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7mo Domingo de Pascua - Año Par Ciclo A (He 1, 1-11; Ef 1, 17-23; Mt 28, 16-20)

Festividad de la Ascensión del Señor


INVOCACION DEL ESPIRITU SANTO

✞ ✞ ✞ Padre, en Tus manos abandono mi vida y todo mi ser, para que me vacíes de todos
los pensamientos, palabras, obras, deseos e imágenes que me separan de Ti.
Calma mi sed y sacia mi hambre, lléname de Ti. Con humildad te entrego mi intención
de consentir tu Presencia y acción en mí, sáname, transfórmame, hazme de nuevo.
Ahora mismo anhelo y te pido a nombre de tu Hijo Jesús que me des al Espíritu Santo;
pues ya dispuesta mi alma, por tu gracia y misericordia; espera la luz que abra mi
mente y mi corazón para escucharte y ahí en mi meditación dejarme encontrar,
sorprender, seducir, tocar, y guiar por Ti.
Dime lo que quieres de mi para hacer Tu voluntad y no la mía. Dame el don de la
contemplación y la gracia para ver, aceptar y perseverar sin apegos, en este camino
hacia la Gloria.

✞ ✞ ✞ Señor Jesús, que tu Espíritu, nos ayude a leer las Sagradas Escrituras en el mismo
modo con el cual Tú la has leído a los discípulos en el camino de Emaús.
Con la luz de la Palabra, escrita en la Biblia, Tú les ayudaste a descubrir la presencia de
Dios en los acontecimientos dolorosos de tu condena y muerte. Así, la cruz, que parecía
ser el final de toda esperanza, apareció para ellos como fuente de vida y resurrección.
Crea en nosotros el silencio para escuchar tu voz en la Creación y en la Escritura, en los
acontecimientos y en las personas, sobre todo en los pobres y en los que sufren.

Tu palabra nos oriente a fin de que también nosotros, como los discípulos de Emaús,
podamos experimentar la fuerza de tu resurrección y testimoniar a los otros que Tú
estás vivo en medio de nosotros como fuente de fraternidad, de justicia y de paz. Te lo
pedimos a Ti, Jesús, Hijo de María, que nos has revelado al Padre y enviado tu Espíritu.
Amén

✞✞✞
Jesús, enséñame a gustar la infinitud del Padre. Háblame, Señor Jesús, acerca del
Padre. Hazme niño para hablarme de él como los padres de la tierra conversan con sus
pequeños; hazme amigo tuyo para hablarme de él como hablabas con Lázaro en la
intimidad de Betania; hazme apóstol de tu palabra para decirme de él lo que
conversabas con Juan; recógeme junto a tu Madre como recogiste junto a ella a los doce
en el Cenáculo..., lleno de esperanza para que el Espíritu que prometiste me hable
todavía de él y me enseñe a hablar de él a mis hermanos con la sencillez de la paloma y
el resplandor de la llama (G. CANOVAI, Suscipe Domine).
“JESÚS: ASCIÉNDEME HASTA TU CORAZÓN”
 «Galilea. Los once discípulos fueron al monte donde Jesús les había citado».

 «Al verlo, lo adoraron; ellos, que habían dudado».

 «Jesús se acercó y se dirigió a ellos con estas palabras: - Dios me ha dado


autoridad plena sobre el cielo y la tierra»
 «Haced discípulos a todos los pueblos y bautizadlos para consagrarlos al
Padre, al Hijo y al Espíritu Santo. Y sabed que yo estoy con vosotros todos
los días hasta el final de este mundo»

1 RITOS INICIALES
✞ ✞ ✞ Antífona de entrada Hch 1, 11

Galileos, ¿qué hacéis ahí mirando al cielo? Volverá como lo habéis visto marcharse al
cielo. Aleluya.
Monición de entrada
Como a sus primeros discípulos, también a nosotros nos ha convocado hoy Cristo Jesús,
para que vivamos en la fe el acontecimiento que celebramos: la Ascensión del Señor,
cuando fue elevado a la gloria. Para la Iglesia naciente comienza un tiempo nuevo: la
tarea misionera y la espera del Espíritu Santo como nuestro guía y defensor.

Nos reunimos en el Nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
✞ ✞ ✞ Saludo al altar y pueblo congregado

Misa del Domingo: Ascensión del Señor, solemnidad, ciclo A. 24 de Mayo 2020
Solemnidad de la Ascensión de nuestro Señor Jesucristo, cuando cuarenta días después
de la Resurrección fue elevado al cielo en presencia de los discípulos, sentándose a la
derecha del Padre, hasta que venga en su gloria a juzgar a vivos y muertos (elog. del
Martirologio Romano).
La Ascensión de Cristo es nuestra victoria, porque con Él, que es nuestra Cabeza,
esperamos llegar al cielo como miembros de su Cuerpo (cf. oración colecta). Jesús
Resucitado está sentado a la derecha del Padre y de nuevo vendrá con gloria para
juzgar a vivos y muertos y su reino no tendrá fin (1 y 2 lect.). Y mientras llega el día de
su venida, la Iglesia tiene que cumplir su misión de evangelizar, bautizar y enseñar a
guardar todo lo que nos ha mandado, sabiendo que Él estará con nosotros hasta el final
de los tiempos (Ev.). Esto nos debe llenar de esperanza en medio de las dificultades que
supone la evangelización.
Misa del día de la Ascensión del Señor (blanco).
Directorio sobre la piedad popular y la liturgia
La novena de Pentecostés
155. La Escritura da testimonio de que en los nueve días entre la Ascensión y
Pentecostés, los Apóstoles "permanecían unidos y eran asiduos en la oración, junto con
algunas mujeres y con María, la Madre de Jesús, y con sus hermanos" (Hech 1, 14), en
espera de ser "revestidos con el poder de lo alto" (Lc 24, 49). De la reflexión orante
sobre este acontecimiento salvífico ha nacido el ejercicio de piedad de la novena de
Pentecostés, muy difundido en el pueblo cristiano.
En realidad, en el Misal y en la Liturgia de las Horas, sobre todo en las Vísperas, esta
"novena" ya está presente: los textos bíblicos y eucológicos se refieren, de diversos
modos, a la espera del Paráclito. Por lo tanto, en la medida de lo posible, la novena de
Pentecostés debería consistir en la celebración solemne de las Vísperas. Donde esto no
sea posible, dispóngase la novena de Pentecostés de tal modo que refleje los temas
litúrgicos de los días que van de la Ascensión a la Vigilia de Pentecostés.
En algunos lugares se celebra durante estos días la semana de oración por la unidad de
los cristianos.
• Sean mis testigos hasta los confines de la tierra, dice el Señor. Sepan que estaré con
ustedes siempre, hasta el fin del mundo. Que el Señor Jesús esté siempre con nosotros.
• La gracia del Señor Jesucristo, el amor de Dios y la comunión del Espíritu Santo esté
siempre con nosotros.

✞ ✞ ✞ Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)

• Jesús, una vez más vengo a ponerme delante de Ti. Me conoces desde antes que
naciera, me has confiado dones maravillosos y me has amado hasta entregar tu propia
vida por mi salvación. ¡Gracias, Jesús, por todo!, ¡No permitas que tu amor sea estéril
en mí! Aumenta mi fe, te lo suplico. Quiero creer más en Ti, en tu gracia, en tu amor.
Aumenta mi confianza en Ti. Tú eres mi Dios, mi Padre, mi Buen Pastor. Ayúdame a
abandonarme sin temor en tus manos. Aumenta mi amor. Que nuestras vidas, Jesús,
queden tan unidas que yo no sea más que un reflejo de tu amor. Ayúdame a escuchar tu
voz en esta oración y dame la gracia de saber responder a tus llamados.
✞ ✞ ✞ Introducción por el Celebrante.

Ausente, pero también Presente


Hoy celebramos la solemnidad de la Ascensión del Señor a los cielos. El Señor Jesús
regresa a la gloria del Padre. Hay una contradicción aparente en esta partida de Jesús:
Al partir, nos asegura que se queda con nosotros. Éstas son sus últimas palabras en el
evangelio de Mateo, justamente tal como el mismo Mateo nos había asegurado en su
primer capítulo, que Jesús es nuestro “Dios-con-nosotros”. La partida de Jesus a los
cielos no es realmente una despedida: Él era “Dios-con-nosotros” en su vida terrena,
estaba cercano al pueblo, especialmente a los pobres y los débiles. -- Él se queda ahora
con nosotros, pero de otra manera: por medio de su Espíritu, en la Iglesia, ya que
somos su cuerpo; en los signos de pan y vino en la eucaristía; dondequiera que la gente
se reúna en su nombre, como lo estamos haciendo aquí en este momento; también en
los pobres y débiles de nuestros días. Nuestra oración hoy es: ¡Quédate con nosotros,
Señor!
Me voy; pero les envío a Ustedes
Este día de la Ascensión del Señor a los cielos es para nosotros una fiesta de alegría,
pues celebramos al Señor Jesús en su gloria. Tenía que partir de esta tierra para no ser
ya por más tiempo el compañero privilegiado exclusivamente de un pequeño grupo de
apóstoles y discípulos. Una vez que fuera glorificado en el cielo, él pertenecería a todos
los que quisieran acogerlo como su Señor. De ahora en adelante nosotros, su pueblo,
tenemos que ser su figura y su rostro, su latido del corazón, su mano caritativa, su
sonrisa, su fuerza que con frecuencia parece impotente. No temamos: Él ha prometido
estar con nosotros hasta el fin de los tiempos, como está aquí ahora con nosotros en
esta eucaristía.

✞ ✞ ✞ Acto penitencial

Jesús nos ha asignado una tarea, o mejor, una misión. Pidamos perdón porque tantas
veces no hemos estado a la altura de sus expectativas y no hemos contado con su
presencia. (Pausa)
Señor Jesús: Tú hiciste tu vida entre la gente y partiste a la gloria del Padre. Tú
volverás, pues tu amor no tiene fin:
R/ Señor, ten piedad de nosotros.
Cristo Jesús, tú vives todavía entre nosotros por medio de tu Espíritu que nos da fuerza
y amor, pues tu amor no tiene fin:
R/ Cristo, ten piedad de nosotros.
Señor Jesús, nosotros no te vemos, pero nos has dado hermanos en los que podemos
verte, y una misión de verdad y de bondad entre ellos.
R/ Señor, ten piedad de nosotros.
• Señor Jesús, Tú que eres el eterno presente, el hoy, el ahora, y que nos llamas a la
Eucaristía dominical, tiempo de renovación perpetua. Tu que no eres historia, sino, Pan
Vivo bajado del Cielo. Acéptanos indignos, pero prosternados humildemente, y
perdónanos por no aceptar tu cuerpo, tu sangre, tu alma y tu divinidad en muchas de
las misas en las que nos congregamos. O por recibirte aún sin haber perdonado a
nuestros hermanos. O comerte y beberte consciente de que no hemos tenido una
verdadera contrición en nuestro propio corazón, una confesión sincera. ! Dios Padre! en
el nombre de tu Hijo amado, instrúyenos y concédenos por tu infinita gracia Aceptar a
Cristo como nuestro Señor y Salvador, nuestro alimento que da Vida; para morir con Él,
caminar por Él y gozar en Él. Amén.
Ten misericordia de nosotros, Señor, perdona nuestros desalientos, nuestras tristezas y
nuestros pecados. Ayúdanos a buscar la voluntad del Padre y llévanos a la vida eterna.

✞ ✞ ✞ Gloria a Dios.

Gloria a Dios en el cielo y en la tierra paz a los hombres que ama el Señor. Por tu
inmensa gloria te alabamos, te bendecimos, te adoramos, te glorificamos, te damos
gracias. Señor Dios, rey celestial, Dios Padre todopoderoso. Señor, Hijo único,
Jesucristo. Señor Dios, Cordero de Dios, Hijo del Padre. Tú que quitas el pecado del
mundo, ten piedad de nosotros; Tú que quitas el pecado del mundo, atiende nuestra
súplica. Tú que estás sentado a la derecha del Padre, ten piedad de nosotros. Porque
solo Tú eres Santo, solo Tú Señor, solo Tú Altísimo, Jesucristo. Con el Espíritu Santo, en
la gloria de Dios Padre.

✞ ✞ ✞ Oración Colecta:

Dios todopoderoso, concédenos exultar santamente de gozo y alegrarnos con religiosa


acción de gracias, porque la ascensión de Jesucristo, tu Hijo, es ya nuestra victoria, y
adonde ya se ha adelantado gloriosamente nuestra Cabeza, esperamos llegar también
los miembros de su cuerpo. Por nuestro Señor Jesucristo.
O bien:
Dios todopoderoso, concédenos habitar espiritualmente en las moradas celestiales a
cuantos creemos que tu Unigénito y Redentor nuestro ascendió hoy a la gloria. Él, que
vive y reina contigo.
Oremos para que el Espíritu del Señor resucitado nos guíe siempre. (Pausa)
Oh Dios y Padre nuestro: Nuestro Señor resucitado, Jesucristo, vive ahora glorioso en tu
presencia. Cuando seguimos mirándole oculto ya en las nubes, haz que volvamos a la
tarea que Él nos ha asignado aquí en la tierra y que aprendamos a reconocer su rostro
en nuestros hermanos. Y cuando nos sintamos demasiado apegados a esta tierra,
recuérdanos que un buen día completarás la obra de Jesús en nosotros y nos llevarás a
tu gloria y alegría eternas por los siglos de los siglos.

2 LITURGIA DE LA PALABRA
✞ ✞ ✞ Primera lectura: Hechos de los Apóstoles 1, 1-11

Al ascender a los cielos, Jesús confía su misión a los apóstoles. El Espíritu


Santo les dará la fuerza para dar testimonio de Cristo, el Señor, ante todo el
mundo.
1 Ya traté en mi primer libro, querido Teófilo, de todo lo que Jesús hizo y enseñó desde
el principio
2 hasta el día en que subió al cielo, después de haber dado sus instrucciones bajo la
acción del Espíritu Santo a los apóstoles que había escogido.
3 Después de su pasión, Jesús se les presentó con muchas y evidentes pruebas de que
estaba vivo, apareciéndoseles durante cuarenta días y habiéndoles del Reino de Dios.
4 Un día, mientras comían juntos, les ordenó: - No salgáis de Jerusalén; aguardad más
bien la promesa que os hice de parte del Padre;
5 porque Juan bautizó con agua, pero vosotros seréis bautizados con Espíritu Santo
dentro de pocos días.
6 Los que le acompañaban le preguntaron: - Señor, ¿vas a restablecer ahora el reino de
Israel?
7 Él les dijo: - No os toca a vosotros conocer los tiempos o momentos que el Padre ha
fijado con su poder.
8 Vosotros recibiréis la fuerza del Espíritu Santo, que vendrá sobre vosotros, y seréis
mis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaría y hasta los confines de la tierra.
9 Después de decir esto, lo vieron elevarse, hasta que una nube lo ocultó de su vista.
10 Mientras estaban mirando atentamente al cielo viendo cómo se marchaba, se
acercaron dos hombres con vestidos blancos
11 y les dijeron: - Galileos, ¿por qué seguís mirando al cielo? Este Jesús que acaba de
subir de vuestro lado al cielo vendrá como lo habéis visto marcharse.
PALABRA DE DIOS. R/TE ALABAMOS, SEÑOR
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• Este breve prólogo une el libro de los Hechos de los Apóstoles al evangelio según san
Lucas, como la segunda parte {«discurso», v. 1 al pie de la letra) de un mismo escrito y
ofrece una síntesis del cuadro del ministerio terreno de Jesús (vv. 1-3). Se trata de un
resumen que contiene preciosas indicaciones: Lucas quiere subrayar, en efecto, que los
apóstoles, elegidos en el Espíritu, son testigos de toda la obra, enseñanza, pasión y
resurrección de Jesús, y depositarios de las instrucciones particulares dadas por el
Resucitado antes de su ascensión al cielo. Su autoridad, por consiguiente, ha sido
querida por el Señor, que los ha puesto como fundamento de la Iglesia de todos los
tiempos (Ef 2,20; Ap 12,14).
Jesús muestra tener un designio que escapa a los suyos (vv. 6s). El Reino de Dios del
que habla (v. 3b) no coincide con el reino mesiánico de Israel; los tiempos o momentos
de su cumplimiento sólo el Padre los conoce. Sus fronteras son «los confines de la
tierra» (vv. 7s). Los apóstoles reciben, por tanto, una misión, pero no les corresponde a
ellos «programarla». Sólo deben estar completamente disponibles al Espíritu prometido
por el Padre (vv. 4-8). Como hizo en un tiempo Abrahán, también los apóstoles deben
salir de su tierra -de su seguridad, de sus expectativas- y llevar el Evangelio a tierras
lejanas, sin tener miedo de las persecuciones, fatigas, rechazos. La encomienda de la
misión concluye la obra salvífica de Cristo en la tierra. Cumpliendo las profecías ligadas
a la figura del Hijo del hombre apocalíptico, se eleva a lo alto, al cielo (esto es, a Dios),
ante los ojos de los apóstoles -testigos asimismo, por consiguiente, de su glorificación-
hasta que una nube lo quitó de su vista (cf. Dn 7,13).
Lucas presenta todo el ministerio de Jesús como una ascensión (desde Galilea a
Jerusalén, y desde Jerusalén al cielo) y como un éxodo, que ahora llega a su
cumplimiento definitivo: en la ascensión se realiza plenamente el «paso» (Pascua) al
Padre. Como anuncian dos hombres «con vestidos blancos» -es decir, dos enviados
celestiales-, vendrá un día, glorioso, sobre las nubes (v. 11). No es preciso escrutar
ahora con ansiedad los signos de los tiempos, puesto que se tratará de un
acontecimiento tan manifiesto como su partida. Tendrá lugar en el tiempo elegido por el
Padre (v. 7) para el último éxodo, el paso de la historia a la eternidad, la Pascua desde
el orden creado a Dios, la ascensión de la humanidad al abrazo trinitario.
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Ver Evangelio.
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Jesús no niega que el Reino de Dios tendrá una realización material; pero afirma que a
los auténticos discípulos no les es lícito hacer cálculos. La plenitud del Reino vendrá
cuando Dios lo quiera y en los momentos menos esperados. En cuanto a la Ascensión se
ofrece como respuesta a la pregunta de los apóstoles. Es necesario que el Maestro les
sea “quitado”, para que éstos comprendan, al fin, que él es verdaderamente el Señor,
que su Reino no es de este mundo, sino que debe construirse aquí y ahora bajo el
impulso del Espíritu, y gracias al testimonio misionero, hasta fines de la tierra. A partir
de aquí lo que importa es poner manos a la obra y dejar de “quedarse mirando al cielo”.

✞ ✞ ✞ Salmo

Sal 46,2-3.6-7.8-9
R/. Dios asciende entre aclamaciones; el Señor, al son de trompetas.
Pueblos todos, batid palmas, aclamad a Dios con gritos de júbilo; porque el Señor
altísimo es terrible, emperador de toda la tierra.
R/. Dios asciende entre aclamaciones; el Señor, al son de trompetas.
Dios asciende entre aclamaciones; el Señor, al son de trompetas: tocad para Dios,
tocad; tocad para nuestro Rey, tocad.
R/. Dios asciende entre aclamaciones; el Señor, al son de trompetas.
Porque Dios es el rey del mundo: tocad con maestría. Dios reina sobre las naciones, Dios
se sienta en su trono sagrado.
R/. Dios asciende entre aclamaciones; el Señor, al son de trompetas.

✞ ✞ ✞ Segunda lectura: Efesios 1, 17-23


Pablo escribe que Cristo es ahora el Señor glorioso que vive en la Iglesia. Ojalá
sintamos en nosotros su Espíritu para experimentar a Dios en nuestras vidas y
para que nosotros, su Iglesia, vivamos la vida de Cristo.
Hermanos:
17 Que el Dios de nuestro Señor Jesucristo, el Padre de la gloria, os conceda un espíritu
de sabiduría y una revelación que os permita conocerlo plenamente.
18 Que ilumine los ojos de vuestro corazón, para que conozcáis cuál es la esperanza a la
que habéis sido llamados, cuál la inmensa gloria otorgada en herencia a su pueblo,
19 y cuál la excelsa grandeza de su poder para con nosotros, los creyentes, manifestada
a través de su fuerza poderosa.
20 Es la fuerza que Dios desplegó en Cristo al resucitarlo de entre los muertos y sentarlo
a su derecha en los cielos,
21 por encima de todo principado, potestad, poder y señorío; y por encima de cualquier
otro título que se precie de tal no sólo en este mundo, sino también en el venidero.
22 Todo lo ha puesto Dios bajo los pies de Cristo, constituyéndolo cabeza suprema de la
Iglesia,
23 que es su cuerpo, y, por lo mismo, plenitud del que llena totalmente el universo.
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• La Carta a los Efesios se abre con la magna bendición en la que se contempla el


maravilloso designio de Dios («El misterio de su voluntad»: v. 9), que abarca a toda la
humanidad desde la eternidad (vv. 13s). Tras este exordio, la alabanza de Pablo se
vuelve acción de gracias e intercesión por los cristianos de Éfeso, a fin de que se les
conceda «un espíritu de sabiduría y una revelación», o sea, para que reciban -según el
lenguaje apocalíptico- el don de comprender y gustar los misterios de Dios. En
particular, pide para los fieles la luz espiritual, a fin de que vivan sabiendo lo que Dios
ha predispuesto para ellos (v. 18) y va obrando con un poder extraordinario e infalible
(v. 19).
La resurrección, la ascensión, la soberanía de Cristo sobre todas las realidades creadas,
manifiestan la supereminente gloria de Dios, que, en él, ha vencido ya a la muerte y a
cualquier potencia espiritual que se oponga al designio de la salvación (v. 21). El miedo
ya no tiene razón de ser: Cristo, ascendido a la diestra del Padre, reina desde ahora. Él
es la cabeza de toda la creación y, en particular, de la Iglesia, con la que forma una
unidad indisoluble.
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Ver Evangelio.
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San Pablo quiere inspirar nuestra esperanza cristiana que consiste en esperar
firmemente la realización de las promesas de Dios al hombre: total liberación y felicidad
en Cristo. Se subraya la causa de nuestra esperanza: la promesa ya se realizó en la
humanidad de Jesús, que resucitó de entre los muertos.

