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ENSAYO SOBRE LA ESTIGMATIZACION DE LA QUE SON SUJETO LOS ANCIANOS EN

LOS DIFERENTES NIVELES SOCIALES


La imagen del anciano como sabio, desarrollada en las sociedades tribales y orientales- aún
en vigencia en algunas sociedades-, ha ido dejando paso a la visión del viejo como un sujeto pasivo,
obsoleto, como una carga social que complejiza la economía doméstica y nacional, y esto se debe en
gran medida, a los cánones valorativos que rigen la vida en las sociedades posindustriales.
“La imagen actual predominante del envejecimiento en las sociedades occidentales es
negativa y se expresa en la representación social de la vejez como pasividad, enfermedad, deterioro,
carga o ruptura social. Entre las posibles causas del problema se encuentra la construcción cultural de
la vejez como una etapa de pérdidas, de todo tipo. Esta representación como deterioro se articula con la
configuración imaginaria colectiva que cada cultura da al paso del tiempo y a sus efectos en la
corporalidad. Se generan ideas, prejuicios y conocimientos de las personas mayores en que los
cambios de orden físico y biológico se construyen como pérdidas en la vida social. Los valores de la
sociedad influyen en esta situación, dado que las ideas de la vejez forman parte del imaginario asentado
en la productividad, con vertiginosos adelantos tecnológicos, donde el arquetipo hegemónico son los
jóvenes y adultos en edad productiva y con poder. Otro factor importante es la cultura de la apariencia:
la belleza, el vigor, la lozanía, como atributos de una juventud inacabable, constituyen rasgos
sobreestimados, que desplazan cualquier otro tipo de aspiración”.
El hedonismo, la obsesión por la productividad, la valoración de lo útil en tanto capaz de
producir valor pecuniario, ha generado la pérdida de valor de la sabiduría devenida por la experiencia
acumulada en años vividos, que significa capital social, relacional y de conocimientos que los adultos
mayores pueden brindar en nuestras comunidades.
A su vez, este proceso de repliegue en los roles y funciones sociales, se ve agudizado por el
hecho de que por lo general, esta edad -como se hizo referencia en su definición se caracteriza por el
abandono del mercado de trabajo -que no se corresponde en general con la pérdida de habilidades y
deseo de continuar con la tarea desempeñada-, lo cual implica, abandonar el espacio de socialización e
interacción básico y fundamental de la vida adulta.
Este retiro del mundo laboral formal tiene implicancias importantes en los espacios de
relacionamiento social, generando en su gran mayoría un repliegue al mundo privado de estas
personas. Los adultos mayores ven alterado el ritmo habitual que ordenaba su cotidianeidad,
provocando la necesidad de resinificar su vida, construyendo nuevos significados, nuevos hábitos y
nuevas actividades. Lo que sucede generalmente es que sus espacios de interacción se limitan a sus
vínculos personales y familiares, los cuales se ven reducidos, a su vez, por el hecho natural de que en
muchas ocasiones varios de los vínculos personales que esta persona ha establecido a lo largo de su
trayectoria ya no se encuentran vivos. Un hombre o mujer frente a la realidad de su propio
envejecimiento, en una sociedad de estas características, tiende a vivir esta etapa como una situación
de pérdida de valor y confianza en sí mismo, abandono y minusvalía que se refleja en su emocionalidad
y corporalidad generando depresión, disminución de su autoestima o encierro.
Revertir este proceso es uno de los desafíos más importantes que deben afrontar las
sociedades occidentales actuales. La apuesta es superar los prejuicios que la sociedad sostiene para
con los adultos mayores, resignificando sus capacidades y competencias, roles y funciones en tanto
miembros importantes y valiosos de nuestros colectivos. Esta es una empresa que debe llevarse
adelante si verdaderamente se pretende construir una sociedad de bienestar e integrada y donde cada
ciudadano tenga un lugar.
Este ciclo de estigma y marginación social -generada a partir de la construcción identitaria del
adulto mayor antes expresada- solo se rompe con la resignificación del ser y deber ser del adulto
mayor, revalorizando el lugar y los papeles que desempeñan en el colectivo.
“Se trata por lo tanto de redefinir la vejez, introduciendo un nivel más alto de expectativas,
promoviendo la participación, reconociendo la aspiración del Adulto Mayor que al ser “parte” tiene
derecho a ser protagonista para pasar del rol de beneficiarios a la actitud de Ciudadanos”.
Las personas mayores tienen potencialidades, recursos, capacidad de creación y expresión,
trayectorias de vida que dan cuenta de la historia y hechos transcurridos, activos que deben integrarse
en provecho del desarrollo identitario y social.
Una sociedad para todas las edades es una de los emblemas de la democracia en los últimos
años. Para conseguir este estado social es fundamental promover y generar la interacción
intergeneracional. Porque una sociedad democrática y “para todos” no sólo implica que todos los
sujetos gocen de los mismos derechos y tengan un espacio en el escenario social, significa también
integración, cohesión, una interacción permanente y natural que genere una retroalimentación entre los
diferentes sectores y tramos poblacionales, donde los activos y enseñanzas de unos fortalezcan a los
otros. Una sociedad para todas las edades exige como prerrequisito fundamental la intercomunicación
intergeneracional, el respecto a los otros y la valoración del otro desde las peculiaridades propias de la
edad que transita. La convivencia desde el respecto a la diversidad es lo que nutre y hace crecer a una
comunidad.

UNIVERSIDAD ANDINA DEL CUSCO


FACULTAD DE CIENCIAS DE LA SALUD

ESCUELA PROFESIONAL PSICOLOGIA

TRABAJO DE ACTIVIDAD FORMATIVA

 DOCENTE : DURAND GUZMAN JUAN SEGISMUNDO

 ALUMNA:
 HUARCAYA PAUCAR MARYCIELO
 ROMERO ZUÑIGA CLARA ISABEL

CUSCO - PERU

2016

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