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El siguiente material es una traducción realizada por


fans para fans.

Beautiful Coincidence no recibe compensación


económica alguna por este contenido. nuestra única
gratificación es el dar a conocer el libro, a la autora y
que cada vez más personas puedan perderse en este
maravilloso mundo de la lectura.

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Si el material que difundimos sin costo alguno está
disponible a tu alcance en alguna librería, te
invitamos a adquirirlo.
Cecy Robson Capítulo 15
Sinopsis Capítulo 16
Capítulo 1 Capítulo 17
Capítulo 2 Capítulo 18
Capítulo 3 Capítulo 19
Capítulo 4 Capítulo 20
Capítulo 5 Capítulo 21
Capítulo 6 Capítulo 22
Capítulo 7 Capítulo 23
3
Capítulo 8 Capítulo 24
Capítulo 9 Capítulo 25
Capítulo 10 Capítulo 26
Capítulo 11 Capítulo 27
Capítulo 12 Capítulo 28
Capítulo 13 Epílogo
Capítulo 14 Once Kissed
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C
ecy Robson es la autora New Adult de Once Perfect, Once Loved y
Once Pure y la galardonada autora de la serie de fantasía
romántica urbana Weird Girls. Una autoproclamada profesional de
la siesta, Cecy cuenta entre sus talentos un conocimiento asombroso de
trivia inútil, la habilidad de darle volumen a su cabello y un don para
comenzar a cantar, a pesar de las vehementes protestas de su familia.
Escritora a tiempo completo, enfermera registrada, esposa y madre
viviendo en el Gran Noroeste, Cecy disfruta pasar tiempo con su familia y
silenciar a los personajes charlatanes en su cabeza contando sus
historias.
E
lla lleva las cicatrices del pasado. Él se culpa a sí mismo por cosas
que no puede controlar. Sus defensas están altas, pero en la última
novela de la serie “Shattered Past” de Cecy Robson —perfecta para
los fanáticos de Monica Murphy y J. Lynn—, el amor verdadero da un
duro golpe.

Sofia Tres Santos recuerda un tiempo antes de que su vida se volviera


agria, antes de que su inocencia le fuera arrancada, antes de que
empezara a castigarse con comportamientos arriesgados y hombres
indignos. Ahora, a los veinte, solo espera estar lista para volver a
construir algo de lo que perdió. De una manera u otra, siempre vuelve a
su amigo de la infancia y enamorado de siempre, Killian O’Brien.
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Por muy fuerte que sea Killian, Sofia siempre ha sido su única debilidad.
Sabe que Sofia ha sufrido y quiere asegurarse de que nunca sea herida de
nuevo… no como antes, y definitivamente no bajo su cuidado. Cuando
Sofia accede a trabajar en su gimnasio de artes marciales mixtas, Killian
aprovecha la oportunidad para ayudar y proteger a la dulce niña por la
que siempre se ha preocupado. Y aun así, mientras entrena a Sofia para
defenderse usando sus duras técnicas de MMA, es atraído por la
vulnerable belleza en maneras que nunca se esperó.

A medida que Sofia se vuelve más fuerte, también se vuelve lo


suficientemente valiente para abrirse al amor. Y a lo largo del camino,
desafía todo lo que Killian cree que es verdad, mostrándole que sin
importar lo mucho que domine en el ring, la verdadera batalla se pelea
en el corazón.

Shattered Past #3
E
l constante aporreo de puños contra la pera de boxeo continuaba
como si los golpes de cuerpos y maldiciones no estuvieran
rebotando en cada pared del gimnasio de MMA. Cada golpe, cada
estallido, prometía dolor y exigía respeto. Intenté no reaccionar ante cada
golpe fuerte, o encogerme por los cuerpos enormes goteando sudor, pero
era difícil. Caos controlado era la mejor manera de describir la escena
desentrañándose ante mí. Y nadie lo hacía mejor que Killian O’Brien.

Metí mis dedos en el bolso de computadora colgado en mi hombro,


fingiendo estar buscando a tientas las carpetas metidas contra mi
computadora portátil, mientras observaba completamente a Killian detrás
de la seguridad de mis gafas de sol.
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Su amplia y musculosa espalda estaba hacia mí, pero eso estaba bien. Me
gustaba la forma en que su tatuaje de cruz celta se arrastraba hacia
arriba por la longitud de su columna vertebral y se extendía por sus
omóplatos. Me gustaba la forma en que su ondulado cabello negro le
hacía cosquillas en la base de su cráneo. Me gustaba la forma… está bien,
¿a quién estaba engañando? Me gustaba todo de él. Lo hacía desde que
tenía siete, cuando él y su gran familia católica se mudaron a la casa de
la hilera frente a la nuestra.

Killian no me había notado. Estaba ocupado pateando lo que quedaba de


un pesado saco, mostrándoles a los jóvenes luchadores de MMA cómo se
hacía. Con un metro noventa y cinco, y luchando en el rango de
superpesados, Killian no debería haber sido tan flexible. Pero lo era.
Querido Señor, sí que lo era.

Su pie rozaba la parte superior del saco con cada golpe brutal, causando
que la cadena que lo sostenía sonara y se agitara con duras sacudidas.
Killian era más reconocido por sus patadas. Si le daba en el rostro con su
pie a su oponente, el pobre tipo estaba acabado, y también lo que
quedaba del resto de su rostro.
—¡Oye, Sofia!

Salté cuando el O’Brien más joven se acercó.

—Ah. Hola, Finn.

El hoyuelo en su mejilla derecha se profundizó cuando sonrió. Hizo un


gesto hacia el bolso de de nylon de mi computadora.

—¿Estás lista para trabajar?

—Oh, sí. Lista para empezar. —Palmeé el bolso como una total perdedora,
luego dejé caer mi mano a un costado de manera bastante torpe. En un
intento por recuperar un poco de gracia, deslicé mis lentes de sol encima
de mi cabeza, empujando los mechones de mi largo cabello rizado con
mucho cuerpo detrás de mis orejas.

La sonrisa de Finn se ensanchó. Probablemente, sentía mi nerviosismo. Su


sonrisa dentuda lo hacía parecer más joven que de diecinueve años, pero
era lo suficientemente dulce para calmar la tensión que había causado
mi primer día. Me gustaba Finn, siempre lo había hecho. Era más
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pequeño que sus hermanos, pero igual de duro, trabajando su camino
para subir en los rangos de MMA como peso welter.

Golpeó sus manos enguantadas, llenas de energía como de costumbre.


Dios, al parecer, había tirado todo el músculo O’Brien en la pesada
complexión de Killian. Dios era divertido en ese sentido. Eso no
significaba que Finn no derribaría a un tipo del doble de su tamaño. Finn
era divertido de esa manera.

Rascó la parte superior de su rizado cabello pelirrojo.

—¿Killian sabe que estás aquí?

—Ah, no, pero está bien. Puedo dirigirme a su oficina y comenzar con su
sitio web…

—Kill, ¡Kill! —Finn acunó su boca con sus manos, gritando muy fuerte—.
¡Tu mujer está aquí! —Su atención se dirigió a mi mortificado rostro—.
Eres su mujer, ¿cierto, Sofia?

—Ah…

La cabeza de Killian se sacudió en nuestra dirección, junto con la


mayoría de los monstruos entrenando. No estaba segura de si podía ver
cuán rojo estaba mi rostro desde donde estaba parado, pero la sonrisa
fácil extendiéndose por sus fuertes rasgos me decía que sí. Abandonó lo
que quedaba del saco pesado y cruzó el suelo acolchado mientras el resto
de los luchadores reanudaban sus peleas.

Me congelé, observándolo merodear para avanzar, como la bestia loca


que era, con sus brazos musculosos y densamente tatuados
balanceándose holgadamente contra sus costados. No le llevaría mucho
tiempo llegar hasta nosotros, a pesar de la gran extensión del almacén
convertido, así que intenté hablar rápido.

—No soy su mujer, Finn.

—¿Así que solo están follando?

—¡No!

—Pero quieres hacerlo.

—¿Querer qué?

8 —Follar a mi hermano como un par de címbalos —dijo, como si yo fuera


la estúpida.

—Sí… no. —Oh, cielos.

—¿Por qué no?

—¡Finn!

—Es un buen chico.

—Finn, no voy a tener esta conversación contigo.

—¿Quieres tenerla con Kill, en cambio?

—¿Tener qué conmigo? —La profunda voz de Killian retumbó como un


trueno mientras se detenía frente a mí.

Querido. Señor.

Había pasado un par de semanas desde que lo había visto por última vez.
Oscura barba incipiente rozaba su barbilla, formando una pequeña
perilla y enfatizando los ángulos de su mandíbula cuadrada. Pero su
rostro no retuvo mi atención durante mucho tiempo. Mi mirada bajó por
su cuerpo, apreciando su piel clara reluciente por sudor… antes de que
recordara que mis gafas de sol ahora estaban en la parte superior de mi
cabeza y estaba mirándolo descaradamente.

—¿Te gusta lo que ves? —preguntó juguetonamente.

—Yo… —El impulso de huir me hizo cambiar mi peso, lo suficientemente


fuerte para golpear el borde de mi larga falda blanca contra mis piernas
desnudas. Pero me quedé quieta, tratando de no desmayarme por su
ardiente nivel de chico malo y trabajando para formar una respuesta
decente—. Solo estaba admirando tu sudor.

Qué respuesta tan decente. Dejó de sonreír.

—¿Mi sudor?

Le di un puñetazo en el brazo, porque sí, yo era así de patética.

—Totalmente. Debiste haber tenido un buen entrenamiento, ¿eh, patea


traseros?

Finn hizo una mueca como si le doliera verme fallar. Yo era buena con las
9 computadoras. No podía decir lo mismo acerca de los hombres. Si el
destino del mundo dependiera de que tuviera una interacción exitosa con
la especie masculina sin tartamudear, sonrojarme o retroceder, el mundo
terminaría y todos moriríamos de alguna asquerosa muerte apocalíptica.

Killian me analizó de cerca como muchos lo harían con un bicho que


estuvieran debatiendo aplastar, antes de que su pecho se sacudiera de
risa. Dios, esta es Sofia. Por favor, golpéame hasta morir.

Killian cerró la distancia entre nosotros, las yemas de los dedos de su


gran mano extendiéndose para hacer cosquillas a mi barbilla.

—Recién estaba empezando. Es agradable tener a una chica bonita que


aprecie mis esfuerzos.

Su toque electrificó mi cuerpo, enviando sacudidas lo suficientemente


agudas para poner de punta los extremos de mis mullidos rizos. Sonrió
suavemente mientras continuaba mirándome, su mirada soldada
fijamente en la mía a medida que su mano se retiraba de mi piel.

Hay momentos en la vida de una chica en los cuales abrumarse de


felicidad es necesario, y profundamente justificado. Este era uno de ellos.
Mordí mi labio inferior, intentando suprimir mi profundo sonrojo e
ignorar el movimiento de puños que hizo Finn con sus manos y los muy
aprobadores pulgares arriba que le siguieron.

Hice un gesto en dirección a la oficina de Killian, incapaz de soportar la


intensidad en esos ojos azules que detenían el corazón.

—¿Quieres que comencemos?

—Mucho. —Me guiñó—. Pero ahora, quizás deberías comenzar con mi


sitio web.

Presionó su mano contra la parte baja de mi espalda cuando todo lo que


hice fue quedarme allí de pie con mi mandíbula abierta, y me condujo
hacia adelante. Independientemente de su enorme fuerza, su toque era
suave. Debería haberle temido a pesar de que estaba teniendo mucho
cuidado conmigo. Era grande y poderoso, y podía derribar a alguien tan
débil y delgada como yo. Pero no le temía a Killian.

Solo temía lo que podía descubrir de mí.

Quería que mantuviera su palma contra mí. El gesto me aseguraba que


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quizás le gustaba. Que pensaba que era bonita. Que querría conocerme
como algo más que la chica con la que había crecido.

Casi gruñí cuando dejó caer su mano. Si fuera alguien más fuerte y más
segura, habría extendido la mano para tocarlo o quizás le hubiera
destellado una sonrisa. Pero no era una de esas chicas coquetas que
siempre parecían decir las cosas correctas. Era simplemente yo.

Nos movimos a lo largo del borde del gimnasio hacia su oficina. El suelo
no estaba acolchado aquí, así que los tacones de mis sandalias plateadas
resonaban contra el suelo de concreto. Ajusté la fina correa de mi top
floreado cuando la correa del bolso de mi computadora portátil la tiró
hacia debajo de mi hombro.

—Ven, déjame llevarte eso. —Killian levantó el bolso, aliviando la carga de


su peso de mi cuerpo—. Te ves hermosa —añadió tranquilamente.

Bajé mis pestañas, apartando mi mirada. Había querido lucir bien para él
y esperado que lo notara. Así que cuando lo hizo, sí, puede que me haya
agitado por dentro. Pero solo un poco, lo juro.

—Gracias. —Las comisuras de sus labios se levantaron en una sonrisa


sexy. Está bien, mentí. Quizás me agité mucho.
—¿Cómo estaba el tráfico en Philly?

—¿Ah? Oh, bien. Me fui temprano por si acaso, pero estuvo bien. Me estaré
quedando con mi madre, así puedo simplemente caminar hasta aquí y no
tendré que preocuparme por eso.

—¿Te vas a quedar en el viejo barrio?

Asentí.

—Sí. Estaré allí hasta que termine aquí. Hace más fácil el trasladarme,
¿sabes?

—Bien. Te quiero más cerca.

Me detuve en seco ante su comentario justo cuando llegamos a su


pequeña oficina ubicada en el centro del gimnasio. Grandes ventanas
encerraban la fachada, dándome la vista de dos hombres luchando en el
octágono mientras otros varios esperaban su turno en el ring de MMA.
Los juramentos, golpes, todos parecían derramarse en el espacio con
forma de caja.
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Mis dedos se deslizaron sobre el gran escritorio castaño.

—Esto es lindo.

Resopló y colocó mi bolso encima de este.

—Demasiado lindo. No encaja en la maldita habitación.

Una hiedra encaramada encima de un archivador a juego era lo único


presente de color alegre. Saqué mi computadora portátil y la encendí
mientras terminaba de examinar el área, la diseñadora de interiores
dentro de mí trabajando en formas de acicalar el pequeño espacio.

Antes de que pudiera hacer algunas sugerencias, Finn entró corriendo.

—Kill, el escritor de esa revista de MMA está aquí para hacer tu entrevista.

—Estaré allí enseguida. —Me sonrió—. Tengo que ocuparme de eso. ¿Vas a
estar bien aquí sola?

Asentí.

—Estaré bien.

Sonrió y acarició mi barbilla.


—Te veré en un rato.

Salió por la puerta. Lo observé, incapaz de borrar la estúpida sonrisa de


mi rostro. Me senté en el escritorio, todavía abrumada de felicidad
mientras comenzaba a trabajar.

Una voz profunda resonó en la habitación desde el otro lado del


gimnasio.

—Uf. Échale un vistazo a esa fina mujer entrando al espacio de Kill.

—Oh, mierda —dijo otro chico—. ¿Sabes quién es?

Miré brevemente hacia el grupo de hombres esperando su turno para


combatir. El más pequeño de los tres miró en mi dirección.

—Sí. ¿No es esa Sofia Tres Santos? ¿La hermanita de Mateo?

Examiné la carpeta que había montado para Killian, tratando de


ignorarlos. Mi hermano tenía una reputación. Todos en el sur y oeste de
Philly lo conocían.
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El tipo que había preguntado quién era yo se estaba riendo.

—Quizás, pero eso no es lo que quise decir. —Mi tecleo se redujo hasta
detenerse mientras una familiar sensación de temor se arrastraba por mi
espalda—. Por lo que oí, follará cualquier cosa que tenga un pulso.

El velcro se desgarró mientras uno de los luchadores se ajustaba sus


guantes.

—Mierda, no. —Rio entre dientes—. Bueno, oigan, tengo un pulso.

Mi estómago se revolvió y el sudor se acumuló debajo de mis brazos.

—¿Estás seguro? —preguntó el tipo que conocía a Mateo—. Siempre pensé


que era toda tímida… ya saben, ¿cuál es la palabra? Pura. Inocente.

—Vete a la mierda. Mi prima Kenny dice que finge ser toda dulce, pero es
todo un acto. Un puñado de hermanos se ha aprovechado de ello…

Cerré la puerta de la oficina de golpe y me incliné contra ella, mi


respiración demasiado rápida y mi corazón a segundos de explotar. La
habitación se volvió nebulosa mientras mis ojos se inundaban de
lágrimas. Apreté mi mano sobre mi boca, deseando que todo lo que había
dicho no fuera cierto. No era tan dulce, no era tan pura… ya no. Cualquier
inocencia a la que me hubiera aferrado había sido robada de mí el día en
que fui violada.

13
M
e tomó mucho tiempo calmarme, y un tiempo aún más largo
para que mi cuerpo dejara de temblar. Mis primeros instintos
fueron huir y esconderme, como había hecho toda mi vida. Pero
no podía escapar. Salir de la oficina significaba enfrentarme a los
hombres que estaban allí, y, lo peor de todo, explicarle a Killian por qué
me fui tan abruptamente. Así que recurrí a cerrar las persianas y
esconderme.

Los viejos hábitos tardan en morir.

Extendí mis notas, tratando de concentrarme. Le había prometido a


Killian que reconstruiría su sitio web y crearía un programa que lo
14 ayudaría a administrar sus cuentas. Si él podía poseer y dirigir un
gimnasio con solo veintitrés años, yo, de casi veintiún años, podría
mantenerme cuerda lo suficiente como para ayudarlo a tener éxito.

¿Cierto?

Mis manos pasaban por mis notas, moviendo algunas a la derecha, otras
a la izquierda. Pensé que las tenía en orden. Pensé…

Gemí, frustrada. Todo lo que logré hacer fue esparcirlas a través del
escritorio. No había lógica, no había forma de seguir mi plan ahora que
había estropeado todo.

Mi mente luchó a través de la reestructuración de las maquetas que


había creado. Tenía preguntas para Killian, ¿no había tenido preguntas?
Pero mientras miraba el desorden de palabras, imágenes y símbolos,
nada parecía tener sentido.

Crucé los brazos e incliné la cabeza. Dios, por favor, dame fuerzas.

Cuando había aceptado ayudar a Killian, mi descanso de verano no


parecía tiempo suficiente para conocer al hombre que conocí cuando era
un niño. Ahora, después de lo que fue dicho, y lo que había oído, parecía
demasiado tiempo.
Pero lo prometiste, insistió la parte de mí que pretendía ser valiente. Sí. Lo
hice. Pero eso fue antes de darme cuenta de que había gente allí que
conocía mis secretos y la vergüenza que venía con estos.

Los comentarios desagradables me empujaron, picoteando mi piel. Traté


de empujarlos lejos; eran estúpidos, crueles y egoístas. Lo sabía. Pero sus
palabras todavía me agarraban como manos, sosteniéndome y
dominándome una vez más. Bajé la mirada, sintiendo que la terrible
sensación de desamparo regresaba.

Estaba tan cansada de tener miedo… y ser débil. ¿Cuándo terminaría?

Mi cabeza se alzó cuando oí a alguien acercarse.

El pomo de la puerta giró y Killian intervino. Hizo una pausa, su sonrisa


desvaneciéndose y sus cejas arrugándose. Cerró la puerta detrás de él
mientras me apresuraba a agarrar mis notas en un intento de parecer
ocupada.

Colocó sus grandes palmas contra el escritorio.


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—¿Qué sucede?

Me senté y recogí un bolígrafo, evitando su mirada.

—Es ruidoso allá afuera —me las arreglé decir.

Miró hacia atrás, aunque la puerta seguía cerrada. Sombras de


preocupación oscurecieron sus facciones cuando volvió su rostro hacia el
mío. No me creyó. ¿Por qué lo haría? No se necesitaba un genio para ver
que tenía miedo.

Mi agarre se apretó en el bolígrafo.

—Tal vez debería trabajar desde casa. Si hablamos un poco ahora, puedo
hacer la mayor parte del trabajo en casa de mi madre.

—¿Qué pasó?

El tono duro de Killian me hizo encontrarme con su mirada. En su mayor


parte, Killian era bastante relajado, pero rabia permanecía justo debajo
de la superficie. Era por eso que estaba casi invicto en su categoría de
peso. Sabía cuándo soltarla.
Furia se movió detrás de sus profundos iris azules. Sabía que no le
costaría mucho abrir la cerradura que enjaulaba su ira. Si sospechaba
que alguien me había tratado mal, habría problemas serios, resultando
en malas consecuencias para mí.

—No creo que debería estar aquí —le dije sinceramente, odiando mi voz
por cómo se estremeció.

Killian se puso tenso.

—Sofía…

—Fue un error —solté—. No estoy lista.

El enfoque de Killian se estrechó en mi rostro. Estaba tratando de


entender mi repentino cambio. Saberlo me asustaba demasiado.

Me puse de pie, luego me senté y volví a levantarme. Mis palabras no


tenían sentido, pero eran las únicas que podía formar entonces. El miedo
me paralizaba constantemente, haciendo difícil que funcionara. Esa fue la
razón por la que me había vuelto hacia las computadoras para empezar y
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me convertí en tal adepta. Era solo yo y una máquina incapaz de
juzgarme o herirme. Si una tarea o función no funcionaba, empezaba de
nuevo hasta que lo entendía bien. Nunca tenía que preocuparme de lo
que podría pasarme cuando me sentaba frente al teclado. Nunca tenía
que temer por quien pudiera estirarse y agarrarme. Nunca tenía que
temer que derramara mis secretos más oscuros. Podía escapar a mi
trabajo, sabiendo que no podía ser herida.

La vida no tenía ese lujo.

—No debería haberme comportado tan fuerte —dijo Killian.

Me enderecé, mis labios separándose ligeramente.

—¿Qué?

Inclinó la cabeza, soltando un fuerte suspiro.

—Cuando te invité a venir aquí, y estuviste de acuerdo, pensé que tal vez
estabas de acuerdo con más… no debería haber asumido eso. Lo siento.

Mi agarre se aflojó de mi bolígrafo hasta que cayó de mi agarre sobre el


escritorio. Oh, no. Por favor, no lo hagas.
—Debería saber que es mejor no presionar. Solo pensé que no volvería a
ocurrir —añadió rápidamente—. Juro que no lo haré. Pero por favor no te
vayas. Hablé en serio cuando dije que te necesitaba.

Él quería más. Y ahora yo había arruinado las cosas.

Me froté los ojos, frustrada.

Cuando Killian tomó posesión del gimnasio el otoño pasado, sus gastos
fueron enormes y su beneficio mínimo. Le había construido el sitio más
básico para atraer negocios y lo ayudé con la promoción. Philly se hizo
cargo. Cuando salió la noticia de que era un chico local —con cinco años
de peleas profesionales de MMA bajo su cinturón y capacitando
aprendices—, el negocio explotó y también lo hizo el caos. Necesitaba un
sitio mejor, un mejor programa de contabilidad, y una mejor
organización.

—Te necesito, Sofía —repitió—. No puedo confiar en nadie más con mis
cuentas e información personal. ¿Te quedarás y me ayudarás?

17 Me necesitaba. Dejé caer mis manos y levanté mi barbilla.

—Está bien.

—¿Sí? —Teniendo en cuenta que había cambiado de parecer dos veces en


el lapso de una hora, realmente no podía culparlo por dudar de mí o de
mi cordura.

—Sí, te ayudaré —le prometí. Recorrí los papeles por la mesa


repetidamente, tratando de ofrecer más explicaciones. Pero allí estaba
otra vez, incapaz de darle sentido a lo que estaba justo delante de mí.

Podía sentir la mirada de Killian en mí. Originalmente, no se suponía que


comenzara hasta finales de julio. Pero cuando me llamó unos días atrás y
me dio los detalles, supe que no podía esperar.

Siguió observándome en silencio. Finalmente, me detuve y levanté la


barbilla.

—Lo siento, Killian. No quiero ser tan… —“Patética” fue la primera palabra
que me vino a la mente. Pero afortunadamente no lo dije en voz alta.

—No tienes que arrepentirte de nada.

Pero estaba equivocado.


Hice un gesto a la puerta, incapaz de mantener mis ojos en los suyos.

—Lo que pasa es que necesito privacidad. Es difícil concentrarse con el


ruido.

Killian se hizo hacia atrás y cruzó sus brazos abultados, exponiendo los
tatuajes religiosos que lo coloreaban. Había algo desconcertante en que el
Arcángel Miguel me mirara fijamente. Por otro lado, él conocía bien mis
pecados.

—Las puertas deben permanecer abiertas, al igual que las persianas —


dijo Killian.

Un grupo de voces masculinas se reía a cierta distancia. ¿Eran los


mismos tipos? Hice un gesto hacia la puerta de nuevo, mi mano
empezando a temblar.

—N-no puedo concentrarme. No había tanto ruido la última vez.

No estaba segura de lo que captaba Killian en mi expresión, pero lo que


fuera estaba profundizado en su voz.
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—Te compraré unos tapones.

—No será suficiente —añadí en voz baja.

Me observó un instante. Hombre, era como si pudiera ver directamente en


mis pensamientos.

—Escucha, Sofía, la mayoría de mis chicos entrenando son decentes. Pero


algunos no. Quiero asegurarme de que estés a salvo. No puedo hacer eso
si no puedo verte.

—¿Qué pasa si bloqueo…?

—No. —Su tono era firme—. Tengo que saber que estás a salvo en todo
momento.

Me quedé helada. ¿Cómo iba a hacer esto? Pero no podía retractarme de


mis palabras de nuevo. Mi atención volvió a mis notas. Lentamente, me
bajé de nuevo a la silla y miré la primera lista de mi agenda.

—Está bien… Tengo que repasar algunas cosas contigo para que pueda
terminar de diseñar tu programa. Es casi lo mismo que construí para el
negocio de Teo, pero quiero ajustarlo a tus necesidades.
Tiró de una de las sillas frente a su escritorio y se sentó, inclinándose
hacia atrás para frotar su fina barba de chivo.

—¿Qué quieres saber?

La tensión entre nosotros disminuyó lentamente, mientras más


información reunía. Mi mente se aferró a sus necesidades y formó un
plan rápidamente. Escribía febrilmente, trabajando rápido.

—¿Qué hay del sitio web? —preguntó cuando el silencio se alargó entre
nosotros—. ¿No debería ir primero?

Levanté la mirada de la máquina.

—Eso no me tomará mucho tiempo. Solo dime lo que quieres y cómo lo


quieres y lo haremos.

Sus cejas levantadas me dijeron que debería haber expresado las cosas
de manera diferente.

—Um —dije como una idiota. Para darle tiempo a mi rostro para
19 recuperar su tono aceitunado normal, abrí las maquetas que había
iniciado y giré mi computadora portátil—. Fui a los sitios que te gustaron
y creé este.

Las maquetas tenían los colores que había preferido: rojo oscuro, negro y
carbón en patrones alternos. Las cabeceras eran diferentes tomas de él.
Algunos fueron tomadas de las peleas reales que había encontrado en la
web, otros eran de él entrenando

—¿De dónde sacaste estas?

Señaló las de él combatiendo y entrenando en el gimnasio.

—Oh. Las tomé el otoño pasado cuando construí tu sitio. Utilicé la cámara
digital que me regaló mi tío Lino.

Parecía sorprendido.

—Vi la cámara alrededor de tu cuello, pero pensé que solo estabas


haciendo tomas del gimnasio.

No admití que fueron todas de él porque, sí, nadie más había retenido mi
atención. Me aclaré la garganta.
—No puedo usar los que encontré en línea, ya que no las poseo. Solo son
para darte una idea. Pero si te gustan estas…

—No hay “si”. Sofía, estas son jodidamente buenas… mejor de lo que
esperaba. ¿Puedes volver a las primeras? —Inspeccionó cada una de
estas mientras pasaba—. ¿Podemos hacer un combo, en diferentes
páginas, o todas tienen que ser iguales?

Su emoción hizo que la mía surgiera.

—No, puedo hacer lo que quieras. Elige tu página de inicio y luego


agregaremos las otras que te gusten a tu programa de clases, tu biografía
o lo que creas que tu sitio necesite.

—Genial. —Sus ojos se encontraron con los míos de nuevo. No me di


cuenta de que estaba sonriendo hasta que sentí que disminuyó cuando su
expresión se puso triste—. Lo siento mucho. Por presionarte.

Pero no lo había hecho. Eso no significaba que yo pudiera decirle.

Me concentré en esa boca que había esperado que finalmente me besaría.


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—También lo siento —dije suavemente.
Pasé el resto de la semana con mis auriculares en su lugar y la cabeza
hacia abajo. El mismo grupo de hombres seguía mirándome y
susurrando sobre mí. Ahora su número había crecido.

Las únicas personas con las que hablaba eran Killian y su familia, pero
incluso eso era en pequeñas cantidades. Mi objetivo era hacer el trabajo y
rápido. Me convertí en una máquina, escribiendo rápido, pensando más
rápido. Era mejor que preguntarse qué se decía de mí.

Killian asomó la cabeza en la oficina una tarde.

—Uno de los muchachos va a correr por café. ¿Quieres un latte o como


mierda se llame?
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Sonreí. Killian solo conocía un tipo de café: negro. Y él ni siquiera bebía
eso.

—No, estoy bien.

—¿Qué tal el almuerzo? —Me dio un encogimiento de hombros cuando


levanté las cejas—. Te ordené un filete de Geno’s en caso de que tuvieras
hambre. Debería estar aquí pronto.

¿Un filete con queso de Geno’s? Yum asesino1.

—Me encantaría uno. Gracias.

—Les dije que nada de pimientos —Sonrió—. Nunca te gustaron los


pimientos, ¿verdad?

Lo recordaba.

—No. No en los filetes —Alcancé mi dinero—. Déjame darte algunos


billetes.

—No lo hagas. Lo tengo.

1
Killer yum: En el original, es una broma, pero el sentido se pierde en la traducción.
Lo observé salir a tiempo para escuchar a su hermana, Erin, mejor
conocida como Wren, entrar en el gimnasio. No la había visto desde el
invierno, pero oí su acento de Philly fuerte y claro.

—Oye, Kill. ¿Pediste patatas fritas con queso? Estoy hambrienta.

—¡Recién llegaste! —gritó Kill desde el frente.

—Eso no quiere decir que no esté hambrienta.

Ella entró, tirando su bolsa de gimnasio en la silla vacía delante de mí.

—Oye, Sofe. ¿Cómo te va, chica?

—Estoy bien. ¿Tú?

—De mierda. Creo que estoy por tener mi período. —Sus dos trenzas
colgaban como gruesa cuerda negra contra sus pechos. Rebuscó en su
bolsa y se puso de pie con un resoplido cuando no encontró lo que
buscaba—. Oye, ¿tienes algún tampón contigo?

Recogí mi bolsa del suelo.


22
—No estoy segura, déjame mirar.

—Gracias. Esta mierda femenina jode, ¿sabes? Pero supongo que si todo
es parte de mí estrujando unos cuantos cachorros un día, vale la pena,
¿verdad?

—Mmm. —No pude silenciar mi sonrisa. Me gustó Wren. Aunque


“delicada” y “femenina” serían las últimas palabras que usaría para
describirla, siempre había sido buena a pesar de su personalidad de chica
dura. Siendo la única chica en una casa de seis chicos, odiaba el rosa,
odiaba las muñecas y odiaba el brillo del labio. Las únicas cosas que le
gustaban eran los autos y patear traseros. Me preguntaba si se daba
cuenta de lo impresionante que era. El tráfico se detenía cuando
caminaba por la calle, pero nunca parecía darse cuenta. Wren era
simplemente Wren. Era una de sus muchas cualidades que la hacían tan
entrañable.

Le pasé lo que tenía.

—Gracias, Sofe. —Sacudió la barbilla—. Así que Finn me dice que lo estás
haciendo con Kill.
Creo que mi mandíbula se cayó cerca de mis pies.

—N-no. No lo estoy, lo juro.

Se encogió de hombros y metió el tampón en la correa de su sujetador


deportivo.

—No hay nada de qué avergonzarse. Es un buen chico, como tú, ¿sabes?

Ayúdame, Jesús.

—¿C-cómo va todo en el concesionario?

—Oh, es increíble. Vendí más F-150 la semana pasada que esos tarados
con los que trabajo.

—¿Sí?

—Totalmente. ¿Buscas ruedas nuevas? Puedo conseguirte un trato dulce.


Todos los modelos del año pasado van a salir a la venta en dos semanas.
—Levantó dos dedos para enfatizar—. Dos. El tiempo corre, Sofe.

23 —Ah, no. No puedo permitirme eso ahora, pero gracias.

—Está bien. —Me señaló—. Si cambias de opinión, me lo dices. Cuido a los


del antiguo barrio.

—Gracias.

Wren inclinó la cabeza mientras contemplaba el vestido floral que


llevaba puesto. Ella llevaba pantalones cortos ajustados y diminutos que
mostraban sus abdominales y piernas largas y musculosas. La única piel
que yo tenía expuesta estaba en mis brazos, rostro y tobillos.

—Te ves muy bien, Sofi. Demasiado bien. ¿Segura que no estás follando a
mí hermano?

Enterré mi rostro en mi mano.

—Sí. Estoy segura.

—Porque Finn dijo, y concedo que Finnie tiende a exagerar la verdad, que
Kill estaba todo, como, interesado en ti. Por otra parte, lo ha estado desde
antes de que tuviera vello púbico.

Si Wren estaba tratando de ofrecerme un cumplido, no se sentía como


uno.
—No estamos teniendo sexo —le aseguré. Me retorcí cuando ella siguió
observándome—. Entonces, ¿en qué andas?

—Enseñando kickboxing y autodefensa a un grupo de madres que se


quedan en casa. Me enfadó, sin embargo, que una llegó toda grande y
embarazada. Yo estaba como, oye, no puedes venir aquí toda grande y
embarazada. ¿Sabes que esa perra loca con sus horribles hormonas me
acusó de discriminarla?

—¿En serio?

—Totalmente. ¿Y sabes lo que pasó?

Sacudí la cabeza.

—Rompió la fuente. —Wren enganchó un pulgar detrás de ella—. Justo


allí en la estera al lado del octágono. Killian estaba todo enojado y me
hizo limpiarlo, ¿puedes creer esa mierda?

Parpadeé hacia ella.

24 —Ah, no.

—Te lo juro por Dios. Casi vomité haciéndolo, también.

Finn llamó a la puerta.

—Wren. Tu clase está lista. —Frunció el ceño hacia su hombro—. ¿Por qué
diablos tienes un tampón en tu sujetador?

—Creo que estoy recibiendo mi mensualidad.

—Oh.

Tiró el tampón en su bolsa y salió. Con metro setenta, era solo cinco
centímetros más pequeña que Finn. Ambos habían sido los enanos del
clan O'Brien. Ella aplaudió con sus manos mientras un grupo de mujeres
se reunía a lo largo de la pared donde estaban alineadas una fila de
bolsas pesadas.

—Oigan, escuchen, señoras. Todas eran patéticas la última vez. No sean


patéticas. No vale la pena ser patética cuando algún imbécil con un
cuchillo viene detrás de ti…

Un niño de unos seis años salió corriendo de la nada, haciendo círculos


alrededor de Wren. Ella lo agarró por el cuello de su camiseta.
—Oye. ¿Me ves hablando aquí?

El niño asintió.

—¿Me ves enseñando una clase?

Asintió de nuevo.

—Entonces, ¿qué demonios estás haciendo?

El chico parpadeó.

—Tengo TDAH2 —respondió.

—A nadie le importa una mierda, chico. —Ella alzó la mirada—. ¿A quién


pertenece este chico?

Una mujer en un spandex muy implacable arrojó su bolsa contra la pared


y se quitó las zapatillas.

—Lo siento, Wren. Mi madre no podía cuidarlo, así que tuve que traerlo a
clase. Sauron, trae tu culo aquí.
25
El niño reanudó su carrera en círculos alrededor de Wren en cuanto lo
soltó.

—¿Sauron? —preguntó Wren—. ¿En serio nombraste Sauron a tu hijo,


Gloria? ¿Y te preguntas por qué está jodido?

Gloria alzó las manos.

—No me hagas empezar. Fue idea de mi ex. ¡Sauron! ¡Ven aquí antes de
que te quite el iPad!

Wren puso los ojos en blanco.

—Cristo —escupió—. Está bien, señoras, veinte patadas, diez con cada
pierna, vamos. Sauron, también agarra una bolsa.

Sauron se señaló a sí mismo.

—¿Yo?

—Sí. Con un nombre como el que tienes, vas a hacer que te pateen el culo.
Bien podrías aprender a defenderte. ¡Vamos, señoras, vamos!

2
TDAH: Trastorno de Déficit de Atención/Hiperactividad.
Los hombres del octágono dejaron de pelear. Reconocí al joven en
pantalones cortos azules de MMA como uno de los muchos que seguían
diciendo mierda sobre mí. Se colgó sobre el costado mientras Wren
gritaba instrucciones a su clase.

—Maldita sea, eres ruidosa, Wren. Tal vez necesites algo de esto para
mantenerla cerrada. —Se sacudió la parte delantera de sus pantalones
cortos.

Wren lo miró y sonrió.

—No. Estoy demasiado llena de tener algo con tu padre. Por cierto, se
disculpa por haberte dado una polla tan pequeña.

—¡Oh! —gritó la multitud.

Las mujeres se echaron a reír y el resto de los hombres se reunieron. La


risa murió cuando Killian apareció con una bolsa de papel debajo del
brazo. Finn estaba detrás de él, sosteniendo un portador lleno de café.
Tampoco estaba sonriendo.
26
—¡Oye, Jared! —El tono de Killian era bajo, pero letal. El tipo de pantalón
azul se encontró con sus ojos, con la mandíbula apretada—. Le dices
mierda a mi hermana así otra vez, o tiras lo que acabas de hacer delante
de otra mujer, te echaré de aquí sangrando. ¿Me entiendes?

Jared asintió, lentamente. Me di cuenta que estaba enfadado —tanto con


Wren como con Kill por haberlo reprendido—, pero no era lo
suficientemente estúpido como para desafiarlo. Los O'Brien eran
abundantes e incorporaban el término “Fighting Irish”. Te metías con uno,
te metías con la mayor parte de Philly.

Killian se volvió solo cuando Jared lo hizo primero, luego caminó


lentamente hacia mí. La cólera de sus rasgos se suavizó cuando me vio.
Colocó la bolsa de comida delante de mí y levantó una silla.

—Lamento que hayas tenido que ver eso —dijo.

Finn empujó unas diez papas fritas en su boca a la vez.

—Sí. El jodido idiota no tiene clase —dijo con la boca llena de comida. Se
limpió los labios con el dorso de la mano, luego señaló el envase de
cartón empacado a unos centímetros de su vida con papas fritas de
queso—. ¿Quieres un poco, Sofi?
—No, estoy bien—. Sonreí suavemente cuando Finn levantó un recipiente
de té helado y lo colocó delante de mí. Mi sonrisa se ensanchó cuando
Killian me entregó mi sándwich—. Gracias chicos.

Kill se encogió de hombros.

—No hay problema. ¿Quieres repasar cosas mientras comemos?

—Seguro. —Hice espacio para que Killian pudiera darse la vuelta y ver
hasta dónde había llegado. El codo de su brazo abultado estaba lo
suficientemente cerca como para que pudiera sentir los pequeños vellos
rozar mi piel. No me di cuenta de que estaba mirando hasta que me
empujó juguetonamente. Levanté la mirada para captar su sonrisa. Esa
fue la primera demostración de afecto que había intentado desde que
pensó que lo estaba dejando.

Le di la bienvenida como si fuera aire.

—Oye —dije en voz baja.

Inclinó la cabeza.
27
—Oye.

—¿Seguro que no lo están haciendo? —exclamó Finn a través de la boca


llena de comida otra vez. Frunció el ceño ante la mirada de Killian y
sacudió una mano—. ¿Qué? Solo estoy preguntando.

—¿No tienes trabajo que hacer?

—¡Estoy comiendo!

—Come en tu oficina.

—Esa mierda es un armario. Soy un socio aquí. Merezco una oficina como
esta.

Killian se inclinó hacia adelante.

—Cinco por ciento del negocio te gana el cinco por ciento de una oficina.
Querías una más grande, deberías haber sacado más de la herencia en
lugar de comprar ese maldito Mustang.

—Es un auto caliente —señaló Finn—. Tú mismo lo dijiste.

—Un auto caliente que va a ser inútil en las carreteras cuando nieve.
Él puso los ojos en blanco.

—No te preocupes. Tengo un plan.

Killian sacudió la cabeza.

—Siempre lo tienes, ¿verdad, Finnie?

Finn terminó su comida y luego me dejó sola con Killian. Fue entonces
cuando finalmente dejé de sonrojarme. Killian había pasado con
aprobación a través de las páginas que había establecido. Ahora estaba
seleccionando algunas fotos para poner en su sitio web. Volví mi atención
hacia Wren. Ganó sobre ojearlo a él, aunque se había convertido en mi
pasatiempo favorito.

—Frodo. ¡Vuelve en fila! —gritó.

—Se llama Sauron —le recordó su madre, jadeando audiblemente. La


mujer parecía estar a punto de desmayarse. Wren las estaba haciendo
trabajar a todas como sus perras y se reía por hacerlo.

28 —Lo siento, Gloria. Lo confundí con el tipo con los pies peludos, viendo
cómo tu hijo tiene unos pies peludos. —Wren siguió andando, arreglando
posturas y dando instrucciones, todo el tiempo pateándoles el culo y
mostrando cómo se hacía. La chica era un animal—. Más fuerte…
maldición, Laquita. Esto no es ballet. Patea como si quisieras abrir
algunas bolas y derramar semen…

—¡Wren! —gruñó Killian.

—¿Qué?

—¡Estoy a dos segundos de despedir tu culo! ¡Cuida tu lenguaje!

—No puedes despedirme. Soy una socia.

Killian se apretó el puente de su nariz.

—Aquí vamos. —Se puso en pie, su voz profunda resonando—. Pagar la


factura de luz el primer mes no te convierte en socia. Además, te devolví
ese dinero.

—Entonces hazme socia.

—Bien. ¿Cuánto estás poniendo?


—Ponme con cinco.

—¿Cinco mil?

—No, quinientos. No estoy hecho de dinero, Kill… Cristo, Renee. Manos


arriba… ¡arriba! Estírate como si estuvieras exprimiendo las partes de
hombre del Gigante Verde de Jolly. —Ella sonrió abiertamente—. ¿Eso
funciona mejor para ti, Kill?

Killian cayó de nuevo en su asiento, pero continuó fulminándola con la


mirada. Traté de no reírme cuando hablé.

—Déjala en paz. Las mujeres la aman, y si se va, estás atascado


enseñando esa clase por tu cuenta.

La primera mujer cayó, extendida sobre el tapete. La siguiente fue la


mamá de Sauron. El pequeño Sauron corrió alrededor de ambas, con los
brazos extendidos como un avión, haciendo ruidos de motor con su boca.

Killian hizo una mueca.

29 —Tienes razón. Puede decir lo que quiera. —Se inclinó de nuevo hacia
delante y reanudó sus deberes de selección de fotos.

Los músculos se veían por los costados de su camiseta sin mangas. Todo
lo que quería entonces era acariciar la longitud de su espalda y sentirme
cómoda haciéndolo. Pero nunca había tocado a un hombre.

Los jóvenes me habían tocado de maneras que no había disfrutado,


deseado o merecido. No había amor o pretensión alguna en ello en la
forma en que sus manos tomaban mi cuerpo. Simplemente estaban
siguiendo el protocolo de conexión, o haciendo lo que necesitaban para
correrse, independientemente del dolor que causaran.

No fue lo que debería haber sido.

Y definitivamente no era la forma en que había imaginado estar con


Killian.

—Estas son geniales. Las de acción son las mejores. —Golpeó la pantalla—
. Me gustaría más de estas patadas, y tal vez algunas de Finn derribando
a un oponente más grande.

—Lo que quieras. Todavía tengo la cámara de Lino. Pero primero déjame
mostrarte algo. —Hice clic con el ratón hasta que alcancé una toma en
blanco y negro. Killian había golpeado a alguien tan fuerte que el tipo se
había girado, haciéndolo borroso—. Me gustaría mantener ocultos todos
los rostros, excepto los de tu familia. Incluso si firman las extensiones, no
quiero arriesgarme a que te procesen por usar sus imágenes.

Se frotó la mandíbula.

—Te escucho.

Este era el mayor tiempo que habíamos interactuado desde el principio


de la semana. Me gustaba nosotros solos, y quería otra oportunidad.

—Sabes que también tendrás que conseguir algunas de Wren —dijo—.


Está enseñando…

—¿Me acompañarás a casa? —Me encogí cuando me di cuenta de lo


desesperada que sonaba.

Killian inclinó la cabeza.

—¿Qué?
30
Suspiré y bajé mis párpados.

—Quería saber si me acompañarías a casa más tarde… después de cerrar,


quiero decir. Has hecho que Finn lo hiciera, pero estaba esperando…

Me sorprendió sonriendo.

—Sí. Me gustaría eso.


E
l ruido de la ciudad parecía morir a medida que nos acercábamos
al viejo vecindario. Nuestra calle, y las tres más cercanas a esta,
estaban en callejones sin salida y en su mayoría consistían en
familias irlandesas entremezcladas con cubanos y colombianos. Los
autos que pasaban de prisa parecían disminuir mientras más nos
alejábamos de las calles más concurridas, pero las voces de los residentes
crecían, volviéndose más claras y más perceptibles.

Saludamos con la mano a algunas personas mayores sentadas en sus


pórticos viendo la vida pasar. Ahí estaba el Sr. Santiago y el Sr. O’Malley
charlando sobre los Phils y quejándose sobre los Yankees entre sorbos de
Schlitz. La Sra. Bailey barría el frente de su pórtico mientras la señora
31
Medina salía por su ventana, gritándoles a sus nietas que entraran y
dejaran de hablar con esos muchachos cabrones que no andaban en
nada bueno. Solía gritar a sus hijas de la misma manera. Sonreí. Algunas
cosas nunca cambiaban.

Killian tiró de uno de mis largos y oscuros rizos, supongo que para
recordarme que todavía estaba conmigo.

—Lety en Inglaterra con ese tipo gracioso… ¿cómo se llama, Brody?

Sujeté mis manos delante de mí.

—Sí, por una semana ahora. Ya se está quejando de la comida.

—Qué, ¿no hay plátanos ahí?

Habiendo crecido entre tantos latinos, Killian pronunciaba la palabra


perfectamente.

—Nop. No hay plátanos, ni tortillas, ni siquiera puede hacer arroz


amarillo.

—Está muy jodida entonces, ¿eh?

Me reí.
—También Brody. Para alguien que no creció alrededor de la comida
latina, seguro que le encanta.

Killian no se rio. No entendí por qué hasta que divisé a Norman Kessler.
Uno de sus cuidadores lo empujaba en su silla de ruedas. Probablemente
estaban camino de regreso de tomar algo de aire. Baba se derramaba de
la boca abierta de Norman. La dejaba caer, sin saber lo suficiente para
limpiarla. Sus ojos estaban fijos en el cielo, con la mirada vacía. Si su
cerebro todavía formaba pensamientos, no los expresó, y basado en su
condición, probablemente nunca lo haría.

Norman una vez fue un chico normal que vivía a unas cuantas cuadras
de la tienda de la esquina. Una noche fue asaltado por lo que debió ser un
grupo de hombres. Tomaron su dinero y golpearon su cráneo,
convirtiéndolo en lo que permanecía delante de nosotros.

Killian me condujo a través de la calle y fuera de su camino.

—Pobre tipo —murmuré.

32 Killian resopló.

—No hay nada de pobre en él. Por lo que escuché, ese pedazo de mierda
recibió lo que se merecía.

—¿Qué? —No era propio de Killian echar fuego a alguien así.


Especialmente alguien discapacitado.

Miré hacia atrás mientras Norman y su cuidador desaparecían a la


vuelta de la esquina. Cuando regresé mi atención a Killian, su mandíbula
estaba tensa, su expresión ilegible. Algo en él parecía… erróneo. Sin
pensar, estiré mi mano para tocar su brazo.

Mis uñas apenas lo habían rozado cuando cambié de opinión y me retiré.

Observó mi mano mientras caía a mi lado, su sonrisa regresando.

—¿Intentaste tocarme?

—Em, ¿no?

Se rio.

—Oh, ¿sí? Mmm. No sé, Sofia, eso me pareció como tocar para mí.
Este habría sido el momento perfecto para ser ingeniosa y linda. Una vez
más, ingeniosa y linda huyeron y me dejaron en el polvo. Aclaré mi
garganta.

—Si te hubiera tocado, y no estoy diciendo que lo hice… ¿eso habría


estado bien?

Bajó su cabeza, sacudiéndola, con su profunda voz retumbando como una


elaborada tormenta.

—Sofia, he estado esperando mucho tiempo para que me toques.

Mi respiración se atascó en mi pecho, y lo juro, casi tropecé de la


conmoción. Pero por supuesto no sería yo sin retractarme y cerrar mi
boca de golpe.

Pasamos la siguiente cuadra en silencio, y también la siguiente después


de esa. Algunos de los niños del vecindario giraron a nuestro alrededor,
riendo en su apuro por llegar a la bodega. Sabía que era adonde se
dirigían incluso antes de que se apresuraran por los pequeños escalones
33 de ladrillo. Cada niño en el área iba ahí por hielo en el verano. Al igual
que habíamos hecho Killian y yo en nuestra infancia.

Giramos en nuestro viejo vecindario después. La calle pareció tan enorme


una vez. Y todavía yo no decía nada. Killian permanecía cerca,
diligentemente acompañándome a casa como había prometido, algo que
había hecho miles de veces cuando éramos pequeños.

Dios, tenía tantos recuerdos cuando se trataba de él.

Una diferencia de dos años y medio no parecía ser mucho ahora, pero lo
fue entonces. Dos años y medio significaron que él se graduó de la
escuela primaria y secundaria antes que yo. También significaron que él
estaba bien entrado en la secundaria antes de que yo pudiera empezar.

Tal vez eso fue lo que finalmente llevó a una brecha entre nosotros.
Todavía era una niña, y él tuvo que terminar de crecer sin mí.

—¿Crees que esos niños juegan con los autos Matchbox? —preguntó,
interrumpiendo mis pensamientos. Señaló hacia la acera con su
barbilla—. ¿Comen caramelos y sándwiches submarinos en los pórticos
como lo hacíamos nosotros?
Las comisuras de mis labios se alzaron en una sonrisa. Había amado las
dos muñecas que tenía, pero las abandonaba por arrastrarme por la
sucia pasarela peatonal y jugar autos con Killian y sus hermanos.

—Eso espero —digo, imaginándonos de la forma en que fuimos una vez,


yo con mis rizos rebotando, y él con su peludo cabello oscuro que cubría
sus orejas—. Era divertido.

Habló suavemente.

—Sí, lo era. Muchos recuerdos de este viejo lugar.

—Sí. Muchos de ellos.

Debería haber sido más unida a Finn o Wren. Los dos estaban más cerca
de mi edad. Pero siempre fue Killian quién me atrajo. Había empezado
pequeño con un gran corazón. Mientras crecía en su inmensa forma,
estuve complacida de ver que su corazón crecía con él.

Extrañaba los días de jugar autos y compartir cacahuates M&M de


nuestra reserva de Pascua y Halloween. Esos eran los pocos recuerdos de
34
mi infancia a los que me aferraba. Eran las únicas partes que valía la
pena recordar. Las únicas que me hacían genuinamente feliz.

Si robaba una mirada a los profundos ojos azules de Killian, todavía


captaba rastros de ese dulce chico en su calidez, y su travesura en su
chispa. Pero definitivamente era todo un hombre. Un hombre que deseaba
conocer mejor.

Quería decirle que lo había extrañado entonces. Pero no sabía cómo.


Además, parecía una cosa tan estúpida de decir a alguien que estaba
justo delante de mí.

Nos detuvimos frente a mi pórtico.

—Supongo que estamos aquí —dije en voz baja, declarando lo obvio.

—Sí. —Killian echó un vistazo al otro lado para mirar su antigua casa—.
Se ve más pequeña de lo que lo hizo una vez.

—Lo sé. Pienso eso cada vez que vengo.

Todas las luces del pórtico estaban encendidas, excepto dos. Voces salían
de las ventanas abiertas y los televisores resonaban las noticias. Observé
a Killian escanear el viejo vecindario. Las estrechas casas de hileras eran
en su mayoría iguales, consistiendo en fachadas de ladrillo, viejos pisos
de madera, entradas de cemento, y las mismas tres habitaciones en
forma de caja apenas lo suficientemente grandes para contener camas.
La única obvia diferencia que sentía era la falta de miedo en el aire. Se
había elevado el día en que mi padre fue sentenciado a cumplir tres
cadenas perpetuas consecutivas. Él había causado el miedo aquí. Pero ya
no lo haría.

—Escuché que un par de familias se están mudando a mi lado. La mayor


parte de la gente mayor están saltando al barco y dirigiéndose hacia el
sur. —Killian ladeó su cabeza—. ¿Tu mamá está planeando quedarse?

—Sí. Ya no trabaja mucho. Teo ha estado ayudándola y pagando su


alquiler. Quiere comprarle algo pequeño que pueda llamar suyo.

—¿Crees que ella se lo permitirá?

Killian conocía a mi familia lo suficientemente bien para saber la


respuesta, pero le dije de todos modos.

35 —Probablemente no. Mamá nunca ha sido buena con el cambio. Creo que
se quedará tanto tiempo como pueda funcionar independientemente. —Le
sonreí, agradecida de que el incómodo silencio entre nosotros hubiera
pasado—. Tu mamá tomó una buena decisión, mudándose a Florida. Finn
dice que es agradable donde vive.

Killian rio entre dientes.

—La suerte del irlandés es la que la llevó ahí, sabes que siempre la tuvo
de su lado. Me llamó la otra semana para decirme que ganó otro raspa y
gana. No podía jodidamente creerlo.

Levanté mis cejas.

—¿Cuánto ganó esta vez?

—Doce mil.

—Santa…

—Lo sé, ¿verdad?

Esta vez, era yo quien estaba riendo. La madre de Killian tenía el don de
tener dinero aterrizando justo en su regazo. Encontraba veinte dólares en
la calle aquí, cincuenta ahí, y este era al menos el tercer billete de raspa y
gana que había ganado desde que la había conocido. Nada de eso era
suficiente para vivir, pero siempre parecía llegar a ella. El más grande, sin
embargo, llegó a expensas de su infiel marido, el papá de Killian. Murió
en la cama de su novia, pero dejó una cantidad escandalosa de seguro de
vida y su pensión de la Marina a la madre de Killian. La madre de Killian
a su vez vendió el negocio familiar de limpieza en seco y se retiró a
Florida, pero no antes de dar a cada uno de sus siete hijos unos ochenta
mil.

Killian sacudió su cabeza.

—Sabes, nunca he tenido ese tipo de suerte. ¿Recuerdas que una vez gané
cincuenta dólares y perdí el control completamente?

—Oh, recuerdo. Mmm. ¿No tenías catorce años cuando sucedió? —Sonrió,
sabiendo adónde me estaba dirigiendo. Sacudí mi dedo hacia él,
sintiéndome un poco valiente—. Sabes, el acceso al juego a los menores
de edad es ilegal y el juego en sí… tsk, tsk, tsk, Killian, eso es pecado.

—Lo sé. Lo dejaste claro cuando sucedió. —Entrecerró sus ojos—. Por
36
cierto, gracias por delatarme con el padre Flanagan. Apreció la donación
a la iglesia.

—Puedes agradecerme de nuevo cuando te dejen entrar al cielo.

Rio entre dientes, tomando asiento a mi lado cuando me senté en el


pórtico. Puso la maleta de mi computadora portátil a sus pies, cuidando
de inclinarla contra los escalones para que no se volcara.

—Siempre estabas tratando de salvarme, ¿verdad?

Sonreí.

—Sentí que era uno de mis deberes de monja reportarte. Alguien tenía
que asegurarse de que pasarías por delante de San Pedro.

Inclinó su cabeza, riendo.

—Eres la única chica que he conocido que consideraba seriamente


convertirse en monja

—Me pareció una buena idea en ese momento. —Miré mis manos,
recordando cuántas veces rezaba el rosario cuando era pequeña y
asustada, y cómo la sensación de la cruz de plástico barata siempre
lograba traerme consuelo. Pero cuando lo que quedaba de mi inocencia
fue robada, nada parecía reconfortarme más. Suspiré—. Mi fe… es lo que
me ayudó a atravesar partes duras de mi infancia. —Me encogí de
hombros—. Quería retribuirle… ser parte de algo especial y mayor que yo.
Pero ahora sé que no es donde pertenezco.

—¿Y dónde perteneces?

—¿Qué?

—No te has convertido en una Prometida de Cristo, Sofía. Entonces, ¿en


qué crees que te convertirás en su lugar?

—Creo que aún no lo sé. —Jugué con los botones de mi vestido de


verano—. Pero me gustaría saberlo.

A lo lejos, las sirenas de la policía gemían. Los niños corriendo que


habíamos pasado en el camino corrían de nuevo a nuestra calle, cada
uno absorbiendo un sabor diferente de helado. Tres de ellos saltaron los
escalones de la segunda casa a la izquierda. Los otros dos desaparecieron
37 tres casas más debajo de la antigua casa de Killian.

—Esos chicos están fuera tarde —dijo Killian. Se acercó más a mí,
susurrando como si me estuviera diciendo un gran secreto—. Si no
estábamos para el momento en que la luz del porche estaba encendida,
nuestros culos estaban recibiendo una golpiza.

Sonreí.

—No te creo. Tu mamá es una mujer dulce. Siempre lo ha sido.

—Mujer dulce capaz de golpear nuestros traseros como un ninja. —Se


recostó contra los escalones—. ¿Alguna vez te hablé de la época en que
Seamus la llamó perra?

Jadeé.

—¡No!

—Oh, sí. Tenía doce años y trataba de actuar como un adulto. Dijo:
“Maldición, mamá. ¿Por qué eres tan perra?”.

Lo observé de cerca.

—¿Cómo terminó eso?


El pecho de Killian se estremeció de risa.

—Tan bien como podrías pensar. Ella le preguntó: “¿Qué me dijiste?”.


Como un idiota, Seamus lo dijo de nuevo. Ella estuvo muy tranquila
durante unos dos segundos antes de que le rompiera una jodida escoba
en la espalda. Angus y Declan trataron de arrancársela de encima
cuando arrojó los pedazos a un lado y se fue sobre su trasero, el resto de
nosotros corrimos por nuestras vidas.

Me doble, riendo, y Killian también. Nos llevó un tiempo detenernos.


Limpié mis lágrimas con las yemas de mis dedos.

—No me importa lo que digas. Tu mamá todavía es dulce a mis ojos.

—Eso es porque nunca te ha golpeado el culo. Le has gustado desde el


primer momento en que te vio en esas pequeñas colas de caballo que
solías llevar. —Tosió unas cuantas veces y trató de imitar la voz de su
madre y su acento irlandés—. “Killian, ¿jugaste hoy con la encantadora
Sofía? ¿Lo hiciste? ¡Oh, debes haberte divertido, muchacho, jugando con
una niña tan linda!”.
38
Solté una risita. Killian tenía el acento, pero su profunda voz todavía era
demasiado baja para sonar algo cercano a lo femenino.

Killian encontró mi sonrisa, inclinando su cuerpo para poder jugar con


uno de mis largos rizos.

—Mi madre tenía razón en una cosa. Eras una niña bonita. —Su sonrisa
se suavizó ante mi sonrojo—. Pero ninguno de nosotros comprendía en lo
hermosa que te habías convertido.

No me aparté de él, pero no podía mantener su mirada. Bajé las pestañas,


cayendo en silencio. Fue solo cuando me acarició la mejilla con el dedo
que volví a levantar la mirada.

—¿Sabías que fuiste mi primer beso?

Me incorporé un poco.

—No lo sabía.

—Sí, lo fuiste. Era Navidad. Tenías ocho años, yo tenía diez años. —
Sonrió—. Y juro por Dios que me golpeó en el culo.
Mi rostro se calentó y los bordes de mis labios se curvaron. Estaba
dividida entre sonreír y dejar que mi mandíbula cayera.

—Yo… yo… ¿contaste eso? ¿Como tu primer beso?

—¿Por qué no? ¿Estás diciendo que tus labios no tocaron los míos?

Abrí y cerré la boca varias veces, poniéndome nerviosa.

—Quise besar tu mejilla, soy cubana. ¡Nos besamos las mejillas! No sabía
que ibas a voltearte así.

Los hombros de Killian se estremecieron cuando rio.

—Eso es porque no sabía qué diablos estabas haciendo. Cuando me di


cuenta, saliste corriendo y nadie podía alcanzarte

Extendí mis manos.

—No, no, yo…

Por mucho que intentara negarlo, era cierto. Estábamos camino a la


39 iglesia. Mi madre nos hizo detenernos en la casa de Killian para que
pudiéramos dejar la bandeja de paella que había hecho para su familia.
Me dijo en español que besara a todos y les deseara una Feliz Navidad.
Comencé con Killian ya que era mi favorito y a quien nunca podía
esperar a ver.

Me tapé los ojos, recordando. Killian estaba en un traje de Pascua de uno


de sus hermanos. Era de color azul pálido y las mangas eran demasiado
cortas. Lo usaba con una camisa blanca y una corbata roja. Seguía
tirando de su cuello como si lo molestara. Sonreí tímidamente, me puse de
puntillas, y presioné mis labios sobre los suyos cuando se volvió. El
contacto fue breve, pero recuerdo mis párpados y los suyos volando.

Y sí, entonces corrí como el viento.

Me levanté y empujé un pulgar hacia mi puerta cuando él siguió


sonriendo.

—Debería irme. Largo día, ¿sabes?

Killian se puso de pie y pasó una mano por su gruesa cabellera


lentamente, como si estuviera debatiendo qué decir a continuación.
Cuando me miró, mi corazón se detuvo momentáneamente. Una
intensidad que nunca había visto despedía de sus profundos ojos azules.

—Nunca te agradecí por ese beso —dijo—. O por la sonrisa que me diste
por eso. Pero gracias.

Me sentí quedarme muy quieta. Me habría desmayado —sé que lo habría


hecho— si hubiera podido moverme.

Lanzó un pequeño suspiro.

—Sé que prometí que no te presionaría, Sofía. Pero realmente quiero


devolver ese beso. ¿Me dejarás?

—Ah, ¿cómo, ahora?

Él se rio entre dientes.

—Sí, tenía la esperanza.

Mi primer instinto fue huir, como lo había hecho tantos años atrás. Tenía
miedo de lo que pensaría de mí, como lo hacía entonces.
40
Pero era Killian, mi flechazo desde la infancia y uno de los pocos hombres
que alguna vez me mostrara bondad.

Así que no luché.

Y no me acobardé.

Simplemente me dirigí a él, como si fuera exactamente donde pertenecía.

Killian tomó mis manos en las suyas, una a la vez, entrelazando nuestros
dedos mientras me acercaba cuidadosamente. Los pasos que quedaban
entre nosotros eran mínimos y escasos. Me detuve, mis pechos a apenas
centímetros de encontrarse con su cuerpo. Ese conocimiento, y la
proximidad de donde estaba, me congelaron en el lugar.

Nuestros pechos se levantaron y cayeron suavemente, reduciendo los


sonidos de nuestras respiraciones. Mantuvo la cabeza inclinada,
mirándome a través de un grueso velo de pestañas oscuras.

—Eres tan hermosa —susurró.

Su voz me atrajo más cerca hasta que nuestros cuerpos se tocaron.


Pensé que debería dar un paso atrás. Pensé que esto era un error. Pero
entonces Killian se inclinó para encontrarse con mi boca. Y todo pareció
estar bien repentinamente.

Bajé mis párpados a tiempo para que sus labios gruesos y suaves
pasaran por encima de los míos. Apenas me rozó, pero la sensación de él
contra mí animó mi piel.

Me puse de puntillas, invitándolo a más. Sus labios se abrieron y se


cerraron sobre los míos y su lengua la empujó suavemente hasta que lo
dejé entrar. Había esperado dulce, y al principio lo fue, hasta que nuestro
beso se convirtió en algo más.

