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Florencia Angilletta ∞ Enseñanza “El género y la Facultad de Filosofía y Letras:

los devenires de la inclusión” ∞ pp. 137-143

LECTORAS DE –O LEÍDAS POR– LA ESI


NOTAS SOBRE LOS “MODOS DE LEER”
READERS OF –OR READ BY– THE ESI. NOTES ON “WAYS OF READING”

Florencia Angilletta
CONICET
Universidad de Buenos Aires
florenciangilletta@gmail.com

∞ RESUMEN
∞ PALABRAS CLAVE ¿Cuáles son las vinculaciones entre la Ley de Educación Sexual Integral (ESI), género,
Letras y “modos de leer”? Se parte de algunas coordenadas sobre la ESI en la universidad,
de la que egresan muchos/as docentes que trabajan con ella en el aula. Aunque la ley
Educación Sexual sostiene que se aplica hasta el nivel superior, puede preguntarse cómo se inscribe en el
Integral profesorado universitario. Esto se complejiza con la reciente “Ley Micaela”, la cual canaliza
una demanda social, al establecer la ESI para toda persona vinculada a la gestión del
Género
Estado. Luego se reflexiona sobre las imbricaciones entre la ESI y Letras a partir de
Modos de leer algunos hitos y la importancia de su práctica en la escuela media. Algunas preguntas se
organizan en torno a la siguiente paradoja: ¿podemos ser lectoras de la ESI o solo seremos
Universidad leídas por ella? La hipótesis es que los “modos de leer” operan tensionados entre fuerzas
instituyentes e instituidas; estos “modos de leer” habilitan nuevas bibliotecas y archivos,
transforman las vidas y redistribuyen voces, a la vez que también pueden ser protocolizados si
se agotan las imaginaciones en torno a una política de cupo o si se reedita una noción de la
literatura ligada al siglo XIX como “manual de buenas costumbres”.

∞ ABSTRACT
∞ KEYWORDS What are the links between the Comprehensive Sex Education (ESI), gender, Literature
and “ways of reading”? It starts from some coordinates on the ESI in the University, from
which many teachers who work with it in the classroom. Although the law argues that it
Comprehensive Sex applies to the higher level, may wonder how you enroll in university faculty. This is
Education complexed by the recent “Micaela Law”, which channels a social demand by establishing the
ESI for every person linked to the management of the State. Then we reflect on the overlap
Gender between the ESI and Literature from some milestones and the importance of their practice in
Ways of Reading
high school. Some questions are organized around the following paradox: can we be ESI
readers or will we only be read by it? The hypothesis is that the “ways of reading” operate
University between instituting and instituted forces; these “ways of reading” enable new libraries and
archives, transform lives and redistribute voices, while also being able to be protocolized if the
imaginations around a quota policy are exhausted or if a notion of literature linked to 19 th
century as “manual of good customs”.

Número 9 ∞ Marzo 2020 − 137 − Revista Exlibris ∞ ISSN 2314-3894

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Atribución - No Comercial - Compartir Igual 4.0 Internacional
Florencia Angilletta ∞ Enseñanza “El género y la Facultad de Filosofía y Letras:
los devenires de la inclusión” ∞ pp. 137-143

Recibido: 05/12/2019
Aceptado: 15/01/2020

La Leemos, pero también somos leídos por otro.


Interferencias entre ambas lecturas. Obligar a alguien a que
se lea a sí mismo como lo leen los demás (esclavitud).
Obligar a los demás a que nos lean como nos leemos
a nosotros mismos (conquista).
Simone Weil, Cuadernos

