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Resumen de la 1era parte y epílogos del libro: Chile

actual, anatomía de un mito.


1era parte: El Chile actual, páramo del ciudadano, paraíso del consumidor.
Capitulo primero: La matriz del Chile Actual: la Revolución Capitalista
El Chile Actual es producto del Chile Dictatorial, esa es su matriz, con su cúpula de
militares, intelectuales neoliberales y empresarios. Fue como el vientre dentro del cual el
país fue tomando cuerpo y obteniendo ciertos rasgos que lo conformarían tal como es
hoy.
Los cabecillas de período anterior fueron quienes realizaron la Revolución Capitalista y
construyeron una sociedad de mercados desregulados, de indiferencia política y de
individuos competitivos compensados mediante el placer de exhibirse consumiendo,
tratando de olvidar rápidamente el pasado dictatorial
La revolución puede asimilarse a la liberación radioactiva explosiva, que destruye para
reconstruir, mientras que la Dictadura Revolucionaria se asimila la fisión controlada, que
es la liberación de energía producida por la escisión de un núcleo atómico.
El poder siempre se despliega en las revoluciones como fusión, es decir, como
uniformación de la pluralidad de poderes bajo la forma de un poder burocrático.
Simultáneamente existe fisión: esos poderes hacia abajo son multiplicaciones iguales al
Leviatán, aunque más exuberantes. Así, la fisión implica la destrucción de lo viejo y la
producción de lo nuevo a través de partículas de poder que van desde arriba hacia abajo.
Esta ley de fusión de las dictaduras revolucionarias y terroristas no es autorreproducida,
sino que requiere una constante motivación del Poder estatal, pues como en las
sociedades heterogéneas la tendencia de estructuración de los poderes es la
diversificación y no la simple multiplicación clónica, el Estado−Leviatán debe crear
dispositivos de terror para lograr la producción normativa y su legitimación.
Las dictaduras revolucionarias nacen de la poderosa aleación entre Poder normativo,
sobre los cuerpos (terror) y las mentes (saber). El terror es el fundamento decisivo para la
soberanía absoluta del despotismo, es el arma fundamental de una revolución minoritaria
en sus etapas iniciales. Sin ella el poder total sería imposible. Así, la crueldad es la
necesidad de una revolución que realiza intereses minoritarios.
En la UP, en vez de terror, hubo tolerancia liberal y libertinaje. El gobierno era
constantemente superado por grupos ultras que se tomaban la calle. Sin embargo, se
produjo temor, porque el discurso sobre el futuro Estado socialista y sobre la necesidad
(teórica) de la violencia atemorizaban.
En cambio, durante la Dictadura Revolucionaria se vivió una represión brutal justificada en
la promesa de una gran obra: el capitalismo. Tres rasgos distinguen esta revolución: 1)
Fue una contrarrevolución contra un movimiento popular ascendente y se centraba en los
sentimientos irracionales de rabia y venganza; 2) No podía adoptar la modalidad típica de
una revolución burguesa; 3) Por ello, esa revolución sólo podía ser llevada a cabo una
alianza de militares, fuerza neutral entre las diferentes facciones capitalistas.
La necesidad objetiva del capitalismo fue inventada como recurso ideológico en base a la
confluencia positiva de los diversos actores: los militares, sin proyecto, pero con ganas de
gobernar; una derecha política persuadida; empresarios dispuestos y un grupo de
economistas con un programa de desarrollo distinto al clásico intervencionismo estatal,
desvinculados de la política y sin intereses económicos.
La situación estructural capitalista se configuró de tal manera que permitió estructurar una
Matriz Populista que consistía en la articulación por parte del Estado, los empresarios
mercado−internistas y los asalariados de una política redistributiva de los ingresos, la
ampliación de las funciones estatales de bienestar y la consolidación democrática.

Capítulo Segundo: Páramo del ciudadano.