✞ ✞ ✞ Aleluya:

Aleluya Mt 28, 19. 20


R. Aleluya, aleluya, aleluya.
V. Id y haced discípulos a todos los pueblos –dice el Señor–; yo estoy con vosotros
todos los días, hasta el final de los tiempos.
R. Aleluya, aleluya, aleluya.

✞ ✞ ✞ “Padre, dame tu bendición”: “El Señor esté en tu corazón y en tus labios, para que anuncies
dignamente su Evangelio en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo”

✞ ✞ ✞ Lectura del Santo Evangelio según: Mateo 28, 16-20

Jesús ha partido físicamente, pero nos ha dejado una tarea: Llevar a todos el
mensaje de la Buena Nueva de salvación. Él permanece con nosotros y nos
acompaña en esta misión.
En aquel tiempo,
16 los once discípulos fueron a Galilea, al monte donde Jesús les había citado.
17 Al verlo, lo adoraron; ellos, que habían dudado.
18 Jesús se acercó y se dirigió a ellos con estas palabras: - Dios me ha dado autoridad
plena sobre el cielo y la tierra.
19 Poneos, pues, en camino, haced discípulos a todos los pueblos y bautizadlos para
consagrarlos al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo,
20 enseñándoles a poner por obra todo lo que os he mandado. Y sabed que yo estoy con
vosotros todos los días hasta el final de este mundo.
PALABRA DEL SEÑOR. R/ GLORIA A TI, SEÑOR JESÚS.

✞ ✞ ✞ “Que por el Evangelio sean perdonados nuestros pecados veniales”

Jesús se fue para no dejarnos.


Es sorprendente la afirmación del evangelista Mateo cuando dice que al ver a Jesús los
once «lo adoraron, pero algunos dudaban». A la distancia podríamos pensar: pero,
¿cómo que dudaban? ¿No estaban acaso delante del Resucitado? En presencia de los
mismos once, ¿no había metido Tomás sus dedos en sus heridas y su mano en el
costado? ¿Por qué algunos seguían dudando?
El asunto gana dramatismo si consideramos que el Evangelio nos dice que los discípulos,
al ver a Jesús, «lo adoraron». Este término significa en el texto bíblico el reconocimiento
de la divinidad del Señor. Y, sin embargo, algunos dudaban. ¡Qué paradoja! Y a la vez,
¡qué realismo del Evangelio! Si lo juzgásemos desde la óptica del marketing, la frase de
Mateo es muy mala. ¿Cómo pueden seguir dudando algunos de sus más cercanos
seguidores después de que Jesús resucitó de entre los muertos, después de todo lo que
hizo y predicó, de sus diversas apariciones? Y si lo hicieron, ¿para qué consignarlo por
escrito en un documento que se supone debía alentar a otros a hacerse seguidores del
Mesías?
Ciertamente, la lógica del marketing no opera aquí. Esa frase de Mateo es como una
ventana que nos permite ver, con realismo y sin temor, lo complejo y misterioso que es
el corazón humano. Y, en este sentido, lo real y veraz que es el Evangelio. El evangelista
no tiene ningún reparo en poner por escrito que en ese momento, en presencia de Jesús
y a punto de ascender Éste al Cielo, algunos dudaron. ¡Una gran lección que trae por
tierra las anteojeras perfeccionistas con las que a veces pretendemos leer el Evangelio!
Entre los once, los más cercanos a Jesús, ¡algunos dudaron! Y, sin embargo, esos
hombres fueron fieles y supieron seguir a Jesús hasta las últimas consecuencias que, en
su caso, implicaron el martirio; sobre los hombros frágiles de esos hombres, bajo la
protección maternal de María, el Señor edificó su Iglesia.
El Señor, como adivinando las turbulencias en el corazón de algunos, les dice con
autoridad divina: «se me ha dado pleno poder en el cielo y en la tierra… vayan y hagan
discípulos… bautizándolos… enseñándoles… Y sepan que Yo estoy con ustedes todos los
días». Leemos y releemos estas palabras y no podemos no experimentar confianza,
seguridad, aliento. ¿Por qué? Porque es el Señor Jesús quien nos las dice también a
nosotros. Él es la Roca firme, nuestro baluarte, nuestro abogado, nuestro consuelo,
nuestra fortaleza, nuestro Dios y Señor. ¿Dudamos? ¿Tenemos miedo? ¿No entendemos
el porqué de algunas cosas? ¿Quisiéramos que las cosas sean más claras, estén más
definidas, que no haya complicaciones? Bueno, pues, así no es la vida cristiana, y nunca
lo ha sido.
La celebración de la Ascensión de Jesús al Cielo nos ofrece la ocasión de madurar en la
fe. Es ocasión de purificarnos de toda falsa seguridad, de nuestros temores y exigencias
infantiles u horizontalistas. Es ocasión de volver a poner la mirada en lo que es esencial:
en Cristo que asciende a la derecha del Padre y nos envía por el mundo a anunciarlo.
El Señor sube al Cielo y, sin embargo, no nos abandona. ¡Misterio de fe! Debió ser muy
duro para aquellos que lo acompañaron día a día mientras estuvo físicamente en este
mundo. Acostumbrados a su voz, a su presencia que todo lo llenaba, a su extraordinaria
personalidad, a su amor, les debe haber resultado impensable la vida sin Él. Dos ángeles
salieron a su encuentro y les preguntaron: « ¿por qué permanecen mirando al cielo?»
(Hch 1,11). Indicación clara y precisa que indica el camino: no se queden ahí parados,
tienen una misión. ¿Cuántas veces nosotros también nos quedamos “mirando al cielo”,
enredados en problemas, sumidos en marañas emocionales, confundidos? ¡Hagamos lo
que Jesús nos dice: «vayan y hagan discípulos… bautizándolos… enseñándoles… Y sepan
que Yo estoy con ustedes todos los días».
«Hoy nuestro Señor Jesucristo ha subido al Cielo —nos dice San Agustín—; suba
también con Él nuestro corazón (…). Del mismo modo que Él subió sin alejarse por ello
de nosotros, así también nosotros estamos ya con Él allí, aunque todavía no se haya
realizado en nuestro cuerpo lo que se nos promete». La victoria de Jesús es más potente
que nuestra debilidad. Afiancemos en Él nuestra esperanza.

1 Contexto. La palabra se ilumina.


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El gran encargo (28,16-20). Cf. Mc 16,14-18; Lc 24,36-39; Jn 20,19-23; Hch 1,9-11.


Este breve final es tan rico que sería verdaderamente difícil decir más y tanto con el
mismo número de palabras. Se ha denominado como una parusía anticipada, un
cumplimiento parcial de la visión que tuvo Daniel del Hijo del hombre. Su género
combina elementos de un modelo de entronización del AT con un encargo apostólico.
La misión apostólica (28,16-20). También este pasaje es peculiar de Mt.
16. los once discípulos: El número alude al terrible final de Judas.
La montaña en la que Jesús los había citado: Es la montaña de la revelación (17,1),
donde Jesús los tocó (17,7).
No se ha aludido anteriormente a ninguna montaña, y no hay por qué empeñarse en
localizarla; tiene la misma categoría geográfica que la montaña de la tentación (4,8), la
del sermón (5,1) y la de la transfiguración (17,1). Es un rasgo de sinceridad el consignar
las dudas que algunos tuvieron (cf. Jn 20,24-29). A lo largo de todos los relatos de la
resurrección aparece la idea de que quienes vieron a Jesús no lo reconocían.
17. vieron: Los discípulos tienen una aparición de Jesús resucitado, pero más que su
aspecto son las palabras las que tienen importancia. No se menciona la ascensión,
porque ha coincidido con la resurrección. Su adoración muestra su fe, que está mezclada
con la duda, una experiencia psicológica común que da esperanza a los hombres de
nuestro tiempo.
18-20. Las palabras de despedida de Jesús pueden dividirse en tres partes, atendiendo
al pasado, al presente y al futuro.
18. toda autoridad... me ha sido dada: Notemos el tiempo pasado y el pasivo
teológico; es Dios quien ha concedido la autoridad divina a Jesús como Hijo del hombre.
Esta autoridad es la del reino de Dios (cf. Dn 7,14; 2 Cr 36,23; Mt 6,10).
19. La misión apostólica se expresa en términos de la experiencia de la Iglesia primitiva.
Con toda su brevedad, es una presentación desacostumbradamente clara de la
conciencia que de sí misma tenía la Iglesia apostólica. La Iglesia actúa en virtud del
encargo recibido de Jesús, un encargo que no tiene límites. Por su autoridad, reúne
discípulos de todas las naciones; no hay por qué hablar en adelante de una misión
restringida a los judíos.
Id por tanto...: El gran encargo misionero afecta al presente. Contiene un mandato
general de salir y hacer discípulos, y dos oraciones subordinadas que explican cómo
debe realizarse.
Todas las naciones: La llamada universal se aplica a todos los pueblos incluyendo sus
culturas, e incluso a los miembros del pueblo judío que todavía no son discípulos. Tras el
particularismo de 10,6; 15,24, este mandato nos llega a sorprender, aunque la misión a
los gentiles ya se había preludiado en 2,1-12; 4,15. 16.23-25; 8,5-13; 10,18; 15,21-28;
22,1-10; 24,14; 25,32; 26,13.
Bautizándolos: Su tarea consiste en bautizar y enseñar. El bautismo es un rito de
iniciación; bautizar «en el nombre» significa que la persona bautizada pertenece a la
Trinidad de personas cuyos nombres son invocados en el bautismo. Parece inverosímil
que la fórmula trinitaria fuese la primera que se empleó en el bautismo; Mt refleja aquí
una práctica más madura.
Padre... Hijo... Espíritu Santo: Esta fórmula tríadica puede tener sus raíces en el AT,
concretamente, en la tríada apocalíptica de Dios, Hijo del hombre o Elegido, y el Ángel,
que se encuentra en Dn 7, Ez 1 (cf. 1 Hen 14). No se menciona la circuncisión,
probablemente por las razones que encontramos en Hch 15,1-29.
20. enseñándoles a guardar todo cuanto yo os he mandado: Los discípulos deben
continuar el ministerio de enseñanza de Jesús, estableciendo así el fundamento de la
educación cristiana, la teología y cualquier actividad intelectual. La materia de su
enseñanza se encuentra en los grandes discursos del evangelio de Mateo, pero, sobre
todo, en el sermón de la montaña, que interpreta todo el AT. Se trata, de una tarea tan
enorme que el último versículo tiene que ofrecer una promesa de auxilio futuro.
El objeto de la enseñanza es «todo lo que yo os he mandado». Esta frase es un eco de la
forma en que habitualmente presenta Mt a Jesús: como el nuevo Moisés de un nuevo
Israel. El término «mandato» no afirma que se establezca una nueva Ley, sino un nuevo
estilo de vida, exactamente como la Ley de Moisés instauraba un nuevo estilo de vida.
Yo estoy siempre con vosotros: Las palabras finales aseguran la presencia viva de
Jesús en la Iglesia, una presencia que apunta a la plenitud escatológica de la misma
Iglesia. En las epístolas paulinas se elabora más detalladamente la creencia en que
Jesús vive en la Iglesia, pero no se trata de una idea exclusivamente paulina. La
resurrección no fue una simple vuelta a la vida ni una mera vindicación del Mesías, sino
el comienzo de una nueva existencia en que la vida del Mesías se convierte en la vida
permanente de este grupo que prolonga su misión. La Iglesia misma es el testigo de la
resurrección, porque su vida y su actividad son un testimonio permanente de que Jesús
está vivo.
E.d., estoy y seguiré estando. La fórmula de la alianza forma una inclusión con 1,23; cf.
18,20. Jesús es el Emmanuel, la presencia divina (shekinah) en medio de su pueblo,
para tomar decisiones, estudiar, orar, predicar, bautizar y enseñar. El don del Espíritu no
se menciona explícitamente, en contraste con Jn 20,22; Hch 2,1-4, pero, según Pablo, el
Espíritu es la presencia de Jesús en medio de nosotros (2 Cor 3,17).
Hasta el final del mundo: Se refiere a la llegada del reino de Dios en su plenitud.
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• El evangelio según san Mateo concluye con la perícopa que narra la aparición del
Resucitado a los Once en Galilea. Mientras el recorrido terreno de Jesús llega a su
término, comienza la misión de los apóstoles, y precisamente a partir de la «Galilea de
los gentiles», donde había comenzado el ministerio de Jesús a favor de Israel (4,12).
En el grupo de los Once conviven la adoración y la duda, y recuerdan,
significativamente, el episodio de Pedro caminando sobre las aguas (14,31-33). Jesús,
como entonces, se acerca a él para pedirle la fe. Jesús se presenta a los suyos como el
Hijo del hombre glorioso (v. 18; cf. Dn 7,14) que, en virtud de su resurrección, sube a
Dios y, con plena autoridad, deja a los suyos la encomienda final de continuar su propia
misión, haciendo «discípulos a todos los pueblos» (v. 19). Ese «discipulado» se llevará a
cabo mediante la inserción en la realidad viva de Dios -Padre, Hijo y Espíritu Santo- a
través del bautismo y la observación de todo lo que Jesús ha mandado (cf. Jn 14,23).
Precisamente este vínculo hace que entre la historia y el Reino eterno ya no exista
barrera alguna, sino continuidad. Cristo, resucitado y ascendido al cielo, no está, sin
embargo, lejos de la tierra; o, mejor aún, gracias a la ascensión de Jesús, la tierra ya no
está lejos del cielo. Mateo se abre con la «buena nueva» del nacimiento del Salvador, el
Emmanuel, el Dios-con-nosotros. Y se cierra no con la partida de Cristo abandonando a
los suyos, sino con la promesa de su permanencia hasta el final de los siglos: Jesús
seguirá siendo para siempre el compañero de camino de la humanidad, hasta que ésta
llegue a su meta gloriosa, en el seno de la Trinidad divina.
www.EvangelioMateo.GiorgioZevini

La conclusión del evangelio según Mateo tiene la grandiosidad del final de una sinfonía:
cuando se apaga la música, el corazón la recuerda durante tiempo. El primer evangelio
se cierra dejando presagiar un nuevo comienzo confiado ahora a los discipulos. El
evangelista recuerda -casi como en un paréntesis- que el trabajo de la fe no se les ha
dispensado ni siquiera a los que vieron personalmente al Resucitado (v. 17; cf. Mc
16,14; Jn 20,24ss); sin embargo, el mensaje central del fragmento no consiste tanto en
la aparición de Jesus como más bien en la misión que confiere a los apóstoles.
El lugar escogido para reunirse con los Once remite a los orígenes del ministerio de
Jesús, al monte de las bienaventuranzas donde Él, nuevo Moisés, había promulgado la
ley de la nueva Alianza. Esa Alianza se vuelve ahora definitiva y se extiende a todos los
pueblos, dado que se fundamenta en el poder conferido al Señor glorioso (vv. 18s; Flp
2,9-11); Jesús confirma, en efecto, con una referencia implícita a Dn 7,14, que es el Hijo
del hombre, el Juez universal, tal como había proclamado ante el sanedrín al atraerse la
condena a muerte.
El que ha recibido del Padre la «autoridad plena» envía ahora a los apóstoles, a fin de
hacer discípulos a «todos los pueblos». En consecuencia, queda inaugurado el tiempo
mesiánico, que contempla a los gentiles como protagonistas junto con Israel y no ya en
una posición subordinada en la historia de la salvación (cf., sin embargo, Mt 10,5). Con
todo, la atención no está dirigida a las masas de una manera indistinta, sino a individuos
particulares llamados de manera personal a entrar en la comunión trinitaria mediante el
bautismo (bautizadlos es forma masculina antes que neutra) y mediante la adhesión a
todo lo que Jesús nos ha mandado. De ahí que la enseñanza del Maestro, custodiada por
los discípulos, deba ser transmitida a todos con fidelidad. La enormidad de la tarea
parece superior a las posibilidades humanas. Ahora bien, la última palabra del Señor
resuena como la noticia más consoladora, la certeza más reconfortante: el que ha
venido para ser el Emmanuel, el Dios-con-nosotros, aunque ascendido al cielo, nos
acompaña a lo largo de nuestra peregrinación por la historia, hasta que ésta
desemboque en la gloria de la Pascua eterna y Dios sea todo en todos (cf. 1 Cor 15,28).
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Mateo 28:16-20: la gran comisión


Los varios Evangelios enfatizan aspectos diferentes de esta comisión:
• Lucas limita a Jerusalén las apariciones de resurrección y enfatiza el arrepentimiento y
el perdón de los pecados (Lucas 24:46-48). En Hechos 1:8, Lucas describe la promesa
del poder de Jesús y su mandamiento de ir “hasta los fines de la tierra.
• En el Evangelio de Juan, Jesús les da a los discípulos el poder de perdonar o retener
pecados (Juan 20:23).
• Desde el principio, Mateo ha enfatizado la enseñanza de Jesús. El Sermón en el Monte,
pronto en el ministerio de Jesús (capítulos 5-7) constituye la colección más grande de
enseñanzas de Jesús en el Nuevo Testamento. Ahora, Mateo relata el último acto de
ministerio de Jesús “en términos rabínicos: los discípulos han de bautizar, hacer
discípulos, y enseñar” (Johnson, 621).
Veremos en el libro de Hechos que la iglesia toma un papel evangélico, más orientado
hacia el ministerio. Este papel es muy diferente al que hemos visto de los discípulos
hasta ahora. “¿Por qué este cambio tan dramático y repentino? Pues, seguramente por
la resurrección de Jesús, sumado al encargo que les dio a sus seguidores de hacer
discípulos de todas las naciones” (Morris, 744).
Este texto ha tenido una influencia significante en la iglesia. Marca la aprobación de
Jesús del bautizo como elemento clave de ser discípulo. De esta manera, el bautizo se
convierte en la norma para cristianos. El bautizo nos da la fórmula trinitaria (“en el
nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo”) que la iglesia ha seguido a través de
los siglos. “Y al ligar el bautizo con la obra de ser discípulo, esto proporcionó el apoyo
necesario para anabaptistas y grupos más tardíos que defendían el bautizo de los
creyentes” (Gardner).
2 Reflexión. ¿Qué nos dice Dios en el Texto? La palabra me ilumina.
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Mateo 28:16: más los once discípulos se fueron a Galilea


