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Domingo de Pascua de la Resurrección del Señor.

Año Par Ciclo A


(Hec 10, 34a.37-43; Col 3, 1-4 ó 1Co 5, 6b-8; Jn 20, 1-9)
INVOCACION DEL ESPIRITU SANTO

✞ ✞ ✞ Padre, en Tus manos abandono mi vida y todo mi ser, para que me vacíes de todos
los pensamientos, palabras, obras, deseos e imágenes que me separan de Ti.
Calma mi sed y sacia mi hambre, lléname de Ti. Con humildad te entrego mi intención
de consentir tu Presencia y acción en mí, sáname, transfórmame, hazme de nuevo.
Ahora mismo anhelo y te pido a nombre de tu Hijo Jesús que me des al Espíritu Santo;
pues ya dispuesta mi alma, por tu gracia y misericordia; espera la luz que abra mi
mente y mi corazón para escucharte y ahí en mi meditación dejarme encontrar,
sorprender, seducir, tocar, y guiar por Ti.
Dime lo que quieres de mi para hacer Tu voluntad y no la mía. Dame el don de la
contemplación y la gracia para ver, aceptar y perseverar sin apegos, en este camino
hacia la Gloria.

✞ ✞ ✞ Señor Jesús, que tu Espíritu, nos ayude a leer las Sagradas Escrituras en el mismo
modo con el cual Tú la has leído a los discípulos en el camino de Emaús.
Con la luz de la Palabra, escrita en la Biblia, Tú les ayudaste a descubrir la presencia de
Dios en los acontecimientos dolorosos de tu condena y muerte. Así, la cruz, que parecía
ser el final de toda esperanza, apareció para ellos como fuente de vida y resurrección.
Crea en nosotros el silencio para escuchar tu voz en la Creación y en la Escritura, en los
acontecimientos y en las personas, sobre todo en los pobres y en los que sufren.

Tu palabra nos oriente a fin de que también nosotros, como los discípulos de Emaús,
podamos experimentar la fuerza de tu resurrección y testimoniar a los otros que Tú
estás vivo en medio de nosotros como fuente de fraternidad, de justicia y de paz. Te lo
pedimos a Ti, Jesús, Hijo de María, que nos has revelado al Padre y enviado tu Espíritu.
Amén

✞✞✞
Jesús, enséñame a gustar la infinitud del Padre. Háblame, Señor Jesús, acerca del
Padre. Hazme niño para hablarme de él como los padres de la tierra conversan con sus
pequeños; hazme amigo tuyo para hablarme de él como hablabas con Lázaro en la
intimidad de Betania; hazme apóstol de tu palabra para decirme de él lo que
conversabas con Juan; recógeme junto a tu Madre como recogiste junto a ella a los doce
en el Cenáculo..., lleno de esperanza para que el Espíritu que prometiste me hable
todavía de él y me enseñe a hablar de él a mis hermanos con la sencillez de la paloma y
el resplandor de la llama (G. CANOVAI, Suscipe Domine).
“JESÚS: AUMENTA MI FE Y ASÍ VERTE Y CREERTE”
 «El Jardín. El domingo, muy temprano. El Señor Jesús ha resucitado»

 «Antes de salir el sol, María Magdalena se presentó en el sepulcro.


Cuando vio que había sido rodada la piedra que tapaba la entrada».
 «Se han llevado del sepulcro al Señor, y no sabemos dónde lo han
puesto. Pedro y el otro discípulo se fueron rápidamente al sepulcro».
 «Pedro, entró y comprobó que las vendas de lino estaban allí, también
el paño que habían colocado sobre la cabeza de Jesús, pero no estaba
con las vendas, sino doblado y colocado aparte. Entonces entró también
el otro discípulo, el que había llegado primero al sepulcro. Vio y creyó».

1 RITOS INICIALES
✞ ✞ ✞ Antífona de entrada Cf. Sal 138, 18. 5-6

He resucitado y aún estoy contigo, aleluya; me cubres con tu mano, aleluya; tu


sabiduría es sublime, aleluya, aleluya.
O bien: Cf. Lc 24, 34; Ap 1, 6
Verdaderamente ha resucitado el Señor, aleluya. A él la gloria y el poder por toda la
eternidad, aleluya, aleluya.
Monición de entrada
Este es el día en que actuó el Señor; gocémonos y alegrémonos en él Este es el dia
primero del verdadero año nuevo, que el Señor Jesús ha inaugurado con su
resurrección. Este es el primer domingo del año cristiano, todos los demás domingos
serán como un eco de este día. Hoy es la solemnidad de la Pascua, la fiesta de las
fiestas, anuncio de la fiesta eterna.

Nos reunimos en el Nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
✞ ✞ ✞ Saludo al altar y pueblo congregado

Misa del Domingo: Domingo de Pascua de la Resurrección del Señor. 12 de Abril 2020

DIRECTORIO SOBRE LA PIEDAD POPULAR Y LA LITURGIA


Domingo de Pascua
148. También en el Domingo de Pascua, máxima solemnidad del año litúrgico, tienen
lugar no pocas manifestaciones de la piedad popular: son, todas, expresiones cultuales
que exaltan la nueva condición y la gloria de Cristo resucitado, así como su poder divino
que brota de su victoria sobre el pecado y sobre la muerte.
El encuentro del Resucitado con la Madre
149. La piedad popular ha intuido que la asociación del Hijo con la Madre es
permanente: en la hora del dolor y de la muerte, en la hora de la alegría y de la
Resurrección.
La afirmación litúrgica de que Dios ha colmado de alegría a la Virgen en la Resurrección
del Hijo, ha sido, por decirlo de algún modo, traducida y representada por la piedad
popular en el Encuentro de la Madre con el Hijo resucitado: la mañana de Pascua dos
procesiones, una con la imagen de la Madre dolorosa, otra con la de Cristo resucitado,
se encuentran para significar que la Virgen fue la primera que participó, y plenamente,
del misterio de la Resurrección del Hijo.
Para este ejercicio de piedad es válida la observación que se hizo respecto a la procesión
del "Cristo muerto": su realización no debe dar a entender que sea más importante que
las celebraciones litúrgicas del domingo de Pascua, ni dar lugar a mezclas rituales
inadecuadas.
Bendición de la mesa familiar
150. Toda la Liturgia pascual está penetrada de un sentido de novedad: es nueva la
naturaleza, porque en el hemisferio norte la pascua coincide con el despertar
primaveral; son nuevos el fuego y el agua; son nuevos los corazones de los cristianos,
renovados por el sacramento de la Penitencia y, a ser posible, por los mismos
sacramentos de la Iniciación cristiana; es nueva, por decirlo de alguna manera, la
Eucaristía: son signos y realidades-signo de la nueva condición de vida inaugurada por
Cristo con su Resurrección.
Entre los ejercicios de piedad que se relacionan con la Pascua se cuentan las
tradicionales bendiciones de huevos, símbolos de vida, y la bendición de la mesa
familiar; esta última, que es además una costumbre diaria de las familias cristianas, que
se debe alentar, adquiere un significado particular en el día de Pascua: con el agua
bendecida en la Vigilia Pascual, que los fieles llevan a sus hogares, según una loable
costumbre, el cabeza de familia u otro miembro de la comunidad doméstica bendice la
mesa pascual.
El saludo pascual a la Madre del Resucitado
151. En algunos lugares, al final de la Vigilia pascual o después de las II Vísperas del
Domingo de Pascua, se realiza un breve ejercicio de piedad: se bendicen flores, que se
distribuyen a los fieles como signo de la alegría pascual, y se rinde homenaje a la
imagen de la Dolorosa, que a veces se corona, mientras se canta el Regina caeli. Los
fieles, que se habían asociado al dolor de la Virgen por la Pasión del Hijo, quieren así
alegrarse con ella por el acontecimiento de la Resurrección.
Este ejercicio de piedad, que no se debe mezclar con el acto litúrgico, es conforme a los
contenidos del Misterio pascual y constituye una prueba ulterior de cómo la piedad
popular percibe la asociación de la Madre a la obra salvadora del Hijo.
• Este es el día en que actuó el Señor, la solemnidad de las solemnidades y nuestra
Pascua: la Resurrección de nuestro Salvador Jesucristo según la carne (elog. del
Martirologio Romano).
• Nuestra fe en Cristo Resucitado nos viene a través de la Iglesia que a lo largo de los
siglos nos transmite el testimonio de los apóstoles que vieron el sepulcro vacío y
creyeron (Ev.), y comieron y bebieron con Él después de resucitar (1 lect.). El primer día
de la semana es el día en que actuó el Señor (salmo resp.) resucitando de entre los
muertos, y será ya para siempre el día del Señor, el domingo. En la segunda lectura san
Pablo nos recuerda que hemos resucitado con Cristo, lo que ha ocurrido por la fe y el
bautismo, y que, por ello, debemos buscar los bienes del cielo donde está Cristo, la
Víctima propicia de la Pascua (cf. secuencia y aleluya).

• Dios fue quien nos reconcilió consigo mismo en Cristo y nos dio la tarea de heredar y
transmitir su reconciliación. Que el Señor del perdón esté con nosotros.
• La gracia del Señor Jesucristo, el amor de Dios y la comunión del Espíritu Santo esté
siempre con nosotros.

✞ ✞ ✞ Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)

• Señor, necesito encontrarme contigo. Estar en tu presencia es algo que anhela mi


alma. Gracias por resucitar y permanecer vivo para siempre junto a mí. Creo que eres
mi creador, mi Señor, mi Dios. Confío en Ti porque nunca me has decepcionado y, sobre
todo, porque Tú también confías en mí. Te amo, mi Dios, y quiero amarte más y más.
Dame la gracia de serte siempre fiel y jamás permitas que nada ni nadie me separe de
Ti.

✞ ✞ ✞ Introducción por el Celebrante.

• En este día Dios nos ha abierto las puertas de la vida por medio del Hijo, vencedor de
la muerte, y pedimos ser renovados por el Espíritu Santo para resucitar en el reino de la
luz y de la vida (cf. 1ª orac). Hoy es el día en que actuó el Señor. La piedra que
desecharon los arquitectos —Cristo en su pasión— es ahora la piedra angular una vez
que ha resucitado (salmo responsorial). Y creemos en este misterio gracias al testimonio
de los apóstoles que comieron y bebieron con Él después de su resurrección (1 lect.) y
vieron el sepulcro vacío (Ev.). A partir de ahí, una vez que por el bautismo hemos
resucitado con Cristo, busquemos los bienes de allá arriba, donde está Cristo sentado a
la derecha de Dios (2 lect.).

✞ ✞ ✞ Acto penitencial

Triunfador del dolor y de la muerte.


- Señor, ten piedad.
Presencia que eres la vida y das la paz.
- Cristo, ten piedad.
Misericordia das sentido al mundo y todo lo haces nuevo.
- Señor, ten piedad.
• Señor Jesús, Tú que eres el eterno presente, el hoy, el ahora, y que nos llamas a la
Eucaristía dominical, tiempo de renovación perpetua. Tu que no eres historia, sino, Pan
Vivo bajado del Cielo. Acéptanos indignos, pero prosternados humildemente, y
perdónanos por no aceptar tu cuerpo, tu sangre, tu alma y tu divinidad en muchas de
las misas en las que nos congregamos. O por recibirte aún sin haber perdonado a
nuestros hermanos. O comerte y beberte consciente de que no hemos tenido una
verdadera contrición en nuestro propio corazón, una confesión sincera. ! Dios Padre! en
el nombre de tu Hijo amado, instrúyenos y concédenos por tu infinita gracia Aceptar a
Cristo como nuestro Señor y Salvador, nuestro alimento que da Vida; para morir con Él,
caminar por Él y gozar en Él. Amén.

✞ ✞ ✞ Gloria a Dios.

Gloria a Dios en el cielo y en la tierra paz a los hombres que ama el Señor. Por tu
inmensa gloria te alabamos, te bendecimos, te adoramos, te glorificamos, te damos
gracias. Señor Dios, rey celestial, Dios Padre todopoderoso. Señor, Hijo único,
Jesucristo. Señor Dios, Cordero de Dios, Hijo del Padre. Tú que quitas el pecado del
mundo, ten piedad de nosotros; Tú que quitas el pecado del mundo, atiende nuestra
súplica. Tú que estás sentado a la derecha del Padre, ten piedad de nosotros. Porque
solo Tú eres Santo, solo Tú Señor, solo Tú Altísimo, Jesucristo. Con el Espíritu Santo, en
la gloria de Dios Padre.

✞ ✞ ✞ Oración Colecta:

Oh, Dios, que en este día, vencida la muerte, nos has abierto las puertas de la eternidad
por medio de tu Unigénito, concede, a quienes celebramos la solemnidad de la
resurrección del Señor, que, renovados por tu Espíritu, resucitemos a la luz de la vida.
Por nuestro Señor Jesucristo.

2 LITURGIA DE LA PALABRA
✞ ✞ ✞ Primera lectura: Hechos de los Apóstoles 10,34a.37-43

• Hemos comido y bebido con él después de la resurrección de entre los


muertos
34a En aquellos días tomó Pedro la palabra y dijo: - Verdaderamente ahora comprendo
que Dios no hace distinción de personas.
37 Ya conocéis lo que ha ocurrido en el país de los judíos, comenzando por Galilea,
después del bautismo predicado por Juan.
38 Me refiero a Jesús de Nazaret, a quien Dios ungió con Espíritu Santo y poder. Él pasó
haciendo el bien y curando a los oprimidos por el demonio, porque Dios estaba con él.
39 Nosotros somos testigos de todo lo que hizo en el país de los judíos y en Jerusalén. A
él, a quien mataron colgándolo de un madero,
40 Dios lo resucitó al tercer día y le concedió que se manifestase
41 no a todo el pueblo, sino a los testigos elegidos de antemano por Dios, a nosotros
que comimos y bebimos con él después que resucitó de entre los muertos.
42 Él nos mandó predicar al pueblo y dar testimonio de que Dios lo ha constituido juez
de vivos y muertos.
43 De él dan testimonio todos los profetas, afirmando que todo el que cree en él recibe
el perdón de los pecados por medio de su nombre.
PALABRA DE DIOS. R/TE ALABAMOS, SEÑOR
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• Pedro, lleno del Espíritu Santo, resume en un denso y escultural discurso todo el
itinerario de Jesús de Nazaret. Por medio de Pedro, que ya ha dejado caer las barreras
de la estricta observancia judía, llega por primera vez a los paganos el anuncio de la
salvación –el -kerigma-. Muchos de estos paganos llegan a la fe porque su corazón está
abierto a la escucha.
Al relatarnos este discurso nos transmite Lucas algunos fragmentos auténticos del
ministerio de la «primera evangelización» de la Iglesia naciente. El tema de la
predicación es único: la persona misma de Jesús de Nazaret, el Mesías consagrado por
Dios en el Espíritu Santo (v. 28). Los apóstoles pueden atestiguar que Jesús, durante su
vida terrena, hizo milagros, curó a enfermos, liberó del maligno a los que estaban bajo
el poder de Satanás. Con todo, la fe, el impulso misionero y la incontenible alegría de
sus discípulos proceden de la experiencia del misterio pascual, del encuentro con Cristo
resucitado, al que creían muerto para siempre.
Y de eso mismo dan testimonio: aquel Jesús que, rechazado, murió crucificado, «Dios lo
resucitó», ratificando así la verdad de su predicación. Es importante señalar que la
resurrección está atribuida aquí a Dios y no al propio poder de Cristo; eso es lo que
atestigua la antigüedad de este fragmento kerigmático.
Y Pedro insiste en su fogosidad: no se trata de fábulas o sugestiones, sino de una
realidad tan concreta que puede ser descrita con dos términos muy cotidianos:
«Comimos y bebimos con él». Jesús se ha manifestado a «a los testigos elegidos de
antemano por Dios», pero esta elección está orientada a una apertura católica,
universal.
Los apóstoles han recibido el encargo de anunciar, porque todos deben saber que Dios
ha constituido juez de vivos y muertos (cf. Dn 7,13; Mt 26,64) al Crucificado-
Resucitado, que, mediante su propio sacrificio, ha obtenido la remisión de los pecados
para todo el que cree en él (vv. 42s).
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1. Más que un hombre bueno


1.1 La primera lectura de este Día solemne y bello nos sorprende con su intenso
realismo. Dice Pedro: "comimos y bebimos con él, después que resucitó de entre los
muertos". La primera y fundamental afirmación de este Día grande es que el Cuerpo del
Resucitado es real. Su Cuerpo es real, realísimo, y POR ESO sabemos que su
Resurrección es real, realísima.
1.2 Estas afirmaciones resultan conocidas y obvias para la mayor parte del pueblo
cristiano, pero lamentablemente no son todavía la fe común. Hay teólogos que con
razones especiosas creen poder afirmar que la Resurrección del Señor fue ante todo un
hecho "espiritual", entendiendo espiritual como "independiente de los datos de los
sentidos". Según ellos, como se han atrevido a decir, si se encontrara el cadáver de
Cristo lo esencial de nuestra fe estaría a salvo, porque lo que creemos se sintetiza en el
amor y el servicio a los hermanos, como lo practicó Jesús. Es lo que también predican
los Testigos de Jehová.
1.3 Frente a este modo de reducir a Cristo a un buen predicador del amor mutuo está el
realismo casi crudo de Pedro en la primera lectura de hoy: "comimos y bebimos con él,
después que resucitó de entre los muertos". Quien así habla, ¿sabía que existía un
cadáver de Jesús Crucificado pudriéndose en algún rincón de Palestina? ¿Lo sabía y lo
ocultaba, o lo ignoraba y decía sus deseos hablando en voz alta? ¿Eso de "comimos y
bebimos" era una alucinación, un engaño que otros le habían causado... o quizá algo
que él había buscado supuestamente para no regresar a la vida dura de pescador en
Galilea, según enseñaron algunos protestantes liberales? ¿Prefirió entonces Pedro ser
perseguido, calumniado, torturado y finalmente muerto con tal de sostener algo que él
supuestamente sabía que era mentira? ¡Hasta dónde puede llegar el absurdo de la
mente humana cuando quiere mediar a Dios y a su poder con sus solos recursos y
teorías!
2. ¿Por qué tenía que resucitar?
2.1 Pedro asegura la verdad del Cuerpo del Resucitado. ¿Por qué es tan importante? ¿No
basta acaso, como quieren aquellos teólogos liberales, con afirmar que Cristo fue
sincero, bueno, coherente y que nos ha mostrado un camino de solidaridad y servicio
hasta el extremo? ¿Qué le agrega la resurrección corporal de Cristo a todo su mensaje,
que de por sí es fuerte, bello y capaz de reconstruir a los seres humanos y a la
sociedad?
2.2 Nadie discute que predicar de un modo consecuente la bondad entre los seres
humanos es una cosa buena. Es algo que de hecho ha practicado mucha gente de muy
diversos tiempos, culturas y... religiones. Tampoco hay que discutir si Cristo hizo eso. El
punto es si la misión de Cristo se reduce a eso y si eso sólo explica el modo de su
muerte. No olvidemos que el Señor tuvo muchas oportunidades de escabullirse de la
espantosa muerte que veía venir.
2.3 Si la vida humana la consideramos únicamente en términos de la realidad que
alcanzan a ver nuestros ojos, es decir, en términos de lo "intramundano", nada
necesitamos más allá de una buena y sensata predicación que nos ayude a no ser
perversos y a tratar de ser solidarios. Para eso no se necesitaba un nacimiento virginal,
ni milagros, ni exorcismos, ni mucho menos los padecimientos atroces de la Cruz.
Confucio, Buda o Mahoma hablaron con elocuencia sobre aprender a ser buenos,
pacientes, mansos, puros... y hay incluso ateos que nos han dado discursos bien hilados
sobre estas materias. Sartre decía que el existencialismo (ateo) era un modo supremo
de humanismo.
2.4 Las cosas cambian cuando descubrimos que la vida sobre esta tierra no es todo;
cuando entendemos que la maldad no es un problema solamente de disfuncionalidad
social que puede repararse agrupando buenas intenciones. La maldad ejerce poder y
tiene encanto, y para muchas personas, incluidos nosotros, en muchas situaciones ha
resultado que ser malo es deseable, provechoso e incluso deleitable. Todo el Antiguo
Testamento es la historia de cómo el bien sensato, condensado en los Diez
Mandamientos, finalmente no logra abrirse paso porque el corazón humano es
incomprensible en sus arranques de codicia, envidia, soberbia, estupidez o capacidad de
crueldad. El misterio de ese mal que es absurdo y sin embargo poderoso, que nos hace
daño y sin embargo nos reporta beneficios, nos obliga a bucear en nuestras almas y no
contentarnos con una nación ingenua del mal, como si hacer el mal fuera siempre un
asunto de ignorancia del bien.
2.5 Es sobre todo la abundancia y persistencia del mal la que nos conduce a la pregunta
ineludible para toda razón desierta: "¿cuál es el sentido de mi vida?". En efecto, si
nuestras tareas y esfuerzos no parecen cambiar sustancialmente las cosas, pues a un
gobierno le sigue otro y a una moda otra y a un amante otro, ¿para qué es la vida?
¿Tengo que soportar sin más la bofetada de la muerte y rendirme a su imperio? ¿Soy
una sombra que persigue fantasías, soy una "pasión inútil"? ¿Para qué sirve pensar:
únicamente para descubrir que puedo ver lo que podría ser y no será, y puedo entender
lo que podría tener y jamás poseeré? ¿Hay tortura más amarga, hay suplicio más
absurdo?
3. Pascua y Cruz
3.1 Como se ve el problema del mal nos conduce al problema de la muerte, que con
otras palabras es el problema del sentido de la vida. Y si Cristo fue sólo un predicador
más de las bondades de que vivamos en paz, comprensión y solidaridad, ¡qué muerte
tan tonta la suya! ¡Qué insensatez dejarse escupir, azotar y crucificar! Para decirnos que
era bueno ser buenos, cosa que cualquiera admite con su mente, Cristo hubiera podido
dedicarse a coleccionar pensamientos bellos y bien redactados como Confucio, y no era
preciso que llegara a la Cruz.
3.2 La Cruz de Cristo agudiza hasta el paroxismo el tema del sentido de la vida. He aquí
un hombre bueno, sincero, puro, generoso, sabio... retorciéndose de dolor y asfixia en
un madero frente a la mirada impasible, burlona y desalmada de sus peores enemigos.
¿No es eso el resumen de nuestra angustia? ¿No es Cristo en la Cruz el grito agónico
que nos nace del alma cuando queremos ser bondadosos y coherentes, y a la vez nos
preguntamos si ello podría valer la pena?
3.3 El destino del Crucificado nos interesa sobremanera porque nos interesa qué le pasa
al que quiere ser consecuentemente bueno. Si toda bondad acaba en el polvo, si de los
bienes sólo quedan recuerdos que harán que otros intenten ser buenos para también
disolverse en el polvo, ¿qué clase de "buena nueva" es esa? ¿Qué estamos predicando?
¿Anunciamos un bien impotente cuyo único triunfo es que otros intenten esa misma
impotencia? ¡Vana sería nuestra fe! , grita san Pablo (1 Cor 15,14).
3.4 Vemos, en efecto, que los esfuerzos y las buenas intenciones no terminan de sanear
este mundo y nos ponemos a predicar que hay que seguirlo intentando, aunque no haya
resultados y aunque nuestra herencia sea el silencio polvoriento del sepulcro. ¡Triste y
engañosa, inhumana y falsa sería una religión que tal pretendiera! Si el Crucificado se
ha quedado en la tumba, allá deben quedar nuestros mejores sueños y nuestras fatuas
esperanzas, porque si él no ha cambiado nada en el destino final de los hombres, nada
queda tampoco sino "comamos y bebamos que mañana moriremos". Sobre el cadáver
de Cristo, si tal fuera el caso, nada hay para celebrar sino la carcajada descompuesta de
la muerte.
3.5 Mas así como la Cruz nos obliga a apurar el sentido de la Pascua, la Pascua colma de
su claridad a la Cruz.
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En el relato de los Hechos de los Apóstoles que acabamos de escuchar, el apóstol Pedro
nos ofrece una estupenda síntesis del misterio de Jesucristo: ungido por Dios, pasó
haciendo el bien, y curando todas las enfermedades y dolencias; lo mataron, pero Dios
lo resucitó. Testigo de esto son los Doce, que comieron y bebieron con Él. Los que creen
en Él reciben el perdón de sus pecados.