El olvido o bloqueo de memoria es un patrón que se repite en sociedades traumatizadas
como Chile. Junto a esta negación dolorosa, está la negación estratégica, el silencio
planificado por el Estado transitorio como receta para la estabilidad y táctica de blanqueo
de Chile, consiste en imponer la convicción de es necesario renunciar al pasado por el
futuro. Esta operación contó con dos objetivos sincronizados: Pinochet necesario para la
transición y Chile Modelo. Con el miedo como justificación, se transforma al Dictador en
Patriarca de un modelo neocapitalista exitoso que habrá de mantenerse.
El consenso es la etapa posterior al olvido, la presunta desaparición de las divergencias
respecto al fin: el desarrollo capitalista impuesto por la Dictadura. Implica
homogenización, desaparición del Otro−adversario, es el acto que funda al Chile Actual.
El consenso tiene estrecha relación con las estrategias de blanqueo y la consiguiente
construcción de la imagen del Chile Modelo. Además, con esto se reconocen legados
básicos de la sociedad pinochetista: la economía y la estructura social, que sólo requerían
pequeños ajustes. Así, la única zona de transformación debe ser la política. Tras el
consenso se oculta un futuro petrificado, la historia como repetición marginalmente
mejorada de la obra de Pinochet.
El consenso debió seducir a empresarios y militares, junto con convencer a la izquierda
de aceptar esta política con el fin de alcanzar la democracia. Además, significó la
conversión de parte importante de los intelectuales democráticos de los años 80 en
socialistas liberales.
Las fuerzas opositoras al régimen decidieron plantearse como alternativa al gobierno lo
hacían sabiendo de antemano que las posibilidades de cambio dependían de los cálculos
estratégicos de los adversarios, condenadas a cambios mínimos. De esta manera, se
articula la concepción criolla de la modernización política.
La jaula de hierro corresponde a un dispositivo de leyes constitucionales elaboradas entre
el 77−89 y a un sistema partidista que se fue formando desde el 83. Los cambios
significativos aportados por la transición fueron sólo en lo político, si bien no es lo mismo
contar o no contar con parlamento, partidos y sindicatos, hay otro tipo de ataduras, por lo
tanto, se trata sólo de una democracia protegida, donde operan poderes fácticos
racionalizados por el derecho positivo, que buscan influir en las decisiones.
Desde este momento se contó con las FFAA como tutores constitucionales del sistema,
es por esto que son diferentes a otros órganos, y merecen poseer autonomía decisoria en
materia de nombramientos y presupuestos.
Junto a esto aparecen los senadores designados, cuya función es permitir la
representación política de las FFAA a través de senadores elegidos entre exoficiales que
han actuado como bloque. Además, un sistema electoral binominal que favorece la
tendencia al empate, recompensando a determinadas minorías sin permitir la
representación de otras excluidas.
En este escenario, la Concertación no puede ir más allá de cambios pactados con los
partidos de derecha y los Senadores designados, pero el problema es que esto no les era
desconocido, por lo tanto, estaban conscientes de que ya participan del sistema y sólo se
limitaron a obtener mejorías marginales. En resumen, la tarea de reproducir el régimen
está en manos de la que era su oposición, es por esto por lo que requieren ocultar la
profundidad del problema, pues es un inconveniente para sus estrategias legitimadoras
mostrar que Chile es una sociedad petrificada, no pueden decir que se trata de una
opción impuesta por la estructura política preestablecida. La consecuencia es la
Concertación está transversalmente atravesada por el neoliberalismo, dando una imagen
que socialismo real o las ideologías marxistas son soluciones del pasado, por tanto,
necesarias de olvidar.
La razón de la crisis política en el Chile Actual proviene de la falsa muerte de las
ideologías perpetrada por una ideología hegemónica que pretende la tecnificación de la