“Once” nos recuerda de la traición de Judas. El número original de discípulos se
relaciona con los doce hijos de Judá y las doce tribus de Israel. Donde antes había doce
apóstoles, ahora hay once. Lucas relata la restauración del número original con la
elevación de Matías al apostolado (Hechos 1:12-26), pero Mateo habla de la Gran
Comisión cayendo sobre los once. “El número ‘once’ flaquea… La iglesia que Jesús
manda al mundo es falible, ‘once-algo,’ imperfecta. Aún, Jesús usa exactamente tal
iglesia para hacer su obra perfecta… Jesús toma este número imperfecto y le da la
vocación perfecta” (Bruner, 1090).
Los discípulos fueron a Galilea. Jesús había nacido a la sombra de Jerusalén, pero José y
María se lo llevaron a Galilea después de su regreso de Egipto por miedo a Arquelao, el
hijo de Herodes que regía en Judea tras la muerte de su padre (2:22-23). Jesús, por lo
tanto, se crió en una zona remota, lejos del Templo. Galilea era conocida como Galilea
de los Gentiles (4:15) porque servía de hogar para muchos gentiles. “Entonces Galilea,
para Mateo, marca una separación de la ‘pureza’ de la ciudad sagrada y, con esta
separación, representa el mundo gentil que ocupa el más allá” (Pfatteicher, 12). La
mayoría del ministerio de Jesús tomó lugar en Galilea, y regresa allí para comisionar a
sus discípulos.
Los discípulos “van al monte donde Jesús les había ordenado.” En este Evangelio, cosas
importantes pasan en las montañas: El Sermón en el Monte – la última tentación – la
Transfiguración. No sabemos el nombre de esta montaña, pero su ubicación no es
relevante. Su significado es más teológico que geográfico, y demuestra la importancia
de esta comisión.
Jesús le dijo a María Magdalena y a la otra María, “Id, dad las nuevas a mis hermanos,
para que vayan a Galilea, y allí me verán” (28:10). Mientras que a mujeres no se les
permite hacer de testigos en la corte, Jesús les escogió a ellas para dar testimonio de su
resurrección. Mientras que la costumbre normal es que los hombres mandan y las
mujeres obedecen, Jesús les dice a estas mujeres que les manden a los hombres ir a
Galilea. Los hombres podrían dudar del testimonio de las mujeres. Primero, (solo) son
mujeres. Segundo, ¡qué difícil debe ser creer que un hombre muerto ha resucitado! La
orden es ir a Galilea, una larga caminata. Igual que las mujeres merecen ser alabadas
por cumplir con sus órdenes, también los hombres se lo merecen. Es un hecho de fe
empezar el viaje a Galilea.
Mateo 28:17: pero algunos dudaban
Ésta es la primera vez en este Evangelio que encontramos juntos a los discípulos desde
que Jesús fue arrestado y abandonado por los discípulos (26:56). Solo María Magdalena
y la otra María han visto al Cristo resucitado. En cuanto al estado mental de los
discípulos mientras caminan hacia la montaña solo podemos especular, pero sabemos lo
que pasa cuando por fin ven a Jesús – “le vieron, le adoraron: más algunos dudaban” (la
palabra griega también significa “vacilaron).”
No nos debe sorprender ninguna de las dos reacciones – alabar o dudar (vacilar). Es de
esperar que los discípulos alaben a Jesús. Saben que fue matado y enterrado. Saben
que el Viernes Santo fue el final. Ahora ven a Jesús vivo de nuevo, confirmando sin lugar
a duda que él es el Mesías. Con sus propios ojos ven que su maestro es el Señor de
vida, y que puede ejercer su poder hasta sobre la muerte.
Pero tampoco nos debe sorprender que algunos duden o vacilen. Nada en su experiencia
les ha preparado para lo que ven, excepto quizá la resurrección de Lázaro, que no se
menciona en este Evangelio (véase Juan 11). Antes, Jesús observó, “Si no oyen a Moisés
y a los profetas, tampoco se persuadirán, si alguno se levantare de los muertos” (Lucas
16:31). Ahora los propios discípulos de Jesús experimentan un rasgo de duda al ver a
Jesús resucitado de la muerte.
Casi nos atrevemos a criticar a los discípulos por su duda, pero no debemos suponer que
nosotros lo hubiéramos hecho mejor. Jesús no les riñe. Comprende su duda y, en vez,
se dirige a su fe. Comprende su fragilidad pero, aun así, les pide que sigan su obra. “No
es a los ángeles o a los creyentes perfectos a quienes confía la misión del mundo, sino
que a la comunidad de discípulos que alaban o que dudan,” (Boring, 503).
Para poder cumplir el papel que Jesús les otorga, los discípulos han de crecer. Mientras
que su conducta en el libro de Hechos es menos que espectacular, seguirán
confrontándose con grave oposición a lo largo de su ministerio. Cosecharán semillas que
tomarán raíces – se multiplicarán – flotando a través de océanos sobre vientos de fe. La
elección de Jesús al escoger a esta gente ordinaria para cumplir una misión
extraordinaria concuerda con la obra histórica de Dios. Dios escogió al joven David en
vez de a uno de sus fuertes hermanos. Dios mandó la mayoría del ejército de Gideón a
casa antes de mandar el resto a la batalla. Para Dios, nuestra habilidad es menos
importante que nuestra disponibilidad. Además, nuestra habilidad puede llegar a obstruir
el camino si dejamos que nuestros éxitos oscurezcan el papel de Dios.
Mateo 28:18: toda potestad me es dada en el cielo y en la tierra
“Y llegando Jesús.” Lo normal es que el que suplica se acerque a la autoridad en vez de
al revés – el discípulo viene al maestro – el enfermo viene al curandero. Jesús le da la
vuelta a los papeles aquí, quizá para calmar la duda o vacilación – quizá para demostrar
su propio acercamiento – quizá para modelar el tipo de “acercamiento” que él espera de
sus discípulos para cumplir la Gran Comisión.
Antes, Jesús exclamó, “Todas las cosas me son entregadas de mi Padre” (11:27). Ahora
exclama, “Toda potestad me es dada en el cielo y en la tierra.” El modelo de esta
declaración está en Daniel 7:14, “Y fuéle dado señorío, y gloria, y reino; y todos los
pueblos, naciones y lenguas le sirvieron; su señorío, señorío eterno, que no será
transitorio, y su reino que no se corromperá.
A menudo Mateo habla de autoridad (7:29; 8:9; 9:6; 10:1; 21:23; 24, 27). Dios le ha
dado a Jesús la autoridad, y Jesús la ejerce ahora y en la sentencia final. Su autoridad
incluye el cielo y la tierra. No hay tiempo ni lugar donde su autoridad no aplique. “El
Jesús que sufrió y fue humillado ahora ha sido completamente vindicado por Dios”
(Senior, 346). “Él es el director general del universo, y tiene completo control del
mundo” (Bruner, 1094).
Claramente, esta autoridad establece el derecho de Jesús de esperar obediencia de sus
discípulos y de su habilidad para darles el poder. “Los discípulos son otorgados los
credenciales para su misión pero, aún más, también son otorgados el poder que
necesitan para cumplirla” (Brueggemann, 344).
Mateo 28:19: por tanto id y adoctrinar a todos los gentiles
Jesús les manda a sus discípulos que “doctrinad a todos los Gentiles.” En griego,
“adoctrinar” es el único verbo imperativo. Yendo, bautizando, y adoctrinando son
participios, subordinados al imperativo “adoctrinar.” La misión es “adoctrinar.” Para
cumplir esta misión, los discípulos deben ir, bautizar, y enseñar. De esta manera, cada
uno de estos participios tiene un carácter imperativo – pero el único verbo imperativo en
esta comisión es “hacer discípulos.”
Un discípulo es un estudiante o seguidor – una persona dedicada a aprender lo que el
maestro tenga que enseñarle. Típicamente, un joven que aspiraba ser un rabí le pediría
a un rabí practicante que le aceptara como discípulo. Un paralelo moderno puede ser un
estudiante interno – o un estudiante de música que le pide a un maestro de música que
sea su profesor o profesora. Del discípulo se espera no solo que aprenda lo que el rabí
enseña, sino que también practique lo que el rabí predica. Es decir, la idea no es
simplemente aprender del rabí, sino también vivir como él. Por lo tanto “Enseñándoles
que guarden todas las cosas que os he mandado” (v. 20) es un componente natural de
la Gran Comisión de Jesús.
Es interesante ver lo que Jesús incluye y no incluye en esta comisión. No les manda a
los discípulos predicar – evangelizar – ganarse el mundo. “Usa una palabra más
tranquila, menos llamativa. Es una palabra casi escolástica y algo escolar, ‘discípulo.’ …
Solo el Creador del Cosmos puede hacer grandezas como convertir, traer
arrepentimiento, o impulsar a una persona que tome una decisión – toda autoridad es
suya sola. Pero los discípulos pueden, deben, y harán el pequeño acto de servir de
‘discípulos’ para los demás – es decir, pasarán mucho tiempo con gente – con la
confianza que tarde o temprano el Creador del Cosmos creará en esta gente la decisión
de bautizarse” (Bruner, 1097).
Han de “adoctrinar a todas étnicas.” La palabra étnica es a menudo traducida como
nación, pero judíos griego-hablantes usan esa palabra para referirse a los gentiles.
Antes, Jesús les instruyó a los discípulos, “Por el camino de los Gentiles no iréis, y en
ciudad de Samaritanos no entréis” (10:5). Ahora, Jesús retracta esa prohibición.
Primero, los discípulos obraron entre judíos. Ahora ampliarán su misión entre el pueblo
gentil.
En este Evangelio el pueblo gentil toma un papel principal. La genealogía de Jesús
incluye a mujeres gentiles – Ruth y Rahab (1:5). Los Reyes Magos eran gentiles “del
oriente” (2:1). Dios puede levantar hijos de Abrahán hasta de las piedras (3:9). Jesús se
retira a Galilea de los gentiles (4:15). Un centurión romano expresa fe que excede toda
la que Jesús ha encontrado en Israel, inspirando su comentario “muchos del oriente y
del occidente, y se sentarán con Abraham, e Isaac, y Jacob, en el reino de los cielos”
(8:10-11). Jesus salva dos demoníacos en territorio gentil (8:28). Los gentiles ninivitas
condenarán esta generación (12:41). Jesús premia una mujer cananea por su gran fe
(15:28). “Y será predicado este evangelio del reino en todo el mundo, por testimonio a
todos los Gentiles” (24:14). El Hijo del Hombre juzgará las naciones según respondan a
la necesidad humana (25:31-46). Un centurión romano proclama, “Verdaderamente Hijo
de Dios era éste” (27:54).
Los discípulos oyen la llamada “adoctrinar a todas étnicas,” pero no comprenden lo que
implica. Solo más adelante podrán apreciar su significado por completo. En los capítulos
anteriores de Hechos, aceptarán a los gentiles, pero solo a los judíos prosélitos. Solo
después de mucho debate dramático e intervención de Dios (Hechos 10) empezarán a
permitir gentiles a la iglesia. Pero este tema ya había sido resuelto al escribir este
Evangelio.
En algunos lugares hoy, cristianos rehúsan la llamada de “adoctrinar a todas étnicas,”
prefiriendo no intervenir en culturas y religiones indígenas. Aunque debemos admitir que
a veces nos hemos equivocado en nuestros métodos de difundir el Evangelio, eso no nos
libra de la responsabilidad de encontrar la manera correcta de hacerlo. Dios escoge o no
escoge redimir al mundo por medio de Jesucristo. Si es así, tenemos una
responsabilidad urgente de proclamar el Evangelio. Si no lo hacemos, tenemos poco que
ofrecer más allá de simple instrucción moral y compañerismo social. Si no fuera por la
respuesta de la iglesia a la Gran Comisión, poca gente hubiera sentido el poder redentor
de Jesucristo. Su nombre solo sería una pequeña anotación histórica. Ahora, es nuestra
responsabilidad continuar con su obra.
Las iglesias que no toman la Gran Comisión en serio desvanecen y mueren. Discípulos
que tampoco la toman en serio no producen hijos espirituales. ¿Cómo podemos
convencerles a nuestros hijos que paguen el precio de ser discípulos si no le adjuntamos
ninguna urgencia? Como dice un personaje de una novela de P.D. James, “La respuesta
oficial era que todas religiones tenían igual importancia. Debo decir que el resultado de
esto me dejó con la convicción de que todas eran iguales por su falta de importancia.”
En la muy temprana iglesia, el bautizo se hacía en nombre de Jesús (Hechos 2:38; 8:16;
10:48; 19:5; Rom. 6:3; Gal. 3:27). La fórmula tríadica del bautizo (“en el nombre del
Padre y del Hijo y del Espíritu Santo”) fue adoptada más tarde, y es esa tradición más
tardía la que se refleja en el relato de Mateo de la Gran Comisión. Ser bautizado en el
nombre indica una nueva relación, un renacer, una adopción. Ser bautizado en el
nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo indica que la nueva relación incluye las
tres partes de la Trinidad.
Mateo 28:20: Yo estoy con vosotros hasta el fin del mundo
“Enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado.” En este Evangelio,
Jesús tuvo un ministerio de enseñanza significante (4:23; 5:2; 7:29; 9:35; 11:1; 13:34;
21:23; 26:65). Ahora, Jesús recluta a sus discípulos para seguir con ese ministerio.
Nuestra responsabilidad no termina con llevar a gente a tomar la decisión de seguir a
Cristo. Debemos continuar con el proceso del discípulo, enseñando a nuevos discípulos
lo que Jesús nos enseñó – y demostrando nuestra obediencia a esas enseñanzas.
Mientras vivimos en esta tierra, ninguno de nosotros obedecerá o comprenderá
perfectamente, por eso, el requisito de aprender nunca tiene fin.
“Enseñar es otra palabra tranquila… Discípulo – no te apresures, trabaja cuidadosamente
con ellos, instrúyeles gentilmente” (Bruner, 1102). En este Evangelio, Jesús comienza su
ministerio enseñando (con el Sermón en el Monte) y concluye su ministerio
comisionando sus discípulos para que enseñen a todas las naciones. El énfasis en la
enseñanza no es accidental, y marca la importancia que Mateo le da a la enseñanza
dentro de la obra del discípulo.
No debemos olvidar la importancia de la palabra obedecer. Nuestra enseñanza debe
cumplir más que simplemente transmitir información. También debemos persuadir a las
étnicas que obedezcan a Jesús. Aquí, la línea se borra entre la enseñanza (donde el
énfasis está en la transmisión de información) y el predicar (donde el énfasis está más
en persuadir).
Ni tampoco debemos olvidar la importancia de la frase, “todas las cosas que os he
mandado.” Jesús no nos permite el lujo de escoger que creer u obedecer.
“La obra es asombrosa, y esta ‘Gran Comisión’ le debería parecer ridícula a este
pequeño grupo de discípulos. Al fin y al cabo, solo había once de ellos” (Long, 327).
¿Cómo sería posible llevar el Evangelio a todo el mundo? ¿Cómo podrían transmitir el
amor de Jesús a gentes cuyas lenguas no podían comprender? ¿Cómo podrían llevar la
palabra a continentes cuya existencia no podían ni imaginar? Y aún, por la gracia de
Dios, ¡todo eso pasó!
¡La obra continúa siendo asombrosa! El mundo se ha hecho aún más complejo,
peligroso, y hostil hacia Cristo. Hoy, muchos cristianos son víctimas de masacres en
números que hacen al Coliseo de Roma parecer pequeño en comparación. Más cristianos
han muerto por causa de persecución en el siglo 20 que en ningún otro, y el siglo 21
promete establecer un nuevo record. Y aún, el alabar a Cristo continúa creciendo en
lugares donde se ha perseguido la mayor parte de un siglo. No debemos perder la fe,
porque Dios nos da el poder necesario para cumplir nuestra obra.
“Y he aquí, yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo.” Este Evangelio
empieza con las palabras del profeta, “He aquí la virgen concebirá y parirá un hijo, Y
llamarás su nombre Emmanuel, que declarado, es: Con nosotros Dios” (1:23). Termina
con la promesa que Jesús estará con nosotros siempre. “Donde Yahvé estaba
anteriormente con su pueblo, Jesús ahora está con el suyo, la iglesia. Jesús, aunque
físicamente no está presente entre ellos, no les ha abandonado. Está entre ellos, sin ser
visto, y les da el poder de cumplir la misión que les ha dado” (Hagner). “Mateo siempre
mira hacia delante al gran día cuando Jesús, que nunca ha abandonado a su gente,
estará presente y visible en su gloria celestial y juzgará al mundo y dirá de nuevo
‘Venid, benditos de mi Padre, heredad el reino preparado para vosotros desde la
fundación del mundo’ (25:34)” (Johnson, 625). “Los discípulos han de obrar con Jesús,
no simplemente para él” (Soards).
“En el Evangelio de Lucas la última palabra de Jesús habla de separación… En Mateo, al
contrario, la última palabra promete la continuada presencia de Jesús” (Hare, 335). “La
iglesia no ‘lo hace sola’ ni posee su propia autoridad. Su misión y mandamiento siguen
derivándose de la presencia de su Señor, a quien toda autoridad ha sido otorgada”
(Tiede y Kavanagh, 16).
www.ocarm.org

