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✞ ✞ ✞ Padre, en Tus manos abandono mi vida y todo mi ser, para que me vacíes de todos
los pensamientos, palabras, obras, deseos e imágenes que me separan de Ti.
Calma mi sed y sacia mi hambre, lléname de Ti. Con humildad te entrego mi intención
de consentir tu Presencia y acción en mí, sáname, transfórmame, hazme de nuevo.
Ahora mismo anhelo y te pido a nombre de tu Hijo Jesús que me des al Espíritu Santo;
pues ya dispuesta mi alma, por tu gracia y misericordia; espera la luz que abra mi
mente y mi corazón para escucharte y ahí en mi meditación dejarme encontrar,
sorprender, seducir, tocar, y guiar por Ti.
Dime lo que quieres de mi para hacer Tu voluntad y no la mía. Dame el don de la
contemplación y la gracia para ver, aceptar y perseverar sin apegos, en este camino
hacia la Gloria.
✞ ✞ ✞ Señor Jesús, que tu Espíritu, nos ayude a leer las Sagradas Escrituras en el mismo
modo con el cual Tú la has leído a los discípulos en el camino de Emaús.
Con la luz de la Palabra, escrita en la Biblia, Tú les ayudaste a descubrir la presencia de
Dios en los acontecimientos dolorosos de tu condena y muerte. Así, la cruz, que parecía
ser el final de toda esperanza, apareció para ellos como fuente de vida y resurrección.
Crea en nosotros el silencio para escuchar tu voz en la Creación y en la Escritura, en los
acontecimientos y en las personas, sobre todo en los pobres y en los que sufren.
Tu palabra nos oriente a fin de que también nosotros, como los discípulos de Emaús,
podamos experimentar la fuerza de tu resurrección y testimoniar a los otros que Tú
estás vivo en medio de nosotros como fuente de fraternidad, de justicia y de paz. Te lo
pedimos a Ti, Jesús, Hijo de María, que nos has revelado al Padre y enviado tu Espíritu.
Amén
✞✞✞
Jesús, enséñame a gustar la infinitud del Padre. Háblame, Señor Jesús, acerca del
Padre. Hazme niño para hablarme de él como los padres de la tierra conversan con sus
pequeños; hazme amigo tuyo para hablarme de él como hablabas con Lázaro en la
intimidad de Betania; hazme apóstol de tu palabra para decirme de él lo que
conversabas con Juan; recógeme junto a tu Madre como recogiste junto a ella a los doce
en el Cenáculo..., lleno de esperanza para que el Espíritu que prometiste me hable
todavía de él y me enseñe a hablar de él a mis hermanos con la sencillez de la paloma y
el resplandor de la llama (G. CANOVAI, Suscipe Domine).
“JESÚS: AUMENTA MI FE Y ASÍ VERTE Y CREERTE”
«El Jardín. El domingo, muy temprano. El Señor Jesús ha resucitado»
1 RITOS INICIALES
✞ ✞ ✞ Antífona de entrada Cf. Sal 138, 18. 5-6
Nos reunimos en el Nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
✞ ✞ ✞ Saludo al altar y pueblo congregado
Misa del Domingo: Domingo de Pascua de la Resurrección del Señor. 12 de Abril 2020
• Dios fue quien nos reconcilió consigo mismo en Cristo y nos dio la tarea de heredar y
transmitir su reconciliación. Que el Señor del perdón esté con nosotros.
• La gracia del Señor Jesucristo, el amor de Dios y la comunión del Espíritu Santo esté
siempre con nosotros.
• En este día Dios nos ha abierto las puertas de la vida por medio del Hijo, vencedor de
la muerte, y pedimos ser renovados por el Espíritu Santo para resucitar en el reino de la
luz y de la vida (cf. 1ª orac). Hoy es el día en que actuó el Señor. La piedra que
desecharon los arquitectos —Cristo en su pasión— es ahora la piedra angular una vez
que ha resucitado (salmo responsorial). Y creemos en este misterio gracias al testimonio
de los apóstoles que comieron y bebieron con Él después de su resurrección (1 lect.) y
vieron el sepulcro vacío (Ev.). A partir de ahí, una vez que por el bautismo hemos
resucitado con Cristo, busquemos los bienes de allá arriba, donde está Cristo sentado a
la derecha de Dios (2 lect.).
✞ ✞ ✞ Acto penitencial
✞ ✞ ✞ Gloria a Dios.
Gloria a Dios en el cielo y en la tierra paz a los hombres que ama el Señor. Por tu
inmensa gloria te alabamos, te bendecimos, te adoramos, te glorificamos, te damos
gracias. Señor Dios, rey celestial, Dios Padre todopoderoso. Señor, Hijo único,
Jesucristo. Señor Dios, Cordero de Dios, Hijo del Padre. Tú que quitas el pecado del
mundo, ten piedad de nosotros; Tú que quitas el pecado del mundo, atiende nuestra
súplica. Tú que estás sentado a la derecha del Padre, ten piedad de nosotros. Porque
solo Tú eres Santo, solo Tú Señor, solo Tú Altísimo, Jesucristo. Con el Espíritu Santo, en
la gloria de Dios Padre.
✞ ✞ ✞ Oración Colecta:
Oh, Dios, que en este día, vencida la muerte, nos has abierto las puertas de la eternidad
por medio de tu Unigénito, concede, a quienes celebramos la solemnidad de la
resurrección del Señor, que, renovados por tu Espíritu, resucitemos a la luz de la vida.
Por nuestro Señor Jesucristo.
2 LITURGIA DE LA PALABRA
✞ ✞ ✞ Primera lectura: Hechos de los Apóstoles 10,34a.37-43
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• Pedro, lleno del Espíritu Santo, resume en un denso y escultural discurso todo el
itinerario de Jesús de Nazaret. Por medio de Pedro, que ya ha dejado caer las barreras
de la estricta observancia judía, llega por primera vez a los paganos el anuncio de la
salvación –el -kerigma-. Muchos de estos paganos llegan a la fe porque su corazón está
abierto a la escucha.
Al relatarnos este discurso nos transmite Lucas algunos fragmentos auténticos del
ministerio de la «primera evangelización» de la Iglesia naciente. El tema de la
predicación es único: la persona misma de Jesús de Nazaret, el Mesías consagrado por
Dios en el Espíritu Santo (v. 28). Los apóstoles pueden atestiguar que Jesús, durante su
vida terrena, hizo milagros, curó a enfermos, liberó del maligno a los que estaban bajo
el poder de Satanás. Con todo, la fe, el impulso misionero y la incontenible alegría de
sus discípulos proceden de la experiencia del misterio pascual, del encuentro con Cristo
resucitado, al que creían muerto para siempre.
Y de eso mismo dan testimonio: aquel Jesús que, rechazado, murió crucificado, «Dios lo
resucitó», ratificando así la verdad de su predicación. Es importante señalar que la
resurrección está atribuida aquí a Dios y no al propio poder de Cristo; eso es lo que
atestigua la antigüedad de este fragmento kerigmático.
Y Pedro insiste en su fogosidad: no se trata de fábulas o sugestiones, sino de una
realidad tan concreta que puede ser descrita con dos términos muy cotidianos:
«Comimos y bebimos con él». Jesús se ha manifestado a «a los testigos elegidos de
antemano por Dios», pero esta elección está orientada a una apertura católica,
universal.
Los apóstoles han recibido el encargo de anunciar, porque todos deben saber que Dios
ha constituido juez de vivos y muertos (cf. Dn 7,13; Mt 26,64) al Crucificado-
Resucitado, que, mediante su propio sacrificio, ha obtenido la remisión de los pecados
para todo el que cree en él (vv. 42s).
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En el relato de los Hechos de los Apóstoles que acabamos de escuchar, el apóstol Pedro
nos ofrece una estupenda síntesis del misterio de Jesucristo: ungido por Dios, pasó
haciendo el bien, y curando todas las enfermedades y dolencias; lo mataron, pero Dios
lo resucitó. Testigo de esto son los Doce, que comieron y bebieron con Él. Los que creen
en Él reciben el perdón de sus pecados.
✞ ✞ ✞ Salmo
Sal 117,1-2.16ab-17.22-23
R/. Éste es el día en que actuó el Señor: sea nuestra alegría y nuestro gozo.
Dad gracias al Señor porque es bueno, porque es eterna su misericordia. Diga la casa de
Israel: eterna es su misericordia.
R/. Éste es el día en que actuó el Señor: sea nuestra alegría y nuestro gozo.
«La diestra del Señor es poderosa, la diestra del Señor es excelsa». No he de morir,
viviré para contar las hazañas del Señor.
R/. Éste es el día en que actuó el Señor: sea nuestra alegría y nuestro gozo.
La piedra que desecharon los arquitectos es ahora la piedra angular. Es el Señor quien lo
ha hecho, ha sido un milagro patente.
R/. Éste es el día en que actuó el Señor: sea nuestra alegría y nuestro gozo.
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Jesucristo resucitado ya vive “los bienes del cielo”. El Bautismo hace al cristiano
participar de la vida gloriosa del Señor resucitado. Pablo nos exhorta a mostrar con
obras concretas una vida renovada y distinta. Bautizados en Cristo, hombres y mujeres
nuevos, tenemos el don de Dios para vivir esa vida de resucitados ya ahora, en la
alegría del amor y creando cada día más lazos de comunión.
✞ ✞ ✞ Secuencia
✞ ✞ ✞ Aleluya:
Aleluya 1 Co 5, 7b-8a
R. Aleluya, aleluya, aleluya.
V. Ha sido inmolada nuestra víctima pascual: Cristo. Así, pues, celebremos la Pascua en
el Señor.
R. Aleluya, aleluya, aleluya.
✞ ✞ ✞ “Padre, dame tu bendición”: “El Señor esté en tu corazón y en tus labios, para que anuncies
dignamente su Evangelio en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo”
El sepulcro vacío (20,1-10). Los evangelios sinópticos presentan una versión muy
elaborada de la visita de las mujeres al sepulcro (lo encuentran abierto, el cuerpo de
Jesús ha desaparecido, reciben el kerigma pascual y un mensaje para los discípulos), y
describen brevemente (Mc 16,1-8a par.; Lc 24,12-24) la visita al sepulcro de Pedro y/o
algunos discípulos para comprobar la noticia.
Juan, en cambio, describe muy brevemente el descubrimiento por parte de María y se
extiende en la visita de comprobación que llevan a cabo Pedro y el Discípulo Amado. La
escena joánica que se corresponde a la de los sinópticos no es la primera visita de María
al sepulcro sino la segunda, durante la cual se le aparece el Señor resucitado (w. 11-
18). Este segundo episodio contiene algunos detalles propios de los relatos sinópticos:
las figuras angélicas y el mensaje para los discípulos. De acuerdo con el cuarto
evangelio, sin embargo, ni el sepulcro vacío ni las apariciones son capaces de transmitir
el significado pleno de la Pascua. La misión de Jesús se completa solamente con su
retorno al Padre y a la gloria que tenía «antes de la creación del mundo» (20,17; 3,13;
6,51; 7,33; 12,2-3; 14,4.28; 16,5.17.28; 17,13). El Espíritu adviene tras la glorificación
de Jesús (7,39; 16,7).
