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Una ventana en el fondo de la habitación. Una luz azul ilumina la escena. Hay un sillón,
Evita ocupa el centro, sentada en el sillón, con una bata y con la toca en el pelo. Gesto
impaciente, nervioso.
Eva: ¡Por fin! Che, te espero hace dos horas. ¿Dónde carajo estabas?
Paco: ¡Ay, perdón, es que me agarró Zully Moreno con unos unos ajustes de último
Paco: Mire, le hice unos ajustes a su vestido. Creo que quedó mejor. A ver si lo
probamos.
Paco busca el vestido en el perchero. Eva se quita la bata, de pie. Está en ropa interior
con portaligas. Se pone de pie, mirando al público, eleva los brazos como si estuviera en
Paco: Esta tela la traje de París el año pasado. El hilo es de acá, del Once, pero mire la
calidad.
Eva: Hermoso, la verdad. ¿Quedará bien con los aretes que me trajo el General del viaje
pasado?
Paco: Sí, van perfectos. Y también con el collar de perlas que tiene en el alhajero.
Paco: Eso es algo que no entendí nunca. ¿Qué quieren, que una primera dama se vista
Eva: Mirá, me importan nada, más que para hacerlas rabiar y reírme. Pero la cosa no es
esa. Si la primera dama fuera una de ellas, saldrían sus diseños exclusivos halagados y
marcando tendencia en todas las revistas. Pero no te olvides, Paquito, que yo soy la
artista, la puta, la muerta de hambre. ¡Cómo se van a aguantar eso, que me vista como
Paco: Ahí está la Justicia social, mejor dicho, ¿no? (se ríen a carcajadas).
Entonces, se oyen unas bocinas desde afuera, fuertes, insistentes. Paco se pone muy
nervioso. Se acerca a la ventana y mira varias veces hacia la calle. Se para ahí, ansioso.
Paco: Perdón, es que pensé que era una de las pitucas que ya estaba como loca con su
Eva: Si fuera una de las pitucas, se termina el mundo. Esas solo cacarean, pero no se
exponen. Las conozco tanto que, si alguna vez una de las mías llega a Presidenta,
acordate que no la van a dejar en paz con la ropa que usa. Se les explota la yugular y
Paco: ¡Viperinas! Sonríen un poco y les sale la lengua bífida entre los dientes…
pone nervioso.
Camina hacia la ventana. Paco deja caer el vestido, nervioso y triste. Queda de pie,
Eva: ¡Son dos muchachos, che! ¡Y miran para acá, esta ventana!
Voces: ¡Putilín, vení, dale, y traé a tu amiga! ¡Los invitamos a tomar algo, bonitos,
bajen!
Eva: ¡Che, pero qué les pasa estos tarambanas! ¿Están borrachos, no? Qué lindos
pretendientes…
Luz azul sobre Paco. Eva se acerca a él, que se sube, de pie, al sillón donde ella lo
y anónima.
apurado y apareció EL AUTO. Ese que me persigue a mí y a todos los putos y las putas
de chiquitxs, con sus luces de ojos grandes y el paragolpe como fauce con colmillos
hambrientos. Cuando me vine a la ciudad, pensé que iba a ser anónimo y EL AUTO no
me iba a reconocer más. Pero no. Ahí está EL AUTO. Un monstruo lleno de machitos
que ni bien me vieron, se creyeron con el derecho adquirido a perseguirme para decirme
y hacerme lo que tienen ganas. Intenté escapar. Corrí. Me metí por callejones. Dos horas
así. Pero no había caso. Y por más que supiera que Usted estaba acá, no quería que me
siguiera, que la incomodara. ¿Porque Usted sabe lo que es vivir así, con la alita
quebrada, en medio de estos muchachos que te dicen puto puto puto puto puto puto puto
puto, Macri puto, puto, puto, puto, Macri puto, desde los autos a cada rato, que te
persiguen y se creen que por puto vos sos de ellos y para ellos menos que un insulto?
siguiéndonos en cualquier esquina del mundo para gritarnos ¡PUTO! Volvía a casa
llorando y mamá con sus manos quebradas del cloro con el que les limpiaba la casa de
estos machitos, me acariciaba y por un rato olvidaba todo. Pero al otro día, EL AUTO
ponía cada vez peor. Un día salió a los gritos a defenderme y uno se bajó y la empujó en
la zanja. Quedó toda embarrada la pobre vieja. No lo aguanté más. Y al poco tiempo
hice un bolso y hui. No me podía quedar. Porque además, ser puto, pobre, peronista y
¡artista! (usted lo sabe bien) en este país te condena de inmediato. Si hasta fui el horror
y la risa de los modistos argentinos, Señora, y me la han hecho pagar, porque no soy
comerciante ni les hago la corte. Hago lo que me gusta, trabajo sobre el dibujo y mi
ropa, linda o fea, buena o mala, ha sido creada y hasta cocida por mí solito. Y ahora que
soy el que viste a Evita, peor. Dios los cría y el viento los amontona, dicen. Puto, pobre,
peronista y artista son costos demasiado altos que te cobran los pitucos de la moda y no
lo aguantan. No tienen AUTO, pero te cagan a bocinazos también. Hui de casa, sí,
perseguí mi sueño, pero míreme, nunca salí de ese pueblito. EL AUTO y las bocinas
Luz blanca. EVA se pone de pie. Se acerca y lo abraza. Mientras lo acaricia, dice:
¡Mirá, Paquito, esto es una injusticia! Algún día, te aseguro, esos pitucos, cuando venga
una como yo, hasta se van a poder casar entre ellos y te van a dejar de joder con sus
autitos. Ahora, vamos, sentate acá, esto no lo vamos a dejar así. No te pongas mal,
vamos, Paquito.
EVA: Sos tan lindo, Paco, siempre te lo dije. Y de ahí sale la belleza de tus vestidos.
EVA: Nada de loca, orgullosa. Y vos también tenés que estarlo. Nada de tisteza por
EVA: Porque ser puto (o puta), peronista, pobre y artista en este país, es motivo de
Salen, a las risas, los dos. Eva en ropa interior, Paco maquillado y sin camisa. Los