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DE LOS
SIGLOS DE ORO
A la tristeza
Tristeza, pues yo soy tuyo, Que el placer de verte en mí
tú no dejes de ser mía; no hay remedio para echallo.
mira bien que me destruyo, ¿Quién jamás estuvo así?
sólo en ver que el alegría Que de ver que en ti me hallo
presume de hacerme suyo. me hallo que estoy sin ti.
¡Oh tristeza! ¡Oh ventura!
que apartarme de contigo ¡Oh amor, que tú heciste
es la más alta crueza que el placer de mi tristura
que puedes usar conmigo. me quitase de ser triste!
Capítulo
...Era este tu cuerpo, el cual yo viendo, No basta amor, ni bastan los amores,
tan grande era mi miedo y mi deseo a levantar tan alto mi sentido
que moría entre yelo y fuego ardiendo. que muy bajos no queden mis loores.
Andaré pues, así como trazando harto será de lejos sólo velle;
las figuras por sí, sin las colores y aun este ver será en mí tan confuso
la obra por mis fuerzas conformando. que su bulto veré sin conocelle.
El cielo acá en el mundo te dispuso el bien que en él pusieron en ti puso...
con obra tal que, al tiempo que te hizo,
Dulce soñar
Dulce soñar y dulce congojarme, que alguna vez llegaba a despertarme.
cuando estaba soñando que soñaba; ¡Oh sueño, cuánto más leve y sabroso
dulce gozar con lo que me engañaba, me fueras, si vinieras tan pesado,
si un poco más durara el engañarme. que asentaras en mí con más reposo!
Dulce no estar en mí, que figurarme Durmiendo, en fin, fui bienaventurado,
podía cuanto bien yo deseaba; y es justo en la mentira ser dichoso
dulce placer, aunque me importunaba quien siempre en la verdad fue desdichado.
dime: ¿Por qué tras ti no me llevaste, Que, o quisieras honrarme con tu lado,
cuando desta mortal tierra partiste? o, a lo menos, de mí te despidieras,
¿Por qué al subir a lo alto que subiste, o si esto no, después por mí tornaras.
acá en esta bajeza me dejaste?
La ausencia
Quien dice que la ausencia causa olvido hallarse de su bien tan apartado
merece ser de todos olvidado. hace su desear más encendido.
El verdadero y firme enamorado
está, cuando está ausente, más perdido. No sanan las heridas en él dadas,
aunque cese el mirar que las causó,
Aviva la memoria su sentido; si quedan en el alma confirmadas.
la soledad levanta su cuidado;
Que si uno está con muchas cuchilladas,
porque huya de quien lo acuchilló,
no por eso serán mejor curadas.
y si un penar con un sufrir constante, los accidentes son que han de llevarme
satisfecho y contento con miraros, con público pregón a morir presto,
y un derramar mis pasos por buscaros, la culpa es vuestra y el dolor es mío.
preguntando por vos a cada instante;
Cristóbal de Castillejo (1495 - 1550)
Canción
Aquí no hay que está en este corro Madre, un escudero
sino ver y desear; a cada vuelta que estaba en esta baila
aquí no veo hacíame del ojo. a cada vuelta
sino morir con deseo. Yo, como era bonica, asíame de la manga.
teníaselo en poco. Yo, como soy bonica,
Madre, un caballero teníaselo en nada.
Canción II
Aquel caballero, madre, mas en serlo contra él
como a mí le quiero yo, también lo soy contra mí.
y remedio no le dó.
De verle penar así
Él me quiere más que a sí, muy penada vivo yo,
yo le mato de crüel; y remedio no le dó.
