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La Universidad, el Cambio de Época

y el “Modo Contexto-Céntrico” de Generación de Conocimiento1

José de Souza Silva2


Red “Nuevo Paradigma” para la Innovación Institucional en América Latina
Servicio Internacional para la Investigación Agrícola Nacional (ISNAR)
j.desouza@cgiar.org

1
Versión ampliada de la conferencia presentada en el Seminario Internacional “La Educación Superior: las
nuevas tendencias”, realizado en Quito, 23 y 24 de julio de 2002, promovido por el Consejo Nacional de
Educación Superior (CONESUP) del Ecuador. Este trabajo integra un proyecto más amplio de investigación-
acción financiado por la Agencia Suiza para el Desarrollo y la Cooperación (COSUDE) en América Latina.
Sin embargo, la visión y opiniones compartidas aquí no necesariamente coinciden con la visión y opiniones
de la organización del autor, ISNAR, o de la COSUDE.

2
Ingeniero Agrónomo brasileño; Ph.D. en Sociología de la Ciencia y la Tecnología; ex–Gerente de la
Secretaría de Gestión Estratégica de la Empresa Brasileña de Investigación Agropecuaria (EMBRAPA),
Brasilia, Brasil; ex–Oficial Superior de la FAO, Roma, Italia, para los Recursos Genéticos de América Latina
y el Caribe; actual Gerente de la Red “Nuevo Paradigma” para la innovación institucional en
Latinoamérica; y creador de la Teoría del Cambio de Época que interpreta la cuestión institucional
asociada al fenómeno global de la vulnerabilidad-sostenibilidad institucional.
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INTRODUCCIÓN
No se pueden superar problemas de desarrollo
bajo la percepción y con los mismos métodos que los generaron

Nunca tantos líderes, gerentes y estrategas estuvieron bajo tan grande presión para
cambiar, sin necesariamente comprender por qué se debe cambiar, qué debe ser
cambiado, para beneficio de quiénes el cambio debe ocurrir, y cómo el proceso de
cambio debe ser desarrollado. Pero todo empieza justamente con la pregunta ¿“por
qué”? Es necesario pensar filosóficamente el cambio y el desarrollo. Sin comprender
“por qué” ni con qué propósito iniciamos un proceso de cambio, nos faltarán criterios
para saber si lo estamos conduciendo hacia un fin determinado, y nos faltarán
argumentos para convencer a otros de que el esfuerzo es necesario y relevante.

Observando muchos de los procesos de cambio institucional en marcha en América


Latina, nos parece que el cambio, que es solo un medio, se ha transformado en un fin
en sí mismo. ¿Por qué deben cambiar las universidades? ¿Para ser más eficientes?
¿Para ser más competitivas? ¿Para mejorar la calidad? ¿Para hacer una reingeniería
de su arquitectura organizacional? ¿Para hacer la planificación estratégica? Todo eso
se refiere únicamente a los medios. Tal vez la respuesta más sencilla es: para
reconstruir su relevancia en la sociedad, porque la sociedad está
experimentando un cambio de época.

Si esta fuera una respuesta plausible, las universidades necesitan pensar


filosóficamente su pasado, presente y futuro, porque éstos están necesariamente
interconectados, como nos alerta Eric Hobsbawm. La percepción filosófica que una
organización tiene de su pasado moldea en definitiva la interpretación de su
presente e influencia su imaginación hacia el futuro que desea construir. Para los que
están interesados en reconstruir su relevancia en la sociedad a la cual pertenecen,
este trabajo comparte un marco de referencia para configurar una alternativa que
contribuye en esta dirección. Se trata de una exploración del potencial de un nuevo
modo de generación de conocimiento, que está surgiendo para complementar al
modo clásico, cuyas contribuciones han encontrado límites, y han generado algunas
consecuencias negativas, que son hoy blanco de cuestionamiento.

El trabajo: (i) introduce los conceptos de coherencia y correspondencia, y su


contribución en la reconstrucción de la relevancia de la universidad en la sociedad;
(ii) contrasta las premisas ontológicas, epistemológicas, metodológicas y axiológicas
de los modos clásico y emergente; y, (iii) sintetiza las características del modo

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“contexto-céntrico” de generación de conocimiento, que está emergiendo en el
contexto del actual cambio de época.

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¿POR QUÉ CAMBIAR LA UNIVERSIDAD?
El cambio como búsqueda de coherencia y correspondencia

La existencia es una eterna búsqueda de coherencia y correspondencia. Toda forma


de vida existe en una eterna construcción, fragmentación y reconstrucción de una
forma coherente de ser, que le asegure correspondencia con su entorno relevante,
para asegurar su existencia más allá de la simple sobrevivencia. Así, el concepto de
coherencia significa el grado de consistencia interna de un conjunto de reglas,
mientras que el concepto de correspondencia significa el grado de consistencia
externa entre dos o más conjuntos de reglas. En este sentido, una propuesta de
desarrollo puede alcanzar un alto grado de coherencia sin necesariamente lograr un
alto grado de correspondencia con el contexto de su aplicación (dimensión práctica)
e implicaciones (dimensión ética).

