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01 de junio del 2019 [TEMA 01: DESAFÍO A AMAR Y PERDONAR]

DESAFÍO A AMAR Y PERDONAR

Propósito: Que el joven reconozca que quien ama perdona y puede hacerlo no como una cualidad innata del ser
humano, sino del amor que proviene del Señor.

I. PASAJE DE ESTUDIO: Lucas 7:36-50

II. INTRODUCCIÓN:
Hoy en día vivimos en una sociedad asfixiante e invasora de la vida privada, donde no es muy raro ver programas
de televisión dedicando horas y horas a hablar de la vida y errores de la gente llamada de la farándula o de la
política, incluso algunos de ellos otorgando dinero si contestan con sinceridad todas las preguntas que el
conductor les hace y eso no se queda ahí, sino que esta asfixiante invasión de la vida privada se extiende a las
redes sociales, donde el hashtag del momento es el escándalo del famoso del día, donde la tendencia en Twitter
y Facebook arremete con comentarios llenos de odio, sarcasmo, indignación, sorpresa, etc. En el mes de abril
cerca de semana santa se produjo un acontecimiento que paralizó el país, el suicidio de un ex presidente de la
república, acusado de corrupción. Las redes sociales se vieron invadidas de comentarios de todo tipo, donde los
más sobresalientes llevaban odio, indignación y repudio por todo lo ocurrido, aparecían videos, memes que
hacían burla de lo ocurrido, pues todos éramos personas dignas, honorables, humildes, veraces, sin ningún error
ni maldad en nuestro corazón, que actuábamos como jueces y verdaderos portavoces de la verdad y las buenas
costumbres. Muy lejos estaba la palabra amor y perdón.
El pasaje de hoy nos muestra una sociedad similar, donde nuestro Señor Jesucristo tuvo que enfrentar una
sociedad cegada por sus leyes, tradiciones y rituales, donde era muy fácil señalar a alguien por los pecados
públicos cometidos, o señalar a alguien porque era amigo de las personas marginadas de la sociedad como le
paso a Jesús (Lucas 7: 34), pero carentes del amor y el perdón que solo Dios puede dar.

III. ESTUDIO BÍBLICO:


1. ¿Cómo me veo y cómo me ve la sociedad?
a. Como una persona buena:
“Uno de los fariseos invitó a Jesús a comer, así que fue a la casa del fariseo y se sentó a la mesa” (Lucas
7:36)

Desde el periodo griego clásico, los banquetes se habían convertido en un ambiente para la instrucción
moral. Se consideraba virtuoso invitar a un maestro a comer, especialmente si el maestro venia de otro
pueblo o acababa de enseñar en la sinagoga. El término “se sentó a la mesa” significa en el contexto que
“se recostó”, los comensales estaban reclinados, usando divanes en lugar de sillas, lo cual indica que se
trata de un banquete, tal vez en honor del famoso maestro.
La palabra fariseo proviene del hebreo “perusim” que significa “separados”, es decir, los santos, la
verdadera comunidad de Israel. Simón era miembro de esta secta político-religiosa que era muy
influyente y gozaba de gran popularidad en el pueblo judío, sus enseñanzas más se basaban en el énfasis
que les ponen a las cosas externas, la purificación externa (Mat. 23:25-28), los rituales, las costumbres,
etc. Los fariseos eran muy religiosos y se creían una autoridad de la tradición oral de su pueblo, eran
muy estrictos en obedecer las leyes del Antiguo Testamento.
Simón, el fariseo a su parecer y ante la sociedad era considerado una persona buena, influyente, popular,
servicial, virtuosa a la que cualquier persona abriría su puerta para una buena charla o pedir un consejo,
pues el ser parte de los fariseos le daba un estatus dentro del pueblo judío pues por su conocimiento y
práctica de todos los rituales y costumbres que profesaban era admirado, pero dicha idea de lo que es
ser bueno para Simón estaba errada. Pues su idea solo se basaba en lo externo, pero sus acciones, como

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invitar a un maestro famoso a su casa, estas acciones carecían de amor, de un corazón que obre sin
hipocresías ni discriminaciones.
Hoy en día muchos nos consideramos personas buenas y hemos llegado a los pies de Cristo, hacemos
obras que a nuestro parecer y ante la sociedad se consideran buenas y respetables. Por ejemplo:
trabajamos, estudiamos, ayudamos en casa, en la iglesia, ayudamos a los necesitados, etc., ¿pero todos
estos actos provienen de nuestra autosuficiencia o de la obra que Cristo Hace en nosotros? ¿Lo hacemos
de todo corazón o es producto de la rutina? ¿Las cosas que hago buscan algún reconocimiento?, ¿Qué
pasaría si nunca me reconocen por las buenas acciones que hago, las seguiría haciendo?