1. Oración inicial
Señor Jesús, envía tu Espíritu, para que Él nos ayude a leer la Biblia en el mismo modo
con el cual Tú la has leído a los discípulos en el camino de Emaús. Con la luz de la
Palabra, escrita en la Biblia, Tú les ayudaste a descubrir la presencia de Dios en los
acontecimientos dolorosos de tu condena y muerte. Así, la cruz, que parecía ser el final
de toda esperanza, apareció para ellos como fuente de vida y resurrección.
Crea en nosotros el silencio para escuchar tu voz en la Creación y en la Escritura, en los
acontecimientos y en las personas, sobre todo en los pobres y en los que sufren. Tu
palabra nos oriente a fin de que también nosotros, como los discípulos de Emaús,
podamos experimentar la fuerza de tu resurrección y testimoniar a los otros que Tú
estás vivo en medio de nosotros como fuente de fraternidad, de justicia y de paz. Te lo
pedimos a Tí, Jesús, Hijo de María, que nos has revelado al Padre y enviado tu Espíritu.
Amén.
2. Lectura
a) Una clave de lectura:
El texto nos ofrece las últimas palabras de Jesús en el Evangelio de Mateo. Es como si
fuese un testamento, su última voluntad para la comunidad, aquello que más le
preocupaba. A lo largo de la lectura, intentamos prestar atención a lo siguiente: "¿Sobre
qué aspectos insiste más Jesús en sus últimas palabras?"
b) División del texto:
Mateo 28,16-20Mt 28,16: Indicación geo-gráfica: vuelta a Galilea
Mt 28,17: Aparición de Jesús y reacción de los discípulos
Mt 28,18-20a: Las últimas órdenes de Jesús
Mt 28,20b: La gran promesa, fuente de toda esperanza.
c) El texto:
Mateo 28, 16-20
3. Un momento de silencio orante para que la Palabra de Dios pueda entrar en nosotros
e iluminar nuestra vida.
4. Algunas preguntas para ayudarnos en la reflexión personal.
a) ¿Cuál es el punto que más te ha llamado la atención y que más te ha tocado el
corazón?
b) ¿Cuáles son las informaciones cronológicas y geográficas que ofrece el texto?
c) ¿Cuál es la actitud de los discípulos? ¿Cuál es el contenido de las palabras de Jesús a
los discípulos?
d) ¿En qué consiste "todo poder en el cielo y en la tierra " que ha sido dado a Jesús?
e) ¿Qué significa "hacerse discípula-discípulo" de Jesús?
f) En este contexto ¿cuál es el significado del bautismo "en el nombre del Padre, del Hijo
y del Espíritu Santo?"
g) ¿Qué evocación del AT se transparenta en la promesa "Yo estoy con vosotros todos
los días hasta el fin del mundo?"
5. Una clave de lectura para aquéllos que quieran profundizar más en el tema.
a) El contexto del Evangelio de Mateo
* El Evangelio de Mateo, escrito hacia el año 85, se dirige a una comunidad de judíos
convertidos que vivían en Siria-Palestina. Estaban pasando una profunda crisis de
identidad en relación a su pasado. Después de haber aceptado a Jesús como el Mesías
esperado, continuaban acudiendo a la sinagoga y observando la ley y las antiguas
tradiciones. Mantenían además una cierta afinidad con los fariseos y, tras la revuelta de
los judíos de Palestina contra Roma (65 al 72), ellos y los fariseos eran los dos únicos
grupos judíos que habían sobrevivido a la represión romana.
* A partir de los años 80, estos hermanos judíos, fariseos y cristianos, únicos
supervivientes, comenzaron a luchar entre ellos por la posesión de las promesas del AT.
Todos pretendían ser los herederos. Poco a poco, creció la tensión entre ellos y
comenzaron a excomulgarse mutuamente. Los cristianos no podían ya acudir a la
sinagoga y quedaron desconectados de su propio pasado. Cada grupo comenzó a
organizarse a su propio modo: los fariseos en la sinagoga; los cristianos en la Iglesia.
Ello agravò el problema de la identidad de las comunidades de judíos cristianos, ya que
suscitaba problemas muy serios que requerían una respuesta urgente: "La herencia de
las promesas del AT... ¿de quién es: de la sinagoga o de la Iglesia? ¿Con quién está
Dios? ¿Cuál es verdaderamente el pueblo de Dios?"
* Entonces Mateo escribe su Evangelio para ayudar a estas comunidades a superar la
crisis y a encontrar una respuesta a sus problemas. Su Evangelio es fundamentalmente
un Evangelio de revelación que pretende mostrar que Jesús es el verdadero Mesías, el
nuevo Moisés, en el que culmina toda la historia del Antiguo Testamento con sus
promesas. Es también el Evangelio de la consolación para todos aquéllos que se sentían
excluidos y perseguidos por sus propios hermanos judíos. Mateo quiere consolarles y
ayudarles a superar el trauma de la ruptura. Es el Evangelio de la nueva práctica, ya que
indica el camino por el que se llega a una nueva justicia, mayor que la de los fariseos. Es
el Evangelio de la apertura, pues indica que la Buena Noticia de Dios que Jesús nos trae
no puede permanecer escondida, sino que debe ser puesta sobre el candelero, para que
ilumine la vida de todos los pueblos.
b) Comentario del texto de Mateo 28,16-20
* Mateo 28,16: Volviendo a Galilea: Todo comenzó en Galilea (Mt 4,12). Fue allí
donde los discípulos oyeron la primera llamada (Mt 4,15) y allí Jesús prometió reunirlos
de nuevo, después de la resurrección (Mt 26,31). En Lucas, Jesús prohíbe a los suyos
que salgan de Jerusalén (Hch 1,4). En Mateo, la orden consiste en salir de Jerusalén y
retornar a Galilea (Mt 28,7.10). Cada evangelista tiene su modo particular de presentar
la persona de Jesús y su proyecto. Para Lucas, tras la resurrección de Jesús, el anuncio
de la Buena Noticia debe comenzar en Jerusalén para poder llegar desde allí a todos los
confines de la tierra (Hch 1,8). Para Mateo, el anuncio comienza en la Galilea de los
paganos (Mt 4,15) para prefigurar así el paso de los judíos hacia los paganos.
Los discípulos debían ir hacia la montaña que Jesús les había mostrado. La montaña
evoca el Monte Sinaí, donde se había llevado a cabo la primera Alianza y donde Moisés
recibió las tablas de la Ley de Dios (Ex 19 a 24; 34,1-35). Evoca la montaña de Dios,
donde el profeta Elías se retiró para redescubrir el sentido de su misión (1Re 19,1-18).
Evoca también la montaña de la Transfiguración, donde Moisés y Elías, es decir, la Ley y
los Profetas, aparecieron junto a Jesús, confirmando así que Él era el Mesías prometido
(Mt 17,1-8).
* Mateo 28,17: Algunos dudaban: los primeros cristianos tuvieron mucha dificultad a
la hora de creer en la Resurrección. Los evangelistas insisten en contarnos que dudaron
mucho y que fueron incrédulos frente a la Resurrección de Jesús (Mc 16,11.13.14; Lc
24,11.21.25.36.41; Jn 20,25). La fe en la Resurrección fue fruto de un proceso lento y
difícil, pero acabó por imponerse como la más grande certeza de los cristianos (1Cor
15,3-34).
* Mateo 28,18: Me ha sido dado todo poder en el cielo y en la tierra: La forma
pasiva del verbo indica que Jesús recibió su autoridad del Padre. Pero ¿en qué consiste
esta autoridad? En el Apocalipsis, el Cordero (Jesús resucitado) recibe de la mano de
Dios el libro con los siete sellos (Ap 5,7) y se convierte en el Señor de la historia, el que
debe asumir la ejecución del proyecto de Dios, descrito en el libro sellado, y como tal
debe ser adorado por todas las criaturas (Ap 5,11-14). Con su autoridad y con su poder,
vence al Dragón, que es el poder del mal (Ap 12,1-9), y captura a la Bestia y al falso
profeta, símbolos del Imperio romano (Ap 19,20). En el Credo de la Misa decimos que
Jesús subió al cielo y se sienta a la derecha de Dios Padre, convirtiéndose así en el Juez
de vivos y muertos.
* Mateo 28,19-20a: Las últimas palabras de Jesús: tres órdenes a los
discípulos: Revestido de la suprema autoridad, Jesús trasmite tres órdenes a los
discípulos y a todos nosotros: (i) Id, pues, y haced discípulos a todas las gentes; (ii);
bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo (iii) y enseñándoles
a guardar todo lo que yo os he mandado.
i) Id, pues, y haced discípulos a todas las gentes: Ser discípulo no significa lo mismo
que ser alumno. Un discípulo se relaciona con un maestro. Un alumno se relaciona con
un profesor. El discípulo vive junto al maestro 24 horas al día; el alumno recibe
lecciones del profesor durante algunas horas, y vuelve a su casa. El discipulado supone
comunidad. Ser alumno supone solamente estar en un aula para las clases. En aquel
tiempo, el discipulado se solía expresar con la frase Seguir al maestro. En la Regla del
Carmelo se dice: Vivir en obsequio de Jesucristo. Para los primeros cristianos, Seguir a
Jesús significaba tres cosas relacionadas entre sí:
- Imitar el ejemplo del Maestro: Jesús era el modelo que se debía imitar y recrear en la
vida del discípulo y de la discípula (Jn 13,13-15). La convivencia diaria permitía una
continua revisión. En esta Escuela de Jesús se enseñaba solo una materia: ¡el Reino! Y
este Reino se reconocía en la vida y en la práctica de Jesús.
- Participar en el destino del Maestro: El que quería seguir a Jesús, debía
comprometerse con Él: "estar con Él en las tentaciones" (Lc 22,28), e incluso en la
persecución (Jn 15,20; Mt 10,24-25). Debía estar por tanto dispuesto a cargar con la
cruz y a morir con Él (Mc 8,34-35; Jn 11,16).
- Poseer en sí mismo la vida de Jesús: Después de la Pascua, se añade una tercera
dimensión: "Vivo, pero no soy yo quien vivo, sino Cristo que vive en mí" (Gal 2,20). Los
primeros cristianos intentaron identificarse profundamente con Jesús. Se trata de la
dimensión mística del seguimiento de Jesús, fruto de la acción del Espíritu.
ii) Bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo: La Trinidad es a
la vez la fuente, el destino y el camino. Todo el que ha sido bautizado en el nombre del
Padre que nos ha sido revelado por Jesús, se compromete a vivir como un hermano en
la fraternidad. Y si Dios es Padre, nosotros somos todos hermanos y hermanas entre
nosotros. Todo el que ha sido bautizado en el nombre del Hijo que es Jesús, se
compromete a imitar Jesús y a seguirlo hasta la cruz para poder resucitar con Él. Y el
poder que Jesús recibió del Padre es un poder creador que vence la muerte. Y el que ha
sido bautizado en el nombre del Espíritu Santo que nos ha sido dado por Jesús en el día
de Pentecostés, se compromete a interiorizar la fraternidad y el seguimiento de Jesús,
dejándose llevar por el Espíritu que permanece vivo en la comunidad.
iii) Enseñándoles a guardar todo lo que yo os he mandado: Para nosotros, cristianos,
Jesús es la Nueva Ley de Dios, proclamada desde lo alto de la montaña. Jesús ha sido
elegido por el Padre como el nuevo Moisés, cuya palabra es Ley para nosotros:
"Escuchadlo" (Mt 17,15). El Espíritu mandado por Él nos recordará todo lo que Él nos ha
enseñado (Jn 14,26; 16,13). La observancia de la nueva Ley del amor se equilibra con la
gratuidad de la presencia de Jesús en medio de nosotros, hasta el final de los tiempos.
* Mateo 28,20b: yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo:
Cuando Moisés fue enviado a liberar al pueblo de Egipto, recibió de Dios una certeza, la
única certeza que ofrece una total garantía: "Ve, ¡Yo estaré contigo!" (Ex 3,12). Y esta
misma certeza les fue dada a los profetas y a otras personas enviadas por Dios para
desarrollar una misión importante en el proyecto de Dios (Jer 1,8; Jue 6,16). María
recibió la misma certeza cuando el ángel le dijo: "El Señor está contigo" (Lc 1,28).
Jesús, en persona, es la expresión viva de esta certeza, porque su nombre es
Emmanuel, Dios con nosotros (Mt 1,23). Él estará con sus discípulos, con todos
nosotros, hasta el final de los tiempos. Aquí se manifiesta la autoridad de Jesús. Él
controla el tiempo y la historia. Él es el primero y el último (Ap 1,17). Antes del primero
no existía nada y después del último no vendrá nada. Esta certeza es un apoyo para las
personas, alimenta su fe, sostiene la esperanza y genera amor y donación de sí mismos.
c) Iluminando las palabras de Jesús: La misión universal de la comunidad
Abraham fue llamado a ser fuente de bendición, no sólo para sus propios descendientes,
sino para todas las familias de la tierra (Gn 12,3). El pueblo de la esclavitud fue llamado,
no sólo a restaurar las tribus de Jacob, sino también para ser luz de las naciones (Is
49,6; 42,6). El profeta Amós dijo que Dios no sólo liberó a Israel de Egipto, sino también
a los filisteos de Kaftor y a los arameos de Quir (Am 9,7). Dios, por tanto, se ocupa y se
preocupa, tanto de los israelitas como de los filisteos y de los arameos (¡que eran los
mayores enemigos del pueblo de Israel!). El profeta Elías pensaba que era el único
defensor de Dios (Re 19,10.14), pero tuvo que escuchar que además de él... ¡había
otros siete mil! (1 Re 18,18). El profeta Jonás quería que Yahvé fuese Dios solo de
Israel, pero tuvo que reconocer que Él es el Dios de todos los pueblos, incluso de los
habitantes de Nínive, los más acérrimos enemigos de Israel (Jon 4,1-11). En el Nuevo
Testamento, el discípulo Juan quería que Jesús fuese sólo del pequeño grupo, de la
comunidad, pero el mismo Jesús le corrigió y le dijo: ¡Quien no está contra nosotros,
está con nosotros! (Mc 9,38-40).
Al final del primer siglo después de Cristo, las dificultades y las persecuciones
probablemente llevaron a las comunidades cristianas a perder algo de su fuerza
misionera y a cerrarse en sí mismas, como si fueran las únicas que defendían los valores
del Reino. Pero el Evangelio de Mateo, fiel a una larga tradición de apertura hacia todos
los pueblos, les hizo saber que las comunidades no pueden cerrarse en sí mismas. No
pueden pretender para ellas el monopolio de la acción de Dios en el mundo. Dios no es
propiedad de las comunidades, sino que las comunidades son propiedad de Yahvé (Ex
19,5). En medio de la humanidad que lucha y resiste contra la opresión, las
comunidades deben ser sal y fermento (Mt 5,13; 13,33). Deben hacer que resuene en el
mundo entero, entre todas las naciones, la Buena Noticia que Jesús nos ha traído: ¡Dios
está presente en medio de nosotros! Es el mismo Dios que, desde el Éxodo, se empeña
en liberar a todos aquellos que gritan hacia Él (Ex 3,7-12). Esta es su misión. Si la sal
pierde su sabor... ¿para qué servirá? "¡No sirve ni para la tierra ni para el estercolero!"
(Lc 14,35).
6. Salmo 150 Alabanza universal
¡Aleluya! Alabad a Dios en su santuario, alabadlo en su poderoso firmamento, alabadlo
por sus grandes hazañas, alabadlo por su inmensa grandeza.
Alabadlo con el toque de cuerno, alabadlo con arpa y con cítara, alabadlo con tambores
y danzas, alabadlo con cuerdas y flautas, alabadlo con címbalos sonoros, alabadlo con
címbalos y aclamaciones. ¡Todo cuanto respira alabe a Yahvé! ¡Aleluya!
7. Oración final
Señor Jesús, te damos gracia por tu Palabra que nos ha hecho ver mejor la voluntad del
Padre. Haz que tu Espíritu ilumine nuestras acciones y nos comunique la fuerza para
seguir lo que Tu Palabra nos ha hecho ver. Haz que nosotros como María, tu Madre,
podamos no sólo escuchar, sino también poner en práctica la Palabra. Tú que vives y
reinas con el Padre en la unidad del Espíritu Santo por todos los siglos de los siglos.
Amén.
www.santaclaradeestella.es

La atmósfera de la liturgia de la ascensión está penetrada siempre por una


atormentadora nostalgia, porque nos pone en una fuerte tensión hacia el Cielo,
verdadera patria del cristiano, y nos hace experimentar con mayor intensidad el deseo
de la eternidad que también deberíamos sentir todos los días. En efecto, deberíamos
consumirnos verdaderamente con la esperanza de contemplar sin velos el rostro de
Dios. Sin embargo, con excesiva frecuencia advertimos que el peso de las realidades
materiales nos mantiene pegados al suelo, nos despunta las alas, suscita en nosotros
cansancio y duda.
Así se plantea un interrogante: ¿cómo llegar a gozar de realidades que no son terrenas,
que escapan a la experiencia sensible? Necesitamos un gusto especial suscitado en
nosotros por el Espíritu Santo. La «santa alegría» que el Espíritu suscita en nosotros es
muy diferente de la que se nos pasa de contrabando como tal. Es la alegría de las
bienaventuranzas, fruto del sufrimiento, porque brota de la muerte y resurrección de
Cristo. Se trata de una alegría santa, porque, en Cristo ascendido al cielo, nuestra
humanidad ha sido ensalzada, elevada, mucho más allá de nuestros estrechos
horizontes. Es preciso que nos dejemos educar para ver lo invisible. ¿Cómo? Se ve
creyendo, se siente esperando, se conoce amando. El misterio de la ascensión, tan bello
y gozoso por el hecho de que nos presenta a Cristo vuelto de nuevo al seno del Padre,
nos colma al mismo tiempo el corazón de sentimientos de humildad y bondad: Jesús
permanece entre nosotros hasta el fin del mundo. Sólo ha cambiado de aspecto: lo
encontramos en el pobre y en el que sufre. Por ahora no lo vemos glorioso. Lo
conseguiremos sólo si antes lo reconocemos con verdadero amor en su humillación,
acogiéndonos los unos a los otros.
www.Dioscadadía.Bastin,Pinkers,Teheux

No hay reflexión.
www.fraynelson.com

1. La Resurrección: Un Nuevo Comienzo


1.1 Es interesante destacar en la primera lectura de hoy que Lucas resume la enseñanza
de Cristo Resucitado, en sus apariciones a los discípulos, como una predicación sobre el
Reino de Dios. Recordamos bien que el inicio de su ministerio público fue un anuncio
similar: "El tiempo se ha cumplido y el reino de Dios se ha acercado; arrepentíos y creed
en el evangelio" (Marcos 1,15). Y luego el mismo Lucas se deleita contándonos cuántas
comparaciones usó Jesús en esta tierra para que comprendiéramos algo de los misterios
del Reino.
1.2 Aprendemos de aquí que en la Resurrección del Señor se da como un nuevo
comienzo. El proyecto de Jesucristo no ha cambiado. Ni siquiera la muerte lo ha
cambiado. Torturarlo, abandonarlo, crucificarlo, llevarlo a la muerte y depositarlo en el
sepulcro... nada de ello fue capaz de romper la obediencia de amor de Cristo hacia su
Padre. Una vez levantado de entre los muertos, no tiene un nuevo proyecto sino el
mismo de siempre: que el nombre de Dios sea glorificado, que su voluntad sea
escuchada y obedecida; en resumen: ¡que venga el Reino de Dios, que Dios reine!
1.3 Tampoco los discípulos han cambiado mucho en sus proyectos propios. Siguen
esperando una gran victoria política, si no militar. Por eso preguntan si ha llegado el
tiempo de restaurar el reino "de Israel." Jesús les habla del reino "de Dios" pero ellos
quieren oír del reinado "de Israel." Su inteligencia tiene un límite, que es el límite de sus
intereses. A veces creemos que la razón humana puede muchas cosas pero la realidad
es que sólo puede escuchar aquello que el corazón le da permiso de escuchar y por eso,
aunque diga que es señora, la razón es siempre sierva del amor.
1.4 Por eso Jesús les anuncia no una nueva predicación, que ya les ha predicado
bastante, sino un nuevo amor. Eso será la efusión del Espíritu Santo, cuya fiesta está
próxima en nuestra liturgia: será un nuevo amor. Con un nuevo corazón palpitando en
nuestro pecho habrá también nuevas razones, las razones de Dios, que podrán entrar a
nuestra mente.
2. Cristo Asciende a los Cielos
2.1 Después de anunciarles el "nuevo amor," es decir, el don del Espíritu, le vieron subir
a los cielos. No se trata, por supuesto, de un cambio geográfico en la residencia del
Resucitado. Mucho más que eso, la ascensión es como una parábola, como una
enseñanza más con la que el Maestro de Galilea quiere inculcar a los suyos el camino
que va hacia la gloria. Se puede decir, y no es abuso, que esta aparición en que se vio al
Resucitado ascender a los cielos, vino a ser como una catequesis preciosa. Veamos qué
podemos aprender de ella.
2.2 Cristo en sus apariciones les había mostrado las llagas de la Cruz. No se las quitó
cuando subió al cielo. Es nuestra humanidad misma, con su carga de aflicciones y
dolores, la que asciende con Jesús y se confunde con la gloria celestial. Cristo no dejó al
Padre viniendo a la tierra; no nos deja ahora a nosotros subiendo a los cielos.
2.3 La nube es la imagen de la presencia misteriosa y gloriosa de Dios. La nube se ve
pero no deja ver. Sabemos que está pero no somos dueños de lo que no vemos y que
en cambio nos envuelve y posee. Así es Dios, así es su misterio.
2.4 Los ángeles reprochan blandamente a los apóstoles: "¿qué hacen allí parados
mirando al cielo?" Estas palabras, que son como el despertar después de lo que
parecería un sueño, indican dos cosas: primero, que es tiempo de ir a lo nuestro, es
decir, a nuestras tareas y a seguir el camino, porque ya sabemos que ese camino no
acaba en absurdo y muerte, sino en la paz y la gloria. Segundo, tales palabras insinúan
que el misterio de la gloria de Cristo no está completo aún: "volverá como lo han visto
alejarse."
www.elmisericordioso.me-Pildorasdefe.net

Conversando con el amor


Señor, no permitas que las palabras destructivas de aquellos que no me quieren, me
hagan daño. Cuento con tu presencia que me protege y que me brinda fortalezas para la
realización de mis propósitos. Amén.
Santo Evangelio dia domingo, Ascensión del Señor
Reflexión del Papa Francisco.
[...] Jesús, Dios, es un hombre verdadero, con su cuerpo de hombre está en el cielo. Y
esta es nuestra esperanza, es nuestra ancla, y nosotros estamos firmes en esta
esperanza si miramos al cielo.
En este cielo habita aquel Dios que se ha revelado tan cercano que llegó a asumir el
rostro de un hombre, Jesús de Nazaret. Él permanece para siempre el Dios-con-
nosotros. Recordemos esto: Emmanuel, Dios con nosotros y no nos deja solos.
Podemos mirar hacia lo alto para reconocer delante de nosotros nuestro futuro. En la
Ascensión de Jesús, el crucificado resucitado, está la promesa de nuestra participación
en la plenitud de vida junto a Dios.
En la lectura del Evangelio de hoy, podemos apreciar que, antes de separarse de sus
amigos, Jesús, refiriéndose al evento de su muerte y resurrección, les había dicho:
"Ustedes son testigos de estas cosas".
Es decir, los discípulos son testigos de la muerte y de la resurrección de Cristo, ese día,
también de la Ascensión de Cristo.
Y, en efecto, después de haber visto a su Señor subir al cielo, los discípulos regresaron a
la ciudad como testigos que con gozo anuncian a todos la vida nueva que viene del
Crucificado resucitado, en cuyo nombre se predicarán a todos los pueblos la conversión
y el perdón de los pecados.
Este es el testimonio, hecho no sólo de palabras sino también con la vida cotidiana, el
testimonio que cada domingo debería salir de nuestras iglesias para entrar durante la
semana en las casas, en las oficinas, en la escuela, en los lugares de encuentro y de
diversión, en los hospitales, en las cárceles, en las casas para ancianos, en los lugares
llenos de inmigrantes, en las periferias de la ciudad.
Este testimonio nosotros debemos llevarlo cada semana: Cristo está con nosotros; Jesús
subió al cielo, está con nosotros; Cristo está vivo.
Jesús nos ha asegurado que en este anuncio y en este testimonio seremos revestidos de
poder desde lo alto, es decir, con el poder del Espíritu Santo.
Aquí está el secreto de esta misión: la presencia entre nosotros del Señor resucitado,
que con el don del Espíritu continúa abriendo nuestra mente y nuestro corazón, para
anunciar su amor y su misericordia también en los ambientes más refractarios de
nuestras ciudades.
Es el Espíritu Santo el verdadero artífice del multiforme testimonio que la Iglesia y cada
bautizado ofrece al mundo. Por lo tanto, no podemos jamás descuidar el recogimiento
en la oración para alabar a Dios e invocar el don del Espíritu.
En esta semana, que nos lleva a la fiesta de Pentecostés, permanezcamos
espiritualmente en el Cenáculo, junto a la Virgen María, para acoger al Espíritu Santo.
(Reflexión del Evangelio de hoy. Regina Coeli. 8 de mayo de 2016)
Oración para el Evangelio de hoy.
Señor mío, gracias por la vida, por todo tu amor y por toda la sabiduría que me das por
medio de tu Palabra para alejarme de aquello que no te agrada.
Gracias por tu verdad revelada, por llenarme de alegría el corazón y por mostrarme la
libertad con la certeza de que todo lo puedo si voy de tu mano.
Quiero plantear todo mi proyecto de felicidad basado en la fuerza de tu amor, tu poder y
tus promesas que me impulsan a lograr lo que parece imposible.
Mi felicidad está unida a Ti, por eso deseo pasar por la vida haciendo el bien,
correspondiéndote por amor, porque sé que más allá de todo esto, estás Tú.
Lléname de fuerzas, salud y paz para superar todos los problemas. Contigo a mi lado, no
habrá nada ni nadie que me quite las ganas de luchar y ser feliz.
Te entrego mi corazón, llénalo con el ardor de tu fe para llevar así tu mensaje de amor y
bendición; pero, sobre todo, dar a conocer la fuerza de tu perdón.
Ven Señor y dale fuerza a mi espíritu para superar toda apatía y desolación. Levanto mi
mirada al Cielo confiando en que Tú lo tienes todo bajo control.
Dame fortaleza para no dejarme paralizar por el miedo. Alláname todos mis caminos
para poder darte todo de mí y entregarte frutos de amor. Amén
Propósito para hoy.
Hacer una visita de corazón a Cristo Eucaristía. Imagínalo en tu mente y dile que pones
tu vida en sus manos, confiando plenamente en la providencia del Padre, del Hijo y del
Espíritu Santo.
Frase de reflexión.
"Oremos por los enfermos que son abandonados hasta dejarlos morir. Una sociedad es
humana si protege la vida, toda vida, desde el inicio hasta su fin natural, sin decidir
quién es digno o no de vivir. ¡Que los médicos ayuden la vida, no la quiten!". Papa
Francisco.
www.evangelizacion.org.mx

Oración en familia
Sacerdote: Jesús, al partir para el Cielo, nos dejó la tarea de continuar su obra. No
tengamos temor de hacer lo que Él nos pidió, pues con el mandato nos ha dado su
gracia. Oremos al Padre para que nos dé las gracias que necesitamos para hacerlo como
Él nos lo pidió:
Todos: Señor, confiamos en tu promesa de asistirnos siempre. Haremos lo que
nos has pedido.
Papá: Te pedimos, Señor, por el Santo Padre y por todos sus obispos, para que te
anuncien en todo el mundo con valor y coraje.
Todos: Infunde en ellos tu sabiduría divina para que no haya quien pueda refutar sus
palabras y su doctrina.
Todos: Señor, confiamos en tu promesa de asistirnos siempre. Haremos lo que
nos has pedido.
Mamá: Jesús, Hijo de Dios, te pedimos, que abras nuestros ojos para darnos cuenta de
todas las necesidades espirituales y materiales que hay a nuestro alrededor.
Todos: Queremos, como Jesús nos lo pidió, llevar su Palabra y su amor a quien más lo
necesite.
Todos: Señor, confiamos en tu promesa de asistirnos siempre. Haremos lo que
nos has pedido.
Hijo(a): Amado Jesús, tú has confiado en nosotros para que continuemos tu obra
sanando a nuestro mundo enfermo de odio y avaricia.
Todos: Danos tu alegría y tu gracia para hacerlo sin dilación y sin miedo.
Todos: Señor, confiamos en tu promesa de asistirnos siempre. Haremos lo que
nos has pedido.
Hijo(a): Jesús, Dios y Señor nuestro, vemos con tristeza cómo nuestro mundo se
destruye por la falta del Evangelio.
Todos: Ayúdanos a anunciarles que en ti hay vida y esperanza y que tú eres la fuente
de la alegría y la paz.
Todos: Señor, confiamos en tu promesa de asistirnos siempre. Haremos lo que
nos has pedido.
Hijo(a): En especial te pedimos por los jóvenes de nuestra parroquia que ya te
conocen, para que no se queden estáticos ante su mundo.
Todos: Dales valor y alegría para que sean un canal de comunicación espiritual para
llevar la Buena Noticia a sus escuelas y universidades.
Todos: Señor, confiamos en tu promesa de asistirnos siempre. Haremos lo que
nos has pedido.
Sacerdote: Jesús, Hijo de Dios, que nos has encargado llevar tu Evangelio a los demás,
concédenos lo que hoy con fe te hemos pedido, para que podamos ser auténticos
testigos de tu presencia en el mundo. Te lo pedimos a ti que vives y reinas por los siglos
de los siglos.
Todos: Amén.
www.evangeliodeMateo.GiorgioZevini

