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psicoanalíticas
sobre
MASCULINO
Y
FEMENINO
Paul-Laurent
Assoun
Nueva Visión
C olección F reud 0 L acan
D irigida por Roberto H arari
Paul-Laurent Assoun
Lecciones psicoanalíticas
sobre
MASCULINO
Y FEMENINO
1.5.B.N.-10: 950-602-536-3
1.5.B.N.-13: 978-950-602-536-6
U n a e v id e n c ia en ig m á tica
La fu n c ió n m / f:
lo se x u a l y lo v iv ie n te
La c u e s tió n b io ló g ica : m a c h o y h em b ra
La c u e s tió n social:
la v e s tim e n ta
T E O R ÍA
L A S F U N C IO N E S
L ec ció n I
BISEXUALIDAD
Y BISEXÚACIÓN
La D o p p e lg e sc h le c h tig k e it
E sta trilo g ía-bisexualidad, bilateralidad, biprocesualidad-
es lo que constituye la “doctrina” fliessiana, que se encierra
s Fliess, W., “Droite et gauche”, 1925, reproducido en Erik Porge,
Freud Fliess. M ytheet chimére de l ’auto-analyse, Anthropos / Economica,
1996, p 101.
1,1Fliess, W., M asculin et fem inin, 1914, traducido al francés en
Lifloral n" 23 / 24, 1987, Érés, p. 64.
11Ibídem, p. 65.
'-Pierre-Michel Bertrand, Histoire des gauchéis. Des gens á l’envers,
Éditions Imago, 2001.
en este neologismo, Doppelgeschlechtigkeit, “doble sexua-
cidn p erm an en te” que “atrav iesa la vida e n te ra ”, es decir “el
hecho de que todos los hom bres estén constituidos de su s
tan cia fem enina, y todas las m ujeres de sustancia m as
culina”.13
E n el hom bre, dom ina lo masculino (la sustancia m ascu
lina); en la m ujer, dom ina lo femenino (la sustancia femeni
na). Pero precisam ente la otra parte, p ara cada uno de los
dos sexos, exige ser rep resen tad a con obstinación.
P recisam ente, es del m aestro Fliess de quien F reudrecibe
esta enseñanza com pleta que los plagiarios habrían des
m em brado: W eininger robándole lab isex u alid ad y Swoboda
la periodicidad, inducida de u n a ley demográfica.
Pero, ¿qué uso le va a dar?
E n la traducción puede verse lo que h a rá m ás tarde:
Fliess, al afirm ar “la constitución bisexual de los individuos
hum an o s”, supone que “en todo individuo el combate de los
caracteres sexuales sería el motivo de la represión”. E n
efecto “El sexo m ás fuertem ente formado, dom inante en la
persona, h a b ría reprim ido en la representación psíquica al
sexo inferior”. Entonces : “El núcleo del inconsciente, lo
reprim ido, sería en cada ser hum ano aquella parte suya que
pertenece al sexo opuesto (das Gegengeschlechtliche)”-14 E n
resum en: “E n el hombre, lo reprim ido inconsciente debe ser
llevado a las mociones pulsionales fem eninas; inversam en
te, en la m ujer”, lo reprim ido inconsciente debe ser llevado
a las mociones pulsionales m asculinas.
Cuando F reu d le declara a Fliess: “Y me precipité literal
m ente sobre tu acentuación de la bisexualidad, idea tuya
que cuento entre mis tem as m ás im portantes, desde el día de
la ‘defensa’ ”,15está proporcionando u n a prim era indicación:
no sólo la bisexualidad es tan im portante como la defensa,
sino que puede se r registrada por el creador del psicoanálisis
sólo p a ra ser inscripta en una teoría de la “defensa”, de la que
13Fliess, W., “Droite et gauche”, ob. cit., p. 100.
11 Freud, S., “Pegan a un niño”, enob. cit., t. n, sección VI, p. 2478; G.W., XII,
222 .
15Freud, S., carta de Freud a Fliess del 4 de enero de 1898, ibídem, t. ni, p. 3596.
se sabe que es la pieza m ae stra original de la teoría de la
conflictividad. Lo que le in tere sa a F reud en la bisexualidad
no es tanto la resp u e sta - “organológica”- que constituye
como la problem atización - “psico”-lógica- que elabora. Si
bien adm ira sinceram ente la “grandiosa sinceridad” de la
id e a -y a no perderá de v ista en lo sucesivo “la bisexualidad
general del hom bre”,16 y acu d irá a ella p a ra otorgarle una
mayor complejidad.
La h iste r ia
o la b isex u a lid a d d e l fa n ta sm a
La id e n tific a c ió n b isex u a d a
El “error d e F lie s s ”
y la eq u iv o c a c ió n d e A d ler
Por lo tanto ya es h o ra de ev alu ar esta teoría de una
“grandiosa sim plicidad”,24 lo cual tiene lugar en tre 1918 y
1919, entre el caso del Hom bre de los lobos y el estudio del
fantasm a de “P egan a un niño”. Por lo demás, F reud elige en
cada oportunidad a ju sta r sus cuentas al mismo tiem po con
Fliess, el amigo perdido, y con Adler, el discípulo apóstata,
es decir con la bisexualidad y con la “protesta m asculina”. Lo
L a “c o m p lic a c ió n ” b isex u a l
"r’Freud, S., “Una neurosis infantil: el Hombre de los lobos”, enob. cit.,
t. ii, p. 2002, sección ix; G. W., XII, 145.
2,iFreud, S., “Análisis terminable e interminable”, t. m, p. 3362; G. W.
XVI, 98.
’1' Freud, S., N uevas lecciones introductorias al psicoanálisis, Lección
x x x i i i , en o b . cit, t. m , p. 3165; G. W. XV, 121.
por el hecho, hace mucho tiempo sospechado, de que ningún
individuo se lim ita a las m odalidades reactivas de un solo
sexo, sino que siem pre concede cierto m argen a las del sexo
opuesto, igual que su cuerpo lleva, junto a los órganos
desarrollados de un sexo, tam bién los rudim entos atrofiados
y a menudo inútiles del otro. P a ra diferenciar en la vida
psíquica lo m asculino de lo femenino, recurrim os a u n a
equivalencia em pírica y convencional, precaria a todas lu
ces. Llamamos m asculino a todo lo fuerte y activo; femenino,
a cuanto es débil y pasivo. E ste hecho de que la bisexualidad
sea tam bién psicológica pesa sobre todas n u e stra s indaga
ciones y dificulta su descripción”.28 Como si con ello signifi
cara lo siguiente: “la bisexualidad es ta l que necesariam ente
viene a complicar n u e stra ta re a ”. La fórm ula parece circuns
cribir la potencia de la bisexualidad, cuando ésta emite una
señal destinada a los p artidarios de lo Bisexual. P ara Freud
se tra ta , contra esos bard o s de lo B isexual, esos gnósticos
del sexo, de llevarlos a u n real y de estar a la a ltu ra de la
ta re a de complejización que se impone.
La d ob le deuda: F r eu d co n F lie s s
A ctiv o y p asivo:
e l p a r v o lá til
Ibídem, p. 3165.