1 Maria Magdalena: Es uno de los personajes presentes al pie de la cruz en 19,25. Es
la primera en ser nombrada entre las mujeres que visitan el sepulcro en los relatos
sinópticos (p.ej., Mc 16,1; Mt 28,1; Lc24, 10). El pl. del v. 2 sugiere que la fuente de
Juan se refería originalmente a un grupo de mujeres y no solamente a Mana Magdalena.
El evangelista probablemente modificó el episodio para adaptarlo a una tradición
preexistente acerca de una aparición del Señor resucitado a María Magdalena.
Aparición a María Magdalena (20,1-18). Ninguno de los evangelistas describe la
resurrección en sí (ni siquiera Mt 28,2-4), pues nadie fue testigo de ella. Los evangelios
y 1 Cor 15,4-7 dan testimonio del hecho de la resurrección, pero lo hacen refiriéndose a
la tumba vacía en la mañana de Pascua y a las apariciones de Cristo resucitado a sus
discípulos. No es correcto distinguir dos formas de este testimonio, como si la idea de la
tumba vacía hubiera sido una ocurrencia posterior, un intento de «objetivizar» unas
experiencias originalmente subjetivas de los discípulos a los que Cristo se apareció
después de muerto. El testimonio de la tumba vacía está también presente, aunque
implícito, en los más antiguos testimonios escritos del NT, como se ve en 1 Cor (cf. G.
Koch, Die Auferstehung Jesu Christi [Tubinga, 1959], 25-52). El testimonio joánico de la
resurrección, por tanto, aun siendo característico suyo, en modo alguno es «posterior»
con respecto a los restantes testimonios del NT.
1. en la madrugada: Todos los relatos evangélicos están sustancialmente de acuerdo
en cuanto al momento en que se encontró por vez primera que la tumba estaba vacía:
antes de amanecer el domingo. María Magdalena: Es nombrada también por Mt-Mc junto
con sus acompañantes; Lc no da nombres, pero especifica que eran varias mujeres.
Aunque Juan sólo presta atención a María Magdalena en vista de los vv. 11-18 que
siguen, también indica (mediante el plural del v. 2) que no estaba sola. El que nada se
diga de los motivos para acudir al sepulcro y la alusión a «la piedra» presuponen un
conocimiento de la tradición sinóptica.
Mientras todavía era de noche: La referencia a la aurora proviene de la tradición. La
referencia a la noche aparece solamente en este evangelio y forma parte del simbolismo
de la luz que le es propio. Juan no alude a la unción del cuerpo de Jesús como motivo de
la visita al sepulcro, porque en la escena del entierro ha descrito ya la unción (cf. Mc
16,1; Lc 24,1). Algunos exegetas consideran que este breve pasaje refleja la tradición
más temprana con relación al sepulcro vacío: la piedra ha sido rodada, pero no aparece
ningún ángel ni en este episodio ni en el de la visita de Pedro. Los discípulos no
comprenderán el significado de este episodio hasta que no se les aparezca el Señor
resucitado.
2. acudió corriendo a Simón Pedro y a los otros discípulos: Mc 16,7 dice que se
mandó a las mujeres que anunciaran la resurrección a Pedro y a los otros discípulos;
Juan es el único evangelista que destaca al discípulo amado, cosa comprensible (→ 3,
supra; cf. 18,15s).
Se han llevado del sepulcro al Señor: María expresa por tres veces su preocupación
por la desaparición del cuerpo de Jesús (w. 2.13.15). Mientras que en la fuente de Juan
este hecho debió de estar destinado a dejar claro que los discípulos no habían robado el
sepulcro (cf. Mt 28,13-15), en Juan puede que forme parte de un plan para hacer
sospechar que «los judíos» sí lo han hecho. En la escena del entierro se menciona que el
cuerpo fue confiado a «los judíos» (19,31). El «miedo a los judíos» aparece en la escena
del entierro (19,38) y más adelante en relación con los discípulos que se esconden
(20,19.26).
• El informe de María Magdalena, unido a lo que sigue, no parece presuponer las
apariciones angélicas a las mujeres junto a la tumba narradas por los sinópticos. Es
posible que Juan dé por supuesto que María partió antes que las otras y buscó a los
discípulos por su propia cuenta. Sin embargo, probablemente, no se pretende que
armonicemos por completo los diferentes relatos, ya que sus divergencias incidentales
son prueba de una transmisión oral independiente (cf. también 1 Cor 15, 4-7) y de
preocupaciones distintas por parte de cada uno de los transmisores de la tradición.
Aunque en un orden diferente, el equivalente joánico de la aparición angélica de Mc
16,5-8 par. se halla realmente en los vv. 11-18. 3-7. Lc 24,24 se refiere indudablemente
a este relato; el paralelo más estricto de Lc 24,12, que falta en algunos manuscritos, es
al menos de autenticidad incierta. Probablemente no implican ningún simbolismo los
distintos detalles de este relato, que parecen ser más bien la descripción gráfica de un
testigo presencial.
No sabemos dónde lo han puesto: La expresión remite a las controversias de la vida
pública (7,11.22; 8,14.28.42) y a los discursos de despedida (13,33; 14,1-5; 16, s): ni
«los judíos» ni los discípulos sabían «adónde» se dirigía Jesús. El evangelio nos ha
ofrecido ya dos respuestas: Jesús retorna al Padre (13,1-3; 14,12.28; 17,21-26) y
«habitará en» sus discípulos (14,3.18.20.23.28). Algunos exegetas han identificado un
tema mosaico en estos versículos, basándose en el hecho de que nadie sabe «dónde»
está enterrado Moisés (Dt 34,10). Son la respuesta a las objeciones en relación a Jesús-
profeta mosaico. Jesús «permanece para siempre» (p.ej., Jn 12,34; véase P. Minear, Int
30 [1976] 125-39).
3. Pedro y el otro discípulo: Aunque el evangelista es quien ha añadido al relato el
personaje del Discípulo Amado, es posible que una de las versiones tradicionales
describiera la visita al sepulcro de un grupo no especificado de discípulos. Durante la
cena, el Discípulo Amado ocupó el lugar más próximo a Jesús (13,25); ahora su amor
ejemplar por Jesús lo impulsa a ser el primero en llegar al sepulcro (v. 4).
5. pero no entró: Retrasando la entrada del Discípulo Amado el evangelista consigue
que la fe que éste demuestra cuando finalmente entra y ve se convierta en el punto
culminante del episodio.
7. el paño... no estaba con las vendas: La distribución del paño y las vendas indica
que el cuerpo no ha sido robado.
8-10. vio y creyó: Lo que el discípulo amado vio fueron las telas de la tumba vacía,
descritas tan detalladamente en los vv. 6s. Probablemente esta descripción quiere
comunicar la idea de que las telas conservaban la marca del cuerpo que en ellas había
sido envuelto, dando así una prueba visual de la resurrección. La intención no es
necesariamente poner en contraste al discípulo amado con Pedro: Pedro ha visto las
pruebas el primero (cf. 1 Cor 15,5), y, por consiguiente, Juan quizá quiera decir que el
discípulo amado también creyó, todavía no habían comprendido la escritura: Este
versículo, con valor de paréntesis, recuerda al lector cristiano que, como aún no había
venido el Espíritu Santo a iluminar a la Iglesia en lo concerniente a los divinos misterios,
no debe causar asombro el que los discípulos fueran tan lentos para comprender el
hecho de la resurrección (cf. 2,22; 14,26).
9. la Escritura: El episodio original probablemente concluía con la perplejidad de los
discípulos. Aquí, de acuerdo con el credo de 1 Cor 15,4, la resurrección de Jesús se
considera el cumplimiento de la Escritura, pero no se aporta ninguna cita del AT. Hasta
que la glorificación de Jesús no sea completa, los discípulos no estarán en disposición de
«recordar» y comprender la plena significación de lo que ha ocurrido (p.ej., 14,25-26;
16,12-15). El Discípulo Amado presenta una fe modélica, capaz de percibir al instante la
verdad de la resurrección (también 21,7). Es el anti-tipo del personaje de Tomás, que se
dejará invadir por la duda (20,24-29).
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• Tercero, sirven para una función teológica. Cuando Jesús levantó a Lázaro de los
muertos, Lázaro salió de la tumba todavía envuelto en los lienzos fúnebres. Jesús tuvo
que mandar a los presentes que lo liberaran para que Lázaro pudiera reasumir su vida
terrenal normal (11:38:44). Sin embargo, cuando Jesús salió de la tumba, lo hizo
desatado, tal vez simbolizando “su resurrección a la vida del orden eterno de Dios”
(Beasley-Murray, 372).
“Entonces… el otro discípulo… vio, y creyó” (v. 8). ¿Creyó qué? La impresión es
que cree que Jesús ha sido levantado de entre los muertos, pero Juan no nos dice eso.
En su lugar, en los siguientes tres versículos, Juan nos dice que “aún no sabían la
Escritura, que era necesario que él resucitase de los muertos” (v. 9). Algunos
eruditos piensan que simplemente él cree en el informe de María de que el cuerpo de
Jesús ya no está ahí, pero eso parece trivial comparado con el tono serio de “vio, y
creyó” y el comentario posterior de Jesús a Tomás, “Porque me has visto, Tomás,
creíste: bienaventurados los que no vieron y creyeron” (20:29).
Parece ser que ver los lienzos en el sepulcro despertó algo de una fe novata en el
discípulo amado y que sería fuertemente presionado a definir. Se encuentra a sí mismo
en algún lugar entre la esperanza y la fe, sin entender lo que ha pasado pero sintiendo
en un nivel profundo que debe ser maravilloso. Muchos de nosotros llegamos a la fe
justamente de esa manera. Creemos en un Señor a quien solamente conocemos en una
pequeña parte, y reconocemos lo incompleto de nuestra fe. Pasando los años, nuestra fe
se ha profundizado y nuestra habilidad para articularla creció, pero, viendo hacia atrás,
de cualquier manera entendemos que había algo maravilloso incluso sobre nuestra
inmadura e inarticulada fe. Es muy posible que el escritor del Evangelio también sea el
discípulo amado, y que está contando la historia del nacimiento de su propia creencia.
En el v. 9, la palabra “necesario” (griego = dei, es necesario, un imperativo divino) “es
importante… Ya que llegaron a ver la resurrección en la profecía inspirada no ocurriría
por casualidad. La mano de Dios estaba ahí. Debía ocurrir” (Morris, 737).
De cualquier manera, el discípulo amado ve más claramente que Pedro, que ve sin ver,
y cree más rápidamente que Tomás, quien requiere evidencia irrefutable (20:25).
“Y volvieron los discípulos a los suyos” (v. 10). Si estaban completamente
convencidos que Jesús estaba vivo, de seguro que lo habrían gritado desde los techos.
Que regresen a los suyos es una conclusión decepcionante para esta parte de la historia.
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«Mi alegría, Cristo, ha resucitado.» Con estas palabras solía saludar san Serafín de
Sarov a quienes le visitaban.
