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MORGANA CARRANCO
Los acercamientos a los cuentos de Mariana Enriquez (Buenos Aires, 1973) son brutales.
El leerlos provoca algo en nosotros, ya sea evidente: rechazo, incomodidad, miedo; o sutil:
por ejemplo, darse cuenta, al terminar la lectura, que durante ella se ha estado conteniendo
la respiración. Mucho se ha dicho de Mariana Enriquez, lo más evidente, pero no por ello
poderosa prosa es también un reclamo social y político. Sin embargo, poco se ha hablado
de la obra en sí misma, de los instrumentos de los que se vale la autora para construir sus
cuentos.
Rosalba Campra y Ana María Morales, pretendo examinar algunas de las estrategias
narrativas que construyen este tipo de literatura en Mariana Enriquez, el mecanismo que la
subyace; para ello utilizaré el cuento “El aljibe” del libro Los peligros de fumar en la cama
[…] Tenían miedo. Siempre tenían miedo. En verano, cuando Josefina y Mariela
querían bañarse en la Pelopincho, la abuela Rita llenaba la pileta con apenas diez
centímetros de agua y vigilaba cada chapoteo sentada en una silla bajo la sombra del
limonero del patio, para llegar a tiempo si sus nietas se ahogaban. Josefina recordaba que
su madre lloraba y llamaba a médicos y ambulancias de madrugada si ella o su hermana
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tenían unas líneas de fiebre. O las hacía faltar a la escuela ante un inofensivo catarro.
Nunca les daba permiso para dormir en casa de amigas, y apenas las dejaba jugar en la
vereda; si lo hacía, podían verla vigilándolas por la ventana, escondida detrás de las
cortinas. A veces Mariela lloraba de noche, diciendo que algo se movía debajo de su cama,
y nunca podía dormir con la luz apagada. Josefina era la única que nunca tenía miedo,
como su padre. Hasta aquel viaje a Corrientes” (Enriquez 55-56, las cursivas son mías).
En el párrafo anteriormente citado resalta, sin duda, el tema del miedo. Además, las frases
única que nunca tenía miedo, como su padre. Hasta aquel viaje a Corrientes” (56, las
cursivas son mías). ¿Pero que es lo que pasa en Corrientes? Se trata de un encuentro con
doña Irene, cuyas consecuencias se ven presagiadas por el tiempo atmosférico, por la
elemento-umbral, un pozo:
[…] Ese día el cielo estaba nublado, pero el calor era pesado, como siempre en
Corrientes antes de una tormenta. […] No la llamaban bruja, le decían La Señora; su casa
tenía un patio delantero hermoso, un poco demasiado recargado de plantas, y casi en el
centro había un aljibe pintado de blanco; cuando Josefina lo vio se soltó de la mano de su
abuela y corrió ignorando los aullidos de pánico, para verlo de cerca y asomarse al pozo.
No pudieron detenerla antes de que viera el fondo y el agua estancada en lo profundo” (56-
57).
[que] pueden desempeñar […] una función covalidante, de contraste con el acontecimiento
transgresivo; o bien crear, en el plano semántico, una atmósfera en concordancia con éste”
(Campra 184). De esta manera, el estado atmosférico, con el cielo nublado y el ambiente
caluroso presagian la tormenta no sólo del espacio, sino también la que va a experimentar
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la protagonista. El pozo, en el mismo sentido, contribuye a crear un ambiente adecuado
para lo fantástico; según El libro de los símbolos de Tacher “a los pozos, manantiales y
fuentes se los ha[…] considerado desde tiempos inmemoriales lugares sagrados, hogares
Hay leyendas japonesas que hablan de encuentros con dioses y monstruos en los pozos.
Uno puede caer en un pozo profundo y ahogarse. Desde la Antigüedad hasta el presente,
los humanos han envenenado maliciosamente los pozos de sus vecinos y enemigos, un
desastre, sobre todo, en las tierras áridas donde el pozo bien puede ser la única fuente de
agua. Asimismo, el pozo de posibilidades de la psique puede contaminarse mediante
actitudes destructivas o sus energías solo se pueden experimentar como algo tóxico (610).
