juventud de Joseph Brodsky. Este trabajo establecería una pauta de creación
para su poesía. Joseph Brodsky volvería frecuentemente con un consumado arte poético al
género de la elegía. Fue en aquellos años posteriores a su condena a trabajos forzados,
cuando el poeta imaginaba un escenario decadente para su desdicha, como lo escribiría en el
ensayo sobre Venecia “ Fondamenta degli incurabili”: “ Juré que si lograba escaparme del
imperio, antes que nada llegaría a Venecia, tomaría en arriendo una habitación en el primer
piso de algún Palazzo, así podría sentir el ruido de las olas, chapoteando contra la ventana,
provocadas por las barcas; escribiría en aquel lugar un par de elegías mientras iría apagando
las colillas sobre el piso de piedra. Bebería y me consumiría la tos. Cuando el dinero
estuviera a punto de acabarse, en lugar de conseguir el pasaje del tren de regreso, compraría
una pequeña Browning y me pegaría un tiro en la sien. No viajaría a Venecia para morir de
muerte natural”. El poeta no se suicidó en Venecia, pero en el transcurso de veintitrés años
la visitaría cada invierno, cuando la urbe en las islas se sumerge en una luz fantástica: “Tú
sientes la fatiga de la luz que va reposando sobre las fuentes de mármol, mientras la tierra
gira y ofrece su otra mejilla al astro. La luz invernal en su expresión auténtica no trae ni calor
ni energía…el único deseo de sus partículas consiste en llegar hasta un objeto pequeño o
grande para hacerlo visible. La luz de Venecia es particular, es la luz de Giorgionne o la de
Bellini, no se trata ni mucho menos de aquella luz del Tieppolo o la del Tintoretto”.Viajar en
los inviernos a Venecia, durante sus vacaciones luego de las clases como profesor de literatura
rusa en N. Y. fue el viaje mítico a las claves de su nostalgia y de su convicción poética acerca
de la cultura como exclusiva forma de existencia. La estética y la filosofía de Bizancio
moldearon ciertas maneras mentales rusas. Fueron bizantinos los que llevaron a Rusia la
forma de los templos ortodoxos, la filosofía griega y el arte maravilloso de los iconos. Andrey
Rubliov, un discípulo del pintor Feofan el Griego, pintó los sublimes iconos de la Trinidad y
de los apóstoles que se encuentran en la Galería Tretiakov de Moscú. Fueron traficantes de
objetos suntuarios y aventureros influidos por el esplendor de la arquitectura de Bizancio,
quienes llevaron las formas y el espíritu de aquella belleza, a las islas desde donde los canales,
las calles venecianas, sus iglesias y catedrales desafían la destrucción. Existe un aire de
identidad entre Venecia y las formas de los templos ortodoxos de Rusia.Brodsky había sido
expulsado de otra ciudad sobre la isla Vasilievsky diseñada para que los ríos y los canales
produjeran espejismos. Pero él provocó su exilio. El poeta emigró a los E. U., secundado por
su mentor y traductor el gran poeta norteamericano de origen inglés H. Auden y
aprovechando la decisión de Brehznev de intercambiar trigo por visas israelíes otorgadas a
rusos de origen judío. Nunca regresaría a Leningrado luego de abandonarla el 4 de junio de
1972.En E.U. se convertiría en ensayista de la literatura norteamericana. Recrearía a sus
sombras amadas: A. Ajmatova, A. Platonov, K. Kavafy, en los ensayos del libro “Less than
one” que le valieron el premio de la crítica norteamericana al mejor libro de asuntos literarios
de 1986. En inglés escribiría sobre procedimientos poéticos, evocaría la habitación y media
donde vivió con sus padres, a Estambul cubierta de polvo. Pero en el idioma ruso, en que
seguiría escribiendo sus versos lejos de su país, existiría como el poeta. Si no podría regresar
a Leningrado, tenía al idioma natal para recuperar el ritmo poético donde se encontraban la
historia y las máscaras adoptadas para que la víctima pudiera sobrevivir aunque fuera de esa
manera virtuosa e imaginaria: en los versos.Leningrado es además de su imagen de granito,
una ciudad inventada por la literatura. Los relatos de N. Gogol (1809-1852) le añadieron una
factura fantástica que ya sospechaba A. Pushkin (1799-1837) cuando escribió su poema el
Caballero de Bronce. La ciudad fundada sobre un pantano, con su deslumbrante arquitectura
es un mundo irreal bajo la luz blanca del sol de medianoche, y ha hipnotizado a sus artistas
con la armoniosa medida racional, diseñada por arquitectos italianos, rusos y por Pedro
Primero el déspota ilustrado.En la historia rusa la tragedia va de la mano con acciones
descomunales. Dicha noción del desastre es transmitida por la poesía de Brodsky. La tragedia
rusa también en las primeras décadas del siglo 20, no había sido precisamente complaciente
ni con las figuras centrales ni con los coros. La prosa y el verso en idioma ruso evidencian
como Brodsky lo analiza en Dostoyevsky, Platonov y en A. Ajmatova que “El idioma es un
instrumento milenario y la historia no lo es”. Por historia se debiera entender en el idioma de
Brodsky, al experimento político colectivista que vivió Rusia, conducida por el tirano Stalin.
La historia es una fuerza destructiva que infiltra a las frases y a los periodos de la prosa. Esta
idea es la que explica, según Brodsky la prosa de Platonov, el gran novelista. La visión de
Brodsky es desolada: “Tal fue la magnitud de lo que ocurrió en Rusia en este siglo que todos
los géneros a disposición de la prosa se vieron y todavía se ven, infiltrados por la presencia
hipnotizante de la tragedia. Mírese donde se mire, siempre se capta la mirada de la historia
semejante a la de la Gorgona”.El pesimismo como inevitable actitud que provocaban los
hechos que, invariablemente se volvían sobre sus protagonistas, destrozándolos, provocó en
muchos poetas rusos la fascinación obsesiva por las formas de belleza clásica de los palacios,
avenidas y canales de Sanct Petersburgo o Leningrado. Vista en perspectiva y con los
testimonios al lado, la historia parecía sin propósito, en el sentido de un absurdo
incomprensible que iba esparciendo ruinas, ¿por qué no expresar con perfección formal la
incoherente experiencia del destrozo? La lección era conocida: Osip Mandelshtam había sido
llevado a la locura, Mayakovsky el optimista social, decidió pegarse un tiro en su pequeña
habitación donde lo acompañaban un espejo y un teléfono. Como un trágico ukaz la lista de
suicidas resplandece con los nombres de Esenin y de Marina Tsvitaeva.Sanct Petersburgo
reunió a poetas, músicos, arquitectos y narradores que ante la sevicia del Moloch : La
Historia (al que rendían culto los revolucionarios, los racionalistas materialistas o idealistas
del S. 19) que iba borrando sin piedad las huellas de los frágiles individuos, decidieron como
lo pensaba Brodsky, no ser sacrificados inútilmente por la jeringonza sangrienta en que
inevitablemente se transformaban las utopías. La jeringonza terminaba en pesadilla, mejor
era disolverse en el idioma para que permaneciera la cultura. Ellos podrían resultar
impotentes frente a la historia o el Estado con rostro de Zar de Todas las Rusias o de
Secretario General. Pero si uno sobrevivía perduraría a través del arte. A su manera y en su
tiempo, los artistas de Leningrado, es decir la generación a la que pertenecía Brodsky,
replanteó la máxima latina Ars longa Vita brevis. No era que la vida fuera pasajera, la
tragedia la haría efímera, aplastando a los seres humanos, destruyendo su yo, su personalidad
y sus lazos íntimos. Los hornos crematorios de Hitler y los gulags stalinistas estaban allí como
la evidencia. Pero aquella generación se entregó al arte para salvarse.