Las manos de Killian dejaron las mías. Una la envolvió alrededor de mi


cintura, la otra ahuecó mi mandíbula. Mis palmas se deslizaron hacia
arriba, deslizándose sobre los poderosos músculos de su pecho. Gemí,
sintiendo el calor levantándose entre nosotros. Oh… Jesús… ¿Se suponía
que se sintiera tan bien?

Su lengua se movió sobre la mía, revolviendo otro gemido. Esta vez de él.
41
Nuestro beso se profundizó, durando más de lo que podría haber soñado.
Pero cuando finalmente nos separamos, nuestro momento pareció
terminar demasiado pronto.

Nuestros ojos se clavaron mientras sus manos se arrastraban por mi


espina dorsal. Sonrió con dulzura a pesar de su respiración entrecortada
y la mía. No esperaba que me besara de nuevo, pero luego bajó su cuerpo
y se inclinó una vez más.

Mis manos se deslizaron de sus hombros y me alejé.

—Debería irme —dije en voz baja, incapaz de mirarlo.

Killian soltó su agarre. Retrocedí, abrazándome y tratando de aferrarme


al calor que su cuerpo había dado al mío.

—¿Te veré mañana? —preguntó.

Se quedó de pie, esperando que yo respondiera, probablemente


preocupado por haberme asustado o haberme empujado demasiado lejos.
Sus hombros se relajaron ligeramente al ver mi tímida sonrisa.

—Sí. Mañana.
—Bien —dijo en voz baja.

Apartó su atención de mí para alcanzar la maleta de mi computadora.


Mis dedos rozaron sus nudillos brevemente mientras tomaba posesión de
este. Mis acciones me sorprendieron un poco, pero supuse que necesitaba
sentirlo una última vez.

—Gracias —dije.

Continuamos viéndonos, sin decir nada, hasta que ambos nos reímos.

—Nos besamos —dijo.

Empujé hacia atrás uno de mis rizos.

—Lo sé.

—Y ni siquiera era Navidad.

Me reí de nuevo.

—Y no huí.
42
Se frotó la mandíbula, riendo entre dientes.

—Bien. Habría apestado si lo hicieras.

Nuestro humor se desvaneció en el silencio que siguió. Luché sobre si


volver a acercarme cuando él cerró la distancia entre nosotros para
encontrarse con mis labios una vez más.

Este beso fue corto, pero tan sexy como el primero.

—Buenas noches —susurró contra mi boca.

—Buenas noches, Killian —dije… y lo besé de nuevo.

Mi bolso cayó a mis pies cuando lo dejé caer para unir mis dedos
alrededor de su cuello, y sus brazos se curvaron alrededor de mi cintura.

Esta vez cuando nos separamos, levanté mi bolso inmediatamente y


retrocedí, subiendo el pequeño porche cuidadosamente, con mi cabeza
dando vueltas y mi corazón golpeando contra mi caja torácica.

Busqué la llave y abrí la puerta principal. Hice una pausa antes de cruzar
el umbral, sabiendo que Killian esperaría a irse hasta que estuviera a
salvo dentro. Arriesgué una mirada por encima de mi hombro, y luego
arriesgué un poco más.

—Killian, ¿sabes que dijiste que llevas mucho tiempo esperando que te
toque?

Inclinó la cabeza, sus ojos azules brillando contra la luz de mi pórtico.

—¿Sí?

Mi mirada cayó brevemente antes de unirme a él una vez más.

—Solo para que sepas, he estado esperando más tiempo a que me beses.

43
K
illian me acompañó a casa durante la siguiente semana. Cada
noche nuestros besos se hacían más intensos. Anoche mi madre
había encendido y apagado la luz del pórtico, su manera de
decirme que ya era suficiente.

Mis dedos mecanografiaron rápidamente. Estaba tratando de vincular las


cuentas comerciales de Killian con su banco cuando entró en su oficina.
Me tapé el rostro con la mano. No lo había visto desde nuestro “buenas
noches”.

Colocó su silla junto a la mía y ajustó mi computadora portátil para que


pudiera fingir analizar lo que había estado trabajando.
44
—¿Entonces estás castigada?

Gemí cuando empezó a reír.

—Dios, lamento mucho eso.

Podía sentir su silla temblando junto a la mía mientras él reía.

—No sabía qué estaba pasando hasta que la vi fulminándome con la


mirada a través de la ventana. No me puso el mal de ojo cubano,
¿verdad?

Oh, esperaba que no.

—Lo siento —dije de nuevo. Enterré mi rostro más profundamente en mis


manos, mi voz tartamudeando—. Simplemente es tradicional y no cree en
muestras públicas de afecto, y, y…

—Estaba molesta como el infierno por lo que estaba haciendo con su


dulce hija pequeña. —Killian rio más fuerte—. Solía pensar que le gustaba.
Ahora solo estoy esperando que no venga hacia mí con un machete.

Dejé caer mis manos sobre mi regazo.


—Estoy segura de que encontrarás un camino de regreso a sus buenas
gracias. —Hice una mueca cuando sonrió—. De acuerdo, tal vez no.

—Está todo bien. —Me sonrió—. Me alegro de estar en tus buenas gracias.

Mi atención cayó a mi regazo a tiempo para ver su mano enganchar la


mía.

—Killian…

Ajustó la computadora portátil y se inclinó hacia adelante para que


cualquiera que se asomara de la clase de Wren o aquellos esperando su
turno en el octágono pensaran que simplemente estaba trabajando a mi
lado.

—Nadie tiene que saber que estoy sosteniendo tu mano, Sofía. Y nadie
tiene que saber de nosotros, si no quieres. —Su pulgar pasó a lo largo de
mi palma—. Pero me gusta tocarte, y me gusta estar contigo. Así que si
me dejas, me gustaría sentarme contigo aunque sea por un pequeño
momento.
45
Por muy tímida e insegura que estuviera acerca de nosotros, me gustaba
que estuviera a mi lado. Killian representaba la fuerza que siempre había
deseado y era la prueba de que la compasión permanecía en el mundo.

Y sí, tal vez también me gustaba mirarlo.

Se frotó su mandíbula cuadrada, pasando el pulgar y el dedo sobre su


mejilla recién afeitada. Los cabellos pequeños me habían hecho
cosquillas en el cuello anoche cuando arrastró sus labios sobre mi piel
caliente. No le había devuelto su afecto, pero quería hacerlo. En verdad,
había mucho en mi lista de “querer hacerle a Killian”. Solo no estaba
segura de si era lo suficientemente valiente como para intentarlo.

Apreté su mano grande, preguntándome cómo se sentiría tocando otras


partes de mi cuerpo. La forma en que me sostenían sus manos cuando me
besaba, la forma en que se deslizaban por mi espalda y por mi cintura,
me hacían pensar que sabía cómo tocar a una mujer. Dios sabe que había
practicado mucho.

Mi nariz se arrugó mientras recordaba todas aquellas veces que había


visto chicas locales golpeando su puerta, buscándolo. Cómo lo habían
provocado, y cómo habían vestido, haciendo alarde de grandes pechos
que yo nunca logré que me crecieran. Por mucho que no me importara,
parecían saber exactamente qué hacer. Soltaban risitas en todos los
momentos adecuados, se echaban el cabello hacia atrás lo justo, por lo
que, y siempre lograban decir las cosas correctas, habilidades que sin
duda yo nunca había dominado.

En su mayoría, sin embargo, pensé en el día en que Killian había devuelto


sus sonrisas. Ese fue el día que supe que lo había perdido y que lo que
habíamos compartido de niños se había ido. Lloré por nosotros esa noche,
y probablemente por unas noches después. Aun así, mientras seguía
jugando con la mano a mi alcance, me di cuenta de que había llegado mi
oportunidad de recuperar lo que teníamos, y tal vez algo más.

Sus dedos pasaron por los míos.

—¿Qué pasa, niña bonita?

—Nada. —Vamos, Sofia, puedes hacer algo mejor que eso.

Killian inclinó la cabeza.

—¿Estás segura? Pareces molesta.


46
Dilo. Solo dilo.

—Me gustaría prepararte la cena. —Mi cuerpo se calentó cuando sus cejas
gruesas se apretaron—. Has sido realmente genial. Me gustaría cocinar
para ti —me las arreglé. Pensé que moriría en el silencio que siguió—. Soy
una buena cocinera —añadí con bastante patéticamente.

Estaba a punto de arrastrarme bajo el escritorio cuando Killian sonrió.

—Me gustaría eso —dijo en voz baja—. ¿Mi casa?

—¿Qué? —Retrocedí ante mi estúpida respuesta. No era como si no lo


hubiera oído.

Se rio entre dientes.

—¿Quieres cocinar para mí en mi casa?

Mi madre se iba a las Cataratas del Niágara en unos días con su grupo de
la iglesia. Estaba planeando invitar a Killian a nuestra casa. El miedo me
había impedido aceptar citas en los últimos años, y me habían mantenido
lejos de la casa de un hombre. Pero ya era mayor. Y él también. Esto es lo
que hacen las personas adultas, ¿verdad?
—Está bien.

—¿Qué tal el sábado después de cerrar?

Killian cerraba las puertas de su gimnasio a la una de la tarde los


sábados y normalmente se marchaba a las tres de la tarde a más tardar.
Eso me daba tiempo suficiente para cocinar, si hacía las compras
temprano, y hacer una linda cena para él.

—Puedo hacer eso. Solo dime lo que quieres y lo haré para ti.

Finn llamó a la puerta.

—Kill, tu nuevo grupo de aprendices está alineado y esperándote.

—Voy. —Me miró—. Hablaremos más tarde, ¿está bien?

Sonreí, pero eso fue todo lo que logré. Guiñó un ojo antes de ponerse de
pie y seguir a Finn hacia el otro lado del gimnasio cerca de la entrada. El
grupo con el que estaba trabajando había pasado una semana de
pruebas para unirse a esta clase. Cada uno se esforzó por hacerlo
47 profesionalmente. Cada uno había luchado como un animal rabioso por
un lugar. Y cada uno me asustó muchísimo. Eran hombres grandes y
duros que no intimidaban a Killian en lo más mínimo.

—Escuchen —dijo la voz dominante de Killian—. La fuerza se logra a


través de sangre, el sudor y dolor. Si planean quedarse, prepárense para
encontrar esa fuerza.

—¡Sí, señor! —gritó el grupo al unísono.

Killian comenzó su clase con ataques y derribamientos. Pasaron unos


segundos antes de oír que el primer cuerpo golpeaba la alfombra. La
facilidad con la que derribó a alguien fue sorprendente y algo que no
podía soportar ver. Traía demasiados recuerdos, los malos, los que
seguían persiguiéndome…

Me estremecí y tiré de mi computadora portátil más cerca. Estaba casi


terminando de introducir el último de los datos de Killian. Necesitaba
concentrarme, no estar distraída por cosas que no podía cambiar.

Mis manos tocaron la última de las facturas de servicios públicos. Madre


mía, su factura de energía era ridícula. Afortunadamente más y más
dinero estaba viniendo cada mes. Y ahora con el programa que había
construido, tendría un rato más fácil para mantener la pista de todas sus
finanzas, incluso después de que mi tiempo con él terminara.

Hice una pausa cuando pensé en el día en que él ya no me necesitara


aquí. ¿Realmente solo quedaban otros tres meses?

Directamente delante de mí, la voz de Wren se alzaba sobre los sonidos


de los cuerpos estrellándose. Al igual que Killian sabía cómo azotar
cuerpos en forma, también lo sabía ella.

—Veinte flexiones, en el suelo, ¡ahora! —No hubo un colectivo “sí, señor”


esta vez, solo un montón de gemidos de las madres que probablemente
deberían haberse quedado en casa hoy. Los gemidos no iban bien con
Wren—. ¡Serán más fuerte si no las mata! —les gritó—. El sudor solo
significa que lo están haciendo bien.

—¡Esta mierda duele! —se quejó alguien

—Sí, pero el ejercicio es una perra, y yo también.

La voz apagada de Wren me hizo levantar la mirada. Trey, el tipo que


48
había estado mirándome de manera diferente desde que se había
enterado de mi pasado, cerró la puerta detrás de él.

—Oye, Sofia.

Mi mirada se movió de él hacia la puerta mientras se cerraba. La familiar


sensación de miedo me enfrió. Sabía que estaba en problemas.

Incluso antes de que se acercara.

Trey dirigió su camino hacia el escritorio.

—¿Qué has estado haciendo aquí? —Sus dedos enguantados pasaron a lo


largo de mi montón de documentos, deslizándolos fuera de mi apretada
pila.

Me puse de pie, con las rodillas dobladas. Todo lo que tenía que hacer era
gritar. Wren estaba a pocos metros de la puerta. Podía oír su voz gritando
instrucciones a su grupo, y escuché los gruñidos de las mujeres mientras
sus cuerpos dejaban la estera. Eso significaba que ella también podía
oírme.

Trey se rio, acercándose más.


—¿Nada que decir?

Wren me ayudaría. Sabía que lo haría.

Todo lo que tenía que hacer era gritar.

Trey se acercó. Quería decirle que se detuviera, que no quería que


estuviera cerca de mí. Pero el terror se apoderó de mi garganta,
apretándola. Mi pierna chocó contra la silla mientras yo retrocedía y Trey
avanzaba.

Todo lo que tenía que hacer era gritar.

—¿Qué? —preguntó Trey—. ¿No vas a hablar conmigo?

Se estaba acercando. Mi cuerpo temblaba.

¡Tenía que gritar! ¿Por qué no podía gritar?

—¿Tienes miedo? —Me había acorralado ahora. Se rio y me tocó la


mejilla—. No deberías tenerlo. Te va a gustar lo que te haga.

49 Me estremecí por su contacto, mi cuerpo temblando tan violentamente


que chocó contra el suyo mientras el espacio entre nosotros se disolvía.

La puerta se abrió de golpe.

Y Killian estaba allí de repente.

Una brisa me golpeó contra el rostro cuando Killian alzó a Trey y lo


golpeó contra el escritorio por su garganta. La pantalla de mi portátil se
rompió bajo el peso de su espalda. El puño de Trey se disparó en el aire
hacia el rostro de Killian. Pero tan rápido como se balanceó, Killian fue
más rápido.

Killian se agachó bajo él y lo lanzó al gimnasio. Trey se tambaleó hasta


un puesto, con los puños levantándose, su cuerpo tambaleándose. Sabía
que Killian no había terminado con él. Y ahora era él quien estaba en
problemas.

Killian avanzó, cada músculo de su espalda apretado contra su tatuaje de


cruz celta, cada bulto en sus brazos indicando que estaba listo para
actuar.

—¿Jodidamente tocaste a mi chica? —le gritó Killian—. ¡Jodidamente


tocaste a Sofía!
Toda la actividad en el gimnasio se había detenido. Una multitud de
luchadores experimentados se congregaron, al acecho, intercambiando
miradas, preparándose para actuar. La energía subió, superando la
masiva área como una inminente explosión. Más gente iba a luchar. Más
iban a sangrar. Todo el mundo estaba ansioso por una pelea.

Todos menos yo.

De alguna manera, me las arreglé para moverme. Salí por la puerta,


agarrando el marco para evitar caerme, mi corazón palpitando fuera de
control.

Un tipo grande, uno de los amigos de Trey, irrumpió hacia adelante, sus
manos apretando lo suficiente como para tensar las venas que corrían a
lo largo de sus brazos.

—¿Qué carajos, Kill?

Killian le dio una patada muy fuerte en el rostro, el hueso crujió y el gran
hombre cayó sobre dos de los aprendices de Killian. Lo empujaron,
50 acercándose a él.

Otro de los amigos de Trey se adelantó: el que había extendido los


rumores. Finn lo clavó con un golpe de abajo a arriba y lo llevó al suelo.

Un gruñido adolorido siguió a algo grande chocando contra el hormigón


a mi derecha. Wren se paró sobre otro tipo, rebotando en su lugar con las
manos en alto. Sus dientes delanteros fueron empujados y la sangre se
reunió en su boca. No la había visto entrar en la pelea, pero Wren lo
había hecho.

El tipo gruñó cuando lo clavó con una patada en su plexo solar.

—Levántate —se atrevió a decirle—. ¡Ve cuán lejos llega, cobarde!

—¡Golpea su trasero, Wren! —gritó la madre de Sauron.

Cuatro hombres estaban arrancando a Killian de Trey. Sangre salía de la


nariz de Trey y ambos ojos estaban completamente hinchados. Un par de
sus amigos se habían reunido, recogiéndolo a él y a los otros dos del
suelo. El resto de la multitud de más de cincuenta personas se
amontonaron junto a los O'Brien, dejando claro de qué lado estaban.

Killian continuó luchando contra los hombres que lo sostenían.


—Te mataré, ¡jodidamente te mataré si vuelves a acercarte a Sofia otra
vez!

Wren y Finn se juntaron alrededor de su hermano, sus miradas mortales


se unieron a las de otros entrenados en el grupo de Trey. Pero cuando
Wren me vio, sus ojos se abrieron y ella sacudió el hombro de Killian.

—Kill, detente… detente. Sofi te necesita.

La cabeza de Killian se disparó hacia mí. Dejó de pelear y los hombres


que lo sostenían aflojaron su agarre. La atención de Killian volvió a Trey
y a su grupo. Señaló hacia la salida.

—Sal jodidamente de mi gimnasio.

Finn y otros diez hombres dispararon sus miradas hacia el grupo en


retirada. Se asegurarían de que Trey y los que estaban con él se fueran y
no regresaran.

Fui brevemente consciente de que estaba hiperventilando mientras me


deslizaba por el marco de la puerta. Killian se precipitó hacia mí mientras
51
náuseas apretaban mi vientre, doblando mi cuerpo. Se arrodilló junto a
mí, sus manos acercándose a mí, pero parecía tener miedo de tocarme.

Wren no compartió ese miedo. Me jaló hasta mis pies y me arrastró hasta
la oficina. Killian la siguió. La puerta se cerró de golpe cuando Wren me
sentó en la silla más cercana. Me enrosqué en mi cuerpo, mi estómago
balanceándose brutalmente.

Killian dejó caer el contenido de la pequeña papelera de reciclaje en el


suelo y me la sostuvo mientras Wren me recogía el pelo. Traté de frenar
mi respiración, forzar la bilis y trabajar duro para no enfermarme.

El sudor empapó mi nuevo maxi vestido rayado, aferrándolo contra mi


cuerpo. Había intentado lucir linda para Killian, me había esforzado tanto
para ser algo especial. Y allí estaba, perdiendo el control, permitiendo que
el mismo miedo reclamara mi vida y me derribara.

Un sollozo me rompió la garganta. Todo lo que tenía que hacer era gritar.
Solo una vez. Y ni siquiera pude manejar eso.

La voz de Killian era lo suficientemente dura como para aplastar el


granito.
—¿Te lastimó?

Lo mejor que pude hacer fue sacudir la cabeza.

—¿Estás segura?

Asentí, llorando en mis manos.

Oí la puerta abrirse.

—¿Está bien? —preguntó Finn.

—Danos un minuto. —La puerta se cerró—. Tú también, Wren. Ayuda a


Finn a conseguir algo de orden, ¿podrías?

Sentí mi pelo caer contra mis hombros cuando Wren me soltó. La voz de
Finn gritó por encima de los susurros y murmullos que seguían afuera.

—Se acabó, gente. Sofi está bien. Luther, comienza algunos suicidios.
Grupo A, ocho vueltas alrededor del gimnasio, vamos. Dom, te enfrentas a
Shaheem después. Brandon y Miguel, siguen…

52 Me obligué a mirar a tiempo para ver la mano de Wren tocar la perilla.

—Lo s-siento.

Wren sacudió la cabeza.

—No tienes nada de que lamentarte, Sofi. No hay vergüenza en tener


miedo. Todas las mujeres de ahí fuera han tenido miedo… incluso yo —
agregó en voz baja.

Cerró la puerta detrás de ella.

—De acuerdo, señoras. Es hora de patear un poco de traseros. Vamos a


ver esas manos arriba.

—¿Está bien? —preguntó la madre de Sauron.

—Sí. Está bien —respondió Wren.

—Pobre Sofia —dijo alguien más.

Otra voz sonó, su voz suave, pero todavía la oía.

—Sí. La pobre ha pasado por muchas cosas.


“Pobre Sofía”. “Pobre cosa”. No era la primera vez que la gente se había
referido a mí de esa manera. Habían sentido lástima toda mi vida. “Pobre
Sofía, su familia apenas logra salir adelante… Pobre Sofia, su padre la
golpea… Pobre Sofia, algún tipo la violó”.

Odiaba ser percibida como débil e indefensa, sobre todo porque no podía
elevarme y probar que estaban equivocados. Por mucho que quería ser
algo mejor y más fuerte, allí estaba yo, enroscada en una pelota como
siempre, incapaz de pelear, incapaz de siquiera gritar por ayuda.

Si Killian no hubiera entrado…

—Nena —dijo él suavemente.

Éramos solo él y yo entonces. Que Dios me ayude, ni siquiera podía


enfrentarlo. Se merecía a alguien fuerte como él, y como los miembros de
su familia. En su lugar, esperé allí, temblando como una hoja, apenas
capaz de mantenerme erguida.

La vergüenza mantuvo mi cabeza gacha. Trey apenas me había tocado, y


53 fui reducida a este lloriqueante desastre. ¿Cómo podía posiblemente
pensar que estaba lista para Killian? ¿Para cualquier cosa que él pudiera
posiblemente hacer?

Intenté permanecer de pie. Killian me apretó el codo, ayudándome a


mantener el equilibrio cuando casi me caí sobre mi rostro. Sin quererlo,
me encogí ante su contacto.

—Lo siento —dije de nuevo.

—No lo hagas —murmuró él.

Mi computadora portátil estaba en pedazos sobre el escritorio. Mi


pantalla estaba rota y su información personal estaba dispersa, junto con
el contenido de su papelera de reciclaje. Comencé a reunir sus papeles.
Con manos temblorosas, logré construir una pequeña pila antes de que él
hablara.

—Déjame llevarte a casa.

Sacudí la cabeza y recogí otra hoja.

—Sofia… eres un desastre.

Sí. Lo era.
Mi cuerpo tembló en ondas, deteniéndose y empezando y deteniéndose de
nuevo, surgiendo violentamente solo para interrumpirse abruptamente
antes del comienzo de la siguiente ronda. Permanecía aterrada de todo y
de todos.

Incluso de Killian.

¿Qué pensaría de mí ahora? Pensé en irme, irme lejos, donde nadie


supiera lo cobarde que era. Excepto, ¿a quién estaba engañando? Tenía
más miedo de dejar lo familiar; siempre lo había tenido, sin importar lo
malo que fuera. Y por más temerosa que permaneciera, nada me
asustaba más que estar lejos de Killian.

—Tengo que quedarme, ¿está bien? ¿Puedo quedarme? —Tragué con


dificultad—. ¿Por favor?

Al principio, pensé que Killian se negaría y querría distanciarse de mí


tanto como fuera posible. Si fuera así, no podría culparlo. Era como si
hubiera regresado al día en que me retuvieron… y mi ropa interior fue
arrancada de mí… y mi rostro fue empujado en el asiento de cuero del
54
auto de ese joven.

Tampoco pude gritar entonces.

Trey no me había tocado. No realmente. Pero permanecí a su merced. No


costaría mucho que alguien me hiciera daño. Yo lo sabía, y Killian
también.

—Si quieres quedarte, quédate —dijo finalmente—. Pero si cambias de


opinión, te llevaré a casa.

Se apartó de mí entonces y comenzó a empujar abruptamente los


materiales reciclables de nuevo en la papelera. No volvió a hablar hasta
que la oficina estuvo limpia de todo, excepto los restos de mi portátil.

—Te compraré una nueva.

Mis dedos agarraron el USB y lo metí en mi bolso. Gracias a Dios siempre


había sido diligente en salvar mi trabajo.

—No tienes que hacerlo. Era vieja.

—No me importa. Es culpa mía que esté destrozada.

Me levantó la cabeza.
—E-esta no fue tu culpa.

Su dura mirada se encontró con la mía.

—Sí lo fue. Nunca debería haberte dejado sola.

La profundidad de sus palabras me mantuvo en el lugar. Killian no estaba


hablando solo de hoy.

55
K
illian, Finn, y Wren se turnaron para quedarse conmigo en la
oficina de Killian. Apenas dije algo y pasé mi tiempo desmontando
el disco duro para que lo que quedaba de mi computadora portátil
pudiera ser puesto en la basura. Eran cerca de las diez cuando Killian me
llevó a su F-150 azul oscuro.

Abrió la puerta para mí, luego fue al lado del conductor y se puso el
cinturón de seguridad. Hizo una pausa antes de arrancar el motor.

—¿Quieres que te consiga algo de comer? No has comido en todo el día.

No había hecho mucho de nada en todo el día. Mi temblor finalmente


56 había disminuido, aunque no tenía nada que ver con lo que había hecho,
y todo que ver con Killian. Su voz, su atención, su amabilidad… la
presencia de Killian había hecho que todo mejorara.

—No tengo hambre. Pero iré contigo si quieres.

—¿Quieres salir conmigo?

Se dio cuenta de que le había temido, y me mataba. Aunque sabía que


nunca me haría daño, no se podía razonar con mi trauma; en su lugar,
seguía paralizándome incluso cerca de aquellos que tenían mi corazón.

Jugué con la correa del bolso vacío de mi computadora portátil.

—No estoy dispuesta a estar en público, pero no puedo ir a casa así. Mi


madre no está, em, bien. Después de todo lo que le hizo mi padre, no
puede manejar mucho estrés. Sabrá que algo está mal. No puedo hacerle
eso. —Mis últimas palabras salieron temblorosas. El temblor amenazaba
con empezar de nuevo. Tomé algunas respiraciones, recordándome que
con Killian ahí, estaba a salvo. Él no permitiría que me sucediera nada.

Killian me observó durante algunos instantes, su expresión pareciendo


desgarrada. Después de lo que pareció una eternidad, se reclinó con sus
manos en el volante.
—¿Quieres ir a mi casa? Podemos ordenar comida de Pappy’s… está cerca.
Te llevaré a tu casa después. Tal vez tu mamá estará dormida para
entonces.

—Está bien.

No podía estar segura de quién estaba más sorprendido por mi respuesta,


él o yo. Pero no quería ir a casa. Ir a casa significaba estar sin él y no
estaba preparada para eso. Killian ofrecía protección simplemente al
estar cerca.

Sin decir una palabra, encendió el motor. Me sorprendió cuando condujo


solo cinco cortas cuadras y subió una pequeña colina.

—¿Vives en Crum Lynne?

Los bordes de sus labios se curvaron.

—Normalmente troto aquí en la mañana y troto de nuevo cuando te dejo.


Es el único rato libre que tengo para correr un poco. —Señaló alrededor—.
En realidad no necesito esto, pero Wren me hizo un buen trato.
57
Sonreí un poco, con mi estado de ánimo levantándose con la normalidad
de nuestra conversación.

—Apuesto a que sí.

A esta hora de la noche, a Killian le tomó menos de cinco minutos


estacionarse en un pequeño bloque residencial. Casas de ladrillo en fila se
alineaban a ambos lados de la calle, con sus pequeños patios
desbordándose con flores y paisajismo meticulosamente conservado. Un
tramo de césped separaba dos unidades y antiguos robles retoñaban a
cada pocos metros. Esta zona hablaba de familias y barbacoas y fiestas
de barrio. También prometía paz, el tipo de vecindario al que siempre
había esperado que nos mudáramos, pero nunca había tenido dinero
para ello.

—Esta es una bonita zona —dije en voz baja.

—Cada casa tiene tres dormitorios y un baño y medio como las del viejo
vecindario. La diferencia es que aquí son más grandes y tienen un garaje
y un sótano. —Se detuvo en la entrada de la casa del extremo y salió,
luego dio la vuelta y mantuvo la puerta abierta para mí mientras recogía
mis cosas.
Un par de noches atrás, Killian había empezado a agarrar mi mano. No lo
hacía ahora. Pero por mucho que deseaba que lo hiciera, no hice ningún
esfuerzo para tomar su mano. Lo seguí por los escalones y esperé a que
abriera la puerta.

—La mía es un poco diferente del resto —dijo.

No. La suya probablemente era muy diferente.

El olor de placas de yeso, pintura fresca, y madera aserrada recibió a mi


nariz. Las paredes conectando las dos casas originales habían sido
demolidas, dejando solo las vigas de soporte en su lugar y creando una
gran sala familiar abierta. Una gran cocina corría a lo largo de la pared
del fondo, las luces colgantes dándole a los suelos de madera un brillo
sutil.

Miré a la derecha, luego a la izquierda, inspeccionando el área


cuidadosamente.

—¿Tienes dos baños aquí?


58
Killian se quitó sus zapatillas deportivas y caminó descalzo por el suelo.

—No. Uno es lavandería ahora, en el otro agregamos una ducha. Fue un


fastidio hacer el trabajo de las baldosas, pero se ve bien.

Me quité las sandalias y bajé a la hundida sala de estar. Un comedor se


encontraba en el extremo izquierdo entre la sala familiar y la cocina. Por
encima de nosotros, la pared de la escalera también había sido removida
y reemplazada por una nueva barandilla que abría a la luz el piso de
arriba y el de abajo.

—Es un lugar grande —dije—. ¿Seis dormitorios?

Se rio.

—No. Cinco. Fui codicioso y derroché el dinero que gané en mis últimos
tres enfrentamientos e hice un gran dormitorio para mí. Ordenemos algo
de comida primero, luego te mostraré los alrededores.

—Está bien. —Killian se adelantó a la cocina mientras yo continuaba


contemplando la gran habitación. Las vigas de soporte eran una hermosa
madera cuidadosamente manchada para combinar con los pisos. Aunque
todo estaba limpio y la construcción básica terminada, como su oficina
en el gimnasio, solo era un espacio por ahora, un precioso espacio con
mucho potencial, pero nada que reflejara la personalidad de Killian o su
corazón.

—¿Quieres pizza o alitas?

—Lo que quieras. No tengo mucha hambre. —Caminé alrededor. Killian


tenía un sofá color chocolate de microfibra, un sofá de dos plazas, y uno
reclinable. El blanco brillante en las paredes, rodapiés, y moldura del
techo eran lo más alejado de los colores. Si no fuera por los oscuros pisos
de madera, podría haber necesitado lentes de sol para ver.

En el momento en que él cortó, colocó el menú de Pappy’s en la encimera


y caminó hacia mí.

—¿Te gusta?

—Sí. —Me arrodillé para examinar los rodapiés, rocé mis manos sobre las
paredes de yeso, y contemplé la moldura del techo—. Es hermosa. De
mucho carácter.
59
—Mi familia y yo hemos pasado cada fin de semana en este lugar
durante el último año.

—¿Ustedes hicieron todo esto?

Se encogió de hombros.

—No fue difícil. Angus ha estado en la construcción desde que se graduó


de la secundaria, también Seamus. Seamus, sin embargo, se especializa
en carpintería. Algo de la mierda que ha hecho es más arte que otra cosa.
Nos han enseñado al resto una o dos cosas, así que siempre hemos
trabajado en las casas de los otros. —Hizo un guiño—. Lo creas o no,
todavía no nos hemos matado entre nosotros.

—Me encanta —dije sin pensar.

—¿Sí?

Sonreí. De verdad esta vez.

—Sí. Me encanta.

—Me gustaría pintarla ahora que tengo dinero, pero no sé una mierda
sobre qué va con qué.
—Puedo ayudarte, si quieres. —Mis mejillas se calentaban mientras más
tiempo lo miraba—. Empiezo diseño de interiores en Villanova en el otoño.
No estaba segura de sí sabías eso.

—Lo sabía. Solo no estaba seguro si preguntar. —Pasó los dedos por su
cabello—. Parece que tengo que empezar a pagarte más.

Mis cejas se fruncieron.

—No tienes que pagarme. —Crucé mis brazos y caminé alrededor—. No


nos tomará mucho tiempo pintarla. Podría ser divertido, ¿sabes? —Señalé
la chimenea—. Podríamos hacer un acento de color chocolate justo por
encima de la repisa, dejar los rodapiés y moldura del techo blancos,
naranja quemado en las paredes… oh, y cojines naranja quemado. El
plateado podría usarse como un acento también.

—¿Naranja? —preguntó Killian.

No veía el problema.

—Sí.
60
—¿Naranja? —preguntó de nuevo.

—Naranja quemado —aclaré—. Casi color óxido.

—¿Entonces por qué no solo color óxido?

—Quieres animar el espacio, ¿no?

—Ah, claro.

Bajé mi barbilla mientras la duda continuaba extendiéndose por sus


rasgos.

—Juntaré algo para que puedas ver antes de tiempo. Creo que te gustará
una vez que puedas imaginarlo mejor.

—Está bien. Confío en ti —añadió en voz baja. Colocó las manos en sus
caderas—. ¿Quieres echar un vistazo arriba?

Arriba. Donde estaba su dormitorio. Mis pies permanecieron pegados en


su lugar. Se encogió de hombros.

—No tenemos que hacerlo. Podemos esperar aquí a que venga la comida.
Killian confiaba en mí con su información personal y cuentas. Incluso
estaba confiando en mí con pintar las paredes de naranja. También
necesitaba empezar a confiar en él.

—No, subamos.

Sintió mi vacilación y esperó a que me arrepintiera. En su lugar, me moví


lentamente hacia él y coloqué mi mano en la suya. Cuando su mano se
aferró a la mía, solté un suspiro de alivio. Esto era lo correcto, y
probablemente lo que necesitábamos para poner fin a la tensión que
había traído el día.

Killian me condujo a los escalones de madera hacia la derecha.

—Podríamos pintar el vestíbulo y el salón de dorado —ofrecí.

—¿Dorado?

No estaba exactamente cautivándolo con mi elección de colores.

—Ayudaría a distinguirla de la sala de estar.


61
—Sí, ah, lo haría.

No podía estar segura de si la vacilación en el tono de Killian se debía a


mis sugerencias de pintura o porque podía sentir mi nerviosismo
resurgiendo con cada pasado que dábamos.

Cuando soltó mi mano en la parte superior de los escalones, supe que me


estaba dando espacio de nuevo. Quería golpear mi cabeza contra la
barandilla. Un paso adelante, dos monstruosos pasos atrás. Así había sido
toda mi vida.

Killian me llevó de un dormitorio a otro, deteniéndose en el gran baño del


centro. Este, junto con el resto de la casa, estaba tan vacío, y tan blanco.

—Es incluso más grande de lo que pensé —dije.

Sus pasos reducían la velocidad mientras nos acercábamos a su


dormitorio.

—Demasiado grande solo para mí. La sentí como una elección inteligente
en ese momento. Ahora no lo sé.

Al entrar en su dormitorio, mi nerviosismo se calmó. No sabía por qué


hasta que cada olor que era Killian se metió en mi nariz. Olí su loción de
afeitar, la que me volvía salvaje, y el fresco aroma de su jabón irlandés.
También olía el detergente de lavandería de las toallas dobladas en la
cesta cerca de la puerta.

Su dormitorio era enorme. Una puerta se abría a un baño grande a mi


derecha y directamente en frente había un enorme armario con un área
para cambiarse. No había mucho mobiliario en su actual dormitorio, y
aunque era grande y voluminoso, era fácilmente tragado por la gran
extensión de la suite.

Un tocador antiguo y un gran espejo ovalado corrían paralelos a la cama,


a la derecha de una imagen de ventana. Había mesas de noche a cada
lado de la cama, y una gran pantalla plana había sido anclada sobre la
chimenea.

Hierro forjado y madera rodeaban el marco de la cama tamaño king. Un


simple edredón blanco y almohadas blancas habían sido arrojados sobre
el colchón. Me reí. Killian tenía una imaginación limitada cuando se
trataba del color.
62
—¿Estás pensando que necesita naranja? —preguntó suavemente.

Se paró justo detrás de mí, su cálido cuerpo cerca.

—Pensaba que tal vez azul pizarra para las paredes, y tal vez un acabado
níquel para los acentos.

Mi voz tembló más de lo que esperaba, más de lo que debería


considerando cuánto confiaba en él. ¿Qué estaba mal conmigo? Después
de todo, era Killian.

Retrocedió y se sentó en la cama, con los ojos tristes.

—No quiero que tengas miedo, Sofia. Sé que te defraudé hoy. Pero te lo
juro, no volverá a suceder.

Me acerqué más cerca. Se culpaba por lo que había hecho Trey.

—No me decepcionaste. Me protegiste como siempre.

Su mandíbula se tensó.

—No. No como siempre.


Incliné la cabeza, sin estar segura de lo que quería decir. Cuando no dijo
más nada, me obligué a acercarme, deteniéndome justo delante de sus
rodillas. Killian envolvió mis manos con las suyas cuidadosamente, su
rostro encontrándose con el mío. Esta vez, no dejaría que tomara mis
manos. Las levanté para tocar su mandíbula, alisando mis dedos sobre la
barba incipiente mientras sus manos agarraban mis caderas.

Su mirada buscó la mía, esperando que yo hiciera un movimiento. Así


que lo hice, inclinándome hacia sus labios. Mi cuerpo se disolvió en el
suyo, y sin quererlo, caí hacia adelante, aterrizando encima de él. Al
principio mi sorpresa me hizo romper nuestro beso.

Killian debió haber sentido mi vacilación. Así que en vez de tirar de mí


hacia abajo, soltó su agarre y puso sus manos detrás de su cabeza.

—Tu primero—dijo.

—¿Yo?

Asintió, su mirada intensa


63
Por un momento, no me atreví a hacer nada, y consideré lo que estaba
sucediendo. Él me estaba dando el control, y permitiéndome que nos
guiara.

Era exactamente lo que necesitaba.

Mis dedos se alisaron sobre su sien, debatiendo por dónde debería


comenzar. ¿Su boca? ¿Su cuello? ¿Algo más? Casi no podía esperar para
tocarlo, incapaz de resistir a esos iris azules y brillantes y el hombre con
quien confiaba en mi vida.

Me incliné de nuevo y lo besé, mi lengua provocándolo, mis manos


deslizándose por su pecho. Sabía tan bien. Mi temperatura corporal se
elevó mientras rodábamos hacia nuestros lados y nuestros besos se
hacían más necesitados.

La mano de Killian se deslizó hasta mi cintura. Mis párpados revolotearon


cuando dejó mi boca para mordisquear mi cuello, igual que había hecho
la noche anterior.

Un profundo gemido escapó de mis labios cuando llegó a mi lóbulo y


mordió. Ese gemido se intensificó cuando su mano dejó mi espalda para
deslizarse sobre mi pecho. Cuando no protesté, lo hizo de nuevo, y una vez
más, hasta que su mano lo acunó para acariciar y masajear.

Mi cuerpo se tensó, pero me gustó lo que estaba haciendo y quería más.


No podía decirle eso, así que hice todo lo posible para demostrárselo.

Incliné mi cabeza para besar el cuello de Killian, imitando lo que me


había hecho. No estaba segura de que lo estuviera haciendo bien hasta
que se apartó para arrancarse la camisa. Se detuvo, observándome
mientras bebía cada centímetro de músculo esculpido.

—Dime cuándo parar y nos detendremos, ¿está bien?

Asentí. Al menos creo que lo hice. Su respiración era áspera como la mía.
Eso no le impidió atraerme para otro beso. Nuestros labios se estrellaron
contra los del otro, esta vez más frenéticamente, revolviendo el calor que
nos consumía.

Las manos de Killian volvieron inmediatamente a mis pechos. Las puntas


se endurecieron al pellizcarlas a la vez. Gemí, la sensación de su tirón me
64 hizo querer extender mis piernas para él.

Mis muy ruidosas respuestas al contacto de Killian lo volvieron más


atrevido. Deslizó los tirantes de mi vestido hacia abajo, dejando al
descubierto mis pechos y sus rígidos centros. Murmuró una maldición y
pasó sus pulgares sobre estos, haciéndolos sobresalir y crecer tan tensos
que cada parte de mí palpitaba

Dejó caer la cabeza para poner uno en su boca. Me sorprendí cuando sus
dientes mordisquearon y sus labios succionaron. Se quedó inmóvil.

—¿Quieres que me detenga? —masculló contra mi piel.

Gruñí.

—Todavía no. —Oh, por favor, todavía no.

Acerqué su cabeza contra mí cuando su cabeza se sumergió, tratando de


no gritar, pero sus tirones, provocaciones y mordiscos suaves lo hicieron
imposible. Nadie jamás me había hecho sentir esto ni había tomado tanto
cuidado para complacerme.

Y me gustó mucho
Mientras enredaba mis manos en su cabello, pensé que debería hacer
algo, darle algo más, pero no sabía qué. Apenas podía hablar; los
movimientos de su boca se hacían cada vez más intensos, haciéndome
arquear mi espina dorsal.

—¿Quieres que te toque?

Sus manos dejaron de moverse, su voz baja.

—Si quieres.

Está bien… muy bien.

—¿Dónde?

Su cabeza cayó contra mi hombro, su respiración adolorida.

—En cualquier lugar —jadeó—. Donde quieras.

Mis manos dejaron su cabeza, bajando hasta su cintura. Se detuvieron


justo por encima de sus pantalones cortos de MMA, pero los obligué a
bajar, palmeando la protuberancia que se expandía bajo mi toque.
65
Killian se sacudió por la forma en que lo exploraba, retorciéndose bajo
mis manos y levantando sus caderas. Asumí que quería que bajara sus
pantalones cortos. Así que lo hice y… y… santo…

—Inmenso —fue la primera palabra que me vino a la mente y la única


manera que conocía para describirlo. Su piel se tensaba contra su
creciente erección. Me alegré de que estuviera distraído. Habría muerto si
hubiera visto mi reacción.

La sorpresa desapareció cuando Killian continuó jugando. Me levantó, su


lengua girando sobre la punta de un pecho mientras sus dedos jugaban
con el otro. Mis párpados revolotearon. Sabía exactamente qué hacer.
Pero yo estaba perdida.

Hombres me habían tocado. Nunca los había tocado. Ahora que quería,
no sabía por dónde empezar.

Pero quería aprender.

Me aparté, tirando de las correas de mi vestido.

El pecho de Killian se elevó y cayó rápidamente.


—¿Qué sucede?

Mi atención se dirigió a su rostro, volvió a su regazo, luego volvió a subir.

—No sé cómo tocarte. —La admisión hizo que mis mejillas ardieran.

—Está bien. —La voz profunda de Killian se suavizó—. No tienes que


hacerlo. —Levantó sus caderas lentamente y trató de levantar sus
pantalones cortos. El movimiento le hizo arrugar su rostro mientras se
inclinaba. Estaba adolorido. No lo dejaría así.

Le agarré las muñecas antes de que pudiera tirar los pantalones cortos
todo el camino.

—En serio, quiero tocarte. —Me encontré con su rostro entonces—. ¿Me
enseñarás cómo?

Killian aún estaba de piedra. Bajó los ojos brevemente y tragó saliva.

—¿Quieres que te enseñe? —repitió.

—S-sí. ¿Eso está bien?


66
Su respiración se liberó en un estremecimiento.

—Oh… demonios, sí.

Su erección se endureció aún más. Mis labios se separaron cuando me di


cuenta de que lo había encendido simplemente preguntando. Hice una
pausa, tomando un momento para construir mi coraje. Cuando me puse
de pie, los puntos de mis pechos se endurecieron una vez más. Sabía lo
que vendría.

Bajé la mirada y bajé sus pantalones cortos lentamente, dejándolos caer


sobre el suelo de madera. Entonces me uní a él mientras extendía su gran
cuerpo a lo largo de la cama. Envolvió su brazo alrededor de mi espalda,
acurrucándome contra él mientras apoyaba mi cabeza en su hombro.
Tenía una vista completa de todo debajo de su cintura, pero mi cabello y
mi posición mantenían mi rostro oculto.

Eso era exactamente lo que quería. No podía tocarlo si sabía que estaba
observando cada movimiento. Como había dicho, seguía siendo esa chica
que aún necesitaba esconderse.
El cuerpo de Killian tembló cuando lo alcancé. La sedosidad de su piel me
sorprendió; no lo había esperado y dejé que mi mano se deslizara hacia
arriba, recogiéndola. Se sacudió cuando la solté y la dejé golpear contra
su vientre.

—Lo siento.

—Está bien.

Dios, estaba respirando tan fuerte.

—¿Dónde empiezo?

—La base. —Tragó saliva de nuevo—. Luego acaricia hacia arriba y luego
hacia abajo.

Hice lo que me pidió. Arriba, abajo, arriba, abajo, la plenitud de él


excediendo mi agarre.

—¿Así?

—Un poco más duro… —Saltó y me agarró la mano—. No… tan… duro.
67
Intenté otra vez, usando sus gemidos para guiarme.

—¿Mejor?

—Sí. —Gruñó, los tendones de su cuello tensándose.

Se sacudió de nuevo, pero no podía decir por qué.

—¿Te estoy lastimando?

—No. Se siente bien —jadeó—. Pero ayuda si te humedeces las manos.

Lo solté para empujarme sobre mi codo y mover mi lengua a lo largo de


mis dedos, humedeciéndolos lo mejor que pude. No me di cuenta de que
estaba mirando hasta que su cabeza cayó hacia atrás y se cubrió el
rostro con el brazo.

—Oh, Jesús —murmuró.

Sí. Me había visto.

Volví a él, moviéndome más y más, usando sus gemidos y el giro de sus
caderas para guiarme. A primera vista la punta brillaba, mi velocidad
aceleró, ayudando a su liberación. Verlo, saber que lo causé, era tan
excitante, no podía detener que mi cuerpo se agitara de necesidad.

Killian me cubrió la mano con la suya, bajando la velocidad a mis


movimientos, manteniendo mi agarre apacible sobre la sensible y
palpitante cabeza. La forma en que movió mi mano contra él aumentó mi
excitación. Me acerqué a meterlo en mi boca.

En cambio, lo besé. Había querido devolverle algo. Y ahora que sabía lo


que le gustaba, quería seguir adelante.

Killian me rodó sobre la espalda mientras mi mano se mantenía y


continuaba acariciándolo. Pensé que estaba lista para más hasta que
llegó debajo de mi falda y sus dedos buscaron entre mis piernas.

El miedo sobrepasó el creciente placer.

—Killian…

Al oír mi voz temblorosa, se alejó de mí, sentándose rápidamente y


dándome espacio. Su mirada se suavizó mientras me miraba a la cara.
68
Podía ver lo asustada que estaba.

Se retiró de la cama cuando permanecí pegada en el lugar. Con gran


cuidado, me levantó de la cama y se puso de pie. Suspiré. Ahora que no
estaba sobre mi espalda, ahora que ya no era vulnerable, mi reacción
parecía tan estúpida. Y me odiaba por eso.

Las cosas iban tan bien. No había querido estropear nuestra velada ni
arruinar la intimidad entre nosotros.

—Lo siento —susurré, incapaz de enfrentarlo. Miré mis manos. ¿No lo


estaban tocando? ¿Por qué mi estado de ánimo tiene que cambiar tan
rápido?

Sus nudillos rozaron mi mejilla hasta que levanté la mirada.

—No te disculpes por tener miedo. No es nada que puedas evitar. Es la


forma en que te sientes. —Sus hombros cayeron ligeramente—. Solo odio
ser la causa.

—Pero no lo eres.

Se quedó mirando la pared, la culpa nublando sus rasgos.


—Sí lo soy, Sofia.

Lágrimas brotaron en mis ojos.

—Killian, tienes que entender… todo esto es muy nuevo para mí. Lo que
hicimos, cómo nos tocamos y cómo me hizo sentir, son cosas que nunca
antes he experimentado.

Sus cejas se juntaron.

—¿Nadie te ha tocado así antes?

Me limpié los ojos.

—No de una manera que haya dado la bienvenida.

La ira se formó bajo su mirada.

—Cristo, Sofía.

Mi rostro cayó contra su pecho cuando me recogió hacia él. Estuvimos


allí durante un largo rato, Killian sosteniéndome contra su figura
69 desnuda.

—Nunca quiero que hagas nada que no quieras hacer, nena. Tomaremos
las cosas con calma, o nos detendremos por completo. —Sus labios
rozaron mi frente—. Te he esperado tanto tiempo, y seguiré esperando si
tengo que hacerlo.

Forcé las palabras, sabiendo que necesitaban ser dichas.

—No quiero que esperes. —Ladeó su cabeza, inseguro de lo que quería


decir—. Quiero aprender a sentirme bien. Y quiero que me enseñes…
L
e envié un mensaje de texto a mi madre, dejándole saber que no iba
a casa. Cuando la comida de Pappy’s llegó, la comimos, luego
pasamos el resto de la noche en la cama de Killian. Lo toqué de
nuevo, aprendiendo de su cuerpo lo mejor que podía con mis manos. Esta
vez, sin embargo, mantuvo su contacto al mínimo.

Nos quedamos dormidos cerca del amanecer. Desperté con sus brazos a
mi alrededor y alguien golpeando la puerta.

Froté mis ojos mientras sentía que su agarre se deslizaba de mi cintura.


Caminó desnudo por la habitación lentamente hasta la ventana y corrió
las oscuras cortinas. Los músculos de sus amplios hombros se tensaron.
70 Fue un sutil movimiento, pero lo noté de todos modos.

—¿Quién es?

Killian caminó hacia su cómoda y sacó un par de pantalones cortos para


ponerse.

—Tu hermano.

Me lancé de la cama tan rápido que casi me caí de cara.

—Oh, Dios. ¿Dónde está mi vestido?

Killian se inclinó para encontrar mis labios.

—Shhh. Está bien. Me encargaré.

Apreté su cintura.

—Killian, Mateo se va a volver loco… no debería, pero lo hará.

Killian se encogió de hombros.

—Lo sé.
Lo observé salir, luego escaneé la habitación hasta que vi mi vestido
doblado sobre la cómoda. Me quité la camiseta que Killian me había
dado, a tiempo para escucharlo abrir la puerta.

—Hola, Teo. ¿Qué pasa?

Me estaba poniendo el vestido cuando Teo respondió.

—Mi hermana no llegó a casa anoche.

—Lo sé. Estaba conmigo —dijo Killian.

Mis pies desnudos golpearon el suelo de madera mientras corría al


vestíbulo. Tropecé al detenerme en la parte superior de las escaleras.
Killian estaba de pie con su cuerpo relajado, los brazos cruzados. Mateo
no estaba tan relajado. Sus pesados brazos estaban sobre sus costados,
con sus manos haciéndose en puños. Oh. Genial. Estaba incluso más
enojado de lo que había esperado.

Levanté mi falda y bajé cuidadosamente. La mandíbula de mi hermano se


tensó y su fulminante mirada me dejó y apuntó de nuevo a Killian.
71
—Tienes que estar jodidamente bromeando —espetó Teo.

El tono de mi hermano me hizo saltar los últimos dos escalones. Era tres
centímetros más bajo y cinco kilos más ligero que Killian, pero había
pasado un año en prisión destrozando a la gente que había intentado
destrozarlo a él. Cuando Teo salió —y antes de que se convirtiera en un
exitoso mecánico—, hizo su dinero como jefe de gorilas y golpeando
cráneos en clubes de lucha no autorizados. Pelearía con Killian si sentía
que me había hecho daño, y saber eso me mataba.

Teo y Killian eran más hermanos que amigos. Conocían las debilidades y
fortalezas del otro. Pero entonces algo salió mal. Fuera lo que fuera, los
desgarró.

No quería que pelearan. No terminaría bien para ninguno de los dos. Pero
así como Killian era protector conmigo, también Mateo. Los cargos contra
mi violador fueron retirados porque yo era demasiado frágil para ser
sometida a juicio, y porque su familia venía de mucho dinero y tenían las
conexiones correctas. Mi hermano se había negado a que mi atacante
fuera impune. Lo había encontrado y puesto en la UCI3 durante dos
semanas, solo para ser enviado a prisión por sus acciones.

Killian levantó su barbilla.

—No es lo que piensas, Teo.

—¿Pasó la noche? —Teo empujó su rostro en el de Killian cuando no


respondió—. Entonces es exactamente lo que pienso.

Me abrí camino entre ellos.

—Teo, detente.

Teo me ignoró.

—Creciste con ella, fingiendo ser mi hermano y su amigo, ahora ella está
aquí. Bonito. Realmente jodidamente bonito, Kill.

Killian no se movió.

—Quiere estar aquí. Y también la quiero aquí. Es bienvenida a quedarse


72 todo el tiempo que quiera.

—No es una de las rameras con las que has estado, Kill…

—¿No crees que lo sé? ¡Nunca le faltaría el respeto a Sofia!

Teo lo encontró con una dura mirada.

—¿Dices que la protegerás, cuidarás su espalda? ¿La mantendrás a salvo


del daño?

Algo en la postura sólida de Killian se disolvió.

—No dejaré que nada le pase.

La voz de Teo apuñaló el aire.

—Sí. Escuché eso antes.

Miré entre ellos, insegura de lo que estaba pasando. Tan duro como era
Killian, podía sentir que las palabras de Teo rompieron la armadura de
Killian.

3
UCI: Unidad de Cuidados Intensivos.
—Me protegió ayer —le dije a Teo.

La atención de Teo regresó a mí.

—¿De qué estás hablando?

—Ven conmigo afuera y hablaremos. —Apreté la mano de Killian—.


Danos un minuto, ¿de acuerdo?

Teo me permitió llevarlo afuera, pero la voz de Killian lo mantuvo


momentáneamente en su lugar.

—Teo. Algunas cosas necesitan quedar entre nosotros, ¿me entiendes?

Teo frunció el ceño.

—Es tu cruz que cargar. No la mía.

Tiré del brazo de mi hermano, tratando de crear espacio entre ellos.

—Teo, por favor. —Bloqueó su mirada con Killian, intercambiando


palabras no dichas antes de dejarme tirar de él hacia adelante de nuevo.
73 Cerré la puerta detrás de nosotros y sostuve su mano hasta que llegamos
al pie de las escaleras.

El sol estaba apareciendo a través de las nubes, forzando el inicio de una


inminente ola de calor. El aumento de temperatura parecía imitar el
estado de ánimo de Teo. No parecía más feliz aquí que adentro.

Mis manos pasaron detrás de mi larga falda, metiéndola debajo de mí


para poder sentarme en los escalones de ladrillo. Teo decidió pararse
delante de mí con sus brazos cruzados. Mantuve mi voz baja.

—Alguien que sabía sobre mi pasado me acorraló en la oficina de Killian…


no me hizo daño —agregué rápidamente cuando la ira de Teo se
encendió—. Killian lo atacó y lo lanzó fuera del gimnasio por asustarme.

—¿Quién era?

Teo le haría una visita a Trey si se lo decía.

—No importa. Como dije, Killian se encargó de él. —Suspiré cuando Teo
permaneció poco impresionado—. Está sucediendo algo entre Killian y yo.

—No, mierda —dijo Teo.

Sacudí mi cabeza.
—No seas así, Teo. Me ha gustado por siempre, pero probablemente
sabías eso.

—Te gustaba el muchacho que pensabas que era… a mí también. Pero no


se convirtió en el hombre que debería haber sido.

—¿Y qué debería haber sido? —pregunté. Teo cerró su boca—. Estás
diciendo todas estas cosas que no tienen sentido. Como si fuera algún tipo
de acertijo que necesito resolver. Si tienes algo sólido que decir sobre
Killian, una buena razón por la que no debería estar aquí, entonces dime.
No me gustan los juegos ni estos mensajes crípticos.

Teo mantuvo los brazos cruzados, reflexionando sobre qué decir.

—Un hombre de verdad mantiene su palabra. Él no mantuvo la promesa


que me hizo. Mereces algo mejor que eso, Sofia.

Volví a jugar con mis manos. Algo que siempre hacía cuando la
vergüenza se deslizaba en su sitio.

—¿No quieres decir que él merece algo mejor que yo?


74
—¿Qué demonios estás diciendo?

Froté mi rostro.

—Killian nunca me ha mentido, pero yo le he mentido. Está convencido de


que soy esta pequeña cosa inocente.

La dura expresión de Teo se suavizó.

—Es porque lo eres.

Sacudí mi cabeza.

—Sabes que eso no es verdad. Si tan solo Killian supiera cómo dejé que
esos hombres me usaran como lo hicieron…

Se inclinó hacia adelante.

—Esos no eran hombres. Eran adolescentes calientes que tomaron lo que


querían a expensas de una chica vulnerable.

No estaba de acuerdo.

—Eso no fue tu culpa, Sofia —dijo Teo cuando vio mi rostro desmoronarse.
Las palmas de mis manos golpearon contra los escalones cuando las dejé
caer de mi regazo.

—¿No lo fue? Me puse en esas situaciones. Me permití ser usada y


maltratada.

Teo se acuclilló para mirarme al rostro.

—Estabas dañada Sofi, por lo que pasó, por nuestra infancia de mierda.
Esos estúpidos malparidos lo sabían y se aprovecharon de alguien en el
dolor. Pero abriste los ojos y te enderezaste. Eso es lo que importa.

—Aun así estuvo mal, lo que hice. Lo sabía entonces, pero aun así dejé que
pasara.

Teo se enderezó.

—Nuestro propio padre te dijo que merecías lo que te pasó. Eso es


suficiente para joder a alguien.

—No puedo culparlo de todo. Todavía estaba escabulléndome y


75 poniéndome en esas situaciones.

—Han pasado años. —Teo bajó su cabeza—. Todos hemos cometido


errores.

—Pero has tenido la oportunidad de aprender de los tuyos y seguir


adelante. Por mucho que he intentado olvidar y avanzar, el pasado sigue
volviendo y arrastrándome, obligándome a recordar cosas que no quiero.

—No lo permitas.

—No creo que pueda evitarlo —le dije sinceramente. Cuando todo lo que
hacía era seguir observándome, me levanté y sacudí mi falda—. Dijiste
que todos hemos cometido errores.

—¿Sí?

—Bueno, si Killian también, ¿no crees que merece una oportunidad de


perdón?

Teo apretó su mandíbula, negándose a responder.

—Es un buen hombre, Teo —insistí—. Ese tipo de ayer que fue tras mí… no
habría sido capaz de detenerlo. Si vieras lo mal que lo arruinó Killian,
verías que se preocupa por mí, y está dispuesto a pelear para
mantenerme a salvo.

Teo se enderezó en toda su altura.

—Tal vez. Pero hay más para ser un hombre que eso.

Entré de vuelta a casa de Killian después de que Teo se marchó. Estaba en


la cocina haciendo el desayuno.

—¿Teo se ha ido?

—Sí. Se fue a hacer unas rondas en todas sus tiendas, para asegurarse de
que sus mecánicos están haciendo lo que se supone que hagan.

Revolvió los huevos en el sartén.

—¿Qué tenía que decir?

76 Me incliné en la encimera.

—Que mamá está molesta. Está en la iglesia, rezando por mi alma. Y


esperando que la tuya sea condenada al infierno, obviamente no lo
admití en voz alta.

Killian se detuvo a medio camino de añadir queso rallado a los huevos.

—¿Hablas en serio?

Tomé un pedazo de tocino del plato delante de mí.

—Ella y Lety nunca han estado muy de acuerdo en nada. Siempre fue la
hija obediente que iba a la iglesia, encendía las velas, decía las oraciones.
Tan religiosa como es mamá, creo que todavía estaba esperando que me
convirtiera en monja.

—Mierda. Bueno, creo que arruiné esas probabilidades anoche.

Miré mi plato para ocultar mi rubor.

—Mamá sentía que Dios la salvó… bueno, a nosotros. Pienso que cree que
solo estamos vivos por Él. Puedo entender su razonamiento, viendo lo mal
que nos trató el hombre que eligió.
Killian apiló más tocino en el plato.

—¿Finalmente está admitiendo que fue una mala decisión? Quedarse con
Carlos, quiero decir.

Era difícil explicar las acciones de mi madre y fácil para otros culparla.
Intentaba lo mejor que podía, defendiéndola como siempre, pero sobre
todo agradecida de que nuestra pesadilla con mi padre finalmente
terminara.

—Nunca hablará mal de Carlos, sin importar qué. Y permanecerá fiel y


nunca se casará de nuevo. Pero ahora que él está en prisión, sin ninguna
posibilidad de salir, creo que se está dándose permiso para dejarlo ir.

Killian sirvió jugo de naranja en un vaso alto y me lo pasó.

—¿Crees que lo visitará? ¿Como solía hacer?

Alcancé el rollo de toallas de papel a mi derecha y doblé una hoja para


mí y una para Killian.

77 —No. Creo que la forma en que fue tras de Lety y Brody fue la última gota.
Todo lo que nos hizo a lo largo de los años, tan malo como fue… no sé, esto
fue diferente. La hizo finalmente aceptar cuán enfermo es él realmente es
y le permitió decir adiós.

Killian se sentó a mi lado y frotó mi espalda.

—¿Crees que ayudará a su relación con Lety?

Saber la verdad me entristecía.

—Nunca serán cercanas, Killian. Hay demasiado dolor y resentimiento


ahí.

Su mano se detuvo en la parte baja de mi espalda.

—Pero tú no estás resentida con ella, ¿verdad?

Le sonreí.

—No puedo. Ella era débil. Conozco ese sentimiento muy bien, no puedo
juzgarla, habiendo estado ahí yo misma. —Jugueteé con la servilleta
doblada—. Lety siempre ha sido una luchadora. No entiende lo que es
para aquellos de nosotros que no podemos… o no elegimos serlo.
Killian presionó un beso en mi cabeza y volvió a la cocina. Se rio mientras
revolvía los huevos de nuevo.

—¿Qué es tan gracioso? —pregunté.

Bajó el fuego de la cocina.

—Lo siento. Solo me estaba preguntando quién se metía en más peleas, mi


hermana o la tuya.

Hice una mueca.

—Puede ser la mía. Recuerdo cuando Lety fue llevada a la oficina del
director por la hermana Mary Rosalyn por golpear a la niña que robó mis
Twinkies4. La niña estaba en sexto grado; Lety estaba en tercero y la hizo
llorar.

Killian levantó sus cejas.

—Wren golpeó a un chico por tirar de sus trenzas. Al pobre tonto le


gustaba y no sabía cómo demostrárselo; demonios, todos mis amigos
78 tenían un flechazo por ella. Pero estaban asustados hasta la muerte de
ella. —Resopló—. Habría tenido más citas en la secundaria si no golpeara
tan malditamente fuerte.

Fruncí el ceño.

—¿Estás hablando de Joey Sacrasano?

La miró.

—¿Qué?

—El chico que dijiste que Wren golpeó.

—Sí. Fue Joey.

Arrugué mi nariz.

—Él no tiró de su cabello, Killian. Agarró sus pechos. Lo vi.

Killian frunció el ceño.

—Entonces el imbécil se lo merecía.

4
Twinkies: Pastelillo relleno de crema.
Apoyé mi cabeza en la palma de mi mano, observándolo mientras dividía
los huevos y el tocino entre dos platos.

—Killian… ¿qué pasa contigo y mi hermano?

Hizo una pausa antes de pasarme un plato.

—Cometí un estúpido error una vez. Eso causó mucho daño a la gente. Las
cosas no han sido iguales entre nosotros desde entonces.

—¿Le has pedido que te perdone?

—Es difícil pedirle a alguien que te perdone cuando sabes que nunca
serás capaz de perdonarte a ti mismo.

La única razón por la que no presioné era porque podía sentir la culpa y
vergüenza reuniéndose alrededor de Killian. Si confiaba en mí, tal vez con
el tiempo me contaría más. Por ahora, dejé ir las cosas.

Él excavó en su comida. Tomé mi primer bocado y mastiqué muy


lentamente. Los huevos estaban… crujientes.
79
—Nunca dije que podía cocinar —admitió. Hurgó en su pila, escogiendo
los pedacitos de cáscara.

—Haré el desayuno la próxima vez —prometí.

—¿Sí?

Cubrí mi rostro cuando sonrió.

—¿Habrá una próxima vez?

—Como le dije a tu hermano, si quieres estar aquí, entonces te quiero aquí


conmigo. —Su mano rozó mi brazo—. Anoche fue algo especial.

Esa era una manera de decirlo.

Sonrió.

—¿En qué estás pensando?

—Nosotros somos, ¿ya sabes?

Se rio.

