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Scrooge
Este caso es un triste recordatorio de las cosas sobre las que Don
Germán Dehesa solía escribir en su columna La Gaceta del Ángel.
Sobre las injusticias, corrupción y atropellos que padece nuestro
país en lo político y en lo social.
Desde hace algunos años, La Gaceta del Ángel terminaba con una
pequeña sección titulada: ¿Qué tal durmió? Originalmente una
pregunta formulada al procurador de justicia de la nación para saber
si los asesinatos de las mujeres de Cd. Juárez no le quitaban el
sueño. Con el tiempo, la pregunta se dirigió a diferentes personajes
e instituciones. Una de las columnas de La Gaceta se titulaba: “Los
Miserables” alusión a la pobreza extrema de muchos mexicanos en
contraste con las gratificaciones navideñas excesivas (y obscenas)
que reciben los diputados y senadores (los Miserables) quienes
aprueban ellos mismos los montos de dinero que reciben. ¿Qué tal
Durmió? Llegó al número 1873 en la última columna, en el número
mil, el autor escribió un artículo de “aniversario”. Transcribo
algunas partes:
“Hoy es el aniversario. Hoy cumplimos mil llamados a la impávida justicia mexicana. Nadie responde,
nadie contesta, nadie hace nada. La justicia duerme. Esto ha ocurrido mil veces.
En mil ocasiones hemos podido comprobar que a los señores que supuestamente administran la
justicia, les valemos madre. Mil veces.
Mil veces me ofenden los que me dicen que ya le pare, que parezco un loco y que nunca nadie me
escuchará. Me tienen, nos tienen que escuchar. Sin un fundamento ético, un país no tiene por qué o
para qué existir…”
“Mil veces denunciamos la complicidad y la omisión de todas aquellas “autoridades” que tendrían que
haber esclarecido las muertes de las mujeres en Ciudad Juárez…”
“Con todo, el misterio de las muertas ahí sigue y su injusta muerte y la justicia que no han recibido
infaman a todos aquellos que podrían, si hubieran querido, hacer algo. Nada hicieron…”
“Mil veces me he referido al ladrón ARTURO MONTIEL ROJAS. A él le bastó explicar que sus hijos
eran muy inteligentes (falso) y que él había juntado algo de dinero fabricando “cocinas Quetzal”.
“Este pobre diablo…, pretendía ser presidente de México. En su pre-campaña gastó una millonada
cuyo origen nadie averiguó y tiene tal cantidad de bienes, que con su libertad ofende a la decencia y a
la ley. Sus gatos, Navarrete Prida que hoy usufructúa un premio de consolación que le dio este ratero y
Enrique Peña Nieto, que actúa como si fuera gobernador, se han encargado de cubrirle las espaldas
y de crear una tupida muralla de expedientes que pongan a la rata MONTIEL al resguardo de cualquier
intento de hacer justicia…”
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“Creo que no les he contado que estoy enfermo, seriamente enfermo. Tengo cáncer, pero hasta ahora la
enfermedad no me ha producido ningún dolor insoportable. Trato de vivir sobre las puntitas de los
pies, pues en mis delirios, imagino que si casi no hago ruido, la enfermedad no se va a percatar de mi
presencia y me permita colarme a la vida que es a donde me gusta estar…”
“…Me molesta casi tanto como a ustedes, este tipo de artículos donde tengo que ponerle luto a mis
palabras y no sacarlas a pasear para que se asoleen, que es lo que a mí más me gusta; pero
dibodobadito, tarde o temprano los médicos logran llevarte a sus terrenos y ahí es la de no te entumas
y no le saques, manito. Por esas latitudes transito yo en la actualidad…”
“…Me entusiasma saber que, gracias al talento de sus madres, mis hijos son gente de bien, con buena
orientación en la vida y totalmente a la guapachosa altura de su herencia veracruzana. Todos son
estudiosos, trabajadores y con magnífica inteligencia que, donde primero y mejor se muestra es en el
buen humor que los cuatro manifiestan, caiga quien caiga…”
“…. Ya sé cómo se las gastan los lectores de por aquí y no me sorprendería que, a la vuelta de unos días,
me tope con gente que diga que, el mero día del Bicentenario me voy a suicidar en el Zócalo gritando
leperadas en contra de un Gobierno y de un sistema que premia cada vez más a la idiotez y no suele ser
justo con la inteligencia.
No, yo no voy a hacer nada de eso para celebrar o denostar a este sistema del que, por lo demás soy
miembro activo y no quiero jamás dar la impresión de que me doy de baja. Lo que sin duda ocurrirá es
que el sistema me dé de baja a mí, pero ése ya es otro cantar.”
Me conmueven sus palabras, y al mismo tiempo celebro su nítida
inteligencia “…que, donde primero y mejor se muestra es en el buen humor… caiga quien
caiga…”
Puede sonar un poco sublevante, sobre todo cuando el humor (el buen
humor) arremete contra costumbres tan arraigadas como son las
celebraciones navideñas.
