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Artesanos medievales y operadores simbólicos

Nelson MameeiqueTODAS LAS COLUMNAS

Giambattista Vico (1668-1744), importante filósofo de la historia italiana, formuló a inicios del siglo XVIII una visión
del tiempo histórico cuyo eco puede encontrarse en la doctrina de Marx. Vico rechazaba la idea de que el tiempo de la
historia fuera lineal, como sostenía la mayoría de los historiadores después de René Descartes; consideraba más bien
que ésta se movía en círculos, como pensaron importantes civilizaciones de la Antigüedad. Pero él introdujo una
modificación decisiva: según su concepción luego de completar un ciclo la historia retornaba a su punto de partida
original, pero en otro nivel cualitativamente distinto. Su movimiento no era pues circular sino más bien en espiral.
La proposición de Vico es sugerente para examinar un fenómeno que se está desplegando ante nuestros ojos, que
involucra a los artesanos de la era preindustrial y a trabajadores del conocimiento de la era postindustrial.
Obsérvese el entorno de trabajo del artesano medieval. Este labora no en un local apartado de su domicilio (oficina o
fábrica, por ejemplo) sino en una habitación que forma parte de su vivienda, que él ha convertido en su taller. Allí el
artesano tiene las herramientas de su oficio y con ellas ejerce su labor. La vida del hogar y el proceso productivo no
están definidamente separados, y no se ha producido la neta distinción, característica de la sociedad industrial, entre la
economía doméstica y la economía política: la primera, el reino de la mujer y la segunda, el espacio de dominio y
hegemonía de los varones (por eso cuando se pregunta a un niño por su papá suele contestar: “Ha salido al trabajo”). Las
implicaciones desde un análisis de género son profundas.
Obsérvese ahora el entorno productivo de un trabajador del conocimiento. Buena parte de su trabajo puede desarrollarse
en el estudio que éste ha montado en su hogar: una habitación donde ha reunido sus medios de trabajo, la computadora,
la impresora, el escáner, periféricos diversos y por supuesto las redes electrónicas con las cuales pueden conectarse con
el mundo, a través de Internet. Casi un taller medieval.
En la sociedad de la información se reconoce que el trabajo productivo desde el hogar tiene varias ventajas: ahorra horas
diarias de desplazamiento entre el hogar y el centro de trabajo con el subsiguiente ahorro de combustible y tiempo,
aparte del ahorro del estrés que acompaña la vida en las grandes ciudades. Para un trabajo creativo, por otra parte, puede
resultar más conveniente un ambiente apacible y cómodo, del cual se tiene pleno control, donde se vienen acumulando
cantidad de insumos y herramientas que facilitan la tarea. A las empresas el trabajo desde el domicilio les ahorra dinero
en locales, mantenimiento, seguridad, limpieza, agua, luz, y demás servicios. No es por eso extraño que este tipo de
trabajo venga creciendo. Buena parte de los trabajadores simbólicos hacen al menos una parte de su jornada desde su
domicilio, y el desarrollo de un amplio software de soporte –como las oficinas virtuales– facilita el avance de esta
tendencia. Por supuesto, esto supone muy profundos cambios en la organización de la lógica productiva, como calcular
el trabajo no por el tiempo que se le dedica sino por sus resultados: tareas cumplidas.
Las similitudes entre el escenario de trabajo de los operadores simbólicos y el taller del artesano medieval son obvias, y
el paralelo tiene su punto de partida en la naturaleza de la computadora en cuanto se la usa como medio de trabajo. La
computadora no es una máquina que impone su ritmo y controla al trabajador, sino una herramienta sometida al dominio
y control de este. La computadora es el medio de producción principal del capitalismo informacional; la importancia del
tema es evidente.
Para Marx, la herramienta es una extensión de las facultades humanas. Un martillo cumple la misma función que el puño
cerrado al golpear un objeto. Un alicate o unas pinzas trabajan de una forma similar a los dedos pulgar e índice cuando
toman un objeto y lo presionan. Un telescopio o un microscopio son extensiones de las facultades del ojo humano, etc.
La computadora como herramienta constituye una extensión del cerebro humano, con memoria, sensores para introducir
y extraer la información (input/output), operadores lógico-matemáticos, instrumentos de búsqueda y análisis,
mecanismos de creación de simulaciones, etc.
Comprender la función productiva de la computadora requiere pues entender la naturaleza de la herramienta, en cuanto
medio de trabajo; su relación con el trabajador, las diferencias que la separan de la máquina, y las relaciones de
producción que fundan unas y otras. Continuaré.

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