Con ello se convertía en mensajero de la alegría pascual en todo tiempo. En el día de
pascua, y a través del relato evangélico, el anuncio de la resurrección se dirige a todos
los hombres por los mismos ángeles y, después de ellos, por las piadosas mujeres a la
vuelta del sepulcro, por los apóstoles y por los cristianos de las generaciones pasadas,
ahora vivas para siempre en El que vive. Sus palabras son una invitación, casi una
provocación. Esas palabras hacen resurgir en el corazón de cada uno de nosotros la
pregunta fundamental de la vida: ¿quién es Jesús para ti? Ahora bien, esta pregunta se
quedaría para siempre como una herida dolorosamente abierta si no indicara al mismo
tiempo el camino para encontrar la respuesta. No hemos de buscar entre los muertos al
Autor de la vida. No encontraremos a Jesús en las páginas de los libros de historia o en
las palabras de quienes lo describen como uno de tantos maestros de sabiduría de la
humanidad. Él mismo, libre ya de las cadenas de la muerte, viene a nuestro encuentro;
a lo largo del camino de la vida se nos concede encontrarnos con él, que no desdeña
hacerse peregrino con el hombre peregrino, o mendigo, o simple hortelano.
Él, el Inaprensible, el totalmente Otro, se deja encontrar en su Iglesia, enviada a llevar
la buena noticia de la resurrección hasta los confines de la tierra.
En consecuencia, sólo hay una cuestión importante de verdad: ponernos en camino al
alba, no demorarnos más, encadenados como estamos por los prejuicios y los temores,
sino vencer las tinieblas de la duda con la esperanza.
¿Por qué no habría de suceder todavía hoy que encontráramos al Señor vivo? Más aún,
es cierto que puede suceder. El modo y el lugar serán diferentes, personalísimos para
cada uno de nosotros. El resultado de este acontecimiento, en cambio, será único: la
transformación radical de la persona. ¿Encuentras a un hermano que no siente
vergüenza de saludarte diciendo: «Mi alegría, Cristo ha resucitado»? Pues bien, puedes
estar seguro de que ha encontrado a Cristo. ¿Encuentras a alguien entregado por
completo a los hermanos y absolutamente dedicado a las cosas del cielo? Pues bien,
puedes estar seguro de que ha encontrado a Cristo...
Sigue sus pasos, espía su secreto y llegará también para ti esa hora tan deseada.
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4.3 Como el discípulo amado hoy somos invitados todos a ver y creer. Palpemos a
través de los testigos inmediatos, gocemos a través de sus ojos asombrados, cantemos
a través de su voz jubilosa: Es verdad; ha resucitado; aleluya, ¡aleluya!
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Oración en familia
Sacerdote: Con la resurrección de Cristo, el mundo debe recibir la noticia más
maravillosa que se pueda haber escuchado. Nosotros somos los encargados de darla,
por eso le pedimos hoy al Señor:
Todos: Fortalece nuestro espiritu y ayudanos a darle al mundo la buena noticia
de que estas vivo.
Papá: Tu resurrección ha traído la vida al mundo y nos ha devuelto tu amistad.
Todos: Concede tu gracia abundante al Papa, a los obispos y en general a todo tu
pueblo, para que te anuncien con valor y alegría.
Todos: Fortalece nuestro espiritu y ayudanos a darle al mundo la buena noticia
de que estas vivo.
Mamá: Tú has vencido a la muerte y con ello nos has dado vida nueva.
Todos: Ayuda a todos los padres de familia a ser lo primeros en comunicar a sus hijos
esta maravillosa noticia para que vivan la nueva vida.
Todos: Fortalece nuestro espiritu y ayudanos a darle al mundo la buena noticia
de que estas vivo.
Hijo(a): Te pedimos por aquellos que todavía no te conocen y no saben de tu
resurrección.
Todos: Para que, por medio de nuestro testimonio de palabra y de obra, puedan
descubrirte vivo y presente en su propia vida y sepan así todas las gracias que de ti
hemos recibido.
Todos: Fortalece nuestro espiritu y ayudanos a darle al mundo la buena noticia
de que estas vivo.
Hijo(a): Tú, que al vencer la muerte venciste las tinieblas del pecado.
Todos: Haznos voceros de tu resurrección para que los que sufren por la opresión de
los vicios, sepan que pueden tener libertad en tu amor.
Todos: Fortalece nuestro espiritu y ayudanos a darle al mundo la buena noticia
de que estas vivo.
Hijo(a): Escucha la oración que hoy elevamos hacia ti por nuestros jóvenes.
Todos: Concédeles también a ellos, ser testigos de la nueva vida que nos has traído y
vivir el gozo de saberse protegidos y amados por ti.
Todos: Fortalece nuestro espiritu y ayudanos a darle al mundo la buena noticia
de que estas vivo.
Hijo(a): De manera especial también hoy te pedimos por todos nuestros hermanos que
son perseguidos por creer que estás vivo.
Todos: Confirma en ellos tu presencia y que puedan mostrarse gozosos en medio de sus
padecimientos y sepan que tienen hermanos que los sostienen con su oración.
Todos: Fortalece nuestro espiritu y ayudanos a darle al mundo la buena noticia
de que estas vivo.
Sacerdote: Escucha, Padre Santo, las súplicas que te hacemos y concédenos la fe, la
esperanza y la caridad que sabes que necesitamos para ser una comunidad que
testifique tu resurrección. Te lo pedimos, por Cristo nuestro Señor.
Todos: Amén.
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Remover las piedras. Pueden ser muchas las piedras que no se han removido en mi
vida. María Magdalena llega al sepulcro y gracias a que la piedra que tapaba la entrada
ya no está en su lugar es que puede salir corriendo a anunciar lo sucedido.
Ojalá que esta Semana Santa no te deje, Jesús, encerrado en el sepulcro. Quitar las
piedras que te impiden salir y triunfar en mi vida es un paso importante que hoy me
invitas a dar.
Tal vez no me siento capaz de mover esas rocas que tapan el sepulcro. Son demasiado
grandes y pesadas para mí. La Magdalena también pensaba eso mientras iba de camino.
Sin embargo, fue la fuerza de tu amor, Jesús, la que corrió la piedra dando una señal a
las mujeres y a tus apóstoles.
Dame la gracia, Señor, de ir destapando, con tu gracia, el sepulcro de mi alma y dejar
que puedas salir con vida. Sólo si sales e iluminas todo mi ser podré realizarme y
alcanzar el plan que has logrado para mí. Sólo con tu gracia podré ayudarte a remover
las piedras que impiden tu libertad en mí.
Con tu resurrección me enseñas que no se puede vivir en el temor, en la oscuridad, en
la muerte. Tú me has abierto el camino a la vida, a la luz, a la resurrección, a la
felicidad.
• Preguntémonos si nuestro corazón está abierto a acoger con fe la semilla de la Palabra
de Dios. Preguntémonos si nuestras piedras de la pereza son todavía numerosas y
grandes; individuemos y llamemos por nombre a las zarzas de los vicios. Encontremos el
valor de hacer una buena recuperación del suelo, una bonita recuperación de nuestro
corazón, llevando al Señor en la Confesión y en la oración nuestras piedras y nuestras
zarzas. (Ángelus de S.S. Francisco, 16 de julio de 2017).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con
Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees
que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Hoy agradeceré a Dios durante la misa el que haya resucitado por mí.
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1 ss. Véase Mt. 28, 1-10; Mc. 16, 1-8; Lc. 24, 1-11. El primer día de la semana: el
domingo de la Resurrección, que desde entonces sustituyó para los cristianos al sábados
día santo del Antiguo Testamento (cf. Col. 2, 16 s.; 1 Co. 16, 2; Hch. 20, 7). Sobre el
nombre de este día cf. Sal. 117, 24; Ap. 1, 9 y notas.
7. Es de notar la reverencia especial para con la sagrada Cabeza de Jesús que
demuestran los ángeles. No quiso Dios que el sudario que envolvió la Cabeza de su Hijo
muy amado quedase confundido con las demás vendas.
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Vio y creyó
El evangelio de este domingo más que un relato de la aparición de Jesús resucitado es
un relato de desaparición. Lo que encuentran tanto María Magdalena como los dos
apóstoles no es la manifestación gloriosa del Resucitado sino un sepulcro vacío. Ante ese
hecho caben dos interpretaciones. La primera es la actitud inicial de María Magdalena:
“Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo han puesto”. La otra es la
respuesta de fe de los apóstoles: “Vio y creyó”.
La actitud más evidente, más obvia, es sin duda la de María Magdalena. Se observa en
sus palabras una enorme carga de amor y cariño. Pero su perspectiva se queda en una
distancia muy corta. La actitud de los apóstoles es diferente. Llegan al sepulcro y
observan lo que ha sucedido. Sólo después se les abre la inteligencia y comprenden lo
que no habían entendido antes en las Escrituras: “que Él había de resucitar de entre los
muertos”.
Jesús es, curiosamente, el gran ausente de este relato pero al mismo tiempo la
auténtica fuerza que dinamiza la vida de los creyentes. Apenas las vendas y el sudario
quedan como testigos mudos de que ahí estuvo su cuerpo muerto. Pero es precisamente
sobre ese vacío como se afirma la fe. ¿No nos dijeron que la fe era creer lo que no se
ve? Pues aquí tenemos una prueba concreta. En torno a la ausencia de Jesús brota la
convicción de que está vivo, de que ha resucitado. No han sido los judíos o los romanos
los que se han llevado su cuerpo. Ha sido Dios mismo, el Abbá de que tantas veces
habló, el que lo ha levantado de entre los muertos. Y le ha dado una nueva vida. Una
vida diferente, plena. Jesús ya no pertenece al reino de los muertos sino que está entre
los vivos de verdad. En esa vida nueva su humanidad queda definitivamente transida de
divinidad. La muerte ya no tiene poder sobre Él.
Pero no hay pruebas de ello. No hubo policías recogiendo las huellas dactilares. No hubo
jueces ni comisiones parlamentarias. No hubo periodistas ni cámaras ni micrófonos.
Nada de eso. Solamente el testimonio de los primeros testigos que nos ha llegado a
través de los siglos. De voz en voz y de vida en vida ha ido pasando el mensaje: “Jesús
ha resucitado”. Muchos han encontrado en esa fe una fuente de esperanza, de vitalidad,
de energía que ha dado sentido a sus vidas. La vida de tantos santos, canonizados o no,
es testimonio de ello. Pero no hay pruebas. Sólo la confianza en la palabra de aquellos
testigos nos abre el camino hacia esa nueva forma de vivir. ¿Quieres tú también creer?
Para la reflexión. La fe en la resurrección de Jesús es una verdadera opción personal.
Creer en ella nos debería llevar a vivir de un modo nuevo: en esperanza, en fraternidad,
en servicio... Y más en esta situación que estamos viviendo. ¿En qué aspectos concretos
de nuestra vida se podría/debería manifestar esa nueva vida? ¿Y en qué aspectos
concretos de la vida de nuestra comunidad? ¿Cómo pasar a las generaciones siguientes
el mensaje que hemos recibido de nuestros mayores sobre la resurrección de Jesús?
http://www.aqplink.com/roguemos
2 Haz, Señor, que también nosotros nos sintamos llamados, vistos, conocidos por ti, que
eres el Presente, y podamos descubrir así el valor único de nuestra vida en medio de la
inmensa multitud de las otras criaturas.
