Академический Документы
Профессиональный Документы
Культура Документы
EJE 1
Conceptualicemos
Fuente: Shutterstock/349834604
Introducción . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 3
Duelo y su desarrollo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 11
Bibliografía . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 18
ÍNDICE
Introducción
Instrucción
• Para ampliar la información sobre los procesos de muerte y duelo, te
invitamos a realizar la siguiente lectura:
Actitudes psicológicas ante la muerte y el duelo. Una revisión
conceptual
Gala, F., Lupiani, M., Raja. R., Guilén. C., González, J., Villaverde,
M., Alba, I.
• Revisa la animación.
Historia de la
concepción de muerte
Desde la antigua Grecia, 400 a.C. ya se desarrollo de creencias asociadas al falle-
hablaba de la muerte a través de los filó- cimiento a lo largo de la historia. En el anti-
sofos griegos, que a partir de sus conoci- guo Egipto, Pacheco (2003), cuenta que se
mientos y creencias dieron las bases para creía en el espíritu, y que este podía aban-
el desarrollo de diferentes ciencias, que donar el cuerpo para reencarnar en ave,
en la actualidad nos ayudan a entender por lo que el cuerpo debía cuidarse para el
la muerte. Platón, maestro de Aristóteles, reencuentro con el espíritu. Por esta razón
planteaba que el cuerpo era la cárcel del acudían al embalsamamiento como forma
alma, por tanto, al fallecer, el alma era de mantener el cuerpo de los difuntos. Por
libre. De esta manera la muerte de los indi- otra parte, refiere que en la cultura hindú,
viduos trascendía el plano físico. De hecho, se rompía el cráneo del fallecido para que
Platón sostenía sus creencias basado en el espíritu pudiera salir. En estos tiempos,
que el alma se reencarna en diferentes el mismo autor plantea que los cuerpos
seres vivos, hasta ser purificada, cuando eran cuidados y en algunos casos enterra-
finalmente podía ser libre. Por su parte dos con sus utensilios debido a la creencia
Aristóteles, discípulo de Platón, planteaba que la vida continuaba más allá del plano
una posición diferente, en donde el alma y terrenal, y que iban a necesitar sus cosas
el cuerpo eran uno solo. Planteaba que los materiales para continuar.
seres vivos éramos sustancia, la cual estaba
formada por materia y forma. La primera, Desde los principios de la Edad Media
era sinónimo del cuerpo, y la segunda, del (siglos V al XV), Ariés (2000) cuenta cómo
alma. Al morir, Aristóteles proponía que el la muerte era entendida como un pro-
alma también dejaba de existir, pues la ceso natural. Desde pequeños, los adultos
forma no podría ser sin la materia. y ancianos le enseñaban a los niños que
la muerte hacía parte de la vida, incluso
Posteriormente, en el tiempo conocido cuenta cómo hacían parte del lecho de
como la Escolástica Cristiana, San Agustín muerte; sin embargo, el protagonismo
(siglo IV) y Santo Tomás (siglo XIII), propo- era de la persona enferma, a quien no se
nen nuevamente una diferencia entre el le ocultaba la posibilidad de fallecimiento,
alma y el cuerpo. San Agustín, por su parte, incluso era la persona próxima a partir
manifiesta que Dios es el principio y fin de quien le avisaba a sus parientes la proxi-
todas las cosas, por lo tanto, al morir, el midad del deceso, con el objetivo de dar
alma debe regresar a Él, pues fue el ori- a conocer a las cabezas religiosas y así
gen de la misma. De igual manera, Santo recibir la bendición antes de que llegara el
Tomás, habla de la dualidad de cuerpo y momento. El fallecimiento se producía en
alma que proponía Platón, por lo que al casa, rodeado de la familia, de las perso-
morir el alma se independiza del cuerpo. nas que lo acompañaron durante su vida,
A diferencia del planteamiento del filósofo rodeado de amor y cuidados especiales. La
griego, Santo Tomás no creía que tras la familia, por su parte, se encontraba a la
muerte, el alma pudiera reencarnar en otro espera del momento, que se consideraba
cuerpo. anhelado. No se concebía la muerte como
un quebrantamiento o el fin de la vida, sino
Es así como desde la época de a.C. ya como el comienzo de otra, en donde posi-
se tenían unas concepciones de muerte blemente no iba a haber más enfermedad,
que influyeron, en alguna medida, en el sufrimiento, o preocupaciones; sino des-
A partir de finales del siglo XIX y desde el XX, se comienza a entender a la muerte
como una ruptura, un quebrantamiento, aquella culpable que saca al individuo de la
vivencia de su propia existencia, que le arrebata la oportunidad de continuar con su vida,
y compartiendo con sus seres queridos. A partir de este tiempo, y en congruencia con
esta creencia, comienza a generarse una respuesta emocional completamente diferente
a la que se presentaba en la Edad Media, en donde el protagonista de la muerte no es el
fallecido sino los llantos, y gritos de sus acompañantes. Este tipo de reacciones muestran
la intolerancia a esa ruptura, se comienza a juzgar la muerte, ya no como la apertura
a una nueva vida y el fin del sufrimiento, sino como la causante del mismo, razón por la
cual se comienza a negar y a vetar en la cotidianidad.
Figura 1.
Fuente: Shutterstock/1120183970
Figura 2.
Fuente: Shutterstock/419832226
Esta situación, no es más que una negación al proceso de muerte, que desde el siglo XX
nos acompaña. Y con la negación del fallecimiento, también nos negamos la oportunidad
de vivir un duelo, de hacer el cierre del proceso y comenzar a reorganizar nuestras vidas, a
adaptarnos a la pérdida. En ocasiones consideramos que hacer eso es olvidar a aquel que
se fue, y nos rehusamos a elaborar la pérdida. Evitamos también sentir dolor, evitamos
llorar. En nuestra sociedad actual y en el modernismo, está prohibido hacerlo, solo hay
que ser fuerte, como si el llorar fuera sinónimo de debilidad. Por lo tanto, si lo hacemos,
la única manera aceptable es hacerlo en la intimidad, negando la función adaptativa de
la tristeza que es el acompañamiento social. Tampoco nos permitimos llorar en frente de
los niños, impidiéndoles así el aprendizaje del manejo de su propia emoción, inculcándole,
nuevamente, la necesidad de reprimir el dolor.
Cabodevilla, I. (2007). Las pérdidas y sus duelos. In Anales del sistema
sanitario de Navarra (Vol. 30, pp. 163-176). Gobierno de Navarra.
Departamento de Salud.
BIBLIOGRAFÍA