I.
Escribir sobre la Ley de Educación Sexual Integral (ESI) es también producirla, ya que en tanto
ley no está contenida de una vez y para siempre en su letra sino en cada lectura y en cada uso que se
haga de ella.1 Incluso podríamos pensarla en plural, como ocurre con los feminismos y sus sujetos
políticos: cada uso del plural señala la politicidad tanto de las genealogías como de las disputas
actuales que organizan. ¿Cómo pensar las vinculaciones entre ESI, género, Letras y “modos de
leer”? Esta ley tiene su propio entramado: comienza en 2002 como Ley de Salud Sexual y
Procreación Responsable, cristaliza en la Ley de Educación Sexual Integral en 2006 y, a partir de
2008, se condensa en los Lineamientos Curriculares para la Educación Sexual Integral, junto con la
producción de distintos materiales, entre otros hitos.
La demanda por la ESI en la Argentina está enlazada a la masividad y potencia de los
feminismos a partir de “Ni Una Menos”, desde 2015, y sobre todo al debate legislativo por la Ley
de Interrupción Voluntaria del Embarazo (IVE) durante 2018. La propia consigna de la Campaña
Nacional por el Derecho al Aborto Legal, Seguro y Gratuito señala: “Educación sexual para
decidir, anticonceptivos para no abortar, aborto legal para no morir”. En esta temporalidad se
solapan –no sin contradicciones– las conquistas políticas, sociales, jurídicas de las “mujeres” y la
“comunidad LGBTI” desde las imaginaciones democráticas post 1983, en especial, en torno a
divorcio, cupo, matrimonio igualitario, identidad de género, paridad política. 2
Los lineamientos curriculares de la ESI están propuestos desde la educación inicial hasta la
formación docente, pero ¿cómo impactan en la vida universitaria? Aquí se entrecruzan sentidos:
por un lado, los efectos de la ESI en la cada vez mayor institucionalización de acciones en torno a

1 Sobre la ESI y sus discusiones, ver Graciela Morgade (2001) y Jésica Báez y Valeria Sardi (2019), entre otros/as.
2 Las comillas en “mujeres” y en “LGBTI” –disidencias sexogenéricas, comunidades de lesbianas, gays, bisexuales,
travestis, transexuales, intersexuales e incluso la adición de “+” o “*”– es un modo de marcar la constante puesta en
cuestión de las identidades y que en la propia forma de la lengua puede mostrarse esta incomodidad sobre quiénes son
convocados/as, y en distintas posiciones de poder. Desde luego, este señalamiento entronca con las discusiones
históricas de quiénes son los/as sujetos/as de los feminismos. A la vez, los/as sujetos/as de la ESI son la ciudadanía
estudiantil en su conjunto, lo cual implica desafíos para pensarla en torno a las masculinidades y las construcciones de
varones “-cis”. En esta línea, también podría sumarse la pregunta por los cruces entre la lengua de la ESI y la lengua de
nuestros saberes para que los modos de inclusión no sean solo patrimonio de una escena, sino que produzcan
acontecimiento político. A la vez, estos usos también son situados y estratégicos para seguir interviniendo nuestro
trabajo crítico, que consiste, justamente, en leer y escribir.

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problemáticas de violencia de género; por otro lado, las discusiones sobre su incorporación a los
saberes disciplinares. En la primera dimensión, la ESI se vincula con los horizontes de ley y
derechos, cuyo hito quizá sea la Red Universitaria de Género.3 En la segunda, los debates sobre la
producción y acreditación de saberes se relacionan con la transversalidad o especificidad de la ESI.
Ahora bien, ¿los impactos institucionales y los impactos críticos acaso podrían no intervenir en
diálogo? ¿Cuáles son las operaciones de deslindar los protocolos habilitados por la ESI de sus
bibliografías y discusiones?
La ley sostiene que su aplicación acontece hasta en el nivel superior de formación docente,
aunque su inscripción aún resulta un desafío en el profesorado universitario. ¿Por qué en nuestros
profesorados podría no haber ESI como sí la hay en los institutos de formación docente? Además,
la discusión ya no solo es acerca de la educación del docente, sino que la ESI empieza a
reconfigurarse como una educación ciudadana: la “Ley Micaela”, que canaliza una intervención
social, la instaura para toda persona vinculada a la gestión del Estado.4
Desde estas puntas, o entre ellas, aquí se construye la hipótesis de que los “modos de leer” en
torno a la ESI operan tensionados entre fuerzas instituyentes e instituidas: a la vez que habilitan
nuevas bibliotecas y archivos, transforman las vidas y redistribuyen voces; también pueden ser
protocolizados si se agotan en imaginaciones ligadas a una política de cupo o si se reedita una
noción de la literatura ligada al siglo XIX como “manual de buenas costumbres”. ¿Cómo leer la
ESI más allá de ella? ¿De qué formas dimensionar estas intersecciones entre la ley y la carrera de
Letras, como sucede en la Facultad de Filosofía y Letras (FFyL) de la Universidad de Buenos Aires
(UBA)? De esta carrera egresan muchos/as docentes que trabajan con esta ley en el aula, aunque
aún no han sido formados/as institucionalmente para esa tarea. ¿O acaso sí lo han sido? ¿De qué
otras maneras han recibido formación para dictar clases desde la ESI? Tanto como discutimos más
ESI para nuestras universidades, por qué también no revisar la formación desde la ESI y revitalizar
cómo se inscribe la distancia –o la tensión– entre nominaciones y prácticas. ¿Por qué no leerla en
los intersticios de los programas de las materias, en el dictado de las clases y en los seminarios a
cargo de profesoras e investigadoras del Instituto Interdisciplinario de Estudios de Género
(IIEGE); en definitiva, de nuestra genealogía de lecturas?5 Más recientemente, esta época se
reconfigura con algunas experiencias como la incorporación de más escritoras y críticas, las tesis de
crítica literaria feminista –como las Ficciones lesbianas, de Laura Arnés (2016)–, los debates en torno
a la reforma del plan de estudios junto con las modalidades de inclusión de la ESI –
¿transversalidad o especificidad?–, y hasta la existencia de este mismo dossier.6 ¿Podríamos
entonces pensar en un grado cero de la ESI en nuestra carrera? ¿Podemos ser lectoras de ella o solo
seremos leídas por ella?

