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de la
1.
ONU:
2. Los principios del D.I. en los que el Estado del Sur fundamenta su posición:
Si bien pueden estar consagrados por normas generales de la costumbre internacional, para ser
obligatorios deben ser también receptados por los derechos internos de los Estados implicados.
Son una fuente de obligaciones internacionales, en cuanto que constituyen normas
consuetudinarias generales.
No pueden en ningún caso alegarse como fuentes de una obligación internacional en cuanto que
no constituyen una fuente autónoma reconocida por la CIJ.
No responden al concepto estricto de “fuente formal” del derecho internacional, aunque pueden
ser aplicados por la CIJ de forma supletoria.
A pesar de su obligatoriedad, no pueden ser aplicados sin que medie en cada caso un
reconocimiento expreso de su aceptación por una norma convencional.
3. El acuerdo sobre la competencia de la CIJ, al no haber sido registrado ante la Secretaría de la ONU:
Sólo es oponible a la parte que incumplió con la obligación de registrar.
Hay un tratado internacional, pero el mismo es nulo ab initio porque medió error en el
consentimiento de uno de los contratantes.
Sólo habría un tratado en el caso de que ambas partes asuman voluntariamente las obligaciones
contenidas en el o los instrumentos.
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No existe un tratado internacional porque el mismo no consta en un instrumento único.
Hay una propuesta de tratado, que puede convertirse en tratado con la ratificación de ambos
estados.
Es un sujeto de Derecho Internacional pero con capacidad limitada por su objeto y fines.
Obliga a las partes en cuanto que éstas pautaron que sus efectos jurídicos se producirían con la
sola firma.
Obligaría a las partes sólo en el caso de que éstas lo ratifiquen o aprueben mediante el
procedimiento previsto por su normativa interna.
No puede generar obligaciones válidas para los Estados contratantes, en cuanto que no existe
un tratado internacional.
Generará obligaciones válidas una vez que el Estado del Norte subsane la nulidad derivada de
la falta de competencia de su órgano.
Sólo vale como obligación de celebrar un nuevo acuerdo sobre la misma materia.
En cuanto a la relación entre las normas consuetudinarias y las resoluciones de la A.G. que plantea el
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Estado del Sur, podemos afirmar que:
No existe ninguna relación significativa entre ambas, en cuanto que ambas son fuentes
auxiliares del Derecho Internacional, y por ende, ninguna crea normas jurídicas.
Tanto unas como otras generan obligaciones jurídicas para los Estados, por lo que la recepción
de unas por otras no afecta su validez intrínseca.
Las resoluciones de la A.G. deben estar respaldadas por una práctica internacional posterior
para que se consideren fuente de una norma consuetudinaria.
Las resoluciones de la A.G. crean automáticamente costumbres, sin necesidad de una práctica
uniforme y acorde posterior por parte de los Estados.
Una costumbre nunca puede ser creada a partir de una resolución de la A.G.
En el caso, la violación a las normas del derecho interno del Estado del Norte en el proceso de
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celebración del tratado:
Configura un vicio del consentimiento que hace nulo al tratado independientemente de las
circunstancias del caso.
Convierte en nulo el acuerdo por dolo del Estado del Sur, en cuanto éste no puede pretender
desconocer la normativa interna de la otra parte.
Es una causal que habilita la suspensión de los efectos del acuerdo internacional.
No puede ser alegada de buena fe por dicho Estado como vicio de su consentimiento para no
obligarse.
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No afecta la validez internacional del tratado, aunque es inoponible al Estado del Norte en el
plano doméstico.
En cuanto a la relación entre el Acuerdo Regional del 2005 (multilateral) y el Acuerdo Marco de
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Cooperación del 2006 (bilateral):
Prevalece el multilateral por abarcar un mayor número de estados y contemplar una mayor
cantidad de aspectos en su regulación.
Las cláusulas relativas a las actividades en cuestión en ambos tratados son aplicables y
válidas, por lo que sirven para apoyar las respectivas posturas, debiendo la CIJ resolver
teniendo en cuenta los restantes elementos del caso.
