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Clase del 23 de abril de 2020

a) Consumo Sustentable

b) Acción de Prevención y Precaución

a) Consumo Sustentable

Acceso al Consumo

Este principio se encuentra consagrado constitucionalmente, en el párrafo primero del


art. 42, el que establece el derecho de los consumidores a un trato equitativo y digno:
“Los consumidores y usuarios de bienes y servicios tienen derecho, en la relación de
consumo, a la protección de su salud, seguridad e intereses económicos; a una
información adecuada y veraz; a la libertad de elección, y a condiciones de trato
equitativo y digno.”

El concepto de acceso al consumo sustentable establece una vinculación entre el


derecho del consumidor, el acceso a bienes básicos y el derecho ambiental.

La noción de “desarrollo sustentable” fue utilizada por primera vez en un informe


elaborado para la Comisión Mundial del Medio Ambiente y Desarrollo de la ONU, por
distintas naciones en 1987 para la ONU, por una comisión encabezada por la doctora
Gro Harlem Brundtland, entonces primera ministra de Noruega. Originalmente se llamó
Nuestro Futuro Común (Our Common Future, en inglés).

Luego se incorpora al lenguaje de derecho internacional en la Conferencia de las


Naciones Unidas sobre Medio Ambiente y Desarrollo, de Río de Janeiro, en 1992, la
que en su Principio 4 establece: “A fin de alcanzar el desarrollo sostenible, la protección
del medio ambiente deberá constituir parte integrante del proceso de desarrollo y no
podrá considerarse en forma aislada.” Asimismo, en su Principio 8 expresa: “Para
alcanzar el desarrollo sostenible y una mejor calidad de vida para todas las personas, los

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Estados deberían reducir y eliminar las modalidades de producción y consumo
insostenibles y fomentar políticas demográficas apropiadas.”

Nuestra Constitución Nacional, luego de la reforma de 1994, incorpora la noción de


desarrollo sustentable en su Artículo 41 en su primera parte, el que versa: “Todos los
habitantes gozan del derecho a un ambiente sano, equilibrado, apto para el desarrollo
humano y para que las actividades productivas satisfagan las necesidades presentes sin
comprometer las de las generaciones futuras; y tienen el deber de preservarlo.”

En la ley 26.361 de Defensa del Consumidor, este principio se encuentra


consagrado expresamente acorde al precepto constitucional en su Art. 8 bis:

“Trato digno. Prácticas abusivas. Los proveedores deberán garantizar condiciones de


atención y trato digno y equitativo a los consumidores y usuarios. Deberán abstenerse
de desplegar conductas que coloquen a los consumidores en situaciones vergonzantes,
vejatorias o intimidatorias. No podrán ejercer sobre los consumidores extranjeros
diferenciación alguna sobre precios, calidades técnicas o comerciales o cualquier otro
aspecto relevante sobre los bienes y servicios que comercialice. Cualquier excepción a
lo señalado deberá ser autorizada por la autoridad de aplicación en razones de interés
general debidamente fundadas En los reclamos extrajudiciales de deudas, deberán
abstenerse de utilizar cualquier medio que le otorgue la apariencia de reclamo judicial.

Tales conductas, además de las sanciones previstas en la presente ley, podrán ser
pasibles de la multa civil establecida en el artículo 52 bis de la presente norma, sin
perjuicio de otros resarcimientos que correspondieren al consumidor, siendo ambas
penalidades extensivas solidariamente a quien actuare en nombre del proveedor.”

En el Código Civil y Comercial de la Nación, también encuentra sustento este principio


dentro del capítulo que protege los derechos personalísimos de la persona humana,
específicamente en el Art. 51, el que consagra la Inviolabilidad de la persona humana,
estableciendo que “La persona humana es inviolable y en cualquier circunstancia tiene
derecho al reconocimiento y respeto de su dignidad.”

Luego de encontrar las fuentes de este derecho, puede ser conceptualizado. Para ello
deben distinguirse dos facetas del mismo:

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Por un lado, puede definirse como el derecho que tienen los consumidores a no ser
discriminados en la relación de consumo arbitrariamente por parte de proveedores de
bienes y servicios, no pudiendo ser excluidos u objeto de tratos inadecuados en razón de
su edad, credo religioso, sexo, condición económica o social, tipo racial, nivel de
educación, poder de negociación.

Es el derecho a un trato digno en la relación de consumo, entendiendo aquí a la


dignidad como trato justo en la relación de consumo, con respeto a la vida, salud, e
integridad física de las personas.

