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Escuela Normal Superior “República del Paraguay” –

Nivel superior

Profesorado de Educación Primaria

Lengua y Literatura

Profesora: Andrea Natalia Fernández

Curso: 1ro. “B”

Ciclo lectivo: 2020

Unidad I: Lenguaje y comunicación

Temas:

La comunicación: concepto. El circuito de la comunicación. Elementos del


circuito de la comunicación: emisor, mensaje, receptor, referente, código y canal.
Condicionantes de la comunicación: determinaciones psicológicas y competencias
comunicativas.

Lengua, lenguaje y habla. Las variedades lingüísticas: lectos y registros. Los


lectos: el dialecto, el cronolecto y el sociolecto. Los registros: formal/informal y
oral/escrito.

Las funciones del lenguaje: emotiva o expresiva, poética o estética, apelativa,


referencial, metalingüística y fática.

Introducción

La comunicación como "hecho total"

Los seres humanos poseemos en lenguaje, que es la facultad que nos permite
adquirir una lengua determinada y expresarnos mediante el habla. Gracias a ello
podemos, por ejemplo, dar cuenta del mundo que nos rodea, transmitir nuestros
sentimientos y sensaciones o defender nuestros derechos. Sus funciones son infinitas y
todas parten de una intencionalidad básica: la comunicación. Los miembros de una
comunidad comparten una serie de códigos que les permiten comunicarse. Dichos
códigos, a diferencia de los sistemas de comunicación animal, mutan constantemente ya
que las propias interacciones los modifican y crean nuevas formas de comunicar. Es por

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eso que hoy en día la comunicación se da en la vida cotidiana como un "hecho total" en
el que intervienen muchos tipos y formas simultáneamente.

El imperio de los signos

La lectura de distintos signos es una constante en nuestras vidas. Codificamos y


decodificamos diariamente un sin número de mensajes conformados por signos que, a
su vez, no son estables y varían en las distintas épocas y comunidades.

Los usos y costumbres de cada sociedad intervienen en las variaciones que se


producen en los códigos. De igual forma, estos sufren el impacto de los desarrollos
tecnológicos que introducen nuevos signos en la dinámica discursiva: palabras,
imágenes, iconos, etcétera. Así, se va conformando un modelo comunicativo que agota
las distintas posibilidades expresivas en un mensaje "total": nos permite escucharnos,
leernos y vernos en cualquier momento y lugar.

(In)comunicaciones

La circulación de esos mensajes totales, en los que están presentes varios


elementos a decodificar, nos desafía en tanto hablantes ya que nos vemos obligados a
ampliar constantemente nuestras competencias comunicativas. En los procesos de
producción e interpretación de mensajes pueden presentarse inconvenientes que
obstaculicen la eficacia de la comunicación. El éxito o fracaso de los intercambios
dependen, en primer lugar, del grado de conocimiento que tengamos de los códigos
compartidos por nuestra comunidad, pero también de nuestra capacidad para adecuarnos
a las distintas situaciones comunicativas.

En los usos sociales del lenguaje la comunicación se ve condicionada por


factores tales como el nivel sociocultural, la edad o el lugar de origen de los
participantes. Existen también determinaciones que intervienen en la viabilidad de los
intercambios, como el momento y el lugar donde se producen, características
psicológicas de los hablantes. Por lo tanto, un fenómeno aparentemente tan simple y
natural como el de la comunicación puede traer aparejados obstáculos cuando se pone
en práctica y transformarse, por momentos, en incomunicación.

Redes textuales

Cuando nos comunicamos, manifestamos nuestras intenciones centrándonos en


alguno de los componentes de la comunicación. Por ejemplo, si queremos informar,

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destacaremos el referente, y para dar una orden, nuestro interés estará centrado en el
receptor. En función de dicho componente vamos a elegir un tipo textual que nos
permitirá comunicarnos y que deberá, ante todo, ser coherente y presentar una cohesión
interna entre sus elementos. Parece sencillo pero no siempre logramos que nuestras
producciones sean comprensibles; en general, no basta el hecho de comunicar un
contenido, sino que es clave la forma en que lo transmitimos.

