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VOLVERPARAMÍ
VOLVERPARAMÍ
JULIETANOVELLI
Volver para mí . Julieta Novelli . 1a ed. . La Plata . Pixel, 2018.
80 p. . 18 x 13 cm. . (Saga breva)
1. Narrativa Argentina Contemporánea . CDD A861.

ISBN 978-987-3646-26-3

TE X TOS: Juliet a N ovelli


julinovelli@ h otm ail.co m

COR R ECCIÓ N: D ulce M a. Paller o (PIXEL EDITOR A)

d ulce m ariapallero @ g m ail.co m

ILUS TR ACIÓ N DE TAPA: Flor e ncia Basso


flore nciabasso.blo gsp ot.co m.ar

DISEÑ O DE TAPA E IN TERIOR ES: Celestina Alessio (PIXEL EDITOR A)

celealessio @ g m ail.co m

FOTO GR AFÍA DE S OL APA: Die g uillo Fot o grafió (PIXEL EDITOR A)

dieg o.s.torres@ g m ail.co m

Primera edición diciembre 2017.


Este es un trabajo impulsado por PIXEL Editora :: facebook.com/pixeleditora ::
pixeleditora@gmail.com :: Diagonal 78 nº 506 e/ plaza Rocha y 6 ::
La Plata. Argentina. Indoamérica :: 221 - 4212946

Para ver una copia de esta licencia, visita


http://creativecommons.org/licenses/by-nc-sa/3.0/.
N O TA E DIT O R I A L

Breva como la forma específica que toma el higo cuando


es una infrutescencia: frutos individuales dispuestos
sobre un receptáculo carnoso de forma que el conjunto
se asemeja a un gran fruto sin serlo en realidad.

Armar una colección de narrativa breve con textos cor-


tos, ficcionales y no tanto; que desde la racionalidad
no progresen, pero que desde la multiplicidad funden
una lógica propia, un microcosmos singular.

¿Breva por mujeril también? Por qué no. Pero más que
por esto, por diversa: apostar a la emergencia de
voces que sean resistidas por las clasificaciones lite-
rarias tradicionales.

Armar una colección que no se quede anclada. Una


galería de bitácoras de viajes, diarios de algún yo,
postales urbanas, disgresiones varias que escapen al
movimiento lineal. Literatura abreviada que se haga
racimo y desgaje, para brotar de nuevo en alguna su-
perficie narrable.

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14 de diciembre

Ya no vamos a chorearte más, mamá. Es que aho-


ra vos tenés una enfermedad terminal y los amigos
dicen que eso es tener demasiado. Vos ahora tenés
demasiado pero nosotros no podemos chorearte
más, mamá. Decir terminal es como decir que que-
rés morirte todos los días y nunca, algo así, como
Jesús. Jesús se muere todos los sábados y domin-
gos doble función; en temporada alta muere jueves
y el viernes lo saltea, porque los viernes, todos, en
la Iglesia, nos miramos teológicamente, es como la
parte del baile de las estatuas en que hay silencio y
nos vigilanteamos los movimientos y cuando arran-
ca la música algún primo grita “eeeva”. Bueno el
cura nos grita “eeeva” los sábados santos y todos
volvemos a respirar siempre bajito entre los bancos.

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Ayer leí un graffiti en una pared del barrio El retiro
que decía “Jesús te amo La Rubia”. A mí me gusta-
ría que la rubia ame al Jesús de la Biblia del Pueblo
de Dios, al Jesús de las pelis y no al del lavarap que
tiene una perra que se llama Silvia. Es que Jesús y
Silvia siempre nos van a parecer otra cosa, nunca
un hombre y una perro. Menos en esta fecha que se
huele la navidad en el micro. En navidad, tener una
enfermedad terminal es como decir que todos van a
mirarte en algún momento de la cena y van a jugar a
que te sacan fotos mentales para recordarte, yo voy
a mirarte y repetir tu nombre –cada vez que te mire-
para mis adentros, vos vas a ir sí o sí al baño y vas
a llorar porque eso lo viste en la tele, se debe llorar
por esas cosas, mamá. Cuántas veces lloré de chica
porque no te pintabas. Cuando llegue el momento
de la ensalada de fruta ya no la vas a servir vos, no
quiero heredar ese momento. Yo no quiero robarme
tus nombres y fechas, tus impuestos, tus olores y
tus partes de las navidades. Creo que ya no quiero
chorearte más.

15 de diciembre

A mí me gustaba que llegue el verano con Julián


porque sabía hacer muchas cosas de habilidoso con

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el agua, como si fuese uno de esos de los chinos, era
un favorecido para el agua, yo lo miraba por arriba,
por abajo, y me gustaba con sus miedos y la cara
preparada, tanto como tomar cerveza hasta menear
chocha y borracha. Y hablo en pasado, sobre todo
esto último, porque todavía no estaba tan lastimada
por su vampirización.
Hoy, a seis días de cumplir los veintiocho, me volví
la cosa vieja, la señora amputada por Julián, por los
médicos, por dios que te sacó a vos de todo lo que
viene. Y sí, la teoría de la succión que se repite, que
se multiplica y se expande en todas las manos, en
todas las miradas, en todos los días. ¿A dónde te
llevaron, Jorge? Tu muerte es la gran succión, como
de extraterrestres, que se llevaron tu cuerpo, tus
sonidos y olores, tus partes de los cumpleaños, tus
acompañarme a la vereda, hasta que cierre la puerta
del auto y me digas que siempre vuelva a los lugares,
a las cosas, así, me dijiste.

16 de diciembre

Algo como que no podía mirarme sin comerme de


a poco, despacio, las partes del cuerpo. Un vampiro,
pá. Iba, de a poco, sorbiendo en pocas cantidades mi
sangre y sus coagulitos. (A veces pienso que los coa-

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gulitos son lo rebelde de la sangre, lo que quiso ser
otra cosa, lo que no deja de no ser; y se anudaron,
todos, enteros, los coagulitos, como un nudo fuerte
que los hizo esa casi otra cosa). Bueno, como que él
no podía dejar de sorber, de a poco, con la mirada
del que tiene tiempo, mis órganos, mis coagulitos, mi
imaginario, mis planes de domingo, mis mensajes de
buen día, mi manera de sostener la mirada a los es-
peciales, todo, todo, lo fue chupando y mientras yo
me iba vaciando, quedando casi como una pasa de
uva con puro ojo –porque mis ojos siempre van a ser
enormes como los tuyos- , él se iba inflando como un
señor que va al gimnasio y toma cosas. Un desarrollo
piola de pectorales, de glúteos, de hombros… él, al
lado mío, era un enorme, un Swarseneger, que no sé
cómo se escribe.
“Una cita de mí, una cita torcida de mí”, pensé cuan-
do te sostuvo la mirada el día de tu cumpleaños.
“Como los coagulitos”, pensé, él no deja de no ser
yo… me sorbió la mirada pero en su otro lado…
Una-cita-torcida-de-mí. Me dio lástima que él se que-
de siempre de ese lado, cuando era él, cuando es yo, él
siempre queda del lado de lo otro, anudado, él siem-
pre queda en el orden de lo humano medio choto, en
la parte disminuida de la humanidad, en la zona vieja
de algo. En el momento de juntar la mesa, el día de
tu cumpleaños, él quiso pero no pudo sostenerte con
la mirada y yo temblé de impresión. Vos, que estás a

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pleno en los demás, no pudiste recibir esa mirada y te
salvaste para siempre… Me dijiste algo así como que
vuelva, a dónde, no sé, vos TENES QUE VOLVER,
a los lugares, a vos, me dijiste, cuando cerré la puerta
del auto. (Veo el humito saliendo de tu boca, cómo
tus manos ya no entran en los bolsillos del jean, la
alianza que aprieta, los pelos blancos entre el cuello y
la camisa a cuadros).

16 de diciembre

Me quedo un rato en la placita de los pibes, me inven-


to un hijo, lo lloro, con respeto, realmente lo siento
y no me reprimo, lloro a mi no-hijo, con respeto, pá,
dejame. Me imagino un abrazo, un momento cúlmi-
ne, su persona favorita de la televisión y un video
juego. Lloro, me mojo bien la cara como algo físico,
y sigo buscándote. Todo árbol, todo mármol, todo
árbol, otra vez. Te llamo pá, digo tu nombre: Jorge,
lo pronuncio seria y no me escuchás, Jorge, que no
me escuchás, que te estoy buscando, que hace frío
y yo no estoy bien, otra vez. Encuentro a la tía, a su
marido y su mamá, todos juntos, es raro, siempre
pensé que qué-raro-eso. Vos tenés que estar cerca
entonces, creo que estás a dos pasillos de ellos, sí,
te encuentro, el panteón del sindicato, vos entre los

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muchachos, vos entre mis palabras. Jorge, digo en
voz alta y sonrío. Que te quiero y que me perdones,
que te quiero y que me perdones por… las cosas,
por todas las cosas, no sé. Yo soy ahora todas las
preguntas existenciales de Filosofía I de la facu, que
qué dónde estás, que por qué, que seguro me escu-
chás, que en dónde sos ahora. Respiro hondo, otra
vez, miro un poquito a Raúl Terranova como para
no volverte tan todo, mirá qué joven Raúl, siempre
lo pensé viejo, lo pensé más del lado de los que ya
se van y no me permití encariñarme. Bueno, que la
vida es así, que todo lo que das vuelve, que todo es
energía, me repito un poco, en la mente, las frases
de Carla Reiki (así la tengo agendada en el celular).
Bueno, pá, qué va a ser, digo… “ahora estás en la
tercer bandeja, ahí con los demás, esperándonos a
todos con tus discursos, con los discursos de la ex-
periencia”, twitteo. Y yo… a cinco días de cumplir
los veintiocho y me resbala, me resbala medir la vida
en los años de quién, pensar la vida como un cami-
no, imaginarme los meses y los días con colores (cae
martes que es azul). Me resbala que ese día me ven-
gan a comer todos, me miren místicamente, a ver si
estoy bien, a ver si encuentran tu muerte tatuada en
alguna parte de mi cuerpo, de mi voz, me quieran
hacer cortar la torta para que me sienta ocupada,
para que no vaya al baño y te llore, para que no mire
el celular y busque a Julián en mensajes, para que no

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me quiebre toda como una cosa vieja, que recién
tengo veintisiete y ya estoy toda agrietada. Cuando
yo inflo los pulmones digo “ay” porque me due-
le desde ese día que me cagaron a palo en el tren
yendo a la cancha de Racing con el Oso, yo digo
“ay” que es como decir que por un momento no me
gusta mi cuerpo amputado, por un momento pido
pido y cruzo los dedos mientras me desespero, es
eso lo que siento cuando me ahogo, que me pongo
borrosa o que no alcanzo alguna manija de la puerta
o que pasa el micro y no frena.