Pero también este principio implica el derecho de los consumidores de poder consumir,
derecho que debe extenderse a todos los sectores de la población.

Este principio se vincula, por lo tanto, con la importancia de promover un desarrollo


económico y social justo, equitativo y sostenido, que permita el desarrollo humano,
paradigma consagrado en el citado Art. 41 de nuestra Constitución Nacional.

El concepto de desarrollo humano se fue perfilando en los documentos del Programa de


las Naciones Unidas para el Desarrollo -PNUD- correspondientes a los años 1990 a
1994, en donde se define como “el proceso mediante el cual se amplían las
oportunidades del ser humano (...) entre las oportunidades más esenciales se destacan:
a) disfrutar de una vida prolongada y saludable; b) adquirir conocimientos, y c) tener
acceso a los recursos necesarios para una vida decente”

En 2012 se realizó la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Desarrollo Sostenible


"Río+20". Allí se adopta el Marco Decenal de Programas, en el párrafo 226 del
documento final, “El futuro que queremos”. Se trata de un marco global de acción, para
fortalecer la cooperación internacional y acelerar el cambio hacia patrones de
producción y consumo sustentables.

La noción de consumo sustentable, como puede advertirse, tiene diversas aristas pues
cumple necesariamente con la misma premisa constitucional del desarrollo humano
sustentable en cuanto a permitir la satisfacción de las necesidades presentes sin
comprometer la satisfacción de las propias de las generaciones futuras.

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Pero para ello el consumo sustentable supone por un lado una producción
sustentable y por el otro un consumidor educado e informado respecto al bien o
servicio que consume y el impacto que la producción y desecho del mismo tiene en el
medio ambiente.

De allí que el Estado será el encargado de promover el diseño, la elaboración y la


comercialización de productos y servicios que ahorren energía y no sean contaminantes,
sino ecológicamente racionales, lo que implica que su elaboración no lleve al
agotamiento de recursos naturales y que el producto durante todo su ciclo de vida no
tenga una repercusión negativa en el ambiente, sobre todo al finalizar ese ciclo y
convertirse en desecho, pues debe evitarse la generación de contaminación y desechos
por encima de la capacidad de la tierra para absorberlos.

Asimismo, es muy importante que se eduque e informe al consumidor mediante


publicidades y campañas de información pública sobre los efectos que los productos y
servicios que consumen provocan en el medio ambiente, tanto en el momento de su
producción como al desechar los mismos.

El Estado debe promover entre los consumidores la cultura de la reutilización y el


reciclado de lo que se consume, y cuando esto no sea posible, debe educar a la
población para que el desecho de residuos sea también sustentable, lo que implica
políticas ambientales claras de tratamiento y disposición final de residuos.

Qué es Consumo sustentable:

Consumo sustentable se refiere al uso de bienes y servicios de manera responsable


para minimizar la utilización de recursos naturales, reducir las emisiones de
contaminación y desechos, a fin de evitar poner en riesgo la vida de las generaciones
futuras.

Desde hace varios años el término de consumo sustentable ha tomado mayor


importancia, tanto así que forma parte de las políticas públicas hacer énfasis en la

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necesidad de controlar la producción y consumo de bienes y servicios para evitar en lo
posible el deterioro del planeta Tierra y asegurar la vida de los seres vivos.

Los seres humanos, como consumidores, tienen la responsabilidad de tomar las acciones
correctas para crear, promover y transmitir todos aquellos métodos de consumo
sustentable que conlleven al ahorro energético, la disminución de desperdicios y la
reducción de contaminación.

Por su parte, las empresas, fábricas y demás productores también deben hacer planes de
producción sustentables haciendo uso racional de los recursos naturales, en especial de
los no renovables, e incentivar al consumidor a ser más responsable al momento de
elegir un producto según su nivel de contaminación.

El consumo y producción sustentable es un paradigma que está en práctica desde hace


varios años, especialmente por agricultores, quienes han percibido y experimentado las
consecuencias de la contaminación de los suelos y del agua en cuanto a producción de
alimentos se refiere.

Por tanto, es importante fomentar la creación de empresas o sistemas de producción y


consumo que se encarguen de llevar a cabo el proceso de reciclaje, como forma de
consumo responsable, de los bienes que se pueden reutilizar una o más veces antes de
convertirse en desperdicio, por ejemplo, el vidrio, el cartón, el papel, entre otros.

También es necesario hacer planes educativos generales, tanto por parte del Estado
como de las empresas, a fin de enseñar a los ciudadanos de qué manera se deben
escoger, consumir y desechar los productos siguiendo pasos y hábitos sustentables.