Soneto II
Garcilaso y Boscán siendo llegados y juzgando primero por el traje,
al lugar donde están los trovadores pareciéronles ser, como debía,
que en esta nuestra lengua y sus primores gentiles españoles caballeros;
fueron en este siglo señalados,
y oyéndoles hablar nuevo lenguaje,
los unos a los otros alterados mezclado de extranjera poesía,
se miran, demudadas las colores, con ojos los miraban de extranjeros.
temiéndose que fuesen corredores
o espías o enemigos desmandados;
Soneto IV
Si las penas que dais son verdaderas,
como lo sabe bien el alma mía, Mostradme este secreto ya, señora,
¿por qué no me acaban? y sería sepa yo por vos, pues por vos muero,
sin ellas el morir muy más de veras; si lo que padezco es muerte o vida;
Villancico
No pueden dormir mis ojos, se duermen que no lo siento,
no pueden dormir. que los hallo transportados;
pero los sueños pesados
Pero, ¿cómo dormirán no les quieren consentir
cercados en derredor que puedan dormir.
de soldados de dolor,
que siempre en armas están? Mas ya que duermen un poco,
Los combates que les dan, están tan desvanecidos,
no los pudieron sufrir, que ellos quedan aturdidos,
no pueden dormir. yo poco menos de loco;
y si los muevo y provoco
Alguna vez, de cansados con cerrar y con abrir,
del angustia y del tormento, no pueden dormir.
Visita de amor
Unas coplas muy cansadas, pues Garcilaso y Boscán,
con muchos pies arrastrando, las plumas puestas por asta
a lo toscado imitadas, cada uno es un Roldán,
entró un amador cantando, y, con todo, no le basta;
enojosas y pesadas. yo no alcanzo cuál engaño
Cada pie con dos corcovas, te hizo para tu daño,
y de peso doce arrobas, con locura y desvarío,
trovadas al tiempo viejo. meter en mi señorío
Dios perdone a Castillejo, moneda de reino extraño.»
que bien habló de esas trovas. «Con dueñas y con doncellas
Dijo Amor: ¿Dónde se aprende (dijo Venus), ¿qué pretende
ese metro tan prolijo, quien las dices sus querellas
que a las orejas ofende? en lenguaje que no entiende
Algarabía de allende: él, ni yo, ni vos, ni ellas?
el sujeto frío y duro, Sentencio al que tal hiciere
y el estilo, tan oscuro que la dama por quien muere
que la dama en quien se emplea lo tenga por cascabel,
duda, por sabia que sea, y que haga burla dél
si es requiebro o es conjuro». y de cuanto le escribiere».
«Ved si la invención os basta,
Garcilaso de la Vega (1501 - 1536)
Égloga III
Cerca del Tajo en soledad amena Movióla el sitio umbroso, el manso viento,
de verdes sauces hay una espesura, el suave olor de aquel florido suelo.
toda de yedra revestida y llena, Las aves en el fresco apartamiento
que por el tronco va hasta la altura, vio descansar del trabajoso vuelo.
y así la teje arriba y encadena, Secaba entonces el terreno aliento
que el sol no halla paso a la verdura; el sol subido en la mitad del cielo.
el agua baña el prado con sonido En el silencio sólo se escuchaba
alegrando la vista y el oído. un susurro de abejas que sonaba.
Égloga I
Nemoroso: por donde no hallaba
Corrientes aguas, puras, cristalinas, sino memorias llenas de alegría.
árboles que os estáis mirando en ellas, 240 (…)
verde prado, de fresca sombra lleno, ¿Quién me dijera, Elisa, vida mía,
aves que aquí sembráis vuestras querellas, cuando en aqueste valle al fresco viento
hiedra que por los árboles caminas, andábamos cogiendo tiernas flores,
torciendo el paso por su verde seno: que había de ver con largo apartamiento 285
yo me vi tan ajeno venir el triste y solitario día
245 que diese amargo fin a mis amores?
del grave mal que siento, El cielo en mis dolores
que de puro contento cargó la mano tanto,
con vuestra soledad me recreaba, que a sempiterno llanto
donde con dulce sueño reposaba, 290
o con el pensamiento discurría 250 y a triste soledad me ha condenado;
y lo que siento más es verme atado solo, desamparado,
a la pesada vida y enojosa, ciego, sin lumbre, en cárcel tenebrosa.
SONETO XXIII
- XIII -
A Dafne ya los brazos le crecían,
y en luengos ramos vueltos se mostraban; Aquel que fue la causa de tal daño,
en verdes hojas vi que se tornaban a fuerza de llorar, crecer hacía
los cabellos que al oro oscurecían. el árbol que con lágrimas regaba.
- XVIII -
Si a vuestra voluntad yo soy de cera,
y por sol tengo sólo vuestra vista, y es, que yo soy de lejos inflamado
la cual a quien no inflama o no conquista de vuestra ardiente vista, y encendido
con su mirar, es de sentido fuera; tanto, que en vida me sostengo apenas.