«Y sabed que yo estoy con vosotros todos los días hasta el final de este mundo» (v.
20b). Con estas palabras de Jesús, que recoge de una manera significativa el nombre de
Emmanuel indicado por el ángel en el anuncio de su nacimiento, se cierra el evangelio
según Mateo. Jesús está con nosotros. Se ha hecho visible, compañero de nuestro
camino. Surge, por tanto, una pregunta: « ¿Estamos nosotros con él?». Su presencia no
es nunca una imposición. Jesús quiere que aprendamos a buscarle, como los sabios
venidos de Oriente; desea que escuchemos su Palabra cuando nos revela una manera
absolutamente inusual de enfocar la vida, proclamando bienaventurado al que es infeliz
según el mundo.
Está aún con nosotros en cada pequeño y pobre, que en el último día revelarán, en su
propio rostro, el rostro glorioso de Jesús, escondido a los ojos de los que se han negado
a amar. Está con nosotros en la comunidad de los hermanos reunidos para hacer
memoria de él, que, para la salvación de todos, se hizo pan partido y vino compartido en
la alegría: cuerpo entregado, sangre derramada. Jesús está con nosotros, pero nosotros
debemos estar con él disponiéndonos a seguirle incluso por el camino del Calvario
cuando el misterio de la cruz se cruce en nuestra vida. Si somos capaces de permanecer
con él como discípulos fieles, llegaremos al monte desde el que nos enviará cada día a
llevar el anuncio de su amor a todos los hermanos. Y con él estaremos en el Padre y en
el Espíritu, nuestra morada eterna.
www.catholic

Muy amada alma:


Estoy aquí. No tengas miedo de dejarme entrar en tu corazón, en tu vida. Yo quiero
estar contigo… ¡aún más! ¡Quiero vivir en ti! Siempre he estado a la puerta de tu
corazón, llamando, esperando a que me abrieras. Siempre he estado allí…aun cuando no
lo sabías o no te querías dar cuenta.
En los momentos difíciles, cuando en tu corazón se anidaban sentimientos de tristeza y
de soledad; cuando la melancolía, con sus manos gélidas, quiso apagar el fuego de tu
amor…allí estaba Yo esperando que me abrieras.
En los momentos de luz, cuando te sentías feliz, cuando la vida te sonreía y parecía que
nada podía ser mejor, allí estaba Yo… esperando que me abrieras para poder compartir
y multiplicar tu gozo.
Siempre he estado aquí, a tu lado: cuando me ves y cuando no, de día o de noche, en
las buenas y en las malas..., siempre he estado allí…, y ten por seguro que siempre
estaré allí, contigo, cada día, todos los días hasta el final de los tiempos.
No importa si es de día o de noche, si me ves o no, pues soy como una estrella del
firmamento: aunque no me veas, siempre estoy allí, a tu lado.
No estás solo. Nunca lo has estado y nunca lo estarás. No temas, yo estoy contigo. Eres
precioso a mis ojos y Yo te amo. Nunca lo olvides.
Quiero estar contigo, ¿tú quieres estar conmigo?
Atte. Jesús.
• "Este testimonio nosotros debemos llevarlo cada semana: ¡Cristo está con nosotros;
Jesús subió al cielo, está con nosotros; Cristo está vivo! Jesús nos ha asegurado que en
este anuncio y en este testimonio seremos "revestidos de poder desde lo alto", es decir,
con el poder del Espíritu Santo. Aquí está el secreto de esta misión: la presencia entre
nosotros del Señor resucitado, que con el don del Espíritu continúa abriendo nuestra
mente y nuestro corazón, para anunciar su amor y su misericordia también en los
ambientes más refractarios de nuestras ciudades." (Regina Coeli de S.S. Francisco, 8 de
mayo de 2016).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con
Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees
que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Hoy, en medio de mi trabajo o estudio, trataré de frenarme un minuto para cobrar
conciencia de la presencia de Jesús en mí.
www.BibliaStraubinger

19. Véase 10, 6 y nota.


20. Enseñándoles a conservar todo cuanto os he mandado: Las enseñanzas de Jesús
fueron completadas, según lo anunciara Él mismo (cf. Jn. 16, 13), por el Espíritu Santo,
que inspiró a los apóstoles los demás Libros sagrados que hoy forman el Nuevo
Testamento. De esta manera, según se admite unánimemente (cf. 1 Tm. 6, 3 y 20), la
Revelación divina quedó cerrada con la última palabra del Apocalipsis. “Erraría, pues,
quien supusiese que ésta (la jerarquía) estuviera llamada a crear o enseñar verdades
nuevas, que no hubiere recibido de los apóstoles, sea por la tradición escrita en la Biblia,
sea por tradición oral de los mismos apóstoles”. Se entiende así como la Jerarquía
eclesiástica no es, ni pretende ser, una nueva fuente de verdades reveladas, sino una
predicadora de las antiguas, según aquí ordena Cristo, de la misma manera que la
misión del tribunal superior encargado de interpretar y aplicar una carta constitucional, y
de una universidad encargada de enseñarla, no es la de crear nuevos artículos, ni quitar
otros, sino al contrario, guardar fielmente el depósito, de modo que no se disminuya ni
se aumente. De ahí, como lo dice Pío XII, la importancia capitalísima de que el cristiano
conozca en sus fuentes primarias ese depósito de la Revelación divina, ya que, según
declara el mismo Pontífice, “muy pocas cosas hay cuyo sentido haya sido declarado por
la autoridad de la Iglesia, y no son muchas más aquellas en las que sea unánime la
sentencia de los santos Padres” (Enc. “Divino Afflante”).
http://www.ciudadredonda.org

El último encuentro con Jesús. Con esta fiesta de la Ascensión termina prácticamente
la Pascua. Es el último encuentro de Jesús resucitado con los discípulos. Y se repiten en
él dos constantes que han estado presentes a lo largo de los cuatro evangelios. Por una
parte, la confianza que Jesús pone en los discípulos. Les dice que ellos van a ser los
encargados de continuar su obra. Las palabras de Jesús no pueden ser más claras: “Id y
haced discípulos de todos los pueblos”. En sus manos ha puesto Jesús el tesoro del
evangelio, del anuncio de la buena nueva de la salvación para la humanidad.
Pero, por otra parte, el autor de los Hechos de los Apóstoles no renuncia a dejar en claro
incluso en este último momento la incomprensión de los discípulos. Después de haber
seguido a Jesús por los caminos de Galilea y en su viaje hacia Jerusalén, después de
haber sido testigos directos de sus palabras y sus milagros, de su cercanía a los pobres
y su llamada a la conversión porque “el Reino de Dios está cerca”, después de haber
visto como el maestro era detenido, juzgado y condenado a muerte en cruz, después de
haber experimentado la resurrección, todavía los discípulos siguen sin comprender del
todo la misión de Jesús –y, por tanto, su misma misión como continuadores de aquella–.
Al final de todo no se les ocurre más que preguntar si “¿es ahora cuando vas a restaurar
la soberanía de Israel?” No se habían enterado.
Sólo la promesa del Espíritu Santo mantiene la esperanza de que los discípulos lleguen a
comprender del todo la misión de Jesús y su propia misión. Ese periodo tan especial que
va desde el día de la Pascua, el de la resurrección de Jesús, hasta su ascensión termina
con la fiesta de hoy. Pero el periodo de aprendizaje de los discípulos no ha terminado.
Necesitan recibir el Espíritu Santo que será el que les haga conocer de verdad el
significado de las palabras y de la vida de Jesús. De alguna manera, es necesario que
Jesús desaparezca de sus vidas para que abran su corazón a una comprensión más
profunda y verdadera de su figura. Hasta comprender que hay otra forma de presencia
de Jesús en medio de la comunidad, una presencia que será constante y firme hasta el
final de los tiempos.
Hoy en la Iglesia, en nuestra comunidad, en nuestro corazón, seguimos necesitando la
presencia del Espíritu que nos ilumine para comprender cuál es la esperanza a la que
nos llama Jesús, la riqueza de la gloria que es la herencia de los que creen en él, la
grandeza de la misión de ser testigos del amor de Dios para todos, sin límites ni
distinciones. Quizá nos convendría releer la segunda lectura y hacer con ella nuestra
oración para pedir al Padre que nos envíe el Espíritu de Jesús, porque, aunque como a
los apóstoles nos cuesta entender, queremos seguir su llamada a anunciar la buena
nueva de la salvación a todos los hombres y mujeres.
Para la reflexión. ¿Qué significa para mí anunciar el Evangelio a toda la creación? ¿Es
un mandato que afecta sólo a las curas y a las monjas? ¿Qué tendría que hacer para
anunciar el Evangelio a los que viven conmigo?
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Reflexión: Mateo 28,16-20


Hemos estado reflexionando en la importancia de creer; creer que Jesucristo en nuestro
Salvador; creer que es el Hijo de Dios vivo; creer en cada una de las cosas que nos ha
revelado; creer en sus promesas, siendo posiblemente la que condensa todo, que si
creemos en Él, tendremos vida eterna. Vida para la cual fuimos creados por Dios. Vida
en abundancia que Dios Padre quiere que tengamos por amor.
El mensaje es positivo. El demonio ha influido mucho para que algunos lo tergiversemos
y andemos presentando cuadros sombríos y aterrorizadores para aquellos que no creen.
Crueles castigos que Dios depara para los malos y pecadores. Pero esto no se condice
con Dios que es amor e Infinitamente Misericordioso. Una cosa no va con la otra. Ello
debe alertarnos para desconfiar de tal mensaje. Quien entra por la amenaza y el terror
solo revela su ignorancia, su poca fe y su poco amor a Dios.
El Señor, en ninguno de los evangelios se presenta como el verdugo cuya misión es
acabar con los impíos y dar muerte cruel a los pecadores. Ni se presenta así, ni hace eso
en toda su vida pública. El Señor Jesucristo es el Hijo de Dios, que ha sido enviado por
Él, que es nuestro Padre, a SALVARNOS. No a castigarnos, ni a ponernos duras pruebas,
ni a mortificarnos, ni a acabar con nuestras vidas y enviarnos al fuego del infierno.
¡Jesucristo ha venido a salvarnos! ¡Él es nuestro salvador! Hemos de creer en Él para
seguirlo y siguiéndolo, salvarnos. Si no le creemos y por lo tanto, no le seguimos, nos
perderemos y entonces si sobrevendrá la calamidad, la destrucción y la muerte.
Pero no tergiversemos Su Misión. El mismo nos lo dice, no ha venido ni a juzgarnos y
mucho menos a condenarnos. Así que dejemos de presentarlo como implacable juez,
porque ese no es el rasgo que destaca de su misión. Él ha venido por amor. Ha sido
enviado por el Padre que nos ama como nadie nos podrá amar jamás. Esto resulta difícil
de entender a quién no conoce el amor, quien siempre ha sido despreciado, utilizado y
maltratado. Es comprensible que no entienda. Pero el ser humano ha sido creado por
amor y para el amor, así que debemos insistir en presentar este como el rasgo más
notable y distintivo de Dios Padre y su amado hijo Jesucristo.
¿Qué hace quien ama? Quien ama procura siempre tu bien, tu alegría, tu felicidad, tu
plenitud. Quien realmente te ama quiere que te desarrolles en todas tus potencialidades
hasta ser perfecto, como es Tu Padre. Eso es lo que quiere Dios. ¡Todo en positivo!
Quiere lo mejor para cada uno de nosotros. No quiere vernos sufrir. Quiere nuestra
sonrisa, nuestra alegría, nuestra felicidad. Y cuando ve en peligro que alcancemos este
destino, envía a Su propio Hijo para Salvarnos. Es decir que, en prueba de Su amor, no
escatima el menor esfuerzo y nos manda lo mejor que tiene, lo mejor que puede darnos.
¿Para qué? Para salvarnos. ¡No para castigarnos! ¡Por favor! ¡Esforcémonos por
entender esto! ¡No volvamos a usar el temor ni la amenaza, que ese no es el lenguaje
del Señor!
Pensemos ahora en qué es lo que hace un enamorado. Un hombre o una mujer
profundamente enamorado o enamorada, piensa y espera con mucha ilusión cada
momento que pasará con su amor. ¿Qué hace cuando no están juntos? Prepara algo
para agradarle, algo que le guste, algo que sabe que le hará feliz: una frase, un poema,
una canción, un dibujo, unas flores, algo dulce…Y cuando llega, se muestra feliz, de
buen humor y procura aliviar las penas del otro, consolar, acompañar, halagar… ¡Eso es
lo que hace una enamorada o enamorado! ¡Eso y mucho más es lo que hace Dios con
nosotros!
¿Cuál debe ser nuestra respuesta? ¿Es que al enamorado o enamorada la vamos a
querer porque si no se puede molestar y aplastarnos los pasteles en la nariz o darnos de
correazos porque no correspondimos sus halagos? ¿Alguien cree, por ventura, que se
puede construir una relación amorosa basada en amenazas? ¡No! Por qué entonces nos
permitimos presentar a Dios como un cruel verdugo cuando sabemos que es
Infinitamente ¡Misericordioso! INFINITAMENTE: sabemos lo que quiere decir. Será
imposible que podamos comprenderlo a cabalidad, pero podemos intuir que será
muchisísimo más que lo mejor que pudiéramos pensar o imaginar.
Por lo tanto, si algo nos debe mover a oír y seguir al Señor es el amor. Nos debe doler
no amarlo tanto, no poderle corresponder como quisiéramos. ¡Eso es estar enamorados!
A Dios y a Jesús debemos esforzarnos por corresponderles con el amor más grande del
que seamos capaces. No lo hacemos porque si no nos castigara, ni por temor al fuego
del infierno, ni por cualquier desgracia que pueda sobrevenirnos, sino porque le amamos
más que a nada en este mundo. Y, si no lo hacemos, debemos esforzarnos por hacerlo,
que eso es todo lo que Él quiere. ¿Entendemos?
Que otra cosa puede querer decir que la ley y los profetas se reducen a: “Amar a Dios
por sobre todas las cosas y al prójimo como a nosotros mismos”. Ese es el único
mandamiento. El mandamiento superior. Dios quiere que le amemos como Él nos ama.
Parece una Misión imposible, por pura lógica mundana. Cierto. Pero allí es donde entra a
tallar precisamente nuestra fe y la promesa que hoy nos hace Jesús en el evangelio: he
aquí que yo estoy con ustedes todos los días hasta el fin del mundo. Lo que es imposible
para nosotros es posible para Dios, porque para Él no hay nada imposible.
Esforcémonos de aquí en adelante por ver y promover positivamente la Palabra de Dios,
la Salvación y la fe. No invitemos a creer en Dios por temor al castigo, a la muerte, a la
mentira, a la destrucción, al pecado y la perdición. No es el temor al Demonio el que me
ha de llevar a Dios, NO. Ha de ser el deseo de retribuir a Dios el amor sin límites que me
prodiga y profesa cada día, como mi mejor amante, como mi mejor enamorado o
enamorada. Él lo tiene todo y sin hacerle falta nada, quiere compartir TODO lo que tiene
conmigo, porque me ama. ¿Lo voy a despreciar? ¿No debía ser más bien grata o grato y
esforzarme por corresponderle, como haría cualquier enamorado o enamorada?
Claro, si todos actuáramos así, muy pronto erradicaríamos la maldad, el pecado, la
destrucción, el odio, la soberbia, el maltrato, la pobreza, la injusticia y la muerte de este
mundo. ¡Eso es a lo que nos invita el Señor! ¡Escojamos lo mejor! Corresponder a su
amor, siempre será lo mejor.
Oracion. Padre Santo, ayúdanos a comprender el alcance y significado del amor, ese
vocablo tan manoseado y depreciado hoy. Danos la sabiduría y fe para entender que es
amando a nuestros hermanos que correspondemos y agradecemos Tu amor, te lo
pedimos por nuestro Señor Jesucristo, que vive y reina contigo y con el Espíritu Santo
por los siglos de los siglos, amén.
http://www.caminando-con-jesus.org

El Señorío de Cristo. “Yo he recibido todo poder en el cielo y en la tierra.” El misterio


