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El milagro de la Resurrección de Lázaro

¿Por qué Jesús no curó a Lázaro de inmediato?


Jesús acaba de recibir malas noticias del otro lado del río Jordán: su amigo Lázaro
está muy enfermo. En ese momento, Jesús se encuentra a muchos kilómetros de
distancia de Betania, la ciudad donde viven Lázaro y sus hermanas, Marta y
María. Aun así, ellas le han enviado un mensajero confiando en que, aunque
Jesús está muy lejos, puede sanar a su hermano a distancia. A fin de cuentas,
no sería la primera vez que hiciera algo parecido (Mateo 8:5-13;Juan 11:1-3).
Sin embargo, Jesús no hace nada para curar de inmediato a su amigo. La Biblia
dice que “permaneció dos días en el lugar donde estaba” (Juan 11:6). ¿Te
gustaría saber por qué Jesús actuó así?*... Veamos cómo continúa el relato.

A los dos días de recibir la noticia, Jesús, que ya sabe que Lázaro ha muerto, les
dice a sus apóstoles: “Vamos otra vez a Judea”. Sorprendidos, ellos le contestan:
“Hace poco procuraban apedrearte los de Judea, ¿y vas allá otra vez?”. “Nuestro
amigo Lázaro está descansando —les explica Jesús—, pero yo me voy allá para
despertarlo del sueño.”

“Señor —responden los apóstoles—, si está descansando, recobrará la salud.”


Entonces, Jesús les dice sin rodeos: “Lázaro ha muerto”. Y luego añade algo que
los debe dejar más confundidos: “Me regocijo, por causa de ustedes, de que yo
no haya estado allí [...]. Pero vamos a él”.

Uno de los apóstoles, Tomás, les dice a los otros: ‘Vamos nosotros también,
aunque nos cueste la vida’. Saben que los enemigos de Jesús intentarán matarlo
nuevamente, y puede que a ellos también. Pero a pesar de todo deciden
acompañarlo. Después de dos días de viaje llegan a la ciudad donde vivía Lázaro,
que estaba a tres kilómetros (unas dos millas) de Jerusalén (Juan 11:7-18).
¿Sabes por qué Jesús no quiso llegar antes?... Verás, Jesús ya había resucitado
anteriormente a varias personas, pero estas llevaban muertas pocas horas cuando
él las trajo de vuelta a la vida (Lucas 7:11-17, 22; 8:49-56). Sin embargo, cuando
Jesús llega, Lázaro lleva cuatro días en la tumba. Así que nadie puede negar que
Lázaro está realmente muerto.

Pues bien, cuando Marta se entera de que Jesús está llegando a la ciudad, sale
corriendo a encontrarse con él. “Señor —le dice—, si hubieras estado aquí mi
hermano no habría muerto.” Jesús la tranquiliza con la siguiente promesa: “Tu
hermano se levantará”. Marta regresa a su casa y le dice en privado a su
hermana, María: “El Maestro está presente, y te llama”.

Los vecinos y amigos que estaban allí ven salir a María y, pensando que va a la
tumba de su hermano, la siguen. Pero ella va a encontrarse con Jesús. Cuando él
ve a María y a todos los que la acompaña llorando, también se pone a llorar.
Enseguida, se dirigen todos a la tumba y, al encontrarla cerrada con una gran
piedra, Jesús ordena: “Quiten la piedra”. Pero Marta dice: ‘Señor, ya debe oler
mal, porque hace cuatro días que murió’.

Sin embargo, la gente obedece a Jesús y quita la piedra. Entonces, él ora a Dios y
le agradece que le dé poder para resucitar a Lázaro. Luego, grita con voz fuerte:
“¡Lázaro, sal!”. ¿Qué pasa a continuación? Que Lázaro sale de la tumba. Como
tiene “los pies y las manos atados con envolturas”, Jesús dice: “Desátenlo y
déjenlo ir” (Juan 11:19-44).
¿Comprendes ahora por qué Jesús decidió esperar un poco antes de ir a ayudar a
su amigo?... Porque así podría demostrar mejor el poder de su Padre, Jehová.
Y así fue: Jesús supo elegir bien el momento y, como resultado, muchos se
hicieron creyentes (Juan 11:45).