Aquellas palabras
Ya toda me entregué y di que es mi amado para mí,
y de tal suerte he trocado, y yo soy para mi amado.
que es mi amado para mí,
y yo soy para mi amado. Hirióme con una flecha
enherbolada de amor,
Cuando el dulce cazador y mi alma quedo hecha
me tiró y dejó rendida, una con su Criador,
en los brazos del amor
mi alma quedó caída. ya no quiero otro amor
pues a mi Dios me he entregado,
Y cobrando nueva vida y mi amado es para mi,
de tal manera he trocado y yo soy para mi amado.
Gutierre de Cetina (1520 - 1557)
Soneto
Para ver si sus ojos eran cuales
la fama entre pastores extendía, Tenía, antes de os ver, por atrevidos,
en una fuente los miraba un día por locos temerarios los pastores
Dórida, y dice así, viéndolos tales: que se osaban llamar vuestros vencidos;
"Ojos, cuya beldad entre mortales mas hora viendo en vos tantos primores,
hace inmortal la hermosura mía, por más locos los tengo y perdidos
¿cuáles bienes el mundo perdería los que os vieron si no mueren de amores."
que a los males que dais fuesen iguales?
Soneto II
Vos sois todo mi bien, vois lo habéis sido;
si he dicho alguna vez, señora mía, Vos fuisteis, vos seréis mi buena suerte;
que habéis sido mi mal, no lo entendía: si el mal desvarïar me hace al cuanto,
hablaba con pasión o sin sentido. esta es mi voluntad libre y postrera.
Yo soy todo mi mal, yo lo he querido; Pues si, con verme al punto de la muerte,
de mí viene, en mí nace, en mí se cría; por ser por vos el mal lo tengo en tanto,
tan satisfecha de él mi fantasía, ¡ved que hiciera el bien si lo tuviera!
que el mal no piensa haber bien merecido.
Soneto III
Entre armas, guerra, fuego, ira y furores
que al soberbio francés tienen opreso, Digo llorando: "¡Oh dulce primavera!
cuando el aire es más turbio y más espeso, ¿Cuándo será que a mi esperanza vea,
allí me aprieta el fiero ardor de amores. verde, prestar al alma algún sosiego?"
Miro al cielo, los árboles, las flores, Más temo que mi fin mi suerte fiera
y en ellos hallo mi dolor expreso; tan lejos de mi bien quiere que sea
que en el tiempo más frío y más avieso entre guerra y furor, ira, armas, fuego.
nacen y reverdecen mis temores.
Gregorio Silvestre (1520 – 1569)
Canción
Mote mas, muerto, volvé a mirarme,
Ojos heridos me habéis, porque me resucitéis.
acabad ya de matarme;
mas, muerto, volvé a mirarme, ¿Qué veré que me contente?
porque me resucitéis. Desque una vez yo miré,
señora, vuestra beldad,
Voltas jamás por mi voluntad
Pues me distes tal herida los ojos de vos quité.
con gana de darme muerte, Pues sin vos placer no siente
el morir me es dulce suerte, mi vida, ni lo desea,
pues con morir me dais vida. si no queréis que yo os vea,
Ojos, ¿qué os detenéis? ¿Qué veré que me contente?
Acabad ya de matarme;
A Felipe Ruiz
En vano el mar fatiga y Tántalo, metido
la vela portuguesa; que ni el seno en medio de las aguas, afligido
de Persia ni la amiga
Maluca da árbol bueno, de sed está; y más dura
que pueda hacer un ánimo sereno. la suerte es del mezquino, que sin tasa
se cansa ansí, y endura
No da reposo al pecho, el oro, y la mar pasa
Felipe, ni la India, ni la rara osado, y no osa abrir la mano escasa.
esmeralda provecho;
que más tuerce la cara ¿Qué vale el no tocado
cuanto posee más el alma avara. tesoro, si corrompe el dulce sueño,
si estrecha el nudo dado,
Al capitán romano si más enturbia el ceño,
la vida, y no la sed, quitó el bebido y deja en la riqueza pobre al dueño?
tesoro persiano;
Al salir de la cárcel
Aquí la envidia y mentira y con pobre mesa y casa,
me tuvieron encerrado. en el campo deleitoso
Dichoso el humilde estado con sólo Dios se compasa,
del sabio que se retira y a solas su vida pasa,
de aqueste mundo malvado, ni envidiado ni envidioso.