—No. No lo sé.
Jugué con mi tenedor.

—Me vas a hacer decirlo, ¿cierto?

Sus hombros se sacudieron mientras se reía.

—¿Decir qué?

Mis dientes tiraron de mi labio inferior mientras Killian me acercaba a él.

—¿Estamos, como, juntos?

Rozó mi cabello sobre mi hombro.

—¿No sabes que eres mi chica?

Me besó dulcemente, buscando mi rostro cuando se apartó.

—Quiero hablarte sobre algo.

Su repentina seriedad me sacó de nuestro momento.

—¿Qué pasa?
80
—Nada. Solo quiero que sepas que estoy limpio. Tengo mi prueba de
sangre para probarlo. —Esperó antes de hablar—. No quiero que te
preocupes por nada que podamos o no hacer. ¿Está bien

—Está bien. —Aunque estaba de acuerdo, parecía que quería decir más—.
¿Hay algo más?

—Solo una cosa más, pero es un gran problema.

—¿Más que el s-sexo? —Por el amor de Dios. Apenas podía escupir las
palabras.

—Sí. —Me sostuvo cerca de él—. No me gusta que tengas miedo. Quiero
que empieces a tomar clases de autodefensa con Wren, y tal vez tener
algunas peleas conmigo y Finn.

Me deslicé de su agarré.

—No puedo.

—Lo tomaremos con calma contigo. Iremos despacio al principio.

Me retiré, reuniendo mis brazos de manera protectora a mi alrededor.


—Tengo… miedo de ser golpeada. —No me gustaba admitirlo, pero era
verdad, y Killian debería saberlo.

Killian me observaba cuidadosamente.

—¿Por todos esos años que Carlos te lastimó?

Killian conocía a mi padre y el abuso que había infligido. Había visto mis
moretones madurar, a pesar de cómo había tratado de ocultarlos.

—No soy Lety o Teo —admití—. Los golpes que recibieron los hicieron más
fuertes. Los hicieron salir a pelear. Nunca fui tan valiente.

Killian se acercó.

—Entonces es hora de que aprendas a ser valiente.

81
M
i cuerpo se estrelló contra la alfombra. De nuevo. ¿Cuántas
veces podría una persona ser derribada en una hora? Gemí,
tratando de contar. Aproximadamente nueve.

El rostro de Wren apareció en mi línea de visión.

—¿Estás bien, Sofe?

—Totalmente —chillé.

Tomé la mano que me ofreció y permití que me pusiera de pie. Ya no me


importaba mi orgullo. Lo había dejado inconsciente y sangrando en la
alfombra la primera vez que la madre de Sauron me arrojó al suelo.
82
Gloria aún lucía embarazada. Gloria fumaba un paquete de Marlboro al
día. Si nos estrelláramos en la selva del Amazonas, Gloria me rompería el
cuello, me comería, y no lo pensaría dos veces. Gloria me estaba pateando
el culo seriamente. Pero Gloria era agradable. Y en su defensa, parecía
sentirse mal.

—Lamento golpear tu flaco trasero de nuevo, Sofia —dijo.

Levanté mi mano e intenté sonreír.

—Está bien. Estas cosas suceden, Gloria.

Wren nos envió a las bolsas pesadas, así que nos dirigimos allí. Mis
patadas giratorias eran tan impresionantes como mis derribos, obligando
a que Killian abandonara su clase en medio de su discurso de “la fuerza
es lograda a través de sangre”.

—Sofia. Baja tu cabeza, sigue con tus caderas, usa el peso de tu cuerpo.

Todos mis quince kilogramos. Entendido. Me agaché con los mismos


resultados hasta que Killian se acercó a mí por atrás y envolvió un brazo
alrededor de mi cintura.
—Dobla esta rodilla ligeramente… no, demasiado. Bien. Muy bien. —
Levantó la parte trasera de mi rodilla, inconsciente del calor ardiente que
quemaba mi rostro—. Ahora endereza tu pierna.

Sonrió cuando atrapó mis mejillas en llamas. Sus instrucciones aquí


parecían muy similares a las indicaciones del dormitorio.

Las mujeres vitoreaban detrás de nosotros.

—¡Oye, Killian! —gritó una de las otras mamás—. ¿Crees que puedes
mostrarme cómo se hace?

—Mmm-jmm —acordó otra mujer, mirándolo como a una barra de Twix.

Killian me abrazó.

—Lo siento, señoritas. Solo hago excepciones con mi chica, Sofia.

A decir verdad, me gustaba que admitiera que era mío. Dicho eso, no pude
evitar el calor arrastrándose por mi cuello cuando besó mis labios.

—Les dije que estaban follando —le murmuró una mujer diferente a
83
Wren, quien simplemente asintió.

Apreté mi mano sobre mis ojos. Oh, si tan solo supieran.

Observé a Killian regresar a su clase antes de reanudar mis tristes


intentos de golpear la bolsa. Killian era un atleta excelente y talentoso
instructor. Podía tranquilizar a un grupo de chicos fuera de control con su
voz y enseñarle a alguien tan modesto y pequeño como su hermano a
derribar a hombres de tres veces su tamaño. Lástima que pareciera estar
perdiendo su talento y tiempo conmigo.

Wren caminó hacia mí, su expresión adolorida mientras contemplaba mi


figura.

—Soy patética, ¿cierto? —le pregunté.

—Sí. Lo eres. Aquí, mira y aprende. —Se paró, levantó sus manos, y
pateó—. Giro y patada. Giro y patada. De esta manera. Haz de esta bolsa
tu perra y obsérvala sangrar. Ahora inténtalo.

Levanté mi pierna e imité sus movimientos.

—¿Mejor? —pregunté, emocionada de que estuviera sosteniendo mi


equilibrio de alguna manera.
Desgraciadamente, mi amiga permanecía sin impresionarse.

—Sofe, si estuvieras enfrentándote a un niño de guardería o quizás a un


viejo de paseo… seguramente estarías golpeando culos ahora. Pero si
alguien más que no fuera estudiante de primer grado te enfrentara,
estarías sumergida en mierda.

Levanté mis manos e intente de nuevo, esta vez con más fuerza.

Wren pellizcó el puente de su nariz.

—Sofe. Enfádate con la bolsa. Finge que llamó puta a tu madre, perra a tu
hermana, e imbécil con testículos minúsculos a ese caliente hermano
tuyo.

Su discurso motivacional no pareció ayudar.

—Cristo —dijo cuando intenté de nuevo.

Afortunadamente, la clase terminó por el día. Volví a la oficina y me puse


a trabajar en mi nueva computadora portátil. Killian era inteligente y
84 fuerte, pero había escogido no asistir a la universidad. Sabía poco de
negocios, pero aprendido rápido que manejar uno tomaba más que reunir
a unos cuantos cuerpos dispuestos a arrojarle dinero. Mientras más me
daba cuenta de sus necesidades empresariales, más añadía al programa
que estaba creando, esforzándome por hacer al menos un aspecto de su
vida más fácil para él.

En realidad estaba bastante orgullosa de cómo se estaba desarrollando, e


iba a buscarlo para mostrarle algunas cosas cuando entró y se dejó caer
a mi lado.

—¿Cuándo crees que estará listo y en funcionamiento el nuevo sitio?

Levanté la mirada de lo que estaba haciendo.

—Pronto. ¿Por qué?

—Mi combate en Atlantic City esta subiendo rápido. Recién recibí un


mensaje de texto del coordinador, añadieron más títulos de combate, un
montón de promociones previstas. Eso significa más negocios y más
tráfico en el sitio.

Consideré lo que tenía que decirle.


—¿Qué sucede? —preguntó, sabiendo que algo sucedía.

Golpeé mis dedos en el escritorio.

—Creo que necesitas arreglar el gimnasio. Está limpio y en gran forma,


pero necesita pintura.

Hizo una mueca.

—Vas a pintar mi gimnasio de naranja, ¿cierto?

Solté una risita en mis manos.

—No. Estaba pensando en colores más oscuros, carbones y negros, con


detalles en borgoña y verde salvia.

Frotó su mandíbula.

—Detalles. Por supuesto que no nos podemos olvidar de los malditos


detalles.

Ignoré su comentario.
85
—Parte de mi curso de estudio de diseño de interiores incluye un proyecto
final en el que rediseño una residencia o edificio existente, haciéndolo
más moderno. Podría hacerlo con tu gimnasio, y podríamos ayudarnos
mutuamente.

Sonrió.

—No estarás en el último año hasta el que viene. ¿Estás planeando


quedarte tanto tiempo?

Esta bien, no lo había pensado de esa manera.

—Ah…

—Bueno —dijo, y se inclinó para besarme. Rio entre dientes cuando me


alejé—. ¿Qué sucede?

Hice un gesto hacia la persistente banda de madres amas de casa


observándonos afuera de la puerta.

—Estoy en ello —dijo Killian. Se encaminó hacia la puerta, saludo a los


curiosos y la cerró de golpe, luego inclinó su cuerpo contra esta—. Ven
aquí.
—¿Por qué?

Su sonrisa sexy enrolló los dedos de mis pies.

—Porque no te he besado como he querido hoy.

Bueno, el sentimiento era mutuo. Me puse de pie y me dirigí hacia su lado


tímidamente. Pero cuando su cabeza se inclinó hacia delante y sus manos
agarraron mis caderas, fue fácil rendirme al beso y olvidar dónde
estábamos.

Killian se tomó su dulce tiempo, incluso mientras sus labios pasaban por
mi cuello y sus manos amasaban mi trasero.

—¿Te vas a quedar conmigo esta noche? —susurró contra mi oreja antes
de deslizar su lengua dentro.

Mi madre se dirigía a las cataratas del Niagara. No había planeado


quedarme en mi antigua casa sola.

—Si quieres —logré decir. ¿A quién estaba mintiendo? Ya había


86 empacado una bolsa para la noche.

Mis manos se deslizaron debajo de su camiseta muscular y mi cuerpo se


apretó contra el suyo.

Finn golpeó la puerta.

—Kill. El grupo juvenil local esta aquí. ¿Estás disponible o tú y Sofia están
ocupados? —Medio tosió, medio rio—. Al Padre Flanagan le gustaría verte.

Salté de los brazos de Killian como si fuera empujada con espadas en


llamas sostenidas por los Caballeros Templarios. El Padre Flanagan me
había bautizado y aquí estaba yo toqueteando al hijo favorito de
Filadelfia a tan solo una puerta cerrada de distancia de él.

El cuerpo de Killian se estremeció de risa mientras me observaba


meterme en el asiento detrás de su escritorio y ajustar mi cuerpo a una
posición menos caliente. Amortiguó su risa en su hombro.

—Claro. Envíalo. —No sabía cómo lo hacía, pero su postura relajada


volvió, como si sus manos no hubieran estado acariciándome. Abrió la
puerta, sonriendo inocentemente como el buen chico católico que fingía
ser, y tendió su mano—. Buenas tardes, Padre. ¿En qué puedo ayudarlo?
El Padre Flanagan estrecho su mano.

—Killian, mira cuánto has crecido. —Asintió hacia mí, examinándome de


cerca y observando la culpa extendiéndose por mis rasgos. Iba a ir al
infierno. Lo supe entonces—. Sofia, ¿cómo estás, querida niña?

—B-bien, gracias, Padre. ¿Usted?

Tomó el asiento que Killian le ofreció.

—Buscando una manera de que los jóvenes se mantengan ocupados y


fuera de peligro. —Esperó hasta que Killian tomó su lugar habitual a mi
lado antes de continuar—. Estaba esperando que pudieras ayudarme con
eso.

Killian se inclinó hacia adelante.

—¿Esta buscando inscribir a los chicos en algunas clases?

—Significaría mucho para la iglesia —le dijo el Padre Flanagan.

Y menos tiempo en el Purgatorio para ti, no dijo.


87
—¿Cuántos chicos?

—Trece, posiblemente más.

—¿Y con cuánto puede contribuir la iglesia?

Supe la respuesta del Padre en su sonrisa.

—No mucho, me temo.

—Cuando dice “no mucho”, ¿a qué se refiere exactamente, Padre?

Una vez más, el Padre Flanagan sonrió.

—Los chicos necesitan disciplina. Pueden limpiar a cambio. Y por


supuesto que la iglesia continuará apoyándote con referencias.

Killian se frotó su fuerte mandíbula. Aunque el dinero entrante era bueno,


su personal era limitado a su familia además de algunos de sus
luchadores con las habilidades y voluntad de enseñar. Si fuera a aceptar
el grupo del Padre Flanagan, significaría otra clase para arreglar, más
responsabilidad, y menos tiempo de entrenamiento para su próximo
combate.
—¿Qué piensas? —me preguntó Killian.

También significaría menos tiempo para nosotros.

Me incline hacia él y agarré su brazo, susurrando bajo.

—Quizás pueden hacer un poco más que limpiar. —Sonreí suavemente


cuando levantó sus cejas—. Creo que encontramos tu equipo de
renovación.

Luego me volví hacia el Padre Flanagan.

—Padre, ¿Dugan O’Malley todavía es dueño de esa cadena de tiendas de


pintura?

El Padre lo consideró.

—Lo es.

Sonreí cortésmente.

—¿Cree que estaría dispuesto a darle un descuento en pintura a Killian en


88 nombre de la iglesia?

Los ojos grises del Padre brillaron. Sabía adónde me estaba dirigiendo.

—Bien podría. ¿En qué estás pensando, Sofia?

Mi atención fue a Killian; esta era su decisión, después de todo. Se reclinó,


pero no antes de ofrecer una sonrisa en mi dirección.

—Le diré algo, Padre. Le daré a cada chico bajo su cuidado clases gratis
los lunes siempre y cuando limpien los baños y las alfombras cada noche
antes de ir a casa. Pero también necesito ayuda para pintar mi lugar.
¿Cree que podríamos arreglar algo con los chicos y el Sr. O’Malley?

La sonrisa del Padre se agrandó.

—Killian, muchacho, si necesitas la ayuda de los chicos, la iglesia también


ayudará. ¿Cuándo nos necesitas?

—Eres una buena mujer de negocios, ¿sabes eso?


Killian me ayudó a desempacar los comestibles que habíamos comprado
de camino a la casa desde el gimnasio. Me encogí de hombros.

—No sé sobre eso.

—¿Qué quieres decir? Arreglaste que no me costara casi nada la pintura,


y luego lograste que no tuviera que pagarle a un equipo para que viniera.
—Apoyó sus antebrazos contra la encimera de granito marrón—. Solo
espero que esos chicos sepan cómo pintar.

Enjuagué las hojas de col.

—Debería estar bien. El Padre Flanagan prometió pasarse y ayudar. Sabes


cuán estricto es. Y con las familias de los chicos también allí, las cosas
deberían ir rápido.

—¿Confío en que tienes un plan?

—Totalmente. —Había pasado la última hora tomando fotos de todo el


gimnasio desde la cubierta de observación en el segundo nivel. La
cámara digital que me había dado el tío Lino lo hizo fácil; también la vista
89
desde arriba. Iba a descargar las imágenes, blanquear los colores, y
rehacerlos en diferentes tonos para que Killian pudiera escoger qué
quería—. Trabajaré en las imágenes esta noche y mañana para que
puedas ver qué quiero decir.

Las manos de Killian cayeron a mis caderas mientras se acercaba desde


detrás.

—Eso puede esperar, ¿no crees? —Masajeó mis pequeñas curvas—. Has
estado trabajando duro toda la semana.

Mi piel hormigueó cuando besó mi cuello. Cerré el grifo del agua y me


agarré a los bordes del fregadero cuando sus besos se convirtieron en
mordidas.

Aunque le daba la bienvenida a su toque con mi corazón, mi mente no


era tan productiva. Mi cuerpo se tensó mientras Killian desprendía el
botón frontal del vestido de verano al cual me había cambiado. Un botón
siguió rápidamente a otro, exponiendo el sujetador de encaje rosa que
llevaba debajo.

Mis músculos se tensaron más cuando tiro de las correas por mis brazos.
Se detuvo.
—¿Quieres que me detenga? —A pesar de mi insistencia de que estaba a
salvo, y el conocimiento de que Killian nunca me haría daño, mi cuerpo
falló en relajarse y había comenzado a temblar. La incapacidad de
controlar mi miedo me frustraba y humillaba. Pero por muy mal que me
sintiera, la reacción de Killian lo hacía mucho peor.

Se retiró, apartándose de mí lentamente.

—Sofia… estás asustada.

Desearía no estarlo, pero era verdad. Me aterraba tenerlo detrás de mí y


no ser capaz de ver su rostro, saber con certeza que era él. A pesar de que
cada parte racional en mí comprendía que no podría ser nadie más.

—Esta no es una buena posición para mí —tartamudeé.

Me observó un instante, entendimiento extendiéndose por sus rasgos.

—Lo siento.

Lo último que quería era que se disculpara.


90
—Por favor, no lo hagas.

Cruzó sus brazos.

—¿Qué hay de la manera en que te estaba tocando? ¿Eso te asusta?

Retorcí mis manos.

—No es la manera en que me tocas. T-tengo este miedo de ser dominada.


Es peor cuando alguien esta detrás de mí.

Nunca antes había admitido eso. Y en cierta manera, la admisión me


asustó más.

—¿Tienes miedo de ser dominada? —repitió.

—Sí.

—¿Por mí?

Alejé mi barbilla de él.

—Por cualquiera.

—Ya veo —respondió casi silenciosamente.


La tristeza en su tono me hizo apresurarme a poner mis brazos alrededor
de él.

—No quiero sentirme de esta manera, Killian.

Sin embargo, lo hacía de todos modos. Por un momento, no pareció tener


palabras. Pero cuando finalmente las formó, no me gustó lo que tuvo para
decir.

—¿Crees que deberíamos tomarnos un tiempo?

—¿Un tiempo? —Mi corazón se hundió—. ¿Quieres romper conmigo?

—No. No me refiero a eso. —Suspiró—. Lo que estoy diciendo es que tal vez
no debería tocarte por un tiempo. Quizás ha sido demasiado para ti y
necesitas algo de espacio.

Mis manos se alejaron de él. Pero ¿entonces qué sucederá entre nosotros?

Traté de frenar mis palabras para que no sonaran precipitadas o


desesperadas.
91
—Quiero que me toques.

No pareció creerme.

—¿Estás segura?

—Sí —dije, en serio—. Solo desearía que hubiera una manera de dominar
mi miedo.

Killian acarició la longitud de mi espalda, solo para detenerse


repentinamente cuando mi espina dorsal se curvaba.

—¿Y si me atas?

Pensé que había escuchado mal.

—¿Qué?

Se rio, pareciendo avergonzado por primera vez en años.

—Si mis muñecas están atadas detrás de mi espalda, puede que no tengas
miedo. No tendrías que preocuparte de ser dominada. Sería yo quien
estuviera a tu merced.

Parpadeé con ojos muy abiertos.


—Y-yo, no lo sé.

—Intentemos y veamos. —Se encogió de hombros—. Si no funciona, no


funciona.

Se fue y desapareció por las escaleras mientras yo permanecía de pie en


medio de su cocina como una imbécil. Lo oí abrir la puerta de su
dormitorio y lo oí acercarse a lo que parecía ser su armario.

¿Qué estaba buscando? ¿Esposas de peluche… correas de cuero? Mi mano


se apretó a la silla frente a mí. Querido. Señor. ¿Y si volvía con cadenas?
No tendría, como, cadenas, ¿verdad?

Mi pulso se aceleró mientras lo oía bajar trotando por los escalones.


Levantó una vieja corbata de seda, azul oscura como sus ojos.

—¿Piensas que esto funcionará?

No sabía mucho de atar. ¿A quién estaba bromeando? No sabía nada en


absoluto. Pero imaginé que había cosas peores con las cuales podría
atarlo.
92
—Ah, ¿claro?

Los bordes de sus labios se curvaron. Al parecer, divertía a mi sirviente… o


como fuera que se llamara quien ata al atado.

—Esta bien. Soy todo tuyo —dijo, intentando contener su risa.

Killian se posicionó directamente frente al sofá color chocolate de


espaldas a mí. Dejó que la corbata de seda colgara de sus dedos. Me tomó
un momento moverme e incluso un poco más alcanzarlo. Crucé la sala,
las plantas de mis pies resbalándose contra la lisa madera. Aún no había
sucedido nada y ya estaba sudando hasta los dedos de mis pies.

Me estiré por la corbata y la agarré vacilantemente.

—¿C-cómo debería hacer esto?

—¿Reverencia? —ofreció.

Me reí cuando lo hizo, su comportamiento ayudando a aliviar algo de la


tensión.
Examiné la corbata. Era lo suficientemente larga para que pudiera
enrollarla en cada muñeca unas cuantas veces antes de unirla en el
centro.

—Luce familiar.

—Es la corbata que usé para confirmarme.

El color se drenó de mi rostro hasta que se echó a reír.

Dejé caer mis manos a mis lados.

—Eso no fue gracioso.

—Sí, lo fue —dijo, riéndose más fuerte.

Solté una risita. Está bien, quizás lo fue un poco. Extendí la corbata y
respiré hondo.

—Está bien, aquí vamos.

Como estaba planeado, enrollé el tejido sedoso en barridos uniformes


93 alrededor de cada muñeca, luego la envolví en el centro en un nudo flojo.
El nudo en sí mismo no era apretado, pero mantenía sus muñecas
ligadas. En verdad, Killian todavía podría pillarme desprevenida con sus
fuertes piernas. Pero algo en que estuviera atado me daba una sensación
de seguridad que no había esperado.

—¿Qué quieres hacer? —pregunté, mi voz sonando extrañamente ronca.

Killian se enderezó, su voz bajando también.

—Lo que quieras que haga. Tu decisión. —Se volvió lentamente hacia mí,
luego se bajó al sofá, la posición de sus manos inclinando sus caderas
hacia arriba.

Verlo así, esperándome, aumentó mi respiración. Esta vez, no tenía miedo.


No… esta vez mi cuerpo simplemente estaba respondiendo a lo que estaba
por venir. Me moví hacia delante, de pie lo suficientemente cerca para
que mis rodillas tocaran las suyas.

Killian permanecía paciente, esperando en silencio a que yo entrara en


contacto.

Levanté mi pollera y lo monté a horcajadas.


—Hola —susurré.

—Hola, hermosa —respondió, con la misma tranquilidad.

Mis manos se alisaron sobre sus hombros. Dios, amaba sentirlo… y saber
que podía tocarlo de cualquier manera que quisiera.

Nuestro beso comenzó lentamente.

También lo hizo el movimiento de mis caderas contra su regazo.

Ante el gemido de Killian, mis caderas se movieron más fuerte.

—¿Te gusta esto? —pregunté, clavando mis cortas uñas en su hombro


para ayudarme a hundirme más profundo.

—Me gusta todo lo que me haces —susurró contra el pequeño espacio


entre mis pechos. Tiró del cierre central de mi sujetador con sus dientes y
se abrió de golpe, golpeando hacia atrás y exponiendo mis pechos.

La lengua de Killian se deslizó sobre mis areolas oscuras, haciéndome


cosquillas y seduciéndome. Pero quería más de él contra mí. Terminé de
94
desabotonar la parte superior de mi vestido y lo deslicé por mi cintura
antes de quitarme el sujetador. En un movimiento, caí contra el sofá,
tirándolo sobre mí.

Ahora era su turno de mover su cuerpo contra el mío con fuertes caricias
mientras sus dientes permanecían sujetos a mi pecho izquierdo.

—Mmm, Killian…

Me quité el resto de mi vestido para quedarme solo en mis bragas. Esto


era lo más que Killian había visto de mí, pero tenerlo atado lo hacía bien.
Y en muchas maneras, lo hacía mejor.

Killian liberó mi pecho, mordiéndome hasta mi vientre. Jadeé cuando


enterró su rostro entre mis piernas, su boca caliente contra mí. Sus
acciones me sorprendieron. Pero en lugar de cerrar mis piernas, las abrí
para él y me empujé sobre mis codos para observar.

Me miró de nuevo.

—¿Me dejarás lamerte? —preguntó, su voz gutural.

Cada una de mis partes suaves se endureció. Por mucho que mi cuerpo
pareciera querer ceder, no estaba segura de que estuviera lista para que
él me viera tan íntimamente. Pero al sentir su deseo, y su ansia, cualquier
modestia que tuviera se disipó.

Empujé la entrepierna de mis bragas a un lado.

—Oh, joder —jadeó.

Grité en total éxtasis cuando Killian golpeó su boca contra mí. No estaba
segura de qué esperar, pero no había esperado nada cerca de lo que tenía
para dar. Su lengua se arremolinaba y su boca chupaba, tirando de mis
pliegues con sonidos audibles.

Mis quejidos se convirtieron en gemidos que se transformaron en más


gritos. Clavé mis talones en el sofá, retorciéndome e incapaz de
mantenerme inmóvil. Los escalofríos que tomaron control de mi espalda
en olas no eran familiares, pero sabía lo que estaba sucediendo mucho
antes de que mi cuerpo se sacudiera fuera de control.

Mi orgasmo se liberó violentamente, disparándose a través de mis


piernas, haciéndolas temblar y debilitarse. Parte de mí luchó contra ello,
95 esperando que sucediera algo horrible. Killian empujó hacia adelante, su
boca tomando más de mí hasta que finalmente sucumbí.

Grité su nombre, mi espalda arqueándose tan severamente que pensé que


mi espina dorsal se rompería. En mi mente, no se suponía que esto fuera
tan dulce o durara tanto tiempo. Killian no estaba de acuerdo. Siguió
adelante, ansioso por probar más.

Lágrimas escaparon de mis ojos, cegándome, hasta que la sensación


finalmente cesó. Mi pierna izquierda colapsó en el suelo, y mi brazo
izquierdo cubrió el costado del sofá. Si no hubiera estado tendida en el
centro, mi cuerpo habría seguido en un montón flácido.

No podía controlar mi respiración o mi pulso acelerado. Tendida allí,


apenas capaz de hacer más que respirar, finalmente entendí la
importancia del sexo.

Asombroso. Tan solo desearía que me lo hubiera mostrado antes.


Parpadeé para abrir mis ojos.

—Killian… eso se sintió tan bien.

No respondió. Me incorporé, dándome cuenta de que estaba sola. Corrí


hacia las escaleras para encontrar la corbata de seda abandonada a
mitad de camino y su camiseta negra sobre el escalón superior. Mi mano
agarró la corbata. No estaba segura de por qué la había dejado hasta que
oí sus respiraciones laboriosas saliendo de su dormitorio.

Corrí por los escalones, arrebatando su camiseta cuando subí al segundo


piso. Aunque no huiría, mis pasos desaceleraron mientras me acercaba a
su dormitorio.

Mis manos agarraron la corbata y su camiseta negra contra mis pechos


desnudos. Podía sentir mi corazón palpitar contra mis puños. Sabía lo que
estaba haciendo, pero aun así me quedé inmóvil en la puerta cuando lo
alcancé y vi.

Killian estaba extendido a lo largo de su edredón blanco, sus dientes


apretados, su mano acariciándose. Lo observé moverse hacia arriba y
hacia abajo sobre sí mismo, sus movimientos desacelerando cuando me
vio, pero falló en detenerse.

La escena desarrollándose ante mí era como una fantasía de mis sueños


más apasionados. La corbata y camiseta se deslizaron de mi agarre
96
mientras caminaba hacia la cama, mi cabeza mareada de deseo por
mirarlo. Quería ayudar. No lo quería solo, especialmente después de lo
que había hecho por mí abajo…

Mantuvo su atención en mí cuando me detuve delante de su cama y tiré


de mis bragas. Sus ojos se abrieron de par en par, contemplándome.
Desnuda. Finalmente estaba desnuda para él.

Me arrastré a su regazo. Aunque quedaban rastros de mi timidez, mis ojos


nunca se alejaron de los suyos. Mi mano derecha alcanzó su base, mi
izquierda un poco más bajo, tomando el control. Lamí la punta, causando
que gimiera e inclinara sus caderas hacia arriba.

—Enséñame qué hacer —le supliqué.

Killian arrastró su cuerpo hacia arriba, para sentarse e, imaginé, para


mirar. Seguí adelante, manteniendo mis manos en su lugar. Él no dijo
nada, así que giré mi lengua alrededor de la parte superior.

—¿Te gusta eso?

Cerró los ojos.

—Sí.
—¿Más?

Asintió lentamente.

Y lo metí en mi boca.

Al principio bajé solo un poco, pero luego noté que cuanto más dura era
mi succión, más fuertemente se agarraban sus dedos al marco de la cama
de hierro forjado. Continué, profundizando cuando Killian lo pedía,
tirando más fuerte cuando gemía, moviéndome más rápido cuando
suplicaba, hasta que Killian me agarró de los hombros y me sacó de él.

Mantuve mi mano sobre él, observándolo terminar.

Sus ojos ardían de calor cuando finalmente levanté la mirada.

—Quiero más —admití—. ¿Podemos continuar?

Hizo una breve pausa antes de apretar mis muslos hacia su rostro.

97
M
e desperté cuando escuché a Killian moviéndose por el
dormitorio. Me giré sobre mi costado para verlo caer sobre su
rodilla y atar sus zapatillas deportivas. Una sonrisa sexy
avanzó lentamente a través de su rostro.

—Hola.

Abracé la almohada sobre mi cuerpo desnudo, sintiéndome tímida, pero


no tan tímida que no pudiera sonreír.

—Hola. ¿Qué hora es?

—Un poco después de las cinco.


98
No era de extrañar que estuviera cansada.

—¿Vas a correr? ¿Ahora?

—¿Quieres decir considerando que apenas hemos dormido y después de


todo lo que hicimos? —Rio cuando enterré mí rostro en la almohada.
Volví a levantar la vista cuando se sentó en el borde de la cama y jugó
con uno de mis rizos—. Es difícil dormir, sabiendo que estás desnuda a mi
lado —dijo en voz baja—. Pensé que iría a correr y luego quizás regresaría
y te despertaría.

Me retorcí un poco. Era demasiado reservada para decirle que podría


haberme despertado y no me habría quejado. Las imágenes de cómo nos
habíamos provocado y jugado brillaron en mi mente como los restos de
una fantasía perfecta. Excepto que todo había sido real. Killian y yo nos
estábamos volviendo más cercanos.

—Anoche significó mucho para mí —dijo, como si leyera mis


pensamientos—. Pero quiero asegurarme de que estés bien con todo lo
que pasó. ¿Algún arrepentimiento?

Esta vez fue mi turno de sonreír.


—No. Me gustó estar contigo.

Su mano pasó a lo largo de mi espalda desnuda.

—¿La corbata ayudó?

Mordisqueé mi labio inferior. La corbata había proporcionado esa


seguridad que había necesitado, pero a medida que avanzaba la noche,
ya no fue necesaria. Lo único que faltaba entre nosotros era que se
embistiera dentro de mí. Anoche casi estuve lista para eso. Ahora que
había pasado algún tiempo, permanecía ese espantoso paso de fe por dar.
Pero no quería concentrarme en los temores que quedaban. Preferiría
concentrarme en el progreso que habíamos hecho.

—Me hizo sentir segura —admití.

—Entonces eso es lo que seguiremos haciendo. Tanto como lo necesites. —


Analizó mi cuerpo, luego negó con la cabeza—. Mejor me voy, antes de
que no lo haga.

Me empujé a una posición sentada cuando se puso de pie. De repente,


99
parecía tenso. Pero no estaba segura de por qué.

—¿Sucede algo?

Se encogió de hombros.

—Nah. Solo un montón en mi mente con respecto a mi próximo combate.

—¿Algo de lo que quieras hablar?

Mi pregunta lo hizo sonreír.

—Supongo que si no puedo hablar contigo, no puedo hablar con nadie,


¿eh? —Cayó en un profundo estiramiento de piernas—. El asunto es que
ya he conocido y derrotado a mi oponente una vez. Pero desde entonces
muchas cosas han cambiado. Tiene a mi antiguo entrenador trabajando
con él. Va a saber qué esperar. Si no me concentro, o cambio lo suficiente,
me entenderá y no ganaré.

De acuerdo, no me estaba gustando el sonido de esto.

—¿Gil cambió de bando?

Killian levantó la mirada de su estiramiento.


—Gil siempre ha ido tras dinero. Pensó que Marsh, el tipo al que estoy
enfrentando, tenía más potencial. Cuando le dije que rechazara, se dirigió
directamente a Marsh, pensando que me haría volver y que haría más
facturas en el proceso.

—Entonces, ¿quién te está entrenando?

—Nadie. Esta vez estoy por mi cuenta.

Rodé sobre mi vientre y doblé mis brazos frente a mí. No quería dudar de
Killian. Pero era una pelea profesional de alto nivel la que había aceptado.
Necesitaba algo más que solo a sí mismo.

—¿Crees que podría ser mejor tener participación de alguien más? A


veces es difícil ser objetivo y captar tus propios errores.

—Finn y Wren se han ofrecido a ayudar, a grabar un poco mi


entrenamiento, peleando, de esta manera podemos analizar qué estoy
haciendo mal, decidir lo que está funcionando y todo lo que tengo que
dejar.
100
—Puedes necesitar algo más que solo familia esta vez, cariño.

La intensidad de su enfoque disminuyó cuando lo llamé cariño, pero


volvió a aparecer rápidamente. Negó con la cabeza.

—He terminado con los entrenadores que solo se preocupan por sí


mismos, arriesgando mi pellejo para llenar sus billeteras. No merece la
jodida pena. Tengo un plan y un régimen estricto que estoy siguiendo.
También organicé un par de peleas con algunos tipos que el Jefe solía
conocer. Son duros y conocen el negocio. La mayoría se han mezclado
profesionalmente.

Ajusté mi posición en la cama. Richie “el Jefe” Mancini había entrenado a


Killian y a mi hermano desde que eran niños en su gimnasio en Center
City. Murió de un ataque al corazón unos años atrás. El Jefe era un buen
hombre. No tenía hijos propios, pero tomó a los que entrenó bajo su ala
protectora y les dio alguien a quien admirar. Hombres pesados del
tamaño de gigantes, de todas las edades y procedencias, asistieron a su
funeral. No había un ojo seco en el lugar. Fue una de esas raras veces que
había visto llorar a Killian y Teo.

—Solo ten cuidado —dije en voz baja.


Killian cambió de pierna.

—¿Irás conmigo?

—¿A correr?

Se rio, un poco demasiado fuerte.

—No. Me refiero a la pelea.

—¿Quieres que vaya contigo a Atlantic City? —pregunté lentamente.

—¿Por qué no? Eres mi chica, ¿verdad?

Devolví su sonrisa. Sí. Lo era.

—¿Quién más va?

—Wren, mis hermanos. Por lo general salimos a una cena tardía después
de que termino con la prensa. —Rodó su cabeza, para aflojar su cuello—.
Después, por lo general, regreso a mi habitación y me relajo.

101
—¿Solo? —Levanté una mano cuando me di cuenta lo que dio a entender
eso—. Solo pensé si es A.C., hay mucho que hacer allí, y mucha gente. —
Jugueteé con el borde de la sábana metida debajo de mí. Y un montón de
mujeres para pasarla bien.

—Por lo general mi familia ataca los casinos. Yo no. Toda la adrenalina


bombeando a través de mí antes, durante y después del combate me deja
seco. No necesito más ruido. Prefiero dejar todo eso detrás de mí.

Eso fue lo que dijo, pero no era ciega a la sensualidad de Killian. No era
solo su musculoso cuerpo, el rostro de Killian se balanceaba sobre esa
línea delgada entre un niño lindo y terriblemente guapo.

Lo que apestaba era que yo no era la única que lo notaba.

Podía ver a Killian esquivando a su familia para volver a su habitación.


Lo que no podía ver era que pasara el resto de su noche solo. Killian
tendría compañía si lo deseaba. Todo lo que tenía que hacer era pedirlo.
Ninguna mujer en su sano juicio lo rechazaría.

Acarició mi barbilla.

—El hotel normalmente me asigna una suite increíble. Te gustará.


Podemos ordenar la cena si quieres. Pero si prefieres caminar por A.C., ver
los lugares de interés, echar un vistazo a la playa por la noche, también
podemos hacer eso.

Sola y lejos en Atlantic City con Killian. Sonaba como el cielo. Solo
esperaba poder superar el combate. Era difícil verlo pelear, mirarlo recibir
un golpe. Mi padre me había golpeado bastantes veces para saber lo
mucho que puede lastimar un golpe.

—No lo sé, Killian…

En mi silencio, Killian se inclinó hacia delante.

—Te quiero conmigo, Sofia. Pero entiendo que la atención podría ser
demasiado para ti.

Incliné mi cabeza.

—¿La atención?

—Hay mucha prensa. Un montón de entrevistas, sesiones de fotos y


cámaras constantemente empujadas en mi rostro cuando estoy fuera. Es
102 la parte que no extrañaré cuando me retire.

—Puedo entender eso —estuve de acuerdo. La personalidad pública de


Killian era incomparable. No era ruidoso, pretencioso, o llamativo como
algunos de los otros luchadores más notorios. Pero sabía cómo llamar la
atención y mantenerla, a pesar de su personalidad relajada y reservada.
El verdadero él salía solo alrededor de aquellos en quienes confiaba.

Sonreí, sabiendo que me quedaba entre los pocos seleccionados con los
que podía ser él mismo. Ese conocimiento me hizo fácil llegar a una
decisión.

—De acuerdo, me encantaría.

Sonrió.

—¿Te encantaría qué?

—Ir contigo a A.C. —respondí, hablando en serio—. Creo que sería bueno
escaparnos juntos. —Su expresión se calentó cuando encontré su rostro.
Arrugué mi nariz—. Lo único es que no me vuelvo legal hasta septiembre.
—No te preocupes por eso. Estarás conmigo. No será un problema. —Bajó
para besar mi frente, pero luego se detuvo y encontró mis labios en su
lugar cuando levanté mi barbilla.

Las puntas de mis dedos se levantaron para acariciar su rostro, mi


excitación agitándose cuando me di cuenta de que todavía podía probar
un poco de mí sobre él.

Killian rompió nuestro beso, maldiciendo. Se quitó sus zapatos de una


patada y se unió a mí en la cama, rodándome sobre él.

No fue hasta mucho más tarde que Killian salió a correr. Usé el tiempo
sola para ducharme y enviarle un mensaje a Teo. Le conté sobre Gil y
cómo ahora estaba entrenando al oponente de Killian. Teo nunca había
pensado bien de Gil y a menudo se había referido a él como “ese bastardo
asqueroso”. Quería hacerle saber que había estado en lo cierto acerca de
él, y que Killian estaba por su cuenta ahora.
103
Teo respondió con un breve mensaje, agradeciéndome por contárselo,
pero no mucho más que eso. Pensé que tal vez todavía estaba enojado
conmigo por pasar tiempo con Killian. No lo presioné; en lugar de eso,
decidí conectarme por Skype con mi hermana, Lety, en Inglaterra. Había
mucho que necesitaba discutir con ella, y esperaba no perder el valor.

Instalé mi computadora portátil en el comedor e hice la conexión. Sonreí


cuando vi a mi hermosa hermana bostezar y saludé de regreso. Un suéter
blanco de gran tamaño cubría su figura de reloj de arena. Tan delgada
como era, tenía perfectos pechos redondos y una parte trasera que la
mayoría de las mujeres matarían por tener. Sí, la naturaleza no había
sido tan generosa conmigo.

—Hola. ¿Te desperté?

Estaba en un dormitorio. Era todo lo que podía distinguir. Bueno, eso y los
pies de Brody colgando fuera de la cama. Empujó su largo y ondulado
cabello lejos de su rostro.

—Son las dos de la tarde. Tuvimos un largo día.


Teniendo en cuenta qué tipo de largos días habíamos estado teniendo
Killian y yo últimamente, tenía la sensación de que sabía lo que quería
decir. Miró alrededor de mi hombro.

—¿Dónde estás?

—En casa de Killian.

—Lo imaginé. —Se rio—. Teo estaba quejándose respecto a ti quedándote


con él. —Agarró una taza de líquido humeante y tomó un sorbo—. ¿Cómo
están las cosas entre ustedes? —Rio de nuevo cuando todo lo que hice fue
sonrojarme—. Así de bien, ¿eh?

—Sí, están muy bien.

—¿Tomas la píldora?

Mi hermana nunca medía sus palabras.

—No. Todavía no hemos llegado tan lejos.

Su expresión se suavizó, bordeándose sobre una sensación de tristeza.


104
—¿Él entiende… tu necesidad de tomar las cosas con calma, quiero decir?

Nerviosamente, deslicé mis dedos sobre las teclas, incapaz de mirar


directamente a mi hermana entonces.

—Lo hace. Pero las cosas se están acelerando bastante. —No podía
quedarme quieta y empecé a jugar con mi cabello, solo para devolver mis
manos a mi teclado y rozarlas a lo largo de los bordes—. ¿Brody puede
escucharme?

Lety se giró justo cuando Brody empezaba a moverse. Desde donde


estaba sentada Lety, solo podía ver el pie de la cama. Bueno, eso y los
grandes pies descalzos de Brody.

—¿Estás despierto, pez gordo? —le preguntó, con voz suave y llena de
afecto.

—Más o menos —gimió él—. Hambriento. —La sábana que cubría sus
pantorrillas se arrugó cuando se movió—. Mierda. Nos perdimos el
almuerzo.

—No, me levanté e hice algo. Está listo si lo quieres.


—Gracias, pequeña —dijo.

—Brody, espera —dijo cuando comenzó a moverse—. Sofia puede verte.


Estamos hablando por Skype.

Dejó de moverse.

—¿Eso significa que tengo que ponerme pantalones?

Lety se dio la vuelta para mirar la pantalla, sus manos cubriendo sus ojos,
pero su sonrisa se amplió cuando rio.

—Sí, nene —le dijo.

—Ah… está bien.

Lo oí tirar de un par de pantalones antes de que sus cincelados


abdominales aparecieran frente a la pantalla. Se inclinó para besar los
labios de Lety, luego saludó a la cámara.

—Hola, Sofia. ¿Cómo te va?

105 —Estoy bien. ¿Se están divirtiendo?

—Sí. Tratando de terminar mi trabajo, esperando llegar a París este fin de


semana.

—Bien —dije.

Él guiñó.

—Las dejaré hablar, chicas. —Se levantó, de manera que solo sus
abdominales y parte de su pecho eran visibles en la pantalla—. Eso que
huelo no es pastel de riñones —dijo.

Lety se echó a reír.

—No. Te he hecho filete mignon relleno de queso azul y champiñones…

Brody golpeó sus labios contra los de ella. Si él no se hubiera sujetado a


sus hombros, ella habría caído de la silla. Traté de mirar hacia otro lugar.
Lety y Brody no eran tímidos respecto a besarse frente a mí, pero yo
seguía siendo tímida acerca de verlos.

Mis ojos escanearon la habitación, esperando que terminaran. Se


separaron segundos después, Lety riendo.
—Sabes cómo excitar a un chico, ¿sabes?

—¿Sorprendiéndote con mis habilidades culinarias? —le preguntó.

—Demonios, sí… oh, y el sexo también es muy caliente —dijo. Sonrió de


nuevo a la cámara—. Nos vemos, Sofi. Ven a visitar si puedes hacerte
algún tiempo.

Saludé, sonrojándome por él.

—Adiós, Brody.

Desapareció, pero luego gritó desde más lejos:

—Lety, ¿quieres que espere para que podamos comer juntos?

—No. Adelante. Quiero hablar con Sofia. —Puso sus rodillas contra ella—.
Lo siento, nena. Estabas hablando de ti y de Killian, y de cómo iban las
cosas entre ustedes. Están bien, ¿verdad? ¿Es bueno para ti?

Me encogí de hombros.

106 —Sí. Lo es.

—Entonces, ¿qué pasa?

—Solo que lo encuentro un poco extraño, ¿sabes? Que guste de mí como


lo hace. Wren dice que lo ha hecho desde que éramos niños. Nunca lo
hubiera imaginado.

Lety sonrió.

—Eran muy cercanos. Siempre jugando con esos pequeños autos,


compartiendo dulces. Es el niño pequeño con quien siempre parecías
cómoda.

Golpeé mis dedos contra la mesa del comedor.

—Pensaba eso, pero luego se olvidó de mí.

Lety sacudió su cabeza.

—No olvidó, Sofia. Solo creció un poco más rápido, eso es todo. Nunca me
di cuenta de lo enamorada que estabas de él. ¿Cómo es que nunca me
dijiste?

Hice una mueca.


—Se suponía que fuera una monja… no se supone que a las monjas les
gusten los chicos.

Puso sus ojos en blanco.

—Dios, mamá y toda esa mierda. Si dependiera de ella y Teo, ya habrías


hecho tus votos y te estaría visitando en algún loco convento.

—¿Teo quiere que sea monja? ¿Todavía?

Ella lanzó una mano.

—Es protector. A menos que te pusiera en una burbuja y te rodeara con


armas de destrucción masiva, probablemente pensó que ser monja era la
siguiente mejor cosa. —Sonrió alegremente—. Esta cosa que tienes con
Killian es mejor, ¿no crees?

Mi temperatura subió ligeramente.

—Lo es. Simplemente no es lo que imaginé originalmente.

Puso su barbilla sobre sus rodillas.


107
—¿Qué quieres decir?

—He hecho cosas con él… a él. Cosas que nunca antes he hecho.

Lety era muy consciente de mi pasado y, sin embargo, me recibió con


amabilidad.

—Estás en una relación de adultos. La intimidad física es parte de ella y


puede ser algo que los acerque. —Tomó otro sorbo de su té—. No hay
nada de lo que estar avergonzada o apenada. Siempre y cuando sea
consensual, estoy segura de que los llevará en una dirección de la que
ambos disfrutarán y crecerán.

—Mmm.

Frunció las cejas.

—¿Qué ocurre, Sofi?

Solo ve a por ello, Sofia. Si puedes hablar con alguien, es tu hermana.

—¿Brody puede escucharme desde dónde está?

Estiró su cuello.
—No lo creo —susurró ella—. Está en la cocina calentando la comida que
le hice. Deberías ver esta cabaña que alquilamos. Es la cosita más dulce…

—He estado atando a Killian —solté abruptamente.

Sus piernas cayeron al suelo, uniéndose a su mandíbula. Por un segundo,


quedó sin palabras. Así que no es una buena señal viendo cuán franca y
dogmática era mi hermana.

—Cuando dices que lo has atado, ¿qué quieres decir exactamente?

Cerré mis ojos y derramé más DI5 ya que, hola, estaba teniendo suerte.

—Ato sus muñecas a su espalda de manera que no pueda tocarme.

—¿Con esposas? —chilló.

Estiré mis manos.

—No, con una vieja corbata azul que posee.

Lety cubrió su boca con una mano y me señaló con la otra.


108
—Santa mierda. ¡Con la corbata que usó en la confirmación!

—Ah…

—Está bien, está bien —repitió Lety una y otra vez, aunque en realidad no
parecía que lo estuviera—. Es consensual, y eso es todo lo que importa. Es
todo lo que jodidamente importa.

Era casi como si intentara convencerse a sí misma. Gemí:

—Así que tú y Brody nunca han…

Lety sacudió su cabeza.

—Puedo decir honestamente que nunca he atado a Brody…

—¡Puedes, si quieres! —gritó Brody desde otra habitación—. Me sacrificaré


por el equipo.

—¡Brody! —gritó Lety.

—Bien. Puedes ir primero.

DI: Correspondiente a las siglas en ingles de TMI, Too Much Information.


5
Lety cubrió su rostro, riendo, mientras hacía todo lo posible para no
derretirme por el calor de mi creciente humillación.

—Nene, ¡esta es una conversación privada entre mi hermanita y yo!

—¿Así que no quieres atarme? —preguntó, sonando confundido—. ¿Esta


es otra cosa de esos cuestionarios de Cosmo?

—¡Brody! —gritó Lety de nuevo.

—¿También fallé este? —preguntó.

Lety se puso de pie, riendo tan fuerte que se enroscó en su cuerpo.

—Espera, Sofi —se las arregló antes de desaparecer de vista y susurrar


algo a Brody.

No pude oír lo que decía mientras hablaba con él entre episodios de risa
ahogada. Lo que fuera, pareció satisfacer a Brody y disminuir la diversión
de ella.

Una puerta se cerró con un chasquido antes de que ella volviera a


109
aparecer y se sentara de nuevo frente a la pantalla. Su cabeza se ladeó y
su sonrisa se hizo más recatada cuando me contempló.

—¿Sabes lo que pienso?

—¿Que he dejado atrás la pureza y me he dirigido directamente a


Pornoville?

Lety rio entre dientes.

—No, creo que Killian está tratando de que confíes en él. Eso es algo
bueno. Sobre todo porque sabe todo lo que has pasado.

La culpa ardía por mi garganta.

—No lo sabe todo, Lety. Si lo hiciera, su opinión de mí cambiaría. —Apreté


el puente de mi nariz—. Dios, si alguna vez descubre acerca de esos chicos
con los que he estado… y lo que les dejé hacerme… nunca me dejaría
tocarlo de nuevo.

—Sofi, eso no es cierto.

—Creo que estás equivocada.

Lety consideró mis palabras.


—¿Has pensado en decírselo?

Volví a jugar con los extremos de mi largo cabello.

—Lo he pensado. Simplemente no creo que sea el momento adecuado.

Lety abrazó su cuerpo. Pensé que estaría de acuerdo conmigo hasta que
ella dijo:

—Killian puede tener a cualquier persona que quiera.

Hice una mueca.

—Gracias por el recordatorio.

—No me dejaste terminar —añadió suavemente—. Puede tener a


cualquiera, Sofi. Pero ha esperado por ti. Está contigo. Y se está tomando
su tiempo. No se molestaría si no le importara. Los hombres, del tipo que
no valen la pena, no esperarán por sexo si tienen otras opciones.

Por mucho que mis inseguridades trataran de argumentar lo contrario,


Lety tenía un punto. Killian podría satisfacer sus necesidades en
110
cualquier otra parte. Aun así, a pesar de ver cómo me había dejado
dañada mi pasado, y lo patéticamente frágil que permanecía, pasábamos
muy poco tiempo apartados.

—¿Y si decide que no valgo la pena? Vengo con mucho equipaje. Equipaje
que no necesita en su vida.

—Entonces no es el hombre que crees que es, y tienes que seguir adelante.
—Lety tiró su cabello detrás de ella—. Sofia, la mierda en la que fuimos
criados; las cosas que hemos visto y el dolor al que fuimos sometidos; no
es algo que le desearía a nadie. Y eso jodió con nuestras cabezas mucho
antes de que diéramos nuestros primeros pasos. Pero eso no significa que
no merezcamos ser amados. Si Brody me ha enseñado algo, es eso.

—No estaba hablando de amor —dije en voz baja, aunque sabía que era
demasiado tarde para mí. No podía recordar cuándo me había
enamorado de Killian. Solo sabía que fue mucho antes de esto.

Lety suspiró.

—Da un paso atrás, Sofia, y echa un vistazo a lo que él está arriesgando.


Para un tipo grande como él, dejarte atarlo y permitirse estar vulnerable,
eso dice mucho. Eso es confianza. Killian confía en ti. Creo que tienes que
tratar de confiar en él.

Dejé que sus palabras se hundieran.

—Está bien. Lo intentaré.

—Bien. —Sonrió—. Te extraño, sabes.

—También te extraño. —Traté de devolver la sonrisa y trabajar en mis


nervios—. Lety, tienes mucha más experiencia que yo. Tienes algún
consejo… ya sabes, ¿algo que absolutamente tengo hacer cuando se trata
de Killian?

—Toma la píldora —dijo—. Y mientras estás en ello, hazte un brasileño.

Como he mencionado, mi hermana no medía sus palabras.

—¿Un brasileño?

—Solo confía en mí en esto. —Se despidió de mí con la mano cuando seguí


mirándola fijamente—. Pero olvídate de eso por ahora. Necesitas seguir el
111
control de natalidad seriamente. Teo le pateará el culo a lo grande a
Killian si te embaraza.

Tomé un momento para bajar la mirada.

—Estás asumiendo que definitivamente tendremos sexo. ¿Qué tal si no


puedo seguir adelante con eso?

—Entonces no deberías ni lo harás. De cualquier manera, es mejor tomar


precauciones. —Los ojos oscuros de Lety se encontraron con los míos—.
Pero, Sofi, la forma en que hablas de él, la forma en que están yendo las
cosas, es solo cuestión de tiempo antes de que te entregues a Killian…
C
omencé a correr con Killian por las mañanas. Bueno, más o menos.
Corríamos un rato juntos, entonces me llevaba de regreso a su casa
cuando pensaba que podría morir. En mi defensa, le tenía el
desayuno preparado cuando volviera de su “verdadera carrera”, como lo
llamaba él.

Él estaba tratando de no reírse de mí cuando nos condujo al gimnasio


una mañana. No estaba funcionando.

—¿Y qué si tuviera que llevarte? No hay nada de qué avergonzarse. Te


estás volviendo mejor, más rápida, durando más tiempo de lo que solías.

112 —No habría sido tan vergonzoso si la Sra. O’Hara no te hubiera visto
cargarme.

—Te dije que fingieras que habías tropezado.

—No iba a mentirle a una vieja. —Cubrí mí rostro, sabiendo que


probablemente debería haberlo hecho.

—¿Es así cómo las chicas atraen a los chicos a la cama, Sofia? —preguntó
Killian, intentando imitar su acento irlandés.

—Oh, Dios. —Enterré mi rostro más profundo.

—Excelente estrategia, querida. Puedo ver que funcionó.

—¡No puedo creer que dijera eso! —O cómo le había echado un vistazo a
Killian, siguiendo un muy aprobado asentimiento. Había oído que la Sra.
O’Hara era una vieja bestia, pero nunca había sido sometida a su
escrutinio. Dejé caer mis manos a mis costados cuando él continuó
riéndose—. No es gracioso. Ella asiste a la misa con mi madre.

Killian se metió en el estacionamiento trasero.

—¿Es eso tan malo? Tu madre sabe que te has estado quedando conmigo.
—Saber que estoy contigo es una cosa. —Lo cual no estaba ni un poco
emocionada—. Oír nuestras hazañas de otra fuente es algo
completamente diferente.

—No había hazañas. —Rio entre dientes—. A menos que cuentes lo que
hicimos en mi casa.

Gemí, sorprendida pero eternamente agradecida de que la Sra. O’Hara no


hubiera intentado mirar por la ventana.

—No te preocupes, Sofia. La señora O’Hara podría haber visto cosas


mucho peores.

Oh, sí. Cierto.

Desabroché el cinturón de seguridad y agarré mi computadora portátil.


Killian la levantó de mi alcance.

—Aquí. La tengo. —Rio cuando vio que la humillación seguía calentando


mi rostro. Me miró por un momento—. Teo solía estar fuera todo el
tiempo. Tu madre sabía lo que estaba haciendo y con quién lo estaba
113
haciendo.

—Es diferente para los hombres, especialmente en la cultura latina, y


especialmente cuando consideras lo tradicional que es mi madre.

Acarició mi barbilla.

—¿Dices que te arrepientes de nuestro tiempo juntos?

Él sabía la respuesta a eso. Lo noté por la suavidad de su sonrisa.

—Sabes que no.

—Entonces ven aquí y muéstrame.

Su brazo se enganchó alrededor de mis hombros cuando me acerqué


más, atrayéndome hacia él. Nuestro beso, como nuestro tiempo en el
dormitorio, se calentó rápidamente. Me alejé cuando oí a Finn acercarse a
su Mustang.

—Finn está aquí.

—Mmm-hmm. —Su boca encontró ese lugar detrás de mi oreja que nunca
fallaba en hacer que mis párpados revolotearan.
—Cariño… es hora de trabajar —le dije.

Killian gimió y retrocedió.

—Sí. Supongo que sí. —Me miró un instante—. Tu madre vuelve de Boston
esta noche, ¿verdad?

—Sí. En algún momento de la cena.

—¿Eso significa que vas a quedarte con ella?

—Estaba planeando eso. ¿Por qué?

—Tal vez deberías pensar en quedarte conmigo otra vez.

Consideré su oferta. Pero por tentador que fuera, no estaba tan segura de
si debería volver a pasar la noche. El grupo de la iglesia para gente adulta
en el que estaba involucrada mi madre ahora había estado viajando
bastante últimamente. Tomó mucho convencerla de que se uniera, pero
ahora que lo había hecho, parecía estar disfrutando. Las cataratas del
Niagara había sido el primer viaje, Boston había seguido rápidamente.
114 Cape Cod se acercaba, pero eso no era por otra semana. Ya no tenía que
preocuparse más por mi padre. Y con el negocio de Teo yéndole tan bien,
se aseguró de que finalmente pudiera ir a todos los lugares que había
querido visitar.

—Debería estar con ella esta noche. Asegurarme de que esté bien.

—De acuerdo. No va a ser lo mismo mi casa sin ti. —Hizo una pausa como
si estuviera debatiendo qué decir y cuánto admitir—. Me gusta que estés
conmigo.

La decepción nubló sus perfectas facciones. ¡Y me mató! Había estado


temiendo el regreso de mi madre, sabiendo que significaría menos tiempo
en casa de Killian. Pero admitiré que se sintió bien saber que me echaría
de menos. Tan atento como era Killian, a veces una chica necesitaba oír
que ella importaba.

—También me gusta estar contigo —le dije.

—Pero no te quedarás conmigo esta noche.

—Debería ir a casa. —Esperó un momento antes de asentir. Lo entendía,


pero no parecía más feliz. Comencé a salir de su camioneta cuando robé
una última mirada en su dirección—. Sabes, quizás sería mejor corredora
si durmiera más —reflexioné.

Las esquinas de sus labios se curvaron en una sonrisa sexy.

—Difícil dejarte dormir cuando te veo desnuda a mi lado.

Sabía lo que quería decir, pero me sacudí de su camioneta sin decírselo.


Lo reconoció cuando notó mi sonrojo.

Killian me pasó el bolso de la computadora cuando llegamos al frente del


gimnasio. Esperé a que él y Finn abrieran las puertas metálicas y luego se
apresuraron a entrar. Las luces de arriba parpadeaban cuando ya estaba
a medio camino de su oficina.

—¿Cuál es la prisa, nena?

—Entrevista por teléfono. Tengo que estar lista —le dije por encima de mi
hombro.

—¿Entrevista por teléfono?


115
—Sí, Killian.

—¿Con quién?

—Epic Sports.

—¿Yo sabía de esto?

Me aclaré la garganta.

—Te lo dije anoche.

—¿Cuándo?

No quería tener esta conversación con Finn allí.

—Ah, antes de acostarnos… antes de dormir… sí, antes de dormir. —


Sinvergüenza. A veces podría haberme abofeteado sin sentido.

Finn se echó a reír. Por supuesto que sí. No se necesitaba ser un genio
para darse cuenta de que no habíamos ido a dormir directamente. Killian
también se rio.

—De acuerdo. Está volviendo a mí… algo así.


Abrí mi computadora portátil mientras él entraba.

—Recuérdame otra vez por qué tienes que hablar con ellos.

—Estoy tratando de conseguirte un poco de equipo de gimnasia gratis:


cintas de correr, aparatos de entrenamiento con pesas, bancos, el tipo de
cosas machistas que te gustan.

—¿Cosas machistas? —Rascó su cabeza ante mi asentimiento—. Recuerdo


eso, pero nunca te pregunté por qué.

Respondí un correo electrónico rápido mientras continuábamos nuestra


conversación.

—¿Por qué qué?

—Por qué diablos me darían equipamiento gratis. No me están


patrocinando para la pelea.

—Pero podrían. Vieron cuántos seguidores tienes en Twitter y piensan en


canjearlo a cambio de unos agradecimientos públicos.
116
—¿Twitter? —Frunció el ceño—. Estás jugando conmigo, ¿verdad?

Mis dedos se arrastraron sobre mi computadora portátil mientras


respondía un correo electrónico de una empresa promocional que quería
que Killian autografiara algunos carteles para su próxima pelea.

—Te dije que iba a crear una cuenta de Twitter y una página de Facebook
para ti.

—Pensé que estabas bromeando.

Parpadeé hacia él.

—¿Por qué iba a bromear con algo tan importante como esto?

—Esto no es importante.

—¡Por supuesto que lo es! Estás dirigiendo un negocio. Los medios


sociales son una parte de ello. —Crucé mis brazos cuando él continuó
frunciendo el ceño—. Tú dijiste, y cito, “No tengo tiempo para esta mierda,
Sofia, tú encárgate”, así lo hice.

Finn entró, sonriendo.

—Dijiste “mierda”.
Y sí, ahí estaba mi sonrojo, de nuevo. No tenía el hábito de maldecir. El
uno por ciento de monja que se quedó en mí no lo aprobaba. Finn tomó
una botella de agua de la mininevera y luego salió de nuevo, riendo.

Aclaré mi garganta cuando el rostro de piedra de Killian se endureció.

—Ya tienes cincuenta y nueve mil seguidores en Twitter y casi treinta y


nueve mil me gusta en Facebook.

—¿Qué?

—Me escuchaste.

—¿Cómo demonios ocurrió eso?

—Publiqué una foto tuya en todas las páginas de MMA publicitando tu


próxima pelea y proporcionando tus enlaces. MMA es enorme, deberías
ver el tráfico que consiguen esos sitios.

—¿Cuál foto?

—¿Eh? —Lo había oído. Simplemente no quería contestar.


117
Algo que captó en mi expresión alivió la severidad de su voz.

—¿Qué foto de mí publicaste? Las profesionales que había tomado son


demasiado viejas ahora. Sé que no las usaste.

—La que tomé de ti hace unas semanas, cuando estabas peleando. —Y


sudando, y cuando tus pantalones cortos se habían deslizado oh-tan-
perfectamente justo debajo de tus caderas, claramente no lo dije.
Tampoco admití que la mayoría de sus me gusta y seguidores eran
mujeres que probablemente se estaban tocando inapropiadamente con
esa foto, sobre todo porque no quería que estuviera molesto… y porque
sabía que probablemente estaba en lo cierto.

—Sofia, no quiero hacer twitter.

—Tuitear —lo corregí.

—Lo que sea. No es algo que yo haga.

—Lo estoy haciendo por ti. —Ajusté mi posición y estaba tirando de mi


silla cuando Killian se acercó, luciendo extrañamente divertido.

—¿Estás fingiendo ser yo?


Jugué con mi cabello.

—Alguien tiene que hacerlo si tú no lo harás.

Se inclinó cerca y rodeó su brazo a mi alrededor.

—¿Qué estás diciendo cuando estás haciendo todo eso de fingir?

—Nada malo.

—¿Sin maldecir?

Rio cuando entrecerré los ojos. Killian me dijo una vez que me lucía “linda
cuando estaba tratando de estar molesta”. No lo había tomado como un
cumplido.

—Dijiste que estás fingiendo ser yo. Tengo una boca.

Aplasté mi larga falda floral.

—Si solo estás muriendo por saberlo, principalmente ofrezco comentarios


motivacionales, como lo que le dices a tus estudiantes. —Abrí el programa
118 que había estado desarrollando y fingí comenzar mi trabajo con la
esperanza de que él seguiría adelante.

No solo no se movió, sino que sus dedos merodearon a lo largo de mis


costillas, haciendo cosquillas a mi lado.

—¿Alguien me ha respondido? —Mis mejillas llameantes respondieron


por mí—. ¿Oh sí? ¿Quién?

—Algunos chicos pidiendo consejos de entrenamiento y… cosas —


tartamudeé.

—¿Sí?

—Sí.

—¿Y cosas? ¿Qué cosas? —presionó.

Por supuesto iba a hacer las cosas difíciles para mí.

—Los remito a tu sitio web, donde escribo algunos consejos básicos para
ponerse en forma.

Sus dedos se arrastraron hacia abajo hasta el pequeño trozo de piel


expuesta entre mi top rojo y larga falda.
—¿Consejos? ¿Estás dando consejos?

Mi tecleo se detuvo. Habíamos tonteado cuando nos despertamos, pero


cuando vio lo que estaba usando después de su ducha, la segunda ronda
había seguido rápidamente.

Sus dedos se volvieron más juguetones, haciendo que mi voz chirriara


cuando intenté formar una respuesta decente.

—Hago hincapié en reducir los carbohidratos y elegir un estilo de vida


más saludable en general.