✞ ✞ ✞ Salmo

Sal 117,1-2.16ab-17.22-23
R/. Éste es el día en que actuó el Señor: sea nuestra alegría y nuestro gozo.
Dad gracias al Señor porque es bueno, porque es eterna su misericordia. Diga la casa de
Israel: eterna es su misericordia.
R/. Éste es el día en que actuó el Señor: sea nuestra alegría y nuestro gozo.
«La diestra del Señor es poderosa, la diestra del Señor es excelsa». No he de morir,
viviré para contar las hazañas del Señor.
R/. Éste es el día en que actuó el Señor: sea nuestra alegría y nuestro gozo.
La piedra que desecharon los arquitectos es ahora la piedra angular. Es el Señor quien lo
ha hecho, ha sido un milagro patente.
R/. Éste es el día en que actuó el Señor: sea nuestra alegría y nuestro gozo.

✞ ✞ ✞ Segunda lectura: Carta a los Colosenses 3,1-4


• Buscad los bienes de allá arriba, donde está Cristo
Hermanos:
1 Así pues, ya que habéis resucitado con Cristo, buscad las cosas de arriba, donde está
Cristo sentado a la derecha de Dios.
2 Pensad en las cosas de arriba, no en las de la tierra.
3 Habéis muerto, y vuestra vida está escondida con Cristo en Dios;
4 cuando aparezca Cristo, vuestra vida, entonces también vosotros aparecéis gloriosos
con él.
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• En la Carta a los Colosenses -una de las llamadas «cartas de la cautividad»-, la


reflexión de Pablo, que parte como siempre del acontecimiento pascual (cf. Col 1,12-
14), llega a captar las dimensiones cósmicas del misterio de Cristo, denominado con
algunos atributos fundamentales.
Es creador junto con el Padre (1,16), primogénito de la creación y nuevo Adán (1,15),
cabeza del cuerpo que es la Iglesia y redentor del mundo (1,16-20). El cristiano, por
medio del bautismo, que le hace partícipe de la muerte y resurrección del Señor,
mediante una vida de fe que lleva a su pleno desarrollo el germen bautismal, se
convierte en miembro vivo de Cristo. Esto trae consigo no sólo el compromiso de
renunciar al pecado para caminar en una vida nueva, sino también una orientación
resuelta a las realidades celestes, sostenida por la conciencia de nuestra propia
identidad de hijos de Dios, peregrinos a la ciudad eterna, hacia la que, por una parte,
tiende, mientras que, por otra -en Cristo resucitado-, se encuentra ya.
De ahí la necesidad de elegir bien y de buscar «las cosas de arriba», de acuerdo con una
vida resucitada, celeste. De ahí procede asimismo la invitación a prescindir de todo lo
que vuelve la vida demasiado exterior y vacua (3,3). El cristiano ha muerto «a las cosas
de la tierra» y vive escondido en Aquel que vive. Cuando Cristo se manifieste en la
gloria, entonces se revelará también, a los ojos de todos, la belleza espiritual de
aquellos que, actuando por la fe en adhesión a Cristo en la vida diaria, han encontrado
en él la unidad y la plenitud (3,4).
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4. La verdad del Cuerpo de Cristo


4.1 El Cuerpo verdadero del Resucitado enseña con su esplendor que la muerte no es la
palabra definitiva y que todos los que pretenden dominarnos produciendo tortura,
exclusión, terror o muerte no serán para siempre los señores de la tierra.
4.2 Una vez que entendemos que ningún daño definitivo se puede causar a los que
apuestan radicalmente por el bien, incluso más allá de su propia vida, entendemos
también la enseñanza del Apóstol, en la segunda lectura de hoy: hemos resucitado con
Cristo, tenemos ya una razón profunda y una fuerza invencible que nos permiten
"buscar los bienes de allá arriba". Si la vida sin esperanza es un largo prefacio de
infierno, la vida con la esperanza puesta en el Resucitado es una degustación de cielo.
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Jesucristo resucitado ya vive “los bienes del cielo”. El Bautismo hace al cristiano
participar de la vida gloriosa del Señor resucitado. Pablo nos exhorta a mostrar con
obras concretas una vida renovada y distinta. Bautizados en Cristo, hombres y mujeres
nuevos, tenemos el don de Dios para vivir esa vida de resucitados ya ahora, en la
alegría del amor y creando cada día más lazos de comunión.

✞ ✞ ✞ Secuencia

Hoy es obligatorio decir la Secuencia. Los días dentro de la Octava es potestativo.


Ofrezcan los cristianos ofrendas de alabanza a gloria de la Víctima propicia de la Pascua.
Cordero sin pecado que a las ovejas salva, a Dios y a los culpables unió con nueva
alianza.
Lucharon vida y muerte en singular batalla, y muerto el que es la Vida, triunfante se
levanta.
« ¿Qué has visto de camino, María, en la mañana?» «A mi Señor glorioso, la tumba
abandonada, los ángeles testigos, sudarios y mortaja.
¡Resucitó de veras mi amor y mi esperanza! Venid a Galilea, allí el Señor aguarda; allí
veréis los suyos la gloria de la Pascua.»
Primicia de los muertos, sabemos por tu gracia que estás resucitado; la muerte en ti no
manda.
Rey vencedor, apiádate de la miseria humana y da a tus fieles parte en tu victoria santa.

✞ ✞ ✞ Aleluya:

Aleluya 1 Co 5, 7b-8a
R. Aleluya, aleluya, aleluya.
V. Ha sido inmolada nuestra víctima pascual: Cristo. Así, pues, celebremos la Pascua en
el Señor.
R. Aleluya, aleluya, aleluya.

✞ ✞ ✞ “Padre, dame tu bendición”: “El Señor esté en tu corazón y en tus labios, para que anuncies
dignamente su Evangelio en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo”

✞ ✞ ✞ Lectura del Santo Evangelio según: Juan 20,1-9


• Él había de resucitar de entre los muertos
20,1 El domingo por la mañana, muy temprano, antes de salir el sol, María Magdalena
se presentó en el sepulcro. Cuando vio que había sido rodada la piedra que tapaba la
entrada,
2 se volvió corriendo a la ciudad para contárselo a Simón Pedro y al otro discípulo a
quien Jesús tanto quería. Les dijo: - Se han llevado del sepulcro al Señor, y no sabemos
dónde lo han puesto.
3 Pedro y el otro discípulo se fueron rápidamente al sepulcro.
4 Salieron corriendo los dos juntos, pero el otro discípulo adelantó a Pedro y llegó antes
que él.
5 Al asomarse al interior vio que las vendas de lino estaban allí, pero no entró.
6 Siguiéndole los pasos llegó Simón Pedro, que entró en el sepulcro
7 y comprobó que las vendas de lino estaban allí. Estaba también el paño que habían
colocado sobre la cabeza de Jesús, pero no estaba con las vendas, sino doblado y
colocado aparte.
8 Entonces entró también el otro discípulo, el que había llegado primero al sepulcro. Vio
y creyó.
9 (Y es que, hasta entonces, los discípulos no habían entendido la Escritura, según la
cual Jesús tenía que resucitar de entre los muertos.)
PALABRA DEL SEÑOR. R/ GLORIA A TI, SEÑOR JESÚS.

✞ ✞ ✞ “Que por el Evangelio sean perdonados nuestros pecados veniales”

MENSAJE URBI ET ORBI DEL SANTO PADRE FRANCISCO. PASCUA 2020


Basílica Vaticana Domingo, 12 de abril de 2020
Queridos hermanos y hermanas: ¡Feliz Pascua!
Hoy resuena en todo el mundo el anuncio de la Iglesia: “¡Jesucristo ha resucitado!
¡Verdaderamente ha resucitado!”.
Esta Buena Noticia se ha encendido como una llama nueva en la noche, en la noche de
un mundo que enfrentaba ya desafíos cruciales y que ahora se encuentra abrumado por
la pandemia, que somete a nuestra gran familia humana a una dura prueba. En esta
noche resuena la voz de la Iglesia: « ¡Resucitó de veras mi amor y mi esperanza!»
(Secuencia pascual).
Es otro “contagio”, que se transmite de corazón a corazón, porque todo corazón humano
espera esta Buena Noticia. Es el contagio de la esperanza: « ¡Resucitó de veras mi amor
y mi esperanza!». No se trata de una fórmula mágica que hace desaparecer los
problemas. No, no es eso la resurrección de Cristo, sino la victoria del amor sobre la raíz
del mal, una victoria que no “pasa por encima” del sufrimiento y la muerte, sino que los
traspasa, abriendo un camino en el abismo, transformando el mal en bien, signo
distintivo del poder de Dios.
El Resucitado no es otro que el Crucificado. Lleva en su cuerpo glorioso las llagas
indelebles, heridas que se convierten en lumbreras de esperanza. A Él dirigimos nuestra
mirada para que sane las heridas de la humanidad desolada.
Hoy pienso sobre todo en los que han sido afectados directamente por el coronavirus:
los enfermos, los que han fallecido y las familias que lloran por la muerte de sus seres
queridos, y que en algunos casos ni siquiera han podido darles el último adiós. Que el
Señor de la vida acoja consigo en su reino a los difuntos, y dé consuelo y esperanza a
quienes aún están atravesando la prueba, especialmente a los ancianos y a las personas
que están solas. Que conceda su consolación y las gracias necesarias a quienes se
encuentran en condiciones de particular vulnerabilidad, como también a quienes
trabajan en los centros de salud, o viven en los cuarteles y en las cárceles. Para muchos
es una Pascua de soledad, vivida en medio de los numerosos lutos y dificultades que
está provocando la pandemia, desde los sufrimientos físicos hasta los problemas
económicos.
Esta enfermedad no sólo nos está privando de los afectos, sino también de la posibilidad
de recurrir en persona al consuelo que brota de los sacramentos, especialmente de la
Eucaristía y la Reconciliación. En muchos países no ha sido posible acercarse a ellos,
pero el Señor no nos dejó solos. Permaneciendo unidos en la oración, estamos seguros
de que Él nos cubre con su mano (cf. Sal 138,5), repitiéndonos con fuerza: No temas,
«he resucitado y aún estoy contigo» (Antífona de ingreso de la Misa del día de Pascua,
Misal Romano).
Que Jesús, nuestra Pascua, conceda fortaleza y esperanza a los médicos y a los
enfermeros, que en todas partes ofrecen un testimonio de cuidado y amor al prójimo
hasta la extenuación de sus fuerzas y, no pocas veces, hasta el sacrificio de su propia
salud. A ellos, como también a quienes trabajan asiduamente para garantizar los
servicios esenciales necesarios para la convivencia civil, a las fuerzas del orden y a los
militares, que en muchos países han contribuido a mitigar las dificultades y sufrimientos
de la población, se dirige nuestro recuerdo afectuoso y nuestra gratitud.
En estas semanas, la vida de millones de personas cambió repentinamente. Para
muchos, permanecer en casa ha sido una ocasión para reflexionar, para detener el
frenético ritmo de vida, para estar con los seres queridos y disfrutar de su compañía.
Pero también es para muchos un tiempo de preocupación por el futuro que se presenta
incierto, por el trabajo que corre el riesgo de perderse y por las demás consecuencias
que la crisis actual trae consigo. Animo a quienes tienen responsabilidades políticas a
trabajar activamente en favor del bien común de los ciudadanos, proporcionando los
medios e instrumentos necesarios para permitir que todos puedan tener una vida digna
y favorecer, cuando las circunstancias lo permitan, la reanudación de las habituales
actividades cotidianas.
Este no es el tiempo de la indiferencia, porque el mundo entero está sufriendo y tiene
que estar unido para afrontar la pandemia. Que Jesús resucitado conceda esperanza a
todos los pobres, a quienes viven en las periferias, a los prófugos y a los que no tienen
un hogar. Que estos hermanos y hermanas más débiles, que habitan en las ciudades y
periferias de cada rincón del mundo, no se sientan solos. Procuremos que no les falten
los bienes de primera necesidad, más difíciles de conseguir ahora cuando muchos
negocios están cerrados, como tampoco los medicamentos y, sobre todo, la posibilidad
de una adecuada asistencia sanitaria. Considerando las circunstancias, se relajen
además las sanciones internacionales de los países afectados, que les impiden ofrecer a
los propios ciudadanos una ayuda adecuada, y se afronten —por parte de todos los
Países— las grandes necesidades del momento, reduciendo, o incluso condonando, la
deuda que pesa en los presupuestos de aquellos más pobres.
Este no es el tiempo del egoísmo, porque el desafío que enfrentamos nos une a todos y
no hace acepción de personas. Entre las numerosas zonas afectadas por el coronavirus,
pienso especialmente en Europa. Después de la Segunda Guerra Mundial, este
continente pudo resurgir gracias a un auténtico espíritu de solidaridad que le permitió
superar las rivalidades del pasado. Es muy urgente, sobre todo en las circunstancias
actuales, que esas rivalidades no recobren fuerza, sino que todos se reconozcan parte
de una única familia y se sostengan mutuamente. Hoy, la Unión Europea se encuentra
frente a un desafío histórico, del que dependerá no sólo su futuro, sino el del mundo
entero. Que no pierda la ocasión para demostrar, una vez más, la solidaridad, incluso
recurriendo a soluciones innovadoras. Es la única alternativa al egoísmo de los intereses
particulares y a la tentación de volver al pasado, con el riesgo de poner a dura prueba la
convivencia pacífica y el desarrollo de las próximas generaciones.
Este no es tiempo de la división. Que Cristo, nuestra paz, ilumine a quienes tienen
responsabilidades en los conflictos, para que tengan la valentía de adherir al
llamamiento por un alto el fuego global e inmediato en todos los rincones del mundo. No
es este el momento para seguir fabricando y vendiendo armas, gastando elevadas
sumas de dinero que podrían usarse para cuidar personas y salvar vidas. Que sea en
cambio el tiempo para poner fin a la larga guerra que ha ensangrentado a la amada
Siria, al conflicto en Yemen y a las tensiones en Irak, como también en el Líbano. Que
este sea el tiempo en el que los israelíes y los palestinos reanuden el diálogo, y que
encuentren una solución estable y duradera que les permita a ambos vivir en paz. Que
acaben los sufrimientos de la población que vive en las regiones orientales de Ucrania.
Que se terminen los ataques terroristas perpetrados contra tantas personas inocentes en
varios países de África.
Este no es tiempo del olvido. Que la crisis que estamos afrontando no nos haga dejar de
lado a tantas otras situaciones de emergencia que llevan consigo el sufrimiento de
muchas personas. Que el Señor de la vida se muestre cercano a las poblaciones de Asia
y África que están atravesando graves crisis humanitarias, como en la Región de Cabo
Delgado, en el norte de Mozambique. Que reconforte el corazón de tantas personas
refugiadas y desplazadas a causa de guerras, sequías y carestías. Que proteja a los
numerosos migrantes y refugiados —muchos de ellos son niños—, que viven en
condiciones insoportables, especialmente en Libia y en la frontera entre Grecia y
Turquía. Y no quiero olvidar de la isla de Lesbos. Que permita alcanzar soluciones
prácticas e inmediatas en Venezuela, orientadas a facilitar la ayuda internacional a la
población que sufre a causa de la grave coyuntura política, socioeconómica y sanitaria.
Queridos hermanos y hermanas:
Las palabras que realmente queremos escuchar en este tiempo no son indiferencia,
egoísmo, división y olvido. ¡Queremos suprimirlas para siempre! Esas palabras pareciera
que prevalecen cuando en nosotros triunfa el miedo y la muerte; es decir, cuando no
dejamos que sea el Señor Jesús quien triunfe en nuestro corazón y en nuestra vida. Que
Él, que ya venció la muerte abriéndonos el camino de la salvación eterna, disipe las
tinieblas de nuestra pobre humanidad y nos introduzca en su día glorioso que no conoce
ocaso.
Con estas reflexiones, os deseo a todos una feliz Pascua.
Resurrección en tiempos de pandemia. Ignacio Blanco
Este año nos ha tocado vivir una Semana Santa totalmente particular. La crisis
ocasionada por el coronavirus nos ha obligado a quedarnos en casa y participar de las
liturgias en modo remoto; la incertidumbre sobre el futuro, querámoslo o no, está como
trasfondo de nuestros pensamientos y estado de ánimo. Celebraciones con templos
vacíos y cámaras de video. Y, sin embargo, en medio de lo extraño de la situación se
abre paso lo esencial de la fe: Cristo, Dios hecho hombre en el seno virginal de María,
dio su vida en la Cruz para salvarnos del pecado, fue sepultado y, al tercer día,
¡resucitó! Estas pocas frases expresan el Acontecimiento que transformó la historia de la
humanidad y la vida de todo ser humano. Y estas pocas frases, quizá, hoy tengan una
resonancia distinta en nuestros corazones por las circunstancias en las que las
escuchamos. Esto puede ser una oportunidad para que ese mensaje, que escuchamos
año a año, cale más profundo esta vez.
Los primeros discípulos de Jesús vivieron y atesoraron su experiencia de encuentro con
Cristo resucitado, e inmediatamente empezaron a anunciarla y transmitirla. Y lo hicieron
en circunstancias que tampoco fueron fáciles. En medio de persecuciones e
incomprensiones, el Apóstol San Pedro, por ejemplo, lo anuncia a voz en cuello en
Jerusalén: «Israelitas, escuchen estas palabras: a Jesús de Nazaret, hombre acreditado
por Dios ante ustedes por los milagros, signos y prodigios que realizó Dios a través de
Él, como bien saben, a Este, lo alzaron en la cruz y le dieron muerte por mano de los
infieles. Pero Dios, rotas las ataduras de la muerte, lo resucitó» (Hch 2,22-24). Por su
parte San Pablo expresaba a los creyentes de Corinto lo que consideraba el núcleo del
mensaje cristiano, en donde ve cumplidas las Escrituras del Antiguo Testamento: «Les
he transmitido, en primer lugar, lo que yo mismo he recibido: que Cristo murió por
nuestros pecados, según las Escrituras, que fue sepultado, que resucitó al tercer día,
según las Escrituras» (1Cor 15,3-4).
Este anuncio de la fe cristiana es lo que se conoce como el kerigma, la fe en Cristo
muerto y resucitado. De ese núcleo fluye todo lo demás. Si esto, que es lo esencial, se
diluye y nos quedamos solamente con una serie de normas de conducta, de códigos y
ritos religiosos, hemos perdido como cristianos nuestro fundamento. Este año no hemos
podido ir a las iglesias ni participar de procesiones o visitas a monumentos religiosos.
Las cosas se han tenido que «reacomodar» por las circunstancias. Y, quizá, esta realidad
nos permite palpar lo esencial que igual ha sucedido: Jesucristo es el Señor que ha
muerto por amor a nosotros y ha resucitado, venciendo a la muerte y al pecado, y nos
ha dado la vida verdadera.
La luz ha vencido a las tinieblas. El que estaba muerto ¡ha resucitado! Su Muerte y
Resurrección, ¿son acaso indiferentes a nuestra situación concreta, a nuestros
problemas y angustias? Como cristianos tenemos hoy el desafío de preguntarnos: ¿cómo
creer en que Jesús ha resucitado en medio de una pandemia? Proclamamos que Él ha
vencido a la muerte en medio de una crisis mundial que está costando miles de vidas
cada día que pasa. Parecería un despropósito celebrar su victoria en medio de esta
situación. Y, sin embargo, Jesús resucitado no es indiferente a esta realidad. Todo lo
contrario. Nada de lo que nos pasa le es indiferente. Nada de lo que vivimos es ajeno a
la fuerza redentora y transformante de su amor. Tampoco lo es la pandemia que nos
azota, ni la incertidumbre sobre nuestro futuro. El peligro está en que nos encerremos
en nosotros mismos, que nuestros miedos y temores no dejen que la luz de su
Resurrección nos ilumine, que nos arrebaten la esperanza. Entonces podríamos llegar a
pensar que lo que Jesús hizo no tiene mucho que ver nosotros, aquí y ahora, que nos ha
abandonado o ha perdido actualidad o relevancia para nuestra vida.
Celebrar la resurrección de Cristo no le va a quitar el dolor a los que ya perdieron a sus
seres queridos a manos del virus; no va a resolver los problemas logísticos de los
gobiernos, ni las carencias de los sistemas de salud. Celebrar la victoria de Cristo sobre
la muerte nos da derecho a tener esperanza, como ha dicho el Papa Francisco: «no es
un mero optimismo, no es una palmadita en la espalda o unas palabras de ánimo de
circunstancia, con una sonrisa pasajera. No. Es un don del Cielo, que no podíamos
alcanzar por nosotros mismos». Y ejerciendo ese derecho podemos pensar en un
mañana en el que, no sin esfuerzo ni sacrificio, levantemos la mirada y sigamos
caminando más hermanos, más humanos… más cristianos.