De igual forma, todo texto que se produzca debe ajustarse a una forma de
organización o trama, adaptada al contenido y a la intencionalidad del mensaje. Si bien
los textos conviven, cada uno va a pertenecer a un género discursivo específico asociado
a una esfera de la actividad humana. Los diversos géneros, al vehiculizar los
intercambios culturales, intervienen en la constitución de la identidad de las personas. Y
es en estos intercambios donde se manifiesta, a la vez, el carácter polifónico de todo
enunciado, ya que cuando nos comunicamos dialogamos permanentemente con otros
enunciados, refiriendo o citando las voces de otros.

Lenguaje y comunicación

El lenguaje es la manifestación más importante de la conducta humana; sin él, la


vida en sociedad y cualquier forma de cultura serían imposibles. Se trata de una
facultad innata compuesta por la lengua y el habla. La lengua, a su vez, está formada
por un sistema de signos que posibilitan la expresión. Cada comunidad crea sus signos y
los utiliza para poder comunicarse y organizar su realidad.

 ¿Qué sucedería si cada integrante de una comunidad inventara un signo


diferente para representar un mismo concepto o idea?

 ¿Qué condición es necesaria para que se conforme una lengua?

El lenguaje humano

De acuerdo con la perspectiva del padre de la lingüística moderna, Ferdinand de


Saussure (1857-1913), los componentes esenciales del lenguaje con la lengua y el habla.

La lengua es una institución social que está conformada por un sistema de


signos compartidos por una comunidad. Es, además, algo abstracto: sólo se puede
concebir en su totalidad, imaginando la suma de los conocimientos lingüísticos de los
hablantes. Al ser de carácter social, la lengua se aprende, es adquirida y es
convencional. Como es un sistema de signos, pide comunicar ideas y, si bien presenta

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aspectos en común con otros sistemas de signos (las señales de tránsito, signos
matemáticos, etcétera), es el más importante y abarcador de todos. La lengua acompaña
en todo momento a los otros sistemas y permite hablar de ellos.

El habla es el uso que un hablante hace del sistema de la lengua. Cuando un


sujeto hace uso del sistema lingüístico ante un interlocutor, en una situación y con una
intención determinada, produce un hecho inédito denominado habla. El habla es
voluntaria y constituye la realización concreta e individual de la lengua.

El signo lingüístico

Según Saussure, el signo lingüístico es un tipo de signo específico que se define


como la unión de una imagen acústica, o significante, con un concepto, o significado.

El significante es la huella mental que los hablantes poseen del sonido del signo.
Por ejemplo, el significante del signo "árbol" es el "sonido árbol", que está grabado en
la memoria de los hablantes. Estos lo conocen sin pronunciarlo. El significado también
es psíquico y equivale a la definición del término. El significado del signo "árbol" no es
el árbol real, sino la "idea de árbol".

No existe ningún lazo natural entre ambos, su relación es resultado de una


convención; por lo tanto, el signo lingüístico es arbitrario. De ahí que, en las distintas
lenguas, varíen los significantes que se refieren a un mismo concepto: árbol, arbre, tree,
baum, albero, etcétera.

La lengua como sistema de diferencias

Dentro del sistema de la lengua, los elementos no se definen por sí mismos, sino
a partir de la relación de oposición que tienen con los demás, denominada valor. Por
ejemplo, al nivel del significante, se reconoce que alguien dice roca porque no dice boca
ni boca; y lo mismo sucede con los significados: roca no es piedra, ni granito. En este
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sistema de diferencias, no importan tanto los elementos como las relaciones que se
establecen entre ellos.

Los sintagmas y los paradigmas

En la lengua existen dos tipos de relaciones. Por un lado, las de combinación,


también llamadas sintagmáticas, se refieren a las que se establecen entre los sonidos
cuando se combinan para formar una palabra, o entre las palabras cuando forman una
frase. El resultado de esta combinación es un sintagma, que se forma mediante
determinadas reglas. Por ejemplo, si un sintagma tiene un sujeto en primera persona del
plural, el verbo va a estar en primera persona del plural porque tiene un valor diferencial
surgido de la oposición con las otras personas del sistema. Esta relación se da mediante
la aplicación de la regla de concordancia.

Por el contrario, existen las relaciones de asociación, o paradigmáticas, que se


generan en la memoria de los hablantes. Cada palabra remite a otra a través de
evocaciones mentales que no tienen un orden determinado y son potencialmente
infinitas. Por ejemplo, el significado de rojo puede asociarse a crimen, oh envidia pero,
en el nivel del significante, es posible asociarlo también con ojo, abrojo, flojo o despojo.
En ambos casos, se conforma una serie llamada paradigma.