b. Como una persona mala:


“Entonces una mujer de la ciudad, que era pecadora, al saber que Jesús estaba a la mesa en casa del
fariseo, trajo un frasco de alabastro con perfume; y estando detrás de él a sus pies, llorando, comenzó a
regar con lágrimas sus pies, y los enjugaba con sus cabellos; y besaba sus pies, y los ungía con el perfume.
Cuando vio esto el fariseo que le había convidado dijo para sí: Este, si fuera profeta, conocería quién y
qué clase de mujer es la que le toca, que es pecadora”. (Lucas 7:37-39)

La frase “es una pecadora” tal vez implique que la mujer es prostituta o por lo menos que tenga mala
fama y esté buscando algo no muy respetable. La gente religiosa con frecuencia abría su hogar a los
pobres, y es así como consigue entrar. En los banquetes donde podía entrar gente no invitada, esta debía
permanecer callada y lejos de los divanes, observando las conversaciones del anfitrión y sus huéspedes.
La mujer, cuyo nombre no se revela es la tercera protagonista de esta historia, la cual ante los ojos de la
sociedad era una persona marginada, tildada de promiscua y cuya reputación en aquellos tiempos era
un escándalo, su sola presencia y el acto que realizó ofendió las sensibilidades religiosas y así nos lo hace
saber Simón el fariseo, quien al ver a Jesús aceptar dicho regalo de la mujer, lo descalifica como profeta
y condena a la mujer de pecadora, indigna del amor y el perdón de Dios. La mujer se reconoce a sí misma
como pecadora e indigna de estar frente al maestro “estando detrás de él a sus pies, llorando, comenzó
a regar con lágrimas sus pies, y los enjugaba con sus cabellos; y besaba sus pies, y los ungía con el
perfume.”, se humilla ante su Señor, lo reconoce como digno de toda adoración y digno de toda
expresión de amor. Sus acciones ante Jesús nos muestran una mujer cuya acción no se basa en lo
exterior, en caer bien a los demás, en recibir algún reconocimiento o premio., sino en ser sincera con
ella misma y con Dios.
Actualmente vivimos en una sociedad de apariencias, y alejada de Dios, cuyas acciones cada vez más
revelan la degradación del ser humano, donde no somos conscientes de nuestra responsabilidad ante
los errores cometidos, es más fácil y frecuente tildarnos de personas buenas que reconocer que somos
personas malas como dice: Romanos 3:10-18 “no hay justo, ni aun uno”, que muchas veces actuamos
llevadas por la codicia, el rencor, la envidia, los celos, el egocentrismo, etc. Pero reconocer ello se nos
complica y aun siendo cristianos no escapamos de cometer errores y de pecar, incluso como Simón
podemos actuar como personas orgullosas y que se tienen a sí mismas como santas inclinadas a juzgar
a otros y a formar juicios temerarios sobre los motivos y las acciones de los demás, pero ¿Cómo nos
vemos delante de Dios, somo conscientes de nuestra condición? ¿hemos intentado cambiar?, ¿Hemos
logrado cambiar?

2. ¿Cómo me ve Jesucristo?
a. Como una persona necesitada de perdón:
“Entonces respondiendo Jesús, le dijo: Simón, una cosa tengo que decirte. Y él le dijo: Di, Maestro. Un
acreedor tenía dos deudores: el uno le debía quinientos denarios, y el otro cincuenta; y no teniendo ellos
con qué pagar, perdonó a ambos...” (Lucas 7:40-42)

Cristo conocía lo que Simón el fariseo había pensado en su interior (con esto le demostraba que era
profeta) y hubiera tenido el derecho de juzgarlo y mirarlo como éste miró a la mujer, más Jesús le quiere
enseñar a través de una historia su verdadera condición. Jesús le quiere hacer entender que el acreedor
va más allá de la letra de la ley y actúa con misericordia, no llevando a los tribunales a sus deudores,
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sino perdonándoles dicha deuda, que los deudores no tuvieron nada que hacer para que se les
perdonara dicha deuda, solo recibir esa gracia de su acreedor. Le dice abre los ojos Simón, no te dejes
llevar por las apariencias, por el estatus que tienes hoy, si bien no eres como la mujer, pero también
eres deudor, también eres un pecador.
Si bien el fariseo se tenía por menos deudor que la mujer, pero al fin y al cabo también era deudor,
incapaz de pagar su deuda. Así mismo nosotros somos llamados a ser conscientes de nuestra condición
delante de Dios, de reconocer que somo pecadores que necesitamos de su perdón, que por más obras
que podamos hacer, eso no paga nuestra deuda delante de Dios como dice efesios 2:8 “Porque por
gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios”. Y esta verdad se vio
reflejada en la mujer, quien reconoció desde un inicio su necesidad ante su Señor, quien arrepentida
con lágrimas en los ojos se postró ante el maestro. Jesucristo no fue ajeno a este acto de humillación y
veremos como en el versículo 48 y 50 expresa: “Y a ella le dijo: Tus pecados han sido perdonados”, “Pero
Jesús dijo a la mujer: Tu fe te ha salvado, vete en paz”.