El milagro de los dos ciegos


"Al salir de Jericó"
En estos pasajes Marcos nos presenta al Señor Jesucristo en su último viaje a Jerusalén.
Como él mismo había anunciado, su destino era la cruz, pero en el camino no dejaba de
enseñar a sus discípulos, bien fuera por medio de sus palabras o por las obras que hacía.
Ahora llega a Jericó, a unos 25 kilómetros de Jerusalén, y allí tuvo lugar un incidente que
por su interés, el evangelista lo ha recogido en su relato.
No obstante, notamos cierta diferencia entre los evangelistas en cuanto al punto exacto
donde ocurrió el incidente. Mientras que Mateo y Marcos afirman que el milagro se
produjo al "salir de Jericó", Lucas dice que fue "acercándose Jesús a Jericó" (Lc 18:35).
Quizá la explicación a esta aparente contradicción la debamos buscar en el hecho de que
en aquel momento había dos ciudades que se llamaban Jericó: por un lado estaban las
ruinas de la antigua ciudad de la que nos habla el Antiguo Testamento (Jos 6) y que fue
destruida por Josué, y la nueva Jericó construida por Herodes. Por lo tanto, puede que
cada uno de los evangelistas haya tomado como punto de referencia una "Jericó"
diferente, y dado que ambas estaban como a un kilómetro y medio de distancia entre sí,
deberíamos entender que Bartimeo se encontraba en algún punto intermedio del camino
entre ellas. En cualquier caso, éste es un detalle interesante porque pone de evidencia el
carácter independiente de los relatos de los evangelios, desmontando la teoría popular de
que unos evangelistas copiaban lo que escribían los otros.
"Bartimeo el ciego, hijo de Timeo"
Marcos explica para sus lectores que "Bartimeo" quería decir "hijo de Timeo". La verdad
es que la familiaridad con la que se refiere a ellos nos hace pensar que tal vez el padre y
el hijo llegaron a ser figuras conocidas dentro de la iglesia primitiva.
También nos dice que Bartimeo era ciego y que como resultado era pobre y se veía
obligado a mendigar, dependiendo para su supervivencia de la ayuda de otros. Sin lugar a
dudas, su mendicidad era un medio para ganarse la vida muy degradante.
Además, aunque la asistencia a Jerusalén para la fiesta de la pascua era obligatoria para
los varones mayores de doce años, Bartimeo se encontraba impedido de ir. Para él, la
fiesta lo único que le podía aportar era que por el camino en donde él se ponía a
mendigar, en aquellos días pasara mucha más gente de lo habitual y podría encontrar
algunas pruebas de la generosidad de los peregrinos que aliviaran en algo su necesidad.
"Y oyendo que era Jesús nazareno, comenzó a dar voces"
Pero aquel día Bartimeo percibió la presencia de un peregrino especial, se trataba de
Jesús nazareno, del que él había escuchado hablar mucho.
Inmediatamente comenzó a "dar voces" con el fin de llamar su atención. De ninguna
manera quería perder la oportunidad que tenía delante de él. Y lo cierto es que se trataba
realmente de una oportunidad única, ya que Jesús nunca más volvió a pasar por allí.
¡Cuántas oportunidades irrepetibles pierde la gente de nuestro tiempo para acercarse y
conocer a Jesús!
Pero Bartimeo no era así, con una actitud decidida y vigorosa, no dejó de "dar voces"
hasta que consiguió que Jesús le atendiera. Y así ocurre con mucha frecuencia; las
personas que no esperaríamos, en los lugares menos indicados, son precisamente
aquellas que actúan movidas por un fuerte deseo de conocer a Jesús.
"¡Jesús, Hijo de David, ten misericordia de mí!"
Así pues, un mendigo ciego, de la ciudad maldita y despreciada de Jericó, había llegado a
una comprensión más exacta y más profunda de la Persona y la Obra de Jesús que los
eruditos rabinos de Jerusalén. ¡Qué paradoja! ¡Mientras Israel era ciego a la presencia del
Mesías entre ellos, un judío ciego lograba percibirlo con toda claridad!
Bartimeo había sido privado de la vista y no pudo ver las obras de Jesús, pero las noticias
que había recibido eran suficientes para convencerle de que Dios había cumplido su
promesa y había enviado al Mesías. En cierto sentido, a nosotros nos ocurre lo mismo;
hemos oído hablar de su poder, de su gracia, y de su deseo de salvar a los pecadores,
aunque no lo podemos ver con nuestros propios ojos.
Notemos también que el ciego no sólo "veía" a Jesús como "el hombre de Nazaret", sino
que lo reconoció como el "Hijo de David". Bartimeo entendió que Jesús era el verdadero
Hijo de David, el Mesías anunciado, el Rey tan largamente esperado por Israel, el
Salvador del mundo.
Pero no sólo se dirigió a él como el descendiente legítimo del rey David, también
reconoció su deidad. La forma en la que él esperaba que Jesús tuviera misericordia de él
era devolviéndole la vista. Evidentemente una solicitud así nunca se había hecho a ningún
rey de Israel, ni siquiera al mismo David.
"Y muchos le reprendían para que callase"
No sabemos con exactitud por qué la multitud hizo esto:
Tal vez, para ellos un ciego no tenía ninguna importancia y además, su forma de gritar y
llamar la atención no estaban en consonancia con la dignidad de la persona de Jesús.
Quizá tenían prisa por llegar a Jerusalén para establecer a Jesús como rey y no querían
que aquel mendigo les retrasara en su objetivo.
Por otro lado, su forma de dirigirse a Jesús como "el Hijo de David", no gustaba nada a
los dirigentes religiosos, ni tampoco habría sido bien interpretado por los romanos. Tal vez
las multitudes que le seguían pensaron que aquello podría frustrar los planes mesiánicos
que ellos se habían formado en cuanto a Jesús.
La Maldición de la higuera estéril
La higuera es un símbolo de Israel
A lo largo del Antiguo Testamento, Dios se había referido a su pueblo Israel bajo el símil