política y se encarga se asesinar ideologías alternativas, o al menos confundirlas con
utopías, siendo que la ideología es el centro alimentador de la acción y normatividad
política, mientras que la utopía cae en el fanatismo y el totalitarismo cruel.
El neoliberalismo es una ideología utópica en cuando tiene una idea natural y por tanto
absoluta del futuro social y justifica el uso de la fuerza para la defensa de estos ideales
trascendentalizados.
El problema es que para eliminar la amenaza de ciertas ideologías utópicas se ha
intentado eliminar a las ideologías en sí, lo que conduce a una política pragmática
orientada al cálculo coyuntural; política a−ideológica, es decir, que no contiene un
proyecto.
En el Chile Actual, la política está restringida primero, porque hay una ausencia de
espacios para ideologías transformadoras, y segundo, porque la voluntad de los
tecnócratas aleja lo político del ciudadano común, quitándole la razón de ser a la
democracia, pues no acepta el principio de la voluntad popular como mejor criterio
decisional.
En esta realidad es que los partidos políticos se vuelven empresas colectivas donde las
ambiciones individuales se subordinan a los fines ideológicos comunes, en asociaciones
privadas para la lucha por el poder de determinados individuos, sin interés en el bien
común.
Para los neoliberales el Estado debe remitirse a frenar a las personas de rebelarse contra
el orden existente. Cuando adquiere más atribuciones (como preferir las decisiones
colectivas y la justicia social) se le piensa como un Estado corrompido, pues su ideal
utópico es un mundo apolítico, utopía que es traspasada a toda la comunidad.
En el Chile Actual el lenguaje de la política es un código cifrado, donde cada discurso
esconde otro. Esto se debe a que no ha existido una purificación, la verdad histórica no ha
sido asumida por las FFAA ni por los empresarios.
Esto se manifiesta también como respuesta a los crímenes, oficializándose el
desvanecimiento en lo colectivo de la responsabilidad individual que, de acuerdo con los
principios de las FFAA, correspondía a los Comandantes en Jefe de sus ramas.
Se instaló como imagen de delitos aislados sin relación con una planificación desde las
cúpulas castrenses. Ante esto, los primeros gobiernos post autoritarismo reconocieron de
inmediato la impunidad éstas. En efecto, legitimaron la creencia oficial de que Pinochet
nada supo de las torturas y los asesinatos.
Por estar pendiente el reconocimiento de los delitos, no puede existir reconciliación ni paz,
y el orden actual se instala sobre una grieta: lo realmente ocurrido es indecible, por tanto,
la política del Chile Actual se construye sobre engaños.
En el 90 aparecen partidos políticos no polarizados, divididos en tres bandos, hacia la
izquierda se tiene a un Partido Comunista débil, arcaico y poco atractivo, y un socialismo
ahora socialdemócrata bajo la inspiración eurocomunista. En el centro está la Democracia
Cristiana donde el liberalismo económico ha borrado la sensibilidad socialcristiana.
Finalmente está la derecha con un enfrentamiento entre bloques: la UDI, organización de
raíz católica, con la estrategia de penetración en el mundo popular a través de un discurso
populista conservador, fieles a la obra militar y RN, partido más heterogéneo en cuyo
interior se enfrentan los liberales democráticos (que critican a los militares) contra la
derecha militarista y nacionalista. Sin embargo, esta lucha los neutraliza como alianza.
Este sistema funciona, pues el electorado, cansado de los extremismos busca ofertas
moderadas y ya no se juega el todo o nada en cada elección, sólo se juegan pequeños
ajustes que les importan más a grupos de interés que al ciudadano común.
Todo esto se desenvuelve en una estructura moderada que le hace mal al sistema
partidista, porque no entusiasma y porque tanto acuerdo no resulta creíble. Hay
demasiada redundancia, y ante un sistema tan homogéneo, la política parece ociosa,
irrelevante.