de la Ascensión celebra el triunfo total, perfecto y definitivo de Cristo. No sólo ha
resucitado, sino que es el Señor. En Él Dios Padre ha desplegado su poder infinito. A san
Pablo le faltan palabras para describir “la eficacia de la fuerza poderosa de Dios” por la
que el crucificado, el despreciado de todos los pueblos, ha sido glorificado en su
humanidad y en su cuerpo y ha sido constituido Señor absoluto de todo lo que existe.
Todo ha sido puesto bajo sus pies, bajo su dominio soberano. La Ascensión es la fiesta
de Cristo glorificado, exaltado sobre todo, entronizado a la derecha del Padre. Por tanto,
fiesta de adoración de esta majestad infinita de Cristo.
Pero la Ascensión es también la fiesta de la Iglesia. Aparentemente su Esposo le ha sido
arrebatado. Y sin embargo la segunda lectura nos dice que precisamente por su
Ascensión Cristo ha sido dado a la Iglesia. Libre ya de los condicionamientos de tiempo y
espacio, Cristo es Cabeza de la Iglesia, la llena con su presencia totalizante, la vivifica,
la plenifica. La Iglesia vive de Cristo. Más aún, es plenitud de Cristo, es Cuerpo de
Cristo, es Cristo mismo. La Iglesia no está añadida o sobrepuesta a Cristo. Es una sola
cosa con Él, es Cristo mismo viviendo en ella. Ahí está la grandeza y la belleza de la
Iglesia: “Yo estaré con ustedes todos los días hasta el fin del mundo”.
“Vayan, y hagan que todos los pueblos sean mis discípulos”. La Ascensión es también
fiesta y compromiso de evangelización. Pero entendiendo este mandato de Jesús desde
las otras dos frases que Él mismo dice –“Yo he recibido todo poder en el cielo y en la
tierra – “Yo estaré con ustedes”. Evangelizar, hacer apostolado no es tampoco añadir
algo a Cristo, sino sencillamente ser instrumento de un Cristo presente y todopoderoso
que quiere servirse de nosotros para extender su señorío en el mundo. El que actúa es
Él y la eficacia es suya (Mc 16,20); de lo contrario, no hay eficacia alguna.
• La entrega de una misión por parte de Jesús siempre conlleva una promesa. Que él
siempre cumple. Pero ¿porque muchos de nosotros permanecemos inmóviles, ajenos a
la misión? Porque dudamos. Oremos con Pedro: ‘Señor auméntanos la fe”.
1 Los once discípulos fueron a Galilea, a la montaña donde Jesús los había
citado
Los once discípulos, cumpliendo la orden del Señor que les transmitió mediante el ángel
y las mujeres, van a Galilea, esto puede haber sucedido después de las apariciones en
Jerusalén. Lo que está claro es los que dice el evangelio, “a la montaña donde Jesús los
había citado”, y puede ser también que el mismo Señor, le hubiera dicho donde reunirse
en alguna de sus apariciones en Jerusalén.
Y los cita a la montaña, ¿Cuál?, he leído a autores que suponen el Tabor, aunque el
evangelio no lo dice. Sin embargo lo que hay que destacar que muchos sucesos
interesantes en los evangelios suceden en la montaña, o el monte, lugar predilecto de
Cristo para subir a orar.
2 Al verlo, se postraron delante de Él
Relata Mateo: “Al verlo, se postraron delante de él; sin embargo, algunos todavía
dudaron”. Entendemos que en cuanto apareció Cristo se postraron en señal de una
profunda reverencia. Pero tenemos algo extraño en el relato: “algunos todavía dudaron”,
y suponemos que solo estaban los once, que eran sus íntimos amigos y no otros, porque
ellos fueron citados, ya sea por el mensaje de los ángeles a las mujeres o el de Cristo a
la mujeres o finalmente porque el Señor solo a los once les había prometido
antecederles allí en Galilea.
Llama la atención esto de la duda, porque ya habían visto en otras ocasiones al Señor
Resucitado, recordemos que además con cierta pruebas, como mostrarles las manos, los
pies con los agujeros de los clavos, en incluso tocarle y comer con ellos.
3 Pero en un primer instante, ¿no estuvieron seguros que era el Señor?
Puede suceder también que el relato nos quiere decir que en un primer instante no
estuvieron seguros que era el Señor quien se le aparecía, esto también sucede en otros
relatos, como por ejemplo después de la multiplicación de los panes, cuando a la noche
estaban remando en el lago, vino el Señor “a ellos andando sobre el mar.” Pero ellos,
“viéndolo andar sobre el mar, se turbaron y decían: Es un fantasma.” “Y después que Él
les dijo quién era, todavía Pedro le dijo: “Señor, si eres tú, mándame ir a ti sobre las
aguas” (Mt 14). Otros caso se presenta por ejemplo en el relato de los peregrinos de
Emaús o también lo que le sucedió a Magdalena, que pensó que era el hortelano (Jn
20:15). Y en el mismo lago de Genesaret, mientras estaban pescando, se les apareció el
Señor y los llamó, pero “los discípulos no se dieron cuenta que era Jesús” (Jn 21:4)
hasta posteriormente, y sólo Juan fue el primero en caer en la cuenta (Jn 21:7).
¿No sucede hoy a nosotros lo mismo?, ¿porque dudamos que sea Cristo quien se dirige a
nosotros?, En un momento, a los apóstoles no les fue fácil creer en la resurrección de
Jesucristo, pero los hechos les dieron mayor firmeza, al comprobar directamente la
realidad de los sucesos que estaban presenciando. Ojala que nos demos cuenta siempre
de la presencia del Señor en nuestras vidas y para ello, hay que orar siempre para que
tengamos mucha fe.
4 “Yo he recibido todo poder en el cielo y en la tierra”
“Acercándose, Jesús les dijo: “Yo he recibido todo poder en el cielo y en la tierra.” El
Señor, nos está manifestando algo muy grande, Él ha recibido toda la autoridad del
cielo, dada por el Padre, con plenitud de poder, en el cielo y en la tierra, en el cielo
sobre lo celestial y en la tierra sobre toda la humanidad. El evangelista San Juan relata
que el Padre le dio poder sobre toda carne, para que (a todos los que Tú le diste) les dé
la vida eterna” (Jn 17:2). Cristo Jesús, ejerce poderes divinos, ya que tiene el poder de
Dios autoridad sobre todo lo creado y que terminará ejerciéndola en el juicio final (Mt
c.25).
Vayan, y hagan que todos los pueblos sean mis discípulos, les dice el Señor, es una
exigencia las que nos hace también hoy Cristo Jesús, ir a predicar el evangelio, y a
instruir a todo el mundo sobre sus enseñanzas, para que se hagan sus discípulos.
5 “Vayan y bauticen”.
Y el Señor dice Bautizar no es solo sumergir, es además lavar, purificar. Es el Bautismo
cristiano, que hace nacer de él y del Espíritu y sin él “no se puede entrar en el reino de
los cielos” (Jn 3, 3.5.6.7), y San Pablo enseña que el bautismo hace “convivir” con Cristo
(Rom 6:4; 6:1-11). Y agrega que este bautismo debe ser en el nombre del Padre y del
Hijo y del Espíritu Santo.
Algo importante en el encargo que les hace el Señor: “y enseñándoles a cumplir todo lo
que yo les he mandado”. ¿Y que nos ha mandado el Señor?: “Os doy un mandamiento
nuevo: que os améis los unos a los otros. Que, como yo os he amado, así os améis
también vosotros los unos a los otros. En esto conocerán todos que sois discípulos míos:
si os tenéis amor los unos a los otros. (Jn 13, 34-35)
6 Yo estaré con ustedes todos los días hasta el fin del mundo
Y también el Señor nos va a asistir, y en forma constante, “yo estaré con ustedes todos
los días hasta el fin del mundo”, es decir siempre contamos con su ayuda y su
protección para que llevemos adelante la misión que él nos encomienda
Con la orden de Cristo de ir a todos los pueblos, a predicar el Evangelio a todas las
gentes, junto con el bautismo, se observa ya el universalismo cristiano en acción entre
los gentiles. Este es el gran mandato, es decir la gran misión que nos dio el Señor, que
debemos hacer con fidelidad en todos los tiempos y en todas las circunstancias.
Es así como Jesús, envía a sus apóstoles, por todo el mundo, a predicar a todas las
gentes de todas las naciones, para que la predicación apostólica, que antes fue
rechazada por la soberbia de los judíos, venga en nuestro auxilio. Cuando Jesús dice a
todos los pueblos, está diciendo a los creyentes e incrédulos. Porque el que crea y se
bautice se salvará. El que no crea se condenará. Porque no basta creer, porque el que
cree y no está bautizado todavía, no ha alcanzado aún la salvación, sino
imperfectamente.
Así se dirá tal vez cada cual a sí mismo: Yo seré salvo porque he creído. Y así será en
efecto, si une las obras a la fe; porque la verdadera fe consiste en que no se contradiga
la obra con lo que dice la palabra. “Pero el que no creyere será condenado”. (Mc 15-16)
7 En el Nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo
Nos pide Nuestro Señor Jesucristo: “sean mis discípulos, bautizándolos en el nombre del
Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándoles a cumplir todo lo que Yo les he
mandado”. El Espíritu Santo, es el que nos hará hablar, predicar y enseñar a cumplir los
que nos ha mandado Jesucristo, el mismo Espíritu Santo que habló por los profetas, el
que hace escribir y escuchar y dar gracias, el que nos llena de gozo, el que nos da
fuerza, luz, consuelo, El que está lleno de bondad, dulce huésped del alma y suave alivio
de los hombres.
“¡OH mis Tres, mí Todo, me abandono a vuestro amor!.... ¡Oh Dios mío, Trinidad a quien
adoro! Ayúdame a olvidarme totalmente de mí para establecerme en Vos, inmóvil y
tranquila, como si mi alma estuviera ya en la eternidad. Que nada pueda turbar mí paz,
ni hacerme salir de Vos, Oh mi Inmutable, sino que cada momento me sumerja más
íntimamente en la profundidad de vuestro misterio.
Pacificad mi alma; haced de ella vuestro cielo, vuestra morada predilecta, el lugar de
vuestro descanso. Que nunca os deje allí solo sino que permanezca totalmente con Vos,
vigilante en mi fe, en completa adoración y en entrega absoluta a vuestra acción
creadora.” (Santa Isabel de la Trinidad, carmelita descalza)
3 Para la reflexión personal
– (Haz silencio en tu interior y pregúntate:)
1.- ¿Qué me dice el evangelio que he leído?
2.- ¿Cómo ilumina mi vida?
3.- ¿Qué tengo que cambiar para ser más como Jesús?
4.- ¿Qué me falta para ser más como Él?
ORACION. ¿Qué le decimos a Dios? La palabra se convierte en Oración.
1 No hay oración. www.Dioscadadía.Bastin,Pinkers,Teheux

2 Jesús, quisiéramos saber qué ha sido para ti volver al seno del Padre, volver a él no
sólo como Dios, sino también como hombre, con las manos, los pies y el costado con
esa llaga de amor. Sabemos lo que es entre nosotros la separación de las personas que
amamos: la mirada los sigue todo lo que puede cuando se alejan...
El Padre nos concede también a nosotros, como a los apóstoles, esa luz que ilumina los
ojos del corazón y que nos hace intuir que estás presente para siempre. Así podemos
gustar ya desde ahora la viva esperanza a la que estamos llamados y abrazar con
alegría la cruz, sabiendo que el humilde amor inmolado es la única fuerza adecuada para
levantar el mundo. www.santaclaradeestella.es
3 Señor Jesús, te damos gracia por tu Palabra que nos ha hecho ver mejor la voluntad
del Padre. Haz que tu Espíritu ilumine nuestras acciones y nos comunique la fuerza para
seguir lo que Tu Palabra nos ha hecho ver. Haz que nosotros como María, tu Madre,
podamos no sólo escuchar, sino también poner en práctica la Palabra. Tú que vives y
reinas con el Padre en la unidad del Espíritu Santo por todos los siglos de los siglos.
Amén. www.ocarm.org
4 ¡Padre del Cielo y de la Tierra! También quiero partir motivado por el Espíritu Santo, al
cerro donde Jesús ha citado a los once, y con ellos Bendecirlo, Alabarlo, Glorificarlo y
darle Gracias por su amor tan inmenso, a estos corazones indignos e ingratos como el
mío. Reconozco que en mis días, hay dudas, hay temores, y mi fe es débil ante tanta
oscuridad en el mundo. Pero hoy, el mismo Divino Maestro nos dice que ha recibido el
Poder, y como no creerle, si es el mismo Dios Salvador. Concédeme Padre Eterno por tu
gracia más Fe, para dar testimonio y ser luz entre los míos, y motivado por la
inspiración del Espíritu enseñar tus mandamientos. Te lo pedimos por Jesucristo nuestro
Señor que está con nosotros hasta el fin de este mundo, y por la intersección de María
Santísima muestra Madre. Amén. www.dario.res
5 Señor Jesús, Dios con nosotros, ayúdanos a reconocer tu presencia continua, para
que, impulsados por el Espíritu, vivamos en una perenne acción de gracias al Padre, que
te ha enviado a nosotros. Tú, que nos has considerado dignos de confiarnos el
Evangelio, haz que éste, imprimiéndose en nuestros corazones, pueda irradiarse a
nuestro alrededor y comunicar a nuestros hermanos la alegría de vivir como hijos de
Dios, amados desde siempre y llamados a la plena comunión contigo en el Reino de la
vida eterna. Amén. www.evangeliodeMateo.GiorgioZevini
5 Contemplación. ¿Cómo interiorizamos la palabra de Dios? La palabra en el
corazón de los Padres.
¡Oh bondad, caridad y admirable magnanimidad! Donde esté el Señor, allí estará el
siervo: ¿se puede dar una gloria más grande? [...] Ha asumido precisamente la
naturaleza humana, glorificándola con el don de la santa resurrección y de la
inmortalidad; la ha trasladado más arriba de todos los cielos y la ha colocado a su
derecha. Ahí está toda mi esperanza, toda mi confianza: en él, en el hombre Cristo, hay,
en efecto, una parte de cada uno de nosotros, está nuestra carne y nuestra sangre. Y
allí donde reina una parte de mi ser, pienso que también reino yo. Allí donde es
glorificada mi carne, allí está mi gloria. Aunque yo sea pecador, mi fe no puede poner en
duda esta comunión.
No, el Señor no puede carecer de ternura hasta el punto de olvidar al hombre y no
acordarse de lo que lleva en él mismo. Precisamente en él, en Jesucristo, Dios y Señor
nuestro, infinitamente dulce, infinitamente benigno y clemente, en quien ya hemos
resucitado, en quien ya vivimos la vida nueva, ya hemos ascendido al cielo y estamos
sentados en las moradas celestes. Concédenos, Señor, por tu santo Espíritu, que
podamos comprender, venerar y honrar este gran misterio de misericordia (Juan de
Fécamp, Confessio theologica 11,6). www.santaclaradeestella.es
Ya se ha concedido desde ahora a los santos no solo disponerse y prepararse para la
vida, sino vivir y obrar en ella, dado que la vida misma promete a los santos estar
siempre con ellos: . Y sabed que yo estoy con vosotros todos los días hasta el final de
este mundo. (v. 20). En efecto, tras haber esparcido sobre la tierra las semillas de la
vida, después de haber llevado el fuego, Jesus no se marchó dejando solo a los hombres
el cuidado de hacer nacer y crecer la semilla y de encender el fuego. Él está realmente
presente y obra en nosotros el querer y el obrar.
La amistad de Dios por los hombres es inexpresable; su amor por nuestra estirpe supera
todo discurso humano y conviene únicamente a la divina bondad: esta es la paz de Dios,
que supera todo entendimiento. La unión del Señor con los que ama está por encima de
cualquier unión imaginable, de cualquier ejemplo que podamos poner: por eso la
Escritura se ha visto obligada a servirse de muchas imágenes para expresarla, porque
una sola habría sido insuficiente. Unas veces es la figura de la casa y del que la habita,
otras la de la vid y los sarmientos, otras las bodas, otras los miembros y la cabeza; sin
embargo, ninguna corresponde a la realidad de tal modo que, desde las imágenes, nos
sea posible remontarnos al conocimiento exacto de la verdad. En efecto, la unión debe
corresponder al amor, pero ¿qué realidad puede ser adecuada al amor divino?
Con todo, intentemos proceder. A lo largo de nuestra vida necesitamos muchas cosas,
pero ni son necesarias ni las usamos todas a la vez, siempre y para todos los fines, sino
que nos servimos ahora de una y luego de otra, según las vayamos necesitando. El
Salvador, sin embargo, esta siempre y del todo presente para aquellos que viven en el:
provee a todas sus necesidades y es todo para ellos.
Es precisamente el quien nos concede poder caminar y, al mismo tiempo, es el camino y
también la meta y el lugar del reposo. Nosotros somos los miembros, Él la cabeza: ¿es
menester combatir? El combate con nosotros y el mismo es quien asigna la victoria a
quien ha sido honrado. ¿Vencemos? Pues Él es nuestra corona. Con una maravillosa
violencia, con tiranía amiga, nos atrae solo a Él, nos une solo a Él (Nicolás Cabasilas, La
vida en Cristo, I, II). www.evangeliodeMateo.GiorgioZevini
6 Acción. ¿A qué me comprometo con Dios? Para custodiar y vivir la palabra.
Repite con frecuencia y vive hoy la Palabra: «La fidelidad del Señor dura por
siempre» (Sal 116,2).
Repite a menudo y vive esta Palabra: «Sabed que yo estoy con vosotros todos los
días hasta el final de este mundo» (Mt 28,20).
7 Para la lectura espiritual. Caminar con la palabra.
Existe otro mundo. Su tiempo no es nuestro tiempo, su espacio no es nuestro espacio;
pero existe. No es posible situarlo, ni asignarle una localización en ningún sitio de
nuestro universo sensible: sus leyes no son nuestras leyes; pero existe.
Yo lo he visto lanzarse, con la mirada del espíritu, cual «fulguración silenciosa», como
trascendencia que se entrega; en semejante circunstancia ve el espíritu, con
deslumbrante claridad, lo que los ojos del cuerpo no ven, por muy dilatados que estén
por la atención y a pesar de que subsista en ellos, después de todo, una especie de
sensación residual.
Existe casi una contradicción permanente en hablar de este otro mundo, que está aquí y
que está allí, como del «Reino de los Cielos» del evangelio, que puede hacerse inteligible
sin palabras y visible sin figuras, que sorprende totalmente sin confundir; pero existe. Es
más bello que lo que llamamos belleza, más luminoso que lo que llamamos luz; sería un
grave error hacernos una representación fantasmal y descolorida del mismo, como si
fuera menos concreto que nuestro mundo sensible.
Todos caminamos hacia este mundo donde se inserta la resurrección de los cuerpos; en
él es donde se realizará, en un instante, esa parte esencial de nosotros mismos que se
puso de manifiesto para unos por el bautismo, para otros por la intuición espiritual, para
todos por la caridad; en él es donde volveremos a encontrar a los que creíamos haber
perdido y están salvos. No entraremos en una forma etérea, sino en pleno corazón de la
vida misma, y allí haremos la experiencia de aquella alegría inaudita que se multiplica
por toda la felicidad que dispensa en torno a sí, y por el misterio central de la efusión
divina (A. Frossard, Ce un altro mondo, Turín 1976, pp. 142s [trad. esp.: ¿Hay otro
mundo? Rialp, Madrid 1981]). www.santaclaradeestella.es
«He aquí que estoy con vosotros todos los días hasta el fin del tiempo» (Mt 28,20). Es
una frase de una sencillez absoluta, pero bajo cierto punto de vista es el centro y el
sentido de todo el evento cristiano. Al tomarla en serio, todo cambia: nuestro modo de
pensar, de celebrar, de vivir, se hace diferente. No es una expresión retórica, como
cuando se dice que los héroes de la patria, los gigantes de la cultura y de la ciencia, los
grandes filántropos, viven eternamente en medio de su pueblo, lo que en el fondo es
una manera amable de decir que están muertos. Estos piadosos intentos de ilusionar y
de ilusionarse no son del estilo del Señor.
Jesús está realmente con nosotros, y la percepción de esta presencia verdadera y
personal me desconcierta. ¿Quién es este hombre que ha marcado con su huella toda mi
vida, mi única vida; este hombre que ha condicionado y condiciona todos mis
pensamientos y mis decisiones; este hombre invisible que afirma estar siempre
conmigo?
Es extraño: hay momentos en los que su presencia es la de alguien con el rostro oculto.
No sé nada. Sin embargo, he apostado mi vida por Él. Y hay momentos en los que me
parece que no conozco a nadie como a él. Ignoro el color de sus ojos, el timbre de su
voz, el gesto de su mano; sin embargo, sé que le reconoceré al instante, como un viejo
amigo al que encontramos entre la muchedumbre.
Jesús está siempre con nosotros: éste es el fundamento de nuestra confianza, pero no
provoca ninguna jactancia.
Jesús está con nosotros, pero esto no supone que nosotros estemos siempre con él.
Tenemos garantizada la fidelidad de Cristo, pero no la nuestra. «Pero cuando venga el
Hijo del hombre, ¿encontrará fe en la tierra?» (Lc 18,8).
Es cierto que toda nuestra serenidad se basa en esta arcana inmanencia del Señor
Jesús. La búsqueda de cualquier otro apoyo contamina el carácter genuino de nuestra
esperanza y nos prepara para decepciones penosas, aunque purificadoras.
Jesús está siempre con nosotros: el drama de la soledad se vuelve, en el hombre que no
se cierra, una llamada a la fe. Se trata de ser capaz de ver a este compañero de viaje
que no nos deja nunca.
La tristeza que deriva de estar solos tal vez sea la tentación más radical. El hombre es
esencialmente alguien que aspira a entrar en comunión. Si toda comunión se le presenta
imposible, el alma padece una mutilación innatural y llega a desesperarse. Por eso, este
final del evangelio de Mateo contiene una de las verdades más preciosas para la vida
eclesial, y con ella debe volver a medirse continuamente el discípulo del Señor.
El cielo del espíritu es todavía más cambiante que el que se encuentra sobre nuestras
cabezas. Nuestros días son siempre diferentes.
Ahora bien, no hay ningún día sin Cristo, ningún día es incompatible con su presencia
salvífica (G. Biffi, Meditazioni sulla vita ecclesiale, Piemme, Casale M. 1993, 59-62).
www.evangeliodeMateo.GiorgioZevini

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✞ ✞ ✞ Profesión de Fe

Creo en Dios, Padre todopoderoso, Creador del cielo y de la tierra. Creo en Jesucristo, su
único Hijo, nuestro Señor,
Se inclina levemente la cabeza en señal de respeto.

Que fue concebido por obra y gracia del Espíritu Santo, nació de Santa María Virgen.
Se finaliza la inclinación de la cabeza.

Padeció bajo el poder de Poncio Pilato, fue crucificado, muerto y sepultado, descendió a
los infiernos, al tercer día resucitó de entre los muertos, subió a los cielos y está sentado
a la derecha de Dios, Padre todopoderoso. Desde allí ha de venir a juzgar a vivos y
muertos. Creo en el Espíritu Santo, la santa Iglesia católica, la comunión de los santos,
el perdón de los pecados, la resurrección de la carne y la vida eterna. Amén.

✞ ✞ ✞ Intenciones (Oracion de los fieles)

Dirijamos nuestras súplicas al Señor Jesús, mediador nuestro, sentado a la derecha del
Padre, que vive y reina para siempre, intercediendo por nosotros.
- Para que asista continuamente a su Iglesia, a la que ha encomendado la misión de
proseguir el anuncio del Evangelio hasta su venida gloriosa. Roguemos al Señor.
- Para que inspire a los que gobiernan las naciones sentimientos de paz y de justicia.
Roguemos al Señor.
- Para que consuele a los que sufren en este mundo, de manera que se sientan
confortados con la fuerza poderosa del que ha vencido el dolor y la muerte. Roguemos al
Señor
- Para que los comunicadores sociales no perviertan con la falsedad el don precioso de la
realidad que nos rodea y sepan trasmitir la paz, verdadera noticia, sin impregnarla de
nada que le reste verdad. Roguemos al Señor.
- Para que ilumine los ojos de nuestro corazón, y así comprendamos cuál es la
esperanza a la que nos llama y la riqueza de gloria que nos ha prometido en herencia.
Roguemos al Señor.
Señor Jesús, que estás sentado a la derecha del Padre como Mediador nuestro, escucha
nuestras súplicas y ruega al Padre por nosotros, ya que ponemos toda nuestra confianza
en ti. Tú, que vives y reinas con el Padre y el Espíritu Santo por los siglos de los siglos.
• Jesús, nuestro Señor resucitado, vive para siempre, para interceder ante el Padre por
y con nosotros. Oremos, pues, por medio de Él, por las necesidades de la Iglesia y del
mundo, y digamos: R/ Señor, que venga a nosotros tu reino.
- Por la Iglesia, por todos sus líderes y sus miembros, para que todos aceptemos y
llevemos a cabo nuestra misión de vivir la Buena Noticia de salvación y de proclamarla
a todos los pueblos y culturas, roguemos al Señor. R/ Señor, que venga a nosotros tu
reino.
- Por la gente que está mirando al cielo esperando la ayuda de Dios, para que sus
plegarias sean atendidas; pero también para que miren a sus hermanos y, con bondad
y compasión, se comprometan en su servicio y ayuda, roguemos al Señor. R/ Señor, que
venga a nosotros tu reino.
- Por los que se dedican a la acción social y a proyectos de justicia y solidaridad, para
que trabajen sin descanso para llevar genuina justicia aun a los menos privilegiados,
siempre con espíritu de reconciliación y de amor, roguemos al Señor. R/ Señor, que
venga a nosotros tu reino.
- Por los enfermos terminales y por los agonizantes, para que un día se unan a Jesús, el
Señor, en la casa del Padre, y participen de su gloria, roguemos al Señor. R/ Señor, que
venga a nosotros tu reino.
- Por nuestras comunidades cristianas, para que Cristo esté vivo entre nosotros y nos
envíe su Espíritu, para edificarnos y confirmarnos unos a otros en la esperanza y en el
espíritu de servicio, roguemos al Señor. R/ Señor, que venga a nosotros tu reino.
Oh Dios de esperanza y de vida, tú no has abandonado a tu Hijo en la muerte, sino que
le has dado vida y gloria. En ti confiamos por medio del mismo Jesucristo nuestro Señor.