Noche serena
Cuando contemplo el cielo «Morada de grandeza,
de innumerables luces adornado, templo de claridad y hermosura,
y miro hacia el suelo el alma, que a tu alteza
de noche rodeado, nació, ¿qué desventura
en sueño y en olvido sepultado, la tiene en esta cárcel baja, escura?
el amor y la pena ¿Qué mortal desatino
despiertan en mi pecho un ansia ardiente; de la verdad aleja así el sentido,
despiden larga vena que, de tu bien divino
los ojos hechos fuente; olvidado, perdido
Loarte y digo al fin con voz doliente: sigue la vana sombra, el bien fingido?
El hombre está entregado y cómo otro camino
al sueño, de su suerte no cuidando; prosigue el sanguinoso Marte airado,
y, con paso callado, y el Júpiter benino,
el cielo, vueltas dando, de bienes mil cercado,
las horas del vivir le va hurtando. serena el cielo con su rayo amado;
¡Oh, despertad, mortales! -rodéase en la cumbre
Mirad con atención en vuestro daño. Saturno, padre de los siglos de oro;
Las almas inmortales, tras él la muchedumbre
hechas a bien tamaño, del reluciente coro
¿podrán vivir de sombra y de engaño? su luz va repartiendo y su tesoro-:
¡Ay, levantad los ojos ¿Quién es el que esto mira
aquesta celestial eterna esfera! y precia la bajeza de la tierra,
burlaréis los antojos y no gime y suspira
de aquesa lisonjera y rompe lo que encierra
vida, con cuanto teme y cuanto espera. el alma y destos bienes la destierra?
¿Es más que un breve punto Aquí vive el contento,
el bajo y torpe suelo, comparado aquí reina la paz; aquí, asentado
con ese gran trasunto, en rico y alto asiento,
do vive mejorado está el Amor sagrado,
lo que es, lo que será, lo que ha pasado? de glorias y deleites rodeado.
Quien mira el gran concierto Inmensa hermosura
de aquestos resplandores eternales, aquí se muestra toda, y resplandece
su movimiento cierto clarísima luz pura,
sus pasos desiguales que jamás anochece;
y en proporción concorde tan iguales; eterna primavera aquí florece.
la luna cómo mueve ¡Oh campos verdaderos!
la plateada rueda, y va en pos della ¡Oh prados con verdad frescos y amenos!
la luz do el saber llueve, ¡Riquísimos mineros!
y la graciosa estrella ¡Oh deleitosos senos!
de amor la sigue reluciente y bella; ¡Repuestos valles, de mil bienes llenos!»
¡Oh, luces, del amor querido asiento, cuando de vos se viere desterrado,
oh, boca donde vive la hermosura, ¡ay!, ¿qué le quedará sino recelo,
oh, habla suavísima, oh, figura noche y amargor y llanto y muerte?
angelical, oh, mano, oh, sabio acento!
Fernando de Herrera (1534 - 1597)
Y ahora, oh vano error, en este estado, Abra la luz la niebla a tus engaños,
no con llama en cenizas escondida, antes que el lazo rompa el tiempo y muerto
mas descubierta, clara y encendida, sea el fuego del tardo hielo mío
pierdo en ti lo mejor de mi cuidado.
Mostró el valor su esfuerzo, mas ventura pero será testigo este desierto
negó el suceso y dio a la muerte entrada, que el español muriendo, no rendido,
que rehuyó dudosa, y admirada llevó de Grecia y Asia el nombre y gloria.
del temido furor, la suerte dura.
Soneto I
Yo voy por esta solitaria tierra, lugar, solo principio de mi guerra.
de antiguos pensamientos molestado,
huyendo el resplandor del sol dorado, Tanto bien presenta la memoria,
que de sus puros rayos me destierra. y tanto mal encuentra la presencia,
que me desmaya el corazón vencido.