Capítulo Tercero: Paraíso del consumidor.


Se desarrolla la industrialización en los años 30 donde el Estado juega un rol fundamental
para modernizar el atrasado capitalismo chileno, la consecuencia de esto fue el
confinamiento en el mercado interno, sobre la base de restringir los incentivos para
aventurarse en los mercados externos. Este fenómeno lleva a que la relación entre
desarrollo capitalista y política genere una matriz populista que valiéndose de las ventajas
socioeconómicas incorpora a los sectores populares al sistema de dominación
desperfilando el conflicto de clases.
El populismo funcionaba sobre la base de garantizar la ganancia empresarial con el puro
potencial de demanda del mercado interno urbano. Este hecho aumentaba la
dependencia entre empresarios industriales y asalariados y por tanto mejoraba el espacio
de maniobra sindical como la sensibilidad del gobierno a las demandas laborales.
Luego vino el estancamiento de la industrialización como efecto de la dependencia
externa en materias de propiedad de las materias primas y la poca innovación de un
empresariado conformista que se refugiaba de los riesgos detrás del subsidio estatal.
Desde 1973, con la completa reestructuración económica se pasó a una economía
abierta. Ante la renovada orientación exportadora de la economía se han ido consolidando
mercados externos para ciertas cantidades de productos manufactureros, con lo cual la
producción para el mercado interno ha disminuido. Por tanto, ya no hay presiones
estructurales para políticas de distribución, ahora dependen de su competitividad en un
mercado global, con la ayuda del crédito para satisfacer las necesidades de consumo a
través del endeudamiento.
El despegue de la economía chilena desde el 73 fue lento, y de hecho fue mejorando con
la llegada de la transición que no ha dañado la performance económica, sino que ha
prolongado el auge del "milagro chileno", por medio de los mecanismos de presión
establecidos.
El discurso de la Concertación ha sido el del crecimiento con equidad, sin embargo, las
cifras de pobreza señalan que no sería suficiente la política del chorreo. Todas las cifras
muestran un aumento significativo del gasto social, pero ello no ha evitado una
disminución de la participación de los quintiles más bajos en la generación del ingreso.
Las diferencias entre los primeros y últimos deciles son aplastantes, pero esta democracia
se sostiene con tal injusta distribución porque el sistema de dominación es tan complejo
en su mecánica de integración social, que no permite siquiera el inconformismo. Es tan
fuerte el mito de ser súper modernos que se hace desconocido el subdesarrollo real,
sobre todo cuando la ciudadanía es conquistada con el consumo.
Los sectores integrados por la vía del consumo cubren casi todos los sectores. Si no
pueden costear los bienes de consumo con sus ingresos, lo hacen mediante el crédito,
que permite desarrollar estrategias de mejoramiento de las condiciones de vida. No son
estrategias de movilidad social, puesto que su efecto es participar de la ciudadanía sin
que haya un cambio de estrato.
La masificación crediticia tiene relación con la facilitación del acceso, pues las financieras
han disminuido sus exigencias, y la instauración de sistemas de acceso automático como
las tarjetas de crédito, con las cuales se forma un dinero plástico que puede ser medido
por el Estado, pero no controlado.
De este modo se ejerce una forma de la ciudadanía: el ciudadano credit−card, que ha
aprendido que su futuro está en seguir siendo un trabajador creíble, para que se le abra la
puerta a futuros consumos, por lo tanto, el crédito es eficiente como factor de
disciplinamiento pues en la medida en que el asalariado deja de pagar, su ciudadanía se
desvanece pues ha perdido la posibilidad de extender mágicamente su salario y realizar
todos nuestros deseos. Se vuelve nadie. Así el ciudadano se despolitiza y sólo lucha por
sus derechos como consumidor
El consumismo se relaciona con el placer: al permitir cumplir nuestros deseos, es un
mecanismo de domesticación social gracias a que es un dominio oculto bajo la
satisfacción, allí reside su fuerza. De no ser placentera, no funcionaría esta mecánica de
dominación.
En el Chile Actual, la economía genera formas postizas de proteger al individuo de la
inequidad distributiva, dotándolo del crédito que proporciona una esperanza concreta, que
no puede otorgar el discurso ideológico y sus narraciones etéreas. La política no es capaz
de hacer lo que hace el consumo: proporcionar a los buenos clientes, la esperanza de un
confort creciente.
Antes del 73 el consumo era casi imposible dado los controles estatales a las
importaciones y la condena moral que significaba el despilfarro y la ostentación, hoy, por
el contrario, vivir lujosamente es una señal de prestigio. La riqueza dejó de ser privada.
El Chile Actual es una sociedad plenamente penetrada por el espíritu mercantil: se ha
eliminado el subsidio a los productos de primera necesidad y la gratuidad de los servicios
públicos, funcionando de manera plena el mercado laboral. Esto ha significado en cambio
de un Estado de bienestar (que buscaba la gratuidad de los bienes sociales básicos) a un
Estado liberal que ha mercantilizado la salud y la educación.
La fuerza de trabajo pasó a operar como verdadera mercancía, sometida a los
mecanismos de la competencia (autorregulación). Así, el movimiento obrero está en jaque
en las sociedades neoliberales; se disuaden las formas organizadas para incentivar el
mérito individual como forma de llegar al éxito.
La otra cara del consumismo es el conformismo. El Chile Actual es una sociedad donde el
sometimiento a la labor consume la energía de los individuos, dejándolos sin aire para
otras formas de la vida activa. El consumo aparece, así como compensación de una vida
dedicada a laborar, es el merecido descanso. Y una sociedad de ingresos desiguales y
donde el consumo le da sentido al existir es una sociedad meritocrática y trabajólica,
puesto que el endeudamiento implica intensificar el trabajo. A la vez que placer, sobre
consumir es auto explotarse, de este mecanismo resulta la visión pesimista pero
conformista, la idea de un mundo agobiante pero que no puede cambiarse (impotencia).
El Chile Actual conformaría un gigantesco mercado donde la integración social se realiza
en el nivel de los intercambios más que en el nivel de lo político y ciudadano. El individuo
político orientado hacia la esfera pública y que vivía por las causas es reemplazado por el
burgués atomizado que vive para sus propias metas. Esta sociedad genera dos
conformismos: 1) visión optimista del Chile Actual: la mayor modernización acarrea mayor
democracia; 2) visión pesimista y fatalista que conduce a consagrar la omnipotencia de la
dominación.
Por la atomización general ocurrida en las relaciones sociales, no ha podido surgir una
sociedad civil más fuerte. La flexibilización del de trabajo, obliga a que los trabajadores
disminuyan los riesgos de conflicto por miedo a la incertidumbre del empleo, favoreciendo
estrategias de acomodo en contra de estrategias colectivas de lucha. La expansión del
consumo a crédito consolida la forma individual de acceso a oportunidades.