3 La Red Universitaria de Género (RUGE), en el ámbito del Consejo Interuniversitario Nacional (CIN), es una de las
iniciativas más recientes para rearmar las gramáticas de las universidades argentinas a partir del género,
www.cin.edu.ar/tag/ruge.
4 La Ley 27.499 establece, desde 2019, la capacitación obligatoria en género para todas las personas que integran los

tres poderes del Estado. Se la conoce como “Ley Micaela” porque es impulsada a partir del femicidio de Micaela
García, una joven de 21 años asesinada en Gualeguay, Entre Ríos. La UBA ha aprobado tal capacitación:
www.uba.ar/noticia/19672.
5 En el artículo “La aventura colectiva de mi feminismo” (Angilletta 2015) se amplían estas hipótesis atravesadas por la

formación “generacional”, junto al trabajo pionero de, entre otras, Nora Domínguez, en la cocoordinación de varios
volúmenes y en la publicación de su tesis doctoral (2007).
6
Al respecto, ver el debate sobre los “fráxitos” en Mora (Cano et al. 2018).

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II.
Estoy en México, es invierno de 2019. Aún no lo sé, pero viajo a aprender más del feminismo, de la
ESI, de nuestros debates: a refractar en este circuito de universidades, organizaciones y marchas
aquello radioactivo sobre los “modos de leer”. En un museo en la ciudad de México, veo en la
entrada un afiche rosa en el que se lee: “¿Qué historia nos cuenta este cuadro sobre desigualdad?
¿Cómo podemos ver esto desde las perspectivas de género?”. Efecto estrábico: parece un avance –
sobre todo en América Latina– que los museos incorporen a su propuesta curatorial la pregunta
acerca de los géneros; pero, ¿cómo?, ¿para qué? O más aún: ¿qué me produce incomodidad? ¿El
color rosa? ¿La pregunta cuando ya supone una respuesta? ¿El tono indicativo?
Este gesto –destacable– de llevar los géneros al museo contiene otro: cierta
institucionalización de una lectura sobre el género. Más que acercarlo, habría que distanciarlo de
otra experiencia como las conocidas intervenciones de Guerrilla Girls, que se preguntan si, para ser
parte de los museos, las mujeres tienen que estar desnudas. A comienzos del siglo XX el mingitorio
de Marcel Duchamp no produce “una etapa más” en la historia del arte, sino que hace crujir la
posibilidad misma de esa historia. Pero ¿qué sucede con los feminismos? ¿Un centro solo puede
estallar con la fantasía de la “inversión”? ¿Cuán funcionales podemos ser al perfecto revés que
sigue manteniendo el binarismo? ¿Acaso un contracanon no sostiene el canon que pretende
discutir?
Primavera de 2019. Ocho escritoras argentinas –Selva Almada, Mariana Enríquez, María
Gainza, Leila Guerriero, María Moreno, Claudia Piñeiro, Ángela Pradelli y Luisa Valenzuela–,
quienes han recibido destacados premios internacionales durante el año, son homenajeadas por la
Cámara de Diputados.7 Petróleo, pieza escrita y dirigida por el grupo Piel de Lava, es la obra teatral
más premiada del año. La cineasta Lucrecia Martel preside el jurado en la última edición del
Festival de Venecia. Son apenas algunas menciones entre muchas, pero valen porque muestran la
efervescencia de esta época contada por mujeres en la escena argentina, latinoamericana y mundial.
La sensibilidad de un tiempo en crisis, que parece ya no poder leerse sin una dimensión de género.
Pero ¿cuáles son los límites de congelar como boom las producciones realizadas por mujeres? ¿Las
imaginaciones pueden reducirse a una lógica de cupo o a la recolección de figuras excepcionales?
A la vez, las intervenciones de lectura en la universidad vinculadas con la ESI precisan