El paso a la esperanza se me cierra; ¡Oh crüeles despojos de mi gloria,
de una ardua cumbre a un cerro vo enriscado, desconfïanza, olvido, celo, ausencia!;
con los ojos volviendo al apartado ¿por qué cansáis a un mísero rendido?
Trenzas que en la serena y limpia frente...
Trenzas que en la serena y limpia frente
de anillos de oro crespo coronadas Vos, mis hermosos cercos, anudado
formais lucientes vueltas y lazadas, teneis mi cuello, y nunca espero el día,
donde el mayor Vulcano espira ardiente, principio a libertad, fin a la pena.
Al silencio de la noche
Sigo, silencio, tu estrellado manto
de transparentes lumbres guarnecido, Tú, que sabes mi mal, y tú, que fuiste
enemiga del sol esclarecido, la ocasión principal de mi tormento,
ave nocturna de agorero canto. por quien fui venturoso y desdichado,
El falso mago amor con el encanto oye tú solo mi dolor, que al triste
de palabras quebradas por olvido a quien persigue cielo vïolento,
convirtió mi razón y mi sentido; no le está bien que sepa su cuidado.
mi cuerpo no, por deshacelle en llanto.
Francisco de Figueroa (1536 - 1617)
sin ser, porque de vos estando ausente ¡Que preso yo por vos, por vos herido,
no hay cosa que del ser no me despida; y muerto yo por vos d'esta manera,
sin dios, porque mi alma a dios olvida estéis tan descuidada de mi daño!
por contemplar en vos continuamente;
San Juan de la Cruz (1542 - 1591)
Cántico
¿Adónde te escondiste, de oy más ya mensajero
Amado, y me dexaste con gemido? que no saben dezirme lo que quiero.
Como el ciervo huyste
haviéndome herido; Y todos quantos vagan
salí tras ti clamando, y eras ydo. de ti me van mil gracias refiriendo,
y todos más me llagan,
Pastores, los que fuerdes y déxame muriendo
allá por las majadas al otero, un no sé qué que quedan balbuziendo.
si por ventura vierdes
aquél que yo más quiero, Mas, ¿cómo perseveras,
decilde que adolezco, peno y muero. ¡o vida!, no viviendo donde vives,
y haziendo porque mueras
Buscando mis amores, las flechas que recives
yré por esos montes y riberas; de lo que del Amado en ti concives?
ni cogeré las flores,
ni temeré las fieras, ¿Por qué, pues as llagado
y passaré los fuertes y fronteras. aqueste coraçón, no le sanaste?
Y, pues me le as robado,
¡O bosques y espesuras, ¿por qué assí le dexaste,
plantadas por la mano del Amado!, y no tomas el robo que robaste?
¡o prado de verduras,
de flores esmaltado!, Apaga mis enojos,
dezid si por vosotros ha passado. pues que ninguno basta a deshazellos,
y véante mis ojos,
Mil gracias derramando pues eres lumbre dellos,
pasó por estos sotos con presura; y sólo para ti quiero tenellos.
y, yéndolos mirando,
con sola su figura Descubre tu presencia,
vestidos los dejó de hermosura. y máteme tu vista y hermosura;
mira que la dolencia
¡Ay!, ¿quién podrá sanarme? de amor, que no se cura
Acaba de entregarte ya de vero; sino con la presencia y la figura.
no quieras embiarme
¡O christalina fuente, ¡Oh ninfas de Judea!,
si en esos tus semblantes plateados en tanto que en las flores y rosales
formases de repente el ámbar perfumea,
los ojos deseados morá en los arrabales,
que tengo en mis entrañas dibuxados! y no queráis tocar nuestros humbrales.
el que con culta vena las sagradas el agradable al cielo, al suelo solo,
de Helicón y Pirene en muchedumbre vuelto en ceniza de su ardiente llama,
(libre de toda humana pesadumbre) yace debajo desta losa fría.
bebió y dejó en divinas transformadas;
Ovillejos
¿Quién menoscaba mis bienes? ¿Y quién prueba mi paciencia?
¡Desdenes! ¡Ausencia!
¿Y quién aumenta mis duelos? De ese modo en mi dolencia
¡Los celos! ningún remedio me alcanza,
pues me matan las esperanzas, amor, fortuna y el cielo.
desdenes, celos y ausencia.
