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CARACTERISTICAS DETALLADAS DEL FRUTO DEL

ESPIRITU. 1. Amor “Mas el fruto del Espíritu es amor” (Gál. 5:22).


Sería imposible sobrenfatizar la prominencia de esta virtud de gracia
como la característica principal de la vida cristiana. “Amados,
amémonos unos a otros; porque el amor es de Dios. Todo aquel que
ama, es nacido de Dios, y conoce a Dios. El que no ama, no ha
conocido a Dios; porque Dios es amor” (I Jn. 4: 7, 8). El amor es la
evidencia de que uno ha nacido de Dios. No sólo es la evidencia
interna, también es la evidencia externa. Jesús dijo, “En esto
conocerán todos que sois mis discípulos, si tuviereis amor los unos
con los otros” (Jn. 13:35). También les dio a sus discípulos el
mandato: “… Amad a vuestros enemigos, haced bien a los que os
aborrecen; bendecid a los que os maldicen, y orad por los que os
calumnian” (Lc. 6:27, 28). Esto es imposible para el hombre natural
porque no puede ser producido por el esfuerzo humano.Tal amor sólo
puede ser el producto del amor de Dios derramado en el corazón de
uno por el Espíritu Santo (Rom. 5:5). El amor que produce el Espíritu
es algo más que el afecto humano por más sincero que sea. Viene del
permanecer en Cristo y experimentar su amor fluyendo a través del
alma. El amor es el cemento que junta a
143 Notes From My Bible: From Genesis to Revelation (Apuntes de mi
Biblia: Desde Génesis Hasta Apocalipsis) por Dwight Lyman Moody
(Nueva York: Fleming H. Revell Company, 1896) 166.
194 todas las otras virtudes del fruto del Espíritu en una unidad
entera. Es el común denominador de todo carácter cristiano. Uno no
puede amar y fracasar en tener cualquiera de las otras virtudes. Estar
lleno con el Espíritu es estar lleno de amor. 2. Gozo “Porque el reino
de Dios no es comida ni bebida, sino justicia, paz y gozo en el Espíritu
Santo” (Rom. 14:17). El gozo es la reacción del amor ante las
misericordias, bendiciones y beneficios de Dios. El gozo cristiano no
depende de las circunstancias. El gozo, que es una faceta del amor,
confía en Dios aún en las situaciones más difíciles. El gozo humano ve
las cosas de un punto de vista terrenal y es afectado por dicha
condición. El gozo cristiano, un fruto del Espíritu, mira hacia el cielo y
no está afectado por las condiciones que lo rodean, dado a que los
beneficios del cielo nunca fluctúan. El gozo acepta las pruebas como
un disfraz de la bendición divina. La verdadera vida cristiana es una
vida gozosa. [p 324] Aquellos que suprimen toda emoción en la
adoración cristiana, y que igualan el entusiasmo y regocijo con
“emocionalismo”, no interpretan correctamente la palabra de Dios.
Existe una gran diferencia entre emoción y “emocionalismo.” La
enseñanza de la palabra de Dios no condena la emoción en ningún
lugar. El “emocionalismo”, sin embargo, no es una enseñanza de la
palabra de Dios. El gozo es natural en el cristianismo. Pablo usa la
palabra “gozo” y “regocijar” diecisiete (17) veces en la breve epístola a
los filipenses. La adoración sin emoción es adoración fría. La emoción
es la condición de ser interiormente movido. El emocionalismo es la
búsqueda de la emoción como fin. Distinguimos cuidadosamente entre
extravagancia emocional y la verdadera acción del Espíritu Santo. En
sujeción con la enseñanza de las escrituras, ejercemos control sobre
nuestros sentimientos a fin de no interrumpir egoístamente las fases
más provechosas de adoración y el ministerio de la palabra. Por otro
lado, creemos en cantar gozosamente, en orar fervorosamente, en
predicar celosamente, en testificar con fuerza, y en dar alegremente;
“porque el gozo de Jehová es vuestra fuerza” (Neh. 8:10). Cuando el
Espíritu de Dios llena a un individuo, seguramente que el gozo del
Señor esta en él, porque “en tu presencia hay plenitud de gozo” (Sal.
16:11).