Danos un corazón humilde, abierto y disponible, para poder encontrarte y permitir que
nos marques con tu sello divino, que es como una herida profunda, como un dolor y una
alegría sin nombre: la certeza de estar hechos para ti, de pertenecerte y de no poder
desear otra cosa que la comunión de vida contigo, nuestro único Señor.
A ti queremos acercarnos en esta mañana de pascua, con los pies desnudos de la
esperanza, para tocarle con la mano vacía de la pobreza, para mirarte con los ojos puros
del amor y escucharte con los oídos abiertos do la fe. Y mientras, angustiados, vamos
hacia ti, invocamos tu nombre, que resuena como música y como canto en lo más
íntimo de nuestro corazón, donde el Espíritu, con gemidos inefables, llora nuestro dolor
y con dulzura y vigor nos envía por los caminos del amor. www.santaclaradeestella.es
3 ¡Señor Jesucristo, hoy tu luz resplandece en nosotros, fuente de vida y de gozo! Danos
tu Espíritu de amor y de verdad para que, como María Magdalena, Pedro y Juan,
sepamos también nosotros descubrir e interpretar a la luz de la Palabra los signos de tu
vida divina presente en nuestro mundo y acogerlos con fe para vivir siempre en el gozo
de tu presencia junto a nosotros, aun cuando todo parezca rodeado de las tinieblas de la
tristeza y del mal. www.ocarm.org
4 ¡Dios de Resurrección! Éste es el día en que actuó el Señor: sea nuestra alegría y
nuestro gozo. Igual que como a tu hijo, por tu gracia mi Señor y mi Dios, resucítanos,
haznos nuevas creaturas. Que a partir de hoy nuestro Cielo, Tierra y nuestra alma; sean
nuevos. Que hoy sea el primer día de la semana, muy temprano, para tantas almas que
aún no aceptan el amor y la misericordia de Jesucristo, nuestra Luz. ¡Ven Espíritu
Santo!, brilla en nosotros tu Luz de Resurrección y que seamos cristianos verdaderos:
Viendo a Cristo, Creyendo en Cristo, y encarnándolo en nuestro corazón por siempre.
Amen. www.dario.res
5 Señor resucitado, hemos comprendido el significado de tu Palabra: la Iglesia de todos
los tiempos debe andar siempre en busca de los signos de tu resurrección. En la Iglesia
existen, ciertamente, diferentes temperamentos y diferentes mentalidades: está el
afecto de María, la intuición de Juan, la lentitud de Pedro, pero todos debemos tener el
ansia común de tu presencia entre nosotros.
Todos debemos colaborar, aunque seamos diferentes, para reconstruir juntos la
orientación de la existencia, allí donde parecen haber desaparecido los signos de tu
presencia frente a graves dificultades. Sólo la búsqueda en común y la ayuda de unos a
otros nos conducirán a encontrarnos reunidos en el reconocimiento de los signos de tu
presencia (C. M. Martini). www.evangeliodeJuan.GiorgioZevini
5 Contemplación. ¿Cómo interiorizamos la palabra de Dios? La palabra en el
corazón de los Padres.
Estarás en condiciones de reconocer que tu espíritu ha resucitado plenamente en Cristo
si puede decir con íntima convicción: « ¡Si Jesús vive, eso me basta!». Estas palabras
expresan de verdad una adhesión profunda y digna de los amigos de Jesús. Cuan puro
es el afecto que puede decir: « ¡Si Jesús vive, eso me basta!». Si él vive, vivo yo,
porque mi alma está suspendida de él; más aún, él es mi vida y todo aquello de lo que
tengo necesidad.
¿Qué puede faltarme, en efecto, si Jesús vive? Aun cuando me faltara todo, no me
importa, con tal de que viva Jesús... Incluso si a él le complaciera que yo me faltara a
mí mismo, me basta con que él viva, con tal que sea para él mismo. Sólo cuando el
amor de Cristo absorba de este modo tan total el corazón del hombre, hasta el punto de
que se abandone y se olvide de sí mismo y sólo se muestre sensible a Jesucristo y a
todo lo relacionado con él, sólo entonces será perfecta en él la caridad (Guerrico de
Igny, Serrno in Pascha, i, 5).
www.santaclaradeestella.es
Los evangelios y los Hechos de los apóstoles refieren diez apariciones del Señor después
de la resurrección. El Señor quiso mostrarnos así que estaba presente en cada lugar con
su divinidad.
Se apareció a las mujeres que lloraban junto al sepulcro: también está cerca de
nosotros, saludablemente doloridos por el recuerdo de su Pasión.
Se hizo encontrar por las mujeres que volvían del sepulcro, para que, tras reconocerle,
anunciaran la alegría de la resurrección: también está cerca de nosotros cuando nos
sentimos alegres de anunciar a nuestro prójimo el bien que hemos aprendido.
Se apareció cuando partió el pan a los dos que le habían hospedado, creyéndole
extranjero: también está cerca de nosotros cuando compartimos voluntariamente todo
lo que poseemos con los peregrinos y los pobres; está cerca de nosotros cuando
partimos el pan y nos alimentamos del sacramento de su cuerpo, es decir, del Pan vivo,
con ánimo sencillo y casto.
Se apareció en un lugar cerrado a los discípulos que conversaban sobre su resurrección:
también está cerca de nosotros cada vez que nos reunimos para hablar de su gracia.
Se apareció mientras los discípulos estaban con las puertas cerradas por temor a los
judíos: está cerca para confortar a la Iglesia cuando se le impide mostrarse en público y
difundirse.
Se apareció cuando pescaban y les ayudó con beneficios divinos: también está cerca de
nosotros cuando nos dedicamos a los compromisos de la vida temporal y añade la ayuda
de su piedad a nuestras justas fatigas.
Se apareció cuando estaban sentados a la mesa: también está cerca de nosotros
cuando, según las palabras del apóstol, comemos o bebemos o hacemos cualquier otra
cosa para gloria de Dios (cf. 1 Cor 10,31).
Se apareció, por último, a los discípulos cuando iba a ascender al cielo: estará también
cerca de nosotros, a fin de que merezcamos seguirle al cielo después de la muerte, si
antes de la muerte le hemos seguido a Betania, donde ascendió. También nosotros
iremos allí si hacemos lo que él nos manda, si dirigimos nuestra mirada a lo que nos ha
prometido: «se fiel hasta la muerte y te daré la corona de la vida», (Ap 2,10) (Beda el
Venerable, Omelie sul Vangelo, II, 8, Roma 1990, 339s, passim).
www.evangeliodeJuan.GiorgioZevini
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✞ ✞ ✞ Profesión de Fe
Creo en Dios, Padre todopoderoso, Creador del cielo y de la tierra. Creo en Jesucristo, su
único Hijo, nuestro Señor,
Se inclina levemente la cabeza en señal de respeto.
Que fue concebido por obra y gracia del Espíritu Santo, nació de Santa María Virgen.
Se finaliza la inclinación de la cabeza.
Padeció bajo el poder de Poncio Pilato, fue crucificado, muerto y sepultado, descendió a
los infiernos, al tercer día resucitó de entre los muertos, subió a los cielos y está sentado
a la derecha de Dios, Padre todopoderoso. Desde allí ha de venir a juzgar a vivos y
muertos. Creo en el Espíritu Santo, la santa Iglesia católica, la comunión de los santos,
el perdón de los pecados, la resurrección de la carne y la vida eterna. Amén.
3 LITURGIA EUCARISTICA
Sacerdote: Orad hermanos para que este sacrificio, mío y vuestro, sea
agradable a Dios, Padre todopoderoso.
Todos: El Señor reciba de tus manos este sacrificio, para alabanza y gloria
de su Nombre, para nuestro bien y el de toda su santa Iglesia. (→ Este es el
Compendio de la Misa)
*** Se llevan al altar los dones; el pan y el vino. *** Acepta, Señor, nuestro corazón contrito y nuestro
espíritu humilde; que éste sea hoy nuestro sacrificio y que sea agradable en tu presencia, Señor, Dios
nuestro. *** Lava del todo mi delito, Señor, limpia mi pecado.
• Jesús entregó su vida por nosotros para traernos todas las riquezas de la vida de Dios.
Él vino a ser la semilla que muere en el surco para que nosotros tengamos vida,
crezcamos y florezcamos. Nos unimos a Jesús para dar gracias al Padre.
a) Acción de gracias
El Señor esté con vosotros. R/ Y con tu espíritu. Levantemos el corazón R/ Lo tenemos
levantado hacia el Señor. Demos gracias al Señor, nuestro Dios. R/ Es justo y necesario.
Prefacio Pascual I. El misterio Pascual
En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación glorificarte siempre, Señor;
pero más que nunca exaltarte en este día en que Cristo, nuestra Pascua, ha sido
inmolado.
Porque Él es el verdadero Cordero que quitó el pecado del mundo; muriendo destruyó
nuestra muerte, y resucitando restauró la vida.
• Gracias, Jesús, por mostrarme una vez qué hermoso es el camino de la Luz. Quiero
avanzar por ese camino de la mano de tu Madre, la Sierva humilde y pura a quien se le
reveló la grandeza del amor de Dios. Quiero, Señor, ser portador de la luz verdadera
para mi familia, mis amigos y para todos aquellos con los que pueda compartir la
inmensa alegría de creer en Ti. Amén
(Si quieres, puedes pedirle al Señor por tus intenciones).
Reza un Padre Nuestro, un Ave María y un Gloria…
Por eso, con esta efusión de gozo pascual, el mundo entero se desborda de alegría, y
también los coros celestiales, los ángeles y los arcángeles, cantan el himno de tu gloria
diciendo sin cesar:
b) Santo: con esta aclamación toda la asamblea, uniéndose a las jerarquías celestiales, canta o recita
las alabanzas a Dios.
Santo, Santo, Santo es el Señor, Dios del Universo. Llenos están el cielo y la tierra de tu
gloria. Hosanna en el cielo. Bendito el que viene en nombre del Señor. Hosanna en el
cielo.
c) Epíclesis Se implora el poder divino para que los dones se conviertan en el Cuerpo y la Sangre de
Cristo, y para que la víctima inmaculada que se va a recibir en la comunión sea para salvación de quienes
la reciban.
Santo eres en verdad, Padre, y con razón te alaban todas tus criaturas, ya que por
Jesucristo, tu Hijo, Señor nuestro, con la fuerza del Espíritu Santo, das vida y santificas
todo, y congregas a tu pueblo sin cesar, para que ofrezca en tu honor un sacrificio sin
mancha desde donde sale el sol hasta el ocaso. Por eso, Padre, te suplicamos que
santifiques por el mismo Espíritu estos dones que hemos separado para ti, de manera
que se conviertan en el Cuerpo y la Sangre de Jesucristo, Hijo tuyo y Señor nuestro, que
nos mandó celebrar estos misterios.
d) Narración de la institución y consagración. Con las palabras y gestos de Cristo, se
realiza el sacrificio que él mismo instituyó en la última cena. Momento más solemne de la Misa; es la
transubstanciación: pan y vino desaparecen al convertirse en el Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de
Cristo. Dios se hace presente ante nosotros con todo su amor. ¡Bendito Jesus en el Santísimo sacramento
del Altar!