16 de diciembre

Ahora estoy que me pierdo, camino pero no hay se-


ñalizaciones, todo árbol, todo árbol, mármol, todo
árbol, otra vez. Me gusta un poco perderme sola,
me siento como en una peli independiente en el que
el tiempo pasa con acciones muy de esa zona, de la
zona del no saber, muy entre cosas, entre las cosas
que importan. (Las cosas que importan sos vos). La
actriz mira, con cara de vaciada, abre la boca, se ras-
ca, se escuchan sonidos ambientales, y la cámara se
cuelga como porreada, así. Bueno, hace media hora
soy esto: una chica con intimidad de cine indepen-
diente. Camino, perdida, me cuelgo en alguna que

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otra leyenda, me sonrío, me sonrío para la cámara,
adentro no siento nada más. Aparece la plaza de los
pibes, creo que me ubico y digo “ah”, lo digo en
serio. Camino más rápido porque sí, porque así creo
que se hace cuando uno sabe más. Si tuviese que de-
cir una palabra sobre esa parte diría: umbral. Es que
cuando paso por ahí, las tres veces que vine y hoy,
me siento en el umbral y a ellos también. Lo gris y
los colores, la alegría de sentir que algo me conmue-
ve y la vergüenza de sentirme viva por eso, el dios
que todos eligen pero del que perdieron rastro, los
más vivos muertos y la parte más viva de este lugar.
Uf, me estoy haciendo la poeta porque ¡estoy con-
movida! ¡estoy con-mo-vida!, quiero decirlo y que
la cámara gire nerviosa, haga foco a mis ojos –que
están llenos de agua- y a mis manos abiertas, quiero
ser una versión de esa escena que ya vimos. Pero no
lo digo, no lo digo porque soy decente, papá, dentro
de todo, Julián no me sorbió la decencia, y puedo
ubicarme frente a esa madre que llora. Puedo frun-
cir los labios cuando me mire, para ella, para la cá-
mara no, para ella. Ahora camino lento para que ella
descanse en el dolor compartido, como vos hacías
en el sindicato: descansar en los compañeros. Ella
es pura madre, sobre la polera le cuelgan dos nenes
de plata, uno supongo que es Tomás, Tomás Román
Incalo, 2010-2016. Sólo tiene la boca pintada y zapa-
tos de pura madre, así, como los de mamá, de pura

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madre, no sé. Hoy trajo una casaca adidas del lobo,
quiero ser humana pero no puedo evitar pensar en
Mercado Libre: Adidas, utilería, talle M, $1900. Mil
novecientos pesos señora, no va a durar nada acá,
llévela, póngala en un recuadro, cuélguela en la pa-
red, póngasela para dormir, désela a su hermano,
confíe, tóquela, llévela a la cancha y llévese a usted,
busque el rincón en la tribuna, no es necesario que
sea partido, vaya una tarde, tome unos mates, hable
con el de boxeo, camine con una mano arrastrando
el alambrado, pero no la deje, no importa que sea la
plaza de los pibes, alguien la va a llevar. Pero no, no
digo todo eso, pá. Lo pienso pero no se lo digo, le
digo que va a ganar el lobo este sábado como para
evitar hablar de Tomás, como para evitar sentirme
con-mo-vida y querer gritarlo, como para no perder
la decencia que me dejaron, ellos: los ex. Estoy al
horno: ella tiene ganas de hablar. Yo estoy hablando
con vos, jugando a que actúo en una peli digna del
bafici, haciendo caras de compañera de sindicato,
agarrándome a un palo de decencia y no juego más.
Estoy… del orto, le digo. Ella sonríe porque yo no
importo, sigue limpiando el porta retrato, agarra
unos globos pinchados y los guarda en el bolsillo
del saco. Hoy no hay globos, dice, hoy traje la casaca
porque el sábado… El sábado ganamos señora, res-
pondo, y es lo único que puedo decir, faltas vos, vos
y tus discursos para hacer soñar. Siento que no estoy

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muy dentro de la bolsa “humanidad”, estoy medio
en la frontera, no soy hija de puta, no soy buena, no
soy ningún lugar común, no puedo llenarme de nin-
guna identidad (viste esa teoría de la succión: identi-
dad succionada, con dolor, por Julián).

19 de diciembre

Estoy mirando los exteriores de nuestro casamiento,


otra vez y… qué tristeza nos doy. Jugábamos a algo
muy boludo, muy boludo Julián, vos me abrazabas
y yo con la espalda erguida, pintada con la máscara
que me dieron. Esos exteriores los pagó tu viejo, el
santo, y mi mamá vino a hacer algo por nosotros, no
sé, algo, ni ella sabía, pero nos daba su presencia y
eso, en este mundo, es dar amor.
El lago atrás y yo a caballito, vos con tu sonrisa achi-
nada, el lago atrás y yo delante tuyo, vos abrazán-
dome por atrás, siempre sonriendo, esto son imá-
genes ¿de qué?, de la cordura seguro que no, mirá,
ahí vos estás distraído y se te cola un costado más
humano, ese, el de la Agrupación, ahí, mirá, ¿ves?
Esa mirada de responsabilidad, así mira un militante
triste y solo. Qué solos estábamos, y vos me pro-
pusiste casamiento como para salir de ahí pero fue
todo un video clip medio Pop, medio de Maluma

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lo que hicimos, y nosotros siempre fuimos Rock
y tristeza. Hubiese sido hermoso hacer unos exte-
riores encerrados en la habitación, escuchando Él
mató, decepcionados, filmándonos con una cámara
de mano, pasar eso en la fiesta, que tu viejo, el santo,
se caiga de culo porque yo no soy ninguna damita
linda, que tu abuela me deje de regalar bombachas
tipo culote, que tu mamá no me pase ninguna rece-
ta más porque no soy digna de tradiciones, que tu
hermana no quiera tomar mate conmigo por miedo
a contagiarse de las penas, que ella está muy bien,
que no puede detenerse a preguntar sin perder algo,
y ella ya perdió mucho, que tus amigos te levanten
las cejas y te digan que están ahí. Hubiese sido her-
moso, despertarlos a todos, que dejen de romper el
salón, ese que estuvimos pagando como tres meses.
A mí me encantó que tus amigos rompan todo, que
todos riamos con euforia casi como si estuviésemos
llorando, porque estábamos, todos, festejando para
salvarnos de la tristeza que tenemos los que no es-
cuchamos Pop.

22 de diciembre

Ayer cumplí los veintiocho, Jorge, no estuvo mal, es-


tuvo bien, sí, bien. Mamá cocinó nuestro menú fa-

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vorito: berenjenas al escabeche. Parece que el Oso
heredó tu parrilla, se puso la diez, Nicolás y Martín
refugiados en sus novias e hijos, mamá… deprimi-
da disimulada, con cara de persona que busca por
qués. La parrilla ya no tira, el Oso estaba ahumado,
tus plantas abrazan toda la parrilla por adentro y no
tenemos fuerza – de la mental- para cortarlas. Es fácil
hacer unos patis, prender el fuego y tirarlos. Lo que
no es fácil es reemplazarte, tocar las cosas que tocaste
vos por última vez, moverlas de lugar, sacarles la hue-
lla, la marca, de esas manos siempre calientes. Qué
lindas manos tenés, pá.
Todos teníamos los ojos raros. El Oso lloró en la pa-
rrilla, solo, y dijo que era por el carbón. Yo creo que
llora porque siempre te tuvo respeto y ahora siente
que te podés enojar, que podés pensar que es de atre-
vido prender un fuego en tu parrilla, entre tus plan-
titas, sí, el Oso lloró un poco por miedo. Mamá tenía
los ojos muy abiertos como si tuviera una máscara.
Fumó una banda, si hubiese tenido un chip como
el que tienen los jugadores para ver la distancia que
corrieron en un partido, podría decir que mamá esta-
ba persiguiéndote. Yo esquivé la mirada de todos tus
parientes e inventé conversaciones para estar lejos.
Soplé la velita con los enanos como una Xuxa desqui-
ciada y nadie, nadie, pudo encontrarme en la mirada.
Me cantaba más fuerte que todos y escupía un poco,
agarraba a un pibe a otro, y todos sonreían porque

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a los niños que soplan las velitas hay que sonreírles.
Veintiocho años. Dos sin vos. Veintiséis años de vos
y tus ideas para hacer soñar.

Dos años de ojos raros.

28 de diciembre

Volver, para mí, siempre va a ser ese día en Córdoba,


en el Kempes, volver para mí, siempre va a ser los vó-
mitos del Choli, el olor a cerveza, la campera con ca-
pucha, el olor a baño lleno, los sanguches de bondiola
de la mamá del Oso, la caída y la fractura, los hijos
de los jugadores en la cancha, Julián sin abrazarme
en ningún gol, las banderas pobladoras, el estaciona-
miento copado de miradas, micros naranjas, humito
en la boca, vos en un mensaje, el llanto y abrazo de un
viejo con panza, Julián sin mirarme entre los pibes,
las canciones, los amigos y el vino en botella cortada.

30 de diciembre

Hay excepciones a la teoría de la succión, las ve-


ces que me dio, que me quiso rellenar como a un

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cubanito, así. La vez que me dejó el forro adentro,
yo no sé, no sé cómo no vi las cosas con tus ojos,
con los ojos del sindicato. Sólo miré con la mirada
que me dejaron, con la restringida y flaquié. El forro
adentro otra vez, Julián, y buscar en Google mane-
ras de despedirlo. Una señora tomando mucha agua
en YouTube me miente, me dice que funciona pero
me miente, la de “Tenaza con elementos que todos
tenemos” es una mediocridad. Hay un video de una
gorda que se ríe y me hizo acordar a su novia de
ahora, bajé como loca, como tus globos de año nue-
vo, que se queman en los cables y caen... como lo-
cos, también. A ver, la foto de perfil de ella es como
yo me imagino la tapa de un disco de una señora
china. Así, como… china, no sé. Recién lo vi en las
fotos del cumple de un año de sus mellizos. Todas
como jugando a que era Marcelo Tinelli y tenía una
novia modelo. Es que esa ropa y esos hijos-florero
que ponía así, arriba de la mesa y de la torta… Me
dio impresión cómo los ponían con otros nenes, al
lado, como haciéndonos creer a todos que tienen
una relación, que se fuman uno de vez en cuando o
se saben los nombres, como si fuésemos seniles, así
se dice, ¿no? Todos ya sabemos que no tienen ami-
gos todavía, que él no es Tinelli y no quiero hablar
de su novia porque me rebota. Me rebota, pá, me
rebota todo lo que está haciendo… la clase de fotos,
de fiestas y de hijos que está haciendo. Porque esos

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nenes parecen viejos, parecen el caso de esa película
en que estaba Brad Pitt pero aviejado, no pienses
que lindo, habían disminuido su lado de Brad Pitt.
Bueno, así, sus hijos parecen ese viejito, como con
una enfermedad. En la foto de las velas esa novia
mira, como si la hubiera enfermado un poco, como
si le hubiese dejado algo adentro como a mí. A ve-
ces, me imagino que voy a su casa y le cuento a su
china de toda mi teoría de la succión, pidiéndole que
mire la evidencia y me imagino a los mellizos tosien-
do, todos vestidos como una bola de fraile con esas
cosas que le ponen. Que el hombre enorme deje de
olvidar su lado más miserable en los cuerpos de su
gente: mi deseo de hoy, que me acuerdo de todas las
guardias que visité con el forro adentro… también.