3. Paz “Porque el reino de Dios no es comida ni bebida, sino justicia,


paz y gozo en el Espíritu Santo” (Rom. 14:17). La paz es más
profunda y constante que el gozo. Jesús dijo, “La paz os dejo, mi paz
os doy; y no la doy como el mundo la da” (Jn. 14:27). Pablo habla de
“la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento” (Fil. 4:7). La paz
con Dios es obtenida como resultado de ser justificado por la fe (Rom.
5:1). Pero la paz, como el fruto del Espíritu, es una característica
interior que se manifiesta en la buena relación con otros. Significa ser
libre de un espíritu de riña, contencioso y dividido. Busca vivir
pacíficamente con todos los hombres. El creyente lleno del Espíritu
puede tener paz no sólo con Dios, sino que puede tener paz que
sobrepasa todo entendimiento” (Fil. 4:7), basado en la promesa: “Y el
Dios de paz estará con vosotros” (Fil. 4:9).

4. Paciencia—Clemencia. Virtualmente todos los traductores


modernos utilizan la palabra “paciencia.” Esta no es una característica
muy común en el espíritu humano. La mayoría de nosotros carecemos
de esta virtud. Esta es sin embargo, una característica especial de
nuestro Señor. El cristiano necesita una permanencia más cercana
con Cristo a fin de que esta gracia pueda hacerse parte de su vida. [p
325] Ha sido previamente mencionado que “Paciencia es amor
incansable.” Es amor perseverando a través de la tormenta y el diluvio.
Cuando el creyente se da cuenta de cuán paciente ha sido el Señor
con él, es capacitado para ser más paciente con otros. Dios es
paciente en buscar y ganar a los inconversos: “El Señor … es paciente
para con nosotros, no queriendo que ninguno perezca, sino que todos
procedan al arrepentimiento” (II P. 19). “Mas tú, Señor, Dios
misericordioso y clemente, lento para la ira, y grande en misericordia y
verdad” (Sal. 86:15). ¡Cuánto necesita el creyente de hoy la ayuda del
Espíritu Santo en esta área de semejanza a Cristo! Podría ser el lugar
donde más la necesita. Santiago amonesta: “Mas tenga la paciencia
su obra completa, para que seáis perfectos y cabales, sin que os falte
cosa alguna” (Stg. 1:4).

5. Benignidad—Ternura. Numerosas versiones modernas interpretan


esta palabra como “benignidad.” En ninguna otra parte en el Nuevo
Testamento es traducida como “gentileza.” La palabra es usada
frecuentemente para representar el trato de Dios con su pueblo. Ellos
traen gloria a Él cuando manifiestan esta misma gracia a otros.
Benignidad es el amor tratando con otros en sus faltas. Quizá nada
desacredita más frecuentemente el testimonio y ministerio que la falta
de benignidad. Ninguna circunstancia concebible puede justificar el
mal trato a otros. No

195 importa cuán firme uno deba llegar a ser en la corrección, nunca
se necesita dejar de ser benévolo. No hay marca más grande de
grandeza y nobleza de carácter que la habilidad de corregir con
benevolencia. “Redargüye, reprende, exhorta con toda paciencia” (II
Ti. 4:2). “El amor es sufrido, es benigno” (I Cor. 13:4).

6. Bondad “Porque el fruto del Espíritu es en toda bondad, justicia y


verdad” (Ef. 5:9). La bondad mencionada aquí tiene relación con las
obras y hechos de la bondad, bondad mostrada a otros y obras
prácticas de amor. Si un hombre es verdaderamente bueno de
corazón, hace bien a otros. Hay una clase de bondad farisaica, de
autojusticia que es más una decepción para el cristianismo que una
recomendación. La bondad egoísta bien podría ser una clase de
maldad. “La bondad es amor en acción.” Es el amor acumulando
beneficios sobre otros. El cristiano hace el bien porque él es bueno. La
bondad negativa no es suficiente. Cuando el Espíritu Santo ocupa
nuestro ser, hay una efusión positiva de bondad hacia todos los
hombres.