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La comunicación

Estudiar el proceso de la comunicación permite comprender la dinámica de las


prácticas del lenguaje. Todas las actividades humanas involucran en mayor o menor
medida a la comunicación y el lenguaje verbal ocupa un lugar destacado en los
intercambios comunicativos. Es en el marco del discurso que, mediante la lengua
asumida por quienes hablan, se da la condición de intersubjetividad, única posibilidad
de comunicación lingüística.

La comunicación es un fenómeno complejo en el que intervienen diversos


factores. Suele explicarse mediante un clásico esquema propuesto por el lingüista ruso
Roman Jakobson (1896-1982), en el que se disponen seis elementos básicos: un emisor
produce un mensaje y lo envía a través de un canal a un destinatario, o receptor; el
mensaje es emitido en un código y tiene un referente, o tema.

El esquema de la comunicación de Kerbrat-Orecchioni

Aunque se encuentren presentes todos los elementos del circuito, muchas veces
ocurre que la comunicación no es exitosa. La lingüística francesa Catherine Kerbrat-
Orecchioni propuso una reformulación del esquema de Jakobson e introdujo nuevas
variables, vinculadas con dos procesos: el de codificación o producción del mensaje, y
el de su decodificación o interpretación.

Tanto en la instancia de codificación, como en la decodificación, inciden


variables que intervienen en la eficacia de la comunicación. Estas son:

Competencias lingüísticas y paralingüísticas: son los conocimientos


gramaticales, lingüísticos e interpretativos que el emisor y el receptor tienen para

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producir y comprender los mensajes. Involucran la capacidad para usar e interpretar
códigos no lingüísticos, tales como gestos, entonación, elementos icónicos, etcétera.

Competencias ideológicas y culturales: abarcan los saberes y representaciones


del mundo que poseen tanto el emisor como el receptor. Cuántas más competencias de
este tipo compartan, más dinámico y eficaz será el intercambio.

Determinaciones psicológicas: Están vinculadas con la relación existente entre


emisor y receptor juntos lago de familiaridad entre ellos va a determinar una relación
más o menos Formal, fluida o cordial. De igual forma, sus sentimientos, estados de
ánimo o formas de ser van a intervenir, también, en el éxito o el fracaso de la
comunicación.

Restricciones del universo del discurso: se refiere a los límites que impone la
situación comunicativa a quiénes participan en él. El contexto en que se produce la
comunicación interviene en la viabilidad de los intercambios en tanto determina entre
otras cuestiones qué puede decirse, con qué léxico y cuál es el registro más adecuado.

Este modelo propuesto por Kerbrat-Orecchioni se basa en los procesos de


producción e interpretación. En él, entran en juego tanto las competencias de los
participantes, como sus motivaciones personales y el contexto en el que se produce el
intercambio.

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Entre los distintos factores que condicionan la comunicación, es importante
señalar que, en las últimas décadas y, a partir del auge de las nuevas tecnologías, han
cambiado las formas en que las personas se relacionan. La inmediatez de las
comunicaciones distancia, la posibilidad de conversar mediante el chat o en las redes
sociales son ejemplos de estos cambios, que pueden acarrear nuevos condicionantes
para que la comunicación sea eficaz. Al tratarse de soportes tecnológicos, por ejemplo,
se pueden producir fallas en el canal, como pérdida de señal de internet.

El lenguaje connotativo y denotativo

El lenguaje humano, a diferencia de otros códigos, está conformado por una


gran cantidad de signos que poseen más de un significado al mismo tiempo. Es decir,
una palabra no tiene una única interpretación, sino que el sentido que se le da depende
del contexto en que se enuncia. Por ejemplo, en la expresión Estoy en las nubes, el
sentido que tiene nubes no es precisamente el atmosférico. Salvo que se trate de un viaje
en avión, esa expresión transmite otro sentido: felicidad, distracción, amor, etcétera.

La denotación y la connotación

Al hablar o escribir, las personas se entienden porque les adjudican un


significado determinado a las palabras que utilizan. Uno de esos significados es el que
aparece en el diccionario, que es literal o denotativo. Sin embargo, cuando el sentido
es distinto del distinto del literal, se usa un significado connotativo.