Apartó mí cabello, desnudando mi hombro.

—¿Así que te gusta mi… estilo de vida?

Su cálida respiración hizo fácil olvidar dónde estaba y difícil mantener mi


mente en la conversación.

—Sí. Es agradable, um, buena.

—¿Buena? —dijo con voz ronca.


119
—Sí. —Oh, dulces cielos, sí.

—¿Así que estás derramando mis profundos y oscuros secretos para


ponerme en forma por toda la Internet?

—Sabes que no haría eso… aunque sé lo que comes, ya que soy, um, quien
te está alimentando. Ahora que tu lucha se está acercando, trabajas
proteínas, verduras de hoja verde y solo bebes agua. —Necesité un
segundo cuando sus dedos se demoraron y sus labios encontraron ese
punto dulce sobre mi cuello—. Un maní M&M por la noche es tu gran
premio.

—No es mi único gran premio. —Pasó su lengua sobre mi piel—. ¿Qué más
sabes de mí?

—Yo, ah, también sé cuánto corres… durante cuánto tiempo… y el tipo de


ejercicio cardiovascular y… y el entrenamiento con pesas que haces.

—¿Lo sabes? —murmuró, mordiendo un poco.

Traté de no gemir y fracasé miserablemente.


—Sí… te observo. —Está bien, tal vez “mirarte boquiabierta” era un término
más apropiado—. Ha traído más visitas a tu nuevo sitio web —le dije. Al
menos lo intenté, de todos modos. ¡Dios mío, esa boca suya!

Killian me acercó más.

—Ya veo. ¿Alguien más ha hablado conmigo?

Sabiendo lo que realmente estaba preguntando fue la proverbial ducha


fría que mi cuerpo necesitaba para arrojarme de vuelta a la realidad. Me
puse rígida y me encogí de hombros.

—Los niños parecen admirarte. —Mi tono era un poco agudo. ¿A quién
estaba engañando? Podría haber perforado carne en ese momento.

Una sonrisa suavizó su rostro.

—Niños, ¿eh?

Abrí el cajón, escudriñando los archivos que había creado para guardar
copias físicas de sus discos. La mano de Killian ahuecó mi trasero cuando
120 encontré lo que estaba buscando. Intenté no reaccionar. Así inició la
primera ronda en su cama. Ambos estábamos exhaustos, pero el contacto
piel a piel nos había animado.

Su mano amasaba lentamente.

—¿Hay algún otro seguidor del que deba saber? ¿Amantes de perros,
electricistas, quizás un científico de cohetes o dos?

Iba a obligarme a decirlo.

—Las mujeres te encuentran… atractivo y te han dado elogios. —No


mencioné que #DulceTraseroQueMeGustaríaChupar estaba entre los
muchos hashtags populares que usaban sus fans para etiquetarlo. Aclaré
mí garganta—. Les agradezco en tu nombre.

—¿Es así? —Estaba realmente sonriendo entonces—. ¿Alguna vez les


devolviste algún cumplido… en mi nombre quiero decir?

—¿Tú qué piensas? —espeté, golpeando su mano cuando me dio un


apretón en el culo.

Killian echó su cabeza hacia atrás, riendo.

—Vamos, princesa. Solo te estoy molestando.


—Seguro lo estás. Y no eres hilarante. —Agarré mi bolso y salí disparada.

—Sofia… espera. ¿Adónde vas?

No le respondí y pisoteé fuera de la puerta. Los celos habían levantado su


fea cabeza. Sabía lo que era y sabía que debería ignorarlo. Y tal vez
podría hacerlo si no fuera por la cantidad de mujeres enfermas que
tuiteaban desnudos y muy sugestivas imágenes de sí mismas para la
atención de Killian. Las últimas mujeres —Santos Cielos, la imagen de su
pirámide de culo desnudo para siempre estarían grabadas en mis
retinas— acompañaban sus clásicas imágenes de entrepierna con: Algo
para tu cartera, @PhillysKillianOBrien, LOL.

Tomó todo lo que tenía para no responder: Todas ustedes son putas, LOL.

Sus mamás no las educaron bien, LOL.

Pero no, no lo había hecho, no podía, y no lo haría. Estos eran los fans de
Killian después de todo, por muy enfermos que pudieran estar.

Salí como un rayo por la calle. No fue hasta que crucé la calle y llegué a
121
la cafetería que mi ritmo disminuyó. Cuanto más hacía para promover
Killian, más me dada cuenta de su épica e instantánea popularidad. Les
gustaba a las mujeres, lo querían. Los hombres querían ser él. Pero todo
parecía ser por las razones equivocadas.

—¿Qué puedo servirte? —preguntó el adolescente detrás del mostrador.

—Un té helado grande, por favor —respondí.

Envié un mensaje a mi contacto en Epic Sports para reprogramar la


reunión para esta tarde, pero mi mente permaneció en mi interacción con
Killian. Esperaba que simplemente estuviera burlándose de mí acerca de
sus admiradores. También esperaba que se diera cuenta de que, a
diferencia de sus seguidores en Twitter y Facebook, reconocía que había
más de él que su apariencia.

Había amado a Killian antes de que se convirtiera en su enorme tamaño,


y mucho antes de que esos músculos se flexionaran por primera vez.

Sí, se podría decir que lo amé primero por el interior.

Tomé un sorbo de mi té antes de dirigirme fuera, con la esperanza de


enfriar mi genio y permitir que me centrara en lo que había que hacer. Su
club de fans no estaba cerca para ayudarlo. Pero yo estaba. E
inseguridades atravesando mi cerebro o no, haría todo lo posible.

Al salir de la tienda, vi a Norman Kessler siendo empujado en su silla de


ruedas por su cuidador. Por primera vez en años, pareció reaccionar,
pareciendo salir de su estado típicamente limitado.

Su cabeza se inclinó en mi dirección, luego hacia adelante y hacia atrás,


lenta al principio, luego realmente rápido, como un animal atrapado en
una caja y luchando por liberarse. Los movimientos parecían dolorosos,
pero eso no detuvo a Norman. Lo que era aún más inquietante eran los
sonidos de gorgoteo desde el fondo de su garganta. ¿Este pobre hombre
estaba empeorando? Tomé la oportunidad y me acerqué.

—Hola, Norman.

Su cabeza se sacudió más fuerte mientras su expresión vacía se volvía


hacia el cielo.

—Está muy agitado hoy, señorita —dijo su cuidador en tono de disculpa.


122
—Lo siento —respondí.

El cuidador asintió, pero no dijo nada más. En su lugar, simplemente


siguió adelante. Lo vi alejar a Norman. Aunque era agradable y cordial,
parecía inusualmente distante debido al estado debilitado en el que
estaba su paciente. Supuse que la condición de Norman le hacía difícil
relacionarse.

Me giré para irme, casi golpeando a Killian en mi prisa por regresar al


gimnasio. Me agarró por los hombros para estabilizarme, pero no antes
de disparar una mirada en dirección a Norman.

—¿Estás bien?

Mi atención saltó entre él y Norman. Por alguna razón, Killian parecía


resentir a Norman y no podía entender por qué. Norman no podía herir a
un alma.

Antes de que pudiera preguntarle, me dijo algo que volvió todos los pelos
sobre mi cuerpo de punta.

—Tu hermano acaba de aparecerse. Dice que quiere pelear conmigo.


—S
ofía, trata de no entrar en pánico. Tal vez Mateo y Killian
solo necesitaban sacárselo de encima.

Miré sobre mi hombro hacia donde mi cuñada, Evelyn,


estaba sentada en la silla de Killian, cuidando de su hijo recién nacido.
Tal vez le hubiera creído si no sonara tan nerviosa. En el octágono, Teo
levantó a Killian y lo golpeó contra la alfombra. Reaccioné con extrema
sorpresa cuando su cuerpo rebotó en la lona con Teo todavía encima de
él.

El grueso cabello rubio de Evie cayó como una cortina sobre su rostro
cuando golpeó su mano sobre sus ojos.
123
—¿Ese fue Mateo?

—Uh-uh.

Una multitud de jóvenes aprendices se había reunido para verlos,


silbando como si fuera Navidad y gritando cosas como “Pégale”, “Golpea
su culo”, “Hazlo sangrar”, y “Dale una paliza”, lo cual no hacía nada por
calmar mi creciente histeria.

—¡Oh! —gritaron cuando Killian empujó a Teo a través del ring hacia el
cercado metálico.

—E-ese fue Teo —dije, sintiéndome enferma.

Me tambaleé hacia mi silla, prácticamente errando cuando Teo golpeó a


Killian en la mandíbula. Tenían todo el equipo de cabeza y rostro.
Llevaban protectores bucales. Era una pelea amistosa… o eso habían
declarado. Mi creciente preocupación los llamaba mentirosos. Mi
creciente preocupación tenía una tendencia a estar en lo correcto.

Me tapé los ojos cuando la pierna de Killian dejó la alfombra y se


familiarizó con el rostro de Teo.
Algo rebotó en la alfombra. Realmente esperaba que no fuera la cabeza
de mi hermano dejando sus hombros.

—Oh, Jesús —gimió Evie—. ¿Quién fue ese?

Aunque dejé caer mis manos de mi rostro, mantuve mi cabeza baja


cuando los sonidos de chasquidos de piel, gritos, y rodadas tronando a
través del octágono hacían eco como un tornado en crecimiento.

—No lo sé. Realmente no quiero saberlo ahora mismo.

El pálido rostro de Evie se encontró con el mío.

—No debería salir ahí, ¿cierto? No debería exigirle que salga del
octágono, ¿verdad? No debería avergonzarlo delante de esos hombres…
dime que no debería, Sofía. Estaría mal, ¿verdad?

No respondí, sobre todo porque quería que ella detuviera este evidente
espectáculo de testosterona. Evie era una pequeña cosa, incluso después
de dar a luz a un bebé de cuatro kilogramos. Era incapaz de ser mala o
agresiva. Pero no le gustaba que Teo luchara, y la idea de que fuera
124
físicamente herido le dolía.

El otro pedazo era que mi hermano amaba a Evie. Y aunque claramente


estaba tratando de demostrar un punto, no querría que ella se molestara.
Se detendría si ella le pidiera que lo hiciera. Pero una parte de ella, como
una parte de mí, sabía que Killian y Mateo tenían que hacer esto, fuera lo
que fuera.

—¿Sofia? —Evie me estaba rogando que respondiera.

—No me gusta esto —fue todo lo que conseguí decir.

Era más que eso. Odiaba que boxearan tan brutalmente. Pero cuando Teo
desafió a Killian al octágono para “mostrarle cómo se hacía”, Teo pareció
estar tratando de reconectarse con él. Bueno, al menos eso era lo que
parecía en ese momento. Esperaba tener razón y rezaba para que su
reconexión no llegara a costa de los dientes de alguien.

—¡Oh! —gritó la multitud.

—¡Jódeloooooo!

—¡Mátaloooooo!
Estaba a dos segundos de vomitar, lo cual significaba que estaba un
segundo detrás de Evie. Los giros, las patadas, los derribos demostraban
que nuestros hombres estaban buscando sangre. Razón por la cual Evie y
yo estábamos escondidas en la oficina de Killian. Llámennos debiluchas.
Llámennos cobardes. Llámennos débiles ante la vista de cadáveres
sangrientos.

Otro golpe de cuerpo. Más brazos balanceándose. Seguido por —gracias,


Jesús, María y José— la campana terminando el combate. La multitud
gritó y aplaudió. Excelente. Al menos se habían divertido observando.

Mateo dejó el ring. Killian le siguió los talones.

—¿Se acabó? —preguntó Evie.

—Por ahora.

—Mateo está caminando… ¿está bien?

Probablemente esperaba que uno o ambos estuvieran desmayados e


inconscientes. No podía culparla, viendo que yo había esperado el mismo
125
resultado. Mateo y Killian se quitaron el equipo. Ambos tenían rostros
rojos e hinchados. Ambos estaban goteando de sudor. Ambos
estaban… riendo.

—Te has vuelto lento, Kill. —dijo Teo sobre el ladrido de la multitud.

—Y te has hecho viejo —añadió Killian, empujándolo cariñosamente en el


hombro.

Entonces supe que nunca entendería a los hombres.

Evie gimió y negó con la cabeza. Pero cuando ajustó a Mateo Jr. dentro de
su blusa ajustada, acurrucando su cuerpo contra ella como un canguro
bebé en una bolsa, el estrés del combate se relajó en su rostro.

Sonrió, contemplando a su pequeño hijo. Tan cansada como parecía, su


obvia felicidad me hizo pensar que la privación del sueño valía la pena.

Algún día, esperaba poder experimentar ese tipo de amor.

Me puse de pie y bordeé mi camino alrededor del escritorio a su lado,


acariciando la parte superior del cabello oscuro de Mattie. Había pasado
las primeras semanas después de su nacimiento ayudando a Evie y
Mateo a adaptarse a la paternidad. Me encantó cada momento. Pero una
vez que establecieron una rutina, me di cuenta de que ya no me
necesitaban y podía permitir que mi compromiso con Killian me alejara.

No fue hasta que vi al hombrecito que me di cuenta de lo mucho que lo


había echado de menos.

—¿Está durmiendo toda la noche?

—No, todavía está comiendo una tonelada. —Como si fuera una señal,
Mattie buscó otro bocadillo. Evie se rio entre dientes y cambió de lado—.
Si no estuviera ganando tanto peso, juraría que estaba muriéndose de
hambre. —Le besó la cabeza—. Vas a crecer para ser grande y fuerte,
como tu papá, ¿no es cierto, pequeño?

Me reí un poco. Sí, el pequeño Mattie estaba camino a convertirse en un


chico muy grande.

—Cuando hablé con Lety el otro día, ya estaba preguntando cuándo Teo y
tú estaban planeando darle una hermana a Mattie… insiste en que cada
niño necesita al menos dos hermanas.
126
Teo entró en la habitación con Killian rondando detrás de él.

—Es fácil que Lety lo diga —dijo Teo—. Su trasero está durmiendo lo
suficiente.

A pesar del equipo de protección, los rostros de Teo y Killian estaban


significativamente magullados. Evie apartó la mirada cuando Teo se
inclinó para besar la cabeza de su hijo. Cuando se dio cuenta de que ella
se retiraba de él, Teo tomó su rostro, rozando sus labios tiernamente en su
mandíbula.

—Nena, estoy bien —murmuró su profunda voz—. Solo necesitaba


deshacerme de estos sentimientos.

Ella lo observó a través de pestañas bajas.

—Espero que eso fuera todo, Mateo —dijo en voz baja.

Ella no estaba feliz y tampoco yo. Crucé mis brazos cuando Killian me
atrajo hacia él, forzando una cierta distancia entre nosotros. Inclinó la
cabeza, reconociendo que estaba molesta.

Al principio pensé que me daría espacio. En su lugar, tomó mi mano en la


suya y me llevó alrededor de la mesa. Mi rostro enrojeció tan profundo
como el suyo cuando me dejó caer sobre su regazo y sus brazos rodearon
mi cintura. Nunca había estado tan cariñoso delante de mi familia y
estaba dejando en claro que estábamos juntos.

Teo se enderezó, frunciendo el ceño antes de relajarse lentamente en la


silla plegable junto a Evie. Tomó un sorbo de su botella de agua, pero no
hizo nada para calmar su temperamento.

—Ma vuelve a casa esta noche —gruñó.

Traté de encontrar un lugar para colocar mis manos. Me había


acostumbrado a mostrarle afecto a Killian… en su casa… sin nadie por ahí.
Frente a mi familia era una historia diferente. Alguien más no se habría
preocupado si su hermano la estuviera observando sentada en el regazo
de su novio. Pero ese mismo alguien no había crecido en mi casa. Teo
había sido más padre que hermano para mí. Reconocía su escrutinio por
lo que era: su necesidad de protegerme del daño, como siempre lo había
hecho.

La cosa era, aunque no había apreciado su lucha, quería mostrarle un


127
poco de amor a Killian. En su casa, habría envuelto mis brazos alrededor
de su cuello para el comienzo de un largo beso. Lo mejor que pude hacer
fue colocar mis brazos sobre los suyos.

—Sí. Se divirtió en Boston —escupí finalmente.

Teo rodó la botella de agua entre sus palmas.

—¿Vas a quedarte con ella esta noche?

Evie frunció el ceño.

—Teo, Sofia puede quedarse donde quiera.

Teo se encogió de hombros.

—Solo estoy diciendo que ma es vieja…

—Mateo —dijo Evie más severamente.

—Si se rompe una cadera y nadie está allí para salvarla…

—Jesús, Mateo. —Evie puso los ojos en blanco—. Tu madre apenas tiene
cincuenta años.

Teo tomó otro trago de su agua.


—No significa que no se pueda romper la cadera.

Killian asintió.

—Cierto. Tal vez debería mudarse contigo para que puedas vigilarla, Teo.
Eso es lo que haría cualquier buen hijo.

El pequeño cuerpo de Evie se estremeció cuando rio, revolviendo a Mattie.


Teo encontró la sonrisa de Killian con una mirada fulminante que se
convirtió en una sonrisa satisfecha.

—Dice el hijo que envió a su madre a Florida.

La sonrisa de Killian se ensanchó.

—Hace calor ahí… un montón de sol.

—Es irlandesa. Sol es lo último que necesita.

—También le gustan los mangos, gracias a que tu mamá siempre estaba


empujándolos por su garganta.

128 —Solo estaba tratando de ser amable. —La sonrisa de Teo se volvió
astuta—. Más o menos como tu papá dándonos whisky.

Killian rio entre dientes.

—Sí, ya no lo necesitábamos una vez que Finn dejó la dentición.

Sacudí la cabeza cuando empezaron a reír. Tal vez se habían unido,


después de todo.

Me metí el cabello detrás de la oreja.

—¿Algo más nuevo?

Las sonrisas de Evie y Teo se desvanecieron.

—¿Has oído hablar de tío Lino? —me preguntó Evie.

—No, ¿por qué? ¿Está bien?

—Lo está. —dijo Teo lentamente.

Me tensé bajo el agarre de Killian.

—¿Y la tía Flor, y Sol?


Teo terminó su agua antes de hablar.

—Sol está bien… segura, quiero decir. Pero Flor no está llevándolo nada
bien. Lino dijo que está oyendo voces de nuevo.

Oh no. Mi pobre tía Flor fue diagnosticada con esquizofrenia unos años
atrás. Al crecer, siempre pensamos que era simplemente extravagante. Le
llevó un intento de suicidio después de la quinceañera de Sol para que
nos diéramos cuenta de que realmente estaba enferma.

—¿Lino está seguro?

—La ve asintiendo como si estuviera hablando con alguien. Esta vez, sin
embargo, ella está respondiendo.

—¿Cómo está manejando todo esto Sol?

Teo se encogió de hombros.

—En negación, como siempre. Adora a su madre, no quiere creer que algo
está mal o que pueda herirse.
129
Lino había limpiado el desastre años atrás cuando Flor se había cortado
las muñecas, tratando de proteger a Sol de la violencia y el horror detrás
de su intento. En cierto modo, había funcionado en contra de ellos. Sol
trató de borrar el incidente como si solo fuera depresión a pesar de todo
el tiempo que le tomó a los médicos medicarla adecuadamente.

En su mayor parte, Sol continuaba como si nada estuviera mal; alegre y


sonriente como siempre. Comprendía su razonamiento. La vida era
simplemente demasiado difícil de tratar a veces.

—¿Podrías intentar hablar con ella? —preguntó Teo—. Si habla con


alguien, será contigo.

Mis manos se suavizaron sobre los brazos de Killian. Había sido la más
cercana a Sol de todo el mundo. Como las primas más jóvenes, teníamos
solamente dos años de diferencia.

—Veré si puede encontrarme aquí en el gimnasio. Quizás podamos ir a


almorzar y hablar.

Evie sonrió.
—Estoy segura de que a ella le gustará eso. Está pasando por muchas
cosas.

—Sol es paramédico y está cursando requisitos premédicos en el estado —


le expliqué a Killian.

Su mano se deslizó por mi cadera. Tan imperturbable como estaba con


mostrarme afecto, mi timidez permanecía. Pero no podía domar mi
sonrisa femenina.

—¿Todavía está planeando ser médico? —me preguntó.

—Sí, en el departamento de emergencias, de todos los lugares. Espero que


pueda lograrlo. El plan de estudios es brutal.

—Si es tan inteligente como tú, estará bien. —Killian me guiñó un ojo—.
Aunque dudo que sea tan hermosa.

Besó mi mejilla, haciendo que la ya ardiente temperatura de mi piel


subiera.

130 Teo puso los ojos en blanco.

—Por el amor de Dios, Kill, es mi hermanita.

Evie se levantó, abrazando a Mattie.

—Teo, apenas puedes mantener tus manos fuera de mí. No juzgues a


Killian por mostrarle un poco de afecto a tu hermana.

—Es diferente, estamos casados. —Sonrió—. Fui un perfecto caballero


mientras estuvimos saliendo.

La piel clara de Evie se ruborizó, pero no pudo ahogar su risa


encantadora.

—Claro que sí, mi amor. —Señaló el dulce paquete que había en sus
brazos—. Es una maravilla que Mattie o alguien más no llegara antes.

Teo se levantó y la besó.

—Sí. También me sorprendió.

Evie sonrió contra sus labios, pero volvió su atención hacia nosotros
cuando Teo la juntó contra él.

—Deberíamos irnos. Mattie necesita una siesta, y tengo que unirme a él.
Me deslicé del regazo de Killian para decirle adiós, sorprendida cuando se
reunió con Teo con una amplia y conocedora sonrisa. Algo estaba
sucediendo.

—¿Nos vemos mañana? —preguntó Killian.

—Alguien tiene que poner tu patético culo en forma. —contestó Teo.

Evie y yo intercambiamos miradas confusas antes de que mis ojos se


ensancharan con comprensión. Killian se rio.

—Sí, es cierto. Conozcan a mi nuevo entrenador.

131
T
eo pasaba las mañanas haciendo las rondas en sus múltiples
talleres mecánicos. Una vez hecho, regresaba al gimnasio,
empujando a Killian un paso más allá de su punto de ruptura.
Llegadas las cuatro, Teo regresaba a su casa para estar con Evie y Mattie,
dejando que Killian terminara el resto de su agotador régimen.

Al principio, comencé a trabajar con Killian para apoyarlo y pasar tiempo


con él. Ahora que Teo estaba supervisando su entrenamiento, no había
mucho tiempo para nosotros. Killian se despertaba cansado, y se
desplomaba cada noche completamente desgastado. Con lo que no había
contado era cuánto me beneficiaría el entrenamiento. A decir verdad,
estaba consiguiendo una forma increíble.
132

Mis piernas aceleraron a lo largo de la cinta junto a la suya. No era tan


rápida ni tan dura, pero mi resistencia y fuerza estaban mejorando.

—¡Kill! ¿Quieres que eche la reja? —exclamó Finn desde el frente.

Killian ondeó la mano sin darse la vuelta.

—Sí, y apaga las luces traseras. Nos iremos pronto. —Golpeó los controles
de la cinta, ralentizando su rápida velocidad mientras Finn bajaba las
rejas de seguridad.

También golpeé mis controles. Si su carrera estaba llegando a su fin, era


hora de que me uniera a él en su enfriamiento.

—¿Se ordenaron las camisetas? —preguntó, su respiración irregular.

—Sí, junto con los imanes y pegatinas de parachoques. —Miré en el


gimnasio. Habían tardado tres fines de semana, pero el Padre Flanagan y
compañía habían terminado de pintar todo el espacio, incluido el interior
del almacén. Planeaba hacer las tomas finales mañana y actualizar su
sitio web.
Killian también levantó la mirada, mirando las palabras que había
pintado cuidadosamente en las paredes: “La fuerza se logra a través de la
sangre, el sudor y el dolor. Prepárate para encontrar tu fuerza”.

—No puedo creer que tenga un lema —murmuró.

—Todo modelo a seguir necesita un lema. —Bajé la velocidad de mi


máquina a una caminata respetable, sonriéndole mientras él continuaba
asimilando las palabras.

—Lo tienes todo mal. No soy un modelo a seguir, princesa.

Mi gruesa cabeza de rizos rebotó en mi cola de caballo.

—Estás equivocado en dos cosas. La gente de todas las edades te admira…


y no soy una princesa —dije, riendo.

—Eres mi princesa —respondió en voz baja. Se aferró a las barras de su


cinta mientras la máquina se detenía—. Mira, sé que no he estado
prestándote mucha atención últimamente, pero juro que eso cambiará
una vez que esta jodida pelea haya terminado.
133
Ralenticé hasta que me detuve y agarré la toalla.

—Está bien. Sé que esta pelea es importante para ti.

Se encogió de hombros y saltó.

—Tú también lo eres. No quiero que lo olvides.

Me limpié el rostro y pasé la toalla por mi cuello y por mis músculos


abdominales desarrollándose, consciente del pesar que profundizaba su
voz. Intenté sonreír.

—No te preocupes por mí.

—No puedo evitarlo. Eres mi chica, y te vas a ir a la escuela en otro mes.

Me tendió su mano. Agarré sus dedos y salté, evitando mirar. La tristeza


que persistía en su tono hacía difícil encontrar esos profundos ojos azules
que tanto adoraba. Con la excepción de unas pocas noches aquí y allí,
habíamos sido inseparables durante casi dos meses. Pero tenía razón.
Nuestro tiempo juntos estaba llegando a su fin. Y aunque había tomado el
consejo de mi hermana sobre el control de natalidad, y el brasileño,
todavía no habíamos tenido sexo… quiero decir, de proporciones bíblicas.
A pesar de lo que Lety había dicho, seguía temerosa de entregarme
completamente.

—¿Has pensado dónde te vas a quedar una vez que empiece la escuela?

Me encogí de hombros.

—Tiene mucho sentido que me quede con Teo y Evelyn, viendo que
Villanova está a solo ocho kilómetros de su casa.

—Sí. Tiene sentido.

Permanecimos en silencio un momento más hasta que su atención volvió


a su lema.

—Me gustan las palabras allá arriba. Perdón por haber perdido mi mierda
el día que lo escribiste.

No debería haber reído, pero lo hice. En su mayor parte, seguía


manteniendo mi cuerpo cubierto: faldas largas hasta mis tobillos y una
camisa holgada y pantalones de chándal durante mis entrenamientos. El
134 problema era que los entrenamientos eran agotadores, haciendo que los
pantalones y las camisetas fueran imposibles de quedarse. Me quitaba las
capas externas hasta que llevaba solo un diminuto par de pantalones
cortos y un sujetador deportivo. Como una de las pocas mujeres jóvenes
en el gimnasio, no había contado con la atención que me ganaría, y
tampoco Killian.

Los días que habíamos pintado estaban entre los más calientes jamás
registrados en la historia de Philly. Me había desnudado entre medio de
inscribir las palabras en la pared, sin darme cuenta de que todos los
chicos adolescentes y algunos de sus padres me miraban
descaradamente hasta que Killian gritó:

—¿Qué carajos? ¿No tienen mierda que hacer, bastardos calentones?

Y Dios mío, si eso no le ganó a todo el mundo morderse la lengua por los
latigazos del Padre Flanagan.

Pateé la alfombra.

—Está bien. Sé que solo estabas cuidándome.

—No quiero que eso cambie —dijo—. Excepto que no estoy seguro de
cómo va a funcionar una vez que empieces la escuela de nuevo.
Mordí mi labio inferior, esperando que no estuviera tratando de encontrar
una excusa para romper conmigo. Mi trabajo terminaría pronto; el
programa solo tenía unos pocos errores en los cuales necesitaba trabajar
y su sitio web estaría listo mañana. Le hice un gesto a su oficina, sin
querer hablar de nuestro inevitable fin.

—Tengo que revisar algunas cosas.

—Sofia…

—Seré rápida —dije, alejándome.

Me apresuré a entrar en la oficina, sin molestarme en sentarme en mi


lugar habitual detrás del escritorio. En cambio, permanecí de pie y giré mi
portátil hacia mí. Pasé el dedo por la alfombra del ratón, haciendo clic en
un correo marcado como urgente del banco de Killian. Mis cejas se
fruncieron mientras intentaba darle sentido al correo electrónico.
¿Habían separado sus cuentas de negocios y personales como había
pedido, o todo estaba todavía en una cuenta? Tendría que llamarlos
mañana para aclararlo.
135
—¿En qué estás trabajando? —preguntó Killian detrás de mí.

Escribí un correo electrónico rápido para hacerles saber que esperaran


mi llamada.

—Solo algunos problemas menores con tu banco. Estoy tratando de


mantener tu negocio separado de tus fondos personales por los
impuestos. Pero creo que la persona con la que he estado hablando es
nueva y no entiende lo que quiero. No te preocupes, pasaré por encima de
su cabeza mañana si es necesario.

—Haces mucho por mí, ¿verdad?

Podía sentir su genuina apreciación. Y era agradable.

—Lo intento. Pero no es un problema. Mi madre siempre luchó por la


gestión de su dinero y el seguimiento de sus estados de cuenta bancarios.
He estado cuidando cosas por ella desde los doce. —Me encogí de
hombros—. Me ayudó a aprender mucho, ¿sabes?

—Lo entiendo. Pero todo lo que estás haciendo por mí no era por lo que
firmaste. Todo lo que pedí fue un sitio web y quizás algo que me ayudara
a administrar mis libros.
Eso era cierto, pero no lo admitiría. Si no hubiera asumido algunas tareas
que Killian me había pedido que manejara, o tomado algunas por mí
misma para ayudar a su negocio, mi tiempo con él habría terminado un
mes atrás. Y de ninguna manera quería que eso sucediera.

—No te preocupes, estoy feliz de ayudar.

—Sí. Me he dado cuenta.

Me deslicé hasta un correo electrónico del representante que había


ofrecido sus servicios de inversión. Estaba haciendo el seguimiento en lo
que respectaba a la reunión que Killian y yo tuvimos con él. Golpeé mis
dedos sobre el escritorio mientras debatía cómo responder. Mi poco
tiempo con Killian me había enseñado mucho acerca de los términos de
negocios y legalidades; también los múltiples artículos de negocios que
había leído. Y aunque me había convertido en una experta en algunos
aspectos, a veces los términos y estrategias me hacían ver doble. Lo
bueno era que tenía un as bajo la manga.

El papá de Brody era una tremenda fuente de conocimiento y era mi


136
chico cuando necesitaba aclaraciones y consejos. Lo había tenido en
marcación rápida desde que Lety me envió su contacto. Era un hombre
amable y siempre disponible para ayudar. También era ridículamente
brillante. Con el negocio de Killian despegando como lo estaba, era
extraño el día en que no hablábamos, nos enviábamos mensajes o
correos electrónicos.

Estaba pensando en que debería pedirle al padre de Brody que me


remitiera a un inversionista en quien confiara cuando las manos de
Killian encontraron su camino hacia mis caderas.

—¿En qué estás trabajando ahora?

Traté de concentrarme, pero su toque siempre me distraía, y sus manos se


sentían muy bien donde estaban. Nuestras muestras de cariño habían
disminuido considerablemente. Algunas noches me metía en la cama
después de terminar el último trabajo en la computadora portátil para
encontrarlo inconsciente.

—Solo algunas cosas con ese representante con el que nos reunimos.

—¿El idiota de la empresa promocional?

Me reí.
—No. Me refiero al tipo de la compañía de inversiones. Billy, el tipo de la
compañía promocional, no era un idiota. Era muy simpático.

—Billy te dijo que tenías una sonrisa sexy y te pidió salir delante de mí.
Eso hace a Billy un idiota.

—Solo estaba coqueteando así le pedíamos algunas camisetas.

Sus manos dejaron de masajear mis caderas.

—¿Y lo hicimos?

Dejé de escribir.

—Ah, sí. —Y los imanes, y las pegatinas de parachoques, obviamente no lo


admití en ese momento.

—¿En serio?

—Killian…

—¿Me estás diciendo que entregué mi dinero a algún idiota que hizo un
137 movimiento en ti?

—Solo suena mal cuando lo dices así.

—¿Tú crees?

No debería haber reído, pero lo hice.

—Nene, su empresa tenía la mejor calidad al mejor precio.

—Su empresa tiene un idiota como representante.

Cubrí sus brazos con los míos cuando reclamó mi cintura.

—Bueno, no importa. No estoy interesada en él.

Enroscó su cálido cuerpo alrededor del mío.

—Entonces, ¿en quién estás interesada?

—En ti —dije suavemente.

Su aliento me hizo cosquillas en el cuello mientras esperaba a que dijera


más.

—No quiero que me dejes —dijo después de un momento.


Mis dedos se arrastraron por su piel.

—Yo tampoco quiero dejarte.

—¿Entonces te quedarás?

Mis manos dejaron de moverse.

—No puedo trabajar como he estado haciéndolo y manejar la escuela.

—Entonces trabaja cuando puedas… las horas que tú quieras. Solo te


quiero conmigo.

—Está bien.

—¿Sí?

Sonreí, aunque Killian probablemente no podía verlo.

—Me quedaré —le prometí.

Los grandes dedos de Killian barrieron la curva de mi cuello para girar


138
suavemente mi rostro en su dirección.

—Gracias —susurró su profunda voz antes de que sus labios se


encontraran con los míos para un breve pero chisporroteante beso.

El sonido silbante de mi computadora portátil me hizo volver mi atención


hacia la pantalla. El representante de la empresa de inversión me había
contestado.

—¿Quién es? —preguntó Killian.

—El tipo de la compañía de inversiones. —Fruncí el ceño. Su persistencia


me hacía sentir incómoda—. No creo que sea la mejor persona para
nosotros… para ti. Quiero decir para ti.

—Sé lo que querías decir. —Sus dedos se desplazaron por mi vientre—. Así
como sé que sea lo que quiera, puede esperar.

Mi cuerpo temblaba mientras sus manos viajaban hacia arriba para


cubrir mis pechos y pellizcar los centros. La necesidad de tener más de él
me hizo lo suficientemente valiente como para tentarlo. Mi voz se redujo a
un ronroneo.

—¿Por qué?
—Por mí.

En el momento en que incliné mi cabeza, sus labios encontraron los míos


de nuevo. Una de sus manos sostuvo el lado de mi rostro, ayudando a
provocar nuestro beso. La otra tejió su camino hasta que desapareció en
mis pantalones cortos.

Gruñí, arrancando mi boca de la suya cuando sus dedos empujaron hacia


adentro. Apreté los dientes cuando Killian aceleró sus movimientos.

Killian quitó sus dedos cuando mis caderas comenzaron a balancearse


involuntariamente. Los retiró lentamente para alisar mis pliegues
resbaladizos, luego los empujó de nuevo, reanudando su exploración y
tomándose su tiempo para jugar.

Tiré la cabeza hacia atrás, jadeando mientras las corrientes eléctricas


cargaban mi cuerpo. Había pasado mucho tiempo desde que me había
tocado de esta manera. Mis manos agarraron el borde de su escritorio
cuando sus esfuerzos aumentaron. Killian me hizo jadear, hizo que mis
caderas se movieran contra las suyas, me hizo gritar.
139
Mi orgasmo alcanzó su punto máximo antes de que estuviera preparada
para aceptar toda su fuerza. Killian me atrapó cuando mis rodillas se
doblaron y me desplomé. Pero cuando su erección se frotó detrás de mí,
ese terrible miedo me agarró y me solté de su agarre.

Mi respiración era laboriosa tanto por el miedo como por mi persistente


excitación. Odiaba tener tanto miedo, pero odiaba aún más la expresión
de pesar en su rostro.

—Lo siento —tartamudeé—. Esta posición no es la mejor para mí.

Killian sacudió la cabeza.

—No te disculpes. Debería haberlo recordado… debería haberlo sabido. —


Miró el suelo de baldosas de granito fijamente—. Nunca quiero asustarte.
Jodidamente me destruye cuando lo hago.

Mis manos cayeron a mis costados. No había querido molestarlo, y sobre


todo no quería que se sintiera avergonzado por tocarme. Pero eso era
exactamente lo que había hecho y cómo lo había hecho sentir.

Podría haber llorado. Killian siempre tenía cuidado de no hacerme daño.


Tan lejos como llegábamos a veces, era un amante asombroso y paciente.
Su tacto se sentía bien —no era eso—, era el trauma de mi pasado que se
empujaba en mi camino de nuevo.

Pero esto no es el pasado, me recordé con firmeza. Era el presente y algo


de lo que Killian era parte. Resoplé. ¿A quién estaba engañando? Killian
era cada momento de mi presente.

Mientras lo veía perder su excitación, sabía que necesitaba recuperarla.


No podía dejar que mi miedo nos empujara más lejos.

Me quité el sujetador deportivo y lo tiré a sus pies, haciendo que su


cabeza subiera.

—Tomemos una ducha —le sugerí.

—Qué… —Bajó su barbilla, su atención cayendo sobre mi sujetador


abandonado—. No tenemos que hacerlo. Los dos estamos cansados.
Vayamos a mi casa y durmamos un poco.

Así fue como respondió. Excepto que la protuberancia endurecida en sus


pantalones cortos sobrepasaba cualquier cosa que su boca tuviera que
140
decir.

Me quité las zapatillas, los calcetines y salí al centro del gimnasio,


liberándome el cabello de la coleta mientras lo esperaba.

No tuve que esperar mucho. Killian rondaba hacia adelante. Cuando


estuvo a mitad de camino, me quité los pantalones cortos. Él tiró su
camiseta, sus pantalones cortos, y todo lo demás mientras caminaba
hacia el vestuario de las mujeres recién construido.

Había una sola ducha que no había sido utilizada todavía. Pero ya era
hora. Dejé caer mis bragas justo fuera del recinto de azulejos y encendí el
agua hasta que el vapor se elevó a mi alrededor.

Killian estaba completamente erecto cuando entró para unirse a mí. Una
pequeña y pícara sonrisa iluminó mi rostro. Aún me deseada. Me
aseguraría de que no cambiara.

Mis manos se unieron alrededor de su cuello, alentando un beso voraz


que sentí hasta en mis rodillas. El agua chocaba contra mi espalda,
mojándome mientras sus manos se deslizaban sobre mi piel.
Todo se sentía nuevo bajo el agua caliente, como si estuviéramos
tocándonos por primera vez. Tal vez el agua en cascada estaba borrando
simbólicamente las impurezas de mi pasado. O tal vez era simplemente
Killian y todo lo que me hacía sentir.

Apoyé mi cuerpo entre sus piernas, frotando mi vientre contra su longitud


mientras mi mano se extendía entre nosotros. Killian gruñó y su
respiración se hizo más rápida, sus palmas se deslizaron sobre mi piel
resbalosa, pero fallaron en conectarse con cualquier parte íntima.

Tiré de su labio inferior con mis dientes mientras rompía nuestro beso.

—No me estás tocando —me quejé mientras seguía frotándome contra él.

—Quiero. —Apretó su agarre, ralentizándome—. Solo necesito asegurarme


de que está bien. ¿Me dirás?

—¿Decirte? —Él asintió—. No creo que pueda hacer eso… —Por muy
desnuda que estuviera, y acariciándolo, decirle realmente qué hacer
parecía más allá de mí.
141
Sonrió, pacientemente.

—Entonces muéstrame. Pon las manos donde quieras. Déjame saber lo


que necesitas… y cuán rápido y duro lo quieres.

Me estaba devolviendo el control.

—¿Mostrarte? —repetí. Asintió de nuevo. Así que tragué con dificultad e


hice lo que me pidió.

Tiré de su mano hacia adelante y la coloqué entre mis piernas, animando


a sus dedos a frotar y coincidir con la velocidad con la que lo tomaba con
mi otra mano.

El agua hacía todo más resbaladizo, y también me hacía más agresiva,


esforzándome por mantenerlo apretado. Los gruñidos de Killian me
dijeron que le gustaba la atención que le daba. Pero esos gruñidos se
hicieron más fuertes cuando caí de rodillas y lo envolví con mi boca.

La espalda de Killian chocó contra la pared. Le agarré las caderas,


forzándolo a moverse dentro y fuera de mí hasta que me subió y envolvió
mis piernas alrededor de su cintura. Si fuera más valiente, lo habría
buscado y lo habría llevado dentro de mí. Pero a pesar de lo mucho que
me consumía la pasión entre nosotros, mi coraje vaciló. Se dio cuenta y
no empujó. En lugar de eso, me besó mientras las corrientes de agua
corrían por nuestros rostros.

A medida que seguíamos acariciando, me di cuenta de que quería más


para él, algo diferente que todavía no había probado. Así que hice que se
corriera en mi mano, mis dedos entre nosotros.

Me toqué, como siempre me había tocado él, esperando que mis acciones
lo complacieran.

Los ojos de Killian se abrieron y maldijo, viendo mi mano moverse. Su


mirada se alternó entre mis piernas y de nuevo a mi rostro hasta que se
endureció nuevamente bajo mi agarre.

—¿Te gusta esto? —pregunté, mi cuerpo y mi voz temblando.

Sabía lo que estaba preguntando. Maldijo otra vez, calentando mi cuerpo


con sus profundos gemidos.

—Dime lo que quieres —jadeé—. Dime qué hacer.


142
—Más rápido —gruñó. Observó mi mano—. Así… más… oh… maldición.

Estaba tan excitado que apenas podía hablar. Y no estaba solo. Estaba
cerca del clímax, excepto que la sensación hacía difícil mantener mi
velocidad. Bloqueé mis ojos en Killian, mi voz implorando y lloriqueando.

—Ayúdame a terminar… por favor, Killian…

Grité de placer cuando Killian metió los dedos y su boca se enganchó a


mi pezón. Ambos llegamos al orgasmo tan fuerte, tan violentamente, que
Killian se derrumbó, aterrizando en el piso de baldosas conmigo encima
de él. Me protegió con su cuerpo, manteniéndome a salvo mientras el mío
seguía retorciéndose contra él.
K
illian agarró mi mano, ayudándome a salir de la limusina y a
entrar al centro de atención. El brillo de las luces centelleantes de
las cámaras me mareó. Tanto él como Teo me habían advertido
que el evento iba a ser un caos, y a toda Atlantic City un manicomio, pero
cielos, ¡era temprano por la tarde y recién habíamos llegado!

Le había pedido a su nuevo patrocinador, Epic Sports, que reservara la


limusina bajo un nombre diferente y que mantuvieran en bajo perfil la
llegada de Killian.

—Seguro, seguro —me había prometido el coordinador—. Lo que sea que


quiera el campeón.
143
La cosa era que ahora que los seguidores de Killian casi se habían
triplicado, y las ventas de Epic Sports se habían disparado como
resultado de sus opiniones en Twitter y Facebook, era evidente que
planeaban ordeñar a su maravilloso muchacho por todo lo que valía.
Como estaban las cosas, un equipo de hombres usando camisetas de Epic
Sports se había reunido a lo largo de la puerta, tratando de atraer la
atención de Killian.

Debería haberle pedido a uno de los hermanos de Killian que condujera,


pero cuando los observé apresurarse para formar un arco frente a
nosotros, me di cuenta de que sonaba mejor en teoría. Estaban
justificadamente orgullosos de su hermano, sin mencionar que estaban
amando totalmente la atención y las ventajas que les traía la posición de
Killian.

En vez de intentar calmar a la horda de gente dándose codazos unos a


otros para tratar de acercarse, los extremadamente grandes O’Brien
alimentaban la emoción rodeando la llegada de Killian. Angus, Seamus,
Declan y Curran extendían las manos, exigiendo que la multitud
retrocediera, gritando que “el campeón necesita concentrarse”,
vociferando “denle algo de espacio al campeón” e insistiendo en que “el
campeón y su novia supermodelo necesitan espacio para respirar”.

Mi cabeza saltó hacia Killian. ¿Novia supermodelo?

Las comisuras de su boca se levantaron en una sonrisa.

—Déjalos tener divertirse

Las luces centelleantes se hicieron más brillantes mientras caminábamos


sobre la inmensa alfombra roja del casino. No estaba segura de hacia
dónde mirar. Killian curvó su brazo alrededor de mi cintura, guiándome
hacia adelante mientras un grupo de reporteros de deportes empujaban
micrófonos frente a su rostro.

—Kill, ¿estás listo para Marsh?

Killian sonreía, su conducta fácil, como si estuviéramos caminando por la


playa.

—Deberías estarle preguntando a Marsh si está listo para mí.


144
—Kill, ¿es verdad que Mateo Tres Santos, un exconvicto, te ayudó a
prepararte para esta pelea?

Mi cuerpo se tensó, pero la sonrisa de Killian solo se amplió.

—Es correcto.

Mas luces, más preguntas lanzadas al aire, todas al mismo tiempo.

—¿Eso no debería preocuparte?

—¿Qué pensarían tus seguidores, conociendo tu asociación con un


excriminal?

—Con tantas opciones, ¿por qué con un exconvicto?

Killian permaneció indiferente.

—Mateo y yo crecimos juntos. Es un amigo, uno en quien confío y al que


quiero. —Se encogió de hombros—. Sobrevivió a la prisión y mantuvo su
corazón. Esa es la clase de hombres que quiero de mi lado.

Me guiñó el ojo cuando le sonreí. Pero mi demostración de gratitud por la


defensa de mi hermano llamó hacia mí una atención con la que no yo
había contado.
—¿Quién es, Kill?— preguntó una reportera, avanzando hacia adelante.

—Mi chica, Sofia. —Apuntó hacia ella—. Cuidado, Denise. Está tomada.

Con eso se ganó unas cuantas risas y un rubor de mi parte.

—Sofia —estalló por detrás una gran voz—. ¿Crees que tu hombre tiene lo
que se necesita para lograrlo?

Las luces explotaron en mi vista mientras la prensa esperaba por mi


respuesta. Era demasiado difícil mirarlos; escudriñaban, juzgaban,
observaban como halcones esperando para atacar a cualquiera que
percibieran como presa.

Killian no era presa. Yo tampoco lo sería.

Lo miré de nuevo y sonreí suavemente.

—Sé que me hará sentir orgullosa.

Las preguntas y la locura continuaron hasta que los guardias que Mateo
conocía de sus antiguos días en el club mantuvieron a la prensa atrás el
145
tiempo suficiente para que pudiéramos entrar. Mateo pensó que estarían
bien para el espectáculo. Killian estuvo de acuerdo, y también estuvo bien
con sus honorarios: entradas para el combate y cena en un buffet.

Los O’Brien se apresuraron hacia adelante mientras Killian me jalaba


hacia un lado.

—¿Estás bien?

—Estoy bien. —Lo dije en serio. Estaba con él. No había nada que temer.
Eso cambiaría a la noche siguiente cuando se encontrara con Marsh.
Estaba contenta de que sus hermanos y Wren estuvieran ahí. Solo
deseaba que también estuviera mi familia.

A Teo no le había gustado la idea de que su esposa e hijo pequeño fueran


a Atlantic City, y odiaba aún más estar lejos de ellos. Así que no vino, y
Killian no lo había presionado. Mientras continuaba mirando alrededor,
me di cuenta de que otro hombro en el cual apoyarse no habría hecho
daño. Con suerte, pensé, podría compensar la ausencia de mi hermano.

La mano de Killian se arrastró hacia abajo por mi brazo desnudo. Era


dulce que no fuera tímido respecto a dejar que el público supiera que
estábamos juntos. Y ahora que me daba cuenta de cuánta atención podía
atraer, estaba contenta de que hubiera despilfarrado en ropa nueva.

Evie fue lo suficientemente amable para acompañarme en mi viaje de


compras. Sabía poco acerca de moda y tendía a seleccionar la ropa que
se veía bien en el maniquí. El sentido de la moda de Evie, sin embargo, era
épico. No podía superar los hermosos patrones y colores audaces que
había seleccionado, o el corte. Si bien las faldas permanecían largas, cada
pieza era una combinación de dulce y sexy, y tuve los ojos de Killian
abriéndose mientras me los había probado para él.

—¿Te he dicho lo hermosa que te ves? —preguntó él.

Lo había hecho, y lo había demostrado quitándome el vestido rojo que


estaba usando una hora antes de que dejáramos Philly. Mi frente cayó
sobre su hombro.

—Sí, pero me gusta oírtelo decir.

—Solo estoy diciendo la verdad —murmuró. Sostuvo mis manos y se


146 inclinó para besarme, pero nuestro beso no duró. Las puertas principales
del hotel se abrieron de golpe cuando la prensa irrumpió e intentó
capturar el momento íntimo entre nosotros.

Los guardias se precipitaron hacia adelante, y también lo hizo un grupo


de seguridad del hotel, empujando a todos hacia atrás. Killian ajustó su
posición, de modo que su cuerpo me bloqueara de la vista y su rostro
estuviera fuera del disparo de la cámara.

—La prensa está fuera de control.

—¿Esto no es habitual?—pregunté.

Negó con la cabeza.

—Esta vez están más locos… esta pelea tiene grandes nombres, mayores
apuestas. —Los ángulos de su rostro se endurecieron—. Probablemente
querrán escribir de algo más que solo el combate.

No me gustaba adónde se dirigía la conversación.

—¿Cómo qué?

—Como algo sucio. Mierda con la que no deberían meterse.


—¿Eso siquiera está permitido? Esas allá afuera son grandes estaciones
de noticias. Imaginaría que se mantendrían fieles a estándares más altos.

Killian pensó al respecto.

—Las principales, probablemente. Pero hay más que solo artillería pesada
aquí. La MMA ha despegado. Muchos luchadores ahora están saliendo
con celebridades. Esa atención atrae a los paparazzi… imbéciles que
quieren agarrar la mierda que sucede fuera del ring y que se arriesgarían
a molestarme para obtener una reacción.

Me enderecé, dándome cuenta de lo que estaba tratando de decirme.

—Crees que me usarían para llegar a ti.

Ese borde que Killian llevaba se afiló hasta una hoja letal.

—Si lo hacen, obtendrán exactamente lo que están buscando.

Me quité el cabello del rostro. Killian no tenía nada de lo que estar


avergonzado, o un pasado que pudiera ser arrojado en su rostro. Yo no
147 podía decir lo mismo.

—No debería haber venido.

Se inclinó hacia atrás en sus talones.

—Eso no es verdad. Tu lugar es aquí conmigo.

Pensé en algunas de las cosas que podría decir la prensa. Si bien Killian
podía dejar que le resbalaran cuando eran dirigidas hacia él, ese no era
el caso cuando se trataba de mí.

—Tienes que prometerme que no permitirás que nada de lo que te digan


de mi te sacará de quicio.

Killian apretó la mandíbula.

Le apreté las manos.

—Lo digo en serio. Si lo que dices es verdad, sabes que tratarán de


provocarte. Mira cómo te lanzaron en la cara el tiempo que Teo estuvo en
prisión.
La postura que mantuvo me dijo dos cosas: una, que estaba esperando
que la prensa tratara de usarme, y dos, que de ninguna manera lo
toleraría.

—Como mi novia, estás fuera de los límites. Si no respetan eso, no los


respetaré.

No me gustaba eso.

—Killian…

—Sofia, no puedo hacerte una promesa que no pueda mantener. Si la


prensa se mete contigo, van a obtener más de lo que esperaron.

—Eso no es lo que quiero.

—Pero así va a ser.

Finn y Wren corrieron hacia delante antes de que yo pudiera discutir,


pero incluso con más tiempo, sabía que no sería capaz de cambiar la
opinión de Killian. Entendía y apreciaba su lealtad hacia mí, pero eso no
148 quería decir que no estaría molesta si arremetía en mi defensa.

—La suite está lista —dijo Finn—. ¿Quieren subir?

Killian respondió con un rígido asentimiento, pero se mantuvo


concentrado en mí mientras el resto de su familia se reunía alrededor de
nosotros.

—Háganme un favor, vigilen a Sofia. No la quiero con menos de dos de


ustedes todo el tiempo.

Seamus frunció el ceño.

—¿Alguien le está dando mierda?

Killian me observó.

—La prensa está dando vueltas como tiburones. No quiero que la


muerdan, ¿me entienden?

Su solicitud fue seguida por un montón de “entendido” y “no hay


problema”. Bueno, excepto por Angus, el mayor, y el más hablador luego
de Wren.

—Si alguien se acerca a Sofia, lo voy a golpear en la maldita garganta.


Gemí. Killian preocupándose por mí era la última cosa que necesitaba.

Wren frotó mi espalda.

—Estará bien, Kill. Nos aseguraremos de eso. Vamos. Subamos. Tienen el


penthouse. Al resto de nosotros nos dieron el piso de abajo…

El entrenamiento de Killian en el gimnasio fue observado de cerca por un


grupo de la prensa. Ese grupo no se comparaba con la banda de
camarógrafos y reporteros reunidos en la conferencia de prensa esa
misma tarde. Cada luchador fue presentado junto a su oponente. Killian y
Marsh no fueron la excepción.

Marsh tenía a Gil, el exentrenador de Killian, sentado entre él y Killian.


Killian le pidió a Finn que fuera su compañero, permitiéndole a su
hermano menor compartir el foco de atención y dándole una oportunidad
de discutir su próximo combate en Nueva York.

149 —¡Marsh! —lo llamó un reportero en jeans y camisa verde ajustada desde
atrás—. ¿Qué planeas hacer con Kill en el ring?

—Jodidamente arrancarle la cabeza —respondió Marsh, gruñendo a su


manera—. Después, empujar mi puño a través de su cuello abierto y
sacarle el estómago.

Buen Dios. ¡Ese era el oponente de Killian!

Wren le dio a mi mano un apretón desde donde estábamos sentadas al


frente.

—No creo que la madre de este cretino lo abrazara lo suficiente cuando


era niño. ¿Tú qué crees, Sofe? —preguntó.

Asentí, de acuerdo. Marsh no me parecía el tipo más estable de la


habitación.

—¡Kill! —preguntó otro tipo—. ¿Qué tienes que decir a eso?

Killian sonrió con suficiencia.

—Veo que Marsh ha pensado mucho en esto. Pero ni yo ni mis entrañas


tenemos miedo de él o de sus puños.
Eso obtuvo risas de todos, excepto del equipo de Marsh.

Alguien más habló.

—Kill, ¿Qué planeas hacer?

Killian se encogió de hombros.

—Ganar —respondió como si fuera obvio.

Guiñó un ojo cuando le sonreí. Mientras Marsh intentaba golpear su


pecho y hacer ruido, Killian permanecía en silencio y confiado. Me
recordó al presidente del mundo libre. No tenía que gritar que era
poderoso. Simplemente lo era.

Alguien se arrodilló frente a mí, empujando un micrófono en mi rostro.

—Eres Sofia Tres Santos, ¿verdad?

Wren y Declan se inclinaron hacia delante, tratando de protegerme.

—Oye, cretino —espetó Declan—. Retrocede, este no es el espectáculo de


150 ella.

—Solo hablamos, hombre —le dijo el tipo.

No estaba susurrando. Estaba hablando lo suficientemente alto para que


Killian lo escuchara. Me preparé para lo que iba a preguntar.

Nada podría haberme preparado para su siguiente pregunta.

—Escuché que te violaron. ¿Cómo fuiste capaz de superar eso?

Declan y Wren habían intentado gritarle, sabiendo que estaba buscando


problemas. Seamus y Curran se abrieron paso, incluso a pesar de que
Angus ya lo tenía agarrado del cuello de su polo.

Killian saltó sobre la mesa, derribando sus micrófonos y los de Gil sobre
la alfombra industrial. La seguridad se alejó de sus posiciones a lo largo
de la pared, embistiéndolo e intentando empujarlo lejos.

Me apresuré a ponerme de pie, queriendo alcanzarlo, solo para ser


bloqueada por una pared de cuerpos avanzando. A pesar de las
respuestas agresivas y verbales de sus hermanos y hermana, los
integrantes de la prensa los ignoraron y corrieron a Killian. Las cámaras
se disparaban como el sonido de fichas de dominó cayendo. Voces
gritaban, preguntando qué pasaba, preguntando cómo se sentía,
preguntando si lo que me había pasado era verdad.

Fue una total trampa.

Pero de ninguna manera permitiría que Killian se viera mal por mi culpa.

Levanté la mano.

—Disculpe… disculpe. —Mi suave y temblorosa voz se perdía entre los


gritos de los O’Brien y el clamor de la prensa. Pero insistí hasta que
finalmente llamé la atención de alguien: Denise, la única reportera mujer
del grupo. Vio la oportunidad que le estaba ofreciendo y la tomó.

Se abrió paso hacia adelante, hablando al micrófono:

—La anarquía se ha desencadenado aquí en la conferencia de prensa del


bien publicitado combate MMA de peso superpesado entre Killian O’Brien
y Marshall Anderson. Señorita, ¿podría decirnos que está pasando? —
preguntó, pegándome el micrófono en el rostro.

151 Mi voz y mi cuerpo empezaron a temblar, pero me obligué a hablar.

—Ese reportero me preguntó acerca de mi violación.

Otra cámara giró en mi dirección, seguida por otra. Mantuve mi atención


sobre Denise, cuyos ojos se ensancharon brevemente.

—Lo siento. ¿Podría repetir eso, señorita? —preguntó.

Asentí, bien consciente de los murmullos extendiéndose a lo largo de la


habitación y los destellos de luz que ahora apuntaban hacia mi dirección.

—Es Sofia. Sofia Tres Santos —respondí a manera de introducción—. Estoy


aquí con Killian.

Tragué con dificultad, esperando calmar el temblor de mi voz. Wren y


Declan ayudaron colocándose a cada uno de mis lados.

—Me acaban de preguntar por mi violación —repetí, mirando hacia el


reportero que Angus había soltado recién. Me concentré en la línea
sudorosa de la coronilla del hombre; era más fácil que observar su
expresión o preguntarme si cambiaría en base a lo que tenía de decir—.
Usted me preguntó cómo seguí después de lo que me pasó. Me imagino
que es similar a la manera en que una de cada cinco mujeres que fueron
violadas lo supera. Seguí adelante —respondí simplemente. —Quiero vivir.
Quiero ser feliz. Así que sigo adelante… incluso si es algo que nunca
olvidaré.

El silencio en el salón era tan pesado que casi sentí que lo podía alcanzar
y apretar entre mis dedos. Si hubiera tenido que decir más, no creo haber
podido conseguirlo. Pero Denise no insistió, y me ofreció el respiro que
necesitaba.

—Gracias, Sofia —dijo.

Asentí y bajé hacia mi asiento, alerta a los que seguían observándome.


Denise se despidió, luego se dio vuelta para observar al hombre que había
empezado todo. No le dijo nada, pero su camarógrafo lo hizo. Apagó su
aparato y frunció el ceño.

—Eres un pedazo de mierda, Mark —le dijo.

Sí. Lo era.

La familia de Killian se reunió a mi alrededor ocupando los asientos más


152
cercanos para formar una barrera. Usé el chal de seda floral que había
traído para cubrir mis manos temblorosas. Declan puso su brazo
alrededor de mí, pero fue en Killian en quien puse mis ojos. Su mirada
podría haber triturado ladrillos, aun así, él y Finn se dirigieron fácilmente
a la mesa de conferencias mientras alguien se apresuraba a recolocar los
micrófonos derribados.

—¿Listos para seguir adelante? —preguntó Killian con tono asesino—. ¿O


alguien más tiene preguntas inapropiadas que querrían hacerle a mi
novia?

El coordinador de la pelea aplaudió para llamar la atención de todos.

—Está bien, gente. Sigamos adelante. Se desperdicia el tiempo…

Logré quedarme para lo que quedó de la conferencia de prensa. Al minuto


en que terminó, Wren, Declan y Angus me llevaron lejos. El idiota, Mark,
realmente había hecho un número conmigo. Pero fue el comentario de
“pobre chica” que había captado a mi salida lo que detuvo mis pasos
momentáneamente.
Regresamos al enorme penthouse que nos habían dado. Les dije a Wren y
a los hermanos de Killian que no tenían que quedarse, que no me
importaba esperar a Killian sola. Negaron con la cabeza colectivamente.

—No te queremos sola, en caso de que entretengan a Kill por más tiempo
—dijo Angus. Me ofreció un encogimiento de un hombro—. Además, eres
de la familia. Cuidamos a los nuestros.

Sonreí, intentando no llorar con lágrimas de gratitud. Ese reportero había


golpeado un nervio. A pesar del paso del tiempo y conociendo sus
intenciones, el dolor permanecía crudo.

—Gracias. —Señalé hacia la suite—. Si no les importa, voy a esperar en el


dormitorio.

—Cualquier cosa que quieras, Sofia —dijo Declan—. Estamos aquí si nos
necesitas, cariño.

Killian irrumpió momentos después.

—¿Dónde está Sofia?


153
—En el dormitorio —dijo Wren—. Estaremos abajo pidiendo comida.
¿Quieres algo?

—No, creo que seremos solo Sofia y yo esta noche.

—Está bien —dijo Declan—. Sabes dónde encontrarnos.

Las puertas conduciendo al ascensor se estaban cerrando con un clic


cuando Killian avanzó hacia el dormitorio. Sus pasos disminuyeron
cuando me encontró observando por la pared de cristal que se extendía a
lo largo de la suite y daba una vista espectacular.

Miré sobre mi hombro y forcé una sonrisa.

—¿Quieres sentarte afuera? El sol casi está listo para ponerse.

Extendí mi mano mientras avanzaba hacia mí, pero le permití que nos
guiara a la terraza. La brisa arremolinándose desde el atlántico agitaba
mi cabello alrededor de mí y me hacía estremecer. Killian me arropó
contra él, tratando de mantenerme caliente frente a la frescura que
causaba la alta elevación.
Su calidez era tan bienvenida como su toque, pero la protección detrás de
su sujeción fue el detonador de mis emociones. No lloraría, me recordé.

—Lo siento —dijo.

Demasiado para no llorar. Limpié mis lágrimas con las yemas de los
dedos e inhalé.

—La gente mala apesta.

—También pueden ser bastantes manipuladores. Lo juro por Cristo, podría


haberlo partido por la mitad.

Me apoyé en él.

—Me alegra que no lo hicieras. Habría sido exactamente lo que


necesitaban él y sus amigos para ganar ventaja haciéndote daño.

—No me importa en absoluto ser dañado, puedo manejarlo. Pero lo que


hizo ese hijo de perra fue una mierda directa… no tenía derecho de
arrastrarte en esto.
154
—Lo manejé. —El temblor en mi voz y mis lágrimas se detuvieron cuando
dejé que mis palabras se hundieran. Era verdad. Por muy difícil que fuera
hablar en público acerca de mi violación, lo pude manejar y tomé control
de la situación.

Killian besó la parte superior de mi cabeza.

—Más que manejarlo, nena. Lo desafiaste y me enorgulleciste.

Nada de lo que Killian podría haber dicho me habría afectado más…


bueno, casi nada. Me paré de puntillas para besarlo en sus labios.

—¿Podemos hablar de algo más? No quiero seguir pensando en lo que


pasó.

La mano de Killian acarició la parte baja de mi espalda.

—Sofia, podemos hacer cualquier cosa que tú quieras.

Sonreí.

—Entonces observemos el atardecer.

En el silencio que siguió, el intenso globo amarillo se desvaneció en la


distancia. Hoy había sido un día muy difícil y había sido mi turno de
pelear. Mañana sería el de Killian. No quería admitir lo asustada que
estaba de verlo subir a ese octágono. Pero así como él había sido valiente
por mí, tenía que ofrecerle lo mismo.

Solo esperaba poder manejarlo.

155
K
illian bailó en su lugar, balanceando los puños en el aire. El
pantalón corto azul profundo de MMA que usaba se frotaba contra
sus poderosas piernas por la velocidad con la que giraba su
cuerpo.

—¡Vamos, Kill! —gritó Angus, sosteniendo el escudo de cuerpo delante de


él.

La fuerza de la patada de Killian golpeó a Angus de nuevo.

—Eso es, hermano —gritó Declan—. Sigue así. Lo tienes.

Angus se escurrió, quedándose sin espacio en el pequeño camerino


156
privado de Killian. Afuera en la arena, la muchedumbre rugió, sus voces
colectivas golpeando contra la pesada puerta de metal como puños.

—¡Más duro, Kill! —gritó Seamus—. ¡Haz que cada golpe cuente!

Una pantalla plana permanecía intacta en la esquina. Killian no quería


ver los otros combates. Prefería mantener su enfoque en lo que tenía que
hacer. Para crédito de su familia, no lo abandonaron para sentarse entre
las hileras de entusiastas de MMA. Permanecieron obedientemente a su
lado, ofreciendo apoyo como solo los O’Brien podían.