Por otra parte, el consumo sustentable de alimentos también hace referencia al método
de cocina de aprovechamiento, el cual se fundamenta en utilizar al máximo todos
aquellos ingredientes que se consideran desperdicios, cuando aún se pueden utilizar.

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B) Acción de prevención

Los daños pueden ser inmediatos y claramente relacionados con el servicio utilizado o
el producto adquirido. El problema es mayor cuando los daños se manifiestan a mediano
o largo plazo (por sustancias cancerígenas, por ejemplo). ¿Cómo se puede demostrar
que la exposición a un grupo de compuestos sintéticos es la causa del cáncer que se
manifiesta años después en una persona?

El hecho de que es casi imposible demostrar esta relación y, por lo tanto, muy difícil
exigir la reparación del daño, nos plantea que la única alternativa para proteger nuestra
salud y la de nuestro entorno es a través de la prevención y aplicando el Principio
Precautorio.

La Función preventiva

 El nuevo Código Civil y Comercial de la Nación incluye la prevención de todo tipo de
daños como objeto también de su regulación jurídica, sin dejar por ello de ocuparse de
la reparación o compensación del mismo cuando, pese a la prevención, éste ha ocurrido.

 La función de prevención, articulada como deber de prevención, está contemplada en


los artículos 1708 y en particular, en la Sección 2ª del Capítulo I, del Título V del CCC,
que comprende los artículos 1710 a 1715. Podríamos decir que la función preventiva
tiene dos subfunciones:

a) La función preventiva típica; y

b) La función preventiva de agravamiento.

En la primera, el objetivo es la prevención absoluta de la ocurrencia del daño. En la


segunda, la función preventiva recae sobre el agravamiento de un daño ya acaecido. 
Ambas funciones se conjugan en las cuatro facetas contempladas en el artículo 1710:

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 a) La evitación del daño que podría causar uno mismo, referida en el inc. a) de dicho
artículo;

 b) La evitación (conforme las circunstancia) de la ocurrencia de un daño de causa


ajena (inc. b), primera parte);

 c) La mitigación de un daño ya ocurrido (“o disminuir su magnitud”) (inc. b), primera
parte in fine; y

 d) La omisión de agravamiento, consistente en una conducta negativa que procure


evitar que las consecuencias del daño sean más gravosas (inc. c).

En relación a estas cuatro alternativas, el artículo 1711 CCC prevé la procedencia y


modalidades de la acción preventiva; así:

 1) Prevé una acción preventiva pura (ante la previsibilidad de un daño  aún no
ocurrido)

 2) Una acción preventiva de continuación, cuando el daño ya ha ocurrido, pero se


intenta prevenir su continuación; y

 3) Una acción preventiva de agravamiento, cuando el daño no sólo continuará, sino
que, se prevé, se hará más gravoso.

 Es claro que la función preventiva está encarnada especialmente en la primera parte del
artículo 1711. Las otras dos figuras no hablan ya de la prevención, sino de la mitigación
del daño ya ocasionado y, en este sentido, pareciera que exceden la función preventiva.

Ello con el agravante que, en tanto para la acción preventiva de continuación la


legitimación es amplia, pero de alguna forma restringida (“Están legitimados para
reclamar quienes acreditan un interés razonable en la prevención del daño” (art. 1712
CCCN.

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 Por otro lado, tanto la función de prevención, cuanto la función de mitigación cuando la
prevención ha fallado es predicada tanto del causante del daño, como de la víctima y del
tercero.

 En relación a la medida judicial que dispone la acción de prevención (llamada


“sentencia” en el art. 1713 CCCN, puede consistir en una orden definitiva o provisoria,
que imponga obligaciones de dar, hacer o no hacer pero que, ha de ser guiada por dos
criterios estrictos: a) la menor restricción posible; y b) el medio más idóneo para
asegurar la eficacia en la obtención del bien perseguido.

 No resulta claro si a través de la acción preventiva es posible o no reclamar daños. En


principio, pareciera que el objeto tutelar de la acción prevención, continuación o
agravamiento no alcanza la reparación del daño. Si bien el artículo 1713 prevé que la
sentencia que “admite la acción preventiva debe disponer… obligaciones de dar, hacer o
no hacer…” parece claro que esas obligaciones se refieren, siempre, a la prevención del
daño, y no a su reparación.

