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INTRODUCCION

El riesgo cero es una utopía ya que toda actividad se comporta de una manera u
otro en cuanto a los riesgos y peligros. El riesgo ha estado y está presente en el
desarrollo de la Humanidad, desde la Edad de Piedra hasta hoy, pero ha sido a partir de
1987 cuando se produce de modo progresivo la irrupción de la CINDINICA que es el
estudio de las ciencias del peligro y es en ese instante cuando aparece la figura del
Gerente de Riesgos.

Sin embargo el primero en desarrollar tal función fue Noé en su objetivo de


mantener la vida sobre la tierra tras el diluvio. Entonces Noé estaba obligado a considerar
el máximo riesgo y no podía utilizar ningún punto fijo por alto que éste fuese por
desconocer la altura que las aguas podían alcanzar. Quedaba una sola solución
satisfactoria: construir un barco y salvar lo que fuera posible. El desarrollo tecnológico y
los cambios en la sociedad entraña nuevos riesgos, la sociedad no acepta ningún riesgo
siempre que no esté justificado por los mayores beneficios reales que pueda obtener por
la adopción de dicho riesgo. Se podría decir que la tecnología dispone siempre de
recursos suficientes para reducir los riesgos en respuesta a las demandas de la sociedad.
Cabe ahora incidir de nuevo en el papel determinante que tiene la opinión pública, muy
superior actualmente a lo que ocurría en el relato del s. XIX. Hoy a través de los medios
de información la opinión pública toma parte en los debates y todo el mundo reconoce el
derecho del público a estar informado de modo completo, claro y objetivo sobre cualquier
cuestión. Otro ejemplo fundamental en la prevención de los riegos naturales es el factor
humano, el hombre interviene en la reglamentación y en su aplicación como primer paso
de la prevención y son finalmente los planes de emergencia los que garantizan una buena
gestión del accidente cuando éste sobreviene. Ya en 1755 Voltaire y Rousseau
mantenían diferentes criterios en relación con el terremoto que asoló a Lisboa, el punto de
discrepancia giraba acerca de considerar el sentido fatalista del peligro o por el contrario
la posibilidad de prevenirlo. Rousseau mantenía que no puede pedirse a la Naturaleza
que modifique sus leyes con el fin de ocultar los errores humanos. En el extremo contrario
están aquellos volterianos que todavía hoy consideran al analizar recientes catástrofes
que éstas no son más que accidentes, olvidando que antes de cada catástrofe están
presentes una serie de factores de riesgo o cindínicos cuya combinación origina la
catástrofe. Si se preguntara ¿es posible medir el peligro? la respuesta es claramente
afirmativa ya que la medida del peligro es el riesgo que se obtiene como producto de dos
factores que son la gravedad del subsuelo y la probabilidad de que éste ocurra.
Evidentemente la CINDÍNICA tiene sus propias leyes que son las que a continuación se
enuncian:

 La gravedad de un peligro está en razón directa de la subestima de su


probabilidad. (568 Universidad de la Coruña - Colegio de Ingenieros de Caminos,
Canales y Puertos).
 Al aumentar el tiempo de exposición a un peligro disminuye la consciencia del
mismo.
 El peligro que nos amenaza es una función del entorno.
 Al mejorar la comunicación disminuye el peligro.
 Si hay conocimiento del peligro se puede evitar.
 La realización de simulacros manifiesta interacciones entre cuantos intervienen, de
ahí la conveniencia de modelizar los peligros.
CINDINICA Y SUS IMPLICACIONES

Hoy las empresas han sufrido profundas transformaciones en su gestión, en sus


prestaciones y en la calidad de los productos que ofrecen y si bien es cierto que el
progreso ha permitido reducir y aún eliminar ciertos riesgos no es menos cierto que han
aparecido otros difícilmente detectables por complejidad de las empresas y porque las
necesidades de rápida innovación generan nuevos riesgos que no siempre se consideran
en la misma medida que las consecuencias que pueden producir. A pesar de todo ello no
cabe· duda que se ha pasado de una actitud fatalista y pasiva frente a los riesgos a una
actitud ofensiva y activa que consiste en enumerarlos y analizarlos para poder reducirlos
con las necesarias medidas de prevención y protección.

De acuerdo a la Real Academia Española la palabra riesgo implica la proximidad


de un daño, desgracia o contratiempo que puede afectar la vida de los hombres (Real
Academia Española, 1992, p.1.562). Este término, muy empleado en Economía, Política y
Medicina, ha extendido su uso a todas las ciencias. Es frecuente encontrar que el término
riesgo se usa como sinónimo de peligro. Esta confusión proviene del origen de los
términos y su etimología.

El origen del término riesgo es incierto; según Díez y otros lingüistas, se relaciona
con el castellano antiguo resegue (resecar, cortar), cuya acepción, muy usada en la Edad
Media, es sinónimo de lucha, contradicción y división. Por ello se piensa que
probablemente todo el grupo riesgo-risco procede del latín resecare, cortar, que tiene
doble acepción: por un lado división, discordia y por otro, lugar quebrado y fragoso.
Etimológicamente riesgo proviene de rísico o rischio (peligro). Se cree que puede tener
origen común con la palabra castellana ‘risco’: peñasco escarpado, escollo, promontorio,
antiguamente ‘riesco’, que se aplicaba también al peligro que corría el que transitaba por
escollos o promontorios escarpados (rhizicare).