¿Quién mejorará mi suerte?
¿Quién me causa este dolor? ¡La muerte!
¡Amor! Y el bien de amor, ¿quién le alcanza?
¿Y quién mi gloria repugna? ¡Mudanza!
¡Fortuna! Y sus males, ¿quién los cura?
¿Y quién consiente mi duelo? ¡Locura!
¡El cielo! De ese modo no es cordura
De ese modo yo recelo querer curar la pasión,
morir deste mal extraño, cuando los remedios son
pues se aúnan en mi daño muerte, mudanza y locura.
¿Quién, con el son amigo y sonoroso, Del campo son y han sido mis amores,
no detendrá las aves inocentes? rosas son y jazmines mis cadenas,
¿Quién, en las horas de la siesta, ardientes, libre nací, y en libertad me fundo.
no buscará en las selvas el reposo,
Bartolomé Leonardo de Argensola (1561 – 1631)
Soneto V
"Dime, Padre común, pues eres justo, gima a los pies del vencedor injusto?
¿por qué ha de permitir tu providencia,
que, arrastrando prisiones la innocencia, Vemos que vibran vitoriosas palmas
suba la fraude a tribunal augusto? manos inicas, la virtud gimiendo
del triunfo en el injusto regocijo."
¿Quién da fuerzas al brazo, que robusto
hace a tus leyes firme resistencia, Esto decía yo, cuando, riendo,
y que el celo, que más las reverencia, celestial ninfa apareció, y me dijo:
"¡Ciego!, ¿es la tierra el centro de las almas?"
Lupercio Leonardo de Argensola
-V -
Quien voluntariamente se destierra,
y deja por el oro el patrio techo, no tiene corto fin el pecho humano,
y aquel que apenas queda satisfecho que como en ambición su gusto funda,
con cuanto trigo en África se encierra; siempre está cosas nuevas deseando.
el que para usurpar la mar y tierra Dichoso quien camina por el llano,
le parece que tiene capaz pecho, sin pedir a la suerte otra segunda,
y enmudece las leyes y el derecho ni bien mayor que obedecer amando.
con el estruendo y máquinas de guerra;
- XXVI -
Descuidado del lauro que ennoblece,
en una choza pobre se aposenta, Ni le aflige el oráculo dudoso,
con mesa no dorada se sustenta ni el envidiado cetro considera
y de pequeños bienes se enriquece. si lo ha de arrebatar violenta Parca.
Los miembros al descanso alegre ofrece, ¡Oh, cien veces, Amiclas, más dichoso
y de solas sus redes tiene cuenta; que quien imaginó que obedeciera
ni la bélica trompa la amedrenta, el mar a su fortuna y a tu barca!
ni el temor del suceso le entristece.
Este partir, que no fue sin misterio, 5 así, señora, es bien que en un instante
hermosísima bizca, nos declara con el un ojo mires al poniente
la perfección que vemos en tu cara, y con el otro mires al levante.
ocupada en diverso ministerio;
Luis de Góngora y Argote (1561 - 1627)
y mientras con gentil descortesía antes que lo que hoy es rubio tesoro
mueve el viento la hebra voladora venza a la blanca nieve su blancura:
que la Arabia en sus venas atesora goza, goza el color, la luz, el oro.
y el rico Tajo en sus arenas cría;
Soneto
Desmayarse, atreverse, estar furioso,
áspero, tierno, liberal, esquivo, huir el rostro al claro desengaño,
alentado, mortal, difunto, vivo, beber veneno por licor süave,
leal, traidor, cobarde y animoso; olvidar el provecho, amar el daño;
no hallar fuera del bien centro y reposo, creer que un cielo en un infierno cabe,
mostrarse alegre, triste, humilde, altivo, dar la vida y el alma a un desengaño;
enojado, valiente, fugitivo, esto es amor, quien lo probó lo sabe.
satisfecho, ofendido, receloso;
¡Oh, flor al hielo!, ¡oh, rama al viento leve tú juzga de las dos el mejor celo:
lejos del tronco!, si en llamarte vida si el cuerpo quiere ser tierra en la Tierra,
tú misma estás diciendo que eres ida, el alma quiere ser cielo en el Cielo.
¿qué vanidad tu pensamiento mueve?