31 de diciembre

Hoy soñé que estaba en el cumpleaños de Ricky


Fort en una pileta, él se veía solo de espaldas pero lo
mejor era que mi dentista aparecía en una foto con
su hijo y Silvia Süller, los quería besar como a los
dos a la vez, medio transpirado y siniestro, su hijo
sonreía y se peinaba igual que él, los dos con traje y
moño negro, y Silvia de rojo, muy joven. Yo no sé si
estaba en la fiesta o estaba mirando la publicación

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de mi dentista en Facebook pero me daba tristeza.
Recién me levanté y volví a estalkear a Julián, aunque
solo el wasap, como para empezar el día más golpea-
da. Sigue sin dar señales como si hubiese caído del
otro lado de mi tablero –que es como la vida- a lo
Will, es que estoy segura de que vio la serie, pero sin
encender ninguna luz ni interrumpir ninguna línea
de radio, sólo va colandosé, con intermitencias, en
mi voz rajada.

1 de enero

El último año nuevo juntos, dos mil quince, en la


sobremesa mi mamá se hace la graciosa y dice “me
gusta el chori”, así dice y hace una risa cada vez que lo
repite. Yo creo que a mamá no le gusta el chori sino
dar la nota, es que siente que ya es la hora de empe-
zar a dar la nota… entonces, abre los ojos, las manos
y repite “me gusta el chori”. Mi papá me regala la
mirada del ahogado y yo tiemblo pero no por ellos
sino por mis asuntos, me aburre el chiste clishé y em-
piezo a hundirme en mis pensamientos más básicos
otra vez. En estos cinco días que van del nuevo año,
aprendí: 1. Antígona no llora por Héctor, 2. La brea
es en el pavimento lo que la gotita en los zapatos, 3.
Cuando me enojo, la sensación física es un bloqueo

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dental, 4. Facebook tiene la capacidad de hacer un
daño infinito en el ánimo de cualquiera hasta que se
salga del lugar cerrado. Papá, que sostiene los ojos del
ahogado, se levanta de la mesa después del segundo
chiste de libro de mamá “a las chapas si no las clavás
se vuelan” y pita el cigarrillo. Todo esto es apropósi-
to de un viento fuerte que desparramó las servilletas
con restos de dulce de leche, los vasos de plástico de
Ema y Helena, y el recibo de Nini de Carlos, mi tío
almacenero, que nos demostró su astucia en un breve
stand up con un terma en la mano izquierda –fueron
intensos momentos de asombro ante la diferencia del
Raid Azul en Coto con el de Nini. Pero el éxtasis lle-
gó cuando tiró los precios del kilo de Playadito al por
mayor. Mi tío el astuto, pensé, y después… los chistes
de mamá, la mirada del ahogado, el viento violador,
mi papá yéndose a dormir al auto, mamá obligando a
Ema a estar a upa para no llorar, Ema le rompe la ca-
denita a mamá con todos sus hijos –ahí yo- colgados.
Los hijos de mamá caen todos al pasto como liberán-
dose de la horca, yo respiro y me junto del suelo (a
Martín y a Nicolás los dejo tirados). Qué chiquita y
brillante esa yo, tan cerca siempre de la boca pintada
de mamá, colgando dura en cada escote, tal vez be-
sada por papá en alguna escena kenchi, no, no, besada
durante mis internaciones, como suplente mía esa
vez que desaparecí unos días como Georgina la de
Chiquititas, suplente mía esas veces que me operaron

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a todo ritmo. Eso, sí, besada en cada internación, en
cada amputación, cada vez que me asomé al borde
de algo, ese dije, que soy yo, se volvía todo lo impor-
tante. Ahora yo no voy a poder besarme a mí misma
cuando toque, sin querer, el otro lado de las cosas. Me
pongo el dije, yo, en la boca y me lo trago, me trago
a mis hermanos también con mucha levité, no sé por
qué hice eso, nos como por el símbolo, por lo que
significa llevar a otros con uno, llevarse a sí mismo…
yo también quiero dar la nota, mamá-

2 de enero

Volver, para mí, siempre va a ser un micro fermen-


tando con una sonrisa, mirar videos del telón que-
mado que mandan desde La Plata, mirar videos con
todos los que bajan al baño, abrazarnos, decir que
Verón es fuego, no importa tanto que sea inglés,
ahora es fuego, que es mucho más humillante, decir
que nos vamos a acordar siempre de ese momento
y medio como que querer llenar esa idea de “mo-
mentos que no se olvidan”, querer estar a la altura,
elegir poses con las que aparecer, siempre, en los
“momentos que no se olvidan”. Una risa tierna, una
mirada pensativa a la ventanilla y una palmada en
la espalda, eso lo aprendí en unas pelis. Me gustaría

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aparecer medio en cámara lenta en esos “momentos
que no se olvidan”, como con música de fondo me-
dia instrumental, me muevo lento, me doy cuenta
que no, que estoy en el presente del momento que
no se olvida, que no puedo actuar en el recuerdo,
que lo de la cámara lenta viene después, viene des-
pués, en edición, lo hacen unos tipos que ni siquiera
saben de qué va todo esto, esto de volver, esto de
Verón, de que llore el león, del telón, solo ven, en
todo esto, palabras que riman. Dejo de moverme
lento y vuelvo al ritmo de todos los que estamos en
ese momento que no se olvida: volvimos.

9 de enero

Ayer me quedé encerrada en la pieza, escuchando


las canciones de la pena, todas, todas enteras.
Callejeros, el Indio, Aristimuño, Sigur rós hasta la
curva mortal y descontrolada de Los Pimpinela y Él
mató. Todo una terrible pena, el llanto boliviano, la
letanía, la muerte entrando por los ojos, el cigarrillo
apagándose sobre libros, la ropa sacándome el aire y
mi baba en toda la cama. No quise prender el celu-
lar, no quise buscarlo, no quise vestirme de alguien
que puedo ser yo y entonces hablar.
Mi boca entreabierta, el olor a lo dejado, primero, y

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agrupado después. Me acordé de él en un montón
de estribillos, las acciones fueron: cantar, pensar,
llorar y decir ¿por qué? ¿por qué?
Alternándose, la más representada fue la de pensar
porque sintetizaba un poco a las otras, podía pensar
cantar, pensar mi llanto y decirme ¿por qué? ¿por
qué? Ayer me quedé encerrada en mi pieza y pensé,
entre otras cosas en: la injusticia
mi nombre en su brazo
mi nombre en su brazo con el suero
mi nombre en su brazo con el suero y esa chica
mi nombre en su brazo con el suero y esa chica cui-
dándolo
mi nombre en su brazo con el suero y esa chica cui-
dándolo mientras yo me pudro
en mi pieza
entre cigarrillos
pensando
en mi nombre en su brazo

20 de enero

El último verano en Mar del Plata lloramos con mi


familia. Nos dividíamos en grupo, en actividades y
siempre encontrábamos el momento para llorar, de
a poquito hasta alcanzar la cumbre del desgarro. Esa

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vez, en La Perla yo no me imaginé. Yo no me ima-
giné que el tío Marcelo nos iba a regalar tanto arte.
Todavía me lo acuerdo entre sombrillas y lágrimas
nombrando una a una las pelucas de su madre, fue
de cuentos o, mejor, fue de gente con trayectoria
lo que hizo. El beneficiado de mi tío, pensé. Si yo
tuviera que apostar unos pesitos nunca los apostaría
en mi tío Marcelo –hasta ese día-, ni en un caballo
con nombre de jugador de fútbol, ni en un kios-
co de una ciudad balnearia, ni en nuestra relación.
Si tuviera unos pesitos no los apostaría en mi rela-
ción con Julián o en esa cosa que (no) sostuvimos.
A veces me siento muy abollada cuando pienso en
mí como novia, como señora, como madre de hijos
que no tuve. La muñeca succionada, vieja, pienso,
con un brazo retorcido, con el pelo de plástico en-
redado y los ojos bien abiertos, tirada en el patio: yo.
Porque si hay algo que me sobra a mí –después de
las succiones- son los ojos, pá.
El último verano en Mar del Plata: vos que no po-
días parar de enumerar, anécdotas, autos que te gus-
taban, tiempo de espera –en el baño de la playa, en
Manolo, en el ascensor-, cantidades de comida y de
gente. Yo con mis veinticuatro, un pucho, un men-
saje trágico a La Plata, un pucho, un mensaje trági-
co a La Plata. Julián, más vampiro que nunca, sor-
biéndome desde todas las redes, desde toda la vida,
estaba como más acá de mí, yo decía yo y estaba

31
Julián adentro, o, mejor, no dejaba de no ser yo cada
vez que lo decía (la teoría de los coagulitos: los que
quisieron ser otra cosa, lo rebelde de la sangre, los
que no dejan de no ser). Un día, antes de dormirme
dije yo muchas veces, susurrando y me dio sospe-
cha todo lo que era y no, a la vez. Yo era todo lo
que no tenía, salvo los ojos, unas canciones que me
mandó Julián por mensaje para hacerme chiquita,
más un par de ideas oscuras que imaginé mientras
leía el diario a la mañana –siempre en Mar del Plata
leemos el diario- que no eran abortos o cáncer, eran
ideas oscuras de verdad: un chico que se levanta en
silencio y patea el televisor por diez segundos, una
madre ajustándole la colita del pelo a una hija en
silencio, los ojos de una chica –puede ser la de re-
cién- asomándose detrás de un lavarropas. Yo, yo,
yo, susurraba, como para darme forma, para llenar-
me de algo, pero Julián, desde todo su apetito, me
seguía chupando, conjugándome todos los verbos.

26 de enero

Volver para mí siempre va a ser yo en el local de un


chino, borracha, con la camiseta manchada de fer-
net y vino, tatuándome. El Oso riéndose de ese mo-
mento, todavía emocionado, con la casaca toda mo-

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jada y sin carga en el celular. Convidando sanguches
de bondiola que teníamos en la mochila, usándole el
baño y la compu al chino. Es que no queríamos ter-
minar de volver y yirábamos, como dos provisorios,
como para no lavar la ropa, no volver a la cama, a
la comida sin bondiola, a llenarnos de otros temas.
Como para que no se nos vaya el olor a la gloria, que
no se nos borre ningún estado, como mantenién-
donos detenidos para siempre en no-lugares, empa-
pados de volver. Volver es ese chino, el Oso medio
pasado, el olor a fermento, el pie tatuado con dolor,
con dolor para mí.

28 de enero

Hoy: un sueño violador, Julián había casteado


para todos los personajes. Todos en esa fiesta te-
nían sus ojos y su gestito, así, hacían. Yo que me
iba de la fiesta para no verlo y dejar que se vuelva
tan todo, en la calle estabas él que hacía, también,
de todos los papeles… después corríamos –por-
que parece que casteó para ser yo- y se volvió
que no te cuento. Me dejó sin: alguna decisión,
el poder de conjugar mis verbos, mis miradas
de Navidad y mis consecuencias. Me cerré toda,
me volví una bolita negra para matarlo conmigo.

33
Después yo me despierto y siento que no lo me-
rezco, soy la criada por la tele, la señora de los
pelos, la amiga de los amigos. Te pregunto, dios,
¿por qué tanto para Xuxa o Shakira o Sharapova?
Yo solo te pedí que me salvaras de los vampiros,
ni un disco pop, ni un abierto gran slam, ni una
cadera de beneficiada…
yo
quería
lejos
a los vampiros.