En su discurso como laureado durante la ceremonia de entrega del premio Nobel de


literatura de 1987, Brodsky lo dice de esta manera: “La literatura no era una huida de la
historia, ni tampoco significó el sofocamiento de la memoria”, “¿cómo se puede crear música
después de Auschwitz? –preguntaba Adorno y cualquiera que conozca la historia rusa puede
repetir la misma pregunta, – haciéndolo con mayor derecho inclusive, porque el número de
personas que perecieron en los gulags de Stalin, supera ampliamente al número de quienes
murieron en los campos de concentración hitlerianos”. A esta generación, la que nació
precisamente cuando los crematorios de Auschwitz trabajaban con toda su potencia, cuando
Stalin se hallaba en el cenit de su poder cuasi divino, absoluto, ratificado casi que por la
naturaleza; a ella le correspondió la tarea de continuar lo que debería haber sido aniquilado
en aquellos crematorios y en las fosas comunes y anónimas”. “Nuestra generación se planteó
la tarea de reconstruir la sucesión de la cultura recreando sus formas y sus metáforas”.El
Estado que atendía los designios de la historia (como sea que ella se considere: ley inevitable
del materialismo histórico o idea del progreso social) trituraba los destinos individuales.
Brodsky hizo una elección estética, la fatalidad planteó el dilema: hay un sometimiento que te
aniquila y un despotismo que te subordina exigiéndolo todo, pero que te ofrece la liberación a
través de la absoluta belleza. Para el poeta de Piter (Leningrado) la decisión estética fue una
elección ética. El Estado era inmoral porque aplastaba a los individuos sospechando de su
individualidad que los hace únicos. El arte en tal contexto apareció como el santuario donde
tenían existencia los actos más individuales. Si Brodsky eligió la poesía para defender su
individualidad, no desconoció que entraba en una “dependencia absolutamente despótica”.
En el lenguaje de Brodsky ha de entenderse el despotismo de la lengua sobre el poeta, en el
sentido de que el idioma y la poesía son como fuerzas que poseen las dimensiones
inconscientes y racionales del individuo; igualmente, si el Estado anulaba la libertad de la
individualidad, sólo se podría contrarrestarlo con las poderosas imágenes interiores que
traen la métrica absorbente e hipnótica de los poemas. Para que el dominio del Estado fuera
completo sobre los niveles más íntimos de la psique individual debía apoderarse de los
sentidos de las palabras, de sus imágenes, de la voluntad de sus creadores. Brodsky por ello
entendía que “el poeta no era otra cosa que el medio de existencia de la lengua”; es decir, el
último sitio para defenderse del Estado, era la poesía. Las ideas de teóricos del lenguaje como
Jakobson y los formalistas rusos, se convirtieron en un magnífico argumento para mostrar la
autonomía del lenguaje y de la poesía frente a la ingerencia esclavizante del Estado
totalitario.Pero los asuntos así definidos sólo nos proporcionan una clave para comprender a
Brodsky. Si las formas de la poesía le permitían la convicción ética que evitaba que el
pesimismo y el horror se convirtieran en una íntima baba grotesca, las formas de las ciudades
y las civilizaciones tocadas por la belleza y la decadencia estimulaban la emoción y los
hallazgos de su sensibilidad. En uno de sus mejores ensayos “La canción del péndulo”
dedicado a Constantin Kavafy; uno puede conjeturar que a través del poeta de Alejandría,
Brodsky se resuelve a sí mismo y se confiere certezas. Brodsky muestra la fascinación de
Kavafy, en sus poemas históricos, por el declive del mundo helénico. Con sus condiciones, el
mundo del que provenía Brodsky era un mundo que se disolvía, no era tan evidente en
aquellos años, pero las convicciones mentales de quienes hacían parte del imperio hacía rato
estaban minadas y eso Brodsky lo intuía.Los desgarramientos de aquel mundo en decadencia
evocado por Kavafy, también podrían ser los del poeta ruso expulsado de su ciudad,
habitando entre dos mundos y sin pertenecer a ellos. Brodsky estaba extendido como una
cuerda entre dos ciudades imaginadas y dos lenguas, la rusa y la inglesa. En los poemas de
Kavafy había una ciudad entrevista. Alejandría era un consuelo en la memoria y la
desesperanza que existía mágicamente en la cadencia; a lo mejor al descubrir las cinco capas
de la Alejandría imaginaria de Kavafy: la ciudad literal, la ciudad metafórica, la ciudad
sensual, la Alejandría mítica y el mundo del helenismo, Brodsky mirara su propia situación
ante su ciudad evocada en sus ensayos y en sus versos. Traducido a una métrica el recuerdo
se despoja de lo puramente doloroso, se convierte en equilibrios y no importa que nos traigan
la noticia del desastre o del absurdo. La memoria puede deleitarse con las proporciones. ¿ No
era acaso esto lo que otorgaban la imagen recreada en la memoria de un frontispicio sobre el
agua gris, junto al cielo, o la sabia medida de un dáctilo o un yambo que retornan al ser leídos
en los poemas de donde proceden las voces del pasado?. Si la experiencia fue un fracaso, la
medida del verso puede, deseándolo mucho, producir la sugestión que sosiega a la memoria,
al oído, y a los ojos para el caso de la arquitectura.La Alejandría de la poesía histórica de
Kavafy no era la ciudad en la que vivió Kavafy. A diferencia de la Alejandría mítica de cuyos
monumentos no quedaba nada, en Leningrado perduraba la conmovedora proporción de la
arquitectura que había dado origen a su leyenda. Los dos poetas para resarcirse del presente
reinventaron a sus ciudades y a sus pobladores tocados por la sensualidad evocadora y el
amor, en la métrica que las evocaba. Aunque para Brodsky la ciudad del pasado continuaba
hablando con las voces vivas de sus padres, al otro lado del Atlántico, imposibilitados de
salir.Kavafy tenía las crónicas para rehacer en sus versos históricos a la Alejandría mítica.
Leningrado para el poeta emigrado, no podría ser distinta de la memoria de un mundo
perdido. Brodsky no disponía ni de la libertad de regresar ni del empeño cuando al fin el viaje
pudo hacerse; sus padres habían muerto y el viaje desde el pasado ya lo había llevado
demasiado lejos de la Leningrado real como para intentar zafarse de la ciudad imaginaria de
donde ya no volvería jamás. El idioma ruso se convirtió en su comunicación con el pasado
modelado en su imaginación, del mismo modo que Kavafy con las imágenes escogidas del
anecdotario de la historia, con su particular “sesgo hedonístico” logró cultivar su poesía en
griego para recuperar a la Alejandría mítica y al mundo fenecido del helenismo.
Dice Brodsky que “el hombre es lo que lee y todavía más los poetas”, bien pudo ser que el
Kavafy poeta sirviera de espejo en el que se veía el poeta Brodsky, examinando y adaptando
los procedimientos y el sentido frente a la historia que le facilitaron una máscara primero a
Kavafy y se podría intuir, leyendo el ensayo de Brodsky que también a él mismo.Ambos
hicieron del arte una “forma alternativa de existencia”. Kavafy reinventó en sus versos a la
ciudad, independientemente de que decidiera quedarse para siempre en la desolada
Alejandría real. Brodsky siguió el procedimiento de manera contraria, reinventaría a su
ciudad literal, en inglés y a miles de kilómetros de allí.En los años anteriores a la partida al
desconocido Occidente, las anécdotas que se susurraban acerca del pasado reciente de
Leningrado, eran lo suficientemente aleccionadoras para que Brodsky sopesara sin
engañarse, sus oportunidades, en el caso de que decidiera permanecer. Las cosas habían
“mejorado” desde el año 38 cuando Stalin condenara a trabajos forzados al poeta Osip
Mandelshtam. Después en una atmósfera de terror, Mandelshtam sería obligado a abandonar
definitivamente a Leningrado. Moriría en un gulag como un prisionero anónimo. El poeta en
un poema satírico había llamado “montañés” a Stalin. Los huesos del poeta, o lo que hubiera
quedado de ellos en una perdida fosa común, fueron el recordatorio del comportamiento de la
historia para la generación de Brodsky, quien nacería justo dos años después de la locura y de
la muerte de Osip Mandelshtam. La “mejora” consistía en que veinticinco años más tarde
Brodsky había regresado vivo de sus cinco años de trabajos forzados, habiendo purgado solo
dos. Después del encarcelamiento no tenía ningún chance como poeta, nadie se atrevería a
publicar sus libros. Así que decidió emigrar definitivamente pues la visa oficial de salida tenía
una frase especial para su caso: sin derecho a regresar.Por esta vez el individuo poeta le ganó
la partida al Estado. Aunque Brodsky el poeta a través de una métrica desolada, entendiera
que la elección de marcharse como gesto de libertad, si bien retribuía a su dignidad
individual, tenía un precio elevado.En 1989 lejos de su pasado y de sus orígenes, en un punto
del océano Atlántico, al otro lado de la ciudad báltica de su juventud, el poeta escribía:

