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El complejo de Telémaco

Padres e hijos tras el ocaso del progenitor

Massimo Recalcati
La caída de la autoridad paterna es un fenómeno esencial de nuestra cultura
contemporánea, tanto en su sentido simbólico (el padre como encarnación de la ley) como
en la configuración de las relaciones familiares, en la que el padre actual tiende a jugar un
rol amistoso y cómplice, en el extremo opuesto del padre autoritario de épocas no tan
lejanas.

Recalcati opone al freudiano complejo de Edipo –el del hijo que (simbólicamente) quiere
matar al padre para yacer con la madre y ocupar el trono– el complejo de Telémaco, el hijo
de Ulises que, en la Odisea homérica, espera el regreso del padre para que vuelva a yacer
con su madre y a imponer el orden y la ley en la polis. El padre débil ha dejado vacío el
lugar de quien encarna la «ley de la palabra», el principio de autoridad que regía en la
cultura, la economía, la educación. Recalcati no propone en modo alguno restaurar la
figura del padre-patrón; al contrario, cree que su imperio se ha eclipsado para siempre.
Pero, precisamente por eso, se interroga acerca de los efectos de ese cambio de régimen
y de cómo se reconfiguran la sociedad y la cultura contemporáneas.

La abulia, la depresión, la búsqueda ciega de la satisfacción, la tolerancia frente al delito


como vía de enriquecimiento y el desprestigio del esfuerzo y del trabajo forman parte de
esas consecuencias. Así como la hipertrofia de un yo extraviado –Narciso, otra figura
principal del teatro freudiano– ante la falta de modelos sólidos, de verdaderos «ejemplos»
a seguir. La desaparición (y la nostalgia) de un Dios padre, que la filosofía empieza a
poner de manifiesto con Nietzsche, es el correlato intelectual de esta progresiva
decadencia de las figuras de autoridad que, en el ámbito político, se eclipsan
definitivamente tras la caída del último de los grandes regímenes totalitarios, el comunista
soviético. Recalcati parte de su sólida formación psicoanalítica para abordar este nuevo
«malestar en la cultura», sin ocultar sus referencias freudianas y lacanianas, pero sin
ampararse nunca en un léxico cifrado ni hermético.

Nos brinda un libro escrito desde la conciencia de que el lector contemporáneo necesita un
discurso claro y expeditivo: va al grano, sin arborescencias ni citas lujosas. Por eso se lee
con la agilidad de una novela, aunque tiene el calado de los grandes pensadores.

«Ya no basta con la culpa ciega de Edipo ni con el egocentrismo de Narciso. Massimo
Recalcati encuentra en Telémaco una mirada nueva sobre la crisis profunda que atraviesa
Occidente en páginas que emocionan y sorprenden» (Luciana Sica, La Repubblica).
«Ambicioso a pesar de su brevedad y claro a pesar de su densidad, El complejo de
Telémaco tiene un título que podría ser engañoso: no hay aquí ningún manual pedagógico
ni ninguna simplificación en estilo televisivo. Recalcati describe las nuevas formas de la
situación psíquica que sustituye al freudiano “complejo de Edipo”» (Marco Mazzeo, Il
Manifesto).

El complejo de Telémaco
5 de octubre de 2015

Jacques Lacan —psicoanalista francés— dijo en alguna ocasión que «es indispensable
que el analista sea al menos dos. El analista para tener efectos y el analista que, a esos
efectos, los teoriza». Es decir, el psicoanalista que actúa en el consultorio y el que le da
una interpretación teórica a su acción. Al menos dos significa, también, que podría ser
otros.

Uno de esos otros es el analista político que, a pesar de las advertencias de Freud sobre
el partidismo, se ha agrupado en asociaciones restrictivas y segregativas. Otro, que no ha
sido explorado lo suficiente, tendría que ver con la divulgación del psicoanálisis a un
público no especializado. Ello representa un reto importante pues supone mantener el rigor
teórico, sin quedar atrapado en el terreno académico —y muchas veces masturbatorio—
de la teoría. 

Massimo Recalcati —psicoanalista italiano— ha explorado esa función a través de


diversos ensayos. Distintos a sus trabajos teóricos —de los que he leído dos: «Las tres
estéticas de Lacan» y «La clínica del vacío»—, la Editorial Anagrama ha decidido publicar
dos ensayos: «Ya no es como antes / Elogio del perdón en la vida amorosa» y «El
complejo de Telémaco / Padres e hijos tras el ocaso del progenitor». 