Capítulo Cuarto: La violencia de la ciudad.


Santiago ha dejado de ser una ciudad pueblerina, una aldea bulliciosa pero no sofisticada,
una ciudad aún tranquila y tímida como lo era hasta 1973, para ser hoy una urbe violenta
y caótica. La violencia desde el Estado se ha desplazado a la vida urbana. De este
desorden del desarrollo urbano, las principales víctimas los sectores populares ya que los
ricos se aíslan en sus cómodos barrios. Existe una noción privatista del uso del espacio,
que no toma en cuenta e problema de la escasez del suelo.
Santiago ha crecido monstruosamente y el mercado se ha aprovechado de esta tendencia
para que, en vez de regular y ordenar la cuadrícula urbana, opere en función del lucro.
Santiago se ha convertido en un hoyo contaminado, no sólo por la urbanidad sino por el
síndrome individualista de tener automóvil.
La mercantilización de las calles a través de los parquímetros y la tarificación vial,
contribuyen a aumentar el carácter fetiche del automóvil. Se debilita cada vez más su
utilidad (es muy costoso salir a trabajar con él), pero aumenta su carácter consagratorio.
En el Chile Actual, la delincuencia ha sido instalada como un problema crucial. La agenda
ideológica de la Concertación ha creado la imagen de un recrudecimiento de la
delincuencia; los medios informan sobre numerosos asaltos hasta representar una ciudad
sitiada. Esto ha llevado al afán de seguridad contra los invasores que vienen de los
cordones populares, cargando contra los excluidos: delincuencia = pobreza. En vez de
estudiarse la delincuencia como efecto de una contradicción social, se trata como si fuese
la elección voluntaria de los sujetos y no por culpa del consumismo que incita a tener
dinero por el medio que sea posible
La identificación de los pobres como la clase peligrosa, nido de delincuentes contra la
propiedad, proviene de un defecto de mirada, el foco no debiera dirigirse a la pobreza
como tal sino a la escasez, al desbalance entre expectativas socialmente internalizadas y
los logros. Por ello en el Chile Actual hay delincuentes pobres y ricos (estafas): ambas
víctimas de la escasez, de la necesidad de tener.

Capítulo Quinto: La clave interpretativa del Chile actual.


Para comprender el Chile Actual es necesario establecer el vínculo histórico que une a
este Chile post autoritario con el dictatorial, pues se trataría de una culminación exitosa
del transformismo, largo proceso de preparación durante la dictadura (comienza en el 77 y
se fortalece en el 80) de una salida destinada a la continuidad de sus estructuras básicas
bajo otros ropajes. El objetivo es el “gatopardismo”, cambiar para mantener. Cambia el
régimen de poder, se pasa de una dictadura a una cierta democracia, pero no hay un
cambio del bloque dominante.
La Dictadura Revolucionaria contó con dos etapas: la primera fue la terrorista, entre 1973
y 1980, y la segunda fue la constitucional desde el 80 hasta el comienzo de la
democracia. Esta segunda fase no representó una liberalización jurídica, si bien hubo una
descomprensión política, ésta fue sólo de facto ya que se manejó desde arriba en función
de legitimar la Constitución por parte de los opositores. El eje articulador de esta
operación transformista fue obligar a la oposición a ese reconocimiento, así se aseguraba
el éxito de la continuidad del modelo neoliberal.
Epilogo 1
En verdad, la dictadura militar logró sobrevivir durante dieciséis años por una combinación
de terror, proyecto, coacción y astucia política. Un cambio radical de la Constitución sólo
hubiera sido posible con un pacto que involucrara a la totalidad de los senadores de
Renovación Nacional o con una política de sobre pasamiento de la legalidad. Pero esta
última, a su vez, era y es impensable, por el ya mentado rol tutelar de las FF.AA. En
verdad, en una empresa es difícil luchar contra una dictadura que realiza con éxito un
proyecto de clase que no tiene escrúpulos (sólo cálculo) para el uso del terror, que logra
mantener la unidad de su fuerza de apoyo básica (los militares) y que en las buenas y en
las malas, concita la adhesión del empresariado. Lo que se buscaba con ello era crear un
nuevo tipo de estado llamado neoliberal. El Estado neoliberal opera como un agente
coordinador de las operaciones de reproducción del nuevo tipo de sociedades capitalistas
que se han instalado o se están instalando como resultante de la efectiva globalización de
economías capitalistas, favorecidas por la desaparición de las determinaciones
geopolíticas provocadas por la bipolaridad. El éxito del Estado neoliberal instalado en
Chile reside en esta doble capacidad de anulación del movimiento asalariado, de
reducción de la politicidad y de creación de un imaginario estado de "modernidad" triunfal
que ha engolosinado a las capas políticas dirigentes. El secreto de este Chile actual es
que la superficie es calma, porque era una de las principales operaciones estratégicas del
Estado neoliberal la de debilitar la política. Por tanto, la apariencia de calma está
construida sobre el debilitamiento intencionado de la democracia.