Coherencia-eficiencia y correspondencia-relevancia en los procesos de


cambio

Mientras la coherencia está asociada a la eficiencia interna de la gestión de los


medios, la correspondencia está asociada a la relevancia de los productos y servicios
que la organización aporta en el dominio de la existencia, que es su entorno
relevante. La Figura-1 permite verificar las diferentes formas de cómo el balance
entre eficiencia y relevancia se manifiesta.

Eficiencia
!Peligro
Grado de coherencia interna

!Atención! deacomodarse!
alto

Alto grado deeficiencia Alto gradodeeficiencia


Bajo grado derelevancia Alto gradoderelevancia

!Peligro !Atención!
deextinción! Bajo gradodeeficiencia
bajo

Bajo grado deeficiencia Alto gradoderelevancia


Bajo gradoderelevancia

Relevancia
Grado de correspondencia con el contexto externo
bajo alto

Figura-1: Los conceptos de coherencia y correspondencia,


y los criterios de eficiencia y relevancia

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Una organización está en peligro de extinción cuando su eficiencia interna y su
relevancia externa están simultáneamente bajas. La organización debe desarrollar un
auto-análisis para identificar brechas de coherencia interna y de correspondencia
externa. No obstante, una organización está en peligro de acomodación cuando
presenta altos grados de eficiencia y de relevancia, por el exceso de confianza
generado por su éxito. En este caso, la organización debe crear y mantener un
sistema de monitoreo permanente de los factores críticos externos e internos que
afectan su desempeño en cualquier tiempo. Cuando la eficiencia es alta pero la
relevancia es baja, la organización debe desarrollar un autoanálisis para identificar
brechas de correspondencia, lo que implica involucrar actores del entorno, que
pueden identificar donde la organización ha perdido sintonía con sus realidades,
necesidades y aspiraciones de los actores sociales de su entorno relevante.
Finalmente, cuando la relevancia es alta pero la eficiencia es baja, la organización
necesita desarrollar un auto-análisis para identificar brechas de coherencia.

Así, un alto grado de coherencia es logrado dentro de la organización, a través de la


armónica articulación entre filosofía, misión, objetivos, políticas, prioridades,
estrategias, recursos, etc., mientras que un alto grado de correspondencia es
alcanzado a través de una interacción intensiva y de alta calidad entre la
organización y los actores clave de su entorno relevante. Por lo tanto, todo proceso
de cambio institucional debe representar un esfuerzo consciente y deliberado de
búsqueda para mejorar el grado de coherencia y/o de correspondencia.

El papel de los marcos conceptuales y de las teorías de acción

El grado de coherencia de una organización está fuertemente asociado con la


consistencia del modo de interpretación—marco conceptual—que influencia la forma
de pensar de los que la integran, mientras que el grado de correspondencia está
fuertemente asociado con la consistencia del modo de intervención—teoría de acción
—practicado. Un marco conceptual no homogeniza sino que aporta coherencia. En la
ausencia de un marco conceptual, las diferencias funcionan como una
heterogeneidad, lo que es una dificultad. Cuando es compartido, un marco
conceptual transforma las diferencias en diversidad, lo que es una fortaleza. A su

6
vez, una teoría de acción es una garantía de que el modo de intervención guarda
correspondencia con el modo de interpretación. Es muy común encontrar brechas
entre modos de interpretación y modos de intervención y, por lo tanto, entre el
discurso y la práctica.

Un marco conceptual incluye un conjunto de premisas de orden ontológica (sobre la


naturaleza de la realidad), epistemológica (sobre la naturaleza del conocimiento y del
proceso de su generación), metodológica (sobre el método y la naturaleza del
indagar) y axiológica (sobre valores—éticos y estéticos—y la naturaleza de la
intervención), que moldean una visión de mundo; un conjunto de conceptos
derivados y/o asociados a las premisas anteriores; una o más teorías que articulan
dichos conceptos para indicar vínculos de asociación, correlación o causalidad; y una
o más hipótesis de trabajo para orientar iniciativas coherentes hacia la acción.

Una teoría de acción, a su turno, incluye un propósito a ser logrado; una filosofía de
intervención (una especie de promesa ética que anticipa la principal característica
del modo de intervención, como por ejemplo: practicar el enfoque del desarrollo de y
no el enfoque del desarrollo en un país, provincia, municipio, comunidad,
organización, etc.) para influenciar la forma de cómo el propósito debe ser logrado; y
algunas premisas ontológicas, epistemológicas y metodológicas para asegurarse de
que la filosofía propuesta (la dimensión axiológica) será incorporada y respectada.

¿Una época de cambios o un cambio de época?

El momento histórico requiere de todas las organizaciones una revisión y eventual


ajuste, reconfiguración o reemplazo de nuestros modos de interpretación e
intervención, porque la humanidad está experimentando un cambio de época, no una
época de cambios. Por eso, estamos todos vulnerables, desde el ciudadano hasta el
Planeta entero.