Francisco de Quevedo y Villegas (1580 – 1645)
Definiendo el amor
Es hielo abrasador, es fuego helado, Es una libertad encarcelada,
es herida que duele y no se siente, que dura hasta el postrero parasismo,
es un soñado bien, un mal presente, enfermedad que crece si es curada.
es un breve descanso muy cansado.
Éste es el niño Amor, éste es tu abismo:
Es un descuido que nos da cuidado, mirad cuál amistad tendrá con nada
un cobarde con nombre de valiente, el que en todo es contrario de sí mismo.
un andar solitario entre la gente,
un amar solamente ser amado.
A una nariz
Érase un hombre a una nariz pegado,
érase una nariz superlativa, Érase un espolón de una galera,
érase una nariz sayón y escriba, Érase una pirámide de Egipto;
érase un pez espada muy barbado. las doce tribus de narices era.
Letrilla satírica
Madre, yo al oro me humillo; poderoso caballero
él es mi amante y mi amado, es don Dinero.
pues, de puro enamorado,
de contino anda amarillo. Son sus padres principales,
Que pues, doblón o sencillo, y es de nobles descendientes,
hace todo cuanto quiero porque en las venas de Oriente
poderoso caballero todas las sangres son reales.
es don Dinero. Y pues es quien hace iguales
al duque y al ganadero
Nace en las Indias honrado, poderoso caballero
donde el mundo le acompaña; es don Dinero.
viene a morir en España,
y es en Génova enterrado. Mas ¿a quién no maravilla
Y pues quien le trae al lado ver en su gloria, sin tasa,
es hermoso, aunque sea fiero, que es lo menos de su casa
poderoso caballero doña Blanca de Castilla?
es don Dinero. Pero pues da al bajo silla
y al cobarde hace guerrero
Es galán y es como un oro, poderoso caballero
tiene quebrado el color es don Dinero.
persona de gran valor,
tan cristiano como moro. Sus escudos de armas nobles
Pues que da y quita el decoro son siempre tan principales,
y quebranta cualquier fuero que sin sus escudos reales
no hay escudos de armas dobles. poderoso caballero
Y pues a los mismos robles es don Dinero.
da codicia su minero,
poderoso caballero Nunca vi damas ingratas
es don Dinero. a su gusto y afición,
que a las caras de un doblón
Por importar en los tratos hacen sus caras baratas.
y dar tan buenos consejos, Y pues las hace bravatas
en las casas de los viejos desde una bolsa de cuero,
gatos le guardan de gatos. poderoso caballero
Y pues él rompe recatos es don Dinero.
y ablanda al juez más severo,
poderoso caballero Más valen en cualquier tierra
es don Dinero. (mirad si es harto sagaz)
sus escudos en la paz
Y es tanta su majestad que rodelas en la guerra.
(aunque son sus duelos hartos) Y pues al pobre le entierra
que con haberle hecho cuartos, y hace propio al forastero,
no pierde su autoridad. poderoso caballero
Pero pues da calidad es don Dinero.
al noble y al pordiosero,
Feliciana Enríquez de Guzmán (1580 - 1639)
Madrigal
Dijo el Amor, sentado a las orillas tened por cosa cierta
de un arroyuelo puro, manso y lento: que no habéis de ser flores
"Silencio, florecillas, en viendo sus colores,
no retocéis con el lascivo viento; ni yo de hoy más Amor, si ella me mira".
que duerme Galatea, y si despierta, ¡Tan dulces flechas de sus ojos tira!
Romance amoroso
A lágrimas y a silencios atiende, Elisio, a mis ojos,
reducida, Elisio, el alma, pregúntales lo que pasa.
modo le falta a la queja, Mas el corazón te envían,
de referirse mis ansias. no saben decirte nada;
No tiene la voz acento, no es mucho que aquesta vez
no encuentra el labio palabras; le falten lenguas al agua.
todo la pena lo oprime, Mi afecto, amigo, te explique
todo el dolor lo embaraza. la desdicha más extraña,
La causa, ¡ay de mí!, es tan triste, que si ha de volver al pecho
es tan fuerte la desgracia, no importa del pecho salga.
que no mata padecida No para buscarme alivios,
porque mate imaginada. para negociarme lástimas
Los suspiros desde el pecho dispensa mi mal conmigo;
tiernísimamente exhalan que en razones mal formadas
fuego, que a los ojos míos yo propio, ¡Ay, cielo!, te informe;
comunica en vivas llamas. valor y aliento me falta,
Estos de mis sentimientos que expiró, ¡terrible lance!,
verás y extremos declaran; la generalmente amada.