El pozo, entonces, además de ser parte de esa información covalidante funge como indicio,
como umbral, uno de esos elementos que “signan casi todo intento por acercarse a lo
contacto conjuran una franja conflictiva dentro de cuyos estrechos límites se crea la sola
oportunidad posible para hablar de fantástico” (Morales, “De lo fantástico en México” IX).
porque Josefina, la protagonista “solo quería ver si el agua reflejaba su cara, como siempre
sucedía en los aljibes de los cuentos, su cara como una luna con cabello rubio en el agua
negra” (Enriquez 57). Un reflejo implica una visión especular, opuesta, contraria, que es
familia.
aunque no queda claro por qué. Ahora es ella la única de su familia nuclear que tiene
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miedo todo el tiempo, tanto que le impide llevar una vida íntegra. En el relato nos
enteramos de cómo es su vida. De cómo sólo pudo estudiar hasta la secundaria porque el
miedo le impedía salir. De cómo todo la sofoca, la oprime, la estrangula. Años después,
gracias a unas “pastillas nuevas, celestes, casi experimentales” (62) su angustia se reduce
Josefina siente volver la zozobra durante esta conversación, los miedos regresan, pero
ahora los acompaña un enojo que la impulsa a viajar a Corrientes con Mariela, porque “si
no se aferraba al enojo y lo dejaba llevarla […] hasta La Señora, nunca podría salir de ese
Sin embargo, cuando llega con doña Irene, ella le dice que no hay nada que pueda
hacer y le explica:
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—Me dieron una pena, una pena. Las tres con malos pensamientos, con carne de
gallina, con un daño de muchos años. Yo me sobresaltaba de mirarlas nomás, eructaba, no
les podía sacar de adentro los males.
—¿Qué males?
[…]
—¡Males! No se pueden decir. —La Señora se llevó un dedo a los labios, pidiendo
silencio, y cerró los ojos—. Yo no podía sacarles lo podrido y meterlo adentro mío porque
no tengo esa fuerza, y no la tiene nadie. No podía fluidar, no podía limpiar. Podía nomás
pasarlos, y los pasé. Te los pasé a vos, nena, cuando dormías acá. El Santito decía que no te
iba a atacar tanto, porque estabas pura vos. Pero el Santito me mintió, o yo no le entendí.
Ellas te los querían pasar, que te iban a cuidar decían. Pero no te cuidaron. Y yo lo tuve que
tirar. A la foto, la tiré al aljibe. Pero no se puede sacar. No te los puedo sacar nunca porque
los males están en la foto tuya en el agua, y ya se habrá podrido la foto. Ahí quedaron en la
foto tuya, pegados a vos (70-71).
Clasificar “El aljibe” como fantástico es intrincado porque pareciera que el paradigma de
realidad representado se amplía, que la presencia de la bruja, sus poderes, y de los miedos
como algo mágico, terminan por aceptarse. Por momentos aparenta que se encuentra
que nos ocupa tampoco es claro que el paradigma de realidad se extienda para incluir los
los eventos en Corrientes y los miedos de Josefina son una amenaza o una excepción, y a
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una esfera A totalmente independiente de una esfera B y sin posibles puntos de contacto
entre ellas […] Con una motivación o sin ella […] se produce una superposición que lleva
a A y B a coincidir total o parcialmente, de modo momentáneo o definitivo: son todas las
posibilidades que quedan abiertas y que definen un universo de significaciones que varía
según el período histórico y el autor, pero en el cual se perfila una realidad donde la certeza
ha desaparecido (166-167).