La denotación manifiesta la posibilidad que tienen las palabras de transmitir un


sentido literal, relacionado con un referente. En la expresión La tortuga está en el
jardín, “tortuga” remite a un referente que es el "reptil terrestre".

La connotación expresa los sentidos de las palabras que no se explicitan,


sentidos sugeridos o adicionales, que el receptor debe interpretar. En Juana es una
tortuga, no la esperemos, se alude a la lentitud de Juana y la vinculación con "tortuga"
le adiciona ese sentido, que es un sentido figurado.

A la vez, la connotación permite formar figuras poéticas como la metáfora, que


es un procedimiento de sustitución de un término por otro. Un poeta, por ejemplo,
puede realizar un uso connotativo de las palabras “río” y “mar”, asociándola con “vida”
y “muerte”, de tal modo que al decir Los ríos se deslizan hacia el mar, se está refiriendo
a que la vida termina en la muerte. En la cotidianidad se utilizan también muchas

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metáforas para hacer referencia a sensaciones o acciones: me explota la cabeza, es un
remolino, me muero de hambre, etcétera.

Existen ocasiones en las que el uso connotativo de una expresión se torna


habitual y todos la conocen. La palabra pierde, entonces, su sentido connotativo y se
transforma en un símbolo, con un nuevo significado convencional: paloma blanca es
símbolo de paz.

Además, algunas palabras connotan sentidos más o menos establecidos que la


gente comparte. En el caso de los animales y colores, sus nombres connotan distintas
características o condiciones: el león, la ferocidad y liderazgo; el gato y el zorro, la
astucia; el rojo, la pasión; el verde, la esperanza; etcétera.

Entonces, sobre un primer nivel de significado que es literal o denotativo,


muchas veces se construye otro significado que permite asociar lo que ese término
denota con un objeto o concepto diferente, de tal modo que se utilice la misma palabra
con un nuevo sentido. La connotación tiene, por lo tanto, un valor contextual y es el
receptor quien define cómo interpretar el mensaje, a partir de si le resulta posible o no
hacer algún tipo de asociación. Así, determina si el mensaje es denotativo o
connotativo.

Las imágenes también pueden connotar sentidos más o menos compartidos, son
aprovechados por las publicidades en sus mensajes. De este modo, los productos se
transforman en vías de acceso a los sentidos connotados: confort, felicidad, juventud,
pureza, etcétera.

El carácter polisémico del lenguaje

En el léxico existen muchas palabras que se escriben del mismo modo, pero
tienen diferentes significados y pertenecen a distintas clases de palabras. Por ejemplo,
no es lo mismo decir Voy al banco a cobrar, que Me senté en el banco o Yo te banco;
los usos son, en los tres casos, diferentes.

Si se busca el significado de una palabra en el diccionario, es común encontrar


más de una acepción y la elección va a depender del contexto en el que se utilice.
Cuando una misma palabra tiene varios significados denotativos se produce un hecho
del lenguaje denominado polisemia (poli: muchos; semia: significado). Si a estos
significados denotativos se le suma la dimensión connotativa, los recursos del lenguaje
se enriquecen y se potencian las posibilidades expresivas.

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Las variedades del lenguaje

No todos los miembros de una comunidad lingüística se expresan de la misma


manera. En la Argentina, por ejemplo, se observan variaciones entre los hablantes de las
distintas provincias en el vocabulario, en la entonación y en la manera de construir los
enunciados. Esto se debe a que la lengua es invariable sólo si se la considera como un
sistema abstracto de reglas y signos; cuando la lengua está en uso, se producen
variaciones. Pueden reconocerse variedades que dependen de la situación comunicativa
y variedades que dependen de las características del hablante.

Variedades que dependen de la situación comunicativa

A la variación de los usos de la lengua que dependen de la situación


comunicativa se la denomina registro, pueden reconocer los siguientes tipos:

Un registro formal o informal, que depende del grado de confianza existente


entre los interlocutores.

Un registro profesional o no profesional, de acuerdo con la temática y el


vocabulario utilizado. Si el tema es específico de un campo del saber, se emplean
términos técnicos del área en cuestión y el registro es profesional; si, en cambio, se
refiere a temas generales, se usa un registro no profesional.

Un registro oral o escrito, según cuál sea el canal empleado en la comunicación.