Porque Él mismo, la noche en que iba a ser entregado, tomó pan y dando gracias te
bendijo, lo partió y lo dio a sus discípulos, diciendo: "Tomen y coman todos de él,
porque esto es mi Cuerpo, que será entregado por ustedes".
Del mismo modo, acabada la cena, tomó el cáliz, y, dando gracias te bendijo, y lo pasó a
sus discípulos, diciendo: "Tomen y beban todos de él, porque éste es el cáliz de mi
Sangre, Sangre de la alianza nueva y eterna, que será derramada por ustedes y por
muchos para el perdón de los pecados. Hagan esto en conmemoración mía".
e) Anámnesis. La Iglesia, al cumplir este encargo que, a través de los Apóstoles, recibió de Cristo
Señor, realiza el memorial del mismo Cristo, su Reactualización, recordando principalmente su
bienaventurada pasión, su gloriosa resurrección y la ascensión al cielo.
Éste es el sacramento de nuestra fe. R/ Anunciamos tu muerte, proclamamos tu
resurrección. ¡Ven, Señor Jesús!
f) Oblación. La asamblea ofrece al Padre la víctima inmaculada, y con ella se ofrece cada uno de los
participantes.
Atiende los deseos y súplicas de esta familia que has congregado en tu presencia, en el
domingo, día en que Cristo ha vencido a la muerte y nos ha hecho partícipes de su vida
inmortal. Reúne en torno a ti, Padre misericordioso, a todos tus hijos dispersos por el
mundo.
A nuestros hermanos difuntos y a cuantos murieron en tu amistad recíbelos en tu reino,
donde esperamos gozar todos juntos de la plenitud eterna de tu gloria, por Cristo, Señor
nuestro, por quien concedes al mundo todos los bienes.
Padre eterno, te ofrecemos la Preciosísima Sangre de Jesús, con todas las
Misas celebradas en el mundo en éste día, por las benditas Almas del
Purgatorio. Y Concédeles, Señor, el descanso eterno y brille para ellas la luz
perpetua. Amén.
h) Doxología final. Se expresa la glorificación de Dios y se concluye y confirma con el amen del
pueblo.
Por Cristo, con Él y en Él, a ti, Dios Padre omnipotente, en la unidad del
Espíritu Santo, todo Honor y toda Gloria por los siglos de los siglos. Amén
✞ ✞ ✞ Rito de la comunión
Significa "común unión". Al acercarnos a comulgar, además de recibir a Jesús dentro de nosotros y de
abrazarlo con tanto amor y alegría, nos unimos a toda la Iglesia en esa misma alegría y amor.
a) Introducción al Padrenuestro
Con las palabras de Jesús nuestro Señor oremos al Padre de todos para que su reino venga a cada
persona de la tierra.
• Con Jesús nuestro Señor, oremos al Padre de todos, para que por su bendición y
gracia volvamos a nacer en el mismo Cristo Salvador.
• Unidos en el amor de Cristo, por el Espíritu Santo que hemos recibido, dirijámonos al
Padre con la oración que el Señor nos enseñó:
R/ Padre nuestro…
b) Rito de la Paz
Los fieles imploran la paz y la unidad para la iglesia y para toda la familia humana y se expresan
mutuamente la caridad antes de participar de un mismo pan.
Líbranos, Señor.
• Líbranos, Señor, de todos los males, y del miedo a renacer en el amor a Jesucristo. Por
tu misericordia, guárdanos libres de nuestro egoísmo y apegos, de nuestros dioses, para
que con alegría vivamos en la esperanza por la resurrección gloriosa de nuestro Señor y
Salvador, Jesucristo.
Líbranos, Señor de todos los males, y concédenos la paz en nuestros días, para que
ayudados por tu misericordia, vivamos libres de pecado y protegidos de toda
perturbación, y aguardando la venida gloriosa de Jesucristo, nuestra esperanza.
R. Señor, no soy digno de que entres en mi casa, pero una Palabra tuya
bastará para sanarme.
c) El gesto de la fracción del pan: Significa que nosotros, que somos muchos, en la comunión
de un solo pan de vida, que es Cristo, nos hacemos un solo cuerpo (1 Co 10,17)
d) Inmixión o mezcla: el celebrante deja caer una parte del pan consagrado en el cáliz.
Antífona de comunión Cf. 1 Cor 5, 7-8
Ha sido inmolada nuestra víctima pascual: Cristo. Aleluya. Así, pues, celebremos con los
panes ázimos de la sinceridad y la verdad. Aleluya, aleluya.
Protege, oh, Dios, a tu Iglesia con misericordia perpetua, para que, renovada por los
sacramentos pascuales, llegue a la gloria de la resurrección. Por Jesucristo, nuestro
Señor.
• Señor Dios, Padre nuestro: Con inmensa alegría hemos participado en la Cena Pascual
de tu Hijo. Por su cuerpo y sangre nos has asegurado que estamos destinados a la vida
eterna, y que esta vida está ya desarrollándose en nosotros. Sigue llenándonos con el
Espíritu de tu amor, para que vivamos en la alegría de tu pueblo santo, siendo todos uno
de mente y corazón por el amor, y viviendo los unos para los otros, y todos para ti,
nuestro Dios y Padre, por los siglos de los siglos.
4 RITO DE CONCLUSION
Consta de saludo, bendición sacerdotal, y de la despedida, con la que se disuelve la asamblea, para que
cada uno vuelva a sus honestos quehaceres alabando y bendiciendo al Señor.
✞ ✞ ✞ Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos
de los siglos. R/ Amén.
¡Cristo, Rey nuestro! R/ ¡Venga tu Reino!
Consagración a María
Pidámosle a María que nos acompañe siempre:
Bajo tu amparo nos acogemos, santa Madre de Dios; no deseches las oraciones que te
dirigimos en nuestras necesidades, antes bien líbranos de todo peligro, ¡oh Virgen
gloriosa y bendita! Amén.
✞ ✞ ✞ Bendición
Para la bendición final de la misa, conviene que el sacerdote use la fórmula de bendición
solemne para la misa de la Vigilia pascual.
Que os bendiga Dios todopoderoso en la solemnidad pascual que hoy celebramos y,
compasivo, os defienda de toda asechanza del pecado.
R. Amén.
El que os ha renovado para la vida eterna, en la resurrección de su Unigénito, os colme
con el premio de la inmortalidad.
R. Amén.
Y quienes, terminados los días de la pasión del Señor, habéis participado en los gozos de
la fiesta de Pascua, podáis llegar, por su gracia, con espíritu exultante a aquellas fiestas
que se celebran con alegría eterna.
R. Amén.
Y la bendición de Dios todopoderoso, Padre, Hijo + y Espíritu Santo, descienda sobre
vosotros y os acompañe siempre.
R. Amén.
DIRECTORIO HOMILÉTICO
Ap I. La homilía y el Catecismo de la Iglesia Católica.
Ciclo C. Domingo de Pascua - Resurrección del Señor.
La Resurrección de Cristo y nuestra resurrección
AL TERCER DÍA RESUCITÓ DE ENTRE LOS MUERTOS
638 "Os anunciamos la Buena Nueva de que la Promesa hecha a los padres Dios la ha
cumplido en nosotros, los hijos, al resucitar a Jesús (Hch 13, 32-33). La Resurrección de
Jesús es la verdad culminante de nuestra fe en Cristo, creída y vivida por la primera
comunidad cristiana como verdad central, transmitida como fundamental por la
Tradición, establecida en los documentos del Nuevo Testamento, predicada como parte
esencial del Misterio Pascual al mismo tiempo que la Cruz:
Cristo resucitó de entre los muertos.
Con su muerte venció a la muerte.
A los muertos ha dado la vida.
(Liturgia bizantina, Tropario de Pascua)
EL ACONTECIMIENTO HISTÓRICO Y TRASCENDENTE
639 El misterio de la resurrección de Cristo es un acontecimiento real que tuvo
manifestaciones históricamente comprobadas como lo atestigua el Nuevo Testamento.
Ya San Pablo, hacia el año 56, puede escribir a los Corintios: "Porque os transmití, en
primer lugar, lo que a mi vez recibí: que Cristo murió por nuestros pecados, según las
Escrituras; que fue sepultado y que resucitó al tercer día, según las Escrituras; que se
apareció a Cefas y luego a los Doce: "(1 Co 15, 3-4). El Apóstol habla aquí de la
tradición viva de la Resurrección que recibió después de su conversión a las puertas de
Damasco (cf. Hch 9, 3-18).
El sepulcro vacío
640 "¿Por qué buscar entre los muertos al que vive? No está aquí, ha resucitado" (Lc 24,
5-6). En el marco de los acontecimientos de Pascua, el primer elemento que se
encuentra es el sepulcro vacío. No es en sí una prueba directa. La ausencia del cuerpo
de Cristo en el sepulcro podría explicarse de otro modo (cf. Jn 20, 13; Mt 28, 11-15). A
pesar de eso, el sepulcro vacío ha constituido para todos un signo esencial. Su
descubrimiento por los discípulos fue el primer paso para el reconocimiento del hecho de
la Resurrección. Es el caso, en primer lugar, de las santas mujeres (cf. Lc 24, 3. 22-23),
después de Pedro (cf. Lc 24, 12). "El discípulo que Jesús amaba" (Jn 20, 2) afirma que,
al entrar en el sepulcro vacío y al descubrir "las vendas en el suelo"(Jn 20, 6) "vio y
creyó" (Jn 20, 8). Eso supone que constató en el estado del sepulcro vacío (cf. Jn 20, 5-
7) que la ausencia del cuerpo de Jesús no había podido ser obra humana y que Jesús no
había vuelto simplemente a una vida terrenal como había sido el caso de Lázaro (cf. Jn
11, 44).
Las apariciones del Resucitado
641 María Magdalena y las santas mujeres, que venían de embalsamar el cuerpo de
Jesús (cf. Mc 16, 1; Lc 24, 1) enterrado a prisa en la tarde del Viernes Santo por la
llegada del Sábado (cf. Jn 19, 31. 42) fueron las primeras en encontrar al Resucitado
(cf. Mt 28, 9-10; Jn 20, 11-18). Así las mujeres fueron las primeras mensajeras de la
Resurrección de Cristo para los propios Apóstoles (cf. Lc 24, 9-10). Jesús se apareció en
seguida a ellos, primero a Pedro, después a los Doce (cf. 1Co 15, 5). Pedro, llamado a
confirmar en la fe a sus hermanos (cf. Lc 22, 31-32), ve por tanto al Resucitado antes
que los demás y sobre su testimonio es sobre el que la comunidad exclama: "¡Es
verdad! ¡El Señor ha resucitado y se ha aparecido a Simón!" (Lc 24, 34).
642 Todo lo que sucedió en estas jornadas pascuales compromete a cada uno de los
Apóstoles - y a Pedro en particular - en la construcción de la era nueva que comenzó en
la mañana de Pascua. Como testigos del Resucitado, los apóstoles son las piedras de
fundación de su Iglesia. La fe de la primera comunidad de creyentes se funda en el
testimonio de hombres concretos, conocidos de los cristianos y, para la mayoría,
viviendo entre ellos todavía. Estos "testigos de la Resurrección de Cristo" (cf. Hch 1, 22)
son ante todo Pedro y los Doce, pero no solamente ellos: Pablo habla claramente de más
de quinientas personas a las que se apareció Jesús en una sola vez, además de Santiago
y de todos los apóstoles (cf. 1Co 15, 4-8).