Freud, S., E l malestar en la cultura, sección IV, en ob. cit., p. 3043,
nota 1701; G. W.,XIV, 465.
7 Freud, S., Sobre la psicogénesis cíe un caso de homosexualidad
fem enina, en ob. cit., t. m, p. 2561; G. W., XII, 301 (en referencia a
Steinach).
dato -recibido como u n a convención y un saber de base de lo
v iviente- ¿qué ocurre? Su m ateria se convierte en un pro
ducto volátil. El verbo empleado por F reu d [verwischen]
significa a la vez evaporarse -e s decir el hecho de transfor
m arse en gas p a ra un líquido—y volatilizarse. Lo “activo”,
por lo tanto, no es sino el vapor de lo “m asculino”, así como
lo “pasivo” es el vaho de lo femenino. O tra formulación
metafórica: “[...] esta antítesis sexual se agota en la de
actividad y pasividad, aunque se suele identificar con exce
siva ligereza la actividad con lo m asculino, la pasividad con
lo femenino, parangón que de ningún modo se confirma
invariablem ente en el reino anim al”.8 Verbassen designa,
p ara un color, el hecho de difum inarse, al punto de perder
nitidez o de “em palidecer”.
Por consiguiente, “activo” y “pasivo” son la versión vaporosa
y deslavada de lo “masculino” y lo “femenino”. Lo cierto es que
sólo en este “precipitado” o en este calco uno y otro adquieren
alguna concreción psíquica. Lo que provee la plomería meta-
psicológica es esta “soldadura” [Verlótung] de la actividad con
la masculinidad y de la pasividad con la feminidad...
La a c tiv id a d p u lsio n a l
p u esta a p ru eb a p o r la p a siv id a d
... a la m e z co la n z a n e u r ó tic a
La p o stu r a h a c ia la castración :
d e la “a c titu d ” a la “su b le v a c ió n ”
Lo que queda esbozado a través de esta alquim ia activo /
pasivo es u n a actitud o postura hacia la castración que
lsIbídem, p. 1952.
1!l Ibídem, p. 1952.
-“Ibídem, p. 1979.
decide la filiación a lo m asculino y / o a lo femenino. La
expresión recu rren te en F reud es Einstellung: El térm ino no
es anodino. D esigna una actitu d in te rn a [innere Haltung],
u n a m an era de pensar ['Denkweise] o de sentir (G esinnung,
que tiene u n a connotación de “credo”). E n consecuencia,
afirm ar que h ay u n a “actitud activa o pasiva [aktive, passive
Einstellung] es designar la m an era de posicionarse respecto
de la castración, es de alguna m anera la filosofía íntim a sobre
la cuestión: de la actitud m asculina resuelta a la feminización
-q u e va h asta el “placer de la castración”- pasando por la
famosa “sublevación” “masculino” y “femenino” que expresan la
manera como el sujeto “piensa” la castración.
E sta p o stu ra o actitud no puede evaluarse sino respecto
de un m ovim iento fundam ental de “sublevación” [Stráuben]
-m e tá fo ra recu rren te que constituye en Freud u n indicador
de la subjetividad-. Lo que debe ser pensado en lo que genera
la castració n como “obstáculo” o “peligro” es, en oposición
a la tendencia [Streben] que va hacia u n objeto, u n a tenden
cia contra. E spina clavada, obsérvese, en toda psicología de
las “tendencias”. La actitud hacia lo m asculino se determ ina
por este m ovim iento de “rechazo” literalm ente motor hacia
ese peligro de pasivización. Puede apreciarse su principio:
“La rep u lsa de la actitud fem enina es, por lo tanto, conse
cuencia de la resistencia a la castración [das Streben gegen
die Kastration] [,..]”.21
La p u b erta d , m om en to d e v erd a d
d e lo m a sc u lin o y lo fem en in o
E n la génesis de esta “actitu d ” y de la constitución correla
tiv a de las funciones, aparece u n a cesura: “Sólo con el
térm ino de la evolución en la pubertad llega a coincidir la
polaridad sexual con masculino y femenino.”2-
21 Freud. S., Una neurosis demoniaca en el siglo XVII, en ob. cit. 1. 111,
p. 2688; G.W. x ii, 336 .
22 Freud., S., “La organización genital infantil”, en ob. cit. t. m, p.
2700.;G.W. xm, 298.
E s el momento en que las cosas se clarifican, si cabe la
expresión: “Lo m asculino coincide con el sujeto, la actividad
y la posesión del pene; lo femenino perpetúa el objeto y la
pasividad”. E s entonces cuando “la vagina es apreciada como
el lu g ar de alojam iento [Herberge, literalm ente: el albergue]
del pene”. Así, todo parece encajar, al punto que podemos
preguntarnos por qué el momento de la pubertad llamado
adolescencia, en que los péndulos está n en hora, se presenta
tam bién como el momento máximo de opacidad de lo sexual.23
Sucede que a p a rtir de entonces “m uchachos” y “chicas”
disponen de las cartas del juego: situándose en la v ertiente
sujeto-activo-pene, está n conm inados a afiliarse a lo m ascu
lin o -e s el m uchacho “sin am bages” o 1a chica que se tom a por
u n muchacho; o en la v ertien te fem enina (objeto-pasivo) que
se realiza por el lado del m uchacho por la fem inización y en
la chica en la función de acogida o de alojam iento vaginal del
pene. Esto aclara lo que, p a ra uno y otro sexo, se pone en
juego en la p rim era relación sexual. E s “la h ora H”, en que
los relojes deben ponerse de acuerdo, sin que quede excluida
la eventualidad de ad v ertir que dicha h ora no se inscribe en
el mismo cuadrante, en el m asculino y en el femenino...
Entonces ocurre por u n lado que el pene puede p en etrar
sin peligro, y que, por el otro es o no bienvenido.
Se comprende tam bién por qué, en esta hora de gloria del
objeto fálico que m arca “el despertar de la prim avera”, los ob
jeto s anteriores, oral y anal, se encuentran redistribuidos,
m ien tras que “ard en ” la m irad a y la voz. Del “flechazo”24que
sacude al sujeto frente al enigm a opaco del otro sexo a las
“vocalizaciones”,25la m udanza viene a signar la cap tu ra de
lo sexual, introduciendo la diferencia de octavo... y la voz
de la pasión.
23 Assoun, P.-L., “Désordres et ratages. Un printemps oú éclot quelque
chose de neuF, en “Désordres amoureux de l’adolescence”, L ’École des
parents, Revue de la Fédération Nationale des Ecoles des Parents et des
Educateurs, número especial, noviembre de 2004, pp. 56-61.
21Assoun, P.-L., Leqons psychanalytiqu.es sur le regará et la voix, ob.
cit., pp. 139 y ss. [Lecciones psicoanáliticas sobre la m irada y la voz,
Buenos Aires, Nueva Visión, 1997.1
25Ibídem, pp. 155 y ss.
La im p o te n c ia
o el sín to m a m a scu lin o
Lo fem e n in o fríg id o
:í(iFreud, S ,,U na neurosis demoníaca en el siglo xvn, cap. III, enob. cit.,
t. III; G. W. XIII, 338.