Naciones Unidas, a través de su Oficina de Coordinación para el Socorro en caso


de Desastres (UNDRO), trabaja activamente en todos los temas relacionados con estos.
A tal efecto, ha elaborado una serie de definiciones entre las que figuran la de riesgo:
"grado de pérdida previsto debido a un fenómeno natural determinado y en función tanto
del peligro natural como de la vulnerabilidad". (Naciones Unidas,  1984, p. 80).

Jean Gallais en su obra Los Trópicos: tierras de riesgos y de violencias define el


riesgo como "una probabilidad amenazante" desde un ángulo de aproximación
esencialmente humano. Así sostiene que el término riesgo "está cargado de futuro, de un
temor respecto del porvenir ligado a una cierta tensión humana o a fenómenos naturales
que tienen una cierta probabilidad de producirse. Analizar globalmente un riesgo, es
establecer un sistema de observaciones y de conceptos que permiten definir su
frecuencia, sus tendencias si no sus leyes, en suma una potencialidad de violencia." (...)
"La violencia está en la lógica del riesgo" (Gallais,  1994:7).

Los riesgos implican un mayor grado de controversia científica que los peligros,
tanto respecto de sus causas como de sus consecuencias y probabilidades de ocurrencia.
La acepción más divulgada de riesgo es la de peligro que se corre. En líneas generales
coincidiría con la acepción dada en este trabajo a la palabra riesgo: riesgo: es la
probabilidad de ocurrencia de un peligro. El concepto incluye la probabilidad de ocurrencia
de un acontecimiento natural o antrópico y la valoración por parte del hombre en cuanto a
sus efectos nocivos (vulnerabilidad). La valoración cualitativa puede hacerse cuantitativa
por medición de pérdidas y probabilidad de ocurrencia. Cuando se cuenta con los datos
adecuados para realizar un cálculo de probabilidades se puede definir el riesgo. En
cambio, cuando no existe posibilidad de calcular probabilidades, sino que solo existe
intuición o criterio personal, se está frente a una incertidumbre.

Otra aclaración terminológica que se impone es la del término peligro: del


latín periculum: "contingencia inminente de perder una cosa o de que suceda un
mal" (Espasa Calpe,  1975, p.57). Diversos diccionarios coinciden en sus términos
equivalentes, en francés: péril, danger, alea; en inglés: peril, hazard. El peligro es un
evento capaz de causar pérdidas de gravedad en donde se produzca. El peligro implica la
existencia del hombre que valora qué es un daño y qué no. Los fenómenos naturales no
son en sí mismos perjudiciales, por ejemplo, para los antiguos egipcios las inundaciones
del Nilo no eran acontecimientos peligrosos. Las inundaciones, sequías, tormentas,
terremotos, erupciones volcánicas, huracanes y otros, son fenómenos naturales, que solo
se convierten en peligros si ocurren donde vive la gente. "Los peligros naturales resultan
de los conflictos de los procesos geofísicos con la gente..." (Smith, 1992, p.9). Esta
interpretación de los peligros naturales, da al hombre un protagonismo central en la
definición, puesto que es a través de su localización, sus acciones y sus percepciones
como un fenómeno natural se vuelven peligrosas o no. Por su parte, Naciones Unidas
sostiene que, peligro natural es "la probabilidad de que se produzca, dentro de un período
determinado y en una zona dada, un fenómeno natural potencialmente
dañino." (Naciones Unidas, 1984, p.80)

También existen los peligros antrópicos o sociales, que son aquellos cuyo origen
está en las acciones de los hombres. Algunos prefieren llamarlos tecnológicos, por ser
estas actividades sus principales responsables. Pero este concepto se considera que no
es suficientemente amplio, pues existen otros peligros provocados por acciones humanas
que no tienen por causa actividades tecnológicas: como por ejemplo la pobreza, la
delincuencia, la drogadicción, las enfermedades.

Hacia 1964, Burton y Keates definieron el peligro ambiental como "todos aquellos


elementos del ambiente físico nocivos para el hombre y causados por fuerzas ajenas a
él." (Burton en Capel, 1984, p.10). Para interpretar esta definición hay que tener en
cuenta que, cuando recién se comenzaron los estudios sobre peligros, peligro natural y
peligro ambiental eran casi sinónimos. Con el transcurso del tiempo y la evolución de los
estudios, los conceptos se separaron. Asimismo, los peligros provocados por el hombre
se hicieron cada vez más notables y hubo que incorporarlos en las definiciones. De ese
modo se comenzó a hablar de:

 Peligro natural: cuando el fenómeno que produce el daño tiene su origen en la


naturaleza.
 Peligro antrópico: cuando el fenómeno que produce la pérdida tiene su origen
en acciones humanas.
 Peligro ambiental: cuando el evento que causa el perjuicio tiene causas
combinadas, es decir naturales y/o antrópicas.