643 Ante estos testimonios es imposible interpretar la Resurrección de Cristo fuera del
orden físico, y no reconocerlo como un hecho histórico. Sabemos por los hechos que la
fe de los discípulos fue sometida a la prueba radical de la pasión y de la muerte en cruz
de su Maestro, anunciada por él de antemano (cf. Lc 22, 31-32). La sacudida provocada
por la pasión fue tan grande que los discípulos (por lo menos, algunos de ellos) no
creyeron tan pronto en la noticia de la resurrección. Los evangelios, lejos de mostrarnos
una comunidad arrobada por una exaltación mística, los evangelios nos presentan a los
discípulos abatidos ("la cara sombría": Lc 24, 17) y asustados (cf. Jn 20, 19). Por eso no
creyeron a las santas mujeres que regresaban del sepulcro y "sus palabras les parecían
como desatinos" (Lc 24, 11; cf. Mc 16, 11. 13). Cuando Jesús se manifiesta a los once
en la tarde de Pascua "les echó en cara su incredulidad y su dureza de cabeza por no
haber creído a quienes le habían visto resucitado" (Mc 16, 14).
644 Tan imposible les parece la cosa que, incluso puestos ante la realidad de Jesús
resucitado, los discípulos dudan todavía (cf. Lc 24, 38): creen ver un espíritu (cf. Lc 24,
39). "No acaban de creerlo a causa de la alegría y estaban asombrados" (Lc 24, 41).
Tomás conocerá la misma prueba de la duda (cf. Jn 20, 24-27) y, en su última aparición
en Galilea referida por Mateo, "algunos sin embargo dudaron" (Mt 28, 17). Por esto la
hipótesis según la cual la resurrección habría sido un "producto" de la fe (o de la
credulidad) de los apóstoles no tiene consistencia. Muy al contrario, su fe en la
Resurrección nació -bajo la acción de la gracia divina- de la experiencia directa de la
realidad de Jesús resucitado.
El estado de la humanidad resucitada de Cristo
645 Jesús resucitado establece con sus discípulos relaciones directas mediante el tacto
(cf. Lc 24, 39; Jn 20, 27) y el compartir la comida (cf. Lc 24, 30. 41-43; Jn 21, 9. 13-
15). Les invita así a reconocer que él no es un espíritu (cf. Lc 24, 39) pero sobre todo a
que comprueben que el cuerpo resucitado con el que se presenta ante ellos es el mismo
que ha sido martirizado y crucificado ya que sigue llevando las huellas de su pasión (cf
Lc 24, 40; Jn 20, 20. 27). Este cuerpo auténtico y real posee sin embargo al mismo
tiempo las propiedades nuevas de un cuerpo glorioso: no está situado en el espacio ni
en el tiempo, pero puede hacerse presente a su voluntad donde quiere y cuando quiere
(cf. Mt 28, 9. 16-17; Lc 24, 15. 36; Jn 20, 14. 19. 26; Jn 21, 4) porque su humanidad
ya no puede ser retenida en la tierra y no pertenece ya más que al dominio divino del
Padre (cf. Jn 20, 17). Por esta razón también Jesús resucitado es soberanamente libre
de aparecer como quiere: bajo la apariencia de un jardinero (cf. Jn 20, 14-15) o "bajo
otra figura" (Mc 16, 12) distinta de la que les era familiar a los discípulos, y eso para
suscitar su fe (cf. Jn 20, 14. 16; Jn 21, 4. 7).
646 La Resurrección de Cristo no fue un retorno a la vida terrena como en el caso de las
resurrecciones que él había realizado antes de Pascua: la hija de Jairo, el joven de Naim,
Lázaro. Estos hechos eran acontecimientos milagrosos, pero las personas afectadas por
el milagro volvían a tener, por el poder de Jesús, una vida terrena "ordinaria". En cierto
momento, volverán a morir. La resurrección de Cristo es esencialmente diferente. En su
cuerpo resucitado, pasa del estado de muerte a otra vida más allá del tiempo y del
espacio. En la Resurrección, el cuerpo de Jesús se llena del poder del Espíritu Santo;
participa de la vida divina en el estado de su gloria, tanto que San Pablo puede decir de
Cristo que es "el hombre celestial" (cf. 1Co 15, 35-50).
La resurrección como acontecimiento transcendente
647 "¡Qué noche tan dichosa, canta el 'Exultet' de Pascua, sólo ella conoció el momento
en que Cristo resucitó de entre los muertos!". En efecto, nadie fue testigo ocular del
acontecimiento mismo de la Resurrección y ningún evangelista lo describe. Nadie puede
decir cómo sucedió físicamente. Menos aún, su esencia más íntima, el paso a otra vida,
fue perceptible a los sentidos. Acontecimiento histórico demostrable por la señal del
sepulcro vacío y por la realidad de los encuentros de los apóstoles con Cristo resucitado,
no por ello la Resurrección pertenece menos al centro del Misterio de la fe en aquello
que transciende y sobrepasa a la historia. Por eso, Cristo resucitado no se manifiesta al
mundo (cf. Jn 14, 22) sino a sus discípulos, "a los que habían subido con él desde
Galilea a Jerusalén y que ahora son testigos suyos ante el pueblo" (Hch 13, 31).
LA RESURRECCIÓN OBRA DE LA SANTÍSIMA TRINIDAD
648 La Resurrección de Cristo es objeto de fe en cuanto es una intervención
transcendente de Dios mismo en la creación y en la historia. En ella, las tres personas
divinas actúan juntas a la vez y manifiestan su propia originalidad. Se realiza por el
poder del Padre que "ha resucitado" (cf. Hch 2, 24) a Cristo, su Hijo, y de este modo ha
introducido de manera perfecta su humanidad - con su cuerpo - en la Trinidad. Jesús se
revela definitivamente "Hijo de Dios con poder, según el Espíritu de santidad, por su
resurrección de entre los muertos" (Rm 1, 3-4). San Pablo insiste en la manifestación
del poder de Dios (cf. Rm 6, 4; 2 Co 13, 4; Flp 3, 10; Ef 1, 19-22; Hb 7, 16) por la
acción del Espíritu que ha vivificado la humanidad muerta de Jesús y la ha llamado al
estado glorioso de Señor.
649 En cuanto al Hijo, él realiza su propia Resurrección en virtud de su poder divino.
Jesús anuncia que el Hijo del hombre deberá sufrir mucho, morir y luego resucitar
(sentido activo del término) (cf. Mc 8, 31; Mc 9, 9-31; Mc 10, 34). Por otra parte, él
afirma explícitamente: "doy mi vida, para recobrarla de nuevo… Tengo poder para darla
y poder para recobrarla de nuevo" (Jn 10, 17-18). "Creemos que Jesús murió y resucitó"
(1Ts 4, 14).
650 Los Padres contemplan la Resurrección a partir de la persona divina de Cristo que
permaneció unida a su alma y a su cuerpo, separados entre sí por la muerte: "Por la
unidad de la naturaleza divina que permanece presente en cada una de las dos partes
del hombre, éstas se unen de nuevo. Así la muerte se produce por la separación del
compuesto humano, y la Resurrección por la unión de las dos partes separadas" (San
Gregorio Niceno, res. 1; cf. también DS 325; 359; 369; 539).
SENTIDO Y ALCANCE SALVÍFICO DE LA RESURRECCIÓN
651 "Si no resucitó Cristo, vana es nuestra predicación, vana también vuestra fe"(1Co
15, 14). La Resurrección constituye ante todo la confirmación de todo lo que Cristo hizo
y enseñó. Todas las verdades, incluso las más inaccesibles al espíritu humano,
encuentran su justificación si Cristo, al resucitar, ha dado la prueba definitiva de su
autoridad divina según lo había prometido.
652 La Resurrección de Cristo es cumplimiento de las promesas del Antiguo Testamento
(cf. Lc 24, 26-27. 44-48) y del mismo Jesús durante su vida terrenal (cf. Mt 28, 6; Mc
16, 7; Lc 24, 6-7). La expresión "según las Escrituras" (cf. 1Co 15, 3-4 y el Símbolo
nicenoconstantinopolitano) indica que la Resurrección de Cristo cumplió estas
predicciones.
653 La verdad de la divinidad de Jesús es confirmada por su Resurrección. Él había
dicho: "Cuando hayáis levantado al Hijo del hombre, entonces sabréis que Yo Soy" (Jn
8, 28). La Resurrección del Crucificado demostró que verdaderamente, él era "Yo Soy",
el Hijo de Dios y Dios mismo. San Pablo pudo decir a los Judíos: "La Promesa hecha a
los padres Dios la ha cumplido en nosotros… al resucitar a Jesús, como está escrito en el
salmo primero: 'Hijo mío eres tú; yo te he engendrado hoy" (Hch 13, 32-33; cf. Sal 2,
7). La Resurrección de Cristo está estrechamente unida al misterio de la Encarnación del
Hijo de Dios: es su plenitud según el designio eterno de Dios.
654 Hay un doble aspecto en el misterio Pascual: por su muerte nos libera del pecado,
por su Resurrección nos abre el acceso a una nueva vida. Esta es, en primer lugar, la
justificación que nos devuelve a la gracia de Dios (cf. Rm 4, 25) "a fin de que, al igual
que Cristo fue resucitado de entre los muertos… así también nosotros vivamos una
nueva vida" (Rm 6, 4). Consiste en la victoria sobre la muerte y el pecado y en la nueva
participación en la gracia (cf. Ef 2, 4-5; 1P 1, 3). Realiza la adopción filial porque los
hombres se convierten en hermanos de Cristo, como Jesús mismo llama a sus discípulos
después de su Resurrección: "Id, avisad a mis hermanos" (Mt 28, 10; Jn 20, 17).
Hermanos no por naturaleza, sino por don de la gracia, porque esta filiación adoptiva
confiere una participación real en la vida del Hijo único, la que ha revelado plenamente
en su Resurrección.
655 Por último, la Resurrección de Cristo -y el propio Cristo resucitado- es principio y
fuente de nuestra resurrección futura: "Cristo resucitó de entre los muertos como
primicias de los que durmieron… del mismo modo que en Adán mueren todos, así
también todos revivirán en Cristo" (1Co 15, 20-22). En la espera de que esto se realice,
Cristo resucitado vive en el corazón de sus fieles. En El los cristianos "saborean los
prodigios del mundo futuro" (Hb 6, 5) y su vida es arrastrada por Cristo al seno de la
vida divina (cf. Col 3, 1-3) para que ya no vivan para sí los que viven, sino para aquél
que murió y resucitó por ellos" (2Co 5, 15).
989 Creemos firmemente, y así lo esperamos, que del mismo modo que Cristo ha
resucitado verdaderamente de entre los muertos, y que vive para siempre, igualmente
los justos después de su muerte vivirán para siempre con Cristo resucitado y que El los
resucitará en el último día (cf. Jn 6, 39 - 40). Como la suya, nuestra resurrección será
obra de la Santísima Trinidad:
"Si el Espíritu de Aquél que resucitó a Jesús de entre los muertos habita en vosotros,
Aquél que resucitó a Jesús de entre los muertos dará también la vida a vuestros cuerpos
mortales por su Espíritu que habita en vosotros" (Rm 8, 11; cf. 1Ts 4, 14; 1Co 6, 14;
2Co 4, 14; Flp 3, 10 - 11).