Dada la incompatibilidad entre las cláusulas de uno y otro, las mismas se tienen como no
escritas y ninguno de los acuerdos puede ser considerado por ello un argumento atendible.
Para que los principios alegados por el Estado del Sur puedan ser considerados normas
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consuetudinarias, se requiere:
Una aceptación expresa de todos los sujetos del Derecho Internacional a los que habrá de
regir, aún por razones de cortesía u oportunidad.
Una práctica uniforme y repetida en el tiempo, que al repetirse origina la obligatoriedad de su
propia repetición.
Para que la objeción por parte del Estado del Norte a la creación de una costumbre relativa al
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contenido del principio de no intervención sea válida, es necesario que:
Se haya conformado una costumbre con un contenido contrario a instancias del Estado
objetor.
Tal objeción se haya dado en el período de formación de la norma y expresado de un modo
inequívoco y expreso.
Haya una sentencia de un tribunal internacional que declare inaplicable la costumbre al
Estado objetor.
Exista al menos otro Estado que haya manifestado su objeción en el mismo sentido.
Se trate de una costumbre regional, en cuanto que las normas consuetudinarias generales no
admiten excepciones a su aplicación.
13. La supuesta falta de intención en obligar a su Estado por parte del Ministro de Relaciones Exteriores:
Contraría en el caso el principio de buena fe en la observancia de los tratados que consagra la
Convención de Viena de 1969.
Es una causal de nulidad del acuerdo en cuanto que implica un error que vicia su
consentimiento.
Impide que en el caso se pueda considerar que existe un tratado internacional celebrado en
buena y debida forma.
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Suspende los efectos jurídicos del acuerdo, a menos que éste sea confirmado mediante
ratificación por el Estado del Norte.
La reserva hecha por el Estado del Norte en el Acuerdo Regional del 2005 (y teniendo en cuenta que
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el mismo no prevé nada al respecto) podría ser válidamente alegada por este Estado:
Si ha sido aceptada al menos por uno de los estados partes y el estado del Sur no ha realizado
una objeción expresa a la misma.
Sólo si el tratado autorizaba las reservas de manera expresa, lo que no se da en este caso, por
lo que debe tenerse por no hecha.
Siempre que el tratado hubiera entrado en vigor respecto a todos los estados partes.
Es un sujeto de Derecho Internacional pero con capacidad limitada por su objeto y fines.
Es un sujeto de Derecho Internacional pero con capacidad limitada por su objeto y fines.
La falta de acreditación de plenos poderes por el Ministro de Relaciones Exteriores del Estado del
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Norte:
Sólo lo autoriza para representar al Estado si así lo prevé la normativa interna del mismo.
No afecta la representación del Estado, en cuanto que ésta le corresponde en virtud de sus
funciones.
Afecta su capacidad para manifestar el consentimiento del Estado en obligarse, pero no la que
se necesita para la adopción del texto.
Sólo podría afectar la validez del acuerdo si es alegada por el Estado del Sur como causal de
nulidad.
18. Los principios alegados por el Estado del Sur, al ser normas del ius cogens:
Implican obligaciones erga omnes
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Son normas generales consuetudinarias
De acuerdo con la Convención de Viena de 1969, la declaración contenida en la propuesta por la cual
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“el consentimiento expresado por la sola firma implica la obligatoriedad de sus disposiciones”:
Debe tenerse por no escrita en cuanto que contradice normas del derecho interno de uno de
los Estados contratantes.
Sólo sería vinculante para las partes si las firmas hubieren correspondido en ambos casos a los
Jefes de Estado o Gobierno.
Al no estar receptada como modo de manifestación del consentimiento por la Convención,
será valida en función de lo que establezca la CIJ al respecto.
Es válida en cuanto que la firma es un modo aceptado por dicha Convención para manifestar
el consentimiento en obligarse por parte de un Estado.
Convierte en nulo al acuerdo en cuanto que en ningún caso el Estado del Norte podría
apartarse de los procedimientos previstos por su normativa interna para la celebración de
tratados.
El argumento del Estado del Norte relativo a las resoluciones de la A.G. de la ONU resulta
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admisible, en cuanto que las mismas:
Únicamente conllevan una compulsión moral y política para los Estados partes.