de una higuera.
(Os 9:10) "Como uvas en el desierto hallé a Israel; como la fruta temprana de la higuera
en su principio vi a vuestros padres..."
El profeta Jeremías tuvo una visión en la que vio dos cestos, uno lleno de higos buenos
como brevas, y otro de higos malos que no se podían comer. Unos simbolizaban al
pueblo de Judá que había sido deportado por Nabucodonosor a Babilonia pero que
habían permanecido fieles a Dios, y los otros, al resto que había quedado en Jerusalén
con el rey Sedequías, pero que se habían apartado de la voluntad de Dios (Jer 24:1-10)
(Jer 29:17).
De hecho, lo que Jesús hizo con la higuera del camino a Jerusalén era lo mismo que el
profeta Jeremías había anunciado que Dios haría con su pueblo Israel:
(Jer 8:13) "Los cortaré del todo, dice Jehová. No quedarán uvas en la vid, ni higos en la
higuera, y se caerá la hoja; y lo que les he dado pasará de ellos."
Por lo tanto, la maldición de Jesús a la higuera, debemos entenderla como un símbolo del
juicio de Dios contra su pueblo Israel.
Una higuera con hojas pero sin fruto
1. ¿Por qué buscó Jesús higos si no era todavía tiempo?
Algunos se han preguntado por qué Jesús maldijo la higuera por no tener fruto, si como
Marcos indica, "no era tiempo de higos".
Para comprenderlo, debemos conocer primero ciertos aspectos importantes de la relación
que hay entre las hojas y el fruto de la higuera. En Palestina, cuando llega la primavera y
aparecen las primeras hojas de las higueras, éstas vienen acompañadas por unos
pequeños nódulos o botones comestibles. Si estos pequeños higos no aparecen en ese
tiempo, esto indica que el árbol, a pesar de tener hojas, será estéril y no producirá frutos.
Por lo tanto, cuando Jesús se acercó a la higuera frondosa, tenía toda la razón para
pensar que podría encontrar estos pequeños higos comestibles. Sin embargo, después de
inspeccionar la higuera, "nada halló sino hojas".
2. Un símbolo de la religión de Israel
Como ya hemos dicho, la higuera era un símbolo de Israel: muchas hojas, pero sin frutos.
La noche anterior Jesús había tenido ocasión de comprobar esto en su visita al templo. Y
justo en este momento se disponía a ir allí nuevamente para hacer una de las
acusaciones más graves que podemos imaginar: "Mi casa será llamada casa de oración
para todas las naciones, mas vosotros la habéis hecho cueva de ladrones" (Mr 11:17).
Todos aquellos rituales perfectamente organizados que llevaban a cabo en el templo, sólo
servían para esconder la falta de verdadera vida espiritual.
Incluso la forma en la que le habían aclamado el día anterior cuando llegó a Jerusalén
como aquel que venía "en el nombre del Señor", era completamente superficial, y no
tardaron mucho en cambiarla por gritos de "¡Crucifícale, crucifícale!".
La abundancia de sus hojas hacía pensar que tenía fruto, pero realmente carecía de él.
Prometía mucho pero no daba nada.
La Segunda pesca milagrosa
El versículo 3 dice: "Simón Pedro les dijo: Voy a pescar. Le dijeron: Vamos nosotros
también contigo. Salieron y entraron en la barca, pero aquella noche no consiguieron
nada".
Creo que esta frase "voy a pescar" tiene en esta situación un tono de tristeza. Por
supuesto que no tiene nada de malo ir a pescar. Pero para Pedro y los que habían sido
pescadores era como volver a la vida de antes, y como que esos tres años y medio con el
Maestro habían pasado al gran museo de los recuerdos. Es que esos años con el Mesías
recorriendo las aldeas y ciudades de Judea habían sido tan maravillosos. Los días eran a
veces agotadores. Los enfermos que se amontonaban; las multitudes que había que
atender. ¡Pero cómo olvidarse de esos milagros que habían visto con sus propios ojos! Y
en esta frase tan corta "voy a pescar" es como si dijera, todo el pasado ha quedado atrás.
La experiencia inolvidable de haber escuchado esas palabras maravillosas que salían de
los labios del Maestro cuando al final del día les hablaba esas verdades eternas de una
manera que nunca antes habían escuchado. No podemos dejar de pensar que se habrá
acordado cuando al principio de su ministerio Jesucristo le dijo: "Boga mar adentro, y
echad vuestras redes para pescar" (Lc 5:4).
Notemos en resumen los hechos especiales en este milagro:
1) El Señor en su providencia actúa para que no exista pesca durante la noche.
2) El Señor procede para que no existan peces en el lado izquierdo de la embarcación.
3) El Señor hace que exista una gran concentración de peces grandes del lado derecho.
4) El Señor sabe todo lo que ha transcurrido durante la noche y la falta de comida.
5) La red no se rompió a pesar de la gran cantidad de pescados grandes.
6) Ciento cincuenta y tres grandes pescados. Estadísticamente en una pesca con red se
obtienen pescados grandes, medianos y pequeños. Cualquiera que ha ido a pescar con
red sabe que la gran mayoría de lo que se obtiene son pescados pequeños que muchas
veces los pescadores devuelven al mar. Aquí no hay ningún pescado pequeño. Todos son
grandes. La probabilidad estadística que no haya un sólo pescado pequeño es
infinitamente pequeña.
El ultimo hombre que Jesus sanó
Después de cenar la cena de la Pascua con Sus Discípulos, Jesús los llevó a la oscuridad
del Huerto de Getsemaní. Él dejó a la mayoría de los Discípulos a la orilla del Huerto. Él
tomó a Pedro, a Santiago y a Juan más adentro del Huerto, donde los dejó mientras Él se
fue un poco más allá a orar “más intensamente; y era su sudor como grandes gotas de
sangre que caían hasta la tierra” (Lucas 22:44), conforme Dios comenzaba a cargar “en él
el pecado de todos nosotros” (Isaías 53:6).