7. Fe La mayoría de los traductores traducen esta palabra como


“fidelidad”, antes que “fe.” Fe tiene que ver con cómo el carácter se
relaciona a otros. [p 326] Dice J. Lancaster: “Mientras que la fe en Dios
y su palabra sea la base de nuestra relación con Él y la avenida por la
cual fluyen sus bendiciones a nuestras vidas, lo que vemos aquí es
fidelidad de carácter y la conducta que tal fe produce.”144 El fruto de
un árbol no es para el árbol, sino para otros. Cada una de estas
características indica la actitud cristiana para con los él tiene contacto.
Dos pensamientos han sido sugeridos acerca de esta virtud particular.
El primero está expresado en la palabra “honradez.” Jesús dijo a los
dos que habían multiplicado sus talentos, “Bien, buen siervo y fiel,
sobre poco has sido fiel …” (Mt. 25:21, 23), sugiriendo la característica
de honradez. Según esta interpretación, el que lleva el fruto del
Espíritu mantendrá su palabra con otros; será fiel a sus pactos,
promesas, tareas y obligaciones. El verdadero cristiano no falta a sus
responsabilidades. La segunda es “confiabilidad.” En su comentario
sobre Gálatas, Martín Lutero dice: Al poner fe en la lista de los frutos
del Espíritu, Pablo obviamente no quiere decir fe en Cristo, sino fe en
los hombres. Tal fe no es sospechosa de la gente, sino que cree lo
mejor. Naturalmente el poseedor de tal fe será engañado, pero lo deja
pasar. Está listo para creerle a todo hombre. Donde falta esta virtud,
los hombres son suspicaces, apresurados e indóciles y no creerán
nada, ni cederán a nadie. No importa qué tan bien una persona diga o
haga, encontrarán alguna falta en él, y si no los complace, nunca
podrá agradarles. Tal fe en la gente es necesaria. ¿Qué clase de vida
sería ésta si una persona no pudiera creer en otra? 145 Pablo
claramente enseña esta característica del amor “… No se goza de la
injusticia, mas se goza de la verdad. Todo lo sufre, todo lo cree …” (I
Cor. 13:6, 7). Ambos puntos de vista son posibles, y ciertamente
ambas, la honradez y la confiabilidad, son virtudes necesarias. Un
verdadero cristiano no será ni infiel, ni suspicaz. [p 327]

8. Mansedumbre Jesús dijo, “Llevad mi yugo sobre vosotros, y


aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis
descanso para vuestras almas” (Mt. 11:29). La mansedumbre es
lentitud a la ira y a tomar ofensa. Los mansos no son bulliciosos,
ruidosos, o egoístamente agresivos. No disputan, no riñen ni
contienden. No son argumentativos o jactanciosos. Sin embargo, la
mansedumbre no debe ser confundida con evasión, timidez, o
debilidad, que son características de un complejo de inferioridad. W.E.
Vine comenta: Debe ser claramente entendido, entonces, que la
mansedumbre manifestada por el Señor y encomendada al creyente
es fruto de poder … el Señor fue “manso” porque tenía los recursos
infinitos de Dios a su disposición.146 La mansedumbre espiritual no es
cobardía ni falta de liderazgo. Moisés fue el hombre más manso de
Israel, pero fue su líder más grande. Él era humilde y paciente, pero
también fue capaz de tener firmeza y gran

144 Pentecostal Doctrine (Doctrina


Pentecostal) por J. Lancaster en ed. Perey S. Brewster (Cheltenham,
Inglaterra: Grenehurst Publishers, 1976) 71, 72. Percy S. Brewster es
el postrer Secretario General de la Iglesia Elim de Gran Bretaña. 145
Commentary on Galatians (Comentario Sobre Gálatas) por Martín
Lutero, trad. al inglés por Theodore Graebner (Grand Rapids, MI:
Zondervan Publishing House, 1939) 232. 146 An Expository Dictionary
of New Testament Words (Un Diccionario Expositivo de Palabras del
Nuevo Testamento) por William Edwy Vine (Old Tappan, N.J.: Fleming
H. Revell Company, 1966) III, 56.

