Вы находитесь на странице: 1из 7

After watching the friends episode, answer the following questions:

1. Why do you think Ross felt the way he did with the male nanny?

2. What cultural aspects do you think made him act the way he did?

3. Do you think he was right or wrong in his appreciations?

Monica's excitement about her new


Answer the three questions as a complete text. Don’t answer each one se

place of work doesn't really phase Chandler, until she mentions that one of her
co-workers (Jeffery) is the funniest guy she's ever met. Chandler tries to prove
he's funnier. Phoebe and Mike take the next step in their relationship, by
exchanging apartment keys. Then Phoebe's old flame, David (The Scientist Guy),
comes to town from Minsk for a few days, putting Phoebe's emotions in conflict.
Rachel and Ross hire amale nanny (Sandy) to care for Emma, but he's too
sensitive for Ross's comfort. Joey learns life lessons from the nanny's puppet
shows.parately.

Phoebe feels really bad because she meets her ex David, the scientist who moved to Minsk, behind Mike's back. Chandler feels threatened when
he finds out that Monica thinks her colleague Jeffrey is about the funniest man she knows. After interviewing candidates as nanny for baby
Emma, Sandy is obviously ideal, a natural to work with children, including instant fan Joey, with one single flaw: Ross can't handle it's a he, and
not even gay.Written by KG

La consideración social lleva aparejada la minusvaloración de determinadas profesiones

ocupadas mayoritariamente por mujeres porque al asociarlas a rasgos considerados

femeninos pareciera que estos acompañan a la propia naturaleza femenina, como algo

innato. Otro tanto ocurre en el campo de la Formación Profesional en la que se mantiene

la división sexuada de la elección. Así, los varones eligen aquellas que están

relacionadas con el campo tecnológico mientras que las chicas optan por estudios de

servicio y cuidado.

Desde mediados de los años 80, y con el avance del movimiento feminista, comienzan a

aparecer trabajos críticos sobre el papel que juega la educación en la reproducción de la


desigualdad social de la mujer. El mayor esfuerzo se ha centrado en denunciar a la

escuela como reproductora de la ideología dominante de carácter sexista y patriarcal.

A pesar de reconocer la importancia de la educación en los discursos políticos, la

incorporación de la mujer a la educación todavía no es universal, no es,

desgraciadamente, un hecho generalizado.

Los “trabajos de las mujeres” tienen que ver con aquellas tareas propias de las

sociedades tradicionales, o dicho de otro modo, de aquellas que se asignaron

tradicionalmente a las mujeres y que han sido objeto de estudio de historiadoras,

quienes por una parte han abordado la categoría y el lugar de las actividades femeninas

en las sociedades preindustriales, que incluye el análisis del trabajo campesino y, por

otra, las actividades que de manera continua realizan las mujeres

Al cuidado de los demás

Se da por sentado que las mujeres han de desempeñar un trabajo de cuidado “de los

otros” bajo la reiterada afirmación de la supuesta naturaleza de la que está compuesta la

mujer. Atribución largamente defendida y justificada por la adjudicación colectiva de

rasgos personales como el desprendimiento, generosidad, delicadeza, paciencia, etc., de

los que está dotada “por su propia naturaleza” y que, como consecuencia, “es para lo

que sirve” al mismo tiempo que la incapacita, o tiene menos competencia para

dedicarse a otras tareas como son las de carácter técnico.

El término género, más allá de las diferencias biológicas entre hombres y mujeres, se

refi ere a un modo de ser, a un conjunto de creencias, rasgos de personalidad, actitudes,


valores, sentimientos, actividades y conductas que son socialmente distintas para

hombres y mujeres (Benería y Roldán, 1992). Por su parte, las relaciones de género

son las formas (subjetivas y materiales) en que una cultura o sociedad defi ne los

derechos, las responsabilidades y las identidades de hombres y mujeres en relación

con el otro y, constituyen un principio organizativo fundamental de las sociedades

y de los procesos de producción y reproducción, consumo y distribución (Espino,

2006). Ahora bien, en el mismo sentido y de manera similar que la raza, la clase, la

etnia, la orientación sexual o la edad, el género puede considerarse un estratifi cador

social, en la medida que se enmarca en relaciones sociales de poder, en este caso,

defi nidas por la lógica del patriarcado (Espino, 2006). De esta manera, la división

sexual del trabajo puede ser entendida como un hecho asociado a las jerarquías

de género, donde el patriarcado, como estructura básica de nuestras sociedades,

determina unas relaciones de género basadas en la subordinación de las mujeres

(Brunet y Alarcón, 2005; Ginés, 2007).

El potencial que posee el término patriarcado para analizar a la familia, al mercad

Es explicable la sorpresa en un mundo en el que durante siglos los papeles que “deben”

desempeñar varones y mujeres han estado definidos de manera claramente diferenciada.

Sin embargo, aunque existen ámbitos de actividad fuerte y duramente naturalizados: la

confección es cosa de mujeres; el dominio de las técnicas de ingeniería es cosa de

hombres, las fronteras ya no aparecen tan claramente delimitadas en cuanto se examinan

con detenimiento dichas tareas. La falta de rigor en el análisis de determinadas


cualificaciones profesionales impide referirse a numerosas actividades llamadas

“femeninas” que no lo son, por ejemplo, dentro del ámbito profesional “de la aguja”

observamos como se reserva para los varones; el corte, y el trabajo del cuero y de las

pieles. Lo que demuestra la gran estabilidad y, paradójicamente, el carácter

enormemente relativo de la definición de las tareas atribuidas, por generalización, a lo

masculino y a lo femenino.