“El aljibe” está construido mediante un narrador en tercera persona, por lo que “La verdad
de los hechos es aquí un efecto de la narración” (171). De esta manera, se nos narra un
provincia de Corrientes en Argentina, donde las acciones son llevadas a cabo por una
familia donde la madre, la abuela y Mariela sienten miedo, en contraste con el padre y
la visita a la casa de doña Irene. Cuando la familia vuelve a Buenos Aires regresan también
de ese otro mundo correntino donde son aceptados los acontecimientos mágicos. Sin
embargo, existe un cambio irrefutable, que pone de manifiesto la superposición entre los
dos paradigmas: la inversión de las poseedoras de los miedos, Josefina ahora siente un
temor paralizador.
presencia de un “fenómeno [que] necesita considerarse ilegal para que constatemos que las
el interior del texto y [es] constatable[…] por el discurso de distintas instancias textuales”
(XVI). Los personajes son una de estas otras instancias que contribuyen a la construcción
del paradigma de realidad; se pueden advertir las reglas del paradigma A a través de sus
discursos directos.
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De este modo, sabemos que Josefina tras escuchar “el relincho de un caballo o un
burro […] pensó que debía ser el Alma Mula, el espíritu de una muerta que transformado
que “él le besó la cabeza, dijo que eran pavadas y a la tarde lo había escuchado gritarle a
su madre: «¡Que tu vieja deje de contarle pelotudeces a la nena! ¡No quiero que le llene la
cabeza, ignorante supersticiosa de mierda!»” (Enriquez 59, las cursivas son mías). Así, el
padre asienta que el sistema de reglas del paradigma A no permite acontecimientos del tipo
“sobrenatural” o “supersticioso”.
Empero, es Mariela quien establece de manera rotunda que la idea de que la Señora
sea capaz de hacer algo por Josefina, de ayudarla, es ilegal: “Y yo me acuerdo que la bruja
dijo que podían volver si les pasaba otra vez. A lo mejor podrías ir. Ahora que estás mejor.
Yo sé que es una locura, parezco la abuela con sus boludeces de la provincia, pero a ellas
se les pasó, ¿o no?” (63-64). Existe, entonces, en el relato, una “irreductibilidad de sus
fenómenos a ser aceptados como legales, incluso como excepción, dentro de los marcos de
sino también con la desconfianza e inquietud que provoca en los personajes o narradores”
fantástico” 157-158n6).
Por otro lado, pero en consonancia con la constatación de elementos ilegales en “El
aljibe”, en el plano del discurso, el mismo narrador cuenta que “Años después, [Josefina]
sentada frente a uno de sus tantos psicólogos, había tratado de explicarse y racionalizar
cada miedo: a lo mejor le había escuchado contar esas historias a la abuela porque eran
parte de la mitología correntina” (Enriquez 59-60, las cursivas son mías). Entonces, esas
Muerte, los poderes de La Señora, Añá, el Alma Mula, etcétera, son parte de esa mitología,
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de ese conjunto de narraciones maravillosas, ajenas del tiempo histórico o de esa historia
hace que mucho de lo que se cuenta sea poco confiable porque no hay que olvidar que lo
CONCLUSIÓN
porque nunca remodela del todo, aunque pareciera estar muy cerca, el paradigma de
realidad A; así como por la existencia de diversos elementos en el relato que revelan
ilegalidades, que indican una transgresión o “un escándalo racional, en tanto en cuanto no
hay sustitución de un orden por otro, sino superposición. De aquí nace la connotación de
las certezas del lector [implícito u otra instancia narrativa]” (Campra 159-160).
REFERENCIAS
editado por Jaime Alazraki y David Roas, Arco/Libros, 2001, pp. 153–91.
Enriquez, Mariana. “El aljibe”. Los peligros de fumar en la cama, Primera edición,
https://dle.rae.es.
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Morales, Ana María. “Credibilidad, percepción y reacción: los vaivenes de lo maravilloso
---. “De lo fantástico en México”. México fantástico: antología del relato fantástico
mexicano; El primer siglo, 1. ed, Oro de la noche [u.a.], 2008, pp. VII–XLII.
Ronnberg, Ami, et al. El libro de los símbolos: reflexiones sobre las imágenes