L ec ció n III
MASCULINO Y FEM ENINO
PU ESTO S A PR U E B A PO R EL ED IPO
La p ru eb a e sc ó p ic a
La co y u n tu r a ed íp ic a
Todo ello va a especificarse con la coyuntura edípica -lu g a r
donde se determ ina la “p o stu ra” [Einstellung)] y donde se
distribuyen lo masculino y lo femenino. E sta tiene por efecto
un desprendim iento de la preh isto ria preedípica, que provee
la distribución p rim aria de las cartas.
F reu d no desdeña la postulación de u n a predistribución
constitucional de los lugares -disposición bisexual [bisexue-
lle Anlage]-, pero es en la relación con el otro, en su dimen
sión objetal e identificatoria, como va a especificarse decisi
vam ente.
¿Cómo llega el “pequeño Edipo” macho a afiliarse a su
sexo? ¿Cómo sucede que un pequeño ser, con “tendencias
bisexuales”, se convierta en m ujer? ¿Cómo, al hacerlo, al
confrontarse con suspartenaires en la distribución parental,
descubre él o ella lo que está enjuego de su problemática, es
decir la castración? La afiliación a lo masculino y a lo
femenino es, en últim a instancia, u n a resu ltan te de este
debate. Los actores son lo que Freud designa con la expre
sión “niño varón” [enfant m asculin] o “niña m ujer” [enfant
féminin].
Es el momento en que “[...] la bisexualidad interviene
[eininengt] en los destinos del complejo de Edipo.”3 Por lo
tan to éste es el contexto existencial que perm ite determ inar
las relaciones de fuerza en tre bisexualidad y represión.
:sFreud, S., E l Yo y el E llo, en ob. cit., t. III, p. 2713; G.W. XIII, 261.
Esto supone situ ar m asculinización y feminización por un
lado en relación con el descubrim iento de la diferencia
sexual, y por el otro en la relación con los partenaires del
d ram a paren-tai: la M adre se plantea como el agente prim i
tivo preedípico, que prodiga cuidados y ejerce una acción
pasivizante, an tes de ceder el lugar al agente paterno en el
d ram a propiam ente edípico, según las m odalidades diferen
ciales del sexo.
E d ip o b ise x u a l
La p ru eb a d e in tim id a c ió n
E l co m p le jo d e E d ip o en fem en in o
U biquém onos “en fren te”, del lado de la niña.
El tra u m a escópico que abre el “complejo de m asculini
dad” [M ánnlichkeitskom plex] se basa en el hecho de que “la
n iñ a no considera su falta de pene como un carácter sexual,
sino que la explica suponiendo que en un principio poseía un
pene igual al que h a visto en el niño, pero que lo perdió luego
por castración”.8Por lo tanto, si la niña hace un complejo de
su no-m asculinidad, es por falta de comprensión (de una
determ inación sexual) y por exceso de explicación, bajo el
efecto del prejuicio fálico. Ningún curso de “educación sexual”
podrá recu p erar este inicio titubeante y torcido.
Luego, es m enester recordar la bisexualidad en segundo
grado de la m ujer: “E ste [el hombre] cuentacon una sola zona
sexual dom inante, con u n solo órgano sexual, m ientras que
la m ujer tiene dos: la vagina, órgano femenino propiamente
dicho, y el clítoris, órgano análogo al pene masculino”.9
6 Freud, S., Compendio del psicoanálisis, en ob. cit., t. III, pp. 3407-
3408; G.W. XVII, 117.
"Freud, S., H istoria de una neurosis infantil, enob. cit., t. II, p. 2003;
G.W. XII, 146.
8 Freud, S., “La disolución del complejo de Edipo”, en ob. cit., t. III, p.
2751; G.W. XIII, 400.
51Freud, S., “Sobre la sexualidad femenina”, en ob. cit., t. III, p. 3079;
G.W. XIV, 520.
Esto corta en dos su “desarrollo”: “La vida sexual de la
m ujer se divide siem pre en dos fases, la prim era de las
cuales es de carácter m asculino, m ien tras que sólo la segun
da es específicam ente fem enina”.10T ras haberse encontrado
som etida a la “prim acía del falo”y tras h ab er “vivido m ascu
linam ente”,11 se ve comprometida, m ás allá del “descubri
m iento de la castración” y de su “herida n arcisista”12en la
“conquista”* de la fem inidad. Téngase presente que lo feme
nino en la m ujer es u n a “segunda vida”...
F reu d afirm a con cierta form alidad que “[...] en general la
m ujer tolera la m asturbación peor que el hombre, [...]”13
para subrayar que es la supresión de esta “actividad m ascu
lin a” lo que se p lan tea como la condición del “desarrollo de
la fem inidad”.14
El asunto se ve severam ente complicado por el hecho de
que “la niña-m ujer” {enfant-füle] tiene como sitio originario
el lazo-con-la-madre de cuyo goce pasivizante resu lta vital
sacudirse. Como lo recuerda Freud, “las prim eras vivencias
total o parcialm ente sexuales del niño en relación con su
m adre son n atu ralm e n te de carácter pasivo. Es ésta la que
lo am am anta, lo alim enta, lo limpia, lo viste y lo obliga a
realizar todas sus funciones fisiológicas”!5-lo cual indica la
existencia de u n a lluvia de “pasividades”. Esto vale para el
niño varón y p ara la n iñ a m ujer pero, en esta últim a, adopta
un cariz dram ático. De allí “la sorprendente actividad sexual
de la niña en relación con su m adre”.16
Esto comienza con el juego de las m uñecas que consiste en
intercam biar los roles, en un ritual: la niña, sometida a la
* En castellano en el original. [N. de T.]
10Freud, S., “Sobre la sexualidad femenina”, en ob. cit., t. III, p. 3079.
11 Freud, S., “Nuevas conferencias introductorias al psicoanálisis”,
x x x i i . [La traducción es nuestra. N. de la T.|.
Lo fe m e n in o en có lera
V a terb in d u n g y v o to fá lico
La fe m in iz a c ió n resp ecto d el p ad re
A n g u stia y re p re sió n
CLÍNICA
LAS ESTRUCTURAS
L ec ció n IV
LA NEU R O SIS O
LO FEM ENINO REPRIM IDO
La e sc e n a prim aria
:i Freud, S., Inhibición, síntom a y angustia, cap. VIII, en ob. cit, t. III,
p. 2866; G.W. XIV, 174.
'*Freud, S., “La herencia y la etiología de las neurosis”, en ob. cit., t.
I, p. 285; G.W. I, 421.
5Freud, S., “La disposición a la neurosis obsesiva”, en ob. cit., t. II, p.
1741; G.W. VIII, 448.
papel análogo al de la am enaza de castración en las fobias y
al del miedo al superyó en la neurosis obsesiva”.6
Es lo que funda el lugar común sólido de una m asculini
dad de la neurosis obsesiva y de la fem inidad radical de la
histeria. ¿El hom bre ten d ría u n a inclinación a la obsesión,
así como la m ujer u n a preferencia por la conversión? Lugar
común que conviene no recu sar de en trad a, sino endosar en
un prim er m om ento p ara m ostrar, conforme al im perativo
planteado (su p ra , L a doble deuda: F reud con Fliess) cómo la
bisexualidad viene a complicarla seriam ente, lo que vuelve
a in terro g ar correlativam ente al hombre histérico y a. la
m ujer obsesiva, esos tipos “recesivos” pero reveladores. No
hay, por lo dem ás, neurosis obsesiva sin un “fragm ento de
histeria”, como tampoco h ay h isteria sin un componente
obsesivo.