Unos cuantos minutos después, Jesús llevó “una compañía de soldados, y alguaciles de
los principales sacerdotes y de los fariseos”, que venían “con linternas y antorchas, y con
armas” (Juan 18:3). Jesús les preguntó a quien buscaban, y ellos “Le respondieron: A
Jesús nazareno” (Juan 18:5). Jesús literalmente les dijo: “Yo soy”. Cuando Jesús dijo: “Yo
soy”, que es el nombre de Dios (Éxodo 3:14), ellos “retrocedieron, y cayeron a tierra”
(Juan 18:6). Entonces parece que hubo una riña y:

“Simón Pedro, que tenía una espada, la desenvainó, e hirió al siervo del sumo sacerdote,
y le cortó la oreja derecha. Y el siervo se llamaba Malco” (Juan 18:10).

Jesús reprendió a Pedro y le dijo que guardara su espada.

Eso nos lleva al hombre llamado Malco, al cual Pedro le cortó la oreja con una espada.
Este incidente fue importante lo suficiente para que todos los escritores del Nuevo
Testamento lo registraran (Mateo 26:51; Marcos 14:47; Lucas 22:50; Juan 18:10). Todos
los escritores de los cuatro Evangelios nos dicen que Malco era un siervo del Sumo
Sacerdote, Caifás. Pero solo Juan dice su nombre, y solamente Juan nombra a Pedro
como el Discípulo que le cortó la oreja. Varios comentaristas modernos asumen que
Mateo, Marcos y Lucas dejan fuera el nombre de Pedro porque la identidad de Pedro
podría haberlo puesto en riesgo, si su nombre hubiera sido dado. Pero Pedro ya estaba
en mucho riesgo, ¡así que dudo que esa fuera la razón! A mí me parece que las
respuestas a esas preguntas nos son desconocidas, y es mejor decir que el Espíritu
Santo dejó que Juan, el último escritor del Evangelio, nos diera el nombre de Pedro – tal
como el nombre de Malco. Pero solo Lucas nos dijo que Jesús sanó la oreja cortada de
Malco. Lucas dijo:

“Y uno de ellos hirió a un siervo del sumo sacerdote, y le cortó la oreja derecha. Entonces
respondiendo Jesús, dijo: Basta ya; dejad. Y tocando su oreja, le sanó” (Lucas 22:50-51).

Malco era “un siervo del sumo sacerdote” (Lucas 22:50). Eso explica por qué estaba al
frente de la guardia que vino a arrestar a Jesús. Malco era el representante personal del
Sumo Sacerdote, y estaba al frente de los guardias, probablemente guiándolos, tras
Judas. Esto explica por qué Pedro lo atacó, ya que estaba enfrente de los demás.
Entonces Jesús “tocando su oreja, le sanó” (Lucas 22:51). El Dr. Lenski dijo:

Este es un milagro notable, el ultimo milagro que Jesús hizo...[parece] que la oreja le fue
cortada y colgaba por una tira de piel ya que el que Jesús la tocara la restauró
perfectamente (traducción de R. C. H. Lenski, D.D., The Interpretation of St. Luke’s
Gospel, Augsburg Publishing House, reimpreso 1961, p. 1082; nota de Lucas 22:51).