2 de febrero

Volver siempre va a ser Martincito en un mensaje


planeando el largometraje, que ya se imaginaba todo,
que se bajaba directo en capital para averiguar presu-
puestos, que nos íbamos a llenar de guita si lográba-
mos mostrar algo del todo, que las locaciones iban
a ser difíciles pero que viva ginasiá la re concha que
nos parió. Que viva nomás, respondo. Volver para mí
siempre vas a ser vos en un mensaje, Jorge, haciéndo-
me herencia, tu amor-el mío, vos en el sindicato pero
conmigo, en el trapo que me diste, vos en un men-
saje: antes, durante, después. Tu elocuencia, nuestros
colores, tus discursos para hacer llorar, nuestros co-

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lores, tus puteadas a los putos, nuestros colores, que
volvieron, que volvimos para siempre, hija.

18 de febrero

El viernes, paramos en Quilmes con el Oso, íba-


mos a un partido por La Copa argentina, un partido
del que no voy a hablar, no voy a hablar, nos ganó
un equipo que tiene de escudo un elefante bebé,
un elefante bebé de escudo y un arquero que hace
una semana festejó su primer pelo debajo del brazo.
Paramos en Quilmes el Oso y yo, corrimos como
dos cachorros al puente J.M. González, corrimos a
hacer pis, nos reíamos, el Oso me abrazó y me hizo
entrar al arroyo. Yo miraba la arena y pensaba que
estaba en Mar del Plata pero no, pero en seguida me
di cuenta que no, los autos pasaban del otro lado
del arroyo y las luces me iluminaban: una botella de
Coca vacía, una zapatilla negra talle de grande y el
Oso, más bien, la espalda del Oso riendosé mientras
en el micro la hinchada cantaba que parecía que nos
dejaban. Con los pantalones arremangados hasta la
pantorrilla, me agarraba con la mano izquierda de
una columna de cemento, y los autos pasaban, pasa-
ban y nos iluminaban y ya iba a empezar el partido
y yo hundiendo mis All Star blancas en la arena mo-

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jada de Quilmes. Nos reíamos y los autos pasaban,
pasaban y nos iluminaban.

21 de febrero

Lo que le pasa a mamá con San Expedito, des-


de el día que Marcela, la panadera, le dijo que
había experimentado una verdad, es conmo-
vedor. Una semana antes de su cumpleaños
compartió su imagen en Facebook con una
oración que decía
Mi San Expedito de las causas justas y urgentes,
intercede por mí junto a Nuestro Señor Jesus-
cristo, para que venga en mi socorro en esta hora
de aflicción y desesperanza. Mi San Expedito tú
que eres el Santo guerrero. Tú que eres el San-
to de los afligidos. Tú que eres el Santo de los
desesperados. Tú que eres el Santo de las causas
urgentes, protégeme, ayúdame, otorgándome:
fuerza, coraje y serenidad. ¡Atiende mi pedido!
Mi San Expedito, ayúdame a superar estas ho-
ras difíciles, protégeme de todos los que puedan
perjudicarme, protege a mi familia, atiende mi
pedido con urgencia. ¡Mi San Expedito! Com-
parte esto con todos tus seres queridos para que
San Expedito te bendiga a ti y a todos ellos.

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Al lado de la oración había una imagen de san Ex-
pedito y arriba de toda la imagen (la de con imagen
y oración) ella puso que los san Expeditos se re-
galan y que ya se venía su cumpleaños que a ver si
alguien se acordaba de ella y jejejejeje. El día de su
cumpleaños llegaron un montón de San Expeditos
a casa: 3 estampitas, un llavero, un muñequito de
él que abajo decía San Bernardo y 2 san Expedi-
tos como adentro de una burbuja de vidrio que yo
movía y se llenaba como de nieve, movía y se llena-
ba como de nieve. Mamá estuvo en éxtasis toda la
cena, y los dejó uno al lado del otro sobre la barra
armando: a) un altar, b) una instalación de San Ex-
pedito junto a los impuestos de la casa. Los enanos
no llegaban a ver esta obra de arte salvo yo que ya
era grande, mis ojos y yo éramos grandes; mis ojos,
mi hambre de dios y yo ya éramos grandes. Mamá,
entre bandeja de sanguchitos y fatay, frenaba en
la barra, miraba su obra de arte contemporáneo y
sonreía, miraba fijo como hablando para sus aden-
tros y tocaba alguno de los expeditos. Así hasta el
café. Ya en el café, se llevó uno de los expeditos
al lado de la pava y se puso a leer la oración. No
le gustó que Fernanda entre así como si nada a la
cocina, le sostenga la mirada, la haga correr para
agarrar las tazas porque ella estaba concentrándose
y Fernanda estaba muy mortal, ahí, como desde
afuera de lo eterno, desde la bolsa de los mortales

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conformistas. Fernanda estaba esperando que los
días pasen para morir como había muerto su ma-
dre, su padre, sus hermanos, sus abuelos y todos
los italianos que los antecedieron y que nunca le
vieron la cara a dios porque Fernanda está fuera de
lo eterno y su historia también. En cambio, mamá:
del lado de lo maravilloso, desde la ex humanidad
que había sido transgredida comprando misterios,
estaba llena de vidas que la distanciaban de todos
los que esperaban un café para poder bajar la tor-
ta de ricota y nuez. Todos excepto Isabel que era
muy creyente y también había comprado misterios
como ella. Siempre pensé que ella se esmeraba
mucho en construir un vínculo sano con Isabel
porque su relación iba a ser para siempre, porque
ellas tenían el pase al otro lado de las cosas donde
no son solo hermosas, como dice una canción del
Pato. Mamá no se esmeraba tanto por ningún otro,
ni por mis hermanos ni por mí. Yo quise comprar
algún misterio pero para ella no, para ella eran frí-
volos y amansadores. Gilda, el Gauchito, el Reiki,
los eclipses: relatos pobres para mentes tan tan po-
bres que no saben querer, ni amar, ni odiar, como
ella e Isabel.
Me acuerdo el día que te moriste, Jorge, y está-
bamos todos callados en la cocina. Mamá con el
pelo sucio y con los ojos semiabiertos: banda de
Dormidina. En la tele el huracán Irma acompaña-

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do por sus amigos Katia y José, así dijo Paula Trá-
pani con una media sonrisa como olvidándose de
la moral y aspirando a un Central Comedy. Yo no
sé qué le pasó a Paula Trápani ahí en sus cachetes,
no hablo del botox, hablo de la energía, no sólo
están inflados sino que están aburridos, entonces
ella, ahora –en A24 no en Telefé- nos habla a todos
meta noticia y meta humor como para llenar el va-
cío que dejan sus cachetes. En la tele la devastación
no es tan grande como en mi cocina, precisamente
en el cuerpo de mamá. Estamos todos hablando de
Irma que qué desastre, que que pobres personas,
volver a empezar, perderlo todo, qué cosa la vida
eh, frases que repetimos como estribillos de mo-
mentos que todos vimos, como para contactarnos,
así como se hace en las películas de extraterrestres,
es nuestra manera de saber que estamos todos en la
cocina el día que papá murió. El día que vos, Jorge,
moriste, los hijos tenemos miedo de no interpretar
bien el papel, porque todavía no entendemos, to-
davía no vamos a entenderlo hasta dentro de unos
años. Entonces lloramos y ofrecemos comida, so-
bre todo té y café. A mamá no le hablamos porque
nos da vergüenza y esfuerzo, es exponer que está
tan lejos. Isabel, en cambio, habla con mamá como
si fuese tu encarnación, parece saber todo lo -bue-
no- que hay en esto. Están sentadas juntas y ella,
Isabel - la mujer que también tiene el pase al otro

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lado de las cosas por haber comprado misterios-,
es la única que logra hacerla comer y le roba una
sonrisa cuando le cuenta que, mientras estacionaba
el auto, sintió olor a flores. Mamá acaricia el rosa-
rio y juntas cuidan de la vela de San Expedito. En
la tele las imágenes de escombros, y la devastación
sigue sin ser tan grande como en nuestra cocina,
precisamente en el cuerpo de mamá. La Dormi-
dina, la vela, San Expedito, el colage de facturas
de distintas panaderías de La Plata que cada uno
trae, los vasos con culito de gaseosa, las fotos que
traen los desubicados, una mamadera olvidada, los
dibujos de los primos más chicos en el piso, el pelo
sucio de mamá, los trámites de la muerte sobre la
barra, los ojos abiertos de mi hermano, Irma, Isa-
bel y su fe, el cuerpo de mamá en la misma silla to-
dos los días, la Dormidina, la vela, San Expedito...

3 de marzo

Volver para mí siempre va a ser mamá pidiéndome


fotos de la cancha, casi que volviéndose del Lobo,
vos hablándome de tu viejo y del día que fuiste a
probarte como arquero. Yo con poca batería, man-
dando muchos emojis de los de felicidad, corazones
azules y los tres circulitos formando la bandera del

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Lobo. A mamá le costaba bastante escribir con el
táctil, todavía hoy, y siembre estaba “escribiendo”,
vos en los audios estabas de locos, el Oso no podía
parar de reírse de tus frases del amor mientras todo
el micro fermentaba con una sonrisa.

6 de marzo

Cuando pude sacar la cabeza del barril, toda moja-


da, con la sangre en los ojos, la pollera levantada,
no había más nadie. El club estaba vacío, los cubi-
tos me habían helado el cuero cabelludo (el cuero
cabelludo puede ser un insulto precioso), el DJ se
había ido con una chica y había dejado el juego de
luces con la bola de cristal, los parlantes con todo
el cuarteto cordobés que ya parecía de otras pro-
vincias, que cuántos cordobeses cantan y cuántos
cuarteto. En la mesa de dulces había: la torta de fru-
tillas que llevó mi tía Fernanda, lo amarillo de una
porción de lemon pie y una torta de chocolate sin
cortar. Elijo la porción de Fernanda porque necesito
más raíces. Después, la campera del Lobo del DJ
que me queda bien y pongo un tema de Gilda para
llorar. Dejo los zapatos y la porción de torta sobre
la consola, bajo y subo un poquito cada luz, juego a
que soy dios y el pelo me chorrea que es un peligro.

41
Elijo el mejor lugar de la pista en donde la bola me
hace una estrella, empiezo a girar y a bailar como si
estuviese en un video clip. Ámame, ámame suave-
cito, ámame despacito, ámame como sólo tú sabes
amar, dice Gilda y yo me muero de tristeza. Quiero
más torta y encontrar mi celular. En la mesa queda
un vino con Fanta, le agrego unos hielos del barril
que tiene pelos míos todavía. Es lindo el club, voy a
la parte de tai cuondo, hay olor a humano o a goma,
no sé, creo que a goma. Me llevo unas colchonetas
a la pista y me acuesto. Dónde dejé mi celular, mi
cartera, y no voy a decir mi dignidad porque esto
no es un texto, esto soy yo en una colchoneta azul,
con las medivachas agujereadas en uno de los dedos
gordos, la cabeza muy fría, un aro sobreviviente, es
que te quiero tanto tanto que hasta me provoca el
llanto, dice Gilda ahora y pienso en que la torta me
queda lejos, capaz alguien vuelva a buscarme, el que
se llevó mi cartera o no, o el DJ o Julio, el sereno,
me encuentre y no me despierte, lo llame a Julián y
él venga, me vea como una heroína en cámara lenta
y me diga que está bien, que me lleve la campera del
DJ, que mejor comamos un pancho en el Morenito
y me suba a su auto, que basta de Gilda, que un
poco de Rock, que qué lindos me quedan los meses
–hace meses que no nos vemos- y yo me ría pero
sea él el que mira –aunque esté manejando- y yo la
que sigo mirando adelante.