Los cambios globales en marcha no pertenecen a la época histórica del


industrialismo sino que están forjando una nueva época histórica. Cambios
cualitativos y simultáneos en las relaciones de producción, las relaciones de poder,
las formas a través de las cuales vivimos la experiencia humana y la cultura,
dominantes durante la época del industrialismo, están transformando el sistema de
ideas, el sistema de técnicas y la institucionalidad de aquella época histórica. Un

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mundo nuevo, pero no necesariamente mejor, está emergiendo de los efectos
combinados de tres revoluciones—tecnológica, económica y sociocultural.

Esta es la génesis del actual cambio de época. La revolución en torno a la tecnología


de la información genera los cambios globales que reciben el apellido de virtual,
electrónico, inmaterial y digital. La revolución económica está estableciendo un
nuevo régimen de acumulación de capital, cuyas “reglas transnacionales” incluyen
privatización, liberalización, desreglamentación, acuerdos multilaterales,
mecanismos supranacionales y ajustes económicos impuestos por los agentes
internacionales de los cambios nacionales. La revolución sociocultural está
rescatando la relevancia de las dimensiones humana, social y ecológica de nuestra
existencia.

Cada una de estas revoluciones promueve una visión de mundo que intenta
prevalecer en la época emergente. Bajo la metáfora de la máquina, la revolución
tecnológica promueve una visión cibernética de mundo. Bajo la metáfora del
mercado, la revolución económica promueve una visión mercadológica de mundo.
Bajo la metáfora de la trama de relaciones entre formas de vida, la revolución
sociocultural promueve una visión contextual de mundo.

Por todo eso, la dimensión institucional—las “reglas del juego”—del desarrollo de la


época histórica del industrialismo enfrenta una crisis de legitimidad, una pérdida de
vigencia por las consecuencias negativas del desarrollo practicado bajo su influencia.
A su vez, esta crisis de legitimidad genera una crisis de percepción porque, en un
cambio de época, los modos de interpretación e intervención se quedan obsoletos.
Por eso, las organizaciones de desarrollo, incluso las universidades, están buscando
reconstruir su coherencia y correspondencia perdidas.

EL MODO CLÁSICO Y EL “MODO CONTEXTO-CÉNTRICO” DE INVESTIGACIÓN


Pensando filosóficamente la generación de conocimiento

Una nueva época establece un sistema de ideas, que generalmente privilegia modos
particulares de interpretación e intervención, incluso para la generación de
conocimiento. Durante la época histórica del industrialismo, el sistema de ideas,
creado bajo la influencia de una visión mecánica de mundo, forjó el modo clásico de
generación de conocimiento. Las características del modo clásico y las consecuencias
negativas del desarrollo practicado bajo su influencia están bajo cuestionamiento
generalizado e inexorable desde los años 60. Eso ocurre a partir de la revolución

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sociocultural, que en el nivel macro criticó los pilares de la civilización occidental y
desafió los valores de la sociedad industrial de consumo, cuestionando también las
formas de generación, distribución y apropiación de conocimiento (comprensión),
poder (fuerza) y riqueza (capital).

En el conjunto de estos análisis críticos, la ciencia emergió simultáneamente como


factor de desarrollo y de desigualdad. Las características del modo clásico de
generación de conocimiento fueron examinadas para revelar sus límites y
distorsiones. Por eso, durante la segunda mitad del siglo XX, se empezó a percibir la
declinación de varios paradigmas científicos y de desarrollo, y el surgimiento de
varias iniciativas para construir nuevos modos de interpretación e intervención,
incluso para la generación de conocimiento.

Como consecuencia, la ciencia practicada bajo la tradición filosófica conocida como


Positivismo ha sido desafiada para abrir espacio al surgimiento de nuevas premisas
ontológicas (sobre la naturaleza de la realidad), epistemológicas (sobre la naturaleza
del conocimiento y del proceso de su generación), metodológicas (sobre el método y
la naturaleza del indagar) y axiológicas (sobre los valores, éticos y estéticos, y la
naturaleza de la intervención). El constructivismo, en su versión asociada a la
Teoría Crítica de la Escuela de Frankfurt, la versión crítica de la teoría del discurso y
la teoría de la red de actores, es una de las alternativas emergentes que más gana
legitimidad. Con su foco centrado en el contexto (“contexto-céntrico”), el
constructivismo se caracteriza por su potencial para la participación de la sociedad
en general y de los actores del desarrollo en particular, con profundas y positivas
implicaciones para iniciativas de cambio institucional en las universidades.

En el futuro, la humanidad contará con el modo clásico y el modo emergente


(contexto-céntrico) de generación de conocimiento, que ocupará espacios que el
primero no logra, porque las características responsables por las extraordinarias
contribuciones del modo clásico son las mismas que limitan su incursión en la
complejidad de la realidad, principalmente en los procesos que incluyen gente.