1 Contexto. La palabra se ilumina.


www.sanJeronimo.Brown,Fitzmyer,Murphy

El sepulcro vacío (20,1-10). Los evangelios sinópticos presentan una versión muy
elaborada de la visita de las mujeres al sepulcro (lo encuentran abierto, el cuerpo de
Jesús ha desaparecido, reciben el kerigma pascual y un mensaje para los discípulos), y
describen brevemente (Mc 16,1-8a par.; Lc 24,12-24) la visita al sepulcro de Pedro y/o
algunos discípulos para comprobar la noticia.
Juan, en cambio, describe muy brevemente el descubrimiento por parte de María y se
extiende en la visita de comprobación que llevan a cabo Pedro y el Discípulo Amado. La
escena joánica que se corresponde a la de los sinópticos no es la primera visita de María
al sepulcro sino la segunda, durante la cual se le aparece el Señor resucitado (w. 11-
18). Este segundo episodio contiene algunos detalles propios de los relatos sinópticos:
las figuras angélicas y el mensaje para los discípulos. De acuerdo con el cuarto
evangelio, sin embargo, ni el sepulcro vacío ni las apariciones son capaces de transmitir
el significado pleno de la Pascua. La misión de Jesús se completa solamente con su
retorno al Padre y a la gloria que tenía «antes de la creación del mundo» (20,17; 3,13;
6,51; 7,33; 12,2-3; 14,4.28; 16,5.17.28; 17,13). El Espíritu adviene tras la glorificación
de Jesús (7,39; 16,7).
1 Maria Magdalena: Es uno de los personajes presentes al pie de la cruz en 19,25. Es
la primera en ser nombrada entre las mujeres que visitan el sepulcro en los relatos
sinópticos (p.ej., Mc 16,1; Mt 28,1; Lc24, 10). El pl. del v. 2 sugiere que la fuente de
Juan se refería originalmente a un grupo de mujeres y no solamente a Mana Magdalena.
El evangelista probablemente modificó el episodio para adaptarlo a una tradición
preexistente acerca de una aparición del Señor resucitado a María Magdalena.
Aparición a María Magdalena (20,1-18). Ninguno de los evangelistas describe la
resurrección en sí (ni siquiera Mt 28,2-4), pues nadie fue testigo de ella. Los evangelios
y 1 Cor 15,4-7 dan testimonio del hecho de la resurrección, pero lo hacen refiriéndose a
la tumba vacía en la mañana de Pascua y a las apariciones de Cristo resucitado a sus
discípulos. No es correcto distinguir dos formas de este testimonio, como si la idea de la
tumba vacía hubiera sido una ocurrencia posterior, un intento de «objetivizar» unas
experiencias originalmente subjetivas de los discípulos a los que Cristo se apareció
después de muerto. El testimonio de la tumba vacía está también presente, aunque
implícito, en los más antiguos testimonios escritos del NT, como se ve en 1 Cor (cf. G.
Koch, Die Auferstehung Jesu Christi [Tubinga, 1959], 25-52). El testimonio joánico de la
resurrección, por tanto, aun siendo característico suyo, en modo alguno es «posterior»
con respecto a los restantes testimonios del NT.
1. en la madrugada: Todos los relatos evangélicos están sustancialmente de acuerdo
en cuanto al momento en que se encontró por vez primera que la tumba estaba vacía:
antes de amanecer el domingo. María Magdalena: Es nombrada también por Mt-Mc junto
con sus acompañantes; Lc no da nombres, pero especifica que eran varias mujeres.
Aunque Juan sólo presta atención a María Magdalena en vista de los vv. 11-18 que
siguen, también indica (mediante el plural del v. 2) que no estaba sola. El que nada se
diga de los motivos para acudir al sepulcro y la alusión a «la piedra» presuponen un
conocimiento de la tradición sinóptica.
Mientras todavía era de noche: La referencia a la aurora proviene de la tradición. La
referencia a la noche aparece solamente en este evangelio y forma parte del simbolismo
de la luz que le es propio. Juan no alude a la unción del cuerpo de Jesús como motivo de
la visita al sepulcro, porque en la escena del entierro ha descrito ya la unción (cf. Mc
16,1; Lc 24,1). Algunos exegetas consideran que este breve pasaje refleja la tradición
más temprana con relación al sepulcro vacío: la piedra ha sido rodada, pero no aparece
ningún ángel ni en este episodio ni en el de la visita de Pedro. Los discípulos no
comprenderán el significado de este episodio hasta que no se les aparezca el Señor
resucitado.
2. acudió corriendo a Simón Pedro y a los otros discípulos: Mc 16,7 dice que se
mandó a las mujeres que anunciaran la resurrección a Pedro y a los otros discípulos;
Juan es el único evangelista que destaca al discípulo amado, cosa comprensible (→ 3,
supra; cf. 18,15s).
Se han llevado del sepulcro al Señor: María expresa por tres veces su preocupación
por la desaparición del cuerpo de Jesús (w. 2.13.15). Mientras que en la fuente de Juan
este hecho debió de estar destinado a dejar claro que los discípulos no habían robado el
sepulcro (cf. Mt 28,13-15), en Juan puede que forme parte de un plan para hacer
sospechar que «los judíos» sí lo han hecho. En la escena del entierro se menciona que el
cuerpo fue confiado a «los judíos» (19,31). El «miedo a los judíos» aparece en la escena
del entierro (19,38) y más adelante en relación con los discípulos que se esconden
(20,19.26).
• El informe de María Magdalena, unido a lo que sigue, no parece presuponer las
apariciones angélicas a las mujeres junto a la tumba narradas por los sinópticos. Es
posible que Juan dé por supuesto que María partió antes que las otras y buscó a los
discípulos por su propia cuenta. Sin embargo, probablemente, no se pretende que
armonicemos por completo los diferentes relatos, ya que sus divergencias incidentales
son prueba de una transmisión oral independiente (cf. también 1 Cor 15, 4-7) y de
preocupaciones distintas por parte de cada uno de los transmisores de la tradición.
Aunque en un orden diferente, el equivalente joánico de la aparición angélica de Mc
16,5-8 par. se halla realmente en los vv. 11-18. 3-7. Lc 24,24 se refiere indudablemente
a este relato; el paralelo más estricto de Lc 24,12, que falta en algunos manuscritos, es
al menos de autenticidad incierta. Probablemente no implican ningún simbolismo los
distintos detalles de este relato, que parecen ser más bien la descripción gráfica de un
testigo presencial.
No sabemos dónde lo han puesto: La expresión remite a las controversias de la vida
pública (7,11.22; 8,14.28.42) y a los discursos de despedida (13,33; 14,1-5; 16, s): ni
«los judíos» ni los discípulos sabían «adónde» se dirigía Jesús. El evangelio nos ha
ofrecido ya dos respuestas: Jesús retorna al Padre (13,1-3; 14,12.28; 17,21-26) y
«habitará en» sus discípulos (14,3.18.20.23.28). Algunos exegetas han identificado un
tema mosaico en estos versículos, basándose en el hecho de que nadie sabe «dónde»
está enterrado Moisés (Dt 34,10). Son la respuesta a las objeciones en relación a Jesús-
profeta mosaico. Jesús «permanece para siempre» (p.ej., Jn 12,34; véase P. Minear, Int
30 [1976] 125-39).
3. Pedro y el otro discípulo: Aunque el evangelista es quien ha añadido al relato el
personaje del Discípulo Amado, es posible que una de las versiones tradicionales
describiera la visita al sepulcro de un grupo no especificado de discípulos. Durante la
cena, el Discípulo Amado ocupó el lugar más próximo a Jesús (13,25); ahora su amor
ejemplar por Jesús lo impulsa a ser el primero en llegar al sepulcro (v. 4).
5. pero no entró: Retrasando la entrada del Discípulo Amado el evangelista consigue
que la fe que éste demuestra cuando finalmente entra y ve se convierta en el punto
culminante del episodio.
7. el paño... no estaba con las vendas: La distribución del paño y las vendas indica
que el cuerpo no ha sido robado.
8-10. vio y creyó: Lo que el discípulo amado vio fueron las telas de la tumba vacía,
descritas tan detalladamente en los vv. 6s. Probablemente esta descripción quiere
comunicar la idea de que las telas conservaban la marca del cuerpo que en ellas había
sido envuelto, dando así una prueba visual de la resurrección. La intención no es
necesariamente poner en contraste al discípulo amado con Pedro: Pedro ha visto las
pruebas el primero (cf. 1 Cor 15,5), y, por consiguiente, Juan quizá quiera decir que el
discípulo amado también creyó, todavía no habían comprendido la escritura: Este
versículo, con valor de paréntesis, recuerda al lector cristiano que, como aún no había
venido el Espíritu Santo a iluminar a la Iglesia en lo concerniente a los divinos misterios,
no debe causar asombro el que los discípulos fueran tan lentos para comprender el
hecho de la resurrección (cf. 2,22; 14,26).
9. la Escritura: El episodio original probablemente concluía con la perplejidad de los
discípulos. Aquí, de acuerdo con el credo de 1 Cor 15,4, la resurrección de Jesús se
considera el cumplimiento de la Escritura, pero no se aporta ninguna cita del AT. Hasta
que la glorificación de Jesús no sea completa, los discípulos no estarán en disposición de
«recordar» y comprender la plena significación de lo que ha ocurrido (p.ej., 14,25-26;
16,12-15). El Discípulo Amado presenta una fe modélica, capaz de percibir al instante la
verdad de la resurrección (también 21,7). Es el anti-tipo del personaje de Tomás, que se
dejará invadir por la duda (20,24-29).
www.santaclaradeestella.es

• Los discípulos, antes de encontrar al Señor resucitado, pasan por la dolorosa


experiencia de la tumba vacía: constatan la ausencia del cuerpo de Jesús. El cuarto
evangelista subraya sobremanera este elemento, introduciendo una dialéctica de visión-
fe-visión espiritual que recorre de manera creciente los capítulos 20-21, interpelando
también al lector y a todos aquellos que creen sin haber visto (20,29). En esta perícopa
se expresa esto mismo mediante el uso de tres verbos diferentes, traducidos en nuestro
texto por «ver y comprobar», y que indican matices diferentes (vv. 1.5; v. 7; v. 8).
Los relatos de la resurrección se abren con dos precisiones cronológicas: «El domingo
por la mañana» y «muy temprano, antes de salir el sol». El día inicial de una nueva
semana se convertirá así en el comienzo de una creación nueva, en verdadero «día del
Señor» (dies dominica), en el que la fe amorosa, no iluminada todavía por la luz del
Resucitado, camina, a pesar de todo, en la oscuridad y va más allá de la muerte.
María Magdalena es el prototipo de esta fidelidad. Al llegar al sepulcro -probablemente
no sola, como muestra el plural del v. 2b- «captó con la mirada» (blépei, v. 1) que la
piedra que tapaba la entrada había sido rodada.
Como dominada por la realidad que ve, no se da cuenta de nada más, y corre enseguida
a denunciar la ausencia del Señor a Pedro -cuya importancia en los acontecimientos
pascuales es realzada por toda la tradición y «al otro discípulo a quien Jesús tanto
quería», probablemente el mismo Juan a quien remonta la tradición del cuarto
evangelio. Este último fue el primero en llegar al sepulcro, pero no entró enseguida;
también él «captó con la mirada» (blépei, v. 5) primero las vendas mortuorias de lino.
Llega Pedro, entra y «se detiene a contemplar» {theoréi, v. 6) las vendas «mortuorias»
-lo que permite pensar que se habían quedado en su sitio, aflojadas por estar vacías del
cuerpo que contenían- y el sudario que cubría el rostro, enrollado en un lugar aparte.
El evangelista nos suministra unas notas preciosas. Resulta significativa la diferencia
entre estos detalles y los correspondientes a la resurrección de Lázaro (11,44). El lento
examen a que somete la mirada de Pedro cada detalle particular dentro del sepulcro
vacío crea un clima de gran silencio, de expectante interrogación... «Entonces entró
también el otro discípulo, el que había llegado primero al sepulcro. Vio y creyó» (v. 8).
El verbo usado aquí es éiden; para comprender su significado basta con pensar que de
él procede nuestra palabra «idea». Ahora el discípulo, al ver, intuye lo que ha sucedido.
Pasa de la realidad que tiene delante a otra más escondida, llega a la fe, aunque se trata
aún de una fe oscura, como muestran el v. 9 y la continuación del relato. De éste se
desprende que la fe no es, para el hombre, una posesión estable, sino el comienzo de un
camino de comunión con el Señor, una comunión que ha de ser mantenida viva y en la
que hemos de ahondar más y más, para que llegue a la plenitud de vida con él en el
reino de la luz infinita.
O bien se pueden leer los evangelios de la vigilia pascual (véase vol. 3): Mateo 28,1-10;
Lucas 24,13-35
www.EvangelioJuan.GiorgioZevini

Igual a santaclara.
www.sermonwriter.com

Juan 20-21. Testigos de la resurrección


“Podemos discernir dos ciclos de las apariciones después de la resurrección en el NT: un
ciclo galileo (presupuesto por Marcos y registrado por Mateo); y el ciclo de Judea
(registrado por Lucas)… Ambos ciclos hallan su lugar en este Evangelio: el ciclo de Judea
en el capítulo 20 y el ciclo de Galilea en el capítulo 21” (Bruce, 383).
La resurrección de Cristo es central a la fe cristiana. Ver al Cristo resucitado transformó
a la pequeña banda de discípulos de Jesús y les dio valor para salir de su encierro para
enfrentar el peligro en nombre de Cristo. “La iglesia de Oriente… es propensa a reunirse
alrededor del pesebre, sintiendo que la Encarnación es central; y la iglesia de Occidente
se inclina sobre el Calvario, tomando a la cruz como su símbolo… Pero el NT mismo
continúa exaltando, primero que nada, la tumba vacía, encontrando en ella la prueba de
pruebas de la victoria de Jesús” (Gossip, 790).
2 Reflexión. ¿Qué nos dice Dios en el Texto? La palabra me ilumina.
www.sermonwriter.com

Juan 20:1-2. El primer día de la semana vino de mañana


La gente creía que el espíritu de una persona muerta permanecía en los alrededores de
la tumba por tres días, así que comúnmente sólo visitaban la tumba durante los
primeros tres días después del entierro. Las leyes religiosas prohibían las vistas durante
el sábado, así que lo más temprano que María podía visitar la tumba era al ocultarse el
sol en nuestra tarde del sábado, y en que termina el sábado y comienza el primer día de
la semana. Nuestra tradición coloca la visita cerca del amanecer del domingo, pero Juan
nos dice que es temprano en el primer día de la semana y sigue oscuro.
Ninguno de los Evangelios (ver Mt. 28:1; Mc. 16:2; Lc. 24:1) habla de este como el
tercer día después de la crucifixión, sino más bien como el primer día de la semana. Tal
vez quieren enfatizar el nuevo día lanzado por Jesús en la resurrección. Este evangelio
ha usado las palabras “oscuro” y “oscuridad” varias veces y generalmente para hablar
de la oscuridad espiritual (1:5; 3:9; 8:12; 12:35, 46). Tal vez en el primer versículo
Juan usó la palabra “oscuro” para reflejar la oscuridad del entendimiento de María a
estas alturas. Jesús “encenderá” la luz para ella en el v. 16, pero por el momento el
mundo de María es tan oscuro cómo es posible.
Mateo 27:56 y Marcos 15:40 dicen que María Magdalena iba acompañada por Salomé y
María, la madre de Jacobo. Juan menciona solamente a María Magdalena, pero en el v.
2, María dice “no sabemos”, y con ello sugiere que pudo haber estado acompañada por
otras.
Juan no nos dice el propósito de la visita, pero Marcos 16:1 dice que las mujeres
“compraron drogas aromáticas, para venir a ungirle”. José y Nicodemo habían hecho lo
que habían podido hacer, dado el escaso tiempo que tuvieron por la llegada del sábado.
María viene para asegurarse de que el cuerpo de Jesús ha sido adecuadamente
preparado, para dolerse y para mostrar sus respetos a un hombre cuya muerte la ha
herido profundamente. Jesús la había liberado de siete demonios (Lc. 8:2), y su
devoción para él es bastante fuerte.
La roca que sellaba la entrada había sido “quitada… del sepulcro” (v. 1). Los sinópticos
describen diciendo que fue removida, y Mateo dice que un ángel la removió (Mt. 28:2).
En Mateo 28, un ángel les dice a las mujeres que Jesús ha resucitado. En Marcos 16, el
mensajero es un hombre joven vestido de blanco. En Lucas 24, las mujeres entran a la
tumba, pero no encuentran el cuerpo. Aquí Juan no habla de un mensajero ni de que
María entró a la tumba. Tal vez lo hace, o tal vez ella infiere de la puerta abierta de la
tumba que Jesús no está ahí. Ella ni siquiera considera que Jesús pueda haber
resucitado de la muerte. Ella concluye, bastante lógicamente, que alguien ha tomado el
cuerpo de Jesús de la tumba. Tal fueron las autoridades imponiendo un agravio más
sobre Jesús. Tal vez fueron salteadores de tumbas. Imagine el impacto emocional de
encontrar ultrajada la tumba de un ser amado. María había estado sufriendo. Ahora está
impactada, horrorizada.
María reacciona yendo a decirle a Pedro y al discípulo amado que “Han llevado al Señor
del sepulcro, y no sabemos dónde le han puesto” (v. 2). Ella ve, pero falla en ver. Ella
presupone –basada en su experiencia – que los cuerpos no desaparecen nada más así.
Probablemente las autoridades han removido el cuerpo como parte de su esfuerzo para
borrar todo recuerdo de Jesús; o tal vez algunos salteadores de tumbas han robado el
cuerpo, que era un problema común en ese tiempo.
María va a Pedro, en parte, porque él es el líder de los discípulos. Además, Pedro y el
discípulo amado permanecieron en los alrededores y no se fueron como otros discípulos
(18:15-18, 25-27; 19:26-27). La presencia de estos dos hombres en la tumba será
importante, porque establece dos testigos legales (el número requerido por la ley de la
Tora) para la tumba vacía. Como mujer, María no tiene una posición legal como testigo.
Juan 20:3-10. Y vio los lienzos echados
Es interesante ver la interacción entre Pedro y el discípulo amado, que por lo general se
piensa que era Juan. Corren juntos por un trecho, pero después el discípulo deja atrás a
Pedro y llega primero a la tumba. Algunos eruditos han dicho que están corriendo como
rivales, pero no hay evidencia para apoyar esto. Tal vez el discípulo amado es más joven
y capaz de correr más rápido. Tal vez está motivado por su gran amor. Cuando llega, se
asoma hacia la tumba para ver, pero no entra a la tumba (v. 5). Pedro, siempre
impetuoso, lo pasa y entra a la tumba, donde ve los lienzos (v. 6) “Y el sudario (griego
= soudarian, lienzo facial), que había estado sobre su cabeza, no puesto con los lienzos,
sino envuelto en un lugar aparte” (v. 7).
Algunos eruditos proponen que estos lienzos están en su lugar como si el cuerpo de
Jesús de alguna manera se hubiera desmaterializado, dejando los lienzos en el lugar
donde su cuerpo había estado. Sin embargo, Juan no nos dice nada de eso. En su lugar,
nos dice que el soudarian está en un lugar aparte del resto de los lienzos y ha sido
enrollado. Si Jesús se hubiera desmaterializado, el soudarian estaría bastante cerca del
resto de los otros lienzos y no habría estado enrollado.
Los lienzos sirven tres funciones en esta historia:
• Primero, proveen una evidencia visual de la resurrección de Jesús. El cuerpo ya no
está, pero los lienzos nos recuerdan que el cuerpo de Jesús estuvo ahí.
• Segundo, los lienzos proveen evidencia de que el cuerpo de Jesús no fue robado. Los
salteadores de tumbas no habrían dejado atrás un lienzo de lino valioso, y ni los
salteadores ni las autoridades judías hubieran tomado el tiempo para quitar los lienzos
del cuerpo, retrasando así su escape e incrementando el riesgo de ser descubiertos. De
hecho, la ordenada escena que Juan describe aquí no es lo que esperaríamos en la
escena de un robo o un secuestro.