b. Como una persona necesitada de amor:


“…Di, pues, ¿cuál de ellos le amará más? Respondiendo Simón, dijo: Pienso que aquel a quien perdonó
más. Y él le dijo: Rectamente has juzgado” (Lucas 7:42-43)

Cada denario era equivalente al valor de un día de trabajo, de modo que se trataba de una suma
considerable porque correspondía a casi a 2 años de trabajo, los deudores estaban necesitados de
dinero para pagar dicha deuda considerable, uno más que el otro, pero sin dudas necesitados al fin de
que alguien les muestre misericordia, les muestre amor ante su necesidad. Y es así como el acreedor les
da esta buena noticia de perdón de sus deudas como muestra de amor al prójimo.
Con ese amor que solo Dios puede dar, es como Jesucristo miró al fariseo y a la mujer. Jesús fue invitado
por el fariseo a su casa y sabía que éste no creía en él, pues no le reconocía como profeta (V.39), sin
embargo, el Señor aceptó su invitación, al ver a un hombre carente del amor de Dios, prejuicioso,
absorto en el cumplimiento de la ley, cegado por el legalismo y cuyo corazón estaba endurecido. Jesús
miró la necesidad de amor de la mujer, pues su condición no era la mejor, una mujer marginada por la
sociedad, cuyos pecados eran notorios en la ciudad, nuestro señor la acogió y permitió que ella pueda
ungirle con el perfume que tal vez le habría costado mucho trabajo conseguirlo.
El Señor no vio lo externo de ambos personajes, sino vio el interior de cada uno de ellos, su corazón, su
necesidad, sean conscientes o no de ello. Así mismo es como Jesucristo nos ve, carentes de amor,
necesitados de él; Si aún no lo hemos conocido y entregado nuestras vidas a él, al igual que Simón y la
mujer pecadora, nosotros también necesitamos ese amor y así como los deudores del pasaje lo único
que tenemos que hacer es recibir esa gracias que solo proviene de él, y que sea su amor inundando
nuestros corazones y llenando ese vacío que nada ni nadie puede llenar.

3. ¿Cómo debo ver a los demás?


a. Verlos con ojos de amor:
“Y volviéndose hacia la mujer, le dijo a Simón: ¿Ves esta mujer? Yo entré a tu casa y no me diste agua
para los pies, pero ella ha regado mis pies con sus lágrimas y los ha secado con sus cabellos. No me diste
beso, pero ella, desde que entré, no ha cesado de besar mis pies. No ungiste mi cabeza con aceite, pero
ella ungió mis pies con perfume. Por lo cual te digo que sus pecados, que son muchos, han sido
perdonados, porque amó mucho; pero a quien poco se le perdona, poco ama” (Lucas 7:44-47).

Las condiciones polvorientas y sucias de la región hacían indispensable el lavado de los pies, es por ello
que la hospitalidad habitual incluía proveer agua para los pies, así que este fue un descuido garrafal,
lavar los pies de un invitado era una formalidad esencial, abstener de ofrecer agua a un invitado para el
lavado de sus pies equivalía a un insulto. Otra acción habitual era proveer aceite para el cuero cabelludo
reseco. El beso era un saludo afectuoso o respetuoso.

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En este pasaje Jesús compara las acciones del fariseo con la mujer pecadora, ambos tuvieron la
oportunidad de estar delante del Maestro, pero ambos tuvieron reacciones distintas, mientras Simón
por más acostumbrado que estaba al cumplimiento de las leyes y costumbres, no fue capaz de cumplir
con este apto de buena hospitalidad con Jesús, pues estaba cegado en su propia autovaloración,
creyéndose más digno que Jesucristo, despreciándolo porque era amigo de publicanos y pecadores
(Lucas 7:34). Mientras la mujer pecadora da una muestra del gran amor que le tiene a su salvador, pues
estas acciones fluyen del sentimiento de gratitud por el perdón de sus pecados y no escatima sus
recursos ni toma en cuenta el qué dirán para demostrarle a su maestro todo su amor.
El amor se desborda como reacción natural del perdón, pero solo los que reconocen la profundidad de
su pecado pueden apreciar todo el perdón de Dios que se les ofrece. Cuando experimentamos nosotros
mismos el amor incondicional de Dios, su perdón y su cuidado, la semilla de ese amor comienza a
germinar en nuestros corazones y surge en nosotros el deseo de amar a los demás de la misma forma.
Dios es el único que nos puede dar la capacidad de amar con tanta bondad y altruismo. Él es nuestro
ejemplo de lo que es el amor verdadero. “Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su
Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna (Juan 3:16).