El primero aún no está en librerías y versa sobre la posibilidad de los amantes de


perdonarse. El segundo tiene una temática por demás pertinente para la época. Telémaco
era el hijo de Ulises que esperaba la vuelta de su padre para que yaciera con su madre e
impusiera la ley. A diferencia de Edipo, que quería matar al padre para yacer con la madre,
Telémaco hace un llamado al padre. Pero, ¿a qué responde este llamado?

Las épocas pasadas se caracterizaban por figuras paternas autoritarias e imponentes. No


sólo en el nivel particular —las familias— sino también en el nivel global. Tanto los padres
como las autoridades —los gobiernos— eran fuente de respeto, miedo e incluso objeto de
agresión. A ello respondían de manera muy clara los impulsos incestuoso y parricidas que
describe el complejo de Edipo. Un padre arbitrario y gozador despertaba los deseos de
eliminarlo. El gobierno opresivo despertaba rebeliones.

No obstante, las dinámicas familiares han cambiado y la figura paterna se ha desdibujado


y ha dejado vacío el lugar de la ley. Los síntomas modernos son testigo de estos cambios:
la falta de voluntad, la depresión, el hedonismo, la tolerancia ante el delito, el desprestigio
del esfuerzo y el trabajo, entre otros. La ineficacia de nuestro gobierno, por ejemplo, ha
producido la proliferación del crimen organizado que suple, en algunos sentidos, los vacíos
dejados por la autoridad. 

Los síntomas terminan siendo ese llamado de Telémaco, que ruega que venga un padre a
imponer la ley y controlar la locura materna. El individuo se deprime porque no logra lo que
desea lograr y porque no tuvo a alguien que le mostrara la forma. Los hijos creen que lo
merecen todo porque no ha habido nadie que ponga un límite y señale que no todo está
permitido. 

Los dirigentes mundiales hoy en día carecen del liderazgo que tuvieron sus antecesores.
Los programas de televisión retratan figuras paternas patéticas como el padre de
«Malcolm el de en medio» —que es el mismo actor que representa un padre terrible en
«Breaking Bad»—, Homero Simpson o —ayer que veía la tele con mis hijos me parecía
preocupante— el padre de la cerdita Peppa. 

La idea no es —como lo reconoce Recalcati— retornar al formato del padre terrible y


autoritario. El psicoanalista cree que ese imperio se ha eclipsado para siempre. Pero sí se
requiere un análisis de los efectos que ese cambio de régimen ha representado para la
sociedad y cultura contemporáneas. No podemos pensar en atender los problemas de
salud mental de nuestra época si no tomamos en cuenta las configuraciones familiares y
sociales.

Pensar la salud mental como lo hace la psiquiatría o algunas ramas de la psicología y


atenderlo con medicamentos implica no atender el problema real. Al psicoanálisis, que
tanto puede aportar a este tipo de problemáticas, le hace falta también salir del espacio
cifrado y hermético de la teoría, y trascender. Un esfuerzo bastante loable es el de
Massimo Recalcati.
Publicado 6th October 2015 por Daniel Cortez Rayas

 Massimo Recalcati

El complejo de Telémaco. Padres e hijos tras el ocaso del progenitor

Traducción de Carlos Grumpert

Barcelona, Anagrama, 2014, 176 pp.

Las relaciones entre padres e hijos se apoyan en varios


elementos de complejidades y alcances distintos: el biológico,
el social, el cultural –entendiendo por tal no solo el de una
determinada sociedad sino el del estricto entorno–, las
intensidades de los afectos y, de manera radical, la
construcción del imaginario con respecto a los roles. Que hoy
vivimos un momento de crisis profunda en la relación
padres/hijos es evidente, una crisis a su vez inserta en la
alteración, disipación y revalorización de los modos sociales. La
educación, en la docencia, en el hogar, en las relaciones de
calle, es uno de los temas que ocupan a muchos filósofos,
psicólogos y pedagogos hoy en día. Los jóvenes se han
convertido en un problema, y la causa no está solo en los
cambios estructurales de nuestras sociedades democráticas
occidentales, sino también en las modificaciones producidas en
nuestra voluntad de educar. Y entiéndase por tal la actividad
por la cual dotamos y nos dotamos de unas pautas relacionales
e internas en el aprendizaje y crecimiento en nuestro vínculo
con los otros. Los jóvenes se han convertido en un problema
porque los mayores, qué duda cabe, entre otras razones,
hemos desistido en nuestra responsabilidad. Asumir la
paternidad, la madurez y el legado, así sea críticamente, y
transmitirlo, debe formar parte de nuestra propia educación.
Uno de los conceptos que más se han aguado es el de la
libertad, transformada en un dejar hacer que supone a su vez
la dejación del correlato objetivo de la misma: la
responsabilidad.

