El origen de nuestras ideas 1. Todos los hombres están convencidos de que piensan y, como quiera que sean las ideas que tienen en su espíritu cuando están pensando, no existe la menor duda de que los hombres tienen una pluralidad de ideas, como las expresadas por las palabras blancura, dureza, dulzura, pensamiento, movimiento, hombre, elefante, ejército, muerte y muchas otras. Dado esto, lo primero que hay que examinar es: ¿Cómo llega el hombre a tener todas esas ideas? Ya sé que generalmente está admitido que todos los hombres tienen ideas innatas, ciertos caracteres originarios que les han sido grabados en sus almas desde el primer momento de su existencia. He examinado con sumo cuidado esta opinión y me imagino que lo que he dicho en el libro anterior para refutarla será admitido con mucha más facilidad cuando haya mostrado de dónde puede el entendimiento sacar todas las ideas que tiene, por qué vías y en qué grados pueden éstas llegar al espíritu, para lo cual yo apelaría a lo que cada uno puede observar y experimentar en sí mismo. 2. Supongo que al principio el alma es lo que se llama una tabla rasa, vacía de todo carácter, sin ninguna idea de ningún tipo, entonces, ¿cómo recibe ideas? ¿Por qué medios adquiere la prodigiosa cantidad de ideas que la imaginación del hombre, siempre activa y sin limitación alguna, le presenta con una variedad casi infinita? ¿De dónde puede sacar todos esos materiales que son como el telón de fondo de todos sus razonamientos y de todos sus conocimientos? A esto respondo con una sola palabra: de la experiencia; ahí está el fundamento de todos nuestros conocimientos, ahí es en donde las ideas encuentran su origen. Las observaciones que hacemos sobre los objetos exteriores y sensibles, o sobre las operaciones internas de nuestra mente, de las que nos apercibimos y sobre las que reflexionamos, suministran a nuestro entendimiento los materiales de todos sus pensamientos. Éstas son las dos fuentes de donde dimanan de manera natural todas las ideas que tenemos o que podemos tener. [Locke, Ensayo sobre el entendimiento humano, Libro II.]. David Hume (1711-1776) La creencia en la causalidad está fundada en la costumbre Estamos determinados sólo por la costumbre a suponer que el futuro es conformable al pasado. Cuando veo una bola de billar moviéndose hacia otra, mi mente es llevada inmediatamente por el hábito al usual efecto, y anticipa mi visión al concebir a la segunda bola en movimiento. No hay nada en estos objetos, considerados de manera abstracta, e independientemente de la experiencia, que me lleve a formar tal conclusión; e incluso después de haber adquirido experiencia con muchos efectos repetidos de este género, no hay argumento alguno que me determine a suponer que el efecto será conformable a la pasada experiencia. Las fuerzas por las que operan los cuerpos son enteramente desconocidas. Nosotros percibimos sólo sus cualidades sensibles; y ¿qué razón tenemos para pensar que las mismas fuerzas siempre están conectadas con las mismas cualidades sensibles? Por lo tanto, no es la razón la que guía la vida sino la costumbre. Ella sola determina a la mente, en toda instancia, a suponer que el futuro es conformable al pasado. Por fácil que este pasado pueda parecer, la razón nunca sería capaz, ni en toda la eternidad, de llevarlo a cabo. [Hume, Compendio de un tratado de la naturaleza humana.].