Las diferencias y complementariedades de ambos pueden ser deducidas a partir de


las premisas de cada una de las dimensiones ontológica, epistemológica,
metodológica y axiológica asociadas al esfuerzo de generación y apropiación de
conocimiento. La Figura 2 facilita la comprensión del contraste que se comparte a
continuación.

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Marco filosófico paracrear n
crea uevacohe
nue coherenciay
nciay nue
nuevacorresp
correspondencia
en modos dein
de terp
int retacióneintervención
rpre nción
----------------------------------------------------------------
----------------------------------------------------------------
----------------------------------------------------------------
----------------------------------------------

Dimensiones ontológ
ontológica-epistemológica-metodológica-axiológica

Holismo

Bajo
lavisióncontextual Constructivismo
demundo
al
xtu a
o nte ativ
C lor
Va
Contextualismo a l Objetivismo
xtu
o nte l
a
n -c utr
No Ne
Bajo
Positivismo lavisiónmecánica
demundo

Reduccionismo
Figura-2
Ontologías: objetivismo y contextualismo

En su dimensión ontológica, el modo clásico (positivista) asume que la realidad existe


de forma objetiva, independiente de nuestra percepción, y que la misión de la ciencia
es descubrir ésta realidad como ella “realmente” es, describiéndola con precisión, en
sus mínimos detalles, para que seamos capaces de predecirla, controlarla y
explotarla. Bajo estas premisas, la realidad relevante es apenas lo que puede ser
visto, pesado, medido, contado, e idealmente, traducido al lenguaje matemático.
Caso contrario, no existe, no es verdad o no es relevante.

Al contrario del objetivismo del modo clásico, el modo contexto-céntrico


(constructivista) asume el contextualismo, bajo el cual no existe una sino múltiples
realidades, todas dependientes de las diferentes percepciones de los diferentes
grupos de actores sociales. No se niega la existencia de lo que llamamos de
“concreto”, pero se asume que nuestro acceso a lo “concreto” ocurre de forma
intermediada por los significados que le atribuimos culturalmente. Pero también se
reconoce la existencia de otras dimensiones subjetivas de la existencia, como la
simbólica y la espiritual. El modo contexto-céntrico también asume que si la realidad
es socialmente construida puede ser socialmente transformada por nuevas
percepciones, decisiones y acciones. Bajo estas premisas, además de la “realidad
dura” de los “hechos concretos”, se asume la existencia de una “realidad blanda”

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constituida por una trama de relaciones, interacciones, conexiones, impactos e
implicaciones, que son incluso fuente de significados para los llamados “hechos
concretos” de la “realidad dura”.

En síntesis, el modo clásico es apropiado para identificar y describir los factores


responsables de las regularidades de los fenómenos físicos-químicos-biológicos que
existen independientemente de la intervención humana. El modo contexto-céntrico
es relevante para identificar e interpretar las diferentes realidades construidas por
las diferentes percepciones de los diferentes grupos de actores sociales, incluyendo a
los fenómenos “concretos” cuya comprensión dependa de los significados culturales
que les atribuimos.

Epistemologías: reduccionismo y holismo

En su dimensión epistemológica, el modo clásico asume que lo importante es


conocer las “leyes naturales” que rigen el funcionamiento de la realidad natural y
social. También asume que el todo está contenido en las partes, lo que permite
dividirlo en sus partes constituyentes, con el fin de conocer cada una de ellas en sus
mínimos detalles. Eso permite explicar el todo a partir del conocimiento de su menor
parte, de la misma forma como los físicos prometieron explicar el universo a partir
del conocimiento del átomo, y ahora los biólogos moleculares prometen explicar la
vida a partir del conocimiento del gene (más específicamente, del DNA). El
investigador debe actuar de forma “objetiva”, alejado del “objeto” y del “contexto”
de la investigación, para asegurar que sus resultados son la expresión de la “verdad
científica” que necesitamos conocer.

Al contrario del reduccionismo del modo clásico, el modo contexto-céntrico asume el


holismo donde es relevante comprender principalmente (pero no exclusivamente) los
procesos de interacción a través de los cuales los diferentes grupos de actores
sociales, económicos, políticos e institucionales construyen sus diferentes
percepciones de la realidad. De igual forma sistémica, también asume que el
conocimiento de las partes es necesario pero insuficiente para comprender la
dinámica del todo, lo que exige entender las relaciones entre las partes, entre éstas
y el todo, y entre el todo y sus partes. El todo no está contenido en las partes; su
dinámica es una propiedad sistémica—propiedad emergente—que surge de la
interacción entre las partes, pero que no se reproduce de forma aislada en ninguna
de ellas.

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En resumen, el modo clásico es imprescindible para generar conocimiento
especializado sobre diferentes partes de la realidad; el modo contexto-céntrico es el
que mejor identifica e interpreta la trama de relaciones responsables por la dinámica,
paradojas y contradicciones del todo. El modo clásico “produce” análisis
especializados sobre partes específicas de la realidad; el modo contexto-céntrico
“construye” síntesis sobre la dinámica del todo.