inscribir los “modos de leer” desde la ley en las aulas de la escuela media. En el cruce entre
educación media y universitaria, ¿qué otras conversaciones, problemas y contiendas se organizan
desde las Letras? ¿Cuáles son los desafíos que implica, por ejemplo, para lectores/as en sánscrito
formarse en ESI y formar a otros/as? ¿Cómo educar “a los soberanos/as” del saber –en lo que
(no) saben–? “Modos de leer” pensados desde la literatura argentina –y latinoamericana–, así como
también literaturas comparadas, lingüística, o incluso letras clásicas, porque lo que se promueven,
en definitiva, son las construcciones de saberes “situados”, tal como reflexiona Donna Haraway
(1995).8

7
Martín Kohan (2019) se pregunta, en la lectura que realiza en este homenaje, sobre la exclusión/inclusión de las
escritoras así como las formas de inclusión, y fundamentalmente lee por qué “no es un boom”.
8 La agrupación de graduados/as de Letras “Letras Vuelve” ha realizado Jornadas sobre la ESI en 2018 y en 2019. La

última ha sido “Identidades, géneros y sexualidades, ESI en la escuela media y la universidad”. Muchas de las

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Además: ¿cómo hilar la ESI con las “proyecciones” de estudiantes (y de docentes)? ¿Cómo
tornar más plásticos los/as sujetos/as de esta ley y las lecturas sobre ellos/as? Pareciera que es más
sencillo imaginar una ESI para jóvenes que para docentes –y mucho más cuando los/as docentes
no son jóvenes–. Sumar sus retos en espacios a veces hostiles o con poblaciones vulnerabilizadas
amplía los horizontes de su institucionalización. ¿Cómo organizar una ESI en escuelas
parroquiales, privadas, de frontera? ¿Cómo logramos que no sea solo para “la revolución de las
hijas”, sino para todas las identidades sexogenéricas? Esto también implica que los “modos de leer”
no se agoten en una producción de conocimiento para mujeres o para ciertas mujeres.
Mientras los feminismos de los siglos XVIII, XIX y XX disputan la igualdad en la esfera
pública y estatal, los de finales del XX y sobre todo los del XXI proponen que el espacio privado
no sea privado de derechos. Los feminismos discuten la teoría de las esferas que distribuye letras y
espacios: estatal, público, privado. En su tesis sobre literatura contemporánea y políticas del sexo,
Kate Millet (1970) escribe una frase que hace explotar la arquitectura moderna: “lo personal es
político”. ¿Qué pasa ahí? ¿Cómo leer, desde esta clave, en tanto docentes de Letras? ¿Cómo leer la
ESI como producción de conocimiento y no como moral? Porque lo personal es político, sí, pero
más aún los feminismos son política. Reescribir una nueva gramática en torno a desestabilizar las
operaciones que aplanan la tríada lectura, legislación, valores. ¿Puede la ESI en el aula
circunscribirse a “gestión de las emociones”, “autoayuda”, “consejos de vida”? ¿Acaso alguna
lectura puede repetir aquello en lo que solo se puede estar de acuerdo o confirmar lo que se sabía
antes de empezar a leer? ¿Cómo seguimos disputando las potencias de las letras? “Formación”
puede ser un modo de nombrar aquello más amplio que supone la ESI, que no es solo la currícula,
los contenidos, los lineamientos o materiales, sino también algo que acontece en las prácticas y que,
en tanto tal, precisa las voces de los/as docentes de la escuela media. Esas voces tienen que llegar a
la universidad: cada docente que lee en un aula no está aplicando la ESI, la está produciendo.
¿Cómo nos formamos en ESI y cómo formamos a otros/as?

