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DESDE EL BORDE.

Reflexiones socio-políticas sobre la pandemia.

 Un Nuevo Imaginario Social.

Sassen

La vida y el relacionamiento social se construye mediante un equivalente de pensar el


problema a partir del refugio, en tiempos de coronavirus es la casa: la única vacuna
que conocemos en este momento. “A diferencia de los bombardeos —cuando la
población abandonaba las casas y se juntaba en los refugios—, esta vez se nos pide
separarnos. Y aislarnos presupone que haya casa”. Si la solución es quedarse en casa
para protegernos y proteger al otro, la vivienda ya no es solo un derecho: juega un
papel clave en la salud pública”.

Aunque la crisis ha cuestionado temporalmente la convivencia en espacios públicos,


defienden que “densidad no es hacinamiento, sino apoyo mutuo y convivencia”

La lección del confinamiento ha sido comprobar que hemos aceptado como legítimo
que recorten nuestra libertad. “De ahora en adelante ya sabemos que la emergencia
climática o la inequidad —por nombrar solo dos urgencias— podrían hacernos aceptar
medidas radicales y globales”, advierte el arquitecto. “Nos resta ponernos de acuerdo
en su urgencia para alcanzar un nivel de legitimidad en la toma de decisiones
equivalente al de esta pandemia”. (Relacionar con lo último de Agamben)

Franco Berardi

El dinero no puede comprar la vacuna que no tenemos, no puede comprar las


máscaras protectoras que no se han producido, no puede comprar los departamentos de
cuidados intensivos que han sido destruidos por la reforma neoliberal del sistema de
salud de Europa. No, el dinero no puede comprar lo que no existe. Solo el
conocimiento, solo el trabajo inteligente puede comprar lo que no existe. Así el
dinero es impotente ahora. Solo la solidaridad social y la inteligencia científica están
vivas, y pueden volverse políticamente poderosas. Por eso creo que al final de la
cuarentena global, no volveremos a la normalidad. Lo normal nunca volverá. Lo que
sucederá después aún no se ha determinado, y no es predecible.

Aquello con alto valor de uso está de vuelta en el campo social. El uso, olvidado y
negado por el proceso capitalista de valorización abstracta, es ahora el rey de la
escena.

El fin de la subjetividad como motor del proceso histórico implica el fin de lo que
hemos llamado “Historia” con h mayúscula, e implica el comienzo de un proceso en el
que la teleología consciente es reemplazada por múltiples estrategias de
proliferación human.
 De lo social a la política.

Latour

La pandemia ni siquiera es un fenómeno «natural», como las hambrunas del pasado o la


actual crisis climática. Desde hace algún tiempo, la sociedad ya no se ha limitado a los
estrechos límites de la esfera social.

Es justamente el estado de las estadísticas: la gestión de la población en una red


territorial vista desde arriba y guiada por el poder de los expertos. Exactamente lo
que vemos aumentar hoy, con la única diferencia de que se replica paso a paso hasta que
se vuelve planetario.

Existe un inmenso abismo entre el Estado capaz de decir «Te protejo de la vida y de la
muerte» -es decir, de la infección de un virus cuyo rastro es conocido solo por los
científicos y cuyos efectos son comprensibles sólo a través de la recopilación de datos
estadísticos-, y el Estado que se atrevería a decir: «Te protejo de la vida y la
muerte, porque mantengo las condiciones de habitabilidad de todos los seres vivos
de los que dependes». Piénselo: imagine que el presidente Macron viene a anunciar, en
el mismo tono de Churchill, un paquete de medidas para dejar las reservas de gas y
petróleo en el suelo, detener la comercialización de pesticidas, abolir el arado profundo
y, con suprema audacia, para prohibir el calentamiento de los fumadores en las terrazas
de los bares… Si el impuesto a la gasolina desencadena el movimiento de los chalecos
amarillos, uno se estremece al pensar en los disturbios que incendiarían el país. Y, sin
embargo, la solicitud de proteger a los franceses, por su propio bien, de la muerte
está infinitamente más justificada en el caso de la crisis ecológica que en la crisis de
salud, ya que afecta literalmente a todos, y no a unos pocos miles de personas, y no
por un período de tiempo, sino que es para siempre.

Pero hay otra razón por la cual la figura de la “guerra contra el virus” se hace
incomprensible: en la crisis de salud, puede ser cierto que los humanos en su conjunto
«luchan» contra los virus -incluso si no tienen interés en nosotros y van de la garganta a
la nariz, matándonos sin remordimientos, pero para esta guerra, el Estado Nación
está mal preparado, mal calibrado, mal diseñado, porque los frentes son múltiples y
cruzan a cada uno de nosotros. Es en este sentido que la «movilización general»
contra el virus no muestra de ninguna manera que estemos listos para la próxima
crisis.

Agamben

La vida desnuda –y el miedo a perderla– no es algo que una a las personas, sino algo
que las separa y las deja ciegas. Una sociedad que vive en un constante estado de
excepción no puede ser una sociedad libre. De hecho, vivimos en una sociedad que
ha sacrificado la libertad en favor de las llamadas razones de seguridad y se ha
condenado a vivir en un estado constante de miedo e inseguridad, Por ejemplo, la
militarización, el debilitamiento de los derechos democráticos, las tendencias
bonapartistas de los gobiernos europeos.

Agamben también se basa en el hecho de que, aunque generalmente critica la presencia


del poder en la crisis, abstrae este poder de las luchas de clase concretas. Sin embargo,
las huelgas en muchos países, más recientemente la huelga general en Italia,
muestran que los intereses de clase son muy concretos en la forma en que se está
luchando contra el coronavirus. Por ejemplo, en lugar de limitarse a la crítica
abstracta del poder, debería estar en el orden del día la siguiente pregunta: ¿cómo
se controlan democráticamente las medidas sanitarias necesarias? ¿Quién
determina cuáles son las actividades económicas esenciales y cuáles no? ¿Quién decide
qué se produce? ¿En manos de quién debe estar el sistema de salud, a quién debe servir?

Esto significa que la decisión sobre el trabajo esencial y la decisión sobre las
condiciones de trabajo deben ser tomadas por los propios trabajadores. El Estado
apuntala al sistema neoliberal de salud aunque es obvio que debilita la lucha contra el
virus, y los trabajadores no tienen control sobre su propio trabajo dentro de él. Los
políticos, por ejemplo, aplauden a los trabajadores de la salud, pero su trabajo sigue
siendo racionalizado y tercerizado. Por otra parte, los trabajadores de la salud y otros
sectores esenciales deben controlar las medidas para que sean eficaces y redunden en su
propio interés y en el de la mayoría.

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