“Jesús entonces dijo a Pedro: Mete tu espada en la vaina; la copa que el Padre me ha
dado, ¿no la he de beber?” (Juan 18:11).

“La copa que el Padre me ha dado, ¿no la he de beber?” (Juan 18:11). El Dr. McGee dijo:
“Esta es la copa del juicio que El cargó por nosotros en la Cruz...no pensemos que el
Salvador [fue a la Cruz] sin querer. Hebreos 12:2 dice: ‘...el cual por el gozo puesto
delante de él sufrió la cruz, menospreciando el oprobio, y se sentó a la diestra del trono de
Dios”’ (traducción de J. Vernon McGee, Th.D., Thru the Bible, Thomas Nelson Publishers,
1983, tomo IV, p. 485; nota de Juan 18:11).

Nunca olvides que este era Jesús, el Dios-hombre. Los guardias cayeron cuando Él dijo:
“Yo soy” por Su poder. Por Su poder, Él sanó la oreja cortada de Su enemigo Malco. Este
es Jesús el Mesías, quien le dijo a Pedro que metiera su espada en la vaina, y dijo:

“¿Acaso piensas que no puedo ahora orar a mi Padre, y que él no me daría más de doce
legiones de ángeles?” (Mateo 26:53).

Él podía haber llamado miles de ángeles para salvarlo a Él de ser crucificado, pero Él fue
a la Cruz voluntariamente, a pagar la pena completa por tu pecado.
Las manos de Jesús ataron en el Huerto donde Él oró,
Lo avergonzaron por las calles.
Escupieron al Salvador, Él puro y sin pecado,
Dieron voces “¡Crucifícale!”
Pudo llamar a diez mil ángeles
A destruir el mundo, y librarlo a Él.
Pudo llamar a diez mil ángeles,
Pero murió a solas, por ti y por mí.
(Traducción libre de “Ten Thousand Angels” por Ray Overholt, 1959).

Jesús fue a la Cruz voluntariamente, “como cordero...al matadero” (Isaías 53:7) a pagar el
precio de nuestro pecado y a salvarnos del juicio de Dios.

Pero nuestro sermón esta noche se enfoca en este hombre Malco, quien era una persona
importante, siervo del Sumo Sacerdote, Caifás – este hombre a quien Pedro le cortó la
oreja con su espada – éste que fue la ultima persona a quien Jesús sanó antes de Su
crucifixión. ¿Es importante? No, él no era importante según la Cristiandad. Pero se habla
de él en los cuatro Evangelios, se nombra en el Evangelio de Juan, y hasta una segunda
vez en el Evangelio de Juan como “el [siervo] del sumo sacerdote...a quien Pedro había
cortado la oreja” (Juan 18:26).

Malco es mencionado cinco veces en los cuatro Evangelios. Eso es todo lo que oímos de
él en las Escrituras. Nunca leemos nada más de él – solo que Pedro le cortó la oreja, y
que Jesús lo sanó – ¡nada más! Por lo tanto, no se menciona en ninguna tradición
antigua. Ahora, yo no le pongo mucho valor a las tradiciones antiguas. Pero, si se hubiese
vuelto Cristiano después, hubiera aunque sea una mención de ello en alguna tradición
oscura. Pero no hay nada – nada más de él en la Biblia – nada más de él en la tradición
antigua. Él es el último hombre a quien Jesús sanó antes de Su crucifixión, ¡pero no se
dice una palabra más de él! ¿Qué nos dice eso? Creo que la razón es obvia. Él nunca fue
convertido. Él nunca se hizo Cristiano. Creo que la conclusión es obvia – y varios
comentadores han llegado a la misma conclusión.

¿Por qué menciona la Escritura que él fue sanado? Creo que cada palabra de la Escritura
es por inspiración – y creo que toda palabra de la Escritura es dada por una razón. El
Apóstol Pablo dijo:
“Toda la Escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para redargüir, para corregir,
para instruir en justicia” (II Timoteo 3:16).

Creyendo que II Timoteo 3:16 es verdad, ¿qué aprendemos que es “útil” del saneamiento
de Malco? ¿No es obvia la respuesta? El Dr. Lenski dijo: “¿Qué impresión le dio ese
milagro [a Malco]? No oímos de ninguna” (ibíd., p. 1083; nota sobre Lucas 22:51). Estoy
convencido de que esa es la respuesta. Esta es la lección que aprendemos del sanar de
Malco – Jesús puede hacer un milagro en una persona sin que tenga un efecto en su
vida. Una persona puede experimentar un milagro físico y quedarse perdida – sin ser
convertida – jamás salva. ¿No es esa la lección que aprendemos del saneamiento de
Malco? ¡No puedo pensar en ninguna otra razón por la que el Espíritu de Dios registrara
este milagro en las Santas Escrituras! Dios puede hacer un milagro en tu vida sin que
seas salvo. Esa es una lección importante para nosotros en estos días cuando el ser
sanado y los milagros son tan importantes.