Esta idea de peligro ambiental incluye peligros naturales agravados por acción del
hombre, peligros antrópicos agravados por la naturaleza, peligros antrópicos que afectan
a la naturaleza, etc.
En l978,  Kates da una definición más  amplia  de   peligro ambiental "...amenaza 
potencial que enfrenta al hombre  con  la naturaleza  por  eventos que se originan en, o 
son  transmitidos por, el ambiente natural o artificial." (Kates en Smith, 1992, p.14). En 
esta definición, se pueden incluir peligros tan variados como: las reemisiones, la
desertización o la polución atmosférica, que son deterioros ambientales de largo plazo; 
junto con peligros sociales más inmediatos, como el crimen, la guerra, el terrorismo o la
droga. Smith, sostiene que "peligro es una amenaza potencial para los seres humanos y
su bienestar." (Smith, 1992, p.6). Más recientemente,  el mismo autor ha definido los 
peligros  ambientales como "eventos geofísicos extremos  y  accidentes  tecnológicos
mayores  caracterizados  por escapes concentrados  de  energía  o materiales  que 
presentan  una amenaza inesperada para la vida humana y puede causar daños
significativos al ambiente y  propiedades." (Smith, 1992, p.16). Esta definición es más
restringida que la de Kates (1978) por cuanto sólo contempla como peligro ambiental los
peligros naturales o eventos geofísicos extremos y los peligros tecnológicos, dejando
fuera el concepto de peligros sociales o antrópicos.

El Diccionario de Geografía Humana de Johnston, Gregory y Smith (1987)


presenta la idea de riesgo ambiental que define como "cualquier riesgo que los individuos
puedan encontrar en el entorno físico. Las catástrofes naturales pueden ser de corta
duración, como los rayos, o extenderse en el tiempo, como en el caso de niveles
excesivos de rayos ultravioletas. Casi todas las catástrofes más comunes terremotos,
volcanes, tiempo atmosférico extremo se dan en el entorno de forma natural".

Otro término que se considera importante aclarar es la palabra desastre


o catástrofe, que en sentido amplio, se refiere a un  acontecimiento súbito, inesperado o
extraordinario que provoca  perjuicios en la vida de los individuos. "Es la realización del
peligro" (Smith, 1992, p.6). Para Naciones Unidas desastre es todo "evento concentrado
en tiempo y espacio en el cual una comunidad sufre daños  severos y  tales  pérdidas
afectan a sus miembros y  a  sus  pertenencias físicas  de forma tal que la estructura
social se resiente  y  la realización   de  las  principales  funciones  de   la   sociedad
también". (Naciones Unidas, UNDRO, 1984, p.80). En el ámbito de las ciencias sociales,
interesan los  desastres  que afectan a toda una comunidad residente en un área 
geográfica  y  que alteran el curso normal de sus  vidas  provocando enfermedades, 
muerte,  pérdidas materiales u  otras  privaciones graves. Los agentes que provocan
estos acontecimientos pueden ser naturales  o producidos por el hombre: terremotos, 
inundaciones, tornados,  epidemias, incendios, guerras. Los efectos  van  desde una 
gama  de consecuencias directas y  tangibles  como  pérdidas económicas  o muertes
hasta efectos indirectos, como  por ejemplo enfermedades o migraciones. Los términos de
peligro y desastre se suelen usar indistintamente, aunque el segundo implique un acto de
destrucción y por lo tanto se le preste mayor atención, especialmente por parte de la
legislación, mientras que el primero implica una destrucción en potencia. Un término
equiparable con desastre es catástrofe, cuya etimología, proveniente del griego
katastrophè (trastorno, desenlace dramático) se compone de dos raíces, kata (hacia
abajo) y strepho (dar vuelta). Su significado genérico es el de suceso infausto y
extraordinario que altera el orden regular de las cosas. Es un término muy usado en
literatura para significar desenlace desgraciado y propio de la tragedia. Por extensión se
lo utiliza en el lenguaje cotidiano como el conjunto de severas dificultades producto de un
fenómeno peligroso.

Figura 1 
Relaciones entre los conceptos de riesgo, peligro y desastre

El estudio de los riesgos y peligros: génesis y desarrollo


El estudio de los peligros naturales y de los riesgos que estos plantean a los
hombres surge en Estados Unidos a poco de comenzado el siglo, como consecuencia de
las frecuentes inundaciones que se producían en sus cuencas fluviales. Hacia 1927, el
gobierno norteamericano, a través de su Cuerpo de Ingenieros, inicia investigaciones
destinadas a lograr una adecuada administración de las cuencas fluviales para que
pudieran ser aprovechadas integralmente (para irrigación, navegación, control de crecidas
y producción de energía). Fruto de ellas, fueron los "308 informes" (White en Chorley,
1975, p.286) presentados al Congreso en el año 1933, que contenían numerosos
elementos técnicos y un análisis de costos y beneficios correspondientes a los proyectos
hidráulicos que allí se proponían. Estos informes fueron llevados a la práctica en un
período de tiempo muy breve. Luego de 20 años, en los cuales el gobierno de Estados
Unidos invirtió mucho dinero en obras públicas destinadas al control de inundaciones, se
evaluaron los cambios experimentados en las zonas afectadas. En esta tarea fue
imprescindible la cooperación interdisciplinaria. Ingenieros, hidrólogos, economistas,
agrónomos, psicólogos, sociólogos y geógrafos aunaron sus esfuerzos con un objetivo
común: evaluar el grado de ocupación humana de zonas de peligros naturales. Parte de
esta tarea fue llevada a cabo por un grupo de geógrafos liderados por Gilbert White. Los 
resultados  de las  investigaciones mostraron que el aumento de los gastos para el control
de inundaciones  no había conseguido eliminar los peligros; muy  por  el contrario, estos
habían reaparecido. La expansión urbana traspasó  la  zona protegida por las defensas.