Metodologías: positivismo y constructivismo

En su dimensión metodológica, el modo clásico asume que el único método


apropiado es aquel que realiza una asepsia ideológica de los valores, intereses y
compromisos del investigador y de los actores del contexto de la investigación. Así,
el método experimental, las técnicas estadísticas y cualquier estrategia metodológica
que permita traducir la realidad al lenguaje matemático son ideales para generar
conocimiento “objetivo” y, por lo tanto, “verdades científicas” válidas.

Por el contrario, el modo contexto-céntrico asume como apropiados los métodos


interactivos que permiten al investigador incorporar, como parte integral de la
investigación, a sí mismo y al resto del contexto (del cual él pasa a integrar) con sus
actores. Con eso, la generación de comprensión incluye el entendimiento de ciertos
procesos, relaciones y conexiones que ocurren en el contexto de la investigación,
que sólo el conocimiento tácito de los actores locales puede complementar el
esfuerzo de investigación, para aumentar el grado de validez de sus resultados e
impactos.

En resumen, el modo clásico es imprescindible para identificar y describir fenómenos


físicos, biológicos y químicos que no dependen de la historia ni del contexto, donde
su contribución no exige interpretaciones asociadas con la intervención humana,
mientras que el modo contexto-céntrico es indispensable para penetrar el mundo de
los fenómenos que involucran gente, donde la interacción del investigador con los
actores del contexto de la investigación (investigación-acción) es obligatoria para la
participación de éstos en la interpretación y transformación de su realidad. Mientras
la metodología positivista es comprometida com el propósito de conocer para
controlar, la metodología constructivista es comprometida com el propósito de
comprender para transformar.

Axiologías: neutralidad y compromiso

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En su dimensión axiológica, el modo clásico asume la neutralidad de la práctica
científica. Bajo esta premisa, el método científico (positivista) es suficiente para
impedir la penetración de valores e intereses humanos, del investigador y de los
actores del contexto, porque nada logra romper su barrera de inmunidad ideológica.
No hay necesidad de negociación asociada a valores éticos y estéticos. Los
resultados científicos pueden ser manipulados ideológicamente; la práctica científica
es metodológicamente inmune a ésta manipulación.

Al contrario del neutralismo del modo clásico, el modo contexto-céntrico asume el


activismo frente a la necesidad de la interacción humana para crear consenso sobre
la realidad, el conocimiento para interpretar e intervenir en la realidad, y los valores,
intereses y compromisos que deben prevalecer en el proceso de transformación de la
realidad. Un paradigma científico genera implicaciones más allá de su dimensión
científico-técnica, incluyendo aspectos políticos, éticos, institucionales, etc. Hasta la
selección de una teoría es un proceso político, porque toda teoría refleja una visión
de mundo que influencia los modos de interpretación e intervención.

En síntesis, el modo clásico es más apropiado para intervenciones en procesos


físicos, biológicos y químicos donde los humanos no participen, mientras el modo
contexto-céntrico es crítico en todos los procesos donde valores e intereses humanos
están necesariamente presentes, porque son intrínsecos a su dinámica.

Se puede deducir que el modo contexto-céntrico de generación de conocimiento


asume un nuevo contrato social para la ciencia, que la compromete con la mayoría
de la sociedad; una ciencia con conciencia comprometida con las dimensiones
humana, social y ecológica, que subordinan el crecimiento económico y el desarrollo
tecnológico como medios, no como fines.

EL MODO “CONTEXTO-CÉNTRICO” DE GENERACIÓN DE CONOCIMIENTO


De la indiferencia a la sensibilidad filosófica, teórica y metodológica

El modo contexto-céntrico es apropiado para ayudar a las universidades a


aproximarse más a la sociedad en general y a los actores del desarrollo en particular.

Como se muestra en la Figura 3, el modo contexto-céntrico ha sido desarrollado para


privilegiar las dimensiones humana, social y ecológica de la realidad. Si el desarrollo
incluye gente, la investigación del desarrollo debe ser presentar un alto grado de
sensibilidad filosófica, teórica y metodológica. El desarrollo, como proceso

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permanente de transformación, ocurre en un espacio para el encuentro entre
sociedad, cultura y naturaleza.

Con éste enfoque, las universidades encontrarán mucho más facilidades para
demostrar una nueva relevancia a la sociedad. En términos prácticos, el
conocimiento generado asume varios atributos: conocimiento contextual, complejo,
transdisciplinario, ético y democrático.