Se recordará -a n te s de em barcarnos en los “dialectos”
neuróticos de lo m asculino y lo fem en in o -q u e el sujeto de la
escena p rim aria está condenado a u n a posición pasiva por
principio, ya que padece la seducción y / o el espectáculo,
salvo que desarrolle la actividad reaccional del síntoma. En
efecto, considérese “u n a de las situaciones básicas del deseo
infantil: la observación por el niño del acto sexual entre
adultos. Sucede que “d u ran te dichos m om entos se apoderan
del infantil espectador m asculino dos impulsos: el activo, de
ocupar el lu g ar del hom bre, y el contrario, pasivo, de identi
ficarse con la m ujer” entendiendo que “las dos tendencias
agotan las posibilidades de placer que resu ltan de la situa
ción”.7
BFreud, S., Inhibición, sín toma y angustia, cap. VIII, en ob. cit, t. III,
p. 2866; G.W. XIV, 174.
7 Freud, S., H istoria del m ovim iento psicoanalítico, sección III, enob.
cit., t. II, p. 1923; G.W. X, 98-99.
mos visto {supra, L a histeria o la bisexualidad del fa n ta s
m a), m ediante u n a doble identificación: con su sentido
seguro del teatro , “hace de hom bre” y “ju eg a a ser m ujer”.
Esto revela, de paso, que el teatro, lugar de las m áscaras, es
radicalm ente el lu g ar de u n a pu esta en escena, según las
m odalidades trá g ica sy/o cómicas, de la am bigüedad sexual.
P or las vías del cuerpo (conversión) y de la angustia, logra
d a r expresión a este conflicto que encuentra en la escena
p rim a ria su condición traum ática. El “tra u m a ” signa el “mal
encu en tro ” donde se revela este desequilibrio.
El sujeto del síntom a está afectado por e sta indecisión que
figura ta n bien el personaje goethiano de Mignon evocado
por F reu d en el momento en que se confronta al comienzo con
el sujeto de la escena p rim aria traum ática: “¿Y a ti, pobre
niño [enfant], qué te han hecho?’8¿“N iña” [enfant], “varón”
[enfant]? Goethe, con u n a notable intuición, le h a dado un
e sta tu to sexual “n eu tro ”, más aú n que equívoco -epiceno
(supra, L a cuestión gramatical: el género).
L a h istérica m u estra el estatu to de todo sujeto, hom bre o
m ujer, tom ado en la dimensión fem enina de la desventaja.9
E l h o m b re h istérico :
la m a ch a h iste r ia
"Freud, S Autobiografía, cap. I, en ob. cit., t. III, p. 2764; G.W. XIV, 37.
'-Jones, E.,La vie e tl’oeuvrede Sigm undF reud, PUF, 1.1, cap. xi, p. 255.
"Freud, S., Autobiografía, cap. I., en ob. cit.; G. W. XIV, 39.
es indiferencia? P ru eb a de que al satisfacer la dem anda se
la convierte en desprecio.'
Es en la “neurosis de g u erra” donde Freud reencuentra la
figura del hom bre histérico, “falso sim ulador” m agnífica
m ente ilu strad o por el caso K auders.14
La v erd ad era diferencia de la h isteria m asculina y feme
n in a es la diversidad de las escenas sociales: es en la obra de
trabajo o en el campo de batalla, es decir “al calor de la
acción” donde, bajo el efecto del traum a, se establece el
m ecanism o de la pasivización m asculina. “Así se comprobó
la h iste ria en sujetos m asculinos, especialm ente en indivi
duos de la clase obrera, con insospechada frecuencia”.15
C onstatación clínica: F reud declara muy tem prano que “en
todos los casos de h iste ria por m í analizados (entre ellos dos
de h iste ria m asculina) he hallado cum plida esta condición
específica de la h iste ria - la pasividad sexual en tiempos
p resex u ales-, condición que, adem ás de dism inuir conside
rablem ente la significación etiológica de la disposición here
d itaria, explica la frecuencia infinitam ente m ayor de la
h iste ria en el sexo femenino”.16 El terror viene a hacer
zozobrar al sujeto, rompiendo la crisálida de la histeria:
tales son los “casos clásicos de h isteria trau m ática que
C harcot dem ostró en pacientes del sexo masculino, y en los
cuales un individuo no histérico anteriorm ente cae de pron
to en la neurosis después de un susto único e intenso, como
un accidente de ferrocarril, u n a caída, etc.”.17Se tra ta de un
rasgo distintivo de la h isteria m asculina: surge bruscam en
te, horadando la escena social, m ientras que la histeria
fem enina en treteje de alguna m anera la cotidianidad o la
d esg arra con sus “estallidos”.
F reud, siguiendo u n a perspicaz sugerencia de Abraham,
establece que el sujeto e n tra en la “psiconeurosis de guerra”
HEissler, K., F reud sur le front des névroses de guerre, PUF, 1979.
15Freud, S., “Charcot”, en ob. cit., t. I, p. 35; G.W. I, 32.
16Freud, S., “Nuevas observaciones sobre las neuropsicosis de defen
sa”, sección I. en ob. cit., 1.1, p. 286; G.W. I, 380-381.
17Freud, S., Estudios sobre la histeria, en ob. cit., 1.1, p. 52; G.W., XVII, 10.
m enos por el miedo al enem igo que por el horror suscitado,
en “el yo de paz” del sujeto, por los riesgos a los que lo
exponen los “golpes de au d acia” [W agnisse] de su impetuoso
“yo de guerra” viril.18
Por último, no se debe perder de v ista que “la tendencia
inconsciente a la inversión no falta nunca en la histeria
m asculina”.19Por otra p arte, la h iste ria m asculina se revela
selectivam ente en el seno de las “m asas de hom bres”, bajo el
“mono de trabajo” o uniform e.
La fob ia:
el p á n ic o d e lo fem en in o
Obsérvese finalm ente en la fobia una tercera figura neuró
tica, el encuentro de la castración que reto rn a alo real,25una
p u esta a prueba: el sujeto experim enta e sta im potencia en
situación. Padece dicha situación, al precio de caer en un
tiem po de mortificación.
El ataque de ang u stia en form a de pánico26 m arca esta
posición. El p arad ig m a de ello es el m om ento del juego de
los niños, señalado por Héléne Deutsch, en que uno de los
herm anos, ju g an d o “en el piso acuclillado, encorvado”,
con el herm ano “saltando encim a de él por a trá s”, lo sostiene
sólidam ente por la cin tu ra gritando: “yo soy el gallo y tú, la
gallina”.27H ay allí una ley: “nadie quiere hacer de gallina”,
de donde surge la angustia.