Desde fines del  siglo pasado, los estudios de las causas físicas de peligros 
naturales estaban bastante avanzados, no así la respuesta de la gente a tales eventos. A
principios de 1900, un desastre de origen antrópico, impulsó este aspecto de la 
investigación. El 6 de diciembre de 1917 un buque francés con  municiones explotó en el
puerto de Halifax, Nueva Escocia. El saldo: "2.000 muertos, 6.000 heridos y 1.000
personas sin hogar",( O’Riordan en Burton, 1986, p.274) lo documentó Samuel Prince, un
sociólogo que se preocupó de describir los procesos socio-sicológicos observados en el
evento. Ello le permitió  plantear ciertos principios básicos de conducta basados en el
rechazo y la minimización del riesgo. Dicho trabajo que puede  considerarse pionero en el
tema, estimuló otros estudios sociológicos y la organización de instituciones de defensa
civil. Esta línea de investigación se concentró en ver la respuesta humana a los peligros 
tanto antrópicos como naturales, ya que si bien los primeros trabajos sociológicos fueron
referidos a peligros humanos (explosiones, bombardeos, etc.) se vio que también podían
aplicarse a peligros naturales como tornados, huracanes o terremotos. Así, con el aporte 
de otras  disciplinas, se fueron sucediendo una serie de hitos que dieron lugar al
surgimiento de este nuevo cauce en la investigación geográfica.

La década de 1970 viene a representar una etapa de madurez en los estudios


sobre peligros ambientales con la publicación de varios libros de la escuela de Gilbert
White como Natural  hazard y  Natural hazards local, national, global, del propio White,
The human ecology of extreme geophisical events de Burton, Kates y White y otros títulos
más.

La década de los años ochenta se caracteriza por tres cambios  importantes:

el énfasis puesto en la  relación  entre  peligros naturales y subdesarrollo


económico, haciéndose hincapié en que este aumenta los efectos de los desastres, una
mejor atención a los peligros antrópicos, y el reconocimiento de la naturaleza
multidisciplinaria del tema: los modelos se vuelven más generalizados para poder estimar
todos los peligros en un lugar.

En esta década, la noción de peligro adquiere una dimensión considerable por


influencia de los movimientos ecologistas. En el primer trimestre de 1982 aparece el
número 24 de la Revista Herodote consagrada a las Tierras de altos riesgos. En ella, Jean
Tricart publica su artículo sobre El hombre y los cataclismos donde hace un análisis
acerca de la importancia de conocer los peligros que se ciernen sobre ciertos lugares y
concluye que, la conciencia del riesgo y la decisión política, que forman parte del
ordenamiento territorial, son tantos o más importantes que conocer y diagnosticar el
problema. Es el hombre en definitiva, el que decide reconstruir o no en lugares que han
sufrido catástrofes. En el mismo número de Herodote, Michel Faucher, al esbozar una
geografía humana de los riesgos naturales, propone una metodología basada en la
combinación de cartas temáticas de áreas con peligros naturales y su superposición con
una carta de poblamiento. Reconoce, a la vez, que este tipo de cartografía hasta ese
momento solo la habían realizado las grandes compañías de seguros. En efecto, las
compañías internacionales de seguros descubrieron que el análisis espacial de los
peligros les abría un importante mercado potencial. La evaluación de  los riesgos les
permite determinar los montos de las primas de seguros, que difieren según los peligros
de cada área y los valores acumulados en ellas.

En los años noventa, Faugère retoma el tema de los riesgos consagrando un cierto
número de publicaciones a la geografía de los riesgos y a las ciencias del peligro,
las Cindinicas. Esta propuesta de una nueva ciencia presentada por Georges Ives
Kervern y Patrick Rubise en L’archipel du danger. Introduction aux Cindyniques evidencia,
por una parte, que ha aumentado y tomado cuerpo en la sociedad la conciencia acerca de
la dimensión y diversidad de los peligros que se enfrenta la humanidad, y por otra, que el
estudio de los peligros y los riesgos ha llegado a un importante grado de maduración. El
surgimiento de esta ciencia de carácter transversal, necesita del apoyo de las
investigaciones de muchas ciencias pese a lo cual tiene sus propias herramientas y
metodología. Al componer la historia del peligro se puede develar cómo va emergiendo
el archipiélago del peligro como llaman los autores al conjunto de peligros de la vida
cotidiana, y el surgimiento de las ciencias del peligro o Cindyniques, como un intento del
hombre para prevenir, mitigar o evitar los peligros. Paralelamente desde el comienzo de la
década, la comunidad internacional se ha abocado a tratar la prevención de los peligros,
especialmente naturales.