Querida, era bien tarde hoy cuando salí de la casa


para aspirar un poco de aire fresco del océano.
Se quemaba el ocaso como un abanico chino estremecido
y los nubarrones se elevaban como la cola
de un piano negro de concierto.
Veinticinco años atrás te ponían loca los dátiles,
dibujabas con tinta, cantabas un poquito,
te divertías conmigo y te fuiste con un ingeniero químico.
Las cartas dicen que hoy eres tenazmente tonta,
que te ven en las iglesias de provincia
y en las de la capital.
Vas a las misas por amigos comunes
que no volverán a tu vecindad.
Y estoy contento de que no haya en el mundo
tanta distancia como la que nos separa a los dos
No me entiendas mal. Ya nada me une
a tu cuerpo, a tu nombre, a tu voz.
Nadie los ha destruido. Fíjate.
Pero por lo menos para olvidar una vida
uno requiere de otra y para mi eso fue cosa vivida.
Tuviste suerte también, ¿dónde más sino en la fotografía
seguirás siendo siempre joven, sin arrugas, ligera?
pues el tiempo enfrentado a los recuerdos
se da cuenta de su falta de derechos.
Fumo en las sombras y aspiro el hedor de la marea.

En N.Y. seguía escribiendo habiendo logrado con otra decisión de libertad, superar la
dependencia idiomática que ata a un escritor con su antigua vida, pues ahora escribía agudos
y originales ensayos en inglés. Podría decirse que no hacía otra cosa que verter parte de su
experiencia en ruso a las sofisticadas formas del análisis de la métrica de sus poetas, al
desciframiento de las máscaras de autores predilectos y a la exploración de ciudades
imaginadas desde su cultura y su pasado. Aunque se repetía: “Lo poco que logro recordar, se
reduce aún más ahora que lo recuerdo en inglés”. Luchaba con el recuerdo poderoso de su
idioma natal que al ser evocado en su contenido vivido, se desprendía en girones de sus frases
escritas en un inglés preciso y refractario al pasado en otro idioma.Los términos del lexicón
ruso-soviético que Brodsky traducía en los fragmentos de sus memorias escritas en inglés
impecable, a lo mejor fueran entendidas por sus nuevos lectores en la clave que el más
detestaba, la de la sovietología, porque los ricos matices de la evocación de su infancia y de su
juventud que están en la estupenda narración “poltary komnaty” o “habitación y media”,
quedaban para sus lectores en Rusia. Que no tenían libertad de leerlo y que no sospechaban
de la existencia del poeta, exceptuando una ínfima minoría de sus amigos.Y así el costo
equilibraba la ganancia, o la sobrepasaba. El poeta que había escrito en su discurso al recibir
el Nóbel, acaso se viera a sí mismo: “La tragedia rusa, es precisamente la tragedia de una
sociedad cuya literatura quedó convertida en prerrogativa de una minoría, la célebre
intelligentzia rusa”. Era su tragedia personal como escritor, pues él mismo estaba convertido
en código de una muy pequeña minoría lectora de sus ensayos en inglés, pero que no podrían
serlo de sus poemas escritos en un idioma cuyo desciframiento, cuyos múltiples matices
cotidianos, culturales, cuyas alusiones quedaban para los lectores de poesía en Piter.

Como Bulgakov, el narrador de las acechanzas del diablo en la Moscú atea de los años treinta
y como Mandelshtam, sería leido treinta años después.El inglés reemplazaba ahora al idioma
ruso aunque no lo sustituyera. La memoria del poeta no podía ser contenida en las sílabas
cortas del idioma anglosajón. Joseph Brodsky entonces le fue dando un nuevo continente a su
nostalgia, se marcharía a Venecia, en el mar Adriático, más cerca del norte.Todos los
inviernos aprovechando sus vacaciones de maestro de literatura en N.Y. el poeta regresaba a
la fabulosa ciudad sobre las islas en el norte de Italia. Desde los versos de A. Pushkin a la
ciudad sobre el mar, Venecia ha sido un sueño de la poesía escrita en Sanct Petersburg. El
viaje anual de Brodsky, era a su manera una expedición a las quimeras de la poesía en ruso
escrita en el siglo 19. Era una manera de trasladar su amor a Piter sin traicionarse.El artista
se dejaba envolver por las formas de los canales sobre el agua de una ciudad que no le
pertenecía. Ella además, era la encarnación más perfecta de la noción que su generación
compartía sobre la cultura, la historia, la arquitectura y la belleza tocada por la decadencia.
Su amor por Venecia era la creación de su destino escogido y de la soledad que lo
acompañaba.La amaba pues él no esperaba ninguna respuesta. De la misma manera como
amaba el idioma ruso, siendo un escritor casi sin lectores. Así volvía a Venecia donde a duras
penas él se expresaba en lengua italiana, volvía para entre otras cosas, encontrar el rostro
fugaz de una veneciana que alguna vez, hacía muchos años había conocido en Piter. Y cuya
belleza, descubre Brodsky en Venecia, es una forma vacía. Ella era un bello estilo de la
moda, lo único que quedaba en Italia de su gran arte, era el fashion de Giorgio Armani.Uno
puede sospechar que el poeta se deleitaba con la belleza absurda de quien se halla obsedido
por un amor sin contrapartida. Brodsky regresaba a Venecia que aunque escuchara sus
declaraciones, o lo viera por sus plazas, le prestaba poca atención. Los venecianos sabían que
los turistas iban a gastar su dinero y ellos les vendían a cambio fotos de su ciudad; un turista
no tiene nada de poético, son clientes con dinero. El poeta no ignoraba tal indiferencia. Era
suficiente que le proporcionara el deleite intraducible de retornar a través de las imágenes del
agua y la arquitectura de otra época y las heladas de enero (en uno de sus viajes fue tal la
helada en el hotel que casi se muere y tuvo que abandonar la ciudad) a Piter, la ciudad en el
Báltico. Venecia podría convertirse en la imaginación del poeta en su espejismo estético de
Sanct Petersburg.
“…. en ningún caso, ni con una pistola en la sien vendría a Venecia en verano, no aguanto el
calor ni el mal olor de los motores y el de los sobacos mucho menos. Las manadas en shorts,
sobre todo las que ladran en alemán, irritan a los nervios debido a la grosería de su anatomía
que no puede compararse con las columnas, los pórticos y las estatuas… Independientemente de
cómo se mantenga tu cuerpo, en esta ciudad hay que cubrirlo con vestidos”.) El poeta Brodsky
aún con su sarcasmo disolvente hacía parte de la misma tradición de los poetas Anna
Ajmatova, o Alexander Blok. Italia para ellos era la obstinación junto a la muerte del arte que
sobrevive después de todo: a la vulgaridad, a la historia, a los Estados. Bizancio había sido
destruida, pero el arte de Venecia permanecía como continuaba viva en el desastre de su
historia, la lengua rusa (en parte continuadora del ritmo de la Grecia que preservó Bizancio).
Ella seguía existiendo para que el ojo fuera instrumento de la arquitectura reflejada en sus
aguas, para que el poeta fuera instrumento de la lengua que podía evocarla.Al regresar
Brodsky con convicción y sin esperanza a Venecia, estaba poseído por aquel amor irracional y
cultivado intelectualmente por la ruinosa ciudad de viejas formas culturales. El sabía el costo
de su amor : “A pesar de todo el tiempo, la sangre, la tinta, el dinero y todo lo demás que gasté
y despilfarré, nunca pretendí convincentemente, incluso ante mí mismo, que hubiese
adquirido un poco de los aires de por aquí, que hubiera podido convertirme, aunque fuera en
un modesto sentido en un veneciano. La débil sonrisa de reconocimiento de la dueña del hotel
o de las tratorías, no cuentan y a nadie podrían engañar los vestidos comprados aquí.
Paulatinamente me fui convirtiendo en inquilino permanente de dos estados”.