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10 de marzo

Yo no sé si esto es un poema o es un pedazo de mí,


una segregación más que escupo en la cara de él, de
lejos, con todo el mundo quedado en el medio de
los dos. Mirá que me encanta ver la televisión, toda
la televisión, pero hoy no, porque estoy más cerca
de los treinta y no encontré ningún ascendente en
Acuario que me invite a salir, ni a mudarme o a de-
pilarme el cavado completo, nada, todavía. Aclaro
que no me identifico con esa canción de los autén-
ticos decadentes creo que es, que dice “quiero ser
un pendejo, aunque me vuelva viejo” bueno, eso no,
por favor no, por favor que llamen a los responsa-
bles. Afuera hay una pelirroja nueva que dice que
lo conoce, que está flama con sus mellizos con cara
y nombre de viejos, con su medio china o japone-
sa, que está flama, así me dice. Yo le dije a Julián,
que podíamos golpearnos pero sin lastimarnos, no
así, sus dos hijos viejos son lo que más me obsesio-
na mientras doy clases particulares y me olvido los
nombres de todos, con lo feo que es que te llamen
por otro nombre, me los olvido para acordarme de
esos nombres que sacó de la Biblia. Me acuerdo la
primera vez que me nombraron con otro nombre
y me devoro. A veces me lo imagino hablando con
su mamá de comidas al disco, jugando a la quinie-
la para su cumpleaños o llevándole pantalones para

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que le haga el ruedo y quiero sorberlos a los dos, ro-
barles las miradas y las olidas, que sean mías, quiero
llamarme Mabel y que me venga a visitar contándo-
me que su mujer lo vuelve loco, que se apuró con
los chicos bíblicos, que querría volver a verme a mí,
a la que le sobran los ojos en comparación con su
china, la que no soy su vieja, a la que le gusta mirar
Mariana Fabiani mientras se ahoga con los chistes
más tontos, así como su cara.

14 de marzo

El día que cortamos, la de la vez legal, después de


tantos años de volver como dos dementes a relucir
el título de casados, que solo duraba dos meses, des-
pués de tantos años y tantas veces, cortamos para
siempre y para el Estado, para siempre y para el Es-
tado, la de la vez con divorcio, gancho y todo lo de
cortar de verdad para los demás, para su china, sus
hijos, su jardín, me subí al auto de mamá y besé la
estampita de San Expedito. La uno estaba trabada,
el paseo del Bosque precioso, muchos autos sobre
51, los odontólogos o los veterinarios no sé, vesti-
dos de blanco que cruzaban por entre los autos, el
semáforo lento, el cielo nublado. Agarro los pañue-
litos de esa caja de pañuelos para auto y me sueno,

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intento dejar de llorar pero no, los ojos hinchados,
tan tan que solo entra uno en el espejo retrovisor
y después el otro, miro uno, miro el otro, corta el
semáforo, no quiero mirar el celular. Por fin puedo
cruzar la uno pero me arrepiento, me vuelvo al Bos-
que, paso por el zoológico de maderas, qué feas esas
figuras, ¿las hizo un artesano o un zoólogo? Queda-
ron ahí como los floreros de los baños, entre medio
del buen gusto, un buen gesto. El puestito al que
íbamos a comer bondiola los domingos, el museo
y el día que te dije que era la noche de los museos
pero me equivoqué, el puestito otro en el que co-
míamos parrillada y papas fritas los días de verano
que extrañábamos la cancha, el monumento y todas
las pintadas mías y del Oso, el Bosque, el Bosque
del Lobo. Lloro, te busco, pá, en alguna partecita
con la estampita de San Expedito en la mano, tiene
un poco de rojo pero tira más a bordó, me digo, y
me convenzo.

25 de marzo

Yo a la mañana… no tomo alcohol, mamá. Se nos


está tambaleando el eje del cumpleaños de Martín,
te pido concentración y menos brazos en jarra, que
te concentres. El otro día vino Marice y me contó lo

45
de los herederos, que dicen que somos herederos de
Julio Argentino, eso, yo te pido que no te manosees
mucho con esas ideas, ella es succión, te succiona
todo si te dejás, un día voy a llegar y vas a estar
hecha una pasa de uva y voy a saber que estuvo Ma-
rice y que salió por la carnicería, porque yo no soy
ninguna distraída, mamá. Qué linda que eras todo el
tiempo, si pudiera haberte robado algo sería los ojos
o la voz, no supe con qué quedarme. Que no se nos
tambalee el eje del cumpleaños, vamos que sólo hay
que saber poner el dulce de leche como un pródi-
go, el moscato como un avaro y decorarla como un
pintor vanguardista, decías cuando hablabas, más.
No quiero que llenes la torta de pensamientos, otra
vez con esas cosas no y no juegues más, así, con los
nenes, mamá. Es siniestro. Quiero decirte que no
me voy a ir de vacaciones con Manuel, no nos va-
mos a ver más, porque él no sabe sufrir por mí… es
tan ignorante que no sabe sufrir, yo ya sé, está todo
el tiempo aceptando lo que dan y dice “ah” sin nin-
guna afectación, no es que quiera que sufra por mí
pero algo, algo después de unos meses de vernos, de
compartir las cosas, que le pase algo cuando le digo
que extraño a Julián, no sé, algo. Te voy a decir una
cosa pero no quiero que lo repitas: él no tiene alma,
mamá, y no es joda eh. No lo digo porque suena
lindo esto es muy serio, la posta está en esta frase y
los demás son desvíos. Manuel no tiene alma o no

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tiene ganas, todavía no descifré de qué viene que la
cosa, a veces me da la impresión de que me quiere
porque estoy al lado, como a mí me pasa con el de
spinning o con mis hermanos. Los querés porque
están ahí pero no se pregunta nada de mí. El otro
día me imaginé que iba a ese programa de la tele, de
parejas, y cuando alguien le preguntara qué canción
era yo para él iba a contestar un tango porque so-
mos argentinos, porque él piensa así, en general, me
ama como se ama en general, nos separamos como
se separa en general, que es mucho mejor que sepa-
rarse en particular como con Julián, bueno con Ma-
nuel es así como de prestado, es una cita caminando,
no le pasa nada real con nada, a veces espero que se
electro-shockee y me vea sin pensamientos, que me
vea a los ojos, estos míos. Por qué me mezquinás las
palabras, mamá, mirá que yo en este mundo me sé
defender muy bien y en el otro quién sabe. Decime,
¿dónde te escondés cuando necesitás alcohol? Me
acuerdo lo mucho que me dolió que me vayas a bus-
car al colegio en chancletas, un martes, pero vos sos
una columna de contención, como esas que tienen
los edificios que quieren despegar. No quiero que te
vayas a ningún lado:
vos
también
no.

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4 de abril

Hoy se murió el perro de Ana y todos lloramos.


Lloramos porque venimos sosteniendo, como a
punto del suspiro, una bocha de miedos. Cuando
Ana volvió del kiosco con los puchos se desaco-
modó porque nosotros seguíamos llorando algo
que ya no era Capitán. Llorábamos como cayén-
donos del hocico, de sus montadas a las piernas,
llorábamos como por afuera de sus bordes y su
olor. Yo no entiendo por qué se prefieren los hu-
manos, así, están que se prefieren todo el tiempo
y juegan a que prefieren cosas en simultáneo: un
programa de televisión, un juego de living, el palo
santo prendido. Que que se puede coincidir todo
el tiempo, como si lo que el otro propone siempre
lo hubiéramos esperado, como si viviéramos me-
neando la cabeza con gesto de “seee, de eso habla-
ba papi”. Tengo miedo de no saber de qué se habla
papi. Como la escena esa de Darín y el chino – el
del cuento chino, no su hijo- que parece que lo
único que les pasa es que no saben de qué hablan.
Tengo miedo de: que alguien lea mis archivos de la
PC, cumplir muchos años con dolores de hueso o
de dientes, necesitar lo que regalé, que me roben
la lengua, que pegues onda con una talentosa y ex-
trañarte, doblada en vino de la costa, todas las ma-
drugadas en las reuniones donde hay mucha gente

48
y poco todo, a pleno. Así, esos miedos me los fui
sorbiendo con cara de conejo y me fueron que-
dando almacenados hasta la maceta, que cuando se
murió el perro de Ana se cortaron solos e hicieron
la que les pintó… ¡soretes!

8 de abril

Cosas que creo sobrevaloradas un día de fiebre:


Los ojos claros
la presencia del cuerpo
Norma Aleandro
la ternura
la juventud
los niños y los ancianos
pronunciar bien los apellidos
acariciar animales
ser rebelde
sonreír
la cara lavada
Campanella
Pinamar
ser memorioso
escribir

49
10 de abril

“Pero a veces hasta el más payaso merece un poco


de amor y si es el tuyo mejor, porque el tuyo es el
mejor” suena en este mp3 con auriculares de mi
vieja. Y me acordé que vos me escribiste un día,
allá por el 2012, un mensaje que decía “pero a ve-
ces el más payaso merece un poco de amor y si es
el tuyo mejor, porque el tuyo es el mejor” así me
pusiste… igual a lo que dice la canción, qué ganas
de mearte la cara si te viera ahora. La última vez
que te vi estabas con tu hijo, con uno de los mellis
más feos del mundo, y él tenía una de esas espadas
de plástico con sonido y luces, “chananana-chana-
nanana” sonaba mientras vos me saludabas bien
como empleado público, “chananana-chanana-
nana” y qué-garrón-me-estoy-comiendo, pensé.
Esos mensajes con canciones que me mandabas
me daban bronca, como que te las adueñabas, me
lo hacías a propósito para que cada vez que la es-
cuche piense en vos, como cada vez que veo un
barrilete pienso en el camino a Punta Lara o así. Mi
mayor deseo en este momento: no ser diabética,
el documental de Discovery me dejó muy manija
con ese tema. Le tengo que preguntar al Oso si me
va a buscar el libre deuda en la moto. Y a vos, te
tengo que preguntar tantas cosas a vos, ¿por qué
nunca bailamos? Imagínate esto: vos, yo y la Mona

50
Jiménez o Rodrigo o Gilda para matarnos de risa,
borrachos hasta las tetas, riéndonos de mi joroba y
de tus dientes. Cuando puedo imagino qué hubiese
sido de mí si no estuviese así, yo soy maga como
vos me dijiste, y no sé lo que eso significa, qué
carajo se supone que soy. Hubiese preferido que
me digas que soy linda o loca o canchera o mor-
tal, algún lugar común para poder ir y reclamar mi
identidad, llenarme de eso. Pero no, “soy maga”
y la puta madre que te parió, qué hacen, dónde
comen, por qué lloran, compran o qué. Me dejaste
bautizada pero no me dejaste algún padrino que
me guíe si no estabas vos, me dejaste desnuda en la
pila bautismal para que hable un poco con Cristo y
San Benito, para que sienta frío y te fuiste a mirar
Terminator con ese hijo horrible que tenés, por-
que es feo, es un chico que, es feo, que le diría a tu
mujer que le deje el pelo largo para que se le venga
bien a la cara, a los dos, porque encima vinieron
de a dos, algún rastro japonés quizás los hubiera
vuelto exóticos para salvarlos pero no, nada, horri-
bles, feos, feos los dos. Mi versión más humana te
extraña y cambiaría ese monstruito con espada por
este monstruito de no-hijo que me clavaste.

