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FÁBULA “ABEJAS Y ABEJORROS” (Autor: Jean de La Fontaine)

El bello y tranquilo Pueblo de las Abejas no estaba lejos de la siempre ruidosa y


alborotada Aldea de los Abejorros.

Una mañana de primavera, a mitad de camino, un abejorro encontró un panal y quiso


apropiárselo. Sin embargo, unas abejas que andaban por allí libando néctar lo vieron y
pusieron el grito en el cielo:

--- ¡Esa miel es producto de nuestro esfuerzo, trabajo y dedicación, no la toques!

Pero el abejorro, mucho más grande y fuerte, y se rio y llamó a sus hermanos, que
dijeron reconocer el panal como propio.

Hubo zumbidos de protesta por ambos lados, incluso alguna que otra escaramuza,
hasta que, al fin, habló la abeja Prudencia:

--- ¡Por favor, calma, calma, abejas y abejorros! Las cosas se arreglan de otra manera, aquí se
precisa un juez que dictamine quién tiene la razón.

--- ¡Bien! ¡Que triunfe la justicia! ---, aplaudieron unos y otros con entusiasmo.

Fueron entonces a ver a una avispa jueza, famosa por sus decisiones siempre justas.

--- Mmmm …. Este es un caso sumamente difícil y controvertido. Tendré que interrogar a
muchos testigos ---, dijo la avispa jueza después de haberlos escuchado.

Y procedió a citar al mosquito, el grillo, la libélula ….

Los testigos declararon que, durante mucho tiempo, habían visto junto al panal a unos
animalitos con alas, muy zumbones, que parecían ser abejas. Esto no convenció a la jueza, que
meditó diciendo lo siguiente:

--- Los abejorros también son zumbones, así que podrían haber sido ellos.

Entre otros, también fueron interrogados el moscardón y la mariposa, pero todos


dijeron más o menos lo mismo.

Pasó el tiempo y la avispa jueza no decidía quién tenía la razón.

--- No podemos seguir así. Su Señoría tarda tanto en su decisión que la miel se va a estropear
toda. Yo le sugiero que, para terminar de una buena vez, nos haga trabajar.

--- ¿Cómo dices? ---, se sorprendió la jueza avispa.

--- Trabajemos a la par, abejas y abejorros, y demostremos de ese modo quiénes son los que
saben hacer esas celdillas tan perfectas, repletas de rica miel.

La jueza estuvo de acuerdo pero los abejorros, incapaces de fabricar un panal,


abandonaron sus pretensiones y se fueron dando un portazo.

En un instante quedó demostrado quiénes eran las dueñas de la miel. Las abejas
zumbaron de contento mientras la jueza señalaba:

--- Por el fruto se conoce el árbol y por la obra al obrero.

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