1001 ¿Cuándo? Sin duda en el "último día" (Jn 6, 39-40. 44. 54; Jn 11, 24); "al fin del
mundo" (LG 48). En efecto, la resurrección de los muertos está íntimamente asociada a
la Parusía de Cristo:
"El Señor mismo, a la orden dada por la voz de un arcángel y por la trompeta de Dios,
bajará del cielo, y los que murieron en Cristo resucitarán en primer lugar" (1Ts 4, 16).
1002 Si es verdad que Cristo nos resucitará en "el último día", también lo es, en cierto
modo, que nosotros ya hemos resucitado con Cristo. En efecto, gracias al Espíritu Santo,
la vida cristiana en la tierra es, desde ahora, una participación en la muerte y en la
Resurrección de Cristo:
"Sepultados con él en el bautismo, con él también habéis resucitado por la fe en la
acción de Dios, que le resucitó de entre los muertos… Así pues, si habéis resucitado con
Cristo, buscad las cosas de arriba, donde está Cristo sentado a la diestra de Dios" (Col
2, 12; Col 3, 1).
La Pascua, el Día del Señor
647 "¡Qué noche tan dichosa, canta el 'Exultet' de Pascua, sólo ella conoció el momento
en que Cristo resucitó de entre los muertos!". En efecto, nadie fue testigo ocular del
acontecimiento mismo de la Resurrección y ningún evangelista lo describe. Nadie puede
decir cómo sucedió físicamente. Menos aún, su esencia más íntima, el paso a otra vida,
fue perceptible a los sentidos. Acontecimiento histórico demostrable por la señal del
sepulcro vacío y por la realidad de los encuentros de los apóstoles con Cristo resucitado,
no por ello la Resurrección pertenece menos al centro del Misterio de la fe en aquello
que transciende y sobrepasa a la historia. Por eso, Cristo resucitado no se manifiesta al
mundo (cf. Jn 14, 22) sino a sus discípulos, "a los que habían subido con él desde
Galilea a Jerusalén y que ahora son testigos suyos ante el pueblo" (Hch 13, 31).
1167 El domingo es el día por excelencia de la Asamblea litúrgica, en que los fieles
"deben reunirse para, escuchando la palabra de Dios y participando en la Eucaristía,
recordar la pasión, la resurrección y la gloria del Señor Jesús y dar gracias a Dios, que
los 'hizo renacer a la esperanza viva por la resurrección de Jesucristo de entre los
muertos'" (SC 106):
"Cuando meditamos, oh Cristo, las maravillas que fueron realizadas en este día del
domingo de tu santa Resurrección, decimos: Bendito es el día del domingo, porque en él
tuvo comienzo la Creación… la salvación del mundo… la renovación del género humano…
en él el cielo y la tierra se regocijaron y el universo entero quedó lleno de luz. Bendito es
el día del domingo, porque en él fueron abiertas las puertas del paraíso para que Adán y
todos los desterrados entraran en él sin temor" (Fanqîth, Oficio siriaco de Antioquía, vol
6, 1ª parte del verano, p. 193b).
1168 A partir del "Triduo Pascual", como de su fuente de luz, el tiempo nuevo de la
Resurrección llena todo el año litúrgico con su resplandor. De esta fuente, por todas
partes, el año entero queda transfigurado por la Liturgia. Es realmente "año de gracia
del Señor" (cf Lc 4, 19). La Economía de la salvación actúa en el marco del tiempo, pero
desde su cumplimiento en la Pascua de Jesús y la efusión del Espíritu Santo, el fin de la
historia es anticipado, como pregustado, y el Reino de Dios irrumpe en el tiempo de la
humanidad.
1169 Por ello, la Pascua no es simplemente una fiesta entre otras: es la "Fiesta de las
fiestas", "Solemnidad de las solemnidades", como la Eucaristía es el Sacramento de los
sacramentos (el gran sacramento). S. Atanasio la llama "el gran domingo" (Ep. fest.
329), así como la Semana santa es llamada en Oriente "la gran semana". El Misterio de
la Resurrección, en el cual Cristo ha aplastado a la muerte, penetra en nuestro viejo
tiempo con su poderosa energía, hasta que todo le esté sometido.
1170 En el Concilio de Nicea (año 325) todas las Iglesias se pusieron de acuerdo para
que la Pascua cristiana fuese celebrada el domingo que sigue al plenilunio (14 del mes
de Nisán) después del equinoccio de primavera. Por causa de los diversos métodos
utilizados para calcular el 14 del mes de Nisán, en las Iglesias de Occidente y de Oriente
no siempre coincide la fecha de la Pascua. Por eso, dichas Iglesias buscan hoy un
acuerdo, para llegar de nuevo a celebrar en una fecha común el día de la Resurrección
del Señor.
1243 La vestidura blanca simboliza que el bautizado se ha "revestido de Cristo" (Ga 3,
27): ha resucitado con Cristo. El cirio que se enciende en el cirio pascual, significa que
Cristo ha iluminado al neófito. En Cristo, los bautizados son "la luz del mundo" (Mt 5,
14; cf Flp 2, 15).
El nuevo bautizado es ahora hijo de Dios en el Hijo Único. Puede ya decir la oración de
los hijos de Dios: el Padre Nuestro.
1287 Ahora bien, esta plenitud del Espíritu no debía permanecer únicamente en el
Mesías, sino que debía ser comunicada a todo el pueblo mesiánico (cf Ez 36, 25-27; Jl 3,
1-2). En repetidas ocasiones Cristo prometió esta efusión del Espíritu (cf Lc 12, 12; Jn 3,
5-8; Jn 7, 37-39; Jn 16, 7-15; Hch 1, 8), promesa que realizó primero el día de Pascua
(Jn 20, 22) y luego, de manera más manifiesta el día de Pentecostés (cf Hch 2, 1-4).
Llenos del Espíritu Santo, los Apóstoles comienzan a proclamar "las maravillas de Dios"
(Hch 2, 11) y Pedro declara que esta efusión del Espíritu es el signo de los tiempos
mesiánicos (cf Hch 2, 17-18). Los que creyeron en la predicación apostólica y se hicieron
bautizar, recibieron a su vez el don del Espíritu Santo (cf Hch 2, 38).
Los Sacramentos de la iniciación cristiana
1212 Mediante los sacramentos de la iniciación cristiana, el Bautismo, la Confirmación y
la Eucaristía, se ponen los fundamentos de toda vida cristiana. "La participación en la
naturaleza divina que los hombres reciben como don mediante la gracia de Cristo, tiene
cierta analogía con el origen, el crecimiento y el sustento de la vida natural. En efecto,
los fieles renacidos en el Bautismo se fortalecen con el sacramento de la Confirmación y
finalmente, son alimentados en la Eucaristía con el manjar de la vida eterna, y, así por
medio de estos sacramentos de la iniciación cristiana, reciben cada vez con más
abundancia los tesoros de la vida divina y avanzan hacia la perfección de la caridad"
(Pablo VI, Const. apost. "Divinae consortium naturae"; cf OICA, praen. 1 – 2).
El Bautismo
1214 Este sacramento recibe el nombre de Bautismo en razón del carácter del rito
central mediante el que se celebra: bautizar (baptizein en griego) significa "sumergir",
"introducir dentro del agua"; la "inmersión" en el agua simboliza el acto de sepultar al
catecúmeno en la muerte de Cristo de donde sale por la resurrección con El (cf Rm 6, 3-
4; Col 2, 12) como "nueva criatura" (2 Co 5, 17; Ga 6, 15).
1215 Este sacramento es llamado también "baño de regeneración y de renovación del
Espíritu Santo" (Tt 3, 5), porque significa y realiza ese nacimiento del agua y del Espíritu
sin el cual "nadie puede entrar en el Reino de Dios" (Jn 3, 5).
1216 "Este baño es llamado iluminación porque quienes reciben esta enseñanza
(catequética) su espíritu es iluminado… "(S. Justino, Apol. 1, 61, 12). Habiendo recibido
en el Bautismo al Verbo, "la luz verdadera que ilumina a todo hombre" (Jn 1, 9), el
bautizado, "tras haber sido iluminado" (Hb 10, 32), se convierte en "hijo de la luz" (1Ts
5, 5), y en "luz" él mismo (Ef 5, 8):
"El Bautismo es el más bello y magnífico de los dones de Dios… lo llamamos don, gracia,
unción, iluminación, vestidura de incorruptibilidad, baño de regeneración, sello y todo lo
más precioso que hay. Don, porque es conferido a los que no aportan nada; gracia,
porque, es dado incluso a culpables; bautismo, porque el pecado es sepultado en el
agua; unción, porque es sagrado y real (tales son los que son ungidos); iluminación,
porque es luz resplandeciente; vestidura, porque cubre nuestra vergüenza; baño,
porque lava; sello, porque nos guarda y es el signo de la soberanía de Dios" (S. Gregorio
Nacianceno, Or. 40, 3–4).
Las prefiguraciones del Bautismo en la Antigua Alianza
1217 En la Liturgia de la Noche Pascual, cuando se bendice el agua bautismal, la Iglesia
hace solemnemente memoria de los grandes acontecimientos de la historia de la
salvación que prefiguraban ya el misterio del Bautismo:
"¡Oh Dios!, que realizas en tus sacramentos obras admirables con tu poder invisible, y
de diversos modos te has servido de tu criatura el agua para significar la gracia del
bautismo" (MR, Vigilia Pascual, bendición del agua bautismal, 42)
1218 Desde el origen del mundo, el agua, criatura humilde y admirable, es la fuente de
la vida y de la fecundidad. La Sagrada Escritura dice que el Espíritu de Dios "se cernía"
sobre ella (cf. Gn 1, 2):
"¡Oh Dios!, cuyo espíritu, en los orígenes del mundo, se cernía sobre las aguas, para que
ya desde entonces concibieran el poder de santificar" (MR, ibid.).
1219 La Iglesia ha visto en el Arca de Noé una prefiguración de la salvación por el
bautismo. En efecto, por medio de ella "unos pocos, es decir, ocho personas, fueron
salvados a través del agua" (1 P 3, 20):
"¡Oh Dios!, que incluso en las aguas torrenciales del diluvio prefiguraste el nacimiento de
la nueva humanidad, de modo que una misma agua pusiera fin al pecado y diera origen
a la santidad" (MR, ibid.).
1220 Si el agua de manantial simboliza la vida, el agua del mar es un símbolo de la
muerte. Por lo cual, pudo ser símbolo del misterio de la Cruz. Por este simbolismo el
bautismo significa la comunión con la muerte de Cristo.
1221 Sobre todo el paso del Mar Rojo, verdadera liberación de Israel de la esclavitud de
Egipto, es el que anuncia la liberación obrada por el bautismo:
"¡Oh Dios!, que hiciste pasar a pie enjuto por el mar Rojo a los hijos de Abraham, para
que el pueblo liberado de la esclavitud del faraón fuera imagen de la familia de los
bautizados" (MR, ibid.).