Actualmente, el estudio de los riesgos y peligros que amenazan al hombre y su


ambiente, de los cuales se han hecho eco de manera creciente los medios de
comunicación, es un tema muy movilizador y de apertura masiva, que evoluciona con la
celeridad de los procesos modernos. Si bien algunos peligros han sido enfrentados
exitosamente hasta el punto de que han desaparecido o disminuido (por ejemplo la
poliomelitis o la viruela) otros, por el contrario, han aumentado, o bien han surgido
peligros nuevos como el sida o la contaminación. Es lo que podría llamarse transición de
peligros, el pasaje de mortalidades tradicionales (tuberculosis) a mortalidades modernas
(sida) con nuevas epidemiologías y traumatismos, de daños tradicionales (inundaciones)
a daños modernos (contaminación). Dado que el peligro y el riesgo son un binomio
inseparable también se puede hablar de transición de riesgos. Por otra parte, la población
no puede darse el lujo de mantener esfuerzos aislados puesto que muchos de los riesgos
se están generalizando. El efecto invernadero, la destrucción de la capa de ozono o la
lluvia ácida, son procesos de origen antrópico que interactúan con una amplia gama de
procesos de orden natural: erosión y descomposición de suelos, reacciones físico-
químicas en la atmósfera, en la hidrosfera o en la biosfera. El funcionamiento entero del
geo-sistema se encuentra afectado. Si bien los orígenes y consecuencias de este cambio
global todavía están en discusión, no hay duda de que el planeta entero ha entrado en un
período de riesgo global: erosiones litorales, inundaciones, sequías crónicas, cambios
ecológicos, guerras, enfermedades, entre otros. Tomando conciencia de ello, la
comunidad científica, las organizaciones internacionales y los gobiernos han comenzado
a tomar medidas concretas pero todavía parciales para la prevención característica a
partir de los años noventa. Se hace necesaria una gestión del peligro global puesto que
muchos de estos eventos requieren soluciones globales. Es decir, respuestas encaradas
integralmente a escala planetaria.

Parte de la investigación ha sido principalmente a la Cínidnica de allí que se haga


mención al origen de la misma.

Cindínica(s) del griego Kyndinos, “peligro”. Es la Ciencia(s) que estudia(n) los


peligros o los riesgos en las sociedades y su prevención. El término fue definido en los
años 1990, luego popularizado en 1995 por George-Yves Kervern. Él intentó precisar el
campo, las problemáticas, los conceptos, los métodos de una disciplina concebida como
nueva, radicalmente diferente de las aproximaciones de las ciencias que estudian o
tomaban en cuenta hasta ese entonces los riesgos de una manera u otra: ciencias
naturales, ciencias sociales y humanas, ciencias económicas.

A diferencia de estas ciencias muy diversas, la cindínica pretende aproximar los


riesgos por medio de marchas globales, sistémicas y rigurosas. Sólo la cindínica tiene por
objeto central y único los riesgos, con todos sus caracteres, sus atributos, sus
especificaciones, mientras que para las otras ciencias los riesgos son sólo
manifestaciones, entre otros mecanismos más generales, y tienen por proyecto
fundamental estudiarlos en sí mismos. Además, la aproximación de la cindínica intenta
ser global y sistémica, es decir que busca tomar en cuenta todos los factores, los
elementos, las influencias que explican los diferentes riesgos, determinan sus caracteres,
su ocurrencia y sus consecuencias; intenta precisar su juego exacto, sus interrelaciones,
cualquiera sea su origen, natural, social, económico, etc., utilizando tanto como sea
posible los métodos de la teoría de los sistemas y la teoría de los juegos.
Los promotores de la cindínica pretenden construir su campo científico precisando
con cuidado los conceptos de base necesarios, por ejemplo, separando netamente el
azar* (probabilidad de ocurrencia de fenómenos de intensidad dada),
los riesgos (probabilidades de ocurrencia de fenómenos de intensidad dada, perjudiciales
para una sociedad dada), las posturas materiales o humanas (número y valor de los
bienes y personas afectados por un acontecimiento) y las catástrofes* (acontecimientos
que afectan gravemente a las sociedades humanas).

La cindínica estudia las ocurrencias, los ritmos, las intensidades, los mecanismos
del azar y de los riesgos, la vulnerabilidad* de las sociedades en relación con esos
riesgos, la percepción de unos y otros, muy variable según los individuos, los grupos
sociales y las épocas. Intenta evaluar el costo de los riesgos potenciales y de las
catástrofes ocurridas (en particular en la demanda de seguros de las sociedades).
Profundiza también la gestión de las catástrofes y la gestión de los riesgos por medio de
las medidas de precaución, las zonificaciones, la información y la formación del público.

Los geógrafos que se interesan por la cindínica insisten particularmente en las


implicaciones espaciales, socio-espaciales y territoriales de los riesgos, y en las
catástrofes y sus implicaciones ambientales.

Tres conceptos básicos, son de manejo ineludible para entender y trabajar la


Gestión del Riesgo y los desastres: la vulnerabilidad, la amenaza o peligro, y el riesgo, los
cuales a la vez, componen la ecuación fundamental de riesgo.

