Вы находитесь на странице: 1из 2

CULTURA COMUNITARIA, UNA CLAVE PARA SUPERAR LA PANDEMIA

En algunos días más estaremos protagonizando una salida gradual del estado de “cuarentena”.
¿Qué lugar van a tener la participación en el territorio y la Cultura Comunitaria, la que hacen miles
de organizaciones populares en todo el país, en la reconstrucción de nuestra vida económica y
social? Si se incorpora este aspecto con decisión en la agenda estatal y social, pensamos que
puede ser una enorme fuerza dinamizadora, capaz de movilizar a millones de argentinos y
argentinas, en quizás la dimensión más importante del próximo tiempo. La irrupción de la
Pandemia global del virus COVID-19 conmovió los cimientos del pensamiento económico y social
de nuestros países y hay tres aspectos que sobresalen en cualquier observación: a) la
comprobación de la impotencia de las estructuras del “mercado” (grandes empresas, organismos
multilaterales de crédito, bancos, entidades financieras) para ofrecer coordinadamente soluciones
a problemas comunitarios de este tipo; b) la predisposición positiva de nuestras comunidades y
sociedades (el Pueblo) a aceptar rápidamente directivas que apunten con claridad hacia el bien
común, el cuidado de la vida y la preservación de la salud y c) la importancia de la existencia de
una “estatalidad” en sintonía con las preocupaciones sociales (el Estado) en la apreciación de la
ciudadanía. No es casual, de todas maneras, que las ordenemos en esa secuencia; últimamente, la
valoración de lo estatal en periodistas e intelectuales suele obviar una comprobación previa e igual
de importante: que a pesar de haber vivido, por lo menos durante los últimos cuatro años, la
acción de gobiernos incompetentes e insensibles al drama de la pobreza, nuestro Pueblo sigue
dándole su confianza a esa posibilidad de una organización de lo común que representa el Estado,
acatando las recomendaciones y haciendo propias las valoraciones y prioridades dispuestas por las
autoridades electas. Habla de un enorme sentido común transformador y prudente en el seno
mismo de nuestra comunidad.

Pero hay más para aprender e intentar cambiar. Los sucesos (errores, distorsiones, boicots, idas y
vueltas) que rodearon a la implementación del llamado Ingreso Familiar de Emergencia y el pago a
jubilados, así como las dificultades en la asistencia alimentaria a barrios y comunidades de todo el
país nos iluminan para el camino que deberemos comenzar como sociedad y como Pueblo. Los
dispositivos financieros (tarjetas, cajeros, bancos) y las estructuras estatales actuales no son
capaces, por sí solas, de organizar y atender lo común. Los conflictos surgidos pusieron en
evidencia una cuestión fundamental, que es la carencia de ámbitos participativos
institucionalizados y en red promovidos por el Estado, pero protagonizados por la gente, en el
territorio en todo el país . Por lo menos en el conurbano bonaerense, no hay lugar o barrio que,
teniendo 8000 habitantes o más, no cuente con espacios populares y organizaciones que lleven
adelante proyectos deportivos, alimentarios, culturales, de género, de atención a la infancia o a la
economía popular. Merenderos, Clubes barriales, jardines comunitarios, centros culturales, etc,
abundan en el paisaje barrial abordando los problemas de la gente a puro coraje y voluntad
popular, sin financiamientos estables ni coordinación ni cobertura institucional seria por parte del
Estado. Sin embargo, las dirigencias partidarias de los últimos cuarenta años han sido
mayoritariamente reacias a promover seriamente la constitución de ámbitos de trabajo conjunto
de estas organizaciones en cada barrio, con un marco institucional, con financiamiento, con un
seguimiento y una animación política definida. Los intentos que hubo en las últimas décadas
(“Mesas Barriales”, Foros, etc) nunca tuvieron ni la continuidad ni la institucionalidad necesaria y,
por lo tanto, nunca superaron la etapa de la negociación “territorial” de las grandes estructuras. Si
esto se hubiera logrado, si tuviéramos una construcción sólida en el terreno de la apertura a la
participación popular en el territorio, otro hubiera sido el abordaje de esta pandemia o del
problema del Hambre. Las redes de lo que nosotros llamamos la “Cultura Comunitaria” son las
únicas capaces de orientar rápida y eficazmente la acción sanitaria y educativa de la comunidad y
el Estado en situaciones como la que estamos viviendo o las que puedan plantearse en el futuro.
Son equipos comunitarios experimentados y competentes, cercanos a la gente y de enorme
solidaridad. En la gradual salida de la Cuarentena que seguramente transitaremos, sería
fundamental promover una iniciativa estatal importante en este tema, que complemente el
impulso de políticas universales. En alguna oportunidad formulamos el ensayo de una “Ley de
Apoyo a la Cultura Comunitaria” que asignara a estas propuestas el 0,1% del Presupuesto Nacional
en el marco de un programa integral. Me parece importante señalar que, si esto se implementara,
y de acuerdo al Presupuesto Nacional aprobado, se podría poner en marcha un programa en no
menos de 12000 redes barriales de Cultura Comunitaria en toda la Argentina, llegando con
acciones educativas, culturales, deportivas y sanitarias directas a 10 millones de pobladores en los
próximos seis meses en las Plazas, los potreros, las entidades, parajes, escuelas y centros de salud
de todo el país, generando la mayor red de acción comunitaria y colaborativa de nuestra historia,
con más de 1 millón y medio de trabajadoras y trabajadores comunitarios y ampliando en gran
medida el impacto positivo de políticas universales alimentarias, productivas, educativas o
culturales. No me imagino mejor manera de reconstruir, luego de haber controlado la pandemia,
la vida comunitaria y solidaria de nuestra Patria que, como este virus ha demostrado, es el único
futuro posible.

Вам также может понравиться