Massimo Recalcati (1959) es un psicoanalista italiano, autor de


una amplia obra que incluye trabajos centrados en la
psicopatología del comportamiento alimentario. En muchos
aspectos es un discípulo de Jacques Lacan, y lo es
especialmente en este libro que asume algunas tesis centrales
suyas respecto al significado del padre como figura social.
Lacan habló, por ejemplo, de “la evaporación del padre”.
Recalcati usa una noción que, aunque no carece de realidad,
quizás tenga una formulación equívoca e insuficiente: la de la
“Ley de la palabra”, que el psicoanálisis denomina “ley
simbólica de la castración”, algo que parece un exceso. ¿Por
qué castración? Somos seres de lenguaje y la palabra
simboliza nuestro vínculo con las fuerzas del lenguaje, que
impele a aceptar la experiencia del límite. No todo es posible ni
mi solo deseo es el soberano. Dicha ley (que no es tal, según
lo entiendo, sino un mandato ético apoyado en una filosofía y
psicología que concibe a la persona como otredad), “implica la
renuncia a nuestros instintos”. No es que podamos renunciar a
los instintos, interpreto, sino que estamos abocados a
transformar sus impulsos. No hemos renunciado al instinto
sexual, sino que le hemos dado pautas, prohibiciones,
posibilidades inéditas en el mundo animal, e inventado una
cambiante cortesía.
Pero veamos antes cómo enfrenta la crisis de la paternidad.
Para Recalcati, el famoso complejo de Edipo (el asesinato
paterno y el incesto) no opera en nuestro tiempo, y nos
propone como diagnóstico y cura un nuevo mito: el complejo de
Telémaco. Ya no se trata de matar al padre (disuelto en la
desidia educativa y la disipación del imaginario transmisor) sino
de esperar su regreso con el fin de poder ser el heredero, cuya
etimología estudia bien: no es el que recibe sino el que, al
recibir, no tiene nada, porque ha de desear y constituir lo
heredado. Si Telémaco espera la llegada del padre con el fin
de que devuelva el orden a la casa y el sentido de la palabra, el
padre acepta su papel de regresar para dotar al hijo de un
deseo y un futuro. Recalcati lo formula mejor así, en frase que
nos recuerda a Levinas: “La Ley de la palabra es la Ley del
reconocimiento del deseo del Otro, del que se alimenta la vida
humana.” Y aquí Lacan, quien afirma: un padre es quien “sabe
combinar (y no oponer) el deseo con la Ley”. No es que el
padre conozca el sentido último, que quizás no exista, sino que
da “un sentido”. Es una forma de transmitir el deseo de una
generación a otra.