• Tercero, sirven para una función teológica. Cuando Jesús levantó a Lázaro de los
muertos, Lázaro salió de la tumba todavía envuelto en los lienzos fúnebres. Jesús tuvo
que mandar a los presentes que lo liberaran para que Lázaro pudiera reasumir su vida
terrenal normal (11:38:44). Sin embargo, cuando Jesús salió de la tumba, lo hizo
desatado, tal vez simbolizando “su resurrección a la vida del orden eterno de Dios”
(Beasley-Murray, 372).
“Entonces… el otro discípulo… vio, y creyó” (v. 8). ¿Creyó qué? La impresión es
que cree que Jesús ha sido levantado de entre los muertos, pero Juan no nos dice eso.
En su lugar, en los siguientes tres versículos, Juan nos dice que “aún no sabían la
Escritura, que era necesario que él resucitase de los muertos” (v. 9). Algunos
eruditos piensan que simplemente él cree en el informe de María de que el cuerpo de
Jesús ya no está ahí, pero eso parece trivial comparado con el tono serio de “vio, y
creyó” y el comentario posterior de Jesús a Tomás, “Porque me has visto, Tomás,
creíste: bienaventurados los que no vieron y creyeron” (20:29).
Parece ser que ver los lienzos en el sepulcro despertó algo de una fe novata en el
discípulo amado y que sería fuertemente presionado a definir. Se encuentra a sí mismo
en algún lugar entre la esperanza y la fe, sin entender lo que ha pasado pero sintiendo
en un nivel profundo que debe ser maravilloso. Muchos de nosotros llegamos a la fe
justamente de esa manera. Creemos en un Señor a quien solamente conocemos en una
pequeña parte, y reconocemos lo incompleto de nuestra fe. Pasando los años, nuestra fe
se ha profundizado y nuestra habilidad para articularla creció, pero, viendo hacia atrás,
de cualquier manera entendemos que había algo maravilloso incluso sobre nuestra
inmadura e inarticulada fe. Es muy posible que el escritor del Evangelio también sea el
discípulo amado, y que está contando la historia del nacimiento de su propia creencia.
En el v. 9, la palabra “necesario” (griego = dei, es necesario, un imperativo divino) “es
importante… Ya que llegaron a ver la resurrección en la profecía inspirada no ocurriría
por casualidad. La mano de Dios estaba ahí. Debía ocurrir” (Morris, 737).
De cualquier manera, el discípulo amado ve más claramente que Pedro, que ve sin ver,
y cree más rápidamente que Tomás, quien requiere evidencia irrefutable (20:25).
“Y volvieron los discípulos a los suyos” (v. 10). Si estaban completamente
convencidos que Jesús estaba vivo, de seguro que lo habrían gritado desde los techos.
Que regresen a los suyos es una conclusión decepcionante para esta parte de la historia.
www.ocarm.org

1. Pidamos el Espíritu Santo


¡Señor Jesucristo, hoy tu luz resplandece en nosotros, fuente de vida y de gozo! Danos
tu Espíritu de amor y de verdad para que, como María Magdalena, Pedro y Juan,
sepamos también nosotros descubrir e interpretar a la luz de la Palabra los signos de tu
vida divina presente en nuestro mundo y acogerlos con fe para vivir siempre en el gozo
de tu presencia junto a nosotros, aun cuando todo parezca rodeado de las tinieblas de la
tristeza y del mal.
2. El Evangelio
a) Una clave de lectura:
Para el evangelista Juan, la resurrección de Jesús es el momento decisivo del proceso de
su glorificación, con un nexo indisoluble con la primera fase de tal glorificación, a saber,
con la pasión y muerte.
El acontecimiento de la resurrección no se describe con las formas espectaculares y
apocalípticas de los evangelios sinópticos: para Juan la vida del Resucitado es una
realidad que se impone sin ruido y se realiza en silencio, en la potencia discreta e
irresistible del Espíritu.
El hecho de la fe de los discípulos se anuncia "cuando todavía estaba oscuro" y se inicia
mediante la visión de los signos materiales que los remiten a la Palabra de Dios.
Jesús es el gran protagonista de la narración, pero no aparece ya como persona.
b) El texto:
Juan 20, 1-9
c) Subdivisión del texto, para su mejor comprensión:
vers. 1: la introducción, un hecho previo que delinea la situación;
vers. 2: la reacción de María y el primer anuncio del hecho apenas descubierto;
vers. 3-5: la reacción inmediata de los discípulos y la relación que transcurre entre ellos;
vers. 6-7: constatación del hecho anunciado por María;
vers. 8-9: la fe del otro discípulo y su relación con la Sagrada Escritura.
3. Un espacio de silencio interno y externo para abrir el corazón y dar lugar dentro de mí
a la Palabra de Dios:
- Vuelvo a leer lentamente todo el pasaje;
- También estoy yo en el jardín: el sepulcro vacío está delante de mis ojos;
- Dejo que resuene en mí las palabras de María Magdalena;
- Corro yo también con ella, Pedro y el otro discípulo;
- Me dejo sumergir en el estupor gozoso de la fe en Jesús resucitado, aunque, como
ellos, no lo veo con mis ojos de carne.
4. La Palabra que se nos da
* El capítulo 20 de Juan: es un texto bastante fragmentado, en el que resulta
evidente que el redactor ha intervenido muchas veces para poner de relieve algunos
temas y para unir los varios textos recibidos de las fuentes precedentes, al menos tres
relatos.
* En el día después del sábado: es "el primer día de la semana" y hereda en el
ámbito sagrado la gran sacralidad del sábado hebraico. Para los cristianos es el primer
día de la nueva semana, el inicio de un tiempo nuevo, el día memorial de la
resurrección, llamado "día del Señor" (dies Domini, dominica, domingo).
El evangelista adopta aquí y en el vers. 19, una expresión que ya es tradicional para los
Cristianos (ejem: Mc 16, 2 y 9; Act. 20, 7) y es más antigua de la que aparece
enseguida como característica de la primera evangelización: " el tercer día" (ejem. Lc
24, 7 y 46; Act 10, 40; 1Cor 15,4).
* María Magdalena: es la misma mujer que estuvo presente a los pies de la cruz con
otras (19, 25). Aquí parece que estuviera sola, pero la frase del vers. 2 ("no sabemos")
revela que la narración original, sobre la que el evangelista ha trabajado, contaba con
más mujeres, igual que los otros evangelios (cfr Mc 16, 1-3; Mt 28, 1; Lc 23, 55-24, 1).
De manera diversa con respecto a los sinópticos (cfr Mc 16,1; Lc 24,1), además, no se
especifica el motivo de su visita al sepulcro, puesto que ha sido referido que las
operaciones de la sepultura estaban ya completadas (19,40); quizás, la única cosa que
falta es el lamento fúnebre (cfr Mc 5, 38). Sea como sea, el cuarto evangelista reduce al
mínimo la narración del descubrimiento del sepulcro vacío, para enfocar la atención de
sus lectores al resto.
* De madrugada cuando estaba todavía oscuro: Marcos (16, 2) habla de modo
diverso, pero de ambos se deduce que se trata de las primerísimas horas de la mañana,
cuando la luz todavía es tenue y pálida. Quizás Juan subraya la falta de luz para poner
de relieve el contraste simbólico entre tinieblas = falta de fe y luz = acogida del
evangelio de la resurrección.
* Ve la piedra quitada del sepulcro: la palabra griega es genérica: la piedra estaba
"quitada" o " removida" (diversamente: Mc 16, 3-4).
El verbo "quitar" nos remite a Jn 1,29: el Bautista señala a Jesús como el "Cordero que
quita el pecado del mundo". ¿Quiere quizás el evangelista llamar la atención de que esta
piedra "quitada", arrojada lejos del sepulcro, es el signo material de que la muerte y el
pecado han sido "quitados" de la resurrección de Jesús?
* Echa a correr y llega a Simón Pedro y al otro discípulo: La Magdalena corre a
ellos que comparten con ella el amor por Jesús y el sufrimiento por su muerte atroz,
aumentada ahora con este descubrimiento. Se llega a ellos, quizás porque eran los
únicos que no habían huido con los otros y estaban en contacto entre ellos (cfr 19, 15 y
26-27). Quiere al menos compartir con ellos el último dolor por el ultraje hecho al
cadáver.
Notamos como Pedro, el "discípulo amado" y la Magdalena se caracterizan por su amor
especial que los une a Jesús: es precisamente el amor, especialmente si es renovado, el
que los vuelve capaces de intuir la presencia de la persona amada.
* El otro discípulo a quien Jesús quería: es un personaje que aparece sólo en este
evangelio y sólo a partir del capítulo 13, cuando muestra una gran intimidad con Jesús y
también un gran acuerdo con Pedro (13, 23-25). Aparece en todos los momentos
decisivos de la pasión y de la resurrección de Jesús, pero permanece anónimo y sobre su
identidad se han dado hipótesis bastantes diferentes. Probablemente se trata del
discípulo anónimo del Bautista que sigue a Jesús junto con Andrés (1, 23-25). Puesto
que el cuarto evangelio no habla nunca del apóstol Juan y considerando que este
evangelio a menudo narra cosas particulares propias de un testigo ocular, el "discípulo"
ha sido identificado con el apóstol Juan. El cuarto evangelio siempre se le ha atribuido a
Juan, aunque él no lo haya compuesto materialmente, si bien es en el origen de la
tradición particular al que se remonta este evangelio y otros escritos atribuidos a Juan.
Esto explica también como él sea un personaje un tanto idealizado.
A quien Jesús quería: es evidentemente un añadido debido, no al apóstol, que no
hubiera osado presumir de tanta confianza con el Señor, sino de sus discípulos, que han
escrito materialmente el evangelio y han acuñado esta expresión reflexionando sobre el
evidente amor privilegiado que concurre entre Jesús y este discípulo (cfr 13,25; 21,
4.7). Allí donde se usa la expresión más sencilla, "el otro discípulo" o "el discípulo", es
que ha faltado, por tanto, el añadido de los redactores.
* Se han llevado del sepulcro al Señor: estas palabras, que se repiten también a
continuación: vers. 13 y 15, revelan que María teme uno de los robos de cadáveres que
sucedían a menudo en la época, de tal manera que obligó al emperador romano a dictar
severos decretos para acabar con el fenómeno. A esta posibilidad recurre, en Mateo (28,
11-15), los jefes de los sacerdotes para difundir el descrédito sobre el acontecimiento de
la resurrección de Jesús y ocasionalmente, justificar la falta de intervención de los
soldados puestos de guardias en el sepulcro.
* El Señor: el título de "Señor" implica el reconocimiento de la divinidad y evoca la
omnipotencia divina. Por esto, era utilizado por los cristianos con referencia a Jesús
Resucitado. El cuarto evangelista, de hecho, lo reserva sólo para sus relatos pascuales
(también en 20-13).
No sabemos dónde lo han puesto: la frase recuerda cuanto sucedió a Moisés, cuyo lugar
de sepultura era desconocido (Dt 34, 10). Otra probable referencia es a las mismas
palabras de Jesús sobre la imposibilidad de conocer el lugar donde hubiera sido llevado.
(7, 11.22; 8,14.28.42; 13, 33; 14, 1-5; 16,5).
* Corrían los dos juntos…pero el otro…llegó primero…pero no entró: La carrera
revela el ansia que viven estos discípulos.
El pararse del "otro discípulo", es mucho más que un gesto de cortesía o de respeto
hacia un anciano: es el reconocimiento tácito y pacífico, en su sencillez, de la
preeminencia de Pedro dentro del grupo apostólico, aunque esta preeminencia no se
subraye. Es, por tanto, un signo de comunión. Este gesto podría también ser un artificio
literario para trasladar el acontecimiento de la fe en la resurrección al momento sucesivo
y culminante de la narración.
* Los lienzos en el suelo y el sudario…plegado en un lugar aparte: ya el otro
discípulo, sin siquiera entrar, había visto algo. Pedro, pasando la entrada del sepulcro,
descubre la prueba de que no había habido ningún robo del cadáver: ¡ningún ladrón
hubiera perdido el tiempo en desvendar el cadáver, extender ordenadamente los lienzos
y las fajas (por tierra pudiera haber sido traducido mejor por "extendidas" o "colocadas
en el suelo") y plegar aparte el sudario! La operación se hubiera complicado por el hecho
de que los óleos con los que había sido ungido aquel cuerpo (especialmente la mirra)
operaban como un pegamento, haciendo que se adhiriera perfecta y seguramente el
lienzo al cuerpo, casi como sucedía con las momias. El sudario, además está plegado; la
palabra griega puede decir también "enrollado", o más bien indicar que aquel paño de
tejido ligero había conservado en gran parte las formas del rostro sobre el cual había
estado puesto, casi como una máscara mortuoria. Las vendas son las mismas citadas en
Jn 19, 40.
En el sepulcro, todo resulta en orden, aunque falta el cuerpo de Jesús y Pedro consigue
ver bien en el interior, porque el día está clareando.
A diferencia de Lázaro (11,44), por tanto, Cristo ha resucitado abandonando todo los
arreos funerarios: los comentadores antiguos hacen notar que, de hecho, Lázaro
guardaría sus vendas para la definitiva sepultura, mientras que Cristo no tenía ya más
necesidad de ellas, no debiendo ya jamás morir (cfr Rm 6,9).
* Pedro…vio…el otro discípulo…vio y creyó: también María, al comienzo de la
narración, había "visto". Aunque la versión española traduzca todo con el mismo verbo,
el texto original usa tres diversos (theorein para Pedro; blepein para el otro discípulo y
la Magdalena; idein, aquí, para el otro discípulo), dejándonos entender un crecimiento
de profundidad espiritual de este "ver" que, de hecho, culmina con la fe del otro
discípulo.
El discípulo anónimo, ciertamente, no ha visto nada diverso de lo que ya había visto
Pedro: quizás, él interpreta lo que ve de manera diversa de los otros, también por la
especial sintonía de amor que había tenido con Jesús (la experiencia de Tomás es
emblemática: 29, 24-29). Sin embargo, como se indica por el tiempo del verbo griego,
su fe es todavía una fe inicial, tanto que él no encuentra el modo de compartirla con
María o Pedro o cualquiera de los otros.
Para el cuarto evangelista, sin embargo, el binomio "ver y creer" es muy significativo y
está referido exclusivamente a la fe en la resurrección del Señor (cfr 20, 29), porque era
imposible creer verdaderamente antes que el Señor hubiese muerto y resucitado (cfr 14,
25-26; 16, 12-15). El binomio visión – fe, por tanto, caracteriza a todo este capítulo y "
el discípulo amado" se presenta como un modelo de fe que consigue comprender la
verdad de Dios a través de los acontecimientos materiales (cfr también 21, 7).
* No habían comprendido todavía la Escritura: se refiere evidentemente a todos los
otros discípulos. También para aquéllos que habían vivido junto a Jesús, por tanto, ha
sido difícil creer en Él y para ellos, como para nosotros, la única puerta que nos permite
pasar el dintel de la fe auténtica es el conocimiento de la Escritura (cfr. Lc 24, 26-27;
1Cor 15, 34; Act 2, 27-31) a la luz de los hechos de la resurrección.
5. Algunas preguntas para orientar la reflexión y la actuación
a) ¿Qué quiere decir concretamente, para nosotros, "creer en Jesús Resucitado"? ¿Qué
dificultades encontramos? ¿La resurrección es sólo propia de Jesús o es verdaderamente
el fundamento de nuestra fe?
b) La relación que vemos entre Pedro, el otro discípulo y María Magdalena es
evidentemente de gran comunión en torno a Jesús. ¿En qué personas, realidades,
instituciones encontramos hoy la misma alianza de amor y la misma "común unión"
fundada en Jesús? ¿Dónde conseguimos leer los signos concretos del gran amor por el
Señor y por los "suyos" que mueve a todos los discípulos?
c) Cuando observamos nuestra vida y la realidad que nos circunda de cerca o de lejos
¿tenemos la mirada de Pedro (ve los hechos, pero permanece firme en ellos: a la muerte
y a la sepultura de Jesús), o más bien, la del otro discípulo (ve los hechos y descubre en
ellos los signos de una vida nueva)?
6. Oremos invocando gracia y alabando a Dios, con un himno extraído de la carta de
Pablo a los Efesios (paráfrasis 1, 17-23).
El Dios de nuestro Señor Jesucristo, el Padre de la gloria, os conceda espíritu de
sabiduría y de revelación para conocerle perfectamente; iluminando los ojos de vuestro
corazón para que conozcáis cuál es la esperanza a que habéis sido llamados por él; cuál
la riqueza de la gloria otorgada por él en herencia a los santos, y cuál la soberana
grandeza de su poder para con nosotros, los creyentes, conforme a la eficacia de su
fuerza poderosa, que desplegó en Cristo, resucitándole de entre los muertos y
sentándole a su diestra en los cielos, por encima de todo principado, potestad, virtud,
dominación y de todo cuanto tiene nombre no sólo en este mundo sino también en el
venidero. Sometió todo bajo sus pies y le constituyó cabeza suprema de la Iglesia, que
es su cuerpo, la plenitud del que lo llena todo en todo.
7. Oración final
El contexto litúrgico no es indiferente para orar este evangelio y el acontecimiento de la
resurrección de Jesús, en torno al cual gira nuestra fe y vida cristiana. La secuencia que
caracteriza la liturgia eucarística de este día y de la semana que sigue (la octava) nos
guía en la alabanza al Padre y al Señor Jesús:
Ofrezcan los cristianos ofrendas de alabanza a gloria de la Víctima propicia de la Pascua.
Cordero sin pecado que a las ovejas salva, a Dios y a los culpables unió con nueva
alianza Lucharon vida y muerte en singular batalla y, muerto el que es Vida, triunfante
se levanta. ¿Qué has visto de camino, María, en la mañana? - A mi Señor glorioso la
tumba abandonada, los ángeles testigos, sudarios y mortaja. ¡Resucitó de veras mi
amor y mi esperanza! Venid a Galilea, allí el Señor aguarda; allí veréis los suyos la gloria
de la Pascua Primicia de los muertos, sabemos por tu gracia que estás resucitado; la
muerte en ti no manda. Rey vencedor, apiádate de la miseria humana y da a tus fieles
parte en tu victoria santa.
• Nuestra oración puede también concluirse con esta vibrante invocación de un poeta
contemporáneo, Marco Guzzi:
¡Amor, Amor, Amor! Quiero sentir, vivir y expresar todo este Amor que es empeño
gozoso en el mundo y contacto feliz con los otros. Sólo tú me libras, sólo tú me sueltas.
Y los hielos descienden para regar el valle más verde de la creación.
www.santaclaradeestella.es

«Mi alegría, Cristo, ha resucitado.» Con estas palabras solía saludar san Serafín de
Sarov a quienes le visitaban.
Con ello se convertía en mensajero de la alegría pascual en todo tiempo. En el día de
pascua, y a través del relato evangélico, el anuncio de la resurrección se dirige a todos
los hombres por los mismos ángeles y, después de ellos, por las piadosas mujeres a la
vuelta del sepulcro, por los apóstoles y por los cristianos de las generaciones pasadas,
ahora vivas para siempre en El que vive. Sus palabras son una invitación, casi una
provocación. Esas palabras hacen resurgir en el corazón de cada uno de nosotros la
pregunta fundamental de la vida: ¿quién es Jesús para ti? Ahora bien, esta pregunta se
quedaría para siempre como una herida dolorosamente abierta si no indicara al mismo
tiempo el camino para encontrar la respuesta. No hemos de buscar entre los muertos al
Autor de la vida. No encontraremos a Jesús en las páginas de los libros de historia o en
las palabras de quienes lo describen como uno de tantos maestros de sabiduría de la
humanidad. Él mismo, libre ya de las cadenas de la muerte, viene a nuestro encuentro;
a lo largo del camino de la vida se nos concede encontrarnos con él, que no desdeña
hacerse peregrino con el hombre peregrino, o mendigo, o simple hortelano.
Él, el Inaprensible, el totalmente Otro, se deja encontrar en su Iglesia, enviada a llevar
la buena noticia de la resurrección hasta los confines de la tierra.
En consecuencia, sólo hay una cuestión importante de verdad: ponernos en camino al
alba, no demorarnos más, encadenados como estamos por los prejuicios y los temores,
sino vencer las tinieblas de la duda con la esperanza.
¿Por qué no habría de suceder todavía hoy que encontráramos al Señor vivo? Más aún,
es cierto que puede suceder. El modo y el lugar serán diferentes, personalísimos para
cada uno de nosotros. El resultado de este acontecimiento, en cambio, será único: la
transformación radical de la persona. ¿Encuentras a un hermano que no siente
vergüenza de saludarte diciendo: «Mi alegría, Cristo ha resucitado»? Pues bien, puedes
estar seguro de que ha encontrado a Cristo. ¿Encuentras a alguien entregado por
completo a los hermanos y absolutamente dedicado a las cosas del cielo? Pues bien,
puedes estar seguro de que ha encontrado a Cristo...
Sigue sus pasos, espía su secreto y llegará también para ti esa hora tan deseada.
www.Dioscadadía.Bastin,Pinkers,Teheux

No hay Reflexión.
www.fraynelson.com

4.3 Como el discípulo amado hoy somos invitados todos a ver y creer. Palpemos a
través de los testigos inmediatos, gocemos a través de sus ojos asombrados, cantemos
a través de su voz jubilosa: Es verdad; ha resucitado; aleluya, ¡aleluya!
www.elmisericordioso.me-Pildorasdefe.net

Conversando con el amor


Padre mío, gracias por venir a mi corazón como el Padre amoroso que jamás falla y que
me sostiene en la debilidad. Dame del agua viva de tu amor, acompáñame con tu poder
y no me sueltes de tu mano y me dejes caer en la tentación. Amén
Evangelio de hoy. Domingo de Resurrección. Pascua Solemnidad
Reflexión del Papa Francisco.
En el Evangelio de hoy, vemos que los anuncios de Dios son siempre sorpresas, nuestro
Dios es el Dios de las sorpresas. Y así, desde el inicio de la historia de la salvación,
desde nuestro padre Abraham, te sorprende.
Y la sorpresa es eso que te conmueve el corazón, que te toca allí donde no te lo esperas.
Por decirlo un poco con el lenguaje de los jóvenes, la sorpresa es un "golpe bajo" porque
no lo esperas.
Sobre la prisa, las mujeres que fueron corriendo a decir: "hemos encontrado esto". Las
sorpresas de Dios nos ponen en camino rápidamente, sin esperar. Y así corren, para
ver... y Pedro y Juan corren. Los pastores en la noche de Navidad también corren..."
Es importante caminar, correr, para ver esa sorpresa, ese anuncio. También hoy sucede
en nuestros barrios, en los pueblos, cuando pasa algo extraordinario la gente corre a
ver.
Por tanto, ir con prisa. Las sorpresas, las buenas noticias, se dan siempre así: de prisa y
en el Evangelio hay uno que se toma un poco de tiempo, no quiere arriesgarse, pero el
Señor es bueno, lo espera con amor: es Tomás.
Pero, "¿y yo qué?", "¿Tengo el corazón abierto a las sorpresas de Dios, soy capaz de ir
deprisa, o siempre estoy con esa cancioncita: "mañana veré, mañana, mañana?".
¿Qué me dice a mí la sorpresa? Juan y Pedro fueron corriendo al sepulcro. Juan, dice el
Evangelio, creyó. También Pedro creyó, pero a su modo, con la fe mezclada un poco con
el cargo de conciencia de haber renegado del Señor.
Y yo hoy, en esta Pascua, ¿yo qué?, ¿tú qué?, ¿yo qué? (Homilía del Evangelio de hoy.
Misa de la Pascua de Resurrección, 01 de abril de 2018
Oración para el Evangelio de hoy.
Señor Resucitado, qué bueno es sentir tu presencia acogedora que llena de vida todos
mis espacios, alejando todo sentimiento de angustia y abandono.
Quiero permanecer cerca de Ti, pues solo de Ti me viene ese amor que me sostiene, esa
fuerza que me restaura y el poder para seguir dándolo todo.
Gracias por tu sacrificio de amor en la Cruz, por tu resurrección que me invita a renovar
mi corazón en tus promesas y a dar pasos firmes en tu dirección.
Tú estás vivo y presente, siento la calidez de tu voz que a todos consuela y trae la paz al
alma. Sólo tu voz quiero seguir, solo tu voz quiero sentir.
En mis tristezas, ayúdame a reconocer tu voz, a recurrir y rendirme a ella, pues Ella
tiene la fuerza para sanar y levantar.
Ven y ábreme caminos de sanación, de salud y de esperanzas. Ayúdame a romper todo
muro de dolor que no me deja avanzar.
Dame la gracia de poder liberarme de miedos y opresiones, de sentirme capacitado y
valiente para salir y anunciar todo lo bueno de tus promesas.
Quiero nacer de nuevo en el Espíritu, rehacer mi vida para alabarte y adorarte, porque
en ningunas otras manos yo podría estar más seguro. Amén
Propósito para hoy.
Agradecer a Dios por todas sus manifestaciones de amor con la que se ha mostrado en
tu vida: la familia, salud, trabajo, amigos, talentos.
Frase de reflexión.
"Vale la pena acoger a toda vida, porque cada persona humana vale la sangre de Cristo
mismo. ¡No se puede despreciar lo que Dios ha amado tanto!". Papa Francisco
www.evangelizacion.org.mx