51
12 de abril

Ahora que tengo este problema, el problema de no


saber inglés y seguir bajando, siempre, virus termi-
nales que amenazan contra mi tranquilidad y hacen
ruidos –exactamente- cada sesenta segundos. Ahora
que este virus lee todo esto: tengo miedo. Tengo
miedo de que sea poderoso y te diga todo lo que te
miro, de que esté mandándote a tu mail todas las co-
sas que escribo y que me saque fotos por la cámara
web para publicar. Estoy cagada hasta las pelotas de
que veas que soy todo lo que no soy. Un pánico de
que me veas verte -después de todos estos años-,
de que veas mi ropa de domingo y esta música re-
comendada que nunca entiendo si es buena o no.
Y esta virgen que tengo acá al lado… es un regalo.
Cuando hablo en voz alta, yo ya sé. Yo sé que nadie
me está escuchando y no tengo amigos invisibles,
sólo me ordena el pensamiento y me parece más
real, más realmente pensado porque tuvo sonido
en este mundo de afuera, afuera de mi reino inte-
rior. Lloro por las expensas, por las promesas y por
la peli de novia que se muere, todo eso mezclado.
Hoy es domingo, mirá la cara que te hago, hoy es
domingo y es letal para el imaginario burgués que
tengo. En la siesta soñé que todas las caras tenían
mis ojos, estábamos en un asado de fin de año –vos
también- y todos con mis ojos, entonces lloraban

52
mientras hablaban pero no de tristeza como algo
del orden físico, como si se les hubiese abierto una
canilla mientras Jorge contaba de los muchachos de
Astilleros y de la experiencia paranormal que ha-
bían tenido el primero de enero cuando estaban de
guardia, Carlos lloraba, sólo sus ojos, que eran los
míos prestados, y no me acuerdo más nada porque
recibí mucha información visual después, el virus
abre muchas ventanas, así como de sorpresa y yo
no paro de hacer “ah”, así como una gran aspira-
ción. “Vos sos mi gran aspiración, flaca” dijiste y yo
que no puedo dejar de mearme cuando me acuerdo
pero casi que desgasté tanto la frase que es como
esta música que suena, como una cortina musical, y
vuelven las ganas de correr de todas tus locuras y de
todas tus historias porque ya estoy toda viruseada.

20 de abril

Hoy vomité un poco la colchoneta del gimnasio


mientras hacía fuerza. La di vuelta rápido y la re-
fregué con las piernas mientras tarareaba el tema
de los piojos que dice “es tan difícil olvidar tu sen-
sación, como tu piel nena no hay como tu olor”
y refregaba, así, el pedacito de mí que perdí para
siempre. Nadie se dio cuenta de: 1. el olor, 2. mi

53
cara de bichera, 3. que no terminé las tres vueltas de
nada, 4. que es tan difícil olvidar tu sensación, como
tu piel nene no hay como tu olor. Me gustaría que
nos tomemos muy en serio esto que te digo, Julián.
Estoy bastante asustada con lo del presupuesto y lo
de un embarazo de tu entorno de amigos, necesito
saber qué tipo de planes están teniendo y de charlas
y de chistes que se están haciendo. Necesito saber si
ya cambiaste tu lista de preocupaciones antes de irte
a dormir y si tus asuntitos a resolver ahora tienen
que ver con otro tipo, además de los mellis más feos
del mundo, como si hubiese cambiado el produc-
tor de tu vida o hubiesen llamado a un co-guionista
que me deje afuera, un poco, de este nuevo Julián,
en co-producción con Oriente. Hoy empecé a ver
una serie nueva y sentí que me alejaba un poco más
de vos y de nuestro imaginario compartido. Me dio
miedo la serie y vos lejos, hice catarsis en el elíptico
hasta que vomité la colchoneta con pedacitos tuyos
entre los mocos. Y no quiero con esto que sigas de-
jando llamadas perdidas o mandando mensajes apo-
calípticos, no quiero que sigas aferrado a mí como
a una virgen popular, solo quiero que nos tomemos
muy en serio esto que te digo y nos contemos de
los planes, de las series, que nos siguen escribiendo.

54
9 de julio

Hoy es viernes y sé que te vas a ver con la chica a la


que no le sobran los ojos, porque como rompimos
otra vez… le miro bastante el perfil abierto de Fa-
cebook y no puedo creer. A veces espero que todo
sea una joda, que salgan las cámaras como en de
Truman Show y yo me ría. Pero no… no sólo la Rei-
na del Pan Dulce, no sólo la rebelde way, ahora te
gusta una chica que baila milonga porque es mitad
japonesa o china y se llama Romina, madre de esos
monstruitos. Medio que me lo repito porque espe-
ro, espero, que entren en este momento los amigos
y me salven. Pero bueno, ahora vos estas con ella
que es medio japonesa pero podría ser coreana (se
parece MUCHO a la chica de un video coreano que
hay en YouTube, una coreana a la que le sale un
fideo por la nariz) y bueno, seguro que te vas a ver
con ella, que no le sobran los ojos como a mí, y
con ese hijo que tiene que le dice “mi señora”, a mí
medio como que me dio vergüenza ver ese video
que subió, “mi señora”, así le dice. Qué surreal esa
escena. Nunca se me hubiese ocurrido decirle “mi
señora” a mi vieja, no sé, a todo trapo le hubiese
dicho “la regia” o “la beneficiada”, pero le dije “má”
siempre, ¿viste? Nos viste, ¿no? Porque tengo la es-
peranza de que nos hayas visto, que haya fotos men-
tales de nosotras dos, y que sean lindas, ojalá tengas

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fotos con buena luz. A la mañana se me ocurrió que
es re importante la luz, que los DF -los directores
de fotografía que se encargan de las luces y todo
eso, según Martincito- tendrían que ser los mejores
pagos del cine, y que dios, el que te puede perdonar
a partir de ahora, es un DF re vago. Ponele que hay
un montón de escenas de parejas cogiendo con la
luz del televisor, o sea que desde que se inventó el
televisor todas las escenas sexuales son como del
mismo DF.

9 de julio

Bueno, no sé, estoy media fuera de eje hoy, perdí mi


eje porque toqué fondo, es que recibí un mensaje
medio porno del chico del Coto y vos que qué le
estarás diciendo a la medio japonesa... hablando de
tulipanes, que vi que le encantan o de Rolón que lo
cita a pleno. “Yo acá, sin madre” te mando por men-
saje, como para hacerte tambalear. Cuando lo escri-
bo se me muere otra vez en mi cabeza, que todavía
no va tantas, y pienso que no va a estar en las partes
de la cena cuando vuelvas, porque siempre vamos a
volver para romper. Que voy a beneficiarme con sus
partes de la cena, de las Pascuas, de mi cumpleaños,
que ya no me van a sobrar tanto los ojos porque voy

56
a estar del orto con las nuevas adquisiciones, hacién-
dome cargo de lo de Elsita, como vos le decías…es
que me voy a ir achinando un poco, para vos.

10 de julio

Volver a escribir
me.

11 de julio

¿Cuándo se muere por primera vez mi madre en mi


cabeza? Estoy tratando de registrar cuándo. Hoy
me puse a leerme y encuentro que hay indicios de
mis agujeros por todas partes pero ¿cuándo? ¿Cuán-
do murió en mí por primera vez? ¿En el hospital?
¿En el velatorio? ¿En el coche fúnebre? ¿En los pa-
rientes como citas torcidas de un entierro de Ho-
llywood? ¿En el cementerio al lado de Jorge? ¿En la
casa sin patrón? ¿En los papeles heredados? ¿En los
momentos heredados de las reuniones familiares?
¿Cuándo llamaron de Movistar para pedir por Ama-
lia? No ella no está, no vive más, está muerta, que
lo lamentan, que si de todos modos quiero escuchar

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un beneficio para mí, que si tengo celular, que cómo
me llama ahora cada vez que llame a este teléfono
fijo, que qué locura ser tan boluda, dije yo. Corté
y lloré por primera vez: ella no está, no vive más,
está muerta, empecé a decirme y ahora, escribiendo,
vuelvo a darle volumen a esa frase, así, a esos soni-
dos así, todos juntos, que quieren hablar de algo tan
triste, que intentan tocar algo tan triste. Después del
entierro, dormí una semana entera con su ropa de
todos los días, en su lado de la cama, sin dejar va-
cantes sus miradas -las cosas que ella miraba ahora
eran miradas por mis ojos- dejé de mirar en mi vida
y empecé a mirar en la de ella, quiero encarnar su
papel si esto lo pudiese leer el director, me parece
muy horrible que esta obra siga sin este personaje,
puedo hacerlo ad honorem, aunque claro que si ella
volviese – a lo mejor con un poco de aumento en el
cachet ella vuelve- sería todo de otro nivel, uno más
humano, uno más cercano a algo de verdad, no sé.
Después de esa semana mis hermanos empezaron a
sentirse un poco incómodos conmigo así, actuando
de mamá, me pidieron que deje de hacer eso, hacer
qué, eso que hacés, es raro, creo que estoy soñando
cosas raras por tu culpa, me dijo Nicolás. Lo miré
en silencio, veinte segundos en silencio, me saqué
la ropa de mamá y me quedé desnuda frente a ellos
que empezaron a gritarme, me fui a bañar largo y
empecé a mirar series compulsivamente hasta vol-

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ver al Coto y a dar clases particulares. Ahora, des-
pués de dos meses, tengo ganas de desnudarme y
correr, de golpear a todos y correr, de escupir y co-
rrer, sólo lo pienso, lo pienso bien y es como si me
calmara, como si una parte de mí lo hubiese hecho,
mis hermanos y el Oso dicen que es como si me
colgara o me durmiera con los ojos abiertos, yo digo
que sí, que estoy re en una. El Oso y yo nos embo-
rrachamos y escuchamos Rock sin hablar por horas,
es lindo, sí, lindo y yo cada vez más fea, más vieja.

