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“¿Puedo escuchar y bailar música secular?”.

Esta es una pregunta común entre los creyentes. Dependiendo de


cómo la respondamos, algunos nos dirán “¡legalistas!” y otros
nos llamarán “¡mundanos!”.

Sin duda, este es un tema donde diferentes creyentes piadosos


llegan a diferentes conclusiones. Esto apunta a que se trata de un
asunto de conciencia en donde podemos estar en desacuerdo.
Solemos crear dogmas y establecer normas sobre asuntos en
donde la Biblia no habla claramente, cuando en realidad hay
espacio para que los cristianos puedan tener diferentes prácticas
en tales asuntos mientras glorifican a Dios.

¿Tu conciencia está informada por la


Palabra?
Si alguien me pregunta cual es el texto más necesario al hablar
sobre la música secular, pero que a la vez es el menos usado, mi
respuesta sería Romanos 14:22-23:

“La fe que tú tienes, tenla conforme a tu propia convicción


delante de Dios. Dichoso el que no se condena a sí mismo en lo
que aprueba. Pero el que duda, si come se condena, porque no lo
hace por fe. Todo lo que no procede de fe, es pecado”.

En versículos anteriores, el apóstol Pablo viene explicando que


todo creyente rendirá cuentas a Dios por sus decisiones, y que
no debemos pasar juicio sobre las decisiones de los demás (Ro.
14:10). Por tanto, los versículos 22-23 en su contexto bíblico
nos enseñan que cada creyente debe escudriñar la Escritura y
tomar decisiones partiendo de una conciencia informada por la
Palabra de Dios, entendiendo que rendirá cuentas a Él por todo.

En general, escuchar o bailar música secular entra en esta


categoría de decisiones de conciencia. Por supuesto, hay
circunstancias donde bailar no es apropiado. Existen tipos de
baile que son lascivos y licenciosos. También hay letras
inapropiadas para un creyente. Sin embargo, el hecho de que
existen bailes y música de naturaleza pecaminosa no significa
que debemos rechazar por completo estos medios de arte y
expresión. Por ejemplo, hay muchas canciones con letras donde
se resaltan aspectos de gracia común, como el amor a una madre
o el compromiso con una esposa. De igual forma, hay bailes que
pueden honrar a Dios en circunstancias y lugares adecuados.

Cuida a tu hermano en la fe
Otro texto a tener presente es 1 Corintios 7:12: “Todas las cosas
me son lícitas, pero no todas son de provecho. Todas las cosas
me son lícitas, pero yo no me dejaré dominar por ninguna”. Que
algo no sea pecaminoso no significa que es sabio que lo
hagamos. Debemos tener cuidado al considerar escuchar música
con letras no bíblicas o participar de un baile, en especial cuando
hay otros creyentes a nuestro alrededor.

Siempre debemos considerar cómo la práctica de nuestra


libertad cristiana afecta la conciencia del “creyente débil” que
nos mira. Por “creyente débil” me refiero a alguien que, cuando
observa la libertad que otro práctica, puede ser afectado
negativamente y llevado incluso a una vida que lo separa de la fe
en el Señor (ver Ro. 14:1-23; 1 Co. 8:7-13).
Quizá piensas en bailar con tu hija en una boda a la que fueron
invitados. Tu conciencia te dicta estar tranquilo, pues entiendes
que esto honra a Dios. Sin embargo, primero debes considerar el
efecto que tu baile pueda generar en el débil. En este caso, el
creyente débil podría ser tu hija con quien quieres bailar u otro
asistente a la boda. Si tu baile lleva a esta persona a pensar que
tiene permiso para bailar en cualquier circunstancia,
dirigiéndose entonces a una vida de pecado y desenfreno, lo
mejor es que mueras a tu libertad.

Lo mismo aplica al escuchar música con letras no cristianas. Si


alguien en tu entorno es de conciencia débil y te mira practicar
tu libertad cristiana, para él luego usar esa libertad de forma
pecaminosa, de nuevo lo mejor es que mueras a tu libertad.

¿Vives para Cristo?


No debemos enfocarnos en buscar las cosas sobre las que
tenemos libertad cristiana para después entregarnos a ellas.
Recuerda que Pablo dice: “no me dejaré dominar por ninguna”.
El evangelio de la gracia no nos lleva a querer saber qué cosas
podemos hacer sin meternos en problemas, sino a morir a uno
mismo cada día y vivir para Cristo (Mr. 8:34-35; Tit. 2:11-14).

Por lo tanto, no seamos legalistas al imponer cargas que la


Biblia no impone, pero tampoco nos entreguemos a las
libertades al punto que nos dejemos dominar por ellas.  

El evangelio debe estar presente en toda nuestra vida para


ayudarnos a morir a nosotros cuando tengamos que hacerlo. Por
amor a otros entregamos nuestras libertades, así como Cristo se
dio por nosotros. Seamos sabios para caminar en estos asuntos
de conciencia porque, a fin de cuentas, no vivimos para nosotros
mismos sino para el Señor (Ro. 14:7-9).

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