El malestar de la cultura, viejo tema freudiano, tendría en


nuestros días unas características nuevas, sin negar algunas
de las mencionadas por Freud. Se trataría de un sentimiento
hiperedonista, apoyado en un yo que no quiere reconocer
límites a su narcisismo y que convierte en consumo su relación
con los otros, es decir: niega al otro como algo que siempre
estará más allá de mi deseo. Recalcati denuncia este
empobrecimiento de la experiencia del deseo, que ha
renunciado a la postergación del goce. Lo quiere todo y ahora.
Aunque encuentra siempre lo mismo en un ahora sin rostro.
La renuncia a educar, en el sentido expresado de hacerse
cargo de la palabra, adopta la forma, según el psicoanalista
italiano, en línea con muchos otros pedagogos y sociólogos,
del padre-hijo: padres muy parecidos a sus hijos, una actitud
que, bajo la máscara de la camaradería, es fuente de
desconciertos identitarios sin cuento. Si los padres no
renuncian a las expectativas narcisistas de los hijos, el afuera
se torna una posibilidad de consumo o en una amenaza a la
que se responde con la reclusión voluntaria alimentada por
relaciones virtuales en apoyos tecnológicos. Vivimos en una
sociedad de los jóvenes, en la tiranía de la juventud, hasta el
punto de que nadie envejece, y si lo hace se sitúa al margen de
lo visible. Pero si todos somos jóvenes, no hay herencia ni
deseo con el que leer ese posible pasaje. Vivir, crecer, saber
vivir es, según se desprende de los mejores momentos de este
libro, aceptar que nos constituye la palabra como dimensión
simbólica del otro, y que a nosotros mismos, para ser de
verdad, para crecer, nos es necesario abandonar el narcisismo
de un deseo que solo reconoce su impulso. No se trata de que
los adultos encarnen un ideal de perfección o normativo, sino
de que asuman la búsqueda del otro, de lo político como parte
constitutiva de la persona. La figura paterna (obviamente
también materna, pero brilla por su ausencia en este libro) debe
suponer la existencia del futuro, el sentido del deseo. Aunque
sin duda es una generalización, Recalcati no deja de señalar
una realidad cuando afirma que, a diferencia de la época
edípica –digamos hasta el 68–, en la que el malestar adoptaba
las formas de la transgresión de la Ley, el gesto rebelde, ahora
el deseo se agota en su objeto, mermado de apertura hacia lo
Otro. La neurosis actual de la juventud –que se puede
perpetuar en la madurez– es la que surge de haberse quedado
sin herencia, y por lo tanto reprocha a los otros que no se le
haya dado lo que le corresponde. Y al mismo tiempo es
incapaz de “de recibir realmente algo del Otro, de soportar el
estar en deuda con el Otro, de aceptar su condición de hijo”.

El diagnóstico, sin duda sumario pero que corresponde a parte


de la realidad, es que vivimos en un tiempo regido no por el
signo de Edipo, del Anti-Edipo o de Narciso sino por el de
Telémaco, quien “exige justicia: en su tierra ya no hay Ley, ya
no hay respeto, ya no existe orden simbólico”. No es una
demanda del prestigio del origen o de una respuesta total, sino
de una herencia “que se realiza únicamente hacia delante, de
reconquista, como diría Freud siguiendo a Goethe”. Este libro,
como muchos de nuestros días sobre este tema, señala la
necesidad de realizar una crítica de la libertad (en su defensa,
claro, que supone siempre responsabilidad), de defender una
poética del erotismo que nos revele el misterio de lo deseado,
como irreductible; de incidir en la necesidad de reeducar los
afectos, desde la infancia, y de educarnos en una filosofía que,
sin negar la individualidad, la muestre como producto de algo
que la sostiene y la explica: la sociedad, los otros. ~

 Juan Malpartida

(Marbella, 1956) es poeta, crítico literario y redactor jefe de


Cuadernos hispanoamericanos.

La caída de la autoridad paterna es un fenómeno esencial de nuestra cultura contemporánea,


tanto en su sentido simbólico (el padre como encarnación de la ley) como en la configuración
de las relaciones familiares, en la que el padre actual tiende a jugar un rol amistoso y
cómplice, en el extremo opuesto del padre autoritario de épocas no tan lejanas. Recalcati
opone al freudiano complejo de Edipo –el del hijo que (simbólicamente) quiere matar al padre
para yacer con la madre y ocupar el trono– el complejo de Telémaco, el hijo de Ulises que, en
la Odisea homérica, espera el regreso del padre para que vuelva a yacer con su madre y a
imponer el orden y la ley en la polis. El padre débil ha dejado vacío el lugar de quien encarna
la «ley de la palabra», el principio de autoridad que regía en la cultura, la economía, la
educación. Recalcati no propone en modo alguno restaurar la figura del padre-patrón; al
contrario, cree que su imperio se ha eclipsado para siempre. Pero, precisamente por eso, se
interroga acerca de los efectos de ese cambio de régimen y de cómo se reconfiguran la
sociedad y la cultura contemporáneas. La abulia, la depresión, la búsqueda ciega de la
satisfacción, la tolerancia frente al delito como vía de enriquecimiento y el desprestigio del
esfuerzo y del trabajo forman parte de esas consecuencias. Así como la hipertrofia de un yo
extraviado –Narciso, otra figura principal del teatro freudiano– ante la falta de modelos
sólidos, de verdaderos «ejemplos» a seguir. La desaparición (y la nostalgia) de un Dios padre,
que la filosofía empieza a poner de manifiesto con Nietzsche, es el correlato intelectual de esta
progresiva decadencia de las figuras de autoridad que, en el ámbito político, se eclipsan
definitivamente tras la caída del último de los grandes regímenes totalitarios, el comunista
soviético. Recalcati parte de su sólida formación psicoanalítica para abordar este nuevo
«malestar en la cultura», sin ocultar sus referencias freudianas y lacanianas, pero sin
ampararse nunca en un léxico cifrado ni hermético. Nos brinda un libro escrito desde la
conciencia de que el lector contemporáneo necesita un discurso claro y expeditivo: va al
grano, sin arborescencias ni citas lujosas. Por eso se lee con la agilidad de una novela, aunque
tiene el calado de los grandes pensadores.