- Peligro o amenaza. Antes que todo debemos aclarar que el término fenómeno
natural no debe entenderse necesariamente como peligro o amenaza. El fenómeno
natural es “cotidiano” y regular, generalmente coexistimos con él pues es parte de
nuestro ambiente, de esa manera encontramos a las lluvias de temporada, días
calurosos, vientos y cambios climatológicos estacionales, también tenemos una
infinidad de pequeños sismos diarios que pasan inadvertidos y que no necesariamente
representan peligro. Sin embargo algunos fenómenos naturales por su tipo y magnitud
así como por lo sorpresivo de su ocurrencia y su efecto directo a un sistema
poblacional sea grande o pequeño, pueden representar verdaderamente un peligro.
En general se define al peligro como un evento raro o extremo en el ambiente natural
o humano, que afecta adversamente a la vida humana o sus actividades a tal grado de
causar un desastre. Encontramos que también se define a la amenaza como la
probabilidad de que ocurra un riesgo frente al cual una comunidad es vulnerable
(Wilches-Chaux, 1989). El peligro entonces, es considerado como una pre-condición
humana desafortunada que, como tal, se ubica en el nivel cognoscitivo, perceptivo o
pre-perceptivo; y además con atribuciones de anticipación o inevitabilidad respecto al
posible tránsito a su realización (Cupreder, 2000). Esta precondición puede
relacionarse con la existencia de fenómenos naturales que pueden devenir amenazas,
o bien con fenómenos antrópicos que igualmente devienen peligro, y cuyo origen (de
estos últimos) tiene que ver estrictamente con las actividades humanas que generan
amenaza. Es así que como sociedad desarrollamos actividades e interacciones con el
ambiente natural que pueden transformarse en peligros o amenazas.

- Vulnerabilidad. Este concepto tiene una connotación netamente social y es desde el


punto de vista teórico un aporte de las ciencias sociales para explicar los desastres.
Andrew Maskrey (1993) define la vulnerabilidad como “una relación compleja entre
población, ambiente físico natural, relaciones, formas y medios de producción”. La
vulnerabilidad es siempre distinta según la circunstancias de cada persona o grupo
social; se entiende como el grado con base en el cual los grupos, clases, regiones o
países se comportan y sufren de manera distinta entre sí ante el riesgo en términos de
las condiciones sociales, económicas y políticas específicas. La vulnerabilidad se
entiende según Blaikie (1994) como las características de una persona o grupo de
ellas en relación con su capacidad de anticipar, enfrentar, resistir y recuperarse de un
desastre. El concepto de vulnerabilidad abarca los siguientes aspectos: a) las
condiciones físicas peligrosas, es decir el grado de exposición al peligro, b) las
condiciones socioeconómicas, es decir, las relaciones sociales de producción, y c) la
capacidad de recuperación individual o general de la sociedad afectada. La
vulnerabilidad es también la condición por la cual los asentamientos humanos o
edificaciones se encuentran en peligro por su exposición y su fragilidad a una
amenaza. Está en constante cambio, es dinámica. La vulnerabilidad se explica
también cuando existe acumulación histórica de problemas persistentes de tipo
ecológico; modificación del medio natural, alta densidad de población, usos
inapropiados de terrenos agrícolas, de tipo económico social: concentración de
recursos, pauperización creciente, producción mayoritariamente de autoconsumo, y en
general grandes diferencias sociales, también los problemas de tipo político como;
inestabilidad, sistemas autoritarios, ausencia de democracia, entre otros. La
vulnerabilidad expresa asimismo la capacidad de los seres humanos para enfrentar
cualquier efecto por un desastre tanto de origen natural como de origen humano. En el
manejo de los desastres, la vulnerabilidad es una variable sobre la que puede
ejercerse control y planificación; la vulnerabilidad es la acción prefigurada de la misma
sociedad y su reducción no puede venir de fuera, sino de su modificación interna.
Insistimos: para que se presente el desastre es necesario que haya condiciones
de vulnerabilidad, es decir el “desastre” no llega, el desastre está ahí antes de que
se presente la amenaza, ésta última sólo es la chispa que lo detona.

- Riesgo. El riesgo es una función de la amenaza y la vulnerabilidad; es expresado con


la siguiente ecuación:

RIESGO (R) = PELIGRO (P) + VULNERABILIDAD (V)

Aunque hay una estrecha relación entre las nociones de peligro y riesgo, se
apunta una diferencia esencial: mientras el peligro es la probable existencia de una
precondición de daño o infortunio, el riesgo es la probabilidad de que sucedan diversos
efectos nocivos a una sociedad o parte de ella. En general se acepta como la probabilidad
de que algo malo suceda; Wilches-Chaux la define como “cualquier fenómeno de origen
natural o humano que signifique un cambio en el medio ambiente que ocupa una
comunidad determinada, que sea vulnerable a ese fenómeno”. Entonces podemos
establecer que peligro y vulnerabilidad, son dos variables que se afectan bi-
direccionalmente, es decir, que se amplifican o mitigan mutuamente. El riesgo existe
cuando es probable que ocurra un evento por motivo de que uno o más peligros se
manifiesten en un contexto vulnerable. Y este riesgo aumenta proporcionalmente así: a
mayor vulnerabilidad, mayor peligro y mayor es el riesgo de que ocurra un desastre.
Conocer el riesgo implica saber la ubicación de la posibilidad de un peligro,
además de conocer el grado de vulnerabilidad, cuando estos componentes del riesgo se
juntan ya estamos ante el hecho consumado es decir, el desastre.