Conocim
Conocimient
nto conte
textual
ua
Conocimiento generado enel contexto:
 desuaplicación (dimensiónpráctica)
 desus implicaciones (dimensiónética)
Conocimiento democráttico
ico Conocim
Conocimiento complejo
Conocimientogeneradobajo Conocimientosobre
control social ampliado: El modo ladinámicade:
 sobresucalidad  problemas cambiantes (actuales)
 sobrelavalidez desus impactos contexto-
contexto-céntrico  problemas enconstrucción (futuros)
de generación
conocimiento
Conocimiento ético
nt tico Conocimiento ttra
ransdisciplinario
Conocimiento contextualizado, Generacióndependientede:
quees intrínsecamente: Con ocimiento social
Conocim olainteracción entredisciplinas
 reflexivo (auto-crítico) Conocimientosocialmente olainteracción entreconocimiento científico
 comprometido socialmente apropiadoatravés de: (codificado) y conocimiento local (tácito)
 laparticipacióndeactores humanos
 laparticipacióndeactores non-humanos

Figura-3

Conocimiento contextual

Para el modo clásico, el contexto es una inconveniencia, porque incluye más


variables que las que el investigador necesita para trabajar de forma controlada,
razón por la cual fue inventado el laboratorio y la estación experimental, para
permitir el control de las variables escogidas por el científico. En cambio, el modo
contexto-céntrico asume el contexto como fuente de comprensión irremplazable.
Sólo el contexto puede ayudar al investigador comprender por qué un problema
existe y por qué el mismo ocurre en la forma como se manifiesta. Más allá de ayudar
en el diagnóstico, el contexto también ofrece muchas “pistas” para entender cuáles

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entre varias de las opciones posibles para interpretar y gerenciar un determinado
problema es la más adecuada en cada caso particular donde el problema ocurre. El
contexto es la clave.

Conocimiento complejo

Los problemas y desafíos del contexto cambiante son siempre problemas y desafíos
complejos, que demandan un conocimiento necesariamente complejo para su
interpretación y manejo. El modo clásico trabaja con problemas sencillos de
investigación; el modo contexto-céntrico inicia su labor primero identificando
problemas complejos para la investigación. La complejidad de la realidad es la razón
para el surgimiento de éste modo constructivista, mientras que el modo clásico se
contenta con estudiar los problemas de investigación aislados del contexto de su
ocurrencia. Un problema complejo para la ciencia puede revelar un gran número de
problemas de investigación. Trabajando con problemas sencillos de investigación, el
modo clásico contribuye de forma extraordinaria a través de esfuerzos disciplinarios.
Esta no es una fortaleza del modo contexto-céntrico. Éste reemplaza a la mono-
causalidad y la linealidad (asumidas por el modo clásico) por la multi-causalidad y la
no-linealidad, que son típicas de los sistemas complejos y dinámicos, con múltiples
dimensiones y funciones, que son interdependientes y, muchas veces,
contradictorias, principalmente si son sistemas socio-técnicos. La complejidad es la
clave.

Conocimiento transdisciplinario

La complejidad del contexto requiere una comprensión amplia, profunda y sistémica,


imposible de ser generada con esfuerzos disciplinarios, que son típicos del modo
clásico. El modo contexto-céntrico incluye pero transciende la comunicación entre las
disciplinas disponibles para incorporar el conocimiento tácito de los actores locales,
que conocen ciertas interacciones de su contexto, que aún todas las disciplinas
juntas no son capaces de percibirlas y mucho menos de comprender sus múltiples
significados culturales locales. Sólo la interpenetración de los “saberes” de los
especialistas y de los actores locales permite una interpretación negociada de la
complejidad de la realidad. El diálogo es la clave.

Conocimiento social

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El contexto no es un vacío social, porque es socialmente construido y reconstruido
por muchos actores sociales y sus organizaciones. Mientras el modo clásico excluye
su participación, el modo contexto-céntrico los incluye, aumentando el grado de
correspondencia entre las iniciativas planificadas y el contexto de su aplicación e
implicaciones. En el modo contexto-céntrico, la secuencia mecánica y lineal del modo
clásico, donde unos generan, otros transfieren y muchos adoptan, es reemplazada
por la apropiación social del conocimiento. Eso ocurre por parte de los actores
interesados durante el mismo proceso de su generación, que supera a la ecuación
lineal y reduccionista de la investigación-transferencia-adopción con el uso del
concepto de innovación como proceso, que integra de forma indivisible estos
“territorios”, compartimentalizados por la visión mecánica de mundo que los forjó.
Éste modo asume que el desarrollo, como proceso complejo y continuado de
transformación, ocurre en un espacio donde se integran, de forma convergente,
divergente y hasta contradictoria, sociedad-cultura-naturaleza. La interacción es la
clave.

Conocimiento ético

Mientras el modo clásico no hace autocrítica, porque se cree neutral, el modo


contexto-céntrico es reflexivo, se auto-analiza de forma permanente, además de
exigir de los participantes la habilidad de “ponerse en los zapatos de los otros”, para
entender mejor sus razones y aspiraciones. Finalmente, conscientes de la no-
neutralidad de sus intervenciones, los practicantes del modo contexto-céntrico
asumen que el conocimiento contextualmente generado es un conocimiento
socialmente comprometido con el contexto de su aplicación (dimensión práctica) e
implicaciones (dimensión ética). Eso implica que, bajo el modo contexto-céntrico, los
actores del contexto son invitados a participar del esfuerzo de planificación,
seguimiento y evaluación de la investigación desde el inicio, antes de que sean
formuladas las propuestas de intervención, para que tengan la oportunidad de
influenciar a partir del momento de la selección del problema para la investigación.
Es más, la posibilidad de su participación debe ser institucionalizada, para evitar que
sean invitados solo cuando coincida la existencia de gerentes e investigadores
sensibilizados para la interacción negociada. El compromiso es la clave.