Massimo Recalcati: "Los padres se han convertido en sindicalistas de sus propios hijos"
Este psicoanalista, ensayista y profesor italiano analiza en su último libro publicado en
España la crisis que atraviesa la escuela como institución "Se ha roto el pacto
generacional; los padres y los profesores ya no trabajan juntos en la educación de los
jóvenes" A Massimo Recalcati (Milán, 1959) se le considera en Italia una especie de
rock star del psicoanálisis. Ensayista mediático y profesor en varias universidades, se
dedica a analizar los males de la hipermodernidad. En La hora de clase, que acaba de
publicar Anagrama, reflexiona sobre el papel de la educación en una sociedad en la que
se ha diluido la autoridad paterna y, por extensión, la del profesor. A diferencia de lo
que ocurría en la generación del 68, los jóvenes ya no tienen que rebelarse contra sus
progenitores -ni matar, como Edipo, al padre- porque los tienen a su lado, convertidos
en compañeros de juegos. «El maestro está cada vez más solo y humillado», sostiene
Recalcati, que reivindica la figura del docente que despierta en el alumno la pasión por
el conocimiento. ¿En qué se diferencia el maestro actual del de generaciones anteriores?
El hecho novedoso es que se ha roto el pacto generacional y esto ha incidido en el
discurso educativo. Los padres y los profesores ya no trabajan juntos en la educación de
los jóvenes. Los padres más bien son los aliados de los hijos contra los profesores. Es
un cambio inaudito: los padres, en vez de apoyar el trabajo de los profesores, se han
convertido en sindicalistas de sus propios hijos. Para Freud existía un vínculo espiritual
entre padres y docentes. Hoy, este vínculo se ha deshecho. Cuando un profesor asume la
responsabilidad de suspender a un alumno o iniciar un procedimiento disciplinario, las
familias lo miran con sospecha. Se preguntan: ¿No estará abusando de su posición de
poder? ¿No estará infravalorando la calidad de nuestro hijo? ¿Qué opina de la huelga
contra los deberes que han promovido en España varias asociaciones de padres? Es el
signo de esa ruptura: reivindicar la libertad de los hijos significa negar la función
educativa de la escuela. Es un viento antiinstitucional que atraviesa nuestro tiempo.
Descalificar la escuela es descalificar la dimensión colectiva de la vida. El niño es el rey
de la familia; todo debe ser sometido a sus exigencias. Es una metamorfosis
antropológica; ya no es el hijo el que tiene que hacer cuentas con la realidad, sino que es
la realidad la que tiene que plasmarse según el capricho del hijo. ¿Cómo puede el
profesor, cuando está sistemáticamente cuestionado, incentivar las ganas de aprender de
sus estudiantes? Hay una profunda soledad del profesor. Ya no son los estudiantes los
que esperan en fila a ser triturados por el sistema, como contaba The Wall de Pink
Floyd. ¡Ahora son los profesores los que son consumidos por el dispositivo escolástico!
La única forma de resistir es no perder el deseo por lo que se enseña. Y hacer equipo
con otros profesores, para sentirse menos solo. España tendrá otra ley educativa. La
Lomce apenas habla de los docentes. ¿Ayudaría para darles más reconocimiento que la
nueva norma contemplara incentivos económicos para los mejores maestros? En Italia
la humillación económica y social de los profesores ha llegado al límite en el ventenio
berlusconiano. El ministro de Economía ha dicho que la cultura no se come. Un país
que no tiene sentido del futuro, que no piensa a largo plazo, no invierte en su escuela ni
en sus profesores. Invertir en la escuela es invertir en el futuro. En su libro dice que los
estudiantes de hoy quieren ser autónomos, pero la «crisis estructural del sistema