b. Verlos con ojos de perdón:


“Y a ella le dijo: Tus pecados han sido perdonados. Los que estaban sentados a la mesa con El
comenzaron a decir entre sí: ¿Quién es éste que hasta perdona pecados? Pero Jesús dijo a la mujer: Tu
fe te ha salvado, vete en paz.” (Lucas 7:48-50).

Finalmente, Jesús silencia las cavilaciones de los fariseos y los temores de la mujer. Cristo reconoce que
la mujer ha sido culpable de muchos pecados (v. 41); pero le quedan perdonados. Debido a que Cristo
como nuestro ejemplo perfecto de perdón ha perdonado todos nuestros pecados sin más reproche, los
creyentes debemos estar dispuestos a perdonar a los demás. “Perdónanos nuestras deudas, como
también nosotros perdonamos a nuestros deudores” (Mt. 6:12); “Soportándoos unos a otros, y
perdonándoos unos a otros… De la manera que Cristo os perdonó, así también hacedlo vosotros”
(Colosenses 3:13).
Dios nos manda a perdonar, sin importar cómo nos sintamos e independientemente de lo que nos hayan
hecho. “Y cuando estéis orando, perdonad, si tenéis algo contra alguno, para que también vuestro Padre
que está en los cielos os perdone a vosotros vuestras ofensas” (Marcos 11:25). Jesús declara el deber
permanente del creyente de tener una actitud perdonadora, que incluía tanto pecados como simples
diferencias que llevan al creyente a tener algo en contra de otra persona incluyendo creyentes y no
creyentes

IV. CONCLUSIÓN
Martin Luther King, fue un pastor estadounidense de la Iglesia bautista y un activista, ganador del premio nobel
de la paz, que desarrolló una labor crucial en Estados Unidos al frente del movimiento por los derechos civiles
para los afro estadounidenses y que, además, participó como activista en numerosas protestas contra la guerra
de Vietnam y la pobreza en general y en uno de sus libros “la fuerza de amar” escribe una de sus frases más
conocidas: “El que es incapaz de perdonar es incapaz de amar”
El amor y perdón es un distintivo que todo hijo de Dios debe tener, no nos engañemos como Simón, el fariseo,
realizando solo actos de piedad externos, huecos, impulsados por la rutina, la costumbre, el afán de algún
reconocimiento, etc., sino como hijos de Dios reconozcamos nuestra necesidad frente a nuestro Señor que
separados de él nada podremos hacer.
El reconocer nuestra necesidad de amor y perdón nos lleva a buscar al único que nos puede brindar ese amor y
perdón, reconociendo que ni la posición, ni los logros, ni las cosas materiales pueden llenar ese vacío que nos
oprime y que solo Cristo puede suplir.

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No podemos dar lo que no tenemos. Por eso, para poder dar amor verdadero y perdonar, necesitamos recibirlo
primero. ¿Has recibido el amor de Dios en tu vida? ¿Has experimentado el poder sanador y restaurador que hay
en él? Si no es así, puede que sea un buen momento para abrirle tu corazón. ¡Su amor y perdón transformará
toda tu vida!

V. AHORA TE TOCA A TI: (Preguntas para que desarrollen los integrantes de célula)
1. De acuerdo con el pasaje de Lucas 7:47 ¿Quién es el que perdona?
2. ¿Por qué Simón el fariseo censuró y condenó a la mujer pecadora?
3. ¿Merecemos el perdón? ¿Qué es el perdón y quién perdona?
4. ¿Quién es aquel que puede experimentar el amor y el perdón de Dios?

VI. DESAFÍO ASED:


Todos quieren ser amados y perdonados, pero... ¿cuántos quieren perdonar y amar de manera incondicional?
Ese es el gran desafío que Jesús nos lanza. Meditemos en la semana como está el amor a nuestro prójimo, ¿Hay
alguien a quien ya no hablas? ¿Tienes en mente a alguna persona que te lastimó o hirió tus sentimientos? Ora
esta semana por esa persona o personas, que Dios te llene en primer lugar de su amor, para que puedas
perdonarla y ser capaz de mostrar su amor.

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