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ORGUSHO PERONISTA

Por Cristian Molina

Una ventana en el fondo de la habitación. Una luz azul ilumina la escena. Hay un sillón,

percheros y muebles. Un perchero tiene un vestido impresionante de Eva, desplegado.

Evita ocupa el centro, sentada en el sillón, con una bata y con la toca en el pelo. Gesto

de disgusto, impaciente. Transición a luz blanca. Entra Paco Jamandreu apurado,

impaciente, nervioso.

Eva: ¡Por fin! Che, te espero hace dos horas. ¿Dónde carajo estabas?

Paco: ¡Ay, perdón, es que me agarró Zully Moreno con unos unos ajustes de último

momento y fue un caos. Le manda saludos…

Eva: ¡Que a los saludos se los meta en el orto!

Paco: Mire, le hice unos ajustes a su vestido. Creo que quedó mejor. A ver si lo

probamos.

Paco busca el vestido en el perchero. Eva se quita la bata, de pie. Está en ropa interior

con portaligas. Se pone de pie, mirando al público, eleva los brazos como si estuviera en

el balcón, mientras Paco comienza a probar el diseño.

Paco: Esta tela la traje de París el año pasado. El hilo es de acá, del Once, pero mire la

calidad.

Eva: Hermoso, la verdad. ¿Quedará bien con los aretes que me trajo el General del viaje

pasado?
Paco: Sí, van perfectos. Y también con el collar de perlas que tiene en el alhajero.

Eva: ¡Para que me critiquen las pitucas!

Paco: Eso es algo que no entendí nunca. ¿Qué quieren, que una primera dama se vista

mal? Una artista, además…

Eva: Mirá, me importan nada, más que para hacerlas rabiar y reírme. Pero la cosa no es

esa. Si la primera dama fuera una de ellas, saldrían sus diseños exclusivos halagados y

marcando tendencia en todas las revistas. Pero no te olvides, Paquito, que yo soy la

artista, la puta, la muerta de hambre. ¡Cómo se van a aguantar eso, que me vista como

ellas o mejor! Nunca. Imposible. Ahí está el problema.

Paco: Ahí está la Justicia social, mejor dicho, ¿no? (se ríen a carcajadas).

Entonces, se oyen unas bocinas desde afuera, fuertes, insistentes. Paco se pone muy

nervioso. Se acerca a la ventana y mira varias veces hacia la calle. Se para ahí, ansioso.

Eva: ¡Che, me vas a dejar parada acá todo el día!

Paco: Perdón, es que pensé que era una de las pitucas que ya estaba como loca con su

vestido. Mírese en el espejo. Ya terminé de ajustar la talla, a ver si le gusta…

Eva: Si fuera una de las pitucas, se termina el mundo. Esas solo cacarean, pero no se

exponen. Las conozco tanto que, si alguna vez una de las mías llega a Presidenta,

acordate que no la van a dejar en paz con la ropa que usa. Se les explota la yugular y

hasta son capaces de organizar campañas en la radio para criticarme, acordate.

Paco: ¡Viperinas! Sonríen un poco y les sale la lengua bífida entre los dientes…

Eva: Cuando triunfe la justicia social… Che, me regusta..

Paco: Le queda divi…


Son interrumpidos por nuevos bocinazos. Solo que esta vez no se detienen. Paco se

pone nervioso.

Eva: ¿Pero qué pasa ahí afuera? ¿Se volvieron locos?

Camina hacia la ventana. Paco deja caer el vestido, nervioso y triste. Queda de pie,

tieso, en medio de la escena.

Eva: ¡Son dos muchachos, che! ¡Y miran para acá, esta ventana!

Entonces, todo se precipita. A las bocinas, se suman sonrisas y gritos:

Voces: ¡Putilín, vení, dale, y traé a tu amiga! ¡Los invitamos a tomar algo, bonitos,

bajen!

Eva: ¡Che, pero qué les pasa estos tarambanas! ¿Están borrachos, no? Qué lindos

pretendientes…

Paco (triste): Les pasa lo de siempre, Señora. Lo de siempre.

Luz azul sobre Paco. Eva se acerca a él, que se sube, de pie, al sillón donde ella lo

esperaba al comienzo. Eva se sienta, en el piso, de espaldas al público. Lo mira, inmóvil

y anónima.