Oración en familia
Sacerdote: Con la resurrección de Cristo, el mundo debe recibir la noticia más
maravillosa que se pueda haber escuchado. Nosotros somos los encargados de darla,
por eso le pedimos hoy al Señor:
Todos: Fortalece nuestro espiritu y ayudanos a darle al mundo la buena noticia
de que estas vivo.
Papá: Tu resurrección ha traído la vida al mundo y nos ha devuelto tu amistad.
Todos: Concede tu gracia abundante al Papa, a los obispos y en general a todo tu
pueblo, para que te anuncien con valor y alegría.
Todos: Fortalece nuestro espiritu y ayudanos a darle al mundo la buena noticia
de que estas vivo.
Mamá: Tú has vencido a la muerte y con ello nos has dado vida nueva.
Todos: Ayuda a todos los padres de familia a ser lo primeros en comunicar a sus hijos
esta maravillosa noticia para que vivan la nueva vida.
Todos: Fortalece nuestro espiritu y ayudanos a darle al mundo la buena noticia
de que estas vivo.
Hijo(a): Te pedimos por aquellos que todavía no te conocen y no saben de tu
resurrección.
Todos: Para que, por medio de nuestro testimonio de palabra y de obra, puedan
descubrirte vivo y presente en su propia vida y sepan así todas las gracias que de ti
hemos recibido.
Todos: Fortalece nuestro espiritu y ayudanos a darle al mundo la buena noticia
de que estas vivo.
Hijo(a): Tú, que al vencer la muerte venciste las tinieblas del pecado.
Todos: Haznos voceros de tu resurrección para que los que sufren por la opresión de
los vicios, sepan que pueden tener libertad en tu amor.
Todos: Fortalece nuestro espiritu y ayudanos a darle al mundo la buena noticia
de que estas vivo.
Hijo(a): Escucha la oración que hoy elevamos hacia ti por nuestros jóvenes.
Todos: Concédeles también a ellos, ser testigos de la nueva vida que nos has traído y
vivir el gozo de saberse protegidos y amados por ti.
Todos: Fortalece nuestro espiritu y ayudanos a darle al mundo la buena noticia
de que estas vivo.
Hijo(a): De manera especial también hoy te pedimos por todos nuestros hermanos que
son perseguidos por creer que estás vivo.
Todos: Confirma en ellos tu presencia y que puedan mostrarse gozosos en medio de sus
padecimientos y sepan que tienen hermanos que los sostienen con su oración.
Todos: Fortalece nuestro espiritu y ayudanos a darle al mundo la buena noticia
de que estas vivo.
Sacerdote: Escucha, Padre Santo, las súplicas que te hacemos y concédenos la fe, la
esperanza y la caridad que sabes que necesitamos para ser una comunidad que
testifique tu resurrección. Te lo pedimos, por Cristo nuestro Señor.
Todos: Amén.
www.evangeliodeJuan.GiorgioZevini

Igual a santaclara.
www.catholic

Remover las piedras. Pueden ser muchas las piedras que no se han removido en mi
vida. María Magdalena llega al sepulcro y gracias a que la piedra que tapaba la entrada
ya no está en su lugar es que puede salir corriendo a anunciar lo sucedido.
Ojalá que esta Semana Santa no te deje, Jesús, encerrado en el sepulcro. Quitar las
piedras que te impiden salir y triunfar en mi vida es un paso importante que hoy me
invitas a dar.
Tal vez no me siento capaz de mover esas rocas que tapan el sepulcro. Son demasiado
grandes y pesadas para mí. La Magdalena también pensaba eso mientras iba de camino.
Sin embargo, fue la fuerza de tu amor, Jesús, la que corrió la piedra dando una señal a
las mujeres y a tus apóstoles.
Dame la gracia, Señor, de ir destapando, con tu gracia, el sepulcro de mi alma y dejar
que puedas salir con vida. Sólo si sales e iluminas todo mi ser podré realizarme y
alcanzar el plan que has logrado para mí. Sólo con tu gracia podré ayudarte a remover
las piedras que impiden tu libertad en mí.
Con tu resurrección me enseñas que no se puede vivir en el temor, en la oscuridad, en
la muerte. Tú me has abierto el camino a la vida, a la luz, a la resurrección, a la
felicidad.
• Preguntémonos si nuestro corazón está abierto a acoger con fe la semilla de la Palabra
de Dios. Preguntémonos si nuestras piedras de la pereza son todavía numerosas y
grandes; individuemos y llamemos por nombre a las zarzas de los vicios. Encontremos el
valor de hacer una buena recuperación del suelo, una bonita recuperación de nuestro
corazón, llevando al Señor en la Confesión y en la oración nuestras piedras y nuestras
zarzas. (Ángelus de S.S. Francisco, 16 de julio de 2017).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con
Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees
que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Hoy agradeceré a Dios durante la misa el que haya resucitado por mí.
www.BibliaStraubinger

1 ss. Véase Mt. 28, 1-10; Mc. 16, 1-8; Lc. 24, 1-11. El primer día de la semana: el
domingo de la Resurrección, que desde entonces sustituyó para los cristianos al sábados
día santo del Antiguo Testamento (cf. Col. 2, 16 s.; 1 Co. 16, 2; Hch. 20, 7). Sobre el
nombre de este día cf. Sal. 117, 24; Ap. 1, 9 y notas.
7. Es de notar la reverencia especial para con la sagrada Cabeza de Jesús que
demuestran los ángeles. No quiso Dios que el sudario que envolvió la Cabeza de su Hijo
muy amado quedase confundido con las demás vendas.
http://www.ciudadredonda.org

Vio y creyó
El evangelio de este domingo más que un relato de la aparición de Jesús resucitado es
un relato de desaparición. Lo que encuentran tanto María Magdalena como los dos
apóstoles no es la manifestación gloriosa del Resucitado sino un sepulcro vacío. Ante ese
hecho caben dos interpretaciones. La primera es la actitud inicial de María Magdalena:
“Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo han puesto”. La otra es la
respuesta de fe de los apóstoles: “Vio y creyó”.
La actitud más evidente, más obvia, es sin duda la de María Magdalena. Se observa en
sus palabras una enorme carga de amor y cariño. Pero su perspectiva se queda en una
distancia muy corta. La actitud de los apóstoles es diferente. Llegan al sepulcro y
observan lo que ha sucedido. Sólo después se les abre la inteligencia y comprenden lo
que no habían entendido antes en las Escrituras: “que Él había de resucitar de entre los
muertos”.
Jesús es, curiosamente, el gran ausente de este relato pero al mismo tiempo la
auténtica fuerza que dinamiza la vida de los creyentes. Apenas las vendas y el sudario
quedan como testigos mudos de que ahí estuvo su cuerpo muerto. Pero es precisamente
sobre ese vacío como se afirma la fe. ¿No nos dijeron que la fe era creer lo que no se
ve? Pues aquí tenemos una prueba concreta. En torno a la ausencia de Jesús brota la
convicción de que está vivo, de que ha resucitado. No han sido los judíos o los romanos
los que se han llevado su cuerpo. Ha sido Dios mismo, el Abbá de que tantas veces
habló, el que lo ha levantado de entre los muertos. Y le ha dado una nueva vida. Una
vida diferente, plena. Jesús ya no pertenece al reino de los muertos sino que está entre
los vivos de verdad. En esa vida nueva su humanidad queda definitivamente transida de
divinidad. La muerte ya no tiene poder sobre Él.
Pero no hay pruebas de ello. No hubo policías recogiendo las huellas dactilares. No hubo
jueces ni comisiones parlamentarias. No hubo periodistas ni cámaras ni micrófonos.
Nada de eso. Solamente el testimonio de los primeros testigos que nos ha llegado a
través de los siglos. De voz en voz y de vida en vida ha ido pasando el mensaje: “Jesús
ha resucitado”. Muchos han encontrado en esa fe una fuente de esperanza, de vitalidad,
de energía que ha dado sentido a sus vidas. La vida de tantos santos, canonizados o no,
es testimonio de ello. Pero no hay pruebas. Sólo la confianza en la palabra de aquellos
testigos nos abre el camino hacia esa nueva forma de vivir. ¿Quieres tú también creer?
Para la reflexión. La fe en la resurrección de Jesús es una verdadera opción personal.
Creer en ella nos debería llevar a vivir de un modo nuevo: en esperanza, en fraternidad,
en servicio... Y más en esta situación que estamos viviendo. ¿En qué aspectos concretos
de nuestra vida se podría/debería manifestar esa nueva vida? ¿Y en qué aspectos
concretos de la vida de nuestra comunidad? ¿Cómo pasar a las generaciones siguientes
el mensaje que hemos recibido de nuestros mayores sobre la resurrección de Jesús?
http://www.aqplink.com/roguemos

Juan 20, 1-9 – vio y creyó.


Ver y creer, suena más fácil, más factible que creer sin ver. Por eso el Señor dice
dichosos los que creen sin ver. Nuestra fe no tendría sentido si Jesús no hubiera
resucitado de entre los muertos, tal como estaba escrito. No podemos tomar el mensaje
de Jesús por partes o lo tomamos todo o no lo tomamos. Y este incluye, todo lo que se
ha narrado en os evangelios, incluyendo la Resurrección y Ascensión.
Jesús es Hijo de Dios, esta es una revelación que nos trae Jesús y su venida no es
improvisada, sino que llega dando cumplimiento a todo lo que se había escrito sobre Él
en las escrituras. La novedad que Él nos revela es que Dios es nuestro Padre y que Él lo
ha enviado para salvarnos, porque esa es Su Voluntad. Él nos ama tanto, que nos quiere
a Su lado, lo que será posible si oímos y hacemos lo que nos dice Jesús. De allí que se
deba proclamar esta Buena Noticia por el mundo entero, incluyendo el mandato y el
ejemplo de Jesús.
La festividad de hoy es realmente gloriosa, porque marca o señala el triunfo de Jesús
sobre la muerte. No se trata de un truco de magia o prestidigitación. Jesús fue muerto y
sepultado, descendió a los infiernos y luego Resucito, de lo que dan cuenta todos sus
discípulos. Este es un acontecimiento básico en nuestra Fe. Seguir a Jesús y hacer lo
que nos dice solo tiene sentido porque Él ha vencido al Mundo, dando cumplimiento a la
Voluntad de Dios Padre y conforme fue profetizado. Todo adquiere sentido por este
hecho extraordinario. Y es en función de esta Verdad que debíamos orientar nuestras
vidas. Todo ha sido consumado.
Nos toca responder a Jesús. ¿Creemos o no? No hay medias tintas, ni nada más que
esperar. Si creemos, hemos de oírle y hacer lo que nos dice. Es lo más sensato, lo que
nos conviene y el único medio de alcanzar la Vida Eterna. De otro modo, solo estaremos
obstaculizando la entrada de los demás por esta misma puerta. Lo tomamos o lo
dejamos: en eso consiste el juicio. Depende de nosotros. Hemos de aplicar nuestra
inteligencia, voluntad y libertad. Inteligencia para discernir; libertad para decidir en
función del razonamiento efectuado y voluntad para ponernos en camino y perseverar
en la dirección adoptada, confiando en que, tal como lo ofreció, el Señor vendrá en
nuestro auxilio cuando sea necesario, multiplicando nuestros esfuerzos, para que demos
fruto abundante y podamos finalmente reunirnos con nuestro Padre.
Oremos: Padre Santo, te damos gracias por habernos enviado a Jesus quien viviendo,
muriendo y resucitando nos mostró el Camino para ir a Tú encuentro. Aumenta nuestra
Fe para seguir a Jesús, alegres y confiados en que nadie nos ha amado más que Él, y
que por tanto solo alcanzaremos la felicidad plena si le oímos y hacemos lo que nos dice.
Te lo pedimos por Cristo nuestro Señor…Amén. Roguemos al Señor… Te lo pedimos
Señor.
http://www.caminando-con-jesus.org

¡Ha resucitado! Jn 20,1-9


“¡Ha resucitado!”: Es la noticia que hoy nos es gritada, proclamada. Esta es la noticia. Es
la certeza que se nos da a conocer. La gran certeza, la que sostiene toda nuestra vida,
la que le da sentido y valor. ¡Ha resucitado! No podemos seguir viviendo como si Cristo
no hubiese resucitado, como si no estuviese vivo. No podemos seguir viviendo como si
no le hubiera sido sometido todo. No podemos seguir viviendo como si Cristo no fuera el
Señor, mi Señor. No podemos seguir viviendo “como si”. Sólo cabe buscar con ansia al
Resucitado, como María Magdalena o los apóstoles; o mejor, dejarse buscar y encontrar
por Él.
“¡Ha resucitado!”: También nosotros podemos ver, oír, tocar al Resucitado (1 Jn 1,1).
No, no es un fantasma (cfr. Lc 24, 37-43). Es real, muy real. Cristo vive, quiere entrar
en tu vida. Quiere transformarla. No, nuestra fe no se basa en simples palabras o
doctrinas, por hermosas que sean. Se basa en un hecho, un acontecimiento. Sí,
verdaderamente ha resucitado el Señor. Para ti, para mí, para cada uno de todos los
hombres. Hoy puede ser decisivo para ti. Él quiere irrumpir en tu vida con su presencia
iluminadora y omnipotente. Es a Él, el mismo que salió del sepulcro, a quien encuentras
en la Eucaristía.
“¡Ha resucitado!”: La noticia que hemos recibido hemos de gritarla a otros. Si de verdad
hemos tocado a Cristo, tampoco nosotros podemos callar “lo que hemos visto y oído”
(He 4,20). No somos sólo receptores. Cristo resucitado nos constituye en heraldos,
pregoneros de esta noticia. Una noticia que es para todos. Una noticia que afecta a
todos. Una noticia que puede cambiar cualquier vida: “Cristo ha resucitado, está vivo,
para ti, te busca, tú eres importante para Él, ha muerto por ti, ha destruido la muerte,
te infunde su vida divina, te abre las puertas del paraíso, tus problemas tienen solución,
tu vida tiene sentido”. (Padre Julio Alonso Ampuero)
• “Se han llevado al Señor y no sabemos dónde lo han puesto”. Es el anuncio de María
Magdalena que reciben Pedro y Juan. Éstos corren hasta el sepulcro y constatan los
hechos. No se trata de un robo, sino de un signo que habla de la resurrección del
Maestro. Entonces Pedro y Juan se abren a la fe. Pero esta fe necesita aún ser
profundizada: han de revivir toda la esperanza mesiánica a la luz de la cruz para
comprender por qué, “según las escrituras “, Jesús debía “resucitar de entre los
muertos”. Por eso los apóstoles y principalmente Pedro, el primero que entra en la
tumba vacía, serán los primeros testigos de la fe en la Resurrección.
1. “María Magdalena fue al sepulcro y vio que la piedra había sido sacada
Según san Juan, el relato lo sitúa en “el primer día de la semana.” Es decir, al día
siguiente del sábado, y la hora en que viene al sepulcro es de “madrugada”, esto es muy
de mañana y cuando aún hay “todavía estaba oscuro”. Es en la hora crepuscular del
amanecer.
“María Magdalena fue al sepulcro y vio que la piedra había sido sacada.” Por los
sinópticos se sabe que esta visita de María al sepulcro no la hace ella sola, sino que
viene en compañía de otras mujeres, cuyos nombres se dan: María, la madre de
Santiago, y Salomé, la madre de Juan y Santiago el Mayor (Mc 16:1) y otras más (Lc
24:10). Al ver, desde cierta distancia, “sacada” la piedra rotatoria o golel, dejó a las
otras mujeres, que llevaban aromas para acabar de preparar el “embalsamamiento” del
cuerpo de Cristo, y “Corrió al encuentro de Simón Pedro y del otro discípulo al que Jesús
amaba”, que, por la confrontación de textos, es, con toda probabilidad, el mismo Juan.
2. “El otro discípulo al que Jesús amaba”.
Me parece bonita esta expresión que se lee en este fragmento del evangelio, “El otro
discípulo al que Jesús amaba”. Es hermoso saber del amor de Jesús por sus apóstoles,
pero en el caso de san Juan, hay una predilección especial, pero aún es más hermosa
esa humildad, esa modestia y esa demostración de no ser vanidoso, san Juan en lugar
de nombrarse, utiliza esta frase “El otro discípulo al que Jesús amaba”.
3. “Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo han puesto”.
Como ella, Magdalena, no entró en el sepulcro, supuso la noticia que da a estos
apóstoles: “Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo han puesto”. El
plural con que habla: no “sabemos”, entronca fielmente la narración con lo que dicen los
sinópticos de la compañía de las otras mujeres que allí fueron (Mt 28,1ss; Mc 16ss; Lc
24:1ss; cf. Lc 24:10). Seguramente, al ver, a cierta distancia, removida la piedra de
cierre, cuya preocupación de cómo la podían rodar para entrar temían (Mc 16:3),
cambiaron, alarmadas, sus impresiones, y Magdalena, más impetuosa, se dio prisa en
volver, para poner al corriente a Pedro y al anónimo Juan.
4. Este “discípulo” corría más que Pedro.
Pedro y Juan debieron de salir enseguida de recibir esta noticia, pues ambos “corrían.”
Pero el evangelista dejará en un rasgo su huella literaria. Este “discípulo” corría más que
Pedro. En efecto, Pedro debía de estar sobre la mitad de su edad, sobre los cincuenta
años (Jn 21:18.19), y, según San Ireneo, vivió hasta el tiempo de Trajano (98-117) Esto
hace suponer que Juan pudiese tener entonces sobre veinticinco o treinta años. Juan,
por su juventud y su fuerte ímpetu de amor a Cristo, “corrió más rápidamente” y “llegó
antes.” al sepulcro. Pero “no entró.”
5. “Vio las vendas en el suelo, y también el sudario que había cubierto la
cabeza de Jesús”.
Juan no entró, esperando a Pedro que es el primero que entra en el sepulcro y “vio las
vendas en el suelo, y también el sudario que había cubierto la cabeza de Jesús”. El
evangelista, al recoger estos datos, pretende, manifiestamente, hacer ver que no se
trata de un robo; de haber sido esto, los que lo hubiesen robado no se hubiesen
entretenido en llevar un cuerpo muerto sin su mortaja, ni en haber cuidado de dejar “las
vendas” y “sudario” puestos cuidadosamente en sus sitios respectivos “sino enrollado en
un lugar aparte”
6. “Luego entró el otro discípulo, que había llegado antes al sepulcro: él
también vio y creyó.”
Juan nos muestra unos hermosos detalles, el lento examen a que somete la mirada de
Pedro, “Asomándose al sepulcro, vio las vendas en el suelo, aunque no entró”. Cada
detalle particular dentro del sepulcro vacío crea un clima de gran silencio, de expectante
interrogación: “Luego entró el otro discípulo, que había llegado antes al sepulcro: él
también vio y creyó.” El discípulo, al ver, intuye lo que ha sucedido. San Juan cree,
porque es limpio de corazón, su pureza no le hace tener ninguna duda.
Sin embargo, luego pasa de la realidad que tiene delante a otra más escondida:
“Todavía no habían comprendido que, según la Escritura, Él debía resucitar de entre los
muertos.”. De esto se desprende que la fe no es, para el hombre, una posesión estable,
sino el comienzo de un camino de comunión con el Señor, una comunión que ha de ser
mantenida viva y en la que hemos de ahondar más y más, para que llegue a la plenitud
de vida con él en el reino de la luz infinita.
3 Para la reflexión personal
– (Haz silencio en tu interior y pregúntate:)
1.- ¿Qué me dice el evangelio que he leído?
2.- ¿Cómo ilumina mi vida?
3.- ¿Qué tengo que cambiar para ser más como Jesús?
4.- ¿Qué me falta para ser más como Él?
5.- ¿Qué quiere decir concretamente, para nosotros, "creer en Jesús Resucitado"? ¿Qué
dificultades encontramos?
6.- ¿La resurrección es sólo propia de Jesús o es verdaderamente el fundamento de
nuestra fe?
4 Oración. ¿Qué le decimos a Dios? La palabra se convierte en Oración.
1 No hay. www.Dioscadadía.Bastin,Pinkers,Teheux