1222 Finalmente, el Bautismo es prefigurado en el paso del Jordán, por el que el pueblo
de Dios recibe el don de la tierra prometida a la descendencia de Abraham, imagen de la
vida eterna. La promesa de esta herencia bienaventurada se cumple en la nueva
Alianza.
El bautismo en la Iglesia
1226 Desde el día de Pentecostés la Iglesia ha celebrado y administrado el santo
Bautismo. En efecto, S. Pedro declara a la multitud conmovida por su predicación:
"Convertíos y que cada uno de vosotros se haga bautizar en el nombre de Jesucristo,
para remisión de vuestros pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo" (Hch 2, 38).
Los Apóstoles y sus colaboradores ofrecen el bautismo a quien crea en Jesús: judíos,
hombres temerosos de Dios, paganos (Hch 2, 41; Hch 8, 12-13; Hch 10, 48; Hch 16,
15). El Bautismo aparece siempre ligado a la fe: "Ten fe en el Señor Jesús y te salvarás
tú y tu casa", declara S. Pablo a su carcelero en Filipos. El relato continúa: "el carcelero
inmediatamente recibió el bautismo, él y todos los suyos" (Hch 16, 31-33).
1227 Según el apóstol S. Pablo, por el Bautismo el creyente participa en la muerte de
Cristo; es sepultado y resucita con él:
"¿O es que ignoráis que cuantos fuimos bautizados en Cristo Jesús, fuimos bautizados
en su muerte? Fuimos, pues, con él sepultados por el bautismo en la muerte, a fin de
que, al igual que Cristo fue resucitado de entre los muertos por medio de la gloria del
Padre, así también nosotros vivamos una vida nueva" (Rm 6, 3-4; cf Col 2, 12).
Los bautizados se han "revestido de Cristo" (Ga 3, 27). Por el Espíritu Santo, el
Bautismo es un baño que purifica, santifica y justifica (cf 1 Co 6, 11; 1 Co 12, 13).
1228 El Bautismo es, pues, un baño de agua en el que la "semilla incorruptible" de la
Palabra de Dios produce su efecto vivificador (cf. 1 P 1, 23; Ef 5, 26). S. Agustín dirá del
Bautismo: "Accedit verbum ad elementum, et fit sacramentum" ("Se une la palabra a la
materia, y se hace el sacramento", ev. Io. 80, 3).
La mistagogia de la celebración
1234 El sentido y la gracia del sacramento del Bautismo aparece claramente en los ritos
de su celebración. Cuando se participa atentamente en los gestos y las palabras de esta
celebración, los fieles se inician en las riquezas que este sacramento significa y realiza
en cada nuevo bautizado.
1235 La señal de la cruz, al comienzo de la celebración, señala la impronta de Cristo
sobre el que le va a pertenecer y significa la gracia de la redención que Cristo nos ha
adquirido por su cruz.
1236 El anuncio de la Palabra de Dios ilumina con la verdad revelada a los candidatos y
a la asamblea y suscita la respuesta de la fe, inseparable del Bautismo. En efecto, el
Bautismo es de un modo particular "el sacramento de la fe" por ser la entrada
sacramental en la vida de fe.
1237 Puesto que el Bautismo significa la liberación del pecado y de su instigador, el
diablo, se pronuncian uno o varios exorcismos sobre el candidato. Este es ungido con el
óleo de los catecúmenos o bien el celebrante le impone la mano y el candidato renuncia
explícitamente a Satanás. Así preparado, puede confesar la fe de la Iglesia, a la cual
será "confiado" por el Bautismo (cf Rm 6, 17).
1238 El agua bautismal es entonces consagrada mediante una oración de epíclesis (en el
momento mismo o en la noche pascual). La Iglesia pide a Dios que, por medio de su
Hijo, el poder del Espíritu Santo descienda sobre esta agua, a fin de que los que sean
bautizados con ella "nazcan del agua y del Espíritu" (Jn 3, 5).
1239 Sigue entonces el rito esencial del sacramento: el Bautismo propiamente dicho,
que significa y realiza la muerte al pecado y la entrada en la vida de la Santísima
Trinidad a través de la configuración con el Misterio pascual de Cristo. El Bautismo es
realizado de la manera más significativa mediante la triple inmersión en el agua
bautismal. Pero desde la antigüedad puede ser también conferido derramando tres
veces agua sobre la cabeza del candidato.
1240 En la Iglesia latina, esta triple infusión va acompañada de las palabras del
ministro: "N, Yo te bautizo en el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo". En
las liturgias orientales, estando el catecúmeno vuelto hacia el Oriente, el sacerdote dice:
"El siervo de Dios, N., es bautizado en el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu
Santo". Y mientras invoca a cada persona de la Santísima Trinidad, lo sumerge en el
agua y lo saca de ella.
1241 La unción con el santo crisma, óleo perfumado y consagrado por el obispo,
significa el don del Espíritu Santo al nuevo bautizado. Ha llegado a ser un cristiano, es
decir, "ungido" por el Espíritu Santo, incorporado a Cristo, que es ungido sacerdote,
profeta y rey (cf OBP nº 62).
1242 En la liturgia de las Iglesias de Oriente, la unción postbautismal es el sacramento
de la Crismación (Confirmación). En la liturgia romana, dicha unción anuncia una
segunda unción del santo crisma que dará el obispo: el sacramento de la Confirmación
que, por así decirlo, "confirma" y da plenitud a la unción bautismal.
1243 La vestidura blanca simboliza que el bautizado se ha "revestido de Cristo" (Ga 3,
27): ha resucitado con Cristo. El cirio que se enciende en el cirio pascual, significa que
Cristo ha iluminado al neófito. En Cristo, los bautizados son "la luz del mundo" (Mt 5,
14; cf Flp 2, 15).
El nuevo bautizado es ahora hijo de Dios en el Hijo Único. Puede ya decir la oración de
los hijos de Dios: el Padre Nuestro.
1244 La primera comunión eucarística. Hecho hijo de Dios, revestido de la túnica
nupcial, el neófito es admitido "al festín de las bodas del Cordero" y recibe el alimento
de la vida nueva, el Cuerpo y la Sangre de Cristo. Las Iglesias orientales conservan una
conciencia viva de la unidad de la iniciación cristiana por lo que dan la sagrada comunión
a todos los nuevos bautizados y confirmados, incluso a los niños pequeños, recordando
las palabras del Señor: "Dejad que los niños vengan a mí, no se lo impidáis" (Mc 10,
14). La Iglesia latina, que reserva el acceso a la Sagrada Comunión a los que han
alcanzado el uso de razón, expresa cómo el Bautismo introduce a la Eucaristía acercando
al altar al niño recién bautizado para la oración del Padre Nuestro.
1245 La bendición solemne cierra la celebración del Bautismo. En el Bautismo de recién
nacidos, la bendición de la madre ocupa un lugar especial.
1254 En todos los bautizados, niños o adultos, la fe debe crecer después del Bautismo.
Por eso, la Iglesia celebra cada año en la noche pascual la renovación de las promesas
del Bautismo. La preparación al Bautismo sólo conduce al umbral de la vida nueva. El
Bautismo es la fuente de la vida nueva en Cristo, de la cual brota toda la vida cristiana.
La Confirmación
1286 En el Antiguo Testamento, los profetas anunciaron que el Espíritu del Señor
reposaría sobre el Mesías esperado (cf. Is 11, 2) para realizar su misión salvífica (cf Lc
4, 16-22; Is 61, 1). El descenso del Espíritu Santo sobre Jesús en su Bautismo por Juan
fue el signo de que él era el que debía venir, el Mesías, el Hijo de Dios (Mt 3, 13-17; Jn
1, 33-34). Habiendo sido concedido por obra del Espíritu Santo, toda su vida y toda su
misión se realizan en una comunión total con el Espíritu Santo que el Padre le da "sin
medida" (Jn 3, 34).
1287 Ahora bien, esta plenitud del Espíritu no debía permanecer únicamente en el
Mesías, sino que debía ser comunicada a todo el pueblo mesiánico (cf Ez 36, 25-27; Jl 3,
1-2). En repetidas ocasiones Cristo prometió esta efusión del Espíritu (cf Lc 12, 12; Jn 3,
5-8; Jn 7, 37-39; Jn 16, 7-15; Hch 1, 8), promesa que realizó primero el día de Pascua
(Jn 20, 22) y luego, de manera más manifiesta el día de Pentecostés (cf Hch 2, 1-4).
Llenos del Espíritu Santo, los Apóstoles comienzan a proclamar "las maravillas de Dios"
(Hch 2, 11) y Pedro declara que esta efusión del Espíritu es el signo de los tiempos
mesiánicos (cf Hch 2, 17-18). Los que creyeron en la predicación apostólica y se hicieron
bautizar, recibieron a su vez el don del Espíritu Santo (cf Hch 2, 38).
1288 "Desde aquel tiempo, los Apóstoles, en cumplimiento de la voluntad de Cristo,
comunicaban a los neófitos, mediante la imposición de las manos, el don del Espíritu
Santo, destinado a completar la gracia del Bautismo (cf Hch 8, 15 - 17; Hch 19, 5 - 6).
Esto explica por qué en la Carta a los Hebreos se recuerda, entre los primeros elementos
de la formación cristiana, la doctrina del bautismo y de la la imposición de las manos (cf
Hb 6, 2). Esta imposición de las manos ha sido con toda razón considerada por la
tradición católica como el primitivo origen del sacramento de la Confirmación, el cual
perpetúa, en cierto modo, en la Iglesia, la gracia de Pentecostés" (Pablo VI, const.
apost. "Divinae consortium naturae").
1289 Muy pronto, para mejor significar el don del Espíritu Santo, se añadió a la
imposición de las manos una unción con óleo perfumado (crisma). Esta unción ilustra el
nombre de "cristiano" que significa "ungido" y que tiene su origen en el nombre de
Cristo, al que "Dios ungió con el Espíritu Santo" (Hch 10, 38). Y este rito de la unción
existe hasta nuestros días tanto en Oriente como en Occidente. Por eso en Oriente, se
llama a este sacramento crismación, unción con el crisma, o myron, que significa
"crisma". En Occidente el nombre de Confirmación sugiere que este sacramento al
mismo tiempo confirma el Bautismo y robustece la gracia bautismal.
La Eucaristía
1322 La Sagrada Eucaristía culmina la iniciación cristiana. Los que han sido elevados a la
dignidad del sacerdocio real por el Bautismo y configurados más profundamente con
Cristo por la Confirmación, participan por medio de la Eucaristía con toda la comunidad
en el sacrificio mismo del Señor.
1323 "Nuestro Salvador, en la última Cena, la noche en que fue entregado, instituyó el
sacrificio eucarístico de su cuerpo y su sangre para perpetuar por los siglos, hasta su
vuelta, el sacrificio de la cruz y confiar así a su Esposa amada, la Iglesia, el memorial de
su muerte y resurrección, sacramento de piedad, signo de unidad, vínculo de amor,
banquete pascual en el que se recibe a Cristo, el alma se llena de gracia y se nos da una
prenda de la gloria futura" (SC 47).