La forma propiam ente fóbica de la angustia, con esa
vivencia característica de e sta r “acorralado”, revela el temor
central de feminización: ya sea claustrofóbicam ente ence
rrado, agorafóbicam ente expuesto, zoológicamente am ena
zado, lo que siente es lo siguiente: el hecho de e sta r a la
m erced del O tro y de ya no “poder poder”, a lo cual responde
m ediante el pánico. E xperim enta u n a dolorosa pasiviza-
ción, ya sea que se encuentre a la merced del chofer que lo
lleva a u n lu g ar hacia el cual debe dejarse conducir, ya sea
que deba quedarse inmobilizado, en un tiempo m uerto y
m ortificante, en una fila de espera. Lo punzante, lo penoso,
es la pasividad;y su movim iento de rechazo: entonces, ya no
queda sino u n a form a de actividad posible, la an g u stia.
P ero u n a vez constituida, la fobia se p resenta como una
reacción, u n a actividad reaccional a esta pasividad, un
saber-hacer-con ella en esa situación.
En el centro oscuro de la fobia, se halla el miedo de los miedos,
el de ser “comido”, en realidad de ser acoplado [coitado] por la
arcaica divinidad paterna y / o por el “cocodrilo” materno. El
combate fóbico sitúa en la “vanguardia” este objeto revulsivo
con el cual libra un combate... de retaguardia.
25Assoun, P.-L., Legnns psychcinalytiques sur les phobies.
20Ibídem.
27Deutsch, H., “Un cas de phobie de poule”, 1930, en La psychanalyse
des névroses, Payot, pp. 79-88. Cf. P.-L. Assoun, LeQonspsychanalytiqu.es
su r les phobies, ibídem, p. 79.
E l y o y lo se x u a l
Lo que en señ an el intercam bio de la h isteria y la neurosis
obsesiva y su repercusión fóbica es la dialéctica, en el
corazón de la represión, en tre el yo y lo (bi)sexual.
E sto perm ite com prender la puntualización decisiva a
propósito del Hombre de los lobos, referencia relativa al
doble teclado: “Parece, en efecto, evidente que es el conflicto
en tre las tendencias m asculinas y las fem eninas, o sea la
bisexualidad, lo que engendra la represión y la producción
de la n eurosis”.28Pero sucede que “esta concepción es lacu-
n a r” y que es necesario introducir u n a corrección esencial
que com prom eta toda la “teoría de las neurosis”: “De las dos
tendencias sexuales, hay una que está o rientada hacia el yo
[ichgerecht], y la otra en perjuicio del interés narcisista: es
por ello que sucumbe a la represión”.
¿Cómo tra d u cir la expresión ichgerecht? Gerecht es lo que
se h a apropiado y que de alguna m anera es legítimo. Por lo
tan to , es lo que está legitim ado por el yo, del yo.
Así pues, tenem os aquí el caso m ás simple, el m ás visible
- y a que la teoría de la “p ro testa m asculina” h a sacado de ello
su buen provecho: es aquel en el que la tendencia yoica es
m asculina. El mismo yo es “protesta m asculina”, de modo
que la noción adleriana pierde valor explicativo general.
F re u d introduce aquí la idea capital de “m asculinidad n a r
cisista”. Esto significa que la tendencia ichgerecht es m ascu
lina, de modo que el su je to -h o m b re o m u jer-, para salvar su
m asculinidad psíquica, se subleva contra las tendencias
co n trarias dañinas y su pérdida femenina: “Es tam bién en
ese caso el yo, por lo cual la represión es puesta a trab ajar,
en beneficio de una de las tendencias sexuales”. Se reconoce
aqui la fiera figura del yo masculino, el cual busca dom inar
las cosas recusando la peligros tendencia femenina. Salvo
que se recuerde que no es m ás que un asunto del hombre: “En
las h em b ras tam bién la aspiración a la m asculinidad resu l
ta sintónica con el yo [ichgerecht] en cierto período -e s decir,
is Freud, S., “Historia de una neurosis infantil (Caso del “Hombre de
los lobos”J”, en ob. cit., t. II, p. 2002.
en la fase fálica, antes que h ay a empezado la evolución de la
fem inidad [Feminitat]”. 29
Freud recusa con hum or la caricatu ra ad leriana según la
cual “el sujeto infantil -m ascu lin o o femenino— llegua a
b asar su p lan de vida en un a despreciación original del sexo
femenino y a proponerse como línea directiva [Leitlinie)e 1
deseo de ser un hom bre completo”.30Lo que constituye el mo
tor de la su p u esta p rotesta m asculina es en realidad “la
perturbación del narcisism o prim itivo por la am enaza de
castración”.31
E n resum en: “E n los varones la aspiración a la m asculini-
dad [M annlichkeitstreben\ es, desde el principio, sintónica
con el yo [ichgerecht]; la actitu d pasiva, puesto que presupo
ne u n a aceptación de la castración, se halla reprim ida
enérgicam ente”.32 E stas “sobrecom pensaciones” ju eg an un
rol esencial en el estar-en-el-m undo del hom bre que se
inscribe h a s ta en la escena an alítica (infra, E l fin de análisis
o la verdad de lo masculino ¡ femenino). Dicho de otro modo:
“El psicoanálisis estudía la p ro te sta m asculina en conexión
con el complejo de castración, pero no puede sostener su
om nipotencia ni su om nipresencia en las neurosis”.33
Lo fem en in o d el sín to m a
o la v erd a d d e la r ep r e sió n
Si la “p ro testa m asculina” no deja de p resen tar interés para
tener en cuenta este “caso”, A dler comete el craso erro r de
creer que “la represión adquiere siem pre el carácter de la
5Ibídem, p. 2474
Ibídem.
'Ibídem, p. 2477.
s Freud, S., “El problema económico del masoquismo”, enob. cit., t. III,
pp. 2753-2754; G.W. XIII, 374.
9 Freud, S., Tres ensayos para una teoría sexual, I, “Las aberraciones
sexuales”, en ob. cit., t. II, p. 1185; G.W. V, 57.
consiste en recibir del objeto amado todas las hum illaciones
y sufrim ientos”.10De suerte que es lícito referir al m asoquis
mo toda pasivización de la actitud.
U na vez m ás, es en la tex tu ra del fantasm a donde aparece
la siguiente posición: el m asoquista asp ira a ubicarse en
“situaciones características de la fem inidad”, es decir a “ser
castrado”, “ser coitado”, “desflorado”, pero tam bién a “d ar a
luz” (acto pasivizado). Momentos, todos ellos, en que el otro
queda “reducido a la merced”. Si el hom bre m asoquista copia
a la m ujer, es p ara sostener y lab rar un acta de su goce.
Esto p erm ite pensar “[...] las m isteriosas tendencias
m asoquistas del yo.”11 Tanto m ás “m isteriosas” cuanto que
se h a visto su rol de polo de m asculinidad -con la noción de
“m asculinidad n arcisista” (supra, E l yo y lo sexual). Por
consiguiente, h ay que pensar que el yo es un Jano: es de él
de donde em an a la “sublevación”, señal de m asculinidad y es
en él donde yace la tendencia m asoquista.