2 Haz, Señor, que también nosotros nos sintamos llamados, vistos, conocidos por ti, que
eres el Presente, y podamos descubrir así el valor único de nuestra vida en medio de la
inmensa multitud de las otras criaturas.
Danos un corazón humilde, abierto y disponible, para poder encontrarte y permitir que
nos marques con tu sello divino, que es como una herida profunda, como un dolor y una
alegría sin nombre: la certeza de estar hechos para ti, de pertenecerte y de no poder
desear otra cosa que la comunión de vida contigo, nuestro único Señor.
A ti queremos acercarnos en esta mañana de pascua, con los pies desnudos de la
esperanza, para tocarle con la mano vacía de la pobreza, para mirarte con los ojos puros
del amor y escucharte con los oídos abiertos do la fe. Y mientras, angustiados, vamos
hacia ti, invocamos tu nombre, que resuena como música y como canto en lo más
íntimo de nuestro corazón, donde el Espíritu, con gemidos inefables, llora nuestro dolor
y con dulzura y vigor nos envía por los caminos del amor. www.santaclaradeestella.es
3 ¡Señor Jesucristo, hoy tu luz resplandece en nosotros, fuente de vida y de gozo! Danos
tu Espíritu de amor y de verdad para que, como María Magdalena, Pedro y Juan,
sepamos también nosotros descubrir e interpretar a la luz de la Palabra los signos de tu
vida divina presente en nuestro mundo y acogerlos con fe para vivir siempre en el gozo
de tu presencia junto a nosotros, aun cuando todo parezca rodeado de las tinieblas de la
tristeza y del mal. www.ocarm.org
4 ¡Dios de Resurrección! Éste es el día en que actuó el Señor: sea nuestra alegría y
nuestro gozo. Igual que como a tu hijo, por tu gracia mi Señor y mi Dios, resucítanos,
haznos nuevas creaturas. Que a partir de hoy nuestro Cielo, Tierra y nuestra alma; sean
nuevos. Que hoy sea el primer día de la semana, muy temprano, para tantas almas que
aún no aceptan el amor y la misericordia de Jesucristo, nuestra Luz. ¡Ven Espíritu
Santo!, brilla en nosotros tu Luz de Resurrección y que seamos cristianos verdaderos:
Viendo a Cristo, Creyendo en Cristo, y encarnándolo en nuestro corazón por siempre.
Amen. www.dario.res
5 Señor resucitado, hemos comprendido el significado de tu Palabra: la Iglesia de todos
los tiempos debe andar siempre en busca de los signos de tu resurrección. En la Iglesia
existen, ciertamente, diferentes temperamentos y diferentes mentalidades: está el
afecto de María, la intuición de Juan, la lentitud de Pedro, pero todos debemos tener el
ansia común de tu presencia entre nosotros.
Todos debemos colaborar, aunque seamos diferentes, para reconstruir juntos la
orientación de la existencia, allí donde parecen haber desaparecido los signos de tu
presencia frente a graves dificultades. Sólo la búsqueda en común y la ayuda de unos a
otros nos conducirán a encontrarnos reunidos en el reconocimiento de los signos de tu
presencia (C. M. Martini). www.evangeliodeJuan.GiorgioZevini
5 Contemplación. ¿Cómo interiorizamos la palabra de Dios? La palabra en el
corazón de los Padres.
Estarás en condiciones de reconocer que tu espíritu ha resucitado plenamente en Cristo
si puede decir con íntima convicción: « ¡Si Jesús vive, eso me basta!». Estas palabras
expresan de verdad una adhesión profunda y digna de los amigos de Jesús. Cuan puro
es el afecto que puede decir: « ¡Si Jesús vive, eso me basta!». Si él vive, vivo yo,
porque mi alma está suspendida de él; más aún, él es mi vida y todo aquello de lo que
tengo necesidad.
¿Qué puede faltarme, en efecto, si Jesús vive? Aun cuando me faltara todo, no me
importa, con tal de que viva Jesús... Incluso si a él le complaciera que yo me faltara a
mí mismo, me basta con que él viva, con tal que sea para él mismo. Sólo cuando el
amor de Cristo absorba de este modo tan total el corazón del hombre, hasta el punto de
que se abandone y se olvide de sí mismo y sólo se muestre sensible a Jesucristo y a
todo lo relacionado con él, sólo entonces será perfecta en él la caridad (Guerrico de
Igny, Serrno in Pascha, i, 5).
www.santaclaradeestella.es

Los evangelios y los Hechos de los apóstoles refieren diez apariciones del Señor después
de la resurrección. El Señor quiso mostrarnos así que estaba presente en cada lugar con
su divinidad.
Se apareció a las mujeres que lloraban junto al sepulcro: también está cerca de
nosotros, saludablemente doloridos por el recuerdo de su Pasión.
Se hizo encontrar por las mujeres que volvían del sepulcro, para que, tras reconocerle,
anunciaran la alegría de la resurrección: también está cerca de nosotros cuando nos
sentimos alegres de anunciar a nuestro prójimo el bien que hemos aprendido.
Se apareció cuando partió el pan a los dos que le habían hospedado, creyéndole
extranjero: también está cerca de nosotros cuando compartimos voluntariamente todo
lo que poseemos con los peregrinos y los pobres; está cerca de nosotros cuando
partimos el pan y nos alimentamos del sacramento de su cuerpo, es decir, del Pan vivo,
con ánimo sencillo y casto.
Se apareció en un lugar cerrado a los discípulos que conversaban sobre su resurrección:
también está cerca de nosotros cada vez que nos reunimos para hablar de su gracia.
Se apareció mientras los discípulos estaban con las puertas cerradas por temor a los
judíos: está cerca para confortar a la Iglesia cuando se le impide mostrarse en público y
difundirse.
Se apareció cuando pescaban y les ayudó con beneficios divinos: también está cerca de
nosotros cuando nos dedicamos a los compromisos de la vida temporal y añade la ayuda
de su piedad a nuestras justas fatigas.
Se apareció cuando estaban sentados a la mesa: también está cerca de nosotros
cuando, según las palabras del apóstol, comemos o bebemos o hacemos cualquier otra
cosa para gloria de Dios (cf. 1 Cor 10,31).
Se apareció, por último, a los discípulos cuando iba a ascender al cielo: estará también
cerca de nosotros, a fin de que merezcamos seguirle al cielo después de la muerte, si
antes de la muerte le hemos seguido a Betania, donde ascendió. También nosotros
iremos allí si hacemos lo que él nos manda, si dirigimos nuestra mirada a lo que nos ha
prometido: «se fiel hasta la muerte y te daré la corona de la vida», (Ap 2,10) (Beda el
Venerable, Omelie sul Vangelo, II, 8, Roma 1990, 339s, passim).
www.evangeliodeJuan.GiorgioZevini

6 Acción. ¿A qué me comprometo con Dios? Para custodiar y vivir la palabra.


Repite con frecuencia y vive hoy la Palabra: «Si habéis resucitado con Cristo,
buscad las cosas de arriba» (Col 3,1).
Repite con frecuencia y vive hoy la Palabra: «Entonces entro también el otro
discípulo, el que había llegado primero al sepulcro. Vio y creyó» (v. 8).
7 Para la lectura espiritual. Caminar con la palabra.
En el fluir confuso de los acontecimientos hemos descubierto un centro, hemos
descubierto un punto de apoyo: ¡Cristo ha resucitado!
Existe una sola verdad: ¡Cristo ha resucitado! Existe una sola verdad dirigida a todos:
¡Cristo ha resucitado!
Si el Dios-Hombre no hubiera resucitado, entonces todo el mundo se habría vuelto
completamente absurdo y Pilato hubiera tenido razón cuando preguntó con desdén:
«¿Qué es la verdad?». Si el Dios-Hombre no hubiera resucitado, todas las cosas más
preciosas se habrían vuelto indefectiblemente cenizas, la belleza se habría marchitado
de manera irrevocable. Si el Dios-Hombre no hubiera resucitado, el puente entre la
tierra y el cielo se habría hundido para siempre. Y nosotros habríamos perdido la una y
el otro, porque no habríamos conocido el cielo, ni habríamos podido defendernos de la
aniquilación de la tierra. Pero ha resucitado aquel ante el que somos eternamente
culpables, y Pilato y Caifas se han visto cubiertos de infamia.
Un estremecimiento de júbilo desconcierta a la criatura, que exulta de pura alegría
porque Cristo ha resucitado y llama junto a él a su Esposa: « ¡Levántate, amiga mía,
hermosa mía, y ven!».
Llega a su cumplimiento el gran misterio de la salvación. Crece la semilla de la vida y
renueva de manera misteriosa el corazón de la criatura. La Esposa y el Espíritu dicen al
Cordero: « ¡Ven!». La Esposa, gloriosa y esplendente de su belleza primordial,
encontrará al Cordero (P. Florenskij, // cuore cherubico, Cásale Monferrato 1999, pp.
172-174, passim). www.santaclaradeestella.es
En Roma, en la Jornada de la Juventud del Jubileo del año 2000, había un «anciano» en
la plaza de la Basílica de San Juan, había un «anciano» en las gradas de la Basílica de
San Pedro, había un «anciano» en el inmenso prado de Tor Vergata, en la periferia de
Roma. Había un «anciano» feliz, Juan Pablo II. Y había un mar de jóvenes en San Juan,
en San Pedro, en Tor Vergata. Gritaban: «El papa es joven como nosotros»,
«Viva el papa». El bromeaba, les pinchaba. Decía: «El papa vive. Vive con ochenta años
y los jóvenes le quieren siempre joven. ¿Cómo vamos a hacer?». Se entrelazaba así la
festiva participación de los jóvenes en la vida intensa de aquel hombre que con ellos
recuperaba la antigua fuerza de la voz y de la alegría.
En la celebracion del Jubileo del 2000 estaba aconteciendo el Paso del cristianismo al
tercer milenio. En la desaparición de un siglo y en el nacimiento de uno nuevo, el
«anciano» se sentía como Pedro en la mañana de Pascua, cuando vio el sepulcro abierto
del Resucitado (Jn 20,3-8). Es el relato verdadero de la Pascua del Señor, pero tal vez
sea también un símbolo. El excavado en la roca ya no era un sepulcro de muerte, ya no
era un lugar de llanto. Sin embargo, el joven no entro solo, sino que espero a que el
anciano Pedro le hiciera descubrir lo que salía de aquella roca excavada: la resurrección,
la redención, la gracia.
Aquel sepulcro precioso del comienzo de la era cristiana tal vez sea una imagen del
nuevo milenio. Los jóvenes se encaminan, a partir de su arrobador Jubileo romano,
hacia este mundo nuevo. Corren, como el discípulo Juan, hacia el lugar de la
resurrección; piensan llegar los primeros, pero deben esperar: deben aguardar a alguien
que les introduzca en la roca del Señor. Pedro, el «anciano Papa», está allí con ellos, con
paso lento, con su rostro marcado por el sufrimiento. Pero esta allí. Porque es el
«anciano» el que conduce a los jóvenes, y no al revés (D. del Rio, Roveto ardente, Roma
2000, 81-83, passim).
www.evangeliodeJuan.GiorgioZevini

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✞ ✞ ✞ Profesión de Fe

Creo en Dios, Padre todopoderoso, Creador del cielo y de la tierra. Creo en Jesucristo, su
único Hijo, nuestro Señor,
Se inclina levemente la cabeza en señal de respeto.
Que fue concebido por obra y gracia del Espíritu Santo, nació de Santa María Virgen.
Se finaliza la inclinación de la cabeza.

Padeció bajo el poder de Poncio Pilato, fue crucificado, muerto y sepultado, descendió a
los infiernos, al tercer día resucitó de entre los muertos, subió a los cielos y está sentado
a la derecha de Dios, Padre todopoderoso. Desde allí ha de venir a juzgar a vivos y
muertos. Creo en el Espíritu Santo, la santa Iglesia católica, la comunión de los santos,
el perdón de los pecados, la resurrección de la carne y la vida eterna. Amén.

✞ ✞ ✞ Intenciones (Oracion de los fieles)

Oremos a Dios Padre, autor de la vida, que resucitó a su Hijo Jesucristo.


- Por la Iglesia, para que, renovándose sin cesar, pueda anunciar al mundo la vida
nueva en Cristo. Roguemos al Señor.
- Por los bautizados en la noche de Pascua, para que, despojados del hombre viejo y
revestidos del hombre nuevo, a imagen de Cristo, perseveren en la fe que han sellado
en el bautismo. Roguemos al Señor.
- Por la humanidad que sufre, para que el Señor Jesús, el Viviente, encienda en ella la
esperanza de la liberación de todo mal. Roguemos al Señor.
- Por nosotros, que celebramos esta Pascua, para que, cuando aparezca Cristo, vida
nuestra, aparezcamos juntamente con él en la gloria. Roguemos al Señor.
Escucha, Señor, en la plegaria de tu Iglesia, el anhelo de toda la humanidad: la
resurrección y la vida sin término. Te lo pedimos por Jesucristo, tu Hijo, a quien has
constituido Señor de vivos y muertos, cabeza de la nueva humanidad, que vive,
intercediendo por nosotros, y reina por los siglos de los siglos.
• En este día santísimo, en que la potencia del Espíritu nos crea como hombres nuevos,
a imagen del Señor resucitado, y hace de todos nosotros un pueblo santo, elevemos
nuestra oración común para que la alegría pascual se extienda por todo el mundo.
R. Por la resurrección de tu Hijo, escúchanos, Padre.
- Por la iglesia de Dios: para que cada día sea más consciente de ser la comunidad
pascual, generada por Cristo humillado en la cruz y glorificado en la resurrección.
Roguemos al Señor.
R. Por la resurrección de tu Hijo, escúchanos, Padre.
- Por todos los bautizados: Para que en la aspersión de la sangre y el agua que brotan
del costado de Cristo, renueven la gracia de su nacimiento en el Espíritu. Roguemos al
Señor.
R. Por la resurrección de tu Hijo, escúchanos, Padre.
- Por toda la humanidad: para que se extienda por el mundo el alegre anuncio de que en
Cristo se han hecho las paces del hombre con Dios, del hombre consigo mismo y del
hombre con sus hermanos. Roguemos al Señor.
R. Por la resurrección de tu Hijo, escúchanos, Padre.
- Por nuestra familias: para que en todas las casas se celebre el acontecimiento pascual
en sinceridad y verdad, y se comparta el don del Señor con una hospitalidad festiva con
los pobres y los que sufren. Roguemos al Señor.
R. Por la resurrección de tu Hijo, escúchanos, Padre.
- Por todas las hermanas y hermanos difuntos: para que desde ahora sean comensales
del reino eterno, mientras esperan la resurrección de los cuerpos al final de los tiempos.
Roguemos al Señor.
R. Por la resurrección de tu Hijo, escúchanos, Padre.
Padre, que en la resurrección de tu Hijo ahuyentas todos los miedos y haces posible lo
que nuestro corazón no se atreve a esperar; concede a todos los que se llaman
cristianos renovarse en el pensamiento y en las obras, con la fe de quien se siente
resucitado en el bautismo. Por Jesucristo nuestro Señor.

3 LITURGIA EUCARISTICA
Sacerdote: Orad hermanos para que este sacrificio, mío y vuestro, sea
agradable a Dios, Padre todopoderoso.
Todos: El Señor reciba de tus manos este sacrificio, para alabanza y gloria
de su Nombre, para nuestro bien y el de toda su santa Iglesia. (→ Este es el
Compendio de la Misa)

✞ ✞ ✞ Oración sobre las Ofrendas

*** Se llevan al altar los dones; el pan y el vino. *** Acepta, Señor, nuestro corazón contrito y nuestro
espíritu humilde; que éste sea hoy nuestro sacrificio y que sea agradable en tu presencia, Señor, Dios
nuestro. *** Lava del todo mi delito, Señor, limpia mi pecado.

• Rebosantes de gozo pascual, ofrecemos, Señor, este sacrificio en el que tan


maravillosamente renace y se alimenta tu Iglesia. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Introducción a la plegaria eucarística
Centro y el culmen de toda la celebración. Es una plegaria de acción de gracias y de consagración. El
sentido de esta oración es que toda la congregación de fieles se una con Cristo en el reconocimiento de
las grandezas de Dios y en la ofrenda del sacrificio.

• Jesús entregó su vida por nosotros para traernos todas las riquezas de la vida de Dios.
Él vino a ser la semilla que muere en el surco para que nosotros tengamos vida,
crezcamos y florezcamos. Nos unimos a Jesús para dar gracias al Padre.
a) Acción de gracias
El Señor esté con vosotros. R/ Y con tu espíritu. Levantemos el corazón R/ Lo tenemos
levantado hacia el Señor. Demos gracias al Señor, nuestro Dios. R/ Es justo y necesario.
Prefacio Pascual I. El misterio Pascual
En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación glorificarte siempre, Señor;
pero más que nunca exaltarte en este día en que Cristo, nuestra Pascua, ha sido
inmolado.
Porque Él es el verdadero Cordero que quitó el pecado del mundo; muriendo destruyó
nuestra muerte, y resucitando restauró la vida.
• Gracias, Jesús, por mostrarme una vez qué hermoso es el camino de la Luz. Quiero
avanzar por ese camino de la mano de tu Madre, la Sierva humilde y pura a quien se le
reveló la grandeza del amor de Dios. Quiero, Señor, ser portador de la luz verdadera
para mi familia, mis amigos y para todos aquellos con los que pueda compartir la
inmensa alegría de creer en Ti. Amén
(Si quieres, puedes pedirle al Señor por tus intenciones).
Reza un Padre Nuestro, un Ave María y un Gloria…
Por eso, con esta efusión de gozo pascual, el mundo entero se desborda de alegría, y
también los coros celestiales, los ángeles y los arcángeles, cantan el himno de tu gloria
diciendo sin cesar:
b) Santo: con esta aclamación toda la asamblea, uniéndose a las jerarquías celestiales, canta o recita
las alabanzas a Dios.

Santo, Santo, Santo es el Señor, Dios del Universo. Llenos están el cielo y la tierra de tu
gloria. Hosanna en el cielo. Bendito el que viene en nombre del Señor. Hosanna en el
cielo.
c) Epíclesis Se implora el poder divino para que los dones se conviertan en el Cuerpo y la Sangre de
Cristo, y para que la víctima inmaculada que se va a recibir en la comunión sea para salvación de quienes
la reciban.

Santo eres en verdad, Padre, y con razón te alaban todas tus criaturas, ya que por
Jesucristo, tu Hijo, Señor nuestro, con la fuerza del Espíritu Santo, das vida y santificas
todo, y congregas a tu pueblo sin cesar, para que ofrezca en tu honor un sacrificio sin
mancha desde donde sale el sol hasta el ocaso. Por eso, Padre, te suplicamos que
santifiques por el mismo Espíritu estos dones que hemos separado para ti, de manera
que se conviertan en el Cuerpo y la Sangre de Jesucristo, Hijo tuyo y Señor nuestro, que
nos mandó celebrar estos misterios.
d) Narración de la institución y consagración. Con las palabras y gestos de Cristo, se
realiza el sacrificio que él mismo instituyó en la última cena. Momento más solemne de la Misa; es la
transubstanciación: pan y vino desaparecen al convertirse en el Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de
Cristo. Dios se hace presente ante nosotros con todo su amor. ¡Bendito Jesus en el Santísimo sacramento
del Altar!

Porque Él mismo, la noche en que iba a ser entregado, tomó pan y dando gracias te
bendijo, lo partió y lo dio a sus discípulos, diciendo: "Tomen y coman todos de él,
porque esto es mi Cuerpo, que será entregado por ustedes".
Del mismo modo, acabada la cena, tomó el cáliz, y, dando gracias te bendijo, y lo pasó a
sus discípulos, diciendo: "Tomen y beban todos de él, porque éste es el cáliz de mi
Sangre, Sangre de la alianza nueva y eterna, que será derramada por ustedes y por
muchos para el perdón de los pecados. Hagan esto en conmemoración mía".
e) Anámnesis. La Iglesia, al cumplir este encargo que, a través de los Apóstoles, recibió de Cristo
Señor, realiza el memorial del mismo Cristo, su Reactualización, recordando principalmente su
bienaventurada pasión, su gloriosa resurrección y la ascensión al cielo.
Éste es el sacramento de nuestra fe. R/ Anunciamos tu muerte, proclamamos tu
resurrección. ¡Ven, Señor Jesús!
f) Oblación. La asamblea ofrece al Padre la víctima inmaculada, y con ella se ofrece cada uno de los
participantes.

Así, pues, Padre, al celebrar ahora el memorial de la pasión salvadora de tu Hijo, de su


admirable resurrección y ascensión al cielo, mientras esperamos su venida gloriosa, te
ofrecemos, en esta acción de gracias, el sacrificio vivo y santo.
Dirige tu mirada sobre la ofrenda de tu Iglesia y reconoce en ella la Víctima por cuya
inmolación quisiste devolvemos tu amistad, para que, fortalecidos con el Cuerpo y la
Sangre de tu Hijo y llenos de su Espíritu Santo, formemos en Cristo un solo cuerpo y un
solo espíritu.
Que Él nos transforme en ofrenda permanente, para que gocemos de tu heredad junto
con tus elegidos: con María, la Virgen Madre de Dios, los apóstoles y los mártires, (san
N.: santo del día o patrono) y todos los santos, por cuya intercesión confiamos obtener
siempre tu ayuda.
Te pedimos, Padre, que esta Víctima de reconciliación traiga la paz y la salvación al
mundo entero. Confirma en la fe y en la caridad a tu Iglesia, peregrina en la tierra: a tu
servidor, el Papa N., a nuestro Obispo N., al orden episcopal, a los presbíteros y
diáconos, y a todo el pueblo redimido por ti.
g) Intercesiones. Con ellas se da a entender que la Eucaristía se celebra en comunión con toda la
Iglesia, celeste y terrena, y que la oblación se hace por ella y por todos sus miembros, vivos y difuntos.

Atiende los deseos y súplicas de esta familia que has congregado en tu presencia, en el
domingo, día en que Cristo ha vencido a la muerte y nos ha hecho partícipes de su vida
inmortal. Reúne en torno a ti, Padre misericordioso, a todos tus hijos dispersos por el
mundo.
A nuestros hermanos difuntos y a cuantos murieron en tu amistad recíbelos en tu reino,
donde esperamos gozar todos juntos de la plenitud eterna de tu gloria, por Cristo, Señor
nuestro, por quien concedes al mundo todos los bienes.
Padre eterno, te ofrecemos la Preciosísima Sangre de Jesús, con todas las
Misas celebradas en el mundo en éste día, por las benditas Almas del
Purgatorio. Y Concédeles, Señor, el descanso eterno y brille para ellas la luz
perpetua. Amén.
h) Doxología final. Se expresa la glorificación de Dios y se concluye y confirma con el amen del
pueblo.

Por Cristo, con Él y en Él, a ti, Dios Padre omnipotente, en la unidad del
Espíritu Santo, todo Honor y toda Gloria por los siglos de los siglos. Amén
✞ ✞ ✞ Rito de la comunión
Significa "común unión". Al acercarnos a comulgar, además de recibir a Jesús dentro de nosotros y de
abrazarlo con tanto amor y alegría, nos unimos a toda la Iglesia en esa misma alegría y amor.

a) Introducción al Padrenuestro
Con las palabras de Jesús nuestro Señor oremos al Padre de todos para que su reino venga a cada
persona de la tierra.

