Вы находитесь на странице: 1из 3

Prólogo a Poesía en la fisura (selección y prólogo Daniel Freidemberg, 1995, Ediciones del Dock)

I - Según el diccionario, 'fisura' es una fractura o una grieta: algo que se quebró, una superficie
que se interrumpe, una separación entre dos partes de alguna cosa. En la jerga juvenil argentina de
principios de los 90, en cambio, se llama "estar fisurado' o 'estar fisura" a estar desganado, cansado,
deshecho, sin fuerzas. El titulo Poesía en la fisura alude a los dos sentidos de la palabra, no porque así se
pueda resumir el contenido de esta antología sino para señalar dos de sus rasgos fuertes, de ningún
modo los únicos ni necesariamente los más importantes, pero sí capaces de volverla reconocible en el
conjunto de libros de poesía escrita y publicada en la Argentina en estos años. Hay, es evidente -puede
ratificarlo cualquiera que haya seguido durante cierto tiempo las estrategias de escritura o la
concepciones de 'lo poético’ que predominaron en distintos momentos de esa incesante producción que
llamamos ’poesía argentina"-, un cambio, algo todavía difícil de precisar pero nuevo, una irrupción de
"otra cosa", como si tuviera razón ese lugar común según el cual la literatura está destinada a sufrir
mutaciones cada diez, años y "los del 90 necesitaran distinguirse de “los del 80”. Y también es evidente,
en los poemas de muchos autores jóvenes, un clima semejante al de las letras de rock, las historietas o
los videos más recientes: inmediatez, decepción, ausencia de futuro, escasez de entusiasmo, nada en lo
que valga la pena gastar mucha energía, un desconcierto que se vive como natural, "fisura”.

II - En cuanto al cambio poético: si algo parece haber quedado establecido en los 80 es la conciencia
de que, como advertía Mallarmé, la poesía se hace con palabras. Que es trabajo con la materia verbal,
antes que manifestación de ideas y sentimientos, revelación de alguna zona desconocida del mundo o
del espíritu o transmisión de algún "mensaje' o enseñanza. Y que lo que le corresponde al poeta, por lo
tanto, es avanzar en ese trabajo con el lenguaje, buscar nuevas posibilidades, hacer cada vez mejor o
más audaz o novedosamente eso que únicamente la poesía puede hacer, libre ya del deber de cumplir
con cualquier otra función. Los nuevos poetas parecen tener tan asumida esa convicción que ya no
necesitan demostrarla: trabajar con el lenguaje ahora sería armar estructuras animadas por su propia
coherencia interna y por el manejo cuidadoso de los elementos que las componen -las palabras-sin
hacerlos resaltar especialmente: que no se note el trabajo sino sus resultados. La poesía que está
surgiendo es aparentemente más 'sencilla' y "directa", no teme parecer "vulgar’ o 'prosaica' y renuncia a
los hermetismos, los juegos de palabras, los eufemismos y los rodeos, a riesgo de caer en la simpleza, la
insignificancia y la literalidad.

III - En cuanto al clima: no está ausente el descaro, es cierto, ni la irreverencia ni el gusto por “lo
marginal”, ni deja de asomar ocasionalmente algún toque de violencia, sarcasmo o cinismo, pero por lo
general la atmósfera de "fisura’ se resuelve, en la nueva poesía , de otro modo: el registro austero e
impasible de fragmentos de un mundo deslucido, como en las películas de Jim Jarmush, en busca de
algo en que se pueda fijar la atención, de algún detalle lo suficientemente consistente como para que el
trabajo con las palabras lo intente retener. Dar cuenta de pequeñas acciones, mirar lo que hay
alrededor, por más pobre o muy conocido que sea, a veces con ironía, a veces con una apenas
perceptible ternura comprensiva, como si la poesía estuviera tratando de reconocer qué mundo le toca
después de un cataclismo y qué significación puede extraer de eso.

IV - Tanto el cambio en los modos de concebir la poesía como la "atmósfera de época", creo, están
presentes en esta antología. No en forma unánime, por suerte (ciertos rasgos que recuerdan a Alejandra
Pizamik en algunos poemas, una imaginativa soltura coloquial parecida a la de Juan Gelman en otros,
unos cuantos casos en que se reconoce la continuidad con lo que se viene escribiendo desde hace diez o
quince años, algún otro que parece ensayar caminos radicalmente propios), pero sí lo suficiente como
para no contradecir el título. Título que, por otra parte, ya había sido elegido -no es ningún secreto-
antes de armar la antología, pero que de ningún modo incidió en la selección de los poemas. La elección
del título fue, diría, una apuesta que resultó bien (incluso en trabajos que llegaron de Tucumán,
Córdoba, Corrientes o Bahía Blanca), pero no una apuesta temeraria: responde a lo que permitía
suponer toda la información previa.