Déjame terminar este sermón contándote una historia. Es perfectamente cierta, y la dejo
tal como es. Solo daré los hechos exactos, como ocurrieron.

Una noche ya muy tarde recibí una llamada telefónica. Una persona que yo conocía
desde niño estaba muriendo. De hecho, me dijeron que los doctores le daban solamente
como una hora de vida. Me pidieron que fuera a orar para que fuera sanado. Llovía muy
recio, y él estaba en un hospital lejano, así que le pedí a Dr. Cagan que fuera conmigo.
Finalmente llegamos al hospital. La familia nos dijo que él moriría en cualquier minuto. El
Dr. Cagan y yo entramos al cuarto. Yo puse mi mano sobre él y oré que Dios lo sanara.
Eso fue todo. Luego nos fuimos a casa. Yo esperaba que él muriera esa noche. La
siguiente mañana me sorprendió oír que sobrevivió la noche. ¡Me sorprendió todavía más
saber que unos cuantos días después fue dado de alta, y fue a casa! Su familia dijo que
era un milagro. Los doctores dijeron que era un milagro. El hombre mismo dijo que era un
milagro.

Ahora, la razón que casi murió fue por alcoholismo. Su hígado ya no trabajaba. Pero de
algún modo Dios lo sanó. ¡Por eso estuve muy sorprendido al darme cuenta de que
regresó a la bebida un par de semanas después!

Seguro, un par de meses después recibí otra llamada de noche. Me dijeron que moría
otra vez. Esta vez los doctores no le daban esperanza alguna. Pero la familia me rogó que
fuera. Otra vez el Dr. Cagan y yo fuimos al hospital lejano. Fuimos a su cuarto y casi no
podía hablar. Pero me dijo que si Dios lo sanaba otra vez, él vendría a nuestra iglesia y
“sería salvo”. De nuevo, puse mi mano sobre él y oré para que fuera sanado. Otra vez, un
milagro aconteció. ¡Los doctores se sorprendieron! Pronto fue dado de alta. Unas
semanas después cumplió sus promesas a medias. Un Domingo en la mañana él entró
por la puerta de nuestra iglesia. Se sentó con su esposa al frente mientras yo predicaba.
Nunca alzó los ojos para verme una sola vez durante el sermón. Al cierre del servicio di
una invitación para que aquellos que quisieran hablar conmigo sobre la salvación alzaran
la mano. Este hombre no alzó su mano. Después del servicio hablé con él en privado y le
rogué que confiara en Jesús. El me dijo: “Tengo que pensar sobre eso un poco más”.

Para acortar la historia, él regresó a la bebida. Unos cuantos meses después murió por
eso. Me llamaron para que condujera su funeral, lo cual hice. Pero no pude dar una
palabra de consuelo o esperanza. Solamente pude predicar un simple sermón del
Evangelio y decir la bendición. Siempre lo recordaré. Era mi amigo de niño. Había sido
sanado dos veces por un milagro. Pero nunca se arrepintió, y nunca fue convertido. El
resistió a Jesús hasta el fin.
¿Cuál es el punto? El punto entero de este sermón es simple – que puedes recibir un
milagro y no ser salvo. Puedes tener respuestas a la oración y no ser salvo. Puedes ser
bendecido por Dios y nunca ser convertido. Ese fue el caso de Malco en la Biblia, y el
caso de mi pobre amigo perdido, que amaba al alcohol tanto que no quiso confiar en
Jesús. ¿Qué era la que tanto amaba Malco que no confió en el Salvador que lo había
sanado? No podemos decir. La Biblia guarda silencio. Pero podemos estar seguros de
que había algo en la vida de Malco que él temía perder – ¡así que perdió su alma! Jesús
dijo:
“Porque ¿qué aprovechará al hombre, si ganare todo el mundo, y perdiere su alma? ¿O
qué recompensa dará el hombre por su alma?” (Mateo 16:26).
¿Qué es lo que te detiene a ti confiar en Jesús? Jesús murió en la Cruz para pagar por tu
pecado. Él derramó Su Sangre preciosa para limpiarte de todo tu pecado. Él resucitó de
los muertos para darte vida. ¿Qué es lo que te detiene de venir a Jesús para recibir esos
grandes beneficios eternos? Te suplico que te vuelvas de tus pecados y vengas
directamente a Él, porque Jesús dijo:
“Al que a mí viene, no le echo fuera” (Juan 6:37).
El milagro más grande de todos es la salvación de tu alma. Cuando Dios te atraiga a
Jesús, y tú confíes en Él, ¡el milagro más grande de todos ocurrirá en tu alma! ¡Serás
nacido de nuevo por Su misericordia y gracia! John W. Peterson lo dijo bien:
Tomó un milagro poner las estrellas sin par,
Tomó un milagro darle al mundo un lugar;
Mas cuando mi alma salvó, y a mí me limpió,
¡Tomó un milagro de gracia y amor!
Quiero que ustedes que están todavía perdidos vengan y se sienten en las dos primeras
filas mientras el resto suben a comer. Ven aquí y hablaremos contigo acerca de confiar en
Jesús.
La resurrección de Jesús