III.
Una “historia viva” de la ley como una política en movimiento, que se ha transformado desde 2003
(es la primera ley de las históricas de ampliación de derechos sexuales del kirchnerismo); un
tiempo-espacio de encuentro de realidades áulicas y extra-áulicas; una construcción del docente
como “militante” (¿la ESI es una militancia?); un atlas de debates en torno a la aparente disyunción
entre una crítica “intelectual” o “militante”; cierta interrogación de espacios de politización de
universidades y escuelas; algunas reescrituras “norte”-“sur”, otras tensiones letradas de centros,
periferias, márgenes. Diríamos: reconfiguración de las vinculaciones entre Estado, universidad,
escuela, militancia, feminismo, saber, territorio.
Los desafíos de lecturas implican no circunscribir el análisis a una “perspectiva” de género,
como si “perspectiva” se remitiese a una mirada que se suma a lo ya dado, a lo ya visto y
construido. Más aún, no debe circunscribirse si esa mirada mantiene una división sexual del trabajo
–productivo/reproductivo–, una división sexual de enunciación –narrativa/poética– y una división

discusiones de esas mesas impactan en estas reflexiones. Aquí puede verse el registro audiovisual:
letrasvuelve.wordpress.com/2019/10/14/registro-audiovisual-de-esi-con-todas-las-letras-ii-pasen-vean-difundan/.

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sexual de intervenciones –política/intimidad–. Como si ya hubiera unas operaciones de lectura


sobre las que la ESI podría actuar, pero no como si desde esas lecturas pudieran disputarse los
sentidos de los problemas en sí: patria, nación, Estado, economía. Las instituciones parecen, a
veces, más dispuestas a agregar ESI que a habilitar que la ESI haga crujir los presupuestos de lo
institucional, es decir, el poder.
Algunos esfuerzos estarían en mostrar la paradoja acerca de los “modos de leer”
tensionados entre flujos instituyentes e instituidos, con sus desafíos y potencias. 9 La
profesionalización de la crítica literaria y la profesionalización del feminismo imbrican
problemáticas de lectura. Dar letra, pero qué letra y para qué. ¿La revolución será
institucionalizada? ¿Los “modos de leer” serán esclavizados o conquistarán? ¿Cómo hacer, en
definitiva, para seguir leyendo? La ESI en Letras habilita bibliotecas, archivos y escrituras, cambia
nuestras formas de vida, reescribe los límites de lo posible, otorga voz a quienes no la tenían e
intenta desbordar esta oportunidad a los territorios más oblicuos. Pero también puede ser
protocolizada: achatar las imaginaciones acerca de un supuesto esencialista, reeditar un análisis de
la literatura “contenidista” entre los polos de la identidad (quién soy) y la representación (qué escribo)
al modo de un “manual de buenas costumbres”, o pregonar la “vuelta de la autora” y la
(re)discusión sobre la “especificidad”. 10
Ciertos efectos parecen independizarse de los “modos de leer” y circular como
posibilidades del análisis, a veces desfasadas de la clave sexogenérica en la que se enmarcan –
afectos, precariedades, vidas–. Ahí habría un llamado: volver al género. Pero volver no como
“mismidad”, para rigidizarlo, sino para atravesarlo, una y otra vez; llevarlo contra sí mismo,
doblarlo, reescribirlo. Es necesario, entonces, hacer hablar a nuestros “modos de leer” con las
polémicas y los debates de la crítica literaria argentina; dejarnos afectar por “la angustia de las
influencias”; seguir interviniendo lo dicho, lo criticable, lo aún no legible, lo que está por escribirse.
Griselda Pollock (2010: 56) advierte la paradoja frente al canon: discutirlo pero no “reproducir” su
hegemonización. La construcción virtual de un “museo feminista” no implica “una idea de
coleccionismo de cosas realizadas por mujeres sino una práctica en funcionamiento, un laboratorio
de crítica y teoría que interviene en y negocia las condiciones de producción”. ¿Entonces
podríamos leer una crítica literaria feminista, una ESI en Letras o un feminismo? Así formulados, no
existen. Como señala Sylvia Molloy (2002), más que pensar en el género se trata de pensar desde el
género. No tanto como un saber adosado a otros saberes, sino más bien como un trabajo crítico
que flexiona cuerpos, afectos, narrativas, mapas, deseos. Lingüística, escritura y crítica literaria
atravesadas por estos “modos de leer” tejen y destejen nuevas formas de la letra privada y pública,
tanto como reconfiguran qué es “lo común”. ¿Qué leemos con lo que los feminismos nos leen?
¿Cómo seguir flexibilizando los usos de la crítica? ¿Cómo reinventar los “modos de leer” entre las
disputas de las lenguas del Estado, de la ley y de nuestras lecturas?