capitalista» les provoca «una dependencia sintomática». Antes era más fácil porque, si
estudiaban y se esforzaban, era muy probable que prosperaran en la vida. Ahora esa
premisa ya no sirve. La cultura es la única vacuna que puede salvar la vida de nuestros
hijos frente al riesgo de la disipación y la violencia. Lo decía Pasolini al inicio de los 70:
es el vacío de cultura el que genera el deseo de la muerte. La droga, el alcohol, la
violencia, la dependencia de internet, el aislamiento, la anorexia... son manifestaciones
de este vacío. Ésta debería ser la primera función preventiva de la escuela: donde hay
cultura hay deseo de vida y no de muerte. ¿Hay aprendizaje sin esfuerzo? No. El
aprendizaje no es Twitter. Exige el largo tiempo del pensamiento. En el estudio se
necesita constancia, dedicación, empeño. Y, sin embargo, la belleza del estudio consiste
en la experiencia de la constante apertura a nuevos mundos. Se da una emoción en el
aprender. El buen profesor no considera al alumno como una cabeza vacía que hay que
llenar, sino como un fuego que hay que encender. ¿Cuál es el sentido de la verdad en un
mundo en el que un hombre que miente llega a presidente de EEUU? La línea
Berlusconi-Trump es sintomática de la declinación perversa del poder en la edad
hipermoderna. En la perversión ya no hay ideales, razones, impulso colectivo, valores...
La única forma posible de la ley es la ausencia de la ley. Trump puede mentir sin pudor
porque, al no tener ninguna relación con la realidad, no tiene sentido de culpa frente a
sus propias mentiras. Explica en su libro que la crisis de la escuela ha coincidido con la
crisis de la palabra. Hoy todo el mundo habla demasiado. Pero pocos asumen las
consecuencias de sus palabras. La palabra circula vaciada de su significado. La cultura
restituye dignidad a la palabra, custodia su secreto y su fuerza. ¿Qué consecuencia va a
tener la pérdida de las Humanidades en la escuela? Uno de los síntomas más evidentes
de la escuela contemporánea es que ha subordinado la propia lengua y sus raíces
humanísticas al lenguaje economicista empresarial. El mito de la producción y del
rendimiento proyecta su sombra sobre nuestra escuela. ¿No debería ser precisamente la
escuela la que permita un tiempo improductivo que sea fecundo? ¿No es el colegio el
lugar donde se puede dedicar toda una tarde a estudiar y leer juntos una poesía, donde el
tiempo se emancipe de la pesadilla de la productividad? ¿Para qué sirve aprender de
memoria? Yo pensaba, cuando era joven e indisciplinado, que no servía para nada. En
cambio, Daniel Pennac subraya un aspecto de la memorización que yo había
descuidado. Se trata de sumergir a nuestros hijos en el gran río del lenguaje. Es una
experiencia de recuperación de nuestra procedencia. Por eso siempre escucho, con una
mezcla de envidia y admiración, a amigos que en nuestras fiestas recitan poesías que
aprendieron de memoria siendo niños... ¿Qué explicación psicoanalítica encuentra en el
hecho de que usted, al igual que Pennac, fuera un mal estudiante y, en cambio, se haya
convertido con los años en un ferviente defensor de la importancia de la escuela?
Generalmente, los psicoanalistas se ocupan de causas perdidas porque lo han sido ellos
previamente. Saben, por lo tanto, bastante bien qué significa ser una causa perdida. Sólo
por este motivo pueden ayudar a las personas que se han perdido a volver a empezar.
Gran parte de nuestra vida está determinada por los encuentros que tenemos. Yo he
tenido algunos malos encuentros al inicio de mi vida. Pero también buenos encuentros.
Aquellos que han sabido dejar huella realmente. ¿No es acaso éste el significado más
precioso de enseñar, dejar huella en quien aprende?