Si en los casos de impotencia m asculina nos asombram os
al co n sta ta r “[...] una refinada actitud m asoquista [maso-
chistische E instellung], hondam ente arraig ad a quizá desde
mucho tiem po a trá s ”,12ello vale asimismo, obsérvese, p ara
la posición crim inal. En efecto, una vez m ás encontram os la
sorpresa, en los crim inales sexuales, —dado que la agresión
sádica se sostiene en una identificación, en una E infühlung
con la v íctim a- que se revela en el momento en que “se dejan
a tra p a r”* (por la instancia legal).13
La c e n e sto p a tía
o el m a rtirio se x u a l
D e la E n tm a n n u n g a la V erw eiblich u n g
18Ibídem , p. 151.
19Ibídem , p. 165.
20Lacan, J., L ’É tourdit, enA utres écrits, Seuil.
21 F reud, S., Observaciones psicoanalíticas sobre un caso de paranoia
(“D ementia paranoides”), autobiográficamente descrito; G.W. VIII, 294.
[La traducción es nuestra. N. de la T. 1
G ra m á tica de la p sico sis:
e l M asku lin u m d isin tá x ic o
El m om en to so m á tico d el fantasm a:
el m aso q u ism o co rp o ra l
Lo m e n str u a l y lo fem en in o:
el cu e r p o d el tab ú
E l tie m p o y e l cu erp o
E s tam bién el lu g ar donde puede situ arse una problem ática
del envejecim iento digna de los elem entos inconscientes que
e stá n e n ju e g o .11
Toda la evocación anterior m u estra la historización de lo
m asculino y lo fem enino. Se lo puede ex p resar reco rd an
do que la dosis de m asculino y de femenino va variando a lo
largo de las d istin tas etap as de la vida
Así pues, F reu d pun tu aliza el aum ento de m asculinidad
en el cuerpo femenino que envejece, lo cual queda atestig u a
do por lareactivación de componentes sádico-anales.12Sim étri
camente, el “demonio de mediodía”* masculino13 atestigua los
efectos de desintrincación: el sujeto se reh ú sa a suscribir a la
ley de castración, adoptando un sem blante de adolescencia,
cuyo alcance hem os visto p ara lo m asculino y p a ra lo feme
nino. El cuerpo, en el plano del fantasm a, se encuentra
rejuvenecido, y ese “baño de ju v en tud ” se debe a la conexión
con un objeto flam ante que, bien m irado, da cuerpo a un
coadyuvante fálico.
* La expresión francesa le démon de m idi (“el demonio del mediodía”) se
refiere al apetito sexual que suele acometer a hombres y mujeres, pero sobre
todo a los hombres, alrededor de los cuarenta años, es decir en la mitad de
la vida, lanzándolos a sucumbir a tentaciones sexuales que no pocas veces
responden a fantasmas a los que no se habían entregado anteriormente. [N.
de la T.]
10 Freud, S., Compendio del psicoanálisis, en ob. cit., t. III, p. 3405; G.W.,
XVII, 75.
u Assoun, P.-L., “Le vieillissem entál’épreuvede la psychanalyse”, en
C om m ent accepter de vieillir?, bajo la dirección de Alain Houziaux; Paul-
Laurent Assoun, Jean-Denis Bredin, Marie de Hennezel, Les Editions de
l’Atelier, 2003, pp. 59-86.
12 Eissler, K., Freud sur le front des névroses de guerre, Presses
Universitaires de France, 1992.
13Assoun, P.-L., “Le démon de midi á l’épreuve de la psychanalyse”, en
Synapse, n" 99, 1993.
E l cu e r p o in to x ic a d o
Por últim o, ¿qué es lo que ju stifica el uso del “qu itap en as”14
que es la droga? Al hacerse independiente, m ás que de las
coerciones del m undo exterior, del gran problem a de la
castración, el sujeto se sitú a fu era del sexo o, m ás precisa
m ente, se desconecta, por medio de su goce tóxico, de la
tensión m asculino / fem enino. Es lo que p erm ite e n te n d e r
la profunda intuición clínica de Lacan de que la droga es el
medio de “rom per el m atrim onio con el pipí”. M ediante su
juego peligroso, contraviene el juego del sexo, el cual req u ie
re re g istra rse en el campo m asculino o en el femenino.
R ealiza u n a posición de excepción, acceso a u n goce que
distrae del trabajo de desear.
E l r eto r n o d e lo fe m e n in o
El se x o p ertu rb a d o
La coyuntura actual es u n a suerte de disem inación que
parece sugerir un vals que va colocando lo “m asculino” y lo
“fem enino” en todos sus estados. Confusión que la teoría
queer de “la perturbación de género” (gender trouble) lleva a
la expresión, dejando “la orientación sexual” a la a rb itra rie
dad de u n a bisexualidad ta n difusa como errática. De allí la
ebriedad de un sexo fuera de la norma, no ju s t sex, por este
atravesam iento de la frontera, im ag in aria border Une con el
que la retórica posm oderna está encaprichada. El saber
freudiano ayuda a reencontrarse en el efecto de m ascarada,
que es el estilo general de la posm odernidad, desde el
travestism o h a s ta la transexualidad.
E stas figuras -d esd e los “bisexuales” h a s ta los transexua-
les, pasando por los tra v e s tís - ocupan la d elan tera de la
escena, ocultando, m ediante u n a retórica de la identidad
tran sg red id a, u n a confusión de lo “social”, lo “biológico” y lo
“psicológico”, decididam ente reincidente (supra, M asculino
y fem enino a prueba del inconsciente), que hemos visto
desplegarse desde la escena paradigm ática de la neurosis.
P or consiguiente, hay que abordarlos desde u n a problem á
tica de la identificación, desde u na puesta en todos sus
estados.
M a sc u lin o , fe m e n in o y la zo so cia l
5Freud, S., “Psicología d élas masas y análisis del vo”, cap. XII, en ob.
cit., t. III, p. 2608; G.W. XIII, 158.
“Freud, S., E l malestar en la cultura, en ob. cit., t. III, p. 3017.
La “d u p lic id a d se x u a l”
M a sc u lin o y fe m e n in o p u e sto s a p ru eb a
p o r la tr a n se x u a c ió n
No es casual que el transexualism o ocupe el podio. R esulta
sorprendente que el térm ino, ajeno a Freud, haya sido
introducido en el discurso de la sexología y de la endocrino
logía por H arry Benjam ín8 an tes que Stoller le otorgara
esta tu to 9 por su teoría de “la identidad nuclear de género”
{core gender identity).
Se tra ta de fijar aquí la incidencia de la cuestión tran -
sexual en la problem ática freudiana de lo m asculino y lo
femenino.
7 Freud, S., “Análisis terminable e interminable”, sección VI, en ob.
cit., t. III, p. 3358; G.W. XVI, 89.
KComunicación del 18 de diciembre de 1953 en la Academia de
Medicina de Nueva York, dedicada al travestismo y al transexualismo.
"Stoller, Robert, Une contribution á l ’étude de l ’identité de genre, 1964,
t. 1; Sexe et genre, 1968, t. 2; Recherches sur l ’identité sexuelle, 1975,
El ti’ansexual se sitú a de u n modo tal que se siente
perteneciente al otro sexo. “Convicción de u n sujeto biológi*
cam ente norm al de pertenecer al otro sexo” que culm ina
regularm ente en la dem anda de intervención quirúrgica y
endocrina (hormonal). C iertam ente, en el transexual hay
u n a apelación al Derecho.