Es importante también, observar cómo una actividad puede pasar a ser redefinida como

“femenina” o “masculina” en diversos momentos de su historia debido a que, el tipo de

cualificación y de ideología profesional que la caracteriza, así como las prestaciones

ofrecidas, han experimentado modificaciones

En la primera parte de este documento, se justifica la necesidad de comenzar una educación no

sexista en los primeros años de vida, analizando cómo se adquieren los roles y estereotipos de

género, los factores que influyen en su aprendizaje, así como el papel que para la infancia juegan

las personas adultas como modelos en la adquisición de los mismos. Se analiza posteriormente

como esos estereotipos se mantienen en la edad adulta; como el mundo se construye desde una

óptica exclusiva masculina hecho a medida de los hombres; donde las mujeres desaparecen y no

se tienen en cuenta sus realidades, sus aspiraciones ni sus capacidades. Se continua con una

explicación introductoria a la coeducación y la corresponsabilidad en el hogar y finaliza

analizando los instrumentos más utilizados en la perpetuación de los estereotipos de género.

En definitiva lo que se trata de hacer es un recorrido que explique de una forma sencilla todo el

proceso de adquisición y aprendizaje de los roles de género desde la infancia a la edad adulta y su
mantenimiento mediante instrumentos hábilmente manejados con tal fin.

Para la Dirección del Trabajo, contribuir a reducir las inequidades y a erradicar

la discriminación de género de la realidad laboral de nuestro país, ha sido un

permanente desafío. Para ello, en cada una de sus líneas de acción, ha asumido

la igualdad de derechos y la equidad de género como parte de su compromiso

institucional. La fi scalización focalizada en sectores de actividad feminizados,

incluyendo materias de género; la capacitación orientada a dirigentes y dirigentas

sindicales, poniendo especial énfasis en el liderazgo femenino; los avances en

generar más y mejor información estadística desagregada por sexo; y los estudios

e investigaciones que incluyen el análisis de género, siguiendo la orientación

de incorporar esta dimensión de manera transversal, son algunas expresiones de

dicho compromiso.

Los resultados del estudio evidencian el rol fundamental que juega la división sexual

del trabajo existente en los espacios de la reproducción y de la producción social para

la comprensión de las inequidades de género en el acceso y al interior del mercado

laboral. El estudio demostró que las diferencias de participación laboral entre ambos

sexos pueden atribuirse esencialmente a la división sexual del trabajo en el ámbito

doméstico. La distribución de roles y funciones dentro del hogar (que asigna a la

mujer el cuidado de los hijos y los quehaceres domésticos, mientras al hombre le


99

corresponde proveer a la familia), determina que las esferas productiva y reproductiva

se relacionen de manera inversa para hombres y mujeres. Para ellas, la asignación a

su rol convencional, hace que las responsabilidades de la esfera doméstica choquen

con sus expectativas en el mercado laboral, generándose una relación de tensión. En

especial el matrimonio, pero también los hijos, fundamentalmente los más pequeños

(cuyo cuidado es más difícil de sustituir en el mercado), diminuyen sustancialmente

sus opciones de integrar la fuerza de trabajo. La participación laboral masculina, en

cambio, se ve favorecida con el matrimonio y la paternidad, de manera que el trabajo

de mercado y la existencia familiar no son contradicciones para ellos, sino que su

compatibilidad está dada y asegurada en el rol masculino tradicional de proveedor.

En palabras de Beck (1998), la conciencia se ha anticipado a las relaciones. El autor

señala que, junto con la igualdad jurídica entre hombre y mujer proclamada en la

Constitución, el acontecimiento más sobresaliente en el desarrollo de los países ha

sido la igualación revolucionaria en las oportunidades educativas. Sin embargo,

indica que a esta revolución educativa no le ha seguido una revolución en el mercado

laboral ni en el sistema ocupacional. Para Beck, la igualación de los presupuestos

(en la educación y en el derecho) tiene el efecto, paradójico en apariencia, de que el

plus de la igualdad trae más claramente a la conciencia las desigualdades que siguen

existiendo y se agudizan. De este modo, se ha establecido, con todos los contrastes,

oportunidades y contradicciones, la inequidad de género en la distribución de costos

y benefi cios sociales y económicos, como una preocupación de orden político y

social.

Desde distintos enfoques y perspectivas teóricas se considera que la ‘división sexual


del trabajo’ en la sociedad es el mecanismo central a través del cual se producen

sistemáticamente diferencias en la participación laboral y en los salarios de hombres

y mujeres. La ‘división sexual del trabajo’ hace referencia al reparto social de tareas

o actividades según sexo-género. El concepto refi ere a la existencia de procesos de

sexualización de la ‘división social’ y ‘técnica’ del trabajo, a una inserción diferenciada

de hombres y mujeres en la división del trabajo existente en los espacios de la

reproducción y en los de la producción social que se expresa: a) En el espacio de la

reproducción: en la segregación o concentración de las mujeres en las tareas domésticas.

b) En el ámbito de la producción: en la segregación ocupacional o concentración de

las mujeres en determinados sectores de actividad, ocupaciones y puestos de trabajo

específi cos (England, 2005; Brunet y Alarcón, 2005; Ginés, 2007).

Вам также может понравиться