----------------Las manos de la madre, de Massimo Recalcati Un retrato de los mil rostros


y facetas de la maternidad. 02 de mayo de 2018. Estandarte.com Qué: Las manos de la
madre. Deseo, fantasmas y herencia de lo materno Autor: Massimo Recalcati Editorial:
Anagrama. Colección Argumentos Año: 2018 Páginas: 200 Traductor: Carlos Gumpert
Precio: 16,90 € El italiano Massimo Recalcati (1959), destacado psicoanalista, director
del Instituto de Investigación en Psicoanálisis Aplicado (con sedes en Milán y en
Grottammare) ha presentado con Anagrama Las manos de la madre. Se trata de la
última entrega de la particular revisión de los roles familiares que, en los últimos años,
está llevando a cabo. Anteriormente se había fijado en las relaciones entre padres e hijos
para constatar la caída de la autoridad paterna como fenómeno esencial de nuestra
cultura contemporánea. En El complejo de Telémaco. Padres e hijos tras el ocaso del
progenitor reflejaba el desvanecimiento de esa autoridad tanto en su sentido simbólico
(el padre como encarnación de la ley) como en la configuración de las relaciones
familiares, en la que el padre actual tiende a jugar un rol amistoso y cómplice, en el
extremo opuesto del padre autoritario de épocas no tan lejanas. En Las manos de la
madre, subtitulado Deseo, fantasmas y herencia de lo materno,Massimo Recalcati
aborda la última pilastra de la tríada familiar, impelido por sus lectores. Lo explica en la
introducción: a menudo le ha ocurrido que, tras la presentación pública de sus textos
sobre el padre, a menudo se levantaba una mano en medio del debate “de mujer por lo
general, para hacerme la misma pregunta: ¿Y la madre? ¿Por qué no habla usted nunca
de la madre, por qué descuida su importancia? ¿Qué queda de la madre en nuestro
tiempo?”. Este libro es la respuesta a esa demanda y también al deseo de ser justo con
las madres y reconocerles su papel, esencial e insustituible. A partir de una cita de
Rilke, Recalcati se fija también en las manos de las madres, ese refugio tan significativo
que lo ha llevado al título y se pregunta: ¿Para qué sirven las manos de la madre? ¿Para
acariciar, cuidar, acoger, según sostienen las interpretaciones canónicas, o más bien para
salvar al hijo del abismo de la falta de sentido? Lejos de toda visión simplificadora, el
estudio de Recalcati sobre la madre propone una compleja figura de múltiples facetas,
de la que no soslaya ni los lados luminosos ni los oscuros: la madre ángel está presente
en el libro, pero también la madre cocodrilo; la madre castradora, y la que sabe
desprenderse de su hijo; la madre narcisista, pero también la que es capaz de guiar al
hijo en la adopción simbólica de la vida. En la actualidad, la imagen de la madre –y así
la que presenta Recalcati– es compleja y caleidoscópica, una galería de figuras
maternas, extraídas en gran medida Estandarte 02/05/18
http://www.estandarte.com/noticias/libros/ensayo/las-manos-de-la-madre-de-massimo-
recalcati_4011.html 2/2 de su experiencia clínica (el libro lo dedica “a todas las madres
que he escuchado”) y de la actualidad, pero también de la Biblia, de libros y películas y,
en última instancia, de su propia vida, presente aquí como en ninguna otra de sus obras.
Quizá porque, como señala en la introducción, “los cuidados maternos, al contrario de
lo que sucede en todas las esferas de nuestra vida individual y colectiva, nunca son
anónimos, genéricos, protocolarios, estándares; nunca se insistirá lo suficiente acerca de
la importancia de la atención materna que nunca es cuidado dela vida en general, sino
siempre y únicamente cuidado de una vida en particular”. La propia experiencia y la
biografía también era parte importante de otro de sus exitosos ensayos La hora de clase.
Por una erótica de la enseñanza, donde reflexiona sobre la posición de los profesores y
su soledad ante la, ya de por sí difícil, tarea educativa agravada por la insólita alianza,
hasta hace veinte años impensable, entre alumnos y padres. Profesor en la Universidad
de Pavía, Recalcati firma también en Anagrama el libro Ya no es como antes, como
indica el subtítuloun elogio del perdón en la vida amorosa.

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