Es precisa y como él lo había deseado en su elección, la condición bajo la que se examina


Brodsky: ni residente ni ciudadano, exactamente un inquilino enamorado de sus relaciones de
paso, de la incomodidad de su comunicación fragmentaria, de una veneración que te vacía el
bolsillo y el corazón. Un amor absolutamente fracasado e incierto. “Considero que se puede
hablar de fidelidad si regresas año tras año al lugar del amor, por fuera de la temporada, sin
ninguna garantía de correspondencia. Pues como cualquier virtud, la fidelidad comienza a
tener algún valor, solo desde el momento en que hace parte del instinto o del carácter y no de
la razón. Además en una edad específica y con una determinada profesión, el amor
correspondido, para hablar con precisión, no es indispensable. Es esta la razón por la que se
puede amar las ciudades, la arquitectura per se, la música, los poetas muertos o en el caso de
un temperamento especial, a la divinidad”. ( Fondamenta degli incurabili”, 1989).No había
una imagen más estéticamente precisa para la desesperanza de aquella vieja idea decadente
de la juventud de Brodsky, de pegarse un tiro en algún Palazzo, después de escribir un par de
elegías, que la del escritor escribiendo anotaciones para sus versos en ruso, sobre un mundo
muerto para él (sin lectores probables) y observaciones en inglés sobre la calidad estética del
agua y la ruina maravillosa de la ciudad (inquilino de paso que vuelve con las heladas de
invierno a la ciudad). Y con la certeza de que no es Venecia sino Piter la que persigue en sus
evocaciones teñidas de sarcasmo y nostalgia.El poeta había ganado, al decidir emigrar de
Piter en 1972, la libertad negada a sus padres, quienes hacían penosos recorridos por las
oficinas de Leningrado para conseguir la autorización de visitar a su hijo en N.Y. El Estado
que aplastó a Mandelshtam y a millones sobrevivió a la muerte de los padres de Brodsky,
siete años más. Pero los tres jamás volvieron a encontrarse.Si uno piensa en una categoría con
tan sospechosas connotaciones como la del “destino” y lo hace a través de la imagen de un
gran poeta, como en el caso de I. Brodsky, podría ver que la elección humana, como acto de
libertad, tiene una dimensión estética que nos muestra muy bien que si la elección acarrea una
“vita nuova” es a la mayor soledad y desprendimiento de sí. Cada uno si le alcanza la
obstinación, enfrenta su “Venecia” y no importará que en aquel sueño las calles imaginadas
tengan soledad y belleza porque nuestra antigua vida habrá sido borrada. A lo mejor eso sea
lo que llaman destino.

ELEGÍA A LENINGRADO
I

Quisiera vivir en una ciudad donde el río


surge debajo del puente, como una mano de la manga
que desembocara en el golfo abriendo los dedos
igual que Chopin quien jamás mostró su puño a nadie.

En una ciudad así, habría una ópera en la que un viejo tenor


puntualmente cantaría en las tardes el aria de María;
en la que el tirano aplaudiría desde su palco y yo
en la platea, entre dientes murmuraría con odio :“animal”.

Habría en esa ciudad un yatch club y un equipo de fútbol.


La ausencia de humo en las chimeneas de las fábricas
sería señal de que es domingo.

Yo uniría mi voz al aullido general,


allá donde el pie continúa lo que empezó la cabeza.

De todas las reglas del código de Hamurabi


el penalti y el corner son las más importantes.
II

Habría en la ciudad una biblioteca y en sus salas desiertas


repasaría páginas de libros, con tal número de comas
como la diaria cantidad callejera de palabras obscenas
que no penetran los versos ni mucho menos los periódicos.
Podría ver la enorme estación destrozada por la guerra,
con una fachada más hermosa que el mundo afuera.
En esa ciudad, al ver una palma verde en la vitrina
de la agencia de viajes,
se despertaría el mono latente en mi interior
y, cuando el invierno envolviera al barrio
con su áspero lienzo blanco,
me aburriría en el museo Hermitage, donde cada óleo,
sobre todo los de Ingres y David,
semejarían una mancha entrañable sobre la pared.

En los crepúsculos espiaría desde la ventana


a las hordas de automóviles bramando y pasando
al lado de las esbeltas columnas desnudas
que muestran su peinado dórico, impasibles
desde la blancura del frontispicio del tribunal.

III

Estaría allí en aquel café donde venden deliciosos helados,


y cuando alguien comentara, qué necesidad hay del siglo XX
si ya tuvimos al diecinueve, vería como las miradas de los colegas
por un momento se detendrían en el tenedor o el cuchillo.

Debería verse allá, cierta calle con dos hileras de árboles,


el portal con el torso de la ninfa y otros embelecos
y habría en la sala un retrato que mostraría
cual fue el aspecto de la anfitriona en su juventud.

Escucharía atento a la voz que iría relatando


asuntos sin ninguna relación con la cena,
a la luz de los candelabros.
El fuego en la chimenea proyectaría
destellos y sombras violetas sobre el traje verde.
Pero al final se apagaría.
El tiempo que pasa a diferencia del agua

es horizontal de martes a miércoles,


allá en la penumbra suavizaría las arrugas
y desvanecería las propias huellas.

IV

En esa ciudad existirían monumentos, reconocería los nombres,


no sólo de los jinetes de bronce que estamparon sus plantas
en los estribos de la historia, imponiéndolas a otros cuadrúpedos,
vería sus marcas impresas en los habitantes de la ciudad.

Con el cigarrillo pegado de los labios regresaría


a mi casa por las calles a media noche, como un gitano
adivinaría la suerte en las grietas del asfalto
y en las palmas de la mano extendida.

Y cuando al final me detuvieran acusado de espionaje,


actividad subversiva, vagabundeo y menage à trois
rodeado por la horda que apuntaría con los dedos,
gritando enfurecida: -¡no es de los nuestros!-
íntimamente feliz, me diría en silencio
mira, es tu oportunidad de saber como se ve desde adentro
aquello que por mucho tiempo viste desde fuera;
no olvides los detalles cuando grites “¡Vive la Patrie!

ODISEO SE DIRIGE A TELÉMACO

Telémaco hijo,
La guerra de Troya ha terminado.
Quién fue el vencedor, no lo recuerdo.
Tal vez los griegos, es costumbre suya
arrojar tantos cadáveres fuera de sus casas…
Y a pesar de todo tan largo resultó el camino a casa,
como si durante nuestra ausencia
Poseidón hubiera prolongado el regreso.
No sé dónde estoy, ni qué hay al frente.
En esta isla asediada por la desidia,
por el rastrojo, por los muros sin concluir y por el gruñido
de los cerdos; hay una princesa y un jardín desolado,
no veo más que piedras y vegetación.
Amado Telémaco, todas las islas se parecen
al final de tantos viajes y la mente
se extravía contemplando a las olas,
los ojos, agobiados por el horizonte,
se llenan de lágrimas.
No recuerdo qué pasó después de la guerra,
ni cuántos años tienes ahora.
Crece Telémaco, querido,
sólo los dioses saben si habremos de vernos.
Ya no eres el niño de entonces,
¿recuerdas que me veías enfrentar a los toros?
Si no hubiera sido por Palamedas, estaríamos juntos.
Pero acaso tenía razón, sin mí
te has librado del complejo de Edipo,

y tus sueños no serán retorcidos.