“A mí me gusta la navidad, ¿Hay algún problema con eso?” Escribió
una estimada contertulia en una comunidad de la red.
Desde luego que no –Pensé yo – y me vinieron a la memoria algunas
frases de Don Germán:
“…porque yo digo que tan respetable es aquél que decide venerar al mamuco de Santaclós (que vaya
usté a saber qué hace con los enanos el resto del año), como los que no estamos preparados ni
espiritual ni genéticamente para tanto júbilo, tantos regalos tan feos y tantos focos.”
Gracias Don Germán Dehesa: “al fin que nada nos debe, le debemos
cuánto ha escrito.”
Por último y como dice Don Steve Jobs, One more thing:
La soledad de Scrooge
Durante varios años, tuve cada semana una tarde privilegiada. Jueves o viernes, a las 5 de la tarde,
suspendía mis labores y me dirigía a los rumbos de Perisur a platicar con Jaime Sabines. Como
ninguno de los dos se sentía culto o iluminado o consagrado, la conversación era humana y múltiple.
Podíamos hablar de la Biblia, del béisbol o de Neruda.
Principalmente hablábamos de mujeres y éstas no tenían que ser Sor Juana o Simone de Beauvoir.
Para nada. Hablábamos de mujeres mujeres, de ésas que están al alcance de una caricia, de un deseo,
de una aventura y de algún ulterior poema. Jaime decía: en la gramática de la especie humana, la
mujer es el sustantivo y los hombres apenas somos adjetivos. Tal afirmación me parecía desmesurada,
pero la vida me ha enseñado que es esencialmente cierta. Todavía diré algo peor: cada día es más
cierta. En el día con día, lo normal es que me encuentre a muchas mujeres que, por decisión y
voluntad, son nombres propios y a muchos hombres que, por pequeñez y fatuidad, son petulantes
adjetivos que, en el fondo, lo único que buscan es un sustantivo para adherirse y adquirir significado.
Ahí tienen el triste destino de esa audaz iniciativa que me llevó a fundar la institución no lucrativa
llamada "El Club de Scrooge". Muchas instituciones se han creado con alguna noble finalidad, pero
pocas han resultado tan poco entendidas, tan vituperadas y tan perseguidas por la gazmoñería social
como ésta. No niego que probablemente existan algunas personas que en verdad y de corazón
disfruten la Navidad tal como hoy se celebra en México desde el 2 de diciembre hasta el 7 de enero. No
pasarán de mil 500 seres que o tienen el cerebro extraviado, o son dueños de un centro comercial o de
una tienda de abarrotes que vende bacalao y pavos Parson’s. El resto de los meshicas ponen cara de
que les gusta, pero en verdad son mártires de los romeritos y del vino blanco radioactivo (cosecha
Chernobyl) que "está de oferta".
Inflamado de amor y compasión por la doliente y tenochca humanidad emprendí la cruzada en contra
de las reiteradas y atroces ceremonias que nos obligan a sonreír cuando nos regalan una bolsita de
pleistocénicas nuececitas garapiñadas y nos impelen a abrazar a unas señoras bigotonas con cuerpo de
Rotoplás. Además, están los grinches niños. Díganme si miento: toda fiesta navideña se realiza en una
sala que tiene al centro una inmensa mesa de forma rectangular. Los convidados y los gorrones se
apeñuscan alrededor. En los bordes de la mesa se van colocando vasos con las más diversas bebidas
embriagantes. Irrumpe un niño y su grinche madre dice de inmediato: saluda, mijito. El moconete de
labios pegostiosos recorre todo el perímetro de la mesa repartiendo atroces pisotones y besos
repugnantes. Lo más bello es que se refugie en tu regazo y te pegue la grinche paleta en la corbata
recién adquirida. Sale el niño y entra una morsa que es tía política de alguien y trae su capa de conejo
tipo mink. La megamorsa también le da la vuelta a la mesa y tira todos los vasos con la conejera que
porta. Grinche vieja. Y todavía falta el tío Ramón que asegura que jamás se ha emborrachado. Se toma
10 ponches, 6 cubas, abundante vino blanco y se va de bruces sobre el arbolito y ya rodeado de focos,
aterriza en el nacimiento y destruye Belén con furia palestina. A todo esto le llaman: Noche de Paz,
Noche de Amor.
De todo esto quise (y querré) salvar a las etnias mexicanas. Nadie me comprende. Las señoras me
miran con odio. Los de EsMas.com me hacen un grinche retrato y los hombres, ¡los hombres! se me
acercan y me dicen en voz baja: yo por mí estaría en El Club de Scrooge, pero no me deja mi señora. Se
confirma la teoría de Sabines: los hombres son unos temblorosos adjetivos. En su soledad, Scrooge no
se rinde…
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Saludos,
checov