• Con Jesús nuestro Señor, oremos al Padre de todos, para que por su bendición y
gracia volvamos a nacer en el mismo Cristo Salvador.
• Unidos en el amor de Cristo, por el Espíritu Santo que hemos recibido, dirijámonos al
Padre con la oración que el Señor nos enseñó:
R/ Padre nuestro…
b) Rito de la Paz
Los fieles imploran la paz y la unidad para la iglesia y para toda la familia humana y se expresan
mutuamente la caridad antes de participar de un mismo pan.

Líbranos, Señor.
• Líbranos, Señor, de todos los males, y del miedo a renacer en el amor a Jesucristo. Por
tu misericordia, guárdanos libres de nuestro egoísmo y apegos, de nuestros dioses, para
que con alegría vivamos en la esperanza por la resurrección gloriosa de nuestro Señor y
Salvador, Jesucristo.
Líbranos, Señor de todos los males, y concédenos la paz en nuestros días, para que
ayudados por tu misericordia, vivamos libres de pecado y protegidos de toda
perturbación, y aguardando la venida gloriosa de Jesucristo, nuestra esperanza.

R/. Tuyo es el reino, tuyo el poder y la gloria, por siempre, Señor.


• Señor Jesucristo: tú dijiste a tus apóstoles: “La paz o dejo, mi paz os doy; no se
preocupen de lo que tengan que decir en su defensa; ni un cabello de vuestra cabeza
perecerá”. Ante acontecimientos y adversidades terribles, ayúdanos a no tener pánico, a
mantener nuestra serenidad interior y a encontrar y guardar la paz de tu reino eterno
donde tú vives y reinas por los siglos de los siglos.
Señor Jesucristo, que dijiste a tus apóstoles: "La paz les dejo, mi paz les doy", no
tengas en cuenta nuestros pecados, sino la fe de tu Iglesia y, conforme a tu palabra,
concédele la paz y la unidad. Tú, que vives y reinas por los siglos de los siglos. R/.
Amén.
La paz del Señor esté siempre con ustedes. R/. Y con tu espíritu.
Dense fraternalmente la paz.
Cordero de Dios, que quitas el pecado del mundo. R. Ten piedad de nosotros.
Cordero de Dios, que quitas el pecado del mundo. R. Ten piedad de nosotros.
Cordero de Dios, que quitas el pecado del mundo. R. Danos la paz.
Invitación a la Comunión
• Éste es Jesús, nuestro Señor resucitado, que dijo a sus apóstoles, y nos dice de nuevo
a nosotros esta noche: “Yo soy el pan de vida. Quienes comen mi carne y beben mi
sangre tienen vida eterna y yo viviré en ellos”. Con esta clara fe, acerquémonos a la
mesa del Señor.
• Éste es el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo. Dichosos los invitados a la
cena del Señor.

R. Señor, no soy digno de que entres en mi casa, pero una Palabra tuya
bastará para sanarme.
c) El gesto de la fracción del pan: Significa que nosotros, que somos muchos, en la comunión
de un solo pan de vida, que es Cristo, nos hacemos un solo cuerpo (1 Co 10,17)

d) Inmixión o mezcla: el celebrante deja caer una parte del pan consagrado en el cáliz.
Antífona de comunión Cf. 1 Cor 5, 7-8
Ha sido inmolada nuestra víctima pascual: Cristo. Aleluya. Así, pues, celebremos con los
panes ázimos de la sinceridad y la verdad. Aleluya, aleluya.

✞ ✞ ✞ Oración después de la Comunión

Protege, oh, Dios, a tu Iglesia con misericordia perpetua, para que, renovada por los
sacramentos pascuales, llegue a la gloria de la resurrección. Por Jesucristo, nuestro
Señor.
• Señor Dios, Padre nuestro: Con inmensa alegría hemos participado en la Cena Pascual
de tu Hijo. Por su cuerpo y sangre nos has asegurado que estamos destinados a la vida
eterna, y que esta vida está ya desarrollándose en nosotros. Sigue llenándonos con el
Espíritu de tu amor, para que vivamos en la alegría de tu pueblo santo, siendo todos uno
de mente y corazón por el amor, y viviendo los unos para los otros, y todos para ti,
nuestro Dios y Padre, por los siglos de los siglos.

4 RITO DE CONCLUSION
Consta de saludo, bendición sacerdotal, y de la despedida, con la que se disuelve la asamblea, para que
cada uno vuelva a sus honestos quehaceres alabando y bendiciendo al Señor.

✞ ✞ ✞ Despedida

Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos
de los siglos. R/ Amén.
¡Cristo, Rey nuestro! R/ ¡Venga tu Reino!

Consagración a María
Pidámosle a María que nos acompañe siempre:
Bajo tu amparo nos acogemos, santa Madre de Dios; no deseches las oraciones que te
dirigimos en nuestras necesidades, antes bien líbranos de todo peligro, ¡oh Virgen
gloriosa y bendita! Amén.

Oracion a San Miguel Arcángel.


San Miguel Arcángel, defiéndenos en la lucha. Sé nuestro amparo contra la perversidad
y acechanzas del demonio. Que Dios manifieste sobre él su poder, es nuestra humilde
súplica. Y tú, oh Príncipe de la Milicia Celestial, con el poder que Dios te ha conferido,
arroja al infierno a Satanás, y a los demás espíritus malignos que vagan por el mundo
para la perdición de las almas. Amén

✞ ✞ ✞ Bendición

Para la bendición final de la misa, conviene que el sacerdote use la fórmula de bendición
solemne para la misa de la Vigilia pascual.
Que os bendiga Dios todopoderoso en la solemnidad pascual que hoy celebramos y,
compasivo, os defienda de toda asechanza del pecado.
R. Amén.
El que os ha renovado para la vida eterna, en la resurrección de su Unigénito, os colme
con el premio de la inmortalidad.
R. Amén.
Y quienes, terminados los días de la pasión del Señor, habéis participado en los gozos de
la fiesta de Pascua, podáis llegar, por su gracia, con espíritu exultante a aquellas fiestas
que se celebran con alegría eterna.
R. Amén.
Y la bendición de Dios todopoderoso, Padre, Hijo + y Espíritu Santo, descienda sobre
vosotros y os acompañe siempre.
R. Amén.

Para despedir al pueblo, durante toda la octava, hasta el II domingo de Pascua, se


canta:
Podéis ir en paz, aleluya, aleluya.
Y todos responden:
R. Demos gracias a Dios, aleluya, aleluya.
Si no se canta, se dice.
2
Hermanos: ¡Qué experiencia única de alegría si hemos revivido realmente esta noche
santa lo que hemos llegado a ser por medio de la resurrección de Jesucristo! Queremos
mantenernos viviendo en la esperanza y felicidad de un pueblo que ha resucitado por
encima del mal y del pecado, y se esfuerza por vivir para favorecer todo lo bueno, justo
y bello.
Que la bendición de Dios todopoderoso y amoroso, Padre, Hijo y Espíritu Santo
descienda sobre nosotros y nos acompañe siempre
Amén
✞ ✞ ✞ Abba Padre, gracias te doy por enseñarme a Cristo histórico. Y ahora, por tu gracia
y Espíritu Santo concédeme fortalecer la fe, para caminar con Cristo, por Cristo y en
Cristo, ya no histórico, sino Pan vivo bajado del cielo.
«Tú eres Cristo, el Hijo de Dios Vivo» Mt 16, 16