Paco: Le mentí. No me retrasé en lo de Zully. Es lo de siempre. Venía caminando

apurado y apareció EL AUTO. Ese que me persigue a mí y a todos los putos y las putas

de chiquitxs, con sus luces de ojos grandes y el paragolpe como fauce con colmillos

hambrientos. Cuando me vine a la ciudad, pensé que iba a ser anónimo y EL AUTO no

me iba a reconocer más. Pero no. Ahí está EL AUTO. Un monstruo lleno de machitos

que ni bien me vieron, se creyeron con el derecho adquirido a perseguirme para decirme

y hacerme lo que tienen ganas. Intenté escapar. Corrí. Me metí por callejones. Dos horas

así. Pero no había caso. Y por más que supiera que Usted estaba acá, no quería que me
siguiera, que la incomodara. ¿Porque Usted sabe lo que es vivir así, con la alita

quebrada, en medio de estos muchachos que te dicen puto puto puto puto puto puto puto

puto, Macri puto, puto, puto, puto, Macri puto, desde los autos a cada rato, que te

persiguen y se creen que por puto vos sos de ellos y para ellos menos que un insulto?

Desde chiquito, Señora, tuve que aguantar EL AUTO de todos siguiéndome,

siguiéndonos en cualquier esquina del mundo para gritarnos ¡PUTO! Volvía a casa

llorando y mamá con sus manos quebradas del cloro con el que les limpiaba la casa de

estos machitos, me acariciaba y por un rato olvidaba todo. Pero al otro día, EL AUTO

estaba ahí, en las calles, esperándome. ¡Y ya no sé cómo escapar! Incluso mamá se

ponía cada vez peor. Un día salió a los gritos a defenderme y uno se bajó y la empujó en

la zanja. Quedó toda embarrada la pobre vieja. No lo aguanté más. Y al poco tiempo

hice un bolso y hui. No me podía quedar. Porque además, ser puto, pobre, peronista y

¡artista! (usted lo sabe bien) en este país te condena de inmediato. Si hasta fui el horror

y la risa de los modistos argentinos, Señora, y me la han hecho pagar, porque no soy

comerciante ni les hago la corte. Hago lo que me gusta, trabajo sobre el dibujo y mi

ropa, linda o fea, buena o mala, ha sido creada y hasta cocida por mí solito. Y ahora que

soy el que viste a Evita, peor. Dios los cría y el viento los amontona, dicen. Puto, pobre,

peronista y artista son costos demasiado altos que te cobran los pitucos de la moda y no

lo aguantan. No tienen AUTO, pero te cagan a bocinazos también. Hui de casa, sí,

perseguí mi sueño, pero míreme, nunca salí de ese pueblito. EL AUTO y las bocinas

cada vez me persiguen más y están ahí afuera, Señora.

Luz blanca. EVA se pone de pie. Se acerca y lo abraza. Mientras lo acaricia, dice:

¡Mirá, Paquito, esto es una injusticia! Algún día, te aseguro, esos pitucos, cuando venga

una como yo, hasta se van a poder casar entre ellos y te van a dejar de joder con sus
autitos. Ahora, vamos, sentate acá, esto no lo vamos a dejar así. No te pongas mal,

vamos, Paquito.

Eva se quita el vestido y toma un bolso.

EVA: Sos tan lindo, Paco, siempre te lo dije. Y de ahí sale la belleza de tus vestidos.

Toma un lápiz labial e intenta pintarlo.

PACO: Señora, ¡está loca!

EVA: Nada de loca, orgullosa. Y vos también tenés que estarlo. Nada de tisteza por

Puto; orgulloso, mi amor, orgulloso.

Paco sonríe y se deja pintar.

EVA: Porque ser puto (o puta), peronista, pobre y artista en este país, es motivo de

orgullo, no de tristeza. ¡Y ahora, a ver, desabrochate un poco la camisa, así, y vamos!

¡A ver si se animan a decirnos en la cara algo estos pitucos!

Salen, a las risas, los dos. Eva en ropa interior, Paco maquillado y sin camisa. Los

bocinazos se oyen hasta que, en un momento, paran:

Voz 1:- Che, ¡Es la puta de EVITA con el amante PUTILÍN!

Voz 2:- ¡Rajemos, que acá nos fajan!

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