Conocimiento democrático

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En el modo clásico, la evaluación científico-técnica de los “pares” (peer review) es
suficiente para definir la calidad de los resultados, en un análisis de la práctica
científica que no incluye sus impactos en el contexto de su aplicación e
implicaciones. En el modo contexto-céntrico, los criterios científico-técnicos son
imprescindibles pero insuficientes para definir la validez de los impactos del
conocimiento generado y aplicado. Si para cada modo de intervención corresponde
un modelo de evaluación, el surgimiento del modo contexto-céntrico requiere de la
creación de modelos sui generis de evaluación, que reconozcan sus características y
valoricen su contribución diferente. Como resultado, otros actores del contexto serán
incluidos como evaluadores, y la matriz de evaluación incluirá otros tipos de criterios
—ambientales, económicos, sociales, políticos, institucionales, éticos, etc.—que
interesan a la sociedad en general y a los actores locales en particular. Al contrario
de la indiferencia del modo clásico, causada por su falsa neutralidad frente a los
valores e intereses humanos, el modo contexto-céntrico es deliberadamente
incluyente del bienestar de la mayoría. La sociedad es la clave.

En conclusión, una universidad interesada en la incorporación deliberada de las


características del modo contexto-céntrico debe crear un espacio para la reflexión,
debate y negociación de las implicaciones de dicha decisión. No se trata sólo de
adoptar un lenguaje diferente, o de sólo generar un nuevo documento, sino de crear
un nuevo comportamiento. Las implicaciones son innumerables, y los cambios
correspondientes son difíciles de implementarlos. Los cambios en esta dirección
deben ser participativos. Su éxito depende de un amplio, largo y costoso esfuerzo
interactivo para la construcción y apropiación colectiva de un nuevo modo de
interpretación—marco conceptual—y de un nuevo modo de intervención—teoría de
acción—para ser usados simultánea y complementariamente con el modo clásico.
Habrá resistencias y conflictos.

Bajo el modo contexto-céntrico, ningún proyecto es desarrollado por un único


individuo, una única disciplina, y eventualmente, una única organización. Como
regla, bajo éste enfoque, un proyecto exige un equipo interdisciplinario y
eventualmente interinstitucional. ¿Cómo trabajar en equipos, si somos evaluados y
promovidos por nuestro individualismo? ¿Cómo trabajar con los actores locales en
una relación horizontal, donde ellos son también “sujetos” de la investigación?
¿Cómo gerenciar equipos y proyectos interinstitucionales? ¿Cómo gerenciar
conflictos en pequeños grupos? ¿Cómo comportarse en una comunidad rural o en
una favela de la periferia urbana? ¿Cómo negociar con otras organizaciones, sobre

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las cuáles no se tiene ascendencia administrativa ni política? ¿Cómo desarrollar
estrategias para el trabajo en equipo, donde científicos y actores locales trabajan
juntos? ¿Cómo gerenciar un esfuerzo transdisciplinario e interinstitucional? Estas
pocas preguntas apenas revelan la complejidad de la iniciativa, lo que implica la
comprensión y uso del pensamiento complejo. Pero aún esta dificultad no debe ser
suficiente para huir del desafío, porque su retorno será una mayor relevancia de la
universidad en su entorno general.

CONCLUSIÓN
¿Quo vadis, universidad?

Uno de los sueños de la humanidad es volver al pasado para cambiar ciertos hechos
históricos, de tal forma que el presente fuera diferente y mejor. Mientras eso es
imposible con relación al pasado, el sueño es totalmente posible con relación al
futuro, ya que éste está siendo construido hoy. El presente es el pasado del futuro.
Pero, para transformar el futuro es necesario primero imaginarlo, inventarlo de forma
negociada, para entonces iniciar su construcción. Pero inventar el futuro es imaginar
y negociar una coherencia para él, y tomar decisiones y desarrollar acciones hoy, en
correspondencia con la coherencia imaginada y negociada.

La historia de la humanidad, en cualquiera de sus versiones—filosófica, religiosa,


social, política, material, etc.—es una historia de construcción, fragmentación y
reconstrucción de coherencias y correspondencias, que se quedan obsoletas en cada
cambio de época histórica. Diferentes modos de interpretación e intervención
coexisten en cada época, pero unos dominan y muchos son subordinados, dentro de
una jerarquía establecida por relaciones asimétricas de poder, que son generalmente
institucionalizadas a favor de los más poderosos en su intercambio con los más
débiles. Como concluyó Rousseau, en sus estudios, sobre el derecho del más fuerte,
para escribir El Contrato Social, el más fuerte no lo será siempre, para continuar
siendo el amo o señor, si no transforma su fuerza en derecho y la obediencia en
deber.