3 LITURGIA EUCARISTICA
Sacerdote: Orad hermanos para que este sacrificio, mío y vuestro, sea
agradable a Dios, Padre todopoderoso.
Todos: El Señor reciba de tus manos este sacrificio, para alabanza y gloria
de su Nombre, para nuestro bien y el de toda su santa Iglesia. (→ Este es el
Compendio de la Misa)

✞ ✞ ✞ Oración sobre las Ofrendas

*** Se llevan al altar los dones; el pan y el vino. *** Acepta, Señor, nuestro corazón contrito y nuestro
espíritu humilde; que éste sea hoy nuestro sacrificio y que sea agradable en tu presencia, Señor, Dios
nuestro. *** Lava del todo mi delito, Señor, limpia mi pecado.

Te presentamos ahora, Señor, el sacrificio para celebrar la admirable ascensión de tu


Hijo; concédenos, por este sagrado intercambio, elevarnos hasta las realidades del cielo.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Oh Dios y Padre nuestro: Aquí y ahora, en estos signos de pan y vino, tu Hijo Jesús
cumple su promesa de estar siempre con nosotros hasta el fin del mundo. Que Él crezca
y viva en nosotros y, con el poder de su Santo Espíritu, nos anime a ser su cuerpo
visible para el mundo y a hacer discípulos suyos en todas las naciones. Escucha
bondadoso nuestra oración, presentada por tu mismo Hijo Jesús, que vive y reina por los
siglos de los siglos.
Introducción a la plegaria eucarística
Centro y el culmen de toda la celebración. Es una plegaria de acción de gracias y de consagración. El
sentido de esta oración es que toda la congregación de fieles se una con Cristo en el reconocimiento de
las grandezas de Dios y en la ofrenda del sacrificio.

• Con gran alegría demos gracias al Padre, porque Jesús, aun ascendido al cielo, por
medio de su Santo Espíritu permanece todavía con nosotros: aquí en la Eucaristía, en la
Iglesia y en los hermanos que viven con nosotros.
a) Acción de gracias
El Señor esté con vosotros. R/ Y con tu espíritu. Levantemos el corazón R/ Lo tenemos
levantado hacia el Señor. Demos gracias al Señor, nuestro Dios. R/ Es justo y necesario.
Prefacio I de la Ascensión del Señor. El misterio de la Ascensión
En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación darte gracias siempre y en
todo lugar, Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno.
Porque Jesús, el Señor, el rey de la gloria, vencedor del pecado y de la muerte, ha
ascendido [hoy], ante el asombro de los ángeles, a lo más alto de los cielos, como
Mediador entre Dios y los hombres, como Juez del mundo y Señor del universo.
No se ha ido para desentenderse de nuestra pobreza, sino que nos precede el primero
como cabeza nuestra, para que nosotros, miembros de su Cuerpo, vivamos con la
ardiente esperanza de seguirlo en su reino.
• Gracias, Jesús, por mostrarme una vez qué hermoso es el camino de la Luz. Quiero
avanzar por ese camino de la mano de tu Madre, la Sierva humilde y pura a quien se le
reveló la grandeza del amor de Dios. Quiero, Señor, ser portador de la luz verdadera
para mi familia, mis amigos y para todos aquellos con los que pueda compartir la
inmensa alegría de creer en Ti. Amén
Por eso, con esta efusión de gozo pascual, el mundo entero se desborda de alegría, y
también los coros celestiales, los ángeles y los arcángeles, cantan el himno de tu gloria
diciendo sin cesar:
b) Santo: con esta aclamación toda la asamblea, uniéndose a las jerarquías celestiales, canta o recita
las alabanzas a Dios.

Santo, Santo, Santo es el Señor, Dios del Universo. Llenos están el cielo y la tierra de tu
gloria. Hosanna en el cielo. Bendito el que viene en nombre del Señor. Hosanna en el
cielo.
c) Epíclesis Se implora el poder divino para que los dones se conviertan en el Cuerpo y la Sangre de
Cristo, y para que la víctima inmaculada que se va a recibir en la comunión sea para salvación de quienes
la reciban.

Santo eres en verdad, Padre, y con razón te alaban todas tus criaturas, ya que por
Jesucristo, tu Hijo, Señor nuestro, con la fuerza del Espíritu Santo, das vida y santificas
todo, y congregas a tu pueblo sin cesar, para que ofrezca en tu honor un sacrificio sin
mancha desde donde sale el sol hasta el ocaso. Por eso, Padre, te suplicamos que
santifiques por el mismo Espíritu estos dones que hemos separado para ti, de manera
que se conviertan en el Cuerpo y la Sangre de Jesucristo, Hijo tuyo y Señor nuestro, que
nos mandó celebrar estos misterios.
d) Narración de la institución y consagración. Con las palabras y gestos de Cristo, se
realiza el sacrificio que él mismo instituyó en la última cena. Momento más solemne de la Misa; es la
transubstanciación: pan y vino desaparecen al convertirse en el Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de
Cristo. Dios se hace presente ante nosotros con todo su amor. ¡Bendito Jesus en el Santísimo sacramento
del Altar!

Porque Él mismo, la noche en que iba a ser entregado, tomó pan y dando gracias te
bendijo, lo partió y lo dio a sus discípulos, diciendo: "Tomen y coman todos de él,
porque esto es mi Cuerpo, que será entregado por ustedes".
Del mismo modo, acabada la cena, tomó el cáliz, y, dando gracias te bendijo, y lo pasó a
sus discípulos, diciendo: "Tomen y beban todos de él, porque éste es el cáliz de mi
Sangre, Sangre de la alianza nueva y eterna, que será derramada por ustedes y por
muchos para el perdón de los pecados. Hagan esto en conmemoración mía".
e) Anámnesis. La Iglesia, al cumplir este encargo que, a través de los Apóstoles, recibió de Cristo
Señor, realiza el memorial del mismo Cristo, su Reactualización, recordando principalmente su
bienaventurada pasión, su gloriosa resurrección y la ascensión al cielo.

Éste es el sacramento de nuestra fe. R/ Anunciamos tu muerte, proclamamos tu


resurrección. ¡Ven, Señor Jesús!
f) Oblación. La asamblea ofrece al Padre la víctima inmaculada, y con ella se ofrece cada uno de los
participantes.

Así, pues, Padre, al celebrar ahora el memorial de la pasión salvadora de tu Hijo, de su


admirable resurrección y ascensión al cielo, mientras esperamos su venida gloriosa, te
ofrecemos, en esta acción de gracias, el sacrificio vivo y santo.
Dirige tu mirada sobre la ofrenda de tu Iglesia y reconoce en ella la Víctima por cuya
inmolación quisiste devolvemos tu amistad, para que, fortalecidos con el Cuerpo y la
Sangre de tu Hijo y llenos de su Espíritu Santo, formemos en Cristo un solo cuerpo y un
solo espíritu.
Que Él nos transforme en ofrenda permanente, para que gocemos de tu heredad junto
con tus elegidos: con María, la Virgen Madre de Dios, los apóstoles y los mártires, (san
N.: santo del día o patrono) y todos los santos, por cuya intercesión confiamos obtener
siempre tu ayuda.
Te pedimos, Padre, que esta Víctima de reconciliación traiga la paz y la salvación al
mundo entero. Confirma en la fe y en la caridad a tu Iglesia, peregrina en la tierra: a tu
servidor, el Papa N., a nuestro Obispo N., al orden episcopal, a los presbíteros y
diáconos, y a todo el pueblo redimido por ti.
g) Intercesiones. Con ellas se da a entender que la Eucaristía se celebra en comunión con toda la
Iglesia, celeste y terrena, y que la oblación se hace por ella y por todos sus miembros, vivos y difuntos.

Atiende los deseos y súplicas de esta familia que has congregado en tu presencia, en el
domingo, día en que Cristo ha vencido a la muerte y nos ha hecho partícipes de su vida
inmortal. Reúne en torno a ti, Padre misericordioso, a todos tus hijos dispersos por el
mundo.
A nuestros hermanos difuntos y a cuantos murieron en tu amistad recíbelos en tu reino,
donde esperamos gozar todos juntos de la plenitud eterna de tu gloria, por Cristo, Señor
nuestro, por quien concedes al mundo todos los bienes.
Padre eterno, te ofrecemos la Preciosísima Sangre de Jesús, con todas las
Misas celebradas en el mundo en éste día, por las benditas Almas del
Purgatorio. Y Concédeles, Señor, el descanso eterno y brille para ellas la luz
perpetua. Amén.
h) Doxología final. Se expresa la glorificación de Dios y se concluye y confirma con el amen del
pueblo.

Por Cristo, con Él y en Él, a ti, Dios Padre omnipotente, en la unidad del
Espíritu Santo, todo Honor y toda Gloria por los siglos de los siglos. Amén
✞ ✞ ✞ Rito de la comunión
Significa "común unión". Al acercarnos a comulgar, además de recibir a Jesús dentro de nosotros y de
abrazarlo con tanto amor y alegría, nos unimos a toda la Iglesia en esa misma alegría y amor.

a) Introducción al Padrenuestro
Con las palabras de Jesús nuestro Señor oremos al Padre de todos para que su reino venga a cada
persona de la tierra.

Jesús, el Señor, vive ahora en el cielo, en la gloria del Padre; allí intercede por nosotros.
Por medio de Él, y con sus mismas palabras, oremos a Dios Padre.
• Unidos en el amor de Cristo, por el Espíritu Santo que hemos recibido, dirijámonos al
Padre con la oración que el Señor nos enseñó:
R/ Padre nuestro…
b) Rito de la Paz
Los fieles imploran la paz y la unidad para la iglesia y para toda la familia humana y se expresan
mutuamente la caridad antes de participar de un mismo pan.

Líbranos, Señor.
Líbranos, Señor de todos los males, y concédenos la paz en nuestros días, para que
ayudados por tu misericordia, vivamos libres de pecado y protegidos de toda
perturbación, y aguardando la venida gloriosa de Jesucristo, nuestra esperanza.

R/. Tuyo es el reino, tuyo el poder y la gloria, por siempre, Señor.


Señor Jesucristo, que dijiste a tus apóstoles: "La paz les dejo, mi paz les doy", no
tengas en cuenta nuestros pecados, sino la fe de tu Iglesia y, conforme a tu palabra,
concédele la paz y la unidad. Tú, que vives y reinas por los siglos de los siglos. R/.
Amén.
La paz del Señor esté siempre con ustedes. R/. Y con tu espíritu.
Dense fraternalmente la paz.
Cordero de Dios, que quitas el pecado del mundo. R. Ten piedad de nosotros.
Cordero de Dios, que quitas el pecado del mundo. R. Ten piedad de nosotros.
Cordero de Dios, que quitas el pecado del mundo. R. Danos la paz.
Invitación a la Comunión
Éste es Jesús, el Señor, que dijo: Sepan que estaré siempre con ustedes hasta el fin de
los tiempos. Éste es su cuerpo glorioso y resucitado. Dichosos nosotros porque Jesús
mismo es nuestro pan y alimento que nos da fuerza para caminar hacia el Padre.
• Éste es el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo. Dichosos los invitados a la
cena del Señor.

R. Señor, no soy digno de que entres en mi casa, pero una Palabra tuya
bastará para sanarme.
c) El gesto de la fracción del pan: Significa que nosotros, que somos muchos, en la comunión
de un solo pan de vida, que es Cristo, nos hacemos un solo cuerpo (1 Co 10,17)

d) Inmixión o mezcla: el celebrante deja caer una parte del pan consagrado en el cáliz.
Antífona de comunión Mt 28, 20
Sabed que yo estoy con vosotros todos los días, hasta el final de los tiempos. Aleluya.

✞ ✞ ✞ Oración después de la Comunión

Dios todopoderoso y eterno, que, mientras vivimos aún en la tierra, nos concedes gustar
los divinos misterios, te rogamos que el afecto de nuestra piedad cristiana se dirija allí
donde nuestra condición humana está contigo. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Señor Dios nuestro: Te damos gracias por confiar tanto en nosotros, al encomendarnos
la misma misión de tu Hijo, de forma que seamos su presencia viva en el mundo. Te
pedimos que podamos reinar aprendiendo de Él a servir constantemente a los
hermanos. Que ellos vean que Cristo vive porque nosotros somos su cuerpo visible para
el mundo. Te lo pedimos por el mismo Jesucristo, nuestro Señor.

4 RITO DE CONCLUSION
Consta de saludo, bendición sacerdotal, y de la despedida, con la que se disuelve la asamblea, para que
cada uno vuelva a sus honestos quehaceres alabando y bendiciendo al Señor.

✞ ✞ ✞ Despedida

Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos
de los siglos. R/ Amén.
¡Cristo, Rey nuestro! R/ ¡Venga tu Reino!

Consagración a María
Pidámosle a María que nos acompañe siempre:
Bajo tu amparo nos acogemos, santa Madre de Dios; no deseches las oraciones que te
dirigimos en nuestras necesidades, antes bien líbranos de todo peligro, ¡oh Virgen
gloriosa y bendita! Amén.

Oracion a San Miguel Arcángel.


San Miguel Arcángel, defiéndenos en la lucha. Sé nuestro amparo contra la perversidad
y acechanzas del demonio. Que Dios manifieste sobre él su poder, es nuestra humilde
súplica. Y tú, oh Príncipe de la Milicia Celestial, con el poder que Dios te ha conferido,
arroja al infierno a Satanás, y a los demás espíritus malignos que vagan por el mundo
para la perdición de las almas. Amén

✞ ✞ ✞ Bendición

1
Se puede utilizar la fórmula de la bendición solemne. Ascensión del Señor.
Dios todopoderoso, por medio de su Hijo, que ascendió hoy a lo alto de los cielos y os
abrió el camino para seguirle hasta su reino, os colme de bendiciones.
R. Amén.
Jesucristo, que después de su resurrección se manifestó visiblemente a sus discípulos,
se os manifieste también como Juez benigno cuando vuelva para juzgar al mundo.
R. Amén.
Y a quienes confesáis que está sentado a la derecha del Padre os conceda la alegría de
sentir que, según su promesa, está con vosotros todos los días hasta el fin del mundo.
R. Amén.

Y la bendición de Dios todopoderoso, Padre, Hijo ✠ y Espíritu Santo, descienda sobre


vosotros y os acompañe siempre.
2
Hermanos: Jesús, el Señor, nos dice lo mismo que a los apóstoles: “Sean mis testigos
ante el mundo entero”. No nos quedemos encandilados mirando al cielo, sino que, por la
forma cómo vivimos el evangelio de Jesús, proclamemos su mensaje de esperanza para
los habitantes de la tierra. Para ello pidamos la solemne bendición de Dios:
-Que ojalá sepamos llevar el mensaje del Señor a nuestro tiempo y a nuestros
hermanos. – Amén.
-Que él continúe haciendo el bien por medio de nosotros, y que nosotros le hagamos
visible hoy con nuestras obras. – Amén.
-Que él permanezca con nosotros por medio de su Espíritu, ahora y hasta el fin de los
tiempos.
Y que la bendición de Dios todopoderoso, Padre, Hijo y Espíritu Santo descienda sobre
nosotros y nos acompañe siempre.
Amén
Podéis ir en paz, aleluya, aleluya.
R. Demos gracias a Dios, aleluya, aleluya.
✞ ✞ ✞ Abba Padre, gracias te doy por enseñarme a Cristo histórico. Y ahora, por tu gracia
y Espíritu Santo concédeme fortalecer la fe, para caminar con Cristo, por Cristo y en
Cristo, ya no histórico, sino Pan vivo bajado del cielo.
«Tú eres Cristo, el Hijo de Dios Vivo» Mt 16, 16