  Función de la prevención

El obligado principal a prevenir será el autor material de dicha conducta que lo


convierte en potencial dañador por causación originaria del menoscabo o de su
intensificación, pero también puede serlo un tercero que no generó el peligro, pero que
puede eliminarlo o atenuar sus efectos e incluso la propia víctima del daño ya sufrido en
este último supuesto será de aplicación el art. 1729 C.C.C.N

El concepto de daño utilizado en el ámbito preventivo es el de daño en sentido amplio o


daño lesión que es al que hace alusión el art. 1737 C.C.C.N.

b) Carácter injustificado del daño: “El precepto alude al deber de prevenir daños no
justificados art. 1710.

a), lo cual debe interpretarse en el sentido que la causación o la no evitación de daños


debe provenir de una conducta antijurídica sólo hay un deber de evitar daños derivados
de actos ilícitos; no en cambio cuando estos son legítimos

La operatividad del art. 1711 presupone la antijuricidad en la conducta de aquel que


tiene a su cargo el deber de prevención.

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El deber de prevención no se configura cuando la situación de riesgo de daños se
enmarca en la realización por parte del agente de una conducta justificada conforme al
ordenamiento jurídico, como sería si la actividad importara un ejercicio regular de un
derecho.

El art.1710 C.C.C.N. define el criterio de evaluación que hay que realizar para saber si
el sujeto pasivo tenía o no dicha posibilidad de prevención.

La disposición refiere a que “toda persona tiene el deber” lo que denota el carácter
universal del deber preventivo, y agrega “en cuanto de ella dependa” de adoptar “de
buena fe y conforme a las circunstancias, las medidas razonables para evitar que se
produzca un daño, o disminuir su magnitud”, lo que importa un “juicio de evitabilidad
o de mitigación” en concreto.

Principio Precautorio

Se ha dicho con acierto, que el factor de atribución de la responsabilidad ha girado de la


culpa en el siglo XIX al riesgo y la prevención en el siglo XX, y que el actual (siglo
XXI), es la era de la precaución.
El Principio de Precaución que implica un giro de noventa grados en la mentalidad
jurídica toda vez que opera sobre la base de la incertidumbre, hoy en día es uno de los
principios de referencia en el derecho ambiental.
Al decir “sobre la base de la incertidumbre”, estamos diciendo también sobre la
base de la ausencia de información.
Ahora bien, entres las diferencias que se remarcan tanto en la doctrina nacional y
extrajera, entre prevención y precaución, destacamos las siguientes:
a) Se sabe que el principio de prevención tiende a evitar un daño futuro pero cierto y
mensurable, el principio de precaución introduce una óptica distinta: apunta a impedir
la creación de un riesgo con efectos todavía desconocidos, y por lo tanto imprevisibles.
Su ámbito será la incertidumbre.
b) “No debe confundirse este principio con el de prevención. En efecto, la prevención es
una conducta racional frente a un mal que la ciencia puede objetivar y mensurar, o sea
que se mueve dentro de las certidumbres de la ciencia. La precaución –por contrario–
enfrenta a otra naturaleza de la incertidumbre: la incertidumbre de los saberes
científicos en sí mismos.

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c) El principio de precaución funciona cuando la relación causal entre una determinada
tecnología y el daño temido no ha sido aun científicamente comprobada de modo pleno.
Esto es precisamente lo que marca la diferencia entre la “prevención” y la “precaución”
En la prevención la peligrosidad de la cosa o actividad ya es bien conocida. En
cambio, en la precaución la incertidumbre recae sobre la peligrosidad misma de la cosa,
porque los conocimientos científicos son todavía insuficientes para dar respuestas
acabadas al respecto.
Dicho de otro modo, la prevención nos coloca ante el riesgo actual, mientras que en el
supuesto de la precaución estamos ante un riesgo potencial es precisamente lo que
marca la diferencia entre la “prevención” y la “precaución.
El Principio Precautorio no está explícitamente mencionado en la normativa de la Ley
de Defensa del Consumidor ley 24.240.
Pero si analizamos sus artículos, podemos encontrar elementos que caracterizan dicho
principio, de forma tal que el legislador pudo haberlo tenido en cuenta como
instrumento jurídico en pos de la protección de los consumidores.
El artículo 5 dispone que “las cosas y servicios deben ser suministrados o prestados en
forma tal que, utilizados en condiciones previsibles o normales de uso, no presenten
peligro alguno para la salud o integridad física de los consumidores o usuarios”.
El texto del artículo no alude al daño a la salud sino al peligro a la salud, que no es
exactamente lo mismo. El mero peligro puede o no concretarse en un peligro, llegar a
no a producirlo en concreto. Empero sufrir la eventualidad de un daño, pasar por un
peligro cierto es ya un menoscabo o detrimento.
Por otro lado, el artículo 40 dispone “Si el daño al consumidor resulta del vicio o riesgo
de la cosa...”, lo que ha llevado a sostener por parte de la doctrina a considerar que
la ley hace una imputación amplia del riesgo, que en general no ha sido tolerada en el
Derecho Comparado.