DIRECTORIO HOMILÉTICO
Ap I. La homilía y el Catecismo de la Iglesia Católica.
Ciclo C. Domingo de Pascua - Resurrección del Señor.
La Resurrección de Cristo y nuestra resurrección
AL TERCER DÍA RESUCITÓ DE ENTRE LOS MUERTOS
638 "Os anunciamos la Buena Nueva de que la Promesa hecha a los padres Dios la ha
cumplido en nosotros, los hijos, al resucitar a Jesús (Hch 13, 32-33). La Resurrección de
Jesús es la verdad culminante de nuestra fe en Cristo, creída y vivida por la primera
comunidad cristiana como verdad central, transmitida como fundamental por la
Tradición, establecida en los documentos del Nuevo Testamento, predicada como parte
esencial del Misterio Pascual al mismo tiempo que la Cruz:
Cristo resucitó de entre los muertos.
Con su muerte venció a la muerte.
A los muertos ha dado la vida.
(Liturgia bizantina, Tropario de Pascua)
EL ACONTECIMIENTO HISTÓRICO Y TRASCENDENTE
639 El misterio de la resurrección de Cristo es un acontecimiento real que tuvo
manifestaciones históricamente comprobadas como lo atestigua el Nuevo Testamento.
Ya San Pablo, hacia el año 56, puede escribir a los Corintios: "Porque os transmití, en
primer lugar, lo que a mi vez recibí: que Cristo murió por nuestros pecados, según las
Escrituras; que fue sepultado y que resucitó al tercer día, según las Escrituras; que se
apareció a Cefas y luego a los Doce: "(1 Co 15, 3-4). El Apóstol habla aquí de la
tradición viva de la Resurrección que recibió después de su conversión a las puertas de
Damasco (cf. Hch 9, 3-18).
El sepulcro vacío
640 "¿Por qué buscar entre los muertos al que vive? No está aquí, ha resucitado" (Lc 24,
5-6). En el marco de los acontecimientos de Pascua, el primer elemento que se
encuentra es el sepulcro vacío. No es en sí una prueba directa. La ausencia del cuerpo
de Cristo en el sepulcro podría explicarse de otro modo (cf. Jn 20, 13; Mt 28, 11-15). A
pesar de eso, el sepulcro vacío ha constituido para todos un signo esencial. Su
descubrimiento por los discípulos fue el primer paso para el reconocimiento del hecho de
la Resurrección. Es el caso, en primer lugar, de las santas mujeres (cf. Lc 24, 3. 22-23),
después de Pedro (cf. Lc 24, 12). "El discípulo que Jesús amaba" (Jn 20, 2) afirma que,
al entrar en el sepulcro vacío y al descubrir "las vendas en el suelo"(Jn 20, 6) "vio y
creyó" (Jn 20, 8). Eso supone que constató en el estado del sepulcro vacío (cf. Jn 20, 5-
7) que la ausencia del cuerpo de Jesús no había podido ser obra humana y que Jesús no
había vuelto simplemente a una vida terrenal como había sido el caso de Lázaro (cf. Jn
11, 44).
Las apariciones del Resucitado
641 María Magdalena y las santas mujeres, que venían de embalsamar el cuerpo de
Jesús (cf. Mc 16, 1; Lc 24, 1) enterrado a prisa en la tarde del Viernes Santo por la
llegada del Sábado (cf. Jn 19, 31. 42) fueron las primeras en encontrar al Resucitado
(cf. Mt 28, 9-10; Jn 20, 11-18). Así las mujeres fueron las primeras mensajeras de la
Resurrección de Cristo para los propios Apóstoles (cf. Lc 24, 9-10). Jesús se apareció en
seguida a ellos, primero a Pedro, después a los Doce (cf. 1Co 15, 5). Pedro, llamado a
confirmar en la fe a sus hermanos (cf. Lc 22, 31-32), ve por tanto al Resucitado antes
que los demás y sobre su testimonio es sobre el que la comunidad exclama: "¡Es
verdad! ¡El Señor ha resucitado y se ha aparecido a Simón!" (Lc 24, 34).
642 Todo lo que sucedió en estas jornadas pascuales compromete a cada uno de los
Apóstoles - y a Pedro en particular - en la construcción de la era nueva que comenzó en
la mañana de Pascua. Como testigos del Resucitado, los apóstoles son las piedras de
fundación de su Iglesia. La fe de la primera comunidad de creyentes se funda en el
testimonio de hombres concretos, conocidos de los cristianos y, para la mayoría,
viviendo entre ellos todavía. Estos "testigos de la Resurrección de Cristo" (cf. Hch 1, 22)
son ante todo Pedro y los Doce, pero no solamente ellos: Pablo habla claramente de más
de quinientas personas a las que se apareció Jesús en una sola vez, además de Santiago
y de todos los apóstoles (cf. 1Co 15, 4-8).
643 Ante estos testimonios es imposible interpretar la Resurrección de Cristo fuera del
orden físico, y no reconocerlo como un hecho histórico. Sabemos por los hechos que la
fe de los discípulos fue sometida a la prueba radical de la pasión y de la muerte en cruz
de su Maestro, anunciada por él de antemano (cf. Lc 22, 31-32). La sacudida provocada
por la pasión fue tan grande que los discípulos (por lo menos, algunos de ellos) no
creyeron tan pronto en la noticia de la resurrección. Los evangelios, lejos de mostrarnos
una comunidad arrobada por una exaltación mística, los evangelios nos presentan a los
discípulos abatidos ("la cara sombría": Lc 24, 17) y asustados (cf. Jn 20, 19). Por eso no
creyeron a las santas mujeres que regresaban del sepulcro y "sus palabras les parecían
como desatinos" (Lc 24, 11; cf. Mc 16, 11. 13). Cuando Jesús se manifiesta a los once
en la tarde de Pascua "les echó en cara su incredulidad y su dureza de cabeza por no
haber creído a quienes le habían visto resucitado" (Mc 16, 14).
644 Tan imposible les parece la cosa que, incluso puestos ante la realidad de Jesús
resucitado, los discípulos dudan todavía (cf. Lc 24, 38): creen ver un espíritu (cf. Lc 24,
39). "No acaban de creerlo a causa de la alegría y estaban asombrados" (Lc 24, 41).
Tomás conocerá la misma prueba de la duda (cf. Jn 20, 24-27) y, en su última aparición
en Galilea referida por Mateo, "algunos sin embargo dudaron" (Mt 28, 17). Por esto la
hipótesis según la cual la resurrección habría sido un "producto" de la fe (o de la
credulidad) de los apóstoles no tiene consistencia. Muy al contrario, su fe en la
Resurrección nació -bajo la acción de la gracia divina- de la experiencia directa de la
realidad de Jesús resucitado.
El estado de la humanidad resucitada de Cristo
645 Jesús resucitado establece con sus discípulos relaciones directas mediante el tacto
(cf. Lc 24, 39; Jn 20, 27) y el compartir la comida (cf. Lc 24, 30. 41-43; Jn 21, 9. 13-
15). Les invita así a reconocer que él no es un espíritu (cf. Lc 24, 39) pero sobre todo a
que comprueben que el cuerpo resucitado con el que se presenta ante ellos es el mismo
que ha sido martirizado y crucificado ya que sigue llevando las huellas de su pasión (cf
Lc 24, 40; Jn 20, 20. 27). Este cuerpo auténtico y real posee sin embargo al mismo
tiempo las propiedades nuevas de un cuerpo glorioso: no está situado en el espacio ni
en el tiempo, pero puede hacerse presente a su voluntad donde quiere y cuando quiere
(cf. Mt 28, 9. 16-17; Lc 24, 15. 36; Jn 20, 14. 19. 26; Jn 21, 4) porque su humanidad
ya no puede ser retenida en la tierra y no pertenece ya más que al dominio divino del
Padre (cf. Jn 20, 17). Por esta razón también Jesús resucitado es soberanamente libre
de aparecer como quiere: bajo la apariencia de un jardinero (cf. Jn 20, 14-15) o "bajo
otra figura" (Mc 16, 12) distinta de la que les era familiar a los discípulos, y eso para
suscitar su fe (cf. Jn 20, 14. 16; Jn 21, 4. 7).
646 La Resurrección de Cristo no fue un retorno a la vida terrena como en el caso de las
resurrecciones que él había realizado antes de Pascua: la hija de Jairo, el joven de Naim,
Lázaro. Estos hechos eran acontecimientos milagrosos, pero las personas afectadas por
el milagro volvían a tener, por el poder de Jesús, una vida terrena "ordinaria". En cierto
momento, volverán a morir. La resurrección de Cristo es esencialmente diferente. En su
cuerpo resucitado, pasa del estado de muerte a otra vida más allá del tiempo y del
espacio. En la Resurrección, el cuerpo de Jesús se llena del poder del Espíritu Santo;
participa de la vida divina en el estado de su gloria, tanto que San Pablo puede decir de
Cristo que es "el hombre celestial" (cf. 1Co 15, 35-50).
La resurrección como acontecimiento transcendente
647 "¡Qué noche tan dichosa, canta el 'Exultet' de Pascua, sólo ella conoció el momento
en que Cristo resucitó de entre los muertos!". En efecto, nadie fue testigo ocular del
acontecimiento mismo de la Resurrección y ningún evangelista lo describe. Nadie puede
decir cómo sucedió físicamente. Menos aún, su esencia más íntima, el paso a otra vida,
fue perceptible a los sentidos. Acontecimiento histórico demostrable por la señal del
sepulcro vacío y por la realidad de los encuentros de los apóstoles con Cristo resucitado,
no por ello la Resurrección pertenece menos al centro del Misterio de la fe en aquello
que transciende y sobrepasa a la historia. Por eso, Cristo resucitado no se manifiesta al
mundo (cf. Jn 14, 22) sino a sus discípulos, "a los que habían subido con él desde
Galilea a Jerusalén y que ahora son testigos suyos ante el pueblo" (Hch 13, 31).
LA RESURRECCIÓN OBRA DE LA SANTÍSIMA TRINIDAD
648 La Resurrección de Cristo es objeto de fe en cuanto es una intervención
transcendente de Dios mismo en la creación y en la historia. En ella, las tres personas
divinas actúan juntas a la vez y manifiestan su propia originalidad. Se realiza por el
poder del Padre que "ha resucitado" (cf. Hch 2, 24) a Cristo, su Hijo, y de este modo ha
introducido de manera perfecta su humanidad - con su cuerpo - en la Trinidad. Jesús se
revela definitivamente "Hijo de Dios con poder, según el Espíritu de santidad, por su
resurrección de entre los muertos" (Rm 1, 3-4). San Pablo insiste en la manifestación
del poder de Dios (cf. Rm 6, 4; 2 Co 13, 4; Flp 3, 10; Ef 1, 19-22; Hb 7, 16) por la
acción del Espíritu que ha vivificado la humanidad muerta de Jesús y la ha llamado al
estado glorioso de Señor.
649 En cuanto al Hijo, él realiza su propia Resurrección en virtud de su poder divino.
Jesús anuncia que el Hijo del hombre deberá sufrir mucho, morir y luego resucitar
(sentido activo del término) (cf. Mc 8, 31; Mc 9, 9-31; Mc 10, 34). Por otra parte, él
afirma explícitamente: "doy mi vida, para recobrarla de nuevo… Tengo poder para darla
y poder para recobrarla de nuevo" (Jn 10, 17-18). "Creemos que Jesús murió y resucitó"
(1Ts 4, 14).
650 Los Padres contemplan la Resurrección a partir de la persona divina de Cristo que
permaneció unida a su alma y a su cuerpo, separados entre sí por la muerte: "Por la
unidad de la naturaleza divina que permanece presente en cada una de las dos partes
del hombre, éstas se unen de nuevo. Así la muerte se produce por la separación del
compuesto humano, y la Resurrección por la unión de las dos partes separadas" (San
Gregorio Niceno, res. 1; cf. también DS 325; 359; 369; 539).
SENTIDO Y ALCANCE SALVÍFICO DE LA RESURRECCIÓN
651 "Si no resucitó Cristo, vana es nuestra predicación, vana también vuestra fe"(1Co
15, 14). La Resurrección constituye ante todo la confirmación de todo lo que Cristo hizo
y enseñó. Todas las verdades, incluso las más inaccesibles al espíritu humano,
encuentran su justificación si Cristo, al resucitar, ha dado la prueba definitiva de su
autoridad divina según lo había prometido.
652 La Resurrección de Cristo es cumplimiento de las promesas del Antiguo Testamento
(cf. Lc 24, 26-27. 44-48) y del mismo Jesús durante su vida terrenal (cf. Mt 28, 6; Mc
16, 7; Lc 24, 6-7). La expresión "según las Escrituras" (cf. 1Co 15, 3-4 y el Símbolo
nicenoconstantinopolitano) indica que la Resurrección de Cristo cumplió estas
predicciones.
653 La verdad de la divinidad de Jesús es confirmada por su Resurrección. Él había
dicho: "Cuando hayáis levantado al Hijo del hombre, entonces sabréis que Yo Soy" (Jn
8, 28). La Resurrección del Crucificado demostró que verdaderamente, él era "Yo Soy",
el Hijo de Dios y Dios mismo. San Pablo pudo decir a los Judíos: "La Promesa hecha a
los padres Dios la ha cumplido en nosotros… al resucitar a Jesús, como está escrito en el
salmo primero: 'Hijo mío eres tú; yo te he engendrado hoy" (Hch 13, 32-33; cf. Sal 2,
7). La Resurrección de Cristo está estrechamente unida al misterio de la Encarnación del
Hijo de Dios: es su plenitud según el designio eterno de Dios.
654 Hay un doble aspecto en el misterio Pascual: por su muerte nos libera del pecado,
por su Resurrección nos abre el acceso a una nueva vida. Esta es, en primer lugar, la
justificación que nos devuelve a la gracia de Dios (cf. Rm 4, 25) "a fin de que, al igual
que Cristo fue resucitado de entre los muertos… así también nosotros vivamos una
nueva vida" (Rm 6, 4). Consiste en la victoria sobre la muerte y el pecado y en la nueva
participación en la gracia (cf. Ef 2, 4-5; 1P 1, 3). Realiza la adopción filial porque los
hombres se convierten en hermanos de Cristo, como Jesús mismo llama a sus discípulos
después de su Resurrección: "Id, avisad a mis hermanos" (Mt 28, 10; Jn 20, 17).
Hermanos no por naturaleza, sino por don de la gracia, porque esta filiación adoptiva
confiere una participación real en la vida del Hijo único, la que ha revelado plenamente
en su Resurrección.
655 Por último, la Resurrección de Cristo -y el propio Cristo resucitado- es principio y
fuente de nuestra resurrección futura: "Cristo resucitó de entre los muertos como
primicias de los que durmieron… del mismo modo que en Adán mueren todos, así
también todos revivirán en Cristo" (1Co 15, 20-22). En la espera de que esto se realice,
Cristo resucitado vive en el corazón de sus fieles. En El los cristianos "saborean los
prodigios del mundo futuro" (Hb 6, 5) y su vida es arrastrada por Cristo al seno de la
vida divina (cf. Col 3, 1-3) para que ya no vivan para sí los que viven, sino para aquél
que murió y resucitó por ellos" (2Co 5, 15).
989 Creemos firmemente, y así lo esperamos, que del mismo modo que Cristo ha
resucitado verdaderamente de entre los muertos, y que vive para siempre, igualmente
los justos después de su muerte vivirán para siempre con Cristo resucitado y que El los
resucitará en el último día (cf. Jn 6, 39 - 40). Como la suya, nuestra resurrección será
obra de la Santísima Trinidad:
"Si el Espíritu de Aquél que resucitó a Jesús de entre los muertos habita en vosotros,
Aquél que resucitó a Jesús de entre los muertos dará también la vida a vuestros cuerpos
mortales por su Espíritu que habita en vosotros" (Rm 8, 11; cf. 1Ts 4, 14; 1Co 6, 14;
2Co 4, 14; Flp 3, 10 - 11).
1001 ¿Cuándo? Sin duda en el "último día" (Jn 6, 39-40. 44. 54; Jn 11, 24); "al fin del
mundo" (LG 48). En efecto, la resurrección de los muertos está íntimamente asociada a
la Parusía de Cristo:
"El Señor mismo, a la orden dada por la voz de un arcángel y por la trompeta de Dios,
bajará del cielo, y los que murieron en Cristo resucitarán en primer lugar" (1Ts 4, 16).
1002 Si es verdad que Cristo nos resucitará en "el último día", también lo es, en cierto
modo, que nosotros ya hemos resucitado con Cristo. En efecto, gracias al Espíritu Santo,
la vida cristiana en la tierra es, desde ahora, una participación en la muerte y en la
Resurrección de Cristo:
"Sepultados con él en el bautismo, con él también habéis resucitado por la fe en la
acción de Dios, que le resucitó de entre los muertos… Así pues, si habéis resucitado con
Cristo, buscad las cosas de arriba, donde está Cristo sentado a la diestra de Dios" (Col
2, 12; Col 3, 1).
La Pascua, el Día del Señor
647 "¡Qué noche tan dichosa, canta el 'Exultet' de Pascua, sólo ella conoció el momento
en que Cristo resucitó de entre los muertos!". En efecto, nadie fue testigo ocular del
acontecimiento mismo de la Resurrección y ningún evangelista lo describe. Nadie puede
decir cómo sucedió físicamente. Menos aún, su esencia más íntima, el paso a otra vida,
fue perceptible a los sentidos. Acontecimiento histórico demostrable por la señal del
sepulcro vacío y por la realidad de los encuentros de los apóstoles con Cristo resucitado,
no por ello la Resurrección pertenece menos al centro del Misterio de la fe en aquello
que transciende y sobrepasa a la historia. Por eso, Cristo resucitado no se manifiesta al
mundo (cf. Jn 14, 22) sino a sus discípulos, "a los que habían subido con él desde
Galilea a Jerusalén y que ahora son testigos suyos ante el pueblo" (Hch 13, 31).
1167 El domingo es el día por excelencia de la Asamblea litúrgica, en que los fieles
"deben reunirse para, escuchando la palabra de Dios y participando en la Eucaristía,
recordar la pasión, la resurrección y la gloria del Señor Jesús y dar gracias a Dios, que
los 'hizo renacer a la esperanza viva por la resurrección de Jesucristo de entre los
muertos'" (SC 106):
"Cuando meditamos, oh Cristo, las maravillas que fueron realizadas en este día del
domingo de tu santa Resurrección, decimos: Bendito es el día del domingo, porque en él
tuvo comienzo la Creación… la salvación del mundo… la renovación del género humano…
en él el cielo y la tierra se regocijaron y el universo entero quedó lleno de luz. Bendito es
el día del domingo, porque en él fueron abiertas las puertas del paraíso para que Adán y
todos los desterrados entraran en él sin temor" (Fanqîth, Oficio siriaco de Antioquía, vol
6, 1ª parte del verano, p. 193b).
1168 A partir del "Triduo Pascual", como de su fuente de luz, el tiempo nuevo de la
Resurrección llena todo el año litúrgico con su resplandor. De esta fuente, por todas
partes, el año entero queda transfigurado por la Liturgia. Es realmente "año de gracia
del Señor" (cf Lc 4, 19). La Economía de la salvación actúa en el marco del tiempo, pero
desde su cumplimiento en la Pascua de Jesús y la efusión del Espíritu Santo, el fin de la
historia es anticipado, como pregustado, y el Reino de Dios irrumpe en el tiempo de la
humanidad.
1169 Por ello, la Pascua no es simplemente una fiesta entre otras: es la "Fiesta de las
fiestas", "Solemnidad de las solemnidades", como la Eucaristía es el Sacramento de los
sacramentos (el gran sacramento). S. Atanasio la llama "el gran domingo" (Ep. fest.
329), así como la Semana santa es llamada en Oriente "la gran semana". El Misterio de
la Resurrección, en el cual Cristo ha aplastado a la muerte, penetra en nuestro viejo
tiempo con su poderosa energía, hasta que todo le esté sometido.
1170 En el Concilio de Nicea (año 325) todas las Iglesias se pusieron de acuerdo para
que la Pascua cristiana fuese celebrada el domingo que sigue al plenilunio (14 del mes
de Nisán) después del equinoccio de primavera. Por causa de los diversos métodos
utilizados para calcular el 14 del mes de Nisán, en las Iglesias de Occidente y de Oriente
no siempre coincide la fecha de la Pascua. Por eso, dichas Iglesias buscan hoy un
acuerdo, para llegar de nuevo a celebrar en una fecha común el día de la Resurrección
del Señor.
1243 La vestidura blanca simboliza que el bautizado se ha "revestido de Cristo" (Ga 3,
27): ha resucitado con Cristo. El cirio que se enciende en el cirio pascual, significa que
Cristo ha iluminado al neófito. En Cristo, los bautizados son "la luz del mundo" (Mt 5,
14; cf Flp 2, 15).
El nuevo bautizado es ahora hijo de Dios en el Hijo Único. Puede ya decir la oración de
los hijos de Dios: el Padre Nuestro.
1287 Ahora bien, esta plenitud del Espíritu no debía permanecer únicamente en el
Mesías, sino que debía ser comunicada a todo el pueblo mesiánico (cf Ez 36, 25-27; Jl 3,
1-2). En repetidas ocasiones Cristo prometió esta efusión del Espíritu (cf Lc 12, 12; Jn 3,
5-8; Jn 7, 37-39; Jn 16, 7-15; Hch 1, 8), promesa que realizó primero el día de Pascua
(Jn 20, 22) y luego, de manera más manifiesta el día de Pentecostés (cf Hch 2, 1-4).
Llenos del Espíritu Santo, los Apóstoles comienzan a proclamar "las maravillas de Dios"
(Hch 2, 11) y Pedro declara que esta efusión del Espíritu es el signo de los tiempos
mesiánicos (cf Hch 2, 17-18). Los que creyeron en la predicación apostólica y se hicieron
bautizar, recibieron a su vez el don del Espíritu Santo (cf Hch 2, 38).
Los Sacramentos de la iniciación cristiana
1212 Mediante los sacramentos de la iniciación cristiana, el Bautismo, la Confirmación y
la Eucaristía, se ponen los fundamentos de toda vida cristiana. "La participación en la
naturaleza divina que los hombres reciben como don mediante la gracia de Cristo, tiene
cierta analogía con el origen, el crecimiento y el sustento de la vida natural. En efecto,
los fieles renacidos en el Bautismo se fortalecen con el sacramento de la Confirmación y
finalmente, son alimentados en la Eucaristía con el manjar de la vida eterna, y, así por
medio de estos sacramentos de la iniciación cristiana, reciben cada vez con más
abundancia los tesoros de la vida divina y avanzan hacia la perfección de la caridad"
(Pablo VI, Const. apost. "Divinae consortium naturae"; cf OICA, praen. 1 – 2).
El Bautismo
1214 Este sacramento recibe el nombre de Bautismo en razón del carácter del rito
central mediante el que se celebra: bautizar (baptizein en griego) significa "sumergir",
"introducir dentro del agua"; la "inmersión" en el agua simboliza el acto de sepultar al
catecúmeno en la muerte de Cristo de donde sale por la resurrección con El (cf Rm 6, 3-
4; Col 2, 12) como "nueva criatura" (2 Co 5, 17; Ga 6, 15).
1215 Este sacramento es llamado también "baño de regeneración y de renovación del
Espíritu Santo" (Tt 3, 5), porque significa y realiza ese nacimiento del agua y del Espíritu
sin el cual "nadie puede entrar en el Reino de Dios" (Jn 3, 5).
1216 "Este baño es llamado iluminación porque quienes reciben esta enseñanza
(catequética) su espíritu es iluminado… "(S. Justino, Apol. 1, 61, 12). Habiendo recibido
en el Bautismo al Verbo, "la luz verdadera que ilumina a todo hombre" (Jn 1, 9), el
bautizado, "tras haber sido iluminado" (Hb 10, 32), se convierte en "hijo de la luz" (1Ts
5, 5), y en "luz" él mismo (Ef 5, 8):
"El Bautismo es el más bello y magnífico de los dones de Dios… lo llamamos don, gracia,
unción, iluminación, vestidura de incorruptibilidad, baño de regeneración, sello y todo lo
más precioso que hay. Don, porque es conferido a los que no aportan nada; gracia,
porque, es dado incluso a culpables; bautismo, porque el pecado es sepultado en el
agua; unción, porque es sagrado y real (tales son los que son ungidos); iluminación,
porque es luz resplandeciente; vestidura, porque cubre nuestra vergüenza; baño,
porque lava; sello, porque nos guarda y es el signo de la soberanía de Dios" (S. Gregorio
Nacianceno, Or. 40, 3–4).
Las prefiguraciones del Bautismo en la Antigua Alianza
1217 En la Liturgia de la Noche Pascual, cuando se bendice el agua bautismal, la Iglesia
hace solemnemente memoria de los grandes acontecimientos de la historia de la
salvación que prefiguraban ya el misterio del Bautismo:
"¡Oh Dios!, que realizas en tus sacramentos obras admirables con tu poder invisible, y
de diversos modos te has servido de tu criatura el agua para significar la gracia del
bautismo" (MR, Vigilia Pascual, bendición del agua bautismal, 42)
1218 Desde el origen del mundo, el agua, criatura humilde y admirable, es la fuente de
la vida y de la fecundidad. La Sagrada Escritura dice que el Espíritu de Dios "se cernía"
sobre ella (cf. Gn 1, 2):
"¡Oh Dios!, cuyo espíritu, en los orígenes del mundo, se cernía sobre las aguas, para que
ya desde entonces concibieran el poder de santificar" (MR, ibid.).
1219 La Iglesia ha visto en el Arca de Noé una prefiguración de la salvación por el
bautismo. En efecto, por medio de ella "unos pocos, es decir, ocho personas, fueron
salvados a través del agua" (1 P 3, 20):
"¡Oh Dios!, que incluso en las aguas torrenciales del diluvio prefiguraste el nacimiento de
la nueva humanidad, de modo que una misma agua pusiera fin al pecado y diera origen
a la santidad" (MR, ibid.).
1220 Si el agua de manantial simboliza la vida, el agua del mar es un símbolo de la
muerte. Por lo cual, pudo ser símbolo del misterio de la Cruz. Por este simbolismo el
bautismo significa la comunión con la muerte de Cristo.
1221 Sobre todo el paso del Mar Rojo, verdadera liberación de Israel de la esclavitud de
Egipto, es el que anuncia la liberación obrada por el bautismo:
"¡Oh Dios!, que hiciste pasar a pie enjuto por el mar Rojo a los hijos de Abraham, para
que el pueblo liberado de la esclavitud del faraón fuera imagen de la familia de los
bautizados" (MR, ibid.).
1222 Finalmente, el Bautismo es prefigurado en el paso del Jordán, por el que el pueblo
de Dios recibe el don de la tierra prometida a la descendencia de Abraham, imagen de la
vida eterna. La promesa de esta herencia bienaventurada se cumple en la nueva
Alianza.
El bautismo en la Iglesia
1226 Desde el día de Pentecostés la Iglesia ha celebrado y administrado el santo
Bautismo. En efecto, S. Pedro declara a la multitud conmovida por su predicación:
"Convertíos y que cada uno de vosotros se haga bautizar en el nombre de Jesucristo,
para remisión de vuestros pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo" (Hch 2, 38).
Los Apóstoles y sus colaboradores ofrecen el bautismo a quien crea en Jesús: judíos,
hombres temerosos de Dios, paganos (Hch 2, 41; Hch 8, 12-13; Hch 10, 48; Hch 16,
15). El Bautismo aparece siempre ligado a la fe: "Ten fe en el Señor Jesús y te salvarás
tú y tu casa", declara S. Pablo a su carcelero en Filipos. El relato continúa: "el carcelero
inmediatamente recibió el bautismo, él y todos los suyos" (Hch 16, 31-33).
1227 Según el apóstol S. Pablo, por el Bautismo el creyente participa en la muerte de
Cristo; es sepultado y resucita con él:
"¿O es que ignoráis que cuantos fuimos bautizados en Cristo Jesús, fuimos bautizados
en su muerte? Fuimos, pues, con él sepultados por el bautismo en la muerte, a fin de
que, al igual que Cristo fue resucitado de entre los muertos por medio de la gloria del
Padre, así también nosotros vivamos una vida nueva" (Rm 6, 3-4; cf Col 2, 12).
Los bautizados se han "revestido de Cristo" (Ga 3, 27). Por el Espíritu Santo, el
Bautismo es un baño que purifica, santifica y justifica (cf 1 Co 6, 11; 1 Co 12, 13).
1228 El Bautismo es, pues, un baño de agua en el que la "semilla incorruptible" de la
Palabra de Dios produce su efecto vivificador (cf. 1 P 1, 23; Ef 5, 26). S. Agustín dirá del
Bautismo: "Accedit verbum ad elementum, et fit sacramentum" ("Se une la palabra a la
materia, y se hace el sacramento", ev. Io. 80, 3).
La mistagogia de la celebración
1234 El sentido y la gracia del sacramento del Bautismo aparece claramente en los ritos
de su celebración. Cuando se participa atentamente en los gestos y las palabras de esta
celebración, los fieles se inician en las riquezas que este sacramento significa y realiza
en cada nuevo bautizado.
1235 La señal de la cruz, al comienzo de la celebración, señala la impronta de Cristo
sobre el que le va a pertenecer y significa la gracia de la redención que Cristo nos ha
adquirido por su cruz.
1236 El anuncio de la Palabra de Dios ilumina con la verdad revelada a los candidatos y
a la asamblea y suscita la respuesta de la fe, inseparable del Bautismo. En efecto, el
Bautismo es de un modo particular "el sacramento de la fe" por ser la entrada
sacramental en la vida de fe.
1237 Puesto que el Bautismo significa la liberación del pecado y de su instigador, el
diablo, se pronuncian uno o varios exorcismos sobre el candidato. Este es ungido con el
óleo de los catecúmenos o bien el celebrante le impone la mano y el candidato renuncia
explícitamente a Satanás. Así preparado, puede confesar la fe de la Iglesia, a la cual
será "confiado" por el Bautismo (cf Rm 6, 17).
1238 El agua bautismal es entonces consagrada mediante una oración de epíclesis (en el
momento mismo o en la noche pascual). La Iglesia pide a Dios que, por medio de su
Hijo, el poder del Espíritu Santo descienda sobre esta agua, a fin de que los que sean
bautizados con ella "nazcan del agua y del Espíritu" (Jn 3, 5).
1239 Sigue entonces el rito esencial del sacramento: el Bautismo propiamente dicho,
que significa y realiza la muerte al pecado y la entrada en la vida de la Santísima
Trinidad a través de la configuración con el Misterio pascual de Cristo. El Bautismo es
realizado de la manera más significativa mediante la triple inmersión en el agua
bautismal. Pero desde la antigüedad puede ser también conferido derramando tres
veces agua sobre la cabeza del candidato.
1240 En la Iglesia latina, esta triple infusión va acompañada de las palabras del
ministro: "N, Yo te bautizo en el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo". En
las liturgias orientales, estando el catecúmeno vuelto hacia el Oriente, el sacerdote dice:
"El siervo de Dios, N., es bautizado en el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu
Santo". Y mientras invoca a cada persona de la Santísima Trinidad, lo sumerge en el
agua y lo saca de ella.
1241 La unción con el santo crisma, óleo perfumado y consagrado por el obispo,
significa el don del Espíritu Santo al nuevo bautizado. Ha llegado a ser un cristiano, es
decir, "ungido" por el Espíritu Santo, incorporado a Cristo, que es ungido sacerdote,
profeta y rey (cf OBP nº 62).
1242 En la liturgia de las Iglesias de Oriente, la unción postbautismal es el sacramento
de la Crismación (Confirmación). En la liturgia romana, dicha unción anuncia una
segunda unción del santo crisma que dará el obispo: el sacramento de la Confirmación
que, por así decirlo, "confirma" y da plenitud a la unción bautismal.
1243 La vestidura blanca simboliza que el bautizado se ha "revestido de Cristo" (Ga 3,
27): ha resucitado con Cristo. El cirio que se enciende en el cirio pascual, significa que
Cristo ha iluminado al neófito. En Cristo, los bautizados son "la luz del mundo" (Mt 5,
14; cf Flp 2, 15).
El nuevo bautizado es ahora hijo de Dios en el Hijo Único. Puede ya decir la oración de
los hijos de Dios: el Padre Nuestro.
1244 La primera comunión eucarística. Hecho hijo de Dios, revestido de la túnica
nupcial, el neófito es admitido "al festín de las bodas del Cordero" y recibe el alimento
de la vida nueva, el Cuerpo y la Sangre de Cristo. Las Iglesias orientales conservan una
conciencia viva de la unidad de la iniciación cristiana por lo que dan la sagrada comunión
a todos los nuevos bautizados y confirmados, incluso a los niños pequeños, recordando
las palabras del Señor: "Dejad que los niños vengan a mí, no se lo impidáis" (Mc 10,
14). La Iglesia latina, que reserva el acceso a la Sagrada Comunión a los que han
alcanzado el uso de razón, expresa cómo el Bautismo introduce a la Eucaristía acercando
al altar al niño recién bautizado para la oración del Padre Nuestro.
1245 La bendición solemne cierra la celebración del Bautismo. En el Bautismo de recién
nacidos, la bendición de la madre ocupa un lugar especial.
1254 En todos los bautizados, niños o adultos, la fe debe crecer después del Bautismo.
Por eso, la Iglesia celebra cada año en la noche pascual la renovación de las promesas
del Bautismo. La preparación al Bautismo sólo conduce al umbral de la vida nueva. El
Bautismo es la fuente de la vida nueva en Cristo, de la cual brota toda la vida cristiana.
La Confirmación
1286 En el Antiguo Testamento, los profetas anunciaron que el Espíritu del Señor
reposaría sobre el Mesías esperado (cf. Is 11, 2) para realizar su misión salvífica (cf Lc
4, 16-22; Is 61, 1). El descenso del Espíritu Santo sobre Jesús en su Bautismo por Juan
fue el signo de que él era el que debía venir, el Mesías, el Hijo de Dios (Mt 3, 13-17; Jn
1, 33-34). Habiendo sido concedido por obra del Espíritu Santo, toda su vida y toda su
misión se realizan en una comunión total con el Espíritu Santo que el Padre le da "sin
medida" (Jn 3, 34).
1287 Ahora bien, esta plenitud del Espíritu no debía permanecer únicamente en el
Mesías, sino que debía ser comunicada a todo el pueblo mesiánico (cf Ez 36, 25-27; Jl 3,
1-2). En repetidas ocasiones Cristo prometió esta efusión del Espíritu (cf Lc 12, 12; Jn 3,
5-8; Jn 7, 37-39; Jn 16, 7-15; Hch 1, 8), promesa que realizó primero el día de Pascua
(Jn 20, 22) y luego, de manera más manifiesta el día de Pentecostés (cf Hch 2, 1-4).
Llenos del Espíritu Santo, los Apóstoles comienzan a proclamar "las maravillas de Dios"
(Hch 2, 11) y Pedro declara que esta efusión del Espíritu es el signo de los tiempos
mesiánicos (cf Hch 2, 17-18). Los que creyeron en la predicación apostólica y se hicieron
bautizar, recibieron a su vez el don del Espíritu Santo (cf Hch 2, 38).
1288 "Desde aquel tiempo, los Apóstoles, en cumplimiento de la voluntad de Cristo,
comunicaban a los neófitos, mediante la imposición de las manos, el don del Espíritu
Santo, destinado a completar la gracia del Bautismo (cf Hch 8, 15 - 17; Hch 19, 5 - 6).
Esto explica por qué en la Carta a los Hebreos se recuerda, entre los primeros elementos
de la formación cristiana, la doctrina del bautismo y de la la imposición de las manos (cf
Hb 6, 2). Esta imposición de las manos ha sido con toda razón considerada por la
tradición católica como el primitivo origen del sacramento de la Confirmación, el cual
perpetúa, en cierto modo, en la Iglesia, la gracia de Pentecostés" (Pablo VI, const.
apost. "Divinae consortium naturae").
1289 Muy pronto, para mejor significar el don del Espíritu Santo, se añadió a la
imposición de las manos una unción con óleo perfumado (crisma). Esta unción ilustra el
nombre de "cristiano" que significa "ungido" y que tiene su origen en el nombre de
Cristo, al que "Dios ungió con el Espíritu Santo" (Hch 10, 38). Y este rito de la unción
existe hasta nuestros días tanto en Oriente como en Occidente. Por eso en Oriente, se
llama a este sacramento crismación, unción con el crisma, o myron, que significa
"crisma". En Occidente el nombre de Confirmación sugiere que este sacramento al
mismo tiempo confirma el Bautismo y robustece la gracia bautismal.
La Eucaristía
1322 La Sagrada Eucaristía culmina la iniciación cristiana. Los que han sido elevados a la
dignidad del sacerdocio real por el Bautismo y configurados más profundamente con
Cristo por la Confirmación, participan por medio de la Eucaristía con toda la comunidad
en el sacrificio mismo del Señor.
1323 "Nuestro Salvador, en la última Cena, la noche en que fue entregado, instituyó el
sacrificio eucarístico de su cuerpo y su sangre para perpetuar por los siglos, hasta su
vuelta, el sacrificio de la cruz y confiar así a su Esposa amada, la Iglesia, el memorial de
su muerte y resurrección, sacramento de piedad, signo de unidad, vínculo de amor,
banquete pascual en el que se recibe a Cristo, el alma se llena de gracia y se nos da una
prenda de la gloria futura" (SC 47).

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