—Baja más tu cabeza, Kill —añadió Finn—. Eso es… sí, mantenlo.

Wren me dio un codazo suave donde estábamos sentados en el sofá de


cuero negro.

—¿Vas a rendirte, Sofe?

—Solo quiero que esté bien —le dije sinceramente. Sentada allí,
observándolo calentad, la multitud rugiendo tras de esa puerta, hizo que
el momento fuera tan real… Todo antes de eso, los entrenamientos, los
combates, parecían haber ocurrido mucho tiempo atrás y lejos del
alboroto.
—Te escucho, chica. —La expresión de Wren permaneció dura. También
estaba preocupada de que Killian saliera herido. El MMA era
probablemente el deporte más brutal. Y eso hacía que su carrera se
pagara con dolor y lesiones permanentes.

Killian nunca había pensado hacer una carrera fuera del MMA. Veía las
ganancias como un medio para establecer un negocio. Luchar era natural
para él y era algo en lo que era genial, pero no era algo en lo que pudiera
contar para durar. Por esta razón, y probablemente más, le fue fácil
prometerle a su madre que se retiraría el próximo año. Para mí, su retiro
no podía venir lo suficientemente rápido.

Tan preocupada como parecía Wren, sonrió cuando Killian envió a Angus
a volar.

—Intenta no estresarte, Sofe. Kill tiene esto, siempre y cuando lo mezcle, y


no vuelva a lo que Marsh espera, ese cobarde idiota no tiene ninguna
oportunidad. —Sonrió y me hizo un gesto—. Aunque estoy sorprendido de
que siquiera pueda concentrarse. Luces como si deberías estar desfilando
157
en las pasarelas de Milán o algo así de loco. ¿De dónde sacaste ese
vestido?

Sonreí un poco.

—Evie me llevó a esta boutique que solía frecuentar. Olvidé su nombre,


pero puedo averiguarlo si quieres. —Abaniqué la falda para mostrarle los
detalles. Todo el vestido era de un blanco brillante, con bordados
metálicos dorados que se entrelazaban gradualmente con plata mientras
el modelo caía en cascada. Normalmente no usaba nada sin tirantes, ya
que mostraba más piel de la que me hacía sentir cómoda, pero el vestido
era tan encantador que no me pude resistir.

La pelea era de alto perfil. Habíamos pasado junto a algunas celebridades


de camino a la arena. Algunos eran tipos famosos de Hollywood que
seguían siendo fuertes, otros eran de viejos reality shows y desesperados
por aferrarse a cualquier atención que pudieran obtener. La mayoría se
detenían para posar para la prensa. Nosotros nos abrimos camino sin
mirar a la cámara. Con la excepción de sus entrevistas necesarias
después de la pelea, Killian dijo que había terminado de hablar con ellos.

Su decisión no me sorprendió. Pero suponía que si él fuera un buscador


de atención, no lo amaría como lo hacía.
Dejé pasar el bonito tejido de raso a lo largo de mis dedos. Me dijeron que
muchas de las mujeres presentes usarían vestidos, entremezclándose con
las tipas corrientes que llevaban camiseta de FÓLLAME, KILIAN como las
que Wren, Finn, y yo nos habíamos encontrado cuando caminamos por el
paseo marítimo más temprano en el día. Finn se ofreció a comprarme
una. Había declinado su generosa oferta cortésmente.

Sonreí a Wren. El atractivo vestido halter negro que llevaba parecía


diseñado solo para ella. El dobladillo se detenía unos centímetros por
encima de sus rodillas, mostrando sus piernas asesinas. Aparte de la
noche de baile todos esos años atrás, esto era lo más arreglada que la
había visto. Había abandonado sus trenzas y había dejado que su largo
cabello oscuro se cubriera a su alrededor como un velo.

—Te ves hermosa —le dije.

—El jefe de publicidad promocional de la pelea me pidió una cita. —Se


encogió de hombros—. Pensé que lo llevaría a cenar y tal vez iríamos a
algunas fiestas después.
158
—¿Dominico? Guau. Es lindo.

—Sí. Supongo. Pero es un poco demasiado bonito para mis gustos. Quiero
a alguien con quien pueda ejercitarme y hablar de deportes y autos
también, ¿me entiendes? Puede que no lo hayas notado, Sofe, pero no soy
exactamente la flor más delicada que conocerás.

—Puede que me haya dado cuenta.

—Sí, sí. Pero crecimos juntos. —Resopló—. Dominico está hablando de


llevarme a París y alimentarme con croissants de chocolate bajo la Torre
Eiffel con sus dedos. ¿Qué clase de mierda es esa?

Me reí en mis manos.

—Solo necesitas a alguien más rudo, creo. Después de todo, creciste con
seis hermanos.

—Te escucho. —Me consideró por un momento—. ¿Qué pasa contigo?


¿Crees que Kill es a quien necesitas?

Jugueteé con el pequeño bolso que Evie me había prestado mientras


pensaba en qué decir.
—Me hace feliz — logré decir finalmente.

Killian me guiñó el ojo cuando levanté la mirada. Había terminado con su


calentamiento y estaba hablando de estrategia con sus hermanos. Wren
se rio al ver mi rubor.

—Oh, Sofe, estás tan enamorada de él. —Se inclinó para susurrar—: Sabes,
ese vestido tuyo parece casi un vestido de novia. ¿Tú y Kill planean
casarse mientras estamos aquí abajo? —Mi sonrojo profundo la hizo reír
más fuerte—. Ah, demonios. Supongo que eso lo responde.

Hubo un golpe en la puerta antes de que uno de los productores metiera


la cabeza.

—Dos minutos, campeón.

Seamus le dio una palmada en el hombro.

—¿Estás preparado?

Killian tomó de un sorbo de su agua.


159
—Sí. Estoy preparado. —Le entregó su botella a Curran y se acercó a mí—.
¿Pueden darnos un minuto?

Todo el mundo se dirigió fuera sin decir una palabra mientras Killian me
llevaba hacia él.

—¿Estás bien?

No. No quiero que te hagan daño.

—Estoy bien. Solo ten cuidado.

—Lo tendré.

Mi cuerpo se apoyó en el suyo cuando me besó.

—Kill… Kill. Vamos. Es hora.

Killian me condujo hacia adelante, volviéndome hacia Curran y Declan.

—Quédense con Sofia. Ninguno la deje, ¿entendido?

Asintieron. Me quedé de pie con ellos y vi a Killian desaparecer con


Angus, Seamus, y Finn por el largo tramo de pasillo y fuera de la vista.
Era hora. Estaba preparado.
Lástima que yo no lo estuviera.

Declan me frotó el hombro.

—No te preocupes, Sofi. Estará bien, cariño.

El rugido de la multitud alcanzó un crescendo épico. Killian estaba ahora


a su vista. Incliné la cabeza y le pedí a Dios que lo mantuviera a salvo.
Levanté la vista para ver a Declan, Curran y Wren levantando la cabeza.
Sí. Habían hecho lo mismo.

Con un último suspiro, Declan me condujo hacia adelante y hacia la


locura.

Pensé que seguramente mi cabeza explotaría por la ráfaga de adrenalina


y gritos y chillidos que ocurrían detrás de mí.

—¡Fóllame, Killian! — gritó una chica con esa camiseta unas cuantas filas
160 atrás.

Wren se puso de pie y gritó:

—¡Cállate, puta!

Y lo hizo.

Wren se sentó a mi lado.

—Gracias —le dije.

—En cualquier momento, Sofe. —Cruzó sus brazos delante de ella—. La


perra tiene que ir a la iglesia y obtener algo de jodida moral.

Agarré mi cartera prestada en mi regazo, observando a Killian mientras


rebotaba en su lugar. Su enfoque me había dejado mucho rato atrás;
ahora enfocado en Marsh como si fuera un blanco.

—Señoras y señores, en nombre de Le Grand Casino…

Mis manos retorcieron el pequeño bolso de tela cuando los nombres de


los patrocinadores fueron leídos uno por uno.

—… bienvenidos esta noche al e-vento de peso superpesado…


—¡Te amo, Killian! —gritó alguien.

No. Esa sería yo. La sangre me golpeó en los oídos, desvaneciendo la voz
del locutor dentro y fuera.

—… Entre Kill-i-an O’Brien…

Sus estadísticas fueron leídas, pero creo que podrían haber sido
incorrectas.

—…Y Mar-shall Anderson…

Más estadísticas. Esta vez de Marsh.

Seguido por el suave aliento de sus fans.

—¡Arranca su cabeza, Marsh!

Me tapé los ojos, dejando caer mi mano de mi rostro a tiempo para que el
árbitro entrara. Le indicó a los hombres que se adelantaran, diciéndoles
que tuvieran una pelea limpia, antes de gruñir:

161 —¡Vamos!

Killian y Marshall rebotaron en su lugar, observando, esperando. Sus


miradas tan intensas, tan inflexibles, prometían dolor.

Segundos. Eso era todo lo que quedaba antes…

Los hombres chocaron, balanceándose en un torrente de puños. Nos


pusimos en pie.

—¡Vamos, Kill, vamos! —gritó Angus.

Marsh bajó las caderas, se lanzó hacia adelante, apretó la pierna de


Killian y lo golpeó contra la alfombra.

¡No!

Killian movió sus caderas, rodando a Marsh sobre su espalda y


clavándole un codo en el rostro. Marsh giró sus caderas y giró a Killian
hacia la jaula.

Killian usó sus piernas y espalda contra la jaula para empujarse a sí


mismo y a Marsh a sus pies, ambos hombres balanceándose y
cambiando las rodillas mientras se levantaban. Gancho derecho. Golpe
directo. Golpe directo. Gancho izquierdo. Gancho vertical. Golpeándose el
uno al otro, lo suficientemente fuerte como para escuchar cada golpe.

Se separaron, ambos jadeando. Marsh intentó patear, pero esa era la


especialidad de Killian. Evitó el ataque y golpeó el empeine derecho
detrás de la rodilla de Marsh, llevándolo al suelo.

La campana sonó, terminando la primera ronda.

Me senté lentamente, brevemente consciente de lo que decía la familia de


Killian, distraída por la sangre que fluía del corte sobre el ojo de Killian.

—Joder, Marsh es fuerte —escupió Seamus.

—Ese pedazo de mierda, Gil, le enseñó todo, todos los movimientos de Kill,
sus puntos débiles, todo —murmuró Angus.

—Kill necesita terminarlo en esta ronda —añadió Wren.

—Sí —acordó Declan—. Están demasiado igualados. Demasiado fácil para


que las cosas no vayan a la manera de Kill.
162
La campana volvió a sonar antes de que estuviera preparada. Marsh
cargó, zambulléndose por la pierna delantera de Killian. Killian dio un
paso al lado y se lanzó hacia delante, llevándolo a la alfombra. Cada
hombre luchó para ganar la ventaja mientras la muchedumbre
enloquecía.

Nunca había visto nada parecido. Ambos se tendieron el uno al otro,


usando cada gramo de su músculo y volumen, sus cuerpos masivos
chocando duro. Cada vez que pensaba que Marsh lo tenía, Killian lo
cambiaba, recuperando el control.

Marsh envolvió ambos brazos alrededor de las rodillas de Killian y se


abrió paso con un desmontaje de doble pierna, forzándolo a la reja de
metal. Me tapé la boca para contener un grito cuando aterrizaron en la
alfombra con Marsh en la parte superior, su puño chocando contra el
cráneo de Killian.

Desde donde estábamos sentados, pude ver a Marsh balanceándose, y


Killian tendido allí con las piernas levantadas y los brazos resguardando
su rostro y cabeza. La familia de Killian enloqueció, vocalizando su miedo
por su hermano.
—¿Qué está haciendo? ¡Kill, Kill!

—Levántate, Kill. ¡Levántate!

—Joder. ¡Kill, muévete, muévete!

—Usa tu peso, Kill. Usa tu maldito peso, ¡mierda!

Tomé cada uno de esos golpes que lo golpearon, sentí cada último golpe,
como si fuera yo tendida bajo el pesado cuerpo de Marsh. Había estado
allí muchas veces al crecer, recibiendo crueles ataques de alguien más
grande, más fuerte, de quien nunca podría protegerme.

Mi pecho se contrajo dolorosamente mientras los golpes de Marsh


comenzaban a disminuir. Pensé que se estaba cansando —pensé que
estaba cerca de vencer a Killian— hasta que perdió su último golpe y se
desplomó en un montón.

Killian se levantó con las manos en alto, bailando en su lugar, listo para
más.

163 El árbitro sacó los brazos, terminando el combate y levantando la mano


de Killian en victoria.

Mi cuerpo se balanceaba de un lado a otro y, lo juro, casi me caía de cara;


a diferencia de la familia de Killian, que gritaban efusivamente y
saltaban en su lugares. Apenas había respirado cuando fui arrancada
hacia el monstruo de todos los abrazos grupales.

Wren me sostuvo a un brazo de distancia cuando captó mi rostro


blanquecino.

—¿Estás bien, Sofe?

Lo mejor que pude hacer fue sacudir la cabeza. Ella me bajó


cuidadosamente a la silla.

—¿Q-qué pasó? —tartamudeé.

Seamus metió su rostro en el mío, riendo.

—Gracie Jiu-Jitsu, ¡ganó, Sofi, él ganó!

Mis ojos se agrandaron cuando de pronto comprendí. Killian se tomó su


tiempo en el suelo, recibiendo los golpes de Marsh y esperando su
apertura, luego lo empujó hacia adelante con sus poderosas piernas y
ahogó a Marsh… como le había enseñado mi hermano.

En el rincón, la gente de Marsh lo estaba devolviendo en sí lentamente.


Killian, con Finn y Curran, que se habían unido a él, le dieron mucho
espacio. El rostro de Killian estaba rojo e hinchándose rápidamente. El
corte por encima del ojo arrojaba un grueso torrente de sangre por su
rostro, a pesar de la toalla blanca que sostenía contra este.

¿Marsh? Dios mío, Killian lo había estropeado. Solo quedaban hendiduras


de sus ojos.

Para crédito de Marsh, se puso de pie y estrechó la mano de Killian, luego


retrocedió gentilmente cuando Killian fue anunciado como ganador
oficialmente. Ahora iba a luchar en Las Vegas por el campeonato de peso
superpesado. Envolví mis brazos alrededor de mí. ¿Cómo tendría la fuerza
para apoyarlo a través de esto?

Angus se acercó a mí, tirándome de nuevo al momento.

164 —Vamos. Volvamos al hotel. Todo el infierno está a doce segundos de


romperse.

Dejé que Angus y lo que quedaba de su familia me acompañaran, pero no


antes de dar una última mirada al octógono. Con toda la agitación, la
emoción y la gente que lo rodeaba, no pensé que Killian me notaría salir,
hasta que me guiñó el ojo.

—Pronto —articuló.
Q
ué noche. Entre el encuentro y todo lo que le siguió, casi me
desplomé de alivio cuando Killian preguntó si estaba lista para
regresar a nuestra suite.

Ambos estábamos al borde, él por todo el golpe de adrenalina, yo de verlo


recibir todos esos golpes. Nos metimos a la suite tomados de las manos.

—¿Te gustaría tomar un baño caliente? Te ayudará a relajarte —ofrecí.

Recorrió mi rostro con su mirada.

—Probablemente es una buena idea. Todavía estoy muy tenso.

165 Había limpiado la enorme bañera antes en caso de que la necesitara y


tomé dos pares de toallas mientras se llenaba.

—¿Te vas a unir?—preguntó, sonando sorprendido.

Mis dedos pasaron cuidadosamente sobre su piel magullada. Había


tomado una ducha rápida después del encuentro, pero el médico que
había hecho las puntadas sobre su ojo le advirtió acerca de no mojar esa
área. Así que Killian no se había bañado tan bien como le habría gustado.

—Me gustaría ayudarte a limpiarte, si eso está bien.

Quitó mi mano de su rostro y curvó mis dedos para rozar un beso sobre
mis nudillos.

—Sí. Me gustaría eso.

El agua caliente giraba alrededor de nosotros mientras me tomaba mi


tiempo bañándolo. Cuando terminé, recliné mi espalda contra la espalda
de Killian. Sus brazos, esos mismos brazos que habían golpeado a Marsh
tan brutalmente horas antes, se reunieron gentilmente alrededor de mí.

—¿Estas bien? —preguntó, probablemente como por vigésima vez esa


noche.
Habíamos cenado con su muy ruidosa y muy emocionada familia y
posado para fotografías de camino al restaurante cinco estrellas, y
también a la salida. Hablé cuando me hablaron, e intenté mi mejor
sonrisa, pero fue difícil. La mayor parte del tiempo mantuve la mano de
Killian apretada, agradecida de que no estuviera lesionado
permanentemente, pero todavía perturbada por lo que había tenido que
soportar.

—Estoy bien —dije otra vez.

—Has estado muy callada esta noche, más que de costumbre. Solo quiero
estar seguro de que no estas enojada.

—No estoy enojada.

—Entonces ¿qué pasa?—Besó mi mejilla—. No quiero que regresamos al


principio, cuando apenas podías decirme dos palabras.

Alise mi mano sobre sus brazos, sonriendo suavemente.

—¿Quieres decir cuando Lety te llamó para invitarte al quinceañera de


166
Sol y decirte que me encantaría verte, incluso cuando casi muero cuando
lo hizo?

El pecho de Killian retumbó con una carcajada, causando que mis


pequeños pechos golpearan contra el agua.

—No creí que fuera tu idea. Había esperado que lo fuera. Pero cuando
intenté hablar contigo y todo lo que hiciste fue ruborizarte, no sabía si
besarte o marcharme.

Mi palma se detuvo sobre el tatuaje del arcángel Miguel.

—¿Pensaste en besarme ese día?

—Por supuesto. Era algo que había querido hacer por mucho tiempo.

—Si me hubiera dado cuenta, te habría dejado —dije en voz baja—. Solo
que nunca imaginé que te preocuparas por mí como necesitaba que lo
hiciera.

—Pero lo hago… tal vez más.


Por un momento no me atreví a moverme o respirar. Killian no hablaba
mucho acerca de sus sentimientos. Esto era mucho para él. Y parecía listo
para decir más.

Frotó su mejilla contra la mía.

—Hay mucho que me gustaría haber hecho o dicho antes, Sofia. Eso nos
habría traído aquí mucho antes, ¿sabes? Pero no era como cuando
éramos niños. Eras callada y tímida entonces, pero siempre te las
arreglabas para hablar conmigo. Las cosas cambiaron cuando crecimos.

El recuerdo me entristeció.

—Lo sé. Creciste sin mí.

Killian se quedó inmóvil.

—Desearía no haberlo hecho.

Si. Yo también.

Killian acomodó su cuerpo, llevándome con él para que no nos


167
deslizáramos por la esquina de la bañera.

—Nunca hablamos acerca de ese día —dijo.

A pesar del agua caliente, mis músculos se tensaron.

—¿Qué día?

—La fiesta de Sol.

Al principio pensé que se refería a… me estremecí. Sí, la fiesta de Sol había


sido otro mal recuerdo, y entre los peores días en la historia de abuso de
mi familia.

—No habíamos hablado en mucho tiempo —dijo Killian—. Y cuando no


me dijiste nada, creí que todo lo que teníamos se había ido.

—Lo siento. Pero mientras más años pasaron, peor se convirtió mi vida.
Mi papi se volvió malo y más cruel. Teo me abandonó en cuanto pudo.
Lety se quedaba fuera horas y horas con sus amigos. Pero además de ella
y Sol, no tenía amigas con quienes escapar.

Jugueteó con los rizos amontonados en lo alto de mi cabeza.


—Entonces, ¿Adónde ibas? Sé que no estabas en casa, porque toqué a tu
puerta unas cuantas veces.

Incliné la cabeza.

—¿Lo hiciste?

—Sí. Te comprobaba de vez en cuando, esperando que pudiéramos hablar


o algo. Pero nunca estabas ahí.

Giré la cabeza hacia atrás. Mi madre nunca me lo había dicho, pero


suponía que quería mantenerme lejos de los chicos, sobre todo después
de lo que había pasado y cómo había reaccionado. No había planeado
contarle a Killian adónde había ido, pero casi parecía que lo necesitaba
en ese momento. Especialmente ahora que me daba cuenta de cuánto
intentó alcanzarme.

—Visitaba a las mujeres del vecindario y les preguntaba si me enseñarían


a cocinar. A cambio, hacía la cena de sus familias y después limpiaba. —
Mi voz bajó—. Vieron mis moretones y se dieron cuenta de que necesitaba
168 un lugar para esconderme. Así que me dieron la bienvenida, me
enseñaron sus recetas favoritas, y me dieron un lugar para estar además
de mi casa. —Su amabilidad significó mucho para mí, pero mi evidente
desesperación y miedo solo reforzaron mi reputación de “pobre Sofia”.

Killian me acercó más.

—Desearía haber podido salvarte de todo eso.

—No creo que nadie pudiera… excepto mi mamá, pero siempre fue muy
débil.

Nos sentamos en silencio por un largo momento cuando se me ocurrió


una idea.

—¿Por qué regresaste? —pregunté.

Killian frotó su mano sobre mi vientre.

—¿Qué?

—A la fiesta de Sol. Te fuiste cuando no te hablé. Creí que seguramente no


te volvería a ver. ¿Qué te hizo regresar?

Sus músculos se endurecieron debajo de mí.


—¿Recuerdas a Kevin Francisco?

—Sí.

—¿Recuerdas haberlo visto en la fiesta?

—Recuerdo a su hermana, pero no a él.

—Bueno, él también estaba ahí. Me llamó y me dijo que tu padre se había


presentado, y que estabas en problemas.

No podía moverme. Por un minuto completo, simplemente me congelé.

—¿Regresaste por… mí?

—Tenía veinte años, un hombre, con dos años de experiencia profesional


en MMA. —La voz de Killian bajó tan profundamente, que apenas pude
reconocerla—. Ya no era el niño flacucho que tenía miedo de tu padre.

—Regresaste por mí —repetí , apenas pudiendo decir las palabras.

—Eras mi chica, Sofia. Incluso entonces. De ninguna maldita manera iba


169 a permitir que te hiciera daño.

Absorbí las palabras de Killian, reconociendo la intensidad detrás de


estas, y lo mucho que se preocupaba por mí, incluso antes de que
encontrara el camino a sus brazos. Había pasado mi vida viviendo con
miedo, permitiendo que otros tomaran mis golpes, corriendo a mi rescate,
cuidando mis heridas, y protegiéndome del daño. Ya no quería ser esa
persona. Era mejor que ella.

Me di la vuelta y me arrodillé ante Killian, encontrando su rostro para


que entendiera la sinceridad detrás de mis palabras.

—Killian, no quiero tener miedo nunca más.

Sus ojos se abrieron con entendimiento. Trató de empujarse y salir de la


bañera. Apreté sus hombros, guiándolo suavemente hacia abajo,
rogándole con los ojos que no me dejara. Mientras observaba, cerré la
distancia entre nosotros y coloqué mis piernas a ambos lados de él
cuidadosamente, a horcajadas.

Mis manos se extendieron por su pecho y bajé para besarlo. Aunque


permitió que mis labios y lengua lo probaran, pude sentir que se estaba
conteniendo.
Ahuecó mi mejilla, rompiendo nuestro beso, su pecho levantándose y
cayendo rápidamente. Al principio no habló; cuando lo hizo, su voz era
apenas un gruñido.

—Sé lo que estás diciendo… y qué quieres hacer.

—Entonces déjame. —Las puntas de mis pechos se endurecieron. Sabía lo


que venía.

Apartó la cabeza y maldijo.

—Si cambias de opinión…

—No lo haré.

—Sofia…

Sonreí suavemente.

—Killian, quiero hacerlo. ¿Me dejarás estar contigo? —No me respondió.


Así que alcancé su creciente erección.

170 El agua hizo que fuera fácil jugar. La cabeza de Killian cayó hacia atrás,
los nervios de su cuello se estiraron lo suficiente como para romperse.

—Podemos detenernos, cuando quieras —tartamudeó—. Si cambias de


opinión… podemos detenernos.

Mi cuerpo lo anhelaba dolorosamente. No cambiaría de opinión y se lo


mostraría, los movimientos de mi mano se hacían más enérgicos con
cada vez que pasaba.

Encontré la boca de Killian otra vez, profundizando el beso. No me lo


negó. En cambio, me pellizco el pezón y deslizó su mano bajo mi espalda
y más abajo, hasta que alcanzó mis pliegues y metió los dedos.

La anticipación y nuestros esfuerzos combinados para complacernos nos


volvió ruidosos. Pero esta vez, lo quería dentro de mí cuando terminara.
Levanté las caderas y coloqué mi pierna contra el borde de la bañera.
Aunque estaba bien familiarizada con el tamaño de Killian, me
intimidaba más, sabiendo que pronto empujaría. Tomé un respiro, me
acerqué, y froté su palpitante cabeza contra mi centro.
La boca de Killian tiró de mi pezón, haciéndome jadear, mientras su
pulgar giraba entre mis piernas. Jugamos y nos tocamos hasta que la
espera se hizo demasiado y bajé mis caderas.

A mi cuerpo le tomó algún tiempo aceptarlo. Traté de ser cuidadosa,


permitiéndole que me estirara lentamente. Le robé un vistazo, preocupada
de que se pusiera impaciente, y temerosa de que pudiera hacer algo mal.

Las manos de Killian agarraron los lados de la bañera. Sus profundos iris
azules crepitaban mientras esperaba a que lo tomara. Luché por llevarlo
dentro de mí. Él lo sabía, pero no me ayudaba. Él quería que lo hiciera,
que estuviera segura de que era mi decisión. Así que me tomé mi tiempo,
permitiendo que su longitud avanzara lentamente.

Cada pequeño movimiento le permitía profundizar. Esperaba dolor…


había pasado mucho tiempo. No había esperado que mis párpados
revolotearan o el gutural gemido de placer que escapó de mi garganta
cuando terminé de bajar mis caderas.

Caí contra él, jadeando fuertemente. Me envolvió con su gran cuerpo, su


171
cálido aliento contra mi piel húmeda mientras me besaba del cuello a la
boca.

No estaba muy segura de qué hacer a continuación. Así que apreté las
manos de Killian y las bajé a mis caderas.

—Muéstrame cómo hacerte el amor —le supliqué.

Apretó sus ojos, tomando un momento antes de apretar su agarre e hizo


lo que le pedí.

Movió mi cuerpo hacia adelante, arrastrándome contra él y luego de


regreso adonde había empezado. Sentí cada trazo de su piel, cada golpe
dentro de mí.

—Jesús —jadeé, apretando sus hombros.

Killian y yo aumentamos nuestra velocidad gradualmente, incapaces de


obtener lo suficiente el uno del otro. Lágrimas de éxtasis salían de mis
ojos. Me moví más rápido, más rápido aun, la fuerza de mis esfuerzos
salpicando agua en olas contra el suelo. Gemí y golpeé, aturdida y
alborozada por lo bien que se sentía.
Gruñó, gimiendo ruidosamente, abandonando mis caderas para pellizcar
las puntas de mis pechos. Mi columna se arqueó cuando me vine más
fuerte que nunca. La intensidad de mi orgasmo me lanzó hacia atrás, y
hacia el extremo opuesto de la bañera.

Killian cayó hacia adelante conmigo, moliendo y golpeando contra mis


caderas. No estaba segura de cuanto duró el orgasmo. Solo recuerdo mi
cuerpo cayendo flácido y la sensación de abandono que sentí cuando
Killian se retiró.

No me dejes, quería decir.

Pero no se estaba yendo.

Me levantó en sus brazos y me puso suavemente de en el frío suelo de


mármol. Con mucho cuidado, me secó, pasando una toalla por mi rostro,
por mi cuello, por mis brazos, dando vueltas sobre mis pechos con la
suave toalla.

Continuó por mis piernas, arrodillándose frente a mí para presionar un


172 beso entre mis muslos antes de que su lengua se hiciera cargo para jugar.
Tropecé hacia atrás por el contacto, deseando más de él, pero incapaz de
mantener mi equilibrio.

Killian se dio cuenta de mi inestabilidad y se levantó para inclinarme


hacia adelante y colocar mis manos contra la bañera. Su aliento vino en
rápidas rachas mientras extendía mis piernas y se arrastraba debajo
para enterrar su rostro contra mí. Lo observé —observé todo lo que
hacía— hasta que una profunda lujuria me alcanzó y caí, aterrizando
sobre una rodilla.

Killian apenas podía hablar.

—¿Estás bien?

Asentí, o al menos lo intenté. Lo jalé conmigo cuando me paré en mis


inestables pies, llevándolo hacia nuestro dormitorio, a la cama, encima de
mí. Esta vez, Killian no tuvo que preguntar. Sabía lo mucho que lo
deseaba. Mis rodillas cayeron a los lados mientras entraba en mí.

Killian y yo habíamos esperado mucho tiempo para hacer el amor.


Pasaríamos el resto de la noche compensando el tiempo perdido.
K
illian regresó exhausto del trabajo a casa una noche. Como en
Atlantic City, le preparé un baño caliente. Lo observé deshacerse de
su musculosa y pantalones cortos de MMA. Está bien, tal vez no
solo observé, sino más bien con la boca abierta y posiblemente babeando.
Toda la preparación que había hecho para su pelea en Atlantic City había
incrementado la densidad de sus musculosos brazos, estirando sus
tatuajes a los límites.

Puso su mano en mi hombro mientras se deshacía de lo último de su


ropa.

—¿Qué? —preguntó, sonriendo ante mi mirada admirada y mi sonrojo—.


173 No quieres que pierda mi equilibrio y caiga, ¿o sí, princesa?

Mantuve mi rostro alejado del suyo, pero no pude reprimir una sonrisa. A
pesar de todo lo que ha pasado entre nosotros, y a pesar de que conozco
cada centímetro de su cuerpo, en ocasiones todavía era difícil verlo
parado ahí desnudo.

Jaló mi cabello juguetonamente para atraer mi atención. Su sonrisa se


mantuvo, pero no continuó molestándome, claramente dándose cuenta de
mi repentina timidez. Señaló la bañera.

—Gracias por hacer esto.

—No fue nada, cariño. —A Killian le gustaba que me hiciera cargo de él.
Lo que no sabía era lo mucho que lo disfrutaba. Teo y Lety eran fuertes,
nunca me necesitaron. Pero seguro que yo los había necesitado. Ellos me
protegieron y me dieron el amor y cuidado que le había faltado a nuestra
infancia. Excepto que nunca podría regresarles su amor. Las paredes
emocionales que habían construido a su alrededor eran impenetrables, o
eso pensaba. Hasta que Evelyn y Brody llegaron a sus vidas y probaron
graciosamente que estaba equivocada.
Coloqué una toalla doblada en lo alto del tocador, cerca del alcance de
Killian, y lo observé entrar en la bañera. Sus hombros se relajaron
mientras bajaba su cuerpo.

—Aaahhh. Esto se va a sentir malditamente bien.

En lugar de mirarlo fijamente, como quería seguir haciendo, me incliné


para pasar mi mano en el agua.

—¿Está muy caliente?

—No, está perfecta. —El vapor se elevó a su alrededor mientras se


inclinaba contra el alto respaldo de la bañera. Sus párpados cayeron
como pesadas cortinas, pero los abrió ligeramente y sonrió cuando su
mano alcanzó la mía—. ¿Quieres entrar? Hay mucho espacio.

Mordí mi labio inferior.

—Creo que estás mejor sin mí ahí.

—No pensabas de esa forma en A.C. No es que me queje.


174
—Atlantic City fue una fantasía, Killian.

Sonrió.

—Seguro como el infierno que se sintió real para mí.

—Sabes a lo que me refiero.

—De hecho, fue bastante caliente.

Tomé algo de agua en mi palma y la puse sobre su hombro, después pasé


mi mano por su piel.

—Dejamos la realidad detrás de nosotros mientras estuvimos ahí. Ahora


que estamos de vuelta, tengo que ponerme al día con el trabajo.

—¿Y si tu jefe no quiere que lo hagas? —Dobló su pierna—. ¿Qué pasa si


tu jefe piensa que estás trabajando muy duro y que deberías relajarte con
él en esta agradable agua caliente?

Me arrodillé en las frías baldosas del suelo para hacerle frente.

—¿Y si mi jefe disfruta de esta bañera sin mí y se une a mí en la cama


cuando haya terminado?
—Pero tu jefe no lo disfrutará tanto él solo. —Suspiró cuando captó mi
expresión y se dio cuenta de que no iba a ceder—. ¿Segura que esa
mierda no puede esperar?

Acaricié su ondulado cabello detrás de su frente. Los mechones ya


estaban húmedos por el creciente vapor.

—No esta vez. Dame un poco de tiempo. Terminaré rápido y esperaré por
ti en la cama.

Le tomó unos segundos aceptar.

—Está bien. Pero preferiría tenerte conmigo.

—Lo sé. Pero estas cosas necesitan hacerse.

Buscó mi rostro y sonrió suavemente.

—¿Qué haría sin ti?

—Manejar tus cuentas por ti mismo —contesté en voz baja. Mis dedos se
posaron suavemente sobre su cabello antes de que finalmente me
175
apartara—. Te veré en un momento, ¿está bien?

Me llamó en mi camino fuera del baño.

—Oye, Sofia. —Un destello de afecto brilló en sus profundos ojos azules
cuando lo miré sobre mi hombro—. Gracias por cuidarme… y por todo lo
demás.

Me tomé un momento para verlo antes de responder, mi voz apenas


audible.

—De nada Killian.

En verdad, quería decir más.

Cerré la puerta detrás de mí. Tan afectuosos e íntimos como nos


habíamos vuelto Killian y yo, las palabras seguían siendo difíciles.
Especialmente esas tres palabras que había anhelado decirle. Había
pensado y jugado con la idea de decirlas en su ausencia. Pero seguían
siendo indecibles. Mayormente, porque la vida me había enseñado que
nunca podías recuperarlas.

Mis pies recorrieron la habitación hacia el tocador. Me quité los aretes, y


la ropa, deteniéndome cuando vi la musculatura aumentando en mis
brazos y abdominales. Seguía siendo delgada, pero ya no era tan
insignificante, gracias a los entrenamientos durísimos de Killian.

Mi sonrisa se ensanchó. A excepción de Wren, a quien me había negado a


enfrentar, ya había derrotado a todos los miembros femeninos del
gimnasio en encuentros amistosos. Gloria, la madre de Sauron, había
exigido la revancha ayer, y sí, la había derribado de nuevo.

Alcancé uno de los múltiples cajones que Killian me había dejado y me


puse un camisón de encaje rojo. Había hablado en serio, estaría en la
cama esperando y planeaba estar lista. Mis dedos empujaron el pesado
cajón hasta cerrarlo. Saber que su espacio estaba lentamente
convirtiéndose en mío era increíble. Killian y yo éramos, como, formales.

El gran cambio había ocurrido cuando me di cuenta de que nuestro


tiempo en la cama no me causaba el nerviosismo que tuve una vez.
Estaba confiada en cuán bien lo hacía sentir; esos gemidos, esos gruñidos,
y esas maldiciones murmuradas entre dientes eran prueba suficiente de
que me había enseñado bien.
176
La anticipación de lo que haríamos cuando saliera del baño hizo que mi
cuerpo se calentara. La calidez desapareció rápidamente mientras ponía
mi computadora portátil en la cama. Suspiré sabiendo que tenía que
apresurarme si quería terminar con el trabajo antes de que saliera de la
bañera. Me senté en la cama y puse la computadora sobre mis piernas,
trabajando rápido.

Mis dedos tecleaban rápido mientras revisaba sus ganancias y me


aseguraba de que todos quienes le debían a Killian hubieran pagado.
Cuando terminé, hice que el programa calculara el gran total y lo
comparara con el mes anterior. Mis ojos se abrieron. Los ingresos de
Killian se habían duplicado desde el mes anterior y cuadriplicado desde
comienzos de año, y no estaba contando lo que había ganado en Atlantic
City.

Me deslicé por la pantalla para revisar sus próximas facturas. Gracias al


programa que había creado, sus costos eran más fáciles de ver y sus
cuentas más fáciles de seguir. Incluso si me iba, y tomábamos caminos
separados, él y su negocio estarían bien sin mí.

Mis dedos se ralentizaron. No estaba segura de por qué mis pensamientos


se habían metido en el territorio de las rupturas. Aunque permanecía
insegura en muchos aspectos de nuestra relación, no podía negar que nos
hacíamos felices el uno al otro.

Dejé de escribir mientras más pensaba las cosas. Sí, éramos felices. Pero
la felicidad no siempre duraba para siempre.

Me aclaré la garganta, tratando de alejar las cosas negativas.

—¿Quieres que pague tus servicios públicos e hipoteca de este mes? —


grité.

Hubo una pequeña pausa.

—¿Puedes hacer eso?

—Si quieres que lo haga.

—¿Cuánto me quedará si lo haces?

Miré la sección de ganancias en la pantalla.

—Cerca de siete grandes, sin contar lo que tienes en ahorros.


177
—¿Tengo ahorros?

Mis rizos rebotaron contra mis hombros cuando me reí.

—Sí. Arreglé que el diez por ciento de cualquier ganancia vaya a una
cuenta de ahorros.

—¿Qué hay de los jodidos impuestos?

—Esos están en una cuenta diferente. —Miré la puerta cerrada—. ¿No


leíste mi memo?

—¿Qué memo?

Sacudí mi cabeza. Era una maravilla que se las hubiera arreglado para
llegar tan lejos sin mí.

—El que describe todo lo que hace mi programa. Te lo envié por correo
electrónico hace tres semanas.

—¿Había fotos desnudas tuyas?

Mis mejillas se calentaron, pero me reí de todos modos.

—Umm, no.
Su respuesta ni siquiera tuvo una pizca de disculpa.

—¿Entonces por qué abriría esa mierda?

—¡Killian!

Podía oír el agua drenándose cuando liberó el tapón.

—Así que déjame entender esto, tengo ahorros, ganancias y mis cuentas
están pagas.

Golpeé la pestaña para pagar las cuentas pendientes.

—Síp. Todo hecho.

—Nena, no creo alguna vez hayas sido más caliente.

El teléfono sonó a mi lado. Contesté riendo, esperando que fuera Finn con
la información del seguro que le pedí.

—¿Hola?

178
Por un momento, solo hubo silencio, entonces el tono estridente
perteneciente a una voz familiar gritó:

—¿So-fia?

No era Finn. No era Wren. No era ninguno de los amigos de Kill, o sus
hermanos, o cualquiera que hubiera esperado. Pero sabía quién era. Y
saberlo me envió en modo de pánico por completo. Mi boca se abrió y
cerró varias veces, mi lengua se secó y casi tiré el teléfono.

—Eres tú, ¿no es así? —preguntó la mujer con grueso acento irlandés.

—Ah, sí, ho-hola, Sra. O’Brien.

—Por qué querida. ¿Qué podrías estar haciendo en la casa de mi pequeño


Killian tan tarde?

Su “pequeño Killian”. Oh, Jesús. Oh, María y José también. ¡Había


profanado a su hijo favorito!

Como una idiota, traté de cubrirme. Killian salió del baño. Se frotó el
cabello húmedo con una toalla mientras su mercancía se mostraba en
perfectas condiciones de “¿estás lista para hacer cosas traviesas
conmigo?”.
Frunció el ceño.

—¿Qué pasa?

Puse mi mano sobre el auricular y di un chillido.

—Tu madre está al teléfono.

—¿Está enferma?

—No.

—¿Herida?

—No.

—Entonces, ¿cuál es el problema?

Mi pecho se tensó. Estaba teniendo una enorme iluminación. Lo sabía


entonces.

—Ella sabe que estoy, aquí.


179 —¿Sí?

—Contigo. —Me miró como si no pudiera entender—. Por la noche.

Echó su cabeza atrás riendo.

—¡Killian!

Me quitó el teléfono, golpeó el botón de altavoz, y después se extendió a


través de la cama sobre su estómago, su firme pero flexible culo desnudo
a la distancia de una palmada.

La Sra. O’Brien se mantuvo charlando con su adorable acento,


preguntando sobre mi madre mientras yo yacía en la cama con su hijo
desnudo. Traté de cubrirlo, lo que lo hizo reír mas fuerte al tiempo que
hablaba al teléfono.

—Hola mamá.

—Killian, mi muchacho. ¿Qué hace la encantadora Sofia ahí por la noche?

—Mi contabilidad.

Mis hombros se relajaron con alivio. Él había dado una explicación


genuina y veraz. Gracias, Dios.
—¿Solo tu contabilidad, mi querido?

—No, también está viviendo conmigo.

—¿Viviendo contigo? —repitió.

Sostuve la sábana contra mis pechos, lo que solo ensanchó su sonrisa.

—No te preocupes, mamá. Estamos usando el método del ritmo, ya que


funcionó tan bien para ti y papá.

Salió de la cama cuando comencé a golpearlo con la almohada.

—Killian. No estés corrompiendo a la encantadora Sofia.

Los ojos de Killian brillaron cuando trató de hablar en medio de su risa.

—Estoy tratando de no hacerlo, mamá, pero la forma en que me atrae a la


cama lo hace difícil.

Caí de nuevo en la cama, cubriendo mi rostro con la almohada.

180
—No culpes a la pequeña Sofia —lo reprendió la Sra. O’Brien—. Estoy
segura de que eres tú quien hace toda la atracción.

Eché un vistazo por el borde de mi almohada solo para que Killian dijera:

—¿Lo ves? A ella no le importa que tengamos sexo. —Y no, no se molestó


en cubrir el teléfono para que ella no pudiera escuchar eso.

Killian se dejó caer en la cama a mi lado. Hablaron un poco más. Resultó


que mamá O’Brien había llamado para decirle que había ganado
seiscientos dólares jugando en las máquinas tragamonedas. Lindo, tan
lindo.

Aún se reía cuando colgó y escuchó el gemido escaparse de mi garganta.

—Tu madre sabe que estamos teniendo sexo.

—¿Sí?

Me senté.

—¿No te molesta?

—¿Que estemos teniendo sexo? Claro que no.


Empujé su hombro, por lo bien que hizo eso. Aunque también podría
haber golpeado el peñón de Gibraltar. Enganchó mi brazo y me rodó
sobre la espalda, besándome tan dulce y profundamente que me derretí
contra él.

A pesar de mi vergüenza de solo segundos antes, no pude detener mi


sonrisa mientras sus dientes mordían mi barbilla.

—Solo para que lo sepas, mi madre ha estado esperando que estemos


juntos desde ese día en que golpeaste nuestra puerta y trajiste M&M para
mí y dos viejos autos de Matchbox para Teo.

Mis labios se separaron mientras mi mente se aferraba a ese recuerdo.

—¿Recuerdas eso?

Sonrió.

—Los M&M estaban en una pequeña bolsa para emparedados y los autos
eran un diminuto convertible oxidado y un pequeño jeep verde.

181 Pensé en ese día y en cómo había revuelto para encontrar un listón para
atar la bolsa. El dulce era el último de mi reserva de pascuas, pero quería
que él lo tuviera.

Su dedo se enganchó en el tirante de mi camisón, dejándolo deslizarse


por la sedosa tela.

—Teníamos viviendo ahí menos de un año cuando muchos fuimos


derribados por la varicela. Por alguna razón, me tocó la peor.

Mis manos se deslizaban sobre su pecho para ahuecar sus hombros.

—Lo sé. Pasaron tres semanas antes de que pudieras salir de tu casa. —
Me sentía un poco triste, recordando ese momento. No solo porque Killian
había estado enfermo, sino porque mi padre había decidido volver a casa
y quedarse. Teo, Lety, y yo encontrábamos cualquier excusa para no estar
dentro, asustados de hacer algo para provocar a Carlos—. No tenía a
nadie con quien jugar.

Su sonrisa se suavizó.

—Y yo no tenía ganas de hacer nada más que dormir hasta que vi esos
autos.—Sus labios pasaron a lo largo de mi cuello, deteniéndose para
susurrar en mi oído—. Siempre has sido buena conmigo.
Bajé los ojos.

—Y tú siempre me has hecho sonreír… incluso cuando no tenía mucho


motivo para hacerlo.

Su humor se desvaneció, el entendimiento calmó el brillo de sus ojos.

—Ven aquí. —Me hizo rodar encima de él, presionándome en un profundo


beso. El calor de sus labios y el contacto de su cuerpo desnudo me
calentaron instantáneamente. A mi mano no le tomó mucho tiempo
vagar por su estómago, sabiendo que no me tocaría a menos que yo lo
tocara primero.

Y hombre, alguna vez quise que me tocara.

Las dos lámparas de las mesitas de noche estaban encendidas, así como
la luz del ventilador. Los dejé así, queriendo ver más de él. Rompí nuestro
beso para hablar suavemente en su oído, él conteniendo su respiración
mientras lo agarraba más fuerte.

—Quiero ponerte en mi boca —le dije.


182
No le estaba pidiendo permiso realmente, sabiendo que no me lo negaría.
Era más para prepararlo para lo que más quería en ese momento. Me
quitó el camisón, sus profundos gruñidos asegurándome que le gustaba
lo que tenía que decir y hacer.

Mi cuerpo se deslizó por el suyo. La posición en la que estábamos me dio


una vista completa de nuestro reflejo en el espejo ovalado del vestidor.
Dejé que mis largos rizos cayeran alrededor de mí así podía esconder mi
rostro, no queriendo que el supiera que quería verlo. Necesitaba ver lo
que le hacía, y cómo reaccionaba a mis fuertes empujes y succiones.
Independientemente de nuestro tiempo en la cama, quedaban rastros de
mi timidez.

Killian se enderezó y me arrancó las bragas, desacelerando sus esfuerzos


cuando llegó a mis tobillos. Supongo que se dio cuenta de que estaba
siendo agresivo y no quería asustarme. La cosa era que estaba
demasiado inmersa en el momento para tener miedo. Mis labios
trabajaron duro para demostrarlo. Cayó sobre su espalda, maldiciendo y
llevando mis muslos hacia él. Permanecí arriba, continuando mientras
tiraba de mis caderas hacia abajo.
La imagen en el espejo era la de dos almas hambrientas, impacientes con
apetito y de movimientos de boca muy rápidos. Traté de ir más profundo,
moviéndome más rápido, pero la succión de Killian se volvió demasiado.
Arqueé mi espalda, observando mi rostro enrojecido mientras llegaba al
orgasmo.

Mi cuerpo se estremeció encima del suyo. Grité fuera de control. Cuando


la ráfaga se calmó y mis piernas se debilitaron, me tomó todo no
colapsarme encima de él. Me balanceé ligeramente, borracha por su
toque. Lo terminé, su liberación poco después del final de la mía.

Su cabeza se apartó de entre mis muslos, sus caderas sacudiéndose


fuerte. Mi mano disminuyó la velocidad, con cuidado de no lastimar la
carne demasiado sensible. Pero entre más lo acariciaba, la necesidad de
probarlo de nuevo me consumía. Una vez más, envolví mis labios
alrededor de él.

Killian se retorció debajo de mí, gimiendo ruidosamente. Seguí


contemplando nuestro reflejo, fascinada y excitada cuán fácilmente y
183
naturalmente lo complacía.

Cuando estuvo totalmente erecto, rodó sobre mí y me colocó sobre mis


manos y rodillas, directamente frente al espejo. Ver su rostro en el reflejo
reforzaba que era Killian detrás de mí y terminó con el miedo que me
causaba la posición.

Ahora él también tenía una mejor vista.

Gemí mientras frotaba su rígida cabeza contra mi piel atormentada.

—¿Tienes idea de lo que me haces? —dijo con voz ronca.

No respondí, pero no creo que esperara que lo hiciera, ni tampoco esperó.


Killian entró fácilmente en mí, mi columna arqueándose mientras
avanzaba.

Mi necesidad me hizo agresiva. Me apreté alrededor de él y me mecí,


tirando de él y luego empujándolo de nuevo, tomando el control. Continué
con el movimiento, llevándolo hacia mí, enviándolo hacia atrás, cada
empuje más rápido y más rápido hasta que nuestros cuerpos se
golpeaban uno contra el otro.

Mi concentración flaqueó mientras se construía otro orgasmo. Me


estremecí, rogándole más a Killian. Cumplió con entusiasmo,
estrellándose contra mí mientras nuestros ojos permanecían atrapados
por nuestros cuerpos unidos.

Apreté mis dientes, incapaz de morder los gritos a todo pulmón que salían
de mí, cada cima del éxtasis subiendo más alto que la anterior. Mi
resistencia finalmente cedió y caí a un lado. Pero Killian no había
terminado.

Lanzó mi pierna sobre su hombro. Ya no podía vernos, pero podía verlo a


él y cómo reaccionaba cuando coloqué mi mano entre mis piernas.

Me observó frotarme, su mirada calentándose con lujuria mientras mi


otra mano lo alcanzaba para jugar.

Mi respuesta alimentó la suya hasta que los sonidos de piel frotándose


llenaron el dormitorio. Killian rugió, terminando mientras alcanzaba otra
épica cima, mis sacudidas tan fuera de control que tuve que enterrar mis
dedos en el colchón.

Killian colapsó sobre su costado, respirando desigualmente, el


184 movimiento de sus caderas disminuyendo lentamente. Nos mantuvo
unidos, aun cuando sus movimientos cesaron, deslizando su brazo
alrededor de mi cintura y acercándome. Nuestros cuerpos permanecían
calientes. No me atreví a alcanzar la manta arrugada lanzada cerca de
mi cabeza. En su lugar, envolví mi brazo contra el de él, manteniéndolo en
su lugar.

Nos quedamos así, inmóviles, abrazándonos. Pero cuando nuestra


respiración se ralentizó, y nuestros cuerpos se enfriaron, se retiró. Por
muy apasionado que hubiera sido nuestro encuentro, usó un gran
cuidado para levantarme y colocarme debajo de la cálida suavidad de su
edredón. Lo observé mientras atravesaba la habitación para cerrar la
puerta del dormitorio y apagar las luces, cautivada por su esbelta
sensualidad y la fuerza de su cuerpo.

Killian O’Brien era mi hombre. Lo supe entonces.

Así como supe que era totalmente suya.

Quería decirle que lo amaba, pero me parecía algo estúpido de decir


después del sexo. No importaba cuánto quisiera decir.
La última luz que alcanzó fue la que estaba en la mesita de noche. Esperó
antes de apagar el interruptor, observándome mientras le hacía espacio
junto a mí.

—Ven a la cama —susurré cuando continuó contemplándome.

Buscó el interruptor, manteniéndome en su mirada. Con un clic, fuimos


envueltos por la oscuridad. El débil brillo de la luna a través de las
estrechas ventanas sobre nosotros se convirtió en nuestra única fuente de
luz, y el susurro del edredón fue el único sonido mientras se deslizaba en
la cama.

Killian me arropó contra él. Su mano pasó sobre la curva de mi cintura,


bajando por mi cadera y regresando, acariciándome ligeramente.

—Me alegra que estés aquí conmigo —dijo después de un momento.

—Yo también. —Esperé a que mis ojos se ajustaran a nuestro entorno


antes de hablar otra vez—. Le dijiste a tu madre que estábamos viviendo
juntos.
185
—Porque lo estamos. —Pensó en ello—. Creo que debería haber
preguntado, pero supongo que solo sucedió.

No quería hacer mi siguiente pregunta, temerosa de que la respuesta


fuera “Sí”, “Frecuentemente”, y “Eran calientes”. Pero pregunté de todos
modos.

—¿Alguna vez has vivido con alguien?

Su tono se volvió serio.

—No. Esa mierda es pecado.

Reí cuando lo dijo.

—También el sexo antes del matrimonio. Pero como eres un buen chico
católico, probablemente ya lo sabías.

Me levantó para que lo pudiera ver, su sonrisa extraamplia y extrablanca


en la penumbra.

—Soy un buen chico católico. La cosa es, también sé cuándo algo está
bien. Que estés aquí conmigo, está bien, ¿sabes?

Sabía lo que quería decir.


—Te amo —dije sin pensarlo.

Killian dejó de sonreír, su mirada se puso severa y su profunda voz


retumbó.

—No digas eso a menos que sea en serio.

—Kill…

Se empujó sobre su codo, su voz aguda.

—Lo digo en serio. No juegues con esas palabras.

El resentimiento nubló sus rasgos, pero entendía por qué. Cada mañana,
su padre le decía a su madre que la amaba. Y todas las noches cuando
llegaba tarde a casa le decía lo mismo, a pesar de haber pasado la noche
en la cama de otra mujer. Su madre nunca reaccionó delante de sus hijos.
Pero Killian solía escucharla llorar en los confines de su dormitorio.

Acaricié su cabello, rehusándome a retractarme de las palabras o fingir


que no importaban.
186
—Te amo, Killian —dije otra vez. Mis dedos dejaron de moverse—. No te
estoy pidiendo que lo digas también. Solo te lo estoy diciendo, es como me
siento.

Me moví lentamente contra él cuando no dijo nada, deseando sentirme


más cerca de él. Después de lo que pareció una eternidad, bajó su cuerpo,
permitiéndome colocar mi cabeza contra su hombro. Escuché cada
respiración que tomaba, sintiendo el calor de su mano a lo largo de la
curva de mi columna, y sentí el golpe constante del latido de su corazón.

Lo que no sentí fue el amor que necesitaba de regreso.

Mis ojos se estaban cerrando cuando su profunda voz habló en un


susurro.

—Yo también te amo —dijo.


P
asé por el gimnasio unas semanas después. Era domingo y la parte
trasera de mi auto estaba empacada hasta el tope con víveres y
suministros para barbacoa. Killian no me dijo que me amaba
después de esa noche en que me quedé dormida en sus brazos. Al
principio traté de convencerme de que tal vez me lo había imaginado.
Pero, al final supe que lo había oído, aunque él probablemente no quiso
que lo hiciera.

A pesar de que nunca recibí mi “Te amo” de vuelta, no lo dije de nuevo


después de esa noche. Era difícil no decir las palabras ahora que las
había desatado, pero las mantuve para mí de todas formas. Parecieron
herir a Killian más que ayudarlo. Tal vez él no había estado preparado
187
para recibirlas. O al menos así me explicaba su reacción.

Vencía a la alternativa: que realmente no me amara.

Desaceleré para detenerme ante un semáforo. El cuidador de Norman


apareció con Norman a cuestas, empujándolo por la intersección
mientras caminaban en su paseo diario. Saludé, pero ninguno pareció
verme. Estaban demasiado ocupados pasando a los peatones que estaban
cruzando. A diferencia de mí, los que pasaban alrededor de Norman no se
molestaban en saludar, eligiendo ignorarlos a ambos.

Suspiré. Conocía ese sentimiento muy bien. Decidí entonces intentar


hacer algo agradable para ellos.

La luz cambió a verde, permitiéndome acelerar en dirección a la casa de


Killian. La mañana después de mi bomba de información, nuestras
interacciones eran tensas y la tensión entre nosotros era palpable.
Durante el curso de los siguientes días, todo regresó a la normalidad
gradualmente. Por un lado, era bueno. Por el otro, no podía dejar de
desear más.

No pasó mucho para que regresara a la casa. Saludé a la señora O’Hara


cuando pasó con su perrito. A pesar de que hacía meses que me había
preguntado acerca de atraer a Killian a la cama, todavía me sonrojaba y
huía dentro con mis compras.

Dejé el resto de los víveres en mi auto, sabiendo que no se estropearían. A


Killian no le gustaba mi auto, lo encontraba demasiado pequeño. Pero si
se quejaba demasiado, podríamos cambiar todo a su camioneta antes de
dirigirnos a la barbacoa de Angus.

Pasé a Finn todavía dormido en nuestro sofá. Había llegado a nuestro


umbral después de las tres de la madrugada, demasiado borracho y con
los labios heridos por una pelea en una fiesta. Había arreglado la
despensa, sazonado la carne molida y dado forma a las hamburguesas
antes de que Finn incluso se moviera. Cuando oí el comienzo de un
gemido doliente, saqué el galón de Gatorade que le había comprado y lo
vertí en un vaso lleno de hielo.

Finn se frotó la frente, evidentemente experimentando una monstruosa


resaca pero sin hacer ningún esfuerzo para sentarse. Estaba preocupada
por él. No era la primera vez que aparecía borracho y perdido. De hecho,
188
los incidentes eran cada vez más frecuentes.

Le llevé el Gatorade y acaricié su rizado cabello rojizo.

—Oye. ¿Estás bien?

—Sofia…

—¿Sí?

—Mátame…

—¿Qué tal si en su lugar te doy una bebida?

—No… no más alcohol. Juro por Cristo… que nunca volveré a beber.

Había dicho eso las últimas veces. Deseaba poder creerle y saber por qué
estaba actuando de esta manera. Killian siempre manejaba sus llegadas,
y a menudo se quedaba hablando con él después de insistir en que me
acostara. Había esperado que Killian pudiera razonar con él y
enderezarlo. Hasta el momento, no lo había logrado.

Le acaricié el cabello de nuevo cuando se tiró de cara en el sofá.

—Finn, es Gatorade, —dije en voz baja—. Bebe algo. Te hará sentir mejor.
Levantó el rostro del sofá.

—¿Gatorade? —graznó.

Sonreí. Teniendo en cuenta que Finn parecía la muerte en pan de masa


fermentada, todavía era una dulzura. No era de extrañar que las chicas lo
rodearan dondequiera que fuéramos.

Finn se empujó con los brazos y agarró el vaso. Tomó un sorbo doloroso,
seguido por otros dos, antes de bajarse el vaso entero.

—¿Mejor? —pregunté.

La mueca de su rostro se relajó y asintió.

—¿Dolió?

—¿Qué dolió?

—¿Cuándo caíste del cielo?

Me reí y acaricié sus duros hombros.


189
—Hay más en la nevera si la necesitas. Voy a ir a ver a tu hermano.

Subí los escalones hacia nuestro dormitorio. Killian debió haberse


quedado despierto más tarde de lo habitual hablando con Finn. Su brazo
colgaba del lado opuesto de la cama. Levanté la falda de mi vestido de sol
y me arrastré por el colchón, dejando un rastro de besos a lo largo de su
hombro desnudo cuando llegué a él.

—Oye, princesa. —Sonrió, aunque sus ojos permanecieron cerrados—.


¿Qué hora es?

—Casi las doce.

—Oh, mierda. ¿De verdad?

Le masajeé la espalda.

—Mmm-hmm. ¿Hasta qué hora estuviste despierto?

—Hasta las jodida cinco. —Se frotó los ojos—. ¿A qué hora tenemos que
estar en casa de Angus?

—A la una. ¿Quieres ducharte antes de irte?


—Supongo que debería. —Rodó sobre su espalda y terminó de abrir sus
ojos. Las esquinas de su boca se levantaron cuando me vio—. Maldición,
eres hermosa. —Frunció el ceño—. ¿Cuánto tiempo llevas despierta?

—Desde las nueve.

Su ceño se hizo más profundo cuando bostecé un poco.

—¿Has dormido suficiente?

—Lo hice.

—¿Estás segura? —Me cargó a horcajadas—. Te fuiste a la cama tarde


después de que Finn apareció.

—Estoy segura. —Me aparté el cabello—. Estoy preocupada por él. ¿Crees
que necesita hablar con alguien? Además de ti, quiero decir.

Killian se encogió de hombros.

—Es joven. Solo necesita arreglar algunos bordes ásperos, eso es todo.

190 —Espero que tengas razón. —Me estaba inclinando hacia él para besarlo
cuando una mirada familiar iluminó sus ojos azules. Salí de la cama y
Killian me agarró por la cintura antes de que pudiera salir por la puerta.

Me mordisqueó el cuello, haciéndome reír.

—¿A dónde vas?

Apreté sus muñecas cuando sus manos comenzaron a vagar.

—Killian, Finn todavía está abajo.

Hizo una pausa antes de soltarme, luego maldijo en voz baja.

—Está bien. Iré a revisarlo.

—Ya lo hice. Tiene una resaca horrible, pero empezó a sentirse mejor
después de que le di algo de Gatorade. —Empujé a Killian en la dirección
de la ducha—. Vamos, no tienes mucho tiempo.

Killian se movió al lavabo y recogió el cepillo de dientes y la pasta de la


estantería. Se detuvo en medio de su cepillado de dientes cuando se le
ocurrió una idea.

—¿Le diste Gatorade?


—Sí. Parecía necesitarlo. Como dije, estaba muy adolorido. —Alcancé el
armario de lino y saqué algunas toallas limpias, luego abrí la ducha para
él. Con el nuevo calentador de agua, no tomó mucho tiempo que el vapor
subiera.

—Pensé que se nos había terminado.

—¿Terminado qué?

Killian se enjuagó la boca, luego se quitó los boxers.

—El Gatorade.

—Compré cuando fui de compras.

—¿Fuiste de compras?

—No fue la gran cosa. He estado levantada por un rato. —Bajé el asiento
del inodoro y me senté, observándolo ajustar la temperatura del agua
antes de que diera el paso a través de las puertas de cristal—. Angus
envió un mensaje esta mañana y nos pidió que lleváramos algunas
191 cosas.

Killian pasó una barra de jabón a lo largo de su cuerpo.

—Ya has hecho ese excelente aderezo, un pastel y, como, veinte ensaladas.

Me reí.

—Solo hice dos ensaladas y no me llevaron mucho tiempo.

—Entonces, ¿qué diablos necesitaba, entonces?

—Solo un par de cosas que le faltaban —dije de nuevo, tratando de


recordar—. Carbón, carne molida, líquido encendedor, salchichas,
panecillos, bollos… oh, y papas fritas.

Dejo de enjabonar su grueso cabello oscuro.

—¿Qué demonios? ¿Es nuestra barbacoa o la suya?

—Dice que está tratando de ahorrar para su boda con Molly.

Killian se burló y terminó de ducharse.

—Ha tenido diez malditos años para ahorrar.


Se secó el rostro y la espalda. Vertí un poco de loción en mis manos y las
pasé a lo largo de su espalda baja y hombros mientras él se limpiaba el
pecho.

—Espera un minuto. Molly y Angus no han estado comprometidos tanto


tiempo, ¿verdad? —pregunté.

Killian se apoyó en el lavabo para que pudiera alcanzar sus hombros y


rio entre dientes.

—Han estado comprometidos desde que tenían dieciséis años y el padre


de Molly los atrapó follando en el sofá.

Jadeé.

—¡No!

Killian se dio la vuelta y buscó algo de loción para frotar a lo largo de los
tatuajes en sus abultados brazos.

—Lo juro por Dios. Pensaron que su padre estaba en el trabajo, pero se
192 había quedado en casa para arreglar una fuga en el sótano. Subió y se
encontró a Angus profanando a su preciosa niña bajo una foto de la
fallecida abuela de Molly.

No estaba segura de quién se reía más fuerte, Killian o yo. Él levanto una
mano.

—Oh, se pone mejor. Olvida que Angus era virgen antes de que esa
inocente pequeña rosa hundiera las espinas en él; y olvida que ella ya
había estado con Timmy LaSota y Stevie Macpherson; el padre de Molly
arrastró a Angus medio desnudo a la iglesia y le hizo jurar ante Dios y el
Padre Flanagan que se casaría con Molly.

Todo mi cuerpo estaba sacudiéndose por la fuerza de mis carcajadas.

—¿Entonces no es amor? —logré decir.

—Ni siquiera creo que jodidamente le guste. Pero Angus tiene miedo de
quemarse en el infierno por la eternidad si no se casa con Molly.

Limpié mis ojos con mi mano libre mientras Killian me llevaba de regreso
a nuestro dormitorio. Se detuvo en su tocador y sacó un montón de
billetes. Sacudí la cabeza cuando me la ofreció.
—No, nene. No es necesario.

—El infierno que no lo es. Ya es bastante malo que tu tacaño jefe no te


pague ni de cerca de lo que mereces.

—Me gusta mi jefe. Es dulce conmigo. —Killian dejaba ramos de flores al


azar para que yo los encontrara: en la secadora, en el horno, encima de
mi auto. El viernes abrí la nevera para encontrar una docena de rosas
esperando por mí cuando regresé a casa de la escuela, con una nota
diciendo que me extrañaba.

Sonreí suavemente. El mejor día fue mi cumpleaños dos semanas atrás.