En el uso, los registros se superponen: un registro formal puede darse en forma oral o
escrita; el informal es común en la oralidad, pero también aparece en forma escrita, caso
en el caso de las conversaciones en Whatsapp, que condensan oralidad y escritura.

Existe una variedad estándar, que es la que utilizan las instituciones y los medios
de comunicación. Los hablantes la reconocen como la más aceptable, o legítima, y es la
que determina las formas "correctas" frente a variedades menos prestigiosas.

Variedades que dependen del hablante

Los lectos son las variedades de la lengua que dependen de las características del
hablante, vinculadas con su lugar de origen, su nivel socioeconómico o su edad, e
influyen en las distintas situaciones comunicativas en las que participa. Existen distintas
clases: el dialecto, el sociolecto, el cronolecto y el tecnolecto.

El dialecto es la variedad lingüística determinada por la ubicación geográfica del


hablante o de su origen. Puede ser general o regional (rural y urbano). Se percibe a

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través del idioma, canción, enunciación y el vocabulario que utiliza. Dentro de una
misma región, pueden convivir diversos dialectos.

Los distintos grupos o sectores sociales se diferencian por la variedad lingüística


que utilizan, o sociolecto. Se identifican por el nivel de educación (escolarizado o no
escolarizado), la situación económica, los consumos y las pautas culturales, elementos
que les permiten configurar una identidad diferenciada del resto.

La variedad lingüística determinada por la edad de los hablantes se denomina


cronolecto. Este puede ser infantil, adolescente o adulto, ya que en cada una de estas
etapas se observan diferencias en la utilización de determinadas expresiones.

De igual forma, existe una variedad lingüística llamada tecnolecto, que


diferencia a los hablantes a partir de su pertenencia a determinado grupo profesional u
ocupacional.

La combinación única que hace cada hablante de los lectos, es decir, su modo
particular de emplear el lenguaje, se denomina idiolecto: comprende el dialecto, el
sociolecto, el cronolecto y el tencolecto, y sintetiza el modo en que cada uno usa la
lengua.

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Los usos sociales del lenguaje

En una conversación, se emiten y se reciben múltiples informaciones, más allá


del contenido del mensaje. Se puede inferir la procedencia geográfica de las personas a
través de su acento o su pronunciación, o deducir qué jerarquía o relación existe entre
los interlocutores, de acuerdo con el modo en el que se dirigen: no será igual si se
llaman "che" que señor, por ejemplo.

Esta relación entre la lengua y los usos sociales es el objeto de interés de la


sociolingüística. Para esta disciplina, determina los usos del lenguaje, es decir que los
diferentes usos de la lengua que los hablantes hacen espontáneamente son el efecto de
variables sociales (como la edad, el sexo, la clase social) y el contexto en el que habla.
De ese modo, los diferentes usos aportan significado social. Fenómenos como el de no
pronunciar la "s" final o la "c" en el medio de algunas palabras (vamo, coletivo) son
ejemplos de variaciones lingüísticas que poseen connotaciones sociales: de alguna
manera, esas diferencias clasifican a los hablantes en grupos con mayor o menor
prestigio.

La Sociolingüística explica cómo se distribuyen estas variantes de acuerdo con


distintos grupos sociales y establece una correlación entre las variaciones lingüísticas
(como la pronunciación, el vocabulario o la construcción de frases) y las variables
extralingüísticas (como la clase social, la ocupación o la edad).

Las funciones del lenguaje

En cada comunicación hay un objetivo: a veces, se busca informar; otras, tratar


de influir sobre los demás o expresar algún sentimiento. Con estas intenciones, se ponen
en práctica las funciones del lenguaje que, según el lingüista Roman Jakobson, son seis
y están relacionadas con los elementos que conforman el esquema de la comunicación
por él propuesto. Al manifestar sus intenciones, el emisor va a destacar uno de los
componentes de la comunicación y va a elegir, en función de ello, un tipo de texto que
le permita comunicarse. Por ejemplo, cuando quiera transmitir información, va a
centrarse en el referente y elegirá a un tipo textual informativo.

Utilizar la función adecuada para cada situación comunicativa es un recurso que


permite que la comunicación sea eficaz.