+++
Ingresé a la celda en lugar del salvaje animal,
consumí mi tiempo y atravesé la histeria en una barraca,
viví junto al mar, aposté al azar,
vestido de frac cené con quien resultaría un traidor.
Desde la altura de un glaciar avizoré medio mundo,
tres veces naufragué, dos veces fui cortado.
Abandoné al país donde me alimentaron.
Con los que me olvidaron se poblaría una ciudad.
Me fui errante por las estepas llenas de los ecos de Atila,
estaba vestido con lo que siempre pasaba de moda,
sembré centeno y me protegía con encerado para embalajes.
Y lo único que no bebí fue agua seca.
Admití en mis sueños la negra pupila del centinela,
sin perder una migaja devoré el pan del destierro.
Mis cuerdas vocales emitieron todos los sonidos, más allá del aullido,
modulé después el susurro.
He cumplido cuarenta años.
¿Qué debo decir sobre la vida? que resultó dilatada.
Sólo siento solidaridad con el dolor.
Pero mientras no tapen mi boca con barro,
lo único que tendré serán palabras agradecidas.
24 de mayo de 1980

+++
Ahora que sé tanto de mi vida,
de las ciudades, de las prisiones y de las habitaciones
donde perdía la razón, sin volverme loco.
acerca de los mares en los que
me ahogaba y sobre aquellos
a quienes al final no retuve entre mis brazos,…
Ahora hubieses podido decir, suspirando:
“La suerte fue generosa con él”
y los sentados junto a la mesa
asentirían en silencio.

Cómo saberlo, es posible que tengas razón,


haz de agregar a mis otras virtudes: la presbicia.
Entonces, hace tantos años cuando jugábamos
en la acera cerca de la sala de cine
¿quién hubiera podido imaginar la distancia
que habría de abrirse,
más insalvable que la que queda
entre la cara o el sello de la moneda?

Nadie. El trivial gesto de despedida


con las manos, al final de la calle
se convirtió en primer signo de la ausencia:

por estas tierras forasteras el aire


recuerda con mucha frecuencia a una hoja de papel.
Y la lluvia arroja una sombra sobre las huellas.
Quién sabe, es posible que ahora
cuando escribo estas líneas, sentado
en una pequeña ciudad de ladrillos
en el centro de Norteamérica, tú camines
a lo largo de un edificio color mostaza
entre cuyas húmedas paredes
se consume una generación más
apretujándose en la mancha frambuesa,
gris y parda de un hemisferio clandestino.

En resumen: no pasó lo peor.


Lo peor sucede solamente
en las novelas y a los que son mejores que nosotros,
tanto, que los pierdes en el momento de verlos
y los ecos de sus tragedias
se confunden con el canto del huso.
Como el sonido de un aeroplano distante
con el zumbido de una abeja atrapada entre los pétalos.
Y no habremos de vernos, porque
físicamente hemos cambiado tanto.
De habernos encontrado, no seríamos nosotros,
sino aquello que hicieron con nuestra carne
los años que sólo tuvieron compasión de nuestros huesos,
y el perro no reconocería al recién llegado
ni por el olor ni por la cicatriz.

¿Dices que ha sido generosa la vida? Ah… sí,


las olas del mar son generosas con los troncos.
Pues bien, quien no se lamenta por la suerte
no es digno de ella. Pero si el tiempo
reconoce al final sus trabajos
en la nebulosidad de los recuerdos,
entonces, pienso que tu rostro
puede adornar perfectamente
un monumento de bronce, o en el fondo del bolsillo
servir de relieve para una moneda sin gastar
1984

Es una alameda con estatuas de greda endurecida


parecidas a árboles talados.
A muchas las conocía. A otras
las veo por vez primera. Por lo visto son los dioses
de los ríos y los bosques locales, centinelas del silencio,
o coágulos de ajenas evocaciones indescifrables
para mí.

En cuanto a las figuras femeninas, las ninfas, etc.


ellas
se ven inacabadas igual que pensamientos;
cada una intenta mantener
incluso aquí, en el futuro que ha llegado, la condición
de invitadas.

La ardilla no saltará y no atravesará los senderos.


No se escuchan los pájaros y mucho menos un automóvil:
el futuro es apenas la panacea para aquello
que tiene tendencia a repetirse.
Y sobre el cielo, esparcidos como prendas de un solterón
los nubarrones vueltos al revés
y aplanchados. Huele a coníferas
a la punzante materia de los sitios poco conocidos.
Las esculturas se yerguen en la oscuridad, las cubre de sombra
su compañía mutua, por la indiferencia
hacia ellas del paisaje circundante.
Si alguna de ellas hablara y tú
probablemente aspirarías el aire antes que estremecerte
al haber escuchado voces familiares, al haber escuchado
algo como: “el niño no es tuyo”
o “declaré contra él, pero fue por temor
y no por celos” –;los minúsculos secretos de hace veinte
años, de los corazones ciegos
poseídos por la absurda inclinación al poder
sobre sus semejantes, incapaces de darse cuenta
de la tautología. Los mejores de ellos
fueron víctimas y verdugos.

Está bien que recuerdos ajenos


se mezclen en los tuyos. Está bien que
algunas de estas figuras te parezcan
extrañas. Su presencia insinúa
otros acontecimientos, otra variante del destino
tal vez no la mejor, pero es evidente
que fue aquella que se te escapó. Esto libera
no sólo la imaginación, también a la memoria
y por mucho tiempo, si no es que para siempre. Saber,
que te engañaron, que por completo
se olvidaron de ti, o que al contrario
te odiaron desde entonces; es extremadamente

desagradable. Pero imaginarte


el centro, aunque sea de un universo sin gracia
resulta insoportable y obsceno
Como soy un esporádico y

posiblemente el único visitante


de estos sitios, entonces pienso
que tengo derecho de describir sin maquillajes
lo visto. Aquí está nuestra pequeña Valhalla,
nuestra propiedad completamente abandonada
al tiempo, con un puñado de almas muertas
con campos donde una hoz filosa
no se sentirá a sus anchas
y donde los copos de nieve lentamente giran en círculos
como ejemplo de comportamiento en el vacío.

Aquella tarde junto a nuestro fuego


apareció un corcel negro.
Nunca vi nada más negro,
como de carbón eran sus patas.
Era negro como la noche o el vacío.
Era negro desde la crin hasta la cola
pero de otra manera era negro
su lomo que no conocía la montura.
Estaba inmóvil como si durmiera.
Sus cascos negros infundían miedo.

Era negro y no sentía las sombras.


Tan negro que nada lo sobrepasaba
tan negro como tiniebla de medianoche.
Tan negro como una aguja dentro de sí.
Tan negro como los árboles dentro del horizonte,
como el lugar de las costillas en el pecho
como un hueco en la tierra, como un grano.
Yo imaginaba que así de negro era nuestro interior.

Pero de todos modos se iba haciendo más oscuro.


Era apenas la medianoche en el reloj.
No se adelantaba un paso hasta nosotros.
En sus fauces había una tiniebla sin fondo.
Su lomo apenas sí era visible.
Y no quedaba una mancha luminosa
sus ojos resplandecían como una afrenta.
Y eran más terribles sus pupilas.

Como si fuera el negativo de alguien.


¿Por qué detuvo su carrera?

¿Y se quedó con nosotros hasta la madrugada?