1. Su resurrección demostró que no era un mentiroso


Cada vez que Jesús anunció sus sufrimientos y muerte, siempre añadía la profecía: "Y
resucitará al tercer día" (Mt 16:21).
Si Cristo no hubiera resucitado tal como había anunciado tantas veces, entonces también
deberían ser puestas en tela de juicio todas las demás afirmaciones que hizo.
De hecho, tendríamos que admitir que la decisión del tribunal judío que le juzgó por
blasfemia cuando dijo que era el Hijo de Dios, tenía toda la razón al condenarle.
(Mt 26:63-65) "... Entonces el sumo sacerdote le dijo: Te conjuro por el Dios viviente, que
nos digas si eres tú el Cristo, el Hijo de Dios. Jesús le dijo: Tú lo has dicho; y además os
digo, que desde ahora veréis al Hijo del Hombre sentado a la diestra del poder de Dios, y
viniendo en las nubes del cielo. Entonces el sumo sacerdote rasgó sus vestiduras,
diciendo: ¡Ha blasfemado! ¿Qué más necesidad tenemos de testigos? He aquí, ahora
mismo habéis oído su blasfemia. ¿Qué os parece? Y respondiendo ellos, dijeron: ¡Es reo
de muerte!"
2. "Fue declarado Hijo de Dios... por la resurrección de los muertos" (Ro 1:4)
Por supuesto, los gobernantes judíos lo tenían por mentiroso. Todos recordamos cómo le
hablaron de él a Pilato:
(Mt 28:63) "Señor, nos acordamos que aquel engañador dijo, viviendo aún: Después de
tres días resucitaré."
Y también la forma en la que se burlaron de él durante el tiempo que duró su crucifixión:
(Mt 27:42-43) "A otros salvó, a sí mismo no se puede salvar; si es el Rey de Israel,
descienda ahora de la cruz, y creeremos en él. Confió en Dios; líbrele ahora si le quiere;
porque ha dicho: Soy Hijo de Dios."
Pero a pesar de la angustia y de su intenso clamor, el Padre no hizo nada para impedir
aquel terrible espectáculo. De hecho, la última visión que este mundo tuvo de él fue la de
un hombre humillado, derrotado, abandonado, muerto.
¿Acaso no era realmente el Hijo de Dios? Y si lo era, ¿guardaría Dios silencio
permanentemente sobre esta terrible injusticia cometida con su Hijo?
En el libro de los Hechos vemos que los apóstoles citaron en varias ocasiones el Salmo 2.
Por un lado vieron que en la muerte de Jesús se había cumplido aquella unión que el
salmista había profetizado que tendría lugar entre el pueblo y los gobernantes para
rechazar al Ungido de Dios:
(Hch 4:24-28) "Y ellos, habiéndolo oído, alzaron unánimes la voz a Dios, y dijeron:
Soberano Señor, tú eres el Dios que hiciste el cielo y la tierra, el mar y todo lo que en ellos
hay; que por boca de David tu siervo dijiste: ¿Por qué se amotinan las gentes, y los
pueblos piensan cosas vanas? Se reunieron los reyes de la tierra, y los príncipes se
juntaron en uno contra el Señor, y contra su Cristo. Porque verdaderamente se unieron en
esta ciudad contra tu santo Hijo Jesús, a quien ungiste, Herodes y Poncio Pilato, con los
gentiles y el pueblo de Israel, para hacer cuanto tu mano y tu consejo habían antes
determinado que sucediera."
Pero también se encargaron de mostrar la respuesta que Dios dio a la maldad humana, y
que el Salmo 2 también anunciaba:
(Hch 13:32-33) "Y nosotros también os anunciamos el evangelio de aquella promesa
hecha a nuestros padres, la cual Dios ha cumplido a los hijos de ellos, a nosotros,
resucitando a Jesús; como está escrito también en el salmo segundo: Mi hijo eres tú, yo te
he engendrado hoy."
Podemos decir, por lo tanto, que a través de la resurrección, Dios puso su sello de
aprobación, dando a entender con total claridad que Jesús era realmente su Hijo.
(Ro 1:4) "Fue declarado Hijo de Dios con poder... por la resurrección de entre los
muertos"
A partir de ese momento, en todos los sermones públicos de Pedro le vemos
presentándose como un testigo de la resurrección de Jesús, y acusando a los judíos de
haber dado muerte al Mesías auténtico, al que Dios había levantado de entre los muertos.
Sin duda, la acusación era realmente grave, de hecho, la situación de esos judíos era
terrible. ¿Cómo podrían escapar del justo castigo de Dios después de haber dado muerte
a su propio Hijo? Algunos de ellos entendieron la gravedad de lo que habían hecho, y
desde el fondo de su corazón clamaron: "Varones hermanos, ¿qué haremos?" (Hch 2:37).