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Tipos de funciones

De acuerdo con la intención que tenga el emisor al transmitir mensaje, es posible


reconocer seis funciones del lenguaje: referencial, apelativa, emotiva, poética,
metalingüística y fática.

Mediante la función referencial, el emisor transmite información (datos,


hechos, ideas). Se centra en el referente o tema del mensaje, es decir, en la realidad
externa a la comunicación. Se utiliza en textos que transmiten información o
conocimientos como los textos de estudio, los diarios o las revistas. En ella, predomina
el uso de la tercera persona gramatical, las oraciones enunciativas, el modo indicativo y
el lenguaje objetivo. Por ejemplo: Un volcán es una estructura geológica.

Si el emisor está interesado en captar la atención de su destinatario o


convencerlo de que haga o piense algo, utiliza la función apelativa del lenguaje. Esta
se caracteriza por el uso de la segunda persona gramatical, las formas vocativas, el
modo imperativo y las interrogaciones. Predomina en el discurso político, en avisos
publicitarios, leyes y textos instructivos. Por ejemplo: Probá el sabor de lo natural.

Cuando el emisor quiere transmitir o comunicar sus emociones o sentimientos,


pone en práctica la función emotiva o expresiva del lenguaje. Como se refiere a sí
mismo, el mensaje está centrado en el emisor; por lo tanto, utiliza la primera persona
gramatical. En su discurso predomina la subjetividad, que se manifiesta mediante el uso
de exclamaciones, subjetivemas y el modo subjuntivo, entre otros recursos. Suele
aparecer en cartas personales, diarios íntimos y conversaciones cotidianas. Por ejemplo:
¡Qué linda sorpresa!

El emisor puede tener, también, la intención de crear objetos artísticos mediante


las palabras y, para ello, va a utilizar la función poética del lenguaje. Esta función se
centra en el mensaje mismo y en sus posibilidades expresivas; predomina en los textos
literarios, en las letras de canciones, en eslóganes publicitarios y en algunos titulares
periodísticos. Se caracteriza por la utilización de recursos expresivos. Por ejemplo: Para
mi corazón basta tu pecho, para tu libertad bastan mis alas.

Otra de las intenciones que puede tener el emisor es reflexionar sobre el lenguaje
y sus usos y, para lograrlo, utiliza la función metalingüística. Su interés se centra en la
conformación y los usos del código. Por ejemplo: La coma se usa para separar los
miembros de una enumeración.

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Por último, cuando el emisor intenta verificar el funcionamiento del canal, o
bien habla sobre un tema sin importancia para mantener la conversación, utiliza la
función fática del lenguaje. Al referirse al canal, se expresa mediante frases de
constatación o verificación. Por ejemplo: ¿Estás ahí? Te escucho muy mal.

Las funciones del lenguaje y los tipos textuales

Como las funciones del lenguaje son una abstracción teórica, los tipos textuales
utilizados por los hablantes son los que las manifiestan. La elección de una u otra
función del lenguaje no es consciente, pero sí lo es el tipo de texto con el que se buscará
transmitir esa función.

Aunque es frecuente que en cada tipo textual se encuentre más de una función
del lenguaje en simultáneo, siempre habrá una función predominante. Por ejemplo, en

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una novela (qué pertenece al tipo textual narrativo), predomina la función poética del
lenguaje, pero el narrador puede incluir diálogos en los que los personajes utilicen
cualquiera de las otras funciones. Puede incorporar información y utilizar la función
referencial, reflexionar sobre el uso de la lengua poniendo en práctica la función
metalingüística o transmitir emociones con la función expresiva.

De igual forma, cuando el emisor elige un tipo de texto para manifestar su


intención, dicho texto va a estar conformado por una trama textual predominante.
Tener en cuenta la relación entre función y trama es muy importante a la hora de
interpretar la intencionalidad de un texto. Por ejemplo, si la intención del emisor es
persuadir al destinatario, la función de lenguaje predominante en su mensaje será la
apelativa, que busque captar su atención y convencerlo, y seleccionará un tipo textual en
el que predomine la trama argumentativa.

Bibliografía

 MARÍN, Marta (1999): Lingüística y enseñanza de la lengua, Buenos ires,


Aique. Ver: capítulo 2 “La comunicación”.
 Kaufman, Ana María (1994): “Escribir en la escuela: qué, cómo y para
quién”, en Lectura y Vida, año 15, Nº 3, septiembre.

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