¿Por qué no se separó de la hoguera?
¿Por qué respiraba un aire de tinieblas?
¿Para qué despedían sus ojos una oscuridad tan espesa?
Él acechaba a un jinete entre nosotros.
1962

CANTARES DE ESTOS TIEMPOS

El hombre va a las ruinas una y otra vez,


él estuvo aquí ayer y anteayer
y regresará mañana,
las ruinas lo atraen.
Él habla:
Poco a poco,
poco a poco aprenderás tantas cosas, muchas,
aprenderás a elegir en el montón de escombros
un reloj despertador y los lomos quemados de los albumes,
te acostumbrarás
a llegar por estos lados cada día,
te acostumbrarás a saber que las ruinas existen,
convivirás con este pensamiento.

A veces da la impresión y esto es necesario:


a veces da la impresión que lo aprendiste todo,
y hablas ahora sin esfuerzo
en la calle con un niño desconocido
y lo explicas todo. Esto también es necesario.

El hombre regresa a las ruinas,


cuando desea amar otra vez,
cuando da cuerda a su despertador.

A las personas normales jamás nos pasaría por la cabeza, que uno pueda volver a casa y
hallar ruinas donde estaba el hogar: No podemos imaginar que sea posible perder los brazos y
las piernas en un accidente del tren o del tranvía: Nos enteramos de todo esto… ¡Gracias a
Dios!… a través de penosos rumores, pero es este el porcentaje convenido de infelicidad, esta
es la rosa de las desgracias.

El hombre llega a las ruinas otra vez,


por largo tiempo escarba con un palo entre
los mohosos cortinajes y los escombros,
se inclina, se levanta y mira.

Alguien construye las casas,


alguien las destruirá, alguien las levantará otra vez, la profusión de ciudades a todos nos
infunde optimismo. El hombre de entre las ruinas alzó algo y se quedó contemplando. Seres
así no tienen la costumbre de llorar. Inclusive convidados… gracias a Dios, a las casas de sus
conocidos, miran las fotos de los álbumes y dicen con reproche: “En los tiempos que corren,
no vale la pena guardar fotografías”

Se pueden levantar muchas edificaciones que serán destruidas igualmente y erigirlas de


nuevo.

Nada hay más terrible que las ruinas del corazón,


nada hay más sobrecogedor que las ruinas,
sobre las que cae la lluvia y al lado de las que pasan
los automóviles último modelo,
por las que deambulan como fantasmas
personas con el corazón destrozado y niños con boinas,
no hay nada más terrible que las ruinas
que dejan de parecer una metáfora
y son lo que alguna vez fueron:
la casa.
1961
LA ESTRELLA DE NAVIDAD

En una época fría, en un lugar más acostumbrado al calor sofocante


que al frío, a la llanura más que a la montaña,
en una gruta nació el niño para salvar al mundo;
el viento soplaba en el desierto como es frecuente en invierno.
Todo le parecía enorme al niño: los pechos de la madre, el vaho amarillo
que salía de las narices del buey, los reyes magos: Melchor, Gaspar y
Baltasar; los regalos que llevaban.
El niño era apenas un punto lo mismo que la tierra.
Atentamente, sin parpadear, atravesando las nubes escasas,
sobre el niño del pesebre, desde muy lejos
desde las profundidades del universo, desde su otro extremo,
una estrella contemplaba la gruta. Esta era la mirada del Padre.
24 de diciembre de 1987
Datos vitales

JOSEPH BRODSKY (1940-1996) Poeta ruso. Nació en Leningrado. De formación autodidacta


desde que abandonó sus estudios de bachillerato, pasó 18 meses en un campo de trabajo
soviético, acusado de -parasitismo social-, cuando tenía 24 años. En 1972, siete años después
de ser liberado, emprendió el camino del exilio y en 1977 obtuvo la nacionalidad
estadounidense. Sus Poemas selectos, que reúnen una importante colección de su poesía, se
publicaron en versión inglesa en 1973, seguidos de Partes de la oración, en 1980. El volumen
de ensayos titulado Menos que uno recibió el Premio de la Crítica en 1986; ese mismo año
publicó un libro de poemas que llevaba por título Historia del siglo XX, mientras que en 1992
vio la luz un largo ensayo llamado A Urania. Brodsky vivió en Nueva York y durante parte
del año daba clases de literatura en el Mount Holyoke College. En 1981 obtuvo una beca de la
Fundación MacArthur. En 1987 fue galardonado con el Premio Nobel de Literatura. Entre
sus principales influencias destacan los clásicos rusos, los metafísicos ingleses y los poetas
polacos modernos, además de escritores como Marcel Proust, W. H. Auden y Herman
Melville. La editorial española Galaxia Gutemberg publicó la antología en español de su
poesía bajo el título No vendrá el diluvio tras nosotro.s

A EUGENIO

En cualquier elemento el hombre


es tirano, prisionero o traidor…
A. Pushkin

Yo estuve en México, escalé las pirámides


impecables moles geométricas
desparramadas por el istmo de Tehuantepec.
Quiero creer que las hicieron visitantes del cosmos
pues estas obras suelen edificarlas los esclavos
y el istm0 está cubierto de hongos pétreos.

Los ídolos de arcilla son tan fáciles


de falsificar que propician rumores.
Bajorrelieves varios, con cuerpos de serpientes
y el alfabeto indescifrable de una lengua
que ignoró siempre la conjunción o.
¿Qué contarían si empezaran a hablar?

Nada. En el mejor de los casos, las victorias


sobre tribus vecinas y cabezas partidas.
Que la sangre del hombre vertida en el altar
del Dios del Sol le fortalece un músculo.
Que el sacrificio nocturno de ocho jóvenes fuertes
garantiza el alba con mayor seguridad que un despertador.

De cualquier modo es preferible la sífilis o las fauces


mortíferas de aquellos unicornios de Cortés, al sacrificio.
Si te toca en suerte alimentar con tus ojos a los cuervos
es preferible que el asesino sea asesino y no un astrónomo.
En general, sin esos españoles es muy poco probable
que hubiesen llegado a tener la certeza
de que alguna cosa les había pasado.

Es aburrido vivir, querido Eugenio. Dondequiera que vas


la estupidez y la crueldad te siguen.
Me da pereza encerrar eso en versos.
Como dijo el poeta: «En cualquier elemento…».
¡Qué lejos vio desde sus marismas natales!
Yo agregaría: en cualquier latitud.

1975

De “No vendrá el diluvio tras nosotros” (Antología 1960-1996)


Versión de Ricardo San Vicente

Español: Escultura de Dzahui, dios mixteco de ...Español: Escultura de Dzahui, dios mixteco
de la lluvia. Fue realizada en cerámica. Procede del istmo de Tehuantepec. Período posclásico.
Colección del MNA de la Ciudad de México. (Photo credit: Wikipedia)
El explorador polar

Todos los perros devorados. En el diario


no queda una hoja en blanco. La foto de la esposa
se cubre de palabras a modo de rosario,
clavado en su mejilla el lunar de una fecha dudosa.
Le sigue la foto de la hermana. Tampoco la respeta:
¡se trata de la latitud alcanzada! Y, cada vez
más negra, por la cadera trepa la gangrena
como la media de una corista de varietés.

22 de julio de 1978

De “No vendrá el diluvio tras nosotros” (Antología 1960-1996)

MI VERSO MUDO, MI CALLADO VERSO…


Mi verso mudo, mi callado verso
pero aciago -mal le pesen las riendas-,
¿a dónde de este yugo iremos a quejamos
y a quién decir la vida que llevamos?
Por mucho que, pasadas ya las doce, buscando
detrás de la cortina, con cerillas, el ojo de la luna,
expulses de los restos de tu mueca opaca
con la mano, en la mesa, de la locura el polvo.
Por mucho que embadurnes este engrudo escrito
más denso que la miel, ¿con quién quebrar
en la rodilla, o en el codo al menos,
una vez más, el trozo ya cortado, mi callado verso?