Papa Francisco
REGINA COELI. Domingo 28 de mayo de 2017.
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
Hoy, en Italia y en otros países, se celebra la Ascensión de Jesús al cielo, que sucedió
cuarenta días después de la Pascua. La página evangélica (cf. Mt 28, 16-20), la que
concluye con el Evangelio de Mateo, nos presenta el momento de la despedida definitiva
del Resucitado de sus discípulos. La escena está ambientada en Galilea, el lugar donde
Jesús les había llamado para seguirle y para formar el primer núcleo de su nueva
comunidad. Ahora esos discípulos han pasado a través del "fuego" de la pasión y de la
resurrección; al ver al Señor resucitado se postrarán delante, pero algunos todavía
tienen dudas. A esta comunidad con miedo, Jesús deja la gran tarea de evangelizar al
mundo; y concreta este encargo con la orden de enseñar y bautizar en el nombre del
Padre y del Hijo y del Espíritu Santo (cf. Mt 28, 19).
La Ascensión de Jesús al cielo constituye por eso el final de la misión que el Hijo ha
recibido del Padre y el inicio de la continuación de tal misión por parte de la Iglesia.
Desde este momento, desde el momento de la Ascensión, de hecho, la presencia de
Cristo en el mundo es mediada por sus discípulos, por aquellos que creen en Él y lo
anuncian. Esta misión durará hasta el final de la historia y gozará cada día de la
asistencia del Señor resucitado, el cual asegura: «Y he aquí que yo estoy con vosotros
todos los días hasta el fin del mundo» (Mt 28, 20). Y su presencia lleva fortaleza ante las
persecuciones, consuelo en las tribulaciones, apoyo en las situaciones de dificultad que
encuentran la misión y el anuncio del Evangelio.
La Ascensión nos recuerda esta asistencia de Jesús y de su Espíritu que da confianza, da
seguridad a nuestro testimonio cristiano en el mundo. Nos desvela por qué existe la
Iglesia: la Iglesia existe para anunciar el Evangelio. ¡Solo para eso! Y también, la alegría
de la Iglesia es anunciar el Evangelio. La Iglesia somos todos nosotros bautizados. Hoy
somos invitados a comprender mejor que Dios nos ha dado la gran dignidad y la
responsabilidad de anunciarlo al mundo, de hacerlo accesible a la humanidad. Esta es
nuestra dignidad, este es el honor más grande para cada uno de nosotros, ¡de todos los
bautizados!
En esta fiesta de la Ascensión, mientras dirigimos la mirada al cielo, donde Cristo ha
ascendido y está sentado a la derecha del Padre, reforcemos nuestros pasos en la tierra
para proseguir con entusiasmo y valentía nuestro camino, nuestra misión de testimoniar
y vivir el Evangelio en todo ambiente. Somos muy conscientes de que esta no depende
en primer lugar de nuestras fuerzas, de capacidades organizativas o recursos humanos.
Solamente con la luz y la fuerza del Espíritu Santo nosotros podemos cumplir
eficazmente nuestra misión de hacer conocer y experimentar cada vez más a los otros el
amor y la ternura de Jesús. Pidamos a la Virgen María que nos ayude a contemplar los
bienes celestes, que el Señor nos promete, y a convertirnos en testigos cada vez más
creíbles de su Resurrección, de la verdadera Vida.
Homilía del Santo Padre en la concelebración eucarística.
Sábado 27 de mayo de 2017.
Visita pastoral del Papa Francisco a Génova.
Hemos escuchado lo que Jesús Resucitado dice a los discípulos antes de su ascensión:
«Me ha sido dado todo poder en el cielo y en la tierra» (Mt 28, 18). El poder de Jesús, la
fuerza de Dios. Este tema atraviesa las Lecturas de hoy: en la primera Jesús dice que no
corresponde a los discípulos conocer «el tiempo y el momento que ha fijado el Padre con
su autoridad», pero les promete a ellos la «fuerza del Espíritu Santo» (Hch 1, 7-8); en la
segunda san Pablo habla de la «soberana grandeza de su poder para con nosotros» y de
la «eficacia de su fuerza poderosa» (Ef 1, 19). Pero, ¿en qué consiste esta fuerza, este
poder de Dios?
Jesús afirma que es un poder «en el cielo y en la tierra». Es sobre todo el poder de unir
el cielo y la tierra. Hoy celebramos este misterio, porque cuando Jesús subió al Padre
nuestra carne humana cruzó el umbral del cielo: nuestra humanidad está allí, en Dios,
para siempre. Allí está nuestra confianza, porque Dios no se separará nunca del hombre.
Y nos consuela saber que en Dios, con Jesús, está preparado para cada uno de nosotros
un lugar: un destino de hijos resucitados nos espera y por esto vale realmente la pena
vivir aquí abajo buscando las cosas de allí arriba donde se encuentra nuestro Señor (cf.
Col 3, 1-2). Esto es lo que ha hecho Jesús, con su poder de unir para nosotros la tierra y
el cielo.
Pero este poder suyo no terminó una vez que subió al cielo; continúa también hoy y
dura para siempre. De hecho, precisamente antes de subir al Padre, Jesús dijo: «Yo
estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo» (Mt 28, 20). No es una forma
de hablar, una simple tranquilización, como cuando antes de salir hacia un largo viaje se
dice a los amigos: "pensaré en vosotros". No, Jesús está realmente con nosotros y por
nosotros: en el cielo muestra al Padre su humanidad, nuestra humanidad; muestra al
Padre sus llagas, el precio que ha pagado por nosotros; y así «está siempre vivo para
interceder» (Hb 7, 25) a nuestro favor. Esta es la palabra-clave del poder de Jesús:
intercesión. Jesús tomado por el Padre intercede cada día, cada momento por nosotros.
En cada oración, en cada petición nuestra de perdón, sobre todo en cada misa, Jesús
interviene: muestra al Padre los signos de su vida ofrecida –lo he dicho–, sus llagas, e
intercede, obteniendo misericordia para nosotros. Él es nuestro "abogado" (cf. 1Jn 2, 1)
y, cuando tenemos alguna "causa" importante, hacemos bien en encomendársela, en
decirle: "Señor Jesús, intercede por mí, intercede por nosotros, intercede por esa
persona, intercede por esa situación…".
Esta capacidad de intercesión, Jesús nos la ha donado también a nosotros, a su Iglesia,
que tiene el poder y también el deber de interceder, de rezar por todos. Podemos
preguntarnos, cada uno de nosotros puede preguntarse: "¿Yo rezo? Y todos, como
Iglesia, como cristianos, ¿ejercitamos este poder llevando a Dios las personas y las
situaciones?". El mundo lo necesita. Nosotros mismos lo necesitamos. En nuestras
jornadas corremos y trabajamos mucho, nos comprometemos con muchas cosas; pero
corremos el riesgo de llegar a la noche, cansados y con el alma cargada, parecidos a un
barco cargado de mercancía que después de un viaje cansado regresa al puerto con
ganas solo de atracar y de apagar las luces. Viviendo siempre entre tantas carreras y
cosas que hacer, nos podemos perder, encerrarnos en nosotros mismos y convertirnos
en inquietos por nada. Para no dejarnos sumergir por este "dolor de vivir", recordemos
cada día "lanzar el ancla a Dios": llevemos a Él los pesos, las personas y las situaciones,
confiémosle todo. Esta es la fuerza de la oración, que une cielo y tierra, que permite a
Dios entrar en nuestro tiempo.
La oración cristiana no es una forma para estar un poco más en paz con uno mismo o
encontrar alguna armonía interior; nosotros rezamos para llevar todo a Dios, para
encomendarle el mundo: la oración es intercesión. No es tranquilidad, es caridad. Es
pedir, buscar, llamar (cf. Mt 7, 7). Es involucrarse para interceder, insistiendo
asiduamente con Dios los unos por los otros (cf. Hch 1, 14). Interceder sin cansarse: es
nuestra primera responsabilidad, porque la oración es la fuerza que hace ir adelante al
mundo; es nuestra misión, una misión que al mismo tiempo supone cansancio y dona
paz. Este es nuestro poder: no prevalecer o gritar más fuerte, según la lógica de este
mundo, sino ejercitar la fuerza mansa de la oración, con la cual se pueden también
parar las guerras y obtener la paz. Como Jesús intercede siempre por nosotros ante el
Padre, así nosotros sus discípulos no nos cansemos nunca de rezar para acercar la tierra
y el cielo.
Después de la intercesión emerge, del Evangelio, una segunda palabra-clave que revela
el poder de Jesús: el anuncio. El Señor envía a los suyos a anunciarlo con el único poder
del Espíritu Santo: «Id, pues, y haced discípulos a todas las gentes» (Mt 28, 19). ¡Id! Es
un acto de extrema confianza en los suyos: ¡Jesús se fía de nosotros, cree en nosotros
más de lo que nosotros creemos en nosotros mismos! Nos envía a pesar de nuestras
faltas; sabe que no seremos nunca perfectos y que, si esperamos convertirnos en
mejores para evangelizar, no empezaremos nunca.
Para Jesús es importante que desde enseguida superemos una gran imperfección: la
cerrazón. Porque el Evangelio no puede estar encerrado y sellado, porque el amor de
Dios es dinámico y quiere alcanzar a todos. Para anunciar, entonces, es necesario ir,
salir de sí mismo. Con el Señor no se puede estar quietos, acomodados en el propio
mundo y en los recuerdos nostálgicos del pasado; con Él está prohibido acomodarse en
las seguridades adquiridas. La seguridad para Jesús está en el ir, con confianza: allí se
revela su fuerza. Porque el Señor no aprecia las comodidades y el confort, sino que
incomoda y relanza siempre. Nos quiere en salida, libres de las tentaciones de
conformarse cuando estamos bien y tenemos todo bajo control.
"Id", nos dice también hoy Jesús, que en el Bautismo ha concedido a cada uno de
nosotros el poder del anuncio. Por eso ir en el mundo con el Señor pertenece a la
identidad del cristiano. No es solo para los sacerdotes, las monjas, los consagrados: es
de todos los cristianos, es nuestra identidad. Ir en el mundo con el Señor: esta es
nuestra identidad. El cristiano no está quieto, sino en camino: con el Señor hacia los
otros. Pero el cristiano no es un velocista que corre locamente o un conquistador que
debe llegar antes que los otros. Es un peregrino, un misionero, un "maratonista con
esperanza": manso pero decidido en el caminar; confiado y al mismo tiempo activo;
creativo pero siempre respetuoso; ingenioso y abierto, trabajador y solidario. ¡Con este
estilo recorremos las calles del mundo!
Como para los discípulos de los orígenes, nuestros lugares de anuncio son las calles del
mundo: es sobre todo allí que el Señor espera ser conocido hoy. Como en los orígenes,
desea que el anuncio sea llevado no con la nuestra, sino con su fuerza: no con la fuerza
del mundo, sino con la fuerza límpida y mansa del testimonio alegre. Y esto es urgente,
¡hermanos y hermanas! Pidamos al Señor la gracia de no fosilizarnos en cuestiones no
centrales, sino dedicarnos plenamente a la urgencia de la misión. Dejemos a otros los
chismorreos y las falsas discusiones de quien se escucha solo a sí mismo, y trabajemos
concretamente por el bien común y por la paz; arriesguémonos con valentía,
convencidos de que hay más alegría en el dar que en el recibir (cf. Hch 20, 35). El Señor
resucitado y vivo, que siempre intercede por nosotros, sea la fuerza de nuestro ir, la
valentía de nuestro caminar.
REGINA COELI, Domingo 1 de junio de 2014
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
Hoy, en Italia y en otros países, se celebra la Ascensión de Jesús al cielo, que tuvo lugar
cuarenta días después de la Pascua. Los Hechos de los apóstoles relatan este episodio,
la separación final del Señor Jesús de sus discípulos y de este mundo (cf. Hch 1, 2.9). El
Evangelio de Mateo, en cambio, presenta el mandato de Jesús a los discípulos: la
invitación a ir, a salir para anunciar a todos los pueblos su mensaje de salvación (cf. Mt
28, 16-20). "Ir", o mejor, "salir" se convierte en la palabra clave de la fiesta de hoy:
Jesús sale hacia el Padre y ordena a los discípulos que salgan hacia el mundo.
Jesús sale, asciende al cielo, es decir, vuelve al Padre, que lo había mandado al mundo.
Hizo su trabajo, por lo tanto, vuelve al Padre. Pero no se trata de una separación,
porque Él permanece para siempre con nosotros, de una forma nueva. Con su
ascensión, el Señor resucitado atrae la mirada de los Apóstoles –y también nuestra
mirada– a las alturas del cielo para mostrarnos que la meta de nuestro camino es el
Padre. Él mismo había dicho que se marcharía para prepararnos un lugar en el cielo. Sin
embargo, Jesús permanece presente y activo en las vicisitudes de la historia humana
con el poder y los dones de su Espíritu; está junto a cada uno de nosotros: aunque no lo
veamos con los ojos, Él está. Nos acompaña, nos guía, nos toma de la mano y nos
levanta cuando caemos. Jesús resucitado está cerca de los cristianos perseguidos y
discriminados; está cerca de cada hombre y cada mujer que sufre. Está cerca de todos
nosotros, también hoy está aquí con nosotros en la plaza; el Señor está con nosotros.
¿Vosotros creéis esto? Entonces lo decimos juntos: ¡El Señor está con nosotros!
Jesús, cuando vuelve al cielo, lleva al Padre un regalo. ¿Cuál es el regalo? Sus llagas. Su
cuerpo es bellísimo, sin las señales de los golpes, sin las heridas de la flagelación, pero
conserva las llagas. Cuando vuelve al Padre le muestra las llagas y le dice: "Mira Padre,
este es el precio del perdón que tú das". Cuando el Padre contempla las llagas de Jesús
nos perdona siempre, no porque seamos buenos, sino porque Jesús ha pagado por
nosotros. Contemplando las llagas de Jesús, el Padre se hace más misericordioso. Este
es el gran trabajo de Jesús hoy en el cielo: mostrar al Padre el precio del perdón, sus
llagas. Esto es algo hermoso que nos impulsa a no tener miedo de pedir perdón; el
Padre siempre perdona, porque mira las llagas de Jesús, mira nuestro pecado y lo
perdona.
Pero Jesús está presente también mediante la Iglesia, a quien Él envió a prolongar su
misión. La última palabra de Jesús a los discípulos es la orden de partir: "Id, pues, y
haced discípulos a todos los pueblos" (Mt 28, 19). Es un mandato preciso, no es
facultativo. La comunidad cristiana es una comunidad "en salida". Es más: la Iglesia
nació "en salida". Y vosotros me diréis: ¿y las comunidades de clausura? Sí, también
ellas, porque están siempre "en salida" con la oración, con el corazón abierto al mundo,
a los horizontes de Dios. ¿Y los ancianos, los enfermos? También ellos, con la oración y
la unión a las llagas de Jesús.
A sus discípulos misioneros Jesús dice: "Y sabed que yo estoy con vosotros todos los
días, hasta el final de los tiempos" (v. 20). Solos, sin Jesús, no podemos hacer nada. En
la obra apostólica no bastan nuestras fuerzas, nuestros recursos, nuestras estructuras,
incluso siendo necesarias. Sin la presencia del Señor y la fuerza de su Espíritu nuestro
trabajo, incluso bien organizado, resulta ineficaz. Y así vamos a decir a la gente quién es
Jesús.
Y junto con Jesús nos acompaña María nuestra Madre. Ella ya está en la casa del Padre,
es Reina del cielo y así la invocamos en este tiempo; pero como Jesús está con nosotros,
camina con nosotros, es la Madre de nuestra esperanza.

DIRECTORIO HOMILÉTICO

Ap. I. La homilía y el Catecismo de la Iglesia Católica.


Ciclo A. Solemnidad de la Ascensión del Señor.
La Ascensión
Artículo 6 "JESUCRISTO SUBIÓ A LOS CIELOS, Y ESTA SENTADO A LA DERECHA
DE DIOS, PADRE TODOPODEROSO"
659 "Con esto, el Señor Jesús, después de hablarles, fue elevado al Cielo y se sentó a la
diestra de Dios" (Mc 16, 19). El Cuerpo de Cristo fue glorificado desde el instante de su
Resurrección como lo prueban las propiedades nuevas y sobrenaturales, de las que
desde entonces su cuerpo disfruta para siempre (cf. Lc 24, 31; Jn 20, 19. 26). Pero
durante los cuarenta días en los que él come y bebe familiarmente con sus discípulos
(cf. Hch 10, 41) y les instruye sobre el Reino (cf. Hch 1, 3), su gloria aún queda velada
bajo los rasgos de una humanidad ordinaria (cf. Mc 16, 12; Lc 24, 15; Jn 20, 14-15; Jn
21, 4). La última aparición de Jesús termina con la entrada irreversible de su humanidad
en la gloria divina simbolizada por la nube (cf. Hch 1, 9; cf. también Lc 9, 34-35; Ex 13,
22) y por el cielo (cf. Lc 24, 51) donde él se sienta para siempre a la derecha de Dios
(cf. Mc 16, 19; Hch 2, 33; Hch 7, 56; cf. también Sal 110, 1). Sólo de manera
completamente excepcional y única, se muestra a Pablo "como un abortivo" (1Co 15, 8)
en una última aparición que constituye a éste en apóstol (cf. 1 Co 9, 1; Ga 1, 16).
660 El carácter velado de la gloria del Resucitado durante este tiempo se transparenta
en sus palabras misteriosas a María Magdalena: "Todavía no he subido al Padre. Vete
donde los hermanos y diles: Subo a mi Padre y vuestro Padre, a mi Dios y vuestro Dios"
(Jn 20, 17). Esto indica una diferencia de manifestación entre la gloria de Cristo
resucitado y la de Cristo exaltado a la derecha del Padre. El acontecimiento a la vez
histórico y transcendente de la Ascensión marca la transición de una a otra.
661 Esta última etapa permanece estrechamente unida a la primera es decir, a la bajada
desde el cielo realizada en la Encarnación. Solo el que "salió del Padre" puede "volver al
Padre": Cristo (cf. Jn 16, 28). "Nadie ha subido al cielo sino el que bajó del cielo, el Hijo
del hombre" (Jn 3, 13; cf, Ef 4, 8-10). Dejada a sus fuerzas naturales, la humanidad no
tiene acceso a la "Casa el Padre" (Jn 14, 2), a la vida y a la felicidad de Dios. Solo Cristo
ha podido abrir este acceso al hombre, "ha querido precedernos como cabeza nuestra
para que nosotros, miembros de su Cuerpo, vivamos con la ardiente esperanza de
seguirlo en su Reino" (MR, Prefacio de la Ascensión).
662 "Cuando yo sea levantado de la tierra, atraeré a todos hacia mí"(Jn 12, 32). La
elevación en la Cruz significa y anuncia la elevación en la Ascensión al cielo. Es su
comienzo. Jesucristo, el único Sacerdote de la Alianza nueva y eterna, no "penetró en un
Santuario hecho por mano de hombre,… sino en el mismo cielo, para presentarse ahora
ante el acatamiento de Dios en favor nuestro" (Hb 9, 24). En el cielo, Cristo ejerce
permanentemente su sacerdocio. "De ahí que pueda salvar perfectamente a los que por
él se llegan a Dios, ya que está siempre vivo para interceder en su favor"(Hb 7, 25).
Como "Sumo Sacerdote de los bienes futuros"(Hb 9, 11), es el centro y el oficiante
principal de la liturgia que honra al Padre en los cielos (cf. Ap 4, 6-11).
663 Cristo, desde entonces, está sentado a la derecha del Padre: "Por derecha del Padre
entendemos la gloria y el honor de la divinidad, donde el que existía como Hijo de Dios
antes de todos los siglos como Dios y consubstancial al Padre, está sentado
corporalmente después de que se encarnó y de que su carne fue glorificada" (San Juan
Damasceno, f. o. 4, 2; PG 94, 1104C).
664 Sentarse a la derecha del Padre significa la inauguración del reino del Mesías,
cumpliéndose la visión del profeta Daniel respecto del Hijo del hombre: "A él se le dio
imperio, honor y reino, y todos los pueblos, naciones y lenguas le sirvieron. Su imperio
es un imperio eterno, que nunca pasará, y su reino no será destruido jamás" (Dn 7, 14).
A partir de este momento, los apóstoles se convirtieron en los testigos del "Reino que no
tendrá fin" (Símbolo de Nicea-Constantinopla).
RESUMEN
665 La ascensión de Jesucristo marca la entrada definitiva de la humanidad de Jesús en
el dominio celeste de Dios de donde ha de volver (cf. Hch 1, 11), aunque mientras tanto
lo esconde a los ojos de los hombres (cf. Col 3, 3).
666 Jesucristo, cabeza de la Iglesia, nos precede en el Reino glorioso del Padre para que
nosotros, miembros de su cuerpo, vivamos en la esperanza de estar un día con él
eternamente.
667 Jesucristo, habiendo entrado una vez por todas en el santuario del cielo, intercede
sin cesar por nosotros como el mediador que nos asegura permanentemente la efusión
del Espíritu Santo.
Artículo 7: "DESDE ALLI HA DE VENIR A JUZGAR A VIVOS Y MUERTOS"
I. VOLVERA EN GLORIA
Cristo reina ya mediante la Iglesia…
668 "Cristo murió y volvió a la vida para eso, para ser Señor de muertos y vivos" (Rm
14, 9). La Ascensión de Cristo al Cielo significa su participación, en su humanidad, en el
poder y en la autoridad de Dios mismo. Jesucristo es Señor: Posee todo poder en los
cielos y en la tierra. Él está "por encima de todo Principado, Potestad, Virtud,
Dominación" porque el Padre "bajo sus pies sometió todas las cosas"(Ef 1, 20-22). Cristo
es el Señor del cosmos (cf. Ef 4, 10; 1 Co 15, 24. 27-28) y de la historia. En él, la
historia de la humanidad e incluso toda la Creación encuentran su recapitulación (Ef 1,
10), su cumplimiento transcendente.
669 Como Señor, Cristo es también la cabeza de la Iglesia que es su Cuerpo (cf. Ef 1,
22). Elevado al cielo y glorificado, habiendo cumplido así su misión, permanece en la
tierra en su Iglesia. La Redención es la fuente de la autoridad que Cristo, en virtud del
Espíritu Santo, ejerce sobre la Iglesia (cf. Ef 4, 11-13). "La Iglesia, o el reino de Cristo
presente ya en misterio", "constituye el germen y el comienzo de este Reino en la tierra"
(LG 3;5).
670 Desde la Ascensión, el designio de Dios ha entrado en su consumación. Estamos ya
en la "última hora" (1 Jn 2, 18; cf. 1 P 4, 7). "El final de la historia ha llegado ya a
nosotros y la renovación del mundo está ya decidida de manera irrevocable e incluso de
alguna manera real está ya por anticipado en este mundo. La Iglesia, en efecto, ya en la
tierra, se caracteriza por una verdadera santidad, aunque todavía imperfecta" (LG 48).
El Reino de Cristo manifiesta ya su presencia por los signos milagrosos (cf. Mc 16, 17-
18) que acompañan a su anuncio por la Iglesia (cf. Mc 16, 20).
… esperando que todo le sea sometido
671 El Reino de Cristo, presente ya en su Iglesia, sin embargo, no está todavía acabado
"con gran poder y gloria" (Lc 21, 27; cf. Mt 25, 31) con el advenimiento del Rey a la
tierra. Este Reino aún es objeto de los ataques de los poderes del mal (cf. 2 Ts 2, 7) a
pesar de que estos poderes hayan sido vencidos en su raíz por la Pascua de Cristo.
Hasta que todo le haya sido sometido (cf. 1 Co 15, 28), y "mientras no haya nuevos
cielos y nueva tierra, en los que habite la justicia, la Iglesia peregrina lleva en sus
sacramentos e instituciones, que pertenecen a este tiempo, la imagen de este mundo
que pasa. Ella misma vive entre las criaturas que gimen en dolores de parto hasta ahora
y que esperan la manifestación de los hijos de Dios" (LG 48). Por esta razón los
cristianos piden, sobre todo en la Eucaristía (cf. 1 Co 11, 26), que se apresure el retorno
de Cristo (cf. 2 P 3, 11-12) cuando suplican: "Ven, Señor Jesús" (cf. 1 Co 16, 22; Ap 22,
17-20).
672 Cristo afirmó antes de su Ascensión que aún no era la hora del establecimiento
glorioso del Reino mesiánico esperado por Israel (cf. Hch 1, 6-7) que, según los profetas
(cf. Is 11, 1-9), debía traer a todos los hombres el orden definitivo de la justicia, del
amor y de la paz. El tiempo presente, según el Señor, es el tiempo del Espíritu y del
testimonio (cf Hch 1, 8), pero es también un tiempo marcado todavía por la "tristeza" (1
Co 7, 26) y la prueba del mal (cf. Ef 5, 16) que afecta también a la Iglesia (cf. 1 P 4, 17)
e inaugura los combates de los últimos días (1Jn 2, 18; 1Jn 4, 3; 1 Tm 4, 1). Es un
tiempo de espera y de vigilia (cf. Mt 25, 1-13; Mc 13, 33-37).
697 La nube y la luz. Estos dos símbolos son inseparables en las manifestaciones del
Espíritu Santo. Desde las teofanías del Antiguo Testamento, la Nube, unas veces oscura,
otras luminosa, revela al Dios vivo y salvador, tendiendo así un velo sobre la
transcendencia de su Gloria: con Moisés en la montaña del Sinaí (cf. Ex 24, 15-18), en
la Tienda de Reunión (cf. Ex 33, 9-10) y durante la marcha por el desierto (cf. Ex 40, 36
- 38; 1 Co 10, 1-2); con Salomón en la dedicación del Templo (cf. 1 R 8, 10-12). Pues
bien, estas figuras son cumplidas por Cristo en el Espíritu Santo. El es quien desciende
sobre la Virgen María y la cubre "con su sombra" para que ella conciba y dé a luz a Jesús
(Lc 1, 35). En la montaña de la Transfiguración es El quien "vino en una nube y cubrió
con su sombra" a Jesús, a Moisés y a Elías, a Pedro, Santiago y Juan, y "se oyó una voz
desde la nube que decía: Este es mi Hijo, mi Elegido, escuchadle" (Lc 9, 34-35). Es,
finalmente, la misma nube la que "ocultó a Jesús a los ojos" de los discípulos el día de la
Ascensión (Hch 1, 9), y la que lo revelará como Hijo del hombre en su Gloria el Día de
su Advenimiento (cf. Lc 21, 27).
Cristo, Cabeza de este Cuerpo
792 Cristo "es la Cabeza del Cuerpo que es la Iglesia" (Col 1, 18). Es el Principio de la
creación y de la redención. Elevado a la gloria del Padre, "él es el primero en todo" (Col
1, 18), principalmente en la Iglesia por cuyo medio extiende su reino sobre todas las
cosas.
965 Después de la Ascensión de su Hijo, María "estuvo presente en los comienzos de la
Iglesia con sus oraciones" (LG 69). Reunida con los apóstoles y algunas mujeres, "María
pedía con sus oraciones el don del Espíritu, que en la Anunciación la había cubierto con
su sombra" (LG 59).
2795 El símbolo del cielo nos remite al misterio de la Alianza que vivimos cuando
oramos al Padre. Él está en el cielo, es su morada, la Casa del Padre es por tanto
nuestra "patria". De la patria de la Alianza el pecado nos ha desterrado (cf Gn 3) y hacia
el Padre, hacia el cielo, la conversión del corazón nos hace volver (cf Jr 3, 19-4, 1a; Lc
15, 18. 21). En Cristo se han reconciliado el cielo y la tierra (cf Is 45, 8; Sal 85, 12),
porque el Hijo "ha bajado del cielo", solo, y nos hace subir allí con él, por medio de su
Cruz, su Resurrección y su Ascensión (cf Jn 12, 32; Jn 14, 2-3; Jn 16, 28; Jn 20, 17; Ef
4, 9-10; Hb 1, 3; Hb 2, 13).

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