López de Zárate
LA ROSA.
Esta a quien ya se le atrevió el arado, con púrpura fragante adornó el viento,
y negando en la pompa su elemento porque llegó al ocaso en el oriente;
bien que caduca luz, fue sol del prado.
¡oh tú, cuanto más rosa y más triunfante,
Tuviéronla los ojos por cuidado, teme, que la belleza son colores
siendo su triunfo breve pensamiento; y fácil de morir todo accidente!
¿quién sino el hierro fuera tan violento
de la ignorancia rústica guiado?
Hernando de Acuña
Dígame quién lo sabe: ¿cómo es hecha
Dígame quién lo sabe: ¿cómo es hecha
la red de Amor, que tanta gente prende? Y si dicen que es niño, ¿cómo viene
¿Y cómo, habiendo tanto que la tiende, a vencer los gigantes? Y si es ciego,
no está del tiempo ya rota o deshecha? ¿cómo toma al tirar cierta la mira?
¿Y cómo es hecho el arco que Amor flecha, Y si, como se escribe, siempre tiene
pues hierro ni valor se le defiende? en una mano el arco, en otra el fuego,
¿Y cómo y dónde halla, o quién le vende, ¿cómo tiende la red y cómo tira?
de plomo, plata y oro tanta flecha?
Gabriel Bocángel
Como enfermo que anhela en lecho ardiente
Como enfermo que anhela en lecho ardiente médicas ondas de templada fuente:
alcanzar con excesos mejoría,
y su engaño no más, o su porfía, tal, esclavo de amor, herido el pecho,
le alivia, con que crece el accidente; buscaba yo reparo en el ausencia;
busqué la fuente contra el dardo esquivo.
y como el ciervo, que la flecha siente,
huye en vano de sí la noche y día, Hizo después amor, a mi despecho,
para ver si le dan lisonja fría lo que hace el exceso en la dolencia
y el señor con esclavo fugitivo.
Francisco de Aldana
¿Cuál es la causa, mi Damón, que estando
-¿Cuál es la causa, mi Damón, que estando y que el vital aliento ambos tomando
en la lucha de amor juntos trabados en nuestros labios de chupar cansados,
con lenguas, brazos, pies, y encadenados en medio a tanto bien somos forzados
cual vid que entre el jazmín se va enredando llorar y suspirar de cuando en cuando?
-Amor, mi Filis bella, que allá dentro que no pudiendo, como esponja el agua,
nuestras almas juntó, quiere en su fragua pasar del alma al dulce amado centro,
los cuerpos ajuntar también tan fuerte llora el velo mortal su avara suerte.
tras tanto acá y allá, yendo y viniendo y en un rincón vivir con la vitoria
cual sin aliento, inútil peregrino; de sí, puesto el querer tan sólo adonde
¡oh Dios!, tras tanto error del buen camino es premio el mismo Dios de lo servido.
yo mismo de mi mal ministro si endo,
Calderón de la Barca (1600 – 1681)
Cuentan de un sabio, que un día...
Cuentan de un sabio, que un día «más pobre y triste que yo?»
tan pobre y mísero estaba, Y cuando el rostro volvió,
que sólo se sustentaba halló la respuesta, viendo
de unas yerbas que cogía. que iba otro sabio cogiendo
«Habrá otro», entre sí decía, las hojas que él arrojó.
+Góngora
+Lope de Vega
+Quevedo
Villamediana
Sor Juana Inés de la Cruz
Flores Varias: José Valdivieso
Lupercio Leonardo de Argensola
Bartolomé Leonardo de Argensola
Conde de Salinas
Francisco de Medrano
Rodrigo Caro
Andrés Fernández de Andrada
A Cristo Crucificado
Francisco de Rioja
Pedro Soto de Rojas
Luis Carrillo de Sotomayor
Calderón
Antonio Enríquez Gómez
+Gabriel Bocángel