De “Parte de la oración” 1975 – 1976

NO HAY SÓLO ANDAR, TAMBIÉN SILENCIO, EN TU RELOJ…

No hay sólo andar, también silencio, en tu reloj,


que además ignora el caminar en círculo.
Así en su caja hay gato y hay ratón,
nacidos, se diría, el uno para el otro.
Tiemblan, escarban, yerran en qué día están,
mas sus roer, enredos y trajín constantes
apenas se aprecian en un hogar del campo,
que suele cobijar cientos de seres vivos.
Allí en la razón cada hora se borra
y los rostros etéreos de los años perdidos
se escapan -más aún si se acerca el invierno,
que llena el zaguán de cabras, gallinas, carneros.

1963

De “No vendrá el diluvio tras nosotros” (Antología 1960-1996)


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Y NO IMPORTA QUE UN VACÍO EMPIECE A ABRIRSE…

Y no importa que un vacío empiece a abrirse


de entre tus sentires, que tras la gris tristeza
crepite el miedo y, digamos, un foso de furor.
Porque en la era atómica, cuando tiembla hasta la roca,
podremos sólo salvar los muros del hogar,
los corazones, fundiéndolos con fuerza igual
y nexo semejante a la muerte que los viene a acechar.
Y temblarás al escuchar decir: «Querido».

Noviembre – diciembre de 1964


De “No vendrá el diluvio tras nosotros” (Antología 1960-1996)

JOSEPH BRODSKY (1940-1996)


En enero del próximo año se cumplen 10 años de la muerte del poeta ruso Joseph Brodsky.
A los catorce años intentó entrar en la marina, pero no fue admitido debido a su origen judío.
Trabajó en una fábrica militar, viajó a Siberia, fue calderero en unos baños públicos y
auxiliar en una sala de autopsias. De forma autodidacta, aprendió inglés y polaco. Sus poemas
empezaron a ser conocidos en los sesenta. Perseguido por el poder soviético, fue encerrado
primero en un manicomio, luego fue condenado por “parasitismo” a 5 años de deportación en
una aldea al norte de su país. Gracias a las protestas de intelectuales rusos y extranjeros, se
vio prácticamente obligado a emigrar. Vagabundeo un tiempo en Europa y se instaló a vivir
en Estados Unidos, donde sobrevivió dando clases de literatura. Ganó el premio Nóbel en
1987. Sus cenizas reposan en Venecia.La peculiaridad de la poesía de Brodsky consiste en la
unión de las formas poéticas tradicionales rusas con la ironía y el sarcasmo de cierta poesía
anglosajona.Decir que su poesía es meramente humorística o irónica es simplificarla
groseramente. Entre sus poemas abundan los de gran intensidad amorosa, como la serie
completa de Parte de la Oración (1975-1976), o Yo no era más que aquello que tú (1981). Pero
en casi todos sus poemas, incluidos los amorosos, una ironía aparece a menudo, manchándolo
todo de lucidez.
Como casi toda la poesía rusa del siglo XX, la de Brodsky respeta las formas tradicionales, el
metro y la rima. Le enojaba el que las traducciones de los versos de Ossip Mandelstham
parecieran más un poema en verso libre de Neruda que una poesía del propio Mandelstham.
Para poder estar más cerca de los poemas cuyas traducciones presentamos a continuación,
hay que pensar en ellos como escritos originalmente en forma medida y rimada.

ANTI-SHENANDOAH:

DOS CUENTOS SATÍRICOS Y UN ESTRIBIL

I. SALIDA

“¿Por qué no cogemos un tren y nos vamos a Persia?


Persia no existe, obviamente, pero la inercia
sí. Es mejor vehículo que cualquier viejo motor, Johnny,
y podemos pasar un viaje cómodo y memorable.”

“¿Por qué me llamas Johnny cuando sabes que soy Billy, Mary?
¿Quizá por inercia? Es Johnny con el que te quieres casar,
no yo. Pero él no está en Persia, se marchó a Varsovia,
aunque después de 1945 también es una ciudad diferente.”

“Pues claro que eres Billy, Billy; y yo tampoco soy Mary.


En realidad soy Suzy: si quieres, compruébalo en mi Visa.
Pero vamos a ser Mary y Johnny, como en el arca de Noé,
o anónimos, igual que cuando éramos espermatozoides.”

“Porque no hay sino dos sexos, hay mucho matiz,


y la historia está donde nuestras ex unen reyes y ruinas.
Cuando el paradero de alguien se convierte en un misterio,
deberías coger el tren del pensamiento que va a la historia.”
“¡Ah, cuánta acción hay! En la historia, quieras o no quieras,
Mary se convierte simplemente en Suzy, y Johnny en Billy.
a.C. se convierte en d.C. y Persia en Varsovia.
Pues la historia engendra la inercia, y viceversa.”

“¡Ah, mezclar la inercia con la historia demuestra individualidad!


Mary, vamos a correr un riesgo, este padre de la casualidad:
cojamos el expreso que lleva a donde viven gentes en completa penuria
y donde la realidad se convierte rápidamente en un recuerdo.”

“¡Oh, este es mi chico de verdad, mi plátano lentamente pelado!”


“¡Y esta es mi chica que lleva un Tampax Americana!”
“El futuro llega a tiempo silbando Domine Gloria,
y tenemos que llevarlo hacia el este, donde siempre es más temprano.”

II. LLEGADA

“¿Qué es este lugar? Parece un tanto inhóspito.


Es como si los árboles fueran a desenfundar,
tan amenazador es su murmullo. Sin duda
han visto demasiadas películas –pero ¿estaban dobladas?”

“No me importa el lugar, pero ¿quiénes son estos tipos?


¿Es ésta su verdadera apariencia, o es un disfraz?
Todos ellos venden cordones de zapatos pero no llevan zapatos.
¿Les podemos explicar que no somos judíos?”

“Nunca supe que la historia está tan


habitada y es tan curiosa y propensa al tacto.
¿Tienen un líder? ¿Un shah, un khan?

Francamente me arrepiento de no llevar pistola.”

“Pero he leído que mucha gente no puede tener el mismo


deseo. A menos que, por supuesto, sean dementes.
Creo que nosotros estamos bastante seguros; ellos no quieren matar,
aunque, francamente, me arrepiento de no estar tomando la píldora.”

“¡Ah, éste es el pasado, y es bastante amplio!


y en la tierra de la causa sus efectos se van a la porra
o exceden en número en más de una manera:
les hemos traído todo el futuro, y nos hemos quedado sin nada.”

“No deberíamos hablar por los otros cuando las cosas se ponen mal.
Tú podrás no tener el futuro, pero yo sí.
El futuro es derivado; ellos pueden romper cráneos,
pero como ellos han sido tan primitivos, nosotros hemos tenido Pascales.”

“Bueno, adiós, querida Mary. Espero que todo te vaya bien.


Nos veremos no en el futuro sino en el infierno, por ejemplo.”
“Ah, eso estaría bien, querido Johnny, eso sería estupendo.
Pero la vida futura en la historia ocurre bastante tarde.”

III. ESTRIBILLO

Aquí están, para que todos los vean,


los frutos de la complacencia.
Ten cuidado del amor, del d.C., del a.C.
y de la agencia de viajes.

El tren puede ser rápido, pero el tiempo es lento.


La Historia está más cerca
del Big Bang que del derecho romano,
y tú eres el perdedor.

Así que el consejo que te damos es: sigue igual


si es que puedes.
Estate siempre preparado para decir kaput,
pero lleva puesto un casco.

1992
CANTO DE BIENVENIDA

Aquí está tu madre, aquí está tu padre.


Bienvenido a ser su carne y su sangre.
¿Por qué pareces tan triste?

Aquí está tu comida, aquí tu bebida.