En tanto que en la doctrina extranjera, Antonio Benjamín, destacado jurista brasileño,


ha dicho con razón “El Derecho del consumidor es fundamentalmente preventivo y
hasta precautorio, a la vista de ciertas características del mercado: la velocidad de las
transformaciones; la aparición diaria de nuevas y más complejas modalidades de
negocios y tecnologías, la vulnerabilidad del consumidor, bien para evitar, per se, el

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daño, bien para buscar su reparación; la naturaleza y dimensión de los accidentes de
consumo, muchas veces de difícil reparación cuando no imposible”.

Principio precautorio

El principio de precaución fue incorporado expresamente al derecho argentino por la


Ley General del Ambiente 25675, vigente desde diciembre de 2002. El art. 4 de esa ley
lo enumera entre los principios generales en los siguientes términos:   

“La interpretación y aplicación de la presente ley, y de toda otra norma a través de la


cual se ejecute la política Ambiental, estarán sujetas al cumplimiento de los siguientes
principios: (…)

Principio de prevención: Las causas y las fuentes de los problemas ambientales se


atenderán en forma prioritaria e integrada, tratando de prevenir los efectos negativos
que sobre el ambiente se pueden producir.

Principio precautorio: Cuando haya peligro de daño grave o irreversible la ausencia


de información o certeza científica no deberá utilizarse como razón para postergar la
adopción de medidas eficaces, en función de los costos, para impedir la degradación
del medio ambiente.

Principio de responsabilidad: El generador de efectos degradantes del ambiente,


actuales o futuros, es responsable de los costos de las acciones preventivas y
correctivas de recomposición, sin perjuicio de la vigencia de los sistemas de
responsabilidad ambiental que correspondan”.

Tres aspectos de esta norma merecen ser señalados:

1- Distingue expresamente entre prevención y precaución.

2- Menciona la incertidumbre científica como presupuesto necesario para el


funcionamiento del principio de precaución, requisito que lo distingue del principio de
prevención.

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3- Dispone que el principio de precaución se aplica no sólo cuando está en juego
esta ley sino toda la normativa ambiental. En efecto, el art. 4 de la ley 25.675 afirma
que a estos principios queda sometida la interpretación y aplicación de “toda otra
norma a través de la cual se ejecute la política ambiental”.

La incorporación del principio de precaución no obedece a un capricho del legislador


argentino. Por el contrario, en materia ambiental, el principio de precaución reconoce
una larga historia, no sólo jurídica.

Normalmente, es difícil determinar con exactitud la fecha en que una noción aparece en
el contexto jurídico. Generalmente, el principio de precaución se vincula al pensamiento
filosófico de Hans Jonás

. Lo cierto es que, en América, la incorporación del principio de precaución a la


normativa ambiental se extendió después de la Declaración de Río, aplaudida por la
doctrina de nuestros países, y también por la europea, tanto a nivel del derecho
comunitario como en el más extenso de los Derechos Humanos.

El principio de precaución en el ámbito de la función resarcitoria de la


responsabilidad civil

Aún en el ámbito ambiental, el principio de precaución juega, principalmente, en el


ámbito de la prevención. En efecto, la mayoría de las sentencias que aplican
correctamente el principio de precaución disponen medidas para evitar daños posibles.
No son decisiones de reparación del daño causado.

De cualquier modo, aunque con menor intensidad, también tiene repercusiones en el


ámbito de la reparación. Así, por ejemplo, si el daño finalmente acaece y el Estado nada
hizo sobre la base de que no había certeza sino incertidumbre, puede ser responsable por
el incumplimiento de la obligación de actuar previsto en el art. 4 de la ley del ambiente
si esa omisión tiene relación causal adecuada con el daño producido.

En cambio, si el gobierno toma medidas razonables y, finalmente, el daño no se


produce, la reparación a favor de quien sufrió un daño por alguna medida restrictiva

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podría funcionar sólo si se dan los presupuestos que cada legislación requiere para hacer
responsable al Estado por acto lícito.

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