Fue entonces cuando descubrieron que Dios estaba dispuesto a perdonarles y darles vida
juntamente con Cristo.
3. Su resurrección es la señal definitiva que confirma quién es Jesús
A pesar de la cantidad de milagros que Jesús hizo a lo largo de su ministerio público, los
judíos nunca estuvieron satisfechos. Una y otra vez intentaban justificar su incredulidad
diciendo que no tenían suficientes evidencias y pidiéndole "una señal" a su gusto. En un
momento determinado, el Señor les dijo que la señal definitiva que él les daría sería su
resurrección.
(Mt 12:39-40) "El respondió y les dijo: La generación mala y adultera demanda señal; pero
señal no le será dada, sino la señal del profeta Jonás. Porque como estuvo Jonás en el
vientre del gran pez tres días y tres noches, así estará el Hijo del Hombre en el corazón
de la tierra tres días y tres noches."
La importancia de la resurrección para el Evangelio
Si Cristo no resucitó de entre los muertos, el Evangelio no existe. No hay ninguna buena
noticia que anunciar. Veamos cómo la resurrección de Jesús afecta a las grandes
doctrinas que conforman el Evangelio.
1. La resurrección es la base de la justificación
(Ro 4:25) "El cual fue entregado por nuestras transgresiones, y resucitado para nuestra
justificación."
Aquí hay un detalle importante que debemos considerar. Cristo tenía poder para resucitar
por sí mismo:
(Jn 10:17-18) "Por eso me ama el Padre, porque yo pongo mi vida, para volverla a tomar.
Nadie me la quita, sino que yo de mí mismo la pongo. Tengo poder para ponerla, y tengo
poder para volverla a tomar..."
Sin embargo, fue el Padre quien le resucitó de los muertos:
(Ro 6:4) "... Cristo resucitó de los muertos por la gloria del Padre"
(Hch 2:32) "A este Jesús resucitó Dios..."
(Hch 13:30) "Mas Dios le levantó de los muertos"
(Ef 1:17-20) "... Para que el Dios de nuestro Señor Jesucristo, el Padre de gloria, os dé
espíritu de sabiduría... para que sepáis cuál es la esperanza a que él os ha llamado, y
cuáles las riquezas de la gloria de su herencia en los santos, y cuál la supereminente
grandeza de su poder para con nosotros los que creemos, según la operación del poder
de su fuerza, la cual operó en Cristo, resucitándole de los muertos y sentándole a su
diestra en los lugares celestiales..."
El Padre levantó a su Hijo de entre los muertos, sellando así su obra y poniendo de esta
manera su sello de aprobación sobre la redención que había realizado en la Cruz a favor
de los pecadores.
2. De su resurrección dependía la misión del Espíritu Santo
Jesús dijo que él les enviaría el Espíritu Santo una vez que hubiera subido al Padre.
Como quedó claro más tarde, el Señor se refería a su ascensión después de la
resurrección. Por lo tanto, si Cristo no hubiera resucitado, tampoco habría ascendido al
Padre, ni enviado al Espíritu Santo.
La misión que en este tiempo cumple el Espíritu Santo es doble, tal como explicó el
Señor. En relación a los creyentes, el Espíritu Santo vino a ocupar su lugar en los
corazones de los suyos, dándoles consuelo, enseñándoles y guiándoles a dar testimonio
de él.
(Jn 14:16) "Y yo rogaré al Padre, y os dará otro Consolador, para que esté con vosotros
para siempre"
(Jn 15:26) "Pero cuando venga el Consolador, a quien yo os enviaré del Padre, el Espíritu
de verdad, el cual procede del Padre, él dará testimonio acerca de mí."
Pero el Espíritu Santo también tendría un ministerio especial en relación con el mundo:
primeramente convenciéndole del terrible pecado que habían cometido al crucificar a
Jesús. En segundo lugar, mostrando que la justicia de Dios había quedado satisfecha por
medio del sacrificio de Cristo, razón por la cual el Padre lo resucitó de los muertos para
que volviera con él a la gloria. Y en tercer lugar, convencerá al mundo de que en base a
esa Obra, Satanás ha perdido todo su poder sobre el pecador que cree en Cristo.
(Jn 16:8-11) "Y cuando él venga, convencerá al mundo de pecado, de justicia y de juicio.
De pecado, por cuanto no creen en mí; de justicia, por cuanto voy al Padre, y no me
veréis más; y de juicio, por cuanto el príncipe de este mundo ha sido ya juzgado."

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