Efecto Boomerang. Ulrich Beck sociólogo alemán (nacido el 15 de mayo de 1944)


escribió un libro en1986 “La sociedad del Riesgo – Hacia una nueva modernidad” en el
cual hizo señalamientos como estos: “En verdad, el siglo XX no ha sido pobre en
catástrofes históricas: dos guerras mundiales, Auschwitz, Nagasaki, luego Harrisburg y
Bhopal, ahora Chernobil. Esto obliga a ser prudentes en la elección de las palabras y
agudiza la mirada para las peculiaridades históricas. Hasta ahora todo el sufrimiento, toda
la miseria, toda la violencia que unos seres humanos causaban a otros se resumía bajo la
categoría de los ‘otros’: los judíos, los negros, las mujeres, los refugiados políticos, los
disidentes, los comunistas, etc. Había por una parte vallas, campamentos, barrios,
bloques militares, y por otra parte, las cuatro paredes propias; fronteras reales y
simbólicas tras las cuales podían retirarse quienes en apariencia no estaban afectados.
Todo esto ya no existe desde Chernobil. Ha llegado el final de los otros, el final de todas
nuestras posibilidades de distanciamiento, tan sofisticadas, un final que se ha vuelto
palpable con la contaminación atómica. Se puede dejar fuera la miseria pero no los
peligros de la era atómica. Ahí reside la novedosa fuerza cultural y política de esta era. Su
poder es el poder del peligro que suprime todas las zonas protegidas y todas las
diferenciaciones de la modernidad.” (Beck, 1986:11)

Beck, finaliza su prefacio señalando la nueva relevancia del riesgo en la era


científico-tecnológica: “Mucho de lo que he obtenido argumentativamente al escribir (la
imperceptibilidad de los peligros, su dependencia respecto del saber, su
supranacionalidad, la ‘expropiación ecológica’, el paso de la normalidad a la absurdidad,
etc.) se lee después de Chernobil como una trivial descripción del presente. ¡Ojalá hubiera
sido sólo la prognosis de un futuro que había que evitar!” (Beck, 1986: 14)

El riesgo se ha globalizado indiscutiblemente y la ciencia y la tecnología


despliegan nuevamente su poder destructivo. Las circunstancias otra vez nos recuerdan
que ha llegado el final de todas nuestras posibilidades de distanciamiento. Sin embargo,
la concepción “sociedad del riesgo” exige una urgente re-lectura desde las sociedades
periféricas.

Según Beck, en la modernidad avanzada, la producción social de riqueza va


acompañada sistemáticamente por la producción social de riesgos. Y de esta manera,
sostiene que la lógica del reparto de la riqueza que primaba en la sociedad industrial de
clases es desplazada dando lugar, en la modernidad desarrollada, a la lógica del reparto
de los riesgos. (Beck, 1986: 25)

Desde esta perspectiva, se afirma que en algunas ocasiones las situaciones


sociales de peligro están estrechamente vinculadas a la desigualdad de las situaciones de
clase y de estratos, “pero (las sociedades del riesgo) hacen valer una lógica de reparto
esencialmente diferente: los riesgos de la modernización afectan más tarde o más
temprano también a quienes los producen o se benefician de ellos. Contienen un
efecto boomerang que hace saltar por los aires el esquema de clases.” (Beck, 1986: 29).

El peligro como concepto, no escapa a los teóricos de la Complejidad y es así


como en el Coloquio de Cérisy, Inteligencia de la Complejidad. Epistemología y
Pragmática, Georges-Yves Kervern, propone una discusión respecto a la historia de las
cindínicas y sus nuevos patrones.

Es así como surge el planteamiento del trabajo de que una red para la toma de
conciencia y la medición del peligro y su reducción puede pensarse, en sí mismo, como
una propuesta de los axiomas del pensamiento colectivo. No más cogito aislado, más bien
cogitamus. ¡No más el “ser pensante” de Pascal, sino la red pensante! Condensando el
pensamiento de Herbert Simon, de Jean-Louis Le Moigne y de Edgar Morin, bajo la forma
de axiomas, se pueden despejar los principios que rigen el esfuerzo del pensamiento de
los actores constituyentes de una red. Es la razón de las redes. Al focalizar la axiomática
de la razón sobre el peligro, es posible pasar a una axiomática de los cindínicos
1. Axioma de relatividad: la percepción y la valoración del peligro, realizadas por un
actor, son relativas a su posición ante una situación delimitada por los siguientes
parámetros: a.
a. el número de redes,
b. los límites de las redes de actores
c. los horizontes cronológicos y los límites espaciales. Este axioma es
fundador de la noción de situación cindínica. Es un concepto
correspondiente a la división de la teoría de la descripción.
2. Axioma de convencionalidad: las medidas de riesgo tienen el carácter de
convención entre los actores.
3. Axioma de teleología: las finalidades de los actores son, por naturaleza,
contradictorias; la organización de las redes consiste en explicitar y jerarquizar las
finalidades de los actores.
4. Axioma de ambigüedad: las percepciones y valoraciones del peligro se sujetan a
las ambigüedades de los datos, de los modelos, las finalidades, las normas o
reglas de juego, los valores. Este axioma posiciona los cinco aspectos que
constituyen la mirada, según la teoría de la descripción.
5. Axioma de transformación: los incidentes y catástrofes son síntomas reveladores
de las ambigüedades. Éstos operan como transformadores de una situación, en el
mismo sentido del axioma 1. El axioma 5 es fundador de la noción central de
retorno a la experiencia.
6. Axioma de crisis: la crisis es una desorganización de las redes de actores cuyo
antídoto es la organización inminente de las redes de actores.
7. Axioma de ago-antagonismo: toda interacción o intervención de los actores
conlleva dos componentes de efectos opuestos:
a. un componente cindinolítico, reductor del peligro,
b. un componente cindinógeno, productor del peligro.