En un cambio de época, las antiguas asimetrías de poder son destruidas o


reconfiguradas, y son construidas nuevas relaciones asimétricas. Por generar
turbulencias, incertidumbre, inestabilidad, desorientación, inseguridad,
fragmentación, perplejidad y, por lo tanto, vulnerabilidad, el actual cambio de época
presiona a las organizaciones hacia la construcción de nuevas coherencias y
correspondencias. Es necesario construir una nueva relevancia en el dominio de la

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existencia, que es nuestro entorno relevante, porque éste ya está cambiando su
antigua coherencia, con la cual eventualmente estuvimos en correspondencia.

En este contexto cambiante, las organizaciones sostenibles son las organizaciones


cambiantes, capaces de interpretar de forma permanente los cambios que
transforman su entorno relevante, y de renovar, siempre que fuera necesario, sus
modos de interpretación e intervención. El contrario ya es bastante conocido: el
mimetismo institucional, donde la moda es imitar, porque es prohibido crear. Si
deciden desarrollar un cambio transformacional relevante, las universidades deben
tomar decisiones éticas y políticas, antes de las decisiones técnicas que contestan
sólo las preguntas del tipo “cómo hacer”, de carácter puramente instrumental, que
privilegian los medios sobre los fines.

Si el proceso de cambio es para incorporar el modo contexto-céntrico de generación


de conocimiento, la universidad debe desarrollar algunos pasos esenciales. Antes de
todo, se debe contestar a la pregunta, ¿estamos experimentando una época de
cambios o un cambio de época? La respuesta a esta pregunta se transformará en la
premisa-guía para influenciar la naturaleza, rumbo y prioridades del esfuerzo. Si
fuera el caso de que la respuesta es que estamos experimentando una época de
cambios, el esfuerzo no necesita continuar porque, en este caso particular, el modo
contexto-céntrico sólo tiene sentido si estamos convencidos de que estamos en un
cambio de época. Si la respuesta es que estamos experimentando un cambio de
época, hay unos momentos críticos que preceden al proceso mismo de cambio.

Primero, el conjunto de premisas de una de las tres visiones de mundo en conflicto—


cibernética, mercadológica y contextual—debe ser seleccionada para ayudar a
establecer una jerarquía de objetivos-fines, que deben subordinar las contribuciones
potenciales de otras visiones de mundo, siempre que estas contribuciones no estén
en conflicto con las premisas de la visión de mundo seleccionada. Segundo, se debe
reconstruir la génesis del modo clásico de generación de conocimiento, y desarrollar
una deconstrucción de sus características, identificando las premisas que las
fundamentaron, y discutiendo sus alcances y límites, y examinando críticamente
tanto sus contribuciones como sus impactos negativos. Tercero, se debe crear un
espacio y algunas estrategias de interacción, interna y externa, para explorar la
génesis, contribuciones potenciales y límites del modo contexto-céntrico de
generación de conocimiento. Cuarto, sus características deben ser analizadas,
identificando las premisas que las fundamentan, antes de construir estrategias hacia

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su apropiación. Finalmente, se deben analizar las implicaciones prácticas de iniciar
un proceso de cambio hacia la incorporación institucionalizada del modo contexto-
céntrico de generación de conocimiento en la universidad, para contribuir a la
reconstrucción de su relevancia en su entorno relevante.

Sin embargo, la universidad puede optar por no hacer dicho esfuerzo. En este caso,
hay que asumir las implicaciones de no hacerlo. Hacerlo demanda la existencia o
construcción de una intención estratégica, que se caracteriza por la existencia o
construcción previa de: (i) una visión de futuro (un sueño compartido) para la
universidad; (ii) una fuerte convicción de que vale la pena luchar para que dicha
visión se transforme en realidad; (iii) una voluntad política suficiente para permitir
salir del discurso a la acción; (iv) ciertas decisiones políticas hacia el apoyo irrestricto
de la gerencia alta e intermedia al proceso de innovación; y, (v) el coraje político
para asumir las dificultades como desafíos a ser interpretados y manejados.

La estadística revela que, por falta de una intención estratégica por parte de la
gerencia alta e intermedia, cerca de 75% de todas las iniciativas de cambio fracasan.
Esto es debido a que muchos gerentes inician procesos de cambio institucional
simplemente para ser políticamente correctos, pero que su mayor habilidad es fingir
que está cambiando para no cambiar. Estos son los especialistas en el arte del
camuflaje, una especie diferente de estrategas conocidos por su facilidad de evadirse
de las responsabilidades gerenciales que les tocan. Y, como consecuencia, sus
organizaciones están apenas sobreviviendo. ¿Hasta cuando? ¿A qué costo?

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