9 Las problematizaciones en torno a lo instituyente e instituido conforman, en sí, un modo de leer, tal como propone
Miguel Vitagliano (2011).
10
En las lecturas también hay “techo de cristal”: cada vez más mujeres leen, pero ¿qué lecturas siguen organizando? A
la vez, se señalan las distancias entre lectoras, porque una mujer que lee no necesariamente hace crítica literaria
feminista; suponerlo también sería un esencialismo.

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FLORENCIA ANGILLETTA es Licenciada y Profesora de Enseñanza Media y Superior en Letras por


la Universidad de Buenos Aires, y becaria doctoral del Conicet. Docente en la cátedra de Teoría
Literaria III. Ha publicado artículos e integrado proyectos de investigación sobre teoría literaria y
literatura argentina vinculados a la materia. Coescribió ¿El futuro es feminista? (2017) y cocoordina el
tercer volumen, “Mujeres de letras. Entre la rebeldía y la institución”, de la Historia feminista de la
literatura argentina de próxima publicación.

Bibliografía
ANGILLETTA, Florencia. 2015. “La aventura colectiva de mi feminismo: Apuntes sobre las
experiencias de lxs estudiantes de Letras de la Universidad de Buenos Aires en torno a los
estudios de género”. Exlibris. N° 4, pp 220-7.
ARNÉS, Laura A. 2016. Ficciones lesbianas. Buenos Aires: Madreselva.
BÁEZ, Jésica y SARDI, Valeria (comps.). 2019. Territorios de la ESI en la Lengua y Literatura. Buenos
Aires: Grupo Editor Universitario.
CANO, Virginia et al. 2018. “Debate”. Mora. N° 24, pp. 139-90.
DOMÍNGUEZ, Nora. 2007. De donde vienen los niños: Maternidad y escritura en la cultura argentina. Rosario:
Beatriz Viterbo.
HARAWAY, Donna. 1995. Ciencia, cyborgs y mujeres: La reinvención de la naturaleza. Madrid: Cátedra.
KOHAN, Martín. 2019. “Escritoras premiadas: no es un boom”. Revista Ñ.
<http://www.clarin.com/revista-enie/ideas/escritoras-premiadas-
boom_0_dcnnfBwr.html> [Consulta: 14 de diciembre de 2019].
MILLET, Kate. 1970 [2017]. Política sexual. Madrid: Cátedra.
MOLLOY, Sylvia. 2002. “La flexión del género en el texto cultural latinoamericano”. Cuadernos de
Literatura. Vol. 8, N° 15, pp. 161-7.
MORGADE, Graciela (coord.). 2001. Toda educación es sexual. Buenos Aires: La Crujía.
POLLOCK, Griselda. 2010. Encuentros en el museo feminista virtual. Madrid: Cátedra.
VITAGLIANO, Miguel. 2011. “Variaciones sobre un punto: notas de trabajo sobre teoría y crítica
literaria”. En AA.VV., Perspectivas actuales de la investigación literaria. Buenos Aires: Editorial de
la Facultad de Filosofía y Letras, UBA, 23-154.

Número 9 ∞ Marzo 2020 − 143 − Revista Exlibris ∞ ISSN 2314-3894

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