El fenómeno transexual, ese trance de la sexuación, tuvo
por efecto paradójico hacer reintroducir una categorización
iden titaria. El género igender) recobra su sentido g ram ati
cal (supra, La cuestión gram atical: el género), que perm ite
clasificar las p alab ras (artículos, desinencias), no sin deno
ta r la identidad sexual (moral, política y cultural) por oposi
ción al sexo biológico -posesión del órgano, estatu to hormo
nal, caracteres sexuales secundarios- y no sin pen sar lo que
suele designarse como “disfória de género” (Fisk). .
El género se define como “la cantidad de m asculinidad o
de fem inidad que se encuentra en u n a p ersona”. Así pues, “la
identidad de género comienza con el conocimiento y la per
cepción, conscientes o inconscientes, de que se pertenece a
uno y no al otro”. El tran sex u al revelaría la identidad de
género, m ás acá del sexo biológico: como MF, “él” no se siente
hom bre y vilipendia el órgano peniano (con el que juegan y
del que gozan el hom osexual y el travesti); como FM, “ella”
no se siente m ujer y vilipendia el órgano vaginal. De allí su
discurso: hab ría u n “erro r de la n a tu ra leza”, contra el cual él
(ella) apela a la cirugía p ara rectificar ese error en su cuerpo.
Al tran sex u al se lo supone seguro de su (verdadero) sexo (¡en
contraste con el neurótico!).
E sta doctrina tran sex u alista desestabiliza de alguna m a
nera los principales desarrollos freudianos: en el lugar de la
com pleja teo ría de la identificación, se llega a a firm ar que
la fem inidad se adquiere m ediante el contacto de la m adre
-lo que Stoller denom ina “pulsiones protofem eninas”- y que
puede contam inar al varón, vía u n a huella (im printing) de
la unión simbólica con la m adre, así como del conjunto de la
conducta del entorno hacia el niño.
C iertam ente h ay u n a confusión identificatoria con la
madre: así F reud tom aba nota de la consecuencia de la idea
de la bisexualidad: “El género se desgarra en la diferencia
sexual”: h ay que recordar el enunciado hegeliano contra
toda tentación de requerir el género como g arante de alguna
identidad.
El índice simbólico de ello es la resistencia de la voz, que
afecta a lo sexual en lo que u n a octava separa una voz de
hombre de la de u n a mujer, en lo que se da en llam ar la “altura”.
He aquí el dram a de los transexuales: la voz es el elemento del
cuerpo m ás reacio a prestarse a la reasignación sexual.
¿Cómo puede ser, p ara un sujeto dotado del pene envidia
do, que aspire a la beatitu d de desem barazarse de él? M ás
allá de la referencia a la psicosis-habiendo sido Schreber el
precursor m etafísico de la transexuación (su p ra ,E l cambio
o la m isión)—, puede pensarse en u n a identificación hiper-
m a te rn a (o hip erp atern a, en el caso inverso), que hace del
falo u n objeto molesto y ajeno. Estam os tocando, tanto como
en el m asoquism o, ese K astrationlust (supra, La castración
Jano) donde culm ina el ideal transexual.
No h ay m an era de darle un lu g ar a la cuestión transexual,
en su verd adera dimensión inconsciente, sino desplazando
el eje de u n a categorización id e n titaria a u n a lógica de la
sexuación (in fra , Lo ridículo y el extravío, La sexuacióny sus
funciones lógicas, Lo masculino “reventado”) radicalizando
la teoría de la identificación.
E l tra v estism o :
e l c a r n a v a l d el sexo
Situado por la sexología como “pulsión de disfraz” (Hirschfeld,
1910), el travestism o designa el comportamiento que consiste
en tom ar el modo indumentario distintivo del otro sexo.
C uando h ab la de disfraz, F reud lo refiere lisa y llanam en
te a uno de los procedimientos de lo “cómico”.10Después de
todo, h ay que p a rtir de la evidencia de que la gente se
disfraza p a ra hacer reír: ¿o acaso u n hom bre disfrazado de
lüFreud, S., E l chiste y su relación con el inconsciente, cap. VII; G.W.
VI, 221
m ujer no se expone al ridículo? Se pone en la posición del
payaso. No es el “éxito” de la operación lo que se cuestiona:
sabemos que algunas form as de travestism o pueden satu rar
la fem inidad —al punto que el trav estí reconstituye una
m ujer “m ás v erd ad era que la n a tu ralez a” y que u n a “hiper-
fem inidad” puede hacer suponer u n a operación de travestis
m o-. El fondo cómico de la operación de travestism o es que
se b u rla despiadadam ente de la diferencia sexual, que reve
la, m ediante su m ascarada, la comedia de los sexos. Si el
hombre disfrazado puede im itar a la m ujer, ¿no será que
ésta suspende su ser en la v estim enta y en el m aquillaje, lo
que confirma la hum orada freudiana según la cual “la m itad
de la hum anidad podría ser ubicada en tre los fetichistas de
la ropa”,11 al e s ta r las m ujeres afiliadas a la moda? Por la
moda, fem enino y m asculino se revelan renovadam ente
recortados, en cada época, por los cánones de la alta costura.
Esto esclarece en espejo el disfraz convencional de la pros
titu ta, quien s a tu ra la im agen fetichizada de la feminidad
p ara ju g a r su rol de carn ad a fálica.
L a m ultiplicación de las form as de disfraz rem ite, m ás
allá de algún juego con la identidad, a la cuestión central: el
hombre tra v e stí es el payaso de la m ad re fálica. “H ace de
m ujer” como se “hace de payaso”. P rovisto de los atrib u to s
v estim en tario s -fo rm a s v a ria d a s de em perifollam iento y
de accesorios y a d o rn o s- p ra c tic a su identificación, no sin
o cu ltar bajo la fald a el sexo que rev ela el a trib u to del hijo,
el “m iem bro”, el m an n lich e Glied con el que la equipa de
modo ficticio y del que, g rac ia s a su interm ediación, y a no
carece. ¡Qué so rp re sa si h iciera su rg ir de pronto de debajo
de las p u n tilla s, al ig u al que Polichinela de su caja, el sexo
filial, especie de postizo m aterno! A quí tenem os la esceni
ficación cómica, digna de B aubo.12T am bién se comprende
La fe m in id a d com o m ascarad a
Si el hom bre se trav iste en ocasiones, la m ujer está en u n a
relación de estru ctu ra con el travestism o: prueba de ello es
lo que Jo a n Riviére describe bajo el nombre de “feminidad
como m asc arad a”14 a través de su caso paradigmático.