V - El criterio de selección fue explicado en una gacetilla que Ediciones del Dock distribuyó a principios
de 1993: “no a partir de modos de escritura ni de direcciones de pensamiento sino de lo que la lectura
del antólogo encuentre como puesta en juego de una voz, un tono, un ritmo, una visión del mundo: algo
que tienda a ocupar, por sola presencia, el lugar que reclama del lector, que se haga necesario en un
sentido nada inmediato ni utilitario". Unas líneas antes, se describía la situación de lo que se podría
llamar "poesía joven": "en un país donde se escribe mucha poesía y se lee muy poca, un mal que sufre la
poesía -en especial la que escriben los nuevos autores-es la proliferación indiferenciada de una masa
apabullante de textos que gira muda en el vacío”.
Contra ese estado de cosas fue concebida esta antología -agregaba-, "como un filtro, pero también una
cámara de resonancia. Un medio para que una cantidad de escrituras tengan la posibilidad de
confrontar su consistencia y vayan al encuentro de ese lector desconocido sin el cual no existen". Se
proponía, entonces, a los autores de hasta treinta años cumplidos (la fecha tope de recepción era el 30
de septiembre), enviar sus poemas, éditos o inéditos, sin otro requisito que el de la edad y residir en el
país.

VI - Nadie pretende hacer creer, por lo tanto, que aquí esté la mejor poesía escrita por gente de hasta 30
años. Puede haber -habrá seguramente- algún notable poeta que no se haya enterado o no haya
querido enviar sus poemas. Como autor de la antología, no me hago responsable de lo que falta sino de
lo que está, como tampoco podría hacerme cargo de cómo cada uno de los autores aquí incluidos vaya a
encarar su escritura de hoy en adelante. Dicho sea de otro modo, lamentaría que se viera en este libro la
intención de dar cuenta del nuevo contingente que esta generación aportaría a la siempre sospechosa
nómina de "nombres importantes de la poesía argentina". Tampoco se trata, por supuesto, de
"consagrar nuevos valores", sino -como ya se dijo-
de que algo de lo que emerge en la producción poética pueda acceder a una consideración un poco más
amplia y, a la vez, de ofrecer, a quienes se interesan en qué puede haber de nuevo (o en leer poesía,
simplemente), algo que exceda la mera acumulación indiscriminada de textos: indicios, muestras
siempre parciales, ninguna aspiración a constituir un ’panorama representativo", aunque sí esperanzas
de que el conjunto haya resultado lo suficientemente diverso como para no favorecer un embloque ni
ahorrar al lector el necesario trabajo de buscar qué lectura requiere cada una de las distintas propuestas
poéticas presentadas aquí.

VII - En cuanto a lo que incluí: la selección fue particularmente difícil, por dos motivos. Uno es el nivel de
calidad bastante parejo -y bastante superior al nivel promedio de los libros de autores más o menos
'nuevos" que se publican en la Argentina- que encontré en el grueso de los textos recibidos. El otro
motivo es que, la mayoría de las veces, el nivel logrado era muy desigual dentro de cada uno de los
grupos de poemas de un mismo autor.

VIII - La mayor fuente de dudas y de reconsideraciones estuvo precisamente ahí, en las grandes
disparidades -con sorprendentes variaciones de estilo o de poéticas en muchos casos- que presentaban
numerosos autores (lo que es muy comprensible, por otra parte, en gente que por edad y experiencia,
suele estar aún tratando de encontrarse con su propia voz). Algo que desde un principio tuve en claro es
que no iba a publicar nada que no me pareciera digno de ser publicado. ¿Por qué entonces sí los textos
de unos y no los de otros? En primer lugar porque una antología que contenga, digamos, 200 poemas de
70 autores no es una antología sino un cambalache ilegible. Pero, a partir de ahí, no tengo una respuesta
única. Más de una vez, con pena, sacrifiqué dos o tres poemas que me hubiera gustado ver publicados
porque el resto de lo que mandó el autor me resultaba ingenuo, mal construido o puramente retórico. Y
más de una vez también elegí los textos que me parecieron mejores de un autor aunque su envío
incluyera algunas caídas de nivel imperdonables, simplemente porque el nivel general del material era
aceptable y con dos o tres poemas excelentes. También a menudo, el entusiasmo al encontrarme con
alguien que mostraba un tono personal y un 'mundo propio" interesante (alguien como se suele decir,
"de quien se puede esperar mucho”) se frustraba porque, por problemas serios en la resolución de los
poemas, no había ninguno publicable, o los que había eran muy pocos.

IX- Tal vez no haga falta aclarar que conocía previamente a unos cuantos de los poemas enviados y/o a
sus autores, pero sí que varios de esos conocidos entraron y otros varios no, incluído algún poeta que
cuenta ya con su cuota de prestigio entre los pares y algún premiado por un jurado respetable, así como
entraron muchos de los que no tenía noticia alguna. Sin duda, si hubiera sido otro el antólogo, el
resultado habría sido bastante distinto de este: cuando es tan poca la distancia que separa al tiempo de
la escritura de los textos del de la selección, no creo que una antología pueda ser un libro mucho más
“objetivo” que el que uno hace con su propia poesía.

X- Es probable entonces, muy probable que entre algunos de los descartados esté el gran poeta de
mañana o pasado mañana, pero también es probable que esté entre los incluidos. Eso, de todos modos,
es algo que quizá interesará a quienes eventualmente lean esta antología después del 2010, si es que la
costumbre o la capacidad de leer no se extingue antes. En todo caso, hoy, aunque con dificultades,
todavía podemos hacerlo y para eso –para ejercer el placer o la aventura de leer poesía- es que fue
pensado este libro. Agradezco a D.G. Helder su colaboración, en el intercambio de ideas y en otros
aportes que ayudaron a un mejor resultado, y, por supuesto a Ediciones del Dock.

Daniel Freidemberg

Вам также может понравиться