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Nos sentamos en las incómodas sillas de madera antigua de la Biblioteca Central de la universidad:

ellos dos frente a mí. Me miraban con misterio y conmiseración.

–Hace días que estás con ese ánimo de mierda. – Me resondró Eduardo.

–Tiene razón, Gerson. – Le dio la razón Facundo. – ¿Qué es lo que te sucede? No me digas que otra
vez es por ella, porque…

No sabía qué responder a lo que me decían. Tenía ganas de llorar. Nunca lo hice frente a ellos,
pero sus compañías me daban una total seguridad.

Fue allí, en la biblioteca de nuestra universidad, donde surgió nuestra poderosa amistad, llena de
secretos

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