Pensamientos también, si es que quieres pensar.
Bienvenido a todo.
Aquí está tu vida prácticamente nueva.
Bienvenido a ella, aunque ya sea un poco tarde.
Bienvenido en todo caso.
+
Aquí está tu sueldo, aquí está tu renta.
El dinero es el quinto elemento de la naturaleza.
Bienvenido a todos los céntimos.

Aquí está tu atestada y enorme colmena.


Bienvenido al lugar con sus cinco mil
millones, más o menos, de vivos como tú.

Bienvenido a la guía telefónica que destaca tu nombre.


Los dígitos son el objetivo secreto de la democracia.
Bienvenido a tu pretensión de fama.
+
Aquí está tu matrimonio, y aquí está el divorcio.
Ahora ése es el orden que no puedes cambiar.
Bienvenido a ello.
Aquí está tu cuchilla, aquí tu muñeca.
Bienvenido al juego del terrorista;
llámalo tu Oriente Medio.

Aquí está tu espejo, tu brillo dental.


Aquí hay un pulpo en tu sueño.
¿Por qué intentas gritar?
+
Aquí está tu mazorca, tu aparato de televisión,
tu candidato que sufre un trastorno.
Bienvenido a lo que él ha dicho.

Aquí tienes tu porche; mira pasar los coches.


Aquí está la mirada culpable de tu perro cuando caga.
Bienvenido a su coartada.

Aquí están tus cigarras, después un pájaro,


la lágrima seca de la bombilla en tu té con limón.
Bienvenido al infinito.
+
Aquí están tus pastillas en la bandeja de plástico,
tu radiografía tajante y decepcionante.
Eres bienvenido a la oración.

Aquí está tu cementerio, una cañada bien conservada.


Bienvenido a una voz que dice: “Amén.”
El final de la cuerda, viejo.

Aquí está tu testamento, y aquí hay unos cuantos


beneficiarios. Aquí hay un banco vacío de iglesia.
Aquí está la vida después de ti.
+
Y aquí están tus estrellas que aún parecen aficionadas
a brillar como si nunca hubieras existido.
Podrían tener un motivo, amigo.

Aquí está tu otro mundo, sin ninguna señal


de ti, sobre todo de tu cara.
Bienvenido, y llámalo espacio.

Bienvenido a donde no se puede respirar.


De esta forma, el espacio se asemeja a lo que está debajo,
y Saturno sostiene la guirnalda.

Poemas sacados del libro “Etcétera”, editado por Cátedra en 1998

Del ROMANCERO MEXICANO


Revueltas como en un vaso
fuerza, pereza y maquila.
En las cantinas de paso
el tiempo es como el tequila.

Avenidas, rostros, faros.


De dos, uno trae bigote.
Y en Reforma algunos bustos
de los próceres de bronce.

Junto a ellos, en el borde


de la acera, una señora
con un niño en su regazo
te tiende un brazo que llora.

Tal figura, llanto pétreo,


bien merece coronar
un Monumento a la Patria
al cual ir a mendigar.

EL BUSTO DE TIBERIO

Yo te saludo, pasados dos mil años.


También tú fuiste marido de una puta.
Es algo que tenemos en común. Por lo demás,
en torno a ti está tu urbe. Estruendo, coches,
chusma con jeringas en húmedos portales,
ruinas. Yo, un viajero del montón,

saludo ahora tu busto polvoriento


en la desierta galería. Ah, Tiberio,
aquí no alcanzas ni los treinta. Del rostro
mana la confianza de quien domina el músculo
más que el futuro de su suma. Y la cabeza,
que el escultor cortara en vida,
muestra en esencia el augurio del poder.
Todo lo que queda bajo el mentón es Roma:
provincias, cohortes y también rentistas,
más un sinfín de infantes que besan tu aguijón
-placer en clave de la loba
que alimenta a los críos Remo
y Rómulo-.(¡Los mismos labios!,
musitando, dulces, inconexos
entre los pliegues de la toga.) a fin de cuentas:
un busto es señal de independencia entre cuerpo y cerebro.
De hecho, incluido el del Imperio.
De dibujar tú mismo tu retrato,
sería todo él circunvoluciones.

Aquí no alcanzas ni los treinta. Nada


en ti detiene la mirada.
Ni, a su vez, tu firme observar
está dispuesto a detenerse en algo:
ni en rostro alguno ni en un
paisaje clásico. ¡Ah, Tiberio!
¡Qué más te da lo que rezonguen
Tácito o Suetonio en busca de las causas
que te hicieron cruel! No hay causas en el mundo,
tan sólo efectos. Los hombres son sus víctimas.
Y sobre todo en las mazmorras donde todos confiesan;
no en vano confesar bajo tortura,
como las confidencias del niño,
se torna monocorde. Lo mejor es
no tener nada que ver con la verdad.
Por lo demás, ésta no eleva. A nadie.
Menos aún al César. Al menos,
tú apareces más capaz de ahogarte
en tu baño que por una gran idea.
Y en general, ¿ser cruel no es acaso
precipitar tan sólo el común destino
de toda cosa, o la caída libre
de un cuerpo simple en el vacío? En él
siempre acabas en el momento de caer.

Enero. Un aluvión de nubes


sobre la invernal ciudad a modo de mármol sobrante.
El Tíber, que huye de la realidad.
Las fuentes, que echan agua hacia el lugar
de donde nadie mira, ni cómo quien no ve,

ni entornando la mirada. ¡Es otro tiempo!


Y no hay modo de atrapar al lobo
enloquecido. ¡Ah, Tiberio!
¿Quiénes somos nosotros para ser tus jueces?
Has sido un monstruo, mas fiera impasible.
Pues la naturaleza, cuando crea sus monstruos
-las víctimas jamás-, los plasma, no obstante,
a semejanza suya. Más nos vale mil veces
-si escoger nos es dado-

que venga a destruirnos un engendro del infierno


antes que un neurasténico. Con treinta sin cumplir,
el rostro hecho en piedra, cara rocosa,
creada para dos milenios,
te asemejas a un instrumento natural
de exterminio, y en nada a un esclavo
de pasión humana alguna, o a un forjador de ideas
y demás. Y defenderte de las invenciones
es como proteger al árbol de sus hojas,
con su complejo de que ellas son, entre susurros
inconexos pero claros, mayoría.
En la desierta galería. En mediodía gris.
El ventanal tiznado con las luces del invierno.
El ruido de la calle. Ajeno por completo
a la textura del espacio, el busto...
¡No puede ser que no me oigas!
Pues yo también huí, sin mirar hacia atrás,
de todo lo que me había sucedido; me convertí en isla
con sus ruinas, sus cigüeñas. También me esculpí
el rostro por medio de un candil.
A mano. Y lo que llegase a decir,
lo que haya dicho, a nadie le interesa,
y no en su momento, sino hoy mismo.
¿No es esto también un modo de acelerar
la historia? ¿No es un intento –logrado por desdicha-
de colocarse el efecto delante de la causa?
Y además, también en el total vacío,
lo cual no garantiza un gran aplauso.
¿Arrepentirse? ¿Rehacer tu suerte?
¿Jugar, como se dice, con otra baraja?
Pero, ¿vale la pena acaso? La lluvia radiactiva
nos cubrirá no mucho peor que tu historiador.
¿Y quién vendrá a maldecirnos? ¿Una estrella?
¿La luna? ¿Una termita enloquecida por
las incontables mutaciones, de tronco fofo, eterna?
Todo es posible. Pero, cuando, como con un objeto duro,
se tope con nosotros, ella también, tal vez,
algo turbada, detendrá la excavación.

“Un busto –exclamará en el lenguaje de las ruinas,


del músculo abreviado-, un busto, un busto.”
(1985)

Poemas sacados del libro “No vendrá el diluvio tras nosotros. Antología poética”, editado por
el Circulo de lectores en el 2000

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