Me desperté para encontrar notas en Post-it con pequeñas flechas que
conducían a la sala. Las seguí escaleras abajo mientras Killian fingía
dormir. Allí en la parte superior de la mesita de café había una hermosa
caja de joyería de madera. La imagen de dos niños jugando con coches
Matchbox había sido cuidadosamente tallada en la tapa.

No reconocí que los niños éramos nosotros hasta que abrí la caja y
encontré la fotografía usada para crear la imagen. La madre de Killian la
193
había tomado cuando éramos pequeños. La había enviado por correo
desde Florida y él se la había dado a Seamus pidiéndole que hiciera la
caja de joyería para mi vigésimo primer cumpleaños.

Killian me había encontrado llorando mientras la sostenía. Él podría


haberme dado los tesoros del mundo y no creo que hubieran significado
tanto para mí como ese regalo o el gesto detrás de este.

Me incliné hacia atrás en la cama y lo observé mientras tiraba de un par


de jeans. Teniendo en cuenta que eran finales de septiembre, los días
recién estaban empezando a refrescar. Fruncí el ceño cuando dejó caer
los billetes en la hermosa caja de joyería.

—Killian, no es realmente un gran problema.

—Lo es para mí. Vamos; vayamos a hacer las malditas hamburguesas.

—Ya las hice. —Me dejé caer en la cama y estiré los brazos. Aún estaban
adoloridos por las técnicas de agarre que Killian me había enseñado a
principios de semana.

—En ese caso, lavaré la ropa. La cesta está empezando a desbordarse.


—Lavé todo esta mañana. Lo último está en la secadora. No he tenido la
oportunidad de doblarla. —Bostecé de nuevo. Esperaba que Killian y yo
pudiéramos ir a la cama temprano esta noche. Tenía clase a las diez el
día siguiente.

Killian cruzó el dormitorio y se agachó sobre mí, con las cejas fruncidas.

—¿Qué pasa? —le pregunté.

Dejó escapar un suspiro y se tendió a mi lado.

—Haces mucho por mí, y por mi familia, todo el tiempo.

Sonreí.

—No me importa. Yo… —Me detuve antes de decirle que era porque lo
amaba—. Me gusta hacer cosas por ti —dije.

—Se nota. —Sus nudillos rozaron mi mejilla. Pensé que estaba feliz hasta
que percibí un rastro de tristeza en su voz cuando habló—. Escucha, Sofia,
no soy bueno con las palabras. A pesar de todo lo que somos, y de lo
194 mucho que hemos hablado, no es algo en lo que mi familia o yo hayamos
sido buenos alguna vez.

—Está bien.

Negó con la cabeza.

—No, cuando se trata de ti, no lo es.

Esperé a que dijera más, con la esperanza de entender por qué parecía
tan molesto. Le tomó un momento reunir sus palabras.

—Significas mucho para mí —dijo al fin—. Más de lo que nadie lo ha


hecho nunca. No te lo digo como debería, pero significas todo para mí. —
Suspiró, luciendo frustrado—. ¿Entiendes lo que estoy tratando de decir?

¿Qué me amas? Por favor, di que me amas.

—Creo que sí —dije en voz baja.

—Bueno. Eso es… bueno. —Killian envolvió su brazo alrededor de mí—.


También te necesito, ¿de acuerdo?

Levanté mi barbilla y sonreí, ganándome un dulce beso que rápidamente


se volvió más.
Finn estaba abajo. Podía oírlo moviéndose en la cocina. Pero cuando las
manos de Killian vagaron por debajo de mi larga falda, no tomó mucho
para que olvidara que su hermano estaba allí o que había un lugar donde
necesitábamos estar.

Por primera vez, realmente podía creer que Killian me amaba. Excepto
que a veces las cosas no eran tan simples como eso.

195
L
legamos a la casa de Angus para escuchar música ruidosa y un
montón de gente incluso más ruidosa.

—¡Angus! —gritó Molly desde el pequeño pórtico—. Maldición.


¿Hiciste que tu hermano comprara todo?

Angus se detuvo en medio de levantar la caja llena de comestibles fuera


de mis manos. La mirada que tenía mientras le respondía a su prometida
de diez años no fue una de amor. Y como había mencionado Killian,
probablemente tampoco era una de “gustar”.

—¡No lo hice comprar todo! —gritó de vuelta.


196
—¡Killian! ¿Angus está mintiendo? —demandó Molly en una voz capaz de
destrozar vidrio.

—No, Mol —respondió Killian, riéndose cuando atrapó el creciente ceño de


Angus—. Es la verdad honesta de Dios… hizo que Sofia lo hiciera.

—Eres un idiota, Kill —gruñó Angus cuando Molly comenzó a gritarle—.


Sofia, ¿cómo demonios una chica dulce como tú tolera a semejante
imbécil?

—No es tan malo. —Sonreí suavemente cuando Killian me agradeció con


un suave beso en mi mejilla.

Basada en la risa de Finn, y su siguiente comentario, podía decir que


estaba sintiéndose mejor.

—¿Ves eso? —Señaló a Angus con una sacudida de su barbilla—. Por eso
llegamos tarde, para empezar.

Angus frunció el ceño, pareciendo confundido.

—Estaban teniendo sexo arriba —aclaró Finn—. ¿Qué? —preguntó cuando


Killian lo fulminó con la mirada—. Es verdad.
—¡Angus! —gritó Molly otra vez.

—Me alegra que alguien esté teniendo sexo —murmuró Angus, ignorando
mi rostro acalorado.

—¡An-gus!

—Cristo, Molly. ¡Dije que ya iba!

—¡Nunca dijiste eso!

Killian comenzó a reírse otra vez cuando Angus murmuró una maldición
y, a regañadientes, cargó la caja al patio y lejos de su amada. Finn agarró
otra caja y lo siguió.

Killian arrastró las dos últimas cajas hacia él y metió una bajo cada
brazo.

—Puedo tomar una —ofrecí.

—No mientras esté cerca. Es lo suficientemente malo que cargaras todas


estas cosas a tu auto por tu cuenta. Vamos. Dirijámonos atrás.
197
Me arrastré detrás de él. Angus y Molly vivían en una bonita y bien
mantenida casa estilo colonial holandesa, pero su gran patio era la gran
ventaja. Viejos robles proveían sombra alrededor del perímetro. En su
centro, alguien había instalado una red de voleibol, y algunas personas
ya estaban jugando.

La mayoría de los invitados merodeando por el patio eran desconocidos


para mí. Así que cuando un joven tomando sorbos de una botella de
Heineken azotó su cabeza en mi dirección, me atrapó fuera de guardia.
Pareció reconocerme. No estaba segura de quién era, incluso después de
que saludó. Una de las dos personas reunidas cerca de él dijo algo. Él le
respondió, pero mantuvo su atención en mí, sonriendo.

Killian se inclinó hacia mí.

—¿Quién es ese? —preguntó.

—No lo sé —le dije verdaderamente.

Killian le lanzó una mirada que no era totalmente una advertencia, pero
llena de suficiente fuerza para alentarlo a devolver su atención a sus
amigos.
Declan, el hermano mayor de Killian, proporcionó graciosamente una
muy necesitada distracción. Dejó a su cita para saludarnos. Las chicas
siempre lo habían rodeado, pero ahora que era un nuevo elegido
ayudante de fiscal de distrito, cada vez que lo veía tenía una nueva rubia
en su brazo.

—Hola, cariño —dijo Declan, besando mi mejilla. Asintió hacia Killian


mientras él y sus otros hermanos descargaban los comestibles en la mesa
de picnic—. Angus te pidió toda esta mierda, ¿cierto?

Arrugué mi nariz hacia él.

—¿Cómo supiste?

—Porque se quejó conmigo por no responder sus mensajes. —Bebió un


sorbo de su cerveza—. Me imaginé que iría de persona en persona hasta
que alguien estuviera dispuesto a ayudar a su trasero. Bastardo tacaño.
Asegúrate de que te pague.

Curran, el hermano menor de Killian, deslizó su brazo alrededor de mi


198 cintura y besó mi sien.

—Oye, Sofe.

—Hola, Curran. —Miré a su alrededor—. ¿Dónde está Brittney?

—¿Quién?

Me reí.

—Tu novia.

—¿La desnudista?

Mi boca cayó abierta ligeramente.

—Pensé que era una manicurista.

—Esa era Lindsey. —Curran pensó en ello—. Al menos, creo que ese era su
nombre… no, espera, esa era Tiffany.

—¿No era Mindy? —preguntó Declan.

Curran clavó su dedo en su pecho.

—No, esa era tu chica, la masajista.


Declan sonrió.

—Esa era Cindy, y solo me masajeó a mí, Curran.

Sacudí mi cabeza. Los O’Brien no parecían ser el tipo de asentarse


fácilmente, incluyendo a Wren. Ella estaba sentada en un banco bajo un
olmo. Un amigo de Curran de la policía de Filadelfia jugaba con su
cabello medianoche y susurraba algo que la hizo sonreír.

Seamus se apresuró hacia mí y me ofreció un beso también.

—Hola, Sofia.

—Hola, Seamus. ¿Cómo estás?

—Tratando de encontrar mi cerveza, pero no puedo. —Resopló, su


atención dando vueltas en sus hermanos—. El jodido Angus ya está
quejándose de que necesitamos más cerveza. ¿Y adivinen quién cree que
debería salir y comprarla?

—¿Qué demonios? —preguntó Finn—. Nosotros ya compramos la comida.


199
Killian lo empujó juguetonamente mientras se reunían a nuestro
alrededor.

—Todo lo que hiciste fue levantar un par de cajas, pequeño bastardo.


Sofia fue quien desembolsó las cuentas.

Finn colgó un brazo alrededor de mis hombros.

—Pero yo estaba con ella en espíritu, y al final, esa es la mierda que es


importante para Dios.

Los hermanos se rieron colectivamente y lo llamaron idiota antes de que


Seamus continuara despotricando contra Angus. Los dejé para ver si
podía ayudar a Molly dentro.

—Gracias, Sofia —dijo, fulminando a Angus con la mirada—. Al menos


alguien se está ofreciendo a ayudar.

—Mol, ¿quién trapeó la cubierta? —le preguntó Angus.

—Yo lo hice —espetó ella—. Tú hiciste un trabajo de mierda.

—Cristo —murmuró él.


Tomé la salsa de siete capas que me pasó y las llevé afuera. El mismo
chico que me había mirado cuando llegamos abrió el mosquitero así
podía pasar.

—Gracias —dije.

—No hay problema, sexy.

Mis pasos se detuvieron. No podía creer cuán lejos fue, especialmente


después de que me hubiera visto con Killian y cómo había respondido
Killian a la indeseada atención.

Aunque no me giraría, podía sentir sus ojos quemando un agujero en mi


espalda. Me empujé hacia adelante, huyendo hacia la gran mesa de
picnic para poner la salsa. Me tomé mi tiempo arreglando la comida y
poniendo los platos y utensilios de plástico, esperando que el chico
siguiera adelante. Pero no lo hizo.

Cuando regresé por otro plato, permanecía en el mosquitero. Otra vez, la


abrió para mí. Ignoré su sonrisa y no me molesté en agradecerle. No
200 estaba tratando de ser educado. Este chico quería algo más.

Pasé las siguientes horas cerca de Killian, pero cuando él, Wren y la cita
de Wren se fueron por otra ronda de cerveza, mi ansiedad sobre el chico
que continuaba sonriéndome empeoró. No tomó mucho, sin embargo,
para que los O’Brien que quedaban aliviaran mi tensión, su charla
haciéndome reír.

—¡No me robé el plato de ofrendas! —insistió Angus, abandonando la


parrilla solo para gritarle a Seamus.

Seamus lo señaló con su cerveza.

—Eres un maldito mentiroso; te vi, y también lo hizo Finn. Finn,


¿recuerdas cuando metió el cambio en sus bolsillos?

La voz de Angus creció ante el asentimiento de Finn.

—No estaba robando, ¡esa mierda es un pecado!

—¿Entonces qué demonios estabas hacienda? ¿Rompiendo un solo? —


Declan casi escupió su cerveza cuando atrapó el rostro enrojecido de
Angus—. Santa mierda, Angus. Lo estabas haciendo, ¿no es así?
Maldición, tu culo va a ir al infierno.

—Junto con todo lo demás, gran bastardo —dijo Curran. Se inclinó contra
mí—. Eh, Sofia, habla bien de él con el Gran Chico arriba, ¿lo harías? Con
tu ayuda, tal vez Angus solo servirá dos, tal vez tres décadas como mucho
en el purgatorio.

Finn me empujó con su codo.

—Sí, Sofia. Tu santo ser es el único que puede salvarlo. Ayuda a un


hermano.

—¡Angus! —gritó Molly desde la cubierta trasera—. Por el amor de Dios,


voltearías las malditas hamburguesas, ¡la gente está hambrienta aquí!

—No te preocupes por mí, Sofia —dijo Angus, sacudiendo su cabeza—. El


infierno no puede ser peor que esta mierda.

—¡An-gus!

201 —Hijo de un trasero de duende —murmuró, caminando hacia adelante, su


espátula agarrada apretadamente en su mano.

Declan puso su brazo a mi alrededor, ignorando la mirada que su cita


disparó en mi dirección y la suya.

—¿Puedes imaginarte metiéndote a la cama con eso noche tras noche?

Cubrí mi boca para suprimir mis risitas. A pesar de la, uh, personalidad,
de Molly, tenía un gran corazón. Y en su propia manera, creo que
realmente amaba a Angus. Al igual que él también la amaba.

—¿Ya casi terminas? —le gritó ella—. Necesito ayuda en la cocina,


maldita sea.

—Mátame, Dios —murmuró por lo bajo—. Por. Favor. Solo. Mátame.

Por otra parte, no tanto.

—Iré a ayudarla —ofrecí.

Me dirigí de vuela a la cocina y lavé mis manos en el fregadero antes de


ayudar a Molly a cortar vegetales para la salsa.

—Gracias, Sofia —dijo—. ¿Estás divirtiéndote, cariño?


—Lo estoy, gracias. —Eché un vistazo hacia el reloj. Killian se había ido
por un tiempo ahora.

—No te preocupes, estará de vuelta pronto —dijo, sonriendo. Levantó la


bandeja de mis manos—. Mejor llevo esto afuera antes de que Angus
termine de comer su peso en papas fritas. Hazme un favor, ¿lo harías,
cariño?

—Seguro. ¿Qué necesitas?

—Tráeme un par de botellas de vino tinto del gabinete. Tal vez retendrá a
la gente antes de que Killian y Wren regresen.

—Oh, seguro.

Me apresuré a la sala de estar, donde tenían un pequeño bar metido en


una esquina. Había algunas botellas de licor sobre el bar. Me arrodillé y
busqué a través del estante debajo. Había algunas botellas de vino
blanco, pero no tintos. Pasos se arrastraron en la cocina y escuché la
puerta del refrigerador abrirse.
202
—¿Molly? —grité, pensando que aún no había salido—. Parece que se
quedaron sin vino tinto. ¿Quieres que saque unas botellas de blanco?

Me paré cuando pensé que entró, solo para encontrarme cara a cara con
el chico que había estado mirándome toda la tarde.

—¿Qué tal, Sofia?

No le respondí, cerrando fuertemente mi boca. No estaba mirándome


lascivamente, no parecía representar una amenaza, pero eso no
significaba que confiara en él.

—Veo que todavía recibes mucha atención. —Se rio cuando junté mis
cejas—. No me recuerdas, ¿verdad? Pero supongo que ha pasado un largo
tiempo. Soy yo, Maverick. Maverick Shuster.

Mi ceño se disolvió lentamente. No recordaba su nombre, pero mientras


continuaba mirándolo, comencé a recordar quién era. Era uno de esos
chicos entre los muchos que había permitido…

Lo rodeé, manteniéndolo en la mira mientras retrocedía hacia la cocina.

—Sofia, espera. Mira, sé que tienes un par de opciones para esta noche.
Pero estaba esperando que alguna vez tú y yo pudiéramos…
—No —le dije firmemente—. Ya no soy esa chica.

Sonrió. Pero no era una sonrisa agradable.

—Deja de tontear por ahí, Sofia. Te vi ahí afuera con esos chicos, cada uno
de ellos trabajándote por una oportunidad de llevarte a casa.

Mi columna vertebral se puso tan rígida, pensé que seguro me dividiría


por la mitad. Confundió las muestras de atención de los O’Brien por algo
más. ¿No se daba cuenta de que eran los hermanos de Killian o quién era
Killian para mí? Estaba segura que no lo hacía. Pero en este momento, no
me importaba.

Agarró mi cintura cuando traté de alejarme. Me retorcí de su agarre,


rompiendo su apretón.

—No me toques —espeté.

—Vamos, Sofia —dijo.

Golpeé su mano con dureza cuando se estiró por mí otra vez.


203
—Te dije, ¡no me toques!

Frunció el ceño como si lo hubiera insultado de alguna manera, pero fue


la chirriante voz de Molly la que me hizo sacudirme lejos de él.

—¡Angus! —Estaba de pie en la entrada que guiaba a la cocina—. Angus,


¡ven aquí rápido!

Pánico me envolvió. No estaba segura de lo que había visto y escuchado.


Angus irrumpió en la cocina, obviamente habiendo sentido algo diferente
en su voz.

—¿Qué sucede?

Miró a Maverick.

—Este pequeño idiota acaba de agarrar a Sofia.

—¿Qué? —Angus empuñó su espátula en las manos de ella y pisoteó


hacia él, su mera presencia haciendo que Maverick retrocediera hacia la
puerta principal.

—No hice una mierda —dijo Maverick.

Molly lo señaló con la espátula.


—Te vi, bastardo sin bolas, al igual que vi a Sofia golpearte y decirte que
malditamente la soltaras.

Angus lo empujó duro, a través del mosquitero y hacia el pequeño pórtico


frontal.

—¿Qué demonios está mal contigo, perra, metiéndote con nuestra chica
de esa forma?

—¡Patea su culo, Angus! —gritó Molly.

Seguí detrás de ellos, luchando con qué hacer. No podía decirles que él no
había querido hacer lo que hizo, porque lo había hecho. Pero eso no
significaba que mereciera ser golpeado.

Mi corazón frenéticamente acelerado tartamudeó a un agobiante alto


cuando me di cuenta de que Killian había regresado. Se detuvo en medio
de bajar un barril de la camioneta de Wren cuando vio a Angus lanzar a
Maverick por el pórtico.

Me apresuré por las escaleras. Uno por uno, todos los O’Brien aparecieron
204
junto con más personas de la fiesta.

—¿Qué demonios? —dijo Seamus.

—¡Estaba manoseando a Sofia! —gruñó Angus.

Killian, quien inicialmente había corrido a mi lado, marchó en su


dirección.

—¿Pusiste tus manos en mi novia?

La cita de Wren y un par de otros chicos de la fiesta se apresuraron a


retener a Killian. El resto de los O’Brien se cerraron alrededor de
Maverick.

El rostro de Maverick azotó en mi dirección, la desesperación en su


expresión diciéndome lo que iba a decir, y que no había nada que pudiera
hacer para detenerlo.

—Los tienes a todos engañados, ¿no es cierto, pequeña zorra? —gritó en


mi dirección.

Esta vez fue Seamus quien lo empujó.

—¡Cuida tu boca, imbécil!


—Jódete. —Las facciones de Maverick se volvieron tan crueles como su
voz—. ¿Te contó acerca de todos esas pollas que ha tenido… incluyendo la
mía?

Náusea apretó mi vientre. Killian salió disparado de esos sosteniéndolo,


solo para ser empujado hacia atrás por Curran, Declan, y la cita de Wren.
Como miembros del sector público, sabían que Killian podía enfrentar
cargos por asalto si se soltaba.

Maldiciones y gritos irrumpieron a través de la multitud mientras más de


las personas de la fiesta se reunían para sostener a Killian. El resto de los
O’Brien avanzó, su gran tamaño y números alejando a Maverick, quien
no había terminado de hablar.

—Pregúntenle, hombre, creen que es tan jodidamente pura, pregúntenle lo


que ha hecho y con quién lo ha hecho.

Lo observé pisotear por la calle. Otras dos personas de la fiesta lo


siguieren. La única se disculpó con Molly antes de correr detrás de él. Ella
debió haberlo traído, pero a nadie pareció importarle entonces.
205
Todos los ojos, incluyendo los de Killian, estaban apuntando hacia mí.
M
is ojos se llenaron de lágrimas cuando Killian se encontró con
mi mirada y los susurros a mi alrededor comenzaron. Él supo
entonces que Maverick estaba diciendo la verdad. Yo no lo
estaba negando. No tenía sentido.

Su familia miró a su alrededor torpemente antes de que Curran se


adelantara.

—Vamos, el espectáculo ha terminado. Todo el mundo de regreso a la


fiesta. —Nadie se movió realmente hasta que él y la cita de Wren
metieron sus manos en sus bolsillos traseros y sacaron sus placas.

206 —Ya lo escucharon —dijo la cita de Wren—. No hay nada que ver aquí.

Seamus y Declan sacaron el barril de la parte de atrás de la camioneta de


Wren mientras Angus metía la caja de cerveza bajo el brazo.

—Vamos —murmuró Seamus—. Toda esta cerveza no se está va a beber


sola.

Avanzaron detrás de la multitud que se dirigía hacia el patio trasero. El


murmullo bajo continuó, disolviéndose mientras la gente desaparecía en
la esquina de la casa. Pero las palabras no perdieron su aguijón, incluso
cuando ya no podía escucharlas.

No había captado cada comentario. Pero sabía lo que decía la gente, al


igual que sabía lo que pensaban de mí. Pero por mucho que dolieran sus
opiniones, no me importaban tanto como las de Killian y las de su familia.
Ellos eran una historia diferente.

Era como si cada parpadeo que diera en mi dirección me causara dolor.


Había avergonzado a su amado hermano, arruinado su fiesta, y los había
avergonzado a ellos simplemente por asociarse conmigo.

No hacía las cosas a medias, ¿verdad?

Molly apretó la mano de Angus cuando él la alcanzó.


—¿Podrías hacer algunas hamburguesas más? —le preguntó en voz
baja—. Creo que la gente todavía tiene hambre.

—Sí. No te preocupes. Me encargaré de eso, Mol.

Sentí que su enfoque se demoraba en mí mientras pasaban. Wren y Finn


lanzaron algunas miradas vacilantes mientras los seguían. No habían ni
llegado al porche cuando Killian marchó hacia mí, su furia elevándose
alrededor de él como una marea creciente.

—¿Es cierto? —exigió.

Mantuve la boca cerrada, el bulto en mi garganta apretándose alrededor


de mí como un lazo.

Inclinó la cabeza hacia un lado, tragando con fuerza.

—Esta es la parte en la que me respondes, Sofía, donde me dices que todo


lo que dijo ese idiota no es verdad.

Maldijo cuando bajé la cabeza y crucé los brazos.


207
—Bien, muy bien. Todo este tiempo… ¡todo este maldito tiempo has estado
jugando conmigo!

Mi barbilla se levantó bruscamente.

—N-no. No lo he hecho.

Killian apretó la mandíbula.

—¡No me mientas, Sofía!

—Kill, ¡cálmate! —gritó Wren desde el porche.

—¡Quédate fuera de esto, Wren! —Me encaró—. ¿Te divertiste, fingiendo


ser inocente, haciendo como si no supieras lo que estabas haciendo,
mientras me enamoraba de cada parte de eso como un estúpido?

Las lágrimas rodaron por mis mejillas.

—Killian…

—Esto no fue un juego para mí, Sofía. Lo que sentí, lo que hicimos…

—¡Kill, detente! —Finn se apresuró hacia nosotros con Wren a los


talones—. Vamos, la estás haciendo llorar —dijo.
—¡Métanse en sus malditos asuntos!

—¡Jódete, Kill! —le gritó Wren—. ¡Solo porque tú orgullo esté herido no te
da el derecho de tratarla así!

—Sal de mi camino, Wren.

Wren le clavó un dedo en el pecho.

—Como el infierno que lo haré. ¡Estás siendo un imbécil!

—No sabes una mierda. Ha estado mintiendo todo este tiempo… Sofía,
¡Sofía!

No miré hacia atrás, continuando hacia mi auto mientras escarbaba en


mi minúsculo bolso para agarrar mis llaves. Me pareció escuchar puños
conectándose fuerte con algo mientras mi visión se volvía borrosa. Con
los dedos temblorosos, abrí la puerta del auto y puse el motor en marcha.
Finn probablemente había intentado hacer retroceder a Killian. A pesar
de lo fuerte y enojada que estuviera Wren, sabía que ella no podría
golpear con tanta fuerza de esa manera.
208
Mis dedos secaron mis lágrimas, lo suficiente para que pudiera ver el
camino mientras me alejaba. Durante mucho tiempo solo conduje —
primero me dirigí hacia la casa de mi madre, luego hacia la carretera que
me llevaría a casa de Teo— hasta que finalmente viré y volví al
vecindario de Killian.

Las luces aún estaban apagadas cuando entré en la oscura casa. Aún no
estaba en casa. Subí los escalones al segundo piso, apenas sintiendo el
suelo mientras mis sandalias golpeaban contra este. Encendí la luz del
dormitorio y entré en el gran armario para recuperar mi maleta.

La arrojé a la cama y la abrí, aventando la solapa. Las palabras de Killian,


su expresión herida, y el dolor en su tono me perseguían mientras volvía
al armario para recoger mis pertenencias.

Me limpié mis mejillas empapadas de lágrimas mientras doblaba mi


ropa, la misma ropa bonita que había comprado para lucir bien para él,
para verme bien de su brazo, para ser alguien de quien pudiera estar
orgulloso. ¿A quién estaba engañando? Nunca fui lo suficientemente
buena para él. Ahora él lo sabía, y también todo el mundo.
Mis manos alcanzaron el vestido que había usado la noche de su gran
encuentro. Recordé a Wren diciendo que se parecía a un vestido de novia,
y cómo había preguntado si Killian y yo habíamos planeado casarnos.

Pero los hombres salían y se divertían con rameras. No se casaban con


ellas, ¿verdad?

Me apresuré a terminar de empacar cuando mi llanto se hizo más fuerte,


sabiendo que tenía que irme antes de que Killian regresara. No me
querría aquí. Él quería a esa chica agradable y dulce que cocinaba y
cuidaba de él… no a la que se odiaba tanto, la que se creía tan inmunda,
que permitió a los hombres hacer cosas que no quería, disfrutaba o
necesitaba. Killian no la merecía. Killian era mejor que eso. Tal vez lo
había sabido todo el tiempo.

Razón por la cual no podía amarme.

Recién había dejado el contenido de mis cajones en la maleta cuando una


camioneta llegó al camino de entrada.

209 —Hasta luego, Kill —escuché decir a la cita de Wren.

Wren dijo algo más que no pude oír. Dudé que fuera muy agradable
basándome en su tono.

La puerta principal se abrió y cerró con un chasquido antes de que el


sonido de los fuertes pasos subiera hasta el descanso del segundo piso.
Estaba tratando de cerrar mi maleta abultada cuando sentí que Killian
entraba en el dormitorio.

Por el espejo, pude vislumbrarlo en la puerta. Sostenía una bolsa de M&M


de cacahuete en una mano y un ramo de flores silvestres en la otra. Se
quedó inmóvil cuando vio lo que estaba haciendo. Esto no era un
espectáculo. No estaba fingiendo irme.

Y él lo sabía.

Colocó las flores y dulces sobre la repisa y se acercó lentamente detrás de


mí. Mi cuerpo se puso rígido mientras sus brazos se envolvían alrededor
de mi cintura y presionaba un beso en mi hombro.

—Lo siento —murmuró contra mi oreja.

Un fresco chorro de lágrimas corrió por mi rostro mientras continuaba.


—He follado a muchas chicas. No tenía derecho a juzgarte por hacer lo
mismo.

Me solté de su agarre.

—No follé a esos hombres. No hice nada con ellos. Fueron ellos quienes
hicieron cosas conmigo.

El color se desvaneció del rostro de Killian antes de que su piel se


convirtiera en un rojo furioso. Se dirigió hacia mí.

—¿Estás diciendo que ese tipo, todos esos tipos con los que él te acusó de
haber estado, te violaron?

Tragué con dificultad, viendo mientras el miedo y la rabia oscurecían sus


rasgos.

—Estoy diciendo que hicieron lo que quisieron conmigo… y que se los


permití.

Killian me observó, su postura rígida. Los segundos se volvieron varios


210 minutos antes de que volviera a hablar.

—¿Por qué? —preguntó.

Sorbí por la nariz. Las palabras eran tan simples. Dos sílabas. Pero su
tono de corazón roto me dio un puñetazo más duro que cualquiera de sus
golpes. No quería decírselo. Pero por mucho que él me hubiera lastimado,
después de todo lo que compartimos, le debía la verdad.

Retrocedí más lejos de él, insegura de si sería capaz de contarle si


permanecía demasiado cerca.

—Estuve perdida durante mucho tiempo… después de que me violaron.

Mi voz era apenas un susurro mientras forzaba a que las palabras


salieran.

—Iba a fiestas en las que no debería haber estado. Bebía y tomaba cosas
que no debería haber tomado. Y permitía… —Dios, era tan difícil hablar—.
Permitía que los chicos me llevaran a dormitorio. Permitían que se
subieran encima de mí… y, y esperaba, hasta que terminaban. Entonces
me iba.
El pecho de Killian se levantaba y caía mientras apretaba los puños, con
los ojos fijos en el suelo.

—Nunca los toqué —le dije sinceramente—. Y realmente no me tocaron,


no como… —Casi dije “No como tú”, pero me detuve. Aun así, cuando los
ojos tristes de Killian se encontraron con los míos, supe que se había dado
cuenta de lo que había querido decir.

Abrió la boca solo para cerrarla de nuevo. No hablaba, pero sentía su


dolor como si fuera el mío. Caminó alrededor, pensé que se iba hasta que
retrocedió y se paseó a lo largo de la suite.

—Joder —gruñó—. Joder.

Parecía listo para matar algo, estaba tan herido, tan lleno de rabia, que
pensé que atravesaría una pared. Abracé mi cuerpo, odiándome por la
persona que era entonces, y por cómo salió lastimado por lo que yo había
hecho.

—No estaba fingiendo contigo —logré decir, a pesar de mi voz


211 temblorosa—. Sé que piensas eso, pero no lo estaba. No sabía cómo
complacer a alguien, ni recibir nada bueno a cambio. —Las lágrimas
brotaban de mí y mi pecho se apretó brutalmente—. Necesito que me
creas, ¿está bien? No importa lo que pase ahora, necesito que lo sepas. Tú
eres el único que me ha importado…

Mis sollozos se desgarraron de mí. No podía detener las emociones que


empujaban su camino. Era todo lo que podía hacer para no
desmoronarme completamente.

Killian corrió hacia mí. Pensé que me acusaría de mentir, o me gritaría


por mis errores; en lugar de eso, lo que dijo casi me puso de rodillas.

—Nada debería haberte sucedido, nunca. No se suponía que salieras


herida. Maldita sea, ¡no se suponía que sucediera esto!

Se inclinó sobre mí, sus ojos azules ardiendo. Estaba furioso, pero no por
lo que yo había hecho… estaba enojado porque había sido violada.

—No fue culpa tuya —balbuceé.

Durante un largo momento, Killian solo me miró hasta que me jaló contra
él y me envolvió protectoramente en sus brazos.
—Fue mi culpa, Sofia. Yo… yo debería haber estado allí para ti y no lo
estuve.

Su calidez y sus palabras desprendieron cualquier compostura a la que


me había estado aferrando, y me desmoroné. Había querido estar allí
para mí, como cuando éramos jóvenes, y pequeños, y ambos demasiado
inocentes para darnos cuenta de lo mala que podía ser la vida. Pero no
podría haber sabido lo que iba a pasar. Si lo hubiera hecho, lo habría
detenido. Lo sabía sin duda. Me tomó mucho tiempo calmarme.

—¿Puedo preguntarte algo? —dijo en voz baja. Asentí, aunque temía sus
preguntas—. ¿Cuánto tiempo…? —Suspiró—. ¿Cuánto tiempo dejaste que
sucediera esto?

Era más de lo que pensaba que debería decirle. Pero lo hice.

—Más de dos años. A veces pasaban meses y no hacía nada excepto


ocultarme en mi habitación. Pero cuando las cosas estaban mal, salía
más.

212 La voz de Killian era tan vacía, que ni siquiera sonaba como él.

—¿Qué te hizo detenerte?

Rememoré lo sucedido esa noche. Me había apagado durante partes de


esta, pero recordaba lo suficiente de lo que importaba.

—Una noche, fui a una fiesta y un chico me dio mucho de beber. Me llevó
a un dormitorio y me dejó para ir a buscar a su amigo.

Podía sentir la ira de Killian bajo su piel. Pero no había vuelta atrás
ahora.

—Su amigo conocía a Mateo. Me reconoció y vio lo perdida que estaba.


Me arrastró fuera de la fiesta y lo llamó. Él y Lety vinieron a buscarme.
Fue entonces cuando descubrieron lo que había estado haciendo.

Killian murmuró una maldición. Pensé que se había palmeado el rostro,


pero no podía estar segura.

—Sabían que algo estaba realmente mal conmigo y me llevaron a ver a la


hermana Augusta. Ella enseñaba en mi escuela y tenía una maestría en
trabajo social. Comencé a recibir terapia con ella.
—¿Ahí fue cuando se detuvo? —preguntó, su voz suplicando que le dijera
que sí.

Pero no podía mentirle.

—No. No de inmediato.

Su aliento se soltó en un estremecimiento.

—¿Por qué no? —En lugar de contestar, mis lágrimas empaparon su


camiseta. Tragó con dificultad—. Sofía, por favor, dímelo.

Esperé que el golpeteo en mi cabeza cesara, y cuando me di cuenta de


que solo estaba empeorando, le dije la verdad.

—Porque no quería vivir, Killian. Estaba tratando de morir… Pero nuestra


fe cuenta al suicidio como el último pecado. Así que busqué, con la
esperanza de que alguien me quitara la vida, por medio de una
enfermedad, o por un golpe fatal, por cualquier cosa. Quería… —Mi voz
temblaba tanto que apenas pude terminar—. Solo quería dejar de sufrir.

213 —Cristo. —Se apartó y levantó mi barbilla. Su expresión devastada era


más de lo que podía soportar—. Debería haber estado allí para ti —dijo en
voz baja—. Debería haberlo detenido… todo eso. Nada de eso hubiera
sucedido si te hubiera mantenido a salvo.

Sacudí la cabeza, sin saber quién estaba sintiéndose más atormentado


entonces.

—Nada de lo que pudieras haber hecho me hubiera salvado de mí misma.


Estaba deprimida y dañada, Killian, y por eso hice cosas que no puedo
recuperar. —Apreté su mano—. Fue horrible, y estuvo mal, pero no podía
ver nada más allá de mi dolor.

“Automutilación”. Creo que eso fue lo que la hermana Augusta determinó


que eran mis acciones. Pero aquí con Killian, viendo cómo lo afectaban
mis errores, me di cuenta de que esto no era simplemente sobre mí. Mis
indiscreciones nos habían costado a ambos.

—Lamento dañarte, Killian. Nunca quise avergonzarte a ti o a tu familia.


Pero aunque han pasado más de cinco años desde que me dejé usar por
última vez, la gente todavía recuerda lo que hice. Y no hay nada que
pueda hacer para cambiarlo.
Killian me abrazó contra él mientras arrojaba mi maleta al suelo, después
me bajaba hacia la cama con él. Nos cubrió con una manta y me
mantuvo cerca hasta que mis lágrimas finalmente se detuvieron.

—No me importa lo que hiciste —dijo—. O con quién has estado. Solo me
importa que estás conmigo ahora.

Agarré su camisa en un puño, segura de que lo había oído mal.

—¿Todavía me quieres?

—Siempre te querré —murmuró. Se acercó para acariciar mi mejilla,


pensando las palabras—. Ojalá pudiera explicar lo que significas para mí,
y cuánto te necesito. Simplemente no sé cómo. —Miró en dirección a la
maleta abandonada—. Todo lo que sé es que mi vida no significa nada sin
ti conmigo.

214
D
esde el principio de nuestra relación, he temido cómo
reaccionaría Killian cuando supiera de mi pasado. La humillación
y las circunstancias de cómo lo descubrió fueron el peor
escenario que pude haber imaginado. Me llevó mucho tiempo antes de
que pudiera mirar a su familia. Dicho esto, una extraña pesadez se
levantó entre nosotros y nos unió más.

Me guiñó un ojo justo antes de que entrara al octágono para enfrentar a


mi oponente. Si bien su demostración de afecto me hacía sonreír, mi
nerviosismo pareció surgir al momento en que la puerta se cerró con un
clic.
215 —¿Cómo te sientes allí, Sofe? ¿Estás bien? —Wren frotaba mis hombros,
tratando de relajar mis tensos músculos. Se había ofrecido voluntaria
para quedarse dentro del ring conmigo para entrenarme. Al menos eso
era lo que ella había alegado. Mis instintos me decían que no confiaba en
mi loca oponente desde el momento en que entró en el gimnasio de
Killian.

Como una señal, la demente chica de Jersey me fulminó con la mirada


como su pudiera matarme y vender mis órganos si se le diera la
oportunidad. Le eché una ojeada a Wren y forcé una sonrisa.

—Estoy bien. Sin preocupaciones.

—¿Estás segura? Te ves un poco nerviosa allí, niña.

Está bien. Tal vez lo estaba. De hecho, estaba a dos segundos de salir
corriendo de regreso hasta los vestuarios femeninos y vomitar.

Killian había arreglado este supuesto combate amistoso de


entrenamiento individual con un amigo suyo que operaba un gimnasio
más pequeño de MMA al sur de Jersey. Este tipo, Doug, solo tenía una
chica en entrenamiento y quería que ella tuviera algo de práctica contra
otra mujer en su categoría de peso. Con metro setenta y tres, Wren estaba
en una categoría completamente diferente, así que Doug le preguntó a
Killian si conocía a alguien más con quien su morena matona pudiera
practicar. Aparentemente, la meta de ella era entrar a un ring de la MMA
y ascender en los rangos.

Dough pensaba que ella tenía el talento y potencial para ser la próxima
diosa. Killian accedió hasta cierto punto, pero creía que yo era
mejor, mucho mejor. Suponía que él pensaba que enfrentar a alguien en
camino a ascender de rango entre las mejores reforzaría mi confianza.

Hice una mueca mientras continuaba observándola saltar en su lugar


frente a mí, al otro lado del ring. Había comenzado a gruñir, impaciente,
parecía, porque Killian y Doug todavía estaban hablando en la pista en
lugar de comenzar el combate.

Ella gruñó de nuevo. Cielos bondadosos. En su momento, toda esta cosa


pareció una buena idea: un lindo combate amistoso para ayudar a
alguien. Pero mientras sus gruñidos se profundizaban, comencé a tener
mis dudas y, sí, tal vez también cuestioné su cordura.
216
Wren resopló.

—Maldición. Para alguien que se llama a sí misma Cobra Negra, seguro


que gruñe mucho.

Mi cabeza azotó en su dirección.

—¿Cobra Negra? ¿Se hace conocer como Cobra Negra?

Wren puso sus ojos en blanco.

—Sí, lo sé. Si quiere estar a la altura de su nombre, debería sisear u otra


cosa, ¿no lo crees?

Los gruñidos de Cobra Negra se incrementaron, haciendo que mis ojos se


abrieran de par en par. Ella había escogido un protector bucal negro.
Ahora que sabía su apodo, imaginaba que era porque el color encajaba
con su persona. Yo había escogido rosa fuerte porque pensaba que era un
color divertido.

Gruñó otra vez. Sí, esa no fue una mirada muy linda para ella.

—¿Por qué se hace llamar Cobra Negra?

Wren la escudriñó cuidadosamente.


—Creo que porque su cabello es todo, como, negro… oh, y también en
virtud de sus golpes siendo, ya sabes, letales. Como una cobra, ¿lo
entiendes?

—Ya veo. —Salté en mi lugar, tratando de sacudirme los nervios extra


causados por el pequeño discurso motivacional de Wren y mantener mi
cuerpo relajado. Estaba comenzando a trabajar, cuando Cobra Negra dejó
de gruñir para destellarme una desagradable sonrisa y sacarme un tieso
dedo medio.

—Oooh —dijo Wren—. Estaba como preocupada respecto a eso.

No estaba hablando acerca del gesto grosero.

—¿Qué quieres decir?

Wren frunció el ceño.

—¿No sabes acerca de ella y Kill?

Una extraña sensación cavó un camino hacia mi vientre.


217
—¿Qué hay acerca de ella y Killian?

—Oh, no es nada…

—Ah, bien.

Wren se encogió de hombros.

—Solo solían follar.

Dejé de bailar en mi lugar.

—¿Qué?

Wren hizo un ademán de en el aire.

—Cálmate, Sofe. No es la gran cosa. Solo lo hicieron como una vez o dos
en el auto de ella y puede que ella le haya hecho sexo oral algunas veces
después de eso… seis o siete veces máximo.

—¿En serio?

Wren lo consideró.
—Está bien, tal vez follaron un montón. Pero no deberías dejar que eso te
moleste.

Cobra Negra dejó de moverse para hacer un guiño en mi dirección y


hacer algunos sonidos de besos. De ninguna manera. De ninguna jodida
manera. La risa de Killian me hizo girar la cabeza en su dirección.

Doug susurró algo e hizo una seña hacia Cobra Negra con una sacudida
de su barbilla. Killian asintió, sonriendo aprobadoramente, y frotó su
barbilla mientras sonreía.

Yo no era alguien de maldecir. Pero lo hice en ese momento. Mierda.


Joder, imbécil, hijo de perra de mierda.

Finn saltó hacia un lado del octágono detrás de mí, hablando en voz baja.

—Oye, Wren. No le digas a Sofia que Kill y Cobra Negra solían follar. No
creo que ella quiera saberlo.

Me volteé para fulminarlos a ambos con la mirada. Sus ojos se abrieron


ampliamente e intercambiaron miradas. Esta vez fue mi turno de gruñir.
218
—¡Empiecen este combate!

Finn me lanzó una mirada vacilante antes de gritarle a Killian:

—Oye, Kill… Kill. Las chicas están esperando por ti.

Killian y Doug estrecharon las manos y se separaron, cada uno yendo


hacia su respectivo lado. Killian me sonrió.

—¿Estás lista, princesa? —Miró dos veces hacia mi ceño fruncido—. ¿Qué
sucede?

Metí mi protector bucal cuando Wren me lo ofreció.

—Solo suena la maldita campana.

Su atención se volvió hacia sus hermanos, quienes encogieron sus


hombros inocentemente como si posiblemente no pudieran entender por
qué estaba tan furiosa. La campana sonó y bailé hacia adelante para
encontrar a Cobra Negra.

Parecía feliz de verme. Incluso complacida. Quería hacerme sangrar.


Sabía que lo hacía. Pero la novia tenía otra cosa para ella.
—Oye, cobarde —escupió y lanzó un golpe del que me alejé—. ¿Quieres
jugar con Cobra Negra, remilgada?

Golpeó otra vez. Me agaché fuera del alcance, lancé una patada que no
conectó, y bailé fuera de su camino.

Killian, Wren y Finn gritaban instrucciones, diciendo que me moviera,


diciendo que golpeara, diciendo que utilizara mis piernas.

Los ignoré, enfocándome completamente en ella. Golpeó otra vez, y otra


vez. Sus golpes eran duros, rápidos. Si uno me atrapara, me dejaría
muerta sobre mi trasero.

Los Cuatro Jinetes podrían cabalgar sobre mis restos mortales antes de
que le permitiera acabar conmigo a esta furcia.

Salté en mi lugar, manos arriba, permaneciendo relajada, manos en alto,


tomándome mi tiempo, buscando esa oportunidad.

Y allí estaba.

219 La agarré con una patada giratoria, la enganché por la rodilla, y utilicé
mi peso para derribarla. Nunca tuvo oportunidad. Lo supe en el momento
en que su espalda conectó con el tatami y mis puños se convirtieron en
un borrón de movimiento.

Nunca escuché esa campana, nunca noté su rendición. Killian estuvo allí
repentinamente. Enganchó mi hombro por encima y agarró mi brazo
opuesto, asegurándome a él y arrastrándome lejos.

Doblé mis rodillas —dejando caer mi nivel— luego pivoteé sobre mi


pierna izquierda y escapé de su agarre para hacerle frente. Los
movimientos fluidos eran tan precisos, estaban tan arraigados, que eran
tan naturales como respirar.

Killian encontró mi mirada furiosa con un ceño fruncido.

—Nena, qué…

Pinché mi dedo en su inmenso pecho.

—¡No. Me. Vengas. Con. Nena!

Abandoné el octágono, golpeando la puerta de la jaula detrás de mí.


Killian me llamó.
—Sofia. ¡Sofia!

Mis ojos se ataron al banco donde había dejado mi bolsa de gimnasio


mientras las palabras de Wren se agitaban alrededor de mi cabeza.
Solían follar. Arranqué mi casco de un tirón. Una o dos veces en el auto de
ella. Deslicé mi protector bucal fuera de mi boca y limpié mis labios.
Puede que ella le haya hecho sexo oral algunas veces después de eso…
seis o siete veces máximo.

Cobra Negra le hizo sexo oral y había tenido sexo con mi novio… ¡mi
novio! Eso debería haber sonado cómico, pero santo cielo, no lo era.
Especialmente en ese momento, especialmente con ellos dos parados a
centímetros de distancia el uno del otro.

Killian ni siquiera me lo advirtió. ¿Yo era un chiste para él? ¿Creía que
era divertido ver pelear a dos mujeres con las que había estado?
Arranqué mi guante. Maldición. Maldita sea.

Acechó hacia mí cuando arranqué mi último guante.

220 —No me hables. No quiero nada que ver contigo.

—No… —Dejó caer sus manos—. ¿Qué infiernos hice?

Lancé el guante en la bolsa y me tambaleé hacia él.

—¿En su auto? En serio, Killian. ¿En serio? ¿Siquiera tienes que


preguntar? —Parpadeó de vuelta hacia mí mientras mis furiosas
lágrimas amenazaban con caer. Quería golpearlo. Pero tan enojada como
estaba, tan hiriente como él había sido, no podía herirlo.

Eso no quería decir que no mereciera lo que tenía que decirle.

—Además de engañarme, hacerme combatir con una de tus expolvos fue


lo peor que podrías haber hecho. Pensaba que eras un mejor hombre que
eso.

Apretó mi muñeca cuando agarré mi bolsa. Traté de romper su agarre,


pero él sujetó con fuerza.

—Crees que follé a Cobra Negra —dijo lentamente.

Por un momento, no me pude mover.

—Eso es, ¿cierto? —La voz de Killian se suavizó—. Crees que ella y yo…
Levanté mi cabeza, mi ceño fruncido disolviéndose mientras sus palabras
se hundían.

—¿T-tú no has estado con ella?

Frunció el ceño.

—Doug me envió una grabación de su pelea. Nunca me he encontrado


con ella hasta hoy. Por qué…

Nos giramos en dirección de sus hermanos. La cosa graciosa era que en


ese momento estaban luciendo un poco culpables.

—¿Qué carajos le dijeron? —rugió Killian.

Wren se adelantó.

—Verás, Finn y yo estuvimos hablando antes del combate…

—Fue idea de Wren —interrumpió Finn.

Wren entrecerró sus ojos.


221
—Y tú estuviste de acuerdo, pequeño bastardo. —Dejó caer una mano—.
Escúchenme. ¿Sabes cuál es tu problema, Sofe?

Crucé mis brazos.

—Sí. Que, claramente, golpeé a la chica equivocada.

Esto realmente hizo reír a Wren. Me señaló.

—Necesitas un detonante. Una chica como tú no va a simplemente


acercarse a alguien y patear su trasero… a diferencia de tu hermana, Lety,
que pelea como una hija de perra. Tú necesitas motivación. Necesitas una
razón para actuar. Cuando practicas, tienes algunos movimientos buenos,
chica. —Se volvió hacia Finn—. ¿Estoy en lo correcto?

Finn asintió.

—Movimientos buenos. Podrías haber sido una contendiente.

Wren se volvió para sacudir su dedo ante mí.

—El problema es que te contienes. Cada maldita vez. No golpeas tan fuerte
como deberías, tampoco derribas a alguien tan duro como puedes. Es
como si estuvieras temerosa de herir a alguien.
—Porque lo estoy —admití. Todos se reunieron calmados alrededor de
mí—. No quiero lastimar a nadie. No soy así.

Killian me observó de cerca.

—Espero como el infierno que nunca tengas que hacerlo. Pero si ese
momento llega alguna vez, te quiero preparada. Te quiero lista para
pelear.

El problema era que, a pesar de todo el tiempo que ponían Killian y su


familia en ayudarme a entrenar, se sentía como si nunca estaría lista. El
temor que me había perseguido por tanto tiempo había disminuido en su
intensidad, pero permanecía cerca de la superficie, listo para paralizarme
en el momento en que me sintiera amenazada.

—Oye, Sofe —dijo Wren quedamente—. Mira, lo siento. Lo creas o no, solo
estaba tratando de ayudarte… motivarte, ¿me entiendes? Iba a decirte la
verdad después de que terminaras de patear el trasero de Cobra.

Encontré su rostro, sin saber muy bien qué decir. Finn me golpeó
222 cariñosamente en el hombro.

—Tienes que admitir que funcionó. —Se volvió hacia Killian, sonriendo—.
Aunque yo sería cuidadoso si fuera tú, Kill. Tu mujer aquí tiene algo de
seria rabia.

Cubrí mi rostro cuando se alejaron, una tormenta de emociones corriendo


a través de mí. En su mayoría sentía culpa, por gritarle a Killian y no
darle suficiente crédito. Lo amaba. ¿Y esta era la manera en que lo había
tratado?

Dejé caer mis manos.

—Lo siento.

Se encogió de hombros.

—Todo está bien.

Negué con la cabeza.

—No, no lo está. Ni siquiera te di la oportunidad de explicarte.


Simplemente has estado con tantas chicas… fue fácil creer que ella era
una de ellas.
Se rio.

—No debería decir esto, pero fue un poco caliente.

Enarqué mis cejas.

—¿Yo pegándole a otra chica?

—Quiero decir verte poner junto todo lo que te enseñé. —Guiñó un ojo—.
Aprendiste bien, princesa.

Mi sonrisa se desvaneció cuando miré hacia donde Doug estaba


parcheando el rostro de Cobra Negra. La sangre de su labio roto había
salpicado su barbilla. Y su ojo izquierdo se había hinchado hasta
prácticamente cerrarse. Ella me notó observando y fulminó con la mirada
en mi dirección.

Cubrí mi boca. Cielos santos, realmente había hecho un numerito con ella.
Luché con si debería caminar hacia ella o no. Pero, ¿qué le diría
ahora? Mis disculpas, Srta. Cobra Negra. Pensaba que le hiciste sexo oral
a mi novio en tu auto. Hice un gesto en el aire con mi mano para captar
223
su atención.

—Um. Lo siento por eso —ofrecí.

Mis acciones me hicieron ganar dos dedos medios esta vez.

Killian soltó una carcajada.

—No es gracioso —le dije—. Por el amor de Dios, mira su rostro.

Solo rio más fuerte.

—Killian, no te rías. Lo digo en serio.

—¡Finn, Wren! —gritó hacia donde estaban moviendo las colchonetas por
el gimnasio—. Están a cargo. Volveré más tarde. —Unió nuestros dedos y
agarró mi bolsa con su mano libre—. Vamos.

Esperó hasta que metí los pies en mis zapatillas deportivas.

—¿Adónde vamos?

—Ya verás.

Killian me sacó por la salida trasera. El frío aire del invierno envió
escalofríos que se extendieron por mis brazos, piernas y vientre
descubiertos. Un sostén deportivo y pantalones cortos no eran apropiados
en esta época del año.

Killian lanzó nuestras cosas en su F-150 y subió la calefacción después de


encender el motor. Se quitó la sudadera y me la ofreció. El aire caliente se
abrió paso rápidamente a través de la cabina. Así que en lugar de tirarla
sobre mi cabeza, envolví su gruesa sudadera en mis piernas cuando se la
quitó de la espalda.

—Lo siento —dije otra vez—. Por gritarte y todo… —Mi voz bajó mientras
atrapaba su risa—. ¿Por qué estás sonriendo?

—Estabas celosa.

Mis mejillas se calentaron a pesar del frío que hacía.

—Bueno, sí. Pensé que habías, tú sabes, hecho cosas con ella.

—¿Cosas?

Hice una mueca pensando en ello.


224
—Tu hermana entró en detalles. Y Finn, sí, añadió algo a la conversación.

Frotó su mandíbula, esa sonrisa de suya permanecía firmemente en su


lugar.

—¿Cuándo diablos vas a darte cuenta de que Wren y Finn están llenos de
mierda? —Sus ojos azules me cortaron—. De verdad estabas enojada
conmigo.

Lancé una mano al aire.

—¿Qué esperabas? Wren me dijo que follaste a Cobra Negra y que estuvo
contigo en su auto… ¡su auto, Killian!

—¿Preferirías que fuera en el mío?

Se echó a reír cuando lo fulminé con la mirada.

—De acuerdo, déjame preguntarte esto —dije—. ¿Y si algún tipo me


hubiera hecho sexo oral, y lo hubieras conocido en el octágono…?

—Lo destrozaría. —Había dejado de reír.

Crucé los brazos y bajé mi mirada hacia el salpicadero.


—Sí, bueno, eso es lo que estaba pensando cuando escuché de ti y de
Cobra Negra.

Se detuvo en un semáforo y, sin previo aviso, me arrastró hacia él,


besándome fuerte. Mi cuerpo se encendió contra el suyo. Killian sabía
exactamente cómo besar. Su lengua rodeó la mía, burlándose de mí,
mientras sus labios se apretaban y pasaban por mi boca.

Mi mano agarró su hombro mientras la suya rozaba a lo largo de mi


espalda hasta agarrar mi cadera. Cada instinto primitivo me suplicaba
que me recostara y lo arrastrara encima de mí.

Rompió nuestro beso, sus profundos ojos azules encendidos con devoción.

—No hay nadie más para mí que tú. ¿Me entiendes? Nadie.

Asentí, las yemas de mis dedos rozando su mejilla. Su mirada era la


misma que sostenía la mía durante el sexo: hipnotizante, reclamándome
mientras empujaba dentro de mí.

Sus manos se escabulleron cuando la luz cambió y el auto detrás de


225
nosotros tocó la bocina. Lo miré, deseando tan desesperadamente tener
sus caderas moliendo contra las mías. Algo definitivamente había
cambiado entre nosotros desde que me había abierto sobre mi pasado.
Dejé ir todo —todas mis dudas y preocupaciones— y me permití sentir
cada barrido de su lengua, cada movimiento de sus dedos, cada empujón
dentro de mí.

Me di cuenta de que mis defensas habían caído. Todas. No había más


secretos ni reservas ahora. Estaba constantemente hambrienta por el
placer y la excitación que me traía el sexo con Killian y por el profundo
nivel de intimidad que sentía cada vez que nuestra piel desnuda se
tocaba.

El agarre de Killian en el volante se apretó, los fuertes ángulos de sus


rasgos se endurecieron. Su respiración se aceleró al mismo tiempo que la
mía. ¿También estaba encendido?

Ajustó sus caderas. Fue entonces que noté el bulto creciente en su regazo.
Me lamí los labios, intentando resistir el impulso de probarlo. No quería
ser “esa chica” que le hacía sexo oral a su amante en público. Pero justo
en ese momento, no podía “culparla”. Killian era malditamente difícil de
resistir.
Mis caderas se balancearon, incapaz de mantenerse inmóviles por el
dolor que crecía entre mis piernas.

—¿Vamos a regresar a la casa? —me las arreglé para decir.

Killian soltó un suspiro.

—Pensé que podríamos hablar sobre lo que pasó.

—¿Solo hablar?

Su cabeza se sacudió hacia mí. No estaba segura de lo que atrapó en mi


expresión o postura, pero sabía que estaba excitada y cuánto lo deseaba.

—Oh, joder —gruñó, volviendo a centrarse en el camino.

El bulto en sus pantalones cortos se tensó contra la tela. Clavé mis uñas
en los bordes de mi asiento, intentando no perder la cabeza. Tal vez no
debería haber dicho lo que dije. Pero no podía contenerme, no entonces.

—Realmente quiero bajar tus pantalones… y poner mi boca en tu…

226 —Sofia —soltó con voz ronca—, estoy a dos segundos de perder el control
de mi camioneta. A menos que quieras que me estrelle contra el edificio
más cercano, no hables de lo que quieres hacerme.

Mi respiración se volvió dolorosa.

—Lo siento…

—Y no hablaré de cuánto quiero correrme dentro de ti —susurró.

Escalofríos sacudieron mi cuerpo, haciéndome temblar. Bajé los ojos,


apretando los párpados. Cada parte de mi cuerpo femenino se tensó. Mi
excitación aumentó, obligándome a apretar los dientes para evitar gemir.

Los frenos chillaron mientras Killian viraba hacia su vecindario. Me


tambaleé cuando estacionó en la entrada de su casa y jaló el freno de
emergencia. Todo al sur de mi cintura dolía y luché para caminar.

Gracias al tráfico y a mi creciente libido, ese fue el viaje de ocho minutos


más largo de mi vida. Llegué a la puerta principal, mirando hacia atrás
mientras Killian subía los escalones, sus respiraciones forzadas. Me
apresuré a entrar cuando abrió la puerta, arrancando mi sostén deportivo
antes de que terminara de cerrar la puerta con un golpe.
Se estaba quitando la camisa cuando bajé sus pantalones cortos y lo
atraje a mi boca.

Profundo. Así fue como lo tomé.

Killian cayó contra la puerta, maldiciendo, sus gruñidos agonizantes.


Continué, tomándome el tiempo que necesitaba, sabiendo que lo que
estaba haciendo era conducirlo hasta el borde.

Mi boca y mis labios lo trabajaron, desde la punta hasta donde mi


garganta lo permitía. Mis manos estaban ocupadas también, acariciando
y jugando, acunando suavemente hasta que escuché el rugido que
acompañaba a su liberación.

Por primera vez, lo hice acabar solo con mi boca. Seguí moviéndome
lentamente, deseando mantenerlo excitado, sin querer que nuestro tiempo
se acabara.

Pensé que me dejaría jugar un poco más. En vez de eso, Killian me


levantó y arrancó mis pantalones cortos y bragas. No estaba preparada
227 para que me jalara hasta sus hombros. Pero lo hizo, permaneciendo de
pie mientras nos empujaba contra la pared del vestíbulo.

Grité de total felicidad, mis manos golpeando y arañando el yeso liso. No


había forma de aferrarme, nada de donde agarrarme mientras sus labios
chupaban fuerte y su lengua se movía y provocaba.

Killian gruñó contra mí con el primer y segundo orgasmo que sacó de mí.
Al comienzo del tercero, me arrancó de la pared y me deslizó por su
cuerpo. Mis piernas se envolvieron alrededor de su cintura mientras sus
dedos se deslizaban entre nosotros para hacer círculos dentro de mí.

Mi columna se arqueó, mis gemidos se convirtieron en maldiciones.

Killian nos subió por los escalones, acunando mi cabeza cuando caímos a
medio camino.

—No vamos a llegar a la cama —jadeó—. Te deseo tan malditamente.

Sabía lo que quería decir y rodeé mis piernas en su cintura, permitiendo


que mis rodillas se abrieran e invitándolo a entrar. Y aunque estaba lista,
me sacudí cuando la cabeza de su erección se posó contra mi palpitante
piel.
—Dios, Killian —gemí, instándolo a acercarse.

Se relajó dentro de mí y comenzó a golpear.

Killian le había dicho a Wren y Finn que regresaría al gimnasio más


tarde. En vez de eso, pasamos el resto del día y la noche en la cama.

228
L
evanté la mirada de mi trabajo escolar cuando escuché la
camioneta de Killian estacionarse y mantuve mis ojos en la puerta
hasta que entró. Su sonrisa se amplió cuando me vio sentada en la
mesa del comedor con mi trabajo esparcido frente a mí.

Cerró la puerta detrás de él y corrí hacia sus brazos.

—Oye, chica universitaria. —Me levantó y me besó, con sus manos


desviándose hacia mi trasero.

Rompí nuestro beso y acaricié su cabello oscuro.

—Te extrañé hoy.


229
Mordisqueó mi barbilla.

—También te extrañé. ¿Cómo estuvieron las clases?

Me encogí de hombros.

—Bien. Estoy contenta de que pueda hacer la mayor parte del trabajo en
casa. Tan buena como es Villanova, preferiría hacer mis cosas aquí.
¿Cómo estuvo tu día?

Me bajó al piso.

—Asqueroso. No estabas ahí. —Salió rápidamente de su pesada chaqueta


de cuero y la colgó en el armario—. Tuve que manejar por mi cuenta a
toda la gente llorona e imbécil de la mercadería.

—No son tan malos. —Enlacé nuestros dedos y lo guié hacia la cocina.

—Eso es porque la mayoría de esos cretinos están locos por ti. —Killian
resopló y agarró la jarra de té helado dentro de la nevera—. Juro por
Cristo, si ese imbécil del lugar de las camisetas me pregunta una vez más
si todavía estamos juntos, voy a patearle el trasero.
Agarré la olla de estofado que había hecho de la cocina y la coloqué
sobre la mesa. Febrero en Filadelfia era simplemente miserable. Tener
algo caliente para comer cada noche era lo único que lo hacía
semitolerable.

—Creo que estás exagerando.

—No, no lo estoy. Son cretinos monstruosos… especialmente el idiota de


las camisetas.

Killian llenó dos vasos con té helado mientras yo sacaba los panecillos
del horno.

—Probablemente, Billy solo está haciendo conversación —le dije.

Se sentó, apoyando su antebrazo sobre la mesa y frunciendo el ceño.

—No. Billy pone cualquier excusa para llamar. Billy no puede quitar sus
ojos de tu trasero cuando aparece. Billy quiere pedirte salir otra vez. Y
si Billy lo hace, voy a golpearle los dientes.

230 El rubor arrastrándose en mis mejillas le dijo que sí, podría haber notado
a Billy echándome el ojo una o dos veces. Vertí algo de estofado en su
tazón.

—No te preocupes por él.

—No estoy preocupado. Pero él debería estarlo.

Solté una risita.

—Oye. Déjame saber lo que piensas. Esto es algo que no he hecho en años.
Si no te gusta, ordenaremos de Pappy’s.

Killian tomó su primer bocado.

—Mmm. —Ese bocado fue seguido por muchos más. No pasó mucho
tiempo antes de que el tazón estuviera medio vacío—. Nena, esto está muy
bueno.

Limpié mi boca.

—¿Te gusta?

—Sí. ¿Qué es?

—Ajiaco. Es estofado colombiano de pollo con papas.


—¿Esto es colombiano? —Sonrió—. ¿Qué haces cocinando colombiano?
¿Estás tratando de enojar a tu gente?

—Sabes que nunca podría herir a nadie intencionalmente. —Llené su


tazón nuevamente y añadí otra pequeña cantidad al mío—. La Sra. Gómez
me enseñó cómo hacerlo hace algunos años. Ya que he estado
aburriéndote con la misma comida cada noche, pensé que te merecías un
premio.

Frotó mi hombro.

—No me has estado aburriendo. Con mi pelea en Las Vegas acercándose,


proteínas es todo lo que puedo comer. —Tomó otro bocado—. Dicho sea,
esto realmente está dando en el blanco.

—Bueno, hay mucho más de donde vino eso. La receta era para ocho, ya
que había muchos niños en su familia. No me di cuenta en el momento e
hice mucho. Terminé dándole algo a los vecinos de enfrente.

—¿Los Kelly? —Sonrió ante mi afirmación con la cabeza—. Bien. La Sra.


231 Kelly me da pan de soda al ajillo cada Día de San Patricio. Es una señora
agradable.

—Parecía muy agradecida. —Hice una pausa antes de continuar. No le


había dicho a Killian que había estado alimentando a Norman Kessler y a
su familia esporádicamente durante los últimos meses, pero ahora
parecía tan buen momento como cualquiera para decirle—. Los Kessler
también estaban muy agradecidos. Bajé a la casa de Norman y les di una
olla.