12 de julio

Bueno, hoy parece que cortamos otra vez, como ha-


cemos desde hace años con esto que no tenemos, y
la angustia que tengo ya no es, ya no puede ser, por
saber que rompimos sino por saber que no vamos
a parar de romper nunca. Una canción que nos sin-
tetiza: la que dice “break, break, break, break”, así
dice. Una frase que te sintetiza: ser la fiesta a la que
nadie te va a invitar. Es que sos eso, verte de afue-
ra es la gloria, verte ocupado en algo, haciendo tus
cositas… me hace tan bien que juego a que te saco
fotos mentales y repito tu nombre mientras pesta-
ñeo como para retenerte ahí, en esa imagen y ese
nombre que sos vos, Julián. Porque vos sos eso, sos

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tus cositas y cuando veo tu nombre –Julián- entre
los contactos de wasap… sos tus cositas también. Y
lo releo, lo releo. Pero bueno sos todo eso que no
me vas a dar, ya lo sabemos, todo tu mundo siem-
pre va a estar cerrado, o peor, va abrirse para mí
solo cuando pinte, “tranca si tenemos toda la vida
para estar juntos”, decís, al pedo querer vivir todo
ahora. ¿Todo? Pero habilitame alguna presencia en
los próximos meses. Yo ya sé, ya sé que querés tener
una familia conmigo, que me querés hacer un pibe
como me dijiste, así, “hacer un pibe”. Pero todo eso
nos queda tan lejos, tan en la fiesta que nunca nos
invitan y mientras, mientras sigo yendo a ver al In-
dio sola y pierdo zapatillas entre el barro, al borde
de una quebradura expuesta; sigo abrazándome con
desconocidos en los goles de la cancha, reconocién-
dote desde la tribuna de en frente por tu gesto, ese
con el que te tapas las entradas; mientras mi mamá
se muere y se lleva todos los datitos que no figuran
en la libreta sanitaria y vos que no terminás de llegar.

13 de julio

Ayer en lo del Oso, estábamos buscando mi ascen-


dente en internet y yo no sabía a qué hora había
nacido, entonces, le mande un wasap a mamá, que

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ya sabía que no estaba, pero ¿hasta qué punto? si
yo le mandé un mensaje, fue casi como que esté,
sólo que faltó la respuesta… es ahí que se muere,
otra vez, en mi cabeza. Después, toda esa informa-
ción está registrada, porque al estado esas cosas les
importan. Pero ¿las que no importan?, pensé. Esas
se las llevó mamá, con ella, como si el tapper donde
guardaba toda la información que no importa se
hubiera roto, se hubiera vaciado y ahora no tengo
a quién reclamarle info: cómo fue sacar mi cuerpo
del suyo, cómo fue sentir que no me gustaba algo
de ella por primera vez –como que no se pinte los
labios como la mamá de Marissa- , o dónde se es-
condía para tomar alcohol cuando venía Manuela,
la novia de Martín, a comer. Bueno, eso, como que
ese tapper se rajó y ya no puedo llenarme de eso…
Como una compu sin back up, ¿así se dice? y ahora
me quedé como medio sin profundidad, sin histo-
rias. Bueno, al final, tengo ascendente en acuario y
está todo bien. Ahora no puedo parar de ser eso, la
de ascendente en acuario y me hago la incompren-
dida con vos, más hoy que hay luna llena.
Es que a mí me dolió que no estés el día que se
murió mamá por primera vez en mi cabeza. Me
dolió tanto que te hubiese meado la cara o peor me
hubiese gustado llegar tarde a la cama y vomitar-
te con odio mientras cogíamos como dos puestos
que se miran con los ojos bien abiertos. Es que

61
siento que las últimas veces nos sobraban los ojos,
yo te miraba y era como que casi me caía de tus
bordes y vos eras todo tu mundo, toda tu casa, te
miraba, pestañeaba diciendo tu nombre y entraba
todo: tus banderas de la pieza, tus entradas a cosas,
tu manera de leer los mensajes de texto o de decir
que “coleccionás” libros. Y ahora que te miro, por
wasap, sos como mucho más que tus cositas al fi-
nal, porque me sobran los ojos y te volviste medio
todo. Break, break, break, break. Así estamos, que
no paramos de no estar nunca, de alimentar todo
esto que no tenemos y que yo ya no puedo… que
que ya voy a dejar de jugar a ser dios y perdonarte,
porque yo ya no puedo perdonarte. Que te perdo-
ne dios, Julián, porque a mí no me da el imaginario.

14 de julio

Ayer pasé por tu departamento viejo, de conmigo.


Te mudaste y dejaste, en la esquina, colgando del
árbol, un cadáver mío de joven con las palmas y el
cuello hacia arriba. La entrega, pienso, yo era la Se-
ñora entrega con vos y quedé ahí tan joven y pálida,
con el pelo bien nutrido, el acné bastante resuelto,
los brackets y el gesto de la generosa. Un cadáver
mío de joven que cuelga de la luz y yo miro tamba-

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learse con tiempo. Después el almacén con el piza-
rrón apoyado en la puerta en que comprábamos lo
que vos querías siempre, y yo pensaba que también,
porque vos ya habías sorbido todas mis cositas y
mis gustos, porque sí, decías, porque mi mundo te
gustaba tanto que me lo ibas robando, re gil y co-
pión, onda hermano menor. Así que yo siempre no
quería roquefort, panceta y Coca Cola; no quería
soñar con familias y negocios de alguna hippie de
la tele; yo siempre no quería besarte tan fuerte hasta
perder los brackets y la sangre en el acolchado, y que
me lleves desmayada a la guardia, que me agarres
bien fuerte los brazos y me prometas que ibas dejar
de matarme, otra vez, para siempre. Yo no quería
que grites todo lo que me amabas y sacudas, así, a la
enfermera, que te golpees la cabeza contra la pared
de la guardia y susurres mi nombre, como gastándo-
lo, tocándome a mí y a la virgen de porcelana, a mí y
a la virgen de porcelana. Yo quería algo pero no me
acuerdo, no sé.

15 de julio

Estoy tan triste que no sé si pueda dejar la pri-


mera persona y ponerme a escribir otra cosa. La
tristeza invadió todo: mis ideas, mis pronombres y

63
conjugaciones. Estos últimos días estuve creyendo
fuertemente en la idea de que pinchaste un muñe-
quito con mi cara, lo re pienso de verdad, lo hiciste
de enojado pero lo pinchaste y todo tiene sentido:
los sueños, las miradas de odio de los extraños y
el qué dirán. Invocaste a todos los dioses o lunas
con mi foto en la mano, en la terraza de tu edificio
y después te reíste de mí mientras tomabas vino
con una “rebelde break rules”, juntos se hacían los
desdichados y los artistas golpeados, me da en las
bolas esa escena, lo del sexo me parece trivial, no
me molesta, me da en las bolas tu lujo. A veces
tengo miedo de enfermarme raro: la enfermedad
sería confundida y tomada por depresión pero en
verdad hay cosas de la psiquis y de velas, de gurúes,
tu cara me acompañaría al menos en tres sueños
de la semana, algún conocido tuyo en el micro dos
o tres veces al mes, un reinicio de celular donde
me caerían interminables tus mensajes pidiéndome
que vuelva, que por favor no te haga esto, unos mi-
nutos dedicados a adivinar dónde estarás antes de
dormir y una persecución irreprimible de que estás
viéndome cada vez que salga de noche a un lugar
con mucha gente. Es una enfermedad llevadera
pero agotadora, con posibilidades de devorarme
sobre todo si estoy encerrada y es de noche. Esta
es mi manera de limpiar, ahora, mientras escri-
bo, mi alma, deseo que las palabras hayan, de a

64
poquito, desclavado cada parte de mi muñequito,
que mi foto salga volando por la terraza hasta pa-
sar por Plaza Moreno, que abajo estén jugando al
carnaval y yo me moje toda para apagar tu gua-
licho y desde mañana poder escribir en tercera
persona algunas oraciones.

17 de julio

Estoy parada al lado de la cama, descalza, necesi-


to llegar a la puerta sin pisar ningún pedacito. Los
pedacitos que dejaste, aunque algunos sigan sien-
do lindos incompletos, por sus colores, lastiman
las plantas de los pies y entonces yo ya no voy a
poder ir a probar como una desquiciada ninguna
clase más de tap, de contemporáneo, de zumba.
Necesito cuidar mis talones para poder seguir mi-
rando por el espejo a las bailarinas, a mí y a las
bailarinas, a mí y a las bailarinas, a mí, a mí, a mí
y a las bailarinas. Un poquito más de cambré, ahí,
sí, ahí. Ya casi son las nueve. Cambré, cambré,
cambré. Ya casi son las nueve y pude pasar un día
más, cambré, sosteniéndome.

65
22 de julio

Ayer a la noche tuve mucho miedo, soñé con vos


y yo, muy peludos que corríamos en una playa nu-
blada, en un amanecer que era todo eso que no es,
que nunca amanecía, que nunca era. Vos me dabas
la mano y era como si no fuese sólo la mano lo que
me dabas, me dabas como teléfonos cuando apreta-
bas la mano, me dabas prospectos de medicamentos
para nuestros no hijos me dabas entradas -de recita-
les, de cine, de boliche, de cancha- y unos boletines.
Bueno, corríamos de la mano, que era mucho más
que la mano, que me pesaba y no quería dejar caer
nada yo pero estaban esos pozos en la arena como
pozos viejos, como pozos de la tarde, de cuando ha-
bía nenes y familias construyendo castillos o llevan-
do agua, una, otra y otra vez, así, llevar agua hasta
que el viento de Mar del Plata te saque de la playa
o hasta que te agarren fuleras ganas de hacer caca.
Había pozos mojados de ese agua, cargada por ena-
nos con voz de bocina y conjugaciones extranjeras
de tanto mirar Disney Junior. Nosotros seguíamos
corriendo, vos un poco más adelante, un poco no-
más pero era como si me miraras igual, vos siempre
me mirabas mientras me dabas entradas a cosas. Me
levanté cascoteada y tuve mucho miedo de nuestra
vida surrealista. “Yo, la cajera” pienso mientras me
miro al espejo como si fuese protagonista de algún

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videoclip mientras suena la radio de la iglesia que es
la única que engancho. “Yo, la cajera” digo como
para saborear las letras, pienso como si fuese una
poeta berreta y te escribo un inbox que dice “yo, la
cajera nunca conocí un precio tan alto como el que
estoy pagando ahora, en cada siesta que no estás,
en cada risa que no te veo y beso en la espalda en la
madrugada, cuando alguno de los dos cambiaba de
posición”. En la radio de la iglesia suena una frase
que me mata “agradecer al prójimo todo acto de
confianza” y esto me hace llorar, soy cajera, no poe-
ta y no voy a mandarte, a decirte, a darte, porque
vos confías en que yo puedo ser grande y aprender
a no molestarte como hace la gente grande, cuasi
vieja, que tiene tiempo y espera, espera para no mo-
lestarse. Así, mientras toma mate, mientras habla,
mientras trabaja, espera a que lleguemos corriendo,
con la arena pegada y que vos digas que tenés frío
y yo quiera caminar a caballito porque yo también
vi Diario de una pasión y quiero ser la chica que
todos queremos ser, la chica del chico, la de la peli
que ellos se encuentran después de un tiempo y no
sabemos qué pasa hasta que nos damos cuenta que
la vieja tiene alzeimer como en El hijo de la Novia
que está Darín.

ese actor ar gentino que a vos te gusta tanto como


cuando a mí me gustabas tanto vos que no sé en

67
qué peli estaremos ese actor ar gentino que a vos te
gusta tanto como cuando a mí me gustabas tanto
vos que no sé en qué peli estaremos ese actor ar gen-
tino que a vos te gusta tanto como cuando a mí me
gustabas tanto vos que no sé en qué peli estaremos,
ese actor ar gentino que a vos te gusta tanto como
cuando a mí me gustabas tanto vos que no sé en
qué peli estaremos