196 valor. Antes que una descalificación para liderazgo, la


mansedumbre es una esencial para él. Jesús dijo, en el sermón del
monte, “Bienaventurados los mansos, porque ellos recibirán la tierra
por heredad” (Mt. 5:5).

9. Templanza—Dominio propio. La palabra “templanza” es en


realidad “dominio propio.” Entre las gracias del Espíritu, que son los
frutos de permanecer en Cristo, ninguna es más importante que el
dominio propio. “Mejor es el que tarda en airarse que el fuerte; y el que
se enseñorea de su espíritu, que el que toma una ciudad” (Pr. 16:32).
La templanza es verdadero amor propio. El que se respeta, que
considera su cuerpo un templo del Espíritu Santo, ejercitará control
sobre sus propios impulsos. La templanza verdadera es control no
sólo sobre comida y bebida, sino sobre toda área de la vida.
Templanza significa completo control propio. Significa control sobre el
enojo, pasiones carnales, apetitos, deseos de placeres mundanos, y
egoísmo. Antes de que uno pueda gobernar una ciudad, una
comunidad, un club, una iglesia o una nación debe primero ser capaz
de gobernar su propio espíritu. Pablo trata éste tema admirablemente
en su carta a los corintios; dice: Todas las cosas me son lícitas, mas
no todas convienen; todas las cosas me son lícitas, mas yo no me
dejaré dominar por ninguna. Las [p 328] viandas para el vientre, y el
vientre para las viandas; pero tanto al uno como a las otras destruirá
Dios. Pero el cuerpo no es para la fornicación, sino para el Señor, y el
Señor para el cuerpo. Y Dios, que levantó al Señor, también a
nosotros nos levantará con su poder (I Cor. 6:12–14). ¿O ignoráis que
vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo, el cual está en vosotros,
el cual tenéis de Dios, y que no sois vuestros? Porque habéis sido
comprados por precio; glorificad, pues, a Dios en vuestro cuerpo y en
vuestro espíritu, los cuales son de Dios (I Cor. 6:19, 20). Concluyendo
su comentario concerniente a las nueve gracias del fruto del Espíritu,
enumeradas por Pablo en Gálatas 5:22, 23, Samuel Chadwick dice:
En español contemporáneo se leería así: El fruto del Espíritu es una
disposición afectuosa, amorosa, un espíritu radiante y un
temperamento alegre; una mente tranquila, una conducta calmada;
una paciencia incansable en circunstancias provocadoras y con gente
difícil; una visión compasiva, ayuda discerniente; juicio generoso,
caridad, lealtad y confianza de todo corazón y bajo toda circunstancia;
humildad que se olvida de sí misma en el gozo de otro, todo con
dominio propio, que es la marca final de perfeccionamiento. 147 Al
resumir el tema del Fruto del Espíritu, enfatizamos que estas
características no son impuestas sobre el cristiano desde afuera, sino
son el resultado de la vida con Cristo adentro. Describiendo el carácter
de Jesucristo en la vida del creyente J. Lancaster explica: De alguna
forma, el término “Semejanza a Cristo” es inadecuado, ya que el
cristiano es llamado, no solamente a asemejarse a Cristo, sino a
compartir su misma vida. En relación con un gran clásico cristiano, la
vida del creyente es más que la imitación de Cristo; es llegar “a ser
participantes de la naturaleza divina” (II P. 2:4). Uno podría ser lo
suficientemente valiente para sugerir que “Cristocidad” estaría más
cerca a la meta, ya que el creyente es más que una copia de Cristo; es
parte de su propio ser, “miembros de su cuerpo, de su carne y de sus
huesos”, como Pablo audazmente lo dice en Efesios 5:30. Nuestra
semejanza a Cristo no es entonces algo aplicado desde afuera, una
transformación cosmética producida por la fórmula de algún
departamento de maquillaje religioso sino una semejanza genuina
producida por una relación íntima con Él. La analogía de Cristo mismo
con la vid y los pámpanos comprueba esto (Juan 15). Los pámpanos
no son solamente semejantes a la vid, son parte de la vid; asimismo el
fruto no se [p 329] asemeja solamente a las uvas, sino que poseen su
estructura y sabor inherente.148

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