Mi voz se arrastró. Killian agarró la cuchara en su mano lo


suficientemente duro para doblarla. Sabía que no estaba encariñado con
Norman, pero no esperaba que mi intento de amabilidad lo enojara.

Se levantó de la mesa y se fue como una tormenta, desapareciendo en el


sótano y cerrando la puerta de un golpe detrás de él. Por un momento,
solo me senté allí, aturdida. Los fuertes golpes a la pesada bolsa y los
gruñidos que siguieron me atrajeron al piso inferior.

Abrí la puerta del sótano y bajé cuidadosamente los viejos escalones de


madera, con mis ojos abriéndose por cuán violentos eran sus golpes y
patadas a la bolsa. Me senté lentamente. La mayoría de la gente se habría
mantenido al margen de Killian en ese momento. Cada movimiento y
flexión de músculo demostraba la pura letalidad de su cuerpo. Pero yo no
era la mayoría de la gente, y no me atrevía a dejarlo así.

Le dio un último golpe brutal a la bolsa y luego me miró, apuntando un


dedo acusador hacia mí.

—No te quiero en ningún lugar cercano a Norman Kessler otra vez… ni


cerca de su casa, ni siquiera en su jodido vecindario. Ni siquiera te quiero
hablando con su maldita familia, ¿me oyes?

Killian no me estaba pidiendo hacer algo, me estaba ordenando. Algo que


nunca antes había hecho.

La agitación cavó su camino en mi piel. Algo estaba muy mal. Crucé mis
brazos, tratando de escudarme de la horrible sensación serpenteando su
camino hacia mi pecho.

—¿Por qué?

—Simplemente no quiero que lo hagas —dijo, su tono despiadado. Esta


vez no me miró.
232
Volvió su atención a la pesada bolsa. La cadena se sacudía y el techo raso
temblaba por la fuerza detrás de sus golpes.

—¿Killian?

Me ignoró, pateando la bolsa en repeticiones de veinte con su pierna


derecha antes de cambiar de pierna. Esperé hasta que se detuvo, sabiendo
que no podía dejar pasar eso.

—Killian, por favor, mírame. —Cuando no lo hizo, suavicé más mi voz,


intentando mantenerla estable—. Cariño… no puedes actuar de esta
manera y, decirme esas cosas, y no decirme por qué.

Killian enfrentó la pesada bolsa como si fuera un oponente, respirando


con dificultad por su acometida y por su ira. Por un largo momento, no
creí que fuera a hablar. Por mucho que sentía que merecía la verdad
después de cómo me había hablado, no lo forzaría a explicarse, ni lo
abandonaría. Su mandíbula apretada y hombros tiesos demostraban que
tenía que quedarme. Me necesitaba en ese momento, aun en su silencio.

Finalmente, habló, con su profundo timbre brusco.


—¿Sabes de aquellos tiempos en que Norman solía ayudar en la iglesia
todo el tiempo… en las ceremonias de los días festivos y las fiestas para
los niños pequeños?

Mi respuesta fue casi inaudible:

—Sí.

—Bueno, había una razón por la que le gustaba estar cerca de todos esos
niños, especialmente los niños.

Mi columna vertebral se enderezó cuando sus palabras se hundieron. Oh,


Dios mío.

—Arrinconó a un montón de chicos. —Killian bajó la mirada y dejó


escapar una larga respiración antes de continuar—. Algunos, como yo,
nos escapamos antes de que pudiera hacer mucho. Algunos no fueron tan
afortunados.

El horror retorció mis entrañas. Norman había… había… Oh, Jesús.

233 Killian abrió sus ojos, fijando su mirada en la bolsa.

—Hubo algunos rumores acerca de nosotros, los chicos. Todos sabíamos


respecto a él, sabíamos evitarlo, pero nunca nadie dijo nada. Éramos
chicos. Íbamos a convertirnos en hombres. Los hombres no permitían que
mierda como esa les pasara, ¿cierto?

Mis ojos picaban.

—Killian…

Él no me miraba. Tal vez no podía. Aun así, no podía arrancar mi mirada


de él. Forzaba las palabras, y cada emoción que venía con estas.

—El Padre Flanagan comenzó a sospechar que algo pasaba. Le pidió a


Norman que no regresara a la iglesia. El Padre intentó hablar con
algunos de nosotros, pero debido a que ninguno dijo nada, no se hizo
nada. Pensábamos que Norman no iba a regresar. Pensábamos que no
teníamos que preocuparnos por él nunca más. Pero solo éramos niños
estúpidos y Norman no había terminado todavía.

El tono de Killian tomó un borde que nunca antes había escuchado. Pensé
que me asustaría más que cualquier otra cosa que pudiera haber dicho.
Pero estaba equivocada.

—Ma estaba trabajando en la tintorería. Papá probablemente estaba en la


casa de su novia. Wren y yo estábamos en casa viendo la televisión,
peleando por el control remoto. Ella quería ver algo de NASCAR, yo quería
ver las peleas. Finnie había estado afuera jugando con algunos niños de
la cuadra. No estaba seguro de cuánto tiempo estuvo afuera, pero cuando
vino, estaba llorando. Wren y yo pensamos que tal vez se cayó o algo.
Pero cuando vi su rostro, cuán blanco estaba, supe que algo le había
pasado.

Killian continuaba mirando fijamente la pesada bolsa. A pesar del brillo


de las luces del sótano, su rostro se volvió mortalmente pálido.

—Finnie fue uno de los chicos que no huyó, Sofia.

Lágrimas se derramaron de mis ojos y mis manos comenzaron a temblar.

Killian pasó una mano por su rostro con fuerza.

—Wren se quedó con él. Yo fui por el vecindario llamando a algunas


234
puertas. Cada casa que golpeaba pertenecía a un muchacho que llegó a
conocer a Norman de cerca y personalmente. No tuve que decir mucho.
Todo lo que dije fue que iba a hacerle una visita a Norman, y preguntaba
si querían venir. Antes de que lo supiera, éramos cuatro, luego seis, luego
nueve, después más. Yo tenía alrededor de 14. El más joven tal vez tenía
un año menos que yo. Nos estábamos dirigiendo a la casa de Norman
cuando lo vimos regresando de la tienda.

Killian le dio un golpe a la pesada bolsa, y otro, y otro. Hizo una pausa, su
mandíbula se apretó mucho.

—Lo arrastramos al callejón y nos aseguramos de que nunca hiriera a


otro niño.

Continuó con sus golpes a la bolsa, cada uno más fuerte que el otro. Por lo
mucho que había golpeado y pateado antes, su ira lo mantenía fuerte,
restaurando cualquier energía que hubiera gastado.

Lo observé por un largo momento antes de hablar.

—El hombre que me violó se casó el año pasado.

Su cabeza azotó en mi dirección, con su expresión sorprendida.


—Y-yo vi su foto en el periódico —le dije—. Se casó con una rica de la alta
sociedad que conoció en Darmouth. Trabaja en Wall Street. Se veían
felices, abrazándose. Todos sonrisas, ¿sabes?

Killian no habló, esperando que yo terminara, y había mucho más que


tenía para decir.

—Mi hermano fue a la cárcel por darle una paliza después de lo que me
hizo. Pasé los primeros dos años después del ataque castigándome a mí
misma, y los últimos asustada de mi propia sombra. En mis peores días, el
recuerdo todavía me atormenta. En mis mejores, olvido. Pero siempre está
ahí, y siempre estará. —Me levanté y sacudí mis jeans ajustados—. Este
hombre consigue casarse con una linda chica y continúa con su vida,
fingiendo que nunca ha herido a nadie.

Crucé los brazos mientras sentía reaparecer la furia de Killian.

—¿Sabes lo que me enseñó eso? —le pregunté. No me respondió, pero no


estaba esperando que lo hiciera—. Que tan enfadada como me puso eso,
tan injusto como todo eso parecía, me enseñó que si él, este monstruo,
235
consigue su feliz por siempre aquí en la tierra, entonces el resto de
nosotros, los buenos que quedamos, también merecemos tener uno.

Nos miramos por un largo rato. Las palabras que habíamos hablado y la
verdad que habíamos derramado persistían en el aire, haciendo difícil
respirar… hasta que se disiparon y llegaron a ser parte de un pasado que
no podíamos cambiar.

Tomé una profunda inhalación y me volví para subir los escalones,


haciendo una pausa cuando Killian habló.

—Sofia…

Iba a decir que no podía decirle nada a nadie. Lo conocía lo


suficientemente bien para saber que eso era lo que me iba a pedir. Lo
enfrenté, directo en su rostro.

—Si alguna vez quieres hablar acerca de ello, estoy aquí para ti, sin
importar nada. Mientras tanto, no escuché nada. Lo único que sé es que
Norman Kessler se libró fácilmente.

Volví a la cocina y arrojé el ajiaco. Mientras restregaba la olla para


limpiarla, sabía que nunca lo volvería a preparar.
Ordené pizza y alitas de Pappy’s y llamé a Killian frente al sótano cuando
llegaron. Lo comimos frente a la pantalla plana mientras mirábamos un
maratón de Rocky.

Killian no habló hasta que terminamos de comer. Su brazo rodeó mi


cintura y me atrajo hacia él.

—¿Crees que estoy condenado? —preguntó.

No dudé.

—No.

—¿Aun cuando dañé a alguien y no me arrepiento?

Mi dedo se arrastró sobre su tatuaje del Arcángel Miguel.

—Dios no puede estar siempre con nosotros. A veces Él envía a sus


ángeles.

—No soy un ángel, Sofia.

236 —Fuiste el ángel vengador de Finn, al igual que mi hermano fue el mío. Tú
y Teo vieron que se hacía justicia cuando Finn era muy pequeño para
pelear, y yo estaba muy rota. —Levanté mi barbilla y lo besé—. No puedes
ser condenado, Killian. Los cielos necesitan hombres como tú y Teo.

En el silencio que siguió, dejé caer mi cabeza contra su hombro. Le había


hablado en serio, que todos merecíamos un felices para siempre. Mientras
me acurrucaba contra él, esperaba que hubiera encontrado el mío con él.
—¿E
stás segura que esta mierda se verá bien, Sofia? —Seamus
rascó su abundante cabellera, su atención saltando de las
baldosas de mármol negro del piso a la bañera blanca con
patas de garra y de regreso a la pintura color vino profundo que estaba
usando en la pared para que supiera cómo pintarla—. ¿Qué tiene de malo
solo blanco y negro?

Bajé la lata de pintura. Los hermanos de Killian tenían tanta imaginación


cuando se trataba de pintar como lo hacía Killian.

—No te gustó el color óxido de la planta baja cuando lo viste por primera
vez, ahora sí.
237
—Porque parecía naranja cuando lo vi por primera vez. —Frunció el
ceño—. Naranja solo debería ser algo que comes, ¿me entiendes?

Gracioso.

—Estará bien, Seamus.

Finn se rio desde su lugar en la habitación. El azul pizarra estaba


quedando muy bien. Con él y Curran trabajando tan rápido como podían,
el dormitorio estaría terminado para la cena.

Me apresuré a bajar las escaleras, pasando a Wren y Molly mientras


retocaban las paredes en el pasillo, y luego a Angus y Declan mientras
agregaban los últimos trazos al vestíbulo. Habíamos preparado todas las
paredes el sábado anterior y habíamos pintado la cocina, la sala de estar
y el comedor al día siguiente. Una vez que termináramos hoy, solo
quedarían las habitaciones de huéspedes y los cuartos de baño. Pero
tendrían que esperar hasta que regresáramos de Las Vegas.

Subí la escalera situada en la pared central del vestíbulo.

—¿En qué estás trabajando? —preguntó Declan.


Mi mano se movió cuidadosamente. Lo último que quería era estropear
los detalles más finos.

—El escudo de armas de tu familia.

—No jodas —dijo Angus—. Oye, Sofe, ¿crees que podrías pintar uno sobre
mi puerta? A Molly le gustaría.

—¡No quiero eso en la puerta! —gritó Molly.

—¿Por qué no?

—Ese es el lugar de mi abuela muerta. Lo que quiero es pintura nueva en


las paredes. Lo que hizo Sofia luce bien; quiero que elija los colores y
agregue un poco de clase a nuestra casa.

Angus puso los ojos en blanco.

—Oh, demonios, aquí vamos. ¿Qué dices, Sofe? ¿Ayudarás a tu futuro


cuñado?

Casi estropeé mi obra de arte.


238
—Mmm… seguro, pero podría molestar a Killian escucharte decir eso.

Angus apretó sus pobladas cejas.

—¿Decir qué?¿”Demonios”? Digo esa mierda todo el tiempo.

Declan rio.

—Creo que se refiere a que la llamaste futura esposa de Kill.

Angus parecía confundido.

—Pero le has gustado desde antes que le saliera vello púbico. —Levantó la
cabeza—. ¡Oye, Wren!

—¿Qué?

—¿A Kill no le ha gustado Sofe desde antes de que tuviera vello púbico?

—Sí, ¿por qué?

—Porque está diciendo que no le gustará que la llame mi cuñada —le dijo
Angus.
Declan se echó a reír mientras mi rostro ardía lo suficiente como para
derretir las paredes.

—Eso no fue lo que dije —insistí.

—Espera, ¿qué? —Molly dejó su pintura para posar su cuerpo sobre la


barandilla—. ¿Kill te pidió que te casaras con él?

—No dijo nada…

Wren arrojó su brocha en la lata y corrió junto a Molly.

—¿Por qué no me lo dijiste? —Parecía herida—. ¿Qué demonios, Sofe?


Pensé que tú y yo éramos cercanas.

—Somos cercanas. No hay nada que decir.

—Por supuesto que sí. ¡Esto es enorme! —dijo Molly—. Oye, Angus. Quizás
podríamos hacer una boda doble.

Angus bajó su rodillo.

239 —No quiero esa mierda.

Tampoco yo.

Todo el mundo hablaba al mismo tiempo, ignorándome cuando intenté


decirles que no, que Killian y yo no estábamos comprometidos. Por muy
fuerte que hablaran, nadie estaba escuchando a nadie. Le estaba rogando
a Dios que me teletransportara fuera de la casa cuando Curran sacó la
cabeza de la habitación.

—¿En serio Kill le pidió a Sofe que se casara con él? —preguntó.

—Sí —respondieron Molly y Wren.

Levanté la mirada.

—No me pidió nada.

Todos me ignoraron, otra vez.

—¡Finn! —gritó Curran—. ¿Por qué no me dijiste que Kill se puso de


rodillas por Sofia?

—No pregunto qué hacen durante el sexo —replicó Finn a la defensiva—.


Eso no es asunto mío y tampoco suyo, ¡idiotas!
Killian abrió la puerta principal entonces porque, bueno, ¿por qué no? Su
camiseta blanca se aferraba a su cuerpo empapado de sudor y exhausto.
Había estado presionando su cuerpo hasta el límite para su próxima
pelea en Las Vegas y había ganado por lo menos cinco kilos de
musculatura. Terminó la botella de agua en su mano.

—Oye. Se ve bien. —Sonrió hacia mí—. Hola, princesa.

Antes de que pudiera terminar de bajar, Killian me tomó por la cintura,


haciéndome chillar. Me besó y sonrió mientras me ponía de pie.

—¿Un escudo de armas de la familia? —preguntó, señalando hacía arriba.

—¿Te gusta?

Asintió.

—Sí. Lindo toque.

Angus abandonó la escalera. Golpeó el hombro de Killian mientras el


resto de los O'Brien bajaban las escaleras.
240
—Felicitaciones, hermanito. ¿Cuándo es la fecha?

Mi cabeza se sacudió en su dirección. No… no, no, no, no.

—¿De mi pelea? El treinta… pensé que ya habías reservado los vuelos.

—Me refiero a ti y Sofía, cabeza de chorlito.

—Nos dijo que iban a casarse —explicó Seamus mientras bajaba.

Killian se congeló, ya no sonreía. Me alejé de él cuando sus manos


resbalaron de mi cintura.

—Y-yo no dije eso —tartamudeé.

Curran miró a su alrededor.

—Sí, lo hiciste.

Levanté mis manos.

—Realmente no lo hice.

—Somos un poco jóvenes, creo —dijo Killian, su tono plano.


Por primera vez, los O'Brien cayeron en completo silencio. No había
gritos, ni golpes, ni nada. Incómodo habría sido un sentimiento
bienvenido. Esto —la tensión mezclada con el impacto y la decepción—
fue algo que salió fuera de contexto y me golpeó duro en el rostro.

Angus miró entre nosotros.

—Hay tiempo —ofreció—. No hay prisa, ¿verdad? Son niños, solo niños.

—Bien, bien, chicos, jóvenes —murmuraron todos al mismo tiempo.

El temporizador del horno fue lo único que me salvó.

—Iré a ver la cena —agregué aturdida.

Wren y Molly me siguieron, pero no antes de que escuchara a Declan


murmurar:

—No creo que haya dicho algo así, Kill. Nosotros, tú sabes, solo asumimos
que ahí es adonde te estabas dirigiendo. Es una buena chica, esa Sofia.

Killian no respondió y no me molesté en levantar la mirada para medir


241
su reacción. Habíamos crecido demasiado cerca, y si bien éramos jóvenes
y no habíamos discutido de matrimonio, no había duda de que pasaría
mi vida con él si me lo pidiera.

Sí, había pensado en nosotros y en nuestro para siempre más de una vez.

No parecía, sin embargo, que él hubiera hecho lo mismo.

Cuando nos sentamos para comer como una familia, no tomó mucho
tiempo para que la conversación se reanudara por completo. Todo el
mundo tenía algo que decir. Todos, excepto quizás yo.

—¿Llenaste la solicitud? —Curran señaló a Finn con el tenedor—. La fecha


límite es en un mes. Quieres ser considerado para la academia en el
otoño, tienes que hacer esa mierda rápido.

Finn se encogió de hombros.

—Aún estoy pensando en ello. Solo que no se si la fuerza es para mí.

Angus sacudió la cabeza.

—Tampoco lo era la construcción.

Seamus lanzó más cordero en su plato.


—Tampoco la carpintería.

Declan sonrió.

—Tienes que hacer algo con tu vida, Finnie. Ya tienes casi veinte años.

Finn rio.

—Quizás seré un pez gordo como tú, Declan.

—Entonces regresa tu trasero a la escuela —le dijo Declan.

Finn sirvió algunas papas en su plato ya lleno.

—Creo que seguiré haciendo lo que estoy haciendo.

—¿Vivir conmigo y gastar toda la herencia de Grammie? —murmuró


Wren.

Finn sonrió.

—Solo estás enojada porque era el favorito de Grammie. —Cuando volvió


242
su atención a Killian, su humor se disolvió—. Quiero ser socio en el
gimnasio de MMA, uno real. Anótame el quince por ciento del negocio.

Killian se enderezó.

—¿Hablas en serio? Eso es mucho dinero.

—Sí. Lo hago, y tengo los billetes para demostrarlo.

Killian se volvió hacia mí.

—¿Qué piensas? —me preguntó en voz baja.

Jugaba con la comida en mi plato.

—Tu negocio. Tu decisión.

Las cosas se calmaron alrededor de la mesa. Killian, como el resto de su


familia, había esperado que dijera más, aconsejarlo como lo había hecho
en los últimos meses. Puso su mano en mi rodilla.

—Nena —dijo, intentando sacar más de mí.

Cuando no respondí, se inclinó y le ofreció su mano a Finn.

—Estás dentro.
La familia de Killian aplaudió, a excepción de Wren.

—Vaya, en ese caso anótame otro quince. —Enganchó su pulgar hacia


Finn—. Estaré condenada si permito que este pequeño bastardo sea mi
jefe.

Todos rieron, excepto Killian y yo. No fui capaz de fingir que no había
nada malo entre nosotros. Tomó todo lo que tenía no levantarme y salir
por la puerta principal. Permanecí en silencio durante el resto de la cena
y la limpieza. Cuando llegaron las nueve, todos se amontonaron. Besé
mejillas y me despedí como una buena anfitriona, aunque ya no me
sentía como una.

Me senté en los escalones, esperando a que Killian terminara su


conversación con Finn. No estaba segura de si sería capaz de hablar con
él, y debatí qué hacer. ¿Aún pertenecía aquí con él?

No era como si esperara que Killian se propusiera pronto, pero su


reacción por casarse conmigo había dolido. Cerró la puerta del vestíbulo
y retrocedió, sus manos sobre sus caderas, sus ojos explorando la zona
243
hasta que cayeron sobre su escudo familiar.

—El lugar se ve mejor de lo que pensé que podría verse —dijo—. Incluso
mejor que los planos que me mostraste.

Asentí, mi atención volviendo a mi regazo.

—Voy a irme y ver a mi madre. Echarle un vistazo, asegurarme de que


esté bien. Ha pasado un tiempo y se va a Florida en unos días.

La voz de Killian bajó.

—¿Solo irás a ver si está bien? ¿O piensas quedarte esta noche?

Sabía que estaba frunciendo el ceño incluso antes de que me pusiera de


pie para enfrentarlo.

—Creo que debería quedarme.

—¿Solo por la noche? —No respondí—. Sofia, no quiero que lo hagas. Te


quiero conmigo.

Incliné mi barbilla hacia la escalera. No pareció eso antes.


Killian esperó a que dijera algo más. En vez de eso, di un paso hacia
arriba, deteniéndome cuando él alcanzó mi mano.

—Si te vas, no volverás, ¿verdad?

Limpié mis ojos. No quería llorar, pero ahí estaba yo, haciendo eso.

—No dije nada sobre casarme contigo a tu familia.

—Lo sé. —Su agarre se aflojó ligeramente—. A mi familia le gustas. Ellos


van a hablar. Van a decir cosas. Solo no esperaba que dijeran cosas tan
pronto.

—Y yo no estaba esperando tu reacción —le dije con sinceridad.

—No crees que quiero casarme contigo.

No me estaba preguntando. Estaba afirmando lo que pensaba que yo


creía. Cuando permanecí en silencio, me acercó cuidadosamente.

—Como dije, somos jóvenes —me dijo—. Pero casarme contigo es algo
sobre lo que he pensado mucho.
244
Mis labios se separaron.

—¿En serio?

Asintió y quitó suavemente una lágrima que se propagaba por mi mejilla.


Teniendo en cuenta que yo era la que lloraba, él parecía devastado.

—Entonces, ¿por qué reaccionaste como lo hiciste? —pregunté—. ¿Y por


qué te ves tan triste?

Me miró durante un momento, aparentemente desgarrado por lo que iba


a decir.

—No soy el hombre que crees que soy. He cometido errores y he hecho
cosas de las que me arrepentiré mientras viva. —Suspiró—. Algunas cosas
no se pueden deshacer, y algunas cosas… no se pueden perdonar.

Escaneé su rostro, intentando entender. Por todo lo que él significaba


para mí, ¿cómo podía pensar que no lo amaría sin importar nada?

—Killian…
—Quiero ser el hombre que te mereces. —Me sostuvo tan suavemente que
apenas podía sentir su toque—. ¿Te quedarás conmigo, y me dejarás
intentarlo?

Me quedé. Por supuesto que me quedé, perdiéndome en su abrazo, e


ignorando tontamente sus palabras.

Me enteré de la manera difícil que tenía razón. Algunas cosas no se


pueden deshacer.

245
C
ontinué agarrando los hombros de Killian, meciendo mis caderas
mientras ambos terminábamos. Nuestros cuerpos temblaban,
nuestros ojos inmovilizados, y el calor entre nosotros se disparó.
Perlas de transpiración se formaron entre mis pechos. Habíamos pasado
las últimas horas en un desastre enredado de extremidades. Y tampoco
estaba segura de si estábamos listos para que terminara.

Cuando nuestros labios se encontraron en un profundo beso sensual, él


nos levantó de la silla acolchada que habíamos usado y nos bajó sobre la
cama.

—Voy a salirme. ¿Bien? —dijo con voz ronca.


246
—Bien.

Aunque él le había dado tiempo, gemimos cuando nos separó. Él se había


tomado el día libre de entrenamiento solo para estar conmigo. Habíamos
subido a Allentown en la tarde para ver a Lety y Brody, y regresamos
para una linda cena afuera solos. Nuestro tiempo hoy fue un esfuerzo
para compensar las horas separados que él había pasado entrenando.
Veinte días. Eso era todo lo que le quedaba antes de su pelea por el
campeonato en Las Vegas.

Killian besó la punta de mi nariz.

—¿En qué estás pensando? —Se rio cuando no respondí—. Voy a estar
bien. Te preocupas demasiado.

—Es difícil para mí verte herido.

—Lo sé —dijo quedamente.

—Este será el último… ¿con certeza?

—Sí. Estoy listo.

Bajé mi mirada.
—¿Incluso si pierdes?

—¿Crees que perderé?

Negué con la cabeza.

—No es que no crea en ti. Solo sé que, en ese Octágono, cualquier cosa
puede pasar. Un movimiento equivocado es suficiente para cambiar las
cosas.

—Sí. Tienes razón. Por mucho que esté entrenando, cualquier cosa es
posible.

—Así que si eso sucede… quiero decir, si no logras ganar. ¿Aun así te
retirarás?

—Quieres que lo haga, ¿no?

—Nunca te haré hacer algo que no quieras hacer, Killian. Pero no te


mentiré. No quiero que continúes peleando. —Mordí mi labio inferior—.
Pero ya sabes eso, ¿no?
247
—Sí. Lo sé. —Echó hacia atrás mi cabello con una caricia, pensando bien
las cosas—. Será difícil apartarme si pierdo… preferiría dejarlo estando en
la cima. Pero sé que ese no es mi futuro. A muchos luchadores veteranos
no les está yendo muy bien. Sus cerebros están estropeados, y sus
cuerpos están sufriendo todo el tiempo. No quiero eso para mí. Todavía
tengo un montón de vida por delante. —Sonrió—. Quiero disfrutarla.

Le devolví su sonrisa.

—También quiero que la disfrutes.

Me jaló hacia él para otro largo beso. La lluvia de abril golpeteaba


ligeramente contra el techo. Pero fue la luz roja y azul destellando contra
nuestras paredes lo que nos hizo sentarnos.

Killian maldijo y se precipitó sobre sus pies, tirando de un par de


pantalones de chándal.

—Es Curran. Tiene a Finn.

Ya tenía puestas mis bragas y estaba enganchando mi sujetador.

—¿Está en problemas?
Besó mi cabeza.

—Si Curran lo tiene, seguro que lo está.

Salió corriendo mientras yo tiraba de una apretada camisa de manga


larga y un pantalón deportivo. Metía mis pies en un par de deportivas de
lona cuando escuché la furiosa voz de Curran, preocupada de que tuviera
que correr afuera.

—¡Estoy enfermo de esta mierda! —gritó Curran—. Es tiempo de que


jodidamente madures.

—¡Jódete, Curran! —disparó Finn de regreso.

Corrí fuera del dormitorio a tiempo para ver a Killian meterse entre sus
hermanos. Empujó hacia atrás a Finn. No fue duro, pero Finn estaba
claramente borracho y lo sacó de balance. Cayó hacia atrás y chocó
contra los escalones.

Curran hizo una seña hacia él.

248 —Cristo, ¿lo ves? Es un maldito desastre.

—No sabes lo que soy. Y no sabes una mierda acerca de lo que he


atravesado. —La voz de Finn se rompió; estaba a segundos de enloquecer.

Me bajé a su lado y froté su hombro, tratando de apartar su atención de


Curran. La camiseta gris de Finn estaba desgarrada y su ojo estaba
hinchado y amoratado. Había estado en otra pelea, y podía oler el alcohol
en su aliento.

—Shhh —susurré—. Has tenido una noche ruda. Vamos a subir al piso de
arriba, ¿está bien?

Finn me miró cuando mi mano se arrastró por su espalda. Asintió, pero


tropezó cuando intentó levantarse. Extendí mi mano cuando sus
hermanos se movieron hacia adelante.

—Está bien, lo tengo.

Lo llevé escaleras arriba, pero Curran continuó gritando:

—Esta mierda no puede continuar.

—Hablaré con él —dijo Killian.


—Has hablado con él antes —estalló Curran—. No es suficiente. Está mal
de la cabeza, Kill. —Maldijo—. Soy nuevo en la fuerza, y estoy jugándome
el cuello por él. ¿Sabes lo que podría haberle pasado si yo no hubiera
aparecido… o si los otros policías allí no hubieran cubierto mi espalda?

Continuaron discutiendo mientras Finn y yo entrábamos a la habitación


de invitados. Sus visitas se estaban volviendo tan frecuentes que Killian
había terminado por comprarle una cama. Aunque él vivía con Wren,
cuando estaba así de molesto, Finn solo hablaba con Killian. Ahora que
sabía lo que le había pasado a Finn, entendía por qué.

Presioné mis palmas contra su pecho, alentándolo a sentarse sobre la


cama.

—Voy a sacar tu camisa, ¿está bien?

Su cabeza se balanceó de atrás hacia adelante lentamente.

—No quiero enojar a Kill —dijo.

—Está bien, Finn. Él entenderá.


249
Levantó sus brazos, permitiéndome quitar su camisa, balanceándose un
poco cuando terminé de sacarla por su cabeza. La arrojé al suelo y lo
ayudé a salir de sus medias y zapatillas deportivas, entonces empujé
contra sus hombros hasta que se recostó. Sus pies no estaban
completamente en la cama, así que los levanté y lo cubrí con una sábana.

Coloqué un cubo de basura cerca de la cabecera de la cama.

—En caso de que vayas a vomitar, usa el cesto de la basura, ¿bien?


Regresaré enseguida.

—¿Vas a cuidar de mí? —Arrastró las palabras.

—Por supuesto que lo haré, Finn.

Corrí hacia el baño de invitados y humedecí algunas toallitas debajo del


agua tibia. Entonces las escurrí y envolví entre dos secas antes de correr
de regreso al lado de Finn. Yacía sobre su espalda, pestañeando hacia el
techo. Basado en su palidez, parecía a segundos de desmayarse o
vomitar.

Hizo una mueca cuando lavé su rostro amoratado y manchado de sangre.


—¿Con quién peleaste? —pregunté.

—Tres tipos. Pateé sus traseros.

Arrugué mi nariz.

—Se nota.

Se rio.

—Pateé sus traseros —dijo otra vez, dejando su boca abierta mientras
continuaba pasando el paño húmedo contra su piel.

—Tres son muchos —le dije—. Incluso para alguien tan fuerte como tú.

—Tenía que hacerlo. Estaban molestando a tu prima Sal.

Me detuve con el paño justo debajo de su ojo hinchado.

—Quieres decir Sol… ¿ estaba allí? —Alcancé el teléfono fijo al lado de la


cama. Tenía que asegurarme de que ella estaba bien.

250
Tan fuera de sí como se veía Finn, parecía saber lo que estaba tratando de
hacer y sujetó mi codo

—Está bien. Me encargué de ello. Cuidé de ella.

Mis ojos analizaron su rostro y el resto de su silueta desplomada. No


estaba segura de que Finn pudiera cuidar de nadie en su estado.

—¿Dónde está ella, Finn?

—Fue a casa con una amiga suyo. Intenté darle un beso de buenas
noches. —Sonrió—. Me dijo que era lindo y que la llame… dijo que me
besaría cuando estuviera sobrio. —Sus cejas se fruncieron—. Tienes su
número, ¿cierto?

—Ah, sí. —Estaba tratando de procesar lo que dijo—. ¿Intentaste besar


a Sol?

Su sonrisa se amplió.

—Ella es bastante… linda. Me gusta su cabello rosa. —Hizo una mueca


cuando limpié su mentón. También estaba amoratado—. No podía dejar
que esos imbéciles la trataran de esa manera.

Fruncí el ceño.
—¿Quién la estaba molestando?

—Unos idiotas con los que iba a la escuela. Estaban diciendo mierda
sobre su mamá. Llamaron loca a su mamá… le dijeron a Sol que iba a
terminar de la misma manera. Trató de ser muy dura y enfrentarse a
ellos… incluso pateó a uno de los tipos en las pelotas. También fue una
buena patada. Pero puedo decir… que lo que dijeron… la… lastimó…

Pensé que se había desmayado. En su silencio, escuché el eco del tono


brusco de Curran en el vestíbulo.

—Eso lo arruinó… lo que le hicieron. Necesita ayuda profesional.

—Tal vez —dijo Killian—. Pero no está listo para tomarla.

—Kill, se está poniendo peor.

—Cuidaré de él —dijo Killian quedamente.

—Kill va a cuidar de mí —murmuró Finn—. Pero no puede. No puede


cambiar el pasado. No puede cambiar lo que pasó.
251
Saber el porqué Finn estaba herido como lo estaba volvía sus acciones
más desgarradoras. He estado allí, quería decir. Te amamos… Por favor,
deja de arriesgar tu vida. Pero no estaba consciente de que me había
enterado de su pasado, y el alcohol probablemente lo estaba haciendo
parlotear. Así que en lugar de ello, acaricié sus rizos rojizos y hablé
suavemente:

—Killian quiere ayudarte de cualquier manera que pueda, Finn. Pero en


última instancia, depende de ti.

—No pudo ayudarme antes… no pudo detenerlo. —Su expresión se


destrozó—. Al igual que tampoco pudo detener lo que te sucedió… aun
después de que se lo prometiera a tu hermano.

Mi mano se congeló sobre su suave cabello. Traté de decirme que estaba


borracho… que no sabía de lo que estaba hablando. Pero había algo
detrás de lo que dijo. Algo que ocasionó que un frío bajara disparado por
mi columna.

—¿Qué dijiste?

Finn sorbió por la nariz. Parecía tan joven en ese momento. Más como un
niño pequeño que el hombre en que estaba intentando convertirse.
—Cuando Teo se fue a la Armada, Kill prometió cuidar de ti… mantenerte
a salvo… Pero no cumplió su palabra —murmuró—. No pudo cumplir su
palabra… salió con esa chica… esa chica que no eras tú…

La realidad parecía irse a la deriva mientras luchaba por darle sentido a


lo que había dicho. No me di cuenta de cuán rápido estaba respirando
hasta que traté de hablar.

—¿Finn? —Sacudí su hombro—. Finn, ¿qué le prometió Killian a Mateo?

Abrió su boca, pero no habló.

—Finn —supliqué solo más alto que un susurro—. Finn, por favor,
respóndeme.

Mantuvo sus ojos cerrados, pero logró responder:

—Prometió que te acompañaría de la escuela a la casa. Todos los días. Le


dijo que nada te pasaría. Le juró velar por ti… pero no te acompañó a casa
ese día… el día que ese tipo te lastimó… él estaba con esa chica… la chica
que estaba con todos los chicos…
252
Las últimas palabras de Finn fueron apenas audibles. Lo observé por
varios largos segundos, esperando más, pero cuando sus profundas
respiraciones se volvieron ronquidos, me levanté. Mi cuerpo temblaba
mientras el impacto de su confesión se filtraba y amenazaba con
comerme viva.

Mis rodillas colapsaron cuando me dirigí a bajar las escaleras. Tuve que
agarrar el pasamanos para evitar caerme. A través de mis ojos ardientes,
observé a Killian cerrar la puerta principal. Se recostó contra esta con su
antebrazo y suspiró, volviéndose cuando alcancé el nivel más bajo.

Se abalanzó sobre mí cuando divisó mi rostro, sujetando mis hombros.

—¿Qué pasa? ¿Es Finnie? —Subió corriendo los escalones cuando no


respondí.

Esperé abajo. No le tomó mucho volver una vez que vio que Finn estaba
bien. Pero él sabía, sabía que algo estaba mal. Bajó los escalones
lentamente, deteniéndose en la mitad de la escalera cuando levanté la
mirada, con mis mejillas ya bañadas por mis lágrimas.

—¿Le prometiste a Mateo que me cuidarías?


El mentón de Killian se aflojó y el color se drenó de su rostro. Oh, Jesús.
No…

Mi cabeza bajó. Esto no podía estar sucediendo. Pero lo estaba. Observé


mis lágrimas salpicar el suelo de madera y los pies de Killian detenerse
directamente frente a mí.

Esperé que me dijera que Finn solo estaba borracho. Que nunca le había
prometido nada a Teo. Que no había faltado a su palabra para estar con
alguien más. En lugar de ello, “Sofia” fue todo lo que había dicho.

Levanté mi barbilla.

—Todo este tiempo… todos estos años, me has ocultado esto. —Apenas
podía tragar—. ¿Cómo pudiste no decírmelo? —Hice un gesto alrededor
cuando no me respondió—. ¿Qué ha sido todo esto, Killian… culpa?

Tensó su mentón, permaneciendo en silencio y moviéndose apenas,


excepto por el ascenso y la caída de su pecho.

La furia encontró su camino hacia mi voz.


253
—¿Eso es todo? No pudiste mantenerme a salvo… ¿así que te debes a ti
mismo mantenerme a salvo ahora?

Su cabeza se levantó de golpe.

—No se suponía que eso te pasara. No se suponía que permitiera que te


sucediera algo. —Sus respiraciones se volvieron irregulares—. De haber
sido todo un hombre y mantenido mi palabra, podría haberte salvado de
todo.

Luché para contener mis sollozos. Él no había salvado a Finn al subir y


decirle al Padre Flanagan sobre Norman. Así que ahora cuidaba de él
cuando estaba herido… velaba por él cuando su pena se volvía
demasiado. ¿Esa también era la razón de que yo estuviera aquí? ¿La
única razón?

Mis manos se enroscaron en puños cuando las bajé a mis costados y


encontré su rostro.

—Dime que no estoy aquí para aplacar tu culpa. Dime que significo más
que eso para ti. —Ahora estaba gritando—. ¡Dime que soy algo más que
una oportunidad para la redención!
Una lágrima solitaria bajó corriendo por su mejilla, su voz áspera
bajando.

—Vivo avergonzado por lo que te sucedió. No ha pasado ni un jodido día


en el que no haya sentido arrepentimiento. Daría mi vida… daría mi
alma… para regresar y cambiar lo que sucedió ese día.

Pero no podía.

Nadie podía.

Estaba hecho y no había vuelta atrás.

Mi atención bajó para mirar su pecho fijamente.

—Te doy lástima, ¿cierto?

Todo se silenció. En el silencio que se extendió entre nosotros, Killian me


respondió al no responderme.

Di un traspié hacia adelante, hacia el extremo de la mesa donde había


dejado mi bolsa y donde guardábamos nuestras llaves. Mi bolsa golpeó
254
contra mi muslo cuando la levanté por la correa. Mis llaves; a esas las
apreté fuerte en mi puño.

El agarre de Killian en mi codo me sacó de mi entumecimiento. Me zafé


de él, con mi voz rompiéndose.

—Se suponía que fueras diferente. —Sollocé hacia él—. ¡Se suponía que yo
significaba más que esto para ti!

Abrí la puerta, con la fría lluvia golpeando contra mi rostro mientras


salía furiosa hacia mi auto. Mientras salía a toda marcha del camino de
entrada y aceleraba hacia adelante, atrapé a Killian corriendo fuera de la
casa. Pero no podía detenerme.

Hablé en serio. Se suponía que Killian fuera diferente. En lugar de ello, era
igual que el resto.
M
anejé durante mucho tiempo, en la oscuridad hasta que los
rastros de luz comenzaron a rayar el horizonte. De alguna
manera, terminé en Rehoboth Beach. No estaba segura del
porqué. No existían vínculos, ni recuerdos para atraerme. De hecho, era
un lugar en el que nunca había estado.

Tal vez simplemente necesitaba estar lejos, donde nadie sabía nada de mí.

La lluvia se había reducido a una niebla cuando me detuve en una


gasolinera para llenar mi estanque vacío. El bolso que había conseguido
afortunadamente tenía mi billetera, y el iPad Air que Killian me había
dado para Navidad.
255
Lo que no tenía era mi celular. Lo había dejado cargando en la mesita
junto a nuestra cama. La idea me dio que pensar, dándome cuenta de que
ya no era mi cama.

Mi cuerpo cansado me suplicaba que descansara. También lo hacía mi


corazón. En el momento en que salí de la gasolinera, busqué un lugar
para quedarme.

Acabé alquilando una pequeña suite en un bed and breakfast cercano, a


pocos metros de la playa. La anciana que lo dirigía era amable y me
ofreció una comida caliente. Comí muy poco, cada mordida haciéndome
sentir mal. Finalmente, dejé de tratar de llenar mi estómago vacío y subí
tranquilamente.

Envié un correo electrónico a Lety y Evie, haciéndoles saber que estaba


bien, pero que necesitaba tiempo a solas. Luego me metí en la cama y
dormí. Cuando desperté, la pequeña habitación estaba eclipsada en la
oscuridad y varios mensajes de texto estaban esperándome en el iPad.

La mayoría eran de Evie, Lety y Teo, pidiéndome que los llamara,


instándome a regresar. Pero no tenía un lugar al cual regresar. La casa de
mi madre nunca había sido un hogar real. Simplemente eran paredes y
ventanas llenas de recuerdos no tan agradables, recuerdos que olvidaría
pronto.

Lety estaba en la universidad, terminando su último año con Brody.


Necesitaba disfrutar estas últimas semanas. No tomaría su tiempo. Teo y
Evie… no podía molestarlos. Ahora no.

Mis dedos se deslizaron por la suave pantalla. Los mensajes de texto de


Killian eran pocos y breves. Pero fueron los que más me hirieron y los que
más me afectaron.

Lo siento.

¿Dónde estás?

Por favor, ven a casa.

—Ya no es mi casa —dije en voz alta. Quizás nunca lo fue realmente.

Pasé los próximos días apenas comiendo, a veces durmiendo, pero sobre
todo tratando de no pensar. Pero los pensamientos venían de todos
256 modos. No había escapatoria.

En mi quinto día, abandoné la habitación y fui a dar un paseo por la


playa para ver el atardecer. La brisa fresca agitaba mis rizos negros a mi
alrededor y secaba mis ojos verde claro, haciéndolos llorar.

Me sumergí profundamente en la sudadera que había comprado el único


día que me había atrevido a salir. Mientras me sentaba en la arena fría y
me acurrucaba del frío, hice todo lo posible para no pensar en Killian, o
en cómo sus brazos siempre me habían mantenido cálida.

Se suponía que fuera diferente, repetí en mi cabeza. Era mi Killian,


después de todo. En vez de eso, había sentido pena por mí. A pesar de mi
crecimiento, de mis logros, de mi fuerza recién descubierta, seguía siendo
“la pobre Sofia” para la única persona para la que esperaba ser más.

Pobre Sofía, su familia no tiene dinero.

Pobre Sofía, su padre la golpea.

Pobre Sofía, fue violada.

Lágrimas corrían por mis mejillas. El único recuerdo que me había


esforzado por alejar se asomó mientras cavaba mis talones en la áspera
arena. No había aclarado el acontecimiento en años. Pero lo hice
entonces, ahora que conocía el papel de Killian.

Hacía calor ese día. Sentí la diferencia de temperatura mientras bajaba


corriendo las escaleras de la secundaria Saint Therese Catholic,
vislumbrando a Lety mientras salía corriendo por la calle. Llegaba tarde a
su trabajo después de clases en el supermercado y estaba corriendo por
su vida.

Sonreí, sabiendo que aunque no la vería hasta mucho más tarde, Killian
estaría esperándome para regresar juntos a casa. South Catholic, nuestra
escuela de hombres, siempre despachaba a los chicos alrededor de la
misma hora. La hermana Mary Clarice había pedido verme después de
clase con la esperanza de que le echaría una mano en el refugio para
personas sin hogar ese sábado. Había aceptado. Mi padre estaba fuera de
prisión entonces, y necesitaba una excusa para salir de la casa.

Excepto que cuando divisé a Killian y el enjambre de chicas que lo


rodeaban, mis emocionados pasos se detuvieron hasta detenerse. Sus
257
brillantes ojos azules se encontraron con los míos cuando levantó la vista.

—Oye, Sofia.

—Hola, Killian —le respondí suavemente. Pensé en lo profunda que estaba


volviéndose su voz, y cómo sus músculos habían empezado a tensarse
contra la camisa blanca que formaba parte de su uniforme.

La cosa era que no era la única chica que notaba cuán gentil había sido
la pubertad para Killian.

Josefina Miller se aferró a su brazo.

—¿Quieres ir a mi casa? —le preguntó—. Mis padres no estarán en casa


por un rato.

Las chicas a su alrededor soltaron risitas e intercambiaron miradas. A los


dieciséis, Josefina ya tenía bastante reputación. Todo el mundo —
incluyendo a Killian— sabía que lo estaba invitando a su casa para más
que una conversación. Se inclinó sobre sus talones, contemplándola,
mientras su atención iba hacia el generoso pecho de Josefina.

Tragó saliva y ajustó la correa de su pesada mochila contra su hombro.

—Se supone que acompañe a Sofia a casa.


No había prestado atención a sus palabras entonces, y tampoco a
Josefina. Ella sonrió juguetonamente.

—Sofía es una chica grande. Puede caminar a casa sola. ¿No es cierto,
Sofía?

Las otras chicas volvieron su atención hacia mí, esperando


impacientemente a que respondiera. No quería que Killian fuera a casa
con Josefina. No quería que lo tocara. Pero la expresión de Killian me dijo
que realmente quería ser tocado por Josefina.

Mis manos aferraron mi cuaderno contra mis pechos pequeños, rezando


que eligiera caminar conmigo en vez de tomar la oferta de Josefina.
Excepto que él también tenía dieciséis años, y los chicos de dieciséis años
no pensaban como las chicas de catorce años que esperaban convertirse
en monjas. Killian quería ser buscado. Había escuchado a sus hermanos
mayores burlándose de él, diciéndole que ya era hora de que tuviera sexo,
insistiendo en que necesitaba debutar. La sonrisa que devolvía a Josefina
me decía que estaba de acuerdo con sus hermanos, así como la forma en
258
que la empujó con su cadera.

Era una batalla perdida. Lo sabía.

Así que me fui.

Solo había dado unos pasos cuando Killian me llamó.

—Sofía… ¡espera!

Me giré, lo suficientemente fuerte como para azotar mi largo cabello


detrás de mí, sonriendo ampliamente y segura de que había cambiado de
opinión. Killian inclinó la cabeza hacia un lado, haciendo una pausa
como si me viera por primera vez.

Sus labios se separaron aún más mientras más me observaba. Tan


insegura y torpe como era yo entonces, me di cuenta de lo que estaba
sucediendo. Killian me había notado, no como la niñita con la que solía
jugar a los autos, ni como la hermana pequeña de su amigo, sino como la
joven en la que me estaba convirtiendo.

Mi sonrisa se ensanchó. Killian O’Brien finalmente se había fijado en mí.

Josefina abrió la mandíbula. También se dio cuenta del cambio en él. Su


agarre en su brazo se apretó y también su reclamo sobre él. Susurró algo
que no pude escuchar, y eso hizo que los ojos de Killian sobresalieran. Me
miró, volvió a mirar a Josefina, aparentemente en conflicto.

No podía entender su lucha, y quería que tomara la decisión correcta.


Josefina, tan coqueta e inapropiada como era, no era la decisión correcta.
¿No podía ver eso?

—¿Q-querías algo, Killian? —Mi desesperación por mantener su atención


me hizo tartamudear.

Inclinó su cabeza, dándole a Josefina otra oportunidad de susurrarle al


oído y endulzar su oferta. Mientras Killian levantaba la cabeza
lentamente y miraba en mi dirección, me di cuenta de que el chico que
conocía y adoraba se había olvidado de mí.

Me tomó todo lo que tenía el no salir corriendo. En lugar de eso, me giré


con cuidado, sin querer que las otras chicas vieran mi corazón romperse.
Sin querer que se dieran cuenta de cuán duro me hirió el rechazo. Sin
querer que supieran cuánto amaba a Killian, incluso entonces.

259 Estaba casi al final de la calle cuando Killian me llamó por última vez.

—Sofía… te veré mañana, ¿de acuerdo?

Pero no lo haría. Nadie me vería por mucho tiempo. Porque me fui a casa
sola y conocí a un lindo chico de cabello oscuro, una sonrisa
deslumbrante, y ojos cristalinos que parecían ver a través de mí.

Recogió mi cuaderno cuando lo dejé caer mientras hurgaba en mi


mochila tratando de encontrar mi paraguas. Parecía haber surgido de la
nada. Parecía tan dulce y amable. Me llamó bonita y se aferró a cada
palabra que salió de mi boca mientras le daba instrucciones para llegar a
Fish Town. En los veinte minutos hablamos en la calle, bajo mi paraguas,
bajo la lluvia torrencial, me hizo sentir que yo importaba.

Así que cuando me invitó al restaurante al otro lado de la calle, fui.


Cuando pagó por nuestra comida y me dijo que no podía esperar a verme
de nuevo, le creí. Y cuando ofreció llevarme a casa, estuve de acuerdo. Si
Killian no me quería, era bueno saber que tal vez alguien más sí.

El guapo chico abrió la puerta de su Ferrari rojo brillante y sostuvo mis


libros mientras entraba. Me dejó escoger la música en su sistema de
sonido. Me hizo reír. Me hizo confiar en él.
Y luego me llevó a un parque y me violó.

Mantuvo su sonrisa mientras nos llevaba de regreso adonde me había


encontrado, incluso mientras me decía que si no lo hubiera querido, no
debería haber ido con él, que las chicas buenas no hablaban con extraños
ni subían a sus autos. Insistió en que solo yo tenía la culpa… y que nadie
me creería si se lo contaba.

A pesar de mis lágrimas, a pesar de la sangre que empapaba mi ropa


interior, a pesar del dolor que juré que nunca se iría, mantuvo su sonrisa.

El sol recién se había puesto en el horizonte. Me puse de pie, quitándome


la arena de los jeans mientras lágrimas frescas comenzaban a caer. Mis
brazos se curvaron alrededor de mi cuerpo mientras regresaba al bed
and breakfast.

Killian pudo haberse culpado por lo que me pasó. Pero no lo culpaba. El


único culpable era el hombre que me violó.

No, no culpaba a Killian. Pero sí me culpo por amarlo.


260
P
asé otros días en el bed and breakfast hasta que mi cuenta
bancaria bajó a treinta dólares. Aunque había enviado mensajes de
texto a mi madre, Mateo y Lety regularmente para decirles que
estaba a salvo, Teo seguía furioso cuando finalmente llamé.

—¿Dónde demonios has estado? Maldita sea, ¡hemos estado perdiendo la


maldita cabeza aquí!

Agarré el auricular del anticuado teléfono.

—Si me vas a gritar, no voy a hablar contigo.

Teo dejó escapar un suspiro. Podía oír las lágrimas en mi voz.


261
—Lo siento… Mira, solo dime dónde estás.

—Estoy en Delaware.

—¿Delaware? —repitió—. ¿Quién está ahí?

—Nadie. Solo necesitaba estar sola y lejos —contesté con sinceridad.

—¿Necesitas dinero, quieres que vaya a buscarte?

—No. Estoy bien. —Sí necesitaba dinero, pero no aceptaría nada. El dinero
que tenía en mi cuenta de ahorros me sostendría hasta que comenzara
algunos de los trabajos de diseño de interiores que tenía pendientes—.
Solo quería que supieras que iba a regresar.

—Bueno, eso es… bueno. —Suspiró—. Escucha, ma ha estado haciendo


muchas preguntas. Está preocupada de que podrías haber… No está feliz
—agregó rápidamente—. No tienes que quedarte con ella. Nuestra puerta
está abierta. Lo sabes, ¿verdad?

Nuestra madre estaba preocupada de que me hubiera hecho daño. Lo


curioso era que nunca se me había pasado por la cabeza.

—No quiero molestarlos a ti y a Evie.


La débil voz de Evie resonó en el fondo.

—No eres una molestia, cariño. Solo ven a casa con nosotros. Te queremos
aquí.

Jugué con el cable torcido del teléfono. Tenía un poco más de un año
hasta dejar la escuela. Cuando esa época hubiera terminado, planeaba
estar por mi cuenta. Por ahora, aceptaría su generosidad con la promesa
de que un día lo devolvería.

—Está bien, gracias. Estaré allí dentro de unas horas.

—Está bien —dijo Teo en voz baja—. Estaremos esperando.

Me apresuré a hablar antes de colgar.

—Teo… espera. No… no quiero que Killian sepa dónde estoy.

Su respuesta me sorprendió.

—Sofi, mira. No sé qué pasó entre ustedes dos. No me está hablando. No


está hablando con nadie. Pero tienes que llamarlo y solucionar esta
262
mierda.

—Sé lo de la promesa. La que te hizo para mantenerme a salvo.

Por unos segundos, Teo no dijo nada.

—¿Te lo dijo? —preguntó finalmente.

Me di la vuelta cuando vi a la dueña del bed and breakfast mirándome.


Su expresión era de sorpresa. Sabía que estaba a un instante de perderlo.
Tomé un respiro, tratando de estabilizar mis nervios.

—No. Finn lo hizo. No creo que Killian hubiera dicho algo por su cuenta.

—Debería habértelo dicho —dijo en voz baja.

Sacudí la cabeza.

—No. Debería haber salido de él.

—Quizás.

Su tono era brusco. Pensé que estaba enojado con Killian por no
decírmelo antes. También pensé que tal vez creía que estaba enojada con
él también. Lo que no esperaba fue lo que dijo después.
—Escucha, nena. Sin importar los errores cometidos por Kill, se ha ganado
su derecho a saber que estás a salvo.

Saqué el cabello de mis ojos antes de golpear mi mano contra el


mostrador.

—Si quieres decirle que me voy a quedar contigo, es tu decisión. Pero no


quiero hablar con él, y no quiero verlo, ni en tu casa ni en ningún otro
sitio.

—Sofi… —Teo maldijo—. Bien. Si no quieres verlo, no tienes que hacerlo.


Vuelve aquí.

Killian ignoró a Teo cuando le dijo que no lo vería. Vino a la casa,


preguntando por mí. Teo se mantuvo fiel a su palabra, y no le permitió
entrar.

—Dale tiempo, Kill. —Su voz profunda resonó desde el primer piso—. Sofi
263 necesita espacio. Hasta que esté lista, hermano o no, no vas a poner un
pie en mi casa.

Killian me dio espacio, como Teo pidió. Pasó otra semana antes de que
llamara. Miré la pantalla de mi celular. Se lo había dado a Teo para que
me lo regresara. Pensé que lo dejaría ir al correo de voz, pero entonces me
di cuenta de que había cosas que necesitaban ser dichas, y había pasado
bastante tiempo.

—Hola.

Killian hizo una pausa. Supuse que estaba sorprendido de que hubiera
respondido.

—Hola, Sofía. —Mis ojos lagrimearon ante el sonido de su voz—. Lo siento


—rechinó cuando no dije nada más.

—Yo también.

—¿Te encontrarás conmigo en la casa? ¿O puedo ir allí?

Mi atención cayó al edredón floral que cubría la cama en la que estaba


sentada.

—No creo que sea una buena idea.


Liberó una pesada respiración.

—Sofía, ¿Cuánto va a tomar que vuelvas? No quiero estar sin nosotros.

—Y yo no quiero que estemos juntos por las razones equivocadas.

Resoplé cuando no respondió.

—Killian, no puedo estar contigo. No cuando tus sentimientos por mí


provienen de la culpa. Merezco algo mejor… y tú también.

En su silencio, esperé a que dijera que estaba equivocada. Que lo que


sentía por mí era más que compasión, más que un sentido de obligación.
Que me amaba. Cuando no dijo nada más, terminé la llamada.

—Adiós, Killian.

Al igual como lo hizo para su pelea en Atlantic City, Teo ayudó a Killian a
entrenar para su próxima lucha en Las Vegas. Pero Teo nunca parecía
264
feliz cuando regresaba a casa, y la emoción que alguna vez había tenido
parecía haber desaparecido.

Me miró una noche mientras estábamos cenando cuando solo quedaban


unos días antes de la pelea.

—No debería decirte esto —dijo—. Pero Kill no ha sido el mismo desde que
te fuiste; está furioso todo el tiempo, no puede concentrarse en lo que vale
la pena, y está bebiendo demasiado. Es jodidamente miserable, Sofi.

Sí, bueno, yo también lo era. Por otro lado, todos los que me conocían se
daban cuenta de cuánto. Apenas hablaba, y no interactuaba con nadie
fuera de mi familia. Iba a la escuela. Hacía el trabajo. Ayudaba a Evie con
Mattie. Todos los movimientos estaban allí, pero mi corazón no estaba en
nada. Permanecía destrozado, unido a mi pasado.

El día más duro llegó cuando regresé a la casa de Killian para recoger
mis pertenencias. Por mucho que hubiera necesitado los artículos que
había dejado atrás, esperé hasta el día en que partió a Las Vegas. No
quería que peleáramos, y no quería molestarlo antes de su gran combate.

Cuando entré a la casa, la sensación no era la misma. Algo en el aire


había cambiado. Traté de no mirar la cocina donde había preparado
nuestras comidas, la mesa donde nos sentábamos y hablábamos de
nuestros días, o el sofá donde veíamos la televisión y a menudo hacíamos
el amor.

Disminuí mi ritmo mientras subía las escaleras, recordando el día en que


habíamos tropezado después de mi combate de entrenamiento. En
nuestra juventud y pasión, habíamos irrumpido en cada habitación y
cada parte de la casa. Pero recordar lo que habíamos compartido no me
ayudaba a sanar. Todo lo que hacía era causarme más dolor.

Tomé todo lo que me pertenecía, excepto la caja de joyas que me había


regalado para mi cumpleaños. No podía llevarla conmigo. Dolía
simplemente mirar las imágenes talladas en la madera. Así que terminé
de meter todo en un par de maletas, coloqué mi llave en el mostrador, y
me fui.

La noche de su pelea, me dirigí a la habitación familiar, donde Teo estaba


observando en su monstruosidad de pantalla plana. Al igual que en
Atlantic City, Teo no había querido dejar a Evie y Mattie. Su expresión se
265
oscureció cuando observó a Killian entrar en el octágono.

Killian no estaba bailando en su lugar. No estaba calentando.


Simplemente estaba mirando a su oponente, en pantalones cortos verdes
de MMA frente a él.

La imagen generada por computadora de Killian apareció en la pantalla


sobre sus estadísticas. Los comentaristas hablaban de su tamaño y
debatieron brevemente sobre quién dominaría el combate. Las
probabilidades eran tres a uno a favor del otro peleador. Tenía más
experiencia, mejor alcance, era más rápido. Basándome en las facciones
tensas de Killian, no estaba de acuerdo.

La cámara regresó al interior del octágono, a tiempo para que el árbitro


trajera a los peleadores. Se encontraron, se separaron, y Killian atacó al
sonido de la campana.

Brutal.

Despiadado.

Duro.

No luchó. Atacó, clavando al hombre en los pantalones cortos verdes


golpe tras golpe.
Quedé atónita y apenas podía moverme. El combate había terminado
antes de que comenzara. El otro tipo, el que tenía el rostro reventado
siendo rodeado por su equipo, nunca había tenido una oportunidad.

Evie levantó la vista de donde estaba junto a Teo, con los ojos muy
abiertos. Me quedé en la puerta. No había querido entrar, no había tenido
intención de quedarme y mirar, pero lo había hecho.

Solo desearía haberme marchado.

Teo apenas parpadeó, su rostro de piedra se suavizó solo cuando ajustó a


Mattie contra su pecho. Su pequeño niño dormía pacíficamente, sin darse
cuenta del nivel de violencia que Killian había desatado.

Teo volvió su atención a la pantalla, sus cejas gruesas se fruncieron


cuando Killian se paró frente a la cámara.

Era la primera vez que veía a Killian desde que había salido de su casa
tres semanas atrás. No tenía que estar en la misma habitación con él
para saber que algo estaba mal. No era el mismo hombre que había
266 conocido, el que saludaba a sus amigos con una amplia sonrisa, el que
reía con todo el corazón, el que me abrazaba y me mantenía cálida por la
noche.

Se había convertido en una máquina. Miró directamente a la cámara, con


la mirada implacable, y sus manos apretadas como si quisiera dar un
golpe a la siguiente persona que se le cruzara.

Observé aturdida mientras Killian recibía su cinturón y salía del ring. Sus
hermanos y Wren se reunieron a su alrededor. Aunque le sonrieron y lo
abrazaron, el entusiasmo y el orgullo que los O’Brien habían disfrutado
alguna vez, parecía perdido en ese momento.

Un corresponsal de MMA, aquel famoso cuyo nombre se me escapó en


este momento, sonrió a la cámara y habló en el micrófono cuando Killian
se unió a él en el suelo.

—Ahora está con nosotros nada más que el hijo favorito de Filadelfia y
el nuevo campeón de súper peso pesado, ¡Killian O’Brien!

El corresponsal puso el micrófono en el rostro de Killian. Aparte del


asentimiento rígido que ofreció, Killian permaneció en silencio e inmóvil.

El corresponsal retiró el micrófono.


—Entonces, Kill. Felicidades por convertirte en el campeón de súper pesos
pesados. ¿Dijiste que ibas a retirarte? ¡Y qué manera de salir!

El rugido de la multitud a su alrededor aplaudió más fuerte.

—Gracias —dijo Killian.

El corresponsal aguardó, esperando que dijera más. Cuando no lo hizo,


plasmó una sonrisa y agregó:

—Obligaste a Vulture a rendirse en un récord de veintiocho segundos y


medio. ¿Cuál era tu estrategia?

—Ganar.

La áspera voz de Killian dejó claro que había terminado y que el


corresponsal necesitaba zanjar el tema. El corresponsal sonrió nervioso.

—Bueno, parece que dio resultado. ¿Te vas a quedar a ver el resto de los
equipos, campeón?

—No. Me voy, iré a algunos bares.


267
El corresponsal miró detrás de él, hacia donde mujeres gritonas
alcanzaban sus brazos entre las hileras de guardias de seguridad
reteniéndolas.

—Bueno, me parece que tendrás mucha compañía.

Killian se giró hacia las mujeres que clamaban por acercarse.

—Puedo ver eso.

Salí del marco de la puerta y regresé a mi dormitorio, dándome cuenta de


que, a diferencia de mí, Killian no dormiría solo esta noche.
E
vie condujo su Range Rover a través de los callejones de Filadelfia.
Considerando que solo era la hora de la cena, el cielo oscuro lo
hacía parecer cerca de la medianoche.

—Gracias por venir conmigo, Sofia, y por ayudarme a hacer toda la


comida.

Traté de sonreír.

—De nada. Es un gesto amable.

Mateo había firmado otro contrato con el condado, añadiendo cinco años
más al tiempo que él y su equipo harían el mantenimiento de las
268
patrullas de policía de Filadelfia y los vehículos de servicio públicos. Pero
su creciente popularidad en el área lo había llamado a abrir otra tienda,
trayendo su total a nueve.

Como agradecimiento a sus mecánicos, personal, y sus familias, Teo y


Evie habían alquilado un salón y contratado un servicio de catering. Evie
y yo habíamos hecho unos platos cubanos extra como un regalo para
Mateo y los muchos latinos que trabajaban para él. El aroma a
chicharrón, arroz con pollo, y chile flotaba desde el compartimiento
trasero.

Evie se movió en su asiento en un semáforo cuando Mattie gimió.

—Oh, ¿qué pasa, hombrecito?

Gruesas lágrimas caían por su rostro. Evie lo había llevado al pediatra


más temprano. El pobre bebé había desarrollado una infección de oído y
le estaban cortando algunos dientes. Evie estiró su mano para acariciar
su mejilla.

—Sofi, ¿puedes pasarme el Tylenol de la pañalera? Creo que la dosis que


le di antes se está desvaneciendo.
Rebusqué en el bolso mientras la luz cambiaba y ella aceleraba. La
medicina estaba metida en el bolsillo lateral. Saqué el pequeño
contenedor junto con un pañuelo para limpiar sus lágrimas.

—¿Te gustaría que le dé un poco ahora?

—Sí, por favor. —Suspiró y viró por la carretera hacia el salón de la


recepción—. Si no se siente bien para el sábado, podría tener que
perderme la graduación de Lety y Brody.

—Oh, no. Espero que puedas ir. —Lety iba a ser la primera graduada de la
universidad en la familia y hasta el último miembro había planeado ir a
la ceremonia. Que Evie no estuviera ahí iba a ser un gran problema. Pero
mientras más lágrimas caían de los dulces ojos azules de Mattie, entendía
por qué no podía dejarlo.