27 de julio

“Vos sos mi héroe: doctora” te comiste las heridas y


grietas, las lamiste científicamente una por una, que
casi que me quisieron destruir como esas escenas de
Pol-Ka de fin de año en que la mala –que puede ser
últimamente Eleonora Wexler- empuja a alguien en
sillas de ruedas a la pileta o aborta un embarazo súper
deseado por todas las amas de casa que, además de
amar la casa, aman a la novela con cortina musical de
Facundo Arana. Bueno, así, las heridas que me hiciste
en el útero ya cerraron y al final no pasó nada. Yo no
sé si hablamos de mi útero o de mi corazón y yo no
sé si te hablo a vos o a vos-vos pero al final las heri-
das vuelven a ser otra cosa más linda como un tejido
(ojalá todo se vuelva un tejido al crochet tuyo, ¡má!), o
una cosa más linda como reírse porque es lindo reírse

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¿o no? Soy sana y estoy apostando todo al negocio
de los tappers porque dicen que el plástico es la sen-
sación, uno saca un abre lata de plástico o un tapper
redondo y la oficina se vuelve un quilombo, así decía
Daniel mientras jugaba al buraco con papá. Yo no sé
si esto me va a pasar a mí, digo, cuando yo saque plás-
ticos de mí. Será porque si yo estuviese en una oficina
y me veo entrar a mí, espero sacar una placenta u
otras cosas más de chica crackera. Hoy pensé mu-
cho en frases siniestras para graffitearte: esta noche
voy a olerte todo, me pareció regia. Estuve viendo los
exteriores de nuestro casamiento… fuleros. Los dos
con las camisetas de clubes besándonos en todos los
rincones de la cámara, mostrando dientes, agarrán-
donos y ya nos pasábamos, casi que agarrábamos al
señor del bote de al lado. Y vos que querías getear-
le a la cámara, mostrar que eras el jefe de la banda,
que te llevaste el mejor trapo pero esperá un poquito
porque yo no soy ese tirante que vos tanto cuidas,
esperá, ¿no ves que soy de otro color? El día que
pensaste que era un bombo a mí me dolió mucho,
me dolió que veas que yo no sonaba, ¿escuchás? Vos
nunca supiste tocar un bombo porque siempre tenías
movidas, siempre estabas hablando, Julián, siempre
estabas resolviendo el destino de una novela de Pol-
Ka con personajes gordos y piluso. Yo no tenía luces
como los bombos de ese equipo brasilero, ni sonaba,
ni tenía colores pero vos me querías ahí y yo que no

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sabía decirte que yo prefería jugar el partido mientras
vos la getoneabas desde el parabalancha con la casaca
de un equipo peruano. A mí me encantó casarme con
vos que la banda de pilusos rompa todo el salón, que
vos me levantes así en el aire y mi abuela me vea toda
la bombacha -que era hermosa, porque estaba de es-
treno-, me encantó que me hayas dicho unas palabras
por micrófono, que yo no sé cómo podés escribir tan
a lo Cris Morena, la parte en que dijiste que que no
entendés cómo paso todo pero te cabe igual, me pa-
reció que hay una canción de Callejeros, y, después,
cuando dijiste “tu cuerpo es el lugar perfecto para
que yo sepa lo que quiero hacer” me pareció que hay
la misma canción de Callejeros y en un momento
sólo lloraba mi abuela pero todos nos reíamos de que
no sabías escribir cosas que no estuviesen escritas.
Vos te reíste y me gustó porque dejaste de leer y me
invitaste a bailar el vals de Drácula, porque vos siem-
pre querías ser un príncipe y los gordos con piluso te
re bancan en esa.

28 de julio

Que tengo el umbral del dolor muy jodido porque


tengo ascendentes en acuario dice Julia. Que mi um-
bral del dolor es alto. A mí siempre me confunde

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un poco el delineado de la hermana de Julia, que
está ahí escuchando lo de mi umbral del dolor, mi-
rando mi cara de domingo llena de pensamientos
de domingo adentro mientras recorremos el Barrio
Cementerio. Hablamos un poco de la manera de en-
terrar en Perú y de cómo eligen a la Reina del Pan
Dulce. A mí un poco me tocó que mi ex se vaya con
la Reina del Pan Dulce- antes de la rebelde break ru-
les y de la medio japonesa-, que después conquistó
otros galardones como: la Reina del Río, de Junín y,
dicen, que llegó a ser la del Cerdo que es como decir
una celebridad a lo Nicolás Repetto en la zona ga-
nadera. Me acuerdo el último domingo que nos le-
vantamos juntos, sonreíamos como psicópatas toda
la mañana, qué estrés. Una risa epidémica que no
podía parar, como una vez en que se murieron un
montón de personas en la epidemia de la risa en un
pueblo de Alemania, duró como quince días, bocha
de días, una bocha. Imaginate que cuando alguien
se casa -como Julián y yo esa vez que todos estaban
vivos- al otro día, dice que le duele la cara de reírse
para la foto y no se acuerda del beso ni del cura, le
duele la cara que le pedía el fotógrafo, como a mí
hoy que me duele la boca porque tengo un umbral
del dolor potente. Como si todo lo que quedase del
casamiento fuese el dolor de haber hecho la cara del
fotógrafo que es igual al de un montón de caras que
ya vimos. Y te perdiste de la abuela, yéndose tipo

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tres con el centro de mesa en la mano gritando “fue
un sueño, lo que viví fue un sueño”, que parece que
no termina más de cruzar el salón y como que siem-
pre hay brazos de dónde agarrarse y repetir que que
había estado en un sueño. Bueno, ella va a rezar en
la misa de las seis por nosotros, porque les vaya bien
a los casados y sobre todo a mí, que junte mucha
guita en vacaciones de invierno cuando me disfrace
de Cenicienta en el Pasaje Dardo Rocha para sacar-
me fotos con los pibes.

2 de agosto

Jorge
Mamá
Julián Martín
La facu Nicolás
Capitán El Oso
Útero

Así, en ese orden, la lista que llevo conmigo desde el


5, a dos meses de la muerte de mamá. Es un papeli-
to arrancado de un anotador que tengo en la caja de
Coto para registrar el número de serie de los billetes

72
de quinientos. El papelito está doblado en tres, tor-
cido y todo transpirado porque me gusta llevarlo en
la mano cuando tengo ganas de llorar, casi siempre
me agarra con los trámites, los domingos o los días
de descuento con Banco Provincia en el súper. Es in-
vierno pero mis manos transpiran y eso es algo muy
de papá, de Jorge y sus manos sanadoras. Las pérdi-
das y las presencias, las pérdidas y las presencias.

10 de agosto

Mirando la lista: mamá y el Oso sin nombre de pila,


alta minoría feminista, no nombré a mis sobrinos
ni a mis cuñadas aunque los re quiero, pero pensé,
sí, en el perro de Ana. No sé si están en nivel de
importancia o están ordenados cronológicamente,
pero es difícil, dificilísimo, ubicar en un lugar espa-
cial –al menos con lapicera en una hoja de papel del
Coto- que Julián fue al primero que perdí al infinito.
Hablamos con el Oso ayer, cuando me fue a buscar
a la salida de mi turno en Coto, que Julián es el que
no murió de esta columna, el que está ahí con el
cuerpo y todo eso pero es más difícil de encontrar
que mamá o Jorge. ¿Dónde está Julián, el Julián que
me agujereó? ¿Es el Julián de los exteriores? ¿En
qué momento fue mutando hasta extinguirse? En

73
algún momento acepté una versión berreta de él,
y otra y otra, entre todas esas veces que no pará-
bamos de romper, una y otra y otra vez. ¿Cuándo
fue la última vez que lo miré con admiración? Con
amor por eso que estaba ahí, tirado en frente mío,
en el sentido de lo material, lo tangible ¿cuándo?
Después vinieron las ideas, el Facebook, el wasap,
el ego, los relatos de los amigos, el peso del tiempo
y los hábitos, la etiqueta legal de la divorciada, el
refugio de un Coto muy frío y demasiado eterno, de
una maternidad no añorada pero cancelada antes de
saberlo y un montón de recuerdos que a veces me
invento para construirme de nuevo.

11 de agosto

Si pudiese volver el tiempo atrás, lo haría por Jorge


y madre querida. Si pudiese volver el tiempo atrás
no me molesta Julián, el contenedor de mis frus-
traciones, es un nombre que lleno con todas mis
canciones de Rock pero nada de la segunda persona
a la que le hablo, de las canciones que canto en voz
alta son para el Julián, padre de dos, que vive en
Barrio Aeropuerto con una medio japonesa, nada
de todo esto merece ese cuerpo, era otra cosa, había
otra cosa que lo volvió alguien para todos mis días.

74
La lista tendría que verse modificada:
Jorge
Mamá
Capitán, el perro de Ana

12 de agosto

No hay más listas, después de tenerla durante una


semana casi todo el tiempo en la mano, la pren-
do fuego con un pucho al lado de la pileta verde
que ninguno de los hijos cuidamos. Quiero hacer
un ritual sanador con fuego porque soy de sagita-
rio y además el fuego es hermoso, sí, hermoso. Veo
cómo se mueve, tan liviano, entre el naranja, el ama-
rillo, el azul, qué lindo es el fuego, está ahí y no se
puede tocar, ni guardar, ni escribir, es tan hermoso
y poderoso con su calor, quiero enamorarme del
fuego, que dónde vivirá para poder hacerlo mío de
alguna manera que no se me ocurre ahora, que qué
canción le sentará mejor, que en algún lugar debe
haber átomos de las cosas maravillosas para por las
dudas, por las dudas de dios, ahí, un átomo de fue-
go para comérmelo y empezar a decir con otra voz
algo más, que ya voy llegando a los treinta y es hora
de encenderme, quiero un átomo de fuego para co-
mérmelo y encenderme.

75
15 de agosto

Nos fuimos dejando caer la baba, la lengua colgan-


do afuera, casi como cayéndosenos de la boca y de
la cara. Vos te fuiste apareciendo en mis recuerdos
como con hijos a upa, hijos que no tuvimos y que
no tuviste, aunque sí otros, todavía. Vos y nuestros
no hijos invadieron todos los recuerdos, hasta los
sexuales, los de borrachos, siempre estás ahí con
ellos a upa, no importa si estábamos vomitando en
Navidad o besándonos por horas, en un momento,
ahí está: el no nacido. El no nacido que nunca llego
a ser, sería mejor: el nunca concebido, nunca fue-
ron esos nombres, esos días, esas escenas que ima-
ginamos que pasaban en algún lugar del tiempo.
Quiero que sepas que si no te vuelvo a buscar, a
vos, el único sobreviviente de la lista de las pér-
didas, si no te vuelvo a buscar y te dejo perdido,
como a los platos prestados después de un cum-
pleaños, es por esta nueva adquisición que te pintó
tener en mis recuerdos. Después, yo no sé, no sé
dónde andarás afuera de mis recuerdos, si te segui-
rás sintiendo como sin hacer pie en una pileta. A
mí se me dio por lastimarme los brazos, pellizcar-
los hasta moretón y
olvidar.

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Este libro se imprimió en los talleres gráficos de

José Joaquín Araujo 3293 - (C1439FAP) - Ciudad de Bs. As.

Este libro es distribuido por

FB: Malisia.Distribuidora y estantería de libros y


revistas - Diagonal 78 n° 506

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