La im agen que da esta m ujer es un em blem a de la m ujer
liberada. E n cu en tra la m anera de m anejar, al mismo tiempo
1 Lacan, J., Le Sém inaire, livre XI, Les quatre concepts de la psycha-
nalyse, p. 186. [La traducción es nuestra. N. de la T.J
m asculino y significante femenino. La dualidad queda an u n
ciada por medio de esta “horquilla” presentada por la duali
dad “H om bres m ujeres”2 “en la imagen de dos puertas
gem elas” que “sim bolizan las cabinas aisladas ofrecidas al
hom bre occidental p ara satisfacer sus necesidades n a tu ra
les fu era de la casa”, en fin, que “somete su vida pública a las
leyes de la segregación u rin a ria ”.3 Es el anuncio de que
“dam as y caballeros serán en consecuencia dos patrias para
esos niños”.
No es casual que este encuentro se m anifieste “fuera de la
casa”, en el espacio social (supra, Masculino, fem enino y lazo
social).
La escisión implica, en consecuencia, que uno correspon
de a “d am as” o a “caballeros”, como en la historia de los
niños. Los dos viajeros, aunque “en el mismo barco”, no
descienden, por lo tanto, en la m ism a estación, o m ás bien
ésta no tien e el mismo nombre para uno y otro. Aquí, lo
m asculino y lo femenino están convocados p ara abrir los ojos
an te el ser del significante. Lacan sexúa el significante para
no dejarlo en la soledad del “árbol”, correlativo de su signi
ficado solitario. La dualidad obliga a pensar en el desliza
m iento. No h ay medio, p ara el significante “caballeros”, de
referirse a su significado privado, sino volviendo a p a rtir del
significante antónim o “dam as” y viceversa. Obsérvese que
“viceversa”, locución que expresa la reciprocidad, retom a su
sentido literal: con un tomillo (tour=vice)* invertido (versa)
[a tour renversé]. No se puede llenar el significante “caballe
ros” sino invirtiéndolo en el significante “dam as”, en un
escarceo radical. El viceversa es el ser del significante
sexual.
Lo que qu ed a evocado aquí, como “testeadeor”, es el miope
que in te n ta ría , contrayendo la pupila, percibir la etiqueta o
el icono: ¿estoy en “caballeros”? ¿estoy en “dam as”? Es el
* Homonimia entre vis (tornillo) y vice- (prefijo que indica “en lugar
de”, “adjunto”) [N. de T.J
2 Lacan, J ., L ’instance de la lettre dans l’inconscient ou la raison depuis
Freud, en É crits, Seuil, p. 499. ILa traducción es nuestra. N. de la T. |
*tbídem, p. 500. [La traducción es nuestra. N. de la T.J
momento en que, como lo significa el lenguaje popular, “m ás
vale no equivocarse”. Es la miopía respecto de ese significan
te desdoblado lo que caracteriza la especificidad de esta
“polaridad”. ¡Podría ser el principio de la miopía congénita
del sujeto hum ano frente a l a cosa sexual! Hemos m enciona
do la d io p tría diferencial de la m ira d a según las m oda
lidades de la escotomización perversa y de la represión
neurótica (supra, E l fetichismo o el talism án sexual) -com bina
ción de astigm atism o y de miopía... que llega h asta... las
cataratas-.
La d a n za fálica:
él y ella, ser y te n e r
' Lacan, J., Le Sém inaire V, Les form ations de l ’inconscient, 18 de junio
de 1958. [La traducción es nu estra. N. de la T.J
5 Lacan, J., Le Sém inaire XIV, La logique du fantasm e, 19 de abril de
1967. (La traducción es nuestra. N. de la T.]
“ Lacan, J., Le Sém inaire VI, Le désir et son interprétation, 11 de
febrero de 1959; Le Sé?ni.naire VIH, Le transferí, 12 de abril de 1961.
an g u stia al Otro, y si el sádico es el sujeto de sevicias, se
revela sujetado al Otro del goce.8 Redistribución de las
cartas que h abla del hum or de la historia.
E l r id íc u lo y e l ex tra v ío
La s e x u a c ió n y su s fu n c io n e s ló g ica s
Lo m a scu lin o “r e v e n ta d o ”
Esto perm ite redefm ir el lazo entre hom bre y m ujer: “para
quien está atestado por un falo, una m u jeres un síntom a”.13
“El goce, el orgasmo, coincide con - s i se me perm ite la
expresión-, la pu esta fuera de combate o la p u esta fuera del
juego del instru m en to por obra de la detum escencia”.14En
otros térm inos, el falo es m ás significativo en la vivencia
h u m an a por su caída que por su presencia: em ergencia del
“falo en el estado reventado”. Tenemos aquí a lo m asculino
abatido, agotado, deslomado: “ya no es m ás que un trapito,
ya no es sino un m ero testim onio, un recuerdo de te rn u ra
p ara l a partenaire”. 15U na m an era de dejarla con un “buen”
recuerdo...
Se comprende así en qué “la an g u stia está ligada a la
posibilidad de no poder”.16Lazo entre im potencia y cemento
social, ya que se tra ta de a p re tar los codos frente a la
castración (lo que constituye el fondo de la hom osexualidad
social). Pero, como lo observa Lacan al com entar con hum or
una falta de concordancia gram atical personal, si un hombre
puede decirle a una m ujer: “nunca te quise tan to ” [je ne ta i
ja m a is tant aimé), omitiendo la concordancia con el femeni-
1! Lacan, J., Le Sém inaire V , Les formations de l ’inconscient, 22 de
enero de 1958.
"L acan , Le Sém inaire X, L ’Angoisse, 6 de marzo de 1963.
Ibídem, 29 de mayo de 1963.
1(1Ibídem, 20 de marzo de 1963
no, es porque el objeto de am or hace caer algo de la m arca
sexual. El objeto de am or se conjuga en neutro, a la m anera
de u n absoluto singular. Pito catalán a la flexión sexual...
A la im posibilidad de la relación sexual, el am or ofrece lo
precioso de u n a “suplencia”...
CONCLUSIÓN
La p o la rid a d se x u a l
y su q u ím ica
L a lib id o -u n a
y su s d o s fu n c io n e s
L os d o s g o ces:
el in fo rm e T ir e sia s
E l fin d e l a n á lisis
o la v e r d a d
d e lo m a sc u lin o /fe m e n in o
Introducción............................................ !................................... 7
U na evidencia enigm ática........................................................8
La función m / f: lo sexual y lo viviente................................ 9
Los “cuatro discursos”: lingüística, biología,
sociología... p sico an álisis.................................................. 11
La cuestión gram atical: el g é n e ro ....................................... 12
L a cuestión biológica: macho y h e m b r a ............................. 13
L a cuestión social: la v e s tim e n ta ........................................ 14
De la confusión de los géneros
al mito en a c c ió n ............................................................... 16
M asculino y femenino
a prueba del in co n scien te................................................. 17
U na cuestión y lo que en ella se j u e g a ............................... 18
P rimera parte
T eoría. Las funciones
C onclusión
El paradigm a freudiano de la sexuación......................... 128
La polaridad sexual y su quím ica......................................129
La libido-una y sus dos fu nciones......................................130
Los dos goces: el informe T ir e s ia s .....................................132
M asculino y femenino o el acto de a m o r ...........................134
De la “repudiación de la fem inidad”
a la atracción de lo fem enino.......................................... 135
El fin de análisis
o la verdad de lo m asculino / fem enino.........................136
El sexo, el deseo y la m u e r te ................................................137