Epilogo 2
Este epílogo intenta desarrollar, bajo el falso propósito de explicar por qué se escribió este
libro, la idea de conocimiento histórico y la idea de práctica histórica que se tiene en
mente y que se espera, hayan guiado las interpretaciones y la invención del presente, de
nuestro autor.
*Razones teóricas
La realidad social, dado que es producción histórica y no evolución, no sólo es
incomprensible sin conocimiento historiográfico, también es inabordable. La ausencia de
conciencia historiográfica coloca a la realidad fuera del alcance de la acción humana,
como si fuese natural y no histórica. Dejar de lado la noción de la historia como producto
de las intervenciones de sujetos sobre estructuras, convertiría al conocimiento histórico en
irrelevante, porque se estaría ante una “maduración” y no una producción. En la medida
que la historia es producción, la historiografía adquiere valor. A través de sujetos
estructuralmente situados se puede convertir en saber activo en el proceso de producción
de historicidad.
*Razones históricas
Estas tienen más bien relación con la historia particular de esta sociedad con la historia
concreta de su subjetividad colectiva. Así, hay sociedades en que la conciencia
historiográfica se transforma en una necesidad vital por las propias características de su
devenir, por su experiencia vital. De un modo genérico puede decirse que es así en las
sociedades que han vivido cierto tipo de periodos trágicos. Como, por ejemplo: Chile,
Argentina, Uruguay, etc. A todos estos países les tocó vivir la experiencia del “terror
blanco”. Todo lo ocurrido en el periodo de dictadura en nuestro país, nos hace pensar que
si las acciones del gobierno derechista fueron acciones necesarias por el bien común o
fueron impuestas para el beneficio de los mismos grupos de elite del país. Siguiendo esa
línea, más bien esa obsesión, el objetivo de este libro ha sido reconstruir la “genealogía”
de la actualidad. Para ello fue necesario proponer una interpretación del presente y luego
observar su gestación, titubeante e incierta como todo proceso histórico.
*El papel de la conciencia histórica
Detrás del modo de cómo se plantea la relevancia del libro subyace una idea de matriz.
Ella es la noción de que el conocimiento historiográfico al impulsar o favorecer la
instalación no determinística de una conciencia histórica, puede convertirse en un
instrumento de la acción histórica. El análisis histórico pasa a ser un “arma” de cambio
social. Los objetivos o fines de la acción pueden ser: A) reproducir, esto es mantener las
fuerzas inerciales del sistema, B) adaptar al sistema a nuevas condiciones provenientes
del “exterior” o del “interior” produciendo un ajuste o un “transformismo” y C)
“revolucionar” el sistema, generando intervenciones en contra de las tendencias
autorreproductoras o de las estrategias de reproductibilidad o ajuste, generando crisis o
“desquiciamiento” para abrir espacio a transformaciones. Estas últimas acotaciones
resultan indispensables para entender el Chile actual. Este Chile proviene de una
revolución capitalista que surgió derrotando el proyecto de otra, “la vía chilena al
socialismo”. Pero lo Actual ha conseguido sacralizarse, ha sido consagrado como natura.
Esa operación nos niega el derecho al futuro, a realizar la alusión borgiana “ahora quiero
acordarme del porvenir”. Mientras permanezcamos allí, en ese punto cristalizado, en este
nuevo paganismo que considera lo social como sagrado, podremos tener historia (pues
ésta nunca termina) pero habremos renunciado a la historicidad. Habremos renunciado a
la esperanza del Nuevo Mundo.

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