Por esencia, este axioma del pharmakon es el veneno-remedio de Platon a


Derrida. Los siete axiomas cindínicos posicionan los conceptos de la epistemología
cindínica: Ambigüedad, déficits, cindinogénesis, disonancias, espacios e hiperespacios
del peligro, operadores de transformación de situación. Los cinco espacios
correspondientes a los cinco aspectos de la mirada cindínica: memoria, modelos,
finalidades, reglas y valores. A partir de los déficits y de las disonancias sobre estos
aspectos, se puede pensar el grado de peligro como potencial de una situación. Se puede
pensar la genealogía del peligro como cindinogénesis.

El Hombre, sus Obras y Grandes Sistemas Organizacionales, como


Generadores de Peligro o La “Cindinogénesis Humana”. Los riesgos naturales se
construyen a partir de un fenómeno natural de potencial destructivo –el peligro natural
propiamente dicho, determinado por la intensidad y severidad del mismo- en combinación
con la exposición y vulnerabilidad antrópicas.

Por lo tanto, para que un determinado peligro natural devenga en riesgo o


catástrofe requiere necesariamente de la presencia del ser humano y de sus bienes.

En consonancia, las denominadas catástrofes naturales, como tales, no existen, ya


que la huella humana sobre la superficie terrestre ha convertido todos los riesgos en
antrópicos. Lo único natural es el fenómeno ambiental que desencadena una dinámica
que puede terminar en una catástrofe, determinada por la vulnerabilidad de la sociedad
ante el mismo. Para que los peligros naturales endógenos o exógenos que se dan en la
superficie de la Tierra, se conviertan en riesgo, necesitan de la conjunción del peligro
natural con la vulnerabilidad antrópica, manifestada en forma de la ocupación del
espacio.

Por lo tanto, el percibido aumento de los riesgos naturales no se debe a una


dinámica natural incrementada, sino a una mayor ocupación de espacios en riesgo.
Teniendo en cuenta, que los eventos naturales siempre han existido y afectado a distintas
áreas del planeta, y que no ha cambiado el fenómeno ambiental en sí, se llegaría a la
conclusión que lo que sí ha variado es la ocupación de estas mismas áreas por parte del
ser humano, además de la percepción ante estos mismos riesgos y sus consecuencias
(García Codrón y Silió Cervera, 2000).

Este claro aumento de la vulnerabilidad, en comparación con el pasado, es el


resultado de una mala ordenación del territorio, o de la ausencia de la misma, como
podemos constatar en muchos lugares de Venezuela. Cuando se produce el impacto por
el fenómeno ambiental cabría plantearse desde el principio, que la afectación solamente
ha sido posibilitada por el hecho de haberse ocupado este lugar. En la mayoría de los
casos, la presencia antrópica se habrá producido porque se había permitido la ocupación
de un determinado espacio, de lo que se desprende la responsabilidad de la autoridad
competente que ha autorizado la presencia de personas o construcciones en áreas en
riesgo por peligros naturales.

La insistencia de ocupar espacios en riesgo conocidos se debe muchas veces a la


minimización de la percepción ante los peligros naturales. Este fenómeno se puede deber
al hecho que la afectación sobre el territorio de la mayoría de los riesgos naturales
responde a escalas temporales que suelen escaparse de la escala humana de una
generación (Marco Molina, et. al., 2000).

Ordenación y Ocupación del territorio. La ordenación del territorio es la


estrategia de mitigación más eficaz ante los riesgos naturales y se engloba en las
denominadas medidas no estructurales, en comparación con las medidas estructurales
representadas por las obras hidráulicas (Ayala-Carcedo, 1999).

Los riesgos naturales deberían ingresar la ordenación del territorio como objetivo
de pleno derecho dentro del análisis y diagnóstico del medio físico (Gómez Orea, 2002)
por la repercusión que pueden tener sobre las actividades antrópicas una vez urbanizado
el espacio en riesgo. Los peligros naturales determinan, entro muchos otros factores, la
capacidad de acogida del espacio y, sin llegar a ser deterministas, pueden llegar a limitar
la colonización antrópica.

No se puede entender que en un país como Venezuela, con importantes,


frecuentes y variados riesgos naturales, no exista un procedimiento de “Evaluación de
Impacto por Riesgos Naturales” equivalente a la Evaluación de Impacto Ambiental (Ayala-
Carcedo, 2000). La evaluación de impacto ambiental, sin ánimo de presentar una
definición, analiza el impacto de la actividad humana sobre el ambiente natural, mientras
que la evaluación de impacto por riesgos naturales haría justo lo contrario: analizar el
impacto posible o probable de los fenómenos naturales sobre la actividad humana, en el
caso que ésta se ubicara en un espacio de riesgo.

En definitiva, como ahora ocurre con la evaluación de impacto ambiental, a partir


de la puesta en marcha de la evaluación de impacto por riesgos naturales no se podría
construir sin previamente haberla ejecutado, lo que minimizaría la exposición de vidas y
bienes con la consiguiente vulnerabilidad en espacios todavía no urbanizados.
Es, pues, claro que la cindinogénesis humana nace con el sedimentarismo, puesto
que éste dio origen a los asentamientos humanos o lo que hoy llamamos centros
poblados en todas sus categorizaciones.
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