Saqué la cantidad de medicina que Mattie necesitaba e incliné mi cuerpo


hacia la parte de atrás después de desabrochar mi cinturón. Hizo una
cara cuando apreté el líquido en su boca.

269 —No creo que le guste el sabor.

—Lo sé. No se lo daría si no fuera tan miserable, pero no quiero que le


duela. Ha estado tan saludable. Sin resfriados, nada durante el último
año. —Sonrió cariñosamente—. No puedo creer que mi bebé casi tiene un
año.

—No puedo creer que ya esté caminando. —Limpié su barbilla con el


pañuelo cuando babeó, sonriendo de verdad cuando me sonrió con sus
pequeños dientes. El pequeño Mateo lucía más y más como su papi cada
día. Un día, mi amiguito sin duda se alzaría sobre mí. Por el momento,
todavía podía sostenerlo y acurrucarme con él a la hora de la siesta—.
Bueno, si continúa teniendo un duro momento, lo llevaré a casa así
puedes disfrutar de la fiesta, Evie.

Su labio inferior sobresalió ligeramente cuando me volví a girar y ajusté


mi cinturón.

—No sé si pueda dejar a mi pequeño, Sofia.

Miré hacia atrás a Mattie, quien sonreía otra vez.

—Ohhh, no puedo culparte.


Una llamada entró por el Bluetooth. Evie respondió, sabiendo quién era.

—Hola, nene.

—¿Dónde estás? —retumbó la voz de Mateo.

Ella sonrió.

—Estoy bien, gracias. ¿Cómo estuvo tu día?

Se rio en el otro extremo.

—Solo te extraño. ¿Ya casi llegas?

—Sí.

—¿Sí?

—Estoy a dos cuadras de distancia.

—Estaré afuera.

Arrugó sus pequeñas cejas.


270
—No tienes que hacerlo. Tengo el coche y Sofia está conmigo.

—No las quiero aquí fuera solas. El lugar es lindo, pero no me di cuenta
cuán mierda se había vuelto el área. Ha ido de decente a gueto
rápidamente.

Como para probar el punto de Teo, un gran grupo de adolescentes


mayores merodeando en las aceras señalaron hacia el auto de Evie
mientras pasábamos. Las ventanas estaban teñidas y no podían vernos,
pero era obvio que estaban mirando su costoso auto.

Los ojos de Evie los cortaron brevemente.

—Estaré allí pronto —le aseguró.

—¿Mattie está bien?

—Está quejándose un poco. Los antibióticos no han hecho efecto todavía,


pero estoy esperando que lo hagan para mañana.

—Sí. Yo también. No quiero perderme la graduación de Lety. Pero auto


quiero ir sin él x.
Teo colgó cuando vio el Range Rover mientras estacionábamos en el
estacionamiento. Él y algunos de sus amigos estaban esperando justo
afuera de las puertas principales. Tan alfa como era mi hermano, su
comportamiento duro siempre se domaba alrededor de su esposa. Esa
sonrisa especial que reservaba solamente para Evie brilló cuando ella
abrió la puerta y la vio en su bonito vestido rosa.

—Hola, mamita —dijo. La ayudó a salir del auto y la besó en saludo,


acariciando su cabello mientras hablaba silenciosamente—. ¿Estás
sintiéndote bien?

Reuní la pañalera, mi cartera, y la cartera de Evie cuando me di cuenta de


que Teo continuaba sosteniéndola.

—Estoy bien —insistió—. Pero estoy preocupada por Mattie. Podría tener
que irme temprano.

Mateo le dijo algo que no pude escuchar. Me deslicé de la todoterreno y


saludé a sus amigos de sus días de gorila en el Club Excess. Dos de sus
amigos, Ant y Chris, ahora administraban seis de las tiendas de Teo.
271
Sacaron la comida de la parte trasera cuando abrí la puerta trasera,
sonriendo, charlando felizmente. Los pocos platos que no consiguieron
cargar fueron reunidos por sus novias, Noelle y Dee-Dee, después de que
se tomaran un momento para abrazar y besar a Evie.

Me estiré por el último contenedor de comida e hice mi camino de regreso


a Evie y Teo. Él sacó a Mattie de su asiento. Aunque Mattie había estado
lloriqueando solo un poco tiempo, la pequeña lindura se rio cuando su
papi lo lanzó en el aire.

—¿Cómo está mi chico? —le preguntó Teo.

Teo frunció el ceño cuando Evie trató de tomarlo en sus brazos.

—Lo tengo. Es demasiado pesado para ti en tu condición.

Sus mejillas se sonrojaron cuando me atrapó mirándolos. Las esquinas de


la boca de Teo se levantaron en una sonrisa, pero no dijo una palabra,
incluso después de que mi mandíbula se abriera. Traté de suprimir mi
reacción y me apresuré al salón. Tenían noticias para compartir, pero no
parecían listos para hacerlo todavía.

La música sonaba desde la cabina del DJ y las personas ya estaban


bailando y atacando la comida que los camareros estaban cargando.
Niños corrían con balones de látex plateados y dorados de las mesas
mientras sus madres y el papá ocasional los perseguían, gritándoles para
que se comportaran.

Un grupo de policías vestidos de civil, con sus placas colgando de


cadenas alrededor de sus cuellos, se reunían en la barra. Entre ellos
estaba Curran. No debería haber estado sorprendida. Teo era unido a un
montón de chicos en azul.

Curran hizo miró dos veces cuando me vio. Articuló a sus amigos que
estaría de vuelta antes de escabullirse alrededor de las mesas en mi
dirección. Besé su mejilla cuando se inclinó para abrazarme. Era bueno
verlo. Aunque nos habíamos conocido desde que éramos niños, nos
habíamos vuelto unidos durante mi relación con Killian.

Dios, Killian. Cualquier pensamiento y cualquier mención de él me hacía


miserable.

—Hola, Sofi —dijo Curran.

272 —Hola, Curran. ¿Cómo estás?

—Estoy bien. Acabo de volver de Las Vegas la semana pasada. Gran


ciudad, pero el aire y suciedad apestaban.

Presioné mis labios con fuerza. Sí. Lo había extrañado.

Tomó un sorbo de su cerveza.

—¿Qué hay de ti? ¿Cómo te va, niña?

—Bien. Mi último día de finales fue hoy.

—Bien. La semana de exámenes finales siempre explota. Hombre, mis


chicos de fraternidad y yo siempre nos soltábamos el último día. ¿Vas a
revisar alguna fiesta del campus?

—No. No es mi cosa. Incluso las personas más estiradas y conservadoras


pierden sus cabezas. —Casi escupió su cerveza —. ¿Qué? —pregunté
cuando comenzó a reírse.

—¿Alguna vez te conté sobre esa remilgada chica de hermandad que


siempre me veía como si quisiera golpearme en la cabeza?
—No. No lo creo —Tomé el ponche que Teo puso en mi mano—. Gracias,
Teo.

Curran continuó cuando Teo se alejó.

—Bueno, hablando de volverse loco, la remilgada se apareció en mi


fraternidad con unos cuantos de sus amigos. Parecía molesta, como triste.
Así que le di un shot de Hot Damn, tu sabes, para hacerla sentir mejor.

Traté de no reírme.

—Eso fue muy amable de tu parte, Curran.

Se encogió de hombros.

—¿Qué puedo decir? Soy un excelente chico. De todas formas, un shot se


volvió dos, tres, y así. La siguiente cosa que sé, ella está bebiendo de un
barril y a un shot más de quitarse sus bragas. Entonces la llevé a casa,
tratando, como dijiste, de ser amable.

Asentí.
273
—Estoy segura.

Sus ojos brillaron mientras se reía.

—Así que la dejé en su casa de hermandad, pero; y no estoy inventando


esto; ella me arrastra a su habitación y me amarra a su cama de bronce
con sus medias de rombos. Sumisión, Sofi. Sumisión total. ¿Puedes creer
esa mierda?

—Mmm. —Tomé un rápido sorbo de mi ponche—. Guau, eso suena como


una gran noche.

Por un minuto, Curran se quedó completamente callado.

—Sí. Lo fue un poco. De hecho, era dulce. Una chica linda. Solo que nunca
parecía que tuviera permitido divertirse. —Inclinó su cerveza hacia atrás
y tomó unos duros tragos—. Muy mal que su padre fuera el presidente de
la universidad y casi expulsó mi culo de la escuela cuando nos encontró
desnudos.

No estaba segura de si el chillido que atravesó mi garganta pudo ser


escuchado sobre la música, pero cuando Curran lanzó su cabeza hacia
atrás, riéndose, estaba segura de que lo había escuchado.
—Sí, Sofi. Buenos tiempos.

Me miró cuidadosamente, como si estuviera debatiéndose qué decir.

—Así que, de todas formas, quería hablarte de algo…

—¡Sofia! —Denny Giovanni, quien creció a unas cuadras de nosotros, se


detuvo directamente frente a mí. Su rostro entero se iluminó—. Vaya,
Sofia. Mírate. Creciste bieeeeen.

Mi rostro se calentó mientras me miraba en mi vestido azul. Era un bonito


vestido, pero él me hacía sentir como si usara solo ropa interior por la
forma en que me miró boquiabierto.

—Eh, hola, Denny.

—Hola. ¿Quieres bailar, o algo?

—No, gracias.

—¿No?

274 Me alejé un poco.

—No, Denny.

—¿Estás segura? Tengo unos movimientos bastante impresionantes,


chica. —Estiró sus brazos e hizo algunos movimientos de sacudida con
sus caderas. Era ingenuo o estaba mintiendo. De ninguna forma Denny
podía bailar. De hecho, lo que fuera que estuviera haciendo el pobre chico,
parecía doloroso.

—No quiero bailar ahora, gracias.

Denny siguió empujando.

—Está bien. ¿Qué tal después?

—Oye, Denny —espetó Curran—. ¿Me ves aquí parado?

La atención de Denny fue de Curran a mí.

—Oh, lo siento. ¿Están juntos?

—No. Está con mi hermano.

—¿Cuál?
—Killian, cobarde.

Enterré mi rostro en mis manos.

—¿Entonces no puedo bailar con ella? —preguntó Denny.

—No, gordo bastardo. ¡Lárgate de aquí!

Dejé caer mi mano a tiempo para ver a Denny moviéndose hacia Brielle
Montefusco.

—Bastardo inútil —murmuró Curran.

Suspiré.

—Curran, sabes que Killian y yo ya no estamos juntos.

Curran rascó los lados de su recién rapado cabello rubio.

—No. Pero deberían estarlo. —Se estiró por mi mano cuando evité su
mirada—. Vamos, hablemos afuera.

275
Me guió hacia la cubierta trasera, donde un pequeño grupo de mujeres
estaban coqueteando con hombres fumando cigarrillos. No era tan
ruidoso aquí afuera y unas cuantas sillas habían sido dispuestas.

Nos sentamos en la esquina opuesta en dos sillas de patio, lejos del otro
grupo. Un pequeño patio se extendía bajo nosotros, donde niños pateaban
un golpeado balón de fútbol entre ellos.

Curran ajustó su silla para enfrentar la mía y se inclinó hacia adelante.


Rodó la casi vacía botella de cerveza en sus manos, considerando sus
palabras antes de hablar.

—Sabes que no soy de meterme en la vida de las personas.

Lo miré.

—Mucho.

Crucé mis piernas.

Extendió una mano.

—Está bien. Soy un ruidoso y escandaloso idiota que solo está callado
cuando está besando alguna morena de piernas largas con un trasero
más apretado que dos pelotas de goma de gorila pegadas; ignora esa
última parte; de todas formas, estoy entrometiéndome aquí. ¿Eres feliz
ahora?

No debería haberme reído, pero no pude evitarlo. Mi sonrisa se mantuvo


incluso después de que mis risas disminuyeron.

Su sonrisa desapareció.

—Te extraña, Sofe.

El humor se disolvió junto a mis gestos. Incliné mi barbilla lejos. No


quería decir lo que dije, pero salió de todas formas.

—También lo extraño.

—¿Entonces cuál es el problema?

Jugué con mis manos. Tanto como me gustaba Curran, él no era mi


hermana. Ella era la única a la que podía hablarle. Y últimamente, apenas
podía decirle dos palabras.

—A veces las cosas son más complicadas que lo que ves en el exterior.
276
—Si ese es el caso, Kill está todos los tipos de arruinado.

La seriedad en su tono me hizo enfrentarlo. Los ojos azules de Curran se


apagaron mientras continuaba.

—No estoy tratando de meterme contigo, o decir mierda que no es cierta,


pero Kill ha ido cuesta abajo en cada forma posible. Apenas le dice algo a
alguien. No ejercita… infiernos, no trabaja para nada. Wren y Finn han
estado manteniendo el gimnasio en funcionamiento ellos solos.

A pesar de todos los dolores de cabeza, Killian vivía y respiraba su


negocio. Era parte de él.

—¿No está yendo al gimnasio? —pregunté silenciosamente.

—No —dijo Curran—. Wren está a dos segundos de golpearlo en la


garganta por la cantidad de mierda que ella y Finn han tenido que hacer
para mantenerlo en funcionamiento. Pero tan molesta como está, está
preocupada. Todos lo estamos. Kill ha estado encerrado en esa casa desde
que volvimos de Las Vegas.

—¿Solo? —Me arrepiento tan pronto como pregunto. Pero Killian y yo


habíamos compartido mucha intimidad. Por mucho que doliera saber que
se compadecía de mí, y que sus sentimientos probablemente surgieron
del remordimiento, sabía que él había disfrutado nuestro tiempo en la
cama. ¿Dejaría que ese aspecto de su vida terminara porque no estaba
ahí para proveerlo? No estaba tan segura.

Curran inclinó su cabeza hacia un lado. Sabía lo que estaba preguntando.

—No ha estado con nadie desde ti, Sofe. De eso estoy seguro. Incluso en
Las Vegas, cuando chicas estaban destellando sus te… sus pecho, Kill las
ignoró para emborracharse. Finnie pasó la mayor parte de nuestro
tiempo ahí cuidando de él mientras Kill vomitaba en el baño.

—¿Finn ha estado cuidando de él?

Curran encontró mi mirada.

—Sí. Supongo que las cosas han cambiado, ¿eh?

Tomé unas respiraciones para retener mis lágrimas. Escuchar cómo


habían cambiado los roles entre los hermanos me golpeó duro.

277 —No entiendo por qué está actuando de esta forma. Killian es
responsable… este no es él.

—No. No lo es. Pero así es como ha sido desde que te fuiste.

Sacudí mi cabeza.

—Curran, no puedes poner esto en mí. Killian tenía todo yendo bien para
él, incluso antes de que volviera a su vida.

—Tal vez. Pero esas cosas ya no parecen importarle. —Se recostó en su


silla—. Casi se saltó Las Vegas. Si los promotores no hubieran amenazado
con demandarlo por incumplimiento de contrato, no se habría aparecido.
Estamos pensando que va a marcharse. Solo jodidamente irse.

Bajé la mirada a las han gastadas tablas del suelo, mi mente vagando a
todas esas barbacoas, cenas familiares, y bautizos que habíamos ido… y
todo el tiempo que habíamos pasado construyendo su negocio y su
marca. Killian tenía todo aquí. ¿Por qué dejaría eso atrás?

—No haría eso —le aseguré—. Su familia y su negocio son todo para él.

Curran sacudió su cabeza, su expresión pesada con tristeza.

—No todo, Sofe.


278
E
staba bailando lento con Curran más tarde en la noche cuando noté
a Teo meciendo a Mattie, tratando de calmarlo. Evie se estiró por él
cuando no dejaba de llorar. Teo puso su brazo alrededor de ella y
los guió afuera.

—Mejor me voy —le dije a Curran.

Curran movió sus ojos hacia la salida.

—¿Ahora?

Hice señas en la dirección en la que había desaparecido mi familia.

279 —Mattie no se está sintiendo bien. No puedo dejar que Evie se vaya sola.

Besó mi mejilla.

—Está bien. Si Kill se aparece, le dejaré saber que tuviste que partir.

Mi columna vertebral se endureció.

—¿Qué?

Se encogió de hombros.

—Le escribí para dejarle saber que estabas aquí. Pero eso fue hace un
rato. Probablemente no venga… mira, no te preocupes por eso —añadió
cuando lo miré boquiabierta—. Solo piensa en lo que dije, ¿está bien?

—Trataré —dije renuentemente.

Curran tenía buenas intenciones. Pero no estaba segura de cómo habría


reaccionado si Killian hubiera aparecido. Excepto que ahora que sabía lo
que había hecho Curran, estaba decepcionada de que Killian no se
hubiera molestado en venir. Suponía que estaba tratando de seguir
adelante. A pesar de lo que dijo Curran.
Agarré mi cartera de la mesa donde la había dejado y me apresuré
afuera. Encontré a Evie en el asiento trasero de su Range Rover
amamantando a Mattie. Parecía estar ajustándose ahora que estaba en
un lugar más silencioso.

Mateo buscó a través de la pañalera, maldiciendo.

—No está aquí, nena. Y no está en el baño o cualquier otro lugar donde
miré.

—¿El Tylenol? —pregunté.

Evie sacudió su cabeza, su rostro angustiado.

—No. El ibuprofeno. Es demasiado pronto para darle Tylenol. —Acarició el


cabello de Mattie. Sus pestañas estaban cayendo y estaba casi dormido—.
Debí haberlo dejado caer cuando lo cambié más temprano. —Miró a Teo—
. Cariño, deberíamos irnos. Está bien por ahora, pero está cansado y no
está sintiéndose bien.

Teo lanzó la pañalera en el piso de la todoterreno.


280
—¿No crees que pueda esperar otros veinte minutos? A la fiesta todavía le
quedan dos horas. Solo necesito hablar con Ant y Big Chris para ver si
pueden supervisar la limpieza y el cierre. Están afuera consiguiendo más
cerveza.

—¿No puedes llamarlos? —preguntó Evie.

Resopló.

—No. Los camareros aquí hablan sobre todo español. Quiero dejarles en
claro a mis chicos y su equipo cómo quiero que sean manejadas las
cosas. No quiero ninguna cagada después de que me vaya; somos
responsables de este lugar, estemos o no.

—Lo sé, Teo. Pero no creo que Mattie pueda esperar tanto tiempo. —Evie
suspiró, mirando otra vez a su bebé—. En el tiempo que les tome volver a
Ant y Big Chris, puedo tenerlo en casa y en su cuna. ¿Por qué no te
quedas y te haces cargo del negocio? Me dirigiré de vuelta yo sola.

—Iré con ella, Teo —ofrecí.

Teo cuadró su mandíbula mientras miraba a su esposa y niño.


—No lo sé, Evie. Esta no es la mejor área.

—Nene, es una fiesta para tus trabajadores. Deberías estar aquí.

Teo esperó unos segundos antes de inclinar su cuerpo adentro y


acurrucar su brazo a su alrededor.

—No me gusta esto.

—Sé que no —dijo ella—, pero estoy preocupada por Mattie, y sé que tú
también.

La consideró por un largo momento, pero era claro que no estaba feliz
con su decisión.

—Solo me quedaré hasta que Ant y Big Chris vuelvan. Ve directo a casa,
¿me entiendes? —La besó cuando ella asintió y luego levantó a Mattie de
sus brazos cuidadosamente.

Mattie comenzó a lloriquear en el momento en que dejó el regazo de Evie.


Los planos del rostro de Teo se endurecieron mientras lo colocaba en su
281 asiento. Teo acarició la pequeña mejilla de su hijo, su expresión dividida
con preocupación y remordimiento mientras Evie ajustaba su vestido y
subía al frente.

Los lloriqueos de Mattie incrementaron.

—Teo. Tengo que llevarlo a casa —dijo Evie—. Es miserable.

Teo asintió renuentemente y cerró la puerta trasera. Como yo,


probablemente podía escuchar la ansiedad construyéndose en la voz de
Evie. Me apresuré a subirme al lado del pasajero. Evie encendió el motor y
bajó la ventana cuando Teo se acercó.

—Llámame cuando lleguen ahí —dijo—. Debería estar justo detrás de ti,
pero si no lo estoy, quiero asegurarme de que estén bien.

—Lo haré. —Evie le dio un rápido beso, luego cerró la ventana y salió del
estacionamiento.

No habíamos ido más allá de dos cuadras cuando Mattie dejó salir un
horrible chillido que nos hizo saltar. Azoté mi cabeza hacia atrás
mientras ella seguía conduciendo.
—¿Qué pasa? —preguntó. Mattie siguió chillando, sosteniendo su oído
derecho—. ¿Está bien?

El chiquito sollozó más fuerte.

—Creo que está adolorido.

—Mierda. No va a llegar a casa así.

Miré alrededor, señalando cuando vi una droguería.

—Ahí, estaciona. Entraré y le conseguiré algo de ibuprofeno. —Para


ahora, Mattie estaba gritando por Evie. Pobre bebé, solo quería su mamá.

Las llantas chirriaron mientras Evie doblaba duro hacia la izquierda.


Salté fuera de la todoterreno y moví el culo, pero mis pasos se detuvieron
cuando vi un pequeño grupo de jóvenes merodeando fuera de la puerta
principal.

No me gustó la forma en que miraron en mi dirección, pero los


agonizantes llantos de Mattie desde la Range Rover me hicieron seguir
282 adelante.

Me apresuré a través de los pasillos y agarré la botella de ibuprofeno.


Mientras esperaba a que el solitario empleado terminara con el cliente
frente a mí, miré a través de las ventanas de la tienda, esperando que los
hombres se hubieran ido.

No parecía haber nadie parado afuera. Pagué en efectivo y metí el cambio


profundo en mi cartera, sin molestarme en doblar los billetes o
devolverlos a mi billetera. Mattie necesitaba su medicina y Evie y yo
necesitábamos sacarlo de este vecindario.

Evie levantó la mirada desde el asiento trasero, donde estaba cuidando a


Mattie. El pobre chico no había parado de llorar y no había nada que
pudiera hacer para calmarlo. Estiró su brazo entre los asientos y
desbloqueó la puerta del pasajero cuando me estiré por la manija.

Estaba abriendo la puerta cuando una mano agarró mi cabello y otra


torció mi brazo brutalmente hacia atrás.

En un instante, me di cuenta de lo que estaba pasando y sabía que


estábamos en peligro. Traté de cerrar la puerta mientras era arrastrada
hacia atrás. Pero otro hombre apreció. Su gran cuerpo la bloqueó de
cerrarse y se subió al interior.

Evie gritó.

Pero no pude ayudarla.

Fui golpeada en el pecho contra el lado del auto. Un cuerpo se presionó


firmemente contra el mío.

—¿Adónde vas, bonita? —susurró una profunda voz contra mi oído.

El miedo debería haberme paralizado y debilitado. El terror debería


haberme agarrado de la garganta. Los escalofríos deberían haber
rastrillado por mi espalda.

Debería haber sucumbido como lo había hecho toda mi vida. En su lugar,


algo hizo clic.

No grité.

No me acobardé.
283
Reaccioné.

Justo como me había enseñado Killian.

Mi talón se estrelló en el empeine de mi captor y el dorso de mi puño se


clavó en su garganta mientras me giraba. Era más grande, más malvado
y más fuerte que el joven que me había violado. Pero cayó como un
edificio detonado cuando mi pie se estrelló contra su rodilla.

No me detuve. Lo clavé con múltiples patadas en la ingle.

La voz de un hombre gruñó con fuerza detrás de mí. Evie gritó:

—¡Aléjate jodidamente de mi bebé!

Otro gruñido. Y otro. No sabía lo que estaba haciendo Evie, pero en ese
momento no podía girarme a mirar.

El hombre grande en el suelo trató de atrapar mi tobillo. Lo pateé con


fuerza, rompiendo su nariz. Mi primer golpe y el último estuvieron
separados solo por unos segundos. E hice que cada uno de ellos contara.
Algo duro conectó con mi rostro. Pensé que había oído la voz en auge de
Teo y Evie hablando rápidamente mientras me giraba. Dolor reverberó en
mi cráneo, y todo estaba sucediendo demasiado rápido.

No vi, pero sentí que alguien más venía detrás de mí. Agaché mi cuerpo
más abajo mientras el hombre atacándome balanceaba su puño. No le
atinó, pero lo clavé en la mandíbula con un codo. Este hombre era más
pequeño que los otros dos. Debió haber estado distraído, o lo golpeé justo
en el lugar correcto. Fuera lo que fuera, se estrelló contra el asfalto.
Aterricé encima de él, golpeándolo en el rostro y la cabeza hasta que mis
brazos se debilitaron y mis nudillos estaban manchados de sudor y
sangre.

Me apresuré a ponerme de pie, mis manos levantadas, mi adrenalina


bombeando mientras escudriñaba nuestros alrededores. Los dos hombres
que había derribado estaban sangrando y en el suelo. El primero, el tipo
grande, pasó su mano detrás de su espalda cuando algo hizo clic a mi
lado. Evie dio un paso adelante con una Glock 17 apuntando a su cabeza.

284
—No lo intentes —le advirtió ella.

Su voz y sus manos estaban sorprendentemente tranquilas. No dudaría


en volarle la cara. El tipo grande se dio cuenta y se congeló.

La sangre seguía fluyendo en mis oídos cuando llegaron los mejores de


Filadelfia, incluyendo a Curran y a sus amigos policías de la fiesta. Las
luces intermitentes de los autos del equipo y de los vehículos sin marcar
cortaron en la noche y sobre el desolado estacionamiento.

Mi cuerpo permanecía vigilante, preparado para atacar y protegernos de


los hombres que yacían sobre el asfalto. No estaba segura de cuántos
policías llegaron. Apareció lo que parecía un ejército al mismo tiempo.
Todos eran necesarios cuando Teo llegó inmediatamente detrás de ellos.

El motor de su todoterreno rugió mientras aceleraba sobre una acera y


alrededor de las patrullas. Saltó y salió disparado hacia adelante,
completamente enloquecido con rabia.

Al igual que Killian, quien salió disparado del lado del pasajero, sus ojos
fijos en los míos.
El médico deslizó antiséptico sobre la piel destrozada de mis nudillos.
Traté de mantenerme quieta, pero la adrenalina que continuaba
bombeando a través de mí hacía difícil permanecer quieta.

Sentí la quemadura mientras el médico limpiaba mi piel dañada, y el


dolor palpitante de mis magulladuras. Mi pecho, el lado de mi rostro, mis
hombros, e incluso mis pies gritaban por lo que los había hecho pasar. No
podía recordar cómo había herido cada parte, todo había sucedido tan
rápido. Pero no me importaban mucho mis heridas. Mi enfoque saltó de
Killian a Evie, Mattie, y Teo.

Creí que Killian y Teo matarían a los hombres que nos atacaron. Algunos
de los policías los arrastraron hacia atrás cuando los hombres fueron
esposados y llevados a rastras. Un tercer hombre fue encontrado detrás
de la tienda, desorientado y jadeando con sangre de su boca y nariz. Evie
lo había golpeado repetidamente en el rostro y en la cabeza con una llave
gigante que Teo había dejado en su todoterreno. El tipo había sido el que
había subido a su auto; a robar su auto o quizás más. No quería pensar
en lo que podría haberle pasado a ella o a Mattie. Solo agradecía a Dios
285 que ella lo hubiera detenido y protegido a su hijo.

En el momento en que había luchado contra los otros dos hombres, Evie
había obligado a su asaltante a salir de su auto, llamado a Mateo usando
el Bluetooth, y alcanzado la Glock que Teo la hacía llevar en su guantera.
Afortunadamente, ella había escondido su permiso de armas en su bolso
y fue capaz de presentarlo a la policía.

Mi hermano sostenía a Mattie en un brazo y Evie estaba metida contra él


del otro mientras terminaba de dar su declaración. Ahora que todo había
terminado, la gama de sus emociones se liberó en forma de lágrimas que
empapaban sus mejillas.

Teo estaba tan enojado por la amenaza contra su esposa embarazada y


su bebé, que apenas podía mirarlo. Así que en cambio le di las gracias al
médico cuando terminó de vendar mis manos y regresé mi atención a
Killian.

La constante bomba de adrenalina parecía desvanecerse cuanto más


tiempo lo contemplaba. Supongo que mi cuerpo, como mi corazón, se dio
cuenta de que ya no se necesitaba el impulso de la fuerza. Killian estaba
aquí. Me protegería.
¿Sabía que era mi roca y mi héroe desde el primer momento en que nos
conocimos? ¿Mi arcángel que nunca permitiría que me pasara nada?
Parpadeé para alejar las lágrimas. Era demasiado tarde para decírselo
ahora, ¿no?

Solté una respiración temblorosa. Jesús, ¿cómo viviría mi vida sin él?

Curran le habló desde su auto. Killian me atrapó mirando y encontró mi


mirada. Dijo algo que no pude oír, pero eso hizo que Curran se volviera
hacia mí. Curran asintió una vez y se alejó cuando Killian merodeo hacia
mí.

Cruce el estacionamiento, encontrándolo a medio camino. No debería


haberlo hecho. Debería haber mantenido mi distancia. Pero entonces
quería verlo… sentirlo cerca de mí una última vez, por mucho que doliera.

Se detuvo unos metros delante de mí, sin decir nada y apenas respirando.
Bueno, eso hizo dos de nosotros.

La barba de chivo que siempre había mantenido corta y cuidadosamente


286 recortada se había estirado en una barba. Entre este aspecto más rudo y
la amenaza que se arrastraba por sus rasgos, aquellos que pasaban le
daban mucho espacio. Su presencia invocaba miedo en todos los demás.
En mí, movía algo completamente diferente.

Dios, lo había extrañado.

—Hola —dije en voz baja.

—¿Estas bien? —Sus ojos azul oscuro escudriñaron mi rostro cuando


asentí—. No te ves bien.

Mis dedos se arrastraron sobre los moretones hinchando mi mejilla y mi


sien.

—Estoy adolorida, pero estaré bien.

Pasó un largo momento antes de que él estirara su mano y levantara mi


barbilla cuidadosamente.

—No entendía cuánto te molestaba cuando me golpearan en el ring —


bufó—. Ahora lo hago.

El calor de su mano y el cuidado que usó casi me hizo llorar.


—Estoy bien —le aseguré, otra vez. Mi padre me había lastimado peor en
el pasado, pero Killian ya lo sabía, y no necesitaba que se lo recordara
entonces.

»¿Estabas en la fiesta? —pregunté cuando no dijo nada más.

—Recién había llegado cuando Evie llamó a Teo, gritando —dijo—. Teo
enloqueció; habría salido de allí por su cuenta si Curran y sus amigos no
estuvieran con él y se dieran cuenta de que algo estaba mal. Curran pidió
respaldo y despegó; él y los chicos de la policía pasaron delante de mí y
Teo cuando trataba de retirarse del estacionamiento. Es la única razón
por la que llegaron aquí primero.

Echó una mirada hacia donde estaban Teo y Evie. Mattie había dejado de
llorar, fascinado por el zumbido y las luces de la policía que seguían
brillando a su alrededor. Dio una palmada en el hombro de su papá,
señalando y balbuceando.

Killian apretó los puños.

287 —Escuchamos todo en el Bluetooth —dijo, su cuerpo pareciendo a


segundos de estallar—. Escuché a Evie gritar, a Mattie llorando… También
te escuché a ti. Sabía que estabas peleando, sabía que estabas
balanceándote… sabía que estabas sufriendo… lo sabía. Como sabía
jodidamente que no podía ayudarte.

Sin pensarlo, agarré sus temblorosas manos.

—Pero lo hiciste —dije con mi voz quebrada—. Me ayudaste a ser valiente


y me enseñaste a defenderme. No lo pensé, Killian. Luché porque eso es lo
que arraigaste en mí.

Contempló nuestros dedos entrelazados antes de encontrar mi rostro.

—Siempre fuiste valiente, Sofia, y siempre fuiste fuerte. Lo único que hice
fue mostrarte lo que ya estaba allí.

Apreté sus manos.

—Aun así me ayudaste a ser mejor de lo que era.

Sacudió la cabeza.

—No. Siempre has sido la mejor persona que conozco.


Giré mi barbilla mientras las lágrimas corrían por mi rostro.

Teo estaba colocando a Mattie en el asiento de auto del Range Rover de


Evie. Evie estaba a su derecha. Cuando terminó de ajustar el cinturón de
Mattie, tomó la mano de Evie y la llevó al lado del pasajero. Abrió la
puerta y la ayudó a entrar, luego miró en mi dirección cuando ella estuvo
segura dentro.

Él estaba esperando que hiciera mi siguiente movimiento. Así que lo hice.


Mattie y Evie necesitaban estar en casa y a salvo, y yo necesitaba
distanciarme de Killian.

—Debería irme —dije en voz baja.

—Desearía que no lo hicieras —dijo.

Había muchas cosas que deseaba poder cambiar, y que pudiera decir
para hacer las cosas bien. Pero nada vino entonces. Así que en su lugar
solté sus manos y me alejé. Si me despedía de él, me derrumbaría. Como
estaba, estaba a segundos de enloquecer.
288
Cerré la puerta trasera de la todoterreno de Evie e hice clic en mi cinturón
de seguridad en su lugar.

—¿Estás bien, cariño? —preguntó Evie.

Asentí, pero estaba segura de que ella y Teo lo reconocieron por la


mentira que era. Apoyé mi cabeza contra la ventana, mi atención en
Killian mientras seguía viendo la todoterreno.

Teo arrancó el motor.

—Ant va a conducir mi auto de regreso y Noelle va a seguir detrás en el


suyo —dijo, su voz dura.

Imagino que quería decir más, pero no lo hizo, especialmente cuando me


vio luchando por mantener la compostura. Vi a Killian observándonos, vi
que su mandíbula se apretaba y su cuerpo se endurecía a una forma
rígida acumulada en músculo, al igual que lo vi poner sus manos en sus
caderas e inclinar su cabeza cuando desaparecimos en la carretera.
N
o dormí mucho esa noche. Pensé que con seguridad volvería a
revivir el ataque mil veces o despertar temblando de miedo. En
cambio, todo giraba en torno a Killian y los recuerdos que
habíamos compartido.

Reflexioné sobre los buenos tiempos, cómo me había llamado su princesa,


cuánto nos reíamos de las bromas de su familia y de las bromas que
rodeaban la suerte irlandesa de su madre. Pensé en lo segura que me
había sentido con su cuerpo durmiendo contra el mío, y esa sonrisa con
la que me había saludado cada mañana.

Killian había sido mi maestro en muchas maneras. Me había enseñado a


289 defenderme y a ser fuerte. Más importante aún, me había mostrado cómo
dar y recibir amor libremente y en su forma más sagrada.

Mi cabeza giraba con imágenes de nuestro tiempo con su familia y la


mía, pero sobre todo de nuestro tiempo a solas. Me arrastré fuera de la
cama en algún momento del amanecer y me duché. Mi cuerpo había
renunciado a dormir, así que yo también lo hice.

Caminé tranquilamente hacia abajo para encontrar a Teo tendido en el


sofá con Mattie jugando en el suelo debajo de él. Teo se sentó cuando me
vio.

—¿No podías dormir? —preguntó.

—No. Tengo demasiado en mi cabeza. —Levanté mi falda y me arrodillé


cerca de Mattie. Me ofreció uno de sus bloques. Lo coloqué encima de la
pila que estaba construyendo. Él pareció apreciarlo y agregó uno verde
antes de darme uno amarillo.

—¿Qué vas a hacer con Kill?

Mi mano maniobró lentamente el siguiente bloque que Mattie me pasó.

—No sé si hay algo que pueda hacer. Él siente lo que siente.


—¿Te refieres a amor? —resopló Teo—. No me mires así, Sofia. Es lo que
es.

—No cuando se trata de un sentido del deber —le dije—. Siente que me lo
debe, Teo. No puedo pasar mi vida con alguien que se siente en deuda
conmigo. No es justo para ninguno de los dos.

—¿Segura que eso es lo que él cree? —Teo no era del tipo de charla de
chicas. No era de los que derraman su corazón o hablaran a través de sus
sentimientos. Pero estaba hablando entonces, y no estaba listo para
detenerse—. En su mayor parte, el amor es una completa mierda —dijo—.
La mayoría de la gente no lo dice en serio cuando lo dicen o no lo dicen
cuando deberían. —Cargó a Mattie cuando el pequeño se aburrió con sus
bloques y lo colocó sobre su pecho—.Pero ¿cuando alguien está dispuesto
a tumbarse y sangrar por ti? Esa es la mierda que cuenta.

Recogí cuidadosamente los bloques que Mattie había abandonado


mientras hablaba.

—¿Crees que lo que Killian y yo teníamos era real?


290
Teo frotó la espalda de Mattie mientras lo acomodaba contra él.

—Estoy diciendo que necesitas averiguar dónde estás parada.

Consideré lo que dijo Teo y los recuerdos que seguían plagando mis
pensamientos. Mattie se había quedado dormido cuando finalmente me
levanté. Me fui sin decir otra palabra, pero Teo ya sabía adónde estaba
yendo.

El viaje a la casa de Killian tardó solo unos veinte minutos. Y en esos


veinte minutos, casi me di la vuelta por lo menos tres veces. Temía lo que
me diría. Pero Teo tenía razón. Los dos nos debíamos la verdad.

Golpeé mis nudillos en su puerta y esperé. Cuando no respondió, golpeé


un poco más fuerte. Su camioneta estaba allí, y él estaba dentro, pero no
iba a venir. Estaba a punto de llamar de nuevo cuando abrió la puerta.

Estaba de pie sin camisa, usando solo un par de pantalones cortos de


MMA. Aunque era temprano, muy temprano, estaba despierto y
claramente sorprendido de verme.
—Hola —dijo.

—Hola.

Sacó la cabeza y miró a un lado.

—No vi tu auto. Pensé que eras un Testigo de Jehová.

—Estacioné al otro lado de la calle. —Hice un gesto hacia donde mi auto


abrazaba la acera, aunque por ahora ya lo había notado—. ¿Puedo
entrar?

Dio un paso atrás, permitiéndome pasar. Me quité las sandalias y caminé


hasta el sofá chocolate. Hice una pausa y tomé un aliento antes de
sentarme. Killian se sentó a mi lado mientras yo miraba las palmas de
mis manos. Por todo lo que necesitaba decir, ¿por qué tenía que ser tan
difícil?

—Nunca dije gracias, por todo lo que hiciste por mí. —Lo miré entonces—.
Gracias. Significó mucho.

291 No dijo nada. Un silencio incómodo se extendió entre nosotros antes de


que se inclinara hacia adelante y colocara sus antebrazos en sus muslos.

—Esto no está bien, Sofia —dijo finalmente—. No se supone que las cosas
sean así, no entre nosotros.

Me froté las palmas de las manos.

—Lo sé. —No estaba planeando decir lo que dije, pero mi corazón siempre
había gobernado, y hoy no fue la excepción—. Te extraño.

Suspiró y bajó los párpados, su voz pesada:

—Yo también te extraño.

Ninguno de nosotros se movió durante mucho tiempo. Cuando abrió los


ojos, su atención se dirigió hacia adelante, hacia la cocina.

—He estado pensando en lo que dijiste, sobre lo que siento por ti y en


cómo te decepcioné ese día.

—No me decepcionaste, Killian —susurré.


—Estás equivocada. —Su mirada se endureció, aunque no me miraba—.
Hablaba en serio, nunca me perdonaré por no estar allí cuando me
necesitabas.

—No eres la persona que me hizo daño. Y nunca lo harías. —Coloqué mi


mano en su brazo—. Te perdoné hace mucho tiempo por elegir estar con
alguien más. Es hora de que te perdones a ti mismo.

—No puedo. —Sus irises azules parpadearon con tristeza—. No después de


todo lo que te costó mi error.

Mi mano se deslizó de su brazo.

—Todavía te sientes culpable —dije en voz baja.

—Sí, lo hago —admitió. Observó mi mano mientras lo dejaba, antes de


levantar la barbilla y encontrarse con mi rostro—. Cuando regresaste a
mi vida, pensé que esta era mi oportunidad de arreglar las cosas. Como
dijiste, una oportunidad de redención.

Toda mi fuerza me dejó. Era un esfuerzo simplemente seguir respirando.


292
No había querido tener razón. Y la tenía.

—Sofia —dijo cuando la primera de mis lágrimas cayó—. Había pasado


años viviendo con remordimientos y preguntándome cómo podría
arreglar las cosas. Vi nuestro tiempo juntos como una oportunidad para
hacer lo correcto para ti… pero luego nos volvimos algo más.

Mi voz tembló:

—Pero no fue por las razones correctas, Killian.

—No. No al principio. —Deslizó su mano sobre la mía—. Cuando me


llamaste ese día que te fuiste, tuve miedo de que tuvieras razón: que lo
que sentía fuera por todas las razones equivocadas. —Resopló—. He
estado asustado y sido miserable todo este maldito tiempo. Pero entonces
sucedió algo anoche, y cambió todo, cómo te veía, y me mostró lo que
realmente significas para mí.

Aguardé, esperando que dijera algo sobre el ataque o cómo me había


defendido. Nunca esperé que dijera lo que dijo.
—Teo nos dijo que Evie está embarazada —dijo, sujetándome la mano con
cuidado—. Y todo lo que podía pensar era en cómo lucirías embarazada
con mi hijo.

El tiempo se detuvo. No pude respirar. Y cuando lo hice, empecé a llorar.

Killian me acurrucó a él, limpiando mis lágrimas.

—Quiero casarme contigo, Sofia. Quiero hacer bebés contigo, y envejecer


contigo —dijo con voz áspera—. Te amo. Dios, estoy tan enamorado de ti.

Tragué con dificultad y traté de hablar.

—Pero, ¿cómo sé que lo que sientes viene de algo puro y no de la culpa


que aún llevas?

La magnitud de su mirada me mantuvo en mi lugar.

—Porque te he amado desde la primera vez que vi tu sonrisa y me pediste


que fuera tu amigo.

Killian me abrazó cuando me rompí. Lo agarré contra mí mientras


293
susurraba palabras de consuelo y me decía que nunca quería dejarme ir.

Nuestro pasado había sido nuestro enemigo. Nos golpeó, nos retuvo, y
nos separó. Debido a ello, pensé que hoy sería nuestro último adiós. Pero
cuando su sonrisa se encontró con la mía, cuando me besó, y cuando me
prometió un por siempre, di la bienvenida a nuestro futuro como a un
amigo.

Killian me levantó en sus fuertes brazos y me llevó a través de nuestra


casa, hasta nuestro dormitorio, y a nuestra cama.

Dos años más tarde, me cargó a través de nuestro umbral, con la cola de
mi vestido de novia revoloteando detrás de nosotros.
A
caricié el cabello de Sofía cuando la brisa empujó uno de sus rizos
contra su perfecto rostro. Se había quedado dormida. Sabía que
estaba cansada cuando la llevé a la hamaca conmigo aunque
intentó negarlo. Mientras observaba su pecho subir y bajar, no pude
evitar pensar en todo lo que atravesamos para llegar hasta aquí…

—Hola —me dijo la chica, su voz tan tranquila que apenas la escuché.

—Hola —le devolví.

No me gustaban las chicas. Hablaban demasiado… y olían gracioso, como


a esas flores en el jardín de Grammie que siempre me hacían estornudar.
294 Pero me gustaba esta, y cómo sus rizos elásticos se derramaban de su
cola de caballo como miniresortes. Me preguntaba qué pasaría si tiraba
de uno.

Así que lo hice.

Sus claros ojos verdes se ensancharon cuando alargué el rizo hasta llegar
a mí. Rebotó como un elástico cuando lo solté.

—Genial —dije, sonriendo—. Soy Killian. ¿Cuál es tu nombre?

—Sofía. —Arrastró el nombre como si no estuviera segura de sí debería


decírmelo, luego miró sus pequeños pies antes de devolver la mirada—.
¿Quieres ser mi amigo? —preguntó en voz baja.

Mi sonrisa se ensanchó.

—Por supuesto. ¿Quieres jugar con los autos?

Fue la primera vez que la vi sonreír. Justo entonces y allí, ella me tuvo. Y
ella ni siquiera lo sabía.

Aparte de mi familia, Sofía era la única constante en mi vida: nos


habíamos pelado las rodillas jugando en la calle, compartido caramelos y
chucherías, y nos habíamos hecho reír con bromas estúpidas que nadie
encontraba graciosas excepto nosotros. Sí. Siempre estaba allí. Hasta que
de repente no lo estuvo.

Pasaron los años. No parecía demasiado tiempo después de eso que mi


chico Teo estuvo fuera en servicio, dejándome con su hermosa hermanita.

—Me he enlistado —me dijo Teo—. Estaré fuera de aquí dentro de dos
semanas.

Estábamos en el gimnasio del Jefe, pateando la pesada bolsa mientras


esperábamos nuestro turno en el ring. Fruncí el ceño.

—¿Estás jugando conmigo?

Dio una patada a la bolsa, sacudiéndola a pesar de lo fuerte que la


sostenía.

—Tengo que hacer algo con mi vida —dijo—. No quiero terminar como el
viejo. —Pateó de nuevo y luego dos veces más, golpeando la bolsa justo en
mis entrañas—. El ejército prometió ayudarme a convertirme en un
mecánico y voy a aceptarles la oferta.
295
Encontré su mirada.

—Vas a dejar a tus hermanas atrás.

Teo sabía lo que quería decir, y de quién estaba hablando. Bajó la pierna
antes de que pudiera patear de nuevo, observándome cuidadosamente.

—No puedo ayudarlas a menos que me ayude primero, Kill.

Solté la bolsa y ajusté mis guantes de pelea.

—Sí. Yo lo creo. —Maldición. Estaba enojado. Pero sabía que tenía razón. A
los dieciocho años, era hora de que Teo hiciera lo correcto por su familia
y encontrara su salida de su vida de mierda.

—¿Quieres hacer algo por mí? —preguntó Teo.

—Sí.

—Estoy hablando en serio, Kill.

Yo también. Teo no lo era de sangre, pero se había convertido en mi


hermano.

—Nómbralo. Cubro tu espalda.


—No es mi espalda la que me preocupa —dijo. Colocó las manos en sus
caderas y miró hacia donde estaban los combatientes más jóvenes—.
Quiero que vigiles a Sofía. Ella no es Lety, ¿sabes? No sé si lo logrará si no
estoy cerca para protegerla.

Miré la estera, recordando todas las veces que Sofía llevaba mangas
largas en el verano para ocultar sus moretones, y lo rojo que estarían sus
lindos ojos después de pasar la noche llorando, gracias al imbécil de su
padre. Me estaba haciendo más grande, más duro. Sabía que vendría un
día en que llamaría a la puerta de Sofía y le daría un poco de su propia
medicina a Carlos por la mierda que le había hecho pasar. Pero solo tenía
dieciséis años, así que en lugar de hablar en grande, miré a Teo directo a
la cara.

—¿Qué quieres que haga?

Apretó la mandíbula.

—Solo sé su amigo, Kill. Cuida de ella, asegúrate de que nada le pase, ¿me
entiendes? Le teme a su propia casa. No tiene por qué temer a las calles
296
también.

—Está bien —respondí sin pensar otra vez.

Teo resopló como si no me creyera.

—Necesito que me lo jures, que me lo prometas como un hombre de


verdad. Esto no es una broma para mí, Kill. Sofía no es como todos los
demás. Es dulce, tal vez demasiado dulce. La vida es muy jodidamente
dura para alguien tan buena.

Sí. No había nadie como Sofía. Encontré la rígida mirada de Teo y le


ofrecí mi mano.

—Lo juro por Dios. No le va a pasar nada.

Y nada le pasó. Durante mucho tiempo, estuvo a salvo porque estaba


conmigo.

Eso cambió el día que lo jodí… el día en que olvidé mi palabra para estar
con Josefina Miller.

Saqué el culo de la casa de Josefina, todo el camino de regreso al barrio.


Santa mierda. ¡Finalmente tuve sexo!
Abrí la puerta de mi casa sin aliento, pero dispuesto a derramar todos los
detalles. Y, está vez, tal vez mentir con que duré más de lo que realmente
lo hice, pero…

Sabía que algo estaba mal incluso antes de que me girara a la sala de
estar y encontrara a mi familia reunida alrededor de nuestra mesa de
comedor. Declan sostenía la mano de mi madre mientras ella lloraba.
Wren también estaba llorando. ¿Qué carajos? Ella nunca lloraba.

Angus se puso de pie despacio y caminó hacia mi lado.

—Kill, alguien lastimó a Sofí —dijo.

Sentí que el color se drenaba de mi rostro.

—Fue violada —continuó tranquilamente—. Un tipo la llevó a su auto y la


violó.

Fue como si hubiera tragado en un vórtice, como en esas películas de


ciencia ficción de baja producción que solía ver. Todo parecía estar lejos.
Recordé haber intentado zafarme de la llave inglesa aplicada por Angus.
297
Lo siguiente que supe fue que me estaba moviendo fuerte, luchando
contra mi familia —tratando de alejarme—, tratando de jodidamente
sacar toda la rabia desgarrando su camino a través de mí.

Mamá estaba gritando, todo el mundo se estaba apilando, gritando que


me detuviera. Pero no podía detenerme. Tenía que encontrar a Sofía.
Tenía que protegerla. Nada podía pasarle a ella… nada. Lo prometí.
¡Jodidamente lo prometí!

Una mano carnosa me golpeó en el rostro, una y otra vez, sacudiendo mi


cráneo. Wren estaba en mi espalda, diciendo mierda que no podía
entender, mientras mis hermanos sostenían mis brazos y me obligaban a
arrodillarme sobre nuestro viejo piso de madera.

Angus se paró sobre mí, listo para dar otro golpe. Mi visión se desdibujó y
mis ojos me picaron, pero no fue por sus golpes.

Fue por saber lo que había hecho. Incliné la cabeza y me rompí. No había
cumplido mi promesa. No era un hombre de verdad. Los hombres de
verdad cumplían su palabra.

Especialmente cuando se trataba de los que amaban.


Sofia se movió contra mí.

—¿Tienes hambre? —murmuró, manteniendo los ojos cerrados.

Incliné mi barbilla para besarle la coronilla.

—Shhh. Estoy bien. Vuelve a dormir, princesa.

Ajustó su posición contra mí, la pequeña arruga en su frente se borró


cuando volvió a dormir.

Sofía fue siempre la única. Después de que toda esa mierda sucediera, la
había vigilado a lo largo de los años. Comprobado con su madre para ver
cómo estaba. ¿Cómo no iba a hacerlo? Entonces ya la amaba. Lástima
que no lo reconocí por lo que era, y demasiado malditamente malo que
no mereciera el mismo amor de vuelta.

Me llevó mucho tiempo ver a Teo directamente a los ojos. Nunca habló de
298 ese día, de la promesa que le había hecho. Lo había dejado pasar sin
llamarme, hasta que se dio cuenta de que quería ser más que el amigo de
Sofía.

—Oh, sé que no estás comprobando a mi hermanita —había gruñido.

Supongo que le sorprendió que me gustara. Pero entonces ella era su


hermanita. No vio lo que yo veía, que la linda niña con rizos saltones se
había convertido en una mujer hermosa de la que no podía apartar la
mirada.

El problema era que ella estaba rota.

Y yo era la causa.

Me prometí convertirme en un hombre mejor, y construir una vida mejor


para mí y quizás para nosotros si me diera una oportunidad. Comprar mi
gimnasio fue el comienzo. Simplemente no tenía ni idea de en qué me
estaba metiendo.

Estaba tratando de darle sentido a mi factura de servicios públicos un


mes después de comprar mi casa. Santa mierda. ¿Tanto costaba la
calefacción?

Derek llamó a la puerta de mi oficina.


—Oye, Kill. Alguien está aquí por el trabajo de oficina y computadora.

Pensé que estaba jugando conmigo, especialmente cuando seguía


sonriendo mientras miraba al final del pasillo. Ese trabajo que había
enumerado no pagaba una mierda.

—Bien. Hazlo pasar.

Me esperaba a una anciana o un cabrón que no estuviera calificado. Juro


por Cristo que me convertí en piedra cuando Derek se apartó y Sofía
entró. Se detuvo tan abruptamente, que casi cayó en la habitación.

—Ah, hola, Killian —balbuceó, tratando de aferrarse a la bolsa de su


computadora cuando se le escapó de los hombros. Sus mejillas
enrojecieron y su maravilloso rostro me miró de nuevo.

Derek la miró de arriba a abajo como si quisiera morder su culo justo


delante de mí.

—¿No tienes mierda que hacer? —le grité.

299 Sofía lo miró mientras desaparecía, antes de volver su atención a mí.


Empujó uno de sus largos rizos detrás de su oreja.

—No sabía que trabajabas aquí.

—Soy el nuevo dueño —le dije.

No puedo estar seguro de si esas fueron mis palabras exactas. Estaba


demasiado ocupado observándola y reconociendo su presencia por lo que
era: mi oportunidad de redención, mi oportunidad de compensarla. Podía
vigilarla, asegurarme de que nada malo le pasaría a mi Sofía.

¿Mi Sofía? Ay demonios, supongo que lo era.

Devolvió mi sonrisa. Eso fue todo lo que tomó para que ella me golpeara
en el culo. Yo era un feroz y peligroso luchador de MMA.

No tenía ninguna posibilidad contra esta cosita.

Cuando finalmente la besé… maldición, sabía que no había vuelta atrás.


Pero joder, cuando comenzamos a enredarnos, enloquecí por completo.

Pero entonces dijo las palabras que no debía decir:

—Te amo, Killian.


Dios, ayúdame. Bien podría haber arrancado mi corazón.

—No digas eso a menos que lo sientas —le dije—. Lo digo en serio. No
juegas con esa palabra.

En realidad le estaba rogando que se retractara. Ella no me amaba.


Amaba al hombre que se suponía que debía ser para ella, el que la
mantenía a salvo. Pero cuando sus suaves ojos verdes se encontraron con
los míos, y su piel desnuda se encogió contra mí, supe que lo decía en
serio.

Debería haberle dicho todo entonces, excepto que no lo hice. En lugar de


eso, esperé a que ella se durmiera para decirle que también la amaba. Era
la primera vez que lo había admitido. La cosa era que yo todavía no era el
hombre que Sofía necesitaba.

Se dio cuenta de lo difícil que era el tipo de hombre que yo era, y al igual
que no podía protegerla, no podía detener su dolor.

—Se suponía que fueras diferente —dijo, llorando tan fuerte que cada
300 palabra me golpeó como un puñetazo—. ¡Se suponía que debía significar
más para ti que esto!

No entendía lo que significaba para mí. Cristo, mi mundo se desmoronó


cuando se fue. Pero tenía razón, estar con ella por culpa era una mierda, y
no lo que ella merecía.

Pasé las próximas semanas sin hacer nada, apenas hablando, y listo para
la guerra con cualquiera que me molestara. No importaba todo el tiempo
que Sofía se fuera: mi carrera, mi negocio, mi familia, nada.

Curran me envió un mensaje a casa una semana después de que


regresamos de Las Vegas. Casi no respondí, imaginando que solo estaba
comprobando.

Estoy en la fiesta de Teo con algunos de mis chicos. El único


agradeciendo a sus mecánicos y personal.

No le devolví el mensaje de texto. En cambio, cambié de canal, aunque


apenas estaba viendo la maldita pantalla plana.

Sofe está aquí, contestó cuando no respondí.


Eso llamó mi atención. También lo hicieron los siguientes tres que
siguieron.

Ella te extraña.

Me lo dijo.

Ven a decirle que también la extrañas, idiota.

Miré la pantalla. Si Curran estaba mintiendo, yo… ¿a quién carajos estaba


engañando? Estaba yendo por ella.

¿Dónde es?, le devolví en un mensaje de texto.

—¿Qué pasa? —le pregunté a Teo, tratando de mantener la calma cuando


descubrí que me había perdido a Sofía.

Teo sonrió mientras limpiaba su Coca-Cola.

301 —Evie está embarazada.

Teo estaba feliz. Yo estaba feliz por él. Pero no podía dejar de estar celoso,
también.

Tenía la vida perfecta, con la mujer perfecta, y ahora otro niño perfecto
en camino. Yo había jodido las cosas con mi mujer perfecta. Jesús… ¿cómo
habría lucido Sofía con mi bebé?

—¿Estás bien? —me preguntó Teo, con el ceño fruncido.

—Sí. Bien. —Le estreché la mano—. Felicidades, hermano —dije, en serio.

Curran y sus amigos se estaban turnando para felicitarlo cuando su


teléfono zumbó. Teo lo alcanzó en el bolsillo trasero y golpeó el altavoz.

—Hola, nena…

—¡Teo, estamos en problemas! —gritó Evie sobre los gritos de su bebé—.


¡Estamos siendo atacados, necesito ayuda!

Teo arrancó hacia su auto con el resto de nosotros detrás de él.

—¿Dónde estás?

—A dos cuadras de la fiesta, en la Farmacia A y D. ¡Date prisa!


Curran se metió en el auto con su compañero mientras llamaba a atacar
al recinto más cercano. El resto de sus chicos saltaron en sus autos y
transportaron sus culos.

Subí a la todoterreno de Teo, apenas logrando cerrar la puerta del


pasajero antes de que pisara con fuerza en el acelerador y saliéramos
volando del estacionamiento. Golpeó los frenos cuando los policías más
cercanos a la salida le cortaron el paso.

—¡Joder! —gritó—. Evie, voy en camino. Quédate en el auto con Mattie y


Sofi…

—¡Sofi está ahí afuera con ellos! —gritó—. La tienen. ¡Tienes que venir
ahora!

La parte inferior de mi estómago cayó. Ellos tenían a Sofía.

Mattie siguió llorando, Evie le rogaba a Teo que se diera prisa, Teo le
decía que se calmara, intentando darle seguridad. A través de todo,
escuché a Sofía. Sus gruñidos. Sus puñetazos. Sus patadas.
302
Jesucristo, mi chica estaba luchando por su vida.

Teo aceleró todo el camino, parachoques con parachoques con la patrulla


delante de él hasta que vio una apertura entre dos camionetas y condujo
el auto por la acera. Los policías se amontonaron encima de los dos hijos
de perra extendidos sobre el asfalto.

Ambos estaban sangrando.

Y Sofía también.

Curran y sus amigos chocaron conmigo y Teo cuando salimos de su auto.


Iba a matar a esos imbéciles y Curran lo sabía.

—Kill, detente… ¡detente! —gritó—. ¡Maldición, detente o te arrestaré! —Me


golpeó en el hombro—. ¿Crees que esto está ayudando a Sofi? Déjanos
hacer nuestro trabajo, y juro por Dios que los chicos y yo la
protegeremos.

No me moví, mi enfoque se bloqueó en su tembloroso cuerpo y la sangre


que goteaba de sus nudillos. Joder, no necesitaba a nadie para protegerla.
Ya se había protegido a sí misma…
Cuando el doctor hubo terminado, no había nada que me mantuviera
alejado de Sofía, especialmente cuando la atrapé mirándome
directamente. Crucé el estacionamiento. Me encontró a medio camino.
Quería decirle que la amaba, que la necesitaba conmigo. En lugar de eso,
dije todas las cosas equivocadas y la observé mientras se alejaba.

Pasé la noche ejercitando entre toda la mierda entre Sofía y yo. Estaba
acostado en la cama mirando al techo cuando alguien llamó a mi puerta.
Cristo, ¿ahora qué?

Golpearon de nuevo la puerta, esta vez más fuerte. Jesús, es jodidamente


sábado.

Abrí la puerta para encontrar a Sofía allí. Al principio, no sabía qué decir,
odiando toda la tensión entre nosotros. Pero esta era mi oportunidad de
decirle lo que sentía. Así que lo hice, con la esperanza de no joderlo.

—Cuando regresaste a mi vida, pensé que esta era mi oportunidad de


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arreglar las cosas. Como dijiste, una oportunidad de redención.

Ella se encogió de mí, sus ojos enrojeciendo y brotando lágrimas. Mierda.


¿No sabía que me mataba verla llorar?

—Sofía —dije, observando sus lágrimas derramarse—. Había pasado años


viviendo con remordimientos y preguntándome cómo podría arreglar las
cosas. Vi nuestro tiempo juntos como una oportunidad para hacer lo
correcto para ti… pero luego nos volvimos algo más.

Su voz tembló.

—Pero no fue por las razones correctas, Killian.

—No. No al principio. —Pasé mi mano sobre la suya, con cuidado de no


lastimar sus dedos hinchados y vendados—. Cuando me llamaste ese día
que te fuiste, tuve miedo de que tuvieras razón: que lo que sentía fuera
por todas las razones equivocadas. —Resoplé—. Había estado asustado y
sido miserable todo este maldito tiempo. Pero entonces algo sucedió
anoche, y cambió todo, cómo te veía, y me mostró lo que realmente
significas para mí.

No dijo nada, esperando que yo encontrara las palabras correctas.


—Teo nos dijo que Evie está embarazada. —Sostuve su mano con
cuidado—. Y todo lo que pude pensar fue en cómo lucirías embarazada
con mi hijo.

Dejó de moverse. Pensé que la había asustado hasta que hizo ese grito
feliz de ella, el mismo como cuando le di el joyero de madera. La acerqué
a mí. No podía parar ahora. Necesitaba escucharlo todo.

Abrí la boca… y todo lo que sentía se derramó a la carrera.

—Quiero casarme contigo, Sofía. Quiero hacer bebés contigo, y envejecer


contigo —gruñí—. Te amo. Dios, estoy tan enamorado de ti.

Luchó por hablar. Casi no podía oírla.

—Pero ¿cómo sé que lo que sientes viene de algo puro, y no de la culpa


que aún llevas? —preguntó.

En mi voz —en mi jodida mirada— le rogué que creyera lo que sabía que
era verdad.

304 —Porque te he amado desde la primera vez que vi tu sonrisa y me pediste


que fuera tu amigo…

Sofía levantó la cabeza y parpadeó, sonriendo cuando la besé. Mi mano se


deslizó sobre su vientre creciente.

—¿Cómo está mi chico? —pregunté.

Su mano cubrió la mía a tiempo para que nuestro hijo nos pateara a
ambos. Ella se rio.

—Creo que está tratando de decirnos que tiene hambre.

—Entonces debería alimentarlos a los dos. —Me levanté, tirando de Sofía


con cuidado. Mantuve mi brazo alrededor de ella mientras dejábamos el
patio y entrábamos en la casa.

El día que me casé con ella, le juré que siempre cuidaría de ella. En otro
mes, también tendría un hijo para cuidar. Pero eso estaba bien para mí.
Un hombre cumple sus promesas. Especialmente cuando se trata de
quienes ama.
U
na vez compartieron una noche de
pasión. Ahora un encuentro fortuito
los obliga a reunirse. En el debut de
la serie “O’Brien Family” de Cecy Robson —
perfecta para los lectores de Monica Murphy
y J. Lynn—, dos opuestos totales encuentran
que las llamas del deseo todavía están
ardiendo.

Curran O’Brien, policía resistente como el


acero, está ascendiendo rápidamente en las
filas del departamento de policías de
Filadelfia. Pero cuando su compañero novato
305 es casi asesinado bajo su cuidado, Curran solo quiere probarle que aún
tiene lo que se necesita para estar entre los mejores de Filadelfia. Así que
está muy enojado de estar atascado con una cómoda asignación de
seguridad para la oficina del fiscal… hasta que le echa un buen vistazo a
la dulce y estrecha interna a la que debería proteger… pero no tocar.

Tess Newart reconoce a Curran instantáneamente. ¿Cómo podría no


hacerlo? En la universidad, ¡ella ató a este exchico de fraternidad con sus
calcetines! Esa chisporroteante aventura de una noche fue la única
indiscreción que Tess se permitió. Ha sobrevivido a la escuela de leyes
hasta ahora, a pesar de ser presionada para tener éxito por su padre
autoritario. Ahora que es una interna en un importante caso contra un
despiadado jefe criminal, no pondrá en peligro su carrera al ceder a la
tentación una vez más. Solo que nunca esperó que la tentación luciera
tan malditamente caliente en uniforme.

Tess sabe que su padre tiene otros planes para ella, y no includen a
Curran. Pero pronto ella se está enamorando de él una vez más. Y cuando
el peligro emerge, Curren probará cuñan buen policía chico-malo puede
ser.

O’Brien Family #1
¡TE ESPERAMOS CON MÁS LECTURAS!

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