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Pues bien, gran parte del éxito que pueda llegar a conseguir un político dependerá no
solo de que consiga transmitirnos la idea, sino de que logre que le creamos. Para ello
tiene que transmitirnos el mensaje teniendo en cuenta todos los aspectos de la
comunicación, no solo teniendo claro qué es lo que dice, sino cómo lo dice.
Obama tiene una puesta en escena brillante: sus gestos, su postura, sus pausas y su
contacto visual, todo esto junto con su discurso hacen que su comunicación sea
espectacular. Pero lo que más potencia es su voz para conseguir una respuesta masiva.
La melodía de su voz provoca a la gente, logra que se unan al ritmo de sus palabras
conforme fluyen y se crean parte de ellas. Lo más importante en su discurso no es lo
que está diciendo, sino como su voz te guía y te dice como deberías sentirte. Las
palabras son irrelevantes, puede que no recuerdes el mensaje cuando deje de hablar,
pero sí que sientes algo muy potente dentro de ti.
Por ello hay que tener muy presente la comunicación no verbal, y es que en algunos
casos puede determinar los resultados de unas elecciones. Como en el debate político
que tuvo lugar entre Nixon y Kennedy en 1960. Nixon, que había pasado dos semanas
hospitalizado por una lesión en la rodilla, llegó al debate pálido, se negó a utilizar
maquillaje; estaba cansado porque no quiso suspender la campaña para preparar el
debate, sudó y para completar un aspecto inquietante, su traje gris se mezclaba con el
fondo del estudio. Frente a él, Kennedy aparecía relajado (los asesores le
recomendaron que cruzara las piernas al sentarse), ligeramente moreno, y vestido con
un traje oscuro que mejoraba su aspecto. Al terminar el debate, la mayor parte de
quienes lo siguieron por televisión declararon que lo había ganado Kennedy. Para los
radioyentes, sin embargo, el vencedor fue Nixon.
• Controlar la mirada: no tener una mirada perdida, sino más bien firme y expresiva, y
mirando a todo el público.
• Elegir bien el vestuario: tener en cuenta dónde se va a realizar la acción
comunicativa, el contexto, el público y el mensaje. Tiene que estar acorde con
lo que se quiere decir, sin que la vestimenta deje de ser cómoda.
• Buscar el lugar idóneo: saber dónde va a tener lugar para encontrar la ubicación
más adecuada y que favorezca la comunicación.
• Manejar nuestra respiración y tono de voz: la voz supone el 38% en la
comunicación. Evitar la monotonía y controlar el paralenguaje: la vocalización,
la entonación y el timbre de la voz.
• Evitar movimientos excesivos de los brazos o manos: hay que gesticular, y los
gestos deben de ir en paralelo con las palabras, pero sin excederse ya que
puede despistar al receptor.
• Moverse de forma natural en el espacio de que dispongamos: siempre que se
pueda, pero al igual que los gestos no hay que abusar.
• Sonreír: muy importante, tener una buena sonrisa y trabajar en ello para que sea lo
más natural posible.
• Evitar leer: conocer el discurso, saber sobre qué se va hablar y tenerlo bien
trabajado para conseguir naturalidad en el mensaje.
• Conocer y controlar nuestras emociones: hay que evitar ciertas expresiones
negativas y potenciar las positivas para completar el discurso.
• Prescindir de barreras: para crear un ambiente más cercano con el público es
recomendado no ubicarse detrás de atriles, mesas u otras barreras que
dificulten la comunicación con la audiencia.
Estas son algunas pautas que hay que tener en cuenta, pero no hay que olvidar que la
comunicación no verbal es un campo muy amplio que engloba muchos más aspectos
y todos ellos afectan a la comunicación. Depende del locutor que estos aspectos sean
favorables y beneficien a su discurso, de modo que consiga una mayor eficacia,
credibilidad y fuerza para conseguir sus objetivos y alcanzar el éxito.
Sin embargo, y a pesar de su gran evolución en la comunicación política, hoy en día no
se le da mucha importancia a la comunicación no verbal entre nuestros dirigentes. Hay
mucho que mejorar y un largo camino por delante. Pero está en nuestras